Discursos 2001 388

MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


CON MOTIVO DE LA CONCLUSIÓN


DEL AÑO INTERNACIONAL DEL VOLUNTARIADO




Queridos voluntarios:

1. Al final de este año, que las Naciones Unidas han dedicado al voluntariado, deseo expresaros mi sincero y cordial aprecio por la constante entrega con que, en todas las partes del mundo, vais al encuentro de cuantos se hallan en la indigencia. Sea actuando individualmente sea agrupados en asociaciones específicas, representáis para niños, ancianos, enfermos, gente en dificultad, refugiados y perseguidos, un rayo de esperanza que disipa las tinieblas de la soledad y anima a vencer la tentación de la violencia y del egoísmo.

¿Qué impulsa a un voluntario a dedicar su vida a los demás? Ante todo, el ímpetu innato del corazón, que estimula a todo ser humano a ayudar a sus semejantes. Se trata casi de una ley de la existencia. El voluntario siente una alegría, que va más allá de la acción realizada, cuando logra dar gratuitamente algo de sí a los demás.

389 Precisamente por eso, el voluntariado constituye un factor peculiar de humanización: gracias a las diversas formas de solidaridad y servicio que promueve y concreta, hace que la sociedad esté más atenta a la dignidad del hombre y a sus múltiples expectativas. A través de la actividad que lleva a cabo, el voluntariado llega a experimentar que la criatura humana sólo se realiza plenamente a sí misma si ama y se entrega a los demás.

2. Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre, nos comunica la razón profunda de esta experiencia humana universal. Al manifestar el rostro de Dios que es amor (cf.
1Jn 4,8), revela al hombre el amor como ley suprema de su ser. Durante su vida terrena Jesús hizo visible la ternura divina, despojándose "a sí mismo, tomando condición de siervo y haciéndose semejante a los hombres" (Ph 2,7), y "se entregó por nosotros como (...) víctima de suave aroma" (Ep 5,2). Compartiendo hasta la muerte nuestras vicisitudes terrenas, nos ha enseñado a "caminar en la caridad".

Siguiendo sus huellas, la Iglesia, durante estos dos milenios, no ha dejado de testimoniar este amor, escribiendo páginas edificantes gracias a santos y santas que han marcado la historia. Pienso, entre los más recientes, en san Maximiliano Kolbe, que se sacrificó para salvar a un padre de familia, y en la madre Teresa de Calcuta, que se dedicó a los más pobres de entre los pobres.

A través del amor a Dios y del amor a los hermanos, el cristianismo irradia toda su potencia liberadora y salvífica. La caridad representa la forma más elocuente de evangelización porque, respondiendo a las necesidades corporales, revela a los hombres el amor de Dios, providente y padre, siempre solícito con cada uno. No se trata de satisfacer únicamente las necesidades materiales del prójimo, como el hambre, la sed, la carencia de vivienda y la asistencia médica, sino de llevarlo a experimentar de modo personal la caridad de Dios. A través del voluntariado, el cristiano se convierte en testigo de esta caridad divina; la anuncia y la hace tangible con intervenciones valientes y proféticas.

3. No basta salir al encuentro de quien se halla en dificultades materiales; es preciso satisfacer al mismo tiempo su sed de valores y de respuestas profundas. Es importante el tipo de ayuda que se ofrece, pero mucho más aún el corazón con el que se brinda. Ya se trate de microproyectos o de grandes realizaciones, el voluntariado está llamado a ser en todo caso escuela de vida, especialmente para los jóvenes, contribuyendo a educarlos en una cultura de solidaridad y acogida, abierta a la entrega gratuita de sí.

¡Cuántos voluntarios, al comprometerse valientemente en favor del prójimo, llegan a descubrir la fe! Cristo, que pide ser servido en los pobres, habla al corazón de quien se pone al servicio de ellos. Hace experimentar la alegría del amor desinteresado, amor que es fuente de la verdadera felicidad.

Deseo vivamente que el Año internacional del voluntariado, durante el cual se han realizado numerosas iniciativas y manifestaciones, ayude a la sociedad a valorar cada vez más las múltiples formas del voluntariado, que representan un factor de crecimiento y civilización. A menudo los voluntarios suplen y anticipan las intervenciones de las instituciones públicas, a las que corresponde reconocer adecuadamente las obras nacidas gracias a su valentía y favorecerlas sin extinguir su espíritu originario.

