Discursos 2002 106

106 Venerados hermanos en el episcopado;
estimados académicos y profesores;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Es para mí motivo de alegría espiritual acogeros hoy en esta audiencia especial. Habéis venido para presentar al Papa el primer volumen de la gran Enciclopedia católica rusa, fruto de vuestro esfuerzo y de vuestro amor a la Iglesia. ¡Gracias de corazón!

Saludo con afecto fraterno al querido monseñor Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo metropolitano de la Madre de Dios en Moscú. Me complace la iniciativa, acogida y sostenida por él, de ofrecer al pueblo ruso este significativo don que ilustra la tradición, la vida y la doctrina de la Iglesia católica. Al dirigirme a él, deseo enviar mi afectuoso saludo a los pastores y a los fieles católicos de la Federación rusa.

Expreso, además, mi agradecimiento al cualificado equipo de estudiosos, académicos, redactores y colaboradores que, coordinados por el padre Gregorio Ciorok, han iniciado con laudable competencia esta benemérita empresa.

Mi gratitud se extiende a cuantos, con clarividente generosidad, han sostenido la realización práctica de la obra. ¡El Señor recompense abundantemente a cada uno!

2. Queridos hermanos, me alegra que, a pesar de las dificultades, hayáis concluido felizmente esta primera etapa de vuestro programa. La enciclopedia que habéis preparado constituye una importante contribución que los católicos desean ofrecer a las personas de lengua rusa que quieran profundizar los tesoros que Dios ha concedido a los hombres mediante su Iglesia. Con esta obra, la comunidad católica presente en tierra rusa desde hace muchos siglos quiere reafirmar su voluntad de contribuir a ilustrar la gran cultura rusa, a fin de entablar con ella un diálogo provechoso y fecundo, para bien del pueblo que la expresa.

Espero que vuestro esfuerzo contribuya a la profundización del conocimiento recíproco y la estima entre cuantos viven el Evangelio de Cristo en vuestra amada patria. En efecto, las fuentes comunes de la fe y las respectivas tradiciones legítimas dan testimonio del mandato del Señor Jesús de llevar el Evangelio a todos los lugares de la tierra (cf. Mt
Mt 28,19-20).

Con estos sentimientos, invocando la intercesión de María, Madre de la Iglesia, y de san Cirilo y san Metodio sobre todo el amado pueblo ruso, os imparto a vosotros y a vuestras comunidades mi cordial bendición, propiciadora de abundantes frutos espirituales.






EN LA REUNIÓN INTERDICASTERIAL


CON LOS CARDENALES DE ESTADOS UNIDOS


Martes 23 de abril de 2002



107 Queridos hermanos:

1. Permitidme aseguraros ante todo que aprecio mucho los esfuerzos que estáis haciendo por mantener a la Santa Sede, y a mí personalmente, al corriente de la compleja y difícil situación que se ha creado en vuestro país durante los últimos meses. Espero que vuestro debate aquí dé mucho fruto para el bien del pueblo católico de Estados Unidos. Habéis venido a la casa del Sucesor de Pedro, que tiene la misión de confirmar a sus hermanos en el episcopado en la fe y en el amor, y unirlos en torno a Cristo al servicio del pueblo de Dios. La puerta de esta casa está siempre abierta para vosotros, y mucho más cuando vuestras comunidades tienen dificultades.

Como a vosotros, también a mí me ha dolido profundamente que algunos sacerdotes y religiosos, cuya vocación es ayudar a las personas a vivir una vida santa a los ojos de Dios, hayan causado tanto sufrimiento y escándalo a los jóvenes. Debido a ese gran daño provocado por algunos sacerdotes y religiosos, a la Iglesia misma se la ve con sospecha, y muchos se sienten ofendidos por el modo como perciben que han actuado los responsables de la Iglesia a este respecto. Desde todos los puntos de vista, el abuso que ha causado esta crisis es inmoral y, con razón, la sociedad lo considera un crimen; es también un pecado horrible a los ojos de Dios. A las víctimas y a sus familias, dondequiera que se encuentren, les expreso mi profundo sentimiento de solidaridad y mi preocupación.

2. Es verdad que una falta generalizada de conocimiento de la naturaleza del problema y a veces también los consejos de expertos médicos han llevado a los obispos a tomar decisiones que, como han mostrado los sucesos posteriores, estaban equivocadas. Os estáis esforzando ahora por establecer criterios más fiables para garantizar que no se repitan esos errores. Al mismo tiempo, aun reconociendo que esos criterios son indispensables, no podemos olvidar la fuerza de la conversión cristiana, la decisión radical de alejarse del pecado y volver a Dios, que llega a las profundidades del alma humana y puede obrar un cambio extraordinario.

