Audiencias 2002 48


Miércoles 26 de junio de 2002

Grandeza del Señor y dignidad del hombre

1. "El hombre (...) se nos revela como el centro de esta empresa. Se nos revela gigante, se nos revela divino, no en sí mismo, sino en su principio y en su destino. Honremos al hombre, a su dignidad, su espíritu, su vida" (Ángelus del 13 de julio de 1969: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de julio de 1969, p. 2).

Con estas palabras, en julio de 1969, Pablo VI entregaba a los astronautas norteamericanos a punto de partir hacia la luna el texto del salmo 8, que acaba de resonar aquí, para que entrara en los espacios cósmicos.

En efecto, este himno es una celebración del hombre, una criatura insignificante comparada con la inmensidad del universo, una "caña" frágil, para usar una famosa imagen del gran filósofo Blas Pascal (Pensamientos, n. 264). Y, sin embargo, se trata de una "caña pensante" que puede comprender la creación, en cuanto señor de todo lo creado, "coronado" por Dios mismo (cf. Ps 8,6). Como sucede a menudo en los himnos que exaltan al Creador, el salmo 8 comienza y termina con una solemne antífona dirigida al Señor, cuya magnificencia se manifiesta en todo el universo: "¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!" (vv. 2. 10).

2. El cuerpo del canto parece suponer una atmósfera nocturna, con la luna y las estrellas encendidas en el cielo. La primera estrofa del himno (cf. vv. 2-5) está dominada por una confrontación entre Dios, el hombre y el cosmos. En la escena aparece ante todo el Señor, cuya gloria cantan los cielos, pero también los labios de la humanidad. La alabanza que brota espontáneamente de la boca de los niños anula y confunde los discursos presuntuosos de los que niegan a Dios (cf. v. 3). A estos se les califica de "adversarios", "enemigos" y "rebeldes", porque creen erróneamente que con su razón y su acción pueden desafiar y enfrentarse al Creador (cf. Ps 13,1).

Inmediatamente después se abre el sugestivo escenario de una noche estrellada. Ante ese horizonte infinito, surge la eterna pregunta: "¿Qué es el hombre?" (Ps 8,5). La respuesta primera e inmediata habla de nulidad, tanto en relación con la inmensidad de los cielos como, sobre todo, con respecto a la majestad del Creador. En efecto, el cielo, dice el salmista, es "tuyo", "has creado" la luna y las estrellas, que son "obra de tus dedos" (cf. v. 4). Es hermosa esa expresión, que se usa en vez de la más común: "obra de tus manos" (cf. v. 7): Dios ha creado estas realidades colosales con la facilidad y la finura de un recamado o de un cincel, con el toque leve de un arpista que desliza sus dedos entre las cuerdas.

3. Por eso, la primera reacción es de asombro: ¿cómo puede Dios "acordarse" y "cuidar" (cf. v. 5) de esta criatura tan frágil y pequeña? Pero he aquí la gran sorpresa: al hombre, criatura débil, Dios le ha dado una dignidad estupenda: lo ha hecho poco inferior a los ángeles o, como puede traducirse también el original hebreo, poco inferior a un dios (cf. v. 6).

Entramos, así, en la segunda estrofa del Salmo (cf. vv. 6-10). El hombre es considerado como el lugarteniente regio del mismo Creador. En efecto, Dios lo ha "coronado" como un virrey, destinándolo a un señorío universal: "Todo lo sometiste bajo sus pies", y el adjetivo "todo" resuena mientras desfilan las diversas criaturas (cf. vv. 7-9). Pero este dominio no se conquista con la capacidad humana, realidad frágil y limitada, ni se obtiene con una victoria sobre Dios, como pretendía el mito griego de Prometeo. Es un dominio que Dios regala: a las manos frágiles y a menudo egoístas del hombre se confía todo el horizonte de las criaturas, para que conserve su armonía y su belleza, para que las use y no abuse de ellas, para que descubra sus secretos y desarrolle sus potencialidades.

49 Como declara la constitución pastoral Gaudium et spes del concilio Vaticano II, "el hombre ha sido creado "a imagen de Dios", capaz de conocer y amar a su Creador, y ha sido constituido por él señor de todas las criaturas terrenas, para regirlas y servirse de ellas glorificando a Dios" (GS 12).

