Discursos 2003 36


A LOS OBISPOS DE GUINEA ECUATORIAL


EN VISITA "AD LIMINA"


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Sábado 15 de febrero de 2003



Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Con gusto os recibo hoy, Pastores de la Iglesia de Dios que peregrina en las tierras de la República de Guinea Ecuatorial, venidos a Roma para realizar la visita Ad limina. En estos días habéis tenido la oportunidad de renovar vuestra fe ante las tumbas de los Santos apóstoles Pedro y Pablo y manifestar la comunión con el Obispo de Roma a través de la unidad, amor y paz (cf. Lumen gentium LG 22), sintiéndoos también corresponsales en la solicitud pastoral por todas las Iglesias (cf. Christus Dominus CD 6). Así mismo, los contactos mantenidos con diversos Dicasterios de la Curia Romana os han servido para recibir apoyo y orientación en la misión que os ha sido confiada.

Con vosotros, Mons. Ildefonso Obama Obono, Arzobispo de Malabo, y Mons. Anacleto Matogo Oyana, Obispo de Bata, quiero saludar a los sacerdotes, religiosos y religiosas que son vuestros colaboradores en la tarea de hacer presente el Reino de Dios en vuestro País, en unas condiciones que no son siempre fáciles. Que en vuestras Iglesias locales y la diócesis de Ebebiyin, actualmente aún desprovista de Obispo, sepan todos que cuentan con el afecto y la oración del Papa, confiando que la acción generosa que llevan a cabo dará sus frutos en orden a una evangelización cada vez más intensa, capaz de penetrar en el corazón y la mente de los hombres y mujeres de Guinea Ecuatorial. Las tres diócesis, unidas con la mente y el corazón, forman la Familia de Dios en vuestro País y han de dar constante testimonio de comunión y fraternidad.

2. Han pasado ya más de veinte años desde que tuve la oportunidad de visitar vuestra hermosa Nación, en aquella peregrinación apostólica de grata memoria que, en febrero de 1982, me llevó hasta los lugares donde hoy, como ministros del Evangelio, lleváis a cabo vuestra labor. Hoy deseo repetir mi llamada, como lo hice en aquella ocasión en la Plaza de la Libertad de Bata para que cada comunidad eclesial, desde la tierra firme o desde las islas, se mantenga firme en una renovada fidelidad en el empeño evangelizador (cf. Homilía, 18 de febrero de 1982).

Todos los fieles, y vosotros en primer lugar puesto que estáis colocados como Cabezas del Pueblo de Dios, deben dedicar las mejores energías a la proclamación misma del Evangelio. En efecto, el hombre ecuatoguineano, que busca satisfacer su hambre de Dios y las legítimas aspiraciones de ver siempre respetada su dignidad y sus derechos inalienables, sólo en Jesucristo puede encontrar la respuesta última a sus interrogantes más profundos sobre el sentido de la vida. La celebración del Gran Jubileo del Dos mil ha hecho sentir la necesidad de que la Iglesia esté "más que nunca fija en el rostro del Señor" (Novo millennio ineunte NM 16). Esta conciencia ha de presidir también la vida y la misión eclesial en Guinea Ecuatorial. Quienes han recibido la misión de guiar y apacentar al pueblo, encuentran en Cristo el ejemplo sublime y las mejores indicaciones para una actuación pastoral abnegada y generosa. Los fieles, por su parte, enraizados en Jesucristo, único Salvador de los hombres, encontrarán la fuerza necesaria para ser sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt Mt 5,13) y dar en toda circunstancia razón de su esperanza (cf. 1Pe 1P 3,15).

3. Una de las dificultades mayores con las que se encuentran vuestras Iglesias particulares es la falta de sacerdotes. Por eso, sigue siendo urgente la promoción de una pastoral vocacional que incorpore a vuestros respectivos presbiterios sacerdotes de origen nativo que vengan a unirse a los misioneros que asisten a las distintas comunidades. Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son un don de Dios que hay que pedirle con insistencia; de ahí la importancia de la oración por las vocaciones, siguiendo en ello el mandato del Señor (cf. Mt Mt 9,38). Luego es importante contar con familias fuertes y sanas, donde se aprendan los genuinos valores, así como con comunidades eclesiales donde la figura del pastor sea considerada y valorada en su justa medida. Es en esos ambientes donde los jóvenes podrán escuchar con nitidez la voz del Maestro que llama a su seguimiento (cf. Mt Mt 19,21) y los conduce a una entrega generosa al servicio de los hermanos.

