Discursos 2001 245


DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II

A LOS PARTICIPANTES EN EL SEGUNDO ENCUENTRO INTERNACIONAL DE "JÓVENES HACIA ASÍS"

Castelgandolfo, sábado 18 de agosto de 2001



246 1. Amadísimos jóvenes, que participáis en el segundo encuentro internacional Jóvenes hacia Asís, os doy la bienvenida. Me complace acogeros y con alegría os dirijo el saludo evangélico que tanto os gusta: "El Señor os dé paz". Os habéis dado cita desde muchas partes del mundo para profundizar juntos, en la simplicidad de los lugares franciscanos, en el testimonio de dos campeones del Espíritu: san Francisco y santa Clara de Asís.

Gracias por vuestra grata visita. Saludo de modo particular al ministro general de los Frailes Menores Conventuales, padre Joachim Anthony Giermek, a quien agradezco las palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo a los frailes y a las religiosas, vuestros guías en el sendero de la vida evangélica.

El tema elegido para vuestro encuentro internacional es la alegría. Se trata de un tema de gran interés y actualidad, porque todos tenemos necesidad de alegría auténtica y duradera.

2. Los amigos del joven Francisco lo llamaban el rey de las fiestas por su disponibilidad y generosidad, por su modo de ser brillante y simpático. Humanamente podía tener muchos motivos para ser feliz, y, sin embargo, le faltaba algo. Lo abandonó todo cuando halló lo que más necesitaba. Encontró a Cristo, y descubrió la verdadera felicidad. Comprendió que sólo se puede ser feliz consagrando la vida por un ideal, construyendo algo duradero a la luz de los consejos exigentes del Evangelio.

Queridos jóvenes, muchos falsos maestros indican sendas peligrosas que llevan a alegrías y satisfacciones efímeras. Hoy, en muchas manifestaciones de la cultura dominante se registra gran indiferencia y superficialidad. Vosotros, queridos jóvenes, imitando a san Francisco y a santa Clara, no dilapidéis vuestros sueños. ¡Soñad, pero en libertad! ¡Proyectad, pero en la verdad!

También a vosotros el Señor os pregunta: "¿A quién queréis seguir?". Responded, como el apóstol san Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (
Jn 6,68). Sólo Dios es el horizonte infinito de vuestra existencia. Cuanto más lo conozcáis, tanto más descubriréis que sólo él es amor y manantial inagotable de alegría.

Pero para entrar y permanecer en contacto con Dios es indispensable entablar con él una relación profunda en la oración. Cuando es auténtica, la oración irradia la energía divina en todos los ámbitos y momentos de la vida. Nos hace vivir de un modo nuevo. La oración hizo de san Francisco un hombre nuevo y de santa Clara una fuente de luz.

3. Vosotros sois de Dios y Dios es vuestro. La conciencia de pertenecer a Dios os hará, como a san Francisco y a santa Clara, criaturas pacificadas por su presencia: "El amor de Dios da felicidad -escribe santa Clara en una de sus cartas-; su dulzura inunda toda el alma, que es la más digna de todas las criaturas; la gracia de Dios la hace más grande que el cielo. En efecto, los cielos con todas las demás cosas creadas no pueden contener al Creador, mientras que el alma fiel, y sólo ella, es su morada y aposento" (Fuentes franciscanas, 2901; 2892).

El alma es más grande que el cielo. Habiendo comprendido esta íntima realidad espiritual, san Francisco y santa Clara no dudaron en subir hasta la cumbre de la santidad. La santidad no es una especie de itinerario ascético extraordinario, que sólo algunos "genios" pudieran alcanzar; por el contrario, como recordé en la reciente carta apostólica Novo millennio ineunte, es el "alto grado" de la vida cristiana ordinaria (cf. n. 31). Santidad significa hacer algo hermoso por Dios todos los días, pero también reconocer lo que él ha hecho y sigue haciendo en nosotros y por nosotros. Sed santos, amadísimos jóvenes, porque lo que entristece al mundo es la falta de santidad. Los santos en quienes os inspiráis siguen ejerciendo una atracción extraordinaria, porque dedicaron sin cesar su existencia a Cristo. Y, sin quererlo, dieron origen a un estilo evangélico "revolucionario", que aún hoy continúa atrayendo a tantos jóvenes y personas de todas las edades. También vosotros habéis sido conquistados por la fascinación de su testimonio, y vuestra presencia en este encuentro subraya vuestro deseo de imitarlos fielmente.

