Audiencias 2003 72


Miércoles 24 de septiembre de 2003



La audiencia general del miércoles 24 de septiembre se celebró en la sala Pablo VI a las diez y media de la mañana. En nombre de Su Santidad presidió la audiencia el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, el cual introdujo el encuentro con estas palabras:

Venerados hermanos en el episcopado;
hermanos y hermanas en el Señor:

A causa de una indisposición, el Santo Padre no podrá estar presente en esta audiencia general. Juntos vamos a orar por él, confiando en que se recupere pronto. Por su parte, el Papa desea asegurar que nos está siguiendo mediante la televisión, y, al terminar este encuentro, se conectará con nosotros para dirigirnos unas palabras. Desde ahora le damos las gracias.

Ahora, por encargo suyo, voy a leer el texto que había preparado para este encuentro, comentando el salmo 8, que ensalza la grandeza del Señor y la dignidad del hombre. He aquí el texto de la catequesis del Papa.



73 Majestad del Señor y dignidad del hombre

1. Con la meditación del salmo 8, un admirable himno de alabanza, llegamos a la conclusión de nuestro largo itinerario a través de los salmos y cánticos que constituyen el alma orante de la Liturgia de Laudes. Durante estas catequesis, nuestra reflexión se ha centrado en 84 oraciones bíblicas, de las cuales hemos tratado de poner de relieve sobre todo su intensidad espiritual, sin descuidar su belleza poética.

En efecto, la Biblia nos invita a iniciar el camino de nuestra jornada con un canto que no sólo proclame las maravillas obradas por Dios y nuestra respuesta de fe, sino que además las celebre "con arte" (cf.
Ps 46,8), es decir, de modo hermoso, luminoso, dulce y fuerte a la vez.

Espléndido entre todos es el salmo 8, en el que el hombre, inmerso en un fondo nocturno, cuando en la inmensidad del cielo brillan la luna y las estrellas (cf. v. 4), se siente como un granito en el infinito y en los espacios ilimitados que lo superan.

2. En efecto, en el salmo 8 se refleja una doble experiencia. Por una parte, la persona humana se siente atónita ante la grandiosidad de la creación, "obra de los dedos" divinos. Esa curiosa expresión sustituye la "obra de las manos" de Dios (cf. v. 7), como para indicar que el Creador ha trazado un plan o ha elaborado un bordado con los astros esplendorosos, situados en la inmensidad del cosmos.

Sin embargo, por otra parte, Dios se inclina hacia el hombre y lo corona como su virrey: "Lo coronaste de gloria y dignidad" (v. 6). Más aún, a esta criatura tan frágil le encomienda todo el universo, para que lo conozca y halle en él el sustento de su vida (cf. vv. 7-9).

El horizonte de la soberanía del hombre sobre las demás criaturas se especifica casi evocando la página inicial del Génesis: rebaños de ovejas y toros, bestias del campo, aves del cielo y peces del mar son encomendados al hombre para que, poniéndoles el nombre (cf. Gn 2,19-20), descubra su realidad profunda, la respete y la transforme mediante el trabajo, de forma que sea para él fuente de belleza y de vida. El salmo nos impulsa a tomar conciencia de nuestra grandeza, pero también de nuestra responsabilidad con respecto a la creación (cf. Sb Sg 9,3).

3. El autor de la carta a los Hebreos, al releer el salmo 8, descubrió en él una visión más profunda del plan de Dios con respecto al hombre. La vocación del hombre no se puede limitar al actual mundo terreno. Cuando el salmista afirma que Dios lo sometió todo bajo los pies del hombre, quiere decir que le quiere someter también "el mundo futuro" (He 2,5), "un reino inconmovible" (He 12,28). En definitiva, la vocación del hombre es una "vocación celestial" (He 3,1). Dios quiere "llevar a la gloria" celestial a "muchos hijos" (He 2,10). Para que se cumpliera este designio divino, era necesario que la vida fuera trazada por un "pionero" (cf. He 2,10), en el que la vocación del hombre encontrara su primera realización perfecta. Ese pionero es Cristo.

