Discursos 2003 78

DISCURSO DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II


A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE INDONESIA


CON OCASIÓN DE SU VISITA "AD LIMINA"


Sábado 29 de marzo 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. "Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo" (1Co 1,3). Con estas palabras de san Pablo y con afecto en el Señor, os doy la bienvenida, obispos de Indonesia, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. A través de vosotros, abrazo espiritualmente también a los sacerdotes, a los religiosos y a los laicos de vuestras Iglesias particulares. Vuestro viaje desde tan lejos para arrodillaros ante las tumbas de los Apóstoles, para uniros en oración y encontraros con el Sucesor de Pedro testimonia el carácter universal de la Iglesia. Como sucesores de los Apóstoles, cuyo testimonio de Cristo crucificado y resucitado es el fundamento seguro de la proclamación del Evangelio por parte de la Iglesia en todo tiempo y lugar, habéis venido para confirmar vuestra comunión en la fe y en la caridad. Doy gracias porque durante estos tiempos difíciles habéis logrado realizar esta peregrinación, para compartir la fe, las experiencias y las intuiciones de vuestras comunidades locales, así como los desafíos que afrontáis.
79 Quiera Dios que los frutos de nuestros encuentros enriquezcan a la Iglesia en Indonesia e intensifiquen vuestro ministerio pastoral.

2. Vuestro liderazgo contribuye a poner a la Iglesia en la vanguardia de la promoción de la paz y la armonía en un país compuesto por numerosos grupos diversos. En efecto, vuestra Conferencia trata de reflejar el lema Bihneka Tungal Ika, "unidad en la diversidad", que se encuentra en vuestro escudo nacional. Vuestros diferentes orígenes étnicos y culturales, reunidos en un clima de fe, diálogo y confianza mutua, pueden constituir un modelo de esperanza para toda Indonesia. Al inicio de una nueva era, Indonesia afronta el desafío de construir una sociedad basada en los principios democráticos de la libertad y la igualdad de sus ciudadanos, independientemente de la lengua, la raza, el origen étnico, la herencia cultura o la religión. No dudo de que la Iglesia seguirá activamente comprometida en este esfuerzo, impulsando a todas las personas a unirse en el ejercicio de sus responsabilidades cívicas a través del diálogo y la apertura, evitando todo tipo de prejuicio o fanatismo. El desarrollo de una sociedad que encarne estos ideales democráticos ayudará a frenar la preocupante violencia que por desgracia ha afectado a vuestro país en los últimos años.

La libertad religiosa, que ha sido una característica tradicional de la sociedad indonesia, está garantizada por la constitución de la nación. La Iglesia debe velar siempre para garantizar que se respete este principio tanto en el ámbito federal como en el local. Espero que estos esfuerzos ayuden a crear un clima donde el respeto por la función del derecho se convierta en la nueva mentalidad para una sociedad democrática que sea tolerante y no violenta. Este importante primer paso comienza con una formación humana adecuada. Como dije en mi carta encíclica Centesimus annus, la promoción de "las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales" es un elemento necesario para la creación de un orden civil caracterizado por la preocupación auténtica por el bien común (cf. n. 46). A este respecto, es preciso prestar atención particular a los pobres. La Iglesia se preocupa de que "la promoción de los pobres sea una gran ocasión para el crecimiento moral, cultural e incluso económico de la humanidad entera" (ib., 28). Dado que el mensaje de Cristo es un mensaje de esperanza, sus seguidores deben procurar siempre que los menos favorecidos, independientemente de su religión o su origen étnico, sean tratados con la dignidad y el respeto que exige el Evangelio. Promover los derechos fundamentales de los débiles es un camino eficaz hacia una sociedad estable y productiva. La Iglesia está llamada a "mantenerse cerca de los pobres, a discernir la justicia de sus reclamaciones y a ayudar a hacerlas realidad" (cf. Sollicitudo rei socialis
SRS 39).

