Discursos 2002



1

Enero de 2002



ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


AL CORO ORTODOXO RUSO "JUBILEUM"


Martes 1 de enero de 2002



Además del merecido aplauso, me alegra daros un cordial saludo a vosotros, director y miembros del coro "Jubileum", de Moscú. Os agradezco de corazón el homenaje musical que habéis querido ofrecerme con ocasión de las fiestas navideñas y el inicio del año nuevo.

Vuestro canto, queridas muchachas, me ha complacido mucho y, de modo sugestivo, ha correspondido muy bien a las figuras y a los colores de esta capilla "Redemptoris Mater", decorada con espíritu ecuménico según la tradición oriental. Aprecio mucho el canto litúrgico ruso y siempre me siento cercano a vuestra cultura, sobre todo a la religiosa. La cultura, el arte, la literatura, el canto rusos son realidades impregnadas de una fuerte espiritualidad, que eleva la mente y el corazón a Dios y los llena de benevolencia y compasión hacia el prójimo.

Doy las gracias al director del coro, el maestro Alexander Nevzorov, que os guía para expresar en armonía toda la belleza de vuestro canto.

Me alegra saber que habéis venido de Moscú con la bendición del patriarca Alexis II. Por tanto, aprovecho esta ocasión para enviarle, a través de vosotros, un saludo fraterno y mis felicitaciones por la Navidad de nuestro Señor Jesucristo.

Os he acogido de buen grado, amadísimos hermanos. Espero que consideréis siempre esta casa como vuestra casa. Os abrazo con afecto y, renovándoos mi agradecimiento, os deseo pleno éxito en vuestra actividad artística. A vosotros y a vuestros seres queridos imparto de corazón la bendición apostólica.










A LOS PARTICIPANTES EN EL XVII CONGRESO NACIONAL


DE LA ASOCIACIÓN ITALIA DE MAESTROS CATÓLICOS


Y A LOS VOLUNTARIOS DEL SUFRIMIENTO


DE LA DIÓCESIS DE BÉRGAMO


Sábado 5 de enero de 2002

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra daros una cordial bienvenida a cada uno de vosotros, que habéis querido visitarme con ocasión del Congreso nacional de vuestra Asociación.

Saludo, en particular, a vuestro presidente, a quien agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes. A través de vosotros, me complace enviar un saludo especial a todos los maestros católicos de Italia, que tanto en las grandes ciudades como en la pequeñas aldeas ponen su competencia y su deseo de educar al servicio de los alumnos y de sus familias.
2 Promover los valores humanos perennes

Amadísimos hermanos y hermanas, juntamente con vosotros doy gracias a Dios por la actividad que la Asociación italiana de maestros católicos realiza desde hace más de cincuenta años en favor de la escuela italiana y de las nuevas generaciones. Vuestra asociación, al ser eclesial, se considera con razón "porción de la Iglesia", insertada en el camino de la comunidad eclesial y deseosa de testimoniar los valores evangélicos de la gratuidad y del servicio, no sólo en el ejercicio de la profesión sino también en las relaciones con cuantos comparten los mismos ideales de vuestra asociación.

2. Habéis elegido para vuestro Congreso el tema "Dialogar con la incertidumbre, elaborar la vida", a fin de subrayar las dos dimensiones que distinguen el momento actual de vuestra asociación: la conciencia de la complejidad de nuestra época y la voluntad de proponer vuestro proyecto educativo en el clima de incertidumbre que se vive a diario.

Ante los procesos de reforma de la escuela, por lo demás necesarios, vuestra asociación quiere promover los valores humanos perennes que derivan de la visión evangélica de la vida, para realizar una escuela a medida de los alumnos y especialmente atenta a las exigencias de los más pobres. De este modo, ayudáis a la institución escolar a ponerse, juntamente con los demás sujetos implicados en este proceso formativo, al servicio de la persona, convirtiéndose cada vez más en una comunidad educativa en diálogo abierto, y al mismo tiempo crítico, con su entorno.

