Audiencias 2002 57

57 Que estos fieles discípulos de Cristo, hijos devotos de María, la Virgen de Guadalupe, Madre y Reina de América, cuyo recuerdo acompañó constantemente mi visita pastoral, sostengan el impulso misionero de los creyentes en América al servicio de la nueva evangelización. Ojalá que sean para todo el pueblo de Dios un estímulo a construir una nueva humanidad, que se inspire en los valores perennes del Evangelio.

Saludos

Saludo con afecto a todos los peregrinos de lengua española, especialmente a los mexicanos, deseándoles que esta visita a Roma sea una ocasión propicia para fortalecer la fe y el testimonio cristiano. Muchas gracias por vuestra atención.

(A las religiosas Franciscanas de la Sagrada Familia)
Con gozo os acojo, queridas hermanas, y felicito a vuestra superiora general y al consejo. Durante esta asamblea comunitaria habéis reflexionado juntas sobre cómo debe proseguir su camino apostólico vuestra familia religiosa, siguiendo fielmente las huellas de la fundadora, madre Teresa Lega. Que la Virgen santísima os sostenga y haga fructíferos vuestros esfuerzos espirituales y misioneros. El Papa os acompaña con su oración y os bendice con afecto.

Y ahora, como de costumbre, os dirijo un saludo a vosotros, queridos jóvenes, enfermos y recién casados. Os deseo a cada uno que la luz de Cristo transfigurado, que ayer contemplamos, ilumine vuestra existencia y os llene el corazón de alegría celestial.



Miércoles 21 de agosto de 2002

Viaje apostólico a Polonia

1. Vuelvo hoy con el pensamiento al octavo viaje a mi tierra natal, que la divina Providencia me permitió realizar felizmente en los días pasados.

Renuevo la expresión de mi gratitud al señor presidente de la República de Polonia, al señor primer ministro y a las autoridades nacionales civiles y militares, de toda jerarquía y grado, así como a las de la ciudad de Cracovia, por haber asegurado un sereno desarrollo de mi visita. Mi saludo cordial se dirige asimismo al primado, cardenal Józef Glemp, al arzobispo de Cracovia, cardenal Franciszek Macharski, a todo el Episcopado, a los sacerdotes, a los consagrados y a cuantos prepararon ese importante acontecimiento eclesial y participaron en él con fe y devoción.

Sobre todo, quiero enviar a mis amadísimos compatriotas mi más cordial agradecimiento por haberme acogido en tan gran número, con afecto conmovedor e intensa participación. Mi visita sólo abarcó una diócesis, pero idealmente abracé a toda Polonia, a la que deseo prosiga su esfuerzo por construir el auténtico progreso social, sin renunciar jamás a la fiel salvaguardia de su identidad cristiana.

58 2. "Dios, rico en misericordia" (Ep 2,4). Estas palabras resonaron a menudo durante mi peregrinación apostólica. En efecto, mi visita tuvo como finalidad principal precisamente anunciar una vez más a Dios, "rico en misericordia", sobre todo mediante la consagración del nuevo santuario de la Misericordia Divina, en Lagiewniki. Ese nuevo templo será un centro de irradiación mundial del fuego de la misericordia de Dios, según lo que el Señor quiso manifestar a santa Faustina Kowalska, apóstol de la Misericordia divina.

"Jesús, ¡confío en ti!": esta es la jaculatoria sencilla que nos enseñó sor Faustina y que podemos rezar en cada instante de la vida. ¡Cuántas veces también yo, primero como obrero y estudiante, y después como sacerdote y obispo, en períodos difíciles de la historia de Polonia, repetí esta sencilla y profunda invocación, constatando su eficacia y su fuerza!

La misericordia es uno de los atributos más hermosos del Creador y del Redentor, y la Iglesia vive para llevar a los hombres a esta fuente inagotable, de la que es depositaria y dispensadora. Por eso, quise consagrar a la Misericordia divina mi patria, la Iglesia y la humanidad entera.