El autor de la carta a los Hebreos observó, al respecto, que las expresiones del salmo se aplican a Cristo de modo privilegiado, es decir, de un modo más preciso que a los demás hombres. En efecto, el salmista utiliza el verbo "abajar", diciendo a Dios: "Abajaste al hombre un poco con respecto a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad" (Ps 8,6 He 2,7). Para los hombres en general este verbo es impropio, pues no han sido "abajados" con respecto a los ángeles, ya que nunca se han encontrado por encima de ellos. En cambio, para Cristo el verbo es exacto, porque, en cuanto Hijo de Dios, se encontraba por encima de los ángeles y fue abajado cuando se hizo hombre, pero luego fue coronado de gloria en su resurrección. Así Cristo cumplió plenamente la vocación del hombre y la cumplió, precisa el autor, "para bien de todos" (He 2,9).

4. A esta luz, san Ambrosio comenta el salmo y lo aplica a nosotros. Toma como punto de partida la frase en donde se describe la "coronación" del hombre: "Lo coronaste de gloria y dignidad" (v. 6). Sin embargo, en aquella gloria ve el premio que el Señor nos reserva para cuando hayamos superado la prueba de la tentación.

He aquí las palabras del gran Padre de la Iglesia en su Exposición del evangelio según san Lucas: "El Señor coronó a su hijo predilecto también de gloria y dignidad. El mismo Dios que desea conceder coronas, proporciona las tentaciones; por eso, has de saber que, cuando eres tentado, se te prepara una corona. Si se eliminan las pruebas de los mártires, se eliminan también sus coronas; si se eliminan sus suplicios, se elimina también su bienaventuranza" (IV, 41: SAEMO 12, pp. 330-333).

74 Dios nos tiene preparada la "corona de la justicia" (2Tm 4,8), con la que recompensará nuestra fidelidad a él, mantenida incluso en el tiempo de la tempestad, que agita nuestro corazón y nuestra mente. Pero él está atento, en todo tiempo, a su criatura predilecta y quisiera que en ella resplandeciera siempre la "imagen" divina (cf. Gn 1,26), para que sepa ser en el mundo signo de armonía, de luz y de paz.

Saludos


Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a la delegación del Instituto superior del Estado mayor del ejército de Chile, así como al equipo de la nacional argentina de hockey sobre ruedas. También al coro de Bergantinos. A todos deseo una feliz estancia en Roma. Muchas gracias por vuestra atención.

(En polaco)
Doy una cordial bienvenida a mis compatriotas. Saludo en particular al grupo de juristas polacos. Pido a Dios que os dé el espíritu de conocimiento y sabiduría, para que, a la luz de las leyes eternas de Dios, podáis reconocer el bien y el mal en las expresiones concretas de la vida del hombre contemporáneo, y que realmente seáis hombres de justicia.

(En checo)
Una cordial bienvenida a los peregrinos de Praga. El próximo domingo la Iglesia checa festejará a su patrono, san Wenceslao, el cual no estaba apegado a su nobleza de origen en esta tierra, sino a la celestial, que le fue concedida en el bautismo. Permaneced fieles a su herencia espiritual.

El cardenal Sodano leyó personalmente los saludos del Papa en lengua italiana, que se concluyeron con las siguientes palabras:

Como de costumbre, mi saludo se dirige por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

Queridos jóvenes, sed siempre fieles al ideal evangélico y realizadlo en vuestras actividades diarias. Vosotros, queridos enfermos, encomendaos cada día a la gracia del Señor para encontrar alivio en vuestros sufrimientos. Y vosotros, queridos recién casados, abrid vuestra alma al amor divino para que vivifique vuestra vida familiar.

Antes de concluirse la audiencia, el Santo Padre en persona, en conexión directa desde Castelgandolfo, saludó a los participantes en la audiencia, con las siguientes palabras:

75 Amadísimos hermanos y hermanas, os dirijo a todos mi cordial saludo. Siento no poder estar con vosotros para este encuentro semanal. Os llevo a todos en mi corazón y os bendigo.



