Discursos 2003 49

ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DEL CÍRCULO DE SAN PEDRO


Viernes 28 de febrero de 2003



Queridos miembros del Círculo de San Pedro:

1. Me alegra acogeros también este año, y os saludo con afecto. Saludo en especial al venerado y querido consiliario, monseñor Ettore Cunial, que este año celebra sus bodas de oro episcopales. Saludo al presidente general, doctor Marcello Sacchetti, al que agradezco las amables palabras que me ha dirigido en nombre de los presentes.

Aprovecho esta ocasión para agradeceros el servicio que prestáis con asiduidad y devoción durante las celebraciones litúrgicas en la basílica vaticana y en otras circunstancias. Me alegro, además, por el celo apostólico con que cooperáis en la obra de la nueva evangelización en la diócesis de Roma, y por vuestras intervenciones de solidaridad en favor de las personas pobres, enfermas y necesitadas, testimoniando así el evangelio de la caridad.

2. Hay también una tarea en la que estáis particularmente comprometidos: la de recoger el Óbolo de San Pedro en Roma. Hoy, según la tradición, habéis venido a entregármelo personalmente. Muchas gracias por vuestra participación en la misión del Papa.

Conocéis las crecientes necesidades del apostolado, las exigencias de las comunidades eclesiales, especialmente en tierras de misión, y las peticiones de ayuda que llegan de poblaciones, personas y familias que se encuentran en condiciones precarias. Muchos esperan de la Sede apostólica un apoyo que, a menudo, no logran encontrar en otra parte.

Desde esta perspectiva, el Óbolo constituye una verdadera participación en la acción evangelizadora, especialmente si se consideran el sentido y la importancia de compartir concretamente la solicitud de la Iglesia universal. A este propósito, Roma desempeña un papel peculiar, dado que, por la presencia del Sucesor de Pedro, es el centro y, en cierto modo, el corazón de todo el pueblo de Dios.

50 Que el Señor os lo recompense y os conceda la alegría de servirlo fielmente, trabajando siempre por el crecimiento y la difusión de su reino.

3. Queridos hermanos y hermanas, todo cristiano, para cumplir sus compromisos, debe cultivar con esmero y acrecentar su relación con Cristo. Esforzaos también vosotros por ser auténticos discípulos de Cristo. Permaneced fieles a vuestro triple compromiso de oración, acción y sacrificio.
A las personas que encontráis, sobre todo a las que tienen dificultades y están marginadas, ofrecedles el alimento espiritual del mensaje evangélico junto con vuestra ayuda material.

La Virgen María, Madre de la Iglesia, y los apóstoles san Pedro y san Pablo os protejan e intercedan por vosotros. Os aseguro un recuerdo diario en la oración, a la vez que os bendigo de corazón a vosotros, a vuestras familias y a todos vuestros seres queridos.







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LA UNIÓN NACIONAL ITALIANA


DE TRANSPORTE DE ENFERMOS A LOURDES


Y SANTUARIOS INTERNACIONALES




Al venerado hermano

LUIGI MORETTI

Consiliario general de la UNITALSI

1. He sabido con alegría que, del 28 de febrero al 2 de marzo de 2003, la Unión nacional italiana de transporte de enfermos a Lourdes y santuarios internacionales celebra en Rímini su asamblea nacional, con ocasión de su centenario de vida asociativa. En esta feliz ocasión, me complace dirigirle a usted, al presidente nacional, doctor Antonio Diella, y a todos los voluntarios mi afectuoso saludo. Doy gracias al Señor por todo lo que, a través de esta asociación benéfica, ha realizado y sigue realizando en favor de numerosos hermanos y hermanas enfermos y en dificultades.

