Discursos 2002 98

ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CAPÍTULO GENERAL DE LOS SALESIANOS


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Viernes 12 de abril de 2002



Amadísimos hermanos:

1. Me alegra acogeros con ocasión del XXV capítulo general de vuestra congregación. A través de vosotros quisiera enviar mi cordial saludo a todos los salesianos que trabajan en diversas partes del mundo.

Saludo con afecto al nuevo rector mayor, don Pascual Chávez Villanueva, y al consejo general que colaborará con él durante los próximos años. Les deseo que guíen a vuestra familia religiosa con entusiasmo y con docilidad a la acción del Espíritu Santo, manteniendo vivo el carisma siempre actual de vuestro santo fundador.

No puedo por menos de recordar al anterior rector mayor, don Juan Vecchi, que falleció recientemente, al término de una enfermedad aceptada con resignación y abandono a la voluntad del Señor. Que su testimonio estimule a cada salesiano a hacer de su vida una ofrenda total de amor a Dios y a los hermanos.

2. En este tiempo pascual, la Iglesia, después de los días de la pasión y la crucifixión del Hijo de Dios, invita a los creyentes a contemplar el rostro resplandeciente del divino Maestro resucitado. En efecto, como recordé en la carta apostólica Novo millennio ineunte, "nuestro testimonio sería enormemente deficiente si no fuésemos nosotros los primeros contempladores de su rostro" (n. 16). Únicamente en Cristo podemos encontrar respuesta a las expectativas más íntimas de nuestro corazón. Esto supone que toda energía se oriente hacia Jesús, al que hay que "conocer, amar e imitar, para vivir en él la vida trinitaria y transformar con él la historia" (ib., 29).

Queridos salesianos, si sois siempre fieles a este compromiso, si os esforzáis por trabajar constantemente con amor evangélico, podréis cumplir a fondo vuestra misión con alegría y eficacia. Sed santos. Como sabéis muy bien, la santidad es vuestra tarea esencial, como lo es, por lo demás, de todos los cristianos.

La familia salesiana se dispone a vivir la alegría de la inminente beatificación de tres de sus hijos: el sacerdote Luis Variara, el coadjutor Artémides Zatti y la religiosa María Romero Meneses. La santidad constituye la mejor garantía para una evangelización eficaz, porque en ella radica el testimonio más importante que es preciso dar a los jóvenes destinatarios de vuestras diversas actividades.

3. La Virgen María, a la que veneráis con el título de María Auxiliadora, guíe vuestros pasos y os proteja por doquier. San Juan Bosco, juntamente con los numerosos santos y beatos que constituyen la multitud celestial de vuestros protectores, os acompañe en la ardua tarea de aplicar las directrices sugeridas durante los trabajos capitulares para el bien de todo el instituto.

Con este deseo os bendigo, amadísimos hermanos, asegurándoos mi oración por cada uno de vosotros y por cuantos encontráis en vuestro ministerio apostólico y misionero diario.






AL PRIMER GRUPO DE LOS OBISPOS DE NIGERIA


EN VISITA "AD LIMINA


Sábado 20 de abril de 2002



100 Queridos hermanos en el episcopado:

1. Con afecto en el Señor resucitado os saludo, obispos de Nigeria, con ocasión de vuestra peregrinación a Roma para vuestra visita ad limina Apostolorum. Para mí es verdaderamente una gran alegría daros la bienvenida y, a través de vosotros, abrazar a todos los fieles de vuestras comunidades locales, que recuerdo con afecto en el Señor y que están siempre en mis oraciones. En efecto, vuestra presencia revive los intensos recuerdos de mi visita a vuestro país hace cuatro años, cuando Dios todopoderoso me concedió el privilegio de beatificar al padre Cipriano Miguel Iwene Tansi en su patria. Al encomendar vuestras comunidades locales a la intercesión del beato Cipriano Miguel, ruego por vosotros, pastores del pueblo santo de Dios, y por los sacerdotes, los religiosos y los laicos confiados a vuestro cuidado pastoral. Oro por vosotros para que "Dios os haga dignos de la vocación y lleve a término con su poder todo vuestro deseo de hacer el bien y la actividad de la fe, para que así el nombre de nuestro Señor Jesús sea glorificado en vosotros, y vosotros en él" (2 Ts 1, 11-12).

