Discursos 2001 279

279 2. En efecto, en este importante ámbito de la vida social, estamos atravesando una profunda evolución, que a veces tiene las características de un cambio radical. Ha cambiado la forma del trabajo, así como sus horarios y lugares. En los países más industrializados el fenómeno ha cobrado tales dimensiones, que el modelo del trabajo dependiente, realizado en grandes fábricas con horarios rígidos, pertenece ya al pasado.

Como toda gran transformación, también esta presenta elementos de tensión y, al mismo tiempo, de complementariedad entre la dimensión local de la economía y la dimensión global; entre la que se define "antigua" economía y la "nueva"; entre la innovación tecnológica y la exigencia de salvaguardar los puestos de trabajo; entre el crecimiento económico y la compatibilidad ambiental.
Sin embargo, sería un grave error creer que las transformaciones actuales acaecen de modo determinista. El factor decisivo, dicho de otro modo, "el árbitro" de esta compleja fase de cambio, es una vez más el hombre, que debe seguir siendo el verdadero protagonista de su trabajo. Puede y debe hacerse cargo de modo creativo y responsable de las actuales transformaciones, para que contribuyan al crecimiento de la persona, de la familia, de la sociedad en la que vive y de la entera familia humana (cf. Laborem exercens
LE 10).

A este propósito, resulta esclarecedora la referencia a la dimensión subjetiva del trabajo, a la que remite constantemente la doctrina social de la Iglesia: "El trabajo humano procede directamente de personas creadas a imagen de Dios y llamadas a prolongar, unidas y para mutuo beneficio, la obra de la creación dominando la tierra" (Catecismo de la Iglesia católica CEC 2427).

3. Mientras exista el hombre, existirá el gesto libre de auténtica participación en la creación que es el trabajo. Es uno de los componentes esenciales para la realización de la vocación del hombre, que se manifiesta y se descubre siempre como el que está llamado por Dios a "dominar la tierra". Ni aunque lo quiera, puede dejar de ser "un sujeto que decide de sí mismo" (Laborem exercens LE 6). A él Dios le ha confiado esta suprema y comprometedora libertad. Desde esta perspectiva, hoy más que ayer, podemos repetir que "el trabajo es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social" (ib., 3).

Durante estas jornadas de estudio tenéis la posibilidad de comprobar que ciertas interpretaciones de tipo mecanicista y economicista de la actividad productiva resultan superadas por el mismo análisis científico de los problemas vinculados al trabajo. Con respecto a los años pasados, estas concepciones resultan hoy aún más inadecuadas para interpretar los hechos, porque no son capaces de reconocer la naturaleza absolutamente original del trabajo como actividad libre y creativa del hombre.

La rápida y acelerada fase de cambio que el mundo está viviendo exige la superación de la actual visión del sistema económico y social, en el que sobre todo las necesidades humanas reciben una consideración restringida e inadecuada. A diferencia de todos los demás seres vivos, el hombre tiene necesidades infinitas, porque la referencia a la trascendencia determina su ser y su vocación. A partir de estas necesidades, afronta la aventura de la transformación de la realidad con sus ocupaciones laborales, según un ímpetu ideal que lo impulsa cada vez más allá de los resultados conseguidos en ellas.

4. Aunque varían las formas históricas con las que se expresa el trabajo humano, ciertamente no cambian sus exigencias permanentes, es decir, el respeto a los derechos inalienables.Por desgracia, existe el riesgo de que se nieguen estos derechos. Es el caso, en particular, del desempleo, que en los países de industrialización más antigua afecta de forma inédita a grupos significativos de hombres y mujeres: pienso en los que estaban empleados en procesos productivos ahora obsoletos; pienso en los jóvenes y en cuantos viven en áreas menos favorecidas, donde todavía persisten elevados índices de desempleo.

Existe, además, cierta precariedad laboral que, si bien por un lado puede ofrecer mayores oportunidades de empleo, por otro presenta riesgos y cargas que hay que afrontar, como son los costes de la movilidad, de la formación profesional y de la misma seguridad social.

