Discursos 2002 149


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

CEREMONIA DE BIENVENIDA



Aeropuerto de Bakú,

Miércoles 22 de mayo de 2002

Señor presidente;
ilustres autoridades civiles y religiosas;
amables señoras y señores:

1. Os saludo cordialmente a todos. Acepté con viva gratitud, señor presidente, su reiterada invitación a visitar este noble país y ahora deseo manifestarle mi alegría por el don que me ha concedido Dios de venir a tierra azerí para encontrarme con sus habitantes.

Gracias por las corteses palabras de bienvenida que ha querido dirigirme. Este viaje se realiza en el décimo aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Azerbaiyán y la Santa Sede. La independencia, conquistada después de una larga dominación extranjera, se ha vivido en estos años entre numerosas dificultades y sufrimientos, pero sin perder nunca la esperanza de poder construir en libertad un futuro mejor. Así la nación ha visto crecer y consolidarse los contactos con los demás pueblos. Ello ha contribuido a un enriquecimiento recíproco, que sin duda dará sus frutos en los próximos años.

2. Al llegar a este antiquísimo país, traigo en mi corazón la admiración por la variedad y la riqueza de su cultura. Vuestra nación, con su multiforme y específica connotación caucásica, se ha enriquecido con la aportación de diversas civilizaciones, especialmente de la pérsica y la turania. Grandes religiones han estado presentes y activas en esta tierra: el zoroastrismo ha convivido con el cristianismo de la Iglesia albanesa, tan significativa en la antigüedad. El islam ha desempeñado un papel cada vez mayor, y hoy es la religión de la mayoría de la población de Azerbaiyán. Asimismo, el judaísmo, presente aquí desde tiempos muy antiguos, ha dado su contribución original, muy apreciada también hoy.

Incluso después de haberse debilitado el fulgor inicial de la Iglesia, los cristianos han seguido conviviendo con los fieles de otras religiones. Eso ha sido posible gracias a un espíritu de tolerancia y acogida recíproca, que no puede por menos de ser motivo de orgullo para el país. Hago votos y elevo oraciones a Dios para que las tensiones que puedan existir se superen pronto y todos encuentren paz en la justicia y en la verdad.

150 3. Azerbaiyán es una puerta entre Oriente y Occidente. Por esto, no sólo reviste un valor estratégico muy importante, sino también un valor simbólico de apertura e intercambio, que, si se cultiva adecuadamente por parte de todos, podrá hacer que la nación azerí desempeñe un papel muy relevante. Ya es tiempo de que Occidente redescubra, no sólo el pleno respeto al Oriente, sino también el deseo de un encuentro cultural y espiritual más intenso con los valores que entraña.

Desde esta puerta de civilización, que es Azerbaiyán, dirijo hoy un apremiante llamamiento a esas tierras que son escenario de conflictos bélicos, fuente de sufrimientos inenarrables para las poblaciones inermes. Urge el compromiso de todos en favor de la paz.Pero debe tratarse de la paz verdadera, fundada en el respeto mutuo, en el rechazo del fundamentalismo y de toda forma de imperialismo, y en la búsqueda del diálogo como único instrumento válido para resolver las tensiones, sin lanzar a naciones enteras a la barbarie de un baño de sangre.
Rechazo de la violencia

4. Las religiones, que en este país se esfuerzan por actuar con unidad de propósitos, no son y no deben ser trágico pretexto para enfrentamientos, cuyo origen radica en otra parte. Nadie tiene derecho a invocar a Dios para disfrazar sus propios intereses egoístas.

Aquí, a las puertas del Oriente, cerca de los lugares donde prosigue, cruel e insensato, el estrépito de las armas, quiero alzar mi voz, con el espíritu del encuentro de Asís. Pido a los líderes de las religiones que rechacen toda violencia, porque ofende el nombre de Dios, y promuevan sin cesar la paz y la armonía, en el respeto de los derechos de todos y de cada uno.

