Audiencias 2002 77

Miércoles 23 de octubre de 2002

Oración a Dios ante las dificultades

1. El salmo 85, que se acaba de proclamar y que será objeto de nuestra reflexión, nos brinda una sugestiva definición del orante. Se presenta a Dios con estas palabras: soy "tu siervo" e "hijo de tu esclava" (v. 16). Desde luego, la expresión puede pertenecer al lenguaje de las ceremonias de corte, pero también se usaba para indicar al siervo adoptado como hijo por el jefe de una familia o de una tribu. Desde esta perspectiva, el salmista, que se define también "fiel" del Señor (cf. v. 2), se siente unido a Dios por un vínculo no sólo de obediencia, sino también de familiaridad y comunión.
Por eso, su súplica está totalmente impregnada de abandono confiado y esperanza.

Sigamos ahora esta plegaria que la Liturgia de las Horas nos propone al inicio de una jornada que probablemente implicará no sólo compromisos y esfuerzos, sino también incomprensiones y dificultades.

2. El Salmo comienza con una intensa invocación, que el orante dirige al Señor confiando en su amor (cf. vv. 1-7). Al final expresa nuevamente la certeza de que el Señor es un "Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal" (v. 15; cf. Ex 34,6). Estos reiterados y convencidos testimonios de confianza manifiestan una fe intacta y pura, que se abandona al "Señor (...) bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan" (v. 5).

En el centro del Salmo se eleva un himno, en el que se mezclan sentimientos de gratitud con una profesión de fe en las obras de salvación que Dios realiza delante de los pueblos (cf. vv. 8-13).

3. Contra toda tentación de idolatría, el orante proclama la unicidad absoluta de Dios (cf. v. 8). Luego se expresa la audaz esperanza de que un día "todos los pueblos" adorarán al Dios de Israel (v. 9). Esta perspectiva maravillosa encuentra su realización en la Iglesia de Cristo, porque él envió a sus apóstoles a enseñar a "todas las gentes" (Mt 28,19). Nadie puede ofrecer una liberación plena, salvo el Señor, del que todos dependen como criaturas y al que debemos dirigirnos en actitud de adoración (cf. Ps 85, v. 9). En efecto, él manifiesta en el cosmos y en la historia sus obras admirables, que testimonian su señorío absoluto (cf. v. 10).

En este contexto el salmista se presenta ante Dios con una petición intensa y pura: "Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre" (v. 11). Es hermosa esta petición de poder conocer la voluntad de Dios, así como esta invocación para obtener el don de un "corazón entero", como el de un niño, que sin doblez ni cálculos se abandona plenamente al Padre para avanzar por el camino de la vida.

78 4. En este momento aflora a los labios del fiel la alabanza a Dios misericordioso, que no permite que caiga en la desesperación y en la muerte, en el mal y en el pecado (cf. vv. 12-13; Ps 15,10-11).

El salmo 85 es un texto muy apreciado por el judaísmo, que lo ha incluido en la liturgia de una de las solemnidades más importantes, el Yôm Kippur o día de la expiación. El libro del Apocalipsis, a su vez, tomó un versículo (cf. v. 9) para colocarlo en la gloriosa liturgia celeste dentro de "el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero": "todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti"; y el Apocalipsis añade: "porque tus juicios se hicieron manifiestos" (Ap 15,4).

San Agustín dedicó a este salmo un largo y apasionado comentario en sus Exposiciones sobre los Salmos, transformándolo en un canto de Cristo y del cristiano. La traducción latina, en el versículo 2, de acuerdo con la versión griega de los Setenta, en vez de "fiel" usa el término "santo": "protege mi vida, pues soy santo". En realidad, sólo Cristo es santo, pero -explica san Agustín- también el cristiano se puede aplicar a sí mismo estas palabras: "Soy santo, porque tú me has santificado; porque lo he recibido (este título), no porque lo tuviera; porque tú me lo has dado, no porque yo me lo haya merecido". Por tanto, "diga todo cristiano, o mejor, diga todo el cuerpo de Cristo; clame por doquier, mientras sufre las tribulaciones, las diversas tentaciones, los innumerables escándalos: "protege mi vida, pues soy santo; salva a tu siervo que confía en ti". Este santo no es soberbio, porque espera en el Señor" (Esposizioni sui Salmi, vol. II, Roma 1970, p. 1251).