Ojalá que, a la luz de la enseñanza de Cristo, cada uno de vosotros esté dispuesto a captar en la relación y en la colaboración con los colegas valiosas oportunidades de participación en las competencias y de comunión de propósitos, para que la institución escolar sea un lugar privilegiado de promoción cultural, capaz de recuperar estima y credibilidad social. Sintiéndoos testigos privilegiados del amor de Cristo a los niños, procurad transmitir los contenidos de la religión católica con competencia, elaborando propuestas didácticas atentas a las exigencias formativas de los alumnos y respetuosas de la naturaleza y las finalidades de la escuela.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, vuestra asociación siempre ha considerado la formación espiritual y profesional de los maestros como una de sus finalidades principales. En efecto, a través de una formación sólida y continua el maestro puede cumplir mejor su misión y contribuir a la construcción de una convivencia humana pacífica y justa, fundada en el diálogo entre las culturas y en la acogida y la valoración de las diversidades. Al mismo tiempo, este esfuerzo favorecerá una renovada adhesión a las características propias de la asociación, como la profesionalidad, entendida como capacidad de interpretar las necesidades educativas y elaborar respuestas adecuadas; la índole democrática, vista como ejercicio constante de corresponsabilidad y participación en la construcción de una sociedad más humana; y la pertenencia a la Iglesia, considerada como elemento fundamental de su servicio a la escuela.

Queridos hermanos, os invito a mirar a Dios, el "Educador" por excelencia, que en el misterio de la Navidad manifiesta a los hombres su benignidad para que, reflejándose en ella, reencuentren continuamente su verdadera dignidad y la salvación.

Ojalá que esta extraordinaria pedagogía divina, contemplada en el estudio y en la oración, infunda en cada uno de vosotros nuevo entusiasmo para superar la fatiga diaria, adquiriendo energías y perspectivas siempre nuevas a fin de cumplir mejor las responsabilidades educativas.

4. Saludo ahora al grupo de muchachos discapacitados, vinculados al Centro de voluntarios del sufrimiento de la diócesis de Bérgamo.

Amadísimos muchachos, habéis venido a este encuentro acompañados por vuestros padres y asistentes. Gracias por esta visita y por el afecto que habéis querido mostrarme con ella. Que el nacimiento de Jesús, que celebramos en el tiempo de Navidad, os proporcione a cada uno mucha alegría y os dé la fuerza para afrontar serenamente todos los problemas y dificultades. Y que os ayude también a sentiros testigos privilegiados del amor a la vida, sobre todo entre vuestros coetáneos, a menudo desorientados e incapaces de apreciar este gran don del Señor.

Os dirijo también un afectuoso saludo a vosotros, queridos padres, asistentes y miembros del Centro diocesano de voluntarios del sufrimiento, que prestáis un servicio ejemplar y amoroso en favor de numerosas personas que se encuentran en dificultad. Os animo a proseguir esta obra tan benemérita, e invoco sobre vosotros la abundancia de los dones celestiales y las consolaciones prometidas por Jesús a quien se pone con generosidad al servicio de los hermanos.

3 5. Dirigiéndome ahora nuevamente a todos los presentes en la sala, os encomiendo a la protección celestial de María, a quien veneramos al comienzo del año como Madre de Dios y Madre nuestra. Que la Virgen os acompañe con su próvida ayuda durante todo el año recién iniciado.

Con este deseo, os imparto de corazón a cada uno una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a vuestros seres queridos.










A LA ACADEMIA DE CIENCIAS AGRARIAS DE VARSOVIA


Viernes 11 de enero de 2002



Ilustres señores:

Os saludo cordialmente a todos: al senado académico, a los profesores, a los docentes y al personal administrativo, a los estudiantes y al coro. Saludo de modo particular al rector magnífico, y le agradezco las palabras que me ha dirigido. Me alegra acogeros aquí, como representantes de todos los miembros de la comunidad de la Academia de ciencias agrarias, formada por miles de personas.

