Discursos 2003 30

DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A UN GRUPO DE FRANCISCANOS DE POLONIA


Martes 11 de febrero de 2003





Queridos hermanos en el episcopado,
venerados padres,
queridos hermanos bernardinos:

Os doy mi cordial bienvenida a todos. Habéis llegado a Roma, visitando a lo largo de vuestro itinerario las tumbas de san Francisco y de san Bernardino de Siena, para dar gracias a Dios, aquí, ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, por los 550 años de la presencia de los Frailes Menores (bernardinos) en tierra polaca. Me uno de buen grado a esta acción de gracias, porque sé cuánto bien ha hecho y cuán profundamente se ha insertado en nuestra espiritualidad y en nuestra cultura nativas.

31 Este jubileo está vinculado a la fundación del convento de Cracovia. Son muy queridos para mí aquel convento y aquella basílica de la calle Bernardynska. Durante mi juventud iba muchas veces allí; lo mismo hice más tarde como sacerdote y, por último, como obispo de Cracovia. También han sido numerosos mis encuentros con vuestra comunidad. De modo particular, han quedado grabados en mi memoria el encuentro y el simposio científico que se desarrollaron en el ámbito del jubileo de san Francisco, en abril de 1976. Recuerdo que dije entonces, al inaugurar el congreso: "Debemos orar mucho para obtener un Francisco de nuestros tiempos. Quizá no sólo uno, sino muchos. Vivimos en una época en la que el concilio Vaticano II nos ha revelado ampliamente la dimensión del pueblo de Dios. Por tanto, en nuestros tiempos democráticos, tal vez sea necesario que san Francisco llegue a ser el modelo de todos nosotros: de toda la Iglesia en Polonia".

Creo que estas palabras no han perdido nada de su actualidad. Más aún, tenemos la impresión de que el hombre y el mundo del inicio del tercer milenio esperan, quizá hoy más que nunca, que los impregne el espíritu de san Francisco. El hombre de hoy necesita la fe, la esperanza y la caridad de san Francisco; necesita la alegría que brota de la pobreza de espíritu, es decir, de una libertad interior; quiere aprender nuevamente el amor a todo lo que Dios ha creado; y necesita, por último, que en las familias, en las sociedades y entre las naciones reinen la paz y el bien. Esto es lo que necesitan Polonia, Ucrania y el mundo entero.

Por eso, vuestra comunidad, al celebrar el jubileo, a la vez que dirige su mirada al pasado y da gracias a Dios por todos los bienes recibidos en el tiempo transcurrido, de modo particular debe mirar también al futuro. Debéis pedir a Dios que os convierta cada vez más plenamente en testigos del espíritu de san Francisco. Para obtener esto, oro juntamente con vosotros. Y, dado que estamos viviendo el Año del santo Rosario, lo hago por intercesión de María, invocando a san Bernardino de Siena, vuestro protector y patrono, que fue muy devoto de ella.

Doy gracias a Dios también por los diez años de la Custodia de San Miguel Arcángel en Ucrania. No es un gran jubileo, pero es importante; constituye la invitación a una gran acción de gracias por todo el bien que ha producido al amado pueblo de Dios en Ucrania, gracias a vuestro ministerio perseverante y generoso.

Agradezco una vez más la acogida que me brindó la provincia de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María en el santuario de Kalwaria Zebrzydowska. Deseo que vuestra comunidad crezca en número y en gracia, y que la intercesión y el ejemplo de vuestros santos patronos, Francisco y Bernardino, os sostengan por los caminos de la santidad.

También deseo saludar de corazón a los profesores y a los alumnos del seminario Mundelein, de Chicago.

