Discursos 2001 332


A LOS MIEMBROS DE LA "FAMILA INTERNACIONAL KÖLPING"


Jueves 25 de octubre de 2001



Señor cardenal;
333 queridas hermanas y queridos hermanos:

1. Hoy la plaza de San Pedro es de las familias Kölping. De corazón os doy la bienvenida a este gozoso encuentro.

Agradezco al cardenal Joachim Meisner las amables palabras que me ha dirigido y con él saludo también al presidente general, el prelado Heinrich Festing, así como a todos los presidentes que han venido aquí con sus familias Kölping. Muchos de vosotros estabais aquí hace diez años, cuando elevé al honor de los altares al fundador de vuestro movimiento y precursor de la doctrina social católica. Es ciertamente una bendición para vuestra obra poderos dirigir a partir de entonces a un beato que no es ya sólo un ejemplo para vosotros, sino además un intercesor.

2. Hoy, vuestra peregrinación de acción de gracias se realiza bajo el signo de la invitación que Jesús dirigió a Mateo: "Sígueme" (
Mt 9,9). Adolfo Kölping, apenas ordenado sacerdote escogió este pasaje evangélico con ocasión de su primera predicación en su ciudad natal de Kerpen. Fue una elección apropiada, porque lo que san Mateo fue respecto a la aduana, Adolfo Kölping lo fue respecto a los talleres artesanales. Era un zapatero y respondió a la llamada del Señor, que no lo dejó jamás. No siguió ejerciendo su oficio, sino que cambió y se hizo sacerdote. De aprendiz de zapatero pasó a amigo de Jesús. Descubrió que el seguimiento de Cristo lleva a la libertad auténtica: "No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos (...). No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto y que vuestro fruto permanezca" (Jn 15,15-16).

3. De hecho, Adolfo Kölping ha producido abundantes frutos espirituales. Grande es la cosecha de la obra Kölping hoy en todo el mundo. Es una herencia que compromete. Dios, que nos ha dado la vida, tiene también un plan para cada uno de nosotros. Él espera que nos transformemos en la fuerza de la buena nueva y como un árbol bueno produzcamos frutos buenos.

Como hermanas y hermanos de la familia Kölping tenéis esta exigencia particular que vuestro "padre" Kölping ha establecido: como "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5,13-14) debéis extenderos por la sociedad y plasmarla según los principios de la doctrina social católica. Os doy las gracias por vuestro empeño, que en el pasado ha producido tanto bien. Para el futuro afirmo: ¡Dios no necesita cristianos a medias, sino católicos auténticos!

4. Queridas hermanas y queridos hermanos: el beato Adolfo Kölping dijo una vez: "Es importante llevar el cristianismo a la vida social real en el espíritu y en la práctica". Esta frase de vuestro fundador es hoy más actual que nunca. Me alegro porque en todo el mundo más de cinco mil familias Kölping la han acogido como mandato. Por esto os doy las gracias de corazón. Al mismo tiempo, os animo a no descuidar vuestro testimonio. "Fiel Kölping, fiel a Kölping". Hago mío este saludo vuestro y os imparto la bendición apostólica a vosotros y a vuestros seres queridos.







MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS OBISPOS DE LA CONFERENCIA


EPISCOPAL DE PAKISTÁN




A mis Venerables Hermanos
de la Conferencia Episcopal de Pakistán

En estos tiempos de tan grave preocupación por los dramáticos acontecimientos que tienen lugar en esa parte del mundo, he pedido al Arzobispo Paul Josef Cordes, Presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum", que les visite y exprese toda mi cercanía en la oración. Imploro al Padre de toda misericordia que proteja a Ustedes y a sus comunidades y les suscite sentimientos de sabiduría y aliento para enfrentar los desafíos de este momento de prueba.

Unidos en la solidaridad universal de la Iglesia con todos los pueblos del mundo, debemos esperar y rogar ardientemente que la estrella luminosa de la paz pueda pronto volver a brillar sobre su región. Al mismo tiempo, el dolor de innumerables hombres, mujeres, niños y niñas pide con gran voz un alivio concreto. En particular, las condiciones dolorosas de la multitud de refugiados requieren esfuerzos inmediatos por parte de los que se encuentran en condiciones de dar ayuda.

