Discursos 2002 115


A LA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO


PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES


Lunes 29 de abril de 2002



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos hermanos y hermanas:

116 1. Me alegra daros mi cordial bienvenida con ocasión de la asamblea plenaria del Consejo pontificio para la pastoral de los emigrantes e itinerantes, que tiene como tema el mundo del mar. Saludo con afecto al presidente de vuestro dicasterio, monseñor Stephen Fumio Hamao, al que agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en nombre de los presentes. A cada uno os expreso profunda gratitud por el gran esmero y el generoso esfuerzo con que os hacéis intérpretes, mediante vuestra actividad diaria, de la solicitud de la Iglesia para con cuantos están comprometidos en este complejo ámbito de la movilidad humana.

Escribe san Agustín: "Contemplo la grandeza del mar que me rodea, me asombro, lo admiro; busco a su autor..." (Homilía sobre el salmo 41, 7). Estas palabras sintetizan bien la actitud del cristiano ante la creación, gran don de Dios a la humanidad, y especialmente ante la majestuosidad y la belleza del mar. Estoy seguro de que estos mismos sentimientos animan a todos los que, en su apostolado, se dirigen al vasto mundo de la emigración y del turismo que tiene como punto de referencia el mar.

Se trata de un ámbito social muy diversificado, donde, aunque son muchos los desafíos, no faltan las oportunidades de evangelización.

2. El incremento de la movilidad humana y el proceso de globalización han influido notablemente en las corrientes migratorias y turísticas y en la actividad de la gente del mar. Han aumentado las ocasiones de encuentro. Pero, junto a notables ventajas derivadas del fenómeno, se registran también efectos negativos, dolorosas separaciones y situaciones complejas y difíciles. Pienso, por ejemplo, en los marineros, que se ven obligados a vivir largos períodos lejos de sus familias; en el intenso ritmo de trabajo, interrumpido sólo por breves paradas en los puertos, al que tanta gente del mar está sometida; en los numerosos emigrantes que surcan mares y océanos en busca de mejores condiciones de vida y que, a menudo, descubren amargas realidades, muy diversas de las que presentan los medios de comunicación.

No se pueden olvidar tampoco las singulares ofertas turísticas de "paraísos artificiales", donde se explotan, con fines meramente comerciales, a poblaciones y culturas locales en beneficio de un turismo que, en ciertos casos, no respeta ni siquiera los más elementales derechos de la gente del lugar.

3. Es importante lograr que a cuantos forman parte de la gran familia del mar no les falte un apoyo espiritual. Hay que ofrecerles la oportunidad de encontrar a Dios y de descubrir en él el verdadero sentido de la vida. Es tarea de los creyentes testimoniar que los hombres y las mujeres están llamados a vivir por doquier una "humanidad nueva", reconciliada con Dios (cf. Ef
Ep 2,15).
Los turistas, si cuentan con el apoyo de cualificados agentes pastorales, podrán apreciar más las vacaciones y los cruceros, porque no serán sólo viajes de placer. Así, disfrutarán de su tiempo libre y de un merecido período de descanso, pero al mismo tiempo se les ayudará a dialogar con las personas y las civilizaciones con las cuales se ponen en contacto y a vivir momentos de reflexión y de oración. También es importante procurar que a los emigrantes se les preste una acogida fraterna y una asistencia religiosa adecuada, de manera que se sientan comprendidos en sus problemas y bien acogidos en sociedades que respeten su identidad cultural. Y tampoco se ha de abandonar a su suerte a los clandestinos, que se arriesgan a viajar a bordo de embarcaciones frágiles.

En toda situación, será necesario asegurar condiciones de trabajo más justas y respetuosas de las exigencias individuales y familiares; a la vez, habrá que esforzarse por proponer oportunidades que permitan cultivar la propia fe y la práctica religiosa. Esto requiere la planificación de una pastoral atenta a las diversas condiciones, con formas de presencia apostólica adaptadas a las múltiples necesidades de las personas.

4. Vuestra plenaria quiere enfocar mejor estos aspectos, teniendo en cuenta que se impone una visión global de una realidad humana y social muy compleja. Los agentes pastorales no deben dejar de actuar en colaboración y comunión fraterna entre sí, para afrontar de modo eficaz los grandes desafíos que plantea esta singular "cantera" misionera.