Octubre de 2003


Miércoles 1 de octubre de 2003

El cántico del Benedictus

1. Habiendo llegado al final del largo itinerario de los salmos y de los cánticos de la liturgia de Laudes, queremos detenernos en la oración que, cada mañana, marca el momento orante de la alabanza. Se trata del Benedictus, el cántico entonado por el padre de san Juan Bautista, Zacarías, cuando el nacimiento de ese hijo cambió su vida, disipando la duda por la que se había quedado mudo, un castigo significativo por su falta de fe y de alabanza.

Ahora, en cambio, Zacarías puede celebrar a Dios que salva, y lo hace con este himno, recogido por el evangelista san Lucas en una forma que ciertamente refleja su uso litúrgico en el seno de la comunidad cristiana de los orígenes (cf. Lc Lc 1,68-79).

El mismo evangelista lo define como un canto profético, surgido del soplo del Espíritu Santo (cf. Lc Lc 1,67). En efecto, nos hallamos ante una bendición que proclama las acciones salvíficas y la liberación ofrecida por el Señor a su pueblo. Es, pues, una lectura "profética" de la historia, o sea, el descubrimiento del sentido íntimo y profundo de todos los acontecimientos humanos, guiados por la mano oculta pero operante del Señor, que se entrelaza con la más débil e incierta del hombre.

2. El texto es solemne y, en el original griego, se compone de sólo dos frases (cf. vv. 68-75; 76-79). Después de la introducción, caracterizada por la bendición de alabanza, podemos identificar en el cuerpo del cántico como tres estrofas, que exaltan otros tantos temas, destinados a articular toda la historia de la salvación: la alianza con David (cf. vv. 68-71), la alianza con Abraham (cf. vv. 72-76), y el Bautista, que nos introduce en la nueva alianza en Cristo (cf. vv. 76-79). En efecto, toda la oración tiende hacia la meta que David y Abraham señalan con su presencia.

El ápice es precisamente una frase casi conclusiva: "Nos visitará el sol que nace de lo alto" (v. 78). La expresión, a primera vista paradójica porque une "lo alto" con el "nacer", es, en realidad, significativa.

3. En efecto, en el original griego el "sol que nace" es anatolè, un vocablo que significa tanto la luz solar que brilla en nuestro planeta como el germen que brota. En la tradición bíblica ambas imágenes tienen un valor mesiánico.

Por un lado, Isaías, hablando del Emmanuel, nos recuerda que "el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló" (Is 9,1). Por otro lado, refiriéndose también al rey Emmanuel, lo representa como el "renuevo que brotará del tronco de Jesé", es decir, de la dinastía davídica, un vástago sobre el que se posará el Espíritu de Dios (cf. Is 11,1-2).

76 Por tanto, con Cristo aparece la luz que ilumina a toda criatura (cf. Jn 1,9) y florece la vida, como dirá el evangelista san Juan uniendo precisamente estas dos realidades: "En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1,4).

4. La humanidad, que está envuelta "en tinieblas y sombras de muerte", es iluminada por este resplandor de revelación (cf. Lc Lc 1,79). Como había anunciado el profeta Malaquías, "a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en sus rayos" (Ml 3,20). Este sol "guiará nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1,79).

Por tanto, nos movemos teniendo como punto de referencia esa luz; y nuestros pasos inciertos, que durante el día a menudo se desvían por senderos oscuros y resbaladizos, están sostenidos por la claridad de la verdad que Cristo difunde en el mundo y en la historia.

Ahora damos la palabra a un maestro de la Iglesia, a uno de sus doctores, el británico Beda el Venerable (siglo VII-VIII), que en su Homilía para el nacimiento de san Juan Bautista, comentaba el Cántico de Zacarías así: "El Señor (...) nos ha visitado como un médico a los enfermos, porque para sanar la arraigada enfermedad de nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su humildad; ha redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su sangre a nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en esclavos del antiguo enemigo. (...) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos "en tinieblas y sombras de muerte", es decir, oprimidos por la larga ceguera del pecado y de la ignorancia. (...) Nos ha traído la verdadera luz de su conocimiento y, habiendo disipado las tinieblas del error, nos ha mostrado el camino seguro hacia la patria celestial. Ha dirigido los pasos de nuestras obras para hacernos caminar por la senda de la verdad, que nos ha mostrado, y para hacernos entrar en la morada de la paz eterna, que nos ha prometido".