4. Por desgracia, el dominio del hombre, afirmado en el salmo 8, puede ser mal entendido y deformado por el hombre egoísta, que con frecuencia ha actuado más como un tirano loco que como un gobernador sabio e inteligente. El libro de la Sabiduría pone en guardia contra este tipo de desviaciones, cuando precisa que Dios "formó al hombre para que dominase sobre los seres creados (...) y administrase el mundo con santidad y justicia" (Sg 9,2-3). También Job, aunque en un contexto diverso, recurre a este salmo para recordar sobre todo la debilidad humana, que no merecería tanta atención por parte de Dios: "¿Qué es el hombre para que tanto de él te ocupes, para que pongas en él tu corazón, para que lo escrutes todas las mañanas?" (Jb 7,17-18). La historia documenta el mal que la libertad humana esparce en el mundo con las devastaciones ambientales y con las injusticias sociales más clamorosas.

A diferencia de los seres humanos que humillan a sus semejantes y la creación, Cristo se presenta como el hombre perfecto, "coronado de gloria y honor por haber padecido la muerte, pues por la gracia de Dios experimentó la muerte para bien de todos" (He 2,9). Reina sobre el universo con el dominio de paz y de amor que prepara el nuevo mundo, los nuevos cielos y la nueva tierra (cf. 2P 3,13). Más aún, su autoridad regia -como sugiere el autor de la carta a los Hebreos aplicándole el salmo 8- se ejerce a través de la entrega suprema de sí en la muerte "para bien de todos".

Cristo no es un soberano que exige que le sirvan, sino que sirve y se consagra a los demás: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc 10,45). De este modo, recapitula en sí "lo que está en los cielos y lo que está en la tierra" (Ep 1,10). Desde esta perspectiva cristológica, el salmo 8 revela toda la fuerza de su mensaje y de su esperanza, invitándonos a ejercer nuestra soberanía sobre la creación no con el dominio, sino con el amor.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial a los miembros de la cofradía de San Pedro Apóstol, de Santander, dedicados con tanta generosidad a la atención a los necesitados, y hoy acompañados por el obispo mons. José Vilaplana. A ellos y a los demás grupos presentes les deseo que esta visita a Roma sea una ocasión propicia para fortalecer la fe.

(A los peregrinos de Eslovaquia)
El próximo sábado celebraremos la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Que vuestra peregrinación a las basílicas dedicadas a ellos profundice vuestra adhesión a la Iglesia, fundada en los Apóstoles.

(En italiano)
Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana. Amadísimos hermanos, os agradezco vuestra presencia, y espero que este encuentro constituya para cada uno una ocasión propicia para crecer en la fe y en el amor a Cristo.

Mi pensamiento va ahora, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
50 Estos días de intenso calor nos recuerdan que ha comenzado el período estivo, tiempo de turismo y de peregrinaciones, de vacaciones y de descanso.

Queridos jóvenes, mientras pienso en vuestros coetáneos que están aún afrontando los exámenes, os deseo a los que estáis ya de vacaciones que aprovechéis el verano para hacer experiencias sociales y religiosas útiles. A vosotros, queridos enfermos, os deseo que encontréis consuelo y alivio en la cercanía de vuestros familiares. Y a vosotros, queridos recién casados, os dirijo la invitación a utilizar este período estivo para profundizar vuestra importante misión en la Iglesia y en la sociedad.



Julio de 2002


Miércoles 3 de julio de 2002

Exaltación de la potencia de Dios creador

1. El contenido esencial del salmo 92, en el que vamos a reflexionar hoy, se halla expresado sugestivamente en algunos versículos del himno que la Liturgia de las Horas propone para las Vísperas del lunes: "Oh inmenso creador, que al torbellino de las aguas marcaste un curso y un límite en la armonía del cosmos, tú a las ásperas soledades de la tierra sedienta le diste el refrigerio de los torrentes y los mares".

Antes de abordar el contenido central del Salmo, dominado por la imagen de las aguas, queremos captar la tonalidad de fondo, el género literario en que está escrito. En efecto, los estudiosos de la Biblia definen este salmo, al igual que los siguientes (95-98), como "canto del Señor rey". En él se exalta el reino de Dios, fuente de paz, de verdad y de amor, que invocamos en el "Padre nuestro" cuando pedimos: "Venga tu reino".

