Discursos 2002 196

196 Al venerado hermano
Cardenal Lubomyr HUSAR
Arzobispo mayor de
Lvov de los ucranios

1. Con ocasión de la importante asamblea de esa Iglesia greco-católica ucraniana, que se celebrará en Lvov del 30 de junio al 6 de julio, un año después de mi inolvidable visita pastoral a ese país, deseo dirigirle mi cordial saludo a usted, a los hermanos en el episcopado y a todos los participantes.

Cobra singular significado y gran relieve el tema elegido para el encuentro: "Cristo, fuente del renacimiento del pueblo ucraniano". Con afecto fraterno me uno a esa amada comunidad eclesial al invocar al Espíritu Santo para que se le conceda profundizar el conocimiento de Cristo y los trabajos de la asamblea sirvan para infundir en los fieles renovada valentía al testimoniar el mensaje de la salvación.

Ya en mi primera encíclica, Redemptor hominis, subrayé que Cristo debe ocupar el lugar central en la vida de la Iglesia y de todo cristiano. En efecto, él es el Redentor del hombre, el Redentor del mundo. En Cristo y por Cristo "Dios se ha revelado plenamente a la humanidad y se ha acercado definitivamente a ella y, al mismo tiempo, en Cristo y por Cristo, el hombre ha conseguido plena conciencia de su elevación, del valor trascendental de la propia humanidad, del sentido de su existencia" (n. 11). Por tanto, la misión de la Iglesia consiste en anunciar a todos, bajo la acción constante del Espíritu Santo, el misterio de Cristo, para hacer que llegue a ser efectivo y eficaz para todo hombre.

2. "En tu palabra, echaré las redes" (
Lc 5,5). La comunidad cristiana crece y se renueva, en primer lugar, mediante la escucha de la palabra de Cristo. Los largos años de ateísmo, durante los cuales se intentó ofuscar los valores cristianos que han caracterizado la historia del pueblo ucraniano, han dejado huellas en el corazón y en el comportamiento de la gente. A esto se añade hoy la acción erosiva que realiza el proceso de secularización, con su predominante visión materialista de la vida, unida a la búsqueda desenfrenada de un bienestar a menudo efímero y pasajero. Precisamente estas insidias, que caracterizan con frecuencia a las sociedades occidentales, dificultan el esfuerzo diario encaminado a testimoniar con coherencia la "buena nueva" de la fe.

En este marco, vuestra Iglesia greco-católica ucraniana quiere intensificar oportunamente la obra de la nueva evangelización, emprendida durante estos años. En la carta apostólica Novo millennio ineunte dirigí a los creyentes la invitación a alimentarse de la Palabra para ser "servidores de la Palabra" en el compromiso de la evangelización, y recordé que esta es sin duda una prioridad de la Iglesia al inicio del nuevo milenio (cf. n. 40). La invitación de Cristo, "Duc in altum", se dirige también a cada uno de los miembros de esa Iglesia para que, fortalecido por la presencia del Señor, esté dispuesto a transmitir con claridad en su entorno el mensaje perenne del Evangelio, la buena nueva de que en Jesús, "camino, verdad y vida" (Jn 14,6), es posible encontrar el amor acogedor y misericordioso del Padre. Para llevar a cabo esta obra, será necesario promover una sólida formación del clero, una catequesis orgánica para los jóvenes y los adultos, y una participación cada vez más consciente de los fieles en la liturgia, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia (cf. Sacrosanctum Concilium SC 10).

Resplandece ante vosotros el ejemplo inolvidable de los mártires y los confesores de la fe, que no dudaron en pagar con el precio de la vida su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Constituyen para todos una enseñanza constante. Sí, la tierra de Ucrania, regada con la sangre de los mártires, ha dado al mundo el ejemplo de una inquebrantable fidelidad al Evangelio.

3. Podéis recurrir a este patrimonio espiritual para proseguir el impulso apostólico y misionero, conservando vivo ante vosotros el icono de Jesús que se inclina para lavar los pies de los Apóstoles. Con esta actitud de humilde servicio, vuestra Iglesia debe esforzarse por transmitir a toda persona el evangelio de la caridad y de la alegría.

197 En la sociedad actual, en la que a menudo parece prevalecer la búsqueda del poder, del éxito a toda costa y de la posesión egoísta que hace a las personas insensibles a las necesidades del prójimo, toda comunidad eclesial está llamada a proclamar y testimoniar el respeto de la dignidad de todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, y el ejercicio del poder, no como dominio, sino como servicio, en la lógica evangélica del Maestro divino, que no vino a ser servido, sino a servir (cf. Mt Mt 10,45). Consciente de ello, vuestra asamblea prestará sin duda atención a la familia, teniendo en cuenta las dificultades que, por desgracia, encuentra también en Ucrania, donde aumenta el número de divorcios y se extiende la plaga del aborto.

