Discursos 2002 239

IOANNES PAULUS PP. II









A LA SEÑORA KATHRYN F. COLVIN,


NUEVA EMBAJADORA DE GRAN BRETAÑA


ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 7 de septiembre de 2002




Excelencia:

Me complace recibirla hoy con ocasión de la presentación de las cartas credenciales con las que su majestad la reina Isabel II la ha designado embajadora extraordinaria y plenipotenciaria ante la Santa Sede. Aprecio mucho los saludos que me trae de parte de su Majestad. Recordando la visita que ella y el príncipe Felipe me hicieron hace dos años, le pido amablemente que le transmita mis mejores deseos para este año en que celebra las bodas de oro de su reinado.

Su referencia a los reprobables ataques terroristas del 11 de septiembre del año pasado y a las numerosas y preocupantes situaciones de injusticia en todo el mundo nos recuerda que el milenio recién iniciado plantea grandes desafíos. Exige un compromiso firme y decidido de las personas, los pueblos y las naciones para defender los derechos y la dignidad inalienable de cada miembro de la familia humana. Al mismo tiempo, requiere la construcción de una cultura global de solidaridad que no sólo se exprese en una organización económica o política más eficaz, sino también y sobre todo con un espíritu de respeto mutuo y colaboración al servicio del bien común.

Durante los últimos años, su Gobierno ha realizado notables esfuerzos por promover esa cultura y consolidar los cimientos de la paz internacional y del desarrollo humano. Pienso, por ejemplo, en la generosidad demostrada al reducir o incluso cancelar la deuda externa de los países más pobres; en el importante papel desempeñado por los militares británicos para garantizar la seguridad del nuevo Gobierno de Afganistán; y en la prioridad dada al continente africano, que se ha manifestado especialmente en los llamamientos hechos durante el reciente encuentro del G-8 en Canadá en favor del "Plan de acción para África". Expreso, además, mi aprecio por los continuos esfuerzos llevados a cabo para restablecer la paz y la normalidad en Irlanda del Norte.

Como consecuencia de los ataques terroristas de septiembre del año pasado, la comunidad internacional ha reconocido la urgente necesidad de combatir el fenómeno del terrorismo internacional bien financiado y altamente organizado, que representa una amenaza tremenda e inmediata para la paz mundial. Engendrado por el odio, el aislamiento y la desconfianza, el terrorismo añade violencia a la violencia, en una espiral trágica que amarga y envenena a las generaciones sucesivas. En definitiva, "el terrorismo se basa en el desprecio de la vida del hombre. Precisamente por eso, no sólo comete crímenes intolerables, sino que en sí mismo, en cuanto que recurre al terror como estrategia política y económica, es un auténtico crimen contra la humanidad" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2002, 8 de diciembre de 2001, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de diciembre de 2001, p. 7).

240 Como parte esencial de su lucha contra todas las formas de terrorismo, la comunidad internacional está llamada a emprender iniciativas políticas, diplomáticas y económicas nuevas y creativas encaminadas a aliviar las escandalosas situaciones de gran injusticia, opresión y marginación que siguen afligiendo a innumerables miembros de la familia humana. De hecho, la historia demuestra que el reclutamiento de terroristas se realiza más fácilmente en áreas donde se pisotean los derechos humanos y la injusticia forma parte de la vida diaria. Esto no significa que las desigualdades y los abusos que existen en el mundo justifiquen los actos de terrorismo: por supuesto, nunca se pueden justificar la violencia y el desprecio de la vida humana. Sin embargo, la comunidad internacional no puede seguir ignorando las causas fundamentales que llevan especialmente a los jóvenes a perder la esperanza en la humanidad, en la vida misma y en el futuro, y a caer en las tentaciones de la violencia, el odio y el deseo de venganza a toda costa.

Precisamente la preocupación por esas cuestiones humanas más profundas me impulsó a invitar a los líderes y representantes de las religiones del mundo a unirse a mí en Asís el pasado mes de enero para testimoniar con claridad y sin ambigüedad nuestras convicciones comunes sobre la unidad de la familia humana y sobre la obligación particular de los creyentes de cooperar, junto con los hombres y las mujeres de buena voluntad de todos los lugares, en la construcción de un futuro de paz. En último término, en la conversión de los corazones y en la renovación espiritual de las sociedades reside la esperanza de un futuro mejor. La construcción de esta cultura global de solidaridad es, quizá, la mayor tarea moral que afronta la humanidad hoy. Plantea un particular desafío espiritual y cultural a los países desarrollados de Occidente, donde los principios y los valores de la religión cristiana se han enlazado durante mucho tiempo en el entramado mismo de la sociedad, pero que ahora son cuestionados por modelos culturales alternativos fundados en un individualismo exagerado que muy a menudo lleva al indiferentismo, al hedonismo, al consumismo y al materialismo práctico, que pueden erosionar e inclusive destruir los fundamentos de la vida social.