En efecto, el salmo 92 comienza precisamente con la siguiente exclamación de júbilo: "El Señor reina" (v. 1). El salmista celebra la realeza activa de Dios, es decir, su acción eficaz y salvífica, creadora del mundo y redentora del hombre. El Señor no es un emperador impasible, relegado en su cielo lejano, sino que está presente en medio de su pueblo como Salvador poderoso y grande en el amor.

2. En la primera parte del himno de alabanza domina el Señor rey. Como un soberano, se halla sentado en su trono de gloria, un trono indestructible y eterno (cf. v. 2). Su manto es el esplendor de la trascendencia, y el cinturón de su vestido es la omnipotencia (cf. v. 1). Precisamente la soberanía omnipotente de Dios se revela en el centro del Salmo, caracterizado por una imagen impresionante, la de las aguas caudalosas.

El salmista alude más en particular a la "voz" de los ríos, es decir, al estruendo de sus aguas. Efectivamente, el fragor de grandes cascadas produce, en quienes quedan aturdidos por el ruido y estremecidos, una sensación de fuerza tremenda. El salmo 41 evoca esta sensación cuando dice: "Una sima grita a otra sima con voz de cascadas: tus torrentes y tus olas me han arrollado" (v. 8). Frente a esta fuerza de la naturaleza el ser humano se siente pequeño. Sin embargo, el salmista la toma como trampolín para exaltar la potencia, mucho más grande aún, del Señor. A la triple repetición de la expresión "levantan los ríos su voz" (Ps 92,3), corresponde la triple afirmación de la potencia superior de Dios.

51 3. Los Padres de la Iglesia suelen comentar este salmo aplicándolo a Cristo: "Señor y Salvador". Orígenes, traducido por san Jerónimo al latín, afirma: "El Señor reina, vestido de esplendor. Es decir, el que antes había temblado en la miseria de la carne, ahora resplandece en la majestad de la divinidad". Para Orígenes, los ríos y las aguas que levantan su voz representan a las "figuras autorizadas de los profetas y los apóstoles", que "proclaman la alabanza y la gloria del Señor, y anuncian sus juicios para todo el mundo" (cf. 74 Omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 666-669).

San Agustín desarrolla aún más ampliamente el símbolo de los torrentes y los mares. Como ríos llenos de aguas caudalosas, es decir, llenos de Espíritu Santo y fortalecidos, los Apóstoles ya no tienen miedo y levantan finalmente su voz. Pero "cuando Cristo comenzó a ser anunciado por tantas voces, el mar inició a agitarse". Al alterarse el mar del mundo -explica san Agustín-, la barca de la Iglesia parecía fluctuar peligrosamente, agitada por amenazas y persecuciones, pero "el Señor domina desde las alturas": "camina sobre el mar y aplaca las olas" (Esposizioni sui salmi, III, Roma 1976, p. 231).

4. Sin embargo, el Dios soberano de todo, omnipotente e invencible, está siempre cerca de su pueblo, al que da sus enseñanzas. Esta es la idea que el salmo 92 ofrece en su último versículo: al trono altísimo de los cielos sucede el trono del arca del templo de Jerusalén; a la potencia de su voz cósmica sigue la dulzura de su palabra santa e infalible: "Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término" (v. 5).

Así concluye un himno breve pero profundamente impregnado de oración. Es una plegaria que engendra confianza y esperanza en los fieles, los cuales a menudo se sienten agitados y temen ser arrollados por las tempestades de la historia y golpeados por fuerzas oscuras y amenazadoras.
Un eco de este salmo puede verse en el Apocalipsis de san Juan, cuando el autor inspirado, describiendo la gran asamblea celestial que celebra la derrota de la Babilonia opresora, afirma: "Oí el ruido de muchedumbre inmensa como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: "¡Aleluya!, porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo"" (
Ap 19,6).

