Discursos 2002 253


A LOS OBISPOS NOMBRADOS RECIENTEMENTE


QUE PARTICIPABAN EN UN CONGRESO EN ROMA


Lunes 23 de septiembre de 2002



Amadísimos hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría os doy mi cordial bienvenida a todos vosotros, obispos jóvenes, procedentes de diferentes países del mundo, que os habéis reunido en Roma con ocasión del congreso anual organizado por la Congregación para los obispos. Os saludo con afecto fraterno, dirigiéndoos las palabras del Apóstol: "A vosotros gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo" (Rm 1,7).

Agradezco al señor cardenal Giovanni Battista Re las amables palabras que, también en nombre de todos vosotros, me ha dirigido para manifestar vuestra firme voluntad de plena comunión con el Sucesor de Pedro.

Doy las gracias, asimismo, a los Legionarios de Cristo por la solícita acogida que, también este año, han brindado a los participantes en el congreso.

Expreso mi aprecio por la iniciativa de este encuentro, en Roma, de oración, reflexión y estudio sobre algunos compromisos, desafíos y problemas principales que los obispos están llamados a afrontar.

254 2. Queridos hermanos en el episcopado, vuestro encuentro con el Papa se inserta muy bien entre las finalidades de vuestro congreso, porque quiere ser también una peregrinación a la tumba del apóstol san Pedro. En efecto, tiende a consolidar el vínculo de comunión con su Sucesor, que ha recibido la misión de confirmar a sus hermanos (cf. Lc Lc 22,32), constituyendo "el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión" (Lumen gentium LG 18).

En la solemne concelebración conclusiva del Sínodo del año pasado sobre el ministerio y la vida de los obispos, afirmé: "Sólo si es claramente perceptible una profunda y convencida unidad de los pastores entre sí y con el Sucesor de Pedro, como también de los obispos con sus sacerdotes, se podrá dar una respuesta creíble a los desafíos que provienen del actual contexto social y cultural" (Homilía durante la misa de clausura de la X Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, 27 de octubre de 2001, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 2 de noviembre de 2001, p. 8).

Por mi parte, deseo confirmaros mi afecto, mi apoyo y mi cercanía espiritual, y aseguraros que comparto los anhelos y las preocupaciones de vuestro servicio apostólico que, en el alba del tercer milenio, se anuncia muy difícil, pero también singularmente estimulante.

3. La figura del obispo, tal como se presentó en el reciente Sínodo episcopal, es la del pastor que, configurado con Cristo en la santidad de vida, se entrega generosamente en favor de su grey. Con el sacramento del orden, mediante una nueva efusión del Espíritu Santo, hemos sido configurados con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, Pastor y Obispo de las almas (cf. 1P 2,25). Y, al mismo tiempo, como recuerda el decreto conciliar Christus Dominus, hemos sido destinados al ministerio del anuncio, de la santificación y de la animación, para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (cf. Christus Dominus CD 2).

La eficacia y la fecundidad de nuestro ministerio dependen en gran parte de nuestra configuración con Cristo y de nuestra santidad personal. En la carta apostólica Novo millennio ineunte recordé que "la perspectiva en la que debe situarse todo el camino pastoral es la santidad" (n. 30). La tarea principal del pastor consiste en hacer crecer en todos los creyentes un auténtico deseo de santidad, a la que todos estamos llamados y en la que culminan las aspiraciones del ser humano. A esto se orienta nuestro ministerio pastoral. Si la santidad es "el alto grado" de la vida cristiana ordinaria, con mayor razón debe resplandecer en la vida de un obispo, inspirando todos sus actos (cf. ib., 31).

4. Queridos hermanos, otra prioridad que quisiera subrayar es la atención a vuestros sacerdotes, que son los colaboradores más estrechos de vuestro ministerio.

Tened un afecto privilegiado a los presbíteros y velad por su formación permanente. La atención espiritual del presbiterio es un deber primario para todo obispo diocesano. El gesto del sacerdote que, el día de la ordenación presbiteral, pone sus manos en las manos del obispo prometiéndole "respeto y obediencia filial", puede parecer a primera vista un gesto con sentido único. En realidad, el gesto compromete a ambos: al sacerdote y al obispo. El joven presbítero decide encomendarse al obispo y, por su parte, el obispo se compromete a custodiar esas manos. De ese modo, el obispo es responsable del destino de esas manos, que acepta estrechar entre las suyas. Un sacerdote debe sentir, especialmente en los momentos de dificultad o de soledad, que sus manos son estrechadas por las del obispo.