4. San Francisco y santa Clara no sólo se convirtieron en hermano y hermana de todo ser humano, sino también de todas las criaturas animadas e inanimadas. Al contemplar la naturaleza, la mirada de san Francisco se llenaba de alegría al descubrir que todo habla de Dios. En el Cántico del hermano sol exclamaba: "todo nos habla de ti, Altísimo" (Fuentes franciscanas, 263).

Amadísimos jóvenes, aprended también vosotros a mirar a vuestro prójimo y la creación con los ojos de Dios. Respetad principalmente su cima, que es la persona humana. En la escuela de maestros tan valiosos, ejercitaos en el uso sobrio y atento de los bienes. Cuidad que se distribuyan y compartan mejor, respetando plenamente los derechos de todas las personas. Ojalá que al leer el gran libro de la creación vuestro espíritu se abra a la alabanza y a la acción de gracias al Creador.

247 5. Como santa Clara y san Francisco, aprended a recurrir constantemente a la ayuda divina. Ellos os repiten a cada uno de vosotros: "Pon tu confianza en el Señor y él cuidará de ti" (Fuentes franciscanas, 367). Sí, queridos muchachos y muchachas, tened confianza en Dios. Imitad a san Francisco y a santa Clara también en su entrega filial a la Virgen, y buscad en ella calor y protección. Acudid a María, Madre dulcísima, a quien desde hace siglos la Iglesia invoca como Causa de nuestra alegría. También será motivo de alegría para vosotros, porque María es madre solícita de todos.

Con este deseo, os aseguro mi recuerdo en la oración y os bendigo de corazón a todos.

MENSAJE ENVIADO POR EL CARDENAL SODANO

EN NOMBRE DEL SANTO PADRE

A MONS. MARIANO DE NICOLÒ, OBISPO DE RÍMINI,


CON MOTIVO DEL 22° MEETING PARA LA AMISTAD


ENTRE LOS PUEBLOS


Excelencia reverendísima:

Su Santidad, acogiendo la solicitud hecha por los organizadores del Meeting para la amistad entre los pueblos, que ha llegado ya a su XXII edición, envía sus mejores deseos de éxito a los promotores y participantes. Encarga a vuestra excelencia se haga intérprete ante ellos de sus sentimientos y profundo aprecio por esta oportuna iniciativa cultural y religiosa.

Toda la vida pide la eternidad: esta frase, escogida como título del interesante encuentro, compendia de modo sugestivo los temas hacia los que pretende atraer la atención. La idea recoge y expresa un aspecto central de la naturaleza del hombre, es decir, su sed de plenitud de vida. El ser humano, cuando se detiene a reflexionar, no puede por menos de advertir que su existencia es demasiado breve y está caracterizada por el dolor y el límite, experiencias que le recuerdan su incapacidad de realizarse plenamente y obtener con sus solas fuerzas aquello para lo que se siente creado. Entonces brota el grito al que los espíritus más finos han dado voz con dramática intensidad en todas las épocas de la historia: la imploración de eternidad, que surge de lo más íntimo de nuestra experiencia de peregrinos hacia la eternidad.

Toda la vida pide la eternidad. El tema del Meeting de este año, al mismo tiempo que estimula profundamente el corazón del hombre, interpela eficazmente la mentalidad actual, aludiendo a las cuestiones fundamentales que se debaten hoy. Son cuestiones que, mediante los medios de comunicación y a través de la actividad legislativa de muchos Estados, están destinadas a interesar cada vez más a la opinión pública. Baste pensar en las expectativas suscitadas por los progresos de los descubrimientos científicos en el campo de la ingeniería genética y en los problemas sin resolver que acompañan ese desarrollo. De ello se discute apasionadamente en varios niveles con la perspectiva de que pronto se pueda disponer de los instrumentos necesarios para asegurar una prolongación de la existencia, eliminando el dolor, la enfermedad, la imperfección física.

