Audiencias 2002 10

10 Con la mirada interior del alma, con la intuición religiosa que no se pierde en la superficialidad, el hombre y la mujer pueden descubrir que el mundo no es mudo, sino que habla del Creador. Como dice el antiguo sabio, "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sg 13,5). También san Pablo recuerda a los Romanos que "desde la creación del mundo, lo invisible de Dios se deja ver a la inteligencia a través de sus obras" (Rm 1,20).

4. Luego el himno cede el paso al sol. El globo luminoso es descrito por el poeta inspirado como un héroe guerrero que sale del tálamo donde ha pasado la noche, es decir, sale del seno de las tinieblas y comienza su carrera incansable por el cielo (vv. 6-7). Se asemeja a un atleta que avanza incansable mientras todo nuestro planeta se encuentra envuelto por su calor irresistible.

Así pues, el sol, comparado a un esposo, a un héroe, a un campeón que, por orden de Dios, cada día debe realizar un trabajo, una conquista y una carrera en los espacios siderales. Y ahora el salmista señala al sol resplandeciente en el cielo, mientras toda la tierra se halla envuelta por su calor, el aire está inmóvil, ningún rincón del horizonte puede escapar de su luz.

5. La liturgia pascual cristiana recoge la imagen solar del Salmo para describir el éxodo triunfante de Cristo de las tinieblas del sepulcro y su ingreso en la plenitud de la vida nueva de la resurrección. La liturgia bizantina canta en los Maitines del Sábado santo: "Como el sol brilla, después de la noche, radiante en su luminosidad renovada, así también tú, oh Verbo, resplandecerás con un nuevo fulgor cuando, después de la muerte, dejarás tu tálamo". Una oda (la primera) de los Maitines de Pascua vincula la revelación cósmica al acontecimiento pascual de Cristo: "Alégrese el cielo y goce la tierra, porque el universo entero, tanto el visible como el invisible, participa en esta fiesta: ha resucitado Cristo, nuestro gozo perenne". Y en otra oda (la tercera) añade: "Hoy el universo entero -cielo, tierra y abismo- rebosa de luz y la creación entera canta ya la resurrección de Cristo, nuestra fuerza y nuestra alegría". Por último, otra (la cuarta) concluye: "Cristo, nuestra Pascua, se ha alzado desde la tumba como un sol de justicia, irradiando sobre todos nosotros el esplendor de su caridad".

La liturgia romana no es tan explícita como la oriental al comparar a Cristo con el sol. Sin embargo, describe las repercusiones cósmicas de su resurrección, cuando comienza su canto de Laudes en la mañana de Pascua con el famoso himno: "Aurora lucis rutilat, caelum resultat laudibus, mundus exsultans iubilat, gemens infernus ululat": "La aurora resplandece de luz, el cielo exulta con cantos de alabanza, el mundo se llena de gozo, y el infierno gime con alaridos".

6. En cualquier caso, la interpretación cristiana del Salmo no altera su mensaje básico, que es una invitación a descubrir la palabra divina presente en la creación. Ciertamente, como veremos en la segunda parte del Salmo, hay otra Palabra, más elevada, más preciosa que la luz misma: la de la Revelación bíblica.

Con todo, para los que tienen oídos atentos y ojos abiertos, la creación constituye en cierto sentido una primera revelación, que tiene un lenguaje elocuente: es casi otro libro sagrado, cuyas letras son la multitud de las criaturas presentes en el universo. San Juan Crisóstomo afirma: "El silencio de los cielos es una voz más resonante que la de una trompeta: esta voz pregona a nuestros ojos, y no a nuestros oídos, la grandeza de Aquel que los ha creado" (PG 49,105). Y san Atanasio: "El firmamento, con su grandeza, su belleza y su orden, es un admirable predicador de su Artífice, cuya elocuencia llena el universo" (PG 27,124).

Saludos

Saludo con afecto a los visitantes de lengua española, en particular a los fieles de las parroquias de la archidiócesis de Valencia y a la escuela italiana "Vittorio Montiglio" de Santiago de Chile, así como a los demás peregrinos latinoamericanos. Que sepamos descubrir siempre el lenguaje elocuente de la creación como una presencia amorosa de Dios en nosotros. Muchas gracias.

(En lituano)
Saludo con alegría a los peregrinos lituanos. En particular, saludo a los dirigentes y los miembros del coro Giesme de la escuela de música sacra de Kaunas. Os exhorto a sacar de la oración de hoy nuevas fuerzas espirituales para vivir con generosidad juvenil el don de la fe que habéis recibido. Ruego con afecto por vosotros e invoco sobre todos la bendición del Señor. ¡Alabado sea Jesucristo!