5. Concluimos nuestra reflexión sobre el salmo 92 dejando la palabra a san Gregorio Nacianceno, el "teólogo" por excelencia entre los santos Padres. Lo hacemos con una de sus hermosas poesías, en la que la alabanza a Dios, soberano y creador, asume una dimensión trinitaria: "Tú (Padre) has creado el universo, dando a cada cosa el puesto que le compete y manteniéndola en virtud de tu providencia... Tu Palabra es Dios-Hijo: en efecto, es consustancial al Padre, igual a él en honor.
Él ha constituido armoniosamente el universo, para reinar sobre todo. Y, abrazándolo todo, el Espíritu Santo, Dios, lo cuida y protege todo. A ti, Trinidad viva, te proclamaré solo y único monarca, (...) fuerza inquebrantable que gobierna los cielos, mirada inaccesible a la vista pero que contempla todo el universo y conoce todas las profundidades secretas de la tierra hasta los abismos. Oh Padre, sé benigno conmigo: que encuentre misericordia y gracia, porque a ti corresponde la gloria y la gracia por los siglos de los siglos" (Poesía 31, en: Poesie/1, Roma 1994, pp. 65-66).

Saludos

Saludo cordialmente a los visitantes de lengua española, en particular a los grupos parroquiales de Jaén y de otras parroquias españolas, a la Hermandad de la Divina Pastora de las almas, de Cantillana (Sevilla), y a los "pueri cantores" de Burgos. Asimismo, saludo a los egresados de la Academia superior de policía de Chile y a los peregrinos de Puerto Rico y Guatemala. Invito a todos a dirigirnos al Padre, para que sea benigno y nos conceda su misericordia y su gracia.
Muchas gracias.


(A los peregrinos de la República Checa)
52 El viernes se celebra en vuestra tierra la solemnidad de San Cirilo y San Metodio, apóstoles de los eslavos. Miles de voces cantarán en las iglesias y en la peregrinación nacional a Veléhrad. "No perecerá la estirpe que conserve la fe. Consérvanos, Señor, la herencia de nuestros padres". Sí, con vuestra fe viva sed testigos de Cristo. ¡Alabado sea Jesucristo!.


Dirijo un saludo afectuoso a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Celebramos hoy la fiesta del apóstol santo Tomás. Que su intercesión incremente la fe en vosotros, queridos jóvenes, para que estéis dispuestos a dar un valiente testimonio cristiano en todas las circunstancias de vuestra vida. Os ayude a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer los sufrimientos de cada día en comunión con toda la Iglesia, para que en el mundo se realice la civilización del amor. Y, por último, os sostenga a vosotros, queridos recién casados, en el compromiso de poner como fundamento de vuestra familia la íntima unión con Dios.




Miércoles 10 de julio de 2002



:Toda la creación alabe al Señor

1. En el capítulo 3 del libro de Daniel se halla una hermosa oración, en forma de letanía, un verdadero cántico de las criaturas, que la liturgia de Laudes nos propone muchas veces, en fragmentos diversos.

Ahora hemos escuchado su parte fundamental, un grandioso coro cósmico, enmarcado por dos antífonas a modo de síntesis: "Criaturas todas del Señor, bendecid al Señor, ensalzadlo con himnos por los siglos. (...) Bendito el Señor en la bóveda del cielo, alabado y glorioso y ensalzado por los siglos" (vv. 56 y 57).

Entre estas dos aclamaciones se desarrolla un solemne himno de alabanza, que se expresa con la repetida invitación "bendecid": formalmente, se trata sólo de una invitación a bendecir a Dios dirigida a toda la creación; en realidad, se trata de un canto de acción de gracias que los fieles elevan al Señor por todas las maravillas del universo. El hombre se hace portavoz de toda la creación para alabar y dar gracias a Dios.

2. Este himno, cantado por tres jóvenes judíos que invitan a todas las criaturas a alabar a Dios, desemboca en una situación dramática. Los tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, son arrojados a un horno de fuego ardiente a causa de su fe. Y aunque están a punto de sufrir el martirio, se ponen a cantar, alegres, alabando a Dios. El dolor terrible y violento de la prueba desaparece, se disuelve en presencia de la oración y la contemplación. Es precisamente esta actitud de abandono confiado la que suscita la intervención divina.

