Discursos 2002 37


A LOS OBISPOS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 12 de febrero de 2002



38 Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Os recibo complacido, amados Obispos de la República Argentina que realizáis esta visita ad Limina con la cual fortalecéis los lazos de amor y comunión con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia de Roma, "en unión con la cual siempre por los fieles de todo el mundo se ha conservado la apostólica Tradición" (San Ireneo, Adv. Haeres,
III 3,0). Os doy la bienvenida con las palabras del apóstol Pablo, deseando que os acompañen siempre "la gracia, la misericordia y la paz que proceden de Dios Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor" (1Tm 1,2). Quiero que mi saludo llegue a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles de vuestras diócesis, a los que idealmente abrazo y a los que renuevo mi afecto en el Señor.

Agradezco de corazón las amables palabras que en nombre de todos me ha dirigido Mons. Eduardo Vicente Mirás, Arzobispo de Rosario, reafirmando vuestros sentimientos de adhesión al Papa y presentándome el camino que recorréis para el anuncio gozoso del Evangelio de Jesucristo, aún en medio de las dificultades. Correspondo expresándoos mi gratitud por el trabajo incansable que lleváis a cabo en todos los ámbitos y alentándoos a no sucumbir ante los desafíos de la hora presente, confiando y enseñando a confiar en la Providencia amorosa de Dios.

2. Siendo Sucesores de los Apóstoles, estáis al frente de vuestras Iglesias particulares como Pastores para actuar in persona Christi Capitis y haciendo las veces del mismo Cristo, Maestro, Pastor y Sacerdote (cf. Lumen gentium LG 21). Consagráis vuestra existencia y actividad al servicio apostólico de transmitir la fe y fomentar la vida de caridad en el Pueblo de Dios. Como ministros del Evangelio, haciendo presente de manera visible y eminente al Señor, estáis llamados a ser testigos y servidores de la esperanza evangélica en el ejercicio del triple munus de santificar, enseñar y gobernar (cf. Ibíd. 21). Os invito, pues, a seguir prestando a vuestros fieles y a todo el pueblo el hermoso servicio de mantener la esperanza auténtica que es Jesucristo resucitado, en un momento tan apremiante, sea a escala mundial como en la situación particular de la querida Nación Argentina.

3. Vuestro País atraviesa en estos momentos una profunda crisis social y económica que afecta a toda la sociedad y, además, pone en peligro la estabilidad democrática y la solidez de las instituciones públicas, con consecuencias que van más allá de las propias fronteras patrias. En muchos hogares falta hasta lo más básico e indispensable, poniendo a tantas personas ante un futuro lleno de riesgos e incertidumbres. La preocupación del momento presente debe llevar a un serio examen de conciencia sobre las responsabilidades de cada uno y las trágicas consecuencias del egoísmo insolidario, de las conductas corruptas que muchos denuncian, de la imprevisión y mala administración de los bienes de la Nación. Sobre todo ello habéis ofrecido a los fieles y a las personas de buena voluntad documentos de alerta y realismo, desde una marcada óptica evangélica. Ya en vuestra última visita ad Limina, en el año 1995, me refería a ello señalando como "la corrupción y su impunidad corren el riesgo de generalizarse, con las lamentables secuelas de indiferencia social y escepticismo" (Discurso, 11.XI.1995, 4). En la raíz de esa penosa situación hay una profunda crisis moral y por ello, como habéis señalado, el primer paso ha de ser "el cultivo de los valores morales. En especial: la austeridad, el sentido de la equidad y de la justicia, la cultura del trabajo, el respeto de la ley y de la palabra dada" (Mensaje de la Comisión Permanente de la CEA, 8.I.2002).

En este momento se requieren ciertamente oportunas medidas técnicas que levanten la economía y favorezcan que a cada argentino no le falten los bienes necesarios para desarrollarse como persona y como ciudadano. No le corresponde a la Iglesia en cuanto institución señalar cuáles son las más adecuadas, pues eso es tarea de los gobernantes y de los especialistas en las diversas ciencias sociales. Sin embargo, aun cuando la misión de la Iglesia es de orden puramente religioso, ello no impide que ofrezca su colaboración para favorecer un diálogo nacional entre todos los responsables a fin de que cada uno pueda cooperar activamente para la superación de la crisis. El diálogo excluye la violencia en sus diversas expresiones, como son muertes y saqueos, y ayuda a construir un futuro más humano con la colaboración de todos, evitando de ese modo un radical empobrecimiento de la sociedad. Es oportuno recordar que la situación social no mejora tan sólo aplicando medidas técnicas, sino también, y sobre todo, promoviendo reformas con una base humana y moral, que tengan presente una consideración ética de la persona, de la familia y de la sociedad.