Mi pensamiento va también a los emigrantes y a los refugiados de este país y de todo el Cáucaso. Ojalá que, gracias a la solidaridad internacional, se vuelva a encender para ellos la esperanza de un futuro de prosperidad y paz en su tierra de origen y entre sus seres queridos.
Aportación de los católicos al progreso del país

5. A los cristianos, y en particular a la comunidad católica de este país, quiero dirigir un saludo particularmente afectuoso. Los cristianos de todo el mundo miran con sincera simpatía a estos hermanos suyos en la fe, convencidos de que, a pesar de su escaso número, pueden dar una aportación significativa al progreso y a la prosperidad de su patria, en un clima de libertad y respeto recíproco.

Estoy seguro de que el Señor recompensará a la comunidad católica, por las dramáticas dificultades que también ella atravesó en el tiempo del comunismo, con el don de una fe viva, de un compromiso moral ejemplar y de vocaciones locales para el servicio pastoral y religioso.

Al iniciar mi visita a Azerbaiyán, invoco las bendiciones de Dios sobre todos sus habitantes y sobre su compromiso por un futuro de justicia y libertad.

A Azerbaiyán y a su noble pueblo le deseo prosperidad, progreso y paz.







VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

ENCUENTRO CON LOS REPRESENTANTES DE LAS RELIGIONES,

LA POLÍTICA, LA CULTURA Y EL ARTE



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Bakú, miércoles 22 de mayo de 2002



Señor presidente de la República;
ilustres señores y amables señoras:

1. Me alegra profundamente estar hoy entre vosotros. Saludo a cada uno de los presentes, con un pensamiento de especial gratitud para el señor presidente de la República, que en nombre de todos me ha dirigido cordiales expresiones de bienvenida.

Un gran poeta vuestro escribió: "Lo que es nuevo y antiguo al mismo tiempo es la palabra... La palabra que, como el espíritu, es inmaculada, es la tesorera del cofre del reino invisible: conoce historias jamás oídas y lee libros jamás escritos" (Nizami, Las siete bellezas). Estas palabras aluden a algo muy querido para las tres grandes religiones presentes en este país: la judía, la cristiana y la islámica. Según la doctrina de cada una de ellas, el Dios único, envuelto en su misterio inaccesible, ha aceptado hablar con los hombres, invitándolos a someterse a su voluntad.

2. A pesar de las diferencias que existen entre nosotros, nos sentimos todos comprometidos a cultivar relaciones de estima y de benevolencia recíproca. Al respecto, conozco la intensa obra realizada por los líderes religiosos en favor de la tolerancia y la comprensión mutua en Azerbaiyán. Espero el encuentro de mañana con los representantes de las tres religiones monoteístas para afirmar junto con ellos la convicción de que la religión no debe servir para alimentar la contraposición y el odio, sino para promover el amor y la paz.

Desde este país, que ha conocido y conoce la tolerancia como valor preliminar de toda sana convivencia civil, queremos gritar al mundo: ¡Basta con la guerra en nombre de Dios! ¡Basta con la profanación de su santo nombre! He venido a Azerbaiyán como embajador de paz. Mientras tenga voz, gritaré: "¡Paz, en nombre de Dios!". Y si una voz se une a otra voz, nacerá un coro, una sinfonía, que levantará los ánimos, extinguirá el odio y desarmará los corazones.
3. Alabanza a vosotros, hombres del islam en Azerbaiyán, por haberos abierto a la hospitalidad, valor tan querido para vuestra religión y para vuestro pueblo, y por haber aceptado a los creyentes de las demás religiones como hermanos vuestros.

Alabanza a vosotros, judíos, que habéis mantenido aquí con valentía y constancia vuestras antiguas tradiciones de buena vecindad, enriqueciendo esta tierra con una aportación de gran valor y profundidad.