5. El cristiano santo se abre a la universalidad de la Iglesia y ora con el salmista: "Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor" (Ps 85,9). Y san Agustín comenta: "Todos los pueblos en el único Señor son un solo pueblo y forman una unidad. Del mismo modo que existen la Iglesia y las Iglesias, y las Iglesias son la Iglesia, así ese "pueblo" es lo mismo que los pueblos. Antes eran pueblos varios, gentes numerosas; ahora forman un solo pueblo. ¿Por qué un solo pueblo? Porque hay una sola fe, una sola esperanza, una sola caridad, una sola espera. En definitiva, ¿por qué no debería haber un solo pueblo, si es una sola la patria? La patria es el cielo; la patria es Jerusalén. Y este pueblo se extiende de oriente a occidente, desde el norte hasta el sur, en las cuatro partes del mundo" (ib., p. 1269).

Desde esta perspectiva universal, nuestra oración litúrgica se transforma en un himno de alabanza y un canto de gloria al Señor en nombre de todas las criaturas.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a los sacerdotes de Valencia que celebran sus bodas de oro, a los religiosos mercedarios, así como a la Federación española de comunidades de regantes. También a los miembros de la Universidad de Concepción, de Entre Ríos. A todos gracias por vuestra presencia y atención.

(A los fieles de la diócesis de Breda, Países Bajos)
Habéis venido a Roma, con ocasión del 150° aniversario de la erección de vuestra diócesis, para encontraros con el Sucesor de Pedro. Vuestra peregrinación al centro de la cristiandad tiene por tema: "La fe de nuestro bautismo". Ojalá que estas jornadas junto a las tumbas de los Apóstoles susciten en cada uno de vosotros la conciencia clara del valor inestimable de la fe, que muchos mártires han testimoniado hasta el derramamiento de su sangre. Os exhorto a orar incesantemente por las vocaciones sacerdotales, a fin de que vuestras parroquias sigan siendo lugares privilegiados en los que los fieles reciban el don de la salvación, a través del servicio indispensable del ministro ordenado.

(En lengua checa dijo a la "Familia salesiana de San Juan Bosco")
En este año que he dedicado al santo rosario exhorto a todos los fieles a redescubrir, a través de esta noble plegaria, la comunión con la Virgen María.

79 Finalmente me dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy la liturgia nos recuerda a un sacerdote franciscano, san Juan de Capistrano, que trabajó con gran empeño por la salvación de las almas. Que su glorioso testimonio evangélico os sostenga a vosotros, queridos jóvenes, en el compromiso de la fidelidad diaria a Cristo; a vosotros, queridos enfermos, os anime a seguir siempre a Jesús en el camino de la prueba y del sufrimiento; y a vosotros, queridos recién casados, os ayude a hacer que vuestra familia sea lugar de encuentro vivo con el amor de Dios y de los hermanos.




Miércoles 30 de octubre de 2002

Dios juzgará con justicia

1. Entre los cánticos bíblicos que acompañan a los salmos en la liturgia de las Laudes encontramos el breve texto proclamado hoy. Está tomado de un capítulo del libro del profeta Isaías, el trigésimo tercero de su amplia y admirable colección de oráculos divinos.

El cántico comienza, en los versículos anteriores a los que se recogen en la liturgia (cf. vv. 10-12), con el anuncio de un ingreso potente y glorioso de Dios en el escenario de la historia humana: "Ahora me levanto, dice el Señor, ahora me exalto, ahora me elevo" (v. 10). Las palabras de Dios se dirigen a los "lejanos" y a los "cercanos", es decir, a todas las naciones de la tierra, incluso a las más remotas, y a Israel, el pueblo "cercano" al Señor por la alianza (cf. v. 13).
En otro pasaje del libro de Isaías se afirma: "Yo pongo alabanza en los labios: ¡Paz, paz a los lejanos y a los cercanos! -dice el Señor-. Yo los curaré" (Is 57,19). Sin embargo, ahora las palabras del Señor se vuelven duras, asumen el tono del juicio sobre el mal de los "lejanos" y de los "cercanos".

2. En efecto, inmediatamente después, cunde el miedo entre los habitantes de Sión, en los que reinan el pecado y la impiedad (cf. Is 33,14). Son conscientes de que viven cerca del Señor, que reside en el templo, ha elegido caminar con ellos en la historia y se ha transformado en "Emmanuel", "Dios con nosotros" (cf. Is 7,14). Ahora bien, el Señor justo y santo no puede tolerar la impiedad, la corrupción y la injusticia. Como "fuego devorador" y "hoguera perpetua" (cf. Is 33,14), acomete el mal para aniquilarlo.