En efecto, como atestigua sugestivamente el relato de Daniel: "El ángel del Señor bajó al horno junto a Azarías y sus compañeros, empujó fuera del horno la llama de fuego, y les sopló, en medio del horno, como un frescor de brisa y de rocío, de suerte que el fuego no los tocó siquiera ni les causó dolor ni molestia" (vv. 49-50). Las pesadillas se disipan como la niebla ante el sol, los miedos se disuelven y el sufrimiento desaparece cuando todo el ser humano se convierte en alabanza y confianza, espera y esperanza. Esta es la fuerza de la oración cuando es pura, intensa, llena de abandono en Dios, providente y redentor.

3. El cántico de los tres jóvenes hace desfilar ante nuestros ojos una especie de procesión cósmica, que parte del cielo poblado de ángeles, donde brillan también el sol, la luna y las estrellas. Desde allí Dios derrama sobre la tierra el don de las aguas que están sobre los cielos (cf. v. 60), es decir, la lluvia y el rocío (cf. v. 64).

Pero he aquí que soplan los vientos, estallan los rayos e irrumpen las estaciones con el calor y el frío, con el ardor del verano, pero también con la escarcha, el hielo y la nieve (cf. vv. 65-70 y 73). El poeta incluye también en el canto de alabanza al Creador el ritmo del tiempo, el día y la noche, la luz y las tinieblas (cf. vv. 71-72). Por último, la mirada se detiene también en la tierra, partiendo de las cimas de los montes, realidades que parecen unir el cielo y la tierra (cf. vv. 74-75).

53 Entonces se unen a la alabanza a Dios las criaturas vegetales que germinan en la tierra (cf. v. 76), las fuentes, que dan vida y frescura, los mares y ríos, con sus aguas abundantes y misteriosas (cf. vv. 77-78). En efecto, el cantor evoca también "los monstruos marinos" junto a los cetáceos (cf. v. 79), como signo del caos acuático primordial al que Dios impuso límites que es preciso respetar (cf. Ps 92,3-4 Jb 38,8-11 Jb 40, 15-41, Jb 26).

Viene luego el vasto y variado reino animal, que vive y se mueve en las aguas, en la tierra y en los cielos (cf. Dn Da 3,80-81).

4. El último actor de la creación que entra en escena es el hombre. En primer lugar, la mirada se extiende a todos los "hijos del hombre" (cf. v. 82); después, la atención se concentra en Israel, el pueblo de Dios (cf. v. 83); a continuación, vienen los que están consagrados plenamente a Dios, no sólo como sacerdotes (cf. v. 84) sino también como testigos de fe, de justicia y de verdad. Son los "siervos del Señor", las "almas y espíritus justos", los "santos y humildes de corazón" y, entre estos, sobresalen los tres jóvenes, Ananías, Azarías y Misael, portavoces de todas las criaturas en una alabanza universal y perenne (cf. vv. 85-88).

Constantemente han resonado los tres verbos de la glorificación divina, como en una letanía: "bendecid", "alabad" y "exaltad" al Señor. Esta es el alma auténtica de la oración y del canto: celebrar al Señor sin cesar, con la alegría de formar parte de un coro que comprende a todas las criaturas.

5. Quisiéramos concluir nuestra meditación citando a algunos santos Padres de la Iglesia como Orígenes, Hipólito, Basilio de Cesarea y Ambrosio de Milán, que comentaron el relato de los seis días de la creación (cf. Gn 1, 1-2, 4), precisamente en relación con el cántico de los tres jóvenes.

Nos limitamos a recoger el comentario de san Ambrosio, el cual, refiriéndose al cuarto día de la creación (cf. Gn 1,14-19), imagina que la tierra habla y, discurriendo sobre el sol, encuentra unidas a todas las criaturas en la alabanza a Dios: "En verdad, es bueno el sol, porque sirve, ayuda a mi fecundidad y alimenta mis frutos. Me ha sido dado para mi bien y sufre como yo la fatiga.
Gime conmigo, para que llegue la adopción de los hijos y la redención del género humano, a fin de que también nosotros seamos liberados de la esclavitud. A mi lado, conmigo alaba al Creador, conmigo canta un himno al Señor, nuestro Dios. Donde el sol bendice, allí bendice la tierra, bendicen los árboles frutales, bendicen los animales, bendicen conmigo las aves" (I sei giorni della creazione, SAEMO, I, Milán-Roma 1977-1994, pp. 192-193).