4. Queridos hermanos y hermanas que constituís este "ejército" de paz difundido en todas las partes de la tierra, sois un signo de esperanza para nuestros tiempos. Donde surgen situaciones de dificultad y sufrimiento, hacéis fructificar los insospechables recursos de entrega, bondad e incluso heroísmo, que están en el corazón del hombre.

Haciéndome portavoz de los pobres de todo el mundo, quiero daros las gracias por vuestro compromiso incesante. Proseguid con valentía vuestro camino; que las dificultades nos os detengan jamás. Que Cristo, el buen samaritano (cf. Lc Lc 10,30-37), sea el modelo excelso de referencia de todo voluntario.

Imitad también a María que, yendo "con prontitud" a ayudar a su prima Isabel, se convierte en mensajera de alegría y salvación (cf. Lc Lc 1,39-45). Que ella os enseñe el estilo de la caridad humilde y activa, y os obtenga del Señor la gracia de reconocerlo en los pobres y en los que sufren.

Con estos deseos, os imparto de corazón a todos vosotros y a cuantos encontráis cada día en los caminos del servicio al hombre una especial bendición apostólica.

390 Vaticano, 5 de diciembre de 2001






A DIEZ NUEVOS EMBAJADORES


Jueves 6 de diciembre de 2001



Excelencias:

1. Me alegra recibiros en este día y daros la bienvenida mientras presentáis las cartas que os acreditan ante la Sede apostólica como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países: Bangladesh, Yibuti, Finlandia, Eritrea, Georgia, Lesotho, Ruanda, Isla Mauricio y Malí. Saludo asimismo al nuevo embajador de Suiza en misión especial. Os ruego que expreséis a vuestros respectivos jefes de Estado mi gratitud por los mensajes que me entregáis, transmitiéndoles mi saludo cordial y deferente, así como mis mejores deseos para sus personas y su misión al servicio de todos sus compatriotas. Permitidme aprovechar también esta circunstancia para saludar, por medio de vosotros, a las autoridades de vuestros países y a todos vuestros conciudadanos. Añado de buen grado una intención especial por vuestros compatriotas católicos y por sus pastores. Todos se esfuerzan por dar su contribución a la concordia y a la paz.

2. Nuestros contemporáneos están marcados, hoy más que nunca, por el temor que proviene a la vez de la situación de inestabilidad que vive nuestro mundo y de la incertidumbre del futuro; muchos dan la impresión de que ya no pueden mirar serenamente a su futuro, sobre todo los jóvenes, que se sienten turbados por los eventos dramáticos que les presenta el mundo de los adultos. Corresponde de manera muy especial a los responsables de las naciones y a sus representantes en el servicio diplomático comprometerse más que nunca y de modo cada vez más intenso en el camino del diálogo y de la cooperación internacional, para erradicar todo lo que es fuente de conflicto y tensiones entre grupos humanos y entre naciones. Ninguna cuestión particular, que debe poder encontrar siempre soluciones negociadas, ha de prevalecer sobre el respeto a las personas y a los pueblos.

3. Vuestra misión, señores y señoras embajadores, consiste en servir, a la vez, a la noble causa de vuestros países y a la noble causa de la paz. Se trata de actos eminentes de amor al prójimo, que deben realizarse con el deseo de contribuir al bien común y a un mejor entendimiento entre las personas y entre los pueblos. Así podremos ofrecer a las generaciones futuras una tierra donde sea agradable vivir. Debemos recordar sin cesar que todas las injusticias que pueden conocer nuestros contemporáneos, las situaciones de pobreza y la falta de educación de la juventud son la fuente de numerosos focos de violencia en todo el mundo. La justicia, la paz y la lucha contra la miseria y contra lafalta de formación espiritual, moral e intelectual de los jóvenes son aspectos esenciales del compromiso al que exhorto a los gobernantes de las naciones, a los servicios diplomáticos y a todos los hombres de buena voluntad.

