Audiencias 2002 29


Miércoles 17 de abril de 2002

El júbilo del pueblo redimido

1. El himno que se acaba de proclamar entra como canto de alegría en la Liturgia de las Laudes. Constituye una especie de culminación de algunas páginas del libro de Isaías que se han hecho célebres por su lectura mesiánica. Se trata de los capítulos 6-12, que se suelen denominar "el libro del Emmanuel". En efecto, en el centro de esos oráculos proféticos resalta la figura de un soberano que, aun formando parte de la histórica dinastía davídica, tiene perfiles transfigurados y recibe títulos gloriosos: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la paz" (Is 9,5).

La figura concreta del rey de Judá que Isaías promete como hijo y sucesor de Ajaz, el soberano de entonces, que estaba muy lejos de los ideales davídicos, es el signo de una promesa más elevada: la del rey Mesías que realizará en plenitud el nombre de "Emmanuel", es decir, "Dios con nosotros", convirtiéndose en la perfecta presencia divina en la historia humana. Así pues, es fácilmente comprensible que el Nuevo Testamento y el cristianismo hayan intuido en esa figura regia la fisonomía de Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre solidario con nosotros.

2. Los estudiosos consideran que el himno al que nos estamos refiriendo (cf. Is 12,1-6), tanto por su calidad literaria como por su tono general, es una composición posterior al profeta Isaías, que vivió en el siglo VIII antes de Cristo. Casi es una cita, un texto de estilo sálmico, tal vez para uso litúrgico, que se incrusta en este punto para servir de conclusión del "libro del Emmanuel". En efecto, evoca algunos temas referentes a él: la salvación, la confianza, la alegría, la acción divina, la presencia entre el pueblo del "Santo de Israel", expresión que indica tanto la trascendente "santidad" de Dios como su cercanía amorosa y activa, con la que el pueblo de Israel puede contar.

El cantor es una persona que ha vivido una experiencia amarga, sentida como un acto del juicio divino. Pero ahora la prueba ha pasado, la purificación ya se ha producido; la cólera del Señor ha dado paso a la sonrisa y a la disponibilidad para salvar y consolar.

3. Las dos estrofas del himno marcan casi dos momentos. En el primero (cf. vv. 1-3), que comienza con la invitación a orar: "Dirás aquel día", domina la palabra "salvación", repetida tres veces y aplicada al Señor: "Dios es mi salvación... Él fue mi salvación... las fuentes de la salvación". Recordemos, por lo demás, que el nombre de Isaías -como el de Jesús- contiene la raíz del verbo hebreo ylsa", que alude a la "salvación". Por eso, nuestro orante tiene la certeza inquebrantable de que en la raíz de la liberación y de la esperanza está la gracia divina.
Es significativo notar que hace referencia implícita al gran acontecimiento salvífico del éxodo de la esclavitud de Egipto, porque cita las palabras del canto de liberación entonado por Moisés: "Mi fuerza y mi canto es el Señor" (Ex 15,2).

30 4. La salvación dada por Dios, capaz de suscitar la alegría y la confianza incluso en el día oscuro de la prueba, se presenta con la imagen, clásica en la Biblia, del agua: "Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación" (Is 12,3). El pensamiento se dirige idealmente a la escena de la mujer samaritana, cuando Jesús le ofrece la posibilidad de tener en ella misma una " uente de agua que salta para la vida eterna" (Jn 4,14).

Al respecto, san Cirilo de Alejandría comenta de modo sugestivo: "Jesús llama agua viva al don vivificante del Espíritu, por medio del cual sólo la humanidad, aunque abandonada completamente, como los troncos en los montes, y seca, y privada por las insidias del diablo de toda especie de virtud, es restituida a la antigua belleza de la naturaleza... El Salvador llama agua a la gracia del Espíritu Santo, y si uno participa de él, tendrá en sí mismo la fuente de las enseñanzas divinas, de forma que ya no tendrá necesidad de consejos de los demás, y podrá exhortar a quienes tengan sed de la palabra de Dios. Eso es lo que eran, mientras se encontraban en esta vida y en la tierra, los santos profetas y los Apóstoles y sus sucesores en su ministerio. De ellos está escrito: Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación" (Comentario al Evangelio de san Juan II, 4, Roma 1994, pp. 272. 75).