Alabanza a vosotros, cristianos, que habéis contribuido de modo consistente, sobre todo con la antigua Iglesia de los albanos, a construir la identidad de esta tierra. Alabanza en particular a ti, Iglesia ortodoxa, testigo del Dios amigo de los hombres y canto elevado a su belleza. Cuando la furia del ateísmo se desencadenó en esta región, acogiste a los hijos de la Iglesia católica, privados de sus lugares de culto y de sus pastores, y los pusiste en comunicación con Cristo mediante la gracia de los santos sacramentos.

¡Alabado sea Dios por este testimonio de amor, dado por las tres grandes religiones! Ojalá que crezca y se refuerce, apagando con el rocío del afecto y de la amistad todo foco residual de oposición.

152 4. Ilustres señores y señoras, vosotros no sólo representáis aquí el mundo de las religiones, sino también el de la cultura, del arte y de la política. ¡Qué extraordinaria vocación habéis recibido y qué alta responsabilidad tenéis! Muchos se encuentran hoy como perdidos, en busca de una identidad.

A vosotros, testigos de la cultura y del arte, os digo: la belleza, como sabéis, es luz del espíritu. El alma, cuando se encuentra serena y reconciliada, cuando vive en armonía con Dios y con el universo, emana una luz que ya es belleza. La santidad no es más que belleza plena, en cuanto refleja, como sabe y puede, la suma belleza del Creador. Vuestro poeta Nizami escribió también: "Los ángeles inteligentes son los que tienen nombre de hombre. La inteligencia es algo maravilloso" (Las siete bellezas).

Queridos amigos, exponentes de la cultura y del arte, a quienes se acerquen a vosotros transmitidles el gusto de la belleza. Como nos enseñan los antiguos, lo bello, lo verdadero y lo bueno están unidos por un vínculo indisoluble.

5. Que en esta tierra ninguno de los que se han dedicado a la cultura y al arte se sienta inútil o mortificado. Su contribución es esencial para el futuro del pueblo azerí. Si se margina la cultura, si se descuida y desprecia el arte, se pone en peligro la supervivencia misma de la civilización, porque se impide la transmisión de los valores que constituyen la identidad de un pueblo.

En el pasado reciente, una visión materialista y neopagana ha caracterizado a menudo el estudio de las culturas nacionales. Vosotros, ilustres señores, tenéis la misión de redescubrir todo el patrimonio de vuestra civilización como fuente de valores siempre actuales. Así podréis preparar subsidios adecuados a los jóvenes, deseosos de conocer las riquezas auténticas de la historia de su país, a fin de fundar sobre bases sólidas su vida de ciudadanos.

6. Mi palabra se dirige ahora a vosotros, hombres y mujeres de la política. Vuestra actividad específica es servicio al bien común, es promoción del derecho y la justicia, es garantía de libertad y prosperidad para todos. Pero la política es también un ámbito lleno de peligros.Es fácil que se imponga en ella la búsqueda egoísta del interés personal, en detrimento de la dedicación necesaria al bien común. El gran Nizami advierte: "No comas delante de los hambrientos o, si lo haces, invita a todos a tu mesa" (Las siete bellezas).

La política requiere honradez y transparencia. El pueblo debe poder sentirse comprendido y protegido. Debe poder constatar que sus líderes trabajan para garantizarles un futuro mejor. Ojalá no suceda jamás que la gente, ante situaciones de creciente desigualdad social, se vea impulsada a añorar peligrosamente el pasado.

Quien asume la responsabilidad de la gestión de la cosa pública no puede engañarse: ¡el pueblo no olvida! Del mismo modo que sabe recordar con gratitud a quien se ha entregado con honradez al servicio del bien común, así también transmite a sus hijos y nietos el descrédito amargo hacia quien se ha aprovechado del poder para enriquecerse de modo fraudulento.

7. Una cosa, en particular, quisiera deciros a todos vosotros, hombres y mujeres de la religión, de la cultura, del arte y de la política: pensad en los jóvenes y por ellos comprometeos con todas vuestras energías. Ellos son la fuerza del futuro. Aseguradles la posibilidad de estudiar y trabajar de acuerdo con sus predisposiciones personales y la capacidad de compromiso de cada uno.
Sobre todo, preocupaos de formarlos en los valores profundos que perduran a pesar del paso del tiempo y dan un sentido a la vida y a la actividad.