Con este fin, resulta útil recordar las normas vigentes, enunciadas en la carta apostólica Stella maris y en la instrucción De pastorali migratorum cura, de la que se está preparando una edición actualizada, así como las indicaciones del documento Orientaciones para la pastoral del turismo. No se ha de olvidar la urgente necesidad de formar bien a los fieles laicos llamados a trabajar en este ámbito apostólico, y de suscitar una renovada conciencia en las comunidades cristianas sobre los problemas de la movilidad humana, mediante una actualización constante.

A la vez que expreso mi deseo de que vuestra plenaria contribuya a profundizar la comprensión de estas diversas situaciones sociales y pastorales, os animo a realizar cualquier iniciativa útil para la evangelización de este complejo sector.

117 Encomiendo los trabajos de vuestro encuentro a la protección materna de María, Stella maris, a la que pedimos que nos conduzca al puerto de un mundo más solidario, más fraterno y más unido. Con estos sentimientos, imparto de corazón a todos la bendición apostólica.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DEL MOVIMIENTO JUVENIL GUANELIANO




Amadísimos jóvenes "guanelianos":

1. Me alegra dirigiros mi afectuoso saludo a todos vosotros, que desde las diversas regiones italianas os habéis reunido en Como para participar en el encuentro nacional del Movimiento juvenil guaneliano. Esta importante cita prologa y profundiza, con la luz y la alegría del tiempo pascual, la experiencia entusiasmante que compartisteis, en el año 2000, con tantos otros coetáneos procedentes de todas las partes del mundo con ocasión de la inolvidable Jornada mundial de la juventud en Tor Vergata. Al mismo tiempo, el encuentro de estos días en Como constituye para vosotros una nueva etapa significativa en el camino de preparación para la próxima Jornada mundial de la juventud de Toronto, a la que ya desde ahora os doy cita.

2. Durante los trabajos de esta asamblea de Como estáis realizando una profunda confrontación con la experiencia de dos auténticos discípulos del Señor: los beatos don Luis Guanella y sor Clara Bosatta. No dudéis en seguir su ejemplo de santidad, especialmente mediante la entrega a los más necesitados y abandonados, impulsados por una plena e inquebrantable confianza en la Providencia.

Don Guanella y sor Clara estaban tan fascinados por la caridad de Cristo, que fueron profundamente solidarios con el sufrimiento de los pobres, en los que veían resplandecer el rostro del Señor (cf. Mt Mt 25,31-46). Este mensaje de sensibilidad y atención al otro es muy necesario en el mundo actual, que a menudo corre el riesgo de naufragar en el egoísmo y en la indiferencia, y necesita radicalmente testigos generosos del ideal de amor y comunión con todos, sobre todo con los hermanos más probados.

Se trata ciertamente de un ideal elevado y arduo, pero no debéis pensar que no está a vuestro alcance. El secreto del "éxito espiritual" de Luis y Clara, ¿no consiste en su sencillez de vida, fundada en una sólida espiritualidad, hecha de oración asidua y de constante referencia a la Eucaristía?

Queridos amigos, permitidme que os dirija, a este propósito, unas palabras sinceras: sin la oración no es posible tener éxito en la empresa de llegar a ser santos. La oración nos abre al Otro, a Jesucristo, nos entrena para ver a las personas y las situaciones desde el punto de vista de su amor. En la oración nos esforzamos por construir dentro de nosotros al hombre nuevo, formado según el corazón de Cristo.

3. Sacad fuerza de la gracia sacramental de la Eucaristía, la cual os permitirá permanecer firmemente arraigados en la voluntad de Dios. La devoción eucarística debe modelar toda vuestra vida, orientar vuestras opciones, inspiraros ideales de solidaridad y ayudaros a vivir en comunión con los hermanos, comenzando por los que viven a vuestro lado, para llegar luego a abrazar idealmente a todo ser humano.

A este respecto, he sabido con satisfacción que todos los primeros sábados de mes os reunís en el santuario del Sagrado Corazón de esa ciudad para la adoración eucarística nocturna. Me congratulo con vosotros por esta hermosa iniciativa, que queréis vivir juntos incluso durante este encuentro. Se trata de un fuerte testimonio contra corriente con respecto a la mentalidad común, pues propone una singular "discoteca del silencio", donde se puede encontrar a Jesús "de corazón a corazón" y hacer de la Eucaristía el principio inspirador de las opciones fundamentales de la vida.
Que verdaderamente Jesús Eucaristía sea cada vez más el centro de vuestra existencia personal y comunitaria, según la acertada intuición del beato Luis Guanella: "Él quiere hablar contigo de corazón a corazón".

