Audiencias 2003 10

10 Al ser liberado de ese peligro, el pueblo de Dios prorrumpe en "cantos de victoria" (v. 15) en honor de la "poderosa diestra del Señor" (cf. v. 16), que ha obrado maravillas. Por consiguiente, los fieles son conscientes de que nunca están solos, a merced de la tempestad desencadenada por los malvados. En verdad, Dios tiene siempre la última palabra; aunque permite la prueba de su fiel, no lo entrega a la muerte (cf. v. 18).

3. En este momento parece que la procesión llega a la meta evocada por el salmista mediante la imagen de la "puerta de la justicia" (v. 19), es decir, la puerta santa del templo de Sión. La procesión acompaña al héroe al que Dios ha dado la victoria. Pide que se le abran las puertas, para poder "dar gracias al Señor" (v. 19). Con él "entran los justos" (v. 20). Para expresar la dura prueba que ha superado y la glorificación que ha tenido como consecuencia, se compara a sí mismo a la "piedra que desecharon los arquitectos", transformada luego en "la piedra angular" (v. 22).

Cristo utilizará precisamente esta imagen y este versículo, al final de la parábola de los viñadores homicidas, para anunciar su pasión y su glorificación (cf.
Mt 21,42).

4. Aplicándose el salmo a sí mismo, Cristo abre el camino a una interpretación cristiana de este himno de confianza y de acción de gracias al Señor por su hesed, es decir, por su fidelidad amorosa, que se refleja en todo el salmo (cf. Ps 117,1 Ps 117,2 Ps 117,3 Ps 117,4 Ps 117,29).

Los símbolos adoptados por los Padres de la Iglesia son dos. Ante todo, el de "puerta de la justicia", que san Clemente Romano, en su Carta a los Corintios, comentaba así: "Siendo muchas las puertas que están abiertas, esta es la puerta de la justicia, a saber: la que se abre en Cristo. Bienaventurados todos los que por ella entraren y enderezaren sus pasos en santidad y justicia, cumpliendo todas las cosas sin perturbación" (48, 4: Padres Apostólicos, BAC, Madrid 1993, p. 222).

5. El otro símbolo, unido al anterior, es precisamente el de la piedra. En nuestra meditación sobre este punto nos dejaremos guiar por san Ambrosio, el cual, en su Exposición sobre el evangelio según san Lucas, comentando la profesión de fe de Pedro en Cesarea de Filipo, recuerda que "Cristo es la piedra" y que "también a su discípulo Cristo le otorgó este hermoso nombre, de modo que también él sea Pedro, para que de la piedra le venga la solidez de la perseverancia, la firmeza de la fe".

San Ambrosio introduce entonces la exhortación: "Esfuérzate por ser tú también piedra. Pero para ello no busques fuera de ti, sino en tu interior, la piedra. Tu piedra son tus acciones; tu piedra es tu pensamiento. Sobre esta piedra se construye tu casa, para que no sea zarandeada por ninguna tempestad de los espíritus del mal. Si eres piedra, estarás dentro de la Iglesia, porque la Iglesia está asentada sobre piedra. Si estás dentro de la Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán contra ti" (VI, 97-99: Opere esegetiche IX/II, Milán-Roma 1978, SAEMO 12, p. 85).

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos venidos de Madrid y de dos parroquias de Alicante. Dejémonos guiar por el Señor para ser piedras firmes mediante el testimonio de nuestra fe.
Al saludar a los fieles de las parroquias, añadió: "Neocatecumenales. Se ve, se siente, neocatecumenales están presentes".


(A sus compatriotas recordó que el día anterior se había celebrado la Jornada mundial de los enfermos, ocasión para recordar que el sufrimiento humano conlleva siempre el desafío del amor. Quien lo soporta amando a Dios y a los hombres, lo transforma en un gran don)
11 Por eso el domingo pasado pedí precisamente a los enfermos que recen ardientemente por la paz en el mundo. Quien está cercano a una persona que sufre, debe seguir el ejemplo del buen samaritano, abriendo su corazón para llevarle alivio, según sus posibilidades, y apoyo espiritual. Meditando hoy las palabras del salmo que alaba la misericordia divina, recordémonos que también nosotros debemos ser testigos de misericordia.

(En italiano)
Saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

La bienaventurada Virgen María de Lourdes, cuya memoria litúrgica celebramos ayer, os ayude, queridos jóvenes, a comprender cada vez mejor el valor del sacrificio en vuestra formación humana y cristiana; a vosotros, queridos enfermos, os anime a afrontar el dolor y la enfermedad con serenidad y fortaleza; y a vosotros, queridos recién casados, os guíe en la construcción de vuestra familia sobre las sólidas bases de la oración y la dócil fidelidad a la voluntad de Dios.