En los países menos industrializados existen, además, problemas más dramáticos aún: la persistencia de la explotación del trabajo infantil; la falta de reconocimiento del valor del trabajo, especialmente del femenino, en el seno de la familia y fuera; la carencia de trabajo debida a la inestabilidad en el ámbito de las relaciones entre los hombres, especialmente en las situaciones de conflicto, y a la fragilidad del sistema de las relaciones económicas locales frente a los cambios producidos por la globalización productiva.

Ante estos problemas, hay que imaginar y construir nuevas formas de solidaridad, teniendo en cuenta la interdependencia que une entre sí a los hombres del trabajo. Aunque el cambio actual es profundo, deberá ser más intenso aún el esfuerzo de la inteligencia y de la voluntad para tutelar la dignidad del trabajo, reforzando, en los diversos niveles, las instituciones afectadas.

280 Es grande la responsabilidad de los Gobiernos, pero no menos importante es la de las organizaciones encargadas de tutelar los intereses colectivos de los trabajadores y de los empresarios. Todos están llamados no sólo a promover estos intereses de forma honrada y por el camino del diálogo, sino también a renovar sus mismas funciones, su estructura, su naturaleza y sus modalidades de acción. Como escribí en la encíclica Centesimus annus, estas organizaciones pueden y deben convertirse en "lugares donde se expresa la personalidad de los trabajadores" (n. 15).

5. También vosotros, científicos y hombres de cultura, estáis llamados a dar una contribución específica y decisiva a la solución de problemas tan vastos y complejos, que en algunas áreas alcanzan dimensiones dramáticas. Ocupándoos de los diversos aspectos del trabajo en el ámbito de las diferentes disciplinas, compartís la responsabilidad de comprender el cambio que está produciéndose en él. Esto significa poner de relieve las ocasiones y los riesgos que conlleva; significa, en particular, sugerir líneas de acción para guiar el cambio en el sentido más favorable al desarrollo de la entera familia humana.

Por último, a vosotros corresponde la tarea de leer e interpretar los fenómenos sociales con inteligencia y amor a la verdad, sin preocupaciones dictadas por intereses de grupo o personales. Más aún, se puede decir que vuestra contribución, precisamente por ser "abstracta", es esencial para la actuación concreta de las políticas económicas. Por tanto, no os canséis de aplicaros con paciencia y rigor científico a esas investigaciones. Dios os ayude y os ilumine con la sabiduría, que es don de su Espíritu.

En la doctrina social de la Iglesia podréis encontrar una guía y una referencia constante. Espero, además, que la misma doctrina social siga valiéndose de vuestra contribución, de las categorías y de las reflexiones de las ciencias sociales, con el diálogo fecundo que siempre produce beneficios recíprocos.

Con estos sentimientos, a la vez que de corazón imploro sobre todos la protección de María santísima y de su esposo san José, humilde y generoso trabajador, os envío a cada uno mi bendición.

Castelgandolfo, 14 de septiembre de 2001

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II

AL NUEVO EMBAJADOR DE ARMENIA

CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN


DE LAS CARTAS CREDENCIALES


Sábado 15 de septiemebre de 2001

Señor embajador:

1. Me alegra dar la bienvenida a su excelencia, con ocasión de la presentación de las cartas que lo acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Armenia ante la Santa Sede. Le agradezco sus cordiales palabras y le ruego que transmita a su excelencia, el señor Robert Kotcharian, presidente de la República, mi agradecimiento por los saludos que me ha dirigido.

2. Con alegría me preparo a visitar su país dentro de algunos días, para encontrarme con las autoridades civiles y con el pueblo armenio, y para unirme a las celebraciones del XVII centenario del cristianismo en Armenia. Me alegra poder reunirme con su excelencia el señor presidente de la República, recordando la visita que me hizo en el Vaticano hace dos años, y así desarrollar las cordiales relaciones que existen entre la Santa Sede y su país. Este viaje permitirá también proseguir y afianzar la senda del diálogo y el camino hacia la unidad emprendido con la Iglesia armenia apostólica, sobre todo con Sus Santidades Vasken I y Karekin I, cuya memoria deseo honrar aquí, evocando su compromiso en favor de la causa de la unidad, felizmente continuado con Su Santidad Karekin II, patriarca supremo y Catholicós de todos los armenios.