Por desgracia, la humanidad con frecuencia abandona esta fuente que sacia a todo el ser de la persona, como afirma con amargura el profeta Jeremías: "Me abandonaron a mí, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas, que no retienen el agua" (Jr 2,13). También Isaías, pocas páginas antes, había exaltado "las aguas de Siloé, que corren mansamente", símbolo del Señor presente en Sión, y había amenazado el castigo de la inundación de "las aguas del río -es decir, el Éufrates- impetuosas y copiosas" (Is 8,6-7), símbolo del poder militar y económico, así como de la idolatría, aguas que fascinaban entonces a Judá, pero que la anegarían.

5. La segunda estrofa (cf. Is 12,4-6) comienza con otra invitación -"Aquel día diréis"-, que es una llamada continua a la alabanza gozosa en honor del Señor. Se multiplican los imperativos para cantar: "dad gracias, invocad, contad, proclamad, tañed, anunciad, gritad".

En el centro de la alabanza hay una única profesión de fe en Dios salvador, que actúa en la historia y está al lado de su criatura, compartiendo sus vicisitudes: "El Señor hizo proezas... ¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel!" (vv. 5-6). Esta profesión de fe tiene también una función misionera: "Contad a los pueblos sus hazañas... Anunciadlas a toda la tierra" (vv. 4-5). La salvación obtenida debe ser testimoniada al mundo, de forma que la humanidad entera acuda a esas fuentes de paz, de alegría y de libertad.

Saludos

Saludo a los fieles de lengua española; en especial a los sacerdotes que participan en el curso de actualización en el Colegio español de Roma; también a la delegación de la Asociación internacional de Radiodifusión, a los que animo a seguir trabajando para que esa importante actividad social se rija por los principios de la ética y del bien común. Asimismo, al grupo de la Institución Teresiana que participa en el curso de formación "Santa María" y recuerda hoy el aniversario de la ordenación de su fundador, el beato Pedro Poveda. A todos os bendigo de corazón.

(A un grupo de sacerdotes de Vietnam)
Queridos sacerdotes, decid a vuestros hermanos y hermanas en la fe que pido a Dios por ellos diariamente; oro por la paz y el progreso de toda vuestra nación.

(En lituano)
Amadísimos hermanos, acoged en vuestro corazón las palabras del cántico que hemos escuchado hoy. El Señor, fuente de la salvación, fortalezca vuestra fe, para que por ella obtengáis alegría y confianza para vuestra vida. El Señor os proteja y os bendiga a todos.

(En eslovaco)
31 Queridos hermanos y hermanas, el domingo próximo, llamado del Buen Pastor, se celebrará la Jornada de oración por las vocaciones. Pidamos al Señor que mande numerosos obreros a su mies.

Me dirijo ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy, en la catequesis, hemos meditado en el júbilo del pueblo redimido. Queridos jóvenes, poniendo vuestras energías frescas al servicio del Evangelio, haced que vuestra vida sea un "sí" al plan de amor de Dios; vosotros, queridos enfermos, cooperad en el designio divino de la salvación con la ofrenda diaria de vuestro sufrimiento; y vosotros, queridos recién casados, esforzaos por abrir toda vuestra vida familiar a la gracia de la redención.
* * * * * *


Llamamiento en favor de una pacífica convivencia en Venezuela

Los graves acontecimientos vividos en estos días pasados por el pueblo de Venezuela me mueven a dirigir un llamado a las autoridades y a los ciudadanos de esa querida nación, para que pongan todo su empeño en favorecer un clima de convivencia pacífica en el que prevalezca el espíritu de reconciliación. Que, dejando de lado toda tentación de revancha o violencia, caminen con espíritu de fraternidad, solidaridad y colaboración, hacia metas más altas de justicia, respeto de la legalidad y auténtico progreso para todos.




