Discursos 2001 347

347 4. Vuestro servicio está vinculado por una doble fidelidad: a Cristo, el único mediador, que es el camino, la verdad y la vida para toda la familia humana; y a la Iglesia, que él fundó como sacramento universal de salvación.

En el centro de vuestro trabajo se halla una concepción de la dignidad del hombre basada en la verdad de la persona humana creada a imagen de Dios (cf. Gn
Gn 1,26), una verdad que ilumina toda la doctrina social de la Iglesia. De esta concepción deriva el sentido de los derechos inalienables, que ningún poder humano puede conceder o negar, porque tienen su fuente en Dios. Los demás cristianos y también muchos seguidores de las otras grandes religiones del mundo comparten esta concepción profundamente religiosa. Por eso el trabajo de la Comisión ha representado un elemento muy fecundo de cooperación ecuménica e interreligiosa; y esto también es un logro muy valioso en un mundo agitado y dividido. Os exhorto, pues, como organización católica internacional unida a la Santa Sede en la gran tarea de promover la solidaridad, a no cejar jamás en la búsqueda de nuevas formas de cooperación ecuménica e interreligiosa, hoy más necesarias que nunca.

Recordándoos en mis oraciones, y encomendando el trabajo de la Comisión a la amorosa protección de María, Madre de la Iglesia, invoco cordialmente sobre vosotros gracia y paz abundantes en Jesucristo, "el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos" (Ap 1,5).

5. A la Comisión católica internacional para las migraciones se han unido hoy también los representantes y los miembros de la fundación Migrantes, a quienes saludo cordialmente. Este año dicho organismo, que trabaja en nombre de la Conferencia episcopal italiana, celebra el 50° aniversario de su institución. Esta fundación, creada para la evangelización y el servicio pastoral de los italianos en el extranjero, se dedica ahora a apoyar a los organismos eclesiales italianos en la asistencia humana y espiritual de los emigrantes que llegan a Italia. Favoreciendo el diálogo entre las culturas para una civilización del amor y la paz, está llamada a estimular, en la sociedad civil, la comprensión y la valorización de cuantos llegan a la península, en un clima de convivencia pacífica que respeta los derechos de la persona.

Espero que, con la intercesión de María santísima, esta benemérita institución siga realizando su valioso trabajo según el espíritu de Cristo. Os bendigo a todos.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CARDENAL WALTER KASPER


Y A LOS PARTICIPANTES EN LA SESIÓN PLENARIA


DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PROMOCIÓN


DE LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS




Al venerado hermano señor cardenal

WALTER KASPER

Presidente del Consejo pontificio
para la promoción
de la unidad de los cristianos

1. Le dirijo con afecto mi saludo a usted y a todos los participantes en la sesión plenaria del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, dedicada a un tema muy significativo: "Comunión: don y compromiso. Análisis de los resultados de los diálogos y futuro de la búsqueda ecuménica".

Espero fervientemente que también esta importante reunión contribuya a hacer que avance el camino ecuménico hacia el restablecimiento de la unidad plena de todos los cristianos, prioridad pastoral que siempre ha estado presente en mi corazón desde el inicio de mi pontificado. En efecto, al comenzar mi ministerio petrino quise acoger plenamente la invitación del concilio Vaticano II a comprometer a la Iglesia católica "de modo irreversible a recorrer el camino de la acción ecuménica, poniéndose a la escucha del Espíritu del Señor, que enseña a leer atentamente los "signos de los tiempos"" (Ut unum sint UUS 3).

348 "Los signos de los tiempos". La Iglesia católica, consciente de que "creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer a la Iglesia" (ib., 9), no deja de recorrer confiada este camino difícil, pero tan lleno de alegría, que conduce a la unidad y la comunión plena entre los cristianos (cf. ib., 2). ¡Cuántos signos de los tiempos han estimulado y sostenido nuestro camino durante los decenios que nos separan del Concilio y en el comienzo de este nuevo milenio! Las mismas celebraciones ecuménicas que articularon el gran jubileo del año 2000 ofrecieron signos proféticos y conmovedores, y "nos hicieron tomar una conciencia más viva de la Iglesia como misterio de unidad" (Novo millennio ineunte NM 48).