No debemos olvidar tampoco el inmenso bien espiritual, humano y social, que ha hecho y sigue haciendo aún la gran mayoría de los sacerdotes y los religiosos en Estados Unidos. La Iglesia católica en vuestro país ha promovido siempre con gran vigor y generosidad los valores humanos y cristianos, de un modo que ha ayudado a consolidar en el pueblo americano todo lo que es noble.
Una gran obra de arte, aunque tenga alguna mancha, sigue siendo bella; esta es una verdad que cualquier crítico intelectualmente honrado reconocerá. A las comunidades católicas en Estados Unidos, a sus pastores y miembros, a los religiosos y religiosas, a los profesores de las universidades y las escuelas católicas, a los misioneros americanos en todo el mundo, va la más sincera gratitud de toda la Iglesia católica y la gratitud personal del Obispo de Roma.

3. Los abusos de menores son un síntoma grave de una crisis que no sólo afecta a la Iglesia, sino también a la sociedad entera. Se trata de una crisis profundamente arraigada de moralidad sexual, incluso de relaciones humanas, y sus principales víctimas son la familia y los jóvenes. La Iglesia, tratando el problema de esos abusos con claridad y determinación, ayudará a la sociedad a comprender y afrontar la crisis en su seno.

A los fieles católicos, y a toda la sociedad, les debe quedar absolutamente claro que a los obispos y los superiores les preocupa, sobre todo, el bien espiritual de las almas. La gente debe saber que en el sacerdocio y en la vida religiosa no hay lugar para quienes dañan a los jóvenes. Debe saber que los obispos y los sacerdotes están totalmente comprometidos en favor de la plenitud de la verdad católica en materia de moral sexual, una verdad esencial tanto para la renovación del sacerdocio y del episcopado como para la renovación del matrimonio y de la vida familiar.

4. Debemos confiar en que este tiempo de prueba lleve a la purificación de toda la comunidad católica, una purificación necesaria y urgente para que la Iglesia predique con más eficacia el Evangelio de Jesucristo con toda su fuerza liberadora. Ahora debemos hacer que donde ha abundado el pecado, sobreabunde la gracia (cf. Rm
Rm 5,20). Tanto dolor y tanto disgusto deben llevar a un sacerdocio más santo, a un episcopado más santo y a una Iglesia más santa.
Sólo Dios es fuente de santidad. A él sobre todo debemos dirigirnos para implorar el perdón, la salvación y la gracia de afrontar este desafío con valentía intransigente y armonía de propósitos.
Como el buen Pastor del evangelio del domingo pasado, los pastores deben dirigirse a sus sacerdotes y a la gente como hombres que inspiren profunda confianza, para guiarlos a fuentes tranquilas (cf. Sal Ps 22,2).

108 Pido al Señor que conceda a los obispos de Estados Unidos la fuerza de fundamentar su respuesta a la crisis actual sobre los sólidos cimientos de la fe y la auténtica caridad pastoral por las víctimas, así como por los sacerdotes y toda la comunidad católica en su país. Y pido a los católicos que estén cerca de sus sacerdotes y obispos, y los apoyen con sus oraciones en este difícil momento.

¡Que la paz de Cristo resucitado esté con vosotros!






A LOS PARTICIPANTES EN EL X SIMPOSIO


ORGANIZADO POR EL CONSEJO DE LAS CONFERENCIAS


EPISCOPALES DE EUROPA


Jueves 25 de abril de 2002



Venerados hermanos en el episcopado:

1. Me alegra acogeros con ocasión de vuestro décimo simposio, y os doy a cada uno mi cordial bienvenida. En particular, saludo al presidente del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, monseñor Amédée Grab, al que agradezco los sentimientos de profunda comunión con el Sucesor de Pedro, que ha querido expresarme en nombre de todos vosotros.

Como ya he recordado en otras ocasiones, la misión eclesial de las Conferencias episcopales de Europa constituye un fruto providencial del concilio Vaticano II, y representa un don especial de comunión para nuestro tiempo. Durante los decenios pasados, estos encuentros han brindado la posibilidad de intensificar entre las diversas comunidades católicas de Europa las relaciones de caridad evangélica, que las convierten en auténticas casas y escuelas de comunión.

Al encontrarme con vosotros, pienso en los diversos simposios en los que Dios me concedió participar como arzobispo de Cracovia. Recuerdo en especial el de 1975, cuando tuve el honor de ser uno de los relatores.