A este propósito se podría observar que se da una paradoja: la vida niega la eternidad. En efecto, por un lado, cuando se utiliza la ciencia como instrumento que tiende a no reconocer otras limitaciones que las que ella misma fija, el hombre se ve impulsado a tomar la actitud de dueño absoluto de la realidad. La búsqueda de una vida "realizada", es decir, privada de las limitaciones que la caracterizan, va acompañada de hecho, implícita o abiertamente, por un rechazo de la trascendencia.

Esta paradoja tiene sus raíces en una visión que excluye toda intervención divina en la naturaleza y en la historia. Se trata de una concepción del mundo muy diversa de la judía y la cristiana. Según esta última, Dios no está separado del mundo, no está confinado en una "eternidad" de indiferencia impasible, sino que interviene en las vicisitudes del universo. Se interesa por lo que el hombre vive, dialoga con él, cuida de él. La historia de Israel lo testimonia a lo largo del camino de maduración de esta relación, y llega a su total realización en Jesús, "nacido de mujer" (cf. Ga Ga 2,20), para llevar a todo hombre y a todo el hombre a la salvación.

Así pues, la eternidad no es una simple atemporalidad, que se podría describir, en términos puramente negativos, como lo que tiene las características opuestas a las de la realidad temporal. El espíritu humano no pide que el instante presente se prolongue indefinidamente, sino que aspira a un amor en el que no haya lugar para el temor a perder al Amado. Si el límite de la vida terrena no se puede eliminar, a pesar de la gran contribución que la ciencia puede ofrecer para aliviar los sufrimientos y el dolor de los hombres, entonces la criatura humana necesita hacer experiencia real, dentro del límite, de la compañía del Eterno.

Quien se encontró con Jesús por los caminos de Palestina, halló en él la respuesta a esos interrogantes existenciales. Por eso los discípulos del Nazareno, guiados por el Espíritu Santo, recorrieron el mundo proclamando que sólo Cristo tenía palabras de vida eterna. Su anuncio ha llegado a nosotros a través de los siglos, y sigue fascinando a hombres y mujeres de toda condición. En el anuncio del discípulo es Cristo mismo el que ofrece a quien le abre su corazón la posibilidad de penetrar el sentido de la existencia que escapa y de sondear el misterio de la eternidad.

El Santo Padre desea que el próximo Meeting, con sus múltiples actividades, contribuya a poner de relieve un aspecto importante de la existencia, bien sintetizado en el lema: Toda la vida pide la eternidad. Asimismo espera que los días del congreso sean ocasión propicia para profundizar la fe cristiana y gimnasio provechoso de diálogo con la cultura contemporánea. Con ese fin, Su Santidad asegura un recuerdo particular en la oración y envía a vuestra excelencia, a los promotores, a los organizadores y a todos los participantes una bendición apostólica especial.

248 Uno mis deseos personales de éxito pleno para el Meeting y aprovecho la ocasión para confirmarme afectísimo en el Señor,

Card. Angelo SODANO
Secretario de Estado

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL SUPERIOR GENERAL DE LA CONGREGACIÓN

DE HIJOS DEL AMOR MISERICORDIOSO


Al reverendo padre

MAXIMIANO LUCAS

Superior general de la congregación
de Hijos del Amor Misericordioso

1. He sabido con alegría que vuestra familia religiosa celebra este año el 50° aniversario de su fundación y de buen grado me uno a la acción de gracias que eleváis al Señor en esta circunstancia tan feliz.

Hace cincuenta años la sierva de Dios madre Esperanza Alhama Valera, inspirada por el Señor, dio vida a vuestro instituto. Al recordar con emoción aquel día, todos vosotros, queridos Hijos del Amor Misericordioso, alabáis a Dios omnipotente. Teniendo presente la enseñanza de vuestra venerada fundadora, dais gracias a Aquel que "nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo" (Ep 1,3). Al mismo tiempo, unidos en un solo corazón, queréis renovar vuestra adhesión filial al magisterio del Sucesor de Pedro.

2. Además de dar gracias a Dios, este significativo aniversario os brinda la oportunidad de meditar en el carisma específico que os distingue. Es lo que queréis hacer con el congreso que se celebra durante estos días en Collevalenza sobre el tema: "Los Hijos del Amor Misericordioso y la fraternidad sacerdotal". Este tema, que ilustra bien vuestra misión y vuestro servicio a los sacerdotes, os impulsa a ser por doquier apóstoles intrépidos e incansables de la misericordia divina.