Por ello, sólo una nueva propuesta de los valores morales fundamentales, como son la honestidad, la austeridad, la responsabilidad por el bien común, la solidaridad, el espíritu de sacrificio y la cultura del trabajo, en una tierra como la vuestra que la Providencia ha creado fértil y fecunda, puede asegurar un mejor desarrollo integral para todos los miembros de la comunidad nacional.

4. La situación que se vive en Argentina puede ser también causa de división y fomentar odios y rencores entre quienes están llamados a ser los constructores cotidianos del País. Por ello, os invito a seguir acompañando a vuestro pueblo como ministros de la reconciliación, para que la grey que os ha sido encomendada, superando las dificultades del presente, avance por los caminos de la concordia y el amor sincero entre todos, sin excepción. Sabéis bien que el futuro del País se debe basar en la paz, que es fruto de la justicia (cf. St Jc 3,18). ¡Seguid esa senda, ayudad a construir una sociedad que favorezca la concordia, la armonía y el respeto por la persona y cada uno de sus derechos fundamentales! Con vuestra palabra valiente y oportuna, y teniendo siempre presentes las exigencias del bien común, debéis animar a todos, empezando por los responsables de la vida política, parlamentaria, administrativa y judicial de la Nación, a promover condiciones más justas de vida, de trabajo y de vivienda.

Si bien es cierto que la magnitud del fenómeno tiene también componentes externos y es necesario buscar apoyos fuera de las propias fronteras, se ha de tener presente que los argentinos mismos, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los protagonistas y artífices principales de la reconstrucción del País, comprometiéndose, con su esfuerzo y su tesón a superar esa situación tan difícil.

5. Mientras se espera que las soluciones adoptadas den resultados positivos, es menester fomentar la acción caritativa y asistencial, tarea que la Iglesia siempre ha llevado a cabo, para hacer más llevaderas las condiciones de los menos favorecidos. Os preocupa, queridos Hermanos, la situación de aquellas personas que sufren y carecen de lo necesario. Pienso particularmente en los jubilados, en los desempleados, en los que lo han perdido todo en las revueltas. A este respecto, son consoladoras las diversas iniciativas tomadas en cada diócesis para responder adecuadamente a las necesidades de los pobres. Son de alabar las actividades de Cáritas, las de numerosas parroquias y congregaciones religiosas, así como la iniciativa ya consolidada de la Colecta "Más por menos" y otras similares. Con ellas se invita a los cristianos a privarse de algo necesario, y no sólo de lo superfluo, fomentando la actitud de compartir con los hermanos.

Esta preocupación "forma parte de la misión evangelizadora de la Iglesia" (Sollicitudo rei socialis SRS 41), en la que debe ocupar un lugar predominante la promoción humana. Por tanto, los Pastores deben orientar a sus fieles en este campo y todos ellos están llamados a colaborar activamente en este servicio de la caridad, impulsando y favoreciendo en esta hora crucial de la historia argentina convenientes iniciativas encaminadas a superar situaciones de pobreza y marginación, que afectan a tantos hermanos necesitados. La coordinación con las diversas instituciones, estatales y no gubernamentales propiciará una ayuda más eficaz al prójimo, ayudándole a que no se deje llevar por los espejismos del lucro o del consumismo, sino que se apoye en las mejores tradiciones de sobriedad, solidaridad y generosidad que anidan en el corazón de vuestro pueblo.

39 6. El examen de las Relaciones quinquenales y el coloquio personal con cada uno de vosotros ponen de relieve la vitalidad de la Iglesia en Argentina, con sus logros y avances, sus proyectos y esfuerzos, así como los límites humanos con los que inevitablemente hay que contar, en el marco del empeño constante de fidelidad a la misión que Cristo el Señor confió a su Iglesia de ser instrumento de salvación para todos, capaz de inspirar una acción de transformación de la sociedad.

En el ejercicio de vuestra misión de Pastores es necesario mantener siempre la comunión afectiva y efectiva con esta Sede de Pedro y entre vosotros mismos. El esmero por seguir conservando este espíritu, manifestado en vuestras asambleas o en otros tipos de encuentros para ofreceros ayuda mutua y complementar la visión sobre los variados aspectos de la realidad pastoral, es una gozosa experiencia eclesial y, a la vez, ha de ser un valioso ejemplo para los sacerdotes, para las comunidades y hasta para la sociedad civil misma, enfrentada a veces por diversos puntos de vista o por conflictos de intereses.