Además de la familia, es preciso privilegiar la pastoral de los jóvenes, que son la esperanza y el futuro de la Iglesia, y ayudarles a redescubrir las raíces religiosas de la cultura a la que pertenecen. Mostradles que sólo en Cristo pueden encontrar la respuesta auténtica a los interrogantes de su corazón; ayudadles a sentirse protagonistas en la reconstrucción espiritual y material del país, manteniéndose fieles al Evangelio y a los valores espirituales que derivan de él.

Vuestra Iglesia debe invertir con generosidad energías y medios en la formación de las nuevas generaciones. Ha de ser valiente al proponerles a Cristo y el Evangelio sin glosa. Sólo así el mundo juvenil podrá vencer la tentación de fiarse de espejismos y modelos falaces, dictados por el materialismo y el hedonismo.

4. Es vasto el campo apostólico al que el Señor llama a vuestra Iglesia para trabajar activamente. Venerado hermano, al mismo tiempo que aseguro mi cercanía espiritual a los fieles greco-católicos de Ucrania, le invito a usted y a toda la asamblea a escuchar de nuevo las palabras de Cristo: "Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn 17,21). Esta oración, que Jesús dirige al Padre en los últimos momentos de su vida terrena, es "imperativo que nos obliga, fuerza que nos sostiene y saludable reproche por nuestra desidia y estrechez de corazón" (Novo millennio ineunte NM 48).

Muchas incomprensiones y divisiones han marcado la historia de la Iglesia en Ucrania. Ahora es necesario intensificar los esfuerzos de comprensión y comunión, ante todo entre los católicos de los dos ritos. Además, será importante acrecentar el compromiso de acercamiento y reconciliación con los demás cristianos, en particular con los hermanos ortodoxos. Que la identidad oriental de vuestra Iglesia y la comunión plena con el Sucesor de Pedro os ayuden a encontrar caminos siempre nuevos de diálogo, de solidaridad y de colaboración con las Iglesias ortodoxas. Estoy seguro de que el camino personal y comunitario de conversión a Cristo y a su Evangelio, al que el concilio ecuménico Vaticano II invita a todos (cf. Unitatis redintegratio ), apresurará el tiempo de la unidad plena que Cristo quiere para sus discípulos.

5. Iglesia greco-católica ucraniana, ante ti hay un futuro rico en esperanza. No faltarán las dificultades y las amarguras, pero ¡no tengas miedo! El Señor está contigo. Te acompaña la santísima Madre de Dios, partícipe en los sufrimientos y en la muerte de su Hijo en la cruz, pero también gozosa testigo de su gloriosa resurrección. Que su ayuda materna haga fructificar los trabajos de la asamblea en beneficio de todo el pueblo de Dios.

Con estos sentimientos, y con intenso afecto, le envío de buen grado una especial bendición a usted, venerado hermano, a los participantes en la asamblea de la Iglesia greco-católica ucraniana y a todos los demás fieles de ese país, tan querido para mí.

Vaticano, 25 de junio de 2002







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




A la reverenda madre
Lina COLOMBINI
Superiora general de las Misioneras
198 del Sagrado Corazón de Jesús

1. Con ocasión del próximo capítulo general de ese instituto, me alegra transmitirle a usted y a las religiosas capitulares mi saludo, mis mejores deseos, así como la seguridad de mi cercanía espiritual, testimoniada por una oración especial al Señor para que se desarrollen con fruto los trabajos.

Este primer capítulo ordinario del nuevo milenio representa un momento privilegiado de gracia para la familia cabriniana, llamada a aceptar la invitación de Jesús a Pedro y a los primeros compañeros a "remar mar adentro y echar las redes" (cf. Lc
Lc 5,4), invitación que quise renovar a toda la Iglesia en la carta apostólica Novo millennio ineunte.

"Duc in altum! Estas palabras del Señor nos invitan a recordar con gratitud el pasado, a vivir con pasión el presente y a abrirnos con confianza al futuro: "Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre" (He 13,8)" (n. 1). La congregación de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús entra en el tercer milenio enriquecida, no sólo con la experiencia extraordinaria del gran jubileo del año 2000, sino también con los frutos recogidos en las celebraciones del 150° aniversario del nacimiento de su fundadora, santa Francisca Javier Cabrini, así como en las del 50° aniversario de su proclamación como patrona de los emigrantes.