Frente a este desafío cultural y espiritual, confío en que la comunidad cristiana que está en el Reino Unido seguirá haciendo oír su voz en los grandes debates que modelan el futuro de la sociedad, y seguirá dando el testimonio creíble de sus convicciones a través de sus programas educativos, caritativos y sociales. Gracias a Dios, en las décadas pasadas se han llevado a cabo significativos progresos en la construcción de relaciones ecuménicas cordiales, que son la expresión más auténtica de nuestras raíces espirituales comunes (cf. Discurso a Su Majestad, 17 de octubre de 2000). El testimonio común de los cristianos comprometidos puede contribuir en gran medida a la renovación de la vida social en un modo que respete y construya sobre el incomparable patrimonio de ideales y realizaciones políticas, culturales y espirituales que ha forjado la historia de su nación y sus contribuciones al mundo.

A este respecto, mi pensamiento se dirige inmediatamente a la necesidad de una defensa incondicional de los derechos de la familia y de la protección legal de la institución del matrimonio. La familia desempeña un papel decisivo en la promoción de los valores sobre los cuales se basa toda civilización digna de este nombre. Toda la sociedad humana está profundamente arraigada en la familia, y cualquier debilitación de esta institución indispensable es ciertamente una fuente potencial de graves dificultades y problemas para la sociedad en su totalidad.

Otra área de preocupación en la que los cristianos pueden dar un testimonio privilegiado es la del respeto a la vida frente a los intentos de legitimar el aborto, la producción de embriones humanos para la investigación y los procesos de manipulación genética, como la clonación de seres humanos. Ni la vida humana ni la persona humana pueden ser tratadas legítimamente como un objeto de manipulación o como un producto utilizable; por el contrario, todo ser humano, en cada estado de su existencia, desde la concepción hasta la muerte natural, ha sido dotado por el Creador de una dignidad sublime que exige el mayor respeto y el cuidado por parte de las personas, las comunidades, las naciones y los organismos internacionales.

Excelencia, le expreso mis mejores deseos en este momento en que asume su alta misión. Confío en que el cumplimiento de sus deberes diplomáticos contribuirá a un ulterior fortalecimiento de las relaciones amistosas entre el Reino Unido y la Santa Sede, y le aseguro la constante disponibilidad de las oficinas de la Santa Sede para asistirla. Sobre usted y sobre todos aquellos a quienes sirve invoco cordialmente las bendiciones de Dios todopoderoso.







ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


AL FINAL DE UN CONCIERTO EN CASTELGANDOLFO


Domingo 8 de septiembre de 2002

1. Al término de esta sugestiva velada musical, me alegra dirigir un cordial saludo a todos vosotros, amables señores y señoras que habéis tomado parte en el concierto organizado por la fundación "Mundo del arte" de Moscú en el marco del programa "Mil ciudades del mundo".


Saludo al señor Dimitry Medvedev, subjefe de la administración del presidente de la Federación rusa y a las demás autoridades aquí presentes. Extiendo mi saludo al embajador Vitaly Litvin, representante de la Federación rusa ante la Santa Sede y le agradezco las cordiales palabras que me acaba de dirigir. Me alegra vivamente el noble mensaje enviado para este encuentro por Su Santidad Alexis II, patriarca de Moscú y de todas las Rusias. Le expreso mi saludo cordial y sincero.

2. Saludo al señor Vladislav Teterin, presidente de la fundación "Mundo del arte", y le manifiesto a él y a sus colaboradores mi más profunda gratitud por este don, que me ha complacido mucho. Formulo mis mejores deseos de que vuestra benemérita fundación contribuya, con sus múltiples actividades, a difundir los valores humanos y espirituales que constituyen la base indispensable de todo auténtico progreso moral, civil y cultural de Europa y de la humanidad entera.

