Discursos 2003 144


A LOS DIVERSOS GRUPOS DE PEREGRINOS


Lunes 28 de abril de 2003



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
amadísimos religiosos y religiosas;
145 hermanos y hermanas en el Señor:

1. Me alegra encontrarme de nuevo con vosotros, que habéis participado ayer en la solemne ceremonia de beatificación en la plaza de San Pedro. Esta mañana, tenemos la grata oportunidad de contemplar una vez más las maravillas que Dios realizó en los nuevos beatos, tan queridos para vosotros. Con afecto os saludo a cada uno y os agradezco vuestra presencia.

2. Me dirijo ante todo a la numerosa y variada Familia Paulina y a los peregrinos del Piamonte, de Italia y del mundo que han querido rendir homenaje al beato Santiago Alberione. En el corazón de este sacerdote elegido de la diócesis de Alba revivió el del apóstol san Pablo, conquistado por Cristo y dispuesto a anunciarlo como "camino, verdad y vida". Don Alberione, atento a los signos de los tiempos, no sólo abrió a la evangelización los modernos "púlpitos" de la comunicación social, sino que concibió su obra como una acción orgánica dentro de la Iglesia y a su servicio. De esta intuición nacieron en total diez institutos, que continúan con el mismo espíritu la obra iniciada por él. Que desde el cielo don Alberione ayude a su Familia a ser, como él quería, "san Pablo vivo hoy".

3. Saludo ahora a los queridos padres capuchinos y a cuantos exultan por la beatificación del padre Marcos de Aviano, en particular a los peregrinos que han venido de Austria, acompañados por el arzobispo de Viena, el cardenal Christoph Schönborn.

Marcos de Aviano es un ejemplo por su valiente acción apostólica, apreciada por todos, y por su oración, fiel a la más auténtica tradición franciscana y capuchina. Sus intervenciones en el campo social, siempre orientadas al bien de las almas, constituyen un estímulo también para los cristianos de hoy a defender y promover los valores evangélicos. Que el beato Marcos de Aviano proteja a Europa, para que construya su unidad sin descuidar sus raíces cristianas comunes.

4. Me dirijo también con afecto a las hijas espirituales de María Cristina Brando, que han recibido de su fundadora un exigente programa de vida y de servicio eclesial: unirse a Cristo, que se inmola por la humanidad en la Eucaristía, y manifestar su amor a Dios en el servicio humilde y diario a los hermanos necesitados.

La Virgen María, a cuya protección la nueva beata quiso encomendar a las Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, vele siempre sobre vosotras, amadísimas religiosas, para que, manteniendo íntegro vuestro carisma, compartáis con las nuevas generaciones la valiosa herencia recibida.

5. Me uno, asimismo, a las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y a todos los que se alegran por la beatificación de la madre Eugenia Ravasco. La nueva beata, que se sintió llamada a "hacer el bien por amor al Corazón de Jesús", se transformó en apóstol ardiente e infatigable y en educadora celosa de los jóvenes, en particular de las muchachas, a las cuales no dudó en proponer metas elevadas de vida cristiana. Recomendaba a los educadores seguir la "pedagogía del amor", y como elementos que no se debían descuidar en la formación de la juventud señaló el máximo respeto al alumno y a su libertad, la discreción, la comprensión, la alegría y la oración. Solía repetir que enseñar es cumplir una misión evangélica. Que desde el cielo la madre Eugenia siga sosteniendo a cuantos prosiguen su obra benéfica en la Iglesia.

6. Con viva cordialidad os saludo a vosotras, amadísimas Hermanitas de la Sagrada Familia, que os alegráis por la elevación a la gloria de los altares de vuestra cofundadora, madre María Dominga Mantovani. Saludo a los fieles de la diócesis de Verona, acompañados por su pastor, monseñor Flavio Roberto Carraro, así como a los peregrinos provenientes de diversas regiones de Italia y de varias partes del mundo.

En la escuela de la Sagrada Familia de Nazaret, María Dominga Mantovani, siguiendo al fundador, el beato Giuseppe Nascimbeni, quiso hacer de sí misma un don total a Dios por el bien de los hermanos. Queridos hermanos, aprended de ella a responder con prontitud a la voz de Dios, que llama a todo bautizado a tender a la santidad en las circunstancias ordinarias de la vida de cada día.