Miércoles 19 de febrero de 2003

Que la creación entera alabe al Señor

1. "Los tres jóvenes, a coro, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios dentro del horno" (Da 3,51). Esta frase introduce el célebre cántico que acabamos de escuchar en uno de sus fragmentos fundamentales. Se encuentra en el libro de Daniel, en la parte que nos ha llegado sólo en lengua griega, y lo entonan unos testigos valientes de la fe, que no quisieron doblegarse a adorar la estatua del rey y prefirieron afrontar una muerte trágica, el martirio en el horno ardiente.

Son tres jóvenes judíos, que el autor sagrado sitúa en el marco histórico del reino de Nabucodonosor, el terrible soberano babilonio que aniquiló la ciudad santa de Jerusalén en el año 586 a.C. y deportó a los israelitas "junto a los canales de Babilonia" (Ps 136,1). En un momento de peligro supremo, cuando ya las llamas lamían su cuerpo, encuentran la fuerza para "alabar, glorificar y bendecir a Dios", con la certeza de que el Señor del cosmos y de la historia no los abandonará a la muerte y a la nada.

2. El autor bíblico, que escribía algunos siglos más tarde, evoca ese gesto heroico para estimular a sus contemporáneos a mantener en alto el estandarte de la fe durante las persecuciones de los reyes siro-helenísticos del siglo II a.C. Precisamente entonces se produce la valiente reacción de los Macabeos, que combatieron por la libertad de la fe y de la tradición judía.

El cántico, tradicionalmente llamado "de los tres jóvenes", se asemeja a una antorcha que ilumina la oscuridad del tiempo de la opresión y de la persecución, un tiempo que se ha repetido con frecuencia en la historia de Israel y también en la historia del cristianismo. Y nosotros sabemos que el perseguidor no siempre asume el rostro violento y macabro del opresor, sino que a menudo se complace en aislar al justo, con la burla y la ironía, preguntándole con sarcasmo: "¿Dónde está tu Dios?" (Ps 41,4 Ps 41,11).

3. En la bendición que los tres jóvenes elevan desde el crisol de su prueba al Señor todopoderoso se ven implicadas todas las criaturas. Tejen una especie de tapiz multicolor, en el que brillan los astros, se suceden las estaciones, se mueven los animales, se asoman los ángeles y, sobre todo, cantan los "siervos del Señor", los "santos" y los "humildes de corazón" (cf. Dn Da 3,85 Dn Da 3,87).

12 El pasaje que se acaba de proclamar precede a esta magnífica evocación de todas las criaturas. Constituye la primera parte del cántico, la cual evoca en cambio la presencia gloriosa del Señor, trascendente pero cercana. Sí, porque Dios está en los cielos, desde donde "sondea los abismos" (cf. Dn Da 3,55), pero también "en el templo de su santa gloria" de Sión (cf. Dn Da 3,53). Se halla sentado "en el trono de su reino" eterno e infinito (cf. Dn Da 3,54), pero también "está sentado sobre querubines" (cf. Dn Da 3,55), en el arca de la alianza colocada en el Santo de los santos del templo de Jerusalén.

4. Un Dios por encima de nosotros, capaz de salvarnos con su poder; pero también un Dios cercano a su pueblo, en medio del cual ha querido habitar "en el templo de su santa gloria", manifestando así su amor. Un amor que revelará en plenitud al hacer que su Hijo, Jesucristo, "habitara entre nosotros, lleno de gracia y de verdad" (cf. Jn 1,14). Dios revelará plenamente su amor al mandar a su Hijo en medio de nosotros a compartir en todo, menos en el pecado, nuestra condición marcada por pruebas, opresiones, soledad y muerte.

La alabanza de los tres jóvenes al Dios salvador prosigue, de diversas maneras, en la Iglesia. Por ejemplo, san Clemente Romano, al final de su primera carta a los Corintios, inserta una larga oración de alabanza y de confianza, llena de reminiscencias bíblicas, que tal vez es un eco de la antigua liturgia romana. Se trata de una oración de acción de gracias al Señor que, a pesar del aparente triunfo del mal, dirige la historia hacia un buen fin.

5. He aquí una parte de dicha oración:

"Abriste los ojos de nuestro corazón (cf. Ep 1,18),
para conocerte a ti (cf. Jn 17,3),
el solo Altísimo en las alturas,
el santo que reposa entre los santos.

A ti, que abates la altivez
de los soberbios (cf. Is 13,11)
deshaces los pensamientos
13 de las naciones (cf. Ps 32,10),
levantas a los humildes
y abates a los que se exaltan (cf. Jb Jb 5,11).