Permítame expresar mi gratitud, a través de usted, a todas las autoridades civiles y religiosas que han contribuido a la preparación de mi próximo viaje.

281 3. Como usted acaba de recordar, su país tiene una larga historia, y una larga historia cristiana. Después de una primera evangelización, que según la tradición se remonta hasta los apóstoles Bartolomé y Tadeo, san Gregorio el Iluminador logró la adhesión de Armenia al cristianismo, al inicio del siglo IV, con la conversión del rey Tirídates III, y luego de su familia y de todo su pueblo. "Con el bautismo de la comunidad armenia, comenzando por sus autoridades civiles y militares, nació una identidad nueva del pueblo, que llegaría a ser parte constitutiva e inseparable del mismo ser armenio" (Carta apostólica con ocasión del XVII centenario del bautismo del pueblo armenio, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de marzo de 2001, p. 6), convirtiéndolo en el primer pueblo oficialmente cristiano en la historia.

La labor de evangelización suscitó desde ese momento el nacimiento de una cultura original y fuerte, forjada en la fe cristiana, que ha sido para los armenios el medio auténtico para conservar su identidad. La historia de Armenia ha estado marcada por muchos sufrimientos, debidos en gran parte a su posición geográfica, en los confines con grandes potencias. Armenia ha padecido ocupaciones y ha sido anexionada en varias ocasiones, pero siempre ha conservado su identidad cultural y religiosa. Por tanto, se puede decir que las raíces religiosas cristianas de Armenia son parte constitutiva de la nación.

Después de las inmensas aflicciones sufridas al inicio del siglo pasado, que culminaron en los trágicos acontecimientos de 1915 y en la dispersión del exilio que siguió, su país ha reanudado el camino, hasta recobrar, hace diez años, su independencia. Como usted mismo ha subrayado, este camino es largo para un pueblo que aspira a encontrar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones, gracias a una mayor cooperación con sus vecinos y a relaciones internacionales constructivas para su desarrollo económico, social y cultural.

La Santa Sede apoya en todos los pueblos la aspiración legítima al bienestar y a la libertad, recordando a cada uno el deber de participar con paciencia y constancia en la construcción de la nación con vistas al bien común. De la misma manera, los invita incansablemente al diálogo con sus vecinos, para favorecer una paz justa y duradera entre todos y la concordia entre las naciones. La Santa Sede no duda de la capacidad del pueblo armenio para realizar estas legítimas aspiraciones.

4. Su presencia me brinda la oportunidad de saludar a la comunidad católica que vive en Armenia, reunida en torno a su pastor, Su Beatitud Nerses Bedros XIX, patriarca de Cilicia de los armenios católicos, juntamente con su predecesor, Su Beatitud Jean-Pierre XVIII Kasparian. Me alegra poder encontrarme con los fieles católicos, orar con ellos, pudiendo así, como Sucesor de Pedro, animarlos para que fortalezcan cada vez más su fe, con fidelidad a su bautismo y al testimonio heroico de tantos hermanos suyos, y para que contribuyan, a su vez, al diálogo ecuménico y, junto con todos sus conciudadanos, al bien del país entero.

5. Sea bienvenido, señor embajador, al comenzar su misión de representante ante la Santa Sede; acoja los votos cordiales que formulo por su feliz cumplimiento. Siempre encontrará entre mis colaboradores acogida y comprensión para ayudarle en su noble misión.

Sobre usted, excelencia, sobre su familia, sobre sus colaboradores y sobre todo el pueblo armenio invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LAS RELIGIOSAS CAPITULARES

DE SAN PABLO DE CHARTRES


Sábado 15 de septiembre de 2001



Me alegra acogeros y daros una cordial bienvenida. Con ocasión de vuestro XLV capítulo general, en el momento en que os disponéis a elegir un nuevo consejo general, habéis venido a encontraros con el Sucesor de Pedro, manifestando así vuestra devoción filial a su persona y vuestro vivo sentido de Iglesia. Al aseguraros mi cercanía espiritual durante vuestros trabajos, invoco de buen grado al Espíritu Santo, a fin de que os conceda imitar el impulso del apóstol san Pablo, vuestro santo patrono, para participar en esta nueva creatividad de la caridad, que he recomendado ardientemente al comienzo de este nuevo milenio. Que la contemplación del rostro de Cristo, fuente de toda fecundidad apostólica, estimule la fidelidad a vuestro carisma fundacional e impulse vuestro compromiso misionero, particularmente entre las personas más necesitadas.