Por eso, con palabras del apóstol san Pablo, os deseo que "Cristo habite por la fe en vuestros corazones, para que, arraigados y cimentados en el amor, podáis comprender con todos los santos cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento" (Ep 3,17-19). En efecto, debéis difundir su amor; estáis llamados a comunicar su gracia con todos los medios de que disponéis.

"Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo" (Ep 2,4-6). Repasad a menudo estas palabras del apóstol san Pablo a los Efesios. La vida de un sacerdote es "misterio de misericordia". Esto es lo que quise recordar en la Carta que, con ocasión del Jueves santo de este año, envié a los sacerdotes del mundo entero.

249 Aunque la mentalidad contemporánea, más que en el pasado, quiere marginar de la vida y apartar del corazón del hombre la idea misma de la misericordia, es preciso proclamar sin cesar la absoluta gratuidad con que Dios nos ha elegido y nos ama. "Misericordia -afirmé en la citada Carta a los sacerdotes- es la condescendencia con la que nos llama a actuar como representantes suyos. (...) Es el perdón que él nunca rechaza" (n. 6).

3. Recuerdo con emoción la peregrinación que tuve la alegría de realizar, hace veinte años, al santuario del Amor Misericordioso de Collevalenza. Fue mi primer viaje apostólico después del atentado del 13 de mayo en la plaza de San Pedro. Vuelvo ahora en peregrinación espiritual a Collevalenza, donde vuestra comunidad se reúne para las celebraciones jubilares. Me arrodillo juntamente con vosotros y contemplo el grande y sugestivo Crucifijo, ante el cual numerosos peregrinos acuden a orar.

Del Corazón traspasado del Redentor brota la fuente infinita del amor misericordioso. Dios es "rico en misericordia". Que toda vuestra existencia sea un canto a este sublime misterio de salvación. Haced que todos los que encontráis en vuestro apostolado diario sientan que el Padre celestial está siempre "especialmente cercano al hombre, sobre todo cuando sufre, cuando está amenazado en el núcleo mismo de su existencia y de su dignidad" (Dives in misericordia
DM 2).

¡Sí! Acoged y difundid el amor del Señor, amor que todo lo abarca y renueva; amor que abraza a cada hombre y a todo el hombre; amor que transforma la tristeza en alegría, las tinieblas en luz y la muerte en vida. En un mundo marcado por la soledad y la angustia, se os pide que hagáis resplandecer la verdad y el calor del Amor divino, fuente de paz y esperanza.

4. Amadísimos Hijos del Amor Misericordioso, cincuenta años para un instituto religioso no son muchos, pero constituyen una meta significativa. Durante estos días volvéis oportunamente con la mente a los orígenes, para proyectaros con un impulso más generoso hacia el futuro. La Iglesia cuenta con vosotros. En el alba de un nuevo milenio, os pide que reméis mar adentro con confianza, manteniendo fija la mirada en Cristo.

Que la Madre del Verbo hecho hombre os acompañe y sostenga. A ella, que con su total disponibilidad fue "la esclava del Señor" (Lc 1,38) e hizo de su existencia un canto de alabanza y bendición a la ternura inmensa de Dios, recurrid con la devota confianza que caracterizaba a vuestra inolvidable fundadora.

Por mi parte, os aseguro mi oración, a la vez que con afecto lo bendigo a usted, reverendo padre, a los miembros del instituto y a cuantos forman parte de vuestra familia espiritual.

Castelgandolfo, 11 de agosto de 2001

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL SUPERIOR GENERAL DE LA CONGREGACIÓN

DE LA PASIÓN DE JESUCRISTO




Al reverendo padre

OTTAVIANO D'EGIDIO

Prepósito general de la Congregación
de la Pasión de Jesucristo

250 También este año se llevará a cabo, a la sombra del santuario de San Gabriel de la Dolorosa, el campamento organizado por los padres pasionistas, que ya ha llegado a su vigésima primera edición.

Saludo a cuantos participan en él y a los que lo han preparado con esmero. De modo especial, saludo al señor cardenal Agostino Cacciavillan, que el sábado 25 de agosto presidirá la solemne celebración eucarística. Participando espiritualmente, quisiera dirigirme a cada uno de los presentes con la misma confianza que deposito en su entusiasmo juvenil.

