Audiencias 2002 18


Miércoles 13 de marzo de 2002

Dios renueva los prodigios de su amor

19 1. La liturgia, al poner en las Laudes de una mañana el salmo 76, que acabamos de proclamar, quiere recordarnos que el inicio de la jornada no siempre es luminoso. Como llegan días tenebrosos, en los que el cielo se cubre de nubes y amenaza tempestad, así en nuestra vida hay días densos de lágrimas y temor. Por eso, ya al amanecer, la oración se convierte en lamento, súplica e invocación de ayuda.

Nuestro salmo es, precisamente, una imploración que se eleva a Dios con insistencia, profundamente impregnada de confianza, más aún, de certeza en la intervención divina. En efecto, para el salmista el Señor no es un emperador impasible, reiterado en sus cielos luminosos, indiferente a nuestras vicisitudes. De esta impresión, que a veces nos embarga el corazón, surgen interrogantes tan amargos que constituyen una dura prueba para nuestra fe: "¿Está Dios desmintiendo su amor y su elección? ¿Ha olvidado el pasado, cuando nos sostenía y hacía felices?". Como veremos, esas preguntas serán disipadas por una renovada confianza en Dios, redentor y salvador.

2. Así pues, sigamos el desarrollo de esta oración, que comienza con un tono dramático, en medio de la angustia, y luego, poco a poco, se abre a la serenidad y a la esperanza. Encontramos, ante todo, la lamentación sobre el presente triste y sobre el silencio de Dios (cf. vv. 2-11). Un grito pidiendo ayuda se eleva a un cielo aparentemente mudo; las manos se alzan en señal de súplica; el corazón desfallece por la desolación. En la noche insomne, entre lágrimas y plegarias, un canto "vuelve al corazón", como dice el versículo 7, un estribillo triste resuena continuamente en lo más íntimo del alma.

Cuando el dolor llega al colmo y se quisiera alejar el cáliz del sufrimiento (cf.
Mt 26,39), las palabras explotan y se convierten en pregunta lacerante, como ya se decía antes (cf. Ps 76,8-11). Este grito interpela el misterio de Dios y de su silencio.

3. El salmista se pregunta por qué el Señor lo rechaza, por qué ha cambiado su rostro y su modo de actuar, olvidando su amor, la promesa de salvación y la ternura misericordiosa. "La diestra del Altísimo", que había realizado los prodigios salvíficos del Éxodo, parece ya paralizada (cf. v. 11). Y se trata de un auténtico "tormento", que pone a dura prueba la fe del orante.

Si así fuese, Dios sería irreconocible, actuaría como un ser cruel, o sería una presencia como la de los ídolos, que no saben salvar porque son incapaces, indiferentes e impotentes. En estos versículos de la primera parte del salmo 76 se percibe todo el drama de la fe en el tiempo de la prueba y del silencio de Dios.

4. Pero hay motivos de esperanza. Es lo que se puede comprobar en la segunda parte de la súplica (cf. vv. 12-21), que se asemeja a un himno destinado a volver a proponer la confirmación valiente de la propia fe incluso en el día tenebroso del dolor. Se canta el pasado de salvación, que tuvo su epifanía de luz en la creación y en la liberación de la esclavitud de Egipto. El presente amargo es iluminado por la experiencia salvífica pasada, que constituye una semilla sembrada en la historia: no está muerta, sino sólo sepultada, para brotar más tarde (cf. Jn 12,24).

Luego, el salmista recurre a un concepto bíblico importante: el del "memorial", que no es sólo una vaga memoria consoladora, sino certeza de una acción divina que no fallará nunca: "Recuerdo las proezas del Señor; sí, recuerdo tus antiguos portentos" (Ps 76,12). Profesar la fe en las obras de salvación del pasado lleva a la fe en lo que es el Señor constantemente y, por tanto, también en el tiempo presente. "Dios mío, tus caminos son santos: (...) Tú eres el Dios que realiza maravillas" (vv. 14-15). Así el presente, que parecía un callejón sin salida y sin luz, queda iluminado por la fe en Dios y abierto a la esperanza.