2. El tema elegido para el actual capítulo -""Remad mar adentro y echad las redes" (Lc 5,4). Desafíos y profecía de la familia cabriniana"- se sitúa en ese contexto, e invita a un generoso entusiasmo apostólico, al inicio de un siglo rico en desafíos a menudo inéditos, pero siempre impregnados de la presencia vigilante y operante de Dios. Al respecto, vuestras Constituciones recuerdan que "la vocación de Misioneras del Sagrado Corazón compromete a extender el fuego que Jesús vino a traer a la tierra" (n. 15).

Es lo que santa Francisca Cabrini hizo con valentía durante toda su vida, consagrada completamente a llevar el amor de Cristo a cuantos, lejos de su patria y de su familia, corrían el riesgo de alejarse también de Dios. A menudo repetía a sus hijas: "Imitemos la caridad del Corazón adorable de Jesús en la salvación de las almas; hagámonos todas a todos para ganar a todos para Jesús, como él hace continuamente", y también: "Si pudiera, oh Jesús, abrir mis brazos y abrazar a todo el mundo para dártelo, ¡cuán feliz sería!".

Si quieren seguir los pasos de su fundadora, sus hijas espirituales no pueden por menos de ir, con renovado ardor, a las fronteras de la caridad, para hacer visible el amor misericordioso e compasivo del Señor, y hacer que resuene el anuncio de Cristo donde la Providencia las ha puesto a trabajar.

3. Ante las nuevas condiciones de la movilidad humana, las religiosas de la madre Cabrini están llamadas a ofrecer una acogida atenta y solidaria a los emigrantes de nuestro tiempo, que a menudo llevan, además del peso de los sufrimientos, la soledad y la pobreza, un rico bagaje de humanidad, de valores y de esperanzas. Es preciso que se comprometan, además, a prestar atención particular en la promoción de la mujer, especialmente en los ambientes donde está más amenazada e indefensa. La educación de los niños y los adolescentes, la catequesis y la pastoral juvenil deben seguir siendo para ellas vías privilegiadas de evangelización y formación cristiana, canales de transmisión de una fe que influya en la cultura y en la vida.

Sostenidas por la palabra del Señor, que invita a "remar mar adentro", y mirando el ejemplo de su fundadora, las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús se deben dedicar con celo y entusiasmo a la mies que el Señor les confía. A pesar del ambiente social a menudo hostil, no deben dejar de dar testimonio del primado de Dios y, con las palabras y con la vida, han de difundir en su entorno la alegría de su consagración a Cristo casto, pobre y obediente.

Esto supone en ellas la lúcida conciencia de que su compromiso primero y prioritario debe ser el esfuerzo diario de la ascesis cristiana personal y comunitaria para configurase con Cristo, "tomando a Jesús -como escribió la madre Cabrini- por modelo en todos los acontecimientos y en todas nuestras acciones, uniendo todos nuestros pasos a los suyos, para no caminar más que por el sendero de su amor".

4. Confío en que el deseo de fidelidad a la misión y al carisma originario lleve a vuestro instituto a custodiar siempre el gran valor de la vida comunitaria. Es muy importante construir comunidades fraternas, que evangelicen en primer lugar con el testimonio de su vida. Que las casas en las que viven las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús sean verdaderas escuelas de formación y de crecimiento humano y espiritual, lugares donde se manifieste el amor de Dios en el servicio y en la caridad, en el perdón ofrecido y aceptado. Este estilo de vida constituirá para todos un eco elocuente de la buena nueva y una propuesta vocacional eficaz, que motivará a las jóvenes a una seria reflexión sobre la vida consagrada.

199 Otro compromiso importante del Instituto será proseguir el camino ya emprendido de comunión y participación de su carisma con los laicos, afrontando juntos los desafíos de hoy. El deseo de ser fieles al carisma de los orígenes, conservando vivas las exigencias superiores del reino de Dios, no podrá por menos de impulsar a cada miembro y a cada comunidad a recorrer un exigente itinerario de formación permanente, con constante atención a los desafíos modernos y a los signos de los tiempos.

5. Reverenda madre, el Señor guíe con la fuerza de su Espíritu los trabajos capitulares, para que den a toda vuestra familia religiosa los deseados frutos espirituales y apostólicos.
Invocando sobre vosotras la protección materna de María Santísima de las Gracias, que santa Francisca Javier Cabrini indicaba a sus hijas como Madre y Maestra, os animo en vuestra misión y con afecto le imparto a usted, reverenda madre, y a cada una de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, una especial bendición apostólica, prenda de abundantes gracias y de alegría espiritual.