Queridos muchachos y muchachas, Cristo os pide que en la sociedad actual seáis protagonistas de una profunda renovación religiosa centrada en la oración, en la conversión personal y en la búsqueda constante de la comunión eclesial. Muchos de vosotros estáis comprometidos de diferentes modos, como catequistas y animadores de grupos, movimientos y asociaciones, en las parroquias y en numerosas diócesis, especialmente en el centro y el sur de Italia. Ojalá que vuestra acción misionera os ayude a estar cada vez más atentos a los "signos" y a los "desafíos" de nuestro tiempo.

Vuestro encuentro tiene por lema: "Habita la tierra y vive con fe; ¿globalización u hombre global?", y os brinda la ocasión de reflexionar en uno de los temas más actuales. El desarrollo económico y técnico moderno tiende a convertir a la humanidad en una "aldea global", con una tupida red de intercambios y comunicaciones. Asistimos a un cambio de época que, sin embargo, debe ser dirigido, para que no vaya en detrimento de la dignidad del hombre y del bien común. Al respecto, los cristianos están llamados a dar su contribución, impregnando este complejo proceso con los valores evangélicos. Es necesario "globalizar" la solidaridad y el amor, según el mandamiento nuevo de Jesús. Queridos jóvenes, también a vosotros os corresponde trabajar con todos los medios posibles para construir una civilización y una cultura inspiradas en el evangelio de la caridad. El futuro del mundo estará, en gran parte, en vuestras manos. Al respecto, me viene a la memoria la consigna que dejé a los jóvenes del mundo entero en la inolvidable vigilia en Tor Vergata, con ocasión de la Jornada mundial de la juventud, durante el gran jubileo del año 2000. Les dije: "En vosotros veo a los centinelas de la mañana en este amanecer del tercer milenio".

Os repito esta invitación a vosotros, queridos participantes en el campamento. Para cumplir esta importante misión, seguid con fidelidad el camino formativo de vuestra espiritualidad típica, que os lleva a ser "peregrinos, centinelas y testigos". Peregrinos en busca de Dios, centinelas que velan preparando la vuelta gloriosa del Señor resucitado, y testigos intrépidos y valientes de su mensaje de salvación.

Que en este itinerario espiritual os sostenga el ejemplo de san Gabriel de la Dolorosa, quien, desde la gran Tienda del santuario, os protege. Os guíe siempre la Virgen María, Madre de la esperanza y Estrella de la nueva evangelización.

Con estos sentimientos, le imparto de corazón a usted, reverendísimo padre prepósito general, al señor cardenal Agostino Cacciavillan, a los organizadores del encuentro y a todos los jóvenes del campamento, la implorada bendición apostólica.

Castelgandolfo, 6 de agosto de 2001

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LAS RELIGIOSAS FRANCISCANAS DE SAN ANTONIO

EN EL CENTENARIO DE SU FUNDACIÓN .




A la reverenda madre

MARÍA GORETTI MANZO

Superiora general de la congregación
de las religiosas Franciscanas
de San Antonio


251 1. Con filial devoción usted, junto con las religiosas capitulares, ha manifestado el deseo de encontrarse con el Sucesor de Pedro durante el capítulo general de esa familia religiosa, que se celebra en coincidencia con el centenario de la fundación del instituto. A la vez que os agradezco el afecto que manifiesta vuestra presencia, la saludo a usted, reverenda madre, y al consejo general que le ayuda; saludo a las capitulares que han venido y envío, por medio de vosotras, la expresión de mi aprecio paterno a todas las religiosas Franciscanas de San Antonio dedicadas a trabajar por el Señor en diversas partes del mundo. Amadísimas hermanas, os animo a seguir generosamente "sirviendo a los hermanos más necesitados, viviendo en pobreza, sencillez, humildad, caridad, sacrificio, oración y alegría, según el ideal de san Francisco de Asís", como dice vuestra Regla.

Conmemorando el primer siglo del nacimiento de vuestra familia religiosa, ¿cómo no elevar sentimientos de gratitud a Dios que, por medio de su Espíritu, os ha llamado en la humildad a seguir a Cristo, pobre, casto y obediente? Este aniversario especial es ocasión propicia para renovar vuestro testimonio de amor y fidelidad al Señor y a la Iglesia, reafirmando vuestra adhesión sincera y total a vuestro carisma.