4. Al comenzar vuestra misión ante la Santa Sede, quiero expresaros mis mejores deseos. Invoco de buen grado la abundancia de las bendiciones divinas sobre vosotros, sobre vuestras familias, sobre vuestros colaboradores y sobre las naciones que representáis.






A LOS RELIGIOSOS ROGACIONISTAS,


A LAS HIJAS DEL DIVINO CELO


Y A LAS MISIONERAS ROGACIONISTAS


Jueves 6 de diciembre de 2001




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Os acojo con alegría y a cada uno doy mi más cordial bienvenida. Gracias por vuestra visita, que quiere subrayar una celebración muy significativa: el 150° aniversario del nacimiento de vuestro fundador, el beato Aníbal María De Francia. Dirijo un saludo especial al superior general, padre Giorgio Nalin, a quien agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido en nombre de todos.

Al acogeros a vosotros, que constituís una representación cualificada de los Rogacionistas, de las Hijas del Divino Celo, de las Misioneras Rogacionistas, de los ex alumnos y de los animadores vocacionales laicos que comparten el mismo carisma, extiendo mi saludo a vuestros beneméritos hermanos y hermanas. En todos los continentes, humildes y generosos, gastan su vida con alegría y empeño por la difusión del "Rogad" que brotó del Corazón de Cristo.

391 Durante el Año jubilar vuestras celosas familias religiosas tuvieron la oportunidad de volver espiritualmente a su origen común para hallar en él inspiración y aliento. Al mismo tiempo, se han proyectado hacia el futuro, con el renovado compromiso de profundizar el ideal carismático rogacionista e irradiarlo con entusiasmo en todos los continentes.

2. Juntamente con vosotros, deseo dar gracias a Dios por el bien realizado por vuestras congregaciones durante estos 150 años de historia. Le doy gracias porque sigue fluyendo en vuestras casas la consoladora vena de caridad y celo, que comenzó en el lejano 1878. El encuentro fortuito del padre Aníbal con un mendigo casi ciego fue la chispa que incendió de amor evangélico a vuestro fundador, quien se puso en contacto con el degradado barrio "Aviñón" de Messina, donde vivían los más pobres de los pobres de la ciudad, verdaderos "parias" de la sociedad.

"Desde entonces -escribe en sus memorias- me comprometí, según mis débiles fuerzas, en el alivio espiritual y temporal de aquella plebe abandonada" (Aníbal María De Francia, Preziose Adesioni, Messina 1901, p. 3). Y desde aquel momento no se apagó jamás la llama de la caridad en su vida. Eligió consagrarse totalmente a los pobres y a los humildes, viendo y sirviendo en ellos a Cristo. Aquella pequeña y humilde semilla se ha desarrollado de manera prodigiosa durante estos 150 años. Se ha transformado en un árbol majestuoso, que ahora extiende sus ramas en todas las partes del mundo, a través del celo ardiente de los hijos y las hijas del padre Aníbal. A la vez que me congratulo con vosotros por el camino recorrido, os animo a hacer más fiel vuestro testimonio y más generosa vuestra entrega apostólica.

La celebración de un acontecimiento tan significativo para vuestros institutos no puede limitarse a una simple evocación del pasado, aunque sea luminoso; debe transformarse en estímulo a mirar al futuro para responder con el fervor del inicio a las antiguas expectativas y a los nuevos desafíos de la humanidad.

3. Pero ¿cómo hacer que el árbol vigoroso, plantado por vuestro beato fundador, siga dando flores y frutos en abundancia?

Amadísimos hermanos y hermanas, la respuesta a esta pregunta, que os formulasteis durante el Año jubilar, es antigua y siempre actual: es la santidad, terreno fértil en el que ha crecido vuestra familia religiosa, terreno que podrá asegurarle, también en el nuevo milenio, un futuro prometedor y fecundo.

Sí, la santidad es posible también en nuestro tiempo, tan difícil. Más aún, es la prioridad que, al final del gran jubileo, indiqué en la carta apostólica Novo millennio ineunte como perspectiva en la que debe situarse todo el camino pastoral de la Iglesia (cf. n. 30).

A esta luz, la vida consagrada, hoy más nunca, desempeña un papel significativo y determinante: debe ser santa si no quiere fallar a su misma razón de ser; debe vivirse con plenitud en sus elevadas y duras exigencias de oración, humildad, pobreza, espíritu de sacrificio y observancia austera de los votos.