334 El Arzobispo Cordes buscará con Ustedes las posibilidades concretas que se abren para que la Iglesia en Pakistán pueda asistir a nuestros hermanos y hermanas necesitados. Yo les apoyaré en la oración. Bendigo a Ustedes y a sus fieles de todo corazón. Pueda la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiar sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús (cf. Flp Ph 4,7).

Desde el Vaticano, 22 de octubre de 2001

IOANNES PAULUS II











A LOS PATRIARCAS CATÓLICOS


DE LAS IGLESIAS ORIENTALES


Viernes 26 de octubre de 2001



Venerados patriarcas:

1. Me alegra recibiros con ocasión del Sínodo de los obispos, en el que habéis participado activamente. Os agradezco sinceramente vuestra presencia en esta asamblea, en la que se expresa de manera particularmente significativa la catolicidad de la Iglesia. Le habéis dado vuestra valiosa aportación. Las propuestas que me habéis presentado por escrito serán objeto de atenta reflexión, a fin de examinar todos los aspectos que puedan contribuir a una presencia más eficaz de la Iglesia en el mundo actual.

Aprovecho de buen grado esta ocasión para expresar, una vez más, mi cercanía espiritual a vuestras pruebas y a las de las poblaciones encomendadas a vuestro cuidado pastoral. Juntos oramos para que los graves problemas que debéis afrontar diariamente encuentren una solución rápida y satisfactoria. En este momento mi pensamiento va a la Tierra santificada por la presencia y la predicación del Redentor, Tierra donde derramó su sangre para la salvación del mundo, y desde la cual, una vez resucitado, envió al mundo a sus Apóstoles.

2. Os aseguro que sigo cada día con íntima participación las vicisitudes que viven las poblaciones de la región de Oriente Próximo y, en comunión con toda la Iglesia, elevo mi oración diaria para que surja finalmente el alba de una paz duradera y digna para todos. En este encuentro de intensa comunión fraterna os pido que transmitáis a los sacerdotes, a las personas consagradas y a todos los fieles mi saludo más cordial.

Os encomiendo a cada uno a la protección especial de la Madre de Dios, a la que vuestras Iglesias tienen una devoción tan intensa. ¡Cuántas celebraciones de los misterios que se refieren a ella han comenzado en vuestras tierras, logrando luego el consenso y la acogida de la Iglesia entera! Que la Virgen santísima dirija su mirada materna sobre vuestro ministerio y sobre vuestras queridas poblaciones.

Con estos sentimientos, os imparto a todos, como prenda de especial afecto, mi bendición.










A LA ASOCIACIÓN EUROPEA DE LOS TIRADORES HISTÓRICOS


Sábado 3 de noviembre de 2001



Amados hermanos y hermanas:

335 1. De buen grado os doy la bienvenida al Vaticano, y me alegro de que haya llegado el momento de este encuentro con vosotros. Como representantes de la Asociación europea de los Tiradores históricos habéis peregrinado a Roma para visitar las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles y sacar fuerza de la experiencia de fe comunitaria con vistas al camino futuro.

Quien quiera caminar con rectitud hacia el futuro, debe conocer la herencia del pasado. Quien quiera contribuir hoy a la construcción de un mundo justo y pacífico, debe saber cuál es su patria. Sobre todo para vosotros, hermanos y hermanas Tiradores, la patria es un gran bien. Aunque vuestras Asociaciones se dedicaron originariamente a la defensa de la patria como espacio territorial vital, hoy se trata más bien de valores y tradiciones, que están relacionados con ella y que hay que conservar. Por último, la patria se abre a la plenitud de su significado sólo cuando se va más allá del mero plano terreno y se piensa en las palabras que san Pablo dirigió a los Filipenses: "Nosotros somos ciudadanos del cielo" (
Ph 3,20).

2. Queridos hermanos y hermanas, experimento gratitud y estima hacia vosotros que, en vuestros países, os esforzáis por conservar el gran bien de la patria, en su sentido más amplio, y por transmitir sus valiosas tradiciones a las generaciones futuras. A vuestra peregrinación le faltaría algo si no comprendiera también una visita a la tumba de san Sebastián. Estáis unidos de modo particular a este mártir, porque lo habéis elegido como patrono.