5. Para sostener esta fe, el salmista probablemente cita un himno más antiguo, que tal vez se cantaba en la liturgia del templo de Sión (cf. vv. 17-20). Es una clamorosa teofanía, en la que el Señor entra en escena en la historia, trastornando la naturaleza y en particular las aguas, símbolo del caos, del mal y del sufrimiento. Es bellísima la imagen de Dios caminando sobre las aguas, signo de su triunfo sobre las fuerzas del mal: "Tú te abriste camino por las aguas, un vado por las aguas caudalosas, y no quedaba rastro de tus huellas" (v. 20). Y el pensamiento se dirige a Cristo que camina sobre las aguas, símbolo elocuente de su victoria sobre el mal (cf. Jn 6,16-20).

Al final, recordando que Dios guió "como un rebaño" a su pueblo "por la mano de Moisés y de Aarón" (Ps 76,21), el Salmo lleva implícitamente a una certeza: Dios volverá a conducir hacia la salvación. Su mano poderosa e invisible estará con nosotros a través de la mano visible de los pastores y de los guías que él ha constituido. El Salmo, que se abre con un grito de dolor, suscita al final sentimientos de fe y esperanza en el gran Pastor de nuestras almas (cf. He 13,20 1P 2,25).

Saludos
20 Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a las damas y caballeros de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza. Ante la proximidad de la celebración de la Pascua, invito a todos a prepararse interiormente para renovar el propio bautismo, que nos inunda con la luz de Dios, al incorporarnos en Cristo a la vida de la gracia divina. Gracias por vuestra atención.



(A los fieles que llevaban la "Antorcha benedictina" de la paz)
Como signo simbólico de paz, esta antorcha se detiene hoy en las tumbas de los Apóstoles y continuará luego hacia Nursia. Queridísimos hermanos, ojalá que esta iniciativa suscite en todos un generoso empeño de solidaridad y de paz.


Mi pensamiento va, finalmente, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
El camino cuaresmal que estamos recorriendo, os lleve, queridos jóvenes, a la madurez de la fe en Cristo; aumente en vosotros, queridos enfermos, la esperanza en Cristo crucificado, que siempre nos sostiene en la prueba; y a vosotros, queridos recién casados, os ayude a hacer de vuestra vida en familia una misión de amor fiel y generoso.

* * * * * *


El Santo Padre saludó en especial a un grupo que representaba a los líderes religiosos de las tres religiones monoteístas presentes en Tierra Santa, que acaban de reunirse en Alejandría y de publicar una declaración conjunta.

Doy una cordial bienvenida al grupo que representa a los líderes religiosos de las tres religiones monoteístas presentes en Tierra Santa, que recientemente se reunieron $\en Alejandría y publicaron la Primera declaración de Alejandría de los líderes religiosos de Tierra Santa. A todos nos entristecen las noticias diarias de violencia y muerte en Israel y en los Territorios palestinos. Nuestra misión de hombres y mujeres religiosos nos impulsa a orar por la paz, a proclamar la paz y a hacer todo lo posible para contribuir a poner fin a ese derramamiento de sangre. Reitero la firme determinación de la Iglesia católica de trabajar por una paz justa. Que Dios todopoderoso bendiga vuestros esfuerzos por promover la reconciliación y la confianza en todo el amado pueblo de Tierra Santa.






Miércoles 20 de marzo de 2002

La alegría y la esperanza de los humildes está en Dios

1. Una voz de mujer nos guía hoy en la oración de alabanza al Señor de la vida. En efecto, en el relato del primer libro de Samuel, es Ana la persona que entona el himno que acabamos de proclamar, después de ofrecer al Señor su niño, el pequeño Samuel. Este será profeta en Israel y marcará con su acción el paso del pueblo hebreo a una nueva forma de gobierno, la monárquica, que tendrá como protagonistas al desventurado rey Saúl y al glorioso rey David. La vida de Ana era una historia de sufrimientos porque, como nos dice el relato, el Señor le había "hecho estéril el seno" (1S 1,5).

21 En el antiguo Israel la mujer estéril era considerada como una rama seca, una presencia muerta, entre otras cosas porque impedía al marido tener una continuidad en el recuerdo de las generaciones sucesivas, un dato importante en una visión aún incierta y nebulosa del más allá.