Además, dedicaos con celo a promover auténticas vocaciones al sacerdocio, con la oración, con el testimonio de vida y con la solicitud pastoral.

5. En el centro de vuestro congreso, en el centro de las reflexiones de estos días, está la voluntad de responder del mejor modo posible a la misión que se os ha confiado, para comunicar a Cristo al hombre de hoy, en el mundo de hoy. Haced vuestro el ideal apasionado del Apóstol, que decía: "¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1Co 9,16).

Cada día experimentamos que nuestro tiempo, tan rico en medios técnicos, en medios materiales y en comodidades, se presenta dramáticamente pobre en objetivos, en valores y en ideales. El hombre de hoy, privado de referencias a los valores, a menudo se repliega en horizontes estrechos y limitados. En este contexto agnóstico y a veces hostil, la misión de un obispo no es fácil. Pero no debemos caer en el pesimismo o en el desaliento, porque el Espíritu es quien guía a la Iglesia y le da, con su soplo vigoroso, la valentía y la audacia al buscar nuevos métodos de evangelización para llegar a ámbitos hasta ahora inexplorados. La verdad cristiana es atractiva y persuasiva precisamente porque sabe imprimir fuertes orientaciones a la existencia humana, anunciando de modo convincente que Cristo es el único Salvador de todo el género humano. Este anuncio sigue siendo hoy tan válido como lo fue al inicio del cristianismo, cuando se realizó la primera gran expansión misionera del Evangelio.

6. Queridos obispos nombrados recientemente, en estos días habéis podido escuchar el testimonio de obispos ya experimentados en el servicio episcopal, así como de jefes de dicasterios de la Curia romana, con vistas a una serena profundización de algunos temas y problemas prácticos que más interpelan la vida de un obispo. Espero de corazón que esta experiencia contribuya a suscitar en vosotros, revestidos recientemente del mandato apostólico, generosidad y grandeza de alma, dando nuevo impulso a vuestro ministerio.

255 Juntamente con vosotros, recuerdo ante el Señor a cada una de vuestras Iglesias, a vuestros amados sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas, a los fieles laicos y a sus familias, y a todo el pueblo de Dios.

A la vez que encomiendo vuestra misión apostólica a la intercesión de la Virgen María, imparto a todos la bendición apostólica, propiciadora de la continua asistencia divina.








A UNA PEREGRINACIÓN DE LA ASOCIACIÓN


INTERNACIONAL "FE Y LUZ"


Jueves 26 de septiembre de 2002



Queridos amigos:

Me siento particularmente feliz de acogeros a vosotros, que representáis a la Asociación internacional "Fe y Luz", y saludo muy especialmente a Marie-Hélène Mathieu y Jean Vanier, sus fundadores.

Vuestro movimiento, nacido en Lourdes, ha recibido mucho de la gracia de ese lugar particular, donde los enfermos y los discapacitados ocupan el primer puesto. Al acoger a todos los "pequeños" marcados por una discapacidad mental, habéis reconocido en ellos a testigos particulares de la ternura de Dios, que nos pueden enseñar mucho y ocupan un lugar específico en la Iglesia. En efecto, su participación en la comunidad eclesial abre el camino a relaciones sencillas y fraternas, y su oración filial y espontánea nos invita a todos a dirigirnos a nuestro Padre del cielo.
Pienso igualmente en sus padres que, gracias a vosotros, se sienten sostenidos en su sufrimiento y ven cómo su tristeza se transforma en esperanza, para acoger con humanidad y con fe a sus hijos discapacitados. Descubren el camino de conversión que el Evangelio abre al hombre: por la cruz, expresión del "mayor amor" del Señor a sus amigos, cada uno puede participar en la vida de Dios, que es amor.