San Sebastián os permite confrontar vuestro testimonio cristiano. Este testimonio es hoy más necesario que nunca, porque un número cada vez mayor de nuestros contemporáneos vive como si Dios no existiera. Ciertamente, la fe cristiana no se difunde con la fuerza de las armas, sino con el testimonio de vida. Se necesitan hombres y mujeres que en su actividad diaria no se cansen de discernir con atención los signos de los tiempos y de anunciar intrépidamente el Evangelio.
Precisamente a vosotros, Tiradores, desearía poneros de relieve que quien como cristiano desee dar en el blanco, debe ante todo dejarse alcanzar por aquel a quien debe su nombre: Jesucristo.
San Sebastián fue alcanzado por Cristo; por ello, aunque las flechas que atravesaron su cuerpo eran puntiagudas, no pudieron hacer nada a su alma. En efecto, san Sebastián estaba preparado para dar el testimonio por el que derramaría su sangre. Cumplió lo que la carta a los Efesios sugiere a los cristianos: "Ceñida vuestra cintura con la verdad y revestidos de la justicia como coraza, calzados los pies con el celo por el evangelio de la paz, embrazando siempre el escudo de la fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno. Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" (Ep 6,14-17).

3. Queridos hermanos y hermanas, cuando asistáis a las competiciones y a las fiestas de los Tiradores, tened presente que la verdadera competición es la vida. En ella, como cristianos, no podéis quedaros rezagados. Y cuando elijáis a vuestros "reyes del tiro", sed conscientes de que vuestro verdadero Rey es Cristo, Señor del universo. Con el deseo de que seáis alcanzados por Cristo, os imparto de corazón la bendición apostólica.

Saludo con afecto a los miembros de la Cofradía de los Tiradores históricos de Polonia, de Cracovia y de las demás ciudades. Agradezco a monseñor Jerzy Bryla las palabras de saludo e introducción.

Me alegra poder acogeros en el Vaticano. Vuestra presencia me recuerda vivamente todas las solemnidades eclesiales en Cracovia "la procesión a Skaka, la del Corpus Christi y tantas otras" en las que no faltó jamás la presencia de la Cofradía de los Tiradores. Como obispo de Cracovia estuve unido a vuestra Cofradía, y siempre he sentido profundo respeto por vuestra tradición plurisecular, así como por vuestro activo compromiso en la vida social, cultural y religiosa de los ambientes locales, independientemente de la situación política del país. Conservad esta buena tradición. Que no se apague en vuestro corazón la disposición caballeresca en la defensa de las personas más necesitadas y en llevarles una ayuda según el espíritu de la misericordia cristiana.

Habéis venido a Roma con la peregrinación de la Asociación europea de los Tiradores históricos. Es un organismo relativamente joven, pero con amplias perspectivas de futuro. En la época en que las naciones de Europa se unen, la Asociación de los Tiradores históricos puede convertirse en un signo del interés por las tradiciones, la cultura y la identidad nacional, y, al mismo tiempo, de apertura fraterna a los valores expresados y cultivados por las demás naciones. Espero que en este proceso de intercambio espiritual de los dones se transmitan a las generaciones futuras también los valores que brotan de la fe, la esperanza y el amor.

Por esto ruego al Señor. Con la oración os acojo a vosotros, a vuestras familias y a todos los miembros de la Cofradía de los Tiradores históricos de Polonia y del mundo. Que Dios os bendiga.








A LOS PEREGRINOS QUE PARTICIPARON


EN LA BEATIFICACIÓN



Lunes 5 de noviembre de 2001




336 Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos religiosos y religiosas;
hermanos y hermanas:

1. Pocos días después de la solemnidad de Todos los Santos, en la que dimos gracias a Dios por las maravillas realizadas en numerosos hermanos y hermanas nuestros que nos precedieron en el camino de la santidad, la Iglesia sigue estando de fiesta por la proclamación de ocho nuevos beatos, que ha tenido lugar ayer.