2. Vuestro país se siente orgulloso de tener una de las poblaciones católicas más numerosas de África, y aumenta día a día el número de los que siguen al Señor. "Es el Señor quien lo ha hecho; ha sido un milagro patente" (
Ps 118,23). Además, habéis sido bendecidos con muchas vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, que os permiten también enviar misioneros a otras naciones africanas. Os felicito por vuestra generosidad a este respecto y os aliento a proseguir: ciertamente, Dios "multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia. (...) Porque el servicio de esta ofrenda no sólo provee a las necesidades de los santos, sino que redunda también en abundantes acciones de gracias a Dios" (2Co 9,10 2Co 9,12).

Guiada por vosotros, la Iglesia está implicada activamente en la vida nacional nigeriana, exhortando constantemente a la solidaridad, al ejercicio de la responsabilidad civil y a la superación de las tensiones y los conflictos mediante el diálogo y la reconciliación. Estos esfuerzos son sumamente importantes mientras Nigeria prosigue por el camino de la transición de un gobierno militar a uno democrático y, sobre todo, a la luz de los recientes episodios de violencia que se han producido en diferentes partes del país. En todas estas situaciones, así como en otras circunstancias, tanto ordinarias como extraordinarias de la vida diaria, la Iglesia debe ser libre para cumplir su misión espiritual, que incluye sus actividades en las áreas del ministerio pastoral, la educación, la asistencia sanitaria y el desarrollo humano y social. A este mismo respecto, vuestro Plan pastoral nacional para Nigeria de 1997, con las necesarias modificaciones y actualizaciones, sigue siendo una excelente base para proseguir la actividad de la Iglesia.

3. Como muchos de vosotros habéis puntualizado en vuestras relaciones, la persistencia de una pobreza generalizada, a menudo extrema, y la difusión de la indiferencia moral y ética, que engendra la criminalidad, la corrupción y los ataques contra la santidad de la vida humana, constituyen el marco en el que la Iglesia cumple su misión. Por esta razón, es muy necesario intensificar los esfuerzos para proporcionar a los fieles programas de formación serios, que les ayuden a profundizar su fe y su comprensión cristiana y, de esta forma, los capaciten para ocupar el lugar que les corresponde tanto en la Iglesia de Cristo como en la sociedad.

La catequesis complementa y perfecciona el anuncio de la buena nueva, contribuyendo al crecimiento y madurez en la fe y educando a los discípulos de Cristo en un conocimiento reflexivo y sistemático de la persona y del mensaje del Señor (cf. Catechesi tradendae CTR 19). El estudio de la Biblia, es decir, el contacto directo con el texto sagrado de la palabra de Dios, acompañado por la oración devota (cf. Dei verbum DV 25) y sostenido por una clara exposición de la doctrina, como se presenta en el Catecismo de la Iglesia católica, garantizará ulteriormente que los laicos, hombres y mujeres, se sientan seguros en su fe y preparados para cumplir sus deberes en todas las circunstancias de la vida y de sus actividades. Muchos de vuestros fieles laicos ya responden de forma positiva al desafío de desempeñar un papel activo en la vida pública, incluyendo la esfera política. Vuestros incansables esfuerzos a este respecto deberían lograr que de verdad se dejen "guiar por el Evangelio" y que, "desde dentro, como el fermento, contribuyan a la santificación del mundo" (Lumen gentium LG 31).