Expreso también mi estima a la orquesta sinfónica del Estado ruso, dirigida por el maestro Marc Gorenshtein, que ha actuado con gran entusiasmo y maestría, así como al coro de la Academia del arte y al coro de niños de la Unesco, dirigidos por el maestro Víctor Popov, que con extraordinario talento y eficacia han interpretado difíciles piezas musicales.

241 Renuevo, también en nombre de los presentes, la gratitud tanto a los organizadores de la velada como a los cualificados miembros de la orquesta y a los cantores, especialmente a la soprano Ángela Gheorghiu y al tenor Roberto Alagna. Ojalá que estas iniciativas contribuyan a fomentar la comprensión y el diálogo entre las personas y los pueblos.

3. Deseando pleno éxito a las iniciativas del programa "Mil ciudades del mundo", imploro para cada uno de los presentes la bendición del Señor.












AL TERCER GRUPO DE OBISPOS DE BRASIL


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado14 de septiembre de 2002

. Queridos hermanos en el episcopado:

1. Me alegra recibiros hoy, pastores de la Iglesia que está en Brasil, en representación de las regiones Norte-1 y Noroeste de la Conferencia episcopal de Brasil. La visita ad limina os ofrece la ocasión de encontraros con el Sucesor de Pedro y con sus colaboradores, y recibir de ellos el apoyo necesario para vuestra acción pastoral.

De todo corazón agradezco a mons. Luiz Soares Vieira, arzobispo de Manaus, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, para renovar vuestras expresiones de afecto y estima y hacerme partícipe de las preocupaciones y esperanzas de la Iglesia que guía en aquella región. Por medio de vosotros, saludo también a los sacerdotes, a las religiosas, a los religiosos y a los fieles laicos de vuestras diócesis. Llevadles el recuerdo lleno de afecto del Papa, que los tiene presentes en su oración para que crezcan en la fe en Cristo y en la caridad con el prójimo.
Modelos de comunión

2. La nota distintiva de vuestra misión de pastores del pueblo que se os ha confiado es la de ser, ante todo, promotores y modelos de comunión. Como la Iglesia es una, así también el Episcopado es uno solo, y, como afirma el concilio Vaticano II, el Papa constituye "el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de fieles" (Lumen gentium LG 23). Por eso, la unión colegial del Episcopado entre sí es uno de los elementos constitutivos de la unidad de la Iglesia.

Esta unión entre los obispos es particularmente necesaria en nuestros días, dado que las iniciativas pastorales tienen múltiples formas y trascienden los límites de la propia diócesis. Además, la comunión debe concretarse en una cooperación pastoral mediante programas y proyectos comunes "en temas de mayor importancia, sobre todo los que afectan a los pobres" (Ecclesia in America ). La región amazónica es, sin duda, sensible a los problemas del desarrollo vinculado a la explotación de las riquezas del subsuelo, y es también conocida como el granero de la biodiversidad. Por eso, tiene un conjunto de factores relacionados con el hombre y con su hábitat que requieren la debida atención, para proporcionar la justa protección a buena parte de sus habitantes, incluyendo a los que viven en los límites ínfimos de la pobreza
. Por otra parte, las comunidades eclesiales necesitan pastores que sean hombres de fe y estén unidos entre sí, capaces de afrontar los desafíos de una sociedad cada vez más propensa a la secularización y al consumismo. En efecto, aunque buena parte del pueblo ha recibido el bautismo en la Iglesia católica y practica diversas formas de religiosidad popular, a veces carece de una fe sólida e iluminada. En este sentido, la falta de un vigor vivencial y eclesial de la fe y la indiferencia ante los valores religiosos y los principios éticos son un fuerte obstáculo para la evangelización. Todo esto se complica aún más por la presencia de sectas y nuevos grupos seudorreligiosos, cuya expansión tiene lugar también en ambientes tradicionalmente católicos. Este fenómeno exige un estudio profundo "para descubrir los motivos por los que no pocos católicos abandonan la Iglesia" (ib., 73).

Como maestros de la sana doctrina, llamados a señalar el camino seguro que lleva al Padre, y como servidores de la luz que es Cristo, "imagen de Dios invisible" (Col 1,15), no dejéis de ofrecer unidos, como sucesores de los Apóstoles, la enseñanza del magisterio eclesial.