En el encuentro de esta mañana tenemos la oportunidad de confrontarnos con las enseñanzas y los testimonios de caridad que nos han dejado. Todo esto debe impulsarnos a tener confianza y valentía para proseguir en el difícil y exaltador camino hacia la santidad, "alto grado de la vida cristiana ordinaria" (Novo millennio ineunte,
NM 31).

2. Os dirijo ante todo mi cordial saludo a vosotros, amadísimos peregrinos procedentes de Eslovaquia, que os alegráis por la beatificación de Pablo Pedro Gojdic y Metodio Domingo Trcka. Siguiendo el espíritu evangélico y el ardor apostólico de san Cirilo y san Metodio, apóstoles de los eslavos, los dos nuevos beatos resplandecen por su amor a Cristo, su servicio a los hermanos y su fidelidad a la Sede de Pedro.

Para su ministerio episcopal el beato Pablo Pedro Gojdic eligió el lema: "Dios es amor, amémoslo", que traducía en una devoción profunda a la Eucaristía y al Sagrado Corazón. Alimentó un afecto filial por la Madre de Dios, venerada particularmente en la imagen de la Virgen de Kolkocov, que custodiaba en la capilla residencial. Cuando la Iglesia greco-católica fue declarada ilegal por el poder estatal, el beato Gojdic fue arrestado y encarcelado. Podía haber salido de la cárcel, a costa de traicionar su fidelidad a la Iglesia y al Papa. Pero permaneció fiel, y nosotros lo veneramos hoy en la gloria de los beatos como ejemplo de profunda espiritualidad y luminosa actividad pastoral.

El beato Metodio Domingo Trcka realizó su trabajo misionero como superior de la casa de Mukacevo y visitador apostólico de las religiosas basilianas en Presov y Uzhorod, convirtiéndose en el punto de referencia de muchas personas para su vida espiritual e iniciativas apostólicas. Con la llegada del régimen comunista, el padre Trcka fue encarcelado, interrogado varias veces, procesado y condenado a doce años de cárcel. A causa de las privaciones y las penas sufridas en la cárcel, falleció en su celda, dando un heroico testimonio de fidelidad al Evangelio, de solidaridad con su pueblo y de amor a la tradición del cristianismo de rito oriental.

3. Me dirijo ahora a los peregrinos de lengua italiana, en particular a cuantos han venido a Roma para participar en la beatificación de Juan Antonio Farina, que fue obispo celoso y clarividente, primero de Treviso y después de Vicenza. Saludo a los pastores de estas dos diócesis, sucesores del nuevo beato, y a las Hermanas Maestras de Santa Dorotea Hijas de los Sagrados Corazones, por él fundadas.

El beato Farina se dedicó totalmente al auténtico progreso humano y espiritual de la grey confiada a su cuidado. Con el deseo de hacerse todo para todos, descuidaba incluso las cosas necesarias para su propia vida. Su intensa actividad apostólica, tanto en su juventud como en los años de su madurez, estuvo animada constantemente por su unión con Dios. Hombre de caridad, dedicó especial atención a la formación de la juventud y al cuidado de las personas necesitadas, abandonadas y de los que sufrían por cualquier causa, respondiendo a las graves necesidades sociales de su época con riqueza creativa y espíritu de total abandono en Dios.

4. La Jornada mundial de las misiones, celebrada en octubre, se prolonga prácticamente en la beatificación del padre Pablo Manna, que fue superior general del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, y gran apóstol de la evangelización ad gentes. Con su existencia gastada completamente en favor de la causa misionera, fue un auténtico precursor de las intuiciones y las indicaciones del concilio ecuménico Vaticano II. El nuevo beato tiene el gran mérito de haber insistido con fuerza en la santidad sin concesiones ni vacilaciones, como premisa indispensable para ser apóstoles auténticos y creíbles del Evangelio.

337 Nuestra mirada se dirige ahora al beato Luis Tezza, en el que resplandecen de modo singular la caridad y el amor a las personas más necesitadas. Vivió día a día la fidelidad plena a su vocación, en la búsqueda y la realización constantes de la voluntad divina y en el servicio generoso y desinteresado al prójimo. La afirmación del Señor Jesús: "Estaba enfermo, y me visitasteis" (Mt 25,36) es la base de su existencia de religioso perteneciente a la Orden de los Ministros de los Enfermos, y de fundador del instituto de las Hijas de San Camilo, a las que quiso transmitir el carisma de "testimoniar con corazón de madres el amor misericordioso de Cristo a los enfermos".