3. El amor misericordioso de Dios abre el corazón a gestos concretos de caridad con el prójimo. Así sucedió con el arzobispo Segismundo Félix Felinski, el padre Juan Beyzym, sor Sanzia Szymkowiak y don Juan Balicki, que tuve la alegría de proclamar beatos durante la misa celebrada en Cracovia, en la explanada Blonia, el domingo pasado.

Quise señalar al pueblo cristiano a estos nuevos beatos, para que su ejemplo y sus palabras sirvan de estímulo y aliento a testimoniar con obras el amor misericordioso del Señor, que vence el mal con el bien (cf. Rm 12,21). Sólo así es posible construir la anhelada civilización del amor, cuya dulce fuerza se opone con vigor al mysterium iniquitatis presente en el mundo. A nosotros, discípulos de Cristo, nos corresponde la tarea de proclamar y vivir el elevado misterio de la Misericordia divina que regenera el mundo, impulsando a amar a los hermanos e incluso a los enemigos. Estos beatos, junto con los demás santos, son ejemplos luminosos de cómo la "creatividad de la caridad", de la que hablé en la carta apostólica Novo millennio ineunte, nos hace estar cercanos y ser solidarios con cuantos sufren (cf. n. 50), artífices de un mundo renovado por el amor.

4. Mi peregrinación me condujo después a Kalwaria Zebrzydowska, para recordar el IV centenario del santuario dedicado a la Pasión de Jesús y a la Virgen de los Dolores. Estoy vinculado a ese lugar santo desde mi infancia. Muchas veces experimenté allí cómo la Madre de Dios dirige sus ojos misericordiosos al hombre afligido, necesitado de la sabiduría y de la ayuda de ella, Señora de las gracias.

Después de Czestochowa, es uno de los santuarios más conocidos y frecuentados de toda Polonia, al que acuden también fieles de los países vecinos. Tras haber recorrido los senderos del Vía crucis y de la Compasión de la Madre de Dios, los peregrinos se detienen ante la imagen antigua y milagrosa de María, Abogada nuestra, que los acoge con ojos llenos de amor. Junto a ella se puede percibir y penetrar el vínculo misterioso que existe entre el Redentor, que "padeció" en el Calvario, y su Madre, que "compadeció" al pie de la cruz. En esta comunión de amor en el sufrimiento es difícil no ver el manantial de la fuerza de intercesión que la oración de la Virgen tiene para nosotros, sus hijos.

A la Virgen le pedimos que encienda en nuestro corazón la chispa de la gracia de Dios, ayudándonos a transmitir al mundo el fuego de la Misericordia divina. Que María nos obtenga a todos el don de la unidad y de la paz: la unidad de la fe, la unidad del espíritu y del pensamiento, la unidad de las familias; la paz de los corazones, la paz de las naciones y del mundo, mientras esperamos la vuelta gloriosa de Cristo.



Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los diferentes grupos venidos de España y de México. Que la Virgen, Madre de Misericordia, nos conceda a todos la unidad de la fe y la paz de los corazones, de las naciones y del mundo.
Muchas gracias.

59 (A las Religiosas de la Santísima Virgen de los Dolores)
Espero que este importante encuentro os impulse a corresponder con generosidad fiel a la voluntad del Señor.

Me dirijo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Pensando en el Papa san Pío X, al que hoy recordamos en la liturgia, invito a todos a dedicar cada vez más tiempo a la formación cristiana, para ser discípulos fieles de Cristo, camino, verdad y vida.



Miércoles 28 de agosto de 2002

Añoranza del templo del Señor

1. Continúa nuestro itinerario a través de los Salmos de la liturgia de Laudes. Ahora hemos escuchado el Salmo 83, atribuido por la tradición judaica a "los hijos de Coré", una familia sacerdotal que se ocupaba del servicio litúrgico y custodiaba el umbral de la tienda del arca de la Alianza (cf. 1Ch 9,19).

