Discursos 2003 180

ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A UN GRUPO DE PEREGRINOS FRANCESES


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Sábado 31 de mayo de 2003



Monseñor;
queridos amigos:

Con placer os acojo a vosotros, peregrinos de la diócesis de Saint-Brieuc y Tréguier, que habéis venido a Roma con ocasión de las festividades del séptimo centenario de la muerte de san Ivo. También saludo cordialmente a las altas personalidades, sobre todo de la sociedad civil y del mundo jurídico, presentes en Roma para profundizar, con motivo de un congreso, la actualidad del mensaje de san Ivo. Agradezco a monseñor Fruchaud las amables palabras que acaba de dirigirme en nombre de todos. Las iglesias de San Ivo de los Bretones y de San Ivo en "La Sapienza", en las que tendréis ocasión de reuniros, muestran la extraordinaria difusión del culto que le rinden desde hace mucho tiempo en Europa todos los que lo reconocen como su maestro espiritual, en particular los juristas, de quienes es santo patrono.

Los valores propuestos por san Ivo siguen siendo un fuerte estímulo para nuestro tiempo, principalmente en la Europa que se está construyendo. San Ivo, servidor de la justicia, invita a los hombres de buena voluntad a construir un mundo de paz, fundado en el respeto del derecho y en el servicio a la verdad. Este abogado, defensor de los pobres, anima a las personas y a los pueblos a poner por obra la solidaridad y la equidad, que garantizan los derechos de los más débiles, cuya dignidad inalienable se debe reconocer plenamente. Sacerdote y predicador infatigable de la palabra de Dios, exhorta hoy a la Iglesia a proponer a todos el Evangelio, fuente de relaciones nuevas entre los hombres. Ojalá que el ejemplo y la vida de san Ivo inviten a los cristianos a contribuir activamente a la construcción de Europa, comunidad de destino en la que todos están llamados a trabajar para que la misericordia y la fidelidad se encuentren, la justicia y la paz se besen (cf. Sal Ps 84,11).

Encomendándoos a la solicitud de la Virgen María, Nuestra Señora de Querrien, os imparto la bendición apostólica, que extiendo de buen grado a los pastores y a los fieles de la diócesis de Saint-Brieuc y Tréguier.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN EL REZO DEL ROSARIO


EN LOS JARDINES VATICANOS


AL CONCLUIR EL MES DE MAYO


Sábado 31 de mayo de 2003

Fiesta de la Visitación de la Virgen a su prima santa Isabel



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Como todos los años, habéis rezado el santo rosario, contemplando en particular el misterio de la visita de María a santa Isabel, que la liturgia nos propone celebrar hoy. Así habéis querido concluir el mes de mayo ante la gruta de la Virgen de Lourdes, en los jardines vaticanos. Me uno espiritualmente a vosotros y os saludo con afecto. Saludo a monseñor Francesco Marchisano, mi vicario general para la Ciudad del Vaticano, a los señores cardenales y a los demás prelados presentes, a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los jóvenes y a todos los fieles. Con cada uno de vosotros me reúno delante de la Gruta, llevando como regalo a la Virgen Inmaculada todo el camino espiritual recorrido en este mes mariano: todo propósito, toda preocupación, toda necesidad de la Iglesia y del mundo. Que la Virgen santísima acoja todas vuestras invocaciones.

2. En esta circunstancia, deseo renovar a todos la invitación a rezar asiduamente el rosario, cuidando con empeño su calidad. Pienso, ante todo, en los sacerdotes: que su ejemplo y su guía lleven a los fieles a redescubrir el sentido y el valor de esta plegaria. Pienso en las personas consagradas, especialmente en las religiosas, que imagino numerosas entre vosotros: ojalá sigan de cerca a María, que guardaba en su corazón los misterios de su Hijo divino. Pienso en las familias, y las exhorto a reunirse a menudo, sobre todo al atardecer, para rezar juntas el rosario: esta es una de las experiencias más hermosas y consoladoras de la comunidad doméstica.

182 3. El Año del Rosario, que estamos celebrando, nos ofrece constante motivo de reflexión sobre el papel de la Virgen en la historia de la salvación y en nuestra vida. Del mismo modo que fue asociada a la misión de su Hijo divino, así también María sigue acompañando el camino de la Iglesia a lo largo de los siglos. Perseveremos en la oración con ella, queridos hermanos, como los Apóstoles en el Cenáculo en espera del ya cercano Pentecostés. La liturgia de estos días nos hace revivir el clima espiritual que precedió aquel acontecimiento, y, si todo el Año del Rosario debe caracterizarse por una prolongada oración con María, debemos unirnos a ella aún más en estos días de la novena, invocando la abundante venida del Espíritu Santo sobre toda la Iglesia esparcida por el mundo.