3. Uno de los modos más eficaces que tiene la comunidad cristiana para ayudar a los pobres es la educación. En este campo, así como en su impresionante sistema de organismos caritativos, la Iglesia en Indonesia merece elogios. Aunque los católicos constituyen una parte muy pequeña de la población total, han desarrollado un amplio y respetado sistema escolar. La obra de la Iglesia en el campo de la educación es reconocida como una de vuestras mayores contribuciones a la sociedad indonesia, y ciertamente es un medio eficaz para la transmisión de los valores evangélicos. La educación católica, en cuanto parte importante de la misión catequística y evangelizadora de la Iglesia, debe fundarse en una filosofía en la que la fe y la cultura se hayan fundido en una unidad armoniosa (cf. Congregación para la educación católica, La dimensión religiosa de la educación en la escuela católica, 34). Vuestros esfuerzos por mantener las escuelas católicas, especialmente en zonas pobres no católicas y en medio de dificultades económicas, muestra vuestro firme compromiso en favor de la solidaridad pluricultural y de la exigencia del amor evangélico a todos. Aunque es estimulante observar el elevado índice de alfabetización de la población, resulta alarmante el número de jóvenes que no frecuentan la escuela secundaria. Es necesario impulsar a vuestra juventud a no renunciar a la educación por el atractivo del materialismo superficial y fugaz. A este respecto, quiero también destacar la labor esencial que realizan los catequistas en países como Indonesia, donde los fieles son una minoría muy pequeña. La imposibilidad de acceder a la educación católica en algunas áreas pobres, asociada a un ambiente algunas veces en conflicto o incluso hostil con el cristianismo, suscita la exigencia de elaborar serios programas de formación catequística tanto para los jóvenes como para los adultos. La comunidad eclesial tiene la responsabilidad de garantizar que sus miembros sean acogidos en "un ambiente donde puedan vivir, con la mayor plenitud posible, lo que han aprendido" (Catechesi tradendae CTR 24). La catequesis es tarea de toda la comunidad de fe, y una extensión del ministerio de la Palabra confiado al obispo y a su clero. Es una responsabilidad eclesiástica que requiere una adecuada formación doctrinal y pedagógica. Os animo a dar todo el apoyo posible a los que han asumido de buen grado la difícil y exigente tarea de proporcionar este servicio esencial, que toda la Iglesia agradece.

4. Desde hace algún tiempo vuestra Conferencia episcopal ha reconocido que la evangelización va acompañada de una profunda, gradual y exigente labor de inculturación. La verdad del Evangelio debe proclamarse siempre de un modo persuasivo y significativo. Esto es especialmente importante en una sociedad compleja como la vuestra, donde, en algunas áreas y entre ciertos grupos, el catolicismo se ve a veces con sospecha. Tenéis la delicada tarea de velar para que el Evangelio conserve su sentido fundamental, que vale para todos los pueblos y culturas, comunicándolo además de un modo atento a los valores tradicionales y a la familia. Como dije durante mi visita pastoral a Indonesia, en 1989, "el ejemplo de Cristo y el poder de su misterio pascual penetra, purifica y eleva toda cultura, cada cultura" (Homilía en Yakarta, 10 de octubre de 1989: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 22 de octubre de 1989, p. 8).

El éxito de la inculturación depende de los matrimonios y las familias que encarnan la visión cristiana de su vocación y su responsabilidad. Por tanto, os exhorto a seguir promoviendo los valores tradicionales de la familia, tan íntimamente vinculados a la cultura asiática (cf. Ecclesia in Asia ), infundiéndoles la nueva vida que viene del Evangelio. No conviene descuidar las graves preocupaciones por las crecientes amenazas contra la vida familiar, de las que os habéis hecho eco en numerosas ocasiones. Está surgiendo de muchas formas una auténtica "conspiración contra la vida" (cf. Evangelium vitae EV 17) y la familia: aborto, permisivismo sexual, pornografía, abuso de drogas y presiones para adoptar métodos de control de la natalidad moralmente inaceptables. A pesar de las dificultades que entraña contrarrestar estas tendencias en una sociedad no cristiana, vosotros, como obispos, sois "los primeros a quienes se pide ser anunciadores incansables del evangelio de la vida" (ib., 82). En todo tiempo, la voz profética de la Iglesia proclama con fuerza la necesidad de respetar y promover la ley divina inscrita en cada corazón (cf. Rm Rm 2,15). Mediante la escucha, el diálogo y el discernimiento, los obispos deben ayudar a su grey a vivir el Evangelio de un modo plenamente compatible con el depósito de fe y con los vínculos de la comunión eclesial (cf. Redemptoris missio RMi 54).