Tú enriqueces y tú empobreces.
Tú matas y tú das vida (cf. Dt Dt 32,39).
Tú solo eres bienhechor de los espíritus
y Dios de toda carne.
Tú miras a los abismos (cf. Dn Da 3,55)
y observas las obras de los hombres;
ayudador de los que peligran,
salvador de los que desesperan (cf. Jdt Jdt 9,11),
14 criador y vigilante de todo espíritu.
Tú multiplicas las naciones sobre la tierra,
y de entre todas escogiste a los que te aman,
por Jesucristo, tu siervo amado,
por el que nos enseñaste,
santificaste y honraste"
(San Clemente Romano, Primera carta a los Corintios 59, 3: Padres Apostólicos, BAC 1993, p. 232).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de jóvenes de la diócesis de Plasencia. Invito a todos a mantener la firmeza de la fe, también en las dificultades de la vida, agradeciendo siempre al Señor que nos haya creado y nos haya llamado a estar con él en la gloria.
Muchas gracias.

(En checo)
15 Ojalá que esta peregrinación a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo confirme vuestra fe y el amor a la Iglesia de Cristo, y aumente en vosotros el deseo de perfección espiritual. Con estos deseos, de buen grado os bendigo.

(En italiano)

A los consiliarios de la Acción católica:
Con la palabra y el ejemplo, sed faros de luz evangélica, para cuantos están encomendados a vuestra solicitud pastoral.

Saludo a los fieles de la diócesis de Sessa Aurunca, acompañados por el obispo mons. Antonio Napoletano, c.ss.r., aquí reunidos para recordar a su patrono, san León IX, Papa. Amadísimos hermanos, que esta peregrinación sea para vosotros -sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas, jóvenes estudiantes, profesores y familias- ocasión propicia para profundizar en el conocimiento y amor a Cristo, de forma que seáis apóstoles de una nueva evangelización del pueblo sessano.


Pensando en la fiesta de la Cátedra de San Pedro, que celebraremos el próximo sábado, os invito, queridos jóvenes, a ser en todas partes apóstoles de fidelidad a la Iglesia; a vosotros, queridos enfermos, os exhorto a ofrecer al Señor vuestros sufrimientos por la unidad de cuantos creen en Cristo; y a vosotros, queridos recién casados, os animo a fortalecer vuestra familia con la fe fundada en el testimonio de san Pedro y de los Apóstoles. A todos, mi bendición apostólica.
La audiencia se concluyó con el canto del paternóster y la bendición apostólica, impartida colegialmente por el Papa y los obispos presentes.




Miércoles 26 de febrero de 2003

Todo ser que alienta alabe al Señor

1. Resuena por segunda vez en la liturgia de Laudes el salmo 150, que acabamos de proclamar: un himno festivo, un aleluya al ritmo de la música. Es el sello ideal de todo el Salterio, el libro de la alabanza, del canto y de la liturgia de Israel.

El texto es de una sencillez y transparencia admirables. Sólo debemos dejarnos llevar por la insistente invitación a alabar al Señor: "Alabad al Señor (...), alabadlo (...), alabadlo". Al inicio, Dios se presenta en dos aspectos fundamentales de su misterio. Es, sin duda, trascendente, misterioso, distinto de nuestro horizonte: su morada real es el "templo" celestial, su "fuerte firmamento", semejante a una fortaleza inaccesible al hombre. Y, a pesar de eso, está cerca de nosotros: se halla presente en el "templo" de Sión y actúa en la historia a través de sus "obras magníficas", que revelan y hacen visible "su inmensa grandeza" (cf. vv. 1-2).

16 2. Así, entre la tierra y el cielo se establece casi un canal de comunicación, en el que se encuentran la acción del Señor y el canto de alabanza de los fieles. La liturgia une los dos santuarios, el templo terreno y el cielo infinito, Dios y el hombre, el tiempo y la eternidad.

Durante la oración realizamos una especie de ascensión hacia la luz divina y, a la vez, experimentamos un descenso de Dios, que se adapta a nuestro límite para escucharnos y hablarnos, para encontrarse con nosotros y salvarnos. El salmista nos impulsa inmediatamente a utilizar un subsidio para nuestro encuentro de oración: los instrumentos musicales de la orquesta del templo de Jerusalén, como son las trompetas, las arpas, las cítaras, los tambores, las flautas y los platillos sonoros. También la procesión formaba parte del ritual en Jerusalén (cf.
Ps 117,27). Esa misma invitación se encuentra en el Salmo 46, 8: "Tocad con maestría".
3. Por tanto, es necesario descubrir y vivir constantemente la belleza de la oración y de la liturgia.
Hay que orar a Dios no sólo con fórmulas teológicamente exactas, sino también de modo hermoso y digno.