7. Por último, mi pensamiento va a vosotros, amadísimos hermanos y hermanas que exultáis por la beatificación de Julia Salzano, y especialmente a las Hermanas Catequistas del Sagrado Corazón, fundadas por ella. Con indómita valentía, la beata Salzano supo dirigir su acción educativa a todas las clases de personas, sin distinción de edad, condición social o profesión, anticipando en cierto sentido las exigencias de la nueva evangelización que señaló a la Iglesia el concilio Vaticano II.
146 A vosotros, sus hijos e hijas espirituales, os deseo que sigáis con alegría las huellas trazadas por ella, dispuestos a afrontar cualquier sacrificio con tal de cumplir la misión que Dios os confía.

8. Amadísimos hermanos y hermanas, que estos nuevos beatos os ayuden a todos a "remar mar adentro" (cf. Lc
Lc 5,4), fiándoos, como hicieron ellos, de las palabras de Cristo. Y la Virgen María, a la que cada uno de los seis beatos veneró tiernamente, os ayude a llevar a término la obra iniciada en vosotros por el Espíritu Santo.

Con estos sentimientos y deseos, os bendigo de corazón, a vosotros, a vuestras comunidades, a vuestras familias y a vuestros seres queridos.








A LOS PARTICIPANTES EN LA SESIÓN PLENARIA ANUAL


DE LA PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA


Martes 29 de abril de 2003





Señor cardenal;
queridos miembros de la Pontificia Comisión Bíblica:

1. Con mucha alegría os acojo en este encuentro, que tiene lugar con ocasión de vuestra sesión romana anual de trabajo, en la que lleváis a progresiva y orgánica maduración las investigaciones que cada uno ha realizado. Doy las gracias al cardenal Joseph Ratzinger, que ha querido hacerse intérprete de vuestros sentimientos comunes.

Dos motivos hacen que este encuentro sea particularmente importante: la celebración del centenario de la institución de vuestra Comisión y el tema en el que estáis trabajando durante estos años. La Pontificia Comisión Bíblica sirve a la causa de la palabra de Dios según los objetivos que le fijaron mis predecesores León XIII y Pablo VI. Ha caminado con los tiempos, compartiendo dificultades y anhelos, tratando de captar en el mensaje de la Revelación la respuesta que Dios da a los graves problemas que en cada época turban a la humanidad.

2. Uno de estos problemas es el objeto de vuestra investigación actual. Lo habéis resumido en el título "Biblia y moral". A los ojos de todos se presenta una situación paradójica: el hombre de hoy, defraudado por numerosas respuestas insatisfactorias a los interrogantes fundamentales de la vida, parece abrirse a la voz que proviene de la Trascendencia y se expresa en el mensaje bíblico. Pero, al mismo tiempo, se muestra cada vez más refractario a la exigencia de comportamientos en armonía con los valores que la Iglesia presenta desde siempre como fundados en el Evangelio. Se producen entonces intentos muy variados de separar la revelación bíblica de las propuestas de vida más comprometedoras.

La escucha atenta de la palabra de Dios tiene para esta situación respuestas que se expresan plenamente en la enseñanza de Cristo.

Queridos profesores y estudiosos, deseo estimularos en vuestro trabajo, asegurándoos que es muy útil para el bien de la Iglesia. Para que los frutos de vuestro esfuerzo sean abundantes, os aseguro mi oración y os acompaño con la bendición apostólica.









MENSAJE DE JUAN PABLO II


AL PREPÓSITO GENERAL DE LOS CARMELITAS DESCALZOS


REVE.MO PADRE CAMILO MACCISE




147 Al Reverendísimo Padre
Camilo Maccise
Prepósito General de los Carmelitas Descalzos

1. Deseo ante todo agradecerle la amabilidad de informarme sobre la celebración del 89 Capítulo General Ordinario de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que tendrá lugar en Ávila del 28 de abril al 18 de mayo del presente año. En proximidad de estas fechas, me es grato hacerle llegar este mensaje, que le envío junto con un cordial saludo para Usted y los Padres Capitulares, asegurándoles mi cercanía espiritual en la oración para que la luz del Espíritu Santo guíe su reflexión y discernimiento durante los trabajos de esa Asamblea.