(En italiano)
11 Dirijo un saludo cordial a los peregrinos de lengua italiana; en particular, a los miembros de la asociación "Defender la vida con María". Queridos hermanos, vuestra presencia me brinda la oportunidad de reafirmar una vez más la importancia de defender la vida humana, don incomparable de Dios. Seguid promoviendo siempre con renovado impulso la cultura de la vida.

Saludo también a los artistas prestidigitadores y malabaristas procedentes de varias ciudades italianas, a los grupos de la tercera edad de la XX circunscripción de Roma y a los alumnos de la escuela militar "Nunziatella" de Nápoles. A todos doy una afectuosa bienvenida, con el profundo deseo de que este encuentro acreciente en cada uno el anhelo de testimoniar el Evangelio en la vida diaria.


Me dirijo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Se celebra mañana la memoria litúrgica de san Juan Bosco, sacerdote y educador. Miradlo, queridos jóvenes, como un auténtico maestro de vida. Vosotros, queridos enfermos, aprended de su experiencia espiritual a confiar en cualquier circunstancia en Cristo crucificado. Y vosotros, queridos recién casados, recurrid a su intercesión para asumir con empeño generoso vuestra misión de esposos y de padres.




Febrero de 2002

Miércoles 6 de febrero de 2002

Deseo del templo de Dios

1. En una audiencia general de hace algún tiempo, comentando el salmo anterior al que se acaba de cantar, dijimos que estaba íntimamente unido al salmo sucesivo. En efecto, los salmos 41 y 42 constituyen un único canto, marcado en tres partes por la misma antífona: "¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío" (Ps 41,6 Ps 41,12 Ps 42,5).

Estas palabras, en forma de soliloquio, expresan los sentimientos profundos del salmista. Se encuentra lejos de Sión, punto de referencia de su existencia por ser sede privilegiada de la presencia divina y del culto de los fieles. Por eso, siente una soledad hecha de incomprensión e incluso de agresión por parte de los impíos, y agravada por el aislamiento y el silencio de Dios. Sin embargo, el salmista reacciona contra la tristeza con una invitación a la confianza, que se dirige a sí mismo, y con una hermosa afirmación de esperanza: espera poder seguir alabando a Dios, "salud de mi rostro".

En el salmo 42, en vez de hablar sólo consigo mismo como en el salmo anterior, el salmista se dirige a Dios y le suplica que lo defienda contra los adversarios. Repitiendo casi literalmente la invocación anunciada en el salmo anterior (cf. Ps 41,10), el orante dirige esta vez efectivamente a Dios su grito desolado: "¿Por qué me rechazas? ¿Por qué voy andando sombrío, hostigado por mi enemigo?" (Ps 42,2).

2. Con todo, siente ya que el paréntesis oscuro de la lejanía está a punto de cerrarse y expresa la certeza del regreso a Sión para volver al templo de Dios. La ciudad santa ya no es la patria perdida, como acontecía en el lamento del salmo anterior (cf. Ps 41,3-4); ahora es la meta alegre, hacia la cual está en camino. La guía del regreso a Sión será la "verdad" de Dios y su "luz" (cf. Ps 42,3). El Señor mismo será el fin último del viaje. Es invocado como juez y defensor (cf. vv. 1-2). Tres verbos marcan su intervención implorada: "Hazme justicia", "defiende mi causa" y "sálvame" (v. 1). Son como tres estrellas de esperanza, que resplandecen en el cielo tenebroso de la prueba y anuncian la inminente aurora de la salvación.

12 Es significativa la interpretación que san Ambrosio hace de esta experiencia del salmista, aplicándola a Jesús que ora en Getsemaní: "No quiero que te sorprendas de que el profeta diga que su alma estaba turbada, puesto que el mismo Señor Jesús dijo: "Ahora mi alma está turbada". En efecto, quien tomó sobre sí nuestras debilidades, tomó también nuestra sensibilidad, por efecto de la cual estaba triste hasta la muerte, pero no por la muerte. No habría podido provocar tristeza una muerte voluntaria, de la que dependía la felicidad de todos los hombres. (...) Por tanto, estaba triste hasta la muerte, a la espera de que la gracia llegara a cumplirse. Lo demuestra su mismo testimonio, cuando dice de su muerte: "Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!"" (Las Job y de David, VII, 28, Roma 1980, p. 233).