5. Como algunos de vosotros habéis explicado, la Iglesia en Indonesia vive y sufre con el pueblo, afrontando los desafíos que surgen del contacto diario con la sociedad no cristiana. Es una comunidad que busca un camino de desarrollo humano integral en el contexto de la armonía y la tolerancia religiosa, ofreciendo y recibiendo mucho dentro de un ambiente cultural complejo. Ya existe en vuestro país un laudable nivel de diálogo interreligioso en el ámbito institucional. Este intercambio mutuo de experiencias religiosas ha encontrado una expresión práctica en los proyectos caritativos interreligiosos y en la colaboración que se ha entablado, en particular después de desastres naturales. Incluso en áreas predominantemente musulmanas, la Iglesia está activamente presente en orfanatos, clínicas e instituciones dedicadas a ayudar a los oprimidos. Se trata de una admirable expresión de la índole ilimitada del amor de Cristo; un amor no dirigido a unos pocos, sino a todos.

Aquí, deseo manifestaros mi profunda solicitud por el amado pueblo indonesio en este momento de alta tensión en toda la comunidad mundial. No hay que permitir nunca que la guerra divida a las religiones del mundo. Os aliento a considerar este momento preocupante como una ocasión para trabajar juntos, como hermanos comprometidos con la paz, con vuestro pueblo, con los creyentes de las otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, para asegurar la comprensión, la cooperación y la solidaridad. No permitamos que una tragedia humana se convierta también en una catástrofe religiosa (cf. Discurso a una delegación interreligiosa de Indonesia, 20 de febrero de 2003).

Al mismo tiempo, soy muy consciente de que algunos sectores de la comunidad cristiana de vuestra nación han sufrido discriminación y prejuicios, mientras que otros han sido víctimas de actos de destrucción y vandalismo. En algunas zonas se ha negado a las comunidades cristianas el permiso de construir locales para el culto y la oración. Indonesia, junto con la comunidad internacional, se ha visto sorprendida recientemente por la terrible pérdida de vidas causada por el atentado terrorista con bombas en Bali. Sin embargo, en todo esto es necesario tener cuidado de no caer en la tentación de definir a enteros grupos de personas por las acciones de una minoría extremista. La religión auténtica no defiende el terrorismo o la violencia, sino que busca promover con todos los medios posibles la unidad y la paz de toda la familia humana.

6. Dado que los cristianos constituyen una minoría muy pequeña en vuestro país, están llamados especialmente a ser "levadura en la masa" (cf. Mt Mt 13,33). A pesar de las dificultades y los sacrificios, vuestros sacerdotes y religiosos siguen testimoniando a diario la buena nueva de Jesucristo, llevando a muchos el Evangelio. Puesto que "la Iglesia en Asia se encuentra insertada entre pueblos que muestran un intenso anhelo de Dios" (Ecclesia in Asia ), estáis llamados a hallar los modos concretos de encuentro para responder a ese anhelo. En efecto, vuestros esfuerzos por promover las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa reflejan vuestra conciencia de este deber. Os felicito por vuestro empeño en mantener elevados niveles de educación y formación en los seminarios y en las casas religiosas. El interés y la atención mostrados al seleccionar y formar los candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa redundan siempre en beneficio de la Iglesia local.

Ya que la formación y el desarrollo espiritual son procesos que duran toda la vida, los obispos tienen la responsabilidad fundamental de ayudar a sus sacerdotes, poniendo a su disposición programas de formación permanente, retiros y momentos de oración y fraternidad. Un elemento importante de esta formación, tanto inicial como permanente, es una adecuada preparación en el campo de la teología y la espiritualidad de la liturgia. "La liturgia es la fuente y la cumbre de toda la vida y la misión cristiana, y un medio fundamental de evangelización, especialmente en Asia, donde los seguidores de diversas religiones se sienten muy atraídos por el culto, las festividades religiosas y las devociones populares" (cf. Ecclesia in Asia ). Vuestros sacerdotes necesitan tener la oportunidad de alimentarse de esa liturgia y convertirse en expertos, llevando su riqueza a los demás, de modo que su profundidad, su belleza y su misterio sigan resplandeciendo siempre.