5. Por último, citando otros textos bíblicos, Beda el Venerable concluía así, dando gracias por los dones recibidos: "Dado que poseemos estos dones de la bondad eterna, amadísimos hermanos, (...) bendigamos también nosotros al Señor en todo tiempo (cf. Ps 33,2), porque "ha visitado y redimido a su pueblo". Que en nuestros labios esté siempre su alabanza, conservemos su recuerdo y, por nuestra parte, proclamemos la virtud de aquel que "nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable" (1P 2,9). Pidamos continuamente su ayuda, para que conserve en nosotros la luz del conocimiento que nos ha traído, y nos guíe hasta el día de la perfección" (Omelie sul Vangelo, Roma 1990, pp. 464-465).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, especialmente a las Siervas de María Ministras de los Enfermos, a los fieles de Caldas de Reis, Palencia, Mercedes (Uruguay), Norte de Santander (Colombia), México y Chile. Bendigamos al Señor porque nos ha "visitado y redimido" y pidámosle que nos conduzca con su luz hasta el día de la perfección.

(En polaco)
Si Dios quiere, el 7 de octubre, día dedicado a la Bienaventurada Virgen María del Rosario, iré en peregrinación al santuario de Pompeya, para dar gracias a Dios por la gran obra de santificación de los corazones que realiza ininterrumpidamente gracias a esta maravillosa plegaria. Recurramos más a menudo a ella. Que el vivir con María los misterios de Cristo nos acerque cada vez más a él; que sea un camino espiritual hacia el encuentro con él en la gloria del cielo. ¡Dios os bendiga!.

(A los fieles lituanos)
En el misterioso plan de Dios cada uno tiene un lugar y una vocación. Que el Señor os bendiga y os dé la gracia de captar y realizar fielmente sus proyectos.

77 (A los fieles croatas)
Ha iniciado hoy el mes de octubre, mes del rosario. Os invito a redescubrir la belleza y la riqueza de esta plegaria mariana tanto en privado como en la comunidad parroquial y, sobre todo, en la familia. Que la Santísima Madre de Dios os acompañe siempre por los caminos de vuestra vida.

(En italiano)
Dirijo también un afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Comienza precisamente hoy el mes de octubre, que adquiere un significado especial este año dedicado al santo rosario. Os invito, queridos jóvenes, queridos enfermos y queridos recién casados, a rezar con devoción esta plegaria tan grata a la tradición del pueblo cristiano.
Abandonaos confiados en manos de María, invocándola incesantemente con el rosario, meditación orante de los misterios de Cristo.



Miércoles 8 de octubre de 2003

La liturgia de las Vísperas

1. Dado que "todavía peregrinos en este mundo (...) experimentamos las pruebas cotidianas" del amor de Dios (Prefacio VI dominical del tiempo ordinario), siempre se ha sentido en la Iglesia la necesidad de dedicar a la alabanza divina los días y las horas de la existencia humana. Así, la aurora y el ocaso del sol, momentos religiosos típicos en todos los pueblos, ya convertidos en sagrados en la tradición bíblica por la ofrenda matutina y vespertina del holocausto (cf. Ex 29,38-39) y del incienso (cf. Ex 30,6-8), representan para los cristianos, desde los primeros siglos, dos momentos especiales de oración.

El surgir del sol y su ocaso no son momentos anónimos de la jornada. Tienen una fisonomía inconfundible: la belleza gozosa de una aurora y el esplendor triunfal de un ocaso marcan los ritmos del universo, en los que está profundamente implicada la vida del hombre. Además, el misterio de la salvación, que se realiza en la historia, tiene sus momentos vinculados a fases diversas del tiempo. Por eso, juntamente con la celebración de las Laudes al inicio de la jornada, se ha consolidado progresivamente en la Iglesia la celebración de las Vísperas al caer la tarde. Ambas Horas litúrgicas poseen su propia carga evocativa, que recuerda los dos aspectos esenciales del misterio pascual: "Por la tarde el Señor está en la cruz, por la mañana resucita... Por la tarde yo narro los sufrimientos que padeció en su muerte; por la mañana anuncio la vida de él, que resucita" (san Agustín, Esposizioni sui Salmi, XXVI, Roma 1971, p. 109).