La Familia de Carmelitas Descalzos, formada por frailes, monjas y laicos, nace de un único carisma y está llamada a seguir una vocación común, aunque respetando la autonomía y la índole específica de cada grupo. El tema elegido para el Capítulo –En camino con santa Teresa y san Juan de la Cruz: volver a lo esencial – subraya la firme voluntad de la Orden de permanecer fiel al carisma que, suscitado por el Espíritu en un determinado contexto histórico y eclesial, se ha desarrollado a lo largo de los siglos y está destinado a producir también hoy frutos de santidad en la Iglesia "para provecho común" (
1Co 12,7), respondiendo a los retos del tercer milenio.

Vuestra intención es "partir" del Evangelio, profundizando en los valores de la vida consagrada, desde vuestras propias raíces. Queréis hacerlo en Ávila, lugar que guarda vivo el rescoldo de la experiencia y doctrina de santa Teresa de Jesús y de san Juan de la Cruz. Allí tuve ocasión de admirar y venerar no sólo "a los maestros espirituales de mi vida interior, sino a dos faros luminosos de la Iglesia" (Homilía en la misa de S. Teresa de Jesús, Ávila, 1-XI-1982, 2).

2. El carisma fundacional se comprende mejor a la luz de la parábola evangélica de los talentos (cf. Mt Mt 25,14-30), pues proviene de la magnanimidad del Señor y, junto con los otros, forma parte del tesoro de la Iglesia. Según esta conocida parábola, el "siervo bueno y fiel" (Mt 25,21 Mt 25,23) se siente honrado por la confianza que se ha puesto en él y emplea los talentos responsablemente, obedeciendo la voluntad de su Señor, porque sabe que pertenecen a él y al mismo deberá rendir cuentas. Manifiesta su sabiduría administrando sensatamente el don recibido, que es esencial en todas sus dimensiones, y sacando de él el mayor rendimiento posible.

Los dones del Espíritu son algo vivo y dinámico, como la semilla que, sembrada en la tierra, "brota y crece" (Mc 4,27) ante el asombro del propio agricultor. En la reflexión sobre lo esencial de vuestro carisma, conviene tomar como punto de partida los frutos ya en sazón, pues ellos, según el criterio evangélico, nos permiten reconocer la validez del árbol del que provienen (cf. Mt Mt 7,15-20). Este método requiere respeto por la historia del propio carisma, que en todas las épocas ha dado abundantes y buenos frutos. Por eso, la "fidelidad al carisma fundacional" es también fidelidad a su "consiguiente patrimonio espiritual" (Vita consecrata VC 36). En efecto, numerosos consagrados han dado testimonio elocuente de santidad y realizado empresas de evangelización y de servicio particularmente generosas y arduas (cf. ibíd., 35).

También a vosotros, como a los demás religiosos y religiosas, os repito que "no solamente tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que construir" (ibíd., 110). Por eso es necesario esforzarse en desechar todo lo que obstaculice el crecimiento del carisma. El mejor servicio que se puede prestar al don recibido es la purificación del corazón mediante frutos dignos de conversión (cf. Mt Mt 3,8). "En efecto, la vocación de las personas consagradas a buscar ante todo el Reino de Dios es, principalmente, una llamada a la plena conversión, en la renuncia de sí mismo para vivir totalmente en el Señor" (Vita consecrata VC 35). Se trata de una tarea continua puesto que, como ha puesto de relieve la Congregación para la Vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, no se puede ignorar la constante insidia de la mediocridad en la vida espiritual, del aburguesamiento progresivo, de la mentalidad consumista, del afán por la eficiencia o la desmesura del activismo (cf. Instr. Caminar desde Cristo, 12).

3. Para responder a los retos de la época actual, la Iglesia subraya el "deber permanente de escrutar a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio" (Gaudium et spes GS 4). Así, al invitar a seguir el ejemplo de "los fundadores y fundadoras que, abiertos a la acción del Espíritu Santo, han sabido interpretar los signos de los tiempos y responder de un modo clarividente a las exigencias que iban surgiendo poco a poco" (Vita consecrata VC 9), recomienda a las personas consagradas que acojan en lo más hondo los designios de la Providencia, guiados "por el discernimiento sobrenatural, que sabe distinguir entre lo que viene del Espíritu y lo que le es contrario" (ibíd., 73).