Os agradezco que hayáis venido a Roma para vivir con el Papa esta ceremonia de vuestra institución universitaria. Habría que decir más bien: en torno al Papa, porque en vuestra benevolencia y bondad habéis querido otorgarle el título de doctor honoris causa de vuestra Academia. Debo admitir que esta atención concentrada en mi persona me resultaría embarazosa, si no supiera que venís más bien a encontraros con el Sucesor de san Pedro para expresarle, mediante esta cercanía, el profundo vínculo que une a vuestra Academia con la tradición cultural cristiana de la nación polaca y de toda Europa. Sé que queréis expresar también el deseo de una constante búsqueda de esa unidad, que se realiza en el nivel superior, en cierto sentido metafísico, de la unidad entre la ciencia y la fe. Por eso, os acojo con alegría y gratitud.

La Academia de ciencias agrarias puede sentirse orgullosa de su larga y rica tradición, que se remonta al doloroso período de la repartición, de las esperanzas vinculadas al iluminismo y de la actividad social y educativa de figuras como Stanislaw Staszic o Stanislaw Potocki. Fueron ellos quienes fundaron esta institución que, gracias a un serio trabajo científico y didáctico, no sólo debía contribuir al desarrollo de la agricultura, sino también despertar en la nación el amor y el respeto a la tierra polaca, así como a su patrimonio histórico y cultural. A lo largo de decenios, en medio de las vicisitudes de la historia de la patria, la Academia constituyó un centro dinámico de vida científica, económica y sociopolítica. En ella se han formado y han enseñado insignes estudiosos, políticos e incluso héroes de las luchas por la independencia de la patria. Esta Academia ha sido verdaderamente una fuente activa de amor a la tierra y de solicitud por el campo polaco y por la toda la patria.

Vuestra presencia, que evoca esta hermosa tradición, remite a la vez al momento actual. En cierto sentido, obliga a interrogarse sobre el papel que puede desempeñar la Academia de ciencias agrarias en la actual realidad socioeconómica polaca. Buscando una respuesta, es preciso observar ante todo que hoy estamos asistiendo a una profunda crisis de la agricultura polaca, como efecto de una ideología equivocada y de medidas tomadas durante los decenios pasados, que causaron atrasos con respecto a la moderna agricultura europea, sostenida desde hace años con la financiación del Estado. La crisis económica de la agricultura produce efectos también en el ámbito de la cultura nacional. En efecto, si muchos jóvenes capaces, provenientes de ambientes rurales, por motivos materiales no pueden continuar los estudios en las escuelas superiores y en las universidades, se producirá indudablemente un empobrecimiento espiritual no sólo en el campo polaco, sino también en toda la sociedad. La cuestión presenta también otro aspecto doloroso: el agricultor polaco de hoy no sólo sufre a causa de una baja rentabilidad de su duro trabajo y de la consiguiente insuficiencia de medios para el desarrollo de su hacienda, sino también a causa de la falta de respeto de la sociedad por su trabajo y de la falta de apoyo a los esfuerzos por cambiar la situación. Y en gran parte de los sectores políticos y sociales esta actitud puede derivar de la pérdida del sentido del valor de la tierra -de la tierra perteneciente a la familia, de la tierra perteneciente a la patria-, del abandono de las tradiciones espirituales pluriseculares unidas a ella, y de la disminución del amor a esta tierra, regada durante siglos con el sudor y la sangre de nuestros antepasados.