Ya en el capítulo 10, Isaías advertía: "La luz de Israel vendrá a ser fuego, y su Santo, llama; arderá y devorará" (v. 17). También el salmista cantaba: "Como se derrite la cera ante el fuego, así perecen los impíos ante Dios" (Ps 67,3). Se quiere decir, en el ámbito de la economía del Antiguo Testamento, que Dios no es indiferente ante el bien y el mal, sino que muestra su indignación y su cólera contra la maldad.

3. Nuestro cántico no concluye con esta sombría escena de juicio. Más aún, reserva la parte más amplia e intensa a la santidad acogida y vivida como signo de la conversión y reconciliación con Dios, ya realizada. Siguiendo la línea de algunos salmos, como el 14 y el 23, que exponen las condiciones exigidas por el Señor para vivir en comunión gozosa con él en la liturgia del templo, Isaías enumera seis compromisos morales para el auténtico creyente, fiel y justo (cf. Is 33,15), el cual puede habitar, sin sufrir daño, en medio del fuego divino, para él fuente de beneficios.

El primer compromiso consiste en "proceder con justicia", es decir, en considerar la ley divina como lámpara que ilumina el sendero de la vida. El segundo coincide con el hablar leal y sincero, signo de relaciones sociales correctas y auténticas. Como tercer compromiso, Isaías propone "rehusar el lucro de la opresión" combatiendo así la violencia sobre los pobres y la riqueza injusta. Luego, el creyente se compromete a condenar la corrupción política y judicial "sacudiendo la mano para rechazar el soborno", imagen sugestiva que indica el rechazo de donativos hechos para desviar la aplicación de las leyes y el curso de la justicia.

4. El quinto compromiso se expresa con el gesto significativo de "taparse los oídos" cuando se hacen propuestas sanguinarias, invitaciones a cometer actos de violencia. El sexto y último compromiso se presenta con una imagen que, a primera vista, desconcierta porque no corresponde a nuestro modo de hablar. La expresión "cerrar un ojo" equivale a "hacer que no vemos para no tener que intervenir"; en cambio, el profeta dice que el hombre honrado "cierra los ojos para no ver la maldad", manifestando que rechaza completamente cualquier contacto con el mal.

80 San Jerónimo, en su comentario a Isaías, teniendo en cuenta el conjunto del pasaje, desarrolla así el concepto: "Toda iniquidad, opresión e injusticia, es un delito de sangre: y, aunque no mata con la espada, mata con la intención. "Cierra los ojos para no ver la maldad": ¡Feliz conciencia, que no escucha y no contempla el mal! Por eso, quien obra así, habitará "en lo alto", es decir, en el reino de los cielos o en la altísima gruta de "un picacho rocoso", o sea, en Jesucristo" (In Isaiam prophetam, 10, 33: PL 24, 367).

De esta forma, san Jerónimo nos ayuda a comprender lo que significa "cerrar los ojos" en la expresión del profeta: se trata de una invitación a rechazar totalmente cualquier complicidad con el mal. Como se puede notar fácilmente, se citan los principales sentidos del cuerpo: en efecto, las manos, los pies, los ojos, los oídos y la lengua están implicados en el obrar moral humano.

5. Ahora bien, quien decide seguir esta conducta honrada y justa podrá acceder al templo del Señor, donde recibirá la seguridad del bienestar exterior e interior que Dios da a los que están en comunión con él. El profeta usa dos imágenes para describir este gozoso desenlace (cf. v. 16): la seguridad en un alcázar inexpugnable y la abundancia de pan y agua, símbolo de vida próspera y feliz.

La tradición ha interpretado espontáneamente el signo del agua como imagen del bautismo (cf., por ejemplo, la Carta de Bernabé, XI, 5), mientras que el pan se ha transfigurado para los cristianos en signo de la Eucaristía. Es lo que se lee, por ejemplo, en el comentario de san Justino mártir, el cual ve en las palabras de Isaías una profecía del "pan" eucarístico, "memoria" de la muerte redentora de Cristo (cf. Diálogo con Trifón, Paulinas 1988, p. 242).

Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a las Hermanas Misioneras Siervas del Espíritu Santo y al grupo mexicano del Instituto Montini. Saludo también a los demás peregrinos venidos de España, México y El Salvador. Invito a todos a tener una conducta honesta y justa en la propia vida.