Y ¿qué decir también de los numerosos signos alentadores que ofrece la investigación teológica realizada en el ámbito de las mayores Iglesias y comunidades eclesiales? Las comisiones internacionales de diálogo, con paciencia y constancia, venciendo a veces el desaliento y la desconfianza, han llegado a resultados de convergencia que, aun siendo intermedios, constituyen una sólida base sobre la que hay que proseguir la búsqueda común. Además, se multiplican en ámbito nacional iniciativas de diálogo, estudio y reflexión, que demuestran cuán provechosos son estos intercambios: ayudan a conocerse mejor y a confrontar las respectivas posiciones con caridad, propiciando una rápida difusión de los resultados en esta época de comunicación en red.
La recepción de los resultados y la consiguiente acentuación de la dimensión ecuménica en la catequesis, en la formación y en la diaconía, representan también un binomio providencial, que seguramente dará consistencia a los esfuerzos ecuménicos realizados hasta ahora. De la prontitud de este compromiso eclesial depende la posibilidad de entrar cada vez más en el dinamismo de enriquecimiento mutuo entre las comunidades eclesiales, que ya hemos recibido como don y que es fuerza propulsora hacia la koinonía plena.

2. "Es la primera vez en la historia que la acción en favor de la unidad de los cristianos ha adquirido proporciones tan grandes y se ha extendido a un ámbito tan amplio. Esto es ya un don inmenso que Dios ha concedido y que merece toda nuestra gratitud" (Ut unum sint, UUS 41). He experimentado personalmente este don en las peregrinaciones apostólicas, durante las cuales los miembros de otras Iglesias y comunidades eclesiales a menudo han realizado conmigo muchos signos de auténtica y fraterna caridad. Así, he podido verificar el grado de comunión existente entre los cristianos, confirmando mi convicción de que saber "acoger" al hermano, llevar sus cargas y confiarle las nuestras contribuye a crecer en la espiritualidad de comunión, que debe caracterizar toda nuestra conducta y, con mayor razón, nuestra conducta ecuménica.

Dos orientaciones deben guiar siempre este esfuerzo: el diálogo de la verdad y el encuentro en la fraternidad. Son orientaciones que se han fundido prácticamente en un todo orgánico, permitiendo recorrer, gracias a su intercambio, un largo camino: hemos determinado más claramente el objetivo, hemos buscado los medios para perseguirlo eficazmente, y hemos establecido normas y principios capaces de sostener el compromiso ecuménico de la Iglesia católica. En particular, solicitamos la presencia de los demás cristianos. En todas las circunstancias solemnes y significativas, cuando afrontamos dificultades u obstáculos, viene en nuestra ayuda la fraternidad recuperada, estimulándonos a la actitud fundamental de conversión que abre el corazón al perdón. No sería posible de otro modo, porque ya nos hemos intercambiado muchas veces la promesa de perdonarnos, abandonando en las manos misericordiosas de Dios las memorias y las culpas del pasado.

¡Sí! Por desgracia, aún no se ha logrado la comunión plena de todos los cristianos, ni podemos saber qué desarrollo querrá imprimir el Espíritu Santo a la búsqueda ecuménica en los próximos años. Pero es innegable que hemos recorrido un largo trecho del camino y que, con respecto al pasado, es muy diferente el clima que reina hoy entre los católicos y los cristianos de las demás Iglesias y comunidades eclesiales. Iniciamos el tercer milenio conscientes de encontrarnos en una situación nueva, difícilmente imaginable hace tan sólo cincuenta años. Hoy sentimos que ya no podemos prescindir de este esfuerzo que nos une. Que el Señor nos ayude a conservar el tesoro de lo que se ha realizado hasta ahora, a custodiarlo con esmero y a acelerar su desarrollo.
Debemos hacer de este tiempo intermedio, por decirlo así, una ocasión propicia para intensificar el ritmo del camino ecuménico.