También Cayetana Sterni, fundadora de la Hijas de la Divina Voluntad, supo llevar una vida ordinaria con espíritu extraordinario. Los numerosos sufrimientos que debió soportar, sobre todo durante sus años juveniles, afinaron su sensibilidad, haciéndola capaz de un amor abnegado, de perdón y de disponibilidad para con los pobres. Viviendo en un estado de búsqueda y realización continuas de la voluntad de Dios, comprendió que cumplir la voluntad divina significa comprometerse a sacar, con la fuerza del amor, el bien incluso del mal, a la manera de Jesús. Precisamente por esto, su testimonio de vida es muy necesario también en nuestros días.

5. El beato Bartolomé de los Mártires, dominico por vocación e ideal de vida, ardía de celo por la causa de Dios, que es la salvación de los hombres, iluminándoles el camino con el Evangelio. Fiel a la norma apostólica: "Dedicarse asiduamente a la oración y al ministerio de la Palabra" (Ac 6,4), atrayendo consigo al clero: promueve su formación permanente, pone a su alcance medios para predicar al pueblo, y funda el seminario para preparar dignamente a los futuros sacerdotes.
El seminario era sólo una de las medidas de la reforma recomendada por el concilio de Trento, a cuya aplicación el beato arzobispo se entregó en cuerpo y alma, no sin obstáculos, algunos de los cuales tuvieron resonancia aquí en Roma. El Papa Pío IV, hablando de don fray Bartolomé, respondió así: "Durante el tiempo que estuvo en el Concilio nos dio tal satisfacción con su bondad, piedad y devoción, que seguimos teniendo gran estima por él, un gran concepto de su honradez y su virtud, que no podrán alterar las quejas de nadie" (Carta al rey de Portugal, cardenal don Enrique). Ayer he podido confirmar, con el acto de su beatificación, estos sentimientos de mi predecesor. Saludo a la Iglesia de Lisboa, que lo vio nacer, y a la de Viana do Castelo, que lo acogió durante sus últimos años y conserva la reliquia venerable de su cuerpo; saludo a la archidiócesis de Braga, en su extensión de entonces, y a todo Portugal, al que sirvió y amó, sobre todo en la persona de los pobres.

6. Saludo con mucho afecto a todos los peregrinos que participaron ayer en la beatificación de la madre María Pilar Izquierdo, procedentes de los lugares donde está presente la Obra Misionera de Jesús y María. En Europa: España e Italia; en América: Colombia, Ecuador y Venezuela; en África: Nacala y Maputo, de Mozambique.

En el mundo actual, donde a veces prevalece la búsqueda desmesurada del goce y la utilidad inmediata, la figura de la madre Pilar Izquierdo proclama con sublime elocuencia el valor redentor del sacrificio, libremente aceptado y ofrecido juntamente con el de Cristo para la salvación del género humano. La beata Pilar Izquierdo fue un verdadero apóstol de la difusión del Evangelio. Con un grupo de seguidoras se dedicó a anunciarlo en barrios pobres y marginados, hambrientos de pan y sobre todo de Dios, en un período de su vida en el que no le faltaron incomprensiones de todo tipo. Nunca perdió el amor al sacrificio, siendo por ello un luminoso ejemplo para cuantos, aun en medio de muchas dificultades, consagran su vida a la causa del reino de los cielos.

7. Amadísimos hermanos y hermanas, elevemos nuestra oración al Señor para implorar también nosotros la misma fe, la misma valentía y la misma entrega que engrandecieron a estos ocho nuevos beatos.

Que nos sostenga siempre su intercesión celestial, juntamente con la de la Virgen María, a cuya protección materna os encomiendo a todos vosotros, a vuestras familias y a vuestras comunidades de proveniencia, a la vez que de corazón imparto a todos una especial bendición.