2. Ana, sin embargo, había puesto su confianza en el Dios de la vida y había orado así: "Señor de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva y acordarte de mí, no olvidarte de tu sierva y darle un hijo varón, yo lo entregaré al Señor por todos los días de su vida" (
1S 1,11). Y Dios escuchó la plegaria de esta mujer humillada, precisamente dándole a Samuel: del tronco seco brotó un vástago vivo (cf. Is 11,1); lo que resultaba imposible a los ojos humanos, era una realidad palpitante en aquel niño que se debía consagrar al Señor.

El canto de acción de gracias que eleva a Dios esta madre será recogido y refundido por otra madre, María, la cual, permaneciendo virgen, engendrará por obra del Espíritu de Dios. En efecto, en el Magníficat de la madre de Jesús se trasluce en filigrana el cántico de Ana que, precisamente por esto, suele definirse "el Magníficat del Antiguo Testamento".

3. En realidad, los estudiosos observan que el autor sagrado puso en labios de Ana una especie de salmo regio, tejido de citas o alusiones a otros salmos.

Resalta en primer plano la imagen del rey hebreo atacado por adversarios más poderosos, pero que al final es salvado y triunfa porque a su lado el Señor rompe los arcos de los valientes (cf. 1S 2,4). Es significativo el final del canto, cuando, en una solemne epifanía, entra Dios en escena: "El Señor desbarata a sus contrarios, el Altísimo truena desde el cielo, el Señor juzga hasta el confín de la tierra. Él da fuerza a su rey, exalta el poder de su Ungido" (v. 10). En hebreo, la última palabra es precisamente "mesías", es decir, "consagrado", que permite transformar esta plegaria regia en canto de esperanza mesiánica.

4. Quiero subrayar dos temas en este himno de acción de gracias que expresa los sentimientos de Ana. El primero dominará también en el Magníficat de María y es el cambio radical de la situación realizado por Dios. Los poderosos son humillados, los débiles "se ciñen de valor"; los hartos se contratan por el pan, y los hambrientos engordan en un banquete suntuoso; el pobre es levantado del polvo y recibe "un trono de gloria" (cf. vv. 4. 8).

Es fácil percibir en esta antigua plegaria el hilo conductor de las siete acciones que María ve realizadas en la historia de Dios Salvador: "Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios (...), derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes; a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo" (Lc 1,51-54).

Es una profesión de fe pronunciada por estas dos madres con respecto al Señor de la historia, que defiende a los últimos, a los miserables e infelices, a los ofendidos y humillados.

5. El otro tema que quiero poner de relieve se relaciona aún más con la figura de Ana: "la mujer estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía" (1S 2,5). Dios, que cambia radicalmente la situación de las personas, es también el señor de la vida y de la muerte. El seno estéril de Ana era como una tumba; a pesar de ello, Dios pudo hacer que en él brotara la vida, porque "él tiene en su mano el alma de todo ser viviente y el soplo de toda carne de hombre" (Jb 12,10). En esta línea, se canta inmediatamente después: "El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta" (1S 2,6).

La esperanza ya no atañe sólo a la vida del niño que nace, sino también a la que Dios puede hacer brotar después de la muerte. Así se abre un horizonte casi "pascual" de resurrección. Isaías cantará: "Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío y la tierra echará de su seno las sombras" (Is 26,19).

Saludos

22 Saludo a todos los fieles de lengua española; en especial a los alumnos del instituto Rey Don García, de Nájera (La Rioja), del colegio La Inmaculada de Cartagena y del Liceo Europeo, de Madrid, así como a los fieles argentinos aquí presentes. A todos os deseo una fructífera participación en la Semana santa, ya próxima, y una gozosa celebración de la Pascua. Muchas gracias.


(En húngaro)
Vivamos con fervor la Cuaresma para poder festejar dignamente la muerte y la resurrección de nuestro Señor. Para ello os imparto de corazón la bendición apostólica.

(A los pregrinos checos)
Que vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles san Pedro y san Pablo fortifique vuestra fe y vuestro amor a Jesucristo y a su Iglesia. Con amor paterno os bendigo.

(A los pregrinos eslovacos)
Hermanos y hermanas, el tiempo de Cuaresma nos exhorta a todos a reconocer a Jesucristo como nuestra suprema esperanza. Os invito a ser en el mundo testigos fieles de la buena nueva de la redención. De buen grado os bendigo a vosotros y a vuestras familias.