3. Ahora, en la continuación del salmo 42, ante los ojos del salmista está a punto de aparecer la solución tan anhelada: el regreso al manantial de la vida y de la comunión con Dios. La "verdad", o sea, la fidelidad amorosa del Señor, y la "luz", es decir, la revelación de su benevolencia, se representan como mensajeras que Dios mismo enviará del cielo para tomar de la mano al fiel y llevarlo a la meta deseada (cf.
Ps 42,3).

Es muy elocuente la secuencia de las etapas de acercamiento a Sión y a su centro espiritual.
Primero aparece "el monte santo", la colina donde se levantan el templo y la ciudadela de David. Luego entra en el campo "la morada", es decir, el santuario de Sión, con todos los diversos espacios y edificios que lo componen. Por último, viene "el altar de Dios", la sede de los sacrificios y del culto oficial de todo el pueblo. La meta última y decisiva es el Dios de la alegría, el abrazo, la intimidad recuperada con él, antes lejano y silencioso.

4. En ese momento todo se transforma en canto, alegría y fiesta (cf. v. 4). En el original hebraico se habla del "Dios que es alegría de mi júbilo". Se trata de un modo semítico de hablar para expresar el superlativo: el salmista quiere subrayar que el Señor es la fuente de toda felicidad, la alegría suprema, la plenitud de la paz.

La traducción griega de los Setenta recurrió, al parecer, a un término arameo equivalente, que indica la juventud, y tradujo: "al Dios que alegra mi juventud", introduciendo así la idea de la lozanía y la intensidad de la alegría que da el Señor. Por eso, el Salterio latino de la Vulgata, que es traducción del griego, dice: "ad Deum qui laetificat juventutem meam". De esta forma el salmo se rezaba al pie del altar, en la anterior liturgia eucarística, como invocación de introducción al encuentro con el Señor.

5. El lamento inicial de la antífona de los salmos 41-42 resuena por última vez al final (cf. Ps 42,5). El orante no ha llegado aún al templo de Dios; todavía se halla en la oscuridad de la prueba; pero ya brilla ante sus ojos la luz del encuentro futuro, y sus labios ya gustan el tono del canto de alegría. En este momento la llamada está más marcada por la esperanza. En efecto, san Agustín, comentando nuestro salmo, observa: "Espera en Dios, responderá a su alma aquel que por ella está turbado. (...) Mientras tanto, vive en la esperanza. La esperanza que se ve no es esperanza; pero, si esperamos lo que no vemos, por la paciencia esperamos (cf. Rm 8,24-25)" (Exposición sobre los salmos I, Roma 1982, p. 1019).

Entonces el Salmo se transforma en la oración del que es peregrino en la tierra y se halla aún en contacto con el mal y el sufrimiento, pero tiene la certeza de que la meta de la historia no es un abismo de muerte, sino el encuentro salvífico con Dios. Esta certeza es aún más fuerte para los cristianos, a los que la carta a los Hebreos proclama: "Vosotros os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, a la Jerusalén celestial, y a miríadas de ángeles, reunión solemne y asamblea de los primogénitos inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los justos llegados ya a su consumación, y a Jesús, mediador de la nueva Alianza, y a la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel" (He 12,22-24).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española presentes en esta audiencia. De modo particular a las autoridades académicas de la Universidad católica de Murcia, con mons. Manuel Ureña, obispo de Cartagena, y mons. Javier Azagra, obispo emérito; a los representantes del Consejo regulador del "Jamón de Teruel", acompañados de mons. Antonio Algora, a los sacerdotes de Jaén y Murcia, y al grupo de "Amigos de Madre Esperanza", de Santomera. También al grupo de "Dansaires del Penedés" y a los alumnos de la Escuela "Sant Antoni" de Terrassa, así como al grupo de esgrima del Jockey Club de Argentina.

(A los muchachos de la Acción católica de la diócesis italiana de San Benedetto del Tronto-Ripatransone-Montalto)
13 Queridísimos hermanos, os agradezco vuestra presencia tan numerosa y os animo a seguir con generosa fidelidad a Jesús y su Evangelio, para ser cristianos auténticos en la familia, en la escuela y en cualquier otro ambiente en el que os encontréis.

Deseo, asimismo, dirigir mi pensamiento a los demás jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Celebramos hoy la memoria litúrgica de san Pablo Miki y compañeros, mártires japoneses.