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL FRANCESA




Al señor cardenal LOUIS-MARIE BILLÉ
Arzobispo de Lyon
Presidente de la
338 Conferencia episcopal de Francia

1. En el momento en que en Lourdes numerosos peregrinos, en torno a los obispos de Francia reunidos en asamblea plenaria, se disponen a celebrar solemnemente el centenario de la consagración de la basílica de nuestra Señora del Rosario, me alegra dirigiros a todos mis cordiales saludos y unirme mediante la oración a vuestra acción de gracias por los beneficios espirituales obtenidos en ese lugar y por las conversiones que se han realizado allí. Para celebrar las maravillas de Dios, es bueno que las corales litúrgicas de Francia, reunidas en los santuarios, acompañen la oración de los fieles y de los que se unen a la celebración eucarística a través de los medios de comunicación.

2. El 6 de octubre de 1901, mi predecesor el Papa León XIII invitó a todos los obispos del mundo a compartir la alegría que sentía por la consagración de esa iglesia dedicada a Nuestra Señora del Rosario, congratulándose por la ocasión que de esta forma se ofrecía a los cristianos de profundizar el significado de la práctica antigua y venerable de la plegaria a la Madre de Dios. En efecto, como muestra toda la tradición litúrgica, la Iglesia tiene en gran consideración el culto a María, unido indisolublemente a la fe en Cristo.

3. Parábola viva de piedra y luz, esa basílica despliega ante los ojos de los peregrinos los quince misterios de la vida de Cristo, revelando así el sentido profundo del rosario. Esta plegaria, centrada en la contemplación de la Encarnación redentora, nos hace participar bajo la guía de la Virgen María en los acontecimientos del Salvador. Con esta Madre purísima, repasamos la historia de la salvación y, a través de la meditación de los misterios del rosario, acogemos el amor de Dios, manifestado de manera sublime en el don del Verbo encarnado. Así, gracias al culto tributado a la Virgen, la Iglesia jamás pierde de vista su fin último, que es "glorificar a Dios y empeñar a los cristianos en una vida absolutamente conforme a su voluntad" (Marialis cultus, 39).

4. En el alba del tercer milenio, estamos invitados a "conocer, amar e imitar" a Cristo "para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste" (Novo millennio ineunte ). Como decía san Luis María Grignion de Montfort, es imposible "que una persona logre una unión íntima con nuestro Señor y una perfecta fidelidad al Espíritu Santo, sin una grandísima unión con la santísima Virgen" (Tratado sobre la verdadera devoción a la santísima Virgen). Así pues, animo vivamente a los fieles a crecer en el conocimiento de los misterios de Cristo con la meditación del rosario, dejando que purifique e ilumine poco a poco sus almas para llegar a ser, como María, verdaderos discípulos del Señor y para conformar su vida a la pasión y resurrección del Salvador.

5. Invocando la intercesión de nuestra Señora de Lourdes y de santa Bernardita, os imparto la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a monseñor Jacques Perrier, obispo de Tarbes y Lourdes, a todos los obispos, a las corales litúrgicas reunidas en Ancoli, a los fieles congregados y a los que están en comunión con ellos por medio de la radio y la televisión, así como a todos los peregrinos que, con ocasión de las fiestas del centenario de esta consagración, acudan a ese lugar.

Vaticano, 7 de octubre de 2001









                                                                                  Noviembre de 2001




A LOS REPRESENTANTES


DEL "CENTRO CULTURAL JUAN PABLO II"


DE WASHINGTON


Martes 6 de noviembre de 2001



Eminencias; queridos amigos:

Me complace recibiros en el Vaticano por primera vez desde la inauguración del nuevo Centro cultural en Washington. Agradezco al cardenal Maida sus amables palabras y su informe sobre el progreso de la misión del Centro de desarrollar el diálogo de la Iglesia con las diversas formas en las que se expresa la búsqueda humana universal de la verdad y de su significado.