4. En la medida en que los miembros de vuestras Iglesias locales se fortalezcan y consoliden en la verdad revelada, se afianzarán en su propia identidad católica. También serán capaces de responder a las objeciones planteadas cada vez con mayor frecuencia por las sectas y los nuevos movimientos religiosos, muy numerosos en vuestro país. La catequesis es importante sobre todo para los jóvenes, para los cuales una fe iluminada es una luz que guiará su camino hacia el futuro. Del mismo modo, será su fuente de energía cuando afronten las incertidumbres de la situación económica en continua evolución. Por esta razón, es de suma importancia que los programas pastorales elaborados específicamente para los niños y los jóvenes sean una parte destacada de todos vuestros planes pastorales.

De este modo también se fortalecerá la familia, que está amenazada en sus aspectos fundamentales de unidad y estabilidad por prácticas como la poligamia, el divorcio, el aborto y la prostitución, por la difusión de una mentalidad anticonceptiva y por una actividad sexual irresponsable que también aumenta los casos de sida. Por tanto, trabajar para ayudar a las familias a vivir su vida cristiana fiel y generosamente como verdaderas "iglesias domésticas" (cf. Lumen gentium LG 11) sigue siendo una prioridad, pues existe aún la necesidad de conciliar las prácticas tradicionales con la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la vida familiar. De igual modo, cobran cada vez mayor importancia vuestros programas de ayuda a las mujeres, que sitúan a la Iglesia en la vanguardia del movimiento para promover mayor respeto a su dignidad y sus derechos. Os exhorto asimismo a estudiar el modo de lograr que la participación de la Iglesia en la lucha contra el sida sea cada vez más activa y visible.

5. La firme y humilde adhesión a la palabra de Cristo, tal como la proclama auténticamente la Iglesia, también constituye la base para vuestra relación con las demás Iglesias y comunidades eclesiales, y para el necesario diálogo con los seguidores de la religión tradicional africana y con el islam. Me alegra observar en vuestras relaciones que, a pesar de las dificultades, se han logrado progresos en varias áreas del diálogo ecuménico e interreligioso. En efecto, la herencia cultural de los numerosos grupos étnicos presentes en Nigeria debe verse como una fuente de riqueza para la nación, y no como motivo de conflicto y división. Soy consciente de que, con vistas a las elecciones generales previstas para el año próximo, estáis tratando de intensificar la cooperación ecuménica e interreligiosa para ayudar a los políticos, a los jefes tradicionales y a los líderes religiosos a trabajar juntos a fin de asegurar un proceso electoral libre, correcto y pacífico.

Al respecto deseo abordar también una importante cuestión, que sé que es motivo de grave preocupación para vosotros y para vuestro pueblo. Hay algunas partes de vuestro país donde los defensores del islam están actuando cada vez con mayor belicosidad, hasta tal punto de imponer su modo de entender la ley islámica a Estados enteros de la Federación nigeriana, y negando a los demás creyentes la libertad de expresión religiosa. Animo y sostengo con vigor todos vuestros esfuerzos por hablar con valentía y energía a este respecto: es preciso recordar a los líderes del gobierno, tanto local como federal, así como los hombres de buena voluntad, la obligación que tiene todo gobierno de garantizar que la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley no sea violada jamás por razones religiosas, de modo abierto o encubierto. Por consiguiente, incluso en los casos en que se garantiza una situación jurídica especial a una religión particular, existe siempre el deber de asegurar que se reconozca legalmente y se respete de forma efectiva el derecho a la libertad de conciencia a todos los ciudadanos, incluidos los extranjeros residentes en el país (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1998, n. 1).

6. Pensando en vuestros estrechos colaboradores en el ministerio pastoral, deseo apoyar vuestros esfuerzos por asegurar una formación cada vez más completa y permanente a vuestros sacerdotes. Vuestras relaciones con ellos deben caracterizarse siempre por la unidad, la fraternidad y el aprecio. Todos los que han recibido el sacramento del orden sagrado han sido configurados con Cristo, cabeza y pastor de la Iglesia. En consecuencia, deben imitar su entrega total por el bien de la grey y por el desarrollo del Reino. El compromiso de una incesante conversión personal es un elemento esencial de la vida y del ministerio sacerdotal. Debemos reavivar siempre el don que hemos recibido: el don de nuestra configuración sacramental con Cristo.