Desde los tiempos de vuestra fundación, en 1696, por obra del abad Louis Chauvet, habéis querido mantener siempre esta fidelidad a vuestro carisma, consagrándoos de manera particular al servicio de la juventud y de los más pobres. Vuestro deseo de conformaros totalmente al Señor os ha llevado a buscar su rostro en el de aquellos con los que él mismo quiso identificarse. Aún hoy, en los cinco continentes, vuestra presencia en el campo de la educación, en el de la sanidad y entre los marginados sigue siendo un signo eminente de la "locura" del amor de Cristo a todos los hombres y una llamada valiente a trabajar por la llegada del reino de Dios.

La juventud actual vive en todos los continentes situaciones difíciles, relacionadas con el materialismo, las transformaciones culturales, las divisiones familiares, las diversas formas de violencia, y la falta de puntos de referencia morales y espirituales. En vuestra misión educativa, juntamente con los laicos que colaboran en vuestras obras, es importante que proporcionéis una formación científica, humana, moral y religiosa de calidad, dando así a los jóvenes la posibilidad de forjar y estructurar su personalidad, y superar las dificultades que encuentren, permitiéndoles vislumbrar un futuro más sereno. No tengáis miedo de proponer el camino de la fe y transmitir con alegría la llamada del Señor al sacerdocio o a la vida consagrada. De igual modo, es importante que los adultos les ayuden a descubrir la belleza de la llamada específica que constituye el matrimonio cristiano. Los jóvenes esperan que los adultos les muestren los caminos de la santidad.

282 Ahora que vuestro capítulo general os brinda la ocasión de encontrar un impulso nuevo para recomenzar con esperanza, os aliento a afianzar vuestra consagración en Cristo, el consagrado del Padre, cuya presencia amorosa y salvífica habéis sido invitadas a manifestar, mostrando con toda vuestra vida la felicidad que implica dedicarse totalmente a la sequela Christi. En el misterio de su muerte y su resurrección, reveló a toda la humanidad la verdad sobre Dios y sobre el hombre, invitando a cada creyente a participar en esta dinámica pascual, para llevar el Evangelio al mundo.
Atentas a responder con confianza a los nuevos desafíos que deberéis afrontar, y fortalecidas por la oración de las hermanas ancianas, aprended a pasar cada día con Cristo de la muerte a la vida. Dejaos renovar por él, "para construir con su Espíritu comunidades fraternas, para lavar con él los pies a los pobres y para dar vuestra aportación insustituible a la transformación del mundo" (Vita consecrata
VC 110).

Encomendándoos a la intercesión de la Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores, a quien la Iglesia invita a celebrar hoy, os imparto una particular bendición apostólica, que extiendo a todas las religiosas de vuestra congregación, a los laicos que trabajan con vosotras y a todas las personas que se benefician de vuestro apostolado.

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS OBLATOS DEL SAGRADO CORAZÓN

Sábado 15 de septiembre de 2001




Amadísimos Oblatos y Oblatas del Sagrado Corazón:

1. Es para mí una gran alegría encontrarme con vosotros en el marco de las solemnes celebraciones por el centenario del nacimiento de vuestro fundador, el siervo de Dios don Francesco Mottola. Sacerdote generoso e iluminado de vuestra querida diócesis, dejó una huella profunda en la vida eclesial y en el ambiente cultural y social en el que vivió, difundiendo el influjo de su acción apostólica más allá de los confines de Calabria.