A este respecto, la comunidad cristiana debe hacer un examen de conciencia para que la liturgia recupere cada vez más la belleza de la música y del canto. Es preciso purificar el culto de impropiedades de estilo, de formas de expresión descuidadas, de músicas y textos desaliñados, y poco acordes con la grandeza del acto que se celebra.

Es significativa, a este propósito, la exhortación de la carta a los Efesios a evitar intemperancias y desenfrenos para dejar espacio a la pureza de los himnos litúrgicos: "No os embriaguéis con vino, que es causa de libertinaje; llenaos más bien del Espíritu. Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor, dando gracias continuamente y por todo a Dios Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo" (Ep 5,18-20).

4. El salmista termina invitando a la alabanza a "todo ser vivo" (cf. Ps 150,5), literalmente a "todo soplo", "todo respiro", expresión que en hebreo designa a "todo ser que alienta", especialmente "todo hombre vivo" (cf. Dt 20,16 Jos 10,40 Jos 11,11 Jos 11,14). Por consiguiente, en la alabanza divina está implicada, ante todo, la criatura humana con su voz y su corazón. Juntamente con ella son convocados idealmente todos los seres vivos, todas las criaturas en las que hay un aliento de vida (cf. Gn 7,22), para que eleven su himno de gratitud al Creador por el don de la existencia.
En línea con esta invitación universal se pondrá san Francisco con su sugestivo Cántico del hermano sol, en el que invita a alabar y bendecir al Señor por todas las criaturas, reflejo de su belleza y de su bondad (cf. Fuentes Franciscanas, 263).

5. En este canto deben participar de modo especial todos los fieles, como sugiere la carta a los Colosenses: "La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría; cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos inspirados" (Col 3,16).

A este respecto, san Agustín, en sus Exposiciones sobre los salmos, ve simbolizados en los instrumentos musicales a los santos que alaban a Dios: "Vosotros, santos, sois la trompeta, el salterio, el arpa, la cítara, el tambor, el coro, las cuerdas y el órgano, los platillos sonoros, que emiten hermosos sonidos, es decir, que suenan armoniosamente. Vosotros sois todas estas cosas. Al escuchar el salmo, no se ha de pensar en cosas de escaso valor, en cosas transitorias, ni en instrumentos teatrales". En realidad, "todo espíritu que alaba al Señor" es voz de canto a Dios (Esposizioni sui Salmi, IV, Roma 1977, pp. 934-935).

Por tanto, la música más sublime es la que se eleva desde nuestros corazones. Y precisamente esta armonía es la que Dios espera escuchar en nuestras liturgias.

Saludos

17 Saludo cordialmente a los peregrinos de América Latina y de España, en particular a los colegios "Mater Salvatoris" de Madrid y de los Claretianos de Barbastro, así como a la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Albacete. En la oración personal y en la liturgia alabemos al Señor con nuestra voz y con el corazón. Muchas gracias.

(En italiano)
Me dirijo ahora a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Mañana se celebra la memoria litúrgica de san Gabriel de la Dolorosa, joven religioso pasionista.

Queridos muchachos y muchachas, que habéis venido hoy en tan gran número, de su refulgente ejemplo sacad el valor para ser fieles discípulos de Cristo. Os invito a todos a imitar a Jesús y a seguirlo sin componendas en los diferentes ambientes en los que vivís. Os exhorto a vosotros, queridos enfermos, a afrontar todas las pruebas con espíritu de fe y de esperanza evangélica.
Finalmente, a vosotros, queridos recién casados, os deseo que, como san Gabriel, encontréis en el misterio de la cruz el amor divino que consagra vuestra unión.





Marzo de 2003


Miércoles de Ceniza 5 de marzo de 2003

La Cuaresma, tiempo de oración más intensa, ayuno y penitencia

1. Hoy, miércoles de Ceniza, la liturgia dirige a todos los fieles una fuerte invitación a la conversión con las palabras del apóstol san Pablo: "En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios" (2Co 5,20). La Cuaresma es el tiempo más propicio espiritualmente para acoger esta invitación, porque es tiempo de oración más intensa, de penitencia y de mayor atención a las necesidades de los hermanos.

Con el rito de la imposición de la ceniza, que realizamos hoy, reconocemos que somos pecadores, invocamos el perdón de Dios, manifestando un sincero deseo de conversión. Así emprendemos un austero camino ascético, que nos llevará al Triduo pascual, centro del Año litúrgico.