En cada encuentro se afrontaron aspectos y proyectos de la nueva evangelización, gran empresa apostólica que implica a todo el pueblo cristiano.

2. De particular importancia es el tema elegido para este décimo simposio: "Jóvenes de Europa en el cambio. Laboratorio de la fe".

Todo pastor sabe que su primera responsabilidad consiste en ayudar a los fieles a encontrarse con Cristo. Un encuentro que, durante los dos milenios transcurridos, ha transformado la vida de personas y de generaciones enteras de Europa. ¿Cómo no sentir con fuerza la responsabilidad de salvaguardar estas raíces cristianas?

En realidad, son precisamente los jóvenes quienes piden que el Evangelio se siembre hoy de modo nuevo en su corazón. Nos repiten, a veces de modo exigente, que esperan la "buena nueva". Sí, amadísimos hermanos, sentimos la urgencia de presentar a las nuevas generaciones como único Redentor del hombre a Jesús, que, al ser Dios, quiso entrar por amor en las heridas de la historia hasta experimentar el abandono de la cruz.

109 Frente al vacío de valores y a los profundos interrogantes existenciales que interpelan a la sociedad actual, debemos proclamar y testimoniar que Cristo asumió los interrogantes, las expectativas e, incluso, los dramas de la humanidad de todos los tiempos. Con su resurrección, hizo posible la realización plena del deseo de vida y de eternidad que embarga el corazón de todo hombre y, especialmente, el de los jóvenes.

Europa tiene urgencia de encontrar a este Dios, que ama a los hombres y se hace presente en toda prueba y dificultad humana. Para que esto suceda, es indispensable que los creyentes estén dispuestos a testimoniar la fe con su vida. Así crecerán comunidades eclesiales maduras, preparadas y dispuestas a utilizar todos los medios para la nueva evangelización.

3. Amadísimos jóvenes, os saludo con afecto. Creo que es muy significativo que vosotros, esperanza de la Iglesia y de Europa, estéis presentes en este simposio. Os interesa mucho porque, en el actual marco social, la Iglesia os mira con singular atención. Espera de vosotros el don de una existencia plenamente fiel a Cristo y a su mensaje de salvación.

En este tiempo litúrgico resplandeciente por la luz del Resucitado, os deseo que él os dé su paz. Que sea para cada uno de vosotros Maestro, como lo fue para los discípulos de Emaús. Y vosotros, queridos jóvenes, seguidlo confiadamente con entusiasmo y perseverancia. No permitáis que sea marginado. El Evangelio es indispensable para renovar la cultura; es indispensable para construir un futuro de verdadera paz en Europa y en el mundo. A vosotros, queridos jóvenes, os corresponde dar esta contribución. Por tanto, no dudéis en responder "sí" a Dios que os llama.

4. Saludo asimismo a los delegados de las otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes. Se percibe cada vez más claramente que la reconciliación entre los cristianos es decisiva para la credibilidad del anuncio del Evangelio y para la construcción de Europa. Desde este punto de vista, la Charta oecumenica para Europa, firmada en Estrasburgo en abril de 2001, constituye un paso notable para el incremento de la colaboración entre Iglesias y comunidades cristianas. Ruego a Dios que se avance por este camino cada vez con mayor confianza y determinación.

Saludo y expreso mis mejores deseos también a los responsables de los organismos episcopales de África, Asia y América, que participan en los trabajos. Gracias a vuestra presencia, queridos hermanos, se ensancha la perspectiva eclesial y Europa toma mayor conciencia de su responsabilidad con respecto a otras tierras y poblaciones para construir la anhelada solidaridad universal. Espero que cada uno contribuya al éxito del simposio.

5. Amadísimos hermanos y hermanas, durante estos días y en cada instante de vuestra existencia, el Señor, con la fuerza del Espíritu Santo, os colme de sus dones de amor, de alegría y de paz. Os acompañe María, Madre de la Iglesia, y os proteja el evangelista san Marcos, cuya fiesta celebramos precisamente hoy.

A la vez que aseguro a todos mi recuerdo en la oración, os bendigo de corazón a vosotros y a las comunidades eclesiales a las que pertenecéis.






A VARIOS GRUPOS DE PEREGRINOS ITALIANOS


Jueves 25 de abril de 2002



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Con gran alegría os acojo y os doy a cada uno mi cordial bienvenida. Desde diversas regiones italianas habéis venido en peregrinación a Roma, donde san Pedro y san Pablo dieron, con el martirio, su valiente testimonio de Cristo. Quiera Dios que vuestra visita a las tumbas de los Príncipes de los Apóstoles os fortalezca en la fidelidad al Evangelio y a la enseñanza de la Iglesia; y os impulse a proseguir con renovado entusiasmo espiritual en el camino hacia la santidad, meta de todos los bautizados.