3. El tema elegido para la plenaria pone de relieve, entre otras cosas, que los diálogos teológicos que se están realizando ahora convergen, en varios niveles y con diversos matices, en el concepto clave de "comunión". Esto corresponde a la visión del concilio Vaticano II y muestra el núcleo fundamental de sus documentos. Profundizar el sentido teológico y sacramental de la noción de "comunión" equivale, en el fondo, a volver a confirmar las enseñanzas conciliares como brújula del compromiso ecuménico en el nuevo milenio. Al profundizar la investigación y el debate sobre este tema, la teología ecuménica afrontará el aspecto más difícil. El esclarecimiento de una verdadera noción eclesial de "comunión", purificada poco a poco de matices antropológicos, sociológicos o simplemente horizontales, hará posible un enriquecimiento recíproco cada vez mayor.

Ojalá que cada uno viva el diálogo ecuménico como una peregrinación hacia la plenitud de la catolicidad que Cristo quiere para su Iglesia, armonizando la pluralidad de las voces en una sinfonía unitaria de verdad y amor.

Estoy seguro de que en el intercambio de dones, al que el movimiento ecuménico nos ha habituado, en la investigación teológica rigurosa y serena, y en la constante imploración de la luz del Espíritu podremos afrontar también las cuestiones más difíciles y aparentemente insuperables en nuestros numerosos diálogos ecuménicos, como, por ejemplo, la del ministerio del Obispo de Roma, sobre la que me pronuncié de modo particular en mi carta encíclica Ut unum sint (cf. nn. 88-96).

4. El camino es largo y arduo. El Señor no nos pide que midamos las dificultades con categorías humanas. Hoy existe una perspectiva nueva, profundamente diversa con respecto al pasado aún reciente: demos gracias a Dios por ello. ¡Que esto infunda valentía e induzca a todos a eliminar del vocabulario ecuménico palabras como crisis, retraso, lentitud, inmovilismo y componendas!
349 Aunque soy consciente de las dificultades actuales, invito a usar como palabras clave para este tiempo nuevo confianza, paciencia, constancia, diálogo y esperanza. Y quisiera añadirles también el impulso a actuar. Me refiero aquí al fervor suscitado por una buena causa, ante la cual nos sentimos estimulados a buscar los medios para sostenerla, cultivando la creatividad y, a veces, también la valentía de cambiar. La conciencia de servir a una buena causa funciona como fuerza propulsora que impulsa a implicar también a los demás a fin de que la conozcan y se unan a nosotros para apoyarla. El impulso a actuar nos hará descubrir cuántas cosas nuevas es posible hacer para sostener la tensión común hacia la comunión plena y visible de todos los cristianos.
Pero con esto no quiero sugerir simplemente la actitud de Marta que, según las palabras de Jesús, se preocupaba y agitaba por muchas cosas, descuidando el escuchar sus enseñanzas (cf. Lc
Lc 10,41). En efecto, es indispensable la oración y la escucha constante del Señor, porque es él quien, con la fuerza de su Espíritu, convierte los corazones y hace posible todo progreso concreto por el camino del ecumenismo.

Expresando mis mejores deseos de que la sesión plenaria de este Consejo pontificio ofrezca sugerencias importantes para la reflexión con vistas al trabajo futuro, encomiendo al Señor todos vuestros proyectos. A él le pido, por intercesión de María, Madre de la Iglesia, que ayude a todos los cristianos a trabajar siempre según el mandamiento de la unidad, que él mismo nos dejó en el Cenáculo: "Ut unum sint".

Con estos deseos, le envío a usted y a cada uno de los participantes en esa importante reunión una especial bendición apostólica.