101 El sacerdocio nunca debe considerarse como un medio para mejorar la propia vida o para lograr prestigio. Los sacerdotes y los candidatos al sacerdocio viven a menudo en un nivel superior, tanto desde el punto de vista material como educativo, al de sus familias y al de sus coetáneos; por eso, les resulta muy fácil caer en la tentación de pensar que son mejores que los demás. Cuando esto sucede, el ideal del servicio sacerdotal y la entrega total pueden ofuscarse, dejando al sacerdote insatisfecho y desalentado.

Por esta razón, vuestra vida y la de vuestros sacerdotes deben reflejar una auténtica pobreza evangélica y el desprendimiento de las cosas y de las actitudes del mundo; y es preciso salvaguardar cuidadosamente el valor del celibato como entrega completa de sí al Señor y a su Iglesia. Un comportamiento que pueda dar escándalo debe evitarse escrupulosamente, y vosotros debéis examinar diligentemente las acusaciones de cualquier comportamiento de este tipo, adoptando firmes medidas para corregirlo donde se haya producido. Aquí también la formación del seminario es muy importante, porque las convicciones y la formación práctica impartida a los futuros sacerdotes son esenciales para el éxito de la misión de la Iglesia. Así pues, como verdaderos padres, la renovación y el crecimiento espiritual de vuestros sacerdotes deben figurar entre vuestras principales prioridades (cf. Optatam totius
OT 22). Además, teniendo en cuenta que muchos de vuestros sacerdotes son enviados a estudiar en el extranjero, es aconsejable que se establezca un margen de tiempo razonable dentro del cual deberían completar sus estudios y volver a la diócesis. Lo mismo vale para los religiosos y las religiosas que viven o estudian en el extranjero: todo el aliento y apoyo que podáis dar a los superiores de las comunidades religiosas a este respecto es también muy importante.

7. En efecto, vuestra preocupación y vuestra solicitud pastoral incluye también a los religiosos y a las religiosas en vuestras diócesis. Han recibido una consagración especial que ha de ser cada vez más profunda. Con la profesión de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, dan testimonio del Reino y edifican el Cuerpo de Cristo, llevando a otros a la conversión y a una vida de santidad. Deben permanecer firmemente arraigados en Cristo, a fin de que los elevados ideales de su vocación sigan brillando en su corazón y a los ojos del pueblo, para el que son un signo especial de la solicitud amorosa de Dios. Vuestro papel, a la vez que respeta y defiende la justa autonomía y el gobierno interno de las comunidades religiosas en vuestro territorio, consiste en mantener estrechos contactos con ellos, dándoles todo el apoyo posible para que se mantengan fieles al carisma de sus institutos al colaborar con vosotros, pastores de la Iglesia, realizando su apostolado (cf. Mutuae relationes, 8).

La vida de castidad, pobreza y obediencia abrazada voluntariamente y vivida con fidelidad confuta la sabiduría convencional del mundo y desafía la visión de la vida comúnmente aceptada. El testimonio que dan las mujeres y los hombres consagrados puede transformar el modo de pensar y de actuar de una comunidad precisamente por el amor que los religiosos tienen a todos, por su atención a los aspectos espirituales más que a las cosas materiales, y por su servicio abnegado y su solidaridad con las personas necesitadas. En este marco, es muy conveniente que mostréis vuestro aprecio y gratitud a los religiosos y a las religiosas en vuestras diócesis por todo el bien que hacen con su oración y con su actividad en las diferentes áreas de la vida pastoral local.

8. Queridos hermanos en el episcopado, pastores del pueblo santo de Dios, es de suma importancia que la apertura, la honradez y la transparencia sean siempre el signo distintivo de todo lo que la Iglesia hace en los ámbitos espiritual, educativo y social, así como en los diversos aspectos de su administración. Con verdadero espíritu de amor y de servicio a la Iglesia y a los hermanos, tenéis la tarea de guiar, estimular y unir a todos los que trabajan en la viña del Señor. Al inicio del tercer milenio de la era cristiana, conviene recordar las palabras del Señor sobre la abundante cosecha que se obtendrá con nuestro servicio al Evangelio (cf. Mt Mt 9,37). Esforcémonos con renovado vigor por compartir la luz de la verdad con todos los hombres y mujeres.