(En italiano, Juan Pablo II se refirió en particular a la muerte del profesor Marco Biagi, asesinado bárbaramente en Bolonia el día anterior)
Deploro con toda firmeza esta nueva manifestación de insensata violencia y deseo que se consolide en la querida nación italiana un clima de entendimiento entre los grupos sociales, para una pacífica solución de los problemas actuales.


Ayer celebramos la fiesta de san José, hombre justo, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. Os exhorto, queridos jóvenes, y especialmente a vosotros, estudiantes procedentes de varias localidades, a imitarlo para que correspondáis cada día a los deseos del Señor. Que san José os ayude, queridos enfermos, a considerar el sufrimiento como ocasión para cooperar en el amor de Dios, que salva al hombre. Y a vosotros, queridos recién casados, os deseo un amor casto y fecundo, que se alimente de la oración y de la fidelidad diarias a los designios divinos.






Miércoles 27 de marzo de 2002

El Triduo pascual

23 1. Comienza mañana el Triduo pascual, que nos hará revivir el acontecimiento central de nuestra salvación. Serán días de oración y meditación más intensas, en los que reflexionaremos, con la ayuda de los sugestivos ritos de la Semana santa, en la pasión, en la muerte y en la resurrección de Cristo.

En el misterio pascual se halla el sentido y la plenitud de la historia humana. "Por ello -subraya el Catecismo de la Iglesia católica-, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la "fiesta de las fiestas", "solemnidad de las solemnidades", como la Eucaristía es el sacramento de los sacramentos (el gran sacramento). San Atanasio la llama "el gran domingo", así como la Semana santa es llamada en Oriente "la gran Semana". El misterio de la Resurrección, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra en nuestro viejo tiempo con su poderosa energía, hasta que todo le esté sometido" (
CEC 1169).

2. Mañana, Jueves santo, contemplaremos a Cristo que en el Cenáculo, la víspera de su pasión, se entregó a sí mismo como don a la Iglesia, instituyó el sacerdocio ministerial y dejó a sus discípulos el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. En el sacramento de la Eucaristía quiso así quedarse con nosotros, haciéndose nuestro alimento de salvación. Después de la sugestiva santa misa in Cena Domini, velaremos en adoración con el Señor, cumpliendo el deseo que él manifestó a los Apóstoles en el huerto de los Olivos: "Quedaos aquí y velad conmigo" (Mt 26,38).

El Viernes santo recorreremos los trágicos sucesos de la pasión del Redentor hasta la crucifixión en el Gólgota. La adoración de la cruz nos permitirá comprender con más profundidad la misericordia infinita de Dios. Al someterse conscientemente a ese inmenso dolor, el Hijo unigénito del Padre se hizo anuncio definitivo de salvación para la humanidad. ¡Camino ciertamente difícil el de la cruz! Y sin embargo sólo en él se nos entrega el misterio de la muerte que da la vida.
El clima de recogimiento y silencio del Sábado santo nos ofrecerá, luego, la ocasión de esperar, orando con María, el acontecimiento glorioso de la Resurrección, gustando ya anticipadamente su íntima alegría.

En la Vigilia pascual, con el canto del "Gloria", se manifestará el esplendor de nuestro destino: formar una humanidad nueva, redimida por Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Cuando, el día de Pascua, en las iglesias de todo el mundo se cante "Dux vitae mortuus regnat vivus", "el Señor de la vida estaba muerto, pero ahora, vivo, triunfa" (Secuencia), podremos comprender y amar a fondo la cruz de Cristo: en ella Cristo derrotó para siempre el pecado y la muerte.

3. Durante el Triduo pascual contemplaremos, de manera más intensa, el rostro de Cristo: un rostro sufriente y agonizante, que nos ayuda a comprender mejor el dramatismo de los acontecimientos y las situaciones que, también en nuestros días, afligen a la humanidad; un rostro radiante de luz, que abre a nuestra existencia una renovada esperanza.