Me complace repetiros de modo particular a vosotros lo que dije a todos los jóvenes en el encuentro de Tor Vergata: "Que la Eucaristía modele vuestra vida, la vida de las familias que vais a formar. Que oriente todas vuestras opciones de vida. (...) Os inspire ideales de solidaridad y os haga vivir en comunión con vuestros hermanos esparcidos por todos los rincones del planeta" (Homilía en la misa de clausura de la XV Jornada mundial de la juventud, 20 de agosto de 2000, n. 6: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 25 de agosto de 2000, p. 12).

118 4. El encuentro con Jesús en la oración y en la Eucaristía iluminará con una luz nueva vuestra existencia y os impulsará a ser sus testigos entre vuestros coetáneos. Desde esta perspectiva, os dirijo también a vosotros la invitación a ser misioneros del Evangelio en los ambientes donde realizáis vuestras actividades diarias. Llevad la palabra de Jesús, que es palabra de vida y de esperanza, a todos, especialmente a los que atraviesan dificultades y corren el riesgo de perder el sentido y el valor de su vida.

En esta significativa circunstancia, quisiera renovaros la exhortación que dirigí a todos los jóvenes en Tor Vergata: acoged el compromiso de ser los centinelas de la mañana en el alba del nuevo milenio. Se trata de un compromiso primario, que conserva intacta toda su validez y urgencia en este primer tramo de siglo, sobre cuyo horizonte por desgracia se ciernen una vez más nubes oscuras de violencia y de miedo. Hoy, más que nunca, se necesitan personas de vida santa, centinelas que anuncien al mundo entero un nuevo amanecer de esperanza, fraternidad y paz
. 5. Queridos amigos del Movimiento juvenil guaneliano, proseguid con entusiasmo y generosidad el camino que habéis emprendido, en íntima comunión con toda la comunidad eclesial. Esforzaos por ser, en todo ambiente, "sal de la tierra y luz del mundo" (cf. Mt
Mt 5,13-14): en la escuela y en la universidad, en el mundo de trabajo y en el deporte, en la familia y entre los amigos.

Os encomiendo a la protección materna de la Virgen María, discípula fiel de su Hijo Jesús y ejemplo para todos los creyentes de adhesión plena a la gracia de Dios. Invoco también sobre todos vosotros la intercesión celestial de los beatos Luis Guanella y Clara Bosatta, para que os acompañen durante estos días de encuentros y en todo vuestro camino espiritual, personal y comunitario.

Con estos sentimientos, asegurándoos mi cercanía en la oración, os bendigo de corazón a vosotros, así como a los sacerdotes, a los animadores de vuestro movimiento y a todos vuestros amigos.

Vaticano, 20 de abril de 2002





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN EL 90° ANIVERSARIO DE FUNDACIÓN


DEL SEMINARIO CAMPANO




Al reverendo padre

VITTORIO LIBERTI

Superior de la provincia de Italia
de la Compañía de Jesús

He sabido con profunda satisfacción que la provincia de Italia de la Compañía de Jesús se dispone a conmemorar el 90° aniversario de la fundación del Pontificio Seminario campano interregional de Nápoles-Posillipo. Para esta feliz circunstancia me complace enviarle a usted, a la comunidad de formadores y profesores, a los alumnos y a cuantos participen en las celebraciones jubilares mi cordial saludo y mis mejores deseos.

A comienzos del siglo pasado, en un marco de grandes fermentos eclesiales y culturales, los obispos de Campania decidieron erigir ese seminario como respuesta al ardiente deseo de mi venerado predecesor san Pío X de proporcionar al Instituto de estudios teológicos, promovido por él, una sede idónea. El Pontífice mismo confió la nueva obra a los padres de la Compañía de Jesús, para que los seminaristas se formaran en la espiritualidad propia del presbítero diocesano a la luz de la pedagogía ignaciana. En particular, indicó una tarea precisa al nuevo seminario: "El fin altísimo de llevar a los sacerdotes a tal grado de piedad y doctrina, que los haga ejemplares en el ejercicio de su ministerio" (Carta del 4 de marzo de 1910).