Vaticano, 24 de junio de 2002





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LA HERMANDAD DE SACERDOTES OPERARIOS


DIOCESANOS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS




Al Rev.do. Sr. D. Ángel J. Pérez Pueyo
Director General de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos
del Sagrado Corazón de Jesús

Me es grato dirigirme a vosotros con ocasión de la celebración en Roma, en la sede del Pontificio Colegio Español de San José, de vuestra XX Asamblea General. A través de vosotros quiero saludar también a todos los miembros de la Hermandad y expresar mi gratitud por el importante servicio eclesial que lleváis a cabo, especialmente en el ámbito de la pastoral vocacional. Lo hago, al mismo tiempo, con el fin primordial de alentaros a mirar hacia el futuro con audacia y realismo para vislumbrar las nuevas señales del Reino, revitalizar y hacer más significativo hoy vuestro carisma, -uno de los carismas medulares de la Iglesia-, y responder a las verdaderas aspiraciones y necesidades que los hombres poseen en la orientación de sus vidas.

Teniendo, por tanto, en cuenta la especificidad que os es propia y en plena sintonía con la llamada que repetidamente vengo haciendo para redoblar el esfuerzo pastoral por las vocaciones al sacerdocio y a la vida de especial consagración, habéis formulado el eje central de vuestros trabajos de estos días con la frase: "la pastoral vocacional, desafío de nuestra identidad hoy".

Los Sacerdotes Operarios Diocesanos habéis dedicado siempre vuestras mejores energías a la pastoral de las vocaciones sacerdotales, religiosas y apostólicas, conscientes de que son el medio universal y más eficaz para la promoción de todos los demás campos pastorales.

La presente Asamblea tiene que ser, pues, un acontecimiento de gracia en el que, reafirmando vuestro auténtico fundamento institucional, desentrañéis la vitalidad, la fecundidad y la radicalidad contenida todavía en el propio carisma heredado, para ofrecer nuevas e inéditas expresiones del delicado quehacer de la pastoral vocacional.

200 Esta tarea, especialmente hoy, es verdaderamente urgente y necesaria. Implica promover, formar y acompañar los procesos de nacimiento, maduración y discernimiento de toda vocación eclesial, especialmente al ministerio presbiteral, ayudando a descubrirla como un don y a vivirla en continua acción de gracias, ya que ella es un regalo de amor, un don de Dios, "una gratia gratis data (charisma)" (Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis PDV 35).

Deseo exhortaros a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de vuestro fundador, adaptándoos, cuando sea necesario, a las nuevas situaciones y necesidades, en plena docilidad a la inspiración divina y al discernimiento eclesial. Una creciente atención a la identidad original será el criterio seguro para buscar las formas adecuadas de testimonio capaces de responder a las exigencias del momento actual (cfr. Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata VC 37).

Trabajad, pues, en fidelidad al carisma que el Señor infundió al Beato Manuel Domingo y Sol, aquel a quien mi predecesor el Papa Pablo VI llamó el "santo apóstol de las vocaciones sacerdotales" y del cual, yo mismo, con motivo del I Centenario de la fundación de la Hermandad, escribí: "Siendo fiel a la llamada de Cristo y dócil a las insinuaciones del Espíritu, ... supo no sólo indicaros pautas adecuadas...sino también daros con su conducta ejemplar y sus escritos la clave para configurar realmente la existencia sacerdotal a medida del don de Cristo,... y ser en el seno de la Iglesia germen de una nueva familia de sacerdotes imbuidos de espíritu evangélico y volcados con incondicional entrega al servicio de los hombres..." (Carta de S.S. Juan Pablo II a los Sacerdotes Operarios Diocesanos al cumplirse el I Centenario de la Fundación de la Hermandad, Vaticano, 25 de enero de 1983).

Queridos hijos ¡continuad con ánimo renovado la obra que la Iglesia os ha confiado! tratando de llevarla a cabo con el estilo de vida y acción que os caracteriza: la fraternidad sacerdotal. Tened por cierto que "no pretendiendo ser más que sacerdotes, y nada más que sacerdotes, y santos"(cfr. Escritos), vuestra vida y ejemplo se traducirán, sin duda, en un estímulo para cuantos buscan el seguimiento radical de Cristo, favoreciendo en ellos "la respuesta libre, decidida y generosa, que hace operante la gracia de la vocación" (Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata VC 64). Pues en definitiva "la vocación sacerdotal es esencialmente una llamada a la santidad, que...es intimidad con Dios, es imitación de Cristo, pobre, casto, humilde; es amor sin reservas a las almas y donación a su verdadero bien; es amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos, porque ésta es la misión que Cristo le ha encomendado" (Exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis PDV 33).