Vuestro punto firme de referencia es la enseñanza de vuestro beato fundador. El padre Aníbal María De Francia reconocía "que vocación al estado religioso es lo mismo que vocación a la santificación" (L'Anima del Padre, p. 38).

¡Cuán actuales son sus palabras! Os estimulan a asegurar el primado de la vida interior en medio de vuestras múltiples actividades educativas, asistenciales, caritativas, misioneras y editoriales.

4. No tengáis miedo de que el tiempo dedicado a la oración pueda frenar de algún modo el dinamismo apostólico y el meritorio servicio a los hermanos, que constituyen vuestro compromiso diario.

392 Sucede exactamente lo contrario. Amar la oración y ponerla en el centro de todo proyecto de vida y de apostolado es la auténtica escuela de los santos. Por tanto, distinguíos en el arte de rezar: este "es el secreto de un cristianismo realmente vital, que no tiene motivos para temer el futuro, porque vuelve continuamente a las fuentes y se regenera en ellas" (Novo millennio ineunte NM 32).

Que la Virgen santísima sea vuestro ejemplo y apoyo. Conservando en toda su primitiva lozanía el típico carácter mariano que vuestro fundador imprimió como rasgo inconfundible a los institutos fundados por él, permaneced en la escuela de María.

Mientras mantengáis la mirada fija en ella, excelsa obra de arte de Dios, modelo e ideal de toda vida consagrada y apoyo de toda actividad apostólica, no se secará en vuestra gran familia espiritual el manantial de generosidad y entrega, de interioridad y fervor, de santidad y gracia, que os hace valiosos obreros de la viña del Señor.

Por último, sed almas profundamente eucarísticas, que saben adorar, amar y gozar de la Eucaristía. En los albores de vuestras congregaciones, el beato Aníbal María De Francia puso el misterio eucarístico en el centro de todo. Con la adoración eucarística no sólo obtendréis el don de nuevas vocaciones, sino también la gracia de acrecentar el entusiasmo y la alegría de vuestro sacerdocio, de vuestra consagración y de vuestra militancia cristiana.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, esto es lo que la Iglesia espera de vosotros. No defraudéis sus expectativas; al contrario, secundad siempre con generoso empeño sus esperanzas. El testimonio convencido es el secreto para atraer a vuestro ideal a un gran número de jóvenes fervorosos y generosos.

Que el Señor os bendiga por cuanto habéis hecho hasta ahora y os colme de su gracia, para que en el presente y en el futuro sigáis trabajando con abnegación y alegría por el reino de Dios. Os acompaño con la oración, que elevo confiado al Señor, por intercesión del beato Aníbal María De Francia. Que Dios conceda un nuevo florecimiento de vocaciones a vuestros institutos y a toda la Iglesia.

Con estos deseos, os imparto de corazón a vosotros aquí presentes mi bendición, que extiendo de buen grado a toda vuestra familia espiritual.






AL FINAL DEL CONCIERTO OFRECIDO


POR LA ASOCIACIÓN POLACA


"AMIGOS DE LA FUNDACIÓN JUAN PABLO II"


Viernes 7 de diciembre de 2001




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Estoy seguro de interpretar los sentimientos comunes, expresando agradecimiento cordial a los gentiles miembros de la asociación polaca Amigos de la Fundación Juan Pablo II que, juntamente con la Filarmónica nacional de Varsovia, han querido ofrecerme a mí y a mis colaboradores este magnífico concierto.

Expreso mi vivo aprecio ante todo al señor Kazimierz Kord, director de la Filarmónica, que con extraordinario talento ha interpretado la Missa pro pace.Saludo cordialmente al Señor Henryk Wojnarowski, maestro del coro, que ha ejecutado las diversas piezas con gran maestría. Extiendo mi gratitud a todos los que han contribuido a la organización y a la preparación de esta hermosa iniciativa. Con afecto doy las gracias y saludo al señor Wojciech Kilar, conocido compositor, autor de la Missa pro pace que hemos tenido la alegría de escuchar. Consciente de que la partitura de una misa es una obra artística que se inserta en la liturgia, ha querido proponer sabiamente melodías animadas por un intenso misticismo. El estilo arcano y original de esta Missa introduce a los oyentes en un recogimiento impregnado de oración y en una atenta contemplación de los misterios de la fe.