119 Noventa años después, pueden apreciarse los frutos producidos por una institución tan providencial para las comunidades diocesanas de Campania, pues ha desempeñado un papel significativo en la evangelización de la región, cultivando e incrementado sus tradiciones religiosas y culturales.

Deseo manifestar mi profunda gratitud a esa provincia de la Compañía de Jesús por el esfuerzo que ha realizado en los decenios pasados para formar a los futuros pastores del pueblo de Dios. Se trata de un valioso servicio prestado a la Iglesia, siguiendo una larga y apreciada tradición.
En esta feliz circunstancia expreso el deseo de una generosa renovación espiritual de toda la comunidad del seminario. "¡Rema mar adentro!": que este sea el compromiso de todos, y dé nuevo impulso a las iniciativas de formación del seminario mismo, en sintonía con las expectativas de la Iglesia universal, proyectada en el tercer milenio. Que crezca en cada uno la adhesión a Cristo, fuente de renovada vitalidad apostólica, para estar a la altura de las expectativas del pueblo de Dios en nuestro tiempo. Hoy, como en el pasado, el sacerdote, para poder realizar su vocación, debe cultivar ante todo una íntima y constante familiaridad con el Maestro divino. Sólo así su ministerio podrá estar animado por un celo ardiente por el Evangelio y por la salvación del mundo.
La Virgen María extienda su protección materna sobre el Seminario campano interregional, asista a la provincia italiana de la Compañía de Jesús y la ayude a caminar manteniéndose siempre fiel al carisma ignaciano.

A los superiores y alumnos les aseguro un especial recuerdo en la oración, y a todos imparto de corazón una afectuosa bendición apostólica, extendiéndola de buen grado a cuantos comparten la alegría de esta feliz celebración jubilar.

Vaticano, 8 de marzo de 2002





JUAN PABLO II


DISCURSO DEL ROMANO PONTÍFICE


AL SEGUNDO GRUPO DE OBISPOS DE NIGERIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 30 de abril de 2002

Queridos hermanos en el episcopado:

1. Es una gran alegría para mí daros la bienvenida a vosotros, miembros del segundo grupo de obispos de Nigeria, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum: "A vosotros gracia y paz, de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7). La antigua costumbre de "venir a ver a Pedro" es una tradición que evoca la visita del apóstol san Pablo a Jerusalén para pasar un tiempo con Cefas (cf. Ga Ga 1,18), a quien el Señor había constituido como "roca" sobre la que edificaría su Iglesia. En el abrazo fraterno de Pedro y de Pablo la comunidad cristiana primitiva reconoció a los gentiles convertidos por Pablo como verdaderos hermanos y hermanas en la fe, y en el relato de Pablo acerca de la abundante efusión de gracia sobre aquellos nuevos creyentes toda la comunidad encontró un motivo aún mayor para alabar la misericordia infinita de Dios (cf. Hch Ac 15,16 ss). Del mismo modo, nuestro encuentro de hoy reafirma la comunión de vuestras fervientes y crecientes Iglesias particulares con el Sucesor de Pedro y con la Iglesia universal, y juntos damos gracias por la vida y el testimonio de los sacerdotes, los religiosos y los laicos de vuestro país, que sirven al Señor con fidelidad y alegría.

Ya he compartido con el primer grupo de obispos de Nigeria algunas reflexiones y preocupaciones que sugieren vuestras relaciones sobre la situación específica de la Iglesia en vuestro país. Ahora os ofrezco ulteriores puntos de reflexión a vosotros, que desempeñáis en vuestras comunidades locales "la función de enseñar, santificar y gobernar" (Christus Dominus CD 11).