Después de vuestra última visita Ad limina habéis puesto gran empeño en afianzar el Seminario Nacional para la formación de los nuevos sacerdotes. Os animo a seguir en esta obra. La creación de espacios adecuados donde los candidatos puedan recibir una adecuada preparación en las diversas ciencias humanas y teológicas es, así mismo, de capital importancia. Lo es también enseñarles un estilo de vida en el que la oración y la recepción frecuente de los Sacramentos lleve a los futuros ministros de la Iglesia hacia una intimidad siempre creciente con Jesucristo, favorecida por la disciplina, la convivencia fraterna y la adquisición de los hábitos que configuran el estilo del sacerdote o del consagrado de nuestro tiempo. Es responsabilidad ineludible del Obispo y de los formadores aceptar para la ordenación sacerdotal sólo a los candidatos verdaderamente idóneos, que se presentan guiados sólo por el deseo de seguir a Jesucristo y nunca movidos por ambiciones ambiguas o intereses materiales.

4. Gran parte de las obras asistenciales y de evangelización que la Iglesia lleva a cabo en Guinea Ecuatorial están bajo la responsabilidad de los religiosos y religiosas, muchos de ellos venidos tradicionalmente desde España. Por ello, junto con vosotros, deseo expresarles mi gratitud por todo lo que hacen para que la semilla del Evangelio, plantada desde hace tanto tiempo en vuestra tierra, siga dando frutos abundantes.

Los religiosos y religiosas, presentes en múltiples campos, según el carisma del propio Instituto, desde el apostolado directo en parroquias y misiones, en las obras educativas, sanitarias, o de asistencia social y caritativa, no sólo enriquecen a vuestras Iglesias locales con la eficacia de sus servicios, sino sobre todo, por su testimonio personal y comunitario del Evangelio. Por eso, mientras trabajan en estrecha comunión con los Pastores, merecen no sólo su reconocimiento, sino el de toda la comunidad, así como el respeto continuo, incluso de la sociedad civil, para que puedan mantener e incrementar su generosidad y entrega.

5. Los fieles laicos, en virtud de su compromiso bautismal, tienen un papel de suma importancia ante los retos que plantean el presente y el futuro de Guinea Ecuatorial. Por ello, no olvidéis nunca, queridos hermanos en el Episcopado, la importancia de proporcionarles una catequesis continuada y bien organizada, que les ayude a madurar y afianzar constantemente su fe, fortalecer su esperanza y a hacer cada vez más operante su caridad.

38 Los fieles laicos tienen un cometido específico, cual es el testimonio de una vida intachable en el mundo, la búsqueda de la santidad en la familia, en el trabajo y en la vida social, así como el compromiso de impregnar "con espíritu cristiano el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive" (Apostolicam actuositatem AA 13). Por eso, los Pastores han de pedir a todos los bautizados que no sólo manifiesten claramente su identidad cristiana, sino que sean protagonistas efectivos de un orden social inspirado en la justicia y nunca condicionado con antagonismos, presiones tribales o falta de solidaridad.

Para que puedan llevar a cabo este estilo de vida, se les debe proporcionar una formación religiosa, además de humana, adecuada, que les ayude a hacer frente a formas equivocadas de la religiosidad o a movimientos pseudoreligiosos, tan extendidos hoy en día. Ellos, como fermento en la masa, han de promover los valores humanos y cristianos, de acuerdo con la realidad política, económica y cultural del País, con el fin de instaurar un orden social cada vez más justo y equitativo. En sus comunidades han de dar ejemplo de honestidad y transparencia e, individualmente o legítimamente asociados, han de actuar siempre que sea posible también en la vida publica, iluminándola con los valores del Evangelio y de la Doctrina social de la Iglesia.