2. Según la antigua tradición de la Iglesia, todos los fieles deben guardar hoy abstinencia de carne y ayuno, con la única excepción de los que razonablemente no pueden hacerlo por motivos de salud o de edad. El ayuno tiene un gran valor en la vida de los cristianos; es una exigencia del espíritu para mejorar su relación con Dios. En efecto, los aspectos exteriores del ayuno, con ser importantes, no son lo principal. Es preciso ponerlos en práctica con un deseo sincero de purificación interior, de disponibilidad a cumplir la voluntad de Dios y de solícita solidaridad con los hermanos, especialmente con los más pobres.

18 Existe un vínculo muy estrecho entre el ayuno y la oración. Orar es ponerse a la escucha de Dios y el ayuno favorece esta apertura del corazón.

3. Al entrar en el tiempo de Cuaresma, no podemos por menos de tener en cuenta el actual marco internacional, sobre el que se ciernen amenazadoras tensiones de guerra. Es necesario que todos asuman conscientemente su responsabilidad y se esfuercen por evitar a la humanidad otro dramático conflicto. Por esto, he querido que este miércoles de Ceniza sea una Jornada de oración y ayuno para implorar la paz en el mundo. Debemos pedir a Dios, ante todo, la conversión del corazón, en el que tiene sus raíces toda forma de mal y todo impulso hacia el pecado; debemos orar y ayunar por la convivencia pacífica entre los pueblos y las naciones.

Al inicio de nuestro encuentro hemos escuchado las estimulantes palabras del profeta: "No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra" (
Is 2,4). Y también: "Forjarán de sus espadas arados; de las lanzas, podaderas" (Is 2,4). Por encima de las vicisitudes de la historia está la presencia soberana de Dios, que juzga las decisiones de los hombres. A él, "árbitro de las naciones" y "juez de pueblos numerosos" (Is 2,4), dirigimos nuestro corazón para implorar un futuro de justicia y paz para todos. Este pensamiento nos debe estimular a cada uno a proseguir sin cesar nuestra oración y nuestro compromiso por construir un mundo donde, en vez del egoísmo, reinen la solidaridad y el amor.

4. He querido volver a proponer la apremiante invitación a la conversión, a la penitencia y a la solidaridad también en el Mensaje para la Cuaresma, publicado hace pocos días, y que tiene por tema la hermosa frase de los Hechos de los Apóstoles: "Hay más alegría en dar que en recibir" (Ac 20,35).

De hecho, sólo convirtiéndose a esta lógica se puede construir un orden social marcado no por un equilibrio precario de intereses en conflicto, sino por una búsqueda equitativa y solidaria del bien común. Los cristianos, como levadura, están llamados a vivir y difundir un estilo de gratuidad en todos los ámbitos de la vida, promoviendo así el auténtico desarrollo moral y civil de la sociedad. Al respecto escribí: "Privarse no sólo de lo superfluo, sino también de algo más, para distribuirlo a quien vive en necesidad, contribuye a la negación de sí mismo, sin la cual no hay auténtica praxis de vida cristiana" (Mensaje para la Cuaresma, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de febrero de 2003, p. 3).

5. Quiera Dios que esta Jornada de oración y ayuno por la paz, con la que iniciamos la Cuaresma, se traduzca en gestos concretos de reconciliación. Tanto en el ámbito familiar como en el internacional, cada uno se ha de sentir y hacer corresponsable de la construcción de la paz. Y el Dios de la paz, que escruta las intenciones de los corazones y llama a sus hijos artífices de paz (cf. Mt 5,9), dará la recompensa (cf. Mt 6,4 Mt 6,6 Mt 6,18).

Encomendamos estos deseos a la intercesión de la Virgen María, Reina del rosario y Madre de la paz. Que ella nos tome de su mano y nos acompañe durante los próximos cuarenta días, hacia la Pascua, para contemplar al Señor resucitado.

A todos deseo una buena y fructuosa Cuaresma.

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española. De forma especial a los alumnos del seminario menor de Guadalajara (España), así como a los estudiantes de Plasencia, Talavera de la Reina y Logroño; también a los miembros del Centro cultural Guayalar, de Guayaquil (Ecuador). Os deseo que la Virgen María, Reina del rosario y Madre de la paz, os acompañe en este camino de cuarenta días hasta la Pascua. Buena Cuaresma a todos.

(A los grupos belgas y holandeses)
19 Hoy, miércoles de Ceniza, queremos ayunar y orar por la paz en el mundo, e iniciamos un período de oración, penitencia y recogimiento: la Cuaresma.

(A los eslovacos)
En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al inicio de la Cuaresma escuchamos esta recomendación dirigida personalmente a cada uno de nosotros; pongámosla en práctica con generosidad.