Se trata de un canto dulcísimo, penetrado de un anhelo místico hacia el Señor de la vida, al que se celebra repetidamente (cf. Ps 83,2 Ps 83,4 Ps 83,9 Ps 83,13) con el título de "Señor de los ejércitos", es decir, Señor de las multitudes estelares y, por tanto, del cosmos. Por otra parte, este título estaba relacionado de modo especial con el arca conservada en el templo, llamada "el arca del Señor de los ejércitos, que está sobre los querubines" (1S 4,4 cf. Ps 79,2). En efecto, se la consideraba como el signo de la tutela divina en los días de peligro y de guerra (cf. 1S 4,3-5 2S 11,11).

El fondo de todo el Salmo está representado por el templo, hacia el que se dirige la peregrinación de los fieles. La estación parece ser el otoño, porque se habla de la "lluvia temprana" que aplaca el calor del verano (cf. Ps 83,7). Por tanto, se podría pensar en la peregrinación a Sión con ocasión de la tercera fiesta principal del año judío, la de las Tiendas, memoria de la peregrinación de Israel a través del desierto.

2. El templo está presente con todo su encanto al inicio y al final del Salmo. En la apertura (cf. vv. 2-4) encontramos la admirable y delicada imagen de los pájaros que han hecho sus nidos en el santuario, privilegio envidiable.

Esta es una representación de la felicidad de cuantos, como los sacerdotes del templo, tienen una morada fija en la Casa de Dios, gozando de su intimidad y de su paz. En efecto, todo el ser del creyente tiende al Señor, impulsado por un deseo casi físico e instintivo: "Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo" (v. 3). El templo aparece nuevamente también al final del Salmo (cf. vv. 11-13). El peregrino expresa su gran felicidad por estar un tiempo en los atrios de la casa de Dios, y contrapone esta felicidad espiritual a la ilusión idolátrica, que impulsa hacia "las tiendas del impío", o sea, hacia los templos infames de la injusticia y la perversión.

3. Sólo en el santuario del Dios vivo hay luz, vida y alegría, y es "dichoso el que confía" en el Señor, eligiendo la senda de la rectitud (cf. vv. 12-13). La imagen del camino nos lleva al núcleo del Salmo (cf. vv. 5-9), donde se desarrolla otra peregrinación más significativa. Si es dichoso el que vive en el templo de modo estable, más dichoso aún es quien decide emprender una peregrinación de fe a Jerusalén.

60 También los Padres de la Iglesia, en sus comentarios al Salmo 83, dan particular relieve al versículo 6: "Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación". Las antiguas traducciones del Salterio hablaban de la decisión de realizar las "subidas" a la Ciudad santa. Por eso, para los Padres la peregrinación a Sión era el símbolo del avance continuo de los justos hacia las "eternas moradas", donde Dios acoge a sus amigos en la alegría plena (cf. Lc Lc 16,9).

Quisiéramos reflexionar un momento sobre esta "subida" mística, de la que la peregrinación terrena es imagen y signo. Y lo haremos con las palabras de un escritor cristiano del siglo VII, abad del monasterio del Sinaí.

4. Se trata de san Juan Clímaco, que dedicó un tratado entero -La escala del Paraíso- a ilustrar los innumerables peldaños por los que asciende la vida espiritual. Al final de su obra, cede la palabra a la caridad, colocada en la cima de la escala del progreso espiritual.

Ella invita y exhorta, proponiendo sentimientos y actitudes ya sugeridos por nuestro Salmo: "Subid, hermanos, ascended. Cultivad, hermanos, en vuestro corazón el ardiente deseo de subir siempre (cf. Ps 83,6). Escuchad la Escritura, que invita: "Venid, subamos al monte del Señor y a la casa de nuestro Dios" (Is 2,3), que ha hecho nuestros pies ágiles como los del ciervo y nos ha dado como meta un lugar sublime, para que, siguiendo sus caminos, venciéramos (cf. Ps 17,33). Así pues, apresurémonos, como está escrito, hasta que encontremos todos en la unidad de la fe el rostro de Dios y, reconociéndolo, lleguemos a ser el hombre perfecto en la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ep 4,13)" (La scala del Paradiso, Roma 1989, p. 355).