Asimismo, al concluir el mes de mayo y comenzar el de junio, consagrado al Corazón de Cristo, advertimos más aún cómo María nos conduce a Cristo. Ella es el camino más corto para llegar al Corazón de Jesús, donde podemos obtener los dones extraordinarios de su amor y de su misericordia.

"Magnificat anima mea Dominum!". Hagamos nuestro el cántico que brotó del corazón de María en la casa de santa Isabel, y que toda nuestra vida sea una alabanza al Señor.
Queridos hermanos, este es mi deseo, que acompaño de corazón con mi bendición, extendiéndola de buen grado a todos vuestros seres queridos.

Vaticano, 31 de mayo de 2003



                                                                                  Junio de 2003




AL SEÑOR ODED BEN-HUR,


NUEVO EMBAJADOR DE ISRAEL


Lunes 2 de junio de 2003



Señor embajador:

Me complace darle la bienvenida en el Vaticano y aceptar las cartas credenciales que lo acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario del Estado de Israel ante la Santa Sede. Su presencia hoy aquí es un testimonio de nuestro deseo común de colaborar para garantizar la paz y la seguridad, no sólo en Israel y en Oriente Próximo, sino también en todas las partes del mundo, para todos los pueblos. Esta tarea no la afrontamos solos, sino con toda la comunidad internacional. En efecto, tal vez hoy más que nunca toda la familia humana siente la urgente necesidad de superar la violencia y el terror, desarraigar la intolerancia y el fanatismo, y comenzar una era de justicia, reconciliación y armonía entre las personas, los grupos y las naciones.

En ningún otro sitio se siente esta necesidad con tanta fuerza como en Tierra Santa. No cabe la menor duda de que los pueblos y las naciones tienen derecho a vivir en un clima de seguridad. Sin embargo, este derecho implica un deber correspondiente: respetar el derecho de los demás. Por tanto, así como la violencia y el terror no pueden ser nunca un medio aceptable para hacer declaraciones políticas, así tampoco las represalias pueden llevar jamás a una paz justa y duradera.
Los actos de terrorismo se han de condenar siempre como auténticos crímenes contra la humanidad (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 2002, n. 4). Todos los Estados tienen el derecho innegable de defenderse contra el terrorismo, pero este derecho debe ejercerse siempre respetando los límites morales y legales de sus fines y sus medios (cf. ib., 5).

183 Como otros miembros de la comunidad internacional, y apoyando plenamente el papel y los esfuerzos de la familia más numerosa de las naciones para contribuir a resolver la crisis en Oriente Próximo, la Santa Sede está convencida de que el conflicto actual sólo se resolverá cuando existan dos Estados independientes y soberanos. Como dije al inicio de este año al Cuerpo diplomático: "Dos pueblos, el israelí y el palestino, están llamados a vivir el uno junto al otro, igualmente libres y soberanos y recíprocamente respetuosos" (Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 13 de enero de 2003, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 17 de enero de 2003, p. 3). Es esencial que ambas partes den claras muestras de su decidido compromiso de llegar a esta coexistencia pacífica. Así, darán una inestimable contribución a la construcción de una relación de confianza mutua y cooperación. En este contexto, me complace destacar el reciente voto del Gobierno israelí en apoyo del proceso de paz: para todas las personas implicadas en este proceso, la posición del Gobierno es un signo positivo de esperanza y aliento.

Por supuesto, los numerosos problemas y dificultades planteados por esta crisis deben afrontarse de una manera justa y eficaz. Las cuestiones relativas a los prófugos palestinos y a los asentamientos israelíes, por ejemplo, o el problema del establecimiento de los confines territoriales y de la definición del estado de los lugares más sagrados de la ciudad de Jerusalén, han de ser objeto de un diálogo abierto y de una negociación sincera. De ningún modo debería ser una decisión tomada de forma unilateral. Antes bien, el respeto, la comprensión recíproca y la solidaridad exigen que no se abandone jamás el camino del diálogo. Ni siquiera los fracasos reales o aparentes deberían desanimar a los que participan en el diálogo y la negociación. Al contrario, precisamente en tales circunstancias "hace falta que se avengan a reanudar sin cesar un verdadero diálogo, quitando los obstáculos y desmontando los vicios del diálogo". De esta manera, avanzarán juntos por el camino "que lleva a la paz, con todas sus exigencias y condiciones" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1983, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 26 de diciembre de 1982, p. 2).