393 2. Gracias también por la admirable ejecución de la Missa pro pace.Este acontecimiento artístico, de alto valor religioso, nos ha ayudado a pensar en la paz y a orar por ella. El siglo XX, quizá marcado como ningún otro por guerras y derramamiento de sangre, terminó con grandes esperanzas de justicia y paz. Por desgracia, los trágicos eventos del 11 de septiembre frustraron bruscamente estas expectativas confiadas. Pero no debemos desanimarnos. La paz es don de Dios y, al mismo tiempo, fruto del esfuerzo diario de los hombres de buena voluntad. A través del lenguaje universal de la música y del canto, en esta sala "Pablo VI" ha resonado para todos la invitación a ser constructores de esperanza y de paz. Acojamos esta apremiante exhortación. Que la vida de todo creyente sea eco del amor que vence la violencia y marca el comienzo de "un cielo nuevo y una tierra nueva" (cf. Ap Ap 21,1).

3. Una vez más, en nuestra lengua materna, quiero dar las gracias a cuantos han contribuido a hacernos vivir esta solemne velada. Expreso mi agradecimiento al compositor de la magnífica Missa pro pace, el señor Wojciech Kilar. La majestuosa sencillez, la belleza arraigada en la tradición cristiana y el timbre del alma polaca que aflora en ella hacen que esta obra no sólo produzca sensaciones estéticas, sino que también suscite emociones profundamente religiosas.

Doy las gracias a los músicos de la Orquesta sinfónica bajo la dirección del señor Kazimierz Kord y a los miembros del coro con su director, el señor Henryk Wojnarowski. Expreso de igual modo mi gratitud a los solistas. Habéis querido situar este concierto en el ámbito de las celebraciones del centenario de la Filarmónica nacional. En esta ocasión particular aceptad mi felicitación y mis mejores deseos de prosperidad y de numerosos y magníficos éxitos artísticos en el nuevo centenario.

También quisiera dar las gracias a los que han contribuido a la organización de esta velada y, sobre todo, al Círculo de amigos de la Fundación Juan Pablo II en Varsovia. Imparto de corazón mi bendición apostólica a todos los artistas y a los invitados. Que Dios os recompense y bendiga.

4. Este concierto se realiza al comienzo del Adviento, tiempo de mística espera del Príncipe de la paz. Que también esta feliz coincidencia sea estímulo a abrir el corazón y la mente a Cristo, que viene como Mesías de salvación y amor. Ya estamos en la víspera de la solemnidad de la Inmaculada Concepción. Que ella, Reina de la paz, fortalezca los pasos intrépidos de los hombres por el camino que conduce a la justicia y a la paz verdadera. Con estos sentimientos, imparto al compositor, a los artistas, a los promotores, a los organizadores y a todos los presentes una bendición especial.

Este concierto es una introducción muy buena al 14 de diciembre y al 24 de enero.





ORACIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


PARA LA SOLEMNIDAD


DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN


DE LA VIRGEN MARÍA


Sábado 8 de diciembre de 2001

1. Madre Inmaculada, en este día solemne,

iluminado por el resplandor
de tu Inmaculada Concepción,
nos encontramos a tus pies, en esta histórica plaza,
394 en el corazón de la Roma cristiana.
Como todos los años, hemos venido a repetir
el tradicional homenaje floral del 8 de diciembre,
queriendo expresar con este gesto
el amor filial de la ciudad,
que cuenta con tantos signos
de tu presencia materna.
Hemos venido en humilde peregrinación
y, haciéndonos portavoces de todos los creyentes,
te invocamos con confianza:
"Monstra te esse matrem...
395 Muéstrate Madre para todos,
ofrece nuestra oración;
Cristo, que se hizo Hijo tuyo, la acoja benigno".