5. El salmista piensa, ante todo, en la peregrinación concreta que conduce a Sión desde las diferentes localidades de la Tierra Santa. La lluvia que está cayendo le parece una anticipación de las gozosas bendiciones que lo cubrirán como un manto (cf. Ps 83,7) cuando esté delante del Señor en el templo (cf. v. 8). La cansada peregrinación a través de "áridos valles" (cf. v. 7) se transfigura por la certeza de que la meta es Dios, el que da vigor (cf. v. 8), escucha la súplica del fiel (cf. v. 9) y se convierte en su "escudo" protector (cf. v. 10).

Precisamente desde esta perspectiva la peregrinación concreta se transforma, como habían intuido los Padres, en una parábola de la vida entera, en tensión entre la lejanía y la intimidad con Dios, entre el misterio y la revelación. También en el desierto de la existencia diaria, los seis días laborables son fecundados, iluminados y santificados por el encuentro con Dios en el séptimo día, a través de la liturgia y la oración en el encuentro dominical.

Caminemos, pues, también cuando estemos en "áridos valles", manteniendo la mirada fija en esa meta luminosa de paz y comunión. También nosotros repetimos en nuestro corazón la bienaventuranza final, semejante a una antífona que concluye el Salmo: "¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que confía en ti!" (v. 13).



Saludos

Saludo a los fieles de lengua española. Caminad con la mirada fija en la meta luminosa de la paz y exclamad: "Señor de los ejércitos, dichoso el hombre que en ti confía". ¡Muchas gracias!

(En húngaro)
En estos días comienza el nuevo año escolar. Ojalá que sea para los estudiantes una oportunidad para acercarse a los valores culturales y espirituales. Con estos deseos, os imparto de corazón la bendición apostólica.

61 (A los fieles lituanos)
Permaneced siempre unidos a la oración de toda la Iglesia, para que Dios os conceda la gracia de la renovación en el espíritu, a fin de que transmitáis a los demás la fe y la esperanza. Que el Señor os acompañe y os bendiga a todos.

(En lengua croata)
Al encomendaros a todos a la Bienaventurada Virgen, que en vuestra ciudad es muy venerada con el título de Madre de Dios de la Puerta de Piedra, os imparto la bendición apostólica.

(En italiano)
Dirijo ahora una palabra de cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los numerosos fieles de la parroquia de San Tammaro en Grumo Nevano y del santuario María Santísima de los Ángeles en Pantano.

Mi pensamiento se dirige también a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El luminoso ejemplo de san Agustín, cuya memoria celebramos hoy, os impulse, queridos jóvenes, a proyectar el futuro en plena fidelidad al Evangelio. A vosotros, queridos enfermos, os ayude a afrontar el sufrimiento con valentía, hallando en Cristo crucificado serenidad y consuelo. Y a vosotros, queridos recién casados, os lleve a un amor cada vez más profundo a Dios, entre vosotros y a los hermanos.

Por último, se refirió a las consecuencias producidas por el mal tiempo en Europa y Asia con las palabras:

En las últimas semanas el mal tiempo se ha abatido sobre algunas regiones de Europa y Asia, provocando ingentes daños. En particular en China central, millones de personas tienen que hacer frente a dolorosas incomodidades. En la República Checa y en Alemania, las poblaciones afectadas por inundaciones desastrosas se disponen a un largo trabajo de reconstrucción. Al mismo tiempo que aseguro a todos nuestra cercanía en el afecto y la oración, animo y bendigo la campaña de solidaridad que se ha registrado entre las naciones y las mismas poblaciones, víctimas de los dolorosos acontecimientos.



