Discursos 2002 62

IOANNES PAULUS PP II





AL FINAL DEL REZO CON UNIVERSITARIOS


Sábado 2 de marzo de 2002



Amadísimos jóvenes universitarios:

63 1. Os saludo con gran alegría, al término de este encuentro de reflexión y de oración mariana, en el primer sábado del mes de marzo. A la vez que os doy las gracias a vosotros, que habéis venido en gran número a la sala Pablo VI, dirijo con afecto mi saludo a cuantos se encuentran en conexión con nosotros, por medio de la radio y la televisión, desde algunas ciudades de Europa. En particular, saludo a los universitarios de Atenas, Moscú, Estrasburgo, Budapest, Valencia y Viena. Doy cordialmente las gracias a los coros y a la orquesta por su contribución, así como a Radio Vaticano y al Centro televisivo, que han cooperado en la realización de este importante y significativo acontecimiento.

2. Os saludo afectuosamente, queridos jóvenes universitarios, que desde Atenas y Estrasburgo habéis rezado el rosario con nosotros. Pedid a María que os ayude a comprender a fondo el misterio de su Hijo, para que él sea vuestra alegría y vuestra fuerza. Recordad que siguiendo su ejemplo superaréis todas las dificultades y encontraréis la felicidad verdadera. Os doy cita en Toronto.

3. Os dirijo un saludo muy cordial a vosotros, queridos alumnos y alumnas de las universidades de Budapest y de Viena. Este momento de oración en común nos hace constatar con gozo que nuestra fe supera los confines y une a los pueblos. En el camino de una vida auténticamente cristiana dejémonos guiar por María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia. Así, seremos capaces de dar testimonio de Dios, Padre de todos los hombres. Espero encontrarme con muchos de vosotros durante la Jornada mundial de la juventud en Toronto.

4. Saludo con gran afecto a los estudiantes universitarios reunidos en la catedral de la Inmaculada Concepción, en Moscú. Queridos hermanos, os agradezco vuestra participación en este momento de oración, en nombre de la Virgen María. Permanezcamos siempre unidos en la fe y en el servicio al Evangelio. El Señor os bendiga.

5. Al saludaros, queridos universitarios valencianos, tengo presentes a todos los profesores, alumnos y alumnas de las distintas universidades de España, especialmente a los que día a día vais concretando, en colaboración con los delegados y capellanes universitarios, vuestra identidad de cristianos en los distintos ámbitos de la pastoral universitaria. Que la oración de esta tarde, en torno a la Madre del Señor, os ayude a proseguir en vuestra tarea evangelizadora, haciendo brillar a través de vuestras vidas, la luz pascual que es Cristo. ¡Os espero en Toronto!

6. El vínculo de una fe común que une a jóvenes de diferentes naciones de Europa, pertenecientes a diversas tradiciones culturales, constituye un motivo de consoladora esperanza. Siempre ha sido así en la historia de la evangelización del "viejo" continente: el Evangelio y las culturas han caminado juntos. Este es también hoy el compromiso de la Iglesia. Queridos jóvenes, os pido que promováis en las universidades el diálogo entre la fe y la cultura, para que la levadura evangélica estimule y sostenga la calidad espiritual y moral de la investigación y del estudio universitario. ¡Muchas felicidades! ¡Muchas felicidades, y ánimo!

El punto de partida común para esta estimulante misión es el bautismo; desde él es necesario recomenzar siempre, porque es el manantial de la vida cristiana. La Cuaresma, que estamos viviendo, constituye el tiempo litúrgico más propicio para tomar nueva conciencia de nuestra identidad bautismal. Mediante el bautismo hemos sido unidos a la muerte y a la resurrección de Cristo; gracias al bautismo el Espíritu Santo nos ha convertido en testigos del amor de Dios y artífices de comunión, fraternidad y paz. La vida nueva, que brota de la pila bautismal, regenera a su vez constantemente las mentalidades y las opciones, las relaciones interpersonales y sociales, así como las culturas de los pueblos.