El Espíritu guía a los fieles hacia Cristo, que es la "verdad completa" (Jn 16,13). Es preciso, pues, prestar atención a lo que Jesús ha dicho y hecho durante su vida terrena. Impresiona la respuesta que Él, enviado por el Padre a los pobres, los prisioneros, los ciegos o los oprimidos (cf. Lc Lc 4,18), dio a las expectativas de su tiempo: permaneció durante treinta años en una vida oculta, en el silencio de Nazaret. Comenzó su ministerio público con cuarenta días de desierto, al término de los cuales rechazó las tentaciones del maligno. Después mantuvo las distancias ante los nazarenos, que pretendían ser privilegiados en los prodigios que Jesús hacía (cf. Lc Lc 4,23), ante el pueblo que le buscaba ansiosamente (cf. Mc Mc 1,38) o la muchedumbre que quería hacerlo rey: "huyó de nuevo al monte él solo" (Jn 6,15). A los afanes de la humanidad respondió tanto con la condescendencia como con el rechazo, pero en todo caso con la firmeza propia del "signo de contradicción" (Lc 2,34).

148 Por el carácter profético de la vida consagrada, también vosotros, queridos Hermanos Descalzos de Nuestra Señora del Monte Carmelo, debéis estar atentos para discernir y preparados para responder a las expectativas del momento actual, unas veces bajando del monte hacia los caminos del mundo y seguir sirviendo el Reino de Dios (cf. Vita consecrata VC 75), otras volviendo a la soledad para velar con el Señor en lugares apartados (cf. Mc Mc 1,45).

Partir de lo esencial significa caminar desde Cristo y su Evangelio, leído con la óptica del propio carisma. Así lo han hecho los fundadores y fundadoras bajo la acción del Espíritu Santo. Se ha de preservar su experiencia y, a la vez, profundizarla y desarrollarla con la misma apertura y docilidad a la acción del Espíritu, pues así se salvaguarda tanto la fidelidad a la experiencia primigenia como el modo de responder adecuadamente a las exigencias cambiantes de cada momento histórico.

En esta perspectiva se comprende bien la importancia que tiene una "referencia renovada a la Regla" (Vita consecrata VC 37), que indica un itinerario para seguir a Jesús, caracterizado por un carisma específico reconocido por la Iglesia. Las personas consagradas tienen en ella un criterio seguro para buscar formas de testimonio capaces de responder a las necesidades de hoy sin perder de vista la inspiración original (cf. ibíd. 37).

4. Todos vosotros, queridos hermanos, al abrazar la vida consagrada habéis emprendido "un camino de conversión continua, de entrega exclusiva al amor de Dios y de los hermanos" (ibíd. 109). Es una opción que no se apoya sólo en las fuerzas humanas, sino ante todo en la gracia divina, que transforma el corazón y la vida. La humanidad tiene sed de testigos auténticos de Cristo. Pero, para serlo, es necesario caminar hacia la santidad, la cual ha florecido ya abundantemente en vuestra familia religiosa. Pienso en los santos y santas forjados en el Carmelo y, muy particularmente, en la inestimable herencia que han dejado a vuestra Orden y a toda la Iglesia san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús.

"Aspirar a la santidad: éste es en síntesis el programa de toda vida consagrada" (ibíd., 93); un camino que exige dejar todo por Cristo para participar plenamente de su misterio pascual. El crecimiento de la vida espiritual debe ser siempre lo primero en que deben fijarse las Familias de vida consagrada, porque es precisamente la cualidad espiritual de la vida consagrada lo que impacta a las personas de nuestro tiempo, sedientas también de valores absolutos (cf. ibíd.).

Comparto con afecto estas reflexiones y exhortaciones con todos vosotros, queridos miembros del Capítulo, e invoco la efusión de abundantes dones del Espíritu sobre vuestros trabajos, a fin de que la Orden de los Carmelitas Descalzos prosiga su camino de fidelidad dinámica a la propia vocación y misión.

Que la Santísima Virgen María, Madre del Carmelo, y los santos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz obtengan para vosotros y para toda la Familia de Carmelitas Descalzos copiosas gracias divinas, en prenda de las cuales les imparto de corazón la implorada Bendición Apostólica.