Señor embajador, como ha recordado usted, han pasado diez años desde que se firmó el Acuerdo fundamental entre la Santa Sede y el Estado de Israel. Ese Acuerdo preparó el camino para el posterior establecimiento de relaciones diplomáticas plenas entre nosotros, y sigue guiándonos en nuestro diálogo e intercambio recíproco de puntos de vista acerca de numerosas cuestiones importantes para ambos. El hecho de que hayamos alcanzado un acuerdo sobre el pleno reconocimiento de la personalidad jurídica de las instituciones de la Iglesia es motivo de satisfacción, y me complace que esté a punto de firmarse también un acuerdo sobre materias fiscales y económicas. En esta misma línea, confío en que lograremos trazar directrices útiles también para los futuros intercambios culturales.

Deseo expresar una vez más mi ferviente esperanza de que este clima de cooperación y amistad nos permita tratar eficazmente sobre otras dificultades que los fieles católicos en Tierra Santa afrontan a diario. Muchos de estos problemas, como el acceso a los templos y a los santos lugares cristianos, el aislamiento y el sufrimiento de las comunidades cristianas, y la disminución de la población cristiana a causa de la emigración, están relacionados de algún modo con el conflicto actual, pero esto no debería desanimarnos de buscar ahora las soluciones posibles y de trabajar ahora para afrontar esos desafíos. Confío en que la Iglesia católica pueda seguir promoviendo la buena voluntad entre los pueblos y fomentar la dignidad de la persona humana en sus escuelas y en sus programas educativos, y a través de sus instituciones caritativas y sociales. Superar las dificultades que acabo de mencionar no sólo servirá para aumentar la contribución que la Iglesia católica da a la sociedad israelí, sino también para consolidar las garantías de la libertad religiosa en su país. Esto, a su vez, fortalecerá los sentimientos de igualdad entre los ciudadanos, y así cada persona, impulsada por sus propias convicciones espirituales, será más capaz de construir la sociedad como una casa común compartida por todos.

Hace tres años, durante mi peregrinación a Tierra Santa en el año del jubileo, destaqué que "la paz verdadera en Oriente Próximo sólo llegará como fruto del entendimiento recíproco y del respeto entre todos los pueblos de la región: judíos, cristianos y musulmanes. Desde esta perspectiva, mi peregrinación es un viaje de esperanza: la esperanza de que el siglo XXI lleve a una nueva solidaridad entre los pueblos del mundo, con la convicción de que el desarrollo, la justicia y la paz no se obtendrán si no se logran para todos" (Discurso durante la visita al presidente de Israel Ezer Weizman, 23 de marzo de 2000: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 31 de marzo de 2000, p. 4). Precisamente esta esperanza y este concepto de solidaridad deben impulsar siempre a todos los hombres y mujeres -en Tierra Santa y por doquier- a trabajar por un nuevo orden mundial basado en relaciones armoniosas y en una cooperación eficaz entre los pueblos. Esta es la tarea de la humanidad para el nuevo milenio; este es el único modo de asegurar un futuro prometedor y luminoso para todos.

Excelencia, le pido que tenga la amabilidad de transmitir al presidente, al primer ministro, al Gobierno y al pueblo del Estado de Israel, la seguridad de mis oraciones por la nación, especialmente en este momento crítico de su historia. Estoy seguro de que en su período de servicio como representante ante la Santa Sede contribuirá en gran medida a fortalecer los vínculos de comprensión y amistad entre nosotros. Deseándole éxito en su misión, y asegurándole la plena cooperación de las diversas oficinas de la Curia romana en el cumplimiento de sus importantes responsabilidades, invoco cordialmente sobre usted, sobre sus compatriotas y sobre todos los pueblos de Tierra Santa abundantes bendiciones divinas.






AL SEGUNDO GRUPO DE OBISPOS DE RITO LATINO


DE LA INDIA EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 3 de junio de 2003

Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:

1. En la comunión del Espíritu Santo, os doy una cordial bienvenida a vosotros, segundo grupo de obispos de rito latino de la India, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum. De modo particular, saludo al arzobispo Viruthakulangara, al que agradezco los buenos deseos que me ha transmitido de parte de los obispos, del clero, de los religiosos y los fieles laicos de las provincias de Bombay, Nagpur, Verápolis, así como de la nueva provincia de Gandhinagar y de la archidiócesis de Goa y Damão. Ruego para que, por intercesión de los apóstoles san Pedro y san Pablo, la Iglesia católica en la India siga proclamando con audacia la buena nueva de Jesucristo.