En esta tarea, sobre todo vosotros, hombres y mujeres de la cultura, del arte y de la política, sentid a la religión como vuestra aliada. Está a vuestro lado para dar a los jóvenes serias razones de compromiso. En efecto, ¿qué ideal es capaz de impulsar a la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, más que la fe en Dios, que abre de par en par ante la mente los horizontes ilimitados de su suma perfección?

153 Y vosotros, hombres de religión, sentíos siempre comprometidos a anunciar con sinceridad y lealtad los valores en los que creéis, sin recurrir a instrumentos falaces, que empobrecen y traicionan los ideales proclamados. Confrontaos sobre los contenidos, evitando los medios de persuasión que no respeten la dignidad y la libertad de la persona.

8. En una de sus plegarias a Dios Nizami escribió: "Aunque tu siervo..., al hacer su oración, ha sido audaz, su agua pertenece siempre a tu mar... Si hablara cien lenguas, en cada una de ellas te alabaría; si calla como los desamparados, tú sabes comprender la lengua de quien no tiene palabra" (Leila y Majnun).

Que cien lenguas diversas, desde esta tierra cosmopolita, eleven su plegaria al Dios vivo, el cual sabe escuchar sobre todo a los pobres y olvidados.

Sobre vosotros, aquí presentes, sobre vuestro pueblo y sobre vuestro futuro desciendan las bendiciones de Dios todopoderoso y traigan a todos prosperidad y paz.







VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

CEREMONIA DE BIENVENIDA




Plaza Alexander Nevski de Sofía, 23 de mayo de 2002



Señor presidente;
Santidad;
ilustres miembros del Cuerpo diplomático;
distinguidas autoridades;
representantes de las diversas confesiones religiosas;
queridos hermanos y hermanas:

154 1. Con emoción e íntima alegría me encuentro hoy en Bulgaria y puedo dirigiros mi saludo cordial. Doy gracias a Dios omnipotente por haberme concedido cumplir un deseo que albergaba desde hace tiempo en mi corazón.

Todos los años, con ocasión de la fiesta de san Cirilo y san Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos, suelo acoger en el Vaticano a los representantes del Gobierno y de la Iglesia de Bulgaria. Por eso, en cierto modo, hoy vengo a devolver la visita y a encontrarme en su hermoso país con el amado pueblo búlgaro. En este momento, pienso en mi predecesor el Papa Adriano II, que se reunió personalmente con los santos hermanos de Tesalónica, cuando fueron a Roma para llevar las reliquias de san Clemente, Papa y mártir (cf. Vida de Constantino, XVII, 1), y para testimoniar la comunión de la Iglesia que habían fundado con la Iglesia de Roma. Hoy, el Obispo de Roma viene a vosotros, impulsado por los mismos sentimientos de comunión en la caridad de Cristo.

En esta particular circunstancia, mi pensamiento va también a otro predecesor mío, el beato Papa Juan XXIII, que durante diez años fue delegado apostólico en Bulgaria y permaneció siempre profundamente unido a esta tierra y a sus habitantes. En su recuerdo, saludo a todos con afecto y a todos digo que en ninguna circunstancia he dejado de amar al pueblo búlgaro, presentándolo constantemente en la oración ante el trono del Altísimo: que mi presencia hoy entre vosotros sea manifestación elocuente de los sentimientos de estima y afecto que albergo por esta noble nación y por todos sus hijos.

2. Saludo cordialmente a las autoridades de la República, y les agradezco las invitaciones que me han dirigido y el empeño puesto en la preparación de mi visita. A usted, señor presidente, le expreso mi profunda gratitud por las amables palabras con que me ha acogido en esta histórica plaza. A través de los honorables miembros del Cuerpo diplomático, mi pensamiento se dirige también a los pueblos que aquí dignamente representan.