6. La historia del pasado siglo en vuestro país, dolorosa en algunos aspectos, dejó consecuencias dolorosas cuyos efectos negativos hay que corregir, tanto en campo eclesial como social. Ante ello, la Iglesia, que quiere servir a la causa de la dignificación del hombre en todos sus aspectos, gozando para ello del justo espacio de libertad, comprensión y respeto, mantiene su voluntad de seguir trabajando para sembrar el bien.

En este sentido, es importante que vosotros, queridos hermanos, y con vosotros vuestros colaboradores, seáis siempre ministros de la reconciliación. (cf. 2Co 2Co 5,18), para que el pueblo que os ha sido encomendado, superando las dificultades del pasado, avance por los caminos de la reconciliación entre todos sin excepción. El perdón no es incompatible con la justicia y el mejor futuro del País es el que se construye en la paz, que es fruto de la misma justicia y del perdón ofrecido y recibido, para que se consolide una convivencia justa y digna, en la que todos encuentren un clima de tolerancia y respeto recíproco.

7. La Iglesia tiene un patrimonio de Doctrina social que presenta una propuesta ética tendente a enaltecer la dignidad del hombre, que es criatura de Dios y por ello es depositario de unos derechos inalienables que no se pueden negar o desconocer. Estos derechos han de ser considerados integralmente, desde el derecho a la vida del ser humano, incluso no nacido, hasta su ocaso natural, el derecho a la libertad religiosa y otros derechos como son a la alimentación, la educación o los derechos a ejercer las libertades de movimiento, de expresión o de asociación.

Es verdad que en el mundo los derechos humanos son un proyecto aún no perfectamente llevado a la práctica, pero no por eso se debe renunciar al propósito serio y decidido de recordarlos y respetarlos. Cuando la Iglesia se ocupa de la dignidad de la persona y de sus derechos inalienables lo hace para velar que nadie los vea violados por otros hombres, por sus autoridades o por autoridades ajenas. Por eso, sin ánimo de desafío, sino en el cumplimiento de vuestra misión, proseguid en el trabajo paciente en favor de la justicia, de la verdadera libertad y de la reconciliación.

8. Queridos hermanos: en este encuentro he reflexionado con vosotros sobre algunos aspectos de vuestra actividad pastoral. En mi despedida en Bata os dije : "Me llevo conmigo el vivo recuerdo de vuestro entusiasmo cristiano y cortesía... Por todos seguiré pidiendo al Padre común del cielo, para que os conceda la paz, la serenidad y seáis siempre buenos cristianos y ciudadanos" (Discurso, 19 febrero 1982). Esto mismo os digo hoy, mientras que de corazón os imparto a vosotros, a los sacerdotes, religiosos y religiosas, y a todos los fieles de las tres diócesis de Guinea Ecuatorial la Bendición Apostólica.










A LOS OBISPOS DE LA REPÚBLICA DE GUINEA


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 15 de febrero de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. La visita ad limina que realizáis durante estos días a la tumba de los apóstoles san Pedro y san Pablo es para mí fuente de alegría. Es una ocasión para fortalecer sin cesar los vínculos de comunión que os unen al Sucesor de Pedro y, por medio de él, a la Iglesia universal. Doy gracias por el compromiso misionero de vuestras comunidades diocesanas y por los frutos que el Espíritu Santo hace que produzca vuestra tarea pastoral. Os acojo muy cordialmente, saludando en particular a monseñor Philippe Kourouma, obispo de N'Zérékoré y presidente de vuestra Conferencia episcopal. Al regresar a vuestras diócesis, llevad a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a todos los fieles, el saludo afectuoso del Papa, que está cerca de cada uno con el pensamiento y la oración. Transmitid a todos vuestros compatriotas mis más cordiales deseos de un futuro de paz y reconciliación, a fin de que todos vivan en un clima de seguridad y fraternidad.