2. Monstra te esse matrem!".
Muéstrate Madre para nosotros
que, ante esta célebre imagen tuya,
con corazón gozoso damos gracias a Dios
por el don de tu Inmaculada Concepción.
Tú eres la Toda Hermosa,
a la que el Altísimo revistió con su poder.
Tú eres la Toda Santa, a la que Dios preparó
396 como su intacta morada de gloria.
Salve, Templo arcano de Dios,
salve, llena de gracia,
intercede por nosotros.

3. Monstra te esse matrem!".
Te pedimos que presentes nuestra oración
a Aquel que te revistió de gracia,
sustrayéndote a toda sombra de pecado.
Nubes oscuras se ciernen
sobre el horizonte del mundo.
La humanidad, que saludó con esperanza
397 la aurora del tercer milenio,
siente ahora que se cierne sobre ella
la amenaza de nuevos y tremendos conflictos.
Está en peligro la paz del mundo.
Precisamente por esto venimos a ti,
Virgen Inmaculada, para pedirte que obtengas,
como Madre comprensiva y fuerte,
que los hombres, renunciando al odio,
se abran al perdón recíproco,
a la solidaridad constructiva y a la paz.

4. Monstra te esse matrem!".
398 Vela, oh María, sobre la gran familia eclesial,
para que todos los creyentes,
como verdaderos discípulos de tu Hijo,
caminen en la luz de su presencia.
Sigue velando
particularmente sobre la Iglesia de Roma,
que el 8 de diciembre de 1995,
precisamente en este lugar,
emprendió con confianza la misión ciudadana
con vistas al gran jubileo.
Fue una misión de frutos abundantes y profundos,
399 que contribuyó a difundir
el Evangelio de la esperanza
en cada rincón de la ciudad,
movilizando a sacerdotes, religiosos y laicos
para una amplia y profunda renovación espiritual.
Fue un camino dinámico y valiente
que, con la gracia del tiempo jubilar,
ha hecho que las personas y las familias,
las parroquias y las comunidades
sean conscientes del mandato misionero
que cada uno debe asumir responsablemente,
400 valorando la riqueza
y la variedad de sus propios carismas.

5. Monstra te esse matrem!".
Estrella de la nueva evangelización,
impúlsanos y acompáñanos tras los pasos
de una pastoral incansablemente misionera,
con un programa único y decisivo:
anunciar a Cristo, Redentor del hombre.
Que la misión se convierta en testimonio diario
de cada creyente en el ambiente donde vive;
que gracias a ella
401 se renueve el rostro cristiano de Roma,
para que resulte claro a todos
que la fidelidad a Cristo
cambia la existencia personal
y modela un futuro de paz,
un porvenir mejor para todos.
Madre Inmaculada,
que haces a la Iglesia fecunda en hijos,
apoya también nuestra incesante solicitud
por las vocaciones
al sacerdocio y a la vida consagrada.
402 Que la asamblea romana del próximo mes de junio,
que la diócesis dedica oportunamente a este tema,
impulse a los jóvenes y a sus familias
a responder con corazón generoso
a la llamada del Señor.

6. Monstra te esse matrem!".
Sé para nosotros roca de valentía y fidelidad,
oh humilde joven de Nazaret,
gloriosa Reina del mundo.
Ofrece nuestra oración al Verbo de Dios,
que, convirtiéndose en Hijo tuyo,
403 se hizo hermano nuestro.
Que gracias a tu valiosísima intercesión
todo el pueblo de Dios
y en particular esta amada Iglesia de Roma,
"reme mar adentro" hacia la santidad,
que constituye la condición decisiva
para todo apostolado fecundo.
Madre de misericordia y de paz,
Inmaculada Madre de Dios, ¡ruega por nosotros!





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL ENCUENTRO NACIONAL DE JÓVENES


DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA




Amadísimos jóvenes:

1. En este día, en el que la Iglesia contempla las maravillas realizadas por Dios en la Virgen María, me alegra dirigiros mi afectuoso saludo a todos vosotros, que habéis acudido a Roma para dar vuestra contribución específica de entusiasmo y lozanía a la renovación que la Acción católica italiana ha emprendido con gran determinación en el alba del nuevo milenio. En la realización de un programa tan importante de vida y actividad asociativa, seguid fielmente las indicaciones de vuestros obispos, que ven en la Acción católica una ejemplaridad formativa válida para todas las comunidades eclesiales de Italia.