Dios os bendiga.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN LA XI JORNADA MUNDIAL DEL ENFERMO


Basílica de San Pedro

Martes 11 de febrero de 2003

: Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Como todos los años, con gran alegría vengo a encontrarme con vosotros al final de esta celebración dedicada especialmente a vosotros, queridos enfermos. Mi primer saludo es para vosotros, que sois los protagonistas de esta Jornada mundial del enfermo. Extiendo de buen grado mi saludo a los que os acompañan, familiares, amigos y voluntarios, así como a los miembros de la UNITALSI. Saludo al cardenal vicario, a los obispos y sacerdotes presentes, a los religiosos y religiosas, y a los que, de diversas maneras, trabajan al servicio de los enfermos y de los que sufren.

32 Saludo cordialmente a los miembros de la Obra Romana de Peregrinaciones y a los participantes en el Congreso nacional teológico-pastoral que se está celebrando en Roma sobre el tema: "La peregrinación, senda de paz". A este respecto, pienso en Tierra Santa, y expreso el deseo, apoyado con la oración, de que cuanto antes esos lugares santificados por la presencia de Cristo recuperen un clima de paz, que permita la reanudación del flujo de peregrinos.

2. Se celebra hoy la Jornada mundial del enfermo, que llega a su undécima edición, bajo la protección de la Virgen Inmaculada. Dentro de poco, los cantos y las oraciones nos llevarán espiritualmente a Lourdes, lugar bendecido por Dios y tan querido para vosotros. Al mismo tiempo, nos unimos a los numerosos fieles congregados en el santuario nacional de Washington, también dedicado a la Inmaculada, donde este año tienen lugar las principales manifestaciones de la Jornada mundial del enfermo.

Al observar la venerada imagen de la Virgen de Lourdes, nuestra mirada se detiene en el rosario que pende de sus manos juntas. Parece que la Virgen orante quiere renovar la invitación que hizo a la pequeña Bernardita a rezar con confianza el santo rosario. ¡Con cuánta alegría acogemos esta exhortación en la Jornada mundial del enfermo, que constituye una etapa significativa del Año del Rosario! Lourdes, Roma y Washington forman hoy una "encrucijada" providencial de una invocación común al Dios de la vida, para que infunda confianza, consuelo y esperanza a los que sufren en el mundo entero.

3. Queridos enfermos, el rosario da la respuesta cristiana al problema del sufrimiento: la toma del misterio pascual de Cristo. Quien lo reza, recorre con María todo el itinerario de la vida y de la fe, itinerario del que forma parte integrante el sufrimiento humano, que en Cristo se transforma en sufrimiento divino-humano, en pasión salvífica.

En los misterios dolorosos se contempla a Cristo que carga sobre sus hombros, por decirlo así, todas las "enfermedades" del hombre y del género humano. Como Cordero de Dios, no sólo asume sus consecuencias, sino también su causa profunda, es decir, no sólo los males, sino también el mal radical del pecado. Su lucha no es superficial, sino radical; su curación no es paliativa, sino completa.

La fuerza por medio de la cual Cristo ha vencido el dominio del mal y ha curado al hombre es el abandono confiado en actitud de sumisión filial a la voluntad del Padre. Esa misma actitud la tenemos nosotros, gracias al Espíritu Santo, cuando, en la experiencia de la enfermedad, recorremos con María la senda de los misterios dolorosos.

4. Amadísimos hermanos y hermanas, el corazón de la Virgen, traspasado por la espada, nos enseña a "comprender a Cristo", a configurarnos con él y a suplicarle (cf. Rosarium Virginis Mariae, 13-16). Nos guía a anunciar su amor (cf. ib., 17): quien lleva la cruz con Jesús da un testimonio elocuente, también para los que se sienten incapaces de creer y esperar.

En este año, turbado por muchas preocupaciones con respecto al destino de la humanidad, he querido que la oración del rosario tuviera como intenciones específicas la causa de la paz y de la familia (cf. ib., 6; 40-42). Vosotros, queridos hermanos y hermanas enfermos, estáis "en primera línea" para interceder por estas dos grandes finalidades.