Miércoles 24 de abril de 2002

: Invitación solemne
a renovar la alianza

1. "Tocad la trompeta por la luna nueva, que es nuestra fiesta" (Ps 80,4). Estas palabras del salmo 80, que se acaba de proclamar, remiten a una celebración litúrgica según el calendario lunar del antiguo Israel. Es difícil definir con precisión la festividad a la que alude el salmo; lo seguro es que el calendario litúrgico bíblico, a pesar de regirse por el ciclo de las estaciones y, en consecuencia, de la naturaleza, se presenta firmemente arraigado en la historia de la salvación y, en particular, en el acontecimiento fundamental del éxodo de la esclavitud de Egipto, vinculado a la luna nueva del primer mes (cf. Ex 12,2 Ex 12,6 Lv 23,5). En efecto, allí se reveló el Dios liberador y salvador.

Como dice poéticamente el versículo 7 de nuestro salmo, fue Dios mismo quien quitó de los hombros del hebreo esclavo en Egipto la cesta llena de ladrillos necesarios para la construcción de las ciudades de Pitom y Ramsés (cf. Ex 1,11 Ex 1,14). Dios mismo se había puesto al lado del pueblo oprimido y con su poder había eliminado y borrado el signo amargo de la esclavitud, la cesta de los ladrillos cocidos al sol, expresión de los trabajos forzados que debían realizar los hijos de Israel.

2. Sigamos ahora el desarrollo de este canto de la liturgia de Israel. Comienza con una invitación a la fiesta, al canto, a la música: es la convocación oficial de la asamblea litúrgica según el antiguo precepto del culto, establecido ya en tierra egipcia con la celebración de la Pascua (cf. Ps 80,2-6). Después de esa llamada se alza la voz misma del Señor a través del oráculo del sacerdote en el templo de Sión y estas palabras divinas ocuparán todo el resto del salmo (cf. vv. 6b-17).
32 El discurso que se desarrolla es sencillo y gira en torno a dos polos ideales. Por una parte, está el don divino de la libertad que se ofrece a Israel oprimido e infeliz: "Clamaste en la aflicción, y te libré" (v. 8). Se alude también a la ayuda que el Señor prestó a Israel en su camino por el desierto, es decir, al don del agua en Meribá, en un marco de dificultad y prueba.

3. Sin embargo, por otra parte, además del don divino, el salmista introduce otro elemento significativo. La religión bíblica no es un monólogo solitario de Dios, una acción suya destinada a permanecer estéril. Al contrario, es un diálogo, una palabra a la que sigue una respuesta, un gesto de amor que exige adhesión. Por eso, se reserva gran espacio a las invitaciones que Dios dirige a Israel.

El Señor lo invita ante todo a la observancia fiel del primer mandamiento, base de todo el Decálogo, es decir, la fe en el único Señor y Salvador, y la renuncia a los ídolos (cf.
Ex 20,3-5). En el discurso del sacerdote en nombre de Dios se repite el verbo "escuchar", frecuente en el libro del Deuteronomio, que expresa la adhesión obediente a la Ley del Sinaí y es signo de la respuesta de Israel al don de la libertad. Efectivamente, en nuestro salmo se repite: "Escucha, pueblo mío. (...) Ojalá me escuchases, Israel (...). Pero mi pueblo no escuchó mi voz, Israel no quiso obedecer. (...) Ojalá me escuchase mi pueblo" (Ps 80,9 Ps 80,12 Ps 80,14).

Sólo con su fidelidad en la escucha y en la obediencia el pueblo puede recibir plenamente los dones del Señor. Por desgracia, Dios debe constatar con amargura las numerosas infidelidades de Israel. El camino por el desierto, al que alude el salmo, está salpicado de estos actos de rebelión e idolatría, que alcanzarán su culmen en la fabricación del becerro de oro (cf. Ex 32,1-14).

4. La última parte del salmo (cf. vv. 14-17) tiene un tono melancólico. En efecto, Dios expresa allí un deseo que aún no se ha cumplido: "Ojalá me escuchase mi pueblo, y caminase Israel por mi camino" (v. 14).

Con todo, esta melancolía se inspira en el amor y va unida a un deseo de colmar de bienes al pueblo elegido. Si Israel caminase por las sendas del Señor, él podría darle inmediatamente la victoria sobre sus enemigos (cf. v. 15), y alimentarlo "con flor de harina" y saciarlo "con miel silvestre" (v. 17). Sería un alegre banquete de pan fresquísimo, acompañado de miel que parece destilar de las rocas de la tierra prometida, representando la prosperidad y el bienestar pleno, como a menudo se repite en la Biblia (cf. Dt 6,3 Dt 11,9 Dt 26,9 Dt 26,15 Dt 27,3 Dt 31,20). Evidentemente, al abrir esta perspectiva maravillosa, el Señor quiere obtener la conversión de su pueblo, una respuesta de amor sincero y efectivo a su amor tan generoso.