Que el valor de estos fieles testigos de Cristo os ayude, queridos jóvenes, a abrir el corazón al heroísmo de la santidad. A vosotros, queridos enfermos, os sostenga en el ofrecimiento del don precioso de la oración y del sufrimiento por toda la Iglesia. Y a vosotros, queridos recién casados, os dé la fuerza para hacer de vuestras familias un lugar donde se vivan los valores cristianos.




Miércoles 13 de febrero de 2002



1. La audiencia general de hoy, miércoles de Ceniza, se caracteriza por un especial espíritu de oración, reflexión y penitencia. Juntamente con toda la Iglesia, iniciamos un camino de cuarenta días como preparación para la Pascua con el austero signo de la imposición de la ceniza, acompañado por la exhortación de Cristo: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1,15). De esta forma se recuerda a todo ser humano su condición de pecador, juntamente con la necesidad de penitencia y conversión.

La fe cristiana nos recuerda que esta apremiante invitación a evitar el mal y a hacer el bien es don de Dios, del que proviene toda realidad buena para la vida del hombre. Todo tiene origen en la iniciativa gratuita de Dios, el cual nos ha creado para la felicidad y orienta todas las cosas hacia el verdadero bien. Él previene con su gracia incluso nuestro deseo de conversión y acompaña nuestros esfuerzos hacia la plena adhesión a su voluntad salvífica.

2. En el Mensaje para la Cuaresma de este año, publicado hace pocos días, quise proponer a todos los católicos el tema de la gratuidad de la iniciativa de Dios en nuestra vida, elemento esencial que aparece en toda la revelación bíblica. La Cuaresma es una "ocasión providencial de conversión", precisamente porque "nos ayuda a contemplar este estupendo misterio de amor", a la luz del cual Jesús nos dice: "Gratis lo recibisteis; dadlo gratis" (Mt 10,8). El itinerario cuaresmal se muestra así, en su realidad más profunda, como "una vuelta a las raíces de la fe, porque meditando en el don de gracia inconmensurable que es la Redención nos damos cuenta de que todo nos ha sido dado por amorosa iniciativa divina" (Mensaje para la Cuaresma, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de febrero de 2002, p. 6).

El apóstol san Pablo expresa con palabras incisivas y actuales la gratuidad de la gracia de Dios, que nos ha reconciliado con él por amor. En efecto, recuerda que "en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros" (Rm 5,7-8). El Dios que nos ha creado por su inmenso amor, y que también por amor nos ha destinado a la plena comunión con él, espera de nosotros una respuesta igualmente generosa, libre y consciente.

3. El camino de conversión, que hoy iniciamos confiados, se inserta plenamente en este marco originario de amor y gratuidad. La limosna y los gestos de caridad, que se nos invita a realizar especialmente en este tiempo penitencial, ¿no constituyen una respuesta a la gratuidad de la gracia divina? Si hemos recibido gratis, también debemos dar gratis (cf. Mt 10,8).

La sociedad actual tiene una profunda necesidad de redescubrir el valor de la gratuidad, sobre todo porque en nuestro mundo a veces parece triunfar una lógica planteada exclusivamente en función del lucro y la ganancia a toda costa. Frente a la sensación generalizada de que cualquier opción y gesto se guían por la lógica de la compraventa de mercado y de que triunfa la ley del mayor provecho posible, la fe cristiana propone de nuevo el ideal de la gratuidad, fundado en la libertad consciente de las personas, animadas por un auténtico amor.

Encomendemos estos cuarenta días de intensa oración y penitencia a la Virgen María, la "Madre del Amor hermoso". Que ella nos acompañe y guíe a celebrar dignamente el gran misterio de la Pascua de Cristo, revelación suprema del amor gratuito y misericordioso del Padre celestial.
14 ¡Buena Cuaresma a todos!

Saludos

Saludo a todos los peregrinos de lengua española, en especial al grupo de la Escuela de evangelización de Costa Rica. Que la Virgen María, Madre del Amor hermoso, os acompañe y guíe para celebrar dignamente el gran misterio de la Pascua de Cristo, revelación suprema del amor misericordioso y gratuito del Padre celestial. ¡Buena Cuaresma a todos!

(A los representantes de la Federación nacional italiana de jubilados de la CISL)
Os doy las gracias por el generoso donativo destinado a las iniciativas de caridad de la Santa Sede en favor de los más necesitados, y os animo a continuar vuestras actividades sociales para la promoción de los ancianos.