Que vuestra vida, marcada por el sufrimiento, infunda a todos la esperanza y la serenidad que sólo se experimentan en el encuentro con Cristo. Encomendemos ahora este deseo y cualquier otra intención que llevemos en el corazón a María Inmaculada, Salud de los enfermos. Con afecto os imparto a vosotros y a vuestros seres queridos la bendición apostólica.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL RABINO JEFE DE ROMA,


DOCTOR RICCARDO DI SEGNI


Jueves 13 de feberero de 2003



Estimado rabino jefe de Roma y queridos hermanos en la fe de Abraham:

33 1. Me alegra encontrarme con usted, estimado doctor Riccardo Di Segni, después de su elección como rabino jefe de Roma, y lo saludo cordialmente, así como a los representantes que lo acompañan. Le renuevo mi felicitación por el importante cargo que se le ha confiado y, en esta significativa circunstancia, me complace recordar con profunda estima a su ilustre predecesor, el profesor Elio Toaff.

Esta visita me permite poner de relieve el vivo deseo que anima a la Iglesia católica de profundizar los vínculos de amistad y colaboración recíproca con la comunidad judía. Aquí, en Roma, la sinagoga, símbolo de la fe de los hijos de Abraham, está muy cerca de la basílica de San Pedro, centro de la Iglesia, y doy gracias a Dios que me concedió, el 13 de abril de 1986, recorrer el breve trayecto que separa estos dos templos. Aquella histórica e inolvidable visita ha constituido un don del Omnipotente, y representa una etapa importante en el camino de entendimiento entre los judíos y los católicos. Deseo que el recuerdo de aquel acontecimiento siga ejerciendo una influencia benéfica, y que el camino de confianza recíproca recorrido hasta ahora incremente las relaciones entre la comunidad católica y la comunidad judía de Roma, que es la más antigua de Europa occidental.

2. Es necesario reconocer que en el pasado nuestras dos comunidades convivieron una al lado de la otra, escribiendo a veces "una historia tormentosa", en algunos casos no exenta de hostilidad y desconfianza. Pero el documento Nostra aetate del concilio Vaticano II, la aplicación gradual de las directrices conciliares y los gestos de amistad realizados por unos y otros han contribuido en estos años a orientar nuestras relaciones hacia una comprensión recíproca cada vez mayor. Ojalá que este esfuerzo prosiga, a través de iniciativas de provechosa colaboración en los campos social, cultural y teológico, y crezca la conciencia de los vínculos espirituales que nos unen.

3. En estos días resuenan en el mundo peligrosos clamores de guerra. Nosotros, judíos y católicos, sentimos la urgente misión de pedir al Dios creador y eterno la paz, y de ser nosotros mismos constructores de paz.

¡Shalom! Esta hermosa palabra, tan querida para vosotros, significa salvación, felicidad, armonía, y pone de relieve que la paz es don de Dios; don frágil, puesto en las manos de los hombres, y que hay que salvaguardar también gracias al compromiso de nuestras comunidades.

Que Dios nos haga constructores de paz, con la certeza de que, cuando el hombre realiza obras de paz, es capaz de mejorar el mundo.

¡Shalom! Este es mi cordial deseo para usted y para toda la comunidad judía de Roma. Dios, en su bondad, nos proteja y bendiga a cada uno de nosotros. Bendiga, en particular, a todos los que trazan un camino de amistad y de paz entre los hombres de toda raza y cultura.








A UN GRUPO DE OBISPOS AMIGOS


DEL MOVIMIENTO DE LOS FOCOLARES


Jueves 13 de febrero de 2003




Venerados hermanos en el episcopado:

1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a este encuentro, que se realiza en el contexto del congreso espiritual de obispos amigos del Movimiento de los Focolares. Tiene como tema: "Espiritualidad de comunión: unidad eclesial y fraternidad universal". Os saludo a todos con afecto. Saludo, en particular, al cardenal Miloslav Vlk, arzobispo de Praga, al que agradezco las amables palabras que acaba de dirigirme en nombre de los presentes, trazando un cuadro sintético de vuestros trabajos. Dirijo un cordial saludo a Chiara Lubich, fundadora del Movimiento, la cual ha intervenido en vuestro congreso.