7. Para poder llevar adelante la tarea de la Iglesia en Argentina os invito a prestar atención a la exigencia de contar con evangelizadores suficientes, tanto en cantidad y calidad, ya sean sacerdotes y religiosos, religiosas y personas consagradas que hagan presente el anuncio del Evangelio a todas las gentes.

Ello implica una atención permanente al problema de las vocaciones de especial consagración. En este sentido es fundamental contar con familias sanas, estables, fundadas en los verdaderos valores domésticos en cuyo seno puedan brotar y crecer en un clima conveniente las semillas de la vocación; así mismo son importantes las organizaciones, de tipo parroquial, escolar o vinculadas a los nuevos movimientos apostólicos, como ambiente propicio para la inserción en un estilo de vida que muestre interés por los demás y ofrezcan una educación basada en la fe. La experiencia enseña que con frecuencia las vocaciones al sacerdocio y a la vida de especial consagración han surgido en esos ambientes y en los centros educativos de orientación cristiana, donde al objetivo de procurar la madurez humana y técnica se le añade el compromiso evangelizador.

Los jóvenes, y a veces personas ya maduras y formadas, deben ser recibidos, sentirse amados y ser convenientemente atendidos en los seminarios y casas de formación mediante un proceso que ayude a desarrollar la vocación y puedan ser un día servidores de Dios en beneficio de los fieles y de tantos hermanos necesitados en el mundo entero. Para colaborar en esta tarea importantísima no hay que dudar en elegir a las personas más capaces y de vida más íntegra, porque de ello depende en buena parte un futuro prometedor para la Iglesia.

Conozco la previsión de vuestra Conferencia Episcopal, donde se ha llevado a cabo un reciente estudio sobre la tendencia de las vocaciones en Argentina. Es consolador constatar que, en determinados aspectos, hay un incremento, pero el dato de que disminuyan en proporción al aumento de la población os debe estimular a redoblar los esfuerzos para preparar el porvenir eclesial de cada diócesis.

8. Queridos Hermanos: termino este encuentro esperando que os llevéis el aliento y el apoyo del Papa para continuar en la sacrificada y, a la vez, gozosa entrega a la Iglesia y a la sociedad donde ejercéis vuestro ministerio. Conozco las dificultades que vosotros y vuestros colaboradores afrontáis cada día. Pero Cristo Jesús, modelo perfecto del Pastor, os dará la fuerza para el servicio fiel y la paz de la conciencia en la perseverancia, "expectantes beatam spem et adventum Salvatoris nostri Jesu Christi" (Ordinario de la misa, preparación a la comunión).

Os pido que llevéis a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los seminaristas, a los miembros de los movimientos eclesiales y laicos comprometidos en la misión de la Iglesia, así como a todo el pueblo fiel, el saludo del Papa y la seguridad de su oración por ellos, para que cada uno persevere en la fe y se afiance en el camino de la vida cristiana y en el propósito del amor solidario universal.

A todos vosotros, a todo el querido pueblo argentino, especialmente a quienes más sufren en este momento de dolorosa prueba, imparto con afecto la Bendición Apostólica.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A MONSEÑOR LUIGI GIUSSANI,


FUNDADOR DE COMUNIÓN Y LIBERACIÓN




Al reverendo monseñor

LUIGI GIUSSANI

Fundador del movimiento
40 "Comunión y Liberación"

1. Con intensa participación me uno a la alegría de la Fraternidad de "Comunión y Liberación" con ocasión del vigésimo aniversario de su reconocimiento por parte del Consejo pontificio para los laicos como asociación de fieles de derecho pontificio. Ya en 1954 usted, amadísimo monseñor Giussani, había fundado en Milán el movimiento "Comunión y Liberación", que se fue difundiendo luego en otras partes de Italia y, sucesivamente, también en otros países del mundo. La Fraternidad constituye el fruto maduro de este movimiento.

En esta feliz celebración del vigésimo aniversario, me complace particularmente recorrer los pasos significativos del itinerario eclesial del movimiento, para dar gracias a Dios por lo que él ha realizado a través de su iniciativa, reverendo monseñor, y la de otros muchos que se han unido a usted a lo largo de los años. Es motivo de consuelo recordar las vicisitudes a través de las cuales la acción de Dios se ha manifestado y reconocer juntos la grandeza de su misericordia.

2. Al repasar con la memoria la vida y las obras de la Fraternidad y del movimiento, el primer aspecto que llama la atención es el compromiso de ponerse a la escucha de las necesidades del hombre de hoy. El hombre jamás deja de buscar: sigue buscando tanto cuando está marcado por el drama de la violencia, de la soledad y de la insignificancia, como cuando vive con serenidad y alegría. La única respuesta que puede satisfacerle, calmando su búsqueda, le viene del encuentro con Cristo, fuente de su ser y de su obrar.