En la relectura cristiana, el ofrecimiento divino se manifiesta en toda su amplitud. En efecto, Orígenes nos brinda esta interpretación: el Señor "los hizo entrar en la tierra de la promesa; no los alimentó con el maná como en el desierto, sino con el grano de trigo caído en tierra (cf. Jn 12,24-25), que resucitó... Cristo es el grano de trigo; también es la roca que en el desierto sació con su agua al pueblo de Israel. En sentido espiritual, lo sació con miel, y no con agua, para que los que crean y reciban este alimento tengan la miel en su boca" (Homilía sobre el salmo 80, n. 17: Origene-Gerolamo, 74 Omelie sul Libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 204-205).

5. Como siempre en la historia de la salvación, la última palabra en el contraste entre Dios y el pueblo pecador nunca es el juicio y el castigo, sino el amor y el perdón. Dios no quiere juzgar y condenar, sino salvar y librar a la humanidad del mal. Sigue repitiendo las palabras que leemos en el libro del profeta Ezequiel: "¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? (...) ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere, oráculo del Señor. Convertíos y vivid" (Ez 18,23 Ez 18,31-32).

La liturgia se transforma en el lugar privilegiado donde se escucha la invitación divina a la conversión, para volver al abrazo del Dios "compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad" (Ex 34,6).

Saludos

Saludo con afecto a los visitantes de lengua española, en particular a los catequistas mexicanos, acompañados por monseñor Felipe Padilla, obispo de Tehuantepec. Saludo también a los demás peregrinos de México y de Chile. Invito a todos a agradecer al Señor su infinita misericordia y el generoso perdón con que nos salva. Muchas gracias.


(En lengua checa)
33 Amadísimos hermanos, ayer celebramos la fiesta de san Adalberto, el primer obispo bohemo que gobernó la diócesis de Praga. Que la valiosa herencia de este santo obispo estimule en vosotros el anhelo de la verdad y del servicio a Dios con corazón indiviso.

(En croata)
La liturgia de las Horas es la plegaria de toda la Iglesia, que se realiza siguiendo el recorrido del tiempo. En ella encuentra a su Señor y se une a su oración, que presenta incesantemente al Padre en nombre de los hombres y por ellos.

(En italiano)
Mi pensamiento se dirige por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Mañana la liturgia hará memoria de san Marcos evangelista, el cual, formado en la escuela del divino Maestro, anunció el Evangelio con celo incansable. Que su ejemplo e intercesión os impulsen a vosotros, queridos jóvenes, a vivir de modo auténtico y coherente vuestra vocación cristiana; os ayuden a vosotros, queridos enfermos, a perseverar en la esperanza y a ofrecer vuestros sufrimientos en unión con los de Cristo por la salvación de la humanidad; y os sostengan a vosotros, queridos recién casados, en vuestro compromiso recíproco de fidelidad y amor.
* * * * *



Llamamiento en favor de la paz en Tierra Santa.

Mi pensamiento se dirige constantemente a la basílica de la Natividad en Belén, donde la comunidad religiosa y otras muchas personas siguen sufriendo el asedio, que se prolonga ya desde hace veintidós días. Sus condiciones, ya dramáticas por la falta de agua y alimento, se han agravado aún más después de la interrupción de las líneas telefónicas. Continuemos orando al Señor para que se encuentre por fin una solución a esta situación inhumana y se llegue, con la colaboración de todos, a la anhelada paz en aquella región tan querida para todos los creyentes.





Mayo de 2002


Miércoles 1 de mayo de 2002

Mediante el trabajo, el hombre se realiza a sí mismo en cuanto hombre

34 1. Hoy, día primero de mayo, se celebra la fiesta del trabajo. Para nosotros, los cristianos, está puesta bajo la protección de san José obrero. Esta relevante celebración se pone de relieve con diversas iniciativas encaminadas a subrayar la importancia y el valor del trabajo, a través del cual el hombre, al transformar la naturaleza y adaptarla a sus necesidades, se realiza a sí mismo en cuanto hombre.