(En polaco)
En los próximos días viviremos la solemnidad de Todos los Santos y la Conmemoración de los fieles difuntos. Cuando visitamos las tumbas de nuestros familiares y amigos, vivimos de modo especial la verdad sobre las postrimerías del hombre: muerte, juicio de Dios, cielo o infierno. La catequesis de hoy ha estado dedicada al cántico tomado del libro de Isaías, que anuncia precisamente el juicio de Dios. El Profeta afirma que quien procede con justicia y habla con rectitud, quien rehúsa el lucro de la opresión, quien sacude la mano rechazando el soborno y tapa su oído a propuestas sanguinarias, puede confiar sin temor en la justicia de Dios. Que esta conciencia acompañe a todos mis compatriotas y sea fuente de esperanza escatológica.

(En italiano)
Dirijo mi saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Las inminentes celebraciones de la solemnidad de Todos los Santos y de la Conmemoración de los fieles difuntos, estimulan a los creyentes a considerar las realidades últimas y definitivas que nos aguardan.

Queridos jóvenes, buscad como objetivo principal la santidad de vida, para preparar un futuro colmado de bienes. Queridos enfermos, que el ejemplo de virtud de los santos y su intercesión os ayuden a afrontar con valentía las pruebas de la vida. Queridos recién casados, que el pensamiento de la patria celestial, a la que todos estamos llamados, oriente a vuestra familia en la fidelidad a Cristo y en una comunión de amor plena y recíproca.



81

Noviembre de 2002


Miércoles 6 de noviembre de 2002

El triunfo del Señor en su venida final

1. El salmo 97, que se acaba de proclamar, pertenece a una categoría de himnos que ya hemos encontrado durante el itinerario espiritual que estamos realizando a la luz del Salterio.
Se trata de un himno al Señor rey del universo y de la historia (cf. v. 6). Se define como "cántico nuevo" (v. 1), que en el lenguaje bíblico significa un canto perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta. En efecto, además del canto coral, se evocan "el son melodioso" de la cítara (cf. v. 5), los clarines y las trompetas (cf. v. 6), pero también una especie de aplauso cósmico (cf. v. 8).

Luego, resuena repetidamente el nombre del "Señor" (seis veces), invocado como "nuestro Dios" (v. 3). Por tanto, Dios está en el centro de la escena con toda su majestad, mientras realiza la salvación en la historia y se le espera para "juzgar" al mundo y a los pueblos (cf. v. 9). El verbo hebreo que indica el "juicio" significa también "regir": por eso, se espera la acción eficaz del Soberano de toda la tierra, que traerá paz y justicia.

2. El Salmo comienza con la proclamación de la intervención divina dentro de la historia de Israel (cf. vv. 1-3). Las imágenes de la "diestra" y del "santo brazo" remiten al éxodo, a la liberación de la esclavitud de Egipto (cf. v. 1). En cambio, la alianza con el pueblo elegido se recuerda mediante dos grandes perfecciones divinas: "misericordia" y "fidelidad" (cf. v. 3).

Estos signos de salvación se revelan "a las naciones", hasta "los confines de la tierra" (vv. 2 y 3), para que la humanidad entera sea atraída hacia Dios salvador y se abra a su palabra y a su obra salvífica.

3. La acogida dispensada al Señor que interviene en la historia está marcada por una alabanza coral: además de la orquesta y de los cantos del templo de Sión (cf. vv. 5-6), participa también el universo, que constituye una especie de templo cósmico.

Son cuatro los cantores de este inmenso coro de alabanza. El primero es el mar, con su fragor, que parece actuar de contrabajo continuo en ese himno grandioso (cf. v. 7). Lo siguen la tierra y el mundo entero (cf. vv. 4 y 7), con todos sus habitantes, unidos en una armonía solemne. La tercera personificación es la de los ríos, que, al ser considerados como brazos del mar, parecen aplaudir con su flujo rítmico (cf. v. 8). Por último, vienen las montañas, que parecen danzar de alegría ante el Señor, aun siendo las criaturas más sólidas e imponentes (cf. v. 8; Ps 28,6 Ps 113,6).

Así pues, se trata de un coro colosal, que tiene como única finalidad exaltar al Señor, rey y juez justo. En su parte final, el Salmo, como decíamos, presenta a Dios "que llega para regir (juzgar) la tierra (...) con justicia y (...) con rectitud" (Ps 97,9).

82 Esta es la gran esperanza y nuestra invocación: "¡Venga tu reino!", un reino de paz, de justicia y de serenidad, que restablezca la armonía originaria de la creación.

4. En este salmo, el apóstol san Pablo reconoció con profunda alegría una profecía de la obra de Dios en el misterio de Cristo. San Pablo se sirvió del versículo 2 para expresar el tema de su gran carta a los Romanos: en el Evangelio "se ha revelado la justicia de Dios" (cf.
Rm 1,17), "se ha manifestado" (cf. Rm 3,21).