En el subcontinente, y especialmente en las regiones de Kerala y Goa, el mensaje salvífico de Cristo ha resonado durante muchos siglos. Recientemente, la Iglesia ha celebrado el 450° aniversario de la muerte del celoso misionero san Francisco Javier, uno de la larga serie de hombres llenos de fe, como santo Tomás apóstol, que han dado su vida por la evangelización de Asia. San Francisco nos enseña la importancia de olvidar nuestros deseos personales y nuestros proyectos humanos y abandonarnos totalmente a la voluntad de Dios (cf. Oficio de lectura para la fiesta de san Francisco Javier). Espero que la vida y la obra de este patrono de Oriente susciten en el pueblo indio el deseo de abandonarse más plenamente a la voluntad del Padre.

184 2. Cristo sigue haciendo de vuestras diócesis terreno fértil para su cosecha de fe. "De la misma forma que el gran diálogo de amor entre Dios y el hombre fue preparado por el Espíritu Santo y se realizó en la tierra de Asia en el misterio de Cristo, así el diálogo entre el Salvador y los pueblos del continente continúa hoy con la fuerza del mismo Espíritu, que sigue actuando en la Iglesia" (Ecclesia in Asia ). Durante mis visitas pastorales a la India, me impresionaron las numerosas expresiones del cristianismo en vuestro país. La presencia de las tradiciones latina y oriental, tan cercanas entre sí, es una gran fuente de fuerza y vitalidad para la Iglesia. A veces, la relación puede implicar un desafío para vuestras comunidades, al esforzaros por trabajar juntos para encontrar modos concretos de servicio al pueblo de Dios. Como dije a los obispos de rito siro-malabar de vuestro país, es importante perseverar en el fortalecimiento de los vínculos con vuestros hermanos en el episcopado de los ritos orientales, a través de un eficaz diálogo interritual, para superar cualquier malentendido que pudiera surgir ocasionalmente. Esto acontece especialmente en los ámbitos concernientes a la evangelización y la atención pastoral de los católicos orientales en la India (cf. Ecclesia in Asia ).

Dado que Cristo os ha puesto como pastores de su grey, estáis llamados de modo especial a fomentar el diálogo mutuo y la comprensión entre los católicos y las demás comunidades cristianas. El apóstol san Pablo nos anima a "vivir como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad" (
Ep 5,8-9). Como obispos, no sólo tenéis la obligación de vivir como hijos de esta luz, sino también de ayudar a iluminar el camino de todos los seguidores de Cristo, guiándolos hacia una solidaridad espiritual cada vez más completa.

3. Es muy alentador ver el impresionante número de vocaciones religiosas y diocesanas en vuestras provincias, y el alto porcentaje de fieles que asisten a la misa dominical. Aunque vuestras Iglesias locales sean materialmente pobres, especialmente si se las compara con otras comunidades cristianas, son ricas en recursos humanos. Esto resulta evidente por el elevado número de comunidades cristianas de base y de movimientos y asociaciones laicales que desempeñan un papel tan vital para la vida eclesial de vuestras regiones. A pesar de estos signos positivos, vuestras diócesis afrontan también algunos desafíos. La influencia negativa de los medios de comunicación social, el secularismo, el materialismo y el consumismo, juntamente con las falsas promesas de algunos grupos fundamentalistas, han inducido a algunos católicos a renunciar a su fe.
Lamentablemente, también algunos miembros del clero han sido atraídos, a veces, por falsas promesas de dinero, comodidad y poder.

Al afrontar esos problemas, se siente la tentación de plantear la misma pregunta que los discípulos formularon a san Pedro inmediatamente después de Pentecostés: "¿Qué hemos de hacer?" (Ac 2,37). A este respecto, es consolador ver que muchas de vuestras diócesis responden a esta pregunta con Sínodos y planes pastorales, afrontando con seriedad los problemas y, de este modo, evitando posibles crisis futuras. Como dije en mi carta apostólica Novo millennio ineunte, las iniciativas pastorales deben incluir siempre los cuatros pilares cristianos: la santidad, la oración, los sacramentos y la palabra de Dios (cf. nn. 30-41), teniendo presente que "no se trata, pues, de inventar un nuevo programa. El programa ya existe. Es el de siempre, recogido por el Evangelio y la Tradición viva" (ib., 29).