En este marco parece insustituible el papel de la Academia de ciencias agrarias. Es sabido que hoy asumís nuevas obligaciones, de acuerdo con el espíritu del tiempo y las exigencias que os plantean el desarrollo de las ciencias y los cambios culturales, económicos y sociales. Sé que la actividad educativa de la Academia abarca más de cincuenta especializaciones. Ciertamente, muchas de ellas no están relacionadas directamente con la agricultura o con el amplio abanico de los fenómenos concernientes a la vida del campo. Sin embargo, es necesario que no olvidéis las raíces, la tradición que obligaba a todos los que formaban la comunidad de esta Academia a mostrar solicitud por el desarrollo del campo y a suscitar amor por la tierra polaca, madre nodriza. No cejéis en vuestro esfuerzo por construir las bases científicas del desarrollo del campo polaco, del desarrollo de las perspectivas de su crecimiento cultural y espiritual. Sobre todo, no dejéis de dar a todos los habitantes de las ciudades y de las aldeas el testimonio de amor y respeto debidos a la tierra polaca y a los que la cultivan con el sudor de su frente. Haced cuanto esté de vuestra parte para que el campo polaco entre con dignidad, bienestar material y riqueza espiritual en las estructuras de la Europa unida.

Os sostendré en este compromiso con mi oración y con un pensamiento cordial. Os agradezco una vez más vuestra presencia y os deseo a todos éxito en vuestro empeño en favor de la ciencia, la cultura y la vida social. Transmitid mi saludo a los numerosos estudiantes y profesores de vuestra Academia. Que Dios os bendiga.






A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO


EN EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO


DEL BEATO JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER


Sábado 12 de enero de 2002



4 Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros, al concluir el Congreso organizado con ocasión del centenario del nacimiento del beato fundador del Opus Dei.Saludo al prelado, monseñor Javier Echevarría, y le agradezco cordialmente las palabras con las que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes. Ha ilustrado el carácter y el valor del Congreso, que no ha querido ser una celebración, sino que ha tratado de profundizar los aspectos más actuales del mensaje del beato Josemaría Escrivá de Balaguer, especialmente por lo que concierne a la grandeza de la vida diaria como camino hacia la santidad.Saludo al cardenal Juan Luis Cipriani Thorne, arzobispo de Lima, a los prelados y a los sacerdotes presentes. Os saludo a cada uno de vosotros, que habéis acudido a Roma para participar en esta significativa celebración jubilar.

2. Desde los comienzos de su ministerio sacerdotal, el beato Josemaría Escrivá puso en el centro de su predicación la verdad de que todos los bautizados están llamados a la plenitud de la caridad, y que el modo más inmediato para alcanzar esta meta común se encuentra en la normalidad diaria.
El Señor quiere entrar en comunión de amor con cada uno de sus hijos, en la trama de las ocupaciones de cada día, en el contexto ordinario en el que se desarrolla la existencia.

A la luz de estas consideraciones, las actividades diarias se presentan como un valioso medio de unión con Cristo, pudiendo transformarse en ámbito y materia de santificación, en terreno de ejercicio de las virtudes y en diálogo de amor que se realiza en las obras. El espíritu de oración transfigura el trabajo y así es posible permanecer en la contemplación de Dios, incluso mientras se realizan diversas ocupaciones. Para cada bautizado que quiere seguir fielmente a Cristo, la fábrica, la oficina, la biblioteca, el laboratorio, el taller y el hogar pueden transformarse en lugares de encuentro con el Señor, que eligió vivir durante treinta años una vida oculta. ¿Se podría poner en duda que el período que Jesús pasó en Nazaret ya formaba parte de su misión salvífica? Por tanto, también para nosotros la vida diaria, en apariencia gris, con su monotonía hecha de gestos que parecen repetirse siempre iguales, puede adquirir el relieve de una dimensión sobrenatural, transfigurándose así.

3. A este propósito, en la carta apostólica Novo millennio ineunte, al final del gran jubileo del año 2000, recordé que el ideal de la perfección cristiana "no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, sólo practicable por algunos genios de la santidad", y añadí: "Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este alto grado de la vida cristiana ordinaria" (n. 31). A cada bautizado el Señor le concede las gracias necesarias para alcanzar la cumbre de la caridad divina. Los pequeños acontecimientos de la jornada entrañan una grandeza insospechable, y precisamente viviéndolos con amor a Dios y a los hermanos es posible cortar de raíz cualquier fractura entre la fe y la vida diaria, fractura que el concilio Vaticano II denuncia como uno de los "errores más graves de nuestro tiempo" (Gaudium et spes
GS 43).