Saludo con deferencia a Su Santidad el patriarca Maxim y a los metropolitas y obispos del Santo Sínodo, así como a todos los fieles de la Iglesia ortodoxa de Bulgaria: deseo ardientemente que mi visita sirva para reforzar nuestro conocimiento recíproco, a fin de que, con la ayuda de Dios y en el día y del modo que a él le agrade, podamos llegar a vivir "en perfecta unión de pensamiento y de propósitos" (cf.
1Co 1,10), recordando las palabras de nuestro único Señor: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13,35).

3. Abrazo con particular afecto a mis hermanos obispos Christo, Gheorghi, Petko y Metodi, así como a todos los hijos e hijas de la Iglesia católica, sacerdotes, religiosos y laicos: vengo a vosotros con el saludo y el deseo de paz que el Señor resucitado da a sus discípulos (cf. Jn Jn 20,19), para confirmaros en la fe y estimularos en el camino de la vida cristiana.

Saludo a los cristianos de las demás comunidades eclesiales, a los miembros de la comunidad judía, con su presidente, y a los fieles del islam, encabezados por el gran muftí, y reafirmo aquí, en sintonía con el encuentro de Asís, la convicción de que toda religión está llamada a promover la justicia y la paz entre los pueblos, el perdón, la vida y el amor.

4. Bulgaria acogió el Evangelio gracias a la predicación de san Cirilo y san Metodio, y aquella semilla sembrada en tierra fértil ha producido a lo largo de los siglos copiosos frutos de testimonio cristiano y de santidad. Incluso durante el largo y duro invierno del sistema totalitario, que marcó con el sufrimiento vuestro país, así como tantos otros países de Europa, se mantuvo la fidelidad al Evangelio, y numerosos hijos de este pueblo vivieron heroicamente su adhesión a Cristo, llegando en muchos casos hasta el sacrificio de su vida.

Quiero aquí rendir homenaje a esos valientes testigos de la fe, pertenecientes a las diversas confesiones cristianas. Que su sacrificio no sea estéril, sino que sirva de ejemplo y haga fecundo el compromiso ecuménico con vistas a la unidad plena de los cristianos. Que también se inspiren en ellos cuantos trabajan por la construcción de una sociedad basada en la verdad, en la justicia y en la libertad.

5. Es preciso curar las heridas y proyectar con optimismo el futuro. Ciertamente, se trata de un camino difícil y lleno de obstáculos, pero el compromiso concorde de todos los componentes de la nación hará posible alcanzar las metas deseadas. Sin embargo, hay que proceder con sabiduría en la legalidad y en la salvaguardia de las instituciones democráticas, sin escatimar sacrificios, conservando y promoviendo los valores que fundan la verdadera grandeza de una nación: la honradez moral e intelectual, la defensa de la familia, la acogida de los necesitados y el respeto a la vida humana desde su concepción hasta su fin natural.

Ojalá que el esfuerzo de renovación social emprendido valientemente por Bulgaria encuentre la acogida inteligente y el apoyo generoso de la Unión europea.

155 6. Probablemente aquí, cerca de las tumbas de los mártires, se reunieron en el año 342 ó 343 los obispos de Oriente y de Occidente para la celebración del importante concilio de Sérdica, donde se discutió sobre el destino de la Europa cristiana. En los siglos sucesivos, surgió aquí la basílica de la Sophia, la divina Sabiduría, que, según el pensamiento cristiano, indica los fundamentos sobre los cuales debe edificarse la ciudad de los hombres. El camino que conduce al auténtico progreso de un pueblo no puede ser sólo político y económico; también debe presuponer necesariamente la dimensión espiritual y moral. El cristianismo está en las raíces mismas de la historia y de la cultura de este país; por tanto, no se podrá prescindir de él en un serio proceso de crecimiento proyectado hacia el futuro.

La Iglesia católica, con el compromiso diario de sus hijos y la disponibilidad de sus estructuras, quiere contribuir a conservar y desarrollar el patrimonio de valores espirituales y culturales, del que el país se siente orgulloso. Desea unir sus esfuerzos con los de los demás cristianos, para poner al servicio de todos los fermentos de civilización que el Evangelio puede ofrecer a las generaciones del nuevo milenio.