Saludo, ante todo, a monseñor Domenico Cortese, obispo de Mileto-Nicotera-Tropea, a quien agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos comunes, recordando eficazmente la figura y el mensaje espiritual de don Mottola. Extiendo este saludo afectuoso a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, miembros de la gran familia oblata. A vosotros aquí presentes, así como a todos los hijos espirituales del siervo de Dios, deseo dirigiros mi saludo y manifestaros mi profundo aprecio por vuestro generoso testimonio evangélico, especialmente entre los pobres y las personas necesitadas.

2. Como ha subrayado oportunamente vuestro obispo, la palabra clave de la vida, de la espiritualidad y de la acción pastoral y caritativa de don Mottola es "oblación". Dotado de una personalidad viva y muy sensible, afrontó desde los años de la formación sacerdotal una exigente ascesis, alimentada con la oración diaria, para dominar su carácter exuberante e identificarse cada vez más con Cristo. En el Reglamento de vida escribió: "La rueda principal de mi vida espiritual será el abandono, completo y absoluto, al Corazón de Jesús". Esta consagración total a Cristo tiene su centro y su esencia en la Eucaristía, y se configura como una "oblación" sin reservas a Dios y a los hermanos.

De esta premisa deriva, en la experiencia de don Mottola, una síntesis armoniosa entre contemplación y acción, inseparables entre sí, según el conocido principio: "Contemplare et contemplata aliis tradere". El modelo de este itinerario espiritual es la Virgen María, a la que vuestro fundador recurría con confianza filial, imitándola tanto en la "contemplación" como en el "servicio", e indicando a sus oblatos esta perfecta integración como una verdadera "santidad social", forma de apostolado eficaz para nuestros tiempos.

Esta alta espiritualidad, que, sin renunciar al primado de la contemplación, impulsa a vivir los consejos evangélicos en el mundo y a acoger las necesidades de los hermanos, no podía menos de ser fecunda en iniciativas y actividades en favor de los pobres y las personas necesitadas. Espero de corazón que las celebraciones del centenario constituyan un fuerte estímulo para que todos profundicéis y difundáis el tesoro de espiritualidad y apostolado que este amado siervo de Dios os legó.

3. Deseo dirigirme ahora de modo particular a vosotros, queridos Sacerdotes del Sagrado Corazón, que vivís vuestra identidad de sacerdotes diocesanos con el espíritu y los ideales de don Mottola. Difundid con vuestro testimonio personal y vuestro apostolado los grandes valores que os transmitió vuestro fundador. Usando una sugestiva imagen suya, sed los "cenobitas" de la calle. Solía repetir: "El apostolado de las obras -por el que hemos renunciado a la celda y hemos permanecido como viandantes en el mundo- desciende de la plenitud de la contemplación, como de los montes nevados toman fuerza los ríos, que desembocan en el mar, ansiosos de azul, para ser reabsorbidos por el sol".

283 Os dirijo una palabra de afecto y aliento también a vosotras, queridas Oblatas del Sagrado Corazón. Siguiendo las enseñanzas de don Mottola, no manifestáis vuestra entrega total a Dios y a los hermanos que sufren en la soledad del claustro, sino en la vida a menudo frenética del mundo, armonizando oración y acción, búsqueda de Dios y testimonio de la caridad. Amad y conservad celosamente este carisma vuestro para bien de la Iglesia y de la sociedad. Vuestro fundador os recuerda que debéis "tender a la perfección espiritual mediante la oración contemplativa y el apostolado: permanecer en el mundo para estar más dispuestas a escuchar la voz del dolor y de la soledad".

También vosotros, queridos Oblatos laicos, sabed ser testigos de la contemplación a la que todo cristiano, joven o adulto, soltero o casado, está llamado según las obligaciones propias de su estado. Fortalecidos con esta espiritualidad, seréis capaces de renovar el ambiente que os rodea con adecuadas iniciativas de oración, como, por ejemplo, los "viernes de Corello", y de compromiso civil y social, como ya hacéis en apoyo de muchos jóvenes desocupados.

Por último, saludo a las Consagradas del Sagrado Corazón, a las que exhorto a vivir el carisma oblato en la entrega al Señor y a los hermanos, colaborando generosamente en la vida y en las actividades de la comunidad parroquial y comprometiéndose en la animación de la vida familiar, para favorecer "la vuelta de Cristo a las familias".