La interpretación que hace san Pablo confiere al Salmo una mayor plenitud de sentido. Leído desde la perspectiva del Antiguo Testamento, el Salmo proclama que Dios salva a su pueblo y que todas las naciones, al contemplarlo, se admiran. En cambio, desde la perspectiva cristiana, Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel; todas las naciones lo contemplan y son invitadas a beneficiarse de esa salvación, ya que el Evangelio "es fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree: del judío primeramente y también del griego", es decir del pagano (Rm 1,16). Ahora "todos los confines de la tierra" no sólo "han contemplado la salvación de nuestro Dios" (Ps 97,3), sino que la han recibido.

5. Desde esta perspectiva, Orígenes, escritor cristiano del siglo III, en un texto recogido después por san Jerónimo, interpreta el "cántico nuevo" del Salmo como una celebración anticipada de la novedad cristiana del Redentor crucificado. Por eso, sigamos su comentario, que entrelaza el cántico del salmista con el anuncio evangélico: "Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado, algo hasta entonces inaudito. Una realidad nueva debe tener un cántico nuevo. "Cantad al Señor un cántico nuevo". En realidad, el que sufrió la pasión es un hombre; pero vosotros cantad al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero salvó como Dios".

Prosigue Orígenes: Cristo "hizo milagros en medio de los judíos: curó paralíticos, limpió leprosos, resucitó muertos. Pero también otros profetas lo hicieron. Multiplicó unos pocos panes en un número enorme, y dio de comer a un pueblo innumerable. Pero también Eliseo lo hizo. Entonces, ¿qué hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre, para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado, para elevarnos hasta el cielo" (74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 309-310).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, invitando a todos a alabar al Señor por haber manifestado su grandeza y su misericordia a todos los pueblos. Llevad también mi saludo a vuestros hogares y comunidades. Gracias por vuestra presencia.


Mi pensamiento se dirige, ahora, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos jóvenes, proyectad el futuro en plena fidelidad al Evangelio, y creced según la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Vosotros, queridos enfermos, ofreced vuestros sufrimientos al Señor, para que también gracias a vuestra participación en sus padecimientos él extienda su acción salvífica en el mundo. En el camino que habéis emprendido, queridos recién casados, os guíe una fe viva, a fin de que vuestra familia esté animada por un intenso fervor evangélico.



Miércoles 13 de noviembre de 2002

Jerusalén, madre de todos los pueblos

1. El canto a Jerusalén, ciudad de la paz y madre universal, que acabamos de escuchar, por desgracia está en contraste con la experiencia histórica que la ciudad vive. Pero la oración tiene como finalidad sembrar confianza e infundir esperanza.

83 La perspectiva universal del salmo 86 puede hacer pensar en el himno del libro de Isaías, en el cual confluyen hacia Sión todas las naciones para escuchar la palabra del Señor y redescubrir la belleza de la paz, forjando "de sus espadas arados", y "de sus lanzas podaderas" (cf. Is 2,2-5). En realidad, el salmo se sitúa en una perspectiva muy diversa, la de un movimiento que, en vez de confluir hacia Sión, parte de Sión; el salmista considera a Sión como el origen de todos los pueblos. Después de declarar el primado de la ciudad santa no por méritos históricos o culturales, sino sólo por el amor derramado por Dios sobre ella (cf. Ps 86,1-3), el salmo celebra precisamente este universalismo, que hermana a todos los pueblos.

2. Sión es aclamada como madre de toda la humanidad y no sólo de Israel. Esa afirmación supone una audacia extraordinaria. El salmista es consciente de ello y lo hace notar: "¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios!" (v. 3). ¿Cómo puede la modesta capital de una pequeña nación presentarse como el origen de pueblos mucho más poderosos? ¿Por qué Sión puede tener esa inmensa pretensión? La respuesta se da en la misma frase: Sión es madre de toda la humanidad porque es la "ciudad de Dios"; por eso está en la base del proyecto de Dios.

Todos los puntos cardinales de la tierra se encuentran en relación con esta madre: Raab, es decir, Egipto, el gran Estado occidental; Babilonia, la conocida potencia oriental; Tiro, que personifica el pueblo comercial del norte; mientras Etiopía representa el sur lejano y Palestina la zona central, también ella hija de Sión.

En el registro espiritual de Jerusalén se hallan incluidos todos los pueblos de la tierra: tres veces se repite la fórmula "han nacido allí (...); todos han nacido en ella" (vv. 4-6). Es la expresión jurídica oficial con la que se declaraba que una persona había nacido en una ciudad determinada y, como tal, gozaba de la plenitud de los derechos civiles de aquel pueblo.