Durante estos días de reflexión y de intercambio de testimonios y de experiencias pastorales, os habéis propuesto profundizar en la "espiritualidad de comunión", respondiendo a la invitación, contenida en la carta apostólica Novo millennio ineunte, a "promover una espiritualidad de comunión" y a "hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión" (cf. n. 43).

34 Las reflexiones y el diálogo entre vosotros han contribuido a ilustrar mejor la necesidad permanente de una auténtica espiritualidad de comunión, que anime de manera cada vez más eficaz la vida y la actividad del pueblo cristiano.

2. La "espiritualidad de comunión" se articula en diversos elementos, que tienen sus raíces en el Evangelio y se enriquecen con la contribución que ofrece a toda la comunidad cristiana el Movimiento de los Focolares, comprometido a testimoniar la "espiritualidad de la unidad". Entre otros, me complace recordar aquí la unidad como "testamento" legado por Jesús a sus discípulos (cf. Jn
Jn 17), el misterio de Cristo crucificado y abandonado como "camino" para alcanzarla, la celebración de la Eucaristía como vínculo de comunión, la acción del Espíritu Santo que anima la vida del Cuerpo místico de Cristo y une a sus miembros, y la presencia de la Virgen María, Madre de la unidad, que nos conduce a todos a Cristo.

No conviene olvidar tampoco el carácter dinámico de la "espiritualidad de comunión", que deriva del vínculo existente entre el amor de Dios y el amor al prójimo. Desde esta perspectiva, es indispensable aprender el arte de "santificarse juntos", en un camino personal y comunitario. Hace falta, además, una comunión cada vez más orgánica "entre la dimensión institucional y la dimensión carismática" de la Iglesia. En efec to, se trata de dos dimensiones igualmente esenciales que "contribuyen a hacer presente el misterio de Cristo y su obra salvífica en el mundo" (Mensaje al Congreso mundial de los Movimientos eclesiales, 27 de mayo de 1998, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de junio de 1998, p. 11).

3. El compromiso en favor de la "espiritualidad de comunión" da un renovado impulso al ecumenismo, puesto que lleva a descubrir formas y modos apropiados para favorecer mejor la concreción del anhelo de unidad de todos los cristianos, que Jesús nos dejó como don y como misión en la última Cena.

Una espiritualidad de comunión abre también grandes posibilidades para el diálogo interreligioso, que, sin embargo, como recordé en la citada carta apostólica Novo millennio ineunte, no puede fundarse en el indiferentismo religioso. Tampoco se debe temer "que pueda constituir una ofensa a la identidad del otro lo que, en cambio, es anuncio gozoso de un don para todos, y que se propone a todos con el mayor respeto a la libertad de cada uno: el don de la revelación del Dios-Amor" (n. 56).

4. Venerados y queridos hermanos, el esfuerzo por construir una "espiritualidad de comunión" requiere superar cualquier dificultad que se presente, incomprensión e incluso fracaso. Es preciso proseguir sin cesar por el camino emprendido, confiando en el apoyo de la gracia divina, para dar vida a una auténtica "unidad eclesial" y a una sólida "fraternidad universal".

Invoco para esto la protección materna de la Virgen del Santo Rosario y, a la vez que os aseguro mi afecto, confirmado por un recuerdo constante en la oración, os imparto de corazón a cada uno de vosotros aquí presentes una especial bendición apostólica, que extiendo de buen grado a las comunidades encomendadas a vuestro cuidado pastoral, y a todos vuestros seres queridos.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A SU BEATITUD CRISTÓDULOS,


ARZOBISPO DE ATENAS Y DE TODA GRECIA




A Su Beatitud

CRISTÓDULOS

Arzobispo de Atenas
y de toda Grecia

"Permaneced en el amor fraterno. No os olvidéis de la hospitalidad" (He 13,1-2).