404 Sois el sector juvenil de la Acción católica: una parte muy importante de la Asociación. Ser jóvenes quiere decir tener la sencillez de Natanael, que, después de manifestar su perplejidad sobre el Nazareno: "¿De Nazaret puede venir algo bueno?" (Jn 1,46), no sabe resistir a la mirada de Jesús que llama, y lo sigue sin cálculos.

Ser jóvenes quiere decir lanzarse, como Pedro y Juan la mañana de Pascua (cf. Jn Jn 20,4), a una carrera impetuosa, con el corazón latiendo apresuradamente por el amor tiernísimo a Jesús.
Ser jóvenes significa tener la misma obstinación de Tomás en el cenáculo ante los relatos de la resurrección, una obstinación transformada en el impulso de quien se fía completamente de aquel que es percibido como único "Señor" y "Dios" (cf. Jn Jn 20,28). ¿No es esto lo que también vosotros repetís con entusiasmo a Jesús cada día?

Ser jóvenes significa sentir el deseo de una vida plena, como el joven rico expresó una vez a Jesús (cf. Mc Mc 10,17), y, al mismo tiempo, vencer la debilidad que no permite desprenderse de sí mismo y de las falsas seguridades.

Ser jóvenes es hacer la experiencia de Lázaro, que pasó por la enfermedad y la muerte, para participar en la alegría sin límites de la vida nueva dada por Cristo (cf. Jn Jn 11,44).

Ser jóvenes significa, por último, gustar la compañía de Jesús y escuchar "boquiabiertos" sus palabras, en la cálida acogida de un hogar como el de Marta y María (cf. Lc Lc 10,42).

2. Queridos jóvenes amigos, habéis venido a Roma, a la tumba de los apóstoles san Pedro y san Pablo, precisamente para expresar del mejor modo posible los dones de vuestra juventud, valorizados por la relación personal con él, en el calor de la comunión de la Iglesia. No dudéis en seguir su ejemplo en una escuela de santidad, actualizada a través de la espiritualidad y el compromiso eclesial específicos de la Acción católica.

Ser laicos cristianos hoy implica el compromiso de ser santos cada día, con alegría y entusiasmo. Antes que vosotros, recorrieron este itinerario espiritual Giorgio Frassati, Alberto Marvelli y muchos otros jóvenes como vosotros. Se trata de un compromiso que debéis asumir ante todo por vosotros mismos y por vuestros amigos, pero también por vuestras familias, por vuestras comunidades y, más aún, por el mundo entero.

Quisiera renovaros hoy la invitación que os hice en Tor Vergata: sois y debéis ser cada vez más los centinelas de la mañana en esta alba del nuevo milenio. Aunque en esta primera parte del siglo, sacudido desgraciadamente por el terrorismo, el miedo y la guerra, esta invitación puede parecer muy ardua, sigue siendo válida. Hoy, más que nunca, para ser centinelas de esta alba del nuevo milenio es preciso ser santos.

Estoy seguro de que en vuestra mochila no faltarán los libros útiles para una escuela de santidad tan exigente. Estarán ciertamente los documentos del concilio Vaticano II y las indicaciones de los pastores de vuestras Iglesias particulares. Sobre todo, debéis tener el Evangelio que os intercambiasteis en Tor Vergata. Enamoraos cada vez más de la palabra de Cristo. Escuchadla, comprendedla, profundizadla, amadla y, sobre todo, vividla. Recurrid a los auténticos maestros de la fe para que os ayuden en esto.

Palabra de Dios es de modo eminente Jesús, el Verbo hecho carne en el seno virginal de María santísima. Y Jesús no puede estar simplemente en la mochila: debe tener cabida en vuestros pensamientos, en vuestros ojos, en vuestras manos y en vuestro corazón. En una palabra, en toda vuestra vida. Debéis repetir con san Pablo: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20). Jesús vive en vosotros cuando lo invocáis en la oración, en el tiempo en que sabéis estar con él en unión de corazón, después de recibirlo en la Eucaristía. No tengáis miedo de volver a él, cuando seáis engañados y heridos por los espejismos de una felicidad falsa y artificial.