Las dos Horas, Laudes y Vísperas, precisamente por estar vinculadas al recuerdo de la muerte y la resurrección de Cristo, constituyen, "según la venerable tradición de la Iglesia universal, el doble eje del Oficio diario" (Sacrosanctum Concilium SC 89).

2. En la antigüedad, después de la puesta del sol, al encenderse los candiles en las casas se producía un ambiente de alegría y comunión. También la comunidad cristiana, cuando encendía la lámpara al caer la tarde, invocaba con gratitud el don de la luz espiritual. Se trataba del "lucernario", es decir, el encendido ritual de la lámpara, cuya llama es símbolo de Cristo, "Sol sin ocaso".

78 En efecto, al oscurecer, los cristianos saben que Dios ilumina también la noche oscura con el resplandor de su presencia y con la luz de sus enseñanzas. Conviene recordar, a este propósito, el antiquísimo himno del lucernario, llamado Fôs hilarón, acogido en la liturgia bizantina armenia y etiópica: "¡Oh luz gozosa de la santa gloria del Padre celeste e inmortal, santo y feliz, Jesucristo! Al llegar al ocaso del sol y, viendo la luz vespertina, alabamos a Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es digno cantarte en todo tiempo con voces armoniosas, oh Hijo de Dios, que nos das la vida: por eso, el universo proclama tu gloria". También Occidente ha compuesto muchos himnos para celebrar a Cristo luz.

Inspirándose en el simbolismo de la luz, la oración de las Vísperas se ha desarrollado como sacrificio vespertino de alabanza y acción de gracias por el don de la luz física y espiritual, y por los demás dones de la creación y la redención. San Cipriano escribe: "Al caer el sol y morir el día, se debe necesariamente orar de nuevo. En efecto, ya que Cristo es el sol verdadero, al ocaso del sol y del día de este mundo oramos y pedimos que venga de nuevo sobre nosotros la luz e invocamos la venida de Cristo, que nos traerá la gracia de la luz eterna" (De oratione dominica, 35: PL 4, 560).

3. La tarde es tiempo propicio para considerar ante Dios, en la oración, la jornada transcurrida. Es el momento oportuno "para dar gracias por lo que se nos ha dado o lo que hemos realizado con rectitud" (san Basilio, Regulae fusius tractatae, Resp. 37, 3: PG 3,1015). También es el tiempo para pedir perdón por el mal que hayamos cometido, implorando de la misericordia divina que Cristo vuelva a resplandecer en nuestro corazón.

Sin embargo, la caída de la tarde evoca también el "mysterium noctis". Las tinieblas se perciben como ocasión de frecuentes tentaciones, de particular debilidad, de ceder ante los ataques del maligno. La noche, con sus asechanzas, se presenta como símbolo de todas las maldades, de las que Cristo vino a liberarnos. Por otra parte, cada día al oscurecer, la oración nos hace partícipes del misterio pascual, en el que "la noche brilla como el día" (Exsultet). De este modo, la oración hace florecer la esperanza en el paso del día transitorio al dies perennis, de la tenue luz de la lámpara a la lux perpetua, de la vigilante espera del alba al encuentro con el Rey de la gloria eterna.

4. Para el hombre antiguo, más aún que para nosotros, el sucederse de la noche y del día marcaba el ritmo de la existencia, suscitando la reflexión sobre los grandes problemas de la vida. El progreso moderno ha alterado, en parte, la relación entre la vida humana y el tiempo cósmico. Pero el intenso ritmo de las actividades humanas no ha apartado totalmente a los hombres de hoy de los ritmos del ciclo solar.

Por eso, los dos ejes de la oración diaria conservan todo su valor, ya que están vinculados a fenómenos inmutables y a simbolismos inmediatos. La mañana y la tarde constituyen momentos siempre oportunos para dedicarse a la oración, tanto de forma comunitaria como individual. Las Horas de Laudes y Vísperas, unidas a momentos importantes de nuestra vida y actividad, se presentan como un medio eficaz para orientar nuestro camino diario y dirigirlo hacia Cristo, "luz del mundo" (
Jn 8,12).