7. Sólo hombres y mujeres nuevos pueden renovar la historia. Este es el gran desafío que tenéis en particular vosotros, queridos jóvenes europeos. El próximo encuentro mundial de Toronto, al que espero acudáis en gran número, os ayudará a comprender aún más esta urgencia apostólica: ser, al inicio del tercer milenio, "sal de la tierra y luz del mundo" (
Mt 5,13). A los jóvenes de Roma les doy cita también para el jueves 21 de este mes de marzo en la plaza de San Pedro, con motivo del tradicional momento de fiesta y oración como preparación para la Jornada mundial de la juventud.

Queridos jóvenes, esta tarde es la Virgen santísima quien nos reúne desde todos los rincones de Europa. Que nuestra mirada converja en la imagen de la Virgen de Loreto, Virgen del silencio y de la escucha, Madre del Hijo de Dios hecho hombre. Contemplémosla siempre, pidiéndole su misma disponibilidad a la gracia divina. Y así, el Todopoderoso realizará maravillas también en cada uno de vosotros.

Con este deseo, os abrazo a todos, tanto a los cercanos como a los lejanos -aunque para mí todos son cercanos-, a la vez que os bendigo con afecto a vosotros, a vuestras familias, a vuestras universidades y a los jóvenes del mundo entero.






A LOS OBISPOS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 5 de marzo de 2002



64 Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Me complace dar mi cordial saludo de bienvenida a vosotros que formáis el segundo grupo de Obispos argentinos en visita Ad limina. En vuestra peregrinación a las tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y en los encuentros con el Obispo de Roma y sus colaboradores encontraréis un nuevo dinamismo para proseguir en vuestra misión episcopal, siendo conscientes de que Cristo no abandona nunca a su Iglesia (cf. Mt
Mt 28,28) y la guía con la fuerza de su Espíritu, para que sea en medio del mundo signo de la salvación. Que Él, maestro de pastores, os colme de esperanza y os haga testigos de ella en vuestra vida (cf. 1Pe 1P 3,15), edificando así a todos los fieles confiados a vuestra atención pastoral.

Agradezco a Mons. Estanislao Karlic, Arzobispo de Paraná y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, sus amables palabras renovándome la adhesión de cada uno de vosotros y de las comunidades eclesiales que presidís en nombre del Señor, presentándome al mismo tiempo las orientaciones pastorales que guían vuestro ministerio para que los hombres y mujeres de la querida Nación Argentina caminen hacia la comunión íntima con Dios, Uno y Trino. En estos momentos la Iglesia ha de avanzar con el extraordinario dinamismo de la efusión de gracia que como "un río de agua viva" se deriva de la celebración, aún reciente, del Gran Jubileo (cf. Novo millennio ineunte NM 1), y que ha de traducirse en fervientes propósitos y en líneas de acción concreta (cf. Ibíd., 3).

2. A este respecto, es de apreciar el esmero puesto por llevar a la práctica las orientaciones dadas en la Carta apostólica Tertio millennio adveniente para la preparación y celebración del Gran Jubileo. En Argentina, en este sentido se puede recordar el Encuentro Eucarístico Nacional del año 2000, que incluyó un serio examen de conciencia favoreciendo el espíritu de reconciliación. Así mismo, con ese espíritu habéis llevado a cabo una amplia y capilar consulta a las distintas Iglesias particulares y a diversas comunidades cristianas con vistas a actualizar las Líneas pastorales para la Nueva Evangelización aprobadas en 1990. Todo ello, completado con la acogida y reflexión basada en la Carta apostólica Novo millennio ineunte, adoptando los criterios pastorales de la misma para publicarlos próximamente con el sugestivo título de "Navega mar adentro".

Quiero alentaros en vuestras opciones por afrontar de manera eficaz la nueva evangelización, como son la perseverancia creativa de las cotidianas acciones de la pastoral ordinaria, la acogida cordial y la renovación en santidad por parte de las comunidades parroquiales, todo ello unido a la sólida formación cristiana que favorezca el compromiso misionero de los laicos.