En la carta apostólica Novo millennio ineunte escribí: "Después de dos mil años de estos acontecimientos, la Iglesia los vuelve a vivir como si hubieran sucedido hoy. En el rostro de Cristo ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegría. "Dulcis Iesu memoria, dans vera cordis gaudia": ¡cuán dulce es el recuerdo de Jesús, fuente de verdadera alegría del corazón!" (NM 28).

En Getsemaní nos sentiremos en singular sintonía con los que sufren bajo el peso de la angustia y de la soledad. Meditando el proceso al que fue sometido Jesús, recordaremos a los que son perseguidos por su fe y a causa de la justicia.

Acompañando a Cristo hasta el Gólgota, a través de la vía dolorosa, se elevará confiada nuestra oración por los que llevan en su cuerpo y en su espíritu el peso del mal y del pecado.

24 En la hora suprema del sacrificio del Hijo de Dios pondremos con confianza al pie de la cruz el anhelo que embarga el corazón de todos: el deseo de la paz.

María santísima, que siguió fielmente a su Hijo hasta la cruz, nos llevará, después de contemplar juntamente con ella el rostro doliente de Cristo, a gozar de la luz y la alegría que irradia el rostro esplendoroso del Resucitado.

Este es mi deseo: que sea un Triduo realmente santo, para vivir una Pascua feliz y consoladora.

Saludos

Saludo con afecto a los visitantes de lengua española, en particular a los colegios de Barcelona y Bilbao, así como a los niños de Caracas. Al invitaros a vivir intensamente este Triduo santo, os deseo a todos una ¡feliz Pascua de Resurrección! Muchas gracias.

(En croata)
Saludo cordialmente a los estudiantes del segundo instituto lingüístico de Split y a los demás peregrinos croatas. ¡Bienvenidos! Queridísimos hermanos, ojalá que la celebración del santo Triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor, que comenzará mañana por la tarde, sea para vosotros ocasión especial para conocer mejor el inmenso amor de Dios a los hombres.

(A los peregrinos húngaros que habían llevado una campana de 400 kilos para que Su Santidad se la bendijera).
Que la nueva campana, que bendecimos hoy, exprese la paz de Cristo y la concordia entre los hombres.


Mi pensamiento va ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, a los cuales felicito las Pascuas.

A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que no tengáis miedo a seguir a Cristo, aun cuando os invita a recorrer con él el camino difícil de la cruz. A vosotros queridos enfermos, que la meditación de la pasión de Jesús, misterio de sufrimiento transfigurado por el amor, os conforte y consuele. Y en vosotros, queridos recién casados, la muerte y resurrección del Señor renueve la alegría y el compromiso de vuestro pacto nupcial.




25

Abril de 2002


Miércoles 3 de abril de 2002

La gloria del Señor en el juicio

1. La luz, la alegría y la paz, que en el tiempo pascual inundan a la comunidad de los discípulos de Cristo y se difunden en la creación entera, impregnan este encuentro nuestro, que tiene lugar en el clima intenso de la octava de Pascua. En estos días celebramos el triunfo de Cristo sobre el mal y la muerte. Con su muerte y resurrección se instaura definitivamente el reino de justicia y amor querido por Dios.

Precisamente en torno al tema del reino de Dios gira esta catequesis, dedicada a la reflexión sobre el salmo 96. El Salmo comienza con una solemne proclamación: "El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables" y se puede definir una celebración del Rey divino, Señor del cosmos y de la historia. Así pues, podríamos decir que nos encontramos en presencia de un salmo "pascual".

Sabemos la importancia que tenía en la predicación de Jesús el anuncio del reino de Dios. No sólo es el reconocimiento de la dependencia del ser creado con respecto al Creador; también es la convicción de que dentro de la historia se insertan un proyecto, un designio, una trama de armonías y de bienes queridos por Dios. Todo ello se realizó plenamente en la Pascua de la muerte y la resurrección de Jesús.

2. Recorramos ahora el texto de este salmo, que la liturgia nos propone en la celebración de las Laudes. Inmediatamente después de la aclamación al Señor rey, que resuena como un toque de trompeta, se presenta ante el orante una grandiosa epifanía divina. Recurriendo al uso de citas o alusiones a otros pasajes de los salmos o de los profetas, sobre todo de Isaías, el salmista describe cómo irrumpe en la escena del mundo el gran Rey, que aparece rodeado de una serie de ministros o asistentes cósmicos: las nubes, las tinieblas, el fuego, los relámpagos.