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a las Siervas de María Ministras de los Enfermos, a la Hermandad del Rocío y al grupo del Colegio Ausonia. Invito a todos a imitar a María en su acción de gracias a Dios y a invocarla cada día con el rezo del santo rosario. Gracias por vuestra atención.

(A los peregrinos procedentes de Moravia, a los superiores y seminaristas del Pontificio Colegio Nepomuceno de Roma)
En este mes de octubre, dedicado al santo rosario, os exhorto a profundizar en la comunión con la Virgen María, por medio de esta hermosa oración.

(A los peregrinos eslovacos de Bratislava y Michalovce)
79 Inspiraos en el ejemplo de oración de Jesús y María para fortalecer vuestro espíritu de comunión.


(En italiano)
Doy gracias a la Virgen, que me dio la oportunidad de realizar ayer la visita al santuario de Pompeya dedicado a ella.



Miércoles 15 de octubre de 2003

La estructura de las Vísperas

1. Gracias a numerosos testimonios sabemos que, a partir del siglo IV, las Laudes y las Vísperas ya son una institución estable en todas las grandes Iglesias orientales y occidentales. Así lo testimonia, por ejemplo, san Ambrosio: "Como cada día, yendo a la iglesia o dedicándonos a la oración en casa, comenzamos desde Dios y en él concluimos, así también el día entero de nuestra vida en la tierra y el curso de cada jornada ha de tener siempre principio en él y terminar en él" (De Abraham, II, 5, 22).

Así como las Laudes se colocan al amanecer, las Vísperas se sitúan hacia el ocaso, a la hora en que, en el templo de Jerusalén, se ofrecía el holocausto con el incienso. A aquella hora Jesús, después de su muerte en la cruz, reposaba en el sepulcro, habiéndose entregado a sí mismo al Padre por la salvación del mundo.

Las diversas Iglesias, siguiendo sus tradiciones respectivas, han organizado según sus propios ritos el Oficio divino. Aquí tomamos en consideración el rito romano.

2. Abre la plegaria la invocación Deus in adiutorium, segundo versículo del salmo 69, que san Benito prescribe para cada Hora. El versículo recuerda que sólo de Dios puede venirnos la gracia de alabarlo dignamente. Sigue el Gloria al Padre, porque la glorificación de la Trinidad expresa la orientación esencial de la oración cristiana. Por último, excepto en Cuaresma, se añade el Aleluya, expresión judía que significa "Alabad al Señor", y que se ha convertido, para los cristianos, en una gozosa manifestación de confianza en la protección que Dios reserva a su pueblo.

El canto del himno hace resonar los motivos de la alabanza de la Iglesia en oración, evocando con inspiración poética los misterios realizados para la salvación del hombre en la hora vespertina, en particular, el sacrificio consumado por Cristo en la cruz.

3. La salmodia de las Vísperas consta de dos salmos adecuados para esta hora y de un cántico tomado del Nuevo Testamento. La tipología de los salmos destinados a las Vísperas presenta varios matices. Hay salmos lucernarios, en los que es explícita la mención de la noche, de la lámpara o de la luz; salmos que manifiestan confianza en Dios, refugio seguro en la precariedad de la vida humana; salmos de acción de gracias y de alabanza; salmos en los que se transparenta el sentido escatológico evocado por el final del día, y otros de carácter sapiencial o de tono penitencial. Encontramos, además, los salmos del Hallel, con referencia a la última Cena de Jesús con los discípulos. En la Iglesia latina se han transmitido elementos que favorecen la comprensión de los salmos y su interpretación cristiana, como los títulos, las oraciones sálmicas y, sobre todo, las antífonas (cf. Ordenación general de la liturgia de las Horas, 110-120).

80 Un lugar de relieve tiene la lectura breve, que en las Vísperas se toma del Nuevo Testamento. Tiene la finalidad de proponer con fuerza y eficacia alguna sentencia bíblica y grabarla en el corazón, para que se traduzca en vida (cf. ib., 45, 156 y 172). Para facilitar la interiorización de cuanto se ha escuchado, a la lectura sigue un oportuno silencio y un responsorio, que tiene la función de "responder", con el canto de algunos versículos, al mensaje de la lectura, favoreciendo su acogida cordial por parte de los participantes en la oración.