El fiel laico, al santificar su trabajo respetando las normas morales objetivas, contribuye eficazmente a construir una sociedad más digna del hombre y a liberar la creación que gime y sufre a la espera de la revelación de los hijos de Dios (cf. Rm Rm 8,19-22). Así coopera para modelar el rostro de una humanidad atenta a las exigencias de la persona y del bien común.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, tras las huellas de vuestro fundador, proseguid con celo y fidelidad vuestra misión. Mostrad con vuestro esfuerzo diario que el amor de Cristo puede animar todo el arco de la existencia, permitiendo alcanzar el ideal de la unidad de vida que, como reafirmé en la exhortación postsinodal Christifideles laici, es fundamental en el compromiso por la evangelización en la sociedad moderna (cf. n. 17).

La oración, el trabajo y el apostolado, como habéis aprendido del beato Josemaría, se encuentran y se funden si se viven con este espíritu. Él os animó siempre a amar apasionadamente el mundo. Y añadió una importante precisión: "Sed hombres y mujeres del mundo, pero no seáis hombres o mujeres mundanos" (Camino, 939). Así lograréis evitar el peligro del condicionamiento de una mentalidad mundana, que concibe el compromiso espiritual como algo que pertenece exclusivamente a la esfera privada y que, por tanto, carece de importancia para el comportamiento público.

Si el hombre no acoge en su interior la gracia de Dios, si no reza, si no recibe frecuentemente los sacramentos, si no tiende a la santidad personal, pierde el sentido mismo de su peregrinación terrena. Como recuerda vuestro beato fundador, la tierra es un camino hacia el cielo, y la existencia de cada creyente, aun con sus cargas y límites, debe convertirse en un verdadero templo en el que mora el Hijo de Dios hecho hombre.

5. Que la santísima Virgen María y su esposo san José sean vuestro ejemplo y os protejan en este exigente itinerario espiritual y apostólico. A su celestial intercesión os encomiendo a vosotros y vuestras familias. Les encomiendo también todas vuestras actividades, para que estén constantemente al servicio del Evangelio. Trabajad siempre en comunión fraterna y solidaria con todos los demás miembros del pueblo cristiano y con las diversas instituciones eclesiales.

5 Que el beato Josemaría siga velando desde el cielo sobre vosotros, para que seáis en toda circunstancia discípulos fieles de Cristo. Con este fin, os aseguro un recuerdo especial en la oración, al mismo tiempo que os bendigo con afecto a vosotros, a vuestros familiares y a todos los miembros de vuestra prelatura.





ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


DURANTE LA VISITA AL BELÉN


DE LOS BARRENDEROS DE ROMA


Domingo 13 de enero de 2002



Amadísimos hermanos:

Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión de esta cita ya tradicional al concluir las fiestas navideñas. Os agradezco la cordial acogida y os saludo a todos, así como a vuestras familias. Dirijo un saludo especial a las autoridades presentes, en particular al señor alcalde, a quien agradezco sus amables palabras. Doy las gracias también al realizador del belén, que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes.

Vengo siempre de buen grado a visitaros, porque este encuentro me permite expresar mi aprecio y gratitud al presidente, a los directivos y a todos vosotros, miembros de la Empresa municipal del ambiente (AMA) por el importante servicio que prestáis de día y de noche a nuestra ciudad y a sus habitantes.