Quisiera daros una vez más las gracias por vuestro testimonio en nuestra sociedad, llamada a descubrir cada vez más la dignidad de los discapacitados, a acogerlos y a integrarlos en la vida social, aunque queda mucho por hacer para que se respete verdaderamente la dignidad de todo ser humano y jamás se atente contra el don de la vida, especialmente cuando se trata de niños discapacitados. Trabajáis en este campo con generosidad y competencia. Felicito también por su valor a las familias y a las asociaciones que se ocupan de los discapacitados, pues nos recuerdan el sentido y el valor de toda existencia.

Queridos amigos, al encomendar vuestro encuentro a Nuestra Señora, os deseo un trabajo fecundo, para renovaros en la fuerza de vuestro compromiso al servicio de una causa hermosa y noble. A cada uno de vosotros, y a todos los que representáis, imparto de corazón una particular bendición apostólica.










AL QUINTO GRUPO DE OBISPOS DE BRASIL


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 28 de septiembre de 2002



Queridos hermanos en el episcopado:

256 1. Con alegría os recibo hoy, pastores de la Iglesia de Dios en Brasil, que habéis venido de las sedes metropolitanas de Olinda y Recife, Paraíba, Maceió y Natal, y de las diócesis sufragáneas. Son Iglesias que tienen una rica tradición espiritual y misionera -una de ellas santificada por el martirio de sacerdotes, religiosos y laicos-, y han sido enriquecidas con las sólidas virtudes de numerosas familias cristianas que han consolidado la fe de vuestro suelo patrio. Venís a Roma para realizar esta visita ad limina, venerable institución que ha contribuido a mantener vivos los profundos vínculos de comunión que unen a cada obispo con el Sucesor de Pedro. Vuestra presencia aquí me hace sentir también cercanos a los sacerdotes, religiosos y fieles de las Iglesias particulares que presidís.

Agradezco al señor obispo Fernando Antônio Saburido, presidente de la región Nordeste-2, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos, renovando expresiones de afecto y estima y haciéndome partícipe de vuestras preocupaciones y proyectos pastorales. Esta ocasión me es propicia para recordar a mons. Antônio Soares Costa, su predecesor al frente de esta Región, quien, por un misterioso designio de la Providencia, falleció a mediados de este año; que Dios lo tenga en su gloria. Pido al Señor lleno de misericordia que, en vuestras diócesis y en todo Brasil, progresen siempre la misma fe, la esperanza, la caridad y el valiente testimonio de todos los cristianos, en conformidad con la herencia recibida por la Iglesia desde los tiempos de los Apóstoles.

2. En primer lugar, deseo hacer constar mi profunda gratitud por el celo con el que desempeñáis la misión que se os ha confiado, frecuentemente en circunstancias difíciles para apacentar vuestra grey. Muchas veces el pastor debe tomar decisiones, "graviter onerata conscientia", sobre asuntos que no sólo conciernen a una persona, sino también a una comunidad o a instituciones de su diócesis. "Dios, a quien venero en mi espíritu predicando el Evangelio de su Hijo, me es testigo de cuán incesantemente me acuerdo de vosotros" (
Rm 1,9). A él le pido fervientemente que os mantengáis firmes en la fe y seáis valientes en la esperanza que se os ha dado, "pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, (...) ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades ni la altura, ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rm 8,38-39).

Conozco la dinámica de vuestras asambleas y vuestro esfuerzo por definir los diversos planes pastorales, que dan prioridad a la formación del clero y de los agentes de pastoral. Algunos de entre vosotros han fomentado movimientos de evangelización para facilitar el agrupamiento de los fieles en una misma línea de acción. En estos últimos años he querido nombrar nuevos pastores en algunas diócesis, como las de Floresta, Guarabira y Palmares, por citar sólo algunas, permitiendo proseguir así la obra de evangelización en aquellas regiones. El Sucesor de Pedro cuenta con vosotros para que vuestra preparación se apoye siempre en la espiritualidad de comunión y de fidelidad a la Sede de Pedro, a fin de garantizar que la acción del Espíritu no sea vana. En efecto, la integridad de la fe, junto con la disciplina eclesial, es y seguirá siendo siempre un tema que exigirá atención y desvelo por parte de todos vosotros, especialmente cuando se trata de ponderar que existe "una sola fe y un solo bautismo".