Nadie está excluido de la bendición del Señor, ni siquiera los monstruos marinos (cf. Dn Da 3,79). En efecto, san Ambrosio prosigue: "También las serpientes alaban al Señor, porque su naturaleza y su aspecto revelan a nuestros ojos cierta belleza y muestran que tienen su justificación" (ib., pp. 103-104).

Con mayor razón, nosotros, los seres humanos, debemos unir a este concierto de alabanza nuestra voz alegre y confiada, acompañada por una vida coherente y fiel.

Saludos

Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los miembros de la Real e ilustre Hermandad Matriz de Nuestra Señora de Montemayor, de Huelva, y a los grupos de peregrinos de Madrid, Figueras y Sagunto. Que toda vuestra vida sea un cántico de alabanza al Señor.

(En eslovaco)
54 Hermanos y hermanas, mañana celebraremos la fiesta litúrgica de san Benito. Este gran maestro de vida espiritual interceda ante el Señor por las naciones europeas, para que no olviden sus raíces cristianas. Con afecto os bendigo a vosotros y a vuestros seres queridos. ¡Alabado sea Jesucristo!

(En italiano)
Me alegra encontrarme de nuevo entre vosotros, aquí en Castelgandolfo, donde, Dios mediante, pasaré el verano, como los otros años. Pienso en la próxima Jornada mundial de la juventud, que tendrá lugar en Toronto a fines de este mes. Os pido también a vosotros que oréis para que esta importante cita eclesial produzca los frutos espirituales que se esperan de ella.

Exhorto a los jóvenes aquí presentes, y en particular a vosotros, representantes de la Asociación de guías y scouts católicos de Italia (AGESCI) de Grumo Nevano y de Caltanisetta, a testimoniar la fe en Cristo, que os llama a ser "piedras vivas" en la construcción de la Iglesia. Os invito a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer vuestro sufrimiento a Jesús crucificado, para cooperar así a la redención vuestra y del mundo. Y también vosotros, queridos recién casados, sed conscientes de que vuestra unión matrimonial es un reflejo del amor que une a Cristo con la Iglesia. Os bendigo a todos.




Miércoles 17 de julio de 2002

Glorificación de Dios, Señor y Creador

1. El salmo 148, que ahora se ha elevado a Dios, constituye un verdadero "cántico de las criaturas", una especie de Te Deum del Antiguo Testamento, un aleluya cósmico que implica todo y a todos en la alabanza divina.

Un exegeta contemporáneo lo comenta así: "El salmista, llamándolos por su nombre, pone en orden los seres: en el cielo, dos astros según los tiempos, y aparte las estrellas; por un lado, los árboles frutales, por el otro, los cedros; en un plano, los reptiles, y en otro los pájaros; aquí los príncipes y allí los pueblos; en dos filas, quizá dándose la mano, jóvenes y doncellas... Dios los ha establecido, atribuyéndoles un lugar y una función; el hombre los acoge, dándoles un lugar en el lenguaje, y, así dispuestos, los conduce a la celebración litúrgica. El hombre es "pastor del ser" o liturgo de la creación" (Luis Alonso Schökel, Trenta salmi: poesia e preghiera, Bolonia 1982, p. 499).

Sigamos también nosotros este coro universal, que resuena en el ábside del cielo y tiene como templo el cosmos entero. Dejémonos conquistar por la alabanza que todas las criaturas elevan a su Creador.

2. En el cielo encontramos a los cantores del universo estelar: los astros más lejanos, los ejércitos de ángeles, el sol y la luna, las estrellas lucientes, los "cielos de los cielos" (cf. v. 4), es decir, los espacios celestes, las aguas superiores, que el hombre de la Biblia imagina conservadas en cisternas antes de derramarse como lluvias sobre la tierra.

El aleluya, o sea, la invitación a "alabar al Señor", resuena al menos ocho veces y tiene como meta final el orden y la armonía de los seres celestiales: "Les dio una ley que no pasará" (v. 6).

55 La mirada se dirige luego al horizonte terrestre, donde se desarrolla una procesión de cantores, al menos veintidós, es decir, una especie de alfabeto de alabanza, esparcido por nuestro planeta. He aquí los monstruos marinos y los abismos, símbolos del caos acuático en el que se funda la tierra (cf. Ps 23,2), según la concepción cosmológica de los antiguos semitas.