Además de estos, otra serie de ministros personifica su acción histórica: la justicia, el derecho, la gloria. Su entrada en escena hace que se estremezca toda la creación. La tierra exulta en todos los lugares, incluidas las islas, consideradas como el área más remota (cf. Ps 96,1). El mundo entero es iluminado por fulgores de luz y es sacudido por un terremoto (cf. v. 4). Los montes, que encarnan las realidades más antiguas y sólidas según la cosmología bíblica, se derriten como cera (cf. v. 5), como ya cantaba el profeta Miqueas: "He aquí que el Señor sale de su morada (...).

Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la cera al fuego" (Mi 1,3-4). En los cielos resuenan himnos angélicos que exaltan la justicia, es decir, la obra de salvación realizada por el Señor en favor de los justos. Por último, la humanidad entera contempla la manifestación de la gloria divina, o sea, de la realidad misteriosa de Dios (cf. Ps 96,6), mientras los "enemigos", es decir, los malvados y los injustos, ceden ante la fuerza irresistible del juicio del Señor (cf. v. 3).

3. Después de la teofanía del Señor del universo, este salmo describe dos tipos de reacción ante el gran Rey y su entrada en la historia. Por un lado, los idólatras y los ídolos caen por tierra, confundidos y derrotados; y, por otro, los fieles, reunidos en Sión para la celebración litúrgica en honor del Señor, cantan alegres un himno de alabanza. La escena de "los que adoran estatuas" (cf. vv. 7-9) es esencial: los ídolos se postran ante el único Dios y sus seguidores se cubren de vergüenza. Los justos asisten jubilosos al juicio divino que elimina la mentira y la falsa religiosidad, fuentes de miseria moral y de esclavitud. Entonan una profesión de fe luminosa: "tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses" (v. 9).

4. Al cuadro que describe la victoria sobre los ídolos y sus adoradores se opone una escena que podríamos llamar la espléndida jornada de los fieles (cf. vv. 10-12). En efecto, se habla de una luz que amanece para el justo (cf. v. 11): es como si despuntara una aurora de alegría, de fiesta, de esperanza, entre otras razones porque, como se sabe, la luz es símbolo de Dios (cf. 1Jn 1,5).

26 El profeta Malaquías declaraba: "Para vosotros, los que teméis mi nombre, brillará el sol de justicia" (Ml 3,20). A la luz se asocia la felicidad: "Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre" (Ps 96,11-12).
El reino de Dios es fuente de paz y de serenidad, y destruye el imperio de las tinieblas. Una comunidad judía contemporánea de Jesús cantaba: "La impiedad retrocede ante la justicia, como las tinieblas retroceden ante la luz; la impiedad se disipará para siempre, y la justicia, como el sol, se manifestará principio de orden del mundo" (Libro de los misterios de Qumrân: 1 Q 27, I, 5-7).

5. Antes de dejar el salmo 96, es importante volver a encontrar en él, además del rostro del Señor rey, también el del fiel. Está descrito con siete rasgos, signo de perfección y plenitud. Los que esperan la venida del gran Rey divino aborrecen el mal, aman al Señor, son los hasîdîm, es decir, los fieles (cf. v. 10), caminan por la senda de la justicia, son rectos de corazón (cf. v. 11), se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor (cf. v. 12). Pidamos al Señor que estos rasgos espirituales brillen también en nuestro rostro.

Saludos

Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los seminaristas de Barbastro, así como a los grupos provenientes de distintas parroquias de Cartagena, Albacete, Petrola, Murcia y Valencia; a la asociación de amas de casa, de Pego, así como a los alumnos de los colegios alicantinos aquí presentes; también a los peregrinos de Ciudad Juárez (México) y a los estudiantes de la Escuela italiana de Bogotá. Muy buenos días de Pascua a todos.

(En neerlandés)
¡En verdad el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!. Con estas palabras del evangelio de san Lucas saludo a todos los peregrinos belgas y holandeses. Os deseo que vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles en la octava de Pascua os confirme en vuestra vocación cristiana, un don de Cristo resucitado.

