Audiencias 2003 43


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Miércoles 11 de junio de 2003

Viaje del Santo Padre a Croacia

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy quisiera recorrer de nuevo idealmente, junto con vosotros, el viaje a Croacia, que realicé en los días pasados, y que tuvo como tema: "La familia, camino de la Iglesia y del pueblo". Fue mi centésimo viaje apostólico. Desde lo más profundo de mi corazón elevo mi más viva acción de gracias al Señor, que cien veces me ha abierto los caminos del mundo y de las naciones para que pudiera dar testimonio de él.

Volví a la noble tierra croata para confirmar a los hermanos en la fe; llevé a todos un mensaje de paz y de reconciliación, y se me concedió la alegría de elevar al honor de los altares a la madre María de Jesús Crucificado Petkovic.

Deseo expresar mi sincera gratitud al Episcopado por haberme invitado y acogido con solicitud y afecto. Mi agradecimiento se extiende también al presidente de la República y a las demás autoridades civiles y militares, por la cortés adhesión y la solícita colaboración. Doy las gracias, por último, a la archidiócesis de Rijeka, así como a su seminario, que me hospedó a mí y a mis colaboradores.

2. La primera etapa fue la antigua y gloriosa ciudad de Dubrovnik, orgullosa de su historia y de sus tradiciones de libertad y justicia. Allí celebré una santa misa, durante la cual fue beatificada la madre María de Jesús Crucificado Petkovic, insigne hija de la Iglesia en tierra croata. Mujer dotada de un deseo heroico de servir a Dios en los hermanos más pobres, fundó las religiosas Hijas de la Misericordia de la Tercera Orden Regular de San Francisco, para propagar, mediante las obras de misericordia espirituales y corporales, el conocimiento del Amor divino.

A la luz de esta admirable figura, dirigí un mensaje especial a las mujeres croatas, a las que exhorté a dar a la Iglesia y a la sociedad su contribución espiritual y moral; de modo especial, pedí a las consagradas que sean signo elocuente de la presencia amorosa de Dios entre los hombres.

3. Al día siguiente, en Osijek, en la extrema zona nororiental del país, diócesis de Dakovo y Srijem, tuve la alegría de presidir la solemne conclusión del segundo Sínodo diocesano y conmemorar el 150° aniversario de fundación de la provincia eclesiástica de Zagreb.

En esa circunstancia, hablé de la santidad como vocación de todo cristiano, que es una de las enseñanzas centrales del concilio Vaticano II. Invité en especial a los fieles laicos a valorar plenamente la gracia del bautismo y de la confirmación. Sólo quien está impulsado por una fe firme y por un amor generoso puede ser apóstol de reconciliación y de reconstrucción moral, donde siguen abiertas las heridas de un pasado doloroso y difícil.

En Dakovo visité brevemente la hermosa catedral, donde saludé a los seminaristas y a sus profesores, juntamente con un notable grupo de religiosas.

44 4. El domingo 8 de junio, solemnidad de Pentecostés, en Rijeka, durante la santa misa, invoqué una renovada efusión de los dones del Espíritu Santo sobre las familias cristianas de Croacia y del mundo. Las puse a todas bajo la especial protección de la Sagrada Familia de Nazaret.
Además, creí oportuno reafirmar el valor social primario de la institución familiar, pidiendo que se le preste una atención privilegiada y se tomen medidas concretas para favorecer su constitución, su desarrollo y su estabilidad.

Ese día, por la tarde, visité el santuario de Trsat, situado en una colina de la ciudad de Rijeka, para unirme idealmente a los peregrinos que veneran allí a la Madre de Dios. En efecto, según una piadosa tradición, en ese lugar estuvo durante algún tiempo la santa Casa de Nazaret antes de ser trasladada a Loreto.

5. La última etapa de mi viaje fue Zadar, en Dalmacia, ciudad rica en historia. A la sombra de la catedral de Santa Anastasia, mártir de Sirmio, celebré la hora Sexta, en la fiesta de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Esta fiesta mariana, que prolonga la solemnidad de Pentecostés, nos hizo revivir el clima del Cenáculo. Hoy, igual que entonces, María sigue presente en la comunidad eclesial: una presencia humilde y discreta, pero animadora de la oración y de la vida según el Espíritu; una presencia contemplativa, que recuerda a los pastores y a los fieles la primacía de la interioridad, de la escucha y de la asimilación de la palabra de Dios, condición indispensable para un anuncio evangélico convencido y eficaz.