Llevad a buen término el arduo cometido que os compete teniendo en cuenta el aspecto referente a la inculturación, ya que el Instituto, extendido desde la nativa Tortosa hasta otros países, particularmente en América Latina, vive hoy una enriquecedora realidad pluri cultural. Hacedlo siempre en plena armonía con las Iglesias particulares donde la Hermandad está presente y en estrecha colaboración con los Obispos, con los organismos de las diócesis y congregaciones, especialmente con los que específicamente promueven y coordinan la pastoral vocacional, buscando nuevos cauces y métodos que impulsen este ámbito pastoral.

Confiando en la palabra de Cristo "Duc in altum!" (Lc 5,4) abrid vuestro corazón a la invitación que he dirigido en la Carta Apostólica Novo milenio ineunte (cf. NMI 1; 15; 56) y afrontad con coraje el desafío de la evangelización en este milenio, -nueva primavera del Espíritu-, que acabamos de iniciar. No digáis nunca: lo hemos intentado todo; ya no hay nada que hacer. Al contrario, estad siempre dispuestos a seguir transformando vuestro compromiso e identidad de "operarios" en orientaciones pastorales concretas que respondan a las exigencias de vuestro carisma y a las necesidades de la Iglesia en el mundo de hoy.

Y volviendo a vuestros lugares de origen, recordad a todos los miembros de la Hermandad las palabras del Maestro: "Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar" (Lc 5,4). No cedáis al desaliento. Trabajad con ánimo alegre y decidido, sabiendo que no es vuestra obra, sino la del Señor. Implicaros, pues, decididamente con el irrenunciable deber de fomentar las vocaciones a vuestro propio Instituto, de impulsar todo tipo de vocación consagrada y de sensibilizar a las comunidades eclesiales donde desarrolláis vuestra labor evangelizadora para que tomen conciencia de que las vocaciones al sacerdocio son un problema vital que está en el corazón mismo de la Iglesia. ¡Recordando que vuestra Institución tiene un carácter específicamente eucarístico, haced que Jesús Sacramentado sea siempre la fuente de todas las gracias en vuestras empresas (cfr. Escritos I, 5º-31) y que la Virgen santísima, modelo de consagración y seguimiento, os acompañe siempre en la tarea evangelizadora que realizáis!

Con estos sentimientos y como prenda de abundantes gracias divinas os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 6 de julio de 2002

IOANNES PAULUS II








MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS CLÉRIGOS REGULARES DE SAN PABLO


EN EL V CENTENARIO DEL NACIMIENTO


DE SAN ANTONIO MARÍA ZACCARÍA




Al reverendísimo padre
Giovanni Maria VILLA
201 Superior general de los
Clérigos Regulares de San Pablo

1. Con ocasión del V centenario del nacimiento de san Antonio María Zaccaría, deseo unirme espiritualmente a la alegría de esa congregación, de las religiosas Angélicas de San Pablo y del Movimiento de los Laicos de San Pablo, y elevar al Señor una ferviente acción de gracias porque con él dio a la Iglesia un incansable imitador del Apóstol de los gentiles y un luminoso modelo de caridad pastoral. Expreso mis mejores deseos de que las solemnes celebraciones jubilares constituyan una ocasión valiosa para poner de relieve el don de la santidad resplandeciente en la Iglesia de todas las épocas, y que en el siglo XVI tuvo en san Antonio María Zaccaría un testigo singular. Asimismo, deseo que usted, sus colaboradores y toda la familia espiritual de san Antonio María Zaccaría sigan fielmente sus huellas. Él conquistó innumerables almas para la "ciencia del amor de Jesucristo", suscitando una gran variedad de carismas de vida consagrada. Señalaba constantemente la meta de la santidad no sólo a sus religiosos encaminados por la senda de la "reforma" o "renovación" espiritual, sino a todos los fieles, a los que recordaba que estaban llamados a ser "no pequeños..., sino grandes santos" (Carta XI).

Las celebraciones del V centenario del nacimiento de vuestro fundador representan una valiosa oportunidad para profundizar en la actualidad de su mensaje. Estoy seguro de que la reflexión sobre su amor ardiente a Jesús, "exaltado en la cruz y oculto bajo los velos eucarísticos", y sobre su incansable celo por las almas, constituirá para sus hijos espirituales una invitación a dedicarse con renovado ardor a la educación humana y cristiana de las generaciones jóvenes, que son el futuro de la Iglesia y de la sociedad.