(En húngaro)
En la semana de Pascua exultamos cada día. La fuente de nuestra alegría es la resurrección del Señor. Cuando volváis a vuestra casa, que Cristo resucitado esté con vosotros durante esta semana y siempre.

(En lengua croata)
Queridísimos hermanos, os saludo y os deseo vivamente que la luz de Cristo resucitado ilumine vuestra vida y llene vuestro corazón de alegría y esperanza.

(En italiano)
27 Queridísimos jóvenes, y especialmente vosotros, los numerosos muchachos y muchachas pertenecientes a diversas parroquias y oratorios de la archidiócesis ambrosiana, que hacéis este año vuestra "profesión de fe", sed protagonistas entusiastas en la Iglesia y en la sociedad, y con vuestra fidelidad al Evangelio contribuid a la construcción de la civilización del amor, que se funda en Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Queridísimos enfermos, os dirijo un pensamiento afectuoso a cada uno, y al mismo tiempo deseo de corazón que la luz de la Resurrección ilumine y sostenga vuestro sufrimiento diario, y lo haga fecundo en beneficio de toda la humanidad.

Y a vosotros, queridísimos recién casados, os pido que saquéis cada día del misterio pascual la fuerza y la alegría para un amor sincero e inextinguible.






Miércoles 10 de abril de 2002

El Señor visita su viña

1. El salmo que se acaba de proclamar tiene el tono de una lamentación y de una súplica de todo el pueblo de Israel. La primera parte utiliza un célebre símbolo bíblico, el del pastor y su rebaño. El Señor es invocado como "pastor de Israel", el que "guía a José como un rebaño" (Ps 79,2). Desde lo alto del arca de la alianza, sentado sobre los querubines, el Señor guía a su rebaño, es decir, a su pueblo, y lo protege en los peligros.

Así lo había hecho cuando Israel atravesó el desierto. Sin embargo, ahora parece ausente, como adormilado o indiferente. Al rebaño que debía guiar y alimentar (cf. Ps 22) le da de comer llanto (cf. Ps 79,6). Los enemigos se burlan de este pueblo humillado y ofendido; y, a pesar de ello, Dios no parece interesado, no "despierta" (v. 3), ni muestra su poder en defensa de las víctimas de la violencia y de la opresión. La invocación que se repite en forma de antífona (cf. vv. 4. 8) trata de sacar a Dios de su actitud indiferente, procurando que vuelva a ser pastor y defensa de su pueblo.

2. En la segunda parte de la oración, llena de preocupación y a la vez de confianza, encontramos otro símbolo muy frecuente en la Biblia, el de la viña. Es una imagen fácil de comprender, porque pertenece al panorama de la tierra prometida y es signo de fecundidad y de alegría.

Como enseña el profeta Isaías en una de sus más elevadas páginas poéticas (cf. Is 5,1-7), la viña encarna a Israel. Ilustra dos dimensiones fundamentales: por una parte, dado que ha sido plantada por Dios (cf. Is 5,2 Ps 79,9-10), la viña representa el don, la gracia, el amor de Dios; por otra, exige el trabajo diario del campesino, gracias al cual produce uvas que pueden dar vino y, por consiguiente, simboliza la respuesta humana, el compromiso personal y el fruto de obras justas.

3. A través de la imagen de la viña, el Salmo evoca de nuevo las etapas principales de la historia judía: sus raíces, la experiencia del éxodo de Egipto y el ingreso en la tierra prometida. La viña había alcanzado su máxima extensión en toda la región palestina, y más allá, con el reino de Salomón. En efecto, se extendía desde los montes septentrionales del Líbano, con sus cedros, hasta el mar Mediterráneo y casi hasta el gran río Éufrates (cf. vv. 11-12).

Pero el esplendor de este florecimiento había pasado ya. El Salmo nos recuerda que sobre la viña de Dios se abatió la tempestad, es decir, que Israel sufrió una dura prueba, una cruel invasión que devastó la tierra prometida. Dios mismo derribó, como si fuera un invasor, la cerca que protegía la viña, permitiendo así que la saquearan los viandantes, representados por los jabalíes, animales considerados violentos e impuros, según las antiguas costumbres. A la fuerza del jabalí se asocian todas las alimañas, símbolo de una horda enemiga que lo devasta todo (cf. vv. 13-14).