Como he señalado en la carta apostólica Novo millennio ineunte nos encontramos ahora ante "el mayor y no menos comprometedor horizonte de la pastoral ordinaria" (n. 29), que es siempre una tarea apasionante. Esta no significa que cada cual lleve a cabo su labor conforme a criterios individuales, sino, por el contrario, que se ha de conformar con los criterios propios del proyecto pastoral de la respectiva diócesis, convergiendo después con las prioridades conjuntas y respondiendo a las necesidades de evangelización actuales de los argentinos.

No dudéis nunca en poner todo vuestro celo y empeño pastorales en los trabajos de la nueva evangelización, con la íntima convicción de que iluminará la acción de los laicos cristianos y podrá ser remedio eficaz y duradero para los duros y graves males que actualmente padecen muchos habitantes de vuestra Nación.

3. En vuestra acción pastoral contáis con la ayuda de los sacerdotes, unidos a su Obispo según la bella expresión de San Ignacio de Antioquía "como las cuerdas a la lira" (Ad Efesios 4,1). Ellos, en virtud de su ordenación han recibido una consagración peculiar que los destina para "predicar el Evangelio a los fieles, para dirigirlos y para celebrar el culto divino" (Lumen Gentium LG 28), siendo signo y expresión de la caridad pastoral de Cristo en su función de enseñar, santificar y regir al pueblo que se les encomienda. Participan de la misión confiada por Cristo mismo y reconocida por la Iglesia, que no ha de ser vivida como simple ejercicio de una función humana y que ha de ser custodiada todos los días como un don precioso de Dios.

El sacerdote debe recordar que, antes de nada, es hombre de Dios y, por eso, nunca puede descuidar su vida espiritual. Toda su actividad "debe comenzar efectivamente con la oración" (San Alberto Magno, Comentario de la teología mística, 15). Entre las múltiples actividades que llenan la jornada de cada sacerdote, la primacía corresponde a la celebración de la Eucaristía, que lo conforma al Sumo y Eterno Sacerdote.

En la presencia de Dios encuentra la fuerza para vivir las exigencias del ministerio y la docilidad para cumplir la voluntad de Quien lo llamó y consagró, enviándolo para encomendarle una misión particular y necesaria. Por ello, la celebración devota de la Liturgia de las Horas, la oración personal, la meditación asidua de la Palabra de Dios, la devoción a la Madre del Señor y de la Iglesia y la veneración de los Santos, son instrumentos preciosos de los que no se puede prescindir para afirmar el esplendor de la propia identidad y asegurar el fructuoso ejercicio del ministerio sacerdotal.

Siendo una misión exigente y que las circunstancias actuales hacen difícil en muchas ocasiones, corresponde a vosotros, queridos Obispos, ayudarles, acompañarles y seguirles, preocupándoos de las necesidades de su vida y proporcionándoles los medios materiales, espirituales y formativos para vivir con gozo y dignidad su ministerio. ¡Qué sintiéndose acogidos por quienes sois como padres suyos, vayan al encuentro de los hombres para anunciarles con dinamismo el Evangelio y los hagan discípulos del Señor!

65 4. La vida parroquial es el medio ordinario con el que los fieles de toda clase y condición participan de la vida de la Iglesia y reciben la gracia de Dios. En la Carta apostólica Dies Domini escribí: "Entre las numerosas actividades que desarrolla una parroquia ninguna es tan vital o formativa para la comunidad como la celebración dominical del día del Señor y su Eucaristía" (n. 35), ya que en ella Cristo está presente en su Iglesia de manera más eminente como fuente y culmen de la vida eclesial. Por esa razón el Concilio Vaticano II recomienda que "los párrocos han de procurar que la celebración de la Eucaristía sea el centro y la cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana" (Christus Dominus CD 30).