Por tanto, el movimiento ha querido y quiere indicar no un camino, sino el camino para llegar a la solución de este drama existencial. El camino -¡cuántas veces lo ha afirmado usted!- es Cristo. Él es el camino, la verdad y la vida, que llega a la persona en la cotidianidad de su existencia. El descubrimiento de este camino tiene lugar normalmente gracias a la mediación de otras personas. Los creyentes, marcados con el don de la fe por el encuentro con el Redentor, están llamados a ser eco del acontecimiento de Cristo, a ser ellos mismos "acontecimiento".

Así pues, el cristianismo, antes que ser un conjunto de doctrinas o una regla para la salvación, es el "acontecimiento" de un encuentro. Durante estos años usted ha transmitido esta intuición y esta experiencia a numerosas personas que se han adherido al movimiento. Comunión y Liberación, más que ofrecer cosas nuevas, tiende a hacer redescubrir la Tradición y la historia de la Iglesia, para volver a expresarla de maneras que hablen e interpelen a los hombres de nuestro tiempo. En el Mensaje a los participantes en el Congreso mundial de los movimientos eclesiales y las nuevas comunidades, el 27 de mayo de 1998, escribí que la originalidad del carisma de todo movimiento "no pretende, ni podría hacerlo, añadir algo a la riqueza del depositum fidei, conservado por la Iglesia con celosa fidelidad" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de junio de 1998, p. 11). Sin embargo, esta originalidad "constituye un fuerte apoyo, una llamada sugestiva y convincente a vivir en plenitud, con inteligencia y creatividad, la experiencia cristiana. Este es el requisito para encontrar respuestas adecuadas a los desafíos y urgencias de los tiempos y de las circunstancias históricas siempre diversas" (ib.).

3. Es preciso volver a Cristo, Verbo de Dios encarnado para la salvación de la humanidad. Jesús de Nazaret, que vivió la experiencia humana como nadie habría podido vivirla, se sitúa como meta de toda aspiración humana. Sólo en él el hombre puede llegar a conocerse plenamente a sí mismo.
De este modo, la fe se manifiesta como una auténtica aventura del conocimiento, pues no es un discurso abstracto ni un vago sentimiento religioso, sino un encuentro personal con Cristo, que da nuevo sentido a la vida. La obra educativa que, en el ámbito de vuestras actividades y comunidades, numerosos padres y maestros han tratado de realizar, ha consistido precisamente en acompañar a hermanos, hijos y amigos para descubrir en los afectos, en el trabajo y en las vocaciones más diversas, la voz que lleva a cada uno al encuentro definitivo con el Verbo hecho carne. Sólo en el Hijo unigénito del Padre el hombre puede encontrar la respuesta plena y definitiva a sus expectativas íntimas y fundamentales.

Este diálogo permanente con Cristo, alimentado con la oración personal y litúrgica, es estímulo para una activa presencia social, como testimonia la historia del movimiento y de la Fraternidad de Comunión y Liberación. En efecto, vuestra historia es también historia de obras de cultura, de caridad, de formación y, respetando la distinción entre las finalidades de la sociedad civil y de la Iglesia, es también historia de compromiso en el campo político, un ámbito por su misma naturaleza rico en contraposiciones, en el que a veces resulta arduo servir fielmente a la causa del bien común.

4. Durante estos veinte años la Iglesia ha visto surgir y desarrollarse en su seno muchos otros movimientos, comunidades y asociaciones. La fuerza del Espíritu de Cristo no deja nunca de superar, casi romper, los esquemas y las formas sedimentadas de la vida precedente, para urgir a inéditas modalidades expresivas. Esta urgencia es el signo de la intensa misión de la Iglesia, en la que el rostro de Cristo se delinea a través de los rasgos de los rostros de los hombres de todos los tiempos y lugares de la historia. ¡Cómo no asombrarse ante estos prodigios del Espíritu Santo! Realiza maravillas y, en el alba de un nuevo milenio, impulsa a los creyentes a remar mar adentro hacia fronteras cada vez más avanzadas en la construcción del Reino.

Hace años, con ocasión del trigésimo aniversario del nacimiento de Comunión y Liberación, os dije: "Id por todo el mundo a llevar la verdad, la belleza y la paz, que se encuentran en Cristo Redentor" (29 de septiembre de 1984, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de noviembre de 1984, p. 19). Al inicio del tercer milenio de la era cristiana, con fuerza y gratitud os confío ese mismo mandato. Os exhorto a cooperar con constante conciencia en la misión de las diócesis y de las parroquias, extendiendo valientemente su acción misionera hasta los confines de la tierra.