Septiembre de 2002


Miércoles 4 de septiembre de 2002

La nueva ciudad de Dios centro de toda la humanidad

62

1. La liturgia diaria de Laudes, además de los salmos, propone siempre un cántico tomado del Antiguo Testamento. En efecto, ya se sabe que, junto al Salterio, auténtico libro de la oración de Israel y, luego, de la Iglesia, existe otra especie de "Salterio" esparcido por las diversas páginas históricas, proféticas y sapienciales de la Biblia. También está constituido por himnos, súplicas, alabanzas e invocaciones, a menudo de gran belleza e intensidad espiritual.

En nuestra peregrinación ideal a lo largo de las oraciones de la Liturgia de Laudes, ya hemos encontrado muchos de estos cánticos que se hallan esparcidos por las páginas bíblicas. Ahora reflexionamos sobre uno realmente admirable, obra de uno de los más grandes profetas de Israel, Isaías, que vivió en el siglo VIII antes de Cristo. Es testigo de tiempos difíciles para el reino de Judá, pero también cantor de la esperanza mesiánica con un lenguaje poético elevadísimo.

2. Es el caso del cántico que acabamos de escuchar y que se halla situado casi al inicio de su libro, en los primeros versículos del capítulo 2, precedidos por una nota redaccional posterior, que reza así: "Visión de Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén" (
Is 2,1). Así pues, el himno está concebido como una visión profética, que describe una meta hacia la cual tiende, en la esperanza, la historia de Israel. No es casual que las primeras palabras sean: "Al final de los días" (v. 2), es decir, en la plenitud de los tiempos. Por eso, es una invitación a no quedarse en el presente, tan miserable, sino a saber intuir bajo la superficie de los acontecimientos diarios la presencia misteriosa de la acción divina, que conduce la historia hacia un horizonte muy diverso de luz y de paz.

Esta "visión", de sabor mesiánico, volverá a presentarse en el capítulo 60 del mismo libro, en un escenario más amplio, signo de una ulterior meditación de las palabras esenciales e incisivas del profeta, precisamente las del cántico que acabamos de proclamar. El profeta Miqueas (cf. Mi Mi 4,1-3) recogerá el mismo himno, aunque con un final (cf. Mi Mi 4,4-5) diverso del que tiene el oráculo de Isaías (cf. Is 2,5).

3. En el centro de la "visión" de Isaías se eleva el monte Sión, que dominará idealmente todos los demás montes, pues está habitado por Dios y, por consiguiente, es lugar de contacto con el cielo (cf. 1R 8,22-53). De él, según el oráculo de Isaías 60,1-6, saldrá una luz que rasgará y disipará las tinieblas, y hacia él se dirigirán procesiones de pueblos desde todos los rincones de la tierra.

Este poder de atracción de Sión se funda en dos realidades que brotan del monte santo de Jerusalén: la ley y la palabra del Señor. Realmente constituyen una sola realidad, que es fuente de vida, de luz y de paz, expresión del misterio del Señor y de su voluntad. Cuando las naciones llegan a la cima de Sión, donde se eleva el templo de Dios, sucede el milagro que desde siempre espera la humanidad y hacia el que suspira. Los pueblos renuncian a las armas, que son recogidas para forjar con ellas instrumentos pacíficos de trabajo: las espadas se transforman en arados, las lanzas en podaderas. Así surge un horizonte de paz, de shalôm (cf. Is 60,17), como se dice en hebreo, palabra muy usada en la teología mesiánica. Cae, finalmente para siempre, el telón sobre la guerra y sobre el odio.

4. El oráculo de Isaías concluye con un llamamiento, que va en la línea de la espiritualidad de los cantos de peregrinación a Jerusalén: "Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor" (Is 2,5). Israel no debe ser un mero espectador de esta transformación histórica radical; no puede rechazar la invitación puesta al inicio en labios de los pueblos: "Venid, subamos al monte del Señor" (Is 2,3).