Como Pastores sabéis bien la importancia de la Santa Misa para la edificación, crecimiento y la revitalización de las comunidades cristianas. Nada podrá suplirla jamás, pues aunque la Celebración de la Palabra, cuando falta el presbítero, es conveniente para mantener viva la fe, la meta a la que se debe tender es la regular celebración eucarística.

La Santa Misa, con la doble mesa de la Palabra y de la Eucaristía, hace que los fieles tengan vida y la tengan en abundancia (cf. Jn Jn 10,10), recibiéndola del mismo Cristo, que así modela y nutre a su Iglesia. A este respecto, el Catecismo de la Iglesia Católica recuerda que "la celebración dominical del día y de la Eucaristía del Señor tiene un papel principalísimo en la vida de la Iglesia" (n. 2177), ya que ella hace revivir a los cristianos "la intensa experiencia que tuvieron los Apóstoles la tarde de Pascua, cuando el Señor Resucitado se les manifestó estando reunidos (cf. Jn Jn 20,19)" (Dies Domini, 33).

Se debe incrementar, pues, una acción pastoral que favorezca una participación más asidua de los fieles en la Eucaristía dominical, la cual ha de ser vivida no sólo como un precepto sino como una exigencia inscrita profundamente en la existencia cristiana. Por ello escribí: "Es de importancia capital que cada fiel esté convencido de que no puede vivir su fe, con la participación plena en la vida de la comunidad cristiana, sin tomar parte regularmente en la asamblea eucarística dominical" (Ibíd., 81). Más recientemente he señalado también que se ha de dar "un realce particular a la Eucaristía dominical y al domingo mismo, sentido como día especial de la fe, día del Señor resucitado y del don del Espíritu, verdadera Pascua de la semana" (Novo millennio ineunte NM 35).

5. Otro campo de la acción pastoral que requiere especial atención es el de la promoción y defensa de la institución familiar, hoy tan atacada desde diversos frentes con múltiples y sutiles argumentos. Asistimos a una corriente, muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza. Los mismos fieles católicos, en ocasiones, por variados motivos, no recurren al Sacramento del matrimonio para dar comienzo a su unión en el amor. Es importante recordar que Cristo "mediante el Sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos. Permanece, además con ellos para que, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella, así también los cónyuges, con su entrega mutua, se amen con perpetua fidelidad" (Gaudium et spes GS 48)

Conozco el empeño que ponéis en defender y promover esta institución, que tiene su origen en Dios y en su plan de salvación (cf. Familiaris consortio FC 49). La extensión de la crisis del matrimonio y de la familia no ha de llevar al abatimiento o a la dejadez, al contrario, nos ha de impulsar a proclamar, con firmeza pastoral, como un auténtico servicio a la familia y a la sociedad, la verdad sobre el matrimonio y la familia establecida por Dios. Dejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral que induciría a los creyentes al error, así como también a quienes tienen la grave responsabilidad de tomar las decisiones sobre el bien común de la Nación. Esta verdad es válida no sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres sin distinción, pues el matrimonio y la familia constituyen un bien insustituible de la sociedad, la cual no puede permanecer indiferente ante su degradación o la pérdida de su identidad.

A este respecto, los esposos comprometidos en la Iglesia deben, con la ayuda de los Pastores, esmerarse en profundizar en la teología del matrimonio, ayudar a las parejas jóvenes y a las familias en dificultad a reconocer mejor el valor de su compromiso sacramental y a acoger la gracia de la alianza que han sellado como bautizados. Las familias cristianas han de ser las primeras en testimoniar la grandeza de la vida conyugal y familiar, fundada en el amor mutuo y en la fidelidad. Gracias al sacramento, su amor humano adquiere un valor superior, porque los cónyuges manifiestan el amor de Cristo a su Iglesia, asumiendo al mismo tiempo una responsabilidad importante en el mundo: engendrar hijos llamados a convertirse en hijos de Dios, y ayudarlos en su crecimiento humano y sobrenatural.