2. La Iglesia católica en Guinea es una realidad muy viva. A lo largo de las páginas felices y de las dolorosas de la historia del país, a pesar del escaso número de sus miembros y sus medios, ha conservado una viva conciencia de que es la levadura del Evangelio, dando razón de su fe, de su esperanza y de su caridad con la proclamación de la Palabra que salva y con el testimonio a menudo heroico de su vida. Como señaláis en vuestras relaciones quinquenales, hoy son numerosos los obstáculos para la acogida de la fe, entre los cuales se cuentan la situación de gran pobreza de la población, la dificultad de anunciar el mensaje evangélico en un ambiente marcado por el predominio de otras tradiciones religiosas y los problemas que se presentan para llegar a comunidades aisladas geográficamente. Los desafíos nuevos de la evangelización que se plantean hoy a la Iglesia no han de atemorizarla; al contrario, deben avivar su conciencia misionera, enraizándola en una unión cada vez más fuerte con Cristo y fortaleciendo los vínculos de comunión, que hacen verdaderamente fecundo el testimonio de los cristianos. La Iglesia, afianzada en los valores humanos y espirituales que constituyen la riqueza de la cultura del pueblo de Guinea, está llamada a sembrar la buena nueva a través de la inculturación del mensaje evangélico, que ofrece a todo hombre la posibilidad de acoger a Jesucristo y dejarse alcanzar en la integridad de su ser personal, cultural, económico y político, con vistas a su unión plena y total con Dios Padre, para llevar una vida santa bajo la acción del Espíritu Santo (cf. Ecclesia in Africa ). Mediante un cambio de mentalidad y una conversión del corazón, siempre necesarios, vuestras comunidades, llamadas a ser cada vez más fraternas, más acogedoras y más abiertas a los demás, han de hacer visibles los signos del amor que Dios alberga por todo hombre.

39 3. Como recordáis en vuestras relaciones quinquenales, esta tarea de evangelización no puede separarse de una promoción humana auténtica, que da a toda persona la posibilidad de vivir plenamente según su dignidad de hijo de Dios. Desde el principio de la evangelización en Guinea, el paciente trabajo de los misioneros, a los que hoy quiero rendir homenaje juntamente con vosotros, ha unido de manera inseparable la misión profética de la Iglesia, manifestando el misterio de Dios, que es el fin último del hombre, y la misión de caridad, revelando al hombre, con las obras, la verdad integral sobre el hombre (cf. Gaudium et spes GS 41). Con sus obras educativas, de ayuda, de asistencia sanitaria y de promoción social, la Iglesia en Guinea hace presente al Verbo de Dios, acompañando el crecimiento material y espiritual de las personas y de las comunidades.

Os invito a proseguir por este camino, exhortando sobre todo a los cristianos a comprometerse cada vez más en la vida política del país, y ayudándoles, con una formación doctrinal adecuada, a conjugar de manera coherente su fe cristiana y sus responsabilidades civiles (cf. Congregación para la doctrina de la fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, n. 3). Así, podrán "ejercer en el tejido social un influjo dirigido a transformar no solamente las mentalidades, sino también las estructuras de la sociedad, de modo que se reflejen mejor los designios de Dios" (Ecclesia in Africa ), trabajando en favor del bien común, de la fraternidad y del establecimiento de la paz en la justicia.

4. Como he podido constatar, en vuestros programas pastorales atribuís un lugar importante a la formación de los diferentes agentes de la evangelización, para que cumplan su misión insustituible en la Iglesia y en la sociedad. Esto se ha hecho particularmente necesario a causa de la ofensiva de las sectas, que se aprovechan de la situación de miseria y credulidad de los fieles para alejarlos de la Iglesia y de la palabra liberadora del Evangelio. Desde esta perspectiva, deseo que prestéis una atención renovada a la formación de los catequistas, a los que saludo con afecto, apreciando su entrega incansable. Os animo vivamente a dar a estos valiosos colaboradores de la misión un apoyo material, moral y espiritual, y a impartirles una formación doctrinal inicial y permanente.
Ojalá que sean modelos de caridad y defensores de la vida, puesto que su ejemplo diario de vida cristiana es un valioso testimonio de santidad para quienes se encargan de guiar hacia Cristo.