242 3. "El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1Co 10,16-17). Esta afirmación del Apóstol de los gentiles, dirigida a todo el pueblo de Dios, cobra mayor relieve cuando se refiere a la espiritualidad de comunión entre los obispos, llamados a vivir, con especial empeño, la colegialidad (cf. Novo millennio ineunte NM 44).

La Iglesia es una, como el cuerpo de Cristo es uno. La unidad de la Iglesia no es sólo una "nota" para que sea reconocida en el mundo, sino "su misma naturaleza". De esta forma, es el inicio de su existencia, su fundamento y su meta, don original y tarea por realizar y llevar a cabo. Los fieles, "alimentados en la sagrada eucaristía con el cuerpo de Cristo, muestran de manera concreta la unidad del pueblo de Dios, que este santísimo sacramento significa tan perfectamente y realiza tan maravillosamente" (Lumen gentium LG 11). No es sólo la comunidad local de los fieles la que se reúne ante el altar, sino la Iglesia católica, toda entera y en su conjunto, que se hace presente en cada celebración del sacramento de la unidad.

La Eucaristía, al unir más estrechamente a los hombres con Cristo, hace de ellos un solo cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia, hasta el punto de poder llamar a la Eucaristía sacramentum unitatis (cf. santo Tomás de Aquino, Supplementum, q. 71, a. 9). Recogiendo la enseñanza bíblico-patrística, mi predecesor san Pío X afirmó con vigor que la "Eucaristía es símbolo, principio y raíz de la unidad católica, factor de concordia entre los espíritus" (Constitutio apostolica de SS. Eucharistia promiscuo sumenda: AAS [1912] 675). Como sabemos, el mismo concilio Vaticano II destacó que es "signo de unidad, vínculo de amor" (Sacrosanctum Concilio, 47).

He querido recordar estas conclusiones, que sin duda tenéis presentes, pensando precisamente en aquellas inmensas regiones que os son tan familiares y que, por obra y gracia del Espíritu Consolador, han sido confiadas a vuestro celo pastoral. No debéis sentiros distantes unos de otros, a pesar de la vastísima superficie que tenéis que recorrer frecuentemente, no sólo para llegar a las zonas más remotas del Estado, sino también para mantener el contacto necesario, más aún, indispensable en el ejercicio del ministerio episcopal. Deseo manifestar aquí mi aprecio sincero por el gran esfuerzo misionero que habéis realizado vosotros y tantos presbíteros, religiosos, religiosas y laicos en aquellas regiones del norte de Brasil. Que Dios os recompense con abundantes frutos de alegría y de paz.

4. Dice el profeta Isaías: "Non est abbreviata manus Domini" (Is 59,1): no es demasiado corta la mano de Dios. Él no es hoy menos poderoso que en otras épocas, ni es menos verdadero su amor a los hombres. Su acción, también hoy, es una realidad que el fiel sabe reconocer a la luz de los signos de los tiempos, y a la cual procura corresponder con júbilo y gratitud.

Cristo dio a su Iglesia la seguridad de la doctrina, cuidando de que tuviera personas que orientaran con su luz, que condujeran y recordaran constantemente el camino trazado por él. Disponemos de un tesoro infinito de ciencia: la palabra de Dios, conservada por la Iglesia; la gracia de Cristo, confiada a sus pastores, a través de la administración de los sacramentos. Y ¡cómo no recordar el testimonio y el ejemplo de los que viven con rectitud junto a nosotros, y han sabido construir con su vida un camino de fidelidad a Dios!

Esta es la Iglesia de Cristo, venerables hermanos en el episcopado, que nos ha engendrado y ahora nos acompaña, perdonando nuestros pecados y animándonos a una vida nueva, con confianza en aquel que "resucitó verdaderamente" (Mt 28,6).

A esta Iglesia no podemos por menos de demostrarle nuestro amor y nuestra veneración. Es la actitud natural de los hijos con su madre. A sus pastores les corresponde un amor de predilección, una entrega sin límites y un servicio abnegado, sintiéndose capaces de renunciar a cualquier interés personal para vivir la misma obediencia con que Cristo padeció en la cruz.

5. Además de esta dimensión de koinonía eclesial afectiva, conviene recordar también la dimensión efectiva, pues, como sabemos, existe una única Iglesia, que subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el Sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.
Venerables hermanos en el episcopado, aquí vuelve a iluminar nuestro encuentro fraterno la eclesiología eucarística, de innegable trascendencia cuando se trata de destacar que en la unidad de la Iglesia reside también la unidad del Episcopado.