3. Como sabéis, entre los diversos documentos que se ocupan de la unidad de los cristianos, está el Directorio para el ecumenismo, publicado por el Consejo pontificio para la unidad de los cristianos. Varios párrafos de este documento describen la "formación de los que se dedican al ministerio pastoral" (nn. 70-86), la "formación especializada" de los agentes ecuménicos (nn. 87-90) y la "formación permanente" de los presbíteros y diáconos y otros agentes de pastoral "en una actualización continua, teniendo en cuenta que el movimiento ecuménico está en evolución" (n. 91).

Estas normas podrían dar una sana orientación al estudio teológico. El fundamento, el centro y el objetivo final de la fe es Cristo, y la misión de la Iglesia consiste en anunciarlo como nuestro único Salvador. La acción de la Iglesia se realiza, en particular, mediante el ministerio de los sacerdotes. Por eso, deseo renovar, una vez más, mi exhortación a considerar como el aspecto más importante de vuestra solicitud pastoral el promover las vocaciones sacerdotales. Para servir a la numerosa población de fieles católicos, hacen falta sacerdotes dotados de una formación adecuada, que les permita asumir la gravosa tarea de representar a la persona de Cristo ante las comunidades locales.
Por otro lado, una adecuada formación de los agentes de pastoral, como apoyo a la evangelización promovida por los obispos y presbíteros, será de gran utilidad para estimular la convivencia y el testimonio de fe en los ambientes más difíciles.

4. "Para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros" (Jn 17,21).

Lo que fue al mismo tiempo una exhortación y una oración, "nos revela la unidad de Cristo con el Padre como el lugar de donde brota la unidad de la Iglesia y como don perenne que, en él, recibirá misteriosamente hasta el fin de los tiempos" (Novo millennio ineunte ). Estas consideraciones, hechas inmediatamente después del inicio del nuevo milenio, nos recuerdan la importancia de acoger y fomentar decididamente el espíritu ecuménico con las demás Iglesias y comunidades eclesiales.

En el umbral del año 2000 tuve la oportunidad de dar inicio a la Campaña de fraternidad, invitando a dialogar con los hermanos en la fe, siendo corresponsables con la Iglesia en su misión pastoral y salvadora. El acercamiento entre todos los cristianos en el camino ecuménico promovido por el Consejo nacional de las Iglesias cristianas de Brasil, para que todos los hombres crean en Cristo, ha contribuido a un mayor entendimiento, en una búsqueda común de la unidad querida por el Señor.

Pero se trata de ver concretada esa unidad en el espíritu y en la vida, no sólo en vuestras regiones, sino en todo el país. Ciertamente, Brasil sigue siendo una nación principalmente católica, en la que conviven, sin embargo, muchas otras Iglesias y comunidades eclesiales, con las cuales es importante cultivar buenas relaciones con vistas a una acción evangelizadora más incisiva.

257 5. La perspectiva ecuménica de la teología apela al asentimiento de la fe contenida o explicitada en las sagradas Escrituras y en la Tradición, y enseñada por el magisterio de la Iglesia. Conozco el esfuerzo de vuestras diócesis encaminado a establecer las bases de un sano ecumenismo. Pero, si bien el mismo Directorio antes citado afirmaba que "la diversidad es una dimensión de la catolicidad" (n. 16), eso no debe inducir a un cierto indiferentismo que nivele, en un falso irenismo, toda las opiniones.

Expreso mis mejores deseos de que el esfuerzo de las comunidades cristianas por alcanzar la tan anhelada unidad, se base siempre en la verdad de que "Dios manifestó ya la Iglesia en su realidad escatológica", puesto que "los elementos de esta Iglesia ya dada existen, juntos en su plenitud, en la Iglesia católica y, sin esta plenitud, en las otras comunidades" (Ut unum sint
UUS 14).

Por tanto, no existe incompatibilidad entre la afirmación de una adhesión incondicional a la verdad de Jesucristo y el respeto a las conciencias. Si la religión no es sólo una cuestión de conciencia, sino también de libre adhesión a la verdad, que puede ser acogida o no, no se debe transigir en su contenido; por eso, es preciso ilustrarla, sin dejar pasar los elementos contenidos en los datos revelados. Tal es la importancia de vuestro empeño en constituir formadores aptos para garantizar la máxima fidelidad en la enseñanza teológica. Formar las conciencias, en plena fidelidad al plan de salvación revelado por el Redentor de los hombres, es tarea de gran responsabilidad de los pastores y de sus presbíteros.