2. Comparto vuestra preocupación pastoral por el desarrollo pacífico de vuestros pueblos, no sólo en términos de progreso material, sino también y especialmente de auténtica libertad política, armonía étnica y respeto de los derechos de todos los ciudadanos. La pregunta que debéis haceros ahora es: ¿cómo puede encarnarse el Evangelio en estas nuevas circunstancias? ¿Cuál es la mejor manera como la Iglesia y cada uno de los cristianos han de afrontar las cuestiones urgentes que implica la construcción de un futuro mejor para sí mismos y para sus hijos?
120 La respuesta a estas preguntas se encuentra en los objetivos que, hace cinco años, os fijasteis en el Plan pastoral nacional para Nigeria. En ese amplio programa, elaborado por vuestra Comisión episcopal para la misión, dos vastos temas explican lo que consideráis como la misión pastoral de la Iglesia en Nigeria en el tercer milenio cristiano: la nueva evangelización y las responsabilidades de la Iglesia en la sociedad civil. En estos dos ámbitos habéis logrado insertar virtualmente todos vuestros objetivos pastorales orientados a transformar la humanidad desde dentro, a renovar la inocencia del corazón de las personas y, como recomendó la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos, a construir la Iglesia como familia. Este último elemento constituye la clave de los dos primeros: como reconocieron los padres sinodales, la Iglesia como familia de Dios "es una expresión de la naturaleza de la Iglesia particularmente apropiada para África. En efecto, la imagen pone el acento en la solicitud por el otro, la solidaridad, el calor de las relaciones, la acogida, el diálogo y la confianza" (Ecclesia in Africa ). Cuando el anuncio y la catequesis logran construir la Iglesia como familia, toda la sociedad se beneficia: se da un fundamento más fuerte a la armonía entre los diferentes grupos étnicos, se evita el etnocentrismo, se estimulan la reconciliación y una mayor solidaridad y participación en los recursos entre las personas, y la vida social se impregna cada vez más de la conciencia de las obligaciones que derivan del respeto a la dignidad otorgada por Dios a toda persona humana.

3. La misión de la Iglesia en Nigeria, como en cualquier otra parte, deriva de su misma naturaleza como sacramento de la unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf. Lumen gentium
LG 1). Del mismo modo que en una familia la armonía y la paz deben construirse constantemente, así también en la Iglesia las diferencias no han de ser motivo de conflicto o tensión, sino fuente de fuerza y unidad en la legítima diversidad. La paz, la armonía, la unidad, la generosidad y la cooperación, ¿no son signos de una familia fuerte y sana? Estos deben ser los rasgos distintivos de todas las relaciones en el seno de la Iglesia. "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5,16).

De igual modo, la honradez y la apertura al diálogo es una actitud cristiana necesaria tanto dentro de la comunidad como fuera de ella, con los demás creyentes y con los hombres y mujeres de buena voluntad. Sin embargo, una manera errónea o incompleta de entender la inculturación o el ecumenismo no debe poner en peligro el deber de evangelizar, que es un elemento esencial de la identidad católica. La Iglesia, aun mostrando gran respeto y estima por las religiones no cristianas profesadas por muchos africanos, no puede menos de sentir la urgencia de llevar la buena nueva a millones de personas que aún no han oído el mensaje salvífico de Cristo. Como escribió el Papa Pablo VI en la Evangelii nuntiandi: "La Iglesia piensa que estas multitudes tienen derecho a conocer la riqueza del misterio de Cristo (cf. Ef Ep 3,8), dentro del cual creemos que toda la humanidad puede encontrar, con insospechada plenitud, todo lo que busca a tientas acerca de Dios, del hombre y de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad" (n. 53).

4. Además, la evangelización y el desarrollo humano integral -el desarrollo de toda persona y de toda la persona- están íntimamente unidos. El concilio Vaticano II, en su constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, lo explica muy bien: "La Iglesia, al buscar su propio fin salvífico, no sólo comunica al hombre la vida divina, sino que también derrama su luz reflejada en cierto modo sobre todo el mundo, especialmente en cuanto que sana y eleva la dignidad de la persona humana, fortalece la consistencia de la sociedad humana, e impregna de un sentido y una significación más profunda la actividad cotidiana de los hombres. La Iglesia cree que de esta manera, por medio de cada uno de sus miembros y de toda su comunidad, puede contribuir mucho a humanizar más la familia de los hombres y su historia" (Gaudium et spes GS 40). De hecho, en la encarnación del Verbo de Dios la historia humana encuentra su verdadero significado; Jesucristo, el Redentor de la humanidad, es el fundamento de la dignidad humana restablecida. Por esta razón, anunciar a Jesucristo significa revelar a los hombres su dignidad inalienable: "Al haberse confiado a la Iglesia la manifestación del misterio de Dios, que es el fin último del hombre, ella misma descubre al hombre el sentido de su propia existencia, es decir, la verdad íntima sobre el hombre" (ib., 41).
Precisamente porque los hombres han sido revestidos de esta extraordinaria dignidad, no deberían verse obligados a vivir en condiciones sociales, económicas, culturales y políticas infrahumanas. Esta es la base teológica de la lucha por la defensa de la justicia y de la paz social, por la promoción, la liberación y el desarrollo humano integral de todos los hombres y de todo el hombre. Por eso, los padres de la Asamblea especial para África del Sínodo de los obispos observaron con razón que "el desarrollo integral supone el respeto de la dignidad humana, la cual sólo puede realizarse en la justicia y la paz" (Ecclesia in Africa ).