5. Son numerosas y de todo tipo las amenazas que favorecen hoy la disgregación de la familia en Guinea y de sus fundamentos, minando así la cohesión social. "Desde el punto de vista pastoral, esto es un verdadero desafío, dadas las dificultades de orden político, económico, social y cultural que los núcleos familiares en África deben afrontar en el contexto de los grandes cambios de la sociedad contemporánea" (Ecclesia in Africa ). Es, pues, esencial estimular a los católicos para que preserven y promuevan los valores fundamentales de la familia. Los fieles deben tener en gran consideración la dignidad del matrimonio cristiano, signo del amor de Cristo a su Iglesia. Plenamente consciente de los daños que puede producir la práctica de la poligamia a la institución del matrimonio cristiano, la Iglesia debe enseñar de forma clara e incansable la verdad sobre el matrimonio y la familia tal como Dios los estableció, recordando principalmente que el amor que se profesan los cónyuges es único e indisoluble, y que, gracias a su estabilidad, el matrimonio contribuye a la realización plena de su vocación humana y cristiana, y lleva a la felicidad verdadera.
La familia es también el ámbito indispensable para el crecimiento humano y espiritual de los hijos.
Deseo, asimismo, que los jóvenes de vuestras diócesis, por los que siento gran afecto, encuentren en su cercanía con Cristo el gusto de acoger su palabra de vida y de estar dispuestos a ponerse a su servicio. Que en medio de las dificultades que encuentran no pierdan jamás la confianza en el futuro; y que, mediante una vida de oración y una intensa vida sacramental, permanezcan cerca de Cristo, para llevar los valores del Evangelio a sus ambientes de vida y desempeñar generosamente su papel en la transformación de la sociedad.

6. Saludo cordialmente a los sacerdotes de vuestras diócesis, colaboradores insustituibles, a quienes debéis considerar como hermanos y amigos, preocupándoos cada vez más por su situación material y espiritual, y estimulándolos a una colaboración cada vez más fraterna con vosotros y entre ellos. Exhorto asimismo a los sacerdotes de vuestras diócesis a manifestar su unidad y su profunda comunión en torno al obispo, con la convicción de que todos están al servicio de una única misión que la Iglesia les ha confiado en nombre de Cristo.

Este testimonio de unidad es realmente esencial para que la Iglesia local prosiga con fecundidad su edificación y su crecimiento. También el ejemplo de vida irreprochable de los sacerdotes es para los jóvenes un fuerte estímulo, que puede ayudarles a responder con generosidad a la llamada del Señor, mostrándoles la alegría que hay al seguir a Cristo. En la promoción de las vocaciones, así como en su discernimiento y en su acompañamiento, la primera responsabilidad corresponde al obispo, responsabilidad que debe asumir personalmente, asegurando la colaboración indispensable de su clero, y especialmente de sacerdotes bien formados para este ministerio, y recordando a las familias cristianas, a los catequistas y a todos los fieles, su responsabilidad particular en este campo.

7. El encuentro con los creyentes de otras religiones, en particular con los musulmanes, es la experiencia diaria de los cristianos en Guinea, país donde el islam tiene una amplia mayoría. En el momento en que las sospechas, la tentación de replegarse o el rechazo de la confrontación puedan constituir obstáculos serios para la estabilidad social y la libertad religiosa de las personas, es importante que prosiga el diálogo de la vida entre cristianos y musulmanes, para que sean testigos cada vez más audaces del Dios bueno y misericordioso, en el respeto mutuo. El futuro de un país se funda, en gran parte, en el respeto de las personas y de su libertad de conciencia, a las que pertenece la libre elección religiosa. Sin embargo, como ya escribí en la carta apostólica Novo millennio ineunte, "el diálogo no puede basarse en el indiferentismo religioso, y nosotros como cristianos tenemos el deber de desarrollarlo dando el testimonio pleno de la esperanza que está en nosotros" (n. 56).