4. Con gran honor, introducido por el signo de la cruz, se entona el cántico evangélico de la bienaventurada Virgen María (cf.
Lc 1,46-55). Ya atestiguado por la Regla de san Benito (cap. 12 y 17), el uso de cantar en las Laudes el Benedictus y en las Vísperas el Magníficat, "que la Iglesia romana ha empleado y ha popularizado a lo largo de los siglos" (Ordenación general de la liturgia de las Horas, 50). En efecto, estos cánticos son ejemplares para expresar el sentido de alabanza y de acción de gracias a Dios por el don de la redención.

En la celebración comunitaria del Oficio divino, el gesto de incensar el altar, al sacerdote y al pueblo, mientras se entonan los cánticos evangélicos, puede sugerir -a la luz de la tradición judía de ofrecer el incienso día y noche sobre el altar de los perfumes- el carácter oblativo del "sacrificio de alabanza", expresado en la liturgia de las Horas. Uniéndonos a Cristo en la oración, podemos vivir personalmente lo que se afirma en la carta a los Hebreos: "Ofrezcamos sin cesar, por medio de él, a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre" (He 13,15 cf. Ps 49,14 Ps 49,23 Os 14,3).

5. Después del cántico, las preces dirigidas al Padre o, a veces, a Cristo, expresan la voz suplicante de la Iglesia, que recuerda la solicitud divina por la humanidad, obra de sus manos. En efecto, la característica de las intercesiones vespertinas consiste en pedir la ayuda divina para toda clase de personas, para la comunidad cristiana y para la sociedad civil. Por último, se recuerda a los fieles difuntos.

La liturgia de las Vísperas tiene su coronamiento en la oración de Jesús, el padrenuestro, síntesis de toda alabanza y de toda súplica de los hijos de Dios regenerados por el agua y el Espíritu. Al final de la jornada, la tradición cristiana ha relacionado el perdón implorado a Dios en el padrenuestro con la reconciliación fraterna de los hombres entre sí: el sol no debe ponerse mientras alguien esté airado (cf. Ep 4,26).

La plegaria vespertina concluye con una oración que, en sintonía con Cristo crucificado, expresa la entrega de nuestra existencia en las manos del Padre, conscientes de que jamás nos faltará su bendición.

Saludos


Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a la Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas, de Huesca, y a los Heraldos del Evangelio del Perú, así como a los demás grupos venidos desde otros países de América Latina. Muchas gracias por vuestra atención.

(En polaco)
Saludo a mis compatriotas provenientes de Polonia y de todo el mundo, a los cardenales y a los obispos. Hoy os doy las gracias a todos por vuestra presencia a lo largo de los veinticinco años, por las oraciones y por todas las expresiones de benevolencia y comunión. Me alegra el poder contar con vuestro apoyo espiritual. Llevad mi saludo a vuestras familias y a vuestros seres queridos. Que Dios os bendiga.

(En italiano)
81 A vosotros, queridos jóvenes, enfermos y recién casados, os deseo que imitéis el ejemplo de santa Teresa de Ávila, de la que celebramos hoy la memoria litúrgica: esforzaos como ella por vivir de modo auténtico la vocación cristiana.



Quisiera manifestar a todos mi agradecimiento por las felicitaciones y oraciones que me han hecho llegar con ocasión de mi XXV aniversario de pontificado. Invito a los romanos y peregrinos a unirse conmigo, en la plaza de San Pedro, mañana, a las seis de la tarde, para alabar al Señor y darle gracias en esta gozosa circunstancia.

Palabras del Santo Padre sobre la situación en Bolivia


Suscitan viva preocupación las noticias que provienen de Bolivia, donde está en curso una grave crisis con muertos y heridos.

Deseo expresar mi solidaridad espiritual a los que sufren, e invito a todos a rezar a fin de que el Señor inspire a las partes en causa a que hagan prevalecer el diálogo civil y busquen soluciones equitativas a los problemas que afligen la nación, respetando la legalidad.