7. Por su situación geográfica, Bulgaria sirve de puente entre la Europa oriental y la Europa del sur, casi como encrucijada espiritual, tierra de encuentro y de comprensión recíproca. Aquí han confluido las riquezas humanas y culturales de las diversas regiones del continente, y han encontrado acogida y respeto. Deseo rendir homenaje públicamente a esta tradicional hospitalidad del pueblo búlgaro, recordando en particular los beneméritos esfuerzos realizados para salvar a miles de judíos durante la segunda guerra mundial.

La Madre de Dios, aquí amada y venerada de forma particular, custodie a Bulgaria bajo su manto y obtenga que su pueblo crezca y prospere en la fraternidad y en la concordia. Dios todopoderoso colme de sus bendiciones a vuestro noble país, asegurándole un futuro próspero y sereno.







VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A AZERBAIYÁN Y BULGARIA

ENCUENTRO CON EL PATRIARCA MAXIM

Y EL SANTO SÍNODO




Sofía, viernes 24 de mayo de 2002



Santidad;
venerados metropolitas y obispos,
y todos vosotros, queridos hermanos en el Señor:

¡Cristo ha resucitado!

1. Me alegra poderme reunir con vosotros, hoy, 24 de mayo, porque este es un día particular, grabado profundamente en mi corazón y en mi memoria. Las visitas de las delegaciones búlgaras que, desde el inicio de mi ministerio como Obispo de Roma, he tenido la alegría de recibir en el Vaticano el día 24 de mayo de cada año, han sido para mí gratas ocasiones de encuentro no sólo con la noble nación búlgara, sino también con la Iglesia ortodoxa de Bulgaria y con Vuestra Santidad, en las personas de los obispos que lo representaban.

Hoy el Señor nos permite encontrarnos personalmente e intercambiarnos "el beso de la paz". Agradezco la disponibilidad con que Vuestra Santidad y el Santo Sínodo me han permitido realizar un profundo deseo, que alimentaba desde hace tiempo en mi corazón. Vengo a vosotros con sentimientos de estima por la misión que la Iglesia ortodoxa de Bulgaria está llevando a cabo, y deseo testimoniar respeto y aprecio por su compromiso en favor de estas poblaciones.

156 2. A lo largo de los siglos, a pesar de vicisitudes históricas complejas y a veces hostiles, la Iglesia que Vuestra Santidad guía hoy ha sabido anunciar con perseverancia la encarnación del Hijo unigénito de Dios y su resurrección. A toda generación ha repetido la buena nueva de la salvación. También hoy, al inicio del tercer milenio, con fuerzas renovadas testimonia la salvación que el Señor brinda a cada hombre y propone a todos la esperanza que no defrauda y que nuestro mundo necesita profundamente.

Santidad, mi visita, la primera en la historia que realiza a este país un Obispo de Roma, al encontrarme con usted juntamente con el Santo Sínodo, es con razón un momento de alegría, porque es signo de un crecimiento progresivo en la comunión eclesial. Sin embargo, esto no puede hacernos olvidar una franca constatación: nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia una y única, pero nosotros, hoy, nos presentamos al mundo divididos como si Cristo mismo estuviera dividido. "Esta división contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura" (Unitatis redintegratio
UR 1).

3. La comunión plena entre nuestras Iglesias ha sufrido dolorosas laceraciones en el decurso de la historia, "a veces, no sin culpa de los hombres por ambas partes" (ib., 3). "Desgraciadamente, estos pecados del pasado hacen sentir todavía su peso y permanecen como tentaciones del presente. Es necesario hacer propósito de enmienda, invocando con fuerza el perdón de Cristo" (Tertio millennio adveniente TMA 34).