2. Habéis nacido para servir a los pobres y a los necesitados. Cristo mismo es quien se hace presente y os pide ser acogido en el que llama a vuestra puerta solicitando ayuda, apoyo y consuelo en las tribulaciones. Así solía presentar vuestro apostolado la fundadora, madre Miradio Bonifacio, que falleció hace 65 años. ¡Cuántas veces recurría a Jesús invocando con confianza su santo nombre! Se puede decir que el nombre de Jesús se convirtió en fuente inagotable de la caridad y del bien que realizó.

Os indicó también dónde encontrar a Cristo y obtener luz y apoyo para poder responder a las necesidades de vuestros hermanos. En el misterio de la Eucaristía se esconde el manantial del amor. Por tanto, seguid aprovechando la adoración eucarística como fuente de todo impulso y compromiso apostólico y misionero. Trabajad para gloria de Dios sirviendo a los más pobres y abandonados. Que la Eucaristía sea la fuente que os alimenta y sostiene y a la que, por lo mismo, acudís diariamente. San Francisco, en cuyo carisma os inspiráis, recuerda que nada "poseemos y vemos corporalmente en este mundo del mismo Altísimo, sino el cuerpo y la sangre, los nombres y las palabras mediante las cuales hemos sido creados y redimidos de la muerte a la vida" (Fuentes franciscanas, 207/a).

Además del amor al santísimo Sacramento del altar, vuestra venerable fundadora quiso dejaros otra consigna peculiar: la confianza incondicional en la Providencia divina. Esperaba de Dios todo apoyo para realizar los proyectos de caridad que el Espíritu suscitaba en su corazón. De Jesús, Redentor de la humanidad, imitaba ese estilo de atención concreta a la persona y a todas sus exigencias, que caracterizaban su actividad apostólica. En efecto, se esforzaba por trabajar para gloria del Señor, mediante una existencia vivida en un amor total a Cristo y a su Iglesia y en la entrega sin reservas al servicio de sus hermanos.

3. Amadísimas Franciscanas de San Antonio, recorred sin cesar y fielmente el camino iniciado por vuestra fundadora. La Iglesia cuenta también con vuestra contribución para anunciar a Cristo a los hombres de nuestro tiempo. "La vida de la Iglesia -escribí en la exhortación apostólica Vita consecrata- y la sociedad misma tienen necesidad de personas capaces de entregarse totalmente a Dios y a los demás por amor de Dios. La Iglesia no puede renunciar absolutamente a la vida consagrada, porque expresa de manera elocuente su íntima esencia esponsal" (n. 105).

Encarnad en vosotras las bienaventuranzas evangélicas con alegría, sencillez y caridad, con actitud de abandono confiado al amor providente y misericordioso de Dios, según el ideal de san Francisco de Asís. Esto es lo que espera de vosotras el pueblo cristiano, para que le ayudéis a crecer en la adhesión incondicional a su divino Maestro y Pastor.

Manteneos siempre unidas por la comunión fraterna, sostenidas por la esperanza que no defrauda (cf. Rm
Rm 5,5). Sensibles al mandato del Señor, que envía a los discípulos a proclamar el Evangelio a todas las gentes, también vosotras cultivad un profundo celo misionero. Sed por doquier testigos del amor misericordioso de Dios.

Contemplad a la Virgen inmaculada, a la que encomiendo de nuevo vuestra familia religiosa y sus objetivos propios. Que María, a quien vuestra fundadora se dirigía con humilde y filial devoción, sostenga con su poderosa intercesión vuestro apostolado. Os protejan también los santos Francisco y Antonio, así como la ilustre multitud de amigos de Dios que han florecido en el árbol de los franciscanos.

Os acompañe también mi deseo de paz y bien, confirmado por una especial bendición apostólica.