Es significativo que esta celebración jubilar coincida con el Año del Rosario, teniendo en cuenta que los orígenes de la UNITALSI están relacionados con un santuario mariano, el de Lourdes. Precisamente en aquel lugar, bendecido por la presencia de María, el fundador, Giovanni Battista Tornassi, encontró luz y consuelo. Había ido a la gruta de Massabielle con el propósito de quitarse la vida, al final de un agotador sufrimiento físico y espiritual, pero quedó impresionado por la obra amorosa y desinteresada de los voluntarios. Al mismo tiempo, tomó clara conciencia de su vocación al servicio de los que sufren, vocación sostenida y alentada por el secretario del obispo que presidía aquella peregrinación, el bergamasco don Angelo Roncalli, futuro Papa Juan XXIII, hoy elevado al honor de los altares.

2. Nació así una realidad eclesial, aún hoy apreciada por el bien que realiza y por el espíritu evangélico que la anima.

El primer protector de la UNITALSI fue mi santo predecesor el Papa Pío X, que muchas veces bendijo e impulsó su desarrollo. A continuación, venerados cardenales y obispos se han sucedido en la guía espiritual de la asociación. Pienso, entre los últimos, en los cardenales Luigi Traglia y Ugo Poletti, que en paz descansen. Deseo asimismo mencionar al arzobispo de Pisa y vicepresidente de la Conferencia episcopal italiana, monseñor Alessandro Plotti, a quien usted, venerado hermano, ha sucedido como consiliario. Numerosos obispos y sacerdotes, en muchas diócesis de Italia, se prodigan, juntamente con los voluntarios de la UNITALSI, para que los enfermos y discapacitados experimenten la cercanía materna de la Iglesia.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, gracias a vosotros, durante estos cien años, muchísimas personas han podido ir a la gruta de Lourdes para confiar al corazón materno de la Inmaculada sus penas y recibir de ella luz y consuelo.

51 En esta feliz circunstancia, me complace expresaros mi vivo aprecio por el servicio que seguís prestando generosamente en comunión plena con vuestros obispos. Perseverad en la obra que otros, antes de vosotros, emprendieron bajo la mirada materna de María. Proseguid con generosidad, desinterés y espíritu de servicio. Aprended, en la escuela del Evangelio, a ser constructores de paz, de justicia y de misericordia dondequiera que el Señor os llame. Responded al amor de Dios, con la certeza de que él ha sido el primero en amaros. En efecto, todo lo que tenemos y somos lo hemos recibido de él (cf. 1Co 4,7), y por esto debemos dedicarnos a los demás con generosidad.

4. Bien arraigados en vuestra historia, mirad al futuro con confianza y clarividencia. La caridad os impulsa a abrir campos siempre nuevos de acción, para realizar nuevos proyectos de promoción humana y de evangelización en favor de los enfermos, de los pequeños y de los últimos. Esto supone una intensa vida espiritual, que se alimente a diario de la oración, de la práctica sacramental y de una seria ascesis personal. En este terreno deben arraigarse vuestro ser y vuestro obrar.

A la vez que os exhorto a perseverar en vuestra entrega generosa, os aseguro un constante recuerdo ante la Virgen de Nazaret, a la que me agrada contemplar juntamente con vosotros en el momento en que, movida por el Espíritu, va a visitar a su anciana prima Isabel. Ella, santa María de la Visitación, os sostenga para que testimoniéis el amor de Dios, dispuesto a abrazar y sanar al hombre gratuitamente.

A usted, venerado hermano, al presidente, a los enfermos, a los voluntarios, a los consiliarios y a toda la familia de la UNITALSI envío la bendición apostólica, portadora de abundantes favores celestiales para todos.

Vaticano, 26 de febrero de 2003







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A SU GRACIA ROWAN WILLIAMS,


ARZOBISPO DE CANTERBURY,


CON OCASIÓN DE SU ENTRONIZACIÓN




A Su Gracia
Reverendísimo y honorabilísmo

ROWAN WILLIAMS

Arzobispo de Canterbury

Lo saludo en el nombre del "único Dios y Padre de todos", y de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo (cf. Ef Ep 4,5-6), y con sentimientos de alegría y cordial estima le expreso mis mejores deseos, acompañados de la oración, con ocasión de su entronización como arzobispo de Canterbury.