110 2. Mi afectuoso pensamiento va ante todo a vosotros, amadísimos y numerosos acólitos de la diócesis de Nápoles. Saludo, de modo especial, a vuestro arzobispo, cardenal Michele Giordano, al que agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido. Saludo, asimismo, a los obispos auxiliares que os acompañan. Me alegra este encuentro, que me ofrece la oportunidad de manifestar mi profundo aprecio por el importante servicio litúrgico que prestáis en las respectivas comunidades parroquiales.

Vuestro servicio es muy peculiar: os ofrece la posibilidad de experimentar de cerca la presencia y la obra eficaz de Cristo en cada acto litúrgico y particularmente en la celebración eucarística. La Eucaristía es una admirable fuente, a la que debéis acudir constantemente, tomando de ella la valentía y la fuerza necesarias para vivir como cristianos auténticos y testimoniar por doquier el amor universal de Dios a toda criatura. Cristo Eucaristía alimenta y fortalece a los creyentes, y los capacita para cumplir generosamente la voluntad del Padre celestial. Esta participación asidua en el Sacramento del altar os hará dóciles al Espíritu Santo y os capacitará para corresponder con gozosa disponibilidad a los impulsos de la gracia.

Al realizar vuestro servicio litúrgico, sois colaboradores del sacerdote, pero sobre todo sois servidores de Jesús. Por tanto, os invito a mantener una íntima amistad con él, reconociéndolo como un verdadero amigo, que está siempre a vuestro lado, tanto en los momentos buenos como en los difíciles. ¡No lo olvidéis! Él necesita niños y jóvenes que, además de prestar el servicio del altar, se conviertan en ministros del altar, poniéndose a su total disposición para anunciar el Evangelio y dispensar la gracia divina al mundo entero.

Pido al Señor que también este encuentro ayude a cada uno a descubrir su vocación, que para algunos puede ser al sacerdocio o a la vida consagrada, y a seguirla fielmente. El Señor sigue llamando hoy a hombres y mujeres a seguirlo más de cerca. Orad también vosotros para que su voz encuentre corazones abiertos y generosos.

3. Saludo a los representantes de la Obra salesiana de Génova-Sampierdarena, que han venido con ocasión del 130° aniversario de la fundación de su centro pastoral. Queridos hermanos, en cierto sentido, vuestra peregrinación a Roma es un gesto de gratitud a vuestro fundador, san Juan Bosco. Fue precisamente él quien inició vuestra hermosa institución, y la consideró como una "segunda Valdocco", para poner de relieve su gran importancia para toda la familia salesiana. Del Centro de Sampierdarena partieron los primeros misioneros, y junto con ellos las Hijas de María Auxiliadora, con destino a América. Dejaban el puerto dirigiendo una última mirada al campanario que domina el edificio del instituto genovés.

Queridos hermanos, considerad el celo apostólico de esos intrépidos evangelizadores y haced que el instituto de Sampierdarena siga siendo una ventana abierta de par en par al mundo. En particular, esforzaos por realizar una nueva "siembra del Evangelio", redescubriendo la urgencia del mandato misionero. El don de la fe es una herencia preciosa que hay que conservar y transmitir. Es un valioso don de gracia, que permite mirar con confianza y esperanza al futuro, aun en medio de dificultades y problemas.

4. Por último, dirijo un cordial saludo a la comunidad juvenil "Los alumnos del cielo" de Turín, que desde hace muchos años se han comprometido a testimoniar con el lenguaje universal del canto y de la música el evangelio de la vida. Queridos muchachos, os deseo que volváis a vuestros hogares estimulados por esta experiencia espiritual y fortalecidos en el deseo de hablar al corazón de todo hombre con la fuerza del amor cristiano. Comunicad a cuantos encontréis un mensaje de esperanza, proponiendo siempre la auténtica visión evangélica de la realidad.

Sobre vosotros y sobre todos los presentes invoco la protección materna de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, así como la de san Marcos evangelista, cuya fiesta celebramos hoy. Os aseguro mi oración y os bendigo de corazón.