La catequesis es, sin duda, otro campo que merece particular atención, puesto que la existencia de escuelas, colegios y universidades católicas o no constituye la base cultural y educativa del pueblo de esa gran nación. Brasil ha sido siempre la cuna de una convivencia serena entre las diversas concepciones del pensamiento, y no podrá dejar de serlo. Además de la actitud típica de acogida y de convivencia, capaz de abrir los brazos a personas procedentes de diferentes lugares, el alma de vuestro pueblo ha sabido cultivar siempre los valores de la libertad y del respeto mutuo, como algo inherente a su cultura y a su formación. ¿No tendrá este aspecto mucha importancia para la educación en el verdadero ecumenismo?

6. Así pues, amados hermanos en el episcopado, no dudéis que prestáis el mejor servicio a la causa del ecumenismo cuando, en la catequesis para adultos o jóvenes, proporcionáis una profunda educación a la libertad, porque "donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2Co 3,17). El cristiano, cuando vive de modo íntegro su fe, es polo de atracción, inspira confianza y respeto; jamás impone sus convicciones religiosas, sino que sabe transmitir la verdad sin defraudar la confianza depositada en él. Transige con las personas, pero no transige jamás con el error. Por esa razón, el Catecismo de la Iglesia católica afirma: "Al apartarse de la ley moral, el hombre atenta contra su propia libertad, se encadena a sí mismo, rompe la fraternidad con sus semejantes y se rebela contra la verdad divina" (n. 1740).

Quiera Dios que este espíritu se refleje en las diversas iniciativas pastorales que emprendáis a partir de nuestro encuentro romano. Enseñar la verdadera dignidad de la persona en el trabajo y en el hogar, en el campo y en la ciudad. Habituarse a respetar y a convivir con quien piensa de otro modo; transmitir paz a los corazones divididos; y rezar por todos, para que la gracia de Dios ablande los corazones endurecidos tal vez por el mal ejemplo de conducta.
L 7. Para testimoniar la caridad que nos une, propuse al inicio de este siglo "hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo" (Novo millennio ineunte NM 43).

El cristiano, insertado en ella e impregnado de este espíritu, sabrá aprovechar toda ocasión para unirse a sus anhelos y esperanzas: así pues, sean también vuestras las alegrías y los dolores de la Iglesia; procurad fomentar la solidaridad con los cristianos perseguidos a causa de su fe en muchos países. Al mismo tiempo, tratad de fomentar la oración constante, para que el Señor se digne apresurar la tan anhelada unidad de la fe a la que todos aspiramos.

Queridos hermanos, os aseguro una vez más mi profunda comunión en la oración, con una firme esperanza en el futuro de vuestras diócesis, en las que se refleja un país siempre joven, dispuesto a afrontar los nuevos desafíos del inicio de este siglo. El Señor os conceda la alegría de servirlo, guiando en su nombre las Iglesias particulares que se os han confiado. La Virgen santísima y los santos patronos de cada lugar os acompañen y protejan siempre.

A vosotros, amados hermanos en el episcopado, y a vuestros fieles diocesanos, otorgo de corazón la bendición apostólica.








A LOS COMPONENTES DE LA 31 ESCUADRILLA


DE LA AERONÁUTICA MILITAR ITALIANA


Sábado 28 de septiembre de 2002

Señor comandante;
258 señores oficiales y suboficiales;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Al término de mi estancia en Castelgandolfo, me alegra encontrarme una vez más con vosotros, queridos representantes de la 31ª escuadrilla de la Aeronáutica militar italiana. Esta ocasión me es grata para manifestaros mis sentimientos de profunda gratitud. Os saludo cordialmente y os agradezco vuestra diligente disponibilidad, que me permite desempeñar fácilmente mi ministerio pastoral, cuando requiere que me traslade a diferentes localidades del territorio italiano.

He admirado siempre vuestra gran abnegación y vuestra experimentada competencia. Y el encuentro de hoy constituye una ocasión propicia para realizar, como de costumbre, un gesto expresivo de mi agradecimiento y aprecio a la 31ª escuadrilla, confiriendo a algunos de vosotros especiales condecoraciones pontificias.