Dirijo, igualmente, un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Queridos hermanos y hermanas, el tiempo cuaresmal, que comenzamos precisamente hoy, os lleve a cada uno a acercaros cada vez más a Cristo. Vivid en vuestra existencia, en cada una de las situaciones en que os encontréis, los mismos sentimientos de nuestro Salvador, que dio la vida por nosotros en la cruz. Hallaréis consuelo y apoyo en el misterio de su sacrificio ofrecido por la salvación de la humanidad entera. Os bendigo a todos.






Miércoles 27 de febrero de 2002

Angustias de un moribundo y alegría de la curación

1. La Liturgia de las Horas, en los diversos cánticos que acompañan a los salmos, nos presenta también un himno de acción de gracias que lleva por título: "Cántico de Ezequías, rey de Judá, cuando estuvo enfermo y sanó de su mal" (Is 38,9). Se encuentra incrustado en una sección del libro del profeta Isaías de índole histórico-narrativa (cf. Is 36-39), cuyos datos ponen de relieve, con algunas variantes, los que ofrece el Libro segundo de los Reyes (cf. capítulos 18-20).

15 Ahora, siguiendo la Liturgia de las Laudes, hemos escuchado y transformado en oración dos grandes estrofas de aquel cántico, que describen los dos movimientos típicos de las oraciones de acción de gracias: por un lado, se evoca la angustia del sufrimiento del que el Señor ha librado a su fiel y, por otro, se canta con alegría la gratitud por la vida y la salvación recobrada.

El rey Ezequías, un soberano justo y amigo del profeta Isaías, había quedado afectado por una grave enfermedad, que el profeta Isaías había declarado mortal (cf.
Is 38,1). «Ezequías volvió su rostro a la pared y oró al Señor. Dijo: "Señor, dígnate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tus ojos". Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas. Entonces le fue dirigida a Isaías la palabra del Señor, diciendo: "Ve y di a Ezequías: Así dice el Señor, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte. (...) Añadiré quince años a tus días"» (Is 38,2-5).

2. En ese momento brota del corazón del rey el cántico de acción de gracias. Como decíamos, se refiere ante todo al pasado. Según la antigua concepción de Israel, la muerte introducía en un horizonte subterráneo, llamado en hebreo sheol, donde la luz se apagaba, la existencia se atenuaba y se hacía casi espectral, el tiempo se detenía, la esperanza se extinguía y sobre todo no se tenía la posibilidad de invocar y encontrar a Dios en el culto.

Por eso, Ezequías recuerda ante todo las palabras llenas de amargura que pronunció cuando su vida estaba resbalando hacia la frontera de la muerte: "Ya no veré más al Señor en la tierra de los vivos" (v. 11). También el salmista oraba así en el día de la enfermedad: "porque en el reino de la muerte nadie te invoca, y en el abismo, ¿quién te alabará?" (Ps 6,6). En cambio, librado del peligro de muerte, Ezequías puede reafirmar con fuerza y alegría: "Los vivos, los vivos son quienes te alaban, como yo ahora" (Is 38,19).

3. El cántico de Ezequías precisamente sobre este tema adquiere una nueva tonalidad, si se lee a la luz de la Pascua. Ya en el Antiguo Testamento se abrían grandes espacios de luz en los Salmos, cuando el orante proclamaba su certeza de que "no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha" (Ps 15,10-11 cf. Ps 48 y Ps 72). El autor del libro de la Sabiduría, por su parte, no dudará ya en afirmar que la esperanza de los justos está "llena de inmortalidad" (Sg 3,4), pues está convencido de que la experiencia de comunión con Dios vivida durante la existencia terrena no desaparecerá. Después de la muerte, seremos siempre sostenidos y protegidos por el Dios eterno e infinito, porque "las almas de los justos están en las manos de Dios y no les alcanzará tormento alguno" (Sg 3,1).

Sobre todo con la muerte y la resurrección del Hijo de Dios, Jesucristo, queda sembrada una semilla de eternidad, que florece en nuestra caducidad mortal, por lo cual podemos repetir las palabras del Apóstol, fundadas en el Antiguo Testamento: "Cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: "La muerte ha sido devorada en la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?"" (1Co 15,54-55 cf. Is 25,8 Os 13,14).

4. El cántico del rey Ezequías, sin embargo, nos invita también a reflexionar en nuestra fragilidad de criaturas. Las imágenes son sugestivas. La vida humana es descrita con el símbolo, típico entre los nómadas, de la tienda: somos siempre peregrinos y huéspedes en la tierra. También se recurre a la imagen de la tela, que es tejida y puede quedar incompleta cuando se corta la trama y el trabajo se interrumpe (cf. Is 38,12). También el salmista experimenta esa misma sensación: "Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un soplo, el hombre pasa como pura sombra, un soplo que se afana" (Ps 38,6-7). Es necesario recuperar la conciencia de nuestro límite, saber que "aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan" (Ps 89,10).