80 El apoyo espiritual y moral que dais a los religiosos y a las religiosas de vuestras diócesis es también una parte significativa de vuestro ministerio episcopal. Los miembros de los institutos religiosos han desempeñado un papel indispensable al llevar la buena nueva a los hombres y mujeres de Indonesia y, de manera especial, a los pobres y a los marginados. En esta importante tarea hay que ayudarles siempre a fortalecer su consagración al Señor viviendo día a día los consejos evangélicos. "Quienes han abrazado la vida consagrada están llamados a convertirse en guías en la búsqueda de Dios, una búsqueda que siempre ha apasionado al corazón humano y es particularmente visible en las diversas formas de espiritualidad y ascetismo de Asia" (Ecclesia in Asia ). Por esta razón, los religiosos pueden desempeñar un papel esencial en el compromiso general de la Iglesia en favor de la evangelización.

7. Queridos hermanos en el episcopado, con espíritu de fe y de comunión he compartido con vosotros estas reflexiones sobre ciertos aspectos de la solicitud por el amado pueblo de Dios en Indonesia. A través de vuestra presencia, me siento muy cercano a los fieles indonesios, y en este momento de incertidumbre oro con fervor para que sean fortalecidos en Cristo. Os encomiendo a todos a la intercesión de María, Reina del rosario, que abraza a todos los que la invocan en las aflicciones y jamás deja de interceder para que se vean libres del mal. En el amor de Jesucristo, os imparto a vosotros y a los fieles de vuestras diócesis mi bendición apostólica.





                                                                              Abril de 2003



MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA "MARCHA DE PENITENCIA"


ORGANIZADA POR LA ORDEN DE LOS MÍNIMOS




Al reverendísimo padre
Giuseppe FIORINI MOROSINI
Superior general de la Orden de los Mínimos

1. Me ha alegrado saber que el próximo 2 de abril tendrá lugar en la ciudad de Paula, con la aprobación del arzobispo diocesano, monseñor Giuseppe Agostino, la primera "Marcha de penitencia", organizada por el consejo de pastoral juvenil de esa Orden, y a la que están invitados de modo particular los jóvenes. Me alegra dirigirle mi más cordial saludo, con mis mejores deseos, a usted, querido padre, a los organizadores, a sus hermanos y a cuantos participen en esa valiosa iniciativa, que se repetirá todos los años con ocasión del aniversario de la muerte de san Francisco de Paula.

2. La oportuna manifestación se realiza este año en un período marcado por no pocas preocupaciones y sufrimientos, también a causa de la guerra actual. Por tanto, constituye una ocasión muy oportuna para invitar a reflexionar y a implorar para la humanidad el don fundamental de la paz. Es, en cierto modo, una continuación ideal de la "Jornada de oración y ayuno", con la que comenzó la Cuaresma. Estos fuertes momentos espirituales ayudan a tomar cada vez mayor conciencia de la urgente necesidad de construir la paz incluso a costa de sacrificios personales. Es preciso estar dispuestos a renunciar también a algo legítimo, con vistas a un bien superior. Es necesario, sobre todo, ser conscientes de que todo se puede obtener de Dios con la oración. Al mismo tiempo, la Marcha puede convertirse en una escuela de vida, porque permite hacer referencia a los ejemplos y enseñanzas luminosos del santo de Paula, que no dudó en poner su opción de penitencia evangélica al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

3. Habiendo vivido en una época no exenta de dificultades y problemas a causa de varios conflictos persistentes, se comprometió a trabajar en favor de la paz, haciendo penitencia y mediando entre las partes implicadas. En 1494, mientras sobre Italia se cernían densos nubarrones, afirmó: "No me canso de rezar por la paz". Definía la paz como "el mayor tesoro que los pueblos pueden tener", y "una santa mercancía que vale la pena adquirir aunque sea a un precio elevado".
Reverendísimo padre, lo animo a usted, a sus hermanos y a los jóvenes participantes en la Marcha a acoger dócilmente, siguiendo el ejemplo del santo de Paula, la "dulce pedagogía" de la penitencia evangélica, para aprender el verdadero secreto de la paz. Como enseña este santo, para obtener la paz en todos los ámbitos hacen falta la conversión del corazón y un cambio real de vida.

Deseo de corazón que la "Marcha de la penitencia" contribuya a que madure en las conciencias de las nuevas generaciones un sincero propósito de paz, que es preciso alimentar a través de un itinerario de abnegación personal con espíritu de penitencia.