405 3. En Tor Vergata os dije que prenderéis fuego al mundo si tenéis la valentía de ser cristianos hasta las últimas consecuencias (cf. Homilía durante la concelebración eucarística en Tor Vergata, 20 de agosto de 2000, n. 7: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de agosto de 2000, p. 12). Cristo mismo, con quien os habéis encontrado personalmente, os precede y os da siempre nuevas citas por los caminos de la historia. Sí, Cristo os lleva a dondequiera es preciso aliviar el dolor, expresar la solidaridad y celebrar la alegría; en el esfuerzo del estudio y del trabajo, así como en la distracción del tiempo libre; en la vida familiar y en la espera, demasiado larga, de un futuro que a menudo no se logra realizar.

Con vuestra decisión de afiliaros a la Acción católica habéis decidido colaborar de manera particular con vuestros obispos, para ser una asociación de laicos que, con impulso generoso, se pone a disposición de los pastores de la comunidad eclesial con vistas a la actividad apostólica en el mundo contemporáneo. A este propósito, deseo hacer mía la invitación de vuestros pastores, que os piden "comunicar el Evangelio en un mundo que cambia" (cf. Orientaciones pastorales del Episcopado italiano para el primer decenio del año 2000). Vosotros mismos sois testigos singulares de nuestro tiempo, que está en permanente evolución: el mundo juvenil, vuestros amigos y los ambientes en los que vivís cambian continuamente. Por eso, comprometeos a comunicar el Evangelio en este ámbito de transformaciones profundas, aprendiendo a "superar los límites habituales de la acción pastoral, para explorar los lugares, incluso los más inimaginables, donde los jóvenes viven, se encuentran, expresan su originalidad, hablan de sus expectativas y manifiestan sus sueños" (Educar a los jóvenes en la fe, en: Noticiario de la Conferencia episcopal italiana 2/1999, p. 51). Solos es difícil; juntos es posible: precisamente este es el apoyo que puede daros vuestra Asociación.

4. Amadísimos jóvenes de la Acción católica italiana, en esta solemnidad de la Inmaculada os deseo que seáis siempre misioneros, como os quiere la Iglesia, y santos según el corazón de Dios.
Que os sostenga siempre la protección materna de María, a quien hoy contemplamos en el resplandor de su intacta belleza. Que ella sea vuestra guía, la estrella luminosa que indica el camino de la Acción católica renovada, por la que vosotros mismos os sentís comprometidos a dar una contribución significativa.

Os aseguro un recuerdo especial en la oración, y con afecto os bendigo a vosotros, a vuestros educadores, a los muchachos a los que prestáis vuestro generoso servicio formativo y a todos los miembros de la Acción católica italiana.

Vaticano, 8 de diciembre de 2001






A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CALDEA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 11 de diciembre de 2001



Beatitud;
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

1. Me alegra acogeros hoy a vosotros, pastores de la Iglesia caldea, que habéis venido de Irak, Irán, Líbano, Egipto, Siria, Turquía y Estados Unidos, con vuestro patriarca, Su Beatitud Raphaël I Bidawid, para esta visita ad limina Apostolorum. Me complace saludaros con las palabras iniciales de la segunda carta del apóstol san Pedro: "Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo les ha cabido en suerte una fe tan preciosa como la nuestra. A vosotros, gracia y paz abundantes por el conocimiento de nuestro Señor" (2P 1,1-2). Permitidme dar las gracias de modo muy particular a quienes de entre vosotros, después de muchos años de servicio y entrega, han puesto su cargo episcopal a disposición del Sínodo patriarcal. Con san Pablo, "doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo" (1Co 1,4-6).

2. En este momento recordamos que la sangre de innumerables mártires ha fecundado vuestra antigua y venerable Iglesia caldea desde los primeros siglos de la era cristiana. Ha brillado no sólo por sus grandes poetas y maestros, sino también por sus escuelas de teología y exégesis, como la de Nisibe. Sus ascetas y monjes la hicieron célebre gracias a una tradición mística de rara profundidad espiritual: basta citar a san Efrén, doctor de la Iglesia, denominado el "arpa del Espíritu Santo", que resume en sí todo lo que la Iglesia en vuestra región ha dado a la Iglesia universal.


Discursos 2001 388