Con todo, nos conforta un dato: el alejamiento que ha existido entre católicos y ortodoxos nunca ha apagado en ellos el deseo de restablecer la plena comunión eclesial, para que se exprese de forma más evidente la unidad por la que el Señor oró al Padre. Hoy podemos dar gracias a Dios porque los vínculos existentes entre nosotros se han fortalecido mucho.

Ya el concilio Vaticano II subrayaba, al respecto, que las Iglesias ortodoxas "tienen verdaderos sacramentos, y sobre todo, en virtud de la sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía" (Unitatis redintegratio UR 15). Además, el Concilio recordaba y reconocía que "una cierta variedad de ritos y costumbres no se opone a la unidad de la Iglesia, es más, aumenta su esplendor y contribuye no poco al cumplimiento de su misión" (ib., 16), y añadía: "La observancia perfecta de este principio tradicional, no siempre guardada, ciertamente, es condición previa absolutamente necesaria para el restablecimiento de la unidad" (ib.).

4. Al afrontar esta cuestión, no podemos por menos de dirigir nuestra mirada al ejemplo de unidad que dieron concretamente en el primer milenio los santos hermanos Cirilo y Metodio, de los que vuestro país guarda un recuerdo vivo y una herencia profunda. También los que en el ámbito político están trabajando en el proceso de unificación europea pueden mirar ese testimonio. En efecto, al buscar su propia identidad, el continente no puede por menos de volver a sus raíces cristianas. Europa entera, tanto la occidental como la oriental, espera el compromiso común de católicos y ortodoxos en defensa de la paz y la justicia, de los derechos del hombre y de la cultura de la vida.

El ejemplo de san Cirilo y san Metodio se propone como emblemático sobre todo con vistas a la unidad de los cristianos en la única Iglesia de Cristo.Enviados al este de Europa por el patriarca de Constantinopla para llevar la verdadera fe a los pueblos eslavos en su lengua, ante los obstáculos que les planteaban las diócesis occidentales limítrofes, que consideraban responsabilidad suya llevar la cruz de Cristo a los países eslavos, acudieron al Papa para que autenticara su misión (cf. Slavorum apostoli, 5). Por tanto, son para nosotros "como los eslabones de unión, o como un puente espiritual, entre la tradición oriental y la occidental, que confluyen en la única gran tradición de la Iglesia universal. Para nosotros son paladines y a la vez patronos en el esfuerzo ecuménico de las Iglesias hermanas de Oriente y Occidente, para volver a encontrar, mediante el diálogo y la oración, la unidad visible en la comunión perfecta y total; "unión que (...) no es absorción ni tampoco fusión". La unidad es el encuentro en la verdad y en el amor que nos han sido dados por el Espíritu" (ib., 27).

5. Me complace evocar, en este encuentro, los múltiples contactos entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa de Bulgaria, iniciados con el concilio Vaticano II, al que envió sus propios observadores. Confío en que estos contactos directos, felizmente incrementados en los años pasados, influirán positivamente también en el diálogo teológico, en el que católicos y ortodoxos están comprometidos a través de la Comisión mixta internacional creada para ello.

Precisamente con el fin de alimentar el conocimiento recíproco, así como la caridad mutua y la colaboración fraterna, me alegra ofrecer a la comunidad ortodoxa búlgara de Roma el uso litúrgico de la iglesia de San Vicente y San Anastasio en Fuente de Trevi, según las modalidades que nuestros respectivos delegados deberán determinar.

Me han informado también de que el V Concilio de la Iglesia ortodoxa búlgara restableció, el pasado mes de noviembre, la metropolía de Silistra, la antigua Dorostol. De aquella región provenía el joven soldado Dasio, de cuyo martirio se celebra este año el XVII centenario.
Acogiendo de buen grado el deseo que me manifestaron, con alegría he traído conmigo, gracias a la generosa disponibilidad de la archidiócesis de Ancona-Osimo, una insigne reliquia del santo para regalarla a esta Iglesia.