(En italiano)
Dirijo, además, un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.
Queridos hermanos y hermanas, que el tiempo cuaresmal, que comenzamos hoy, sea un camino de conversión a Cristo. Que sea ocasión propicia para tener en la existencia cotidiana, según las diversas situaciones en que se halla cada uno, los mismos sentimientos del Salvador, que por nosotros dio su vida en la cruz, hallando consuelo y apoyo en su sacrificio ofrecido por la salvación de toda la humanidad.




Miércoles 19 de marzo de 2003

San José, patrono universal de la Iglesia

1. Celebramos hoy la solemnidad de san José, esposo de María (cf. Mt 1,24 Lc 1,27). La liturgia nos lo señala como "padre" de Jesús (cf. Lc 2,27 Lc 2,33 Lc 2,41 Lc 2,43 Lc 2,48), dispuesto a realizar los planes divinos, incluso cuando el hombre es incapaz de comprenderlos. A él, "hijo de David" (Mt 1,20 Lc 1,27), Dios Padre encomendó la custodia del Verbo eterno hecho hombre, por obra del Espíritu Santo, en el seno de la Virgen María. San José, al que el Evangelio define como "hombre justo" (Mt 1,19), es para todos los creyentes un modelo de vida en la fe.

2. La palabra "justo" evoca su rectitud moral, su sincera adhesión al cumplimiento de la ley y su actitud de total apertura a la voluntad del Padre celestial. Incluso en los momentos difíciles, y a veces dramáticos, el humilde carpintero de Nazaret nunca se arrogó el derecho de poner en tela de juicio el proyecto de Dios. Espera la llamada de lo alto y en silencio respeta el misterio, dejándose guiar por el Señor. Una vez recibida la misión, la cumple con dócil responsabilidad: escucha solícitamente al ángel cuando se trata de tomar como esposa a la Virgen de Nazaret (cf. Mt 1,18-25), en la huida a Egipto (cf. Mt 2,13-15) y al volver a Israel (cf. Mt 2,19-23). Con pocos rasgos, pero significativos, lo describen los evangelistas como solícito custodio de Jesús, esposo atento y fiel, que ejerce la autoridad familiar con una constante actitud de servicio. La Sagrada Escritura no nos dice nada más de él, pero este silencio refleja el estilo mismo de su misión: una existencia vivida en la sencillez de la vida ordinaria, pero con una fe cierta en la Providencia.

3. Cada día san José tuvo que proveer a las necesidades de la familia con el duro trabajo manual. Por eso, con razón, la Iglesia lo presenta como patrono de los trabajadores.
20 La solemnidad de hoy constituye, por consiguiente, una ocasión propicia para reflexionar también sobre la importancia del trabajo en la existencia del hombre, en la familia y en la comunidad.
El hombre es sujeto y protagonista del trabajo y, a la luz de esta verdad, se puede percibir muy bien el nexo fundamental que existe entre persona, trabajo y sociedad. La actividad humana -recuerda el Concilio- procede del hombre y se ordena al hombre. Según el designio y la voluntad de Dios, debe ser conforme al verdadero bien de la humanidad y permitir "al hombre, como individuo y como miembro de la sociedad, cultivar y realizar íntegramente su vocación" (Gaudium et spes
GS 35).

Para cumplir esta tarea, hace falta cultivar una "comprobada espiritualidad del trabajo humano" (Laborem exercens LE 26), fundada, con sólidas raíces, en el "evangelio del trabajo", y los creyentes están llamados a proclamar y testimoniar, en sus diversas actividades, el significado cristiano del trabajo (cf. ib.).

4. Que san José, santo tan grande y tan humilde, sea ejemplo en el que se inspiren los trabajadores cristianos, invocándolo en todas las circunstancias. Al próvido custodio de la Sagrada Familia de Nazaret quisiera encomendar hoy a los jóvenes que se preparan para su profesión futura, a los que sufren a causa del desempleo, a las familias y a todo el mundo del trabajo, con las expectativas y los desafíos, los problemas y las perspectivas que lo caracterizan.

Que san José, patrono universal de la Iglesia, vele sobre toda la comunidad eclesial y, dado que era hombre de paz, obtenga para la humanidad entera, especialmente para los pueblos amenazados en estas horas por la guerra, el valioso don de la concordia y de la paz.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. De forma especial a monseñor Cipriano Calderón, junto con sus condiscípulos aquí presentes, que celebran hoy sus bodas de oro de ordenación sacerdotal; también a los miembros del "Encuentro matrimonial cristiano", de Palencia, y a la Hermandad del Rocío, de Triana, así como a los alumnos del Centro cultural italiano, de Buenos Aires. Que san José, tan grande y tan humilde, sea ejemplo para todos y os proteja.
Muchas gracias.