La liturgia de su entronización será para usted y para la Comunión anglicana ocasión de celebrar la gloria de Dios, contemplando la visión de san Juan de una multitud que exclamaba: "¡Aleluya! La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios" (Ap 19,1). Usted meditará el misterio de Dios, que llama y envía a aquellos que, como Isaías, no se consideran preparados (cf. Is Is 6,5-8).

Usted comienza su ministerio de arzobispo de Canterbury en un momento de la historia doloroso y lleno de tensiones, pero esperanzador y prometedor. Afligido por conflictos antiguos y aparentemente inevitables, el mundo está al borde de otra guerra. La dignidad de la persona humana está amenazada y minada de varios modos. Poblaciones enteras, especialmente las más vulnerables, viven en el miedo y el peligro. A veces la ardiente y legítima aspiración humana a la libertad y a la seguridad se manifiesta a través de medios equivocados, medios violentos y destructivos. Precisamente en medio de estas tensiones y dificultades de nuestro mundo estamos llamados a desempeñar nuestro ministerio.

52 Podemos alegrarnos sinceramente de que, en las últimas décadas, nuestros predecesores han desarrollado una relación cada vez más estrecha, incluso vínculos de afecto, mediante el diálogo constructivo y una comunicación intensa. Han puesto a la Iglesia católica y a la Comunión anglicana en un camino que esperaban conduciría a la comunión plena. A pesar de los desacuerdos y los obstáculos, nos hallamos aún en ese camino, y estamos comprometidos irrevocablemente con él.
Durante la última década, las diversas ocasiones en que me encontré con el doctor George Carey fueron signos particularmente útiles y alentadores del progreso en nuestro camino ecuménico. El trabajo de la Comisión internacional anglicano-católica, y la Comisión internacional para la unidad y la misión, constituida más recientemente, siguen ayudándonos a avanzar por ese camino.

Ambos somos conscientes de que no es fácil superar las divisiones, y de que la comunión plena llegará como don del Espíritu Santo. Este mismo Espíritu nos estimula y nos guía también ahora para seguir buscando una resolución para las demás áreas de desacuerdo doctrinal, y para comprometernos más profundamente en el testimonio y la misión comunes.

Con renovados sentimientos de respeto fraterno, invoco sobre usted las bendiciones de Dios todopoderoso al asumir sus elevadas responsabilidades. Que en medio de cualquier prueba y tribulación que pueda encontrar, experimente siempre la gloria del Padre, la guía constante del Espíritu Santo y el rostro misericordioso de nuestro Señor Jesucristo.

Vaticano, 13 de febrero de 2003

                                                                                  Marzo de 2003

                                  


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE RUMANÍA


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 1 de marzo de 2003



Venerados hermanos en el episcopado:

1. Vuestra visita ad limina me brinda la grata oportunidad de encontrarme con vosotros, fortaleciendo los vínculos de comunión que ya existen entre los pastores de las amadas diócesis de Rumanía y el Sucesor de Pedro. Además, es una ocasión propicia para reflexionar juntos en las actividades y en las perspectivas pastorales de la comunidad católica de vuestro país.

Os dirijo a cada uno mi saludo fraterno. Deseo, en particular, agradecer a monseñor Ioan Robu, presidente de la Conferencia episcopal de Rumanía, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Sed bienvenidos, queridos y venerados pastores de un noble país que, en su larga historia, ha vivido períodos muy difíciles, sin sucumbir jamás.

53 Este encuentro evoca en mí la profunda emoción que sentí cuando, en mayo de 1999, la Providencia me condujo a vuestra patria. Fueron días inolvidables, en los que pude experimentar el intenso afecto del pueblo rumano hacia el Papa.

La Iglesia católica en Rumanía, en los dos ritos que la constituyen, representa una minoría muy activa en el ámbito espiritual y social. Sé que vuestras comunidades trabajan juntamente con la mayoría ortodoxa del país, colaborando, en lo posible, con espíritu de diálogo fraterno y respecto recíproco. Estoy seguro de que esta actitud, basada en la confianza, permitirá superar las dificultades que aún subsisten. A este propósito, será importante el trabajo de la Comisión mixta para el diálogo entre la Iglesia greco-católica y ortodoxa de Rumanía, cuya finalidad es encontrar soluciones adecuadas para las cuestiones que se presentan de vez en cuando.