Vaticano, 10 de noviembre de 2001








A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE TAILANDIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Viernes 16 de noviembre de 2001



Querido cardenal Kitbunchu;
queridos hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría os doy la bienvenida, obispos de Tailandia, con ocasión de vuestra visita ad limina. Habéis venido a Roma para confirmar vuestra fe ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, y para buscar guía y fuerza para el servicio al Evangelio que se os ha confiado. Vuestra visita es un signo de la comunión de corazón y mente (cf. Hch Ac 4,32) que os une al Sucesor de Pedro en el Colegio apostólico. Os aseguro mis oraciones durante estos días, para que seáis colmados del conocimiento de la voluntad de Dios con toda sabiduría e inteligencia espiritual (cf. Col Col 1,9), de modo que a través de vuestro ministerio el reino de Dios siga creciendo y progresando en medio de vuestro pueblo. Mi pensamiento se dirige también a los sacerdotes, a los hombres y mujeres consagrados, y a los laicos de la Iglesia en Tailandia, y por medio de vosotros los animo a permanecer firmes en la fe y en el amor al Señor.

El gran jubileo de la encarnación de Jesucristo, que celebramos el año pasado, ha infundido nuevas energías y suscitado nuevo entusiasmo en la comunidad cristiana en todo el mundo, también en vuestro país. No podemos conocer todos los modos como Dios ha tocado la vida de las personas durante el año, pero sabemos que muchos cristianos han experimentado su amor misericordioso, especialmente en los sacramentos de la penitencia y la Eucaristía. Las innumerables gracias y bendiciones del jubileo nos impulsan a dar gracias de corazón al Señor, "porque es bueno, porque es eterna su misericordia" (Ps 117,1). Ahora tenemos la responsabilidad de pensar en el futuro y aprovechar la gracia recibida, elaborando un programa concreto de renovación pastoral capaz de responder a las necesidades de la Iglesia al comienzo de este nuevo milenio.

2. Vuestra vista ad limina tiene lugar casi inmediatamente después de la X Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, que centró su atención una vez más en la figura del obispo como hombre de Dios, cuya primera preocupación es su santidad personal y la santidad del pueblo de Dios. Los padres sinodales subrayaron muchas veces que el obispo debe ser hombre de oración y crecimiento en la gracia mediante los sacramentos; hombre de vida ejemplar, entregado totalmente a la tarea de enseñar, santificar y gobernar la porción de la grey confiada a su cuidado.
350 Hoy deseo alentaros a poner toda vuestra confianza en Jesucristo, que os ha llamado y consagrado para esta misión. No os abandonará mientras os esforzáis por responder a esta llamada y tratáis de cumplir en vuestro país el gran mandamiento que el Señor dio a sus Apóstoles en el momento de su Ascensión: la evangelización de todas las naciones.

En este sentido, ya tenéis un programa pastoral, centrado en Cristo mismo, "al que hay que conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste" (Novo millennio ineunte
NM 29). Debéis preocuparos siempre por discernir lo que hay que hacer en vuestras Iglesias particulares para lograr que la proclamación de Cristo llegue al corazón de la gente, para construir y formar comunidades cristianas fervorosas, y para ejercer un influjo profundo y decisivo al difundir los valores del Evangelio en la sociedad y la cultura.

El compromiso y la abnegación de innumerables misioneros extranjeros han contribuido en gran media al crecimiento de la Iglesia en toda Asia, y el ejemplo de su celo debería recordarse e imitarse con profunda gratitud. Sin embargo, hoy corresponde en primer lugar a los mismos asiáticos realizar el esfuerzo misionero. La urgente obra de evangelización en vuestro país dependerá del testimonio convincente de vida, de la entrega celosa y de un despliegue de nuevas energías por parte de los católicos tailandeses. Asimismo, la Sociedad misionera tailandesa, fundada en los últimos años, es fruto maduro de vuestra Iglesia local, que merece vuestro apoyo, porque dando a los demás recibiréis también vosotros del Señor todo lo que necesitáis.