A LOS PARTICIPANTES EN LA XI ASAMBLEA


DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA


Viernes 26 de abril de 2002



Amadísimos muchachos, jóvenes y adultos de la Acción católica:

1. Me alegra particularmente acogeros en esta audiencia especial con ocasión de vuestra XI asamblea nacional. La relación entre la Acción católica y el Papa es muy estrecha, y con el tiempo se ha consolidado. En efecto, desde su inicio, vuestra asociación ha tenido en la persona y en la enseñanza del "Padre blanco" un importante punto de referencia para sus programas y su acción. Este vínculo se podría definir como una sólida amistad, que se expresa en algunos encuentros significativos: todos los años, por Navidad, los muchachos de la Acción católica vienen a felicitarme, mientras que cada trienio nos volvemos a ver con ocasión de vuestra asamblea nacional. Es lo que está sucediendo esta mañana, en estas primeras horas de vuestra XI asamblea nacional.

111 Saludo de modo especial al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia episcopal italiana, y a los obispos que os han acompañado, a la presidenta nacional, señora Paola Bignardi, al consiliario eclesiástico general, monseñor Francesco Lambiasi, y a los demás consiliarios y responsables. Extiendo mi saludo a cada uno de vosotros, que participáis en la asamblea, y a todos los miembros.

2. En esta circunstancia, ante todo deseo daros las gracias por vuestro amor a la Iglesia, que la fe os hace sentir como vuestra familia. Gracias por vuestro compromiso en la vida ordinaria de las comunidades parroquiales. Sé que "estáis presentes", aunque vuestra presencia prefiere los modos discretos de actuar en medio del pueblo de Dios con el servicio humilde y diario.

Vuestro servicio eclesial no ha de reducirse jamás a mero activismo; debe ser signo concreto de la compasión con la que el Señor se inclina ante los sufrimientos de los pobres y pide a cada uno que abra su corazón a los dramas de cuantos se encuentran en dificultad.

Seguid construyendo en el seno del pueblo de Dios vínculos de comunión y de diálogo: en los consejos pastorales y en las relaciones con los sacerdotes y con los demás grupos y movimientos. Si mostráis de modo afable y sereno el rostro maduro de un laicado abierto y emprendedor, será muy apreciado vuestro servicio.

Para este fin es importante forjar verdaderas conciencias cristianas, mediante una formación dirigida a jóvenes y adultos, a muchachos y ancianos, a familias y adolescentes. En este marco, me complace expresar mi aprecio en particular por todos los que en la Acción católica desempeñan el servicio educativo, comprometiéndose a acompañar a las personas con la enseñanza y la escucha, con la comprensión y el apoyo de la exhortación y del ejemplo. En la historia de la Juventud femenina se tenía como lema: "El ideal vale más que la vida". Especialmente vosotros, queridos formadores, mostrad a los más jóvenes la belleza de una existencia que también hoy está dispuesta a sacrificarse por el ideal que Cristo propone en el Evangelio.

3. Permitidme aprovechar esta feliz ocasión para daros algunas consignas, que considero importantes.

Ante todo, quisiera deciros que la Iglesia no puede prescindir de la Acción católica.La Iglesia necesita un grupo de laicos que, fieles a su vocación y congregados en torno a los legítimos pastores, estén dispuestos a compartir, junto con ellos, la labor diaria de la evangelización en todos los ambientes.

Como os han escrito recientemente vuestros obispos, "el vínculo directo y orgánico de la Acción católica con la diócesis y con su obispo, el asumir la misión de la Iglesia y sentirse "dedicados" a la propia Iglesia y a la totalidad de su misión; hacer propios el camino, las opciones pastorales y la espiritualidad de la Iglesia diocesana: todo esto hace que la Acción católica no sea una asociación eclesial cualquiera, sino un don de Dios y un recurso para el incremento de la comunión eclesial" (Carta del Consejo permanente de la Conferencia episcopal italiana a la Presidencia nacional de la Acción católica italiana, 12 de marzo de 2002).

La Iglesia necesita la Acción católica, porque necesita laicos dispuestos a dedicar su existencia al apostolado y a entablar, sobre todo con la comunidad diocesana, un vínculo que deje una huella profunda en su vida y en su camino espiritual. Necesita laicos cuya experiencia manifieste, de manera concreta y diaria, la grandeza y la alegría de la vida cristiana; laicos que sepan ver en el bautismo la raíz de su dignidad, en la comunidad cristiana a su familia, con la cual han de compartir la fe, y en el pastor al padre que guía y sostiene el camino de los hermanos; laicos que no reduzcan la fe a un hecho privado, y no duden en llevar la levadura del Evangelio al entramado de las relaciones humanas y a las instituciones, al territorio y a los nuevos lugares de la globalización, para construir la civilización del amor.

4. Precisamente porque la Iglesia necesita una Acción católica viva, fuerte y hermosa, quiero repetiros a cada uno: Duc in altum!