35 Al recordar de nuevo esta exhortación de la carta a los Hebreos a construir nuestros vínculos sobre ese amor fraterno que debemos albergar los unos hacia los otros, me alegra enviarle, Beatitud, este mensaje por medio del cardenal Walter Kasper y de la delegación de la Santa Sede, que visita a la Iglesia ortodoxa de Grecia. Con este gesto, los representantes de la Santa Sede, invitados por Su Beatitud a Atenas, quieren devolver la grata visita de la delegación del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa de Grecia a Roma en marzo del año pasado. También es un signo concreto de nuestra voluntad de perseverar en el amor fraterno. No olvidamos el deber de hospitalidad, que debe distinguir las relaciones entre los cristianos. Dondequiera que se encuentren, pueden reunirse y redescubrirse hermanos en Cristo. Pueden, juntos, recomenzar desde Cristo.

Por tanto, la delegación de la Santa Sede podrá reanudar los contenidos que propusimos juntos a la consideración de Europa en nuestra Declaración común en el Areópago de Atenas, el 4 de mayo de 2001, y continuar los intercambios fecundos entre los representantes de los diversos dicasterios e instituciones de la Santa Sede, realizados en marzo del año pasado en Roma. Todo esto es para mí motivo de alegría y satisfacción. La Iglesia católica sabe que tiene una misión que cumplir en el continente europeo, en este momento histórico, y la responsabilidad que siente coincide con la de la Iglesia ortodoxa de Grecia. Esta responsabilidad constituye un terreno común en el que se puede desarrollar nuestra colaboración recíproca. El futuro de Europa es tan importante, que nos impulsa a superar nuestro pasado de divisiones, incomprensiones y alejamiento recíproco. Lo que está en juego es la promoción en Europa, hic et nunc, de todos los valores humanos y también de los religiosos, del reconocimiento de las Iglesias y comunidades eclesiales, de la tutela del carácter sagrado de la vida y de la salvaguardia de la creación. Nos mueve la profunda convicción de que el "viejo" continente no debe dilapidar la riqueza cristiana de su patrimonio cultural y no debe perder nada de lo que hizo grande su pasado. Sentimos la necesidad de dar un aspecto nuevo, más eficaz, a nuestro testimonio de fe, de modo que las raíces cristianas de Europa revivan con una savia nueva, la savia de un testimonio nuestro más concorde. Esta colaboración, que hemos de desarrollar y aumentar, podría ser uno de los remedios eficaces contra el relativismo ideológico tan difundido en Europa, contra un pluralismo ético que ignora los valores perennes, y contra una forma de globalización que deja insatisfecho al hombre, puesto que elimina las legítimas diferencias, que han permitido la difusión de tantos tesoros en el Oriente y en el Occidente europeos. Nos corresponde a nosotros trabajar juntos para alcanzar estos importantes y urgentes objetivos.

Beatitud, deseo que este nuevo contacto suscite formas concretas de cooperación entre nosotros. La Iglesia de Roma está dispuesta a la colaboración recíproca, consciente de la necesidad de integrar las tradiciones griega, latina y eslava de la Europa de hoy, para que todo se articule en un conjunto armonioso.

Con estos sentimientos, aseguro a Su Beatitud mi caridad fraterna.

Vaticano, 8 de febrero de 2003







DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS OBISPOS DE GAMBIA, LIBERIA


Y SIERRA LEONA EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 15 de febrero de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría y afecto en nuestro Señor Jesucristo os doy la bienvenida a vosotros, obispos de Gambia, Liberia y Sierra Leona, con ocasión de vuestra visita ad limina. A través de vosotros transmito mi afectuoso saludo al clero, a los religiosos y a los laicos de vuestros países.
Habéis venido a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo para dar testimonio de vuestra fe, y traéis también la devoción de vuestros pueblos a la Iglesia una, santa, católica y apostólica, fundada por Cristo y extendida hasta los confines de la tierra. En efecto, los fieles de vuestras comunidades, con frecuencia, a pesar de grandes adversidades y pruebas, no han dejado de mostrar el celo de un pueblo que ha llegado a ser verdaderamente "linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1P 2,9).