La invitación a someter la tierra (cf.
Gn 1,28), hecha por Dios al inicio de la historia de la salvación, reviste al respecto un interés decisivo, y siempre actual. La creación es don de Dios encomendado a la criatura humana para que, cultivándola y conservándola con esmero, pueda proveer a sus necesidades. Fruto del trabajo es el "pan de cada día" que pedimos en la oración del Padre nuestro.

En cierto sentido, se podría decir que mediante el trabajo el hombre se hace más hombre. Precisamente por eso, la laboriosidad es una virtud. Pero para que la laboriosidad permita efectivamente al hombre hacerse más hombre es preciso que vaya siempre unida al orden social del trabajo. Sólo de esta manera se salvaguardan la dignidad inalienable de la persona y el valor humano y social de la actividad laboral. Encomendemos a la vigilante protección de san José obrero a todos los que, en cualquier parte del mundo, forman parte de la gran familia del trabajo.

2. Hoy comienza el mes dedicado a la Virgen, tan querido para la piedad popular. Muchas parroquias y familias, siguiendo tradiciones religiosas ya consolidadas, viven el mes de mayo como un mes "mariano", caracterizado por múltiples y fervorosas iniciativas litúrgicas, catequéticas y pastorales.

Ojalá que sea por doquier un mes de intensa oración con María. Este es el deseo que de corazón formulo para cada uno de vosotros, amadísimos hermanos y hermanas, a la vez que os recomiendo una vez más el rezo diario del santo rosario. Se trata de una oración sencilla, aparentemente repetitiva, pero sumamente útil para penetrar en los misterios de Cristo y de su Madre, que es también Madre nuestra. Al mismo tiempo, es un modo de orar que la Iglesia sabe que agrada a la Virgen. Se nos invita a recurrir a esta plegaria también en los momentos más difíciles de nuestra peregrinación en la tierra.

3. Al comenzar el mes mariano, os invito a todos a uniros a mí para orar por los trabajadores, y especialmente por los que no logran encontrar un empleo. No podemos por menos de intensificar nuestra confiada e incesante oración por la paz en Tierra Santa, donde deseamos que vuelvan cuanto antes a convivir, gozando de seguridad y serenidad, los pueblos israelí y palestino, ambos muy queridos para mí. Que nos lo obtenga la intercesión de la santísima Virgen y de san José, su esposo, el custodio del Redentor.

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española; de modo particular a los jóvenes del instituto italiano de cultura "Ausonia" de Quilmes (Argentina). Sobre vosotros y sobre todos los presentes invoco la protección amorosa de la santísima Virgen en este mes dedicado a ella. Muchas gracias por vuestra atención.
. (En lengua checa)
Durante el mes de mayo, dedicado a la Virgen María, os invito a todos a intensificar la oración y la devoción a la Madre de Dios. Encomendad a su solicitud materna el camino de la Iglesia en vuestra patria, así como el camino de toda la Iglesia. Os bendigo de corazón.

(En lengua croata)
35 Hoy comienza el mes dedicado a la Madre del Señor resucitado. Os deseo que este tiempo sea para cada uno de vosotros una ocasión propicia para ahondar aún más, bajo su mirada materna, en el misterio de la salvación, así como en la naturaleza y misión de la Iglesia. Que ella, a la que uno de vuestros cantos llama "Reina de mayo", os acompañe a todos en el camino de la fe, la esperanza y la caridad.

(En italiano)
Deseo dirigirme, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Queridos jóvenes, hoy, al comenzar el mes de mayo, dedicado de modo especial a la Madre del Señor, os invito a frecuentar la escuela de María para aprender a amar a Dios por encima de todas las cosas y a estar siempre disponibles para cumplir su voluntad. La contemplación de la Virgen de los Dolores os ayude a vosotros, queridos enfermos, a mirar con fe el misterio del dolor, descubriendo el valor salvífico oculto en cada cruz. A vosotros, queridos recién casados, os encomiendo a la protección materna de la santísima Virgen y de san José, para que reine en vuestra familia el clima de oración y amor de la casa de Nazaret.