Esta circunstancia me brinda también la oportunidad de dirigir a cada uno de vosotros, y especialmente a los que han colaborado en la realización de este significativo belén, una cordial felicitación al inicio del nuevo año: ojalá que sea un año de serenidad y paz para vosotros y para vuestros familiares. Quisiera reafirmar, una vez más, lo que dije en el Mensaje para la reciente Jornada mundial de la paz: "los pilares de la paz verdadera son la justicia y la forma particular del amor que es el perdón" (n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de diciembre de 2001, p. 7). Cada uno debe ser constructor de paz en su ambiente. Ojalá que los creyentes y todas las personas de buena voluntad acojan el anuncio de paz proclamado por los ángeles en la cueva de Belén (cf. Lc Lc 2,14).

Aquel anuncio resuena hoy también para nosotros mientras contemplamos el belén, que ya desde hace treinta años montáis con sincero sentimiento de fe. Que el Señor, Príncipe de la paz, sea vuestro apoyo diario: recurrid a él con confianza. Su amor dará nuevo sentido a todas vuestras actividades y aspiraciones.

María santísima, Madre del Verbo encarnado y Salus populi romani, os proteja a vosotros y a vuestras familias, así como vuestras actividades y proyectos. Con estos sentimientos, de corazón os imparto a todos mi bendición.






A LOS ADMINISTRADORES DE LA REGIÓN DEL LACIO,


DEL AYUNTAMIENTO Y DE LA PROVINCIA DE ROMA


Lunes 14 de enero de 2002

Ilustres señores y gentiles señoras:

1. Me complace particularmente acogeros al inicio del nuevo año con motivo del tradicional intercambio de felicitaciones. ¡A todos una cordial y sincera bienvenida! Esta cita anual entre los representantes de la ciudad de Roma, de su provincia, de la región del Lacio y el Sucesor de Pedro, además de ser un encuentro cortés y grato, representa una ocasión propicia para reafirmar los vínculos que unen a la Iglesia con la ciudad de Roma y el territorio circunstante.

6 Saludo con deferencia al presidente de la Junta regional del Lacio, señor Francesco Storace, al alcalde de Roma, señor Walter Veltroni, y al presidente de la provincia de Roma, señor Silvano Moffa. Les agradezco de corazón las amables palabras que me han dirigido en nombre de las administraciones que presiden, ilustrando el trabajo que están realizando y los proyectos para el futuro. Saludo, asimismo, a los presidentes de sus respectivos concejos, a sus colaboradores y a todos los presentes.

2. Ha pasado un año desde la conclusión del gran jubileo, pero los frutos de luz y gracia de aquel acontecimiento extraordinario siguen sosteniendo a los creyentes, y representan también para los hombres de buena voluntad un motivo de esperanza, a pesar de que el escenario mundial está marcado por numerosos y persistentes conflictos. Mi pensamiento se dirige, en particular, a Tierra Santa, a la que Roma está íntimamente vinculada, para pedir a Dios el don de la paz para los pueblos que viven en ella. Al mismo tiempo, elevo fervientes oraciones para que se creen pronto condiciones de vida dignas del hombre en todos los países afectados por guerras y diversas formas de violencia.

Es preciso proseguir sin cesar el esfuerzo por construir una sociedad solidaria y pacífica, que requiere la contribución de cada uno. Compete, en primer lugar, a cuantos ejercen tareas institucionales emplear todos los recursos posibles para alcanzar este objetivo de progreso y de paz. He sabido con satisfacción que vuestras administraciones quieren actuar en este sentido, con el deseo de contribuir cada vez mas eficazmente a eliminar las causas de malestar social aún presentes. La atención responsable a las necesidades de los menos favorecidos, una distribución más equitativa de los recursos y la integración entre culturas diversas constituyen las premisas necesarias para un futuro de verdadera dimensión humana.

3. Ilustres señores y gentiles señoras, la Iglesia católica prestará su colaboración concreta y amistosa a vuestros esfuerzos. Los problemas que afrontáis diariamente son numerosos, complejos y a menudo de difícil solución. El Papa está cerca de vosotros y sigue con afecto vuestro trabajo, alegrándose por las metas positivas alcanzadas.