Queridos hermanos: acompañad a las familias, alentad la pastoral familiar en vuestras diócesis y promoved los movimientos y asociaciones de espiritualidad matrimonial; despertad su celo apostólico para que hagan propia la tarea de la nueva evangelización, abran sus puertas a quienes viven en situaciones difíciles, y den testimonio de la gran dignidad de un amor desinteresado e incondicional.

No hay que olvidar, además, que para la defensa y promoción de la institución familiar es importante la adecuada preparación de quienes se disponen a contraer el sacramento del matrimonio (cf. cc. 1063-1064 ). De este modo se promueve la formación de auténticas familias que vivan según el plan de Dios. En esta tarea no sólo se han de presentar a los futuros esposos los aspectos antropológicos del amor humano, sino también las bases para una auténtica espiritualidad conyugal, entendiendo el matrimonio como una vocación que permite al bautizado encarnar la fe, la esperanza y la caridad dentro de su nueva situación personal, social y religiosa.

Completando esta preparación específica, se puede aprovechar también como una ocasión de reevangelización para los bautizados que se acercan a la Iglesia a pedir el sacramento del matrimonio. Aunque hoy, gracias a la generalización de la enseñanza, los jóvenes poseen con frecuencia una cultura superior a la de sus padres, en muchos casos esto no se corresponde con una mayor formación en la vida cristiana, pues se constata a veces no sólo una grave ignorancia religiosa en las jóvenes generaciones, sino, lo que es más triste, un cierto vacío moral y una acusada carencia del sentido trascendente de la vida.

6. Queridos Hermanos: con estas reflexiones sobre algunos temas quiero alentaros en vuestro servicio a la Iglesia de Dios que peregrina en la Nación Argentina. Dentro de unos días regresaréis a vuestro País para animar a los sacerdotes y fieles a vivir el camino cuaresmal y celebrar con renovado vigor las anuales fiestas pascuales, culmen del año litúrgico. Llevad mi saludo en primer lugar a los jóvenes, llamados a ser "centinelas de la aurora" de este nuevo milenio, esperanza de la Iglesia y de la Nación, en particular tengo presentes a los jóvenes argentinos que en los Seminarios y diversas y numerosas casas de formación se preparan al sacerdocio; a las familias, escuelas de rica humanidad y de virtudes cristianas; a los pobres y necesitados, que han de seguir siendo objeto de vuestros desvelos y atenciones; a los profesionales de los diversos campos de la actividad humana, que han de ser los constructores de la Patria y de la sociedad renovada en estos momentos tan particulares de vuestra historia; a los enfermos y a los ancianos; a los sacerdotes y demás consagrados, testigos de lo trascendente en un mundo en el que todo cambia y parece arduo. Que sobre vosotros y vuestras comunidades cristianas desciendan las bendiciones del Señor, por intercesión de la Virgen de Luján, Madre de todos los argentinos y en cuyo manto se reflejan los colores de la enseña patria. Como confirmación de estos deseos, os acompañe la Bendición Apostólica que complacido os imparto y extiendo a todos los fieles argentinos.






A LOS MIEMBROS DEL MOVIMIENTO "ENTRE NOSOTROS"


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Viernes 8 de marzo de 2002



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra abrir las puertas de esta casa, y aún más las de mi corazón, a cada uno de vosotros y a cuantos forman parte del movimiento "Entre nosotros", extendido ya más allá de los confines de Italia.

¡Bienvenidos! Os saludo a todos con afecto y, de modo particular, a vuestra presidenta, señora Bianca Imperati, a la responsable del instituto secular María de Nazaret, señora Antonella Simonetta, y a los sacerdotes que se encargan de vuestra formación espiritual. No puedo por menos de recordar aquí a un discípulo generoso del beato don Luis Orione: vuestro fundador, fallecido recientemente, don Sebastiano Plutino, que consagró toda su larga existencia al servicio de los más pobres, difundiendo por doquier el espíritu de acogida típico de vuestra benemérita asociación.