2. Vuestro comandante, al dirigirme la palabra en nombre vuestro, ha querido manifestar los sentimientos que os animan en el servicio diario. Os aseguro mi oración para que realicéis todo proyecto de bien. Os acompañe en vuestro trabajo y en la vida la mirada solícita de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.

Al mismo tiempo que invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la asistencia divina, imparto a todos mi bendición.










AL PERSONAL DE LAS VILLAS PONTIFICIAS


Sábado 20 de septiembre de 2002



Amadísimos hermanos y hermanas:

Al terminarse ya mi estancia estiva en Castelgandolfo, me agrada acogeros en esta visita de despedida, que me brinda la oportunidad de expresaros a cada uno mi profunda gratitud por el trabajo que realizáis aquí.

Saludo al director general de las Villas pontificias, doctor Saverio Petrillo, al que agradezco las amables palabras que me ha dirigido. Saludo, además, a todo el personal. Queridos hermanos, el Señor, fuente de todo bien, os recompense por la generosa dedicación y por el espíritu de sacrificio con que contribuís a hacer confortable y reposante mi estancia en Castelgandolfo. Seguid dando un testimonio diario de vuestra fe, expresando vuestra pertenencia a Cristo en todo ambiente. A todos aseguro un recuerdo constante en la oración. Y ahora, como signo de mi constante benevolencia y con mis deseos más cordiales de una vida serena y laboriosa, os imparto de corazón a cada uno de vosotros aquí presentes y a vuestras familias una particular bendición apostólica.








AL ALCALDE Y AL CONCEJO MUNICIPAL


DE CASTELGANDOLFO


Lunes 30 de septiembre de 2002



259 1. Me alegra dirigirle un cordial saludo a usted, señor alcalde, y a los honorables señores miembros de la Junta y del Concejo municipal, al término de mi estancia estiva en Castelgandolfo. Aquí, el Señor me ha concedido transcurrir días serenos y relajados, en contacto con la naturaleza, beneficiándome del clima saludable de estas colinas. Al prepararme para reanudar mi ministerio pastoral en el Vaticano, fortalecido por estos meses de descanso, deseo agradeceros a cada uno la solicitud y la disponibilidad que me habéis demostrado a mí y a mis colaboradores.

De manera especial le agradezco a usted, señor alcalde, las amables palabras que me ha dirigido y los sentimientos que ha querido expresar en nombre de la Administración y de todos los habitantes de Castelgandolfo.

2. Al despedirme de esta comunidad, siempre tan querida para mí, deseo manifestar una vez más mi profundo aprecio por la hospitalidad y la generosidad que los habitantes han dispensado no sólo al Papa, sino también a los peregrinos y a los visitantes que han venido para encontrarse con él. ¡Gracias de corazón! Amadísimos hermanos y hermanas, deseo aseguraros mi afecto y mi constante cercanía espiritual. Os llevo en mi corazón, junto con todas vuestras intenciones, y os pido al mismo tiempo que me acompañéis con vuestra oración.

Os encomiendo a cada uno a la intercesión de María, Reina de la paz, y a todos imparto de corazón mi bendición.










A LAS FUERZAS DEL ORDEN


Lunes 30 de septiembre de 2002



Queridos funcionarios y agentes de policía,
guardia de seguridad
y militares del Cuerpo de carabineros:

En la inminencia de dejar la residencia de Castelgandolfo, deseo renovaros el aprecio y la estima que siento por vuestro generoso servicio de salvaguardia de la seguridad y de la serenidad de todos.

De modo particular, quisiera manifestaros a cada uno mi agradecimiento cordial, también en nombre de mis colaboradores y de los fieles y peregrinos que han venido en gran número hasta aquí para encontrarse con el Papa. Gracias por vuestro incansable empeño, que ciertamente ha comportado gran sacrificio. Seguid honrándoos siempre a vosotros mismos y el uniforme que lleváis. Que vuestro trabajo esté animado por una fuerza interior, que tiene su origen en el amor a Dios.

Os encomiendo a la protección materna de María santísima, Virgo fidelis, y con afecto os imparto a vosotros, a vuestras familias y a todos vuestros seres queridos, una especial bendición apostólica.