2. Hoy, un ámbito de particular relieve en vuestra acción es el de la pastoral familiar. Sé que, a este respecto, ya han tenido lugar algunos encuentros operativos también con los hermanos ortodoxos con vistas a un discernimiento común de los problemas que la familia está afrontando también en vuestro país. Se puede decir que en la inmensa mayoría de los casos vuestras familias se mantienen fieles a las sólidas tradiciones cristianas. Sin embargo, será preciso tener en cuenta los peligros que pueden presentarse en la sociedad actual.

La fragilidad de los matrimonios, la consistente emigración de familias jóvenes hacia los países occidentales, el consiguiente cuidado de los hijos a menudo encomendado a los abuelos, la separación forzada de los cónyuges, sobre todo cuando es la madre quien va en busca de trabajo, la práctica extendida del aborto y el control de los nacimientos con métodos contrarios a la dignidad de la persona humana, son algunas de las problemáticas que estimulan vuestra asidua atención y requieren una adecuada acción pastoral. No se insistirá jamás bastante en la importancia de un sano primado de la familia en el conjunto de la obra de educación de las nuevas generaciones.

Además, queridos y venerados pastores, no podemos olvidar que, también en vuestro país, la crisis de una visión cristiana de la vida es una triste herencia de la dictadura comunista. Es necesario reconocer que es inmensa la tarea de las Iglesias a este respecto. Por eso, hace falta promover el diálogo y la colaboración entre cuantos han recibido de los sucesores de los Apóstoles el anuncio salvífico de Cristo. En sintonía con los hermanos de la Iglesia ortodoxa rumana y conscientes de la responsabilidad común ante el Fundador de la Iglesia, hay que promover centros de formación donde los jóvenes puedan conocer la herencia evangélica común, para testimoniarla después de modo eficaz en la sociedad.

3. Ruego a Dios que suscite también en los fieles de hoy la valentía de seguir a Cristo con la determinación que caracterizó el testimonio heroico de los católicos rumanos de ambos ritos, que afrontaron sufrimientos indecibles bajo el régimen comunista con tal de permanecer fieles al Evangelio. Pienso, en este momento, entre otros, en el amadísimo cardenal Alexandru Todea, a quien el Señor llamó a sí el año pasado. ¡Cómo no recordar, asimismo, a los numerosos mártires de vuestras comunidades -entre los cuales, siete obispos, cuyo proceso canónico de canonización ya ha sido incoado-, que regaron con su sangre vuestra tierra!

Iglesia de Rumanía, a pesar de las dificultades que aún existen, ¡no temas! Dios bendice tus esfuerzos, y de ello da testimonio el notable número de candidatos al sacerdocio en los seminarios. Así se hace realidad, una vez más, lo que Tertuliano escribió de la Iglesia naciente: "Sanguis martyrum, semen christianorum".

Aunque es verdad que el pueblo rumano, en su conciencia más profunda, ha sabido resistir al materialismo ateo militante, conservando la herencia del anuncio cristiano, es necesario ahora reavivar en el corazón de los fieles esta riqueza interior, impulsando a cada uno a dar un testimonio evangélico coherente. Sólo así será posible contrastar el peligroso avance de una visión materialista de la existencia.

4. Se está llevando a cabo el proceso de integración de Rumanía en el ámbito más vasto de la Unión europea y de las instituciones del continente. Indudablemente, se trata de un dato positivo, aunque existe el riesgo de cierta ambigüedad. En efecto, el impacto con una visión condicionada, en ciertos aspectos, por el consumismo y el individualismo egoísta puede conllevar el peligro de que vuestros compatriotas no sepan reconocer cuáles son los valores verdaderos y cuáles los anti-valores de la sociedad occidental, y terminen por olvidar las riquezas cristianas presentes en su tradición.