28 4. Entonces se dirige a Dios una súplica apremiante para que vuelva a defender a las víctimas, rompiendo su silencio: "Dios de los Ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña" (v. 15). Dios seguirá siendo el protector del tronco vital de esta viña sobre la que se ha abatido una tempestad tan violenta, arrojando fuera a todos los que habían intentado talarla y quemarla (cf. vv. 16-17).

En este punto el Salmo se abre a una esperanza con colores mesiánicos. En efecto, en el versículo 18 reza así: "Que tu mano proteja a tu escogido, al hijo del hombre que tú fortaleciste". Tal vez el pensamiento se dirige, ante todo, al rey davídico que, con la ayuda del Señor, encabezará la revuelta para reconquistar la libertad. Sin embargo, está implícita la confianza en el futuro Mesías, el "hijo del hombre" que cantará el profeta Daniel (cf. Dn
Da 7,13-14) y que Jesús escogerá como título predilecto para definir su obra y su persona mesiánica. Más aún, los Padres de la Iglesia afirmarán de forma unánime que la viña evocada por el Salmo es una prefiguración profética de Cristo, "la verdadera vid" (Jn 15,1) y de la Iglesia.

5. Ciertamente, para que el rostro del Señor brille nuevamente, es necesario que Israel se convierta, con la fidelidad y la oración, volviendo a Dios salvador. Es lo que el salmista expresa, al afirmar: "No nos alejaremos de ti" (Ps 79,19).

Así pues, el salmo 79 es un canto marcado fuertemente por el sufrimiento, pero también por una confianza inquebrantable. Dios siempre está dispuesto a "volver" hacia su pueblo, pero es necesario que también su pueblo "vuelva" a él con la fidelidad. Si nosotros nos convertimos del pecado, el Señor se "convertirá" de su intención de castigar: esta es la convicción del salmista, que encuentra eco también en nuestro corazón, abriéndolo a la esperanza.

Saludos

Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los Misioneros de la Sociedad del Verbo Divino provenientes de varios países de América Latina y a la Cofradía de Nuestra Señora de Gamonal y San Antonio Abad, de Burgos. Que la meditación de este salmo encuentre eco en vuestros corazones, abriéndolos a la esperanza.

(A los peregrinos holandeses y belgas)
Cristo nos ha dejado el don inestimable del sacerdocio, y la Iglesia cuenta especialmente con todos vosotros, a fin de que seáis testigos de Cristo resucitado e irradiéis la alegría de la fe.

(Lituano)
Con las palabras del Salmista, la Iglesia invoca hoy al Señor para que venga a visitar su viña. Con la confianza que nos inspira el Espíritu de Cristo resucitado, pidamos sin cesar a Dios la paz por el mundo entero. Que el Señor os bendiga a todos y sea él la paz de vuestros corazones y de vuestras familias.

(En lengua croata)
29 Queridos hermanos y hermanas: la Eucaristía es el culmen de la alabanza y de la acción de gracias que la Iglesia eleva a Dios. Ojalá que esa alabanza y acción de gracias se prolonguen durante toda la jornada a través de la Liturgia de las Horas, llamada Oficio divino, haciendo que el misterio de Cristo penetre y transfigure el tiempo de cada día.

Mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Que el Señor resucitado llene de su amor el corazón de cada uno de vosotros, queridos jóvenes -están presentes algunos jóvenes del "Regnum Christi"-, para que estéis dispuestos a seguirlo con entusiasmo; a vosotros, queridos enfermos, os sostenga a fin de que aceptéis con serenidad el peso diario del sufrimiento; y a vosotros, queridos recién casados, os guíe para que vuestra familia crezca en santidad, siguiendo el modelo de la Sagrada Familia.


Invito ahora a todos vosotros a uniros a mí en la oración para implorar del Señor la paz en Tierra Santa. Pidamos a la Virgen santísima que interceda a fin de que tengan éxito los esfuerzos que se están realizando en varias partes para superar la trágica situación en que se hallan aquellas poblaciones tan probadas. Oremos por la paz en Tierra Santa. Oremos por la paz en Tierra Santa.






Audiencias 2002 18