El Padre de la Iglesia san Basilio observaba: "Ni siquiera el abismo fue juzgado despreciable por el salmista, que lo acogió en el coro general de la creación; es más, con su lenguaje propio, completa también él armoniosamente el himno al Creador" (Homiliae in hexaemeron , III, 9, PG 29, 75).
3. La procesión continúa con las criaturas de la atmósfera: rayos, granizo, nieve y bruma, viento huracanado, considerado un mensajero veloz de Dios (cf. Ps 148,8).

Vienen luego los montes y las sierras, consideradas popularmente como las criaturas más antiguas de la tierra (cf. v. 9). El reino vegetal está representado por los árboles frutales y los cedros (cf. ib.). El mundo animal, en cambio, está presente con las fieras, los animales domésticos, los reptiles y los pájaros (cf. v. 10).

Por último, está el hombre, que preside la liturgia de la creación. Es definido según todas las edades y distinciones: niños, jóvenes y viejos, príncipes, reyes y pueblos (cf. vv. 11-12).
4. Encomendamos ahora a san Juan Crisóstomo la tarea de proporcionarnos una visión de conjunto de este inmenso coro. Lo hace con palabras que remiten también al cántico de los tres jóvenes en el horno ardiente, sobre el que meditamos en la anterior catequesis.

El gran Padre de la Iglesia y patriarca de Constantinopla afirma: "Por su gran rectitud de espíritu, los santos, cuando se disponen a dar gracias a Dios, suelen invitar a muchos a participar en su alabanza, exhortándolos a celebrar juntamente con ellos esta hermosa liturgia. Es lo que hicieron también los tres jóvenes en el horno, cuando llamaron a toda la creación a alabar a Dios por el beneficio recibido y cantarle himnos (Da 3).

"Lo mismo hace también este salmo, invitando a ambas partes del mundo, la de arriba y la de abajo, la sensible y la inteligible. Lo mismo hizo el profeta Isaías, cuando dijo: "¡Aclamad, cielos, y exulta, tierra! (...), pues Dios ha consolado a su pueblo" (Is 49,13). Y así también se expresa el Salterio: "Cuando Israel salió de Egipto, los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente, (...) los montes saltaron como carneros, las colinas como corderos" (Ps 113,1 Ps 113,4). Y en otro pasaje dice Isaías: "Las nubes destilen la justicia" (Is 45,8). En efecto, los santos, al considerar que no pueden alabar ellos solos al Señor, se dirigen a todo el orbe, implicando a todos en la salmodia común" (Expositio in psalmum CXLVIII: PG 55,484-485).

5. También nosotros somos invitados a unirnos a este inmenso coro, convirtiéndonos en portavoces explícitos de toda criatura y alabando a Dios en las dos dimensiones fundamentales de su misterio. Por una parte, debemos adorar su grandeza trascendente, "porque sólo su nombre es sublime, su majestad está sobre el cielo y la tierra" (v. 13), como dice nuestro salmo. Por otra, reconocemos su bondad condescendiente, puesto que Dios está cercano a sus criaturas y viene especialmente en ayuda de su pueblo: "Él acrece el vigor de su pueblo, (...) su pueblo escogido" (v. 14), como afirma también el salmista.

Frente al Creador omnipotente y misericordioso aceptamos, entonces, la invitación de san Agustín a alabarlo, ensalzarlo y celebrarlo a través de sus obras: "Cuando tú observas estas criaturas y disfrutas con ellas y te elevas al Artífice de todo, y de las cosas creadas, gracias a la inteligencia, contemplas sus atributos invisibles, entonces se eleva su confesión sobre la tierra y en el cielo... Si las criaturas son hermosas, ¡cuánto más hermoso será el Creador!" (Exposiciones sobre los Salmos, IV, Roma 1977, pp. 887-889).

Saludos

56 Saludo a los peregrinos de lengua española, en especial al grupo de quinceañeras y a los estudiantes de Santa Cruz de la Sierra y de Santiago. Invito a todos a leer con entusiasmo el himno de alabanza a Dios que, como en un magnífico libro, está escrito en la creación. Muchas gracias.