Miércoles 8 de mayo de 2002

Conciencia del pecado como ofensa de Dios

1. El viernes de cada semana en la liturgia de las Laudes se reza el salmo 50, el Miserere, el salmo penitencial más amado, cantado y meditado; se trata de un himno al Dios misericordioso, compuesto por un pecador arrepentido. En una catequesis anterior ya hemos presentado el marco general de esta gran plegaria. Ante todo se entra en la región tenebrosa del pecado para infundirle la luz del arrepentimiento humano y del perdón divino (cf. vv. 3-11). Luego se pasa a exaltar el don de la gracia divina, que transforma y renueva el espíritu y el corazón del pecador arrepentido: es una región luminosa, llena de esperanza y confianza (cf. vv. 12-21).

En esta catequesis haremos algunas consideraciones sobre la primera parte del salmo 50, profundizando en algunos aspectos. Sin embargo, al inicio quisiéramos proponer la estupenda proclamación divina del Sinaí, que es casi el retrato del Dios cantado por el Miserere: "Señor, Señor, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor por mil generaciones, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado" (Ex 34,6-7).
2. La invocación inicial se eleva a Dios para obtener el don de la purificación que vuelva -como decía el profeta Isaías- "blancos como la nieve" y "como la lana" los pecados, en sí mismos "como la grana", "rojos como la púrpura" (cf. Is 1,18). El salmista confiesa su pecado de modo neto y sin vacilar: "Reconozco mi culpa (...). Contra ti, contra ti solo pequé; cometí la maldad que aborreces" (Ps 50,5-6).

Así pues, entra en escena la conciencia personal del pecador, dispuesto a percibir claramente el mal cometido. Es una experiencia que implica libertad y responsabilidad, y lo lleva a admitir que rompió un vínculo para construir una opción de vida alternativa respecto de la palabra de Dios. De ahí se sigue una decisión radical de cambio. Todo esto se halla incluido en aquel "reconocer", un verbo que en hebreo no sólo entraña una adhesión intelectual, sino también una opción vital.

36 Es lo que, por desgracia, muchos no realizan, como nos advierte Orígenes: "Hay algunos que, después de pecar, se quedan totalmente tranquilos, no se preocupan para nada de su pecado y no toman conciencia de haber obrado mal, sino que viven como si no hubieran hecho nada malo.
Estos no pueden decir: "Tengo siempre presente mi pecado". En cambio, una persona que, después de pecar, se consume y aflige por su pecado, le remuerde la conciencia, y se entabla en su interior una lucha continua, puede decir con razón: "no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados" (
Ps 37,4)... Así, cuando ponemos ante los ojos de nuestro corazón los pecados que hemos cometido, los repasamos uno a uno, los reconocemos, nos avergonzamos y arrepentimos de ellos, entonces desconcertados y aterrados podemos decir con razón: "no tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados"" (Homilía sobre el Salmo 37). Por consiguiente, el reconocimiento y la conciencia del pecado son fruto de una sensibilidad adquirida gracias a la luz de la palabra de Dios.

3. En la confesión del Miserere se pone de relieve un aspecto muy importante: el pecado no se ve sólo en su dimensión personal y "psicológica", sino que se presenta sobre todo en su índole teológica. "Contra ti, contra ti solo pequé" (Ps 50,6), exclama el pecador, al que la tradición ha identificado con David, consciente de su adulterio cometido con Betsabé tras la denuncia del profeta Natán contra ese crimen y el del asesinato del marido de ella, Urías (cf. v. 2; 2S 11-12).
Por tanto, el pecado no es una mera cuestión psicológica o social; es un acontecimiento que afecta a la relación con Dios, violando su ley, rechazando su proyecto en la historia, alterando la escala de valores y "confundiendo las tinieblas con la luz y la luz con las tinieblas", es decir, "llamando bien al mal y mal al bien" (cf. Is 5,20). El pecado, antes de ser una posible injusticia contra el hombre, es una traición a Dios. Son emblemáticas las palabras que el hijo pródigo de bienes pronuncia ante su padre pródigo de amor: "Padre, he pecado contra el cielo -es decir, contra Dios- y contra ti" (Lc 15,21).