Al aprobar la carta que dirigí al Episcopado mundial precisamente sobre este tema, hice mía la afirmación según la cual la "unidad de la Eucaristía y la unidad del Episcopado con Pedro y bajo Pedro no son raíces independientes de la unidad de la Iglesia, porque Cristo instituyó la Eucaristía y el Episcopado como realidades esencialmente vinculadas. El Episcopado es uno como una es la Eucaristía: el único sacrificio del único Cristo muerto y resucitado" (Congregación para la doctrina de la fe, Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre algunos aspectos de la Iglesia considerada como comunión, n. 14). Y, más adelante, se concluía: "Toda válida celebración de la Eucaristía expresa esta comunión universal con Pedro y con la Iglesia entera" (ib.).

243 Con evidente objetividad, san Cipriano alertaba: "Debemos mantener y defender con toda energía esta unidad, especialmente los obispos, que hemos sido puestos al frente de la Iglesia, para demostrar que el mismo Episcopado es uno e indivisible" (Sobre la unidad de la Iglesia católica, 4-6). Por eso, vuestro esfuerzo al viajar a Roma para venir a ver a Pedro "en obediencia a la fe" (Rm 1,5) y vivir, en vuestro ministerio, bajo Pedro, sólo podrá traducirse en la unidad de espíritu y de acción que se convertirá en obras, para una mayor edificación del reino de Dios en este mundo.

6. A lo largo de este pontificado, el Señor me ha permitido, siguiendo la línea de mis dos inmediatos predecesores en la Sede de Pedro, valorar con mayor profundidad aquellas verdades que siempre han estado implícitas en la conciencia eclesial, como el papel de los laicos en la Iglesia, el origen sacramental de la potestad de jurisdicción de los obispos, la necesidad de una cristianización de las estructuras terrenas y de una aplicación de las directrices sobre los derechos del hombre y de la familia, el respeto a la vida, la importancia extraordinaria de todas las manifestaciones sinceras de la libertad, etc.

Se podría decir que son muchos los documentos publicados por esta Sede apostólica y, ante la urgencia de los trabajos pastorales, no hay tiempo para profundizarlos, como sería de desear. Como ya tuve ocasión de decir, "el Romano Pontífice cumple su misión universal ayudado por los organismos de la Curia romana y, en particular, por la Congregación para la doctrina de la fe en lo que se refiere a la doctrina sobre la fe y la moral" (cf. constitución apostólica Pastor bonus ). Por eso, compete a los obispos, personalmente o a través de los presbíteros y de la catequesis, cumplir autorizadamente esta misión intransferible de enseñar la verdad evangélica.
Aprovecho esta ocasión para recordar la importancia de la prioridad en la formación de las vocaciones, a través de una formación adecuada de los candidatos al sacerdocio (cf. Ecclesia in America ). Al mismo tiempo, es conveniente empeñarse en el acompañamiento de los presbíteros en sus funciones ministeriales, con una adecuada formación permanente humana, espiritual, intelectual y pastoral, dentro de los límites de las posibilidades de cada diócesis, o con iniciativas de carácter regional o nacional.

Por último, a veces se oye decir que el Papa desconoce la realidad local, o la más amplia del continente latinoamericano. Sin embargo, procura poner la máxima atención en lo que le dicen periódicamente sus hermanos en el episcopado durante las visitas ad limina. Además, las numerosas ocasiones en la que, con la gracia de Dios, le ha sido posible visitar América Latina y tener un contacto directo con las poblaciones de aquella tierra rica en promesas evangelizadoras, han confirmado una vez más la confianza que el Sucesor de Pedro deposita en vuestra misión de pastores. Por tanto, expreso mi deseo de que los mensajes que se os dirigen contribuyan a la orientación de los fieles del que es considerado el continente de la esperanza.