3. Es sugestivo observar que incluso las naciones consideradas hostiles a Israel suben a Jerusalén y son acogidas no como extranjeras sino como "familiares". Más aún, el salmista transforma la procesión de estos pueblos hacia Sión en un canto coral y en una danza festiva: vuelven a encontrar sus "fuentes" (cf. v. 7) en la ciudad de Dios, de la que brota una corriente de agua viva que fecunda todo el mundo, siguiendo la línea de lo que proclamaban los profetas (cf. Ez 47,1-12 Za 13,1 Za 14,8 Ap 22,1-2).

En Jerusalén todos deben descubrir sus raíces espirituales, sentirse en su patria, reunirse como miembros de la misma familia, abrazarse como hermanos que han vuelto a su casa.

4. El salmo 86, página de auténtico diálogo interreligioso, recoge la herencia universalista de los profetas (cf. Is 56,6-7 Is 60,6-7 Is 66,21 Jl 4,10-11 Ml 1,11, etc.) y anticipa la tradición cristiana que aplica este salmo a la "Jerusalén de arriba", de la que san Pablo proclama que "es libre; es nuestra madre" y tiene más hijos que la Jerusalén terrena (cf. Ga 4,26-27). Lo mismo dice el Apocalipsis cuando canta a "la nueva Jerusalén, que baja del cielo, de junto a Dios" (Ap 21,2 Ap 21,10).

En la misma línea del salmo 86, también el concilio Vaticano II ve en la Iglesia universal el lugar en donde se reúnen "todos los justos, desde Adán, desde el justo Abel hasta el último elegido". Esa Iglesia "llegará gloriosamente a su plenitud al final de los siglos" (Lumen gentium LG 2).

5. En la tradición cristiana, esta lectura eclesial del salmo se abre a la relectura del mismo en clave mariológica. Jerusalén era para el salmista una auténtica "metrópoli", es decir, una "ciudad-madre", en cuyo interior se hallaba presente el Señor mismo (cf. So 3,14-18). Desde esta perspectiva, el cristianismo canta a María como la Sión viva, en cuyo seno fue engendrado el Verbo encarnado y, como consecuencia, han sido regenerados los hijos de Dios. Las voces de los Padres de la Iglesia como, por ejemplo, Ambrosio de Milán, Atanasio de Alejandría, Máximo el Confesor, Juan Damasceno, Cromacio de Aquileya y Germano de Constantinopla, concuerdan en esta relectura cristiana del salmo 86.

Citaremos ahora a un maestro de la tradición armenia, Gregorio de Narek (CA 950-1010), el cual, en su Panegírico de la santísima Virgen María, se dirige así a la Virgen: "Al refugiarnos bajo tu dignísima y poderosa intercesión, encontramos amparo, oh santa Madre de Dios, consuelo y descanso bajo la sombra de tu protección, como al abrigo de una muralla bien fortificada: una muralla adornada, en la que se hallan engarzados diamantes purísimos; una muralla envuelta en fuego y, por eso, inexpugnable a los asaltos de los ladrones; una muralla que arroja pavesas, inaccesible e inalcanzable para los crueles traidores; una muralla rodeada por todas partes, según David, cuyos cimientos fueron puestos por el Altísimo (cf. Ps 86,1 Ps 86,5); una muralla fuerte de la ciudad de arriba, según san Pablo (cf. Ga 4,26 He 12,22), donde acogiste a todos como habitantes, porque, mediante el nacimiento corporal de Dios, hiciste hijos de la Jerusalén de arriba a los hijos de la Jerusalén terrena. Por eso, sus labios bendicen tu seno virginal y todos te proclaman morada y templo de Aquel que es de la misma naturaleza del Padre. Así pues, con razón se te aplican las palabras del profeta: "Fuiste nuestro refugio y nuestro defensor frente a los torrentes en los días de angustia" (cf. Ps 45,2)" (Testi mariani del primo millennio, IV, Roma 1991, p. 589).

Saludos

84 Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. De forma particular, a los fieles de las parroquias de la Asunción de Aravaca y de Ocaña, y de Santa Catalina Labouré, de Madrid; también a la Real Asociación de Nuestra Señora de Sales, de Sueca (Valencia), así como a los peregrinos de México y Guatemala. A ellos y a los demás grupos presentes les deseo que esta visita a Roma sea una ocasión propicia para fortalecer su fe.