¡Duc in altum, Acción católica! Ten la valentía del futuro. Que tu historia, marcada por el ejemplo luminoso de santos y beatos, brille también hoy por la fidelidad a la Iglesia y a las exigencias de nuestro tiempo, con la libertad propia de quien se deja guiar por el soplo del Espíritu y tiende con fuerza a los grandes ideales.

112 Duc in altum! Sé en el mundo presencia profética, promoviendo las dimensiones de la vida a menudo olvidadas y, por eso, más urgentes aún, como la interioridad y el silencio, la responsabilidad y la educación, la gratuidad y el servicio, la sobriedad y la fraternidad, la esperanza en el futuro y el amor a la vida. Trabaja eficazmente para que la sociedad de hoy recupere el verdadero sentido del hombre y de su dignidad, el valor de la vida y la familia, de la paz y la solidaridad, de la justicia y la misericordia.

Duc in altum! Ten la humilde audacia de fijar tu mirada en Jesús para recomenzar desde él tu auténtica renovación. Así te resultará más fácil distinguir lo que es necesario de lo que es fruto del tiempo, y vivirás la anhelada renovación como una aventura del Espíritu, que te capacitará para recorrer también los arduos senderos del desierto y de la purificación, de modo que experimentes la belleza de la vida nueva, que Dios da sin cesar a cuantos confían en él.

Acción católica, ¡no tengas miedo! Perteneces a la Iglesia y te ama el Señor, que guía siempre tus pasos hacia la novedad jamás descontada y jamás superada del Evangelio.

Cuantos formáis parte de esta gloriosa asociación sabed que el Papa os sostiene y acompaña con la oración en este itinerario y, a la vez que os invita cordialmente a perseverar en los compromisos asumidos, os bendice de corazón a todos.





MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LA FEDERACIÓN DE UNIVERSITARIOS


CATÓLICOS ITALIANOS




Amadísimos jóvenes de la FUCI:

1. Me ha alegrado saber que vuestra Federación se dispone a celebrar su asamblea nacional, dedicada a un tema muy interesante y actual para la Iglesia y la sociedad: Solidaridad en la red de las interdependencias. Al dirigir a los participantes y a todos los socios mi afectuoso saludo, quiero aseguraros mi cercanía espiritual y desearos pleno éxito en esta cita tan importante para la vida de vuestra asociación.

Me complace acompañar los trabajos que realizáis durante estos días con algunas reflexiones, que me interesan particularmente, y que quisiera confiar a vuestra mente y a vuestro corazón vigilantes y generosos.

Sois jóvenes católicos universitarios. Vosotros, alumnos y alumnas, personas sensibles y valientes, habéis descubierto la belleza de una vida iluminada por la fe en el Señor Jesús y vivida en comunión plena con la Iglesia. ¡No os avergoncéis jamás del Evangelio! No os dejéis vencer por el miedo de profesar con santo orgullo la alegría de vuestra pertenencia a la comunidad eclesial. No confundáis el diálogo con una acogida acrítica de las opiniones dominantes; siguiendo la exhortación del apóstol san Pablo, "examinadlo todo y quedaos con lo bueno" (1Th 5,21).

En este servicio a la verdad, no debe faltar la ayuda valiosa de una formación sólida y esmerada, alimentada constantemente por la meditación de la palabra de Dios, apoyada y sostenida por los que os acompañan en el camino de fe y verificada puntualmente conforme a criterios adecuados para discernir la auténtica identidad eclesial de una asociación como la vuestra, que desea estar en plena y constante sintonía con los pastores de la Iglesia.

2. El ámbito específico de la vida y la actividad de la FUCI es la universidad. Por tanto, tenéis la misión de ser "levadura, sal y luz" del Evangelio en los ambientes de la investigación científica y de la cualificación profesional. Para hacerlo, es preciso ante todo cultivar una intensa vida espiritual, alimentada por la escucha de la palabra de Dios, por la oración asidua y por la participación en la liturgia de la Iglesia. Además del empeño en el estudio y las actividades de la asociación, no debe faltar jamás la conciencia de ser, sobre todo, contemplativos del misterio de Dios.

Que vuestro nítido y gozoso testimonio cristiano, vivido en comunión cordial con cuantos comparten el ideal evangélico también en otras asociaciones eclesiales, ayude a todos a encontrarse con la persona de Jesús. Sólo él puede dar sentido a la vida y ofrecer salvación plena y segura al corazón sediento de libertad y de verdadera felicidad. Los auténticos valores humanos únicamente pueden lograr su realización integral en una cultura inspirada cristianamente.