7. Queridos hermanos en el episcopado, estamos llamados a escuchar como un discípulo lo que el Espíritu dice a las Iglesias (cf. Ap Ap 2,7), para hablar como maestros en nombre de Cristo, declarando, llenos de alegría, como hizo san Juan Damasceno: "Y vosotros, noble cumbre de la más íntegra pureza, ilustre asamblea de la Iglesia, que esperáis la ayuda de Dios, vosotros, en quienes mora Dios, recibís de nuestras manos la doctrina de la fe, que fortalece a la Iglesia, tal como nos la han transmitido nuestros padres" (Exposición sobre la fe, 1). Pido a Dios que tengáis éxito en esta importante tarea pastoral, para que la Iglesia que está en Brasil, y más particularmente en Amazonia, resplandezca con toda su gloria como Esposa de Cristo, que él eligió con amor infinito. Encomendando vuestra misión apostólica a la intercesión de la Virgen María, que en todas las épocas es la Estrella resplandeciente de la evangelización, os imparto de corazón mi bendición apostólica a vosotros, a los sacerdotes, a las religiosas, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LAS RELIGIOSAS MÍNIMAS DE NUESTRA SEÑORA


DEL SUFRAGIO




A la reverenda madre

FABIOLA DETOMI

Superiora general del instituto
Religiosas Mínimas de
Nuestra Señora del Sufragio

1. Ante todo, quiero enviarle mi saludo, junto con mis mejores deseos, con ocasión del capítulo general de la congregación. Lo dirijo, asimismo, a las hermanas llamadas al servicio de guía y de animación de vuestra familia religiosa, alentándolas a desempeñar con espíritu generoso la delicada tarea de gobierno que se les ha confiado. Lo extiendo, también, a las religiosas capitulares, esperando que la experiencia de estos intensos días pasados en Roma sea fuente de enriquecimiento humano y espiritual. Por último, envío un cordial saludo a cada una de las Religiosas Mínimas de Nuestra Señora del Sufragio que trabajan en Italia, Argentina, Colombia y Rumanía, y le aseguro mi apoyo paterno.

244 La asamblea capitular constituye una importante ocasión para reflexionar sobre el camino comunitario recorrido hasta ahora, así como para elaborar proyectos de servicio apostólico, con fidelidad al carisma originario del Instituto. El tema "Testimoniar a Cristo, nuestra esperanza, en un mundo que cambia", está en sintonía con las orientaciones pastorales del Episcopado italiano para el primer decenio del nuevo siglo y el nuevo milenio.

Reverenda madre, vuestra familia religiosa tiene el propósito de reanudar con renovado entusiasmo, tras la pausa capitular, las actividades diarias, subrayando que Cristo, nuestra esperanza, está en la base de todo y es el fin al que todo se orienta. Su misteriosa presencia mantiene viva la tensión escatológica que debe cultivar todo creyente. Vuestra congregación considera esta tensión escatológica de la existencia como una de sus características fundamentales, que ha recibido en herencia de su beato fundador.

2. El beato Francisco Faà de Bruno, a quien tuve la alegría de elevar al honor de los altares el 25 de septiembre de 1988, vivió una vida impregnada de esperanza. Animado siempre por el anhelo interior de cooperar en la salvación de los hermanos, se preocupó por su destino final. En efecto, la meta última del hombre es el encuentro con Dios, encuentro para el que es preciso prepararse desde ahora con un constante compromiso ascético, evitando el mal y obrando el bien.

Desde joven, tuvo la preocupación de trabajar por la salvación de las almas, y por eso, aun antes de fundar la congregación, quiso construir en Turín un templo dedicado a Nuestra Señora del Sufragio. Preocuparse del "sufragio" por las almas del purgatorio: este es, reverenda madre y queridas hermanas, vuestro carisma característico, que os impulsa a una oración constante por los que nos han precedido. Esta misma intuición carismática es estímulo concreto para llenar cada jornada terrena de los bienes que no pasan ni se marchitan.

Se trata de una importante verdad que queréis anunciar con vuestra actividad de evangelización, sostenida por la oración y acompañada por la aceptación y la ofrenda del sufrimiento a Dios, en unión con el sacrificio de Cristo, para la salvación de las almas. La forma primera y más elevada de caridad con los hermanos es el anhelo de su salvación eterna. El amor cristiano no conoce confines y supera incluso los límites del espacio y del tiempo, permitiéndonos amar a cuantos ya han abandonado esta tierra.

3. Amadísimas hermanas en Cristo, conservad íntegro el espíritu de vuestro fundador. Me complace repetiros hoy lo que afirmé con ocasión de su beatificación. Francisco Faà de Bruno -dije entonces- es "un gigante de la fe y de la caridad", puesto que su mensaje de luz y amor, "lejos de agotarse, se revela más actual que nunca, impulsando a la acción a cuantos se preocupan de los valores evangélicos" (Homilía, 25 de septiembre de 1988, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de octubre de 1988, p. 2).