41 El Señor os acompañe y fecunde vuestros esfuerzos. María, Virgen fiel y Estrella de la nueva evangelización, os apoye y os guíe por el sendero de una fidelidad cada vez más audaz al Evangelio.

Con estos sentimientos, de buen grado le imparto a usted, monseñor Giussani, a sus colaboradores y a todos los miembros de la Fraternidad, así como a los seguidores del movimiento una especial bendición apostólica.

Vaticano, 11 de febrero de 2002, fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LA COMISIÓN PONTIFICIA DE ARQUEOLOGÍA SACRA


CON OCASIÓN DEL 150 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN




Al venerado hermano
Mons. FRANCESCO MARCHISANO
Presidente de la Comisión pontificia
de arqueología sacra

1. Han pasado ciento cincuenta años desde que mi predecesor, el beato Pío IX, hizo realidad el primer proyecto articulado de la Comisión pontificia de arqueología sacra, instituida poco tiempo antes para ampliar la recolección de antigüedades cristianas, reunirlas en un local adecuado y formar con ellas un museo, que tomaría luego el nombre de museo Pío Cristiano.

La tarea que confió a esa Comisión fue la de ocuparse con sabio discernimiento "de que permanezcan posiblemente en su lugar, en las catacumbas, todas las cosas que, sin peligro de deteriorarse, podrían (...) edificar a los devotos al traer a la memoria la sencillez de las catacumbas mismas" (en: Archivio della Società romana di storia patria, 91 [1968] 259). Al publicar las disposiciones de aquel venerado Pontífice, el entonces cardenal secretario de Estado Giacomo Antonelli, el 6 de enero de 1852, comunicó la definitiva composición de la Comisión, que comprendía a ilustres y clarividentes estudiosos, entre los cuales figuraban el padre Giuseppe Marchi, s.j., y Giovanni Battista De Rossi.

En este feliz aniversario, he pedido al señor cardenal Angelo Sodano, mi secretario de Estado, que transmita a los miembros de esa benemérita Comisión pontificia de arqueología sacra mi saludo cordial y mi ferviente aliento, para que sigan conservando, estudiando y dando a conocer la valiosa herencia de las venerandas memorias de la Iglesia, especialmente de las catacumbas de la ciudad de Roma y de Italia.

2. ¡Cómo no destacar, en esta circunstancia, la esmerada solicitud con que los Romanos Pontífices han conservado las memorias de la comunidad cristiana esparcidas por la ciudad de Roma y por la península italiana desde los comienzos!

42 Es digna de mención, por ejemplo, la decisión del Papa Ceferino, el primero que quiso crear una catacumba en la vía Appia, confiando su gestión al diácono Calixto. Esta catacumba, la mayor, tomaría luego el nombre de Calixto, convertido en Papa y sucesor de Ceferino. Otro Pontífice muy comprometido en la valoración de las catacumbas fue el Papa Dámaso, que, durante su pontificado, se dedicó a investigar las tumbas de los mártires, para decorarlas con espléndidos epígrafes métricos, en memoria de las gestas de los primeros testigos de la fe.

Durante el siglo pasado, al confirmar y actualizar las disposiciones de sus inmediatos predecesores, el Papa Pío XI, con el motu proprio "I primitivi cemeteri", amplió y reforzó la Comisión de arqueología sacra, "a fin de que los antiguos monumentos de la Iglesia se conserven del mejor modo posible para el estudio de los doctos, así como para la veneración y la ardiente piedad de los fieles de todos los países" (AAS 17 [1925] 621). La próvida iniciativa de aquel gran Pontífice se situó en el marco especial del Año santo de 1925, durante el cual acudieron multitudes de peregrinos para rendir homenaje a las memorias de la Iglesia de Roma. Por tanto, como siempre, fue principalmente la finalidad pastoral-espiritual la que llevó a los Sucesores del apóstol san Pedro a impulsar aún más la Comisión pontificia de arqueología sacra.

3. Las catacumbas, en todas las épocas, han representado para los creyentes un estímulo a la piedad y a la unidad. En ellas se conservan y veneran afectuosamente testimonios elocuentes de la santidad de la Iglesia, que recuerdan la comunión que une a los vivos y a los difuntos, la tierra y el cielo, el tiempo y la eternidad. En aquellos lugares sagrados esperan la venida gloriosa de Cristo cuantos fueron marcados por el sello del bautismo y, a menudo, dieron el testimonio supremo del Evangelio con el derramamiento de su sangre.