2. San Antonio María Zaccaría tendía a este objetivo, inspirado en el Apóstol de los gentiles y, por ese motivo, le gustaba definirse "sacerdote de Pablo apóstol". Indicó este mismo modelo a las familias religiosas y al movimiento laical que fundó. Solía recomendar a sus seguidores: "Estad seguros y convencidos de que edificaréis, sobre el fundamento de Pablo, no heno ni madera, sino oro y perlas, y se abrirán sobre vosotros, y sobre los vuestros, los cielos y sus tesoros" (Carta VI).

En la escuela de san Pablo aprendió la ley fundamental de la vida espiritual entendida como un "crecer a cada momento" (Carta X), hasta alcanzar la talla del hombre perfecto en Cristo, despojándose incesantemente del hombre viejo, para revestirse del hombre nuevo en la justicia y en la santidad (cf. Ef
Ep 4,22-24).

Durante su vida tuvo que afrontar obstáculos y persecuciones, pero mostró siempre una valentía indómita y confianza en el Señor. Estos mismos sentimientos deben albergar hoy cuantos forman parte de su familia espiritual. En efecto, es preciso afrontar con la audacia que nace del amor la difícil situación en la que se encuentran no pocas de vuestras beneméritas y seculares instituciones educativas, para seguir poniendo la riqueza de vuestra tradición pedagógica al servicio de los jóvenes, de sus familias y de la sociedad entera.

Del mismo modo, es necesario cuidar con singular celo la formación cristiana de las nuevas generaciones a través del anuncio de la palabra de Dios, la celebración puntual y devota de los sacramentos, especialmente el de la reconciliación, la dirección espiritual, los retiros y los ejercicios espirituales. Todo esto, que ha constituido desde el comienzo un aspecto específico del carisma barnabita, exige de los Clérigos Regulares de San Pablo un ardiente y constante impulso apostólico. El pueblo de Dios necesita hoy, más que nunca, guías autorizados y alimento espiritual abundante, para acoger y vivir "el grado alto de la vida cristiana ordinaria", mediante una oportuna "pedagogía de la santidad" (cf. Novo millennio ineunte NM 31).

3. Las palabras y el ejemplo de vuestro fundador siguen estimulando a sus hijos a una renovada fidelidad al impulso misionero, que se alimenta de una oración ferviente y se basa en una sólida preparación teológica y cultural. En efecto, sólo así es posible realizar por doquier un anuncio eficaz y un testimonio creíble del Evangelio (cf. ib., 42-57) y contribuir a la vasta acción de la nueva evangelización, que implica a toda la comunidad eclesial. Quiera Dios que esa benemérita congregación, tomando del fecundo patrimonio espiritual de su fundador, recorra con decisión el camino de Dios (cf. Sermón VI), para dar "vitalidad espiritual" (Carta V) al pueblo cristiano.

Queridos hermanos y hermanas, no tengáis miedo de librar una lucha abierta contra la mediocridad, las componendas y cualquier forma de tibieza, que vuestro santo fundador definía como "pestífera y mayor enemiga de Cristo crucificado, la cual reina en tan gran medida en los tiempos modernos" (ib.). Cada uno se ha de esmerar por hacer que fructifiquen los dones recibidos y por perseverar en la oración y en las obras de amor, manteniendo viva en toda circunstancia la confianza en la divina Providencia.

4. San Antonio María Zaccaría no sólo se preocupaba por recordar constantemente a los laicos la llamada universal a la santidad, sino también por implicarlos en la evangelización. Imitando su ejemplo, también vosotros, queridos Barnabitas, juntamente con las religiosas Angélicas y los Laicos de San Pablo, no dudéis en estimular a cuantos se sientan llamados a testimoniar el carisma de vuestro fundador en los diversos ámbitos de la vida social. Asimismo, promoved una atenta y actualizada pastoral vocacional para acompañar y sostener a los que el Señor llama a la vida consagrada.

202 Así, la triple familia espiritual fundada por san Antonio María Zaccaría, que a ejemplo suyo sigue las huellas de san Pablo, crecerá en la comunión de propósitos y de corazones, y podrá volver a proponer con ardor siempre nuevo el camino de la santidad a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El Señor, por intercesión de la santísima Virgen, de la que san Antonio María Zaccaría fue tierno y fiel devoto, suscite en cada miembro de ese instituto el entusiasmo y la valentía del bien al servicio de Dios y de los hermanos necesitados.

Con estos deseos, le imparto de corazón a usted, reverendísimo padre, a los religiosos Barnabitas, a las religiosas Angélicas y a los miembros del movimiento laical de San Pablo, una especial bendición apostólica, propiciadora de gracias y de renovado fervor espiritual y apostólico.