5. De cualquier modo, en el día de la enfermedad y del sufrimiento conviene elevar a Dios nuestro lamento, como nos enseña Ezequías, el cual, usando imágenes poéticas, describe su llanto como el piar de una golondrina y el gemir de una paloma (cf. Is 38,14). Y, aunque no duda en confesar que siente a Dios como un adversario, como un león que le quebranta los huesos (cf. v. 13), no deja de invocarlo: "Señor, que me oprimen, sal fiador por mí" (v. 14).

El Señor no queda indiferente ante las lágrimas del que sufre y, aunque sea por sendas que no siempre coinciden con las de nuestras expectativas, responde, consuela y salva. Es lo que Ezequías proclama al final, invitando a todos a esperar, a orar, a tener confianza, con la certeza de que Dios no abandona a sus criaturas: "Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas todos nuestros días en la casa del Señor" (v. 20).

6. De este cántico del rey Ezequías la tradición latina medieval conserva un comentario espiritual de san Bernardo de Claraval, uno de los místicos más representativos del monacato occidental. Se trata del tercero de los Sermones varios, en los que san Bernardo, aplicando a la vida de cada uno el drama vivido por el rey de Judá e interiorizando su contenido, escribe entre otras cosas: "Bendeciré al Señor en todo tiempo, es decir, de la mañana a la noche, como he aprendido a hacer, y no como los que te alaban cuando les haces bien, ni como los que creen durante cierto tiempo, pero en la hora de la tentación sucumben; al contrario, como los santos, diré: Si de la mano de Dios hemos recibido el bien, ¿por qué no debemos también aceptar el mal? (...) Así, estos dos momentos del día serán un tiempo de servicio a Dios, pues en la tarde habrá llanto, y en la mañana alegría. Me sumergiré en el dolor por la tarde para poder gozar de la alegría por la mañana" (Scriptorium Claravallense, Sermón III 6, Milán 2000, pp. 59-60).

Por eso, san Bernardo ve la súplica del rey como una representación del cántico orante del cristiano, que debe resonar, con la misma constancia y serenidad, tanto en las tinieblas de la noche y de la prueba como en medio de la luz del día y de la alegría.

Saludos

16 Doy mi cordial bienvenida a todos los peregrinos venidos de España y de América Latina, de modo particular al segundo grupo de obispos argentinos en visita "ad limina". Saludo también a la comunidad del Pontificio Colegio internacional "Maria, Mater Ecclesiae" de Roma; a los alumnos del colegio "Mater Salvatoris" de Madrid y a los niños del grupo "Un gol por la vida" de Colombia. Que la lectura y meditación de este cántico sea motivo constante de alabanza al Señor, tanto en los momentos de alegría como en los de dificultad. ¡Que Dios os bendiga a todos!


Saludo, finalmente, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridísimos hermanos, continuando el itinerario cuaresmal, la Iglesia nos invita a seguir dócilmente la acción del Espíritu Santo, que nos conduce tras las huellas de Cristo hacia Jerusalén, donde se cumplirá su misión redentora. Dejaos plasmar cada día por su gracia, a fin de que, tanto en el estudio como en la enfermedad o en la vida de familia, experimentéis la riqueza espiritual del camino de conversión y penitencia que estamos viviendo en este tiempo sagrado.





Marzo de 2002


Miércoles 6 de marzo de 2002

Alegría de las criaturas de Dios por su providencia

1. Nuestro recorrido a través de los salmos de la Liturgia de las Horas nos conduce ahora a un himno que nos conquista sobre todo por el admirable cuadro primaveral de la última parte (cf. Ps 64,10-14), una escena llena de lozanía, esmaltada de colores, llena de voces de alegría.

En realidad, la estructura del salmo 64 es más amplia, fruto de la mezcla de dos tonalidades diferentes: ante todo, resalta el tema histórico del perdón de los pecados y la acogida en Dios (cf. vv. 2-5); luego se alude al tema cósmico de la acción de Dios con respecto a los mares y los montes (cf. vv. 6-9a); por último, se desarrolla la descripción de la primavera (cf. vv. 9b-14): en el soleado y árido panorama del Oriente Próximo, la lluvia que fecunda es la expresión de la fidelidad del Señor hacia la creación (cf. Ps 103,13-16). Para la Biblia, la creación es la sede de la humanidad y el pecado es un atentado contra el orden y la perfección del mundo. Por consiguiente, la conversión y el perdón devuelven integridad y armonía al cosmos.