Me complace citar en su forma completa, entre otros, el admirado epígrafe que el Papa san Dámaso compuso en honor de san Saturnino mártir, cuya memoria litúrgica se celebra hoy. Son palabras que pueden aplicarse a muchos que, por Cristo, dieron la vida y ahora descansan en paz, esperando el día sin fin, cuando el Señor vuelva en la gloria. Es un homenaje que queremos rendir a estos hermanos y hermanas nuestros en la fe:

"Incola nunc Christi fuerat Chartaginis ante.
Tempore quo gladius secuit pia viscera Matris,
sanguine mutavit patriam, vitamque, genusque
Romanum civem Sanctorum fecit origo.

Mira fides rerum: docuit post exitus ingens.
Cum lacerat pia membra, fremit Gratianus ut hostis;
posteaquam fellis vomuit concepta venena,
43 cogere non potuit Christum te, sancte, negare;
ipse tuis precibus meruit confessus abire.

Supplicis haec Damasi vox est: venerare sepulcrum.
[Solvere vota licet castasque effundere preces,
Sancti Saturnini tumulus quia martyris hic est].
Saturnine tibi martyr mea vota rependo".

(Ahora ciudadano de Cristo, lo fue antes de Cartago.
En el tiempo en que la espada traspasó el piadoso seno de la madre
por mérito de su sangre cambió patria, nombre y linaje,
el nacimiento a la vida de los santos lo hizo ciudadano romano.

Admirable fue su fe: lo demostró luego su heroica muerte.
44 Ruge Graciano como enemigo, mientras desgarra sus piadosos miembros;
pero, aunque derramó todo el veneno de su bilis,
no pudo inducirte, oh santo, a renegar a Cristo;
más aún, él mismo por tus plegarias mereció morir cristiano.

Esto es lo que Dámaso te sugiere: ¡venera este sepulcro!
[Aquí se pueden cumplir los votos y elevar santas plegarias
porque este es el sepulcro del mártir san Saturnino].
A ti, oh mártir Saturnino, cumplo mis votos).

(Epigrammata Damasiana, A. Ferrua, Roma 1942, pp. 188-189).


A la luz de estos inspirados versos, no se puede negar que las catacumbas son uno de los símbolos históricos de la victoria de Cristo sobre el mal y sobre el pecado. Las catacumbas testimonian que las tempestades que se abatieron contra la Iglesia jamás pueden alcanzar su objetivo de destruirla, porque está fundada en la promesa del Señor: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (
Mt 16,18).

4. Me complace recordar, asimismo, que la Comisión que usted preside dignamente no sólo se ocupa de conservar de modo apropiado estos "vestigios del pueblo de Dios", sino que también se esfuerza por recoger y difundir el mensaje religioso y cultural que evocan. En efecto, la aportación de cuantos colaboran con vosotros abarca aspectos técnicos, científicos y epigráficos, así como antropológicos, teológicos y litúrgicos. Esto permite a la Iglesia conocer cada vez mejor el patrimonio que legaron las generaciones de los primeros cristianos. Y, también gracias al constante mensaje que este patrimonio proclama silenciosamente, se ayuda al pueblo cristiano a permanecer fiel al depositum fidei, recibido como tesoro valioso que hay que conservar con cuidado.

45 Las cualificadas intervenciones de los expertos de la Comisión, durante los ciento cincuenta años transcurridos, han sido y siguen siendo importantes no sólo por su carácter científico, sino también, y especialmente, por el religioso y eclesial. En esta feliz circunstancia jubilar deseo expresar mi más profunda gratitud por el vasto y generoso compromiso con el que cada uno de ellos contribuye a incrementar esta obra histórica y pastoral.

Espero asimismo que el trabajo de esa Comisión pontificia sea cada vez más conocido, para que cumpla el deseo de cuantos quieren acercarse a los testimonios de quienes los han precedido en el signo de la fe. Las jóvenes generaciones, al ponerse en contacto, a través de esos monumentos y memorias, con la firmeza de la fe de los primeros cristianos, podrán sentirse estimuladas eficazmente a vivir con coherencia el Evangelio, incluso a costa de sacrificios personales.

Con estos sentimientos, le confirmo a usted, venerado hermano, a los miembros de la Comisión pontificia de arqueología sacra, a sus colaboradores y a cuantos participen en las celebraciones programadas, mi constante afecto y, a la vez que encomiendo a cada uno a María, Madre de la Iglesia, de corazón imparto a todos una especial bendición apostólica, propiciadora de abundantes favores celestiales.