3. Dado que no puede haber verdadera evangelización "mientras no se anuncie el nombre, la doctrina, la vida, las promesas, el reino y el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios" (Evangelii nuntiandi EN 22), los pastores deben garantizar que su pueblo reciba un conocimiento cabal y sistemático de la persona y el mensaje de Jesucristo, un conocimiento que les permita a su vez comunicar a los demás el mensaje salvífico del Evangelio con alegría y convicción. Como primeros maestros de la fe en vuestras diócesis, vuestra tarea consiste en hacer accesible el mensaje cristiano a vuestro pueblo, explicando cómo el Evangelio ilumina el sentido de la vida frente a los interrogantes planteados por la sociedad contemporánea.

La comunidad católica en Tailandia, aunque constituye una pequeña minoría, goza de gran estima por la gran labor que está realizando en los campos de la sanidad y la educación. Vuestras escuelas católicas proporcionan una instrucción muy cualificada, dando así una notable contribución a la vida de la Iglesia y de la sociedad. Por su misma naturaleza la educación católica no sólo aspira a proporcionar conocimientos y formación, sino también -y esto es lo más importante- a transmitir una visión coherente de la vida, modelada por el Evangelio, que permita a los jóvenes crecer en sabiduría y libertad verdaderas.

La sociedad contemporánea necesita urgentemente estas instituciones educativas para proporcionar una sólida formación moral y ayudar a los estudiantes a adquirir las virtudes y las capacidades requeridas para el servicio a Dios y al prójimo. Es preciso impulsar a los estudiantes a comprometerse en formas de servicio y obras de voluntariado para que se sientan cada vez más implicados en la misión de la Iglesia y aprendan a contribuir de modo concreto a la renovación de la sociedad. Confío en que haréis todo lo posible por mantener y fortalecer el carácter católico de vuestras escuelas y encontrar nuevas maneras de garantizar a los pobres y marginados mayor acceso a la educación, pues de otro modo no tendrían la oportunidad.

4. Dado que la familia es el fundamento de la sociedad y el primer lugar donde las personas aprenden los valores que las guiarán durante la vida, ha de ocupar un lugar especial en vuestra solicitud pastoral. En cada diócesis, un apostolado familiar activo debería tratar de garantizar que se ayude a padres e hijos a vivir su vocación según la mente de Cristo, y que los cónyuges de matrimonios interreligiosos reciban el apoyo necesario para evitar cualquier debilitamiento de la fe.
La familia está amenazada por diversas formas de materialismo y por ofensas generalizadas contra la dignidad humana, como la plaga del aborto y la explotación sexual de mujeres y niños. En vuestras comunidades locales se deberían realizar siempre nuevos esfuerzos para afrontar estas dificultades y formar a los fieles laicos a fin de que cumplan su misión específica en el orden temporal, en todos los sectores de la vida política, económica, social y cultural.

Por consiguiente, es esencial que los catequistas laicos y religiosos, que desempeñan un papel muy importante en vuestras comunidades, sigan estando "preparados para toda obra buena" (2 Tm 3, 17) mediante una formación sistemática, jornadas de oración y cursos de renovación. En la transmisión de la fe, el Catecismo de la Iglesia católica es una fuente inestimable.

Los hombres y mujeres consagrados, cuyo estilo de vida les permite dar un testimonio particularmente eficaz del amor de Dios a su pueblo, dan una contribución significativa a la vida de la Iglesia en Tailandia. Su carisma peculiar los capacita para responder a la exigencia difundida de espiritualidad auténtica y de dirección espiritual entre los fieles. El apostolado de la oración es el secreto de un cristianismo verdaderamente vital en todos los tiempos (cf. Novo millennio ineunte NM 32); por esta razón, los hombres y mujeres consagrados, particularmente los contemplativos, no sólo deberían dar un claro ejemplo de una vida dedicada a la oración y la meditación, sino que también han de convertirse en verdaderos maestros de oración para los demás. Es significativo que el concilio Vaticano II nos recuerde que los contemplativos "multiplican el pueblo de Dios con su misteriosa fecundidad apostólica" (Perfectae caritatis ).