113 En cuanto al lenguaje con el que conviene anunciar la buena nueva del Señor Jesús, debe inspirarse en la sinceridad auténtica y dócil de los verdaderos testigos de la fe. Así, podrá evitar tanto los tonos de la polémica amarga como los riesgos de una especie de "complejo de inferioridad" que, por desgracia, se infiltra a veces en la conciencia de algunos católicos. Por tanto, os exhorto a hacer vuestro, con adhesión convencida y ferviente, el "proyecto cultural" de la Iglesia en Italia, dando generosamente la valiosa contribución de una mediación inteligente, fiel y creativa.

3. Sé que, con ocasión de esta asamblea nacional, os proponéis reflexionar en un tema particularmente urgente y delicado: la progresiva intensificación de las relaciones entre los pueblos, fenómeno que hoy se suele llamar "globalización". A este respecto, deseo recordar aquí algunos principios fundamentales, que pueden ayudar a orientar este fenómeno en la justa dirección.
La creciente interdependencia entre los pueblos, a la vez que requiere el rechazo del terrorismo y de la violencia como camino para restablecer las condiciones esenciales de justicia y de libertad, exige sobre todo una fuerte solidaridad moral, cultural y económica, así como una organización política de la sociedad internacional que garantice los derechos de todos los pueblos.

La solución al problema del subdesarrollo y a las situaciones dramáticas en que viven y mueren millones de personas es fundamentalmente de índole ética, y a ella deben corresponder opciones económicas y políticas coherentes. La contribución primera y decisiva para un desarrollo verdaderamente digno del hombre ha de ser el apoyo a programas de educación cultural. Como reafirmé en la encíclica Redemptoris missio, el auténtico progreso de la sociedad deriva principalmente "de la formación de las conciencias, de la madurez de la mentalidad y de las costumbres. Es el hombre el protagonista del desarrollo, no el dinero ni la técnica" (n. 58).
Ciertamente, hay que promover también la reforma del comercio internacional y del sistema financiero mundial, pero cada uno está llamado a asumir compromisos precisos según sus propias posibilidades, modificando, si fuera necesario, su estilo de vida, para que se llegue a un desarrollo justo y solidario, cuyos beneficios se pongan a disposición de todos.

En efecto, como subrayé en otra ocasión, cooperar al desarrollo de los pueblos "es un imperativo para todos y cada uno de los hombres y mujeres, para las sociedades y las naciones" (Sollicitudo rei socialis
SRS 32).

4. Amadísimos jóvenes, proseguid en vuestro compromiso eclesial, cultural y asociativo, imitando el ejemplo de vida y testimonio cristiano de tantos miembros de la FUCI que os han precedido en el signo de la fe y en la adhesión generosa a los valores y a los ideales de la Federación.
Os encomiendo a vosotros y los trabajos de esta asamblea a la protección materna de la Virgen María, Sede de la sabiduría, y, asegurándoos mi cercanía con la oración y con el afecto, os bendigo de corazón a vosotros, así como a vuestros consiliarios, familiares y amigos.

Vaticano, 26 de abril de 2002






A LAS ASOCIACIONES CRISTIANAS


DE TRABAJADORES ITALIANOS


Sábado 27 de abril de 2002



Amadísimos hermanos y hermanas
114 de las Asociaciones cristianas de trabajadores italianos:

1. Me alegra encontrarme con vosotros de nuevo, con ocasión de la conferencia organizativa y programática de vuestra asociación. Os dirijo a todos un saludo cordial, y en particular al presidente, señor Luigi Bobba, al que agradezco las nobles palabras con las que ha querido ilustrar el significado de este encuentro.

Ante los nuevos escenarios y las rápidas transformaciones de la sociedad, queréis renovar vuestro compromiso de asumir a fondo la tarea antigua, y siempre nueva, de evangelizar el trabajo y la vida social. Y queréis hacerlo con una actitud de apertura confiada al futuro.

Así, aceptáis la invitación que coronó el jubileo: "Caminemos con esperanza. Nuestro paso debe hacerse más ágil al recorrer los senderos del mundo" (Novo millennio ineunte
NM 58).

Por eso vosotros, responsables y miembros de las ACLI, estáis llamados hoy a ser nuevamente las "abejas obreras" de la doctrina social de la Iglesia, camino real para responder a los grandes desafíos de la edad contemporánea. Estudiad la doctrina social, anunciadla en toda su integridad, formulad propuestas concretas que expresen de forma inmediata la centralidad de la persona humana. Haced fructificar esta valiosa herencia, actualizando vuestra tradicional fidelidad a la Iglesia, a los trabajadores y a los valores de una sana democracia. Defended siempre con firmeza al hombre, su dignidad, sus derechos y su dimensión trascendente.