4. En este punto el salmista introduce otro aspecto, vinculado más directamente con la realidad humana. Es una frase que ha suscitado muchas interpretaciones y que se ha relacionado también con la doctrina del pecado original: "Mira, en la culpa nací; pecador me concibió mi madre" (Ps 50,7). El orante quiere indicar la presencia del mal en todo nuestro ser, como es evidente por la mención de la concepción y del nacimiento, un modo de expresar toda la existencia partiendo de su fuente. Sin embargo, el salmista no vincula formalmente esta situación al pecado de Adán y Eva, es decir, no habla de modo explícito de pecado original.

En cualquier caso, queda claro que, según el texto del Salmo, el mal anida en el corazón mismo del hombre, es inherente a su realidad histórica y por esto es decisiva la petición de la intervención de la gracia divina. El poder del amor de Dios es superior al del pecado, el río impetuoso del mal tiene menos fuerza que el agua fecunda del perdón. "Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (Rm 5,20).

5. Por este camino la teología del pecado original y toda la visión bíblica del hombre pecador son evocadas indirectamente con palabras que permiten vislumbrar al mismo tiempo la luz de la gracia y de la salvación.

Como tendremos ocasión de descubrir más adelante, al volver sobre este salmo y sobre los versículos sucesivos, la confesión de la culpa y la conciencia de la propia miseria no desembocan en el terror o en la pesadilla del juicio, sino en la esperanza de la purificación, de la liberación y de la nueva creación.

En efecto, Dios nos salva "no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador" (Tt 3,5-6).

Saludos
Queridos hermanos y hermanas, saludo a los fieles de lengua española; en especial a los parroquianos de San Saturnino, de Alcorcón, al grupo de peregrinos de Jumilla y al de la Misión católica española de Winterthur, Suiza. Invito a todos a pedir confiadamente la misericordia de Dios, para alcanzar así su gracia.

(En francés)
37 Este verano celebraremos, juntamente con vuestros obispos, vuestros sacerdotes y numerosos fieles, a Cristo resucitado, que es la sal de la tierra y la luz del mundo. En esas jornadas él nos dará la fuerza y la alegría para cumplir diariamente nuestra misión.

(En neerlandés)
Os deseo que experimentéis, como María, Madre del Señor resucitado, la obra maravillosa del Espíritu Santo en vuestra vida, para que participéis más intensamente en la vida de la Iglesia.

(En lengua checa)
El lunes celebramos la fiesta de san Juan Sarkander. Este sacerdote supo vivir del misterio pascual: el Salvador fue para él fuerza incluso en el martirio. Os deseo que también vosotros toméis fuerza de la cruz de Cristo y de su resurrección.


(En italiano)
Me dirijo ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

En este día, dedicado a la Virgen de Pompeya, os invito a vosotros, queridos jóvenes, a esforzaros por imitarla, confiando siempre en su intercesión materna. Ella os ayude a llevar un rayo de serenidad a donde hay tristeza y soledad. A vosotros, queridos enfermos, os deseo que viváis con la ayuda de María vuestra condición, abandonados confiadamente a la voluntad del Señor.
María os sostenga a vosotros, queridos recién casados, para que encontréis alegría y entusiasmo en vuestra fidelidad mutua y seáis siempre testigos del amor.
* * * * *


Antes de terminar, el Papa pidió oraciones por el éxito de la sesión especial de la Asamblea general de las Naciones Unidas sobre los niños, "tesoro precioso, pero también vulnerable, de la familia humana", pues son víctimas de las guerras, la pobreza, la explotación y todo tipo de abusos.
38 "Espero que esta cita -prosiguió- suscite un renovado compromiso de la comunidad internacional en favor de los niños, para que toda acción social que les atañe se inspire en una auténtica promoción de la dignidad humana y en un pleno respeto de sus derechos fundamentales".




Miércoles 15 de mayo de 2002

: Dios interviene en la historia

1. La liturgia de las Laudes nos propone una serie de cánticos bíblicos de gran intensidad espiritual para acompañar la oración fundamental de los salmos. Hoy hemos escuchado un ejemplo tomado del capítulo tercero y último del libro de Habacuc. Este profeta, que vivió a fines del siglo VII a.C., cuando el reino de Judá se sentía aplastado entre dos superpotencias en expansión, por un lado Egipto y por otro Babilonia.