Vaticano, 12 de febrero de 2002, memoria de san Saturnino y compañeros mártires






AL CLERO DE ROMA


Jueves 14 de febrero de 2002



Señor cardenal;
venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos sacerdotes romanos:

1. Este encuentro con el clero romano, que se renueva todos los años al inicio de la Cuaresma, es para mí una alegría del corazón. Os saludo con afecto a cada uno y os doy las gracias por estar aquí y por vuestro servicio a la Iglesia de Roma. Saludo y doy las gracias al cardenal vicario, al vicegerente, a los obispos auxiliares y a aquellos de entre vosotros que me han dirigido la palabra.
"Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron a él. Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar" (Mc 3,13-15). Al iniciar el camino cuaresmal, estas palabras del evangelista san Marcos, que habéis puesto como base del programa pastoral diocesano, nos exhortan a los sacerdotes a la búsqueda de esa íntima cercanía con el Señor que es para todo cristiano, pero en particular para nosotros, el secreto de nuestra existencia y la fuente de fecundidad de nuestro ministerio.

Estas mismas palabras evangélicas iluminan muy bien el profundo vínculo que existe entre la vocación divina, acogida en la obediencia de la fe, y la misión cristiana de ser testigos y heraldos de Cristo, colaboradores humildes pero valientes de su obra de salvación. Por tanto, hacéis bien en dedicar especial atención a las vocaciones, en particular a las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, dentro de la gran orientación misionera que caracteriza la vida y la pastoral de nuestra diócesis.

46 2. Todos sabemos cuán necesarias son las vocaciones para la vida, el testimonio y la acción pastoral de nuestras comunidades eclesiales. Y sabemos también que, a menudo, la disminución de las vocaciones en una diócesis o en una nación es consecuencia de la atenuación de la intensidad de la fe y del fervor espiritual. Así pues, no debemos contentarnos fácilmente con la explicación según la cual la escasez de las vocaciones sacerdotales quedaría compensada con el crecimiento del compromiso apostólico de los laicos o que, incluso, sería algo querido por la Providencia para favorecer el crecimiento del laicado. Al contrario, cuanto más numerosos son los laicos que quieren vivir con generosidad su vocación bautismal, tanto más necesarias son la presencia y la obra específica de los ministros ordenados.

No queremos ocultar por ello las dificultades bien conocidas que obstaculizan hoy, tanto en Roma como en gran parte del mundo occidental, una respuesta positiva a la llamada del Señor. En efecto, se ha vuelto difícil, por múltiples motivos, concebir y emprender grandes y comprometedores proyectos de vida, que no vinculen de manera parcial y provisional, sino plena y definitiva. Y a muchas personas les resulta aún más difícil considerar esos proyectos como algo que nace ante todo de la llamada de Dios, del designio de amor y de misericordia que él desde la eternidad ha concebido para cada persona, más que como algo que les pertenece, fruto de sus opciones y de su ingenio.

Por tanto, el empeño de la Iglesia en favor de las vocaciones debe basarse en un gran compromiso común, en el que han de colaborar tanto los laicos como los sacerdotes y los religiosos, y que consiste en redescubrir la dimensión fundamental de nuestra fe, para la cual la vida misma, toda vida humana, es fruto de la llamada de Dios y sólo puede realizarse positivamente como respuesta a esta llamada.

3. Dentro de esta gran realidad de la vida como vocación, y en concreto de nuestra vocación bautismal común, manifiesta todo su extraordinario significado la vocación al ministerio ordenado, la vocación sacerdotal. En efecto, es don y misterio, el misterio de la gratuita elección divina: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca" (
Jn 15,16).

Sí, queridos hermanos en el sacerdocio, nuestra vocación es un misterio.Y, como escribí con ocasión de mi jubileo sacerdotal, el misterio de un ""Maravilloso intercambio" -Admirabile commercium- entre Dios y el hombre. Este ofrece a Cristo su humanidad para que él pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo. Si no se percibe el misterio de este "intercambio" no se logra entender cómo puede suceder que un joven, escuchando la palabra "¡Sígueme!", llegue a renunciar a todo por Cristo, en la certeza de que por este camino su personalidad humana se realizará plenamente" (Don y misterio, BAC, Madrid, p. 90).

Por tanto, cuando hablamos de nuestro sacerdocio y damos testimonio de él, debemos hacerlo con gran alegría y gratitud y, al mismo tiempo, con gran humildad, conscientes de que Dios "nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia" (2Tm 1,9).

4. Así, resulta muy evidente por qué el primer y principal compromiso en favor de las vocaciones no puede ser otro que la oración: "La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt 9,37-38 cf. Lc Lc 10,2). La oración por las vocaciones no es y no puede ser fruto de la resignación, como si pensáramos que ya hemos hecho todo lo posible por las vocaciones, con muy pocos resultados, y que por consiguiente no nos queda más que orar. En efecto, la oración no es una especie de delegación al Señor para que él actúe en vez de nosotros. Por el contrario, significa fiarse de él, ponerse en sus manos, lo cual, a su vez, nos da confianza y nos dispone para realizar las obras de Dios.