(En italiano)
Queridísimos hermanos, que la gracia del Señor os ayude a realizar cada día vuestra vocación cristiana. Que a vosotros, queridos jóvenes, os anime en el esfuerzo de ser artífices de justicia y de reconciliación. A vosotros, queridos enfermos, os anime a no perder la confianza en Dios, que nunca abandona en la prueba. Y a vosotros, queridos recién casados, os ilumine para que encontréis en el Evangelio la alegría de acoger y servir generosamente a la vida, gran don divino.
* * * * * * * *


LLAMAMIENTO POR LA PAZ EN COLOMBIA


No cesan de llegar noticias dolorosas de Colombia, que esta vez se refieren al secuestro de mons. Jorge Enrique Jiménez Carvajal, obispo de Zipaquirá y presidente del Consejo episcopal latinoamericano, junto con un sacerdote que le acompañaba.

Este hecho, que acrecienta el clima de vejación de los derechos humanos y aqueja tanto a la población civil como a la Iglesia, me impulsa a expresar una vez más la repulsa de toda violencia y lesión de la dignidad humana, que nunca es camino de paz. Mientras pido vehementemente la liberación de todos los secuestrados y que estos pastores puedan volver a ejercer su servicio al pueblo de Dios, elevo mis oraciones para que Dios conceda la tan ansiada paz a Colombia





Miércoles 20 de noviembre de 2002

El buen pastor es el Dios altísimo y sapientísimo

1. En el libro del gran profeta Isaías, que vivió en el siglo VIII a.C., se recogen también las voces de otros profetas, discípulos y continuadores suyos. Es el caso del que los estudiosos de la Biblia han llamado "el segundo Isaías", el profeta del regreso de Israel del exilio en Babilonia, que tuvo lugar en el siglo VI a.C. Su obra constituye los capítulos 40-55 del libro de Isaías, y precisamente del primero de estos capítulos está tomado el cántico que ha entrado en la Liturgia de las Laudes y que se acaba de proclamar.

Este cántico consta de dos partes: los dos primeros versículos provienen del final de un hermosísimo oráculo de consolación que anuncia el regreso de los desterrados a Jerusalén, guiados por Dios mismo (cf. Is 40,1-11). Los versículos sucesivos forman el inicio de un discurso apologético, que exalta la omnisciencia y la omnipotencia de Dios y, por otra parte, somete a dura crítica a los fabricantes de ídolos.

85 2. Así pues, al inicio del texto litúrgico aparece la figura poderosa de Dios, que vuelve a Jerusalén precedido de sus trofeos, como Jacob había vuelto a Tierra Santa precedido de sus rebaños (cf. Gn 31,17 Gn 32,17). Los trofeos de Dios son los hebreos desterrados, que él libró de las manos de sus conquistadores. Por tanto, Dios se presenta "como pastor" (Is 40,11). Esta imagen, frecuente en la Biblia y en otras tradiciones antiguas, evoca la idea de guía y de dominio, pero aquí los rasgos son sobre todo tiernos y apasionados, porque el pastor es también el compañero de viaje de sus ovejas (cf. Ps 22). Vela por su grey, no sólo alimentándola y preocupándose de que no se disperse, sino también cuidando con ternura de los corderitos y de las ovejas que han dado a luz (cf. Is 40,11).

3. Después de la descripción de la entrada en escena del Señor, rey y pastor, viene la reflexión sobre su acción como Creador del universo. Nadie puede equipararse a él en esta obra grandiosa y colosal: desde luego, no el hombre, y mucho menos los ídolos, seres muertos e impotentes. El profeta recurre luego a una serie de preguntas retóricas, es decir, preguntas en las que se incluye ya la respuesta. Son pronunciadas en una especie de proceso: nadie puede competir con Dios y arrogarse su inmenso poder o su ilimitada sabiduría.

Nadie es capaz de medir el inmenso universo creado por Dios. El profeta destaca que los instrumentos humanos son ridículamente inadecuados para esa tarea. Por otra parte, Dios actuó en solitario; nadie pudo ayudarle o aconsejarle en un proyecto tan inmenso como el de la creación cósmica (cf. vv. 13-14).

En su 18ª Catequesis bautismal, san Cirilo de Jerusalén, comentando este cántico, invita a no medir a Dios con la vara de nuestra limitación humana: "Para ti, hombre tan pequeño y débil, la distancia de la Gotia a la India, de España a Persia, es grande, pero para Dios, que tiene en su mano el mundo entero, cualquier tierra está cerca" (Le Catechesi, Roma 1993, p. 408).