Castelgandolfo, 20 de agosto de 2001

PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II

EN LA ENTREGA DEL PREMIO "PERDONANZA 2001"

252

Jueves 23 de agosto de 2001



Venerado hermano en el episcopado;
ilustres señores y señoras:

1. Me alegra acoger en vosotros a los miembros del jurado del premio internacional "Perdonanza". Habéis querido pensar en mí como primer destinatario de este premio vinculado a la memoria de mi santo predecesor Celestino V. A la vez que os expreso mi gratitud, os saludo a cada uno y, de modo particular, a monseñor Giuseppe Molinari, pastor de la archidiócesis, al señor Biagio Tempesta, alcalde de la ciudad de L'Aquila, y al presidente del jurado, doctor Antonio Cicchetti, a quien agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de todos.

Con alegría constato que, al término del gran jubileo del año 2000, casi para prolongar su espíritu en relación con el antiguo privilegio concedido por san Celestino V, habéis creado este premio, que se otorgará anualmente a una personalidad que se distinga en la promoción de la paz, la reconciliación y la solidaridad. En efecto, en estos valores se inspiró, hace setecientos años, el santo ermitaño del Morrone, Pietro Angelerio. Como se lee en el reglamento que instituye el premio, una vez elegido Papa en un período difícil de la historia de la Iglesia, quiso vincular de modo indeleble con la amada abadía de Collemaggio el don de una indulgencia plenaria, que pudieran lucrar todos los cristianos, "respetando la sencilla regla de una triple reconciliación: con el Creador, con las criaturas y consigo mismos" (art. 2).

2. El premio "Perdonanza" entraña un mensaje en perfecta sintonía con el valiente compromiso de renovación espiritual al que está llamada la Iglesia al comienzo de este tercer milenio. La indulgencia, concedida por Celestino V "universis Christi fidelibus", proponía efectivamente a la cristiandad de aquel tiempo, marcada por profundos contrastes, el remedio de la humilde y sincera conversión a Cristo. ¿Acaso no es esta la "terapia" adecuada también para los cristianos de hoy, a menudo afligidos por discordias no menos graves?

La "Perdonanza" no sólo tiene sentido religioso, sino también cultural y social, que el premio instituido por vosotros justamente pone de relieve. A los hombres de nuestro tiempo, deseosos de justicia y solidaridad, de amor y paz, les recuerda que sin una fuerte referencia a Dios no es posible recuperar estos elevados valores morales universalmente válidos.

3. Por tanto, al recibir este galardón expreso mi deseo de que vuestra iniciativa contribuya a mantener viva la memoria de san Celestino, ilustrando su enseñanza espiritual con sus implicaciones sociales concretas. Ojalá que ayude a difundir y consolidar una auténtica cultura de paz y solidaridad, fruto de una verdadera y estable reconciliación "con el Creador, con las criaturas y consigo mismos".

Con estos deseos, al mismo tiempo que invoco la intercesión de María elevada al cielo, venerada en la basílica de Collemaggio en L'Aquila, de san Juan Bautista y de san Celestino V, de buen grado os imparto a vosotros, a vuestros seres queridos y a toda la comunidad de L'Aquila, una especial bendición apostólica.



PALABRAS DEL PAPA JUAN PABLO II

EN UNA MISA CELEBRADA LA VÍSPERA

DE LA MEMORIA LITÚRGICA


DE NUESTRA SEÑORA DE CZESTOCHOWA


Castelgandolfo, sábado 25 de agosto de 2001




"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer..." (Ga 4,4). Este misterio de salvación, en el que Dios asignó un papel insustituible a una mujer, María de Nazaret, se hace presente continuamente en la Eucaristía. Cuando celebramos la santa misa, en medio de nosotros está la Madre del Hijo de Dios y nos introduce en el misterio de su ofrenda de redención. De este modo, se convierte en mediadora de las gracias que brotan de esta ofrenda para la Iglesia y para todos los fieles.

253 Mañana se celebra la memoria litúrgica de la Santísima Virgen María de Czestochowa. Mi pensamiento va a Jasna Góra, donde desde hace siglos la Virgen negra es venerada como Madre y Reina del pueblo polaco. Encomiendo de nuevo a su protección a nuestra patria y a todos nuestros compatriotas.

La memoria de la Virgen de Czestochowa nos trae a la mente la figura de su gran devoto, el cardenal Stefan Wyszynski. Este año la Iglesia en Polonia recuerda solemnemente el centenario de su nacimiento. Hoy, de modo particular, deseo participar en esas celebraciones, dando gracias a Dios por todo el bien que he experimentado gracias al inolvidable Primado del milenio.