4. Amadísimos hermanos y hermanas, vuestra familia espiritual, aun dentro de la autonomía de cada grupo, vive en constante comunión de ideales y promueve iniciativas comunes. Proseguid con generosidad y clarividencia por este camino auténticamente evangélico y eclesial.

Que os estimule el ejemplo de vuestro fundador, siempre dispuesto a seguir a Cristo, aun cuando debió afrontar largos años de enfermedad, auténtico calvario que perfeccionó su conformación a Cristo crucificado. "Usque ad sanguinem!", solía decir. Su inmovilidad física no frenó, sino que hizo más intenso y eficaz el radio de su acción, influyendo profundamente en las conciencias y dejando una herencia espiritual todavía hoy fecunda.

Os encomiendo a la intercesión materna de la Virgen de Romanía, patrona especial de Tropea, amada y venerada por don Mottola con afecto filial, y os imparto de corazón a vosotros, a todos los Oblatos y Oblatas del Sagrado Corazón y a cuantos encontréis en vuestro servicio diario, una especial bendición apostólica.

DISCURSO DEL PAPA JUAN PABLO II

AL NUEVO EMBAJADOR DE KAZAJSTÁN

CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN


DE LAS CARTAS CREDENCIALES


Lunes 17 de septiembre de 2001

Señor embajador:

1. Me alegra darle la bienvenida, excelencia, con ocasión de la presentación de las cartas que lo acreditan como primer embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Kazajstán ante la Santa Sede y le agradezco sus amables palabras. Le ruego que transmita a su excelencia, el señor Nazarbaiev, presidente de la República, mi agradecimiento por los cordiales saludos que me ha dirigido.

2. Con alegría visitaré dentro de algunos días su país, estableciendo así un contacto más directo con las autoridades y los habitantes, en su gran diversidad. Como usted ha subrayado, en Kazajstán conviven varias etnias, con culturas, lenguas y religiones diferentes. Esta situación pluralista es un desafío y, a la vez, una oportunidad. Es un desafío porque, como escribí en mi Mensaje para la Jornada mundial de la paz del 1 de enero de 2001, "en el pasado, las diferencias entre las culturas han sido a menudo fuente de incomprensiones entre los pueblos y motivo de conflictos" (n. 8: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 15 de diciembre de 2000, p. 9). Por consiguiente, conviene que cada grupo particular se comprometa a respetar con esmero a los demás, esforzándose por conocerlos mejor, para superar eventuales tensiones.

Formar juntos una comunidad nacional, enriquecida por las diversidades de cada uno, es también una oportunidad. Eso presupone aprender a vivir en unión los unos con los otros, lo cual "no implica anulación en la uniformidad o forzada homologación o asimilación; más bien es expresión de la convergencia de una multiforme variedad, y por ello se convierte en signo de riqueza y promesa de desarrollo" (ib., 10).

284 Ojalá que su país, que celebra diez años de independencia, siga su camino pacífico hacia ese objetivo, promoviendo cada vez más el diálogo entre las culturas, el desarrollo de la colaboración con los países vecinos y la integración en la comunidad internacional.

3. La diversidad cultural de su país va acompañada de una gran diversidad religiosa y confesional, y usted, señor embajador, ha insistido en la importancia que su Gobierno atribuye a este pluralismo religioso, al diálogo entre las diferentes religiones, así como en la dimensión espiritual de la vida del hombre que expresan.

Al respecto, me congratulo de las buenas relaciones que existen entre la Santa Sede y su país, y de los acuerdos que garantizan los derechos y deberes de la comunidad católica que vive en Kazajstán, así como las obligaciones del Estado hacia ella. En efecto, en un Estado de derecho, la libertad religiosa es un bien precioso, expresión de la dignidad fundamental de la persona humana, que elige libremente, según su conciencia, la religión a la que quiere adherirse. No cabe dudad de que esa libertad invita a las personas y a las comunidades religiosas a contribuir al bien común, en el respeto a cada uno y en el marco de las leyes del país. Espero que Kazajstán encuentre en esta rica diversidad un fundamento sólido para su desarrollo humano y espiritual.