2. En la primera parte del Salmo nos hallamos dentro del templo de Sión. A él acude el pueblo con su cúmulo de miserias morales, para invocar la liberación del mal (cf. Ps 64,2-4). Una vez obtenida la absolución de las culpas, los fieles se sienten huéspedes de Dios, cercanos a él, listos para ser admitidos a su mesa y a participar en la fiesta de la intimidad divina (cf. vv. 4b-5).

Luego al Señor que se yergue en el templo se le representa con un aspecto glorioso y cósmico. En efecto, se dice que él es la "esperanza de todos los confines de la tierra y de los mares lejanos; (...) afianza los montes con su fuerza (...); reprime el estruendo del mar, el estruendo de las olas (...); los habitantes del extremo del orbe se sobrecogen ante sus signos", desde oriente hasta occidente (vv. 6-9).

3. Dentro de esta celebración de Dios creador encontramos un acontecimiento que quisiéramos subrayar: el Señor logra dominar y acallar incluso el estruendo de las aguas del mar, que en la Biblia son el símbolo del caos, opuesto al orden de la creación (cf. Jb 38,8-11). Se trata de un modo de exaltar la victoria divina no sólo sobre la nada, sino también sobre el mal: por ese motivo al "estruendo del mar" y al "estruendo de las olas" se asocia también "el tumulto de los pueblos" (cf. Ps 64,8), es decir, la rebelión de los soberbios.

17 San Agustín comenta acertadamente: "El mar es figura del mundo presente: amargo por su salinidad, agitado por tempestades, donde los hombres, con su avidez perversa y desordenada, son como peces que se devoran los unos a los otros. Mirad este mar malvado, este mar amargo, cruel con sus olas... No nos comportemos así, hermanos, porque el Señor es la esperanza de todos los confines de la tierra" (Expositio in Psalmos II, Roma 1990, p. 475).

La conclusión que el Salmo nos sugiere es fácil: el Dios que elimina el caos y el mal del mundo y de la historia puede vencer y perdonar la maldad y el pecado que el orante lleva dentro de sí y presenta en el templo, con la certeza de la purificación divina.

4. En este punto entran en escena las demás aguas: las de la vida y de la fecundidad, que en primavera riegan la tierra e idealmente representan la vida nueva del fiel perdonado. Los versículos finales del Salmo (cf.
Ps 64,10-14), como decíamos, son de gran belleza y significado. Dios colma la sed de la tierra agrietada por la aridez y el hielo invernal, regándola con la lluvia. El Señor es como un agricultor (cf. Jn 15,1), que hace crecer el grano y hace brotar la hierba con su trabajo. Prepara el terreno, riega los surcos, iguala los terrones, ablanda todo su campo con el agua.

El Salmista usa diez verbos para describir esta acción amorosa del Creador con respecto a la tierra, que se transfigura en una especie de criatura viva. En efecto, todo "grita y canta de alegría" (cf. Ps 64,14). A este propósito son sugestivos también los tres verbos vinculados al símbolo del vestido: "las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños, y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan" (vv. 13-14). Es la imagen de una pradera salpicada con la blancura de las ovejas; las colinas se orlan tal vez con las viñas, signo de júbilo por su producto, el vino, que "alegra el corazón del hombre" (Ps 103,15); los valles se visten con el manto dorado de las mieses. El versículo 12 evoca también la corona, que podría inducir a pensar en las guirnaldas de los banquetes festivos, puestas en la cabeza de los convidados (cf. Is 28,1 Is 28,5).

5. Todas las criaturas juntas, casi como en una procesión, se dirigen a su Creador y soberano, danzando y cantando, alabando y orando. Una vez más la naturaleza se transforma en un signo elocuente de la acción divina; es una página abierta a todos, dispuesta a manifestar el mensaje inscrito en ella por el Creador, porque "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su Autor" (Sg 13,5 cf. Rm 1,20). Contemplación teológica e inspiración poética se funden en esta lírica y se convierten en adoración y alabanza.