5. Sobre todo prestando atención a la formación y a la situación personal de los sacerdotes el obispo demuestra ser un verdadero pastor y un auténtico padre, hermano y amigo de sus más estrechos colaboradores en el ministerio. La Iglesia en Tailandia sigue siendo bendecida con numerosas vocaciones. Es importante que vigiléis atentamente los diversos elementos de la formación en el seminario para asegurar que vuestras Iglesias particulares cuenten siempre con los sacerdotes ejemplares que vuestras comunidades tienen derecho a esperar.

351 Los candidatos necesitan una sólida preparación en las ciencias eclesiales y una formación espiritual bien estructurada, para que comprendan de modo adecuado y profundo su ministerio, expresión de una especial configuración sacramental con Cristo, que no puede reducirse a un papel modelado según las carreras civiles.

Durante el Año jubilar tuve la alegría de beatificar al sacerdote tailandés padre Nicolás Bunkerd Kitbamrung, que "sobresalió en la enseñanza de la fe, en la búsqueda de los alejados y en su amor a los pobres" (Homilía, 5 de marzo de 2000, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 10 de marzo de 2000, p. 6). El beato Nicolás es un auténtico modelo para los sacerdotes tailandeses, y confío en que su ejemplo impulse a los seminaristas y sacerdotes a comprender que, lejos de ser un mero custodio de las instituciones eclesiásticas, el sacerdote debería considerarse siempre a sí mismo como un instrumento vivo de Cristo, sumo y eterno Sacerdote (cf. Presbyterorum ordinis
PO 12). Su vida "es un misterio insertado totalmente en el misterio de Cristo y de la Iglesia de un modo nuevo y específico", el cual "lo compromete totalmente en la actividad pastoral" (Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros, 6). En su sentido auténtico, el sacerdote, con su identidad y sus actividades de predicar la palabra, celebrar los sacramentos y difundir el reino de Dios, debe ser Cristo para los demás; debe tener la "misma mente de Cristo" (cf. 1Co 2,16). En un tiempo en que existe un anhelo profundo de espiritualidad auténtica, el sacerdote debe ser hombre de oración, familiarizado con la palabra de Dios y muy unido al Señor. Dado que el mensaje que predicamos es la verdad sobre Dios y el hombre, los sacerdotes deben prestar especial atención a la preparación de la homilía dominical, para que los fieles puedan conocer cómo el Evangelio ilumina el camino de las personas y de la sociedad. Una estrecha relación entre el obispo y sus sacerdotes, y una cooperación fraterna entre estos, contribuyen a construir la diócesis como una familia en la que todos sus miembros -obispos, sacerdotes, religiosos y laicos- pueden poner sus dones y talentos al servicio del Cuerpo de Cristo.

6. Como vuestra experiencia diaria os enseña, la evangelización en Asia, un continente forjado por antiguas culturas y tradiciones religiosas, presenta desafíos particulares. La Iglesia realiza su obra misionera en obediencia al mandato de Cristo, sabiendo que cada persona tiene derecho a escuchar su mensaje de salvación en toda su plenitud. Debe hacerlo con respeto y estima por sus oyentes, teniendo en cuenta sus valores filosóficos, culturales y espirituales, y comprometiéndose en un diálogo con ellos. En vuestro país, como en el resto de Asia, la cuestión del diálogo interreligioso es urgente. El contacto, el diálogo y la cooperación con los seguidores de otras religiones representan para vosotros un deber y un desafío. La antigua tradición monástica de Tailandia debería brindar un punto de contacto y de fraternidad para promover un diálogo fecundo entre budistas y cristianos. Esta tradición recuerda la primacía de las cosas del espíritu, y debería servir como contrapeso al materialismo y al consumismo, que afectan a un amplio sector de la sociedad.