2. Los miembros de la Iglesia católica constituyen una parte muy pequeña de la población de vuestros países, y a veces el clima social, político e incluso religioso hace difíciles la evangelización y el diálogo interreligioso. Pero el Señor mismo pronunció palabras de aliento a este respecto: "No temas, pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha parecido bien daros a vosotros el reino" (Lc 12,32). Vuestras comunidades, recibiendo consuelo y fortaleza de la promesa del Señor, proclaman eficazmente la fuerza del Evangelio de transformar el corazón y la vida de los hombres. Contribuyen a mejorar la sociedad a través de una presencia católica fuerte y constructiva en los campos de la educación, la salud pública y la asistencia a los pobres. En efecto, tanto el pueblo como el Gobierno elogian los programas de asistencia social de la Iglesia en vuestros países. Mediante vuestros esfuerzos continuos en estas áreas dais una muestra elocuente de la vocación misionera, que "pertenece a la naturaleza íntima de la vida cristiana" (Redemptoris missio RMi 1).

A lo largo de la historia, las minorías cristianas se han encontrado en una posición única para difundir el mensaje de Cristo a sus hermanos y hermanas que aún no lo conocen. La obediencia a la palabra de Dios, tal como la proclama auténticamente la Iglesia, debe constituir la base de vuestra relación con las demás comunidades cristianas. Sois conscientes de que esta misma palabra de Dios puede actuar también como punto de partida fundamental para un diálogo esencial con los seguidores de las religiones tradicionales africanas y del islam. Vuestra tarea consiste en seguir fomentando una actitud de respeto mutuo que evite la indiferencia religiosa y el fundamentalismo militante. Debéis permanecer vigilantes para asegurar que la verdad no se silencie jamás. Esta forma de liderazgo social requiere esfuerzos para proteger una libertad religiosa fundamental, que nunca debe explotarse con fines políticos. A nadie se le debería castigar o criticar por decir la verdad.

36 3. Subrayo la necesidad de un compromiso renovado en favor de la formación de los jóvenes y de los laicos. La seducción de las cosas materiales, y la peligrosa atracción de cultos y sociedades secretas, que prometen riqueza y poder, pueden ejercer gran atractivo, especialmente entre los jóvenes. Estas preocupantes tendencias sólo pueden modificarse ayudando a los jóvenes a darse cuenta de que son verdaderamente "una nueva generación de constructores", llamada a trabajar en favor de una "civilización del amor" marcada por la libertad y la paz (cf. Homilía durante la vigilia de oración de la XVII Jornada mundial de la juventud, en el parque Downside de Toronto, Canadá, 27 de julio de 2002, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de agosto de 2002, p. 6). Debéis ayudar a los jóvenes a rechazar "la tentación de usar fáciles vías ilegales hacia falsos espejismos de éxito o riqueza". En efecto, sólo con la justicia, a menudo lograda mediante sacrificios, se puede alcanzar la auténtica paz (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1998, n. 7).

Con vosotros, doy gracias al Padre celestial por el don de tantos hombres y mujeres comprometidos en la labor de catequesis y en la formación fundamental de los laicos, tanto jóvenes como adultos. Son verdaderamente la sal de la tierra y una luz que guía a los demás. Estos "evangelizadores insustituibles" han sido y seguirán siendo la columna dorsal de vuestras comunidades cristianas, difundiendo la buena nueva en circunstancias difíciles e incluso peligrosas. Como obispos, debéis sostener a vuestros catequistas en sus esfuerzos por mejorar su capacidad de asistiros en la labor de evangelización. En consecuencia, se requiere una formación adecuada, tanto espiritual como intelectual, así como un apoyo moral y material, si se pretende que estos comprometidos servidores de la Palabra sean eficaces (cf. Ecclesia in Africa ).