Amadísimos hermanos y hermanas, también durante este viaje pude constatar la gran contribución que ha dado el cristianismo al desarrollo artístico, cultural y, sobre todo, espiritual y moral de Croacia y de su pueblo. Sobre esta sólida base ahora, al inicio del tercer milenio, la querida nación croata podrá seguir construyendo su cohesión y su estabilidad, para integrarse armónicamente en la unión de los pueblos europeos.

¡Dios siga bendiciendo y protegiendo a Croacia! Esta nación siempre ocupará un lugar privilegiado en mi afecto y en mi oración.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial a los "Amigos de los castillos", de España, y a los peregrinos del Ecuador. Exhorto a todos a ser promotores de paz y reconciliación en vuestro propio ambiente. Muchas gracias.

(En portugués)
Imitando a María, seguid apacentando y cuidando el Cuerpo de Cristo que el Padre celestial ha puesto en vuestras manos, ungidas con el Espíritu Santo. Id y sembrad la bendición divina en la tierra.

(En lituano)
45 Recordando mi viaje a Croacia, os invito a meditar siempre el acontecimiento de Pentecostés. El Espíritu Santo llama a todos los fieles a la santidad y al anuncio incansable del Evangelio. Encontrad en la oración la fuerza para responder plenamente a esta llamada. El Señor os bendiga a todos. ¡Alabado sea Jesucristo!.

(En italiano)
Por último, saludo en particular a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

El testimonio del apóstol san Bernabé, cuya fiesta celebramos hoy, sea para vosotros, queridos jóvenes, un estímulo a caminar siempre según el Espíritu de Jesús resucitado, que celebramos en la solemnidad de Pentecostés; sea para vosotros, queridos enfermos, fuerza para cumplir la voluntad de Dios; y os ayude a vosotros, queridos recién casados, a ser testigos generosos del amor de Cristo.

La audiencia se concluyó con el canto del paternóster y la bendición apostólica, impartida colegialmente por el Santo Padre y los obispos presentes.



Miércoles 18 de junio de 2003

Alegría del profeta ante la nueva Jerusalén

1. El admirable cántico que nos ha propuesto la Liturgia de Laudes, y que se acaba de proclamar, comienza como un Magníficat: "Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios" (Is 61,10). El texto se halla situado en la tercera parte del libro del profeta Isaías, una sección que según los estudiosos es de una época más tardía, cuando Israel, al volver del exilio en Babilonia (siglo VI a.C.), reanudó su vida de pueblo libre en la tierra de sus padres y reconstruyó Jerusalén y el templo. No por nada la ciudad santa, como veremos, ocupa el centro del cántico, y el horizonte que se está abriendo es luminoso y lleno de esperanza.

2. El profeta inicia su canto describiendo al pueblo renacido, vestido con traje de gala, como una pareja de novios ataviada para el gran día de la celebración nupcial (cf. v. 10). Inmediatamente después, se evoca otro símbolo, expresión de vida, de alegría y de novedad: el brote de una planta (cf. v. 11).

Los profetas recurren a la imagen del brote, con formas diversas, para referirse al rey mesiánico (cf. Is 11,1 Is 53,2 Jr 23,5 Za 3,8 Za 6,12). El Mesías es un retoño fecundo que renueva al mundo, y el profeta explica el sentido profundo de esta vitalidad: "El Señor hará brotar la justicia" (v. 11), por lo cual la ciudad santa se convertirá en un jardín de justicia, es decir, de fidelidad y verdad, de derecho y amor. Como decía poco antes el profeta, "llamarás a tus murallas "Salvación" y a tus puertas "Alabanza"" (Is 60,18).

3. El profeta sigue clamando con fuerza: el canto es incansable y quiere aludir al renacimiento de Jerusalén, ante la cual está a punto de abrirse una nueva era (cf. Is 62,1). La ciudad se presenta como una novia a punto de celebrar su boda.

46 En la Biblia, el simbolismo nupcial, que aparece con fuerza en este pasaje (cf. vv. 4-5), es una de las imágenes más intensas para exaltar el vínculo de intimidad y el pacto de amor que existe entre el Señor y el pueblo elegido. Su belleza, hecha de "salvación", de "justicia" y de "gloria" (cf. vv. 1-2), será tan admirable que podrá ser "una magnífica corona en la mano del Señor" (cf. v. 3).