Me alegra poder realizar esta acción de gracias juntamente con sus hijas espirituales del instituto secular de Auxiliares de María de Montes Claros, Madre de la Iglesia. Os saludo cordialmente y os agradezco que tratéis de continuar la obra de vuestro padre fundador.

Saludo a todos los presentes. A todos los encomiendo a la protección de la Virgen de Jasna Góra.



DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A UN GRUPO DE RECTORES DE UNIVERSIDADES

Y DE CENTROS DE ESTUDIOS SUPERIORES DE POLONIA


Jueves 30 de agosto de 2001



Ilustrísimos y queridos señores y señoras:

1. Os doy la bienvenida y os saludo de corazón. Me alegra poder recibir nuevamente a los rectores magníficos de las escuelas superiores polacas. Agradezco al profesor Woznicki, presidente del Colegio de rectores académicos de las escuelas polacas, la introducción y las amables palabras que me ha dirigido.

Nuestros encuentros ya son tradicionales y, en cierto modo, constituyen un signo del diálogo entablado entre el mundo de la ciencia y el de la fe, Fides et ratio. Al parecer, ya ha pasado definitivamente el tiempo en que se trataba de contraponer estos dos mundos. Como fruto de los esfuerzos de muchos ambientes de intelectuales y teólogos, sostenidos por la gracia del Espíritu Santo, aumenta cada vez más la convicción de que la ciencia y la fe no son extrañas, sino que, por el contrario, ambas se necesitan y se complementan recíprocamente. Creo que la buena acogida de la encíclica Fides et ratio se ha debido precisamente a la conciencia cada vez más profunda de la necesidad de diálogo entre el conocimiento intelectual y la experiencia religiosa. Doy gracias a Dios por toda inspiración que nos lleva en esta dirección.

2. Durante nuestros encuentros ya he abordado diversos temas relacionados con la universidad, la escuela de estudios superiores o el instituto científico como ambiente que influye notablemente sobre la existencia en el tiempo del hombre, de la sociedad y de la humanidad. La conciencia del papel extraordinario de la universidad y de la escuela superior está siempre viva en mí, y por eso me interesa mucho la atención que se presta a su forma, de modo que la influencia que ejerce en el mundo y en la vida de todo hombre signifique siempre el bien, posiblemente el mayor bien en cada sector. Sólo así la universidad y la escuela superior contribuirán al verdadero progreso y no representarán un peligro para el hombre.

Me acuerdo de que, cuando escribí mi primera encíclica, Redemptor hominis, hace más de veinte años, mi reflexión iba acompañada por el interrogante sobre el misterio del miedo que experimenta el hombre moderno. Entre sus diversas fuentes, creí conveniente subrayar una: la experiencia de la amenaza originada por lo que es producto del hombre, el fruto del trabajo de sus manos y, más aún, del trabajo de su inteligencia, de las tendencias de su voluntad. Al comienzo del tercer milenio, esta experiencia es aún más intensa. En efecto, muy a menudo sucede que lo que el hombre logra producir gracias a las posibilidades siempre nuevas del pensamiento y de la técnica se convierte en objeto de "alienación", y, si no totalmente, al menos en parte, escapa al control del artífice y se vuelve contra él (cf. Redemptor hominis RH 15). Los ejemplos de esta situación son muchos. Basta citar las conquistas en el campo de la física, sobre todo de la física nuclear, o en el campo de la transmisión de la información, del proceso de explotación de los recursos naturales de la tierra o, en fin, las experimentaciones en el campo de la genética y la biología.

Por desgracia, esto afecta también a los sectores de la ciencia vinculados más con el desarrollo del pensamiento que con los medios técnicos. Sabemos cuáles amenazas surgieron durante el siglo pasado a causa de la filosofía puesta al servicio de la ideología. Somos conscientes de que es muy fácil usar contra el hombre, contra su libertad y su integridad personal, los logros en el sector de la psicología. Cada vez con mayor frecuencia descubrimos cómo pueden destruir la personalidad, sobre todo de los jóvenes, la literatura, el arte o la música, si en su proceso de creación se inserta un contenido hostil al hombre.


Discursos 2001 245