Oro para que, a través de vuestra peregrinación a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, el Espíritu Santo de Dios os conceda nueva fuerza para la obra de la nueva evangelización. Con afecto en el Señor, os encomiendo a vosotros, a vuestros sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos, a la intercesión del beato Cipriano Miguel Iwene Tansi y a la protección de María, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Como prenda de gracia y de paz en el Salvador resucitado, os imparto cordialmente mi bendición apostólica.





ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UN GRUPO DE PEREGRINOS DE BAVIERA


Sábado 20 de abril de 2002



Querido cardenal Ratzinger;
queridos hermanos en el episcopado;
ilustre ministro;
colaboradores de la Congregación para la doctrina de la fe;
102 miembros del grupo de alumnos del cardenal Ratzinger;
queridos cazadores alpinos de Baviera;
queridos hermanos y hermanas:

1. Os dirijo a todos mi más cordial saludo. Los varios aniversarios de mi estimado hermano en el episcopado y estrecho colaborador mío, el prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, han sido el motivo que os ha impulsado a realizar una peregrinación a Roma, a la sede del Sucesor de Pedro. Hace pocos días el cardenal Joseph Ratzinger celebró setenta y cinco años; al mismo tiempo, durante estas semanas recuerda con gratitud su nombramiento como arzobispo de Munich y Freising y su ordenación episcopal, que tuvo lugar hace veinticinco años.

Con gran alegría os doy la bienvenida al Palacio apostólico a todos vosotros, que habéis venido de Baviera y de otras regiones. Ojalá que las misas solemnes y los encuentros de estos días sean para vosotros una inolvidable "fiesta de la fe".

2. Cumplís con fidelidad las palabras del Apóstol: "Acordaos de vuestros dirigentes, que os anunciaron la palabra de Dios, (...) e imitad su fe" (
He 13,7). En efecto, el honor que rendís al estimadísimo cardenal Ratzinger no sólo se refiere a su personalidad, sino también y sobre todo a su servicio sacerdotal y episcopal, que prestó primero en Alemania, en su tierra bávara, y después, desde 1981, aquí en Roma, con entrega incansable al servicio de la verdad, que lleva a los hijos de Dios a la libertad auténtica (cf. Jn Jn 8,32).

3. Joseph Ratzinger, nombrado en 1977 arzobispo de Munich y Freising por mi venerado predecesor el Papa Pablo VI y creado cardenal ese mismo año, ha profundizado y proseguido su trabajo de teólogo con la gran responsabilidad ínsita en su compromiso de pastor.

En efecto, el servicio de salvación encomendado al obispo ha colmado su actividad de prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, de presidente de la Comisión bíblica pontificia y de la Comisión teológica internacional, y de miembro de otros dicasterios de la Santa Sede. Entre los diversos documentos del Magisterio, a los que el cardenal dio una notable contribución, destaca el Catecismo de la Iglesia católica, de cuya redacción se encargó una comisión que trabajó bajo su dirección desde 1986 hasta 1992. Más allá de su ámbito de competencia, lleno de desafíos, el Cardenal, con un sinfín de conferencias y publicaciones, ha logrado testimoniar la fuerza de irradiación de la fe católica en su profundidad y belleza.

4. Queridos hermanos y hermanas, el cardenal Ratzinger se ha propuesto como tarea de toda su vida ser "colaborador de la verdad", según el ejemplo de muchos admirables pastores de la santa Iglesia de Cristo. Mediante su ejemplo os estimula a descubrir el servicio a la verdad, que es Dios mismo, en las diversas situaciones de vuestra vida con la alegría de la fe y con constancia. Le agradezco sinceramente su trabajo, y pido a Dios que continúe guiándolo amorosamente para que prosiga su servicio a la Iglesia.