5. Este vínculo entre evangelización y desarrollo humano explica la presencia de la Iglesia en la esfera social, en la vida pública y social. Siguiendo el ejemplo de su Señor, cumple su función profética en bien de todos los hombres, especialmente de los pobres, de los que sufren y de los indefensos; se convierte en voz de los que no tienen voz, insistiendo en que la dignidad de la persona humana debería ocupar siempre el centro de los programas locales, nacionales e internacionales. "Interpela la conciencia de los jefes de Estado y de los responsables del bien público, para que garanticen cada vez más la liberación y el desarrollo armónico de sus poblaciones" (ib., 70).

Por consiguiente, el anuncio de la buena nueva implica la promoción de iniciativas que contribuyan al desarrollo y al ennoblecimiento del hombre en su existencia espiritual y material. Denuncia también y combate todo lo que degrada o destruye la persona humana. "Al ejercicio del ministerio de evangelización en el campo social, que es un aspecto de la función profética de la Iglesia, pertenece también la denuncia de los males y de las injusticias. Pero conviene aclarar que el anuncio es siempre más importante que la denuncia" (Sollicitudo rei socialis SRS 41). Así pues, como pastores de almas debemos anunciar el Evangelio de modo positivo, siempre, a tiempo y a destiempo (cf. 2Tm 4,2), para construir la familia de Dios, que es la Iglesia, con caridad y verdad, y para servir a toda la familia humana, que aspira a una justicia, una libertad y una paz mayores.

6. Queridos hermanos en el episcopado, estas son algunas reflexiones que me sugiere vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles, y que he querido añadir a los comentarios que hice al primer grupo de obispos de Nigeria. Deseo que vuestra peregrinación os dé nueva fuerza para vuestro ministerio, a fin de que nunca os canséis de predicar la palabra de Dios, celebrar los sacramentos, guiar a la grey confiada a vuestro cuidado y buscar a los que se han alejado o no han oído aún la voz del Señor. Llevo siempre en mi corazón a la Iglesia en Nigeria. Oro para que la alegría de la resurrección del Señor y los dones del Espíritu de sabiduría y fortaleza lleguen a ser cada vez más visibles en la vida de vuestros fieles, de forma que sean de verdad "generosos hijos de la Iglesia, que es familia del Padre, fraternidad del Hijo, imagen de la Trinidad" (Ecclesia in Africa ). Encomendándoos a vosotros, así como a los sacerdotes, los religiosos y los laicos a la protección amorosa de María, Reina de África, y a la intercesión de vuestro beato Cipriano Miguel Iwene Tansi, os imparto de buen grado mi bendición apostólica como prenda de gracia y de comunión en nuestro Señor Jesucristo.



                                                                            Mayo de 2002


A LOS PARTICIPANTES EN LA V ASAMBLEA PLENARIA


DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA PASTORAL DE LA SALUD


Jueves 2 de mayo de 2002




Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
121 amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra particularmente nuestro encuentro, con ocasión de la asamblea plenaria del Consejo pontificio para la pastoral de la salud, durante la cual os proponéis estudiar y trazar un nuevo plan de trabajo para los próximos cinco años.

Saludo al presidente del dicasterio, el arzobispo monseñor Javier Lozano Barragán, y le agradezco las cordiales palabras que me ha dirigido para interpretar los sentimientos comunes de los presentes. Mi saludo se extiende a los señores cardenales y a los venerados hermanos en el episcopado, miembros del Consejo pontificio, a los consultores y expertos, al secretario y al subsecretario, así como a los oficiales sacerdotes, religiosos y laicos. Queridos hermanos, os agradezco a todos la valiosa ayuda que me dais en un ámbito tan cualificado del testimonio evangélico.

2. El ingente trabajo realizado por vuestro dicasterio durante estos diecisiete años desde su institución confirma la necesidad de que, entre los organismos de la Santa Sede, haya uno encargado específicamente de manifestar "la solicitud de la Iglesia por los enfermos, ayudando a quienes realizan un servicio para con los que están enfermos y los que sufren, con el fin de que el apostolado de la misericordia, al que se dedican, responda cada vez mejor a las nuevas exigencias" (Pastor bonus, art. 152).