Siguiendo sus huellas, avanzad con fidelidad y valentía por el camino emprendido, sacando luz y fuerza de su enseñanza y haciendo viva y actual su extraordinaria experiencia y su luminosa herencia. Sobre todo, seréis incansables y felices heraldos de esperanza para la humanidad de nuestro tiempo, con mucha frecuencia casi oscurecida por violencias e injusticias y encerrada en horizontes meramente terrenos. Imitando a vuestro beato, sed vosotras mismas las primeras en renovaros en la esperanza, para que lleguéis a ser, en la Iglesia y en el mundo, fecundas portadoras de ella. Tened "sed" de almas para salvar, ayudando a todos los hermanos y hermanas a descubrir el "todavía no" y el "más allá" eterno, hacia el que todos nos encaminamos. El futuro eterno se construye desde ahora, en el tiempo, con el esfuerzo de cada día.

Con estos sentimientos y deseos, invoco sobre vosotras, queridas hermanas, sobre vuestras comunidades y sobre cuantos encontréis en vuestro servicio diario, la intercesión celestial de la Virgen del Sufragio y del beato Francisco Faà de Bruno, a la vez que os bendigo de corazón juntamente con todos vuestros seres queridos.

Castelgandolfo, 2 de septiembre de 2002








A LA ASOCIACIÓN DEPORTIVA


DEL FÚTBOL CLUB REAL MADRID


Lunes 16 de septiembre de 2002



Señor Presidente,
245 Señoras y Señores:

Me es grato recibir a los miembros de la Junta Directiva, a los técnicos y deportistas del Fútbol Club Real Madrid, así como a sus acompañantes. Agradezco las amables palabras del Señor Presidente de la entidad, que ha querido interpretar vuestros sentimientos.

La Iglesia, como señalé durante el Jubileo de los deportistas (29.X.2000), considera el deporte como un instrumento de educación cuando fomenta elevados ideales humanos y espirituales; cuando forma de manera integral a los jóvenes en valores como la lealtad, la perseverancia, la amistad, la solidaridad y la paz. El deporte, superando la diversidad de culturas e ideologías, es una ocasión idónea de diálogo y entendimiento entre los pueblos, para la construcción de la deseada civilización del amor.

Os invito, pues, a poner en práctica estos valores, basados en la dignidad de la persona humana, frente a posibles intereses que pueden ensombrecer la nobleza del deporte mismo. Que para ello os acompañe siempre la protección maternal de la Virgen de la Almudena, Patrona de Madrid. Al renovaros mi agradecimiento por vuestra visita, os imparto con afecto mi Bendición Apostólica, que hago extensiva a vuestras familias.







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LAS MINISTRAS DE LOS ENFERMOS DE SAN CAMILO




Reverenda madre

TOMASINA GHEDUZZI

Superiora general de la Congregación
de las religiosas Ministras
de los Enfermos de San Camilo

1. Con ocasión del capítulo general, durante el cual en estos días se hallan reunidas usted y las hermanas delegadas, me alegra enviar a cada una un saludo cordial juntamente con la seguridad de mi cercanía espiritual.

Procedéis de diferentes países de Europa, de América Latina, de África y del sudeste asiático: en cada una de vosotras me complace saludar a todas vuestras hermanas, así como a las comunidades eclesiales en las que trabajan al servicio de los enfermos y de los que sufren.

La asamblea capitular constituye una circunstancia oportuna para orar y reflexionar en los desafíos que interpelan a la Iglesia y al mundo en este singular período histórico. Además, os ofrece la ocasión de profundizar cada vez más en el carisma que os distingue, adaptándolo a las exigencias actuales.

246 A este respecto, el pensamiento va enseguida al 6 de mayo de 1995, cuando tuve el gozo de proclamar beata a vuestra fundadora, la madre María Dominga Brun Barbantini. Me ha alegrado mucho saber que aquel acontecimiento de gracia ha constituido para toda la Congregación un motivo de renovada inspiración, y os ha impulsado a profundizar en el conocimiento de vuestro carisma y de vuestra espiritualidad, para que, tomando de esas raíces la savia más genuina, se vivifiquen e iluminen la vida y el trabajo diarios.