260                                                                        Octubre de 2002



MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LA ABADESA GENERAL DE LA ORDEN


DEL SANTÍSIMO SALVADOR DE SANTA BRÍGIDA




A la reverenda madre
Tekla FAMIGLIETTI
Abadesa general de la Orden del
Santísimo Salvador de Santa Brígida


1. Al aproximarse el VII centenario del nacimiento de santa Brígida de Suecia, me uno de buen grado a la alegría de esa familia religiosa. A la vez que deseo pleno éxito a las celebraciones jubilares previstas, en particular al simposio conmemorativo sobre el tema "El camino de la belleza para un mundo más justo y más digno", espero que contribuyan a iluminar ulteriormente el valor del mensaje de santa Brígida para nuestro tiempo.

La saludo cordialmente a usted, reverenda madre abadesa, y a sus hermanas, renovando mi gratitud por el significativo trabajo apostólico que realizan al servicio de la unidad de los cristianos, especialmente en Europa, siguiendo las huellas de la santa sueca. Setecientos años después de su nacimiento, queréis volver espiritualmente a aquel acontecimiento como al luminoso punto originario de vuestra historia, sacando renovado entusiasmo del recuerdo de aquel providencial inicio.

Al recordar con la mente y con el corazón su experiencia mística, totalmente centrada en la Pasión del Redentor, os comprometéis a descubrir en el rostro de la Iglesia los reflejos de la santidad de Cristo, el Redentor del hombre, ya para siempre "vestido con un manto empapado en sangre" (Ap 19,13), garantía perenne e invencible de salvación universal.

2. Al proclamar a santa Brígida copatrona de Europa, quise ofrecer a los fieles del continente un singular modelo de "santidad en femenino". Brígida, después de vivir felizmente la experiencia de esposa fiel, de madre ejemplar y de educadora sabia, pasando por una santa viudez, llegó finalmente al estado de vida consagrada. En cada fase de su vida, supo conjugar sabiamente la contemplación con una actividad de amplísimo alcance, sostenida siempre por el amor a Cristo y a la Iglesia. Aportó a la comunidad cristiana de su tiempo los dones propios de la femineidad y, como mujer plenamente realizada, se puso al servicio de los hermanos.

Su ejemplo puede ser para las mujeres de hoy un estímulo eficaz a convertirse en protagonistas de una sociedad donde se respete plenamente su dignidad; una sociedad que considere al hombre y a la mujer como protagonistas en igualdad del plan divino universal sobre la humanidad. Basta repasar la biografía de esta mujer, que supo unir en sí la contemplación más elevada con la iniciativa apostólica más valiente, para darse cuenta de que Brígida puede ofrecer indicaciones útiles también a las mujeres de hoy sobre los modos oportunos de afrontar las problemáticas concernientes a la familia, a la comunidad cristiana y a la sociedad misma.

3. En la carta apostólica en forma de "motu proprio" Spes aedificandi, del 1 de octubre de 1999, afirmé que la santa "fue apreciada por sus dotes pedagógicas, que tuvo ocasión de desarrollar durante el tiempo en el que se solicitaron sus servicios en la corte de Estocolmo. Esta experiencia hizo madurar los consejos que daría en diversas ocasiones a príncipes y soberanos para el correcto desempeño de sus tareas. Pero los primeros en beneficiarse de ellos fueron, como es obvio, sus hijos, y no es una casualidad que una de sus hijas, Catalina, sea venerada como santa" (n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de octubre de 1999, p. 15). ¡Qué hermoso ejemplo para las familias de nuestra época!

261 Santa Brígida es también maestra de vida consagrada. En efecto, realizó una gran labor en favor de la formación de quienes aceptaban abrazar la regla de la Orden fundada por ella, ateniéndose siempre a las indicaciones del Evangelio, en cuya escuela orientaba con mano delicada y firme a las que se unían a ella en el camino de perfección religiosa. Su acción pedagógica se enraizaba en una sólida madurez moral y espiritual. Precisamente por eso, la lección de vida que nos ha legado sigue siendo válida. Podríamos resumirla con estas palabras: la educación es creíble cuando traduce en la práctica la "pedagogía de la virtud"; es decir, para educar es preciso ser virtuosos, además de sabios y competentes. Sólo la virtud habilita para el título de maestros.