Al entrar a formar parte de las estructuras europeas, el pueblo rumano deberá recordar que no sólo tiene algo que recibir, sino también una rica herencia espiritual, cultural e histórica que ofrecer para el bien de la unidad y de la vitalidad de todo el continente. Vuestras comunidades, forjadas por duras pruebas históricas incluso recientes, deben saber mantener firme su adhesión al patrimonio milenario de los valores cristianos, que han recibido de sus antepasados y en los que han sido formadas.

Esta tarea interpela también a los fieles laicos en sus diversas responsabilidades apostólicas. Será necesario formarlos adecuadamente, para que participen, como es su deber, en la construcción de la sociedad mediante un valiente testimonio cristiano.

54 5. Tenéis ante vosotros tareas verdaderamente arduas. Las urgencias que se plantean en el momento actual hacen sentir con mayor fuerza aún la exigencia de restablecer cuanto antes la unidad plena entre todos los discípulos de Cristo. Es preciso hacer todo lo posible para apresurar el logro de esta meta. Precisamente esto es lo que se reafirmó también con ocasión de la inolvidable visita que Su Beatitud Teoctis, patriarca ortodoxo de Rumanía, realizó a Roma, en octubre del año pasado. En aquella circunstancia se vio, de modo aún más claro, que el testimonio común de los cristianos es necesario en este momento para comunicar de modo eficaz el Evangelio al mundo de hoy. Esta es la urgente vocación de todos los cristianos, en dócil obediencia al mandamiento de Cristo, que invita a orar y a trabajar "para que todos sean uno" (Jn 17,21).

Ruego al Señor que llegue cuanto antes el día bendito en el que los católicos y los ortodoxos puedan comulgar juntos en la misma mesa sagrada. A este propósito, la venerada Iglesia greco-católica rumana tiene una misión singular, en virtud de su profunda familiaridad con la tradición oriental. Es necesario que la mente y el corazón de todos se dirijan con mayor confianza al Señor, para implorar su ayuda en esta fase inicial de un nuevo milenio. Ciertamente, las dificultades no faltán, y se requieren grandes sacrificios. Pero la apuesta es tan alta, que merece un esfuerzo generoso de parte de todos.

6. Venerados hermanos, vuestro país ha tenido la oportunidad providencial de ver prosperar desde hace siglos, una al lado de la otra, las dos tradiciones, la latina y la bizantina, que juntas embellecen el rostro de la única Iglesia. En cierto sentido, trabajáis en un "laboratorio" espiritual, donde las riquezas de la cristiandad indivisa pueden mostrar toda su fuerza y vitalidad.

Será preciso que se mantengan entre vosotros, pastores, una constante estima y una fraterna consideración recíproca. En los problemas de interés común, ayudaos mutuamente, para llegar a un conocimiento mejor de ambas herencias espirituales. Pienso, por ejemplo, en la enseñanza en los seminarios, en la mejora de sus estructuras y en el intercambio de profesores, especialmente en favor de los seminarios que tienen escasez de formadores; pienso también en la atención a las minorías lingüísticas dentro de las respectivas diócesis, en la ayuda que vuestras Iglesias pueden dar a otras comunidades con escasez de clero, y en su valiosa contribución en el ámbito del compromiso misionero.

De igual modo, es muy necesaria una constante y cordial colaboración de los consagrados y las consagradas en la vida de la Iglesia. Ciertamente, se debe respetar su legítima autonomía, pero, al mismo tiempo, es preciso invitar a estas valiosas energías apostólicas a colaborar adecuadamente en vuestros compromisos pastorales y en los del clero que os ayuda.

Velad en todo con espíritu paterno, evitando que se produzcan imprudencias, sobre todo en el ámbito de la acogida de las vocaciones sacerdotales y religiosas, y de su sucesivo destino pastoral.

7. Venerados y queridos hermanos, estas son algunas reflexiones que me surgen espontáneamente después de reunirme con cada uno y de haber conocido a través de vosotros el fervor de la vida eclesial que anima a todos -pastores, clero, consagrados y fieles laicos-, para corresponder cada vez más fielmente a la llamada de Cristo. Os aliento a proseguir en este empeño, y os deseo que vuestros esfuerzos sean sostenidos siempre por los consuelos de Dios. Con este fin, invoco la protección materna de María sobre vuestra tierra, llamada "Jardín de la Madre de Dios".