Pero el encuentro más intenso, al que mira el Salmista con todo su cántico, es el que une creación y redención. Como la tierra en primavera resurge por la acción del Creador, así el hombre renace de su pecado por la acción del Redentor. Creación e historia están de ese modo bajo la mirada providente y salvífica del Señor, que domina las aguas tumultuosas y destructoras, y da el agua que purifica, fecunda y sacia la sed. En efecto, el Señor "sana los corazones destrozados, venda sus heridas", pero también "cubre el cielo de nubes, prepara la lluvia para la tierra y hace brotar hierba en los montes" (Ps 146,3 Ps 146,8).

El Salmo se convierte, así, en un canto a la gracia divina. También san Agustín, comentando nuestro salmo, recuerda este don trascendente y único: "El Señor Dios te dice en el corazón: Yo soy tu riqueza. No te importe lo que promete el mundo, sino lo que promete el Creador del mundo. Está atento a lo que Dios te promete, si observas la justicia; y desprecia lo que te promete el hombre para alejarte de la justicia. Así pues, no te importe lo que el mundo promete. Más bien, considera lo que promete el Creador del mundo" (Expositio in Psalmos II, Roma 1990, p. 481).

La audiencia general del miércoles 6 de marzo se celebró en dos etapas sucesivas: la primera en la sala Pablo VI, donde se habían congregado varios miles de fieles, y la segunda en la plaza de San Pedro. En la primera, que comenzó con el canto del salmo 64, los fieles escucharon la lectura de la catequesis -dedicada a comentar la alegría de las criaturas de Dios por su providencia- que había preparado el Santo Padre y que leyó un prelado de la Secretaría de Estado. A continuación, varios sacerdotes presentaron en las diferentes lenguas los grupos que participaban y leyeron el resumen de la catequesis y algunos saludos. Entre los peregrinos de habla hispana que tomaban parte en este encuentro se hallaba un grupo de Madrid y otro de México. Mons. Miguel Huguet, de la sección española de la Secretaría de Estado, después de leer el resumen en castellano, añadió:

El Santo Padre saluda con afecto a los visitantes de lengua española, en particular a los peregrinos de Madrid y de diversos países latinoamericanos. Que nuestro respeto y amor a la creación se transforme en un canto de agradecimiento y alabanza a Dios. Muchas gracias.

(Las palabras que leyeron en lengua checa)
El Santo Padre dirige una cordial bienvenida a los peregrinos de la parroquia de los Carmelitas de Praga, de la parroquia de Hluk y al grupo de los fieles de Praga. Queridísimos hermanos, aprovechemos este tiempo de Cuaresma, tiempo de oración y de penitencia, que nos impulsa a la conversión y a profundizar en el amor a Dios y al prójimo. Su Santidad bendice gustoso a todos los presentes.

18 (En lengua croata)
Queridos hermanos y hermanas, toda la vida de la Iglesia gira en torno a la Eucaristía, que es el centro de la acción litúrgica diaria de la Iglesia y manifestación de la vida nueva en Cristo, recibida por los fieles por medio del bautismo, que les transforma en sacerdocio real, pueblo santo (cf.
1P 2,9). Su Santidad saluda cordialmente a todos los peregrinos croatas aquí presentes y les imparte la bendición apostólica. ¡Alabados sean Jesús y María!.


(En italiano se leyeron las siguientes palabras)

El Santo Padre dirige una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. Saluda en particular a los muchachos que han recibido la confirmación en la diócesis de Faenza-Modigliana, acompañados de su obispo mons. Italo Castellani, y a los del decanato de Cantù-Mariano, que renuevan aquí en Roma su profesión de fe. Invita a aprovechar este tiempo de Cuaresma para crecer en la adhesión a Jesús, y ser sus apóstoles entre sus coetáneos. Su Santidad, al mismo tiempo que asegura a cada uno un recuerdo en la oración, invoca sobre todos una abundante efusión de favores celestiales, para que se confirmen en sus generosos propósitos de fidelidad al Señor.
* * * * * * * * *


Palabras finales del Santo Padre desde la ventana de su despacho

Amadísimos hermanos:

Gracias por vuestra visita y por las oraciones que habéis hecho por mi pronta curación. Juntos hemos meditado la palabra de Dios tomada del salmo 64, que nos invita a no interesarnos por lo que el mundo promete, sino a considerar más bien lo que promete el Creador del mundo. Con estos sentimientos os exhorto a confiar siempre en la Providencia divina, fuente de paz y serenidad.

Sigamos recorriendo el itinerario cuaresmal, con la mirada puesta en Cristo, al que podemos encontrar en la intimidad de la oración. A cada uno de vosotros dirijo mi afectuoso saludo, particularmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.




Audiencias 2002 10