Demos gracias al Señor por la amplia y articulada actividad pastoral que se realiza a escala mundial en el campo de la sanidad con el estímulo y el apoyo de vuestro dicasterio. Os animo a todos a proseguir con ardor y confianza en este camino, dispuestos a ofrecer a los hombres de nuestro tiempo el evangelio de la misericordia y de la esperanza.

3. Inspirándose en la carta apostólica Novo millennio ineunte, vuestra asamblea se propone como objetivo reflexionar sobre cómo mostrar mejor el rostro de Cristo doliente y glorioso, iluminando con el Evangelio el mundo de la salud, del sufrimiento y de la enfermedad, santificando al enfermo y a los profesionales de la salud, y promoviendo la coordinación de la pastoral de la salud en la Iglesia.

En este tiempo pascual contemplamos el rostro glorioso de Jesús, después de haber meditado, especialmente durante la Semana santa, en su rostro doliente. En estas dos dimensiones se encuentra la esencia del Evangelio y del ministerio de la Iglesia.

En la carta apostólica Novo millennio ineunte escribí que Jesús, "mientras se identifica con nuestro pecado, "abandonado" por el Padre, él se "abandona" en las manos del Padre"; de este modo vive "a la vez la unión profunda con el Padre, de por sí fuente de alegría y felicidad, y la agonía hasta el grito de abandono" (n. 26).

En el rostro doliente del Viernes santo se oculta la vida de Dios entregada por la salvación del mundo. Mediante el Crucificado, nuestra contemplación debe abrirse al Resucitado. La Iglesia, confortada por esta experiencia, está siempre dispuesta a reanudar su camino para anunciar a Cristo al mundo.

4. Vuestra actual asamblea plenaria centra su atención en programas orientados a iluminar con la luz del rostro doliente y glorioso de Cristo todo el universo de la sanidad. Es decisivo profundizar desde esta perspectiva la reflexión sobre las temáticas concernientes a la salud, a la enfermedad y al sufrimiento, dejándose guiar por una concepción de la persona humana y de su destino fiel al plan salvífico de Dios.

Las nuevas fronteras abiertas por el progreso de las ciencias de la vida, y las aplicaciones que derivan de ellas, han puesto en las manos del hombre un poder y una responsabilidad enormes. Si prevalece la cultura de la muerte, si en el campo de la medicina y de la investigación biomédica los hombres se dejan condicionar por opciones egoístas o por ambiciones prometeicas, será inevitable que la dignidad humana y la vida misma se vean amenazadas peligrosamente. Si, por el contrario, el trabajo en este importante sector de la salud se centra en la cultura de la vida, bajo la guía de la recta conciencia, el hombre encontrará respuestas válidas a sus expectativas más profundas.

122 Vuestro Consejo pontificio debe dar su contribución a una nueva evangelización del dolor, que Cristo asume y transfigura en el triunfo de la Resurrección. A este respecto, es esencial la vida de oración y el recurso a los sacramentos, sin los cuales resulta difícil el camino espiritual, no sólo de los enfermos, sino también de quienes los asisten.

5. El ámbito de la salud y del sufrimiento afronta hoy nuevos y complejos problemas, que requieren un compromiso por parte de todos. La disminución del número de religiosas comprometidas en este ámbito, el difícil ministerio de los capellanes de hospitales, las dificultades para organizar en las Iglesias locales una pastoral de la salud adecuada e incisiva, y la relación con el personal sanitario, que no siempre está en sintonía con las orientaciones cristianas, constituyen un conjunto de temas, con aspectos problemáticos, que seguramente son objeto de vuestra atenta reflexión.

Vuestro dicasterio, fiel a su misión, debe seguir manifestando la solicitud pastoral de la Iglesia por los enfermos; debe ayudar a los que cuidan de quienes sufren, de modo particular a los que trabajan en los hospitales, a tener siempre una actitud de respeto por la vida y la dignidad del ser humano. Para conseguir estos objetivos, resulta útil la colaboración generosa con las organizaciones internacionales de la salud.

El Señor, buen samaritano de la humanidad sufriente, os asista siempre. La Virgen santísima, Salud de los enfermos, os sostenga en vuestro servicio y sea vuestro modelo en la acogida y en el amor.
Asegurándoos mi oración, os imparto de corazón la bendición apostólica.






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