El elemento decisivo será el cambio de nombre, como sucede también en nuestros días cuando una joven se casa. Tomar un "nuevo nombre" (cf. v. 2) significa casi asumir una nueva identidad, emprender una misión, cambiar radicalmente de vida (cf.
Gn 32,25-33).

4. El nuevo nombre que tomará la esposa Jerusalén, destinada a representar a todo el pueblo de Dios, se ilustra mediante el contraste que el profeta especifica: "Ya no te llamarán "Abandonada", ni a tu tierra, "Devastada"; a ti te llamarán "Mi favorita" y a tu tierra "Desposada"" (Is 62,4). Los nombres que indicaban la situación anterior de abandono y desolación, es decir, la devastación de la ciudad por obra de los babilonios y el drama del exilio, son sustituidos ahora por nombres de renacimiento, y son términos de amor y ternura, de fiesta y felicidad.

En este punto toda la atención se concentra en el esposo. Y he aquí la gran sorpresa: el Señor mismo asigna a Sión el nuevo nombre nupcial. Es estupenda, sobre todo, la declaración final, que resume el hilo temático del canto de amor que el pueblo ha entonado: "Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa la encontrará tu Dios contigo" (v. 5).

5. El canto no se refiere ya a las bodas entre un rey y una reina, sino que celebra el amor profundo que une para siempre a Dios con Jerusalén. En su esposa terrena, que es la nación santa, el Señor encuentra la misma felicidad que el marido experimenta con su mujer amada. En vez del Dios distante y trascendente, justo juez, tenemos al Dios cercano y enamorado. Este simbolismo nupcial se encuentra también en el Nuevo Testamento (cf. Ep 5,21-32) y luego lo recogen y desarrollan los Padres de la Iglesia. Por ejemplo, san Ambrosio recuerda que, desde esta perspectiva, "el esposo es Cristo, la esposa es la Iglesia, que es esposa por su amor y virgen por su pureza inmaculada" (Esposizione del Vangelo secondo Luca: Opere esegetiche X/II, Milán-Roma 1978, p. 289).

Y, en otra de sus obras, prosigue: "La Iglesia es hermosa. Por eso, el Verbo de Dios le dice: "¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti!" (Ct 4,7), porque la culpa ha sido borrada... Por tanto, el Señor Jesús -impulsado por el deseo de un amor tan grande, por la belleza de sus atavíos y por su gracia, dado que en los que han sido purificados ya no hay ninguna mancha de culpa- dice a la Iglesia: "Ponme cual sello sobre tu corazón, como un sello en tu brazo" (Ct 8,6), es decir: estás engalanada, alma mía, eres muy bella, no te falta nada. "Ponme cual sello sobre tu corazón", para que por él tu fe brille en la plenitud del sacramento. También tus obras resplandezcan y muestren la imagen de Dios, a imagen del cual has sido hecha" (I misteri, nn. 49.41: Opere dogmatiche, III, Milán-Roma 1982, pp. 156-157).





Saludos
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a los miembros de la Institución Teresiana, gozosos por la reciente canonización de su fundador, san Pedro Poveda. También a los estudiantes de diversos colegios, así como a los fieles argentinos de Los Lobos. Muchas gracias por vuestra atención.

(En polaco)
El cántico del profeta Isaías nos introduce en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, que celebraremos mañana. Realizamos una procesión por las calles de las ciudades y las zonas rurales, siguiendo a Cristo oculto en la Hostia, para glorificarlo y darle gracias porque está realmente presente, de forma ininterrumpida, entre nosotros con su cuerpo y sangre, con su alma y su divinidad.

(En portugués)
47 Saludo con particular afecto a los visitantes de lengua portuguesa, deseando a todos felicidad en Jesucristo, nuestro Señor. Hago votos para que el Señor os ayude a vivir según su Espíritu, con un corazón nuevo, por los caminos de la justicia, el amor y la fraternidad.

(En italiano)
Un saludo afectuoso a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Amadísimos hermanos, la inminente fiesta del Corpus Christi nos invita a profundizar nuestra fe en el misterio eucarístico.
Queridos jóvenes, que el Cuerpo y la Sangre de Cristo sean vuestro alimento espiritual de cada día, para progresar cada vez más en el camino de la santidad. Para vosotros, queridos enfermos, sean el apoyo y el consuelo en el sufrimiento. Y para vosotros, queridos recién casados, os ayuden a vivir en vuestra familia el amor que Cristo nos demostró al darse a sí mismo en la Eucaristía.