Vaticano, 21 de abril de 2003.

IOANNES PAULUS II








                                                                                  Mayo de 2003






A LA PLENARIA DE LA ACADEMIA PONTIFICIA


DE CIENCIAS SOCIALES


V iernes 2 de mayo de 2003



Señor presidente;
149 distinguidos miembros de la Academia pontificia de ciencias sociales:

Me complace saludaros con ocasión de vuestra IX sesión plenaria, y os expreso mis mejores deseos para vuestro trabajo durante estos días de reflexión, centrado en el tema: "El gobierno de la globalización". Confío en que la competencia y la experiencia que cada uno de vosotros aporta a este encuentro ayuden a iluminar el modo mejor de guiar y regular la globalización en beneficio de toda la familia humana.

En efecto, los procesos por los cuales se intercambian y circulan en todo el mundo hoy el capital, los bienes, la información, la tecnología y el conocimiento eluden a menudo los mecanismos tradicionales de control ejercido por los gobiernos nacionales y las agencias internacionales. Los intereses particulares y las demandas del mercado predominan frecuentemente sobre la preocupación por el bien común. Esto tiende a dejar a los miembros más débiles de la sociedad sin una protección adecuada, y puede arrastrar a pueblos y culturas enteros a una ardua lucha por la supervivencia.

Además, es inquietante constatar que la globalización agrava las condiciones de los necesitados, no contribuye suficientemente a resolver las situaciones de hambre, pobreza y desigualdad social, y no logra salvaguardar el medio ambiente. Estos aspectos de la globalización pueden suscitar reacciones extremas, llevando al nacionalismo excesivo, al fanatismo religioso e, incluso, a actos de terrorismo.

Todo esto está muy lejos del concepto de una globalización éticamente responsable, capaz de tratar a todos los pueblos como interlocutores iguales y no como instrumentos pasivos. Por consiguiente, no cabe duda de que hacen falta directrices que pongan firmemente la globalización al servicio de un auténtico desarrollo humano -el desarrollo de toda persona y de toda la persona-, en el pleno respeto de los derechos y de la dignidad de todos.

Por tanto, es evidente que el problema no es la globalización en sí misma. Más bien, las dificultades surgen de la falta de mecanismos eficaces que le den su justa dirección. La globalización debe insertarse en el contexto más amplio de un programa político y económico ordenado al auténtico progreso de toda la humanidad. De este modo, servirá a toda la familia humana, no beneficiando sólo a unos pocos privilegiados, sino promoviendo el bien común de todos. Así, el verdadero éxito de la globalización se determinará en la medida en que permita a toda persona gozar de los bienes básicos: la alimentación, la vivienda, la educación, el empleo, la paz, el progreso social, el desarrollo económico y la justicia. Este objetivo no puede alcanzarse sin la guía de la comunidad internacional y la adecuada regulación por parte de las instituciones políticas de todo el mundo.

De hecho, en mi Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2003 destaqué que ha llegado el tiempo en el que "todos deben colaborar en la constitución de una nueva organización de toda la familia humana" (n. 6), una organización que permita afrontar las nuevas exigencias de un mundo globalizado. Esto no significa crear un "super Estado global", sino continuar el proceso ya en marcha para incrementar la participación democrática y promover la transparencia y la responsabilidad políticas.

La Santa Sede es plenamente consciente de las dificultades de idear mecanismos concretos para la adecuada regulación de la globalización, entre otras razones por la resistencia que esa regulación encontraría en ciertos ambientes. Sin embargo, es esencial que se progrese en esta dirección y que todos los esfuerzos se basen firmemente en las virtudes sociales inmutables: verdad, libertad, justicia, solidaridad, subsidiariedad y, sobre todo, caridad, que es la madre y la perfección de todas las virtudes cristianas y humanas.

Queridos miembros de la Academia pontificia de ciencias sociales, os agradezco anticipadamente las luces que vuestro encuentro aportará a la cuestión examinada, y pido al Espíritu Santo que guíe e ilumine vuestras deliberaciones. A todos os imparto de buen grado mi bendición apostólica como prenda de gracia y fuerza en el Señor resucitado.





VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESPAÑA

CEREMONIA DE BIENVENIDA


Aeropuerto Internacional de Madrid-Barajas

Sábado 3 de mayo de 2003



Majestades,
150 Señores Cardenales,
Señor Presidente y distinguidas Autoridades,
Señores Obispos,
Queridos hermanos y hermanas:

1. Con intensa emoción llego de nuevo a España en mi quinto Viaje Apostólico a esta noble y querida Nación. Saludo muy cordialmente a todos, a los que están aquí presentes y a cuantos siguen este acto a través de la radio o de la televisión, dirigiéndoles con mucho cariño las palabras del Señor resucitado: “La paz sea con vosotros”.

Deseo para cada uno la paz que sólo Dios, por medio de Jesucristo, nos puede dar; la paz que es obra de la justicia, de la verdad, del amor, de la solidaridad; la paz que los pueblos sólo gozan cuando siguen los dictados de la ley de Dios; la paz que hace sentirse a los hombres y a los pueblos hermanos unos con otros.

¡La paz esté contigo, España!

2. Agradezco a Su Majestad el Rey don Juan Carlos I su presencia aquí, junto con la Reina, y muy particularmente las palabras que me ha dirigido para darme la bienvenida en nombre del pueblo español. Agradezco también la presencia del Presidente del Gobierno y demás Autoridades civiles y militares, manifestándoles mi aprecio por la colaboración prestada para la realización de los distintos actos de esta visita.

Saludo con afecto al Señor Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo de Madrid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, a los Señores Cardenales, a los Arzobispos y Obispos, a los sacerdotes, personas consagradas y demás fieles que forman la comunidad católica, casi dos veces milenaria, de este País: ¡Sois el pueblo de Dios que peregrina en España! Un pueblo que a lo largo de su historia ha dado tantas muestras de amor a Dios y al prójimo, de fidelidad a la Iglesia y al Papa, de nobleza de sentimientos, de dinamismo apostólico. Gracias a todos, pues, por esta cordial acogida.

3. Mañana tendré la dicha de canonizar a cinco hijos de esta tierra.Ellos supieron acoger la invitación de Jesucristo: “Seréis mis testigos” proclamándolo con su vida y con su muerte. En este momento histórico ellos son luz en nuestro camino para vivir con valentía la fe, para alentar el amor al prójimo y para proseguir con esperanza la construcción de una sociedad basada en la serena convivencia y en la elevación moral y humana de cada ciudadano. Con vivo interés sigo siempre las vicisitudes de España. Constato con satisfacción su progreso para el bienestar de todos. El proceso de desarrollo de una nación debe fundamentarse en valores auténticos y permanentes, que buscan el bien de cada persona, sujeto de derechos y deberes, desde el primer instante de su existencia y acogida en la familia, y en las sucesivas etapas de su inserción y participación en la vida social.

Esta tarde, me reuniré con los jóvenes y espero con ilusión ese momento que me permitirá entrar en contacto con aquellos que están llamados a ser los protagonistas de los nuevos tiempos. Tengo plena confianza en ellos y estoy seguro que tienen la voluntad de no defraudar ni a Dios, ni a la Iglesia, ni a la sociedad de la que provienen.

151 4. En estos momentos trascendentales para la consolidación de una Europa unida, deseo evocar las palabras con las que en Santiago de Compostela me despedía al finalizar mi primer viaje apostólico por tierras españolas en noviembre de 1982. Desde allí exhortaba a Europa con un grito lleno de amor, recordándole sus ricas y fecundas raíces cristianas: “¡Europa, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Aviva tus raíces!”. Estoy seguro de que España aportará el rico legado cultural e histórico de sus raíces católicas y los propios valores para la integración de una Europa que, desde la pluralidad de sus culturas y respetando la identidad de sus Estados miembros, busca una unidad basada en unos criterios y principios en los que prevalezca el bien integral de sus ciudadanos.

5. Imploro del Señor para España y para el mundo entero una paz que sea fecunda, estable y duradera, así como una convivencia en la unidad, dentro de la maravillosa y variada diversidad de sus pueblos y ciudades.

¡Que por la intercesión de la Virgen Inmaculada y del Apóstol Santiago Dios bendiga a España!





VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESPAÑA

ENCUENTRO CON LOS JÓVENES

SALUDO INICIAL DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


Base Aérea de Cuatro Vientos, Madrid

Sábado 3 de mayo de 2003



Queridos jóvenes, queridos amigos: Estoy de nuevo con vosotros. Nos conocemos de otros encuentros, como también el encuentro en Canadá, en Toronto. Os abrazo a cada uno.

1. ¡Os saludo con cariño, jóvenes de Madrid y de España! Muchos de vosotros habéis venido de lejos, desde todas las diócesis y regiones del País. Estoy profundamente emocionado por vuestra calurosa y cordial acogida. Os confieso que deseaba mucho este encuentro con vosotros.

Os saludo y os repito las mismas palabras que dirigí a los jóvenes en el estadio Santiago Bernabéu, durante mi primera visita a España, hace ya más de veinte años: “Vosotros sois la esperanza de la Iglesia y de la sociedad (...) Sigo creyendo en los jóvenes, en vosotros” (3 noviembre 1982, n.1).

Os abrazo con gran afecto, y junto con vosotros saludo también a los Obispos, sacerdotes y demás colaboradores pastorales que os acompañan en vuestro camino de fe.

Agradezco la presencia de Sus Altezas Reales, el Príncipe de Asturias y los Duques de Palma, así como de las Autoridades del Gobierno español.

Quiero agradecer también las amables palabras de bienvenida que, en nombre de todos los presentes, me han dirigido Mons. Braulio Rodríguez, Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar y los jóvenes Margarita y José. Saludo también a Mons. Manuel Estepa, Arzobispo Castrense, y a las Autoridades Militares que nos acogen en esta Base Aérea.

152 2. Queridos jóvenes, en vuestra existencia ha de brillar la gracia de Dios, la misma que resplandeció en María, la llena de gracia.

Con gran acierto habéis querido en esta vigilia meditar los misterios del Rosario llevando a la práctica la antigua máxima espiritual: "A Jesús por María". Ciertamente, en el Rosario aprendemos de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor. Al comenzar esta oración, por lo tanto, dirijamos la mirada a la Madre del Señor, y pidámosle que nos guíe hasta su Hijo Jesús:

“Reina del cielo, ¡alégrate!
Porque Aquél, a quien mereciste llevar en tu seno,
¡ha resucitado! ¡Aleluya!”.





VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESPAÑA

ENCUENTRO CON LOS JÓVENES


Base Aérea de Cuatro Vientos, Madrid

Sábado 3 de mayo de 2003



1. Conducidos de la mano de la Virgen María y acompañados por el ejemplo y la intercesión de los nuevos Santos, hemos recorrido en la oración diversos momentos de la vida de Jesús.

El Rosario, en efecto, en su sencillez y profundidad, es un verdadero compendio del Evangelio y conduce al corazón mismo del mensaje cristiano: “Tanto amó Dios al mundo que dió a su Hijo único, para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

María, además de ser la Madre cercana, discreta y comprensiva, es la mejor Maestra para llegar al conocimiento de la verdad a través de la contemplación. El drama de la cultura actual es la falta de interioridad, la ausencia de contemplación. Sin interioridad la cultura carece de entrañas, es como un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma.¿De qué es capaz la humanidad sin interioridad? Lamentablemente, conocemos muy bien la respuesta. Cuando falta el espíritu contemplativo no se defiende la vida y se degenera todo lo humano. Sin interioridad el hombre moderno pone en peligro su misma integridad.

2. Queridos jóvenes, os invito a formar parte de la “Escuela de la Virgen María”. Ella es modelo insuperable de contemplación y ejemplo admirable de interioridad fecunda, gozosa y enriquecedora. Ella os enseñará a no separar nunca la acción de la contemplación, así contribuiréis mejor a hacer realidad un gran sueño: el nacimiento de la nueva Europa del espíritu. Una Europa fiel a sus raíces cristianas, no encerrada en sí misma sino abierta al diálogo y a la colaboración con los demás pueblos de la tierra; una Europa consciente de estar llamada a ser faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo, decidida a aunar sus esfuerzos y su creatividad al servicio de la paz y de la solidaridad entre los pueblos.