8. Conozco la presencia activa de la Iglesia, principalmente a través de sus organismos caritativos nacionales e internacionales, entre las personas afectadas por graves enfermedades como el sida, entre numerosos refugiados procedentes de países vecinos y, en general, entre todos los que sufren las consecuencias de la pobreza. Os animo a proseguir vuestros esfuerzos para ofrecerles la asistencia material y pastoral necesaria. Doy vivamente las gracias a los que, con generosidad, se ponen al servicio de sus hermanos y hermanas. Así, en nombre de la Iglesia, son los testigos de la caridad de Cristo hacia los más necesitados y los más débiles de la sociedad.

40 9. Al terminar nuestro encuentro, queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, con vosotros doy gracias a Dios por la obra realizada. Encomiendo a cada una de vuestras diócesis a la intercesión materna de la Virgen María, Nuestra Señora del Rosario. Pido a su Hijo Jesús que derrame sobre la Iglesia en Guinea la abundancia de las bendiciones divinas, para que sea un signo vivo del amor que Dios siente por todos, especialmente por los necesitados, los enfermos y las personas que sufren. De todo corazón os imparto la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a todos los fieles laicos de vuestras diócesis.








AL CAPÍTULO DE LAS HIJAS


DE MARÍA SANTÍSIMA DEL HUERTO


Lunes 17 de febrero de 2003



1. Me alegra dirigirle mi cordial saludo a usted, reverenda madre, al consejo general y a las religiosas que se han reunido en Roma para el XVII capítulo general de ese instituto. A cada una manifiesto mi cercanía espiritual y aseguro mi recuerdo en la oración. Deseo, además, enviar a todas las Hijas de María Santísima del Huerto esparcidas por el mundo una palabra especial de aliento, invitándolas a proseguir en su testimonio de vida consagrada y a trabajar generosamente en sus diversas actividades pastorales, educativas y asistenciales.

El tema que guía las reflexiones y el intercambio de experiencias de estos días es muy estimulante: "Consagradas y enviadas al servicio del Reino". Os impulsa, queridas hermanas, a volver a las raíces de vuestro carisma para confrontarlas con las exigencias actuales, en un mundo en continua evolución. La inspiración originaria que llevó a vuestro fundador, en la primera mitad del siglo XIX, a dar inicio, en Chiávari, a una institución religiosa esencialmente orientada al servicio de la persona, sigue ofreciéndoos hoy motivos válidos para un renovado impulso en la misión educativa y caritativa.

2. San Antonio María Gianelli vivió con vigor y pasión su misión al servicio del reino de Dios. Solía repetir: "Dios, Dios, Dios solo". Toda su acción estaba animada por el ardiente anhelo de pertenecer a Cristo. Deseaba servir al Señor en los pobres, en los enfermos y en las personas sin instrucción, así como en los que aún no conocían o no habían encontrado a Dios en su existencia. Abría su corazón a la acogida de los hermanos y se interesaba por toda persona. Sus enseñanzas se encuentran bien expresadas en vuestras Constituciones, que delinean el estilo típico de vuestra familia religiosa: fidelidad al carisma, viviendo en vigilante caridad evangélica, olvidando el propio interés y las propias comodidades; estar atentas a las necesidades de los tiempos, alegrándoos de haceros todas a todos mediante un compromiso que no conozca otro límite que la imposibilidad o la inoportunidad (cf. n. 2).

3. Proseguid, queridas hermanas, por este camino, poniendo a Cristo en el centro de vuestra vida y de vuestra misión. Me complace destacar aquí lo que se dice en una reciente instrucción de la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica: "Es necesario recomenzar desde Cristo, porque de él partieron los primeros discípulos en Galilea; de él, a lo largo de la historia de la Iglesia, han partido hombres y mujeres de toda condición y cultura que, consagrados por el Espíritu en virtud de la llamada, por él han dejado su familia y su patria y lo han seguido incondicionalmente, estando disponibles para el anuncio del Reino y para hacer el bien a todos (cf . Hch Ac 10,38)" (Caminar desde Cristo, 21). Remad mar adentro, queridas hermanas, en el nuevo milenio, con la certeza de que vuestro apostolado constituye una posibilidad providencial para hacer que resplandezca en el mundo la gloria de Dios.