Con ocasión de la solemne fiesta del Corpus Christi, invito a los romanos y a los peregrinos a participar en gran número en la celebración que tendrá lugar mañana por la tarde en la plaza de San Juan de Letrán, y en la solemne procesión eucarística que se concluirá en la basílica de Santa María la Mayor.

El domingo próximo iré a Bosnia y Herzegovina para confirmar en la fe a esa comunidad católica, comprometida en un importante camino de reconciliación y concordia. Os pido que me acompañéis con vuestra oración en este viaje apostólico, que encomiendo a la solicitud materna de la Virgen santísima.






Miércoles 25 de junio de 2003

Pablo VI, padre y maestro

1. El pasaje joánico que acabamos de escuchar nos ha propuesto nuevamente una sugestiva escena evangélica. El Hijo de Dios encomienda a Pedro su grey, su Iglesia, contra la cual ya había asegurado precedentemente que las puertas del infierno no prevalecerían (cf. Mt 16,17-18). Jesús antepone a esta consigna una petición de amor: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?" (Jn 21,15). Pregunta inquietante que, repetida tres veces, remite a la triple negación del Apóstol. Pero este, a pesar de su amarga experiencia, protesta humildemente: "Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero" (Jn 21,17).

El amor es el secreto de la misión de Pedro. El amor es el secreto también de los que están llamados a imitar al buen Pastor en la guía del pueblo de Dios. "Officium amoris pascere dominicum gregem", "Tarea de amor es apacentar la grey del Señor", solía decir Pablo VI, haciendo suya una conocida expresión de san Agustín.

2. "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?". ¿Cuántas veces habrá oído resonar en su corazón estas palabras de Jesús mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI, a quien recordamos hoy? Han pasado cuarenta años desde su elección a la Cátedra de Pedro, el 21 de junio de 1963, y veinticinco desde su muerte, el 6 de agosto de 1978. Desde su juventud había trabajado al servicio directo de la Sede apostólica, junto a Pío XI. Durante largo tiempo fue uno de los colaboradores más fieles y valiosos de Pío XII. Fue el sucesor inmediato del beato Juan XXIII, a quien tuve la alegría de elevar al honor de los altares hace tres años. Su ministerio de Pastor universal de la Iglesia duró quince años y se caracterizó, sobre todo, por el concilio Vaticano II y por una gran apertura a las exigencias de la época moderna.

48 También yo tuve la gracia de participar en los trabajos conciliares y vivir el período del posconcilio. Pude apreciar personalmente el empeño que Pablo VI puso siempre con vistas a la necesaria actualización de la Iglesia a las exigencias de la nueva evangelización. Al sucederle en la Cátedra de Pedro, me he esforzado por proseguir la acción pastoral que había iniciado, inspirándome en él como en un padre y maestro.

3. Pablo VI, apóstol fuerte y amable, amó a la Iglesia y trabajó por su unidad y por intensificar su acción misionera. Desde esta perspectiva, se comprende plenamente la iniciativa innovadora de los viajes apostólicos, que constituye hoy una parte integrante del ministerio del Sucesor de Pedro.

Quería que la comunidad eclesial se abriera al mundo, pero sin ceder al espíritu del mundo. Con prudente sabiduría supo resistir a la tentación de "adaptarse" a la mentalidad moderna, afrontando con fortaleza evangélica dificultades e incomprensiones, y en algunos casos también hostilidades. Incluso en los momentos más difíciles nunca le faltó al pueblo de Dios su palabra iluminadora. Al final de sus días, el mundo entero pareció redescubrir su grandeza y se estrechó a él en un abrazo de afecto.

4. Su magisterio es rico y, en gran parte, está orientado a educar a los creyentes en el sentido de Iglesia.

Entre sus numerosas intervenciones, me limito a recordar, además de la encíclica Ecclesiam suam, publicada al inicio de su pontificado, su conmovedora profesión de fe, conocida como el Credo del pueblo de Dios, que pronunció con vigor en la plaza de San Pedro el 30 de junio de 1968. ¡Cómo no mencionar, asimismo, sus valientes tomas de posición en defensa de la vida humana con la encíclica Humanae vitae, y a favor de los pueblos en vías de desarrollo con la encíclica Populorum progressio, para construir una sociedad más justa y solidaria!