Queridos jóvenes, al veros pienso en la ya inminente Jornada mundial de la juventud. Orad para que sea una ocasión propicia para experimentar la alegría de ser auténticos testigos de Cristo. Se hallan aquí presentes numerosos enfermos, a los que saludo con gran afecto. Amadísimos hermanos, os invito a encontrar consuelo en el Señor que sufre, el cual continúa su obra de redención en la vida de toda persona. A vosotros, queridos recién casados, os expreso el deseo de que vuestro amor sea cada vez más profundo y verdadero.



Agosto de 2002


Miércoles 7 de agosto de 2002



1. El domingo pasado, en el Ángelus, quise volver idealmente a Toronto, donde se celebró la XVII Jornada mundial de la juventud. Hoy quisiera referirme a las etapas sucesivas de mi viaje apostólico, Guatemala y México, donde el Señor me dio la alegría de proclamar santos y beatos a ilustres hijos del continente americano.

Ante todo, siento la necesidad de renovar mi profunda gratitud a las autoridades políticas, administrativas y militares, y a todos los organismos institucionales de los respectivos países por la acogida y la hospitalidad que me brindaron a mí y a mis colaboradores.

Mi gratitud se extiende a los obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a las religiosas, así como a los voluntarios y a las familias que, con generosa disponibilidad, se esmeraron por acoger a los peregrinos y por hacer que todo se desarrollara del mejor modo posible. El esfuerzo común contribuyó a que cada etapa de mi peregrinación se caracterizara por un clima espiritual de alegría y fiesta. Pero mi agradecimiento más sincero y afectuoso va al pueblo cristiano, que acudió en gran número a encontrarse conmigo tanto en Guatemala como en México. En la participación intensa de esos hermanos y hermanas pude vis lumbrar la fe que los anima, la devoción filial al Sucesor de Pedro y el entusiasmo de su pertenencia a la Iglesia católica.

2. La ocasión de mi visita a la ciudad de Guatemala fue la canonización del hermano Pedro de San José de Betancur, el cual, originario de Tenerife, cruzó el océano para ir a evangelizar a los pobres y a los indígenas primero en Cuba, después en Honduras y, por último, en Guatemala, a la que solía llamar su "tierra prometida". Fue hombre de intensa oración y apóstol intrépido de la misericordia divina. De la contemplación de los misterios de Belén y del Calvario sacó fuerzas para su ministerio. La oración se transformó en manantial de su celo y su valentía apostólica. Humilde y austero, supo reconocer en los hermanos, especialmente en los más abandonados, el rostro de Cristo, y para todo aquel que tenía necesidades fue "hombre que se hizo caridad". Su ejemplo es invitación a practicar el amor misericordioso a los hermanos, especialmente a los más abandonados. Ojalá que su intercesión inspire e impulse a los creyentes de Guatemala y de todo el mundo a abrir el corazón a Cristo y a los hermanos.

3. La última etapa de mi peregrinación fue la ciudad de México, donde, en la basílica de Guadalupe, en dos citas distintas, tuve la alegría de elevar al honor de los altares a tres hijos de aquella querida tierra: san Juan Diego, el indígena al que se apareció la Virgen en el cerro del Tepeyac; y los beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, quienes, en el año 1700, derramaron su sangre por permanecer fieles al bautismo y a la Iglesia católica.

Juan Diego, el primer indio canonizado, fue hombre de gran sencillez, humilde y generoso. Está unido íntimamente a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo manifiesta un tierno amor materno hacia todos los mexicanos. El acontecimiento guadalupano constituyó el comienzo de la evangelización en México, un modelo de evangelización perfectamente inculturada, que muestra cómo puede acogerse el mensaje cristiano sin tener que renunciar a la propia cultura.

Los beatos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles son fruto de la santidad de la primera evangelización entre los indios zapotecas. Padres de familia integérrimos, supieron cumplir sus deberes inspirándose siempre en las enseñanzas del Evangelio, sin abandonar la cultura indígena tradicional. Su existencia constituye un modelo ejemplar de cómo se puede alcanzar la cumbre de la santidad, conservando la fidelidad a la cultura ancestral, iluminada por la gracia renovadora de Cristo.


Audiencias 2002 48