2. En este marco se comprende mejor el tema que habéis elegido para el XXXII capítulo general: "Hacia una nueva regla de vida". Ciertamente, la novedad que buscáis no es la de quien quiere cambiar la orientación originaria; al contrario, es fruto de una búsqueda rigurosa y apasionada de las fuentes, un fruto que aspira a ser, si es posible, cada vez más fiel a sus raíces, o sea, al don que el Señor confió a la beata María Dominga y a sus compañeras, para el bien de la Iglesia y de la humanidad. A partir del grupito de mujeres que, con María Dominga, quisieron llamarse "oblatas enfermeras", se ha desarrollado, también gracias al discernimiento y al aliento de los pastores de la Iglesia, un instituto que hoy está presente en nueve países de tres continentes.

El Espíritu Santo, que siempre "toma" de las inagotables riquezas de Cristo para distribuir en la Iglesia nuevos dones de luz y de gracia (cf. Jn
Jn 16,14), sembró en el corazón y en la vida de vuestra fundadora una singular vocación para servir a los enfermos, imitando y prolongado el ministerio mismo de Jesús, que se inclinó sobre toda enfermedad humana para curarla con su poder divino (cf. Lc Lc 10,30-35 Mt 4,23). En su infinita misericordia, el Hijo de Dios se hizo prójimo nuestro, convirtiéndose él mismo en "siervo sufriente" para curarnos. Por eso, está presente en el más pequeño de los hermanos que atraviesan dificultades, y espera que le abramos nuestro corazón. Si le ofrecemos lo "poco" que somos y tenemos, recibiremos en cambio el "todo" que él es.

3. Como escribió en las Reglas vuestra beata fundadora, las hermanas deben actuar con ese espíritu: "Servirán a nuestro Señor en la persona de las pobres enfermas con generosidad y pureza de intención, siempre dispuestas a exponer su vida por amor a Jesús muerto en una cruz por nosotros" (I, 11). Para mantenerse fieles a esta vocación, es indispensable alimentar la propia existencia con la oración y, de modo especial, con la participación devota en la santísima Eucaristía, en la que Jesús hace sacramentalmente presente cada día el prodigio salvífico de su pasión, muerte y resurrección. Permaneciendo íntimamente unidas y configuradas con él, podréis ser para numerosos hermanos y hermanas sus manos, su mirada y su corazón, según el luminoso ejemplo de san Camilo de Lelis.

Que testimoniar la caridad sea el esfuerzo incesante de vuestra congregación, amadísimas hermanas, una caridad que no conoce confines y habla la lengua de todas las regiones del planeta. La humanidad contemporánea, que sufre antiguas y nuevas miserias y pobrezas, necesita experimentar hoy más que nunca el amor y la misericordia de Dios. Necesita sentirse amada para amar y acoger la vida. Vosotras trabajáis donde, por desgracia, se producen atentados contra la vida por parte de una cultura de muerte, que tiende a difundirse cada más vez en las sociedades marcadas por el materialismo y el consumismo hedonista.

Queridas hermanas, seguid preocupándoos y trabajando generosamente en este "frente" apostólico. Se trata de una urgencia pastoral que hay que afrontar con competencia profesional y fervor apostólico.

4. Por tanto, para poder cumplir esta exigente misión es preciso un compromiso formativo amplio, y vuestro capítulo quiere poner oportunamente de relieve esta prioridad. Es necesario promover la vida espiritual y, en sabia armonía con ella, la dimensión cultural y profesional, la apostólica y la del carisma específico (cf. Vita consecrata VC 71). Además, se debe cuidar el aspecto comunitario, pues es parte integrante y decisiva del testimonio eclesial, sobre todo en las comunidades de vida consagrada, llamadas a ser signo profético en el seno del pueblo de Dios.

Queridas hermanas, acompaño estas consideraciones con la seguridad de un recuerdo particular en la oración, para que descienda, serena y fortalecedora, la luz del Espíritu Santo sobre cada una de vosotras y sobre los trabajos capitulares.

La Virgen María, Salud de los enfermos, os asista y haga fructificar todas vuestras iniciativas. Os conceda la alegría y el amor de servir a su Hijo divino en el prójimo necesitado. Os conforte también la bendición apostólica, que os envío de corazón a vosotras y a toda vuestra familia religiosa.

Castelgandolfo, 12 de septiembre de 2002








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