Están también sus reflexiones personales, que solía apuntar durante los retiros espirituales, cuando se "retiraba" consigo mismo, como "en la celda del corazón". Meditaba a menudo sobre el lugar al que Dios lo había llamado al servicio de la Iglesia "siempre amada", con el espíritu de la vocación de Pedro. "Nadie podría entregarse más que yo a esta meditación -anotó durante uno de esos retiros-..., a comprenderla, a vivirla. Señor, ¡qué realidad!, ¡qué misterio!... Es una aventura en la que todo depende de Cristo" (Retiro del 5 al 13 de agosto de 1963, Meditazioni inedite, Ed. Studium).

5. Amadísimos hermanos y hermanas, demos gracias a Dios por el don de este Pontífice, guía firme y sabio de la Iglesia. En su homilía del 29 de junio de 1978, poco más de un mes antes de la conclusión de su activa existencia terrena, Pablo VI decía: "Ante los peligros que hemos delineado (...), nos sentimos impulsados, a acudir a Cristo como única salvación y a gritar: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (
Jn 6,68). Sólo él es la verdad, sólo él es nuestra fuerza, sólo él es nuestra salvación. Confortados por él, proseguiremos juntos nuestro camino" (cf. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de julio de 1978, p. 12).

A la luz de la meta eterna, comprendemos mejor cuán urgente es amar a Cristo y servir a su Iglesia con alegría. Nos obtenga esta gracia María, a quien Pablo VI, con amor filial, quiso proclamar Madre de la Iglesia. Sea precisamente ella, la Virgen, quien estreche entre sus brazos a ese devoto hijo suyo en la bienaventuranza eterna reservada a los servidores fieles del Evangelio.

Saludos


Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los de las parroquias de San Francisco de la Vega y de La Nou; a la Asociación de disminuidos físicos de Aragón; y a los de la arquidiócesis de Durango (México). Que el Señor, por la maternal intercesión de María, Madre de la Iglesia, nos conceda la gracia de comprender la urgencia de amar a Cristo y servir con gozo a su Iglesia.

* * *

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El domingo pasado la divina Providencia me concedió realizar un nuevo viaje apostólico a Bosnia y Herzegovina, a la ciudad de Banja Luka, seis años después de la visita pastoral a Sarajevo. Fue un viaje breve, pero intenso y lleno de esperanza para aquel país tan probado por recientes conflictos.


Renuevo mi cordial agradecimiento a todos los que me acogieron, a los obispos y a las autoridades, a los responsables políticos del país y a los miembros del Consejo interreligioso, con quienes me reuní, constatando con agrado su disponibilidad al diálogo. Percibí en todos la voluntad de superar las dolorosas experiencias del pasado para construir, en la verdad y en el perdón recíproco, una sociedad digna del hombre y agradable a Dios.

El momento cumbre de la peregrinación fue la solemne liturgia eucarística con la beatificación de Iván Merz, al que propuse como ejemplo a los católicos, y especialmente a los jóvenes, de esa tierra. Pidamos al Señor, por su intercesión, que este viaje apostólico produzca los frutos esperados para la Iglesia y para toda la población de Bosnia y Herzegovina. Suplico a Dios que esos pueblos, sostenidos también por la comunidad internacional, sean capaces de resolver los complejos problemas aún pendientes, y puedan realizar la legítima aspiración de vivir en paz y formar parte de la Europa unida.





Julio de 2003


Miércoles 2 de julio de 2003

Felicidad de los que esperan en Dios

1. El salmo 145, que acabamos de escuchar, es un "aleluya", el primero de los cinco con los que termina la colección del Salterio. Ya la tradición litúrgica judía usó este himno como canto de alabanza por la mañana: alcanza su culmen en la proclamación de la soberanía de Dios sobre la historia humana. En efecto, al final del salmo se declara: "El Señor reina eternamente" (v. 10).

De ello se sigue una verdad consoladora: no estamos abandonados a nosotros mismos; las vicisitudes de nuestra vida no se hallan bajo el dominio del caos o del hado; los acontecimientos no representan una mera sucesión de actos sin sentido ni meta. A partir de esta convicción se desarrolla una auténtica profesión de fe en Dios, celebrado con una especie de letanía, en la que se proclaman sus atributos de amor y bondad (cf. vv. 6-9).