157 6. Por último, Santidad, quisiera expresarle a usted y a todos los obispos de su Iglesia mi viva gratitud por la acogida que me han dispensado. Me siento profundamente conmovido.
Con sentimientos fraternos le aseguro mi constante oración para que el Señor conceda a la Iglesia ortodoxa de Bulgaria realizar con valentía, juntamente con la Iglesia católica, la misión de evangelización que él le ha confiado en este país.

Que Dios bendiga los esfuerzos de Vuestra Santidad, de los metropolitas y obispos, del clero, de los monjes y monjas, concediendo una abundante cosecha espiritual a los trabajos apostólicos de cada uno.

La Virgen santísima, venerada con ternura por los fieles de la Iglesia ortodoxa de Bulgaria, vele sobre ella y la proteja hoy y siempre.

¡Cristo ha resucitado!







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL SUPERIOR GENERAL


DE LA CONGREGACIÓN DEL ESPÍRITU SANTO




Al padre PIERRE SCHOUVER
Superior general de la
Congregación del Espíritu Santo

1. Quiero dirigirle mi cordial saludo en este momento en que está reunido en Roma con los miembros del consejo general de la Congregación del Espíritu Santo, para preparar las celebraciones que marcarán, este año y el próximo, la vida de vuestra familia religiosa. Me alegra el espíritu con el que deseáis vivir estos aniversarios y fortalecer vuestro carisma y vuestro compromiso misioneros.

2. El próximo año celebraréis el tercer centenario de la Congregación, fundada el 27 de mayo de 1703 por un joven diácono de 24 años, Claude-François Poullart des Places. Al inicio, se trataba de un seminario consagrado al Espíritu Santo y que tenía a la Virgen María como guía, abierto a los estudiantes pobres que vuestro fundador destinaba a servir a las parroquias más olvidadas en el reino de Francia. Muy pronto, la joven congregación encontró una dimensión misionera con el envío del primer sacerdote a Quebec, seguido inmediatamente por otros a Cochinchina, Senegal y Guyana. Casi un siglo y medio después, en 1848, el padre François Libermann, nacido en una familia judía de Alsacia e hijo de un rabino, convertido a la fe cristiana a la edad de 24 años, se transformó en el segundo fundador de la Congregación, uniéndola a la Congregación del Sagrado Corazón de María, que él había fundado en 1841, y orientándola, de manera prioritaria, hacia el servicio misionero del continente africano. Este año habéis celebrado también el segundo centenario de su nacimiento y el 150° aniversario de su muerte.

3. Dando gracias a Dios por la considerable obra realizada por vuestra congregación desde hace tres siglos, sobre todo en la evangelización de África, Antillas y América del sur, os invito a seguir siendo fieles a la doble herencia de vuestros fundadores: la atención a los pobres, a todas las personas socialmente necesitadas o desfavorecidas, y el servicio misionero, es decir, el anuncio de la buena nueva de Cristo a todos los hombres, en particular a los que aún no han acogido el mensaje del Evangelio. Esta doble fidelidad, reafirmada en las orientaciones de vuestro último consejo general ampliado de Pittsburgh, os ha llevado frecuentemente a comenzar vuestro trabajo misionero con la fundación de una escuela, para instruir a la juventud y permitirle acceder al conocimiento, pero sobre todo para recibir una auténtica educación, que dé a cada uno el sentido de su dignidad, de sus derechos y sus deberes. ¿Cómo no recordar, con el mismo espíritu, la obra de los Huérfanos Aprendices de Auteuil, confiada a vuestra congregación desde 1923? Tras el vigoroso impulso dado por el beato padre Daniel Brottier, y ahora bajo su protección, sigue viviendo vuestro carisma misionero en medio de los jóvenes que tienen grandes dificultades a causa de la pobreza, de la fragmentación del núcleo familiar, del fracaso escolar y de la marginación social. Estad atentos a las llamadas del Espíritu, para llegar a los pobres de hoy y anunciarles la buena nueva, destinada a ellos: es el signo de la llegada de los tiempos mesiánicos, como Jesús mismo lo enseñó en la sinagoga de Nazaret (cf. Lc Lc 4,18).


Discursos 2002 149