El fundamento de vuestra actividad debe ser el amor, que para vuestro fundador constituye, con razón, un principio pedagógico indispensable. Recomendaba a sus hijas espirituales: "Procuren, en primer lugar, amar de verdad y demostrar un gran amor a las jóvenes que se les confían, porque nadie ama a quien no ama; y si no las aman, ni siquiera irán a la escuela, o no estarán a gusto con ellas y no aprenderán ni la mitad de lo que aprenderían amando a sus maestras y sintiéndose amadas por ellas".

4. La pobreza, aceptada de buen grado y con alegría, es una condición que facilita y hace más fecundo vuestro testimonio. La pobreza, como solía repetir san Antonio María Gianelli, ha de ser "el verdadero distintivo de vuestro instituto". Además del amor fiel a la pobreza, no debe faltar jamás el espíritu de sacrificio, con la certeza diaria de que una Hija de María "no puede estar sin cruz".

Sed, asimismo, testigos incansables de esperanza. Entre las virtudes que deben practicar las Hijas de María Santísima del Huerto, san Antonio María Gianelli pone de relieve la gran confianza en Dios. Vivir abandonadas a él: esto os ayudará a que no os turben los fracasos aparentes; al contrario, os permitirá sostener a las personas angustiadas y desorientadas. Vuestro fundador exhortaba así a vuestras hermanas de entonces: "Cuando las cosas no van bien, o incluso cuando van mal, no se turbarán, ni las considerarán un verdadero mal, sino que se humillarán ante Dios y confiarán en que él sabrá sacar algún bien de ellas".

5. Reverenda madre, a la vez que le expreso a usted y a las religiosas capitulares el deseo de un intenso y fecundo trabajo en beneficio de toda la congregación, exhorto a todas a atesorar la rica experiencia espiritual que distingue a vuestra familia religiosa. Que vuestra mirada, queridas Hijas de María, permanezca fija en vuestro fundador y en las hermanas que os han precedido en el servicio fiel a la Iglesia. Estad convencidas de que también en los momentos difíciles la divina Providencia no deja de sosteneros eficazmente.

La bienaventurada Virgen del Huerto, vuestra protectora especial, os acompañe a lo largo del camino de santidad que habéis emprendido, y os ayude a sacar abundantes frutos de la asamblea capitular. Os aseguro mi oración, e imparto de corazón a cada una la bendición apostólica, extendiéndola de buen grado a toda vuestra familia religiosa y a cuantos encontréis en vuestra actividad.









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


CON OCASIÓN DEL XXV ANIVERSARIO


DE LA FUNDACIÓN DEL FONDO INTERNACIONAL


DE DESARROLLO AGRÍCOLA (FIDA)




A su excelencia
41 el señor LENNART BÅGE
presidente del FIDA

1. Con mucho gusto he recibido su invitación a participar en la solemne ceremonia que celebra el vigésimo quinto aniversario de la institución del FIDA.

Por mi parte, he pedido al cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, que se haga portador de mi aprecio y de mi palabra en esta solemne circunstancia, que reúne en Roma a numerosos representantes de los Gobiernos y de organizaciones internacionales.

En esta ocasión, deseo dirigir un saludo particular al presidente de la República italiana, doctor Carlo Azeglio Ciampi, al secretario general de la ONU, señor Kofi Annan, y a los responsables de las demás agencias del "polo romano" de las Naciones Unidas. Esta presencia, cualificada y atenta, testimonia el compromiso común de establecer las estrategias que permitan alcanzar el objetivo de liberar a la humanidad del hambre y de la desnutrición.

En este esfuerzo, el FIDA constituye una realidad original en razón de los criterios estatutarios que delinean su estructura y guían su acción, confiriéndole la tarea específica de proporcionar recursos financieros a los "más pobres de entre los pobres" para el desarrollo agrícola de los países que sufren carestía de alimentos (cf. Estatuto del FIDA, art. 1). En efecto, la institución del FIDA entre las agencias del sistema de las Naciones Unidas recuerda que, para afrontar el hambre y la desnutrición, es necesaria una programación eficaz, capaz de favorecer la difusión de las técnicas en el sector agrícola, así como una distribución de los recursos financieros disponibles.