4. Después de celebrar la omnipotencia de Dios en la creación, el profeta pondera su señorío sobre la historia, es decir, sobre las naciones, sobre la humanidad que puebla la tierra. Los habitantes de los territorios conocidos, pero también los de las regiones remotas, que la Biblia llama "islas" lejanas, son una realidad microscópica comparada con la grandeza infinita del Señor. Las imágenes son brillantes e intensas: los pueblos son como "gotas de un cubo", "polvillo de balanza", "un grano" (Is 40,15).

Nadie podría ofrecer un sacrificio digno de este grandioso Señor y rey: no bastarían todas las víctimas de la tierra, ni todos los bosques de cedros del Líbano para encender el fuego de este holocausto (cf. v. 16). El profeta recuerda al hombre su límite frente a la infinita grandeza y a la soberana omnipotencia de Dios. La conclusión es lapidaria: "En su presencia, las naciones todas, como si no existieran, valen para él nada y vacío" (v. 17).

5. Por consiguiente, el fiel es invitado, desde el inicio de la jornada, a adorar al Señor omnipotente. San Gregorio de Nisa, Padre de la Iglesia de Capadocia (siglo IV), meditaba así las palabras del cántico de Isaías: "Cuando escuchamos la palabra "omnipotente", pensamos en el hecho de que Dios mantiene todas las cosas en la existencia, tanto las inteligibles como las que pertenecen a la creación material. En efecto, por este motivo, tiene el orbe de la tierra; por este motivo, tiene en su mano los confines de la tierra; por este motivo, tiene en su puño el cielo; por este motivo, mide con su mano el agua del mar; por este motivo, abarca en sí toda la creación intelectual: para que todas las cosas permanezcan en la existencia, mantenidas con poder por la potencia que las abraza" (Teologia trinitaria, Milán 1994, p. 625).

San Jerónimo, por su parte, se queda atónito ante otra verdad sorprendente: la de Cristo, que, "a pesar de su condición divina, (...) se despojó de su rango, tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos" (Ph 2,6-7). Ese Dios infinito y omnipotente -afirma- se hizo pequeño y limitado. San Jerónimo lo contempla en el establo de Belén y exclama: "Aquel que encierra en un puño el universo, se halla aquí encerrado en un estrecho pesebre" (Carta 22, 39, en: Opere scelte, I, Turín 1971, p. 379).

Saludos

Doy mi cordial bienvenida a todos los peregrinos de España y de América Latina, de modo particular a los miembros del instituto de los Discípulos de los Corazones de Jesús y María, de España, así como a los aspirantes de la Escuela de investigaciones policiales, de Chile, y a los peregrinos de Guatemala. Desde el comienzo al final de cada jornada, adorad al Dios infinito y omnipotente, que en Cristo ha asumido nuestra condición humana. ¡Que Dios os bendiga!

(En polaco)
86 En la catequesis de hoy meditamos las palabras del cántico del profeta Isaías, en el que consuela a Israel y anuncia el regreso de los desterrados a Jerusalén. Esta consolación tiene como base la verdad de la omnipotencia y omnisciencia de Dios. Dios omnipotente no sólo creó el mundo y los hombres, sino que como omnisciente gobierna la creación y a través de los siglos, como pastor, se inclina sobre el hombre, lo protege y lo guía con ternura por la vida. Que esta certeza nos acompañe siempre y suscite la esperanza en todos, y especialmente en los que se sienten solos o perdidos. ¡Que Dios os bendiga!.

(Con motivo del Día de las monjas de clausura,
que en Italia se celebra el 21 de noviembre)
Mañana, memoria de la presentación en el templo de la santísima Virgen María, la Iglesia piensa con particular afecto en las monjas de clausura. Su presencia orante en tantas partes del mundo es una invitación a todos los cristianos a no olvidar la primacía de Dios en la vida. Estas hermanas han elegido dedicarse totalmente a la oración y viven de lo que la Providencia les procura mediante la generosidad de los fieles. Al mismo tiempo que les expreso a ellas mi vivo aprecio por la indispensable contribución que dan a la evangelización, invito a todos a sostenerlas con la ayuda espiritual y material.


Saludo finalmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. El próximo domingo, último del tiempo ordinario, celebraremos la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Queridos jóvenes, poned a Jesús en el centro de vuestra vida, y recibiréis de él luz en todas vuestras decisiones. Cristo, que ha hecho de la cruz un trono real, os ayude, queridos enfermos, a comprender el valor redentor del sufrimiento vivido en unión con él. A vosotros, queridos recién casados, os deseo que reconozcáis la presencia del Señor en vuestra familia, de forma que participéis en la construcción de su reino de amor y de paz.




Audiencias 2002 77