Vaticano, 5 de julio de 2002







MENSAJE DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


AL OBISPO DE ALBANO


CON OCASIÓN DEL CENTENARIO DE LA MUERTE


DE SANTA MARÍA GORETTI




Al venerado hermano
Mons. Agostino VALLINI
Obispo de Albano

1. Hace cien años, el 6 de julio de 1902, en el hospital de Nettuno, moría María Goretti, bárbaramente apuñalada el día anterior en la aldea de Le Ferriere, en el Agro pontino. Por su historia espiritual, por la fuerza de su fe y por la capacidad de perdonar a su asesino se sitúa entre las santas más amadas del siglo XX. Por tanto, oportunamente, la Congregación de la Pasión de Jesucristo, a la que se ha confiado la atención del santuario en el que descansan los restos de la santa, ha querido celebrar con particular solemnidad este aniversario.

Santa María Goretti fue una muchacha a la que el Espíritu de Dios dio la valentía de permanecer fiel a la vocación cristiana hasta el sacrificio supremo de su vida. La joven edad, la falta de instrucción escolar y la pobreza del ambiente en el que vivía no impidieron a la gracia manifestar en ella sus prodigios. Más aún, precisamente en esas condiciones se manifestó de modo elocuente la predilección de Dios por las personas humildes. Vuelven a la memoria las palabras con las que Jesús bendice al Padre celestial por haberse revelado a los pequeños y a los sencillos, más bien que a los sabios y a los inteligentes del mundo (cf. Mt Mt 11,25).

Se ha observado con razón que el martirio de santa María Goretti inauguró el que se llamaría siglo de los mártires. Y precisamente desde esta perspectiva, al término del gran jubileo del año 2000, subrayé que "la viva conciencia penitencial no nos ha impedido dar gloria al Señor por todo lo que ha obrado a lo largo de los siglos, y especialmente en el siglo que acabamos de concluir, concediendo a su Iglesia una gran multitud de santos y mártires" (Novo millennio ineunte NM 7).

2. María Goretti, nacida en Corinaldo, en Las Marcas, el 16 de octubre de 1890, tuvo que emprender muy pronto, junto con su familia, el camino de la emigración, llegando, tras varias etapas, a Le Ferriere de Conca, en el Agro pontino. A pesar de las dificultades de la pobreza, que no le permitieron ni siquiera ir a la escuela, la pequeña María vivía en un ambiente familiar sereno y unido, animado por la fe cristiana, donde los hijos se sentían acogidos como un don y eran educados por los padres en el respeto a sí mismos y a los demás, así como en el sentido del deber cumplido por amor a Dios. Esto permitió a la niña crecer de modo sereno, cultivando una fe sencilla, pero profunda. La Iglesia ha reconocido siempre a la familia la función de lugar primero y fundamental de santificación para cuantos forman parte de ella, comenzando por los hijos.

En ese ambiente familiar, María asimiló una sólida confianza en el amor providente de Dios, confianza que se manifestó particularmente en el momento de la muerte de su padre, a causa de la malaria. "¡Ánimo, mamá, Dios nos ayudará!", dijo la niña en aquellos momentos difíciles, reaccionando con fuerza al grave vacío producido en ella por la muerte de su padre.
203 3. En la homilía para su canonización, el Papa Pío XII, de venerada memoria, definió a María Goretti como "la pequeña y dulce mártir de la pureza" (cf. Discorsi e Radiomessaggi, XII [1950-1951] 121), porque, a pesar de la amenaza de muerte, fue fiel al mandamiento de Dios.

¡Qué luminoso ejemplo para la juventud! A la mentalidad de apatía, que impregna a gran parte de la sociedad y de la cultura de nuestro tiempo, le cuesta a veces comprender la belleza y el valor de la castidad. El comportamiento de esta joven santa denota una percepción elevada y noble de su propia dignidad y de la ajena, que se reflejaba en las opciones diarias, confiriéndoles plenitud de sentido humano. ¿No es una lección de gran actualidad? Ante una cultura que sobrevalora el aspecto físico en las relaciones entre el hombre y la mujer, la Iglesia sigue defendiendo y promoviendo el valor de la sexualidad como factor que comprende todos los aspectos de la persona y que, por tanto, debe vivirse con una actitud interior de libertad y de respeto recíproco, a luz del designio originario de Dios. Desde esta perspectiva, la persona se descubre destinataria de un don y llamada a hacerse, a su vez, don para el otro.