2. Dios es creador del cielo y de la tierra; es custodio fiel del pacto que lo vincula a su pueblo. Él es quien hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos. Él es quien abre los ojos a los ciegos, quien endereza a los que ya se doblan, quien ama a los justos, quien guarda a los peregrinos, quien sustenta al huérfano y a la viuda. Él es quien trastorna el camino de los malvados y reina soberano sobre todos los seres y de edad en edad.

Son doce afirmaciones teológicas que, con su número perfecto, quieren expresar la plenitud y la perfección de la acción divina. El Señor no es un soberano alejado de sus criaturas, sino que está comprometido en su historia, como Aquel que propugna la justicia, actuando en favor de los últimos, de las víctimas, de los oprimidos, de los infelices.

3. Así, el hombre se encuentra ante una opción radical entre dos posibilidades opuestas: por un lado, está la tentación de "confiar en los poderosos" (cf. v. 3), adoptando sus criterios inspirados en la maldad, en el egoísmo y en el orgullo. En realidad, se trata de un camino resbaladizo y destinado al fracaso; es "un sendero tortuoso y una senda llena de revueltas" (Pr 2,15), que tiene como meta la desesperación.

50 En efecto, el salmista nos recuerda que el hombre es un ser frágil y mortal, como dice el mismo vocablo 'adam, que en hebreo se refiere a la tierra, a la materia, al polvo. El hombre -repite a menudo la Biblia- es como un edificio que se resquebraja (cf. Qo Qo 12,1-7), como una telaraña que el viento puede romper (cf. Jb Jb 8,14), como un hilo de hierba verde por la mañana y seco por la tarde (cf. Ps 89,5-6 Ps 102,15-16). Cuando la muerte cae sobre él, todos sus planes perecen y él vuelve a convertirse en polvo: "Exhala el espíritu y vuelve al polvo; ese día perecen sus planes" (Ps 145,4).

4. Ahora bien, ante el hombre se presenta otra posibilidad, la que pondera el salmista con una bienaventuranza: "Bienaventurado aquel a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor su Dios" (v. 5). Es el camino de la confianza en el Dios eterno y fiel. El amén, que es el verbo hebreo de la fe, significa precisamente estar fundado en la solidez inquebrantable del Señor, en su eternidad, en su poder infinito. Pero sobre todo significa compartir sus opciones, que la profesión de fe y alabanza, antes descrita, ha puesto de relieve.

Es necesario vivir en la adhesión a la voluntad divina, dar pan a los hambrientos, visitar a los presos, sostener y confortar a los enfermos, defender y acoger a los extranjeros, dedicarse a los pobres y a los miserables. En la práctica, es el mismo espíritu de las Bienaventuranzas; es optar por la propuesta de amor que nos salva desde esta vida y que más tarde será objeto de nuestro examen en el juicio final, con el que se concluirá la historia. Entonces seremos juzgados sobre la decisión de servir a Cristo en el hambriento, en el sediento, en el forastero, en el desnudo, en el enfermo y en el preso. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40): esto es lo que dirá entonces el Señor.

5. Concluyamos nuestra meditación del salmo 145 con una reflexión que nos ofrece la sucesiva tradición cristiana.

El gran escritor del siglo III Orígenes, cuando llega al versículo 7 del salmo, que dice: "El Señor da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos", descubre en él una referencia implícita a la Eucaristía: "Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos hoy nuestro pan de cada día". Los que hablan así, tienen hambre. Los que sienten necesidad de pan, tienen hambre". Y esta hambre queda plenamente saciada por el Sacramento eucarístico, en el que el hombre se alimenta con el Cuerpo y la Sangre de Cristo (cf. Orígenes-Jerónimo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 526-527).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo de la Comisaría de Tierra Santa y a los niños del Centro de menores de Quintana de Tiloco. Exhorto a todos a no desfallecer en la esperanza, pues se funda en nuestro Señor, que nunca nos olvida. Gracias por vuestra atención.