Por eso la oración por las vocaciones es ciertamente tarea de toda la comunidad cristiana, pero deben hacerla intensamente ante todo los que tienen la edad y las condiciones para elegir su estado de vida, como sucede en particular con los jóvenes.

Por el mismo motivo, la oración debe ir acompañada por toda una pastoral que tenga un claro y explícito carácter vocacional. Desde que nuestros niños y jóvenes comienzan a conocer a Dios y a formarse una conciencia moral hay que ayudarles a descubrir que la vida es vocación y que Dios llama a algunos a seguirlo más íntimamente, en la comunión con él y en la entrega de sí. Por eso, las familias cristianas tienen una grande e insustituible misión y responsabilidad con respecto a las vocaciones, y es preciso ayudarles a corresponder a ellas de manera consciente y generosa. De modo análogo, la catequesis y toda la pastoral de iniciación cristiana deben ofrecer una primera propuesta vocacional.

Naturalmente, esta propuesta se ha de hacer más fuerte y penetrante, siempre respetando plenamente las conciencias y la libertad de las personas, a medida que se pasa de la infancia a la adolescencia y luego a la juventud. Por eso uno de los criterios fundamentales de la pastoral juvenil, escolar y universitaria, ha de ser el cultivo y la solicitud por las vocaciones. Y, por último, cada parroquia y comunidad cristiana, en todos sus componentes y organizaciones, debe sentirse corresponsable de la propuesta y del acompañamiento vocacional.

5. Con todo, amadísimos sacerdotes, es evidente que la pastoral vocacional nos compete ante todo a nosotros, y está confiada en primer lugar a nuestra oración, a nuestro ministerio y a nuestro testimonio personal. En efecto, es difícil que una vocación al sacerdocio nazca sin relación con la figura de un sacerdote, sin contacto personal con él, sin su amistad, sin su paciente y diligente atención y sin su guía espiritual.

47 Si los niños y los jóvenes ven a sacerdotes afanados en demasiadas cosas, inclinados al mal humor y al lamento, descuidados en la oración y en las tareas propias de su ministerio, ¿cómo podrán sentirse atraídos por el camino del sacerdocio? Por el contrario, si experimentan en nosotros la alegría de ser ministros de Cristo, la generosidad en el servicio a la Iglesia y el interés por promover el crecimiento humano y espiritual de las personas que se nos han confiado, se sentirán impulsados a preguntarse si esta no puede ser, también para ellos, la "parte mejor" (Lc 10,42), la elección más hermosa para su joven vida.

Amadísimos hermanos sacerdotes, encomendamos a María santísima, Madre de Cristo, Madre de la Iglesia y, en particular, Madre de nosotros los sacerdotes, nuestra peculiar solicitud por las vocaciones. Le encomendamos de igual modo nuestro camino cuaresmal y, sobre todo, nuestra santificación personal. En efecto, la Iglesia necesita sacerdotes santos para abrir a Cristo incluso las puertas que parecen más cerradas.

Una vez más, ¡gracias por este encuentro! Os bendigo a todos de corazón y, juntamente con vosotros, bendigo a vuestras comunidades.

Palabras del Papa al final del encuentro

He visto que la mayor parte de los que han hablado traían preparado su texto por escrito. Así, también yo los he seguido. Pero he visto que algunos han improvisado. Tal vez yo, de igual modo, debo improvisar un poco.

Tengo muy grabadas estas palabras: "pupilla oculi". "Pupilla oculi" del obispo es el seminario, porque a través de esta pupila, este seminario, ve el futuro de la Iglesia. Lo digo con la experiencia que tengo al ser obispo desde hace muchos años, primero en Cracovia, luego en Roma: en Cracovia durante veinte años; en Roma ya desde hace veinticuatro. Lo de la "pupilla oculi" es una gran verdad. Y a todos los obispos de Roma, a los que vengan después de mí, y a todos los obispos del mundo les deseo que mantengan este principio y miren con esperanza a través de esta "pupilla oculi", a través de nuestros seminarios. Que no falten las vocaciones. Gracias a Dios, en Roma no faltan las vocaciones. ¡Gracias a Dios! Recuerdo también, en mi pasado, que algunos momentos históricos en la vida de la Iglesia en Polonia han suscitado más vocaciones. Por ejemplo, el Milenio, pero no sólo: también la peregrinación de la Virgen de Czestochowa y otras ocasiones.
Así, he tratado de imitar no solamente a los que han leído, sino también a los que han improvisado.






Discursos 2002 37