A todos vosotros, que habéis venido para celebrar sus aniversarios, os deseo que, enriquecidos por la experiencia de una fe que da felicidad, testimoniéis con generosidad a Cristo, que dice de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Para ello, os imparto de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos en la patria mi bendición apostólica.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL DOCTOR EMILIO ROSSI, PRESIDENTE DE LA UNIÓN CATÓLICA DE LA PRENSA ITALIANA




Al doctor EMILIO ROSSI
103 Presidente de la Unión católica
de la prensa italiana

1. Al término de la iniciativa "Muchachos y medios de comunicación social: cien encuentros", promovida por la Unión católica de la prensa italiana, de la que usted es presidente, me complace saludarles cordialmente a usted y a los participantes, a la vez que les expreso mi más vivo aprecio por la actividad que la asociación está desarrollando.

Los numerosos encuentros sobre el argumento "Muchachos y medios de comunicación social", realizados con diversas fórmulas en muchas ciudades italianas, han ayudado a agentes y usuarios de las comunicaciones sociales a percibir que se halla muy difundida y ejerce cada vez mayor influjo la presencia de los medios de comunicación social en la sociedad. Es una presencia que plantea nuevos problemas e interpela a las familias, a los educadores, a los agentes y a cuantos se preocupan especialmente por el futuro de las nuevas generaciones.

2. Es innegable que la rápida difusión de los medios de comunicación social ha ofrecido a los muchachos posibilidades más amplias de aprendizaje y de conocimiento. Es justo reconocer y valorar estos elementos positivos, aunque vayan apareciendo algunos aspectos problemáticos, que es oportuno constatar.

Con frecuencia la televisión es para los muchachos el principal punto de referencia, con valores y funciones inadecuados, que ejercen una influencia negativa en su desarrollo, sobre todo cuando su uso prolongado llega casi a sustituir la presencia de los padres. Aunque todos parecen estar de acuerdo en sostener la eliminación de cualquier forma de explotación de los menores por parte de los medios de comunicación social, es preciso reconocer que son pocos los programas destinados a ellos y que respondan a sus exigencias. Por tanto, es urgente realizar programas que, respetando las dinámicas pedagógicas y los valores éticos, tengan en cuenta la sensibilidad y las exigencias educativas de los muchachos.

3. Asimismo hay que tener en cuenta que los menores también siguen, solos o junto con sus padres, la programación habitual. Ciertamente, para señalar los diversos tipos de programas son útiles las medidas adoptadas, pero estas no pueden constituir de ningún modo una coartada para delegar en las familias toda la responsabilidad. En efecto, no basta prohibir para tutelar al menor; más bien, es necesario proponer productos, sobre todo televisivos, que no necesiten prohibiciones, elevando al mismo tiempo su calidad.Hacen falta programas que promuevan el crecimiento de la persona, el sentido del bien y la capacidad de afrontar correctamente, sin traumas ni distorsiones, incluso los aspectos más difíciles de la existencia. Sobre todo, es urgente indicar, a través de los medios de comunicación social, valores y modelos que muestren las verdades fundamentales sobre el ser humano y sobre los grandes interrogantes que se plantea. Entre ellas, de modo especial, hay que mencionar las verdades religiosas, que pueden proporcionar respuestas adecuadas a las preguntas más profundas que acompañan el crecimiento y el desarrollo de la persona.

4. Al inicio de mi pontificado, en el marco del Año internacional del niño, dije que las posibilidades y los medios de que disponen los adultos para este propósito son enormes. Los adultos pueden estimular la capacidad de escucha del niño o bien adormecerlo y -Dios no lo quiera- intoxicarlo irremediablemente (cf. Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 1979: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de mayo de 1979, p. 12). Es una responsabilidad gravísima, a la que se pueden aplicar las palabras más severas que pronunció Cristo, precisamente para evitar dar escándalo a los niños y a los débiles (cf. Mt
Mt 18,6).