Miércoles 29 de octubre de 2003


1. Con el mes de octubre se concluye el Año del Rosario.

Agradezco profundamente a Dios este tiempo de gracia, en el que toda la comunidad eclesial ha podido profundizar en el valor y la importancia del rosario, como oración cristológica y contemplativa.

"Contemplar con María el rostro de Cristo" (Rosarium Virginis Mariae RVM 3). Estas palabras de la carta apostólica Rosarium Virginis Mariae se han convertido, por decirlo así, en el "lema" del Año del Rosario. Expresan, en síntesis, el auténtico significado de esta oración a la vez sencilla y profunda. Al mismo tiempo, ponen de relieve la continuidad entre la propuesta del rosario y el camino que indiqué al pueblo de Dios en mi anterior carta apostólica Novo millennio ineunte.

2. En efecto, si al inicio del tercer milenio los cristianos están llamados a crecer como "contempladores del rostro de Cristo" (Novo millennio ineunte NM 16), y las comunidades eclesiales a convertirse en "auténticas escuelas de oración" (ib., 33), el rosario constituye el "camino mariano" y, por tanto, privilegiado para alcanzar ese doble objetivo. La Iglesia, deseando ser cada vez más transparencia del "misterio" de Cristo, para meditar los "misterios" de su Evangelio, acude a la escuela de María. Este es "el camino de María" (ib., 24), el camino que siguió ella al realizar su ejemplar peregrinación de fe, como primera discípula del Verbo encarnado. Al mismo tiempo, es el camino de una auténtica devoción mariana centrada totalmente en la relación existente entre Cristo y su Madre santísima (cf. ib.).

3. Durante este año he querido pedir al pueblo de Dios que ore por dos grandes intenciones: la paz y la familia.

82 El siglo XXI, que comenzó con una gran reconciliación jubilar, por desgracia heredó del pasado numerosos y persistentes focos de guerra y violencia. Los desconcertantes atentados del 11 de septiembre de 2001 y lo que sucedió a continuación en el mundo han aumentado la tensión a nivel mundial. Ante estas preocupantes situaciones, rezar el rosario no es un repliegue intimista, sino una opción consciente de fe: contemplando el rostro de Cristo, nuestra paz y nuestra reconciliación, queremos implorar de Dios el don de la paz por intercesión de María santísima. A ella le pedimos la fuerza necesaria para ser constructores de paz, comenzando por la vida diaria en familia.
¡La familia! Precisamente la familia debería ser el primer ambiente en donde se acoja, cultive y conserve la paz de Cristo. Sin embargo, en nuestros días, sin la oración resulta cada vez más difícil para la familia realizar esta vocación. Por eso, sería realmente útil recuperar la hermosa costumbre de rezar el rosario en casa, tal como acontecía en las generaciones pasadas. "La familia que reza unida, permanece unida" (Rosarium Virginis Mariae
RVM 41).

4. Encomiendo estas intenciones a la Virgen, para que sea ella quien proteja a las familias y obtenga la paz para las personas y para el mundo entero.

Deseo que todos los creyentes, juntamente con la Virgen, se encaminen decididamente por la senda de la santidad, teniendo la mirada fija en Jesús y meditando, con el rosario, los misterios de la salvación. Este será el fruto más valioso de este año dedicado a la oración del rosario.

Saludos

Saludo cordialmente a los visitantes de España y de América Latina, en especial al grupo de abogados, a los fieles de Getafe, Sevilla, Cieza y Barcelona, así como a los peregrinos mexicanos de Guadalajara. Pidamos a la Virgen María que seamos constructores de paz, empezando por la propia familia. Muchas gracias.

(En polaco)
Saludo cordialmente a mis compatriotas. A María, Reina del rosario, encomiendo a todas las familias polacas. En mi oración pido por la paz en Polonia y en el mundo entero. A todos los que se unen a mi oración por esta intención les imparto de corazón la bendición apostólica. ¡Alabado sea Jesucristo!.

(En italiano)
Dirijo también mi afectuoso saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

A todos os exhorto a fundar vuestra vida en la palabra de Dios, para ser constructores de la civilización del amor, del que es símbolo elocuente la cruz de Cristo, fuente de luz, consuelo y esperanza para los hombres de todos los tiempos.





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Noviembre de 2003


Audiencias 2003 72