Entre estas, me complace recordar también aquí las medidas legislativas, aprobadas durante el año recién concluido, en favor de la familia fundada en el matrimonio, que representa el marco fundamental de referencia de las personas y de toda la comunidad. Espero que vuestras administraciones sigan sosteniendo de todas las maneras posibles la misión de la institución familiar en la sociedad. Resulta particularmente urgente, por ejemplo, ayudar a las jóvenes parejas para que puedan afrontar con serenidad el matrimonio y asumir sus responsabilidades en la educación de los hijos.

Además de la familia, el cuidado de los niños, de los muchachos y de los jóvenes no puede por menos de representar una prioridad para cuantos se preocupan por el destino de la humanidad. En este ámbito, estoy convencido de que el reconocimiento de la función social y educativa de los Oratorios, objeto de un oportuno acto legislativo, incrementará la cooperación entre la comunidad civil y la eclesial, en la acción formativa de las futuras generaciones.

Por otra parte, en Roma y en el Lacio son cada vez más relevantes los problemas relacionados con el envejecimiento de la población. Por eso, me complacen las intervenciones destinadas a proteger a los ancianos, en particular a los que se ven obligados a vivir solos, para que no les falten al menos los servicios esenciales.

4. Se acaba de destacar que en nuestra ciudad, en la provincia y en la región muchas personas se encuentran, por desgracia, en condiciones de pobreza y marginación parcial o total y que un porcentaje elevado son inmigrantes. Por tanto, resultan muy benéficas las iniciativas adoptadas recientemente para ayudar a los sectores más débiles de la población.

Aunque se trate de personas sin domicilio fijo, de ancianos solos, de niños y familias con graves carencias, de jóvenes en situaciones problemáticas, de inmigrantes, de desempleados, de presos, de enfermos terminales o de otras categorías en dificultad, jamás hay que considerar inútil su existencia. Es preciso transformar los problemas, los numerosos problemas de la sociedad, en recursos para el bien de todos gracias al esfuerzo de cada uno.

Y ¿qué decir del cuidado de la salud, que constituye a veces un problema serio, de modo especial para las personas y las familias más pobres? Conozco muy bien las dificultades que existen en este campo, dificultades debidas con frecuencia a los escasos recursos disponibles. Sin embargo, confío en que, con la participación activa y generosa de todas las instituciones implicadas, incluso las de matriz católica, se logre prestar a la gente un servicio sanitario eficiente y respetuoso de la dignidad de la persona. Estoy seguro de que el acuerdo logrado recientemente sobre la asistencia religiosa en los hospitales y en las clínicas contribuirá a afrontar una exigencia real de los pacientes en los centros de asistencia.

5. Los tiempos cambian y las condiciones de vida se vuelven cada vez más complejas a causa de las transformaciones radicales que se suceden en el ámbito local, nacional e internacional. El progreso tecnológico, que requiere incesantes y costosas innovaciones, es imparable y caracteriza al mundo moderno globalizado. Aunque es justo secundar este proceso, es importante salvaguardar el respeto a la persona y al bien común. Con este fin, es indispensable la cooperación entre las administraciones, las instituciones y los demás organismos sociales. También es importante hacer que todos los ciudadanos, de modo especial los jóvenes, asuman cada vez más su responsabilidad con respecto a la comunidad entera. Juntos se ha de proyectar y construir el futuro.

7 6. Honorables representantes de las administraciones regional, provincial y municipal, he querido reflexionar con vosotros sobre algunos aspectos de vuestro esfuerzo diario, que vosotros mismos habéis evocado. A la vez que os agradezco vuestra atención, os exhorto a proseguir con diligente compromiso el servicio a la comunidad, servicio que los mismos ciudadanos os han confiado.
Que María santísima, invocada en numerosos santuarios de la ciudad y del Lacio, sostenga con su protección materna a vuestras personas y vuestro difícil trabajo.