(En italiano):
Saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Mañana se celebra la fiesta del apóstol Santo Tomás. Que su intercesión aumente en vosotros, queridos jóvenes, la fe, para que estéis dispuestos a dar testimonio de Cristo en todos los ambientes; os ayude a vosotros, queridos enfermos, a ofrecer vuestro sufrimiento para que en el mundo se realice el proyecto salvífico de Dios; y, por último, os sostenga a vosotros, queridos recién casados, en vuestro compromiso de alimentar vuestra familia con la oración diaria y fiel.
* * * *



Llamamiento en favor de la paz en algunas regiones de África



Con profunda tristeza sigo los dramáticos sucesos de Liberia y de la región septentrional de Uganda. Hago un llamamiento al compromiso de todos para que esas queridas poblaciones africanas recuperen la paz y la seguridad, y no se les niegue el futuro al que tienen derecho. Expreso, asimismo, mi cercanía a las Iglesias locales, duramente dañadas en las personas y en las obras, mientras exhorto a los pastores y a todos los fieles a ser fuertes y firmes en la esperanza.
51 Que lo obtenga de la Misericordia divina nuestra insistente oración.




Miércoles 9 de julio de 2003

Súplica ante la angustia

1. Acaba de proclamarse el salmo 142, el último de los llamados "salmos penitenciales" en el septenario de súplicas distribuidas en el Salterio (cf. Ps 6 Ps 31 Ps 37 Ps 50 Ps 101 Ps 129 y Ps 142). La tradición cristiana los ha utilizado todos para implorar del Señor el perdón de los pecados. El texto en el que hoy queremos reflexionar era particularmente apreciado por san Pablo, que de él dedujo la existencia de una pecaminosidad radical en toda criatura humana. "Señor, ningún hombre vivo es inocente frente a ti" (v. 2). El Apóstol toma esta frase como base de su enseñanza sobre el pecado y sobre la gracia (cf. Ga 2,16 Rm 3,20).

La Liturgia de Laudes nos propone esta súplica como propósito de fidelidad e invocación de ayuda divina al comienzo de la jornada. En efecto, el salmo nos hace decirle a Dios: "En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti" (Ps 142,8).

2. El salmo inicia con una intensa e insistente invocación dirigida a Dios, fiel a las promesas de salvación ofrecida al pueblo (cf. v. 1). El orante reconoce que no tiene méritos en los que apoyarse y, por eso, pide humildemente a Dios que no se comporte como juez (cf. v. 2).

Luego describe la situación dramática, semejante a una pesadilla mortal, en la que se está debatiendo: el enemigo, que es la representación del mal de la historia y del mundo, lo ha empujado hasta el umbral de la muerte. En efecto, se halla postrado en el polvo de la tierra, que ya es una imagen del sepulcro; y lo rodean las tinieblas, que son la negación de la luz, signo divino de vida; por último, se refiere a "los muertos ya olvidados" (v. 3), es decir, los que han muerto para siempre, entre los cuales le parece que ya está relegado.

3. La existencia misma del salmista está destruida: ya le falta el aliento, y su corazón le parece un pedazo de hielo, incapaz de seguir latiendo (cf. v. 4). Al fiel, postrado en tierra y pisoteado, sólo le quedan libres las manos, que se elevan hacia el cielo en un gesto de invocación de ayuda y, al mismo tiempo, de búsqueda de apoyo (cf. v. 6). En efecto, su pensamiento vuelve al pasado en que Dios hacía prodigios (cf. v. 5).

Esta chispa de esperanza calienta el hielo del sufrimiento y de la prueba, en la que el orante se siente inmerso y a punto de ser arrastrado (cf. v. 7). De cualquier modo, la tensión sigue siendo fuerte; pero en el horizonte parece vislumbrarse un rayo de luz. Así, pasamos a la otra parte del salmo (cf. vv. 7-11).

4. Esta parte comienza con una nueva y apremiante invocación. El fiel, al sentir que casi se le escapa la vida, clama a Dios: "Escúchame enseguida, Señor, que me falta el aliento" (v. 7). Más aún, teme que Dios haya escondido su rostro y se haya alejado, abandonando y dejando sola a su criatura.

La desaparición del rostro divino hace que el hombre caiga en la desolación, más aún, en la muerte misma, porque el Señor es la fuente de la vida. Precisamente en esta especie de frontera extrema brota la confianza en el Dios que no abandona. El orante multiplica sus invocaciones y las apoya con declaraciones de confianza en el Señor: "Ya que confío en ti (...), pues levanto mi alma a ti (...), me refugio en ti (...), tú eres mi Dios". Le pide que lo salve de sus enemigos (cf. vv. 8-10) y lo libre de la angustia (cf. v. 11), pero hace varias veces otra súplica, que manifiesta una profunda aspiración espiritual: "Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios" (v. 10; cf. vv. 8 y 10). Debemos hacer nuestra esta admirable súplica. Debemos comprender que nuestro bien mayor es la unión de nuestra voluntad con la voluntad de nuestro Padre celestial, porque sólo así podemos recibir en nosotros todo su amor, que nos lleva a la salvación y a la plenitud de vida. Si no va acompañada por un fuerte deseo de docilidad a Dios, la confianza en él no es auténtica.