Por tanto, prestar atención a los muchachos en el campo de los medios de comunicación social es uno de los principales paradigmas de civilización y progreso; es una tarea exaltante a la que todos deben contribuir según su función y su competencia. Es una tarea que forma parte de la pedagogía social, a través de la cual pueden educarse las nuevas generaciones, ayudándoles a expresar plenamente el bien depositado en su corazón, sin contaminarlo ni esterilizarlo jamás.

Desde este punto de vista, son extraordinarias las potencialidades de los nuevos medios de comunicación social, como Internet y las tecnologías multimediales, cada vez más difundidas e interactivas, que exigen ulteriores competencias y toma de responsabilidad por parte de los organismos encargados de las garantías sociales. Con su aparición, nos encontramos ante un "umbral decisivo", como recordé en el Mensaje para la XXXVI Jornada mundial de las comunicaciones sociales, que celebraremos el próximo 12 de mayo, y que estará dedicada precisamente al tema "Internet: un nuevo foro para la proclamación del Evangelio". Se trata de un umbral que hay que "cruzar valientemente", con discernimiento y al mismo tiempo con audacia, para garantizar a las generaciones futuras un ambiente libre de toda instrumentalización y de todo abuso.

5. Por último, quisiera aprovechar esta ocasión para dirigir un llamamiento a los que tienen responsabilidades, de diverso tipo, en este ámbito. A los gobernantes y a las instituciones encargadas de la tutela de los menores les pido que trabajen para que el respeto de los derechos de los menores se considere como criterio primario e imprescindible en la valoración de la actividad de los medios de comunicación social. Invito a los padres a ejercer una atenta vigilancia educativa, tanto en casa como, de manera asociada, en la sociedad. A los agentes de la comunicación y, en particular, a los editores y productores, les pido que inviertan en proyectos adecuados para los menores, teniendo presentes las exigencias de los muchachos.

104 A la vez que doy gracias a los queridos representantes de la Unión católica de la prensa italiana por lo que ya hacen, los animo a continuar, implicando cada vez a más personas, en la promoción de una nueva y más rica época social y cultural, capaz de entablar una relación constructiva y respetuosa entre los medios de comunicación social y los muchachos. Que la predilección de Jesús por los niños (cf. Mc Mc 10,13-16), que los señalaba como modelo para acoger su reino (cf. Mt Mt 18,3-4), sea para cada uno estímulo y ejemplo a fin de favorecer una comunicación a la medida del hombre y atenta al bien común, especialmente al bien de los niños.

La Virgen María acompañe con solicitud materna a cuantos se comprometen en un sector de tanta importancia para la formación de la juventud. Asegurando mi oración por cada uno de ellos, a todos imparto con afecto mi bendición.

Vaticano, 18 de abril de 2002





ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DE LAS SOCIEDADES BÍBLICAS


Lunes 22 de abril de 2002



Queridos amigos en Cristo:

En la paz de la Pascua, me alegra daros la bienvenida a vosotros que "habéis sido reengendrados... por medio de la palabra de Dios viva y permanente" (1 P 1, 23). Las Sociedades bíblicas tienen como finalidad ofrecer las inagotables riquezas de la sagrada Escritura a todos los que quieran escuchar. Es un noble servicio cristiano, por el que doy gracias a Dios.

Durante muchos años vuestras Sociedades se han dedicado a la traducción y distribución del texto de la Escritura, una parte esencial del anuncio de Cristo al mundo, pues no se trata sólo de pronunciar palabras: ¡es la Palabra de Dios mismo! Es Jesucristo, prometido en el Antiguo Testamento y proclamado en el Nuevo, a quien debemos presentar al mundo, que tiene hambre de él, a menudo sin saberlo. San Jerónimo declaró que "desconocer la Escritura es desconocer a Cristo" (Comentario a Isaías, Prólogo). Por tanto, vuestra obra es, sobre todo, un servicio a Cristo.