Queridos amigos, con esta visita al Sucesor de Pedro queréis renovar vuestra fidelidad a la Iglesia y comprometeros a seguir cada vez más dócilmente sus enseñanzas, para ser apóstoles de la nueva evangelización.

Este encuentro tiene lugar providencialmente en el día dedicado de manera especial a la mujer. Desde el comienzo habéis dedicado todas vuestras energías a la protección y a la promoción humana y religiosa de la mujer, y sabéis bien cuánto es preciso hacer aún en este campo.
Aprovecho esta circunstancia para manifestar mi cercanía espiritual a las mujeres que pasan dificultades, deseando que a su lado haya siempre personas dispuestas a sostenerlas, para que puedan realizar plenamente sus legítimas aspiraciones.

2. Han pasado cincuenta años desde que don Sebastiano Plutino reunió por primera vez, en un movimiento denominado "Entre nosotros", a un numeroso grupo de empleadas de hogar. Muchas de ellas formaban parte de una asociación parroquial llamada Santa Zita, fundada con el fin de brindar un clima de familia y una formación cristiana a las jóvenes que venían a Roma desde las regiones menos ricas de Italia para realizar quehaceres domésticos humildes y fatigosos.

El incipiente movimiento se inspiraba en la "Proclama de Pío XII por un mundo mejor", dirigida a la diócesis de Roma el 10 de febrero de 1952. Dijo el Pontífice: "Hay que rehacer todo el mundo desde sus cimientos; es necesario transformarlo de salvaje en humano, de humano en divino" (Discorsi e radiomessaggi, 13 [1951-1952] 471). Don Plutino, fiel a las enseñanzas del beato Luis Orione, aceptó con entusiasmo esta invitación. Con el paso de los años, el movimiento "Entre nosotros" ha ido ampliando el ámbito de sus intervenciones a otras ciudades italianas y a Brasil.

3. Queridos hermanos y hermanas, además de dar gracias al Señor, que en estos cinco decenios no ha dejado de fecundar vuestros esfuerzos, os invito a mirar con confianza las perspectivas de desarrollo que se abren ante vosotros. Clases sociales antiguas y nuevas, expuestas a peligros y marginadas, esperan vuestro servicio. Pienso, por ejemplo, en los inmigrantes, en los ancianos con dificultades y en los jóvenes que buscan puntos sólidos de referencia.

Al difundir la "espiritualidad de la acogida", podréis ser artífices de una verdadera fraternidad universal, en la que todo ser humano se sienta acogido sin distinción de clase social, religión, cultura o nacionalidad. A cuantos encontréis en vuestro trabajo ofrecedles no sólo una acogida material, sino también una adecuada formación religiosa.

67 Con el "proyecto familias" y con vuestra provechosa inserción en el Foro de las asociaciones familiares, sostened a las familias, para que sean células vivas de un mundo renovado y lugares de diálogo y acogida. Con el "proyecto jóvenes", que tiende a potenciar la actividad formativa de los adolescentes, fomentad en las nuevas generaciones una mentalidad abierta y acogedora, estimulando a los jóvenes a ser apóstoles de sus coetáneos y protagonistas de la sociedad del futuro.

Caracterizando el movimiento "Entre nosotros" como familia de familias, comprometeos a trabajar cada vez más por la salvaguardia de los valores humanos y cristianos irrenunciables que han marcado vuestra historia. Así, influiréis de manera eficaz en las estructuras sociales, dando voz a quien no la tiene. Y, en un mundo donde se corre el riesgo de un individualismo encerrado en sí mismo, sed punto de referencia para quien se siente aislado y a merced de las circunstancias.

4. Pero, para que vuestra acción sea eficaz, es preciso en primer lugar mantener vivo e intensificar el contacto diario con Dios en la escucha asidua de su palabra, en la oración y en una intensa vida sacramental. Sólo los hombres y las mujeres de oración pueden ser artífices de una acción social y apostólica influyente. Que en el centro de todo esté la Eucaristía, manantial inagotable de comunión y de compromiso misionero.