4. A través de usted me complace saludar a la comunidad católica, a sus pastores y fieles, con quienes tendré la alegría de encontrarme pronto en varias ocasiones. Los exhorto a formar comunidades vivas y fraternas, testimoniando las riquezas del Evangelio, promoviendo el diálogo con todos sus hermanos. Sé que ya participan activamente, junto con todos sus conciudadanos, en la vida de la nación y en su desarrollo material y espiritual. Permítame que me dirija, a través de usted, a todas las autoridades civiles y religiosas que están colaborando generosamente en la preparación de mi viaje. Se lo agradezco vivamente.

5. Señor embajador, comienza hoy la noble misión de representante de su país ante la Santa Sede. Acepte los cordiales votos que formulo por su éxito y tenga la seguridad de que encontrará siempre entre mis colaboradores la comprensión y el apoyo necesarios. Sobre usted, excelencia, sobre su familia, sobre todos sus colaboradores y sobre todos sus conciudadanos, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones divinas.

DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LOS CAPITULARES DE LOS CUATRO INSTITUTOS

DE LA FAMILIA MARISTA


Castelgandolfo, lunes 17 de septiembre de 2001


Queridos religiosos y religiosas de los institutos de la familia marista:

1. Saludo con alegría a todos los representantes de la familia marista en esta feliz ocasión, en que coinciden los capítulos generales de vuestros cuatro institutos y que permite vuestra visita común al Sucesor de Pedro. Se trata de un signo del Espíritu y una llamada a dejaros guiar por los caminos de una mayor comunión y de una colaboración más intensa. Agradezco al padre Joaquín Fernández, superior general de la Sociedad de María, sus cordiales palabras, que reflejan el espíritu con que vivís vuestros capítulos, vuestro arraigo mariano y vuestra solicitud misionera.

2. Habéis elegido en la Iglesia la vida consagrada, siguiendo el ejemplo de María, con fidelidad a las intuiciones de vuestros fundadores y al carisma de vuestros institutos. Vuestros predecesores se dedicaron a la evangelización en las parroquias, a la educación de los niños y a la promoción de la mujer. Después, comprometieron generosamente a toda la familia marista en el anuncio del Evangelio a los pueblos de Oceanía occidental, dejando en esa obra su impronta, principalmente con la educación en el fervor cristiano y con el interés por las vocaciones locales. La Iglesia acoge hoy con gratitud la labor misionera realizada y los dones de la gracia de Dios manifestados en la vida de vuestros institutos. Ha reconocido de manera particular estos dones como frutos de santidad en san Pedro Chanel y en san Marcelino Champagnat.

3. Hoy os corresponde manifestar de un modo original y específico la presencia de la Virgen María en la vida de la Iglesia y de los hombres, y, para ello, tener una actitud mariana. Esta se caracteriza por una disponibilidad gozosa a las inspiraciones del Espíritu Santo, por una confianza inquebrantable en la palabra del Señor, por un camino espiritual en relación con los diversos misterios de la vida de Cristo, y por una atención materna a las necesidades y a los sufrimientos de los hombres, especialmente de los más humildes. "La relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud" (Vita consecrata VC 28). Por tanto, sólo dirigiéndoos a María con fidelidad y audacia y dejándoos guiar por ella a "hacer lo que él os diga" (cf. Jn Jn 2,5), encontraréis sendas nuevas para la evangelización de nuestro tiempo.

4. Al ponerse rápidamente en camino hacia las montañas de Judea para ir a visitar a su prima Isabel, María nos enseña la libertad espiritual. En efecto, es importante que no os dediquéis exclusivamente a administrar la herencia del pasado, sino que discernáis lo que conviene abandonar, con espíritu de pobreza, pero sobre todo con la libertad evangélica, que nos dispone para las inspiraciones del Espíritu. En efecto, frente a la multiplicidad de exigencias, es necesaria una verdadera libertad para discernir las urgencias. "¡Rema mar adentro!": estas palabras que Jesús dirigió a Pedro nos invitan a "avanzar con esperanza" por las sendas del mundo, seguros de que "en este camino nos acompaña la santísima Virgen" (cf. Novo millennio ineunte NM 58).