339 Los trágicos acontecimientos que han conmovido a la comunidad internacional en los últimos dos meses nos han hecho comprender a todos, una vez más, la fragilidad de la paz y la necesidad de construir una cultura de diálogo respetuoso y de cooperación entre todos los miembros de la familia humana. Tengo confianza en que la comunidad católica en Estados Unidos seguirá sosteniendo el valor de la comprensión y del diálogo entre los seguidores de las religiones mundiales. Como sabéis, el compromiso de la Iglesia en favor de este diálogo se inspira, en definitiva, en su convicción de que el mensaje evangélico tiene la fuerza de iluminar a todas las culturas y actuar como una levadura salvífica de unidad y paz para toda la humanidad. En un mundo de creciente pluralismo cultural y religioso, este diálogo es esencial para superar los trágicos conflictos heredados del pasado y asegurar que "el nombre del único Dios tiene que ser cada vez más, como ya es de por sí, un nombre de paz y un imperativo de paz" (Novo millennio ineunte, NM 55).

El Centro cultural debe dar su contribución propia a esta importante realización. Una vez más aprovecho esta oportunidad para agradeceros a vosotros y a los numerosos bienhechores del Centro vuestro continuo compromiso en su misión de dar a conocer más ampliamente a la Iglesia y sus enseñanzas. Invocando sobre vosotros y vuestras familias la paz de Cristo, que supera todo conocimiento (cf. Flp Ph 4,7), os imparto cordialmente mi bendición apostólica.










A LOS PARTICIPANTES EN LA SEXTA SESIÓN PÚBLICA


DE LAS ACADEMIAS PONTIFICIAS


Jueves 8 de noviembre de 2001



Señores cardenales;
señores embajadores;
ilustres académicos pontificios;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra dirigiros mi saludo cordial a cada uno de vosotros, que en esta sesión pública de las Academias pontificias deseáis renovar vuestra fidelidad al Sucesor de Pedro y vuestro compromiso en favor de la promoción del humanismo cristiano en la era de la globalización.

Dirijo un afectuoso saludo al señor cardenal Paul Poupard, presidente del Consejo de coordinación entre Academias pontificias, y le agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes. Saludo, además, a los cardenales, a los hermanos en el episcopado, a los embajadores, a los sacerdotes, a los consagrados y las consagradas, así como a los integrantes del coro interuniversitario de Roma, que han amenizado con la belleza de la música nuestro encuentro.

2. Este año la Academia pontificia de Santo Tomás de Aquino y la Academia pontificia de Teología organizan la sesión pública según el estimulante tema: Dimensiones culturales de la globalización: un desafío al humanismo cristiano. Como he recordado muchas veces, los aspectos culturales y éticos de la globalización constituyen para la comunidad cristiana un motivo de especial interés y mayor atención, con respecto a los efectos puramente económicos y financieros del fenómeno.

La reflexión cristiana sobre la globalización puede encontrar indicaciones útiles en el acontecimiento de Pentecostés. En el libro de los Hechos san Lucas narra que, llenos del Espíritu Santo, los Apóstoles "se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse", y la gran muchedumbre procedente de "todas las naciones que hay bajo el cielo" escuchó, en las diversas lenguas del mundo, el anuncio de "las maravillas de Dios" (cf. Hch Ac 2,4-11). La Iglesia, enviada a la gente para ser "sacramento universal de salvación" (Lumen gentium LG 48), al inicio del tercer milenio -tertio millennio ineunte- sigue recorriendo los innumerables caminos del mundo para anunciar por doquier el Evangelio de Jesús, "camino, verdad y vida" (Jn 14,6). Al enseñar a todas las naciones (cf. Mt Mt 28,19), introduce en las culturas del mundo la sal de la verdad y el fuego de la caridad, juntamente con la novedad y la salvación traídas por Cristo. En su misión diaria, la Iglesia "habla en todas las lenguas, comprende y abraza en el amor a todas las lenguas, superando así la dispersión de Babel" (Ad gentes AGD 4).

340 Experta en humanidad, se siente interpelada para discernir y valorar el novum cultural producido por la globalización. Es un novum que implica a toda la comunidad de los hombres, llamada por Dios, Creador y Padre, a formar una sola familia en la que se reconozcan a todos los mismos derechos y deberes, en virtud de la dignidad común y fundamental de la persona humana.