(A los peregrinos croatas)
Que el ejemplo de san José, tan venerado por vuestro pueblo, suscite en vosotros un entusiasmo especial para construir el mundo en sintonía con el proyecto de Dios y para vivir cada vez con mayor intensidad los valores evangélicos en la vida cotidiana.

(En polaco)
21 [Os deseo] la constante protección de san José. Que sostenga a cuantos pueden gozar de los frutos del trabajo de sus manos. Que sostenga sobre todo a los que sufren a causa de la falta de trabajo y la incertidumbre del futuro. Por intercesión del Esposo de María, pido a Dios que todas las familias en Polonia participen de la felicidad de la Sagrada Familia.

(En italiano)
Queridos jóvenes, que veo muy numerosos, y especialmente vosotros, queridos estudiantes provenientes de diversos lugares, invocad a san José para que os ayude a corresponder cada día a los deseos del Señor. Vosotros, queridos enfermos, rogad para que os sirva de apoyo en el sufrimiento, acogido como medio para cooperar en la salvación del mundo. Y vosotros, queridos recién casados, en la escuela del casto esposo de la Virgen María, alimentad vuestro corazón con la oración y la docilidad diaria a los designios divinos.




Miércoles 26 de marzo de 2003

Baje a nosotros la bondad del Señor

1. Los versículos que acaban de resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón constituyen una meditación sapiencial, que, sin embargo, tiene también el tono de una súplica. En efecto, el orante del salmo 89 pone en el centro de su oración uno de los temas más estudiados por la filosofía, más cantados por la poesía, más sentidos por la experiencia de la humanidad de todos los tiempos y de todas las regiones de nuestro planeta: la caducidad humana y el fluir del tiempo.

Pensemos en ciertas páginas inolvidables del libro de Job, en las que se pondera nuestra fragilidad. En efecto, somos como "los que habitan casas de arcilla, fundadas en el polvo. Se les aplasta como a una polilla. De la noche a la mañana quedan pulverizados. Para siempre perecen sin advertirlo nadie" (Jb 4,19-20). Nuestra vida en la tierra es "como una sombra" (Jb 8,9). Job confiesa también: "Mis días han sido más veloces que un correo, se han ido sin ver la dicha. Se han deslizado lo mismo que canoas de junco, como águila que cae sobre la presa" (Jb 9,25-26).

2. Al inicio de su canto, que se asemeja a una elegía (cf. Ps 89,2-6), el salmista opone con insistencia la eternidad de Dios al tiempo efímero del hombre. He aquí la declaración más explícita: "Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna" (v. 4).

Como consecuencia del pecado original, el hombre, por orden de Dios, cae en el polvo del que había sido sacado, como ya se afirma en el relato del Génesis: "Eres polvo y al polvo volverás" (Gn 3,19 cf. Gn 2,7). El Creador, que plasma en toda su belleza y complejidad a la criatura humana, es también quien "reduce el hombre a polvo" (cf. Ps 89,3). Y "polvo", en el lenguaje bíblico, es expresión simbólica también de la muerte, de los infiernos, del silencio del sepulcro.

3. En esta súplica es fuerte el sentido del límite humano. Nuestra existencia tiene la fragilidad de la hierba que brota al alba; inmediatamente oye el silbido de la hoz, que la reduce a un montón de heno. Muy pronto la lozanía de la vida deja paso a la aridez de la muerte (cf. Ps 89,5-6 Is 40,6-7 Jb 14,1-2 Ps 102,14-16).

Como acontece a menudo en el Antiguo Testamento, el salmista asocia el pecado a esa radical debilidad: en nosotros hay finitud, pero también culpabilidad. Por eso, sobre nuestra existencia parece que se ciernen también la ira y el juicio del Señor: "¡Cómo nos ha consumido tu cólera, y nos ha trastornado tu indignación! Pusiste nuestras culpas ante ti (...) y todos nuestros días pasaron bajo tu cólera" (Ps 89,7-9).

22 4. Al alba del nuevo día, la liturgia de Laudes, con este salmo, disipa nuestras ilusiones y nuestro orgullo. La vida humana es limitada: "los años de nuestra vida son setenta, ochenta para los más robustos", afirma el orante. Además, el paso de las horas, de los días y de los meses está marcado por "la fatiga y el dolor" (cf. v. 10) e incluso los años son como "un suspiro" (cf. v. 9).