153 3. Amados jóvenes, sabéis bien cuánto me preocupa la paz en el mundo. La espiral de la violencia, el terrorismo y la guerra provoca, todavía en nuestros días, odio y muerte. La paz - lo sabemos - es ante todo un don de lo Alto que debemos pedir con insistencia y que, además, debemos construir entre todos mediante una profunda conversión interior. Por eso, hoy quiero comprometeros a ser operadores y artífices de paz. Responded a la violencia ciega y al odio inhumano con el poder fascinante del amor. Venced la enemistad con la fuerza del perdón. Manteneos lejos de toda forma de nacionalismo exasperado, de racismo y de intolerancia. Testimoniad con vuestra vida que las ideas no se imponen, sino que se proponen. ¡Nunca os dejéis desalentar por el mal! Para ello necesitáis la ayuda de la oración y el consuelo que brota de una amistad íntima con Cristo. Sólo así, viviendo la experiencia del amor de Dios e irradiando la fraternidad evangélica, podréis ser los constructores de un mundo mejor, auténticos hombres y mujeres pacíficos y pacificadores.

4. Mañana tendré la dicha de proclamar cinco nuevos santos, hijos e hijas de esta noble Nación y de esta Iglesia. Ellos “fueron jóvenes como vosotros, llenos de energía, ilusión y ganas de vivir. El encuentro con Cristo transformó sus vidas (...) Por eso, fueron capaces de arrastrar a otros jóvenes, amigos suyos, y de crear obras de oración, evangelización y caridad que aún perduran” (Mensaje de los Obispos españoles con ocasión del viaje del Santo Padre, 4).

Queridos jóvenes, ¡id con confianza al encuentro de Jesús! y, como los nuevos santos, ¡no tengáis miedo de hablar de Él! pues Cristo es la respuesta verdadera a todas las preguntas sobre el hombre y su destino. Es preciso que vosotros jóvenes os convirtáis en apóstoles de vuestros coetáneos. Sé muy bien que esto no es fácil. Muchas veces tendréis la tentación de decir como el profeta Jeremías: “¡Ah, Señor! Mira que no sé expresarme, que soy un muchacho” (
Jr 1,6). No os desaniméis, porque no estáis solos: el Señor nunca dejará de acompañaros, con su gracia y el don de su Espíritu.

5. Esta presencia fiel del Señor os hace capaces de asumir el compromiso de la nueva evangelización, a la que todos los hijos de la Iglesia están llamados. Es una tarea de todos. En ella los laicos tienen un papel protagonista, especialmente los matrimonios y las familias cristianas; sin embargo, la evangelización requiere hoy con urgencia sacerdotes y personas consagradas. Ésta es la razón por la que deseo decir a cada uno de vosotros, jóvenes: si sientes la llamada de Dios que te dice: “¡Sígueme!” (Mc 2,14 Lc 5,27), no la acalles. Sé generoso, responde como María ofreciendo a Dios el sí gozoso de tu persona y de tu vida.

Os doy mi testimonio: yo fui ordenado sacerdote cuando tenía 26 años. Desde entonces han pasado 56. Entonces, ¿cuántos años tiene el Papa? ¡Casi 83! ¡Un joven de 83 años! Al volver la mirada atrás y recordar estos años de mi vida, os puedo asegurar que vale la pena dedicarse a la causa de Cristo y, por amor a Él, consagrarse al servicio del hombre. ¡Merece la pena dar la vida por el Evangelio y por los hermanos!

¿Cuántas horas tenemos hasta la medianoche? Tres horas. Apenas tres horas hasta la medianoche y después viene la manaña

6. Al concluir mis palabras quiero invocar a María, la estrella luminosa que anuncia el despuntar del Sol que nace de lo Alto, Jesucristo:

¡Dios te salve, María, llena de gracia!
Esta noche te pido por los jóvenes de España,
jóvenes llenos de sueños y esperanzas.

Ellos son los centinelas del mañana,
154 el pueblo de las bienaventuranzas;
son la esperanza viva de la Iglesia y del Papa.

Santa María, Madre de los jóvenes,
intercede para que sean testigos de Cristo Resucitado,
apóstoles humildes y valientes del tercer milenio,
heraldos generosos del Evangelio.

Santa María, Virgen Inmaculada,
reza con nosotros,
reza por nosotros. Amén.






Discursos 2003 144