4. Un elemento fundamental de la cultura y la civilización africanas ha sido siempre la familia. "La unión fiel y fecunda del hombre y de la mujer, bendecida por la gracia de Cristo, constituye un auténtico evangelio de vida y de esperanza para la humanidad" (Ángelus, 26 de enero de 2003, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de enero de 2003, p. 1). Desgraciadamente, sobre este evangelio de la vida, fuente de esperanza y de estabilidad, se ciernen en vuestros países las amenazas de la poligamia, el divorcio, el aborto, la prostitución, el tráfico de seres humanos y una mentalidad anticonceptiva. Estos mismos factores contribuyen a una actividad sexual irresponsable e inmoral, que conduce a la propagación del sida, pandemia que no se puede ignorar. Esta enfermedad no sólo destruye innumerables vidas, sino que también amenaza la estabilidad social y económica del continente africano.

Aunque la Iglesia en África hace todo lo que puede por defender la santidad de la familia y su lugar preeminente en la sociedad africana, está llamada sobre todo a proclamar con fuerza y claridad el mensaje liberador del auténtico amor cristiano. Todo programa educativo, sea cristiano o secular, debe poner de relieve que el verdadero amor es un amor casto, y que la castidad nos da una esperanza fundada de superar las fuerzas que amenazan la institución familiar y, al mismo tiempo, de liberar a la humanidad de la devastación causada por azotes como el del VIH y el sida. "La alegría, la felicidad y la paz que proporcionan el matrimonio cristiano y la fidelidad, así como la seguridad que da la castidad, deben ser siempre presentados a los fieles, sobre todo a los jóvenes" (Ecclesia in Africa ). Esta labor no sólo incluye la animación y la educación de los jóvenes, sino que también requiere que la Iglesia impulse los esfuerzos para promover programas que favorezcan el auténtico respeto de la dignidad y de los derechos de la mujer.

5. Aunque vuestros países siguen afrontando desafíos humanitarios, me uno a vosotros para dar gracias a Dios por los grandes progresos logrados con el fin de restablecer la paz en Liberia y en Sierra Leona. Pero, al mismo tiempo, me preocupan los recientes sucesos en las inmediaciones, que podrían amenazar los esfuerzos constantes por restablecer la estabilidad. El camino hacia la paz es siempre arduo. Sin embargo, estoy seguro de que el compromiso y la buena voluntad de los implicados en el proceso pueden ayudar a construir una vez más una cultura del respeto y de la dignidad. La Iglesia, que ha sufrido mucho por esos conflictos, debe mantener su firme actitud para proteger a los que no tienen voz. Os invito, queridos hermanos en el episcopado, a trabajar incansablemente por la reconciliación y a dar un auténtico testimonio de unidad con gestos de solidaridad y apoyo a las víctimas de décadas de violencia.

En esta misma línea, no podemos menos de observar con preocupación la trágica situación de millones de refugiados y desplazados. Algunos son víctimas de desastres nacionales, como la grave sequía en Gambia, mientras que otros han sido marginados por las luchas de poder o por un inadecuado desarrollo social y económico. De modo especial, os felicito a vosotros y a vuestras Iglesias locales porque, a pesar de vuestros recursos tan limitados, ayudáis a las personas que se han visto obligadas a huir de sus propios países y a dirigirse a tierras extranjeras. Debemos recordar siempre que también nuestro Señor y su familia fueron refugiados. Os exhorto a vosotros y a vuestro pueblo a seguir amando y asistiendo a esos hermanos y hermanas precisamente como lo haríais con la Sagrada Familia, recordando siempre que su condición no los hace menos importantes a los ojos de Dios.