285 5. María se entregó totalmente al Señor, confiando sin reservas en la palabra de Dios. ¿Podría no enseñaros a permanecer en la fuerza de esta Palabra y a elegir, como la otra María, la mejor parte? (cf. Lc Lc 10,42). En el mundo actual los discípulos de Cristo están muy expuestos al peligro de dispersión, porque la abundancia de los bienes materiales puede apartarlos de lo esencial y los compromisos pastorales son múltiples. Como escribí recientemente a toda la Iglesia, necesitamos contemplar el rostro de Cristo (cf. Novo millennio ineunte, cap. II), buscar más la profundidad de su misterio, dado que es la fuente verdadera de donde podemos sacar el amor que queremos dar. ¡No dejéis que se rompa este vínculo esencial de consagración a Cristo! Elegid más bien seguir humildemente al Señor, con la misma discreción de María. Trabajad con ella para lograr la unidad de vuestra vida en el Espíritu, ya que, como recuerda san Francisco de Sales, "una de las condiciones requeridas para recibir el Espíritu Santo es la de estar con María" (Sermón I para Pentecostés), y permitidle que os configure más a Cristo. Así vuestra vida y vuestra misión cobrarán su sentido profundo y darán frutos para los hombres y las mujeres de hoy.

6. Conservad viva la tradición misionera de vuestra familia. Juntamente con María, os lleva a estar particularmente atentos a las necesidades de nuestros contemporáneos, de aquellos que, en nuestras sociedades modernas, carecen de dignidad, de reconocimiento y de amor.

La Iglesia os necesita especialmente en un campo esencial para la familia marista: el de la educación de los niños y los jóvenes. Esta prioridad misionera está arraigada en el espíritu de María, madre y educadora de Jesús en Nazaret y, luego, en la primera comunidad cristiana. El mundo de la educación es difícil y exigente, pues obliga sin cesar a los educadores a adaptarse a los jóvenes y a sus expectativas. No os abatáis ante las dificultades del momento actual, las de la edad, que os aleja aparentemente de los más jóvenes, y las de la falta de medios y sobre todo de obreros para trabajar en la viña. Mirad, más bien, a los jóvenes con los ojos del buen Pastor, como una multitud que anda sin pastor (cf. Mt Mt 9,36), pero también como el campo maduro para la siega y que dará fruto a su tiempo (cf. Jn Jn 4,35-38). Asimismo, formad a los laicos que trabajan con vosotros para que vivan del carisma que os anima. Con vuestra existencia, estáis llamados a hacer que los jóvenes descubran la alegría que se experimenta al seguir a Cristo en la vida consagrada. ¡No tengáis miedo de proponer este camino a la juventud que busca la verdad!

7. Los capítulos generales que vivís valoran la fidelidad al espíritu de la fundación, pero también la renovación necesaria, conservando y enriqueciendo el patrimonio espiritual de los institutos. Que os ayuden a encontrar los signos nuevos de la comunión entre vuestros cuatro institutos y a fortalecer una colaboración que dé frutos para el cumplimiento fiel de vuestra misión. Que la Virgen os guíe por estos caminos de encuentro.

8. Con estos sentimientos me alegra saludaros, y saludar, a través de vosotros, a los miembros de la gran familia marista, esparcidos por todo el mundo en diversos apostolados. Saludo en particular, y con gratitud, a vuestros superiores generales, padre Joaquín Fernández, hermano Benito Arbués, hermana Gail Reneker y hermana Patricia Stowers, que han ejercido durante estos últimos años el difícil servicio de la autoridad en vuestros institutos. Expreso mis mejores deseos también a sus sucesores, que serán elegidos próximamente, para que, a ejemplo de María, guíen con audacia y fidelidad a la familia marista a lo largo de los caminos del nuevo milenio.

Encomendándoos a Nuestra Señora de Fourvière, que vio nacer a vuestros institutos, os imparto de buen grado una particular bendición apostólica a vosotros y a toda la familia marista.

Discursos 2001 279