Las verdades de la fe que forman el contenido y el contexto de esta tarea misionera son la doctrina de Jesús como único Salvador del mundo, y la Iglesia como instrumento necesario del plan redentor de Dios. Se trata de verdades que deben proclamarse de una manera razonable y convincente, para invitar a quienes las oyen a ponderarlas con corazón abierto. Al comienzo de un nuevo milenio la Iglesia en Tailandia tiene el desafío de presentar el misterio de Cristo de una manera que corresponda a los modelos culturales y a las formas de pensamiento de vuestro pueblo, aprovechando los elementos positivos del gran patrimonio humano de Tailandia. Por otra parte, el proceso de inculturación requiere vuestro cuidadoso discernimiento para asegurar que se respeten plenamente los principios de compatibilidad con el Evangelio y comunión con la Iglesia universal. Desde luego, la inculturación es más que una adaptación externa, porque implica "una íntima transformación de los auténticos valores culturales mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las diversas culturas" (Redemptoris missio RMi 52). Os exhorto a realizar esfuerzos continuos en este campo, para que las verdades y los valores del Evangelio se vean cada vez más claramente como respuesta a las auténticas necesidades y aspiraciones espirituales y humanas de vuestro pueblo.

7. Queridos hermanos en el episcopado, pienso a menudo en vuestra tierra y en vuestro pueblo.
Con afecto, pido a Dios que las gracias del gran jubileo sigan fortaleciendo vuestra adhesión a Cristo y vuestro compromiso en favor de la evangelización. Pido a María, Estrella luminosa de la evangelización en todos los tiempos, que interceda por el pueblo al que servís y os lleve a todos al encuentro salvífico con su Hijo, nuestro Redentor. A ella le encomiendo las necesidades y las esperanzas de vuestras Iglesias particulares, así como las dificultades y las alegrías de vuestro ministerio episcopal. A vosotros y a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis, imparto cordialmente mi bendición apostólica.










EN EL PRIMER CENTENARIO


DEL PONTIFICIO COLEGIO CROATA


Viernes 16 de noviembre de 2001



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
hermanos y hermanas en Cristo:

1. Me alegra acogeros con ocasión de las celebraciones del primer centenario del Pontificio Colegio croata de San Jerónimo en la urbe, que se están concluyendo durante estos días. Os doy mi cordial bienvenida, saludándoos en nombre de "Cristo Jesús, nuestra esperanza" (1Tm 1,1).
352 Agradezco al venerado hermano monseñor Ratko Peric, obispo de Mostar-Duvno y administrador apostólico de Trebinja, las afectuosas palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.
La importante presencia croata en Roma se ha distinguido a lo largo de los siglos mediante las "instituciones jeronimianas", entre las cuales figuran el cabildo, la residencia y la cofradía, erigidas o aprobadas por los Sumos Pontífices en épocas diversas y puestas al servicio de la noble nación croata. Vuestro colegio sigue los pasos de esa presencia plurisecular, constituyendo un admirable signo de la laboriosidad de los católicos croatas. Ideado en un específico marco eclesiástico y cultural, fue erigido por mi predecesor León XIII con la carta apostólica Slavorum gentem, del 1 de agosto de 1901, como Collegium Hieronymianum pro Chroatica Gente.Culminaba así, en cierto modo, el ambicioso proyecto del Papa Pío VI, quien, el 27 de febrero de 1790, había dado vida con poco éxito al Collegium Chroaticum ad Sanctum Hieronymum: por diversas razones la institución no logró consolidarse y, después de varias intentos de recuperación, tuvo que cerrar definitivamente en 1889.

2. Después de un siglo, podemos constatar con agrado que la iniciativa de León XIII de fundar el Colegio de San Jerónimo ha resultado providencial para las comunidades eclesiales de la nación croata. En efecto, esta institución, denominada también durante varios decenios Collegium Hieronymianum Illiricorum, ha desempeñado un papel insustituible en favor de la evangelización en las queridas regiones de Croacia y Bosnia-Herzegovina. Ha representado, además, un signo constante de la cercanía de los Papas al pueblo croata, así como del afecto de vuestro pueblo al Sucesor de Pedro, el Romano Pontífice. El Colegio ha contribuido a conservar e incrementar vuestro patrimonio religioso y cultural, mediante una continuidad ideal con las instituciones croatas anteriores en Roma.