He aquí, por tanto, la gran lección: el Señor nos enseña a "contar nuestros días" para que, aceptándolos con sano realismo, "adquiramos un corazón sensato" (v. 12). Pero el orante pide a Dios algo más: que su gracia sostenga y alegre nuestros días, tan frágiles y marcados por la prueba; que nos haga gustar el sabor de la esperanza, aunque la ola del tiempo parezca arrastrarnos. Sólo la gracia del Señor puede dar consistencia y perennidad a nuestras acciones diarias: "Baje a nosotros la bondad del Señor, nuestro Dios; haz prosperar la obra de nuestras manos, ¡prospere la obra de nuestras manos!" (v. 17).

Con la oración pedimos a Dios que un rayo de la eternidad penetre en nuestra breve vida y en nuestro obrar. Con la presencia de la gracia divina en nosotros, una luz brillará en el fluir de los días, la miseria se transformará en gloria y lo que parece sin sentido cobrará significado.

5. Concluyamos nuestra reflexión sobre el salmo 89 cediendo la palabra a la antigua tradición cristiana, que comenta el Salterio teniendo como telón de forno la figura gloriosa de Cristo. Así, para el escritor cristiano Orígenes, en su Tratado sobre los Salmos, que nos ha llegado en la traducción latina de san Jerónimo, la resurrección de Cristo es la que nos da la posibilidad, vislumbrada por el salmista, de que "toda nuestra vida sea alegría y júbilo" (cf. v. 14). Y esto porque la Pascua de Cristo es la fuente de nuestra vida más allá de la muerte: "Después de alegrarnos por la resurrección de nuestro Señor, mediante la cual creemos que ya hemos sido redimidos y que también nosotros resucitaremos un día, ahora, pasando con gozo los días que nos queden de vida, nos alegramos de esta confianza, y con himnos y cánticos espirituales alabamos a Dios por Jesucristo nuestro Señor" (Orígenes-Jerónimo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, p. 652).

Saludos


Saludo cordialmente a los peregrinos de América Latina y de España, en particular a las hermanas Dominicas de la Anunciata, que realizan un curso de formación permanente, a la fundación Iruarritz Lezama, de Madrid, así como al colegio San Antonio, de Carcaixent. Que la vida de oración y conversión de la Cuaresma os prepare para la Pascua, triunfo de la vida sobre el pecado y la muerte. Muchas gracias.

(En neerlandés)
Elevemos a Dios nuestra oración para que el amor venza al odio, y la paz, la justicia y la solidaridad crezcan en todos los lugares de la tierra, de acuerdo con el espíritu del Evangelio.

(En polaco)
Al final de la audiencia bendeciré una reproducción del famoso fresco de la "Mater admirabilis", que se conserva en la iglesia de la Santísima Trinidad ai Monti. La tradición lo vincula de manera singular a Cipriano Norwid. Ante esa imagen él pidió para sí mismo el don de la conversión y de la fe. Me complace que ese hecho se recuerde mediante esta reproducción del fresco situada en la iglesia de Santa Catalina, en Varsovia. Saludo a todos los que han venido con esta ocasión: al cardenal primado de Polonia, al señor presidente Kaczorowski, al señor ministro para los Bienes culturales y para las Obras de arte, al señor alcalde de la Ciudad de Varsovia, a los señores embajadores de Polonia y Francia ante la Santa Sede, así como a los representantes del mundo de la cultura y del arte.

(En italiano)
23 Ayer celebramos la solemnidad de la Anunciación, el primero de los misterios gozosos, que recuerda la Encarnación del Hijo de Dios, Príncipe de la paz. Al rezar el santo rosario, hemos meditado en este misterio con el corazón angustiado por las noticias que llegan de Irak en guerra, sin olvidar los demás conflictos que ensangrientan la tierra. Es muy importante que, durante este Año del Rosario, se persevere en el rezo del rosario para implorar la paz. Pido que se siga haciendo, de modo especial en los santuarios marianos. A María, Reina del rosario, encomiendo desde ahora el propósito de dirigirme en peregrinación a su santuario de Pompeya el próximo día 7 de octubre, precisamente con ocasión de la fiesta de la Virgen del Rosario. La intercesión maternal de María obtenga justicia y paz para el mundo entero.

Os pido que os unáis a mí en el rezo del rosario por la paz también vosotros, amadísimos jóvenes, enfermos y recién casados. La contemplación del misterio de la Anunciación os impulse a vosotros, queridos jóvenes, a estar prontos y disponibles a la llamada del Padre, para ser en la sociedad levadura de auténtica paz. Renueve en vosotros, queridos enfermos, la aceptación serena y confiada de la cruz, fuente de redención de la humanidad. El de María a la voluntad de Dios sea para vosotros, queridos recién casados, un estímulo constante en vuestro compromiso de construir una familia donde reinen la solidaridad y la paz.








Audiencias 2003 10