En la carta apostólica Novo millennio ineunte afirmé que "en la visión cristiana del matrimonio, la relación entre un hombre y una mujer -relación recíproca y total, única e indisoluble- responde al proyecto originario de Dios, ofuscado en la historia por la "dureza de corazón", pero que Cristo vino a restaurar en su esplendor originario, revelando lo que Dios quiso "desde el principio" (cf. Mt
Mt 19,8). Además, en el matrimonio, elevado a la dignidad de sacramento, se expresa el "gran misterio" del amor esponsal de Cristo a su Iglesia (cf. Ef Ep 5,32)" (n. 47).

Es innegable que son muchas las amenazas que se ciernen actualmente sobre la unidad y la estabilidad de la familia. Pero, afortunadamente, junto a ellas hay una renovada conciencia de los derechos de los hijos a ser educados en el amor, protegidos de todo tipo de peligros y formados para que afronten a su vez la vida con confianza y fortaleza.

4. Merece también particular atención, en el testimonio heroico de la santa de Le Ferriere, el perdón ofrecido a su asesino y el deseo de volver a encontrarse con él, un día, en el paraíso. Se trata de un mensaje espiritual y social de extraordinaria importancia para nuestro tiempo.
El reciente gran jubileo del año 2000, entre otros aspectos, se caracterizó por un profundo llamamiento al perdón, en el marco de la celebración de la misericordia de Dios. La indulgencia divina por las miserias humanas es un exigente modelo de comportamiento para todos los creyentes. El perdón, en el pensamiento de la Iglesia, no significa relativismo moral o permisivismo.
Al contrario, requiere el reconocimiento pleno de la propia culpa y la aceptación de las propias responsabilidades, como condición para recuperar la verdadera paz y reanudar confiadamente el propio camino hacia la perfección evangélica.

Ojalá que la humanidad avance con decisión por la senda de la misericordia y del perdón. El asesino de María Goretti reconoció la culpa cometida, pidió perdón a Dios y a la familia de la mártir, expió con convicción su crimen y durante toda su vida mantuvo esta disposición de espíritu. La madre de la santa, por su parte, le ofreció sin reticencias el perdón de la familia en la sala del tribunal donde se celebró el proceso. No sabemos si fue la madre quien enseñó el perdón a su hija, o si el perdón ofrecido por la mártir en su lecho de muerte determinó el comportamiento de su madre. Sin embargo, es cierto que el espíritu del perdón animaba las relaciones de toda la familia Goretti y, por esta razón, pudo expresarse con tanta espontaneidad en la mártir y en su madre.

5. Cuantos conocían a la pequeña María, el día de su funeral decían: "Ha muerto una santa". Su culto ha ido difundiéndose en todos los continentes, suscitando por doquier admiración y sed de Dios. En María Goretti resplandece el radicalismo de las opciones evangélicas, no impedido, sino más bien confirmado por los inevitables sacrificios que exige la pertenencia fiel a Cristo.

Señalo el ejemplo de esta santa especialmente a los jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia y de la humanidad. Al aproximarse ya la XVII Jornada mundial de la juventud, deseo recordarles lo que escribí en el mensaje dirigido a ellos como preparación para este acontecimiento eclesial tan esperando: "En el corazón de la noche podemos sentir temor e inseguridad, esperando sólo con impaciencia la llegada de la luz de la aurora. Queridos jóvenes, a vosotros os corresponde ser los centinelas de la mañana (cf. Is Is 21,11-12) que anuncian la llegada del sol, que es Cristo resucitado" (n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de agosto de 2001, p. 3).

Caminar tras las huellas del divino Maestro entraña siempre una decidida toma de posición por él. Es preciso comprometerse a seguirlo dondequiera que vaya (cf. Ap Ap 14,4). Sin embargo, en este camino los jóvenes saben que no están solos. Santa María Goretti y los numerosos adolescentes que a lo largo de los siglos han pagado con el martirio su adhesión al Evangelio están a su lado para infundir en su corazón la fuerza de permanecer firmes en la fidelidad. Así podrán ser los centinelas de una radiante mañana, iluminada por la esperanza. ¡La Virgen santísima, Reina de los mártires, interceda por ellos!

204 Al elevar esta súplica, me uno espiritualmente a todos los que participarán en las celebraciones jubilares durante este centenario, y le envío a usted, venerado pastor diocesano, a los beneméritos padres pasionistas que atienden el santuario de Nettuno, a los devotos de santa María Goretti, y en particular a los jóvenes, una especial bendición apostólica, prenda de abundantes favores celestiales.

Vaticano, 6 de julio de 2002








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