6. Otra prioridad de vuestro ministerio es la atención pastoral a la vida espiritual de los hombres y las mujeres consagrados en vuestras diócesis. Esto es verdad especialmente con respecto a las fundaciones más recientes, que necesitan vuestra guía para comprometerse cada vez más en sus apostolados y en la búsqueda de la santidad. Muchos religiosos en vuestros países han seguido a la letra la invitación a "dejarlo todo y, por consiguiente, a arriesgarlo todo por Cristo" (Vita consecrata
VC 40), compartiendo plenamente el destino de vuestro pueblo durante la guerra y la violencia que ha devastado la región. Algunos fueron asesinados, otros han sido hechos prisioneros o se han convertido en refugiados. Esta presencia constante entre sus hermanos y hermanas que afrontan el mismo destino da testimonio de un Dios que no abandona a su pueblo.

7. Es edificante constatar que incluso en medio del desorden y de la guerra muchos hombres y mujeres han seguido respondiendo a la llamada de Dios con generosidad. La ya ardua tarea de una formación adecuada se hace más difícil cuando no se cumplen los requisitos fundamentales para esa labor. Os felicito por vuestros esfuerzos por establecer programas de formación sólida.Los obispos, como principales responsables de la vida de la Iglesia, deben asegurar que todos los candidatos al sacerdocio sean cuidadosamente seleccionados y formados de un modo que los prepare para entregarse totalmente a su misión en la Iglesia. Todos los consagrados de este modo especial a Cristo, Cabeza de la Iglesia, deben tratar de vivir la auténtica pobreza evangélica. En un mundo lleno de tentaciones, los sacerdotes están llamados a desprenderse de las cosas materiales y a consagrarse al servicio de los demás a través del don total de sí en el celibato. Se debe afrontar, investigar y corregir siempre el comportamiento escandaloso.

Dada la grave carencia de sacerdotes en vuestras diócesis, podríais sentiros obligados a encomendar a sacerdotes recién ordenados puestos donde deben asumir inmediatamente graves responsabilidades pastorales. Aunque algunas veces esto sea inevitable, se debe poner siempre mucho cuidado en dar también a los sacerdotes jóvenes el tiempo necesario para alimentar y desarrollar su vida espiritual. Todos los sacerdotes deben tener a su disposición estructuras de apoyo sacerdotal. Estas estructuras incluyen la formación espiritual e intelectual permanente, retiros y días de recogimiento, que congregan en fraternidad a los sacerdotes en la palabra y en los sacramentos.

"Los presbíteros, por la sagrada ordenación y misión que reciben de los obispos, son promovidos para servir a Cristo maestro, sacerdote y rey" (Presbyterorum ordinis PO 1). Vuestros presbíteros son vuestros colaboradores más íntimos, pues su ministerio es un reflejo del amor de Cristo, el buen Pastor, a su grey. Comprometidos en todo momento en las actividades pastorales, necesitan vuestra guía para mantener un correcto equilibrio entre sus tareas y su vida espiritual. La vida sacerdotal debe centrarse en la renovación constante de la gracia recibida con las órdenes sagradas. Vuestro ejemplo y vuestro liderazgo pueden hacer mucho para estimular el crecimiento de esta gracia, especialmente a través de la consulta y colaboración en materias de administración y actividad pastoral. En efecto, esto es esencial para un ministerio verdaderamente eficaz.

8. Queridos hermanos, deseo que sepáis que oro constantemente por vosotros y por vuestro pueblo. Al celebrar un año especial dedicado al Rosario, espero sinceramente que ayudéis a vuestra grey a redescubrir esta rica pero sencilla oración. Es una oración por la paz, una oración por la familia, una oración por los hijos y una oración por la esperanza (cf. Rosarium Virginis Mariae RVM 40-43). María, Reina del Rosario, os asista para guiar hacia la salvación al pueblo de Dios en Gambia, Liberia y Sierra Leona. A cada uno de vosotros, y a todos los sacerdotes, religiosos y fieles laicos de vuestras diócesis imparto de corazón mi bendición apostólica.








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