Vuestro Colegio fue instituido con un objetivo muy preciso: ofrecer a los sacerdotes, que "por origen y lengua pertenecen al pueblo croata", la posibilidad de completar sus estudios en los ateneos pontificios de Roma. La celebración del primer centenario constituye una ocasión propicia para considerar la aportación que esta benemérita institución ha dado al apostolado de la Iglesia en la República de Croacia y en Bosnia-Herzegovina y, a la vez, para reflexionar en el impulso que conviene dar a las iniciativas formativas y pastorales del Colegio mismo, en sintonía con las exigencias apostólicas de la Iglesia al comienzo del tercer milenio. En efecto, "es mucho lo que nos espera" (Novo millennio ineunte
NM 15), y el Espíritu Santo nos llama "pensar en el futuro" (ib., 3), mirando hacia adelante con fe viva, esperanza firme y caridad operante.

3. El Colegio, llamado a ser lugar privilegiado de formación humana, espiritual, cultural y científica de los jóvenes sacerdotes, tiene también hoy la tarea de asegurar las condiciones para una preparación idónea al ministerio pastoral de los presbíteros. Sin embargo, al dar a cada alumno la posibilidad de llegar a ser experto en las disciplinas de los diferentes sectores de la teología, la liturgia, el derecho canónico, la filosofía y las ciencias humanísticas, vuestro Colegio deberá procurar que el estudio vaya acompañado por una sólida espiritualidad sacerdotal. En efecto, aunque el estudio sea arduo y exigente, jamás debe realizarse en detrimento de la vida espiritual y de la dimensión pastoral del sacerdote.

Asimismo, la presencia del Colegio croata en la ciudad de Roma exige que los alumnos tengan la posibilidad de profundizar ulteriormente la dimensión eclesial del ministerio petrino, familiarizándose con las instituciones y la actividad de la Santa Sede, que está al servicio de la unidad de la fe y de la caridad de todas las Iglesias particulares. Terminados sus estudios según las directrices de los respectivos obispos, los alumnos del Colegio podrán enriquecer con su servicio la vida de la Iglesia donde la Providencia los destine.

4. Al encontrarme hoy con vosotros, me vienen a la memoria recuerdos muy hermosos, que me unen a vuestro Colegio. Como obispo polaco, pude visitarlo varias veces, acogido con amabilidad por los superiores y alumnos en los tiempos del cardenal Seper. Después de mi elección a la Cátedra de Pedro, visité el Colegio el 21 de octubre de 1989, con ocasión del IV centenario de la construcción de la iglesia de San Jerónimo de los Croatas y del 50° aniversario de la inauguración del actual edificio del Colegio. En aquella circunstancia manifesté el deseo de realizar una visita pastoral a vuestras queridas regiones. Dios me concedió dos veces la gracia de visitar la República de Croacia, en septiembre de 1994 y en octubre de 1998. No podré olvidar tampoco la peregrinación a la ciudad de Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, en abril de 1997, para implorar el don de la paz para toda la región. Y en aquella ocasión incluso nevó.

También por estos motivos, compartiendo con vosotros la alegría de este aniversario, doy gracias a Dios por su asistencia continua y por los frutos de sabiduría y gracia que ha concedido mediante vuestra benemérita institución.

5. Queridos superiores y alumnos, san Jerónimo, el patrono celestial del Colegio, es el modelo para todos vosotros. Aprended de él a alimentaros de la palabra de Dios, sacando de ella el agua viva que brota para fortaleza de las almas. Así podréis permanecer fieles al ministerio sacerdotal, del que la misericordia divina os ha hecho partícipes. Que san Jerónimo vele sobre el Colegio, a fin de que siga prestando su valioso servicio, cumpliendo los objetivos y la misión para los cuales fue instituido.

Por último, a la Virgen María, Reina de los croatas y Señora del gran voto bautismal croata, os encomiendo a todos vosotros, así como el presente y el futuro de vuestra importante institución.

Con estos sentimientos, os imparto a cada uno la bendición apostólica, extendiéndola de buen grado a los ex alumnos que no han podido venir a Roma para esta circunstancia y a las comunidades eclesiales de vuestros países.

353 ¡Alabados sean Jesús y María!








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