4. La espiritualidad de santa Brígida presenta múltiples dimensiones. Por tanto, puede constituir una propuesta interesante para todos. En ella admiramos un cristianismo basado en la imitación incondicional de Cristo, y animado por opciones coherentes con el Evangelio. Fue maestra al acoger la cruz como experiencia central de la fe; fue discípula ejemplar de la Iglesia al profesar una catolicidad plena; fue modelo de vida contemplativa y activa a la vez, y fue apóstol infatigable al buscar la unidad entre los cristianos; también estuvo dotada de intuición profética al leer la historia en el Evangelio y el Evangelio en la historia.

En el centro de la espiritualidad brigidina se sitúa el primado absoluto de Dios, de quien "nadie se burla" (
Ga 6,7). La dimensión misionera depende de la dimensión mística. En Brígida el compromiso caritativo, misionero e incluso político brotaba del amor a la oración y la contemplación. Porque tuvo tiempo para Dios, tuvo también tiempo para el hombre.

En las declaraciones recogidas durante el proceso de canonización, su hija Catalina recordaba: "mientras vivía mi padre, y después, cuando mi madre quedó viuda, no se sentaba jamás a la mesa sin haber dado de comer a doce pobres". Por eso, con razón la llamaron "madre de los pobres". También en el período de su estancia en Roma se confirmó madre solícita para los últimos, dando un sello de autenticidad a la fuerte experiencia mística que la distinguía.

Por tanto, cuantos quieren ocuparse de las antiguas y nuevas situaciones de pobreza pueden encontrar un valioso estímulo en el ejemplo de esta mística del norte de Europa. Su estrategia apostólica representa una fórmula de eficacia segura para la "nueva evangelización".

5. Merece destacarse un aspecto especial de su espiritualidad: la dimensión mariana de su consagración a Cristo. Una mujer, María, se encuentra en el centro de la economía de la salvación. Santa Brígida invita a mirar a la Virgen de Nazaret como icono femenino del cristianismo. Procurando imitar a María, se esforzó por ser esposa, madre y religiosa fiel: a ejemplo de la Virgen, en toda circunstancia tendía a cumplir plenamente la voluntad de Dios. Con razón mi predecesor Bonifacio IX, en la ceremonia de su canonización, afirmó que durante toda su vida Brígida fue muy devota de la santísima Virgen (cf. bula Ab origine mundi, 23 de julio de 1391).
Hojeando el libro de las Revelaciones, casi un diario de su peregrinación interior, se lee que muchas veces aprendió de María el significado de los misterios de Cristo. Aprendió a repetir, mientras contemplaba adorando al Verbo de Dios encarnado, "Bendito seas, Dios mío, Señor mío, Hijo mío" (VII, 21), recordando las palabras de Jesús: "Todo el que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre" (Mt 12,50).

6. Y ¡cómo no recordar su celo por la unidad de la Iglesia! Son conocidas sus oraciones y sus iniciativas para conservar íntegra la túnica inconsútil de Cristo, la santa comunidad de los discípulos del Redentor. Así pues, como mujer de unidad, se nos presenta como testigo de ecumenismo. Su personalidad armoniosa inspira la vida de la Orden, cuyo origen se remonta a ella en la dirección de un ecumenismo espiritual y a la vez operativo, también por el decisivo impulso reformador que la beata Isabel Hesselblad quiso dar a esa familia religiosa. La unidad de la Iglesia es una gracia del Espíritu, que es preciso implorar constantemente en la oración.

Ojalá que este año jubilar sea para la Orden del Santísimo Salvador un estímulo a recorrer con alegría el camino que mi venerado predecesor el Papa Pablo VI solía llamar "el camino de la belleza", es decir, el camino de la santidad, que es la forma suprema de belleza, en plena fidelidad a la propia vocación.

Con estos sentimientos, a la vez que invoco sobre toda la comunidad de las religiosas Brígidas abundantes gracias de Dios por intercesión de la Madre del Señor, de santa Brígida y de la beata Isabel Hesselblad, le imparto a usted, reverenda madre, y a cada una de sus hijas, como prenda de constante afecto, una especial bendición apostólica.

Castelgandolfo, 21 de septiembre de 2002








Discursos 2002 253