Por último, a la vez que os pido que llevéis a vuestros fieles mi saludo afectuoso y la seguridad de mi constante recuerdo ante el Señor, os imparto a vosotros, y a cuantos están encomendados a vuestra solicitud pastoral, una especial bendición apostólica.






A LOS DIRECTIVOS Y FUNCIONARIOS


DE LA EMPRESA OLIVETTI TECNOST


Sábado 1 de marzo de 2003



Ilustres señores y gentiles señoras:

1. Me alegra acogeros a todos vosotros, que representáis a uno de los grupos industriales más comprometidos en la actual fase de reorganización y relanzamiento de los sectores productivos de la economía italiana.

55 Os saludo cordialmente, comenzando por el querido monseñor Arrigo Miglio, obispo de Ivrea, que ha querido acompañaros durante este encuentro. Saludo al doctor Bruno Lamborghini, presidente de la empresa Olivetti Tecnost, al que agradezco las amables palabras que me ha dirigido, así como el interesante cuadro que ha trazado del sólido patrimonio de valores éticos y sociales que animan desde siempre a vuestra empresa.

En el momento histórico y económico que estamos atravesando, es de fundamental importancia tener muy presente el estrecho vínculo que existe entre el trabajo y la dignidad de la persona. En efecto, nos encontramos en una fase de transición, llena de contradicciones y problemas, pero no exenta de impulsos y estímulos innovadores. Es una ocasión privilegiada para reafirmar la centralidad del hombre en las diversas etapas de la planificación, la producción, la comercialización y el uso de los bienes de consumo.

2. Este encuentro me trae a la memoria la visita que tuve la alegría de realizar a los talleres Olivettti de Ivrea, el 19 de marzo de 1990. Precisamente a ella se ha referido al inicio vuestro presidente. En aquella circunstancia, quise reafirmar que la "dignidad" del trabajo se manifiesta "en el hecho de que los productos, para ser tales, requieren el sello del hombre (...). Detrás de cada uno de ellos, por más sofisticados y perfectos que sean, se ocultan la inteligencia, la voluntad y las energías de un hombre o de una mujer. La tecnología, aun la más avanzada, no suprime esta exigencia" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de abril de 1990, p. 9).

Sé que queréis inspiraros en estas orientaciones y aprovechar la gran herencia que legó a vuestra empresa el ingeniero Adriano Olivetti, estimado empresario, que consideraba el trabajo como una singular oportunidad de crecimiento humano para todos. Además, la actividad laboral era para él ocasión favorable para entablar relaciones de colaboración y solidaridad entre las personas. Estaba convencido de que al empresario no sólo se le pide poner su dinero al servicio del desarrollo de la empresa y de la creación de nuevos puestos de trabajo, sino también valorar toda competencia específica en el ámbito organizativo, institucional y social. Los esfuerzos en este sentido resultarán tanto más eficaces cuanto más se inspiren en los principios éticos, culturales y religiosos del trabajo.

3. Ilustres señores y señoras, gracias una vez más por esta visita. Mi pensamiento va en este momento a cuantos trabajan diariamente en las fábricas y en las oficinas de vuestra empresa.
Deseo que en ella reine siempre un espíritu de colaboración e integración, a fin de que se responda cada vez mejor a las necesidades y a las expectativas de cada uno. Con particular afecto, pienso en los jóvenes que se asoman al mundo del trabajo, animados por muchas esperanzas. Pido a Dios que sostenga a cuantos se prodigan generosamente para ayudarles a construir un futuro mejor. Y, desde esta perspectiva, deseo que las reflexiones y los proyectos elaborados durante estos días transcurridos en Roma contribuyan a un relanzamiento positivo de la benemérita empresa Olivetti.

Con este fin, invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la protección materna de la Virgen María, e imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica, que extiendo de buen grado a los habitantes de la ciudad y del territorio de Ivrea.