2. Esto significa trabajar concretamente para construir "una sociedad basada en el trabajo libre, en la empresa y en la participación" (Centesimus annus ), fomentando nuevas perspectivas comunes de auténtico desarrollo.

De aquí la urgencia, como subrayé con ocasión del Jubileo de los trabajadores, de una coalición global en favor del trabajo digno. Esto implica que se haga todo lo posible para permitir oportunidades efectivas de trabajo para todos, asegurando al mismo tiempo una adecuada retribución a cada uno. Asimismo, será necesario preocuparse por las modalidades de ejercicio del trabajo, de modo que no entren en conflicto con el equilibrio personal y familiar, y no impidan el desarrollo armonioso del proyecto de vida de cada uno.

Las rápidas transformaciones actuales en los sistemas productivos deben ir acompañadas con inteligencia, prestando siempre atención a las exigencias de las áreas geográficas y de los sectores sociales menos favorecidos.

3. Un compromiso valiente y decidido en esta dirección no podrá por menos de reafirmar el papel de la familia, primera escuela también de las virtudes sociales que son el alma del desarrollo. Por eso, hacen falta políticas sociales en favor de la familia, políticas de formación y de trabajo orientadas a conciliar el tiempo de trabajo y el tiempo para la atención a la familia.

La misma importancia tendrá la decisión de impulsar el diálogo entre las generaciones, formando y valorando a jóvenes capaces de dar sabor e iluminar nuestra sociedad como sal de la tierra y luz del mundo. Por eso, la formación y la elaboración cultural son parte esencial del compromiso de las ACLI.

Por último, la atención para dar vitalidad al entramado de la solidaridad y de la vida social os lleva naturalmente a una apertura europea y mundial.Desde esta perspectiva, os exhorto a seguir creativamente tanto el debate sobre el proceso "constituyente" que se está llevando a cabo en la Unión europea, como el debate sobre la ampliación de la Unión misma, siendo portavoces de la inspiración cristiana y de las razones de las formaciones sociales libres.
115 Animación y servicio a los pobres

4. Queridos hermanos y hermanas, sé que estáis comprometidos en múltiples iniciativas de animación y servicio, esforzándoos en particular por tutelar a las personas más pobres en instrucción y en recursos. Hoy estáis llamados a ensanchar los confines de vuestra acción social en lo referente a los nuevos fenómenos de la inmigración y de la mundialización.

En particular, el fenómeno de la globalización, que es el nombre nuevo de la cuestión social, impone realizar todos los esfuerzos posibles para lograr que las fuerzas actúen con un auténtico espíritu de fraternidad. El estrecho vínculo entre la dimensión local y la global requiere,
especialmente en los países más ricos, formas más exigentes de responsabilidad con respecto a los países en vías de desarrollo. Esta responsabilidad se deberá manifestar ahora con urgencia también por lo que concierne a los recursos de la tierra y a la salvaguardia de la creación. Aquí se halla el sentido profundo de la invitación, repetida muchas veces, a "globalizar la solidaridad".

Al trabajar con esta coherencia, viviréis la fidelidad a la Iglesia de la que he hablado al inicio, pues la "globalización de la solidaridad" es consecuencia directa de la caridad universal, que constituye el alma del Evangelio. Seréis asimismo fieles al hombre, cuyos deberes seguiréis recordando y cuyos derechos seguiréis promoviendo, en el marco de las nuevas condiciones en las que se encuentra la economía mundial. Y lo haréis sin faltar a la fidelidad a los valores democráticos en los que la Asociación se ha inspirado desde sus orígenes.

5. Este es el tiempo de fieles laicos que sepan reconocer en la realidad social y del trabajo las esperanzas y las angustias de las personas de nuestro tiempo, laicos capaces de testimoniar con su vida los "valores del Reino", aunque esto implique ir contra corriente respecto de las lógicas del mundo. Es el tiempo de laicos que, en un ambiente social imbuido de tantas esperanzas falaces, quieran testimoniar la esperanza que no defrauda (cf. Rm
Rm 5,5).

Este fuerte compromiso "misionero" supone un compromiso contemplativo igualmente fuerte. Sabéis que la contemplación cristiana no aleja del compromiso en la historia, sino que, por el contrario, invita a realizarlo. El Papa os exhorta a ser, en este inicio de milenio, anuncio vivo de la presencia constante de Cristo, que camina con la humanidad de todos los tiempos.

Con este deseo, a la luz del tiempo pascual y en la inminencia de la fiesta de san José obrero, os imparto de corazón a vosotros y a vuestras familias mi bendición.






Discursos 2002 106