81 Con estos sentimientos, a la vez que invoco la intercesión celestial de la Virgen María, Reina de la paz, y de san Francisco de Paula, imparto con afecto al pastor de la archidiócesis, a usted, reverendísimo padre, a toda la Orden de los Mínimos, a los organizadores, a los jóvenes y a todos los participantes en la marcha penitencial, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 29 de marzo de 2003






A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE ESCANDINAVIA


CON OCASIÓN DE SU VISITA "AD LIMINA"


Sábado 5 de abril de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. "Gracia, misericordia y paz de parte de Dios Padre y de Cristo Jesús, Señor nuestro" (1Tm 1,2). Con afecto fraterno os doy una cordial bienvenida, obispos de Escandinavia. Vuestra primera visita ad limina Apostolorum de este nuevo milenio es una ocasión para renovar vuestro compromiso de proclamar cada vez con más valentía el Evangelio de Jesucristo en la verdad y en el amor. Como peregrinos a las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, venís a "ver a Pedro" (cf. Ga Ga 1,18) y a sus colaboradores en el servicio a la Iglesia universal. Así confirmáis vuestra "unidad en la fe, esperanza y caridad", y conocéis y apreciáis cada vez más "el inmenso patrimonio de valores espirituales y morales que toda la Iglesia, en comunión con el Obispo de Roma, ha difundido en el mundo entero" (Pastor bonus, Anexo I, 3).

2. Como obispos, habéis sido revestidos de la autoridad de Cristo (cf. Lumen gentium LG 25) y se os ha confiado la tarea de testimoniar su Evangelio de salvación. Los fieles de Escandinavia, con grandes expectativas, esperan de vosotros que seáis sólidos maestros en la fe y generosos en vuestra disponibilidad a proclamar la verdad "a tiempo y a destiempo" (2Tm 4,2). Mediante vuestro testimonio personal del misterio vivo de Dios (cf. Catechesi tradendae CTR 7), dais a conocer el amor ilimitado de aquel que se ha revelado a sí mismo y su designio sobre la humanidad a través de Jesucristo. De este modo, se da un elocuente testimonio del extraordinario "sí" de Dios a la humanidad (cf. 2Co 1,20), y vosotros mismos os afianzáis en vuestra predicación de Jesucristo, que es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6).

Este es el mensaje que es preciso proclamar hoy, con claridad y sin ambigüedad. En un mundo lleno de escepticismo y confusión, alguien podría pensar que la luz de Cristo se ha oscurecido. En efecto, las sociedades y las culturas modernas se caracterizan a menudo por un secularismo que lleva fácilmente a la pérdida del sentido de Dios, y sin Dios se pierde rápidamente el verdadero sentido del hombre. "Cuando se olvida al Creador, la criatura misma resulta incomprensible" (cf. Gaudium et spes ): los hombres ya no son capaces de verse a sí mismos como "misteriosamente diferentes" de las demás criaturas terrenas, y pierden de vista el carácter trascendente de la existencia humana. Este es el contexto en el que la verdad liberadora de Cristo debe resonar: "Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres" (Jn 8,32). Hablamos aquí de la plenitud de vida, que trasciende los límites de la existencia terrena y forma la base del Evangelio que predicamos, el "Evangelio de la vida". En efecto, el eco profundo y persuasivo de esta sublime verdad en el corazón de cada persona, creyente e incluso no creyente, "superando infinitamente sus expectativas, se ajusta a ella de modo sorprendente" (Evangelium vitae EV 2).

3. Un aspecto central de la "nueva evangelización" a la que he invitado a toda la Iglesia es la evangelización de la cultura, porque "el punto central de toda cultura lo ocupa la actitud que el hombre asume ante el misterio más grande: el misterio de Dios. (...) Cuando se elimina esta pregunta, se corrompen la cultura y la vida moral de las naciones" (Centesimus annus CA 24). El desafío que afrontáis, queridos hermanos, es hacer que la voz del cristianismo se oiga en el ámbito público y que los valores del Evangelio influyan en vuestras sociedades y culturas. A este respecto, me complace constatar el impacto positivo de vuestras cartas pastorales y declaraciones en asuntos de actualidad en vuestros países.