A LOS ALUMNOS DEL SEMINARIO ROMANO MAYOR


Sábado 1 de marzo de 2003



1. Nuestro tradicional encuentro con ocasión de la fiesta de la Virgen de la Confianza, tan sentida y participada por toda la familia espiritual del Seminario romano, tiene lugar este año aquí, en el Vaticano, en la sala Pablo VI. Amadísimos hermanos y hermanas, ¡sed bienvenidos todos y cada uno!

Saludo ante todo al cardenal vicario y a monseñor Pietro Fragnelli, que se han hecho intérpretes de vuestros sentimientos comunes. A la vez que les agradezco sus amables palabras, quisiera felicitar a monseñor Fragnelli por su reciente nombramiento como obispo de Castellaneta, asegurándole un recuerdo especial en la oración por su nueva misión eclesial. Al mismo tiempo, saludo al nuevo rector, monseñor Giovanni Tani, al que deseo un fecundo ministerio en el seminario y al servicio de las vocaciones.

Saludo, asimismo, a los ex alumnos del Seminario romano, a los obispos, a los sacerdotes y a vosotros, queridos muchachos y muchachas de Roma, que habéis querido participar en este intenso momento de reflexión y de comunión fraterna. Os abrazo con afecto especialmente a vosotros, amadísimos seminaristas, principales protagonistas de esta fiesta. Me alegra que juntamente con los alumnos del Seminario romano estén aquí presentes, esta tarde, también los del seminario "Redemptoris Mater", del seminario de la Virgen del Amor divino, y algunos del colegio Capránica.

56 2. Hemos seguido con emoción el oratorio compuesto por el queridísimo maestro monseñor Marco Frisina, inspirado en la historia humana y en el mensaje de santidad de sor Faustina Kowalska, testigo privilegiada de la Misericordia divina. El amor de Cristo sana las heridas del corazón humano y comunica a la persona, mediante la gracia, la vida misma de Dios.

Ya en el título de la sugestiva composición musical, que acabamos de gustar en la bella ejecución de los seminaristas y del coro diocesano, se propone la invocación ya conocida en todo el mundo: Jesús, en ti confío.

Es sencillo pero profundo este acto de confianza y abandono en el amor de Dios. Constituye un punto de fuerza fundamental para el hombre, porque es capaz de transformar la vida. Tanto en las pruebas y dificultades de la existencia, que nunca faltan, como en los momentos de alegría y entusiasmo, encomendarse al Señor infunde paz en el alma, impulsa a reconocer el primado de la iniciativa divina y abre el espíritu a la humildad y a la verdad.

Jesús, en ti confío. Innumerables devotos en todo el mundo repiten esta sencilla y sugestiva invocación.

En el corazón de Cristo encuentran paz los que están angustiados por las pruebas de la existencia; obtienen alivio los que se ven afligidos por el sufrimiento y la enfermedad; y experimentan alegría quienes se sienten agobiados por la incertidumbre y la angustia, porque el corazón de Cristo es abismo de consolación y de amor para quienes recurren a él con confianza.

3. Sé que, durante los días de preparación para esta fiesta de la Virgen de la Confianza, habéis reflexionado muchas veces en la necesidad de confiar en Jesús en toda circunstancia. Se trata de un provechoso camino de fe, que estamos invitados a recorrer sostenidos por María, Madre de la Misericordia divina.

A este propósito, resuenan en nuestro corazón las palabras que María dirigió a los sirvientes en las bodas de Caná: "Haced lo que él os diga" (
Jn 2,5), palabras que alientan a confiar en Cristo. Precisamente a él nos guía la Virgen santísima, la Virgen de la Confianza.

En la reciente carta apostólica Rosarium Virginis Mariae quise reafirmar cuán importante es dejarse guiar por esta extraordinaria Maestra de vida espiritual, que se dedicó con gran asiduidad a la contemplación del rostro de Cristo, su Hijo. Su mirada es penetrante, "capaz de leer en lo íntimo de Jesús, hasta percibir sus sentimientos escondidos y presentir sus decisiones, como en Caná (cf. Jn Jn 2,5)" (n. 10). María compartió con Jesús alegrías y temores, expectativas y sufrimientos hasta el supremo sacrificio de la cruz; con él compartió también el júbilo de la Resurrección y, en oración con los Apóstoles en el Cenáculo, esperó la venida del Espíritu Santo.