Con todo, muchos estudiosos consideran que este himno final es una cita. Así pues, en un apéndice al breve escrito de Habacuc se habría insertado un auténtico canto litúrgico, "en el tono de las lamentaciones", "para acompañar con instrumentos de cuerda", como dicen las notas situadas al inicio y al final del cántico (cf. Ha Ha 3,1 Ha Ha 3,19). La liturgia de las Laudes, recogiendo el hilo de la antigua plegaria de Israel, nos invita a transformar en canto cristiano esta composición, escogiendo algunos de sus versículos significativos (cf. vv. 2-4. 13a. 15-19a).

2. El himno, que entraña también una considerable fuerza poética, presenta una grandiosa imagen del Señor (cf. vv. 3-4). Su figura se impone solemne sobre todo el escenario del mundo, y el universo se estremece a su paso. Avanza desde el sur, desde Temán y desde el monte Farán (cf. v. 3), es decir, desde la región del Sinaí, sede de la gran epifanía reveladora para Israel. De igual modo, en el salmo 67 se describía al "Señor que viene del Sinaí al santuario" de Jerusalén (cf. v. 18). Su presencia, según una tradición bíblica constante, está llena de luz (cf. Ha Ha 3,4).

Es una irradiación de su misterio trascendente, pero que se comunica a la humanidad. En efecto, la luz está fuera de nosotros, no la podemos aferrar o detener; sin embargo, nos envuelve, ilumina y calienta. Así es Dios, lejano y cercano, inasible pero está a nuestro lado, más aún, dispuesto a estar con nosotros y en nosotros. Al revelarse su majestad, responde desde la tierra un coro de alabanza: es la respuesta cósmica, una especie de oración a la que el hombre da voz.

La tradición cristiana ha vivido esta experiencia interior no sólo dentro de la espiritualidad personal, sino también en atrevidas creaciones artísticas. Por no citar las majestuosas catedrales de la Edad Media, mencionamos sobre todo el arte del Oriente cristiano con sus admirables iconos y con las geniales arquitecturas de sus iglesias y sus monasterios.

La iglesia de Santa Sofía de Constantinopla es, a este respecto, una especie de arquetipo por lo que atañe a la delimitación del espacio de la oración cristiana, en la que la presencia y la inasibilidad de la luz permiten captar tanto la intimidad como la trascendencia de la realidad divina. Penetra en toda la comunidad orante hasta la médula de sus huesos y a la vez la invita a superarse a sí misma para sumergirse en la inefabilidad del misterio. Son también significativas las propuestas artísticas y espirituales características de los monasterios de esa tradición cristiana. En aquellos auténticos espacios sagrados -y el pensamiento va inmediatamente al monte Athos- el tiempo contiene en sí un signo de la eternidad. El misterio de Dios se manifiesta y se oculta en esos espacios a través de la oración continua de los monjes y de los ermitaños, que desde siempre han sido considerados semejantes a los ángeles.

3. Pero volvamos al cántico del profeta Habacuc. Para el autor sagrado, el ingreso del Señor en el mundo tiene un significado preciso. Quiere entrar en la historia de la humanidad, "en medio de los años", como se repite dos veces en el versículo 2, para juzgar y mejorar esa historia, que nosotros llevamos de modo tan confuso y a menudo perverso.

Entonces, Dios muestra su indignación (cf. v. 2c) contra el mal. Y el canto hace referencia a una serie de intervenciones divinas inexorables, aun sin especificar si se trata de acciones directas o indirectas. Se evoca el éxodo de Israel, cuando la caballería del faraón quedó ahogada en el mar (cf. v. 15). Pero también se vislumbra la perspectiva de la obra que el Señor está a punto de realizar con respecto al nuevo opresor de su pueblo. La intervención divina se presenta de un modo casi "visible" mediante una serie de imágenes agrícolas: "la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto, el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas, se acaban las ovejas del redil y no quedan vacas en el establo" (cf. v. 17). Todo lo que es signo de paz y fertilidad es eliminado y el mundo aparece como un desierto. Se trata de un símbolo frecuente en otros profetas (cf. Jr 4,19-26 Jr 12,7-13 Jr 14,1-10), para ilustrar el juicio del Señor, que no es indiferente ante el mal, la opresión y la injusticia.


Audiencias 2002 29