No cabe duda de que el esfuerzo de solidaridad realizado hasta ahora por el FIDA al combatir la pobreza rural ha encontrado un modo concreto para lograr la seguridad alimentaria, separándola de las meras consideraciones vinculadas a la disponibilidad de productos para el consumo, y estimulando múltiples recursos, comenzando por los de los trabajadores y las comunidades rurales.
La seguridad alimentaria, así considerada, puede constituir la garantía necesaria para el respeto del derecho de toda persona a no sufrir hambre.

Se trata de un enfoque positivo en un momento en el que persisten serias preocupaciones en diversas zonas del planeta, consideradas situación de riesgo por lo que atañe al nivel de nutrición. La contraposición entre las posibilidades de intervención y la voluntad de trabajar concretamente pone en serio peligro la supervivencia de millones de personas en una realidad mundial que, en su conjunto, vive un desarrollo y un progreso sin precedentes en la historia y es consciente de la disponibilidad de recursos a nivel global.

2. En esta celebración, además de felicitarse por los objetivos logrados, no se puede menos de reflexionar en las motivaciones que en 1974 impulsaron a la comunidad internacional a crear el Fondo como medida concreta para "transformar a la masa rural en artífice responsable de su producción y de su progreso", como dijo mi predecesor, el Papa Pablo VI (Discurso a la Conferencia mundial sobre la alimentación, 9 de noviembre de 1974, n. 8: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de noviembre de 1974, p. 16), que estimuló concretamente la constitución de esta organización.

El pensamiento va inmediatamente a las víctimas de los conflictos y de las graves violaciones de derechos fundamentales, a la realidad de los refugiados y desplazados, y a cuantos están afectados por enfermedades y epidemias. Todas estas situaciones representan una amenaza para la convivencia ordenada de personas y comunidades, ponen en grave peligro la vida humana, y tienen evidentes repercusiones en la seguridad alimentaria y, más en general, en el nivel de vida en las zonas rurales.

42 Son estas situaciones y circunstancias particulares las que, juntamente con los datos sometidos a la reflexión de esta reunión, impulsan a reconocer en la centralidad de la persona humana y de sus exigencias primarias la base sobre la cual fundar sin dilación la acción internacional.

En efecto, si se dirige la mirada a los fenómenos que caracterizan el panorama actual de la vida internacional, emergen en primer lugar la contraposición de intereses y el deseo de prevalecer, que tienen como consecuencia el abandono de la negociación y el impulso hacia el aislamiento, impidiendo así que la misma actividad de cooperación responda a las necesidades con la debida eficacia. No se puede olvidar tampoco la triste resignación que parece haber apagado el deseo de vivir de poblaciones enteras, a las que el hambre y la desnutrición marginan de la comunidad de las naciones, alejándolas de condiciones de vida realmente respetuosas de la dignidad humana.

Las expectativas puestas en la acción del Fondo internacional de desarrollo agrícola, aunque están centradas en el sector de la agricultura y de la alimentación, se insertan en la estrategia más vasta de lucha contra la pobreza e implican la convicción de que dicho objetivo es una respuesta a millones de personas que se interrogan sobre su esperanza de vida.

3. Mi mensaje quiere manifestar, una vez más, la atención de la Santa Sede hacia la acción internacional multilateral que es un factor cada vez más decisivo para la paz, la aspiración más profunda de los pueblos en el momento actual.

Al FIDA, en particular, lo animo a proseguir sus esfuerzos en la lucha contra la pobreza y el hambre, invitando a todos a superar los obstáculos que son fruto de intereses particulares, de barreras y egoísmos de todo tipo.

Ojalá que la celebración del aniversario de la institución del Fondo sea ocasión para confirmar un compromiso directo, que debe traducirse en gestos concretos que hagan que cada uno se sienta responsable no de algo, sino de alguien, es decir, del hombre que pide el pan de cada día.
Sobre el Fondo internacional para el desarrollo agrícola, sobre vuestras personas y sobre vuestros esfuerzos al servicio de la causa del hombre, Dios omnipotente derrame abundantemente sus bendiciones.

Vaticano, 19 de febrero de 2003








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