También a los cristianos nos interpela este cántico de Isaías. Al comentarlo, los Padres de la Iglesia de los siglos IV y V (Basilio Magno, Juan Crisóstomo, Teodoreto de Ciro, Cirilo de Alejandría) lo veían realizado con la venida de Cristo. Por consiguiente, identificaban la Iglesia con el "monte de la casa del Señor... encumbrado sobre las montañas", del que salía la palabra del Señor y hacia el que confluirán los pueblos paganos, en la nueva era de paz inaugurada por el Evangelio.

5. Ya el mártir san Justino, en su Primera Apología, escrita aproximadamente el año 153, proclamaba la realización del versículo del cántico, que dice: "de Jerusalén saldrá la palabra del Señor" (cf. v. 3). Escribía: "De Jerusalén salieron doce hombres hacia todo el mundo. Eran ignorantes; no sabían hablar, pero gracias al poder de Dios revelaron a todo el género humano que habían sido enviados por Cristo para enseñar a todos la palabra de Dios. Y nosotros, que antes nos matábamos los unos a los otros, no sólo no luchamos ya contra los enemigos, sino que, para no mentir y no engañar a los que nos interrogan, de buen grado morimos confesando a Cristo" (Primera Apología, 39, 3: Gli apologeti greci, Roma 1986, p. 118).

Por eso, de modo particular, los cristianos aceptamos la invitación del profeta y tratamos de poner los cimientos de la civilización del amor y de la paz, en la que ya no habrá ni guerra "ni muerte ni llanto ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado" (Ap 21,4).

Saludos


63 Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los Franciscanos de diversas provincias de España, así como a los peregrinos de las diócesis de Alcalá, Murcia, Tarazona y Barquisimeto. ¡Interpelados por este cántico, sed constructores de la civilización del amor y de la paz!

(En taliano)
Y ahora saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

Queridos jóvenes, cuando os disponéis a reanudar las habituales actividades cotidianas después del período de las vacaciones, os exhorto a ser en toda circunstancia verdaderos testigos de esperanza y de paz.

A vosotros, queridos enfermos, os invito a buscar consuelo en el Señor sufriente, que continúa su obra de redención en la vida de cada hombre.

Os deseo, queridos recién casados, que vuestro amor sea cada vez más verdadero y solidario con los demás.

A todos mi bendición.




Miércoles 11 de septiembre de 2002

1. Innumerables personas, de todas partes del mundo, se dirigen hoy con el pensamiento a la ciudad de Nueva York, donde el 11 de septiembre del año pasado las torres gemelas del World Trade Center se derrumbaron como consecuencia de un cruel atentado, arrastrando en su ruina a muchos hermanos y hermanas nuestros inocentes.

A un año de distancia queremos recordar nuevamente a esas víctimas del terrorismo y encomendarlas a la misericordia de Dios. Al mismo tiempo, deseamos renovar a sus familias y a sus seres queridos la expresión de nuestra cercanía espiritual. Pero también queremos interpelar la conciencia de quienes elaboraron e hicieron ejecutar un plan tan bárbaro y cruel.

Al cumplirse un año desde el 11 de septiembre de 2001, repetimos que ninguna situación de injusticia, ningún sentimiento de frustración, ninguna filosofía o religión pueden justificar semejante aberración. Toda persona humana tiene derecho a que se respete su vida y dignidad, que son bienes inviolables. Lo dice Dios, lo sanciona el derecho internacional, lo proclama la conciencia humana y lo exige la convivencia civil.

64 2. El terrorismo es y será siempre una manifestación de crueldad inhumana, que, precisamente por serlo, nunca podrá resolver los conflictos entre seres humanos. El atropello, la violencia armada y la guerra son opciones que sólo siembran y engendran odio y muerte. Únicamente la razón y el amor son medios válidos para superar y resolver los conflictos entre las personas y los pueblos.
Con todo, es necesario y urgente un esfuerzo concorde y decidido para poner en marcha nuevas iniciativas políticas y económicas que permitan resolver las escandalosas situaciones de injusticia y opresión que siguen afligiendo a tantos miembros de la familia humana, creando condiciones favorables a la explosión incontrolable del rencor. Cuando se violan los derechos fundamentales es fácil caer en las tentaciones del odio y la violencia. Es preciso construir todos juntos una cultura global de la solidaridad, que devuelva a los jóvenes la esperanza en el futuro.