Por ejemplo, en vuestra reciente carta pastoral sobre el matrimonio y la vida familiar habéis afrontado muchas dificultades que afligen a las familias cristianas. Observando cómo la santidad del matrimonio se ve ofuscada por su equiparación con formas diversas de cohabitación y percibiendo los efectos negativos del divorcio en vuestras sociedades, animáis a los cónyuges a preservar y desarrollar el valor de la indisolubilidad del matrimonio.Así les ayudáis a convertirse en signo valioso de la fidelidad inquebrantable y del amor abnegado de Cristo mismo (cf. Familiaris consortio FC 20).

En efecto, la institución del matrimonio ha sido querida por Dios desde el principio, y tiene su sentido más pleno en la enseñanza de Cristo. ¿Hay un momento más maravilloso y gozoso para los matrimonios, cuando participan en el acto creador de Dios, que el nacimiento de sus hijos? Y ¿existe un signo de esperanza más grande para la humanidad que una nueva vida? La verdad de la sexualidad humana se manifiesta con más claridad en el amor mutuo de los esposos y en su aceptación "de la máxima donación posible, por la cual se convierten en cooperadores de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana" (ib., 14). Animar a los fieles a promover la dignidad del matrimonio y enseñarles a apreciar su naturaleza indisoluble significa ayudarles a participar en el amor de Dios, que es perfecto, completo y siempre vivificante.

4. Los habitantes de Escandinavia son conocidos por su participación en misiones para mantener la paz, por su profundo sentido de responsabilidad frente a las crisis ecológicas y por su generosidad al proporcionar ayuda humanitaria. De cualquier modo, el auténtico humanismo incluye siempre a Dios; de lo contrario, aun sin querer, acabará por negar a los seres humanos el lugar que les corresponde en la creación y no logrará reconocer plenamente la dignidad propia de cada persona (cf. Christifideles laici CL 5). Por eso, debéis ayudar a vuestras respectivas culturas a recurrir a su rica herencia cristiana para formar su concepción de la persona humana. En Cristo todos los hombres son hermanos y hermanas, y nuestros gestos de solidaridad con ellos se convierten en actos de amor y fidelidad a Cristo, el cual dijo que lo que hacemos a uno de los más pequeños, se lo hacemos a él (cf. Mt Mt 25,45). Este es el fundamento de la cultura de la vida y de la civilización del amor que tratamos de construir, y es también la perspectiva en la que se basan vuestros esfuerzos por acoger el número cada vez mayor de inmigrantes en los países nórdicos.

82 5. Vuestros programas ecuménicos locales son también una fuente de aliento, ya que el testimonio común de todos los cristianos contribuirá en gran medida a lograr que los valores del Evangelio influyan en la sociedad y se extienda el reino de Dios entre nosotros. La conciencia de la historia común de los cristianos ha dado vida a una "fraternidad redescubierta", de la que brotan muchos de los frutos del diálogo ecuménico: declaraciones conjuntas (entre las que cabe destacar la Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación), oración común y solidaridad al servicio de la humanidad. El ecumenismo, correctamente entendido, forma parte del compromiso de todos los cristianos de dar testimonio de su fe. Aunque el camino ecuménico destaca con razón lo que tenemos en común, por supuesto no debe descuidar o pasar por alto las dificultades muy reales que aún afrontamos en el camino hacia la unidad. A pesar de que no existe todavía la plena comunión en la fe, eso no debería llevar a perder la esperanza; más bien, debería impulsar a todos los creyentes a intensificar su compromiso de rezar con fervor y trabajar con decisión por la unidad que Cristo quiere para su Iglesia (cf. Jn Jn 17,20-21).

6. Hermanos, el nuevo milenio exige "un renovado impulso en la vida cristiana" (Novo millennio ineunte NM 29). Hombres y mujeres en todo el mundo buscan un sentido a su vida; necesitan creyentes que no sólo les "hablen" de Cristo, sino que también se lo "muestren". Con nuestra contemplación del rostro de Cristo (cf. ib., 16) hacemos que su luz brille cada vez más para los demás. A este respecto, es indispensable proporcionar programas de formación para niños, jóvenes y adultos. Estas iniciativas pastorales, adaptadas a las circunstancias particulares de vuestras poblaciones, darán grandes frutos de santidad en medio de ellas, y ayudará a los que aún conocen poco a Jesucristo a buscar una orientación en la vida.