3. El discernimiento, que como discípulos de Cristo estamos llamados a realizar, aun abarcando también el aspecto económico y financiero de la globalización, tiene como objeto primario sus inevitables reflejos humanos, culturales y espirituales. ¿Qué imagen del hombre se propone de este modo y, en cierto sentido, también se impone? ¿Qué cultura se favorece? ¿Qué espacio se reserva a la experiencia de fe y a la vida interior?

Se tiene la impresión de que los complejos dinamismos, suscitados por la globalización de la economía y de los medios de comunicación, tienden a reducir progresivamente al hombre a una de las variables del mercado, a una mercancía de intercambio, a un factor del todo irrelevante en las opciones más decisivas. De este modo, el hombre corre el riesgo de sentirse aplastado por mecanismos de dimensiones mundiales sin rostro y de perder cada vez más su identidad y su dignidad de persona.

A causa de estos dinamismos, también las culturas, si no se las acoge y respeta según su originalidad y riqueza propias, sino que se las adapta forzadamente a las exigencias del mercado y las modas, pueden correr el peligro de la homologación. El resultado es un producto cultural caracterizado por un sincretismo superficial, en el que se imponen nuevas escalas de valores, derivadas de criterios a menudo arbitrarios, materialistas, consumistas y reacios a cualquier tipo de apertura al Trascendente.

4. Este gran desafío, que al inicio del nuevo milenio pone en juego la misma visión del hombre, su destino y el futuro de la humanidad, impone un atento y profundo discernimiento intelectual y teológico del paradigma antropológico-cultural, creado por estos cambios históricos. En este marco, las Academias pontificias pueden dar una valiosa contribución, orientando las opciones culturales de la comunidad cristiana y de toda la sociedad y proponiendo ocasiones e instrumentos de confrontación entre fe y culturas, entre revelación y problemáticas humanas. Asimismo, están llamadas a sugerir itinerarios de conocimiento crítico y de diálogo auténtico, que pongan siempre al hombre y su dignidad en el centro de todo proyecto con el fin de promover su desarrollo integral y solidario.

Es preciso vencer todo temor y afrontar estos desafíos históricos, confiando en la luz y en la fuerza del Espíritu que el Señor resucitado sigue dando a su Iglesia. "Duc in altum, rema mar adentro", repetí muchas veces en la carta apostólica Novo millennio ineunte. Hoy os confío también a vosotros esta invitación de Cristo, para que afrontéis con valentía y competencia los múltiples y complejos problemas de nuestro tiempo, a fin de sostener un humanismo en el que el hombre pueda reencontrar la alegría de ser imagen más viva y más hermosa del Creador.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, como bien sabéis, hace seis años instituí el Premio de las Academias pontificias, a fin de suscitar nuevos talentos y animar el compromiso de jóvenes estudiosos, artistas e instituciones que dedican su actividad a la promoción del humanismo cristiano. Acogiendo la propuesta del Consejo de coordinación entre Academias pontificias, en esta solemne ocasión me alegra entregar este premio a la doctora Pía Francesca de Solenni, por su trabajo en teología tomista titulado: A Hermeneutic of Aquina's Mens through a Sexually Differentiated Epistemology. Towards an Understanding of Woman as Imago Dei, presentado en la Universidad pontificia de la Santa Cruz.

Deseo ofrecer también, como signo de aprecio, una medalla del pontificado al doctor Johannes Nebel, recién doctorado, miembro de la familia espiritual "La Obra", por su tesis: Die Entwicklung des römischen Messritus im ersten Jahrtausend anhand der Ordines Romani. Eine synoptische Darstellung, presentada en el Ateneo pontificio San Anselmo de Roma.

Al término de esta solemne sesión, me agrada manifestar a todos los académicos, y especialmente a los miembros de las Academias pontificias de Teología y de Santo Tomás, mi profundo aprecio por la actividad desarrollada y expresarles mi deseo de un renovado compromiso en el campo filosófico y teológico, así como en la formación de los jóvenes estudiosos.

Con estos sentimientos, os encomiendo a cada uno de vosotros, así como a vuestra valiosa obra de estudio e investigación, a la protección materna de la Virgen María, Sede de la sabiduría, y de corazón os imparto a todos una especial bendición apostólica.






Discursos 2001 332