3. Quisiera repetir a todos las palabras de la Biblia: "El Señor (...) llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con verdad" (
Ps 95,13). Sólo de la verdad y la justicia pueden brotar la libertad y la paz. Sobre estos valores es posible construir una vida digna del hombre. Sin ellos solamente hay ruina y destrucción.

En este tristísimo aniversario elevamos a Dios nuestra oración para que el amor supere al odio y, con el empeño de todas las personas de buena voluntad, la concordia y la solidaridad se consoliden en todos los rincones de la tierra.

Saludos

Deseo saludar con afecto a los peregrinos de lengua española, venidos de España y de México. Saludo en particular a los sacerdotes alumnos del Pontificio Colegio Mexicano de Roma; a los neosacerdotes y a los que celebran las bodas de plata y de oro, de Orihuela-Alicante, acompañados de su obispo. Invito a todos a trabajar unidos para que la concordia y la solidaridad se instauren en todo el mundo. Muchas gracias.

(A los peregrinos de la República checa)
El sábado celebraremos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Jesucristo nos da la salvación, la vida, la resurrección. Sólo él nos libera del pecado y nos salva. Sólo debemos gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo (cf. Ga 6,14).

(En eslovaco)
El próximo domingo Eslovaquia celebrará la fiesta de su patrona, la Virgen de los Dolores. Jesús nos la dio como Madre a cada uno de nosotros. Que ella os acompañe siempre en el camino hacia él.

(En italiano)
65 Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridísimos hermanos, el domingo pasado hemos celebrado la fiesta de la Natividad de la Virgen y mañana conmemoraremos su Santo Nombre. La celestial Madre de Dios, que nos acompaña a lo largo de todo el Año litúrgico, os guíe, queridos jóvenes, por el camino de una adhesión a Cristo y a su Evangelio cada vez más perfecta; a vosotros, queridos enfermos, os anime a aceptar con serenidad y valentía la voluntad de Dios; y os sostenga a vosotros, queridos recién casados, en la construcción, día a día, de una convivencia familiar que se inspire en el estilo de la casa de Nazaret. A todos mi bendición.



Plegaria universal de los fieles

Hermanos y hermanas, el recuerdo de los trágicos acontecimientos de la historia humana no ensombrece la confianza en la infinita bondad y fidelidad de Dios. Su inmutable voluntad de amor y paz, manifestada en Cristo muerto y resucitado, es fundamento de esperanza cierta para todos los hombres y para todos los pueblos.

(inglés)

Por las víctimas de la violencia y el terrorismo, y en particular por los que fueron tan cruelmente arrancados de sus seres queridos hace un año, para que sean aceptados en el banquete de la vida, donde no habrá llanto ni luto ni angustia. Pidamos también que no falte a los vivos el consuelo de la fe y el apoyo fraterno.

(francés)

Por la Iglesia, signo e instrumento de unidad para el género humano, para que, por la predicación y el testimonio del Evangelio, difunda, alimente y sostenga la esperanza de los hombres de buena voluntad, orientando sus pasos por las sendas de la justicia y de la paz.

(árabe)

Por los creyentes de todas las religiones, para que en el nombre de Dios, misericordioso y amante de la vida, rechacen con firmeza toda forma de violencia y se comprometan a resolver los conflictos con el diálogo sincero y paciente, respetando las diferentes experiencias históricas, culturales y religiosas.

(español)

Por los niños y los jóvenes, que son la esperanza del nuevo milenio, para que, ante ejemplos y modelos de auténtica dignidad humana, sean ayudados a construir la civilización del amor y de la paz, en un mundo donde se defiendan los derechos de todos y los bienes sean distribuidos con equidad en todas partes.