Son fundamentales para vuestra misión la formación permanente del clero diocesano y religioso, y la formación adecuada de los seminaristas.Por otra parte, para afrontar los desafíos de la evangelización en el tercer milenio cristiano, una de vuestras prioridades ha de ser la promoción de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. De esta manera, trabajaréis para garantizar que un número suficiente de hombres y mujeres responda a la llamada de Cristo. Algunas de vuestras Iglesias locales están experimentando ahora incluso un aumento de vocaciones a la vida consagrada. Se trata de un signo claro de un renovado interés por la espiritualidad, y refleja el deseo, especialmente entre los jóvenes, de profundizar en el conocimiento y la comprensión de la fe. En vuestra misión de pastores, os exhorto a alimentar este crecimiento, haciendo todo lo posible por facilitar la presencia dinámica de las comunidades religiosas y contemplativas entre vuestra gente, y proporcionando el necesario apoyo humano y espiritual a vuestros sacerdotes diocesanos.

7. Queridos hermanos en el episcopado, con afecto fraterno comparto de buen grado estas reflexiones con vosotros, y os animo en el ejercicio del carisma de la verdad, que el Espíritu os ha concedido. Os aseguro mis oraciones mientras seguís apacentando con amor la grey confiada a vuestro cuidado. Unidos en nuestro anuncio de la buena nueva de Jesucristo, renovados en el entusiasmo de los primeros cristianos, y guiados por el ejemplo de los santos, prosigamos con esperanza. En este Año del Rosario, María, Madre de la Iglesia, sea vuestra guía segura mientras "tratáis de hacer lo que Jesús os dice" (cf. Jn Jn 2,5). Encomendándoos a su protección materna, de corazón os imparto mi bendición apostólica a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos de vuestras diócesis.





ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN ECUMÉNICA


Lunes 7 de abril de 2003



Querido arzobispo Levada;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Me complace dar la bienvenida a vuestra delegación ecuménica de católicos, greco-ortodoxos y anglicanos de la región de San Francisco. Esta peregrinación, que coincide con el 150° aniversario de la fundación de la archidiócesis de San Francisco, es un testimonio de vuestro compromiso en favor del crecimiento de la unidad de los cristianos a través del diálogo sincero, la oración común y la cooperación fraterna al servicio del Evangelio. Espero que vuestra visita a esta ciudad, bendecida por las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo y por el recuerdo de los primeros mártires, aumente vuestro amor a Jesucristo y vuestro celo por la difusión de su reino. En un tiempo de conflictos y graves tensiones en nuestro mundo, pido a Dios que vuestro testimonio del mensaje evangélico de reconciliación, solidaridad y amor sea un signo de esperanza y una promesa de unidad de una humanidad renacida y renovada en la gracia de Cristo. Sobre vosotros y sobre vuestras comunidades invoco de corazón abundantes bendiciones divinas.








AL PRESIDENTE DE ARGENTINA


Lunes 7 de abril de 2003



1. Agradezco vivamente el atento escrito que, con motivo de su visita a la Sede del Sucesor del Apóstol San Pedro, antes de finalizar su mandato presidencial, ha tenido la amabilidad de entregarme para hacerme presente el reconocimiento y afecto del querido pueblo argentino. Con su presencia hoy aquí quiere, sin duda, expresar la sincera gratitud de sus compatriotas por la contribución de la Santa Sede al servicio del progreso, la paz, la justicia y la dignidad de la persona humana.

2. La Iglesia ha acompañado siempre con su presencia y cercanía el caminar de los argentinos. A través, sobre todo, del generoso quehacer apostólico de los Pastores de esa querida tierra los ha alentado, especialmente con el anuncio de la Palabra del Señor y la propagación los grandes valores evangélicos, a afrontar con valor y confianza los desafíos del momento presente.

83 En mi solicitud por toda la Iglesia, conociendo las grandes dificultades que hay que afrontar cada día, sigo con interés las vicisitudes de la Nación argentina en este momento tan apremiante de la historia en el que los dramáticos acontecimientos que estamos viviendo nos hacen recordar a todos, principalmente a quienes corresponde la ardua tarea de regir los destinos de los pueblos, la responsabilidad que tienen ante Dios y ante la historia en la construcción de un mundo de paz y de bienestar espiritual y material.