La urgencia de esta labor requiere que nos comprometamos en la causa de la unidad de los cristianos, porque la división entre los discípulos de Cristo ha perjudicado ciertamente nuestra misión. Por eso, vuestro encuentro reúne a miembros de diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, unidas por el amor a la Biblia y por el deseo de que "la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, (...) que permita encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia" (Novo millennio ineunte NM 39).

Cualesquiera que sean las diferencias que persisten entre nosotros, la promoción de la Biblia es un aspecto en el que los cristianos pueden colaborar estrechamente para la gloria de Dios y el bien de la familia humana.

El gran jubileo del año 2000 fue una espléndida ocasión para que todos los cristianos se alegraran celebrando la encarnación de Jesucristo, no sólo como un acontecimiento pasado, sino también como un misterio permanente. Espero vivamente que este impulso siga suscitando en los cristianos un amor y un conocimiento aún más profundos de la Sagrada Biblia, estimulando la labor de las Sociedades bíblicas. A la vez que oro a fin de que Cristo mismo "toque vuestros oídos para recibir su palabra y vuestra boca para proclamar su fe, para alabanza y gloria de Dios Padre" (Rito del bautismo), invoco de buen grado sobre vosotros las abundantes bendiciones de Dios todopoderoso, cuya palabra permanece para siempre.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CARDENAL JORGE MEDINA SOBRE LAS TRADUCCIONES


DE LA LITURGIA AL INGLÉS




A mi venerado hermano
105 Cardenal Jorge Arturo

MEDINA ESTÉVEZ

Prefecto de la Congregación
para el culto divino
y la disciplina de los sacramentos

En la paz de Cristo, nuestro sumo y eterno Sacerdote (cf. Hb He 5,10), lo saludo a usted y a los miembros y consultores del comité Vox clara, constituido para asistir y aconsejar a la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos en el cumplimiento de sus responsabilidades con respecto a las traducciones de los textos litúrgicos al inglés. Al representar a los diferentes continentes, el comité refleja el carácter internacional de la lengua inglesa y pone a disposición de la Santa Sede la gran riqueza de experiencia pastoral que proviene de las distintas culturas.

En mi carta apostólica Vicesimus quintus annus, con motivo del vigésimo quinto aniversario de la Sacrosanctum Concilium, hablé de la promoción pastoral de la liturgia y de la necesidad de un "compromiso permanente de sacar cada vez más abundantemente de la riqueza de la liturgia la fuerza vital que de Cristo se difunde a los miembros de su Cuerpo, que es la Iglesia" (n. 10: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de mayo de 1989, p. 12). No cabe duda de que el uso de las lenguas vernáculas ha sido un importante medio que ha permitido a los fieles participar más profundamente en el encuentro con Dios en Cristo.

Puesto que la lex orandi se conforma a la lex credendi, la fidelidad a los ritos y a los textos de la liturgia es de suma importancia tanto para la Iglesia como para la vida cristiana. Por eso, deseo expresar todo mi apoyo al comité Vox clara en su tarea de asistir a la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, asegurando que los textos del Rito romano se traduzcan con esmero según las normas de la instrucción Liturgiam authenticam.

De modo especial, deseo encomendar a los pastores de la Iglesia la importante tarea de poner a disposición de los fieles, lo antes posible, las traducciones en lengua vernácula de la editio tertia del Missale romanum, cuya publicación autoricé el año pasado. Me complace saber que los miembros del comité Vox clara han prometido ayudar generosamente a la Santa Sede para acelerar la revisión y la recognitio de esas traducciones por parte de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos.

Invocando la luz del Espíritu Santo sobre el comité y sobre la Congregación, y encomendando vuestro trabajo a la amorosa solicitud de María, Madre de la Iglesia, os imparto de buen grado mi bendición apostólica como prenda de paz en el Señor resucitado.

Vaticano, 20 de abril de 2002






A LOS REDACTORES Y COLABORADORES


DE LA ENCICLOPEDIA CATÓLICA RUSA


Martes 23 de abril de 2002




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