Para renovar el mundo y transformarlo de "salvaje en humano y de humano en divino", debéis ser santos, como el beato Luis Orione, en quien don Sebastiano Plutino se inspiró siempre, traduciendo su amor en opciones significativas para la Iglesia y para la sociedad.

María, Salvación del pueblo romano, Madre celestial y protectora del movimiento "Entre nosotros", os guíe y acompañe. Que ella sostenga, además, al instituto secular María de Nazaret, que, compartiendo con vosotros el mismo carisma, está llamado a animar, como levadura y fermento espiritual, todas las actividades y las obras del movimiento. También yo os aseguro un constante recuerdo en el Señor, al mismo tiempo que de buen grado os bendigo a todos.






A UN GRUPO DE PEREGRINOS POLACOS


Sábado 9 de marzo de 2002



Con alegría saludo a los pastores de la Iglesia en Polonia: a los señores cardenales, a los arzobispos, a los obispos diocesanos y a los auxiliares. Os doy la bienvenida a cada uno de vosotros, hermanos en el episcopado, a quienes ha sido confiada la misión de gobernar las Iglesias particulares en la amada tierra polaca. Os doy la bienvenida y os saludo cordialmente a vosotros, hermanos y hermanas en Cristo Señor, que acompañáis a vuestros pastores en una peregrinación de fe a las tumbas de los Apóstoles, para dar hoy gracias a Dios por el don de la santa Iglesia en nuestra patria y por el décimo aniversario de la reorganización de sus estructuras administrativas.
Agradezco cordialmente las palabras de saludo y de introducción a este encuentro, pronunciadas por el señor cardenal primado. Saludo al arzobispo nuncio, aquí presente.

Agradezco a toda la comunidad del pueblo de Dios en Polonia el esfuerzo realizado para la organización de la nueva estructura administrativa de la Iglesia, instituida con la bula Totus tuus Poloniae populus, en la solemnidad de la Anunciación del Señor, 25 de marzo de 1992. En virtud de este documento se instituyeron trece nuevas diócesis. Se precisó su pertenencia a las provincias eclesiásticas y se establecieron sus confines. Se realizaron cambios esenciales en la estructura de las cinco sedes metropolitanas ya existentes, y surgieron ocho nuevas, que han emprendido su misión con gran entusiasmo.

Hoy, con espíritu de gratitud, hacéis el balance de vuestros esfuerzos. Traéis como don los frutos de la colaboración del clero, de las comunidades religiosas y de los fieles laicos. Me alegro con vosotros de que la nueva estructura administrativa haya fructificado con la belleza de las nuevas catedrales y con la construcción de los seminarios mayores, de las casas de ejercicios espirituales y de los centros pastorales. Es motivo de alegría particular el hecho de que gracias a ella ha sido posible una acción más eficaz de las curias episcopales, una colaboración más estrecha de las diócesis con las comunidades de vida consagrada y el desarrollo de la pastoral especializada en los diversos campos. Es una expresión perceptible de vuestra fe, testimonio de vuestra solicitud por el bien de la Iglesia.

Después de diez años, puede decirse que se cumplen las expectativas que acompañaban los trabajos sobre una nueva organización administrativa: se esperaba que la cercanía geográfica facilitara contactos más estrechos entre los obispos en el ámbito de las sedes metropolitanas, y entre el obispo, los sacerdotes y los fieles en las diócesis.

68 Espero que la nueva distribución regional de las provincias eclesiásticas favorezca la organización de las reuniones en el ámbito de la sede metropolitana, para poder afrontar comunitariamente y resolver las cuestiones que no pueden ser inmediatamente objeto de discusión en las asambleas plenarias de la Conferencia episcopal. En efecto, muchas cuestiones exigen un discernimiento anterior al foro regional, y luego las conclusiones, las observaciones y las sugerencias referidas por cada provincia eclesiástica pueden afrontarse con mayor eficacia en las asambleas plenarias de la Conferencia episcopal. Ojalá que esta forma de colaboración ayude a elaborar un programa pastoral que responda a las exigencias de la nueva evangelización y a los desafíos del lugar y del tiempo.