66 Padre santo, Dios de infinita misericordia, apiádate de las numerosas injusticias que manchan la conciencia del género humano. Infunde en el corazón de todo hombre y de toda mujer el soplo poderoso de tu Espíritu Santo para que juntos, día tras día, crezcan en la concordia y formen una gran familia, donde todos sean acogidos y reconocidos como hijos tuyos. Te lo pedimos por Jesucristo, Hijo de la Virgen Inmaculada, nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos.




Miércoles 18 de septiembre de 2002

Dios, rey y juez del universo

1. "Decid a los pueblos: "El Señor es rey"". Esta exhortación del salmo 95 (v. 10), que se acaba de proclamar, en cierto sentido ofrece la tonalidad en que se modula todo el himno. En efecto, se sitúa entre los "salmos del Señor rey", que abarcan los salmos 95-98, así como el 46 y el 92. Ya hemos tenido anteriormente ocasión de presentar y comentar el salmo 92, y sabemos que en estos cánticos el centro está constituido por la figura grandiosa de Dios, que gobierna todo el universo y dirige la historia de la humanidad.

También el salmo 95 exalta tanto al Creador de los seres como al Salvador de los pueblos: Dios "afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente" (v. 10). El verbo "gobernar" expresa la certeza de que no nos hallamos abandonados a las oscuras fuerzas del caos o de la casualidad, sino que desde siempre estamos en las manos de un Soberano justo y misericordioso.

2. El salmo 95 comienza con una invitación jubilosa a alabar a Dios, una invitación que abre inmediatamente una perspectiva universal: "cantad al Señor, toda la tierra" (v. 1). Se invita a los fieles a "contar la gloria" de Dios "a los pueblos" y, luego, "a todas las naciones" para proclamar "sus maravillas" (v. 3). Es más, el salmista interpela directamente a las "familias de los pueblos" (v. 7) para invitarlas a glorificar al Señor. Por último, pide a los fieles que digan "a los pueblos: el Señor es rey" (v. 10), y precisa que el Señor "gobierna a las naciones" (v. 10), "a los pueblos" (v. 13). Es muy significativa esta apertura universal de parte de un pequeño pueblo aplastado entre grandes imperios. Este pueblo sabe que su Señor es el Dios del universo y que "los dioses de los gentiles son apariencia" (v. 5).

El Salmo se halla sustancialmente constituido por dos cuadros. La primera parte (cf. vv. 1-9) comprende una solemne epifanía del Señor "en su santuario" (v. 6), es decir, en el templo de Sión. La preceden y la siguen cantos y ritos sacrificiales de la asamblea de los fieles. Fluye intensamente la alabanza ante la majestad divina: "Cantad al Señor un cántico nuevo, (...) cantad (...), cantad (...), bendecid (...), proclamad su victoria (...), contad su gloria, sus maravillas (...), aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas, postraos (...)" (vv. 1-3, 7-9).

Así pues, el gesto fundamental ante el Señor rey, que manifiesta su gloria en la historia de la salvación, es el canto de adoración, alabanza y bendición. Estas actitudes deberían estar presentes también en nuestra liturgia diaria y en nuestra oración personal.

3. En el centro de este canto coral encontramos una declaración contra los ídolos. Así, la plegaria se manifiesta como un camino para conseguir la pureza de la fe, según la conocida máxima: lex orandi, lex credendi, o sea, la norma de la oración verdadera es también norma de fe, es lección sobre la verdad divina. En efecto, esta se puede descubrir precisamente a través de la íntima comunión con Dios realizada en la oración.

El salmista proclama: "Es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses. Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo" (vv. 4-5). A través de la liturgia y la oración la fe se purifica de toda degeneración, se abandonan los ídolos a los que se sacrifica fácilmente algo de nosotros durante la vida diaria, se pasa del miedo ante la justicia trascedente de Dios a la experiencia viva de su amor.


Audiencias 2002 57