4. Amadísimos muchachos y muchachas, dejaos guiar por María, que en el Seminario romano, corazón de nuestra diócesis, es venerada con el hermoso título de "Virgen de la Confianza". En su escuela aprenderéis el sublime arte de fiarse de Dios. Siguiendo a María, como hizo santa Faustina Kowalska, sor Faustina, podréis cumplir la voluntad de Dios, dispuestos a servir generosamente a la causa del Evangelio. Podréis recorrer el camino que lleva a la santidad, vocación de todo cristiano. Así seréis fieles discípulos de Cristo.

Queridos jóvenes amigos, esto es lo que os deseo y por esto oro, a la vez que os bendigo de corazón juntamente con vuestros formadores, con vuestras familias y con las personas que sostienen la actividad del Seminario romano y la pastoral vocacional de la diócesis de Roma.

Antes de concluir este discurso, quisiera volver a hablaros de mi seminario. Era un seminario clandestino. Durante la guerra, con la ocupación nazi de Polonia y de Cracovia, habían sido cerrados todos los seminarios. El cardenal Sapieha, mi obispo de Cracovia, había organizado un seminario clandestino y yo pertenecía a ese seminario clandestino, que podríamos llamar de catacumbas. Mi experiencia está vinculada sobre todo a ese seminario. Y tanto más cuanto que hoy hemos recordado a sor Faustina. Sor Faustina vivió y ahora está sepultada cerca de Cracovia, en una localidad que se llama Lagiewniki. Precisamente junto a Lagiewniki estaba la fábrica química de la Solvay, donde yo trabajé como obrero durante los cuatro años de la guerra y de la ocupación nazi. En aquellos tiempos, cuando era obrero, no podía imaginar que un día, como obispo de Roma, hablaría de aquella experiencia a los seminaristas romanos.

57 Aquella experiencia de obrero y, al mismo tiempo, de seminarista clandestino ha marcado toda mi vida. A la fábrica me llevaba algunos libros, para leer durante mi turno de ocho horas, tanto de día como de noche. Mis compañeros obreros se sorprendían un poco, pero no se escandalizaban.
Más aún, me decían: "Te ayudaremos; puedes incluso descansar y nosotros, en tu lugar, trataremos de vigilar". Y así pude hacer también los exámenes ante mis profesores. Todo en la clandestinidad: filosofía, metafísica... Estudié la metafísica por mi cuenta, y trataba de entender sus categorías. Y entendí. Sin la ayuda de los profesores, entendí. Además de superar el examen, pude constatar que la metafísica, la filosofía cristiana, me daba una nueva visión del mundo, una visión más profunda de la realidad. Anteriormente había hecho sólo estudios humanísticos, de literatura, de lengua. Con la metafísica y con la filosofía encontré la clave para comprender a fondo el mundo. Una comprensión más profunda, podría decir, última.

Tal vez habría otras cosas que recordar, pero, por desgracia, no podemos alargarnos demasiado.
Con todo, quería decir esto, que me vino a la mente durante la ejecución musical del oratorio: "Tú que fuiste seminarista clandestino debes hablar a los seminaristas de Roma de aquellos días, de aquella experiencia". Doy gracias al Señor porque me dio esa experiencia extraordinaria y me ha permitido también hablar de esa experiencia del seminario clandestino, de catacumbas, a los seminaristas de Roma, después de más de cincuenta años. Y creo que esto es también un hermoso homenaje a la Virgen de la Confianza, porque durante todos esos años clandestinos se vivía también gracias a esta confianza, la confianza en Dios y en su Madre. Aprendí la confianza en la Virgen santísima, que es la patrona de vuestro seminario. Aprendí a tener confianza sobre todo durante los terribles años de la guerra y de la clandestinidad.

Muchas gracias.






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