3. Mirando a Argentina hago votos para que el patrimonio de la Doctrina Social de la Iglesia siga siendo un valioso instrumento de orientación para superar los problemas que obstaculizan la edificación de un orden más justo, fraterno y solidario. La Iglesia, testigo de la esperanza, está siempre dispuesta a servir de instrumento de conciliación y entendimiento entre los distintos sectores que componen el entramado social, a fin de que cada uno de ellos pueda cooperar eficaz y activamente a la superación de las dificultades. Se trata de un diálogo que, excluyendo todo tipo de violencia en sus diversas manifestaciones, ayude a mitigar los problemas que afectan primordialmente a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, ayudando así a construir, con la colaboración de todos, un futuro más digno y humano. Detrás de las situaciones de injusticia existe siempre un grave desorden moral, que no se mejora aplicando solamente medidas técnicas, más o menos acertadas, sino sobre todo promoviendo decididamente un conjunto de reformas que favorezcan los derechos y deberes de la familia como base natural e insustituible de la sociedad. Asimismo se deben impulsar proyectos de defensa y desarrollo en favor de la vida que tengan presente la dimensión ética de la persona, desde su concepción hasta su ocaso natural.

4. La fe católica, cuya presencia en ese territorio se remonta a principios del siglo XVI, es una de sus riquezas. A lo largo de esta historia secular, la Iglesia que peregrina en vuestro pueblo ha producido frutos abundantes de vida a través de la labor de hombres y mujeres de reconocidas virtudes, como la Beata Madre Cabanillas, que tuve el honor de elevar a los altares el pasado año, y de tantos cristianos que han trabajado incansablemente en la proclamación del Evangelio como servicio al bien integral del ser humano. En efecto, las profundas raíces católicas que conforman el patrimonio espiritual de la Nación y se plasman en la cultura, en la historia y en algunos enunciados de la legislación, imprimieron su huella en los principios fundamentales de la Constitución de vuestro País, sin dejar de garantizar el legítimo respeto a la libertad religiosa. Argentina ha dado siempre muestras, dignas de todo reconocimiento, de saber acoger en su seno a gentes de todas las razas y credos, que han encontrado desde La Quiaca hasta la Tierra de Fuego y desde las grandes ciudades y pueblos andinos a los de las costas del Atlántico un lugar de convivencia pacífica y armónica.

5. Animo a todos los argentinos sin excepción a seguir adelante en la búsqueda del camino que conduce a la concordia, sin olvidar que éste no puede prescindir del respeto y de la tutela de los derechos fundamentales de la persona humana. Asimismo aliento a todos a seguir trabajando incansablemente por la construcción de una sociedad que facilite la igualdad de oportunidades y ahuyente toda sombra de discriminación entre sus miembros, no sucumbiendo nunca a los principios materialistas que ciegan las conciencias y endurecen los corazones. En esta hora difícil en el ámbito de las relaciones internacionales, debemos hacer presente que solamente desde el Evangelio podrán inspirarse principios de paz auténtica y perdurable. Pido a Dios que la Nación Argentina, avanzando por los caminos de la unidad y la solidaridad efectiva, alcance en un futuro próximo la prosperidad que anhelan sus hijos, después de haber pasado por una fuerte crisis. Que los que ejercen responsabilidades de gobierno, en la vida política, administrativa y judicial, así como los especialistas en las diversas ciencias sociales, acierten y se empeñen en llevar a cabo las reformas necesarias, a fin de que nadie carezca de los bienes necesarios para desarrollarse como persona y como ciudadano. Que presten especial atención a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los pobres en general y los desempleados, los jubilados, los jóvenes, sin olvidar a aquellos que por motivos obvios tienen que traspasar las propias fronteras emigrando a otros países en busca de un futuro mejor. Los argentinos, poniendo su confianza en Dios y contando también con la ayuda de la comunidad internacional, han de ser los principales protagonistas y artífices de una historia patria serena y promisoria para todos.

6. Señor Presidente, al regresar a su Nación transmita a sus compatriotas el saludo cordial del Papa, con la seguridad de su oración. Invocando la protección de la Madre de los argentinos, Nuestra Señora de Luján, les bendigo a todos con gran afecto.








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