52 El orante es consciente de ello y, por eso, expresa ese deseo. Su oración es una verdadera profesión de confianza en Dios salvador, que libera de la angustia y devuelve el gusto de la vida, en nombre de su "justicia", o sea, de su fidelidad amorosa y salvífica (cf. v. 11). La oración, que partió de una situación muy angustiosa, desemboca en la esperanza, la alegría y la luz, gracias a una sincera adhesión a Dios y a su voluntad, que es una voluntad de amor. Esta es la fuerza de la oración, generadora de vida y salvación.

5. San Gregorio Magno, en su comentario a los siete salmos penitenciales, contemplando la luz de la mañana de la gracia (cf. v. 8), describe así esa aurora de esperanza y de alegría: "Es el día iluminado por el sol verdadero que no tiene ocaso, que las nubes no entenebrecen y la niebla no oscurece (...). Cuando aparezca Cristo, nuestra vida, y comencemos a ver a Dios cara a cara, entonces desaparecerá la oscuridad de las tinieblas, se desvanecerá el humo de la ignorancia y se disipará la niebla de la tentación (...). Aquel día será luminoso y espléndido, preparado para todos los elegidos por Aquel que nos ha liberado del poder de las tinieblas y nos ha conducido al reino de su Hijo amado.

"La mañana de aquel día es la resurrección futura (...). En aquella mañana brillará la felicidad de los justos, aparecerá la gloria, habrá júbilo, cuando Dios enjugue toda lágrima de los ojos de los santos, cuando la muerte sea destruida por último, y cuando los justos resplandezcan como el sol en el reino del Padre.

"En aquella mañana el Señor hará experimentar su misericordia (...), diciendo: "Venid, benditos de mi Padre" (
Mt 25,34). Entonces se manifestará la misericordia de Dios, que la mente humana no puede concebir en la vida presente. En efecto, para los que lo aman el Señor ha preparado "lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó"" (PL 79, coll. 649-650).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a los miembros del Equipo de matrimonios de Nuestra Señora, de Tuy-Vigo, a la Escolanía de la basílica de Lidón, de Castellón, así como a los peregrinos de Zumárraga y Figueras, en España, y de Puerto Rico y Perú. A todos os deseo un feliz tiempo veraniego, bien aprovechado para vuestro crecimiento espiritual. Muchas gracias por vuestra atención.


(En lengua rumana, después de saludar en particular a los fieles y al coro de la parroquia de Onesti, en la diócesis de Iasi, acompañados de su párroco)
Amadísimos hermanos, cantad al Señor un cántico nuevo, con el corazón y con vuestra vida. Os bendigo de corazón a cada uno de vosotros y a vuestros seres queridos.

(En italiano a varios grupos de religiosas que celebraban su capítulo general: las Religiosas de la Inmaculada Con cepción de Nuestra Señora de Lourdes, las Misioneras del Corazón de María y las Religiosas Franciscanas de la Inmaculada Concepción de Lípari)
Queridas hermanas, durante vuestras asambleas capitulares queréis reflexionar en cómo vuestras respectivas familias religiosas deben proseguir su camino apostólico, recorriendo fielmente las huellas de vuestros fundadores. Que la Virgen santísima haga fecundos todos vuestros esfuerzos espirituales. El Papa os acompaña con la oración.

Mi pensamiento va, por último, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

53 Nos estamos adentrando cada vez más en el período de verano, tiempo de turismo y de peregrinaciones, de vacaciones y de descanso. Queridos jóvenes, os invito a aprovechar el verano para realizar útiles experiencias sociales y religiosas. A vosotros, queridos enfermos, os deseo que encontréis consuelo en la cercanía de vuestros familiares. Y a vosotros, queridos recién casados, os dirijo la invitación a utilizar este período de verano para profundizar en vuestra importante misión en la Iglesia y en la sociedad.




Audiencias 2003 43