Hoy, más que nunca, es necesario dar testimonio con la propia vida, con entusiasmo y solicitud apostólica. Es necesario un constante acercamiento de los obispos a los fieles, y de los fieles a sus obispos. Que esta tarea se convierta en objeto de vuestra solicitud, así como de vuestra oración y reflexión. Preocupaos todos por estas cuestiones tan importantes.

Os exhorto encarecidamente a aprovechar todas las posibilidades creadas a este respecto por la nueva organización administrativa de la Iglesia en Polonia. Exhorto a los obispos de cada sede metropolitana a un compromiso total mediante una seria reflexión pastoral en cada una de las estructuras eclesiásticas.

Hace diez años, en la Carta a la Iglesia en Polonia con ocasión de la nueva reorganización eclesiástica, recordé que "tiene por finalidad una plena adaptación de la misión de la Iglesia -es decir, de la evangelización, entendida en sentido integral- a las condiciones y a las necesidades de los tiempos en que vivimos y en los que vivirán las próximas generaciones de nuestra tierra, de nuestra patria" (n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de abril de 1992, p. 5). Deseo poner de relieve, una vez más, este objetivo y presentarlo de modo particular a mis hermanos en el episcopado. Exige una profunda reflexión y una solicitud particular.

En la carta apostólica Novo millennio ineunte afirmé que "es necesario pensar en el futuro. (...) Es preciso ahora aprovechar el tesoro de la gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción concretas" (n. 3). Exhorto a la Iglesia en Polonia, en su nueva estructura organizativa, a elaborar este programa, ante todo, basándose en el magisterio del concilio Vaticano II, enriquecido por la Iglesia con los documentos publicados al final del milenio pasado y al inicio de este. Profundizad los contenidos del gran jubileo del cristianismo del año 2000. Repasad la reflexión que hice juntamente con vosotros durante mis visitas pastorales a la patria, y las indicaciones dadas a los obispos durante las visitas ad limina Apostolorum de 1993 y 1998.
Pienso con gratitud en los sacerdotes que, en el ámbito de las nuevas diócesis, a menudo lejos de su tierra de origen, emprenden con entusiasmo el ministerio pastoral. Es necesario que encuentren apoyo y ayuda espiritual tanto en la persona de su obispo como en los fieles confiados a ellos.
Hermanos en el episcopado, os pido que cuidéis en particular la formación intelectual y espiritual permanente de vuestros sacerdotes. A vosotros, queridos hermanos y hermanas, y a todos los fieles de Polonia os pido que dispenséis a vuestros sacerdotes un amor exigente, elevando su espíritu con palabras amables, y sosteniéndolos con una ferviente oración.

Los fieles laicos en Polonia, durante la segunda mitad del siglo pasado, dieron numerosas pruebas de espíritu de sacrificio y de sincera adhesión a la Iglesia. Pido a Dios que prosigan esta buena tradición y asuman con nuevo empeño las tareas evangélicas, ocupando en la Iglesia y en la vida de la sociedad el lugar que les corresponde en razón de su vocación específica y en virtud de los santos sacramentos. Que el ejemplo y el aliento de los pastores estimulen el apostolado de los laicos y reaviven la colaboración de los fieles en la formación de un rostro nuevo de la Iglesia, al inicio del tercer milenio del cristianismo.

Con este espíritu, abrazando en la oración a los que están presentes aquí, encomiendo a la intercesión materna de la Virgen de Jasna Góra, Reina de Polonia, a toda la comunidad de la Iglesia en nuestra patria. Que María obtenga para ella un desarrollo favorable y los dones necesarios en el camino de la nueva evangelización. De corazón os bendigo a todos.






Discursos 2002 62