Por mi parte, invoco sobre vosotros y sobre vuestro trabajo la ayuda de Dios, en prenda de la cual os imparto de corazón la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a vuestras familias y a todos los que viven y trabajan en Roma, en su provincia y en todo el Lacio.






AL PERSONAL DE LA COMISARÍA DE POLICÍA


QUE SE HALLA JUNTO AL VATICANO


Jueves 17 de enero de 2002



Señor director general;
señores funcionarios y agentes:

1. Me alegra dirigir a todos un saludo cordial, a la vez que correspondo a las amables felicitaciones por el comienzo del nuevo año, que, en vuestro nombre, me ha formulado el doctor Roberto Scigliano. Al agradecerle, señor director general de la Comisaría, las amables palabras que me ha dirigido y los sentimientos expresados en ellas, le pido que se haga intérprete de mi deferente saludo ante el jefe de la Policía, el prefecto de Roma y los altos directivos de la Policía de Estado.

Mi pensamiento se dirige ahora a vosotros, queridos funcionarios y agentes, que con eficiencia y discreción realizáis diariamente vuestro trabajo en los diversos ámbitos de competencia de la Comisaría de los servicios de seguridad en torno al Vaticano. A veces os veo desde la ventana, mientras prestáis servicio en la plaza de San Pedro y sus alrededores, vigilando para que todo se desenvuelva con seguridad y tranquilidad. También constato diariamente, en mis reuniones con los fieles durante las audiencias y las celebraciones litúrgicas, vuestra diligente presencia que garantiza el desarrollo ordenado de los encuentros. Al agradeceros de todo corazón vuestro trabajo, quisiera pediros que transmitáis mis cordiales felicitaciones también a vuestras familias y a vuestros seres queridos, que os siguen y sostienen con afecto y comprensión en vuestra actividad diaria.

2. Realizáis una actividad que se ha hecho más gravosa desde los trágicos atentados terroristas que el 11 de septiembre del año pasado turbaron la conciencia del mundo entero. La vigilancia se ha hecho más empeñativa aún para prevenir todo riesgo posible.

Como consecuencia del terrorismo, se ha difundido entre las personas un sentimiento de miedo, que engendra ansia, desconfianza y aislamiento. Por tanto, a la vez que se deben adoptar oportunamente medidas adecuadas para garantizar la seguridad de todos, es necesario devolver la confianza a la gente, en una sociedad que sepa vivir en su seno relaciones más abiertas y solidarias.
También la Iglesia, con su vasta acción espiritual, contribuye a ello.

8 Es hermoso ver acudir aquí, a Roma, peregrinos de todas las partes del mundo, impulsados por el deseo de profesar juntos su fe y admirar obras de arte y de cultura. Es una pacífica invasión de personas de distintas edades, orígenes y culturas, que realizan una significativa experiencia comunitaria: viven el respeto recíproco, la acogida y el diálogo fraterno y, al mismo tiempo, con lenguas y tradiciones diversas, proclaman valores humanos y espirituales que hermanan a los hombres. Vuestra vigilancia diaria y solícita permite que se respete y se salvaguarde este "clima" de fe y fraternidad.

3. Gracias, queridos amigos, por vuestra colaboración; gracias porque contribuís a proteger a las numerosas personas, conocidas o desconocidas, que vienen a visitar al Papa. Que el Señor recompense abundantemente vuestro generoso y exigente servicio. A él elevo mi súplica para que os ayude a desempeñar vuestra profesión, siendo siempre fieles a los ideales que ella requiere.
Cuanto más firmes sean los principios morales que os inspiran, tanto más cualificadas serán vuestras intervenciones. Actuad siempre con este espíritu.

Que la bienaventurada Virgen os proteja y sostenga en las justas aspiraciones que tenéis, y haga que el año recién iniciado rebose de gracias para vosotros y para vuestros seres queridos. En cuanto a mí, os renuevo mi sincera gratitud y os imparto de buen grado a cada uno de vosotros, así como a vuestros seres queridos, una especial bendición apostólica.






Discursos 2002