4. Una planificación pastoral eficaz debe adaptarse al contexto actual de modo que afronte los problemas particulares creados por la sociedad moderna. Como muchos otros países, también la India se encuentra implicada en el movimiento hacia una cultura de la muerte, como se ha visto, por ejemplo, en las peligrosas amenazas que se ciernen sobre los niños por nacer, especialmente sobre las niñas. Hermanos en el episcopado, os animo a permanecer vigilantes en vuestros esfuerzos por predicar con valentía la firme enseñanza de la Iglesia sobre el derecho inviolable a la vida de todo ser humano inocente. Los esfuerzos concertados para frenar la cultura de la muerte requieren el compromiso de toda la comunidad católica. Por eso, cualquier estrategia a este respecto debe involucrar a las personas, a las familias, a los movimientos y a las asociaciones comprometidos en construir "una sociedad en la que se reconozca y tutele la dignidad de cada persona, y se defienda y promueva la vida de todos" (Evangelium vitae EV 90).

La globalización también pone en tela de juicio las costumbres y la ética tradicionales. Esto se ve claramente en los intentos de imponer a la sociedad asiática modelos de planificación familiar y medidas sanitarias reproductivas moralmente inaceptables. Al mismo tiempo, una comprensión incorrecta de la ley moral ha llevado a muchas personas a justificar una actividad sexual inmoral con el pretexto de la libertad, que ha desembocado a su vez en la aceptación común de la mentalidad anticonceptiva (cf. Familiaris consortio FC 6). Las consecuencias de esta actividad irresponsable no sólo amenazan la institución de la familia, sino que también contribuyen a la difusión del VIH y del sida, que en algunas partes de vuestro país está alcanzando proporciones de epidemia. La respuesta de la Iglesia en la India debe consistir en seguir promoviendo la santidad de la vida matrimonial y el "lenguaje natural que expresa la recíproca donación total de los esposos" (Catecismo de la Iglesia católica CEC 2370). La Iglesia está llamada a proclamar que el amor verdadero es el amor cristiano, y que el amor cristiano es un amor casto. Os exhorto a apoyar programas de educación que destaquen la enseñanza de la Iglesia a este respecto.

Al mismo tiempo, hay que esforzarse por fomentar el respeto de la dignidad y los derechos de la mujer, para garantizar que se promueva un "nuevo feminismo" en todos los niveles de la sociedad india. Esto evitará "caer en la tentación de seguir modelos machistas, para reconocer y expresar el verdadero espíritu femenino en todas las manifestaciones de la convivencia ciudadana, trabajando por la superación de toda forma de discriminación, de violencia y de explotación" (Evangelium vitae EV 99).


5. Al comienzo de este discurso, he hablado de san Francisco Javier, que contribuyó en gran medida a la difusión del cristianismo en la India. Poseía la habilidad de predicar con éxito en ambientes no cristianos. Ruego para que la Iglesia en la India, imitándolo, proclame con respeto pero con audacia el evangelio de Jesucristo. No es una tarea fácil, especialmente en las zonas donde la gente experimenta animosidad, discriminación e incluso violencia a causa de sus convicciones religiosas o de su pertenencia tribal. Estas dificultades se ven agravadas por la creciente actividad de algunos grupos hindúes fundamentalistas, que están sembrando recelo con respecto a la Iglesia y a otras religiones. Lamentablemente, en algunas regiones las autoridades estatales han cedido a las presiones de esos extremistas y han aprobado leyes injustas contra las conversiones, prohibiendo el libre ejercicio del derecho natural a la libertad religiosa, o retirando el apoyo estatal a los miembros de algunas castas que han elegido convertirse al cristianismo.

A pesar de las graves dificultades y los sufrimientos que esto ha causado, la Iglesia en la India no debe renunciar jamás a su tarea fundamental de evangelización. Espero que vosotros, queridos hermanos en el episcopado, juntamente con los fieles, sigáis comprometiendo a los líderes locales de las otras creencias religiosas en un diálogo interreligioso que asegure una mayor comprensión y cooperación mutua. Del mismo modo, debéis mantener un diálogo efectivo con las autoridades locales y nacionales, para garantizar que la India siga promoviendo y protegiendo los derechos humanos básicos de todos sus ciudadanos. Parte integrante de este tipo de democracia, "que sirve de verdad al bien de las personas y de los pueblos, es el respeto a la libertad religiosa, porque este es el derecho que afecta a la libertad interior más íntima y soberana de la persona" (Discurso al nuevo embajador de la India ante la Santa Sede, 13 de diciembre de 2002).

6. ""Como el Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20,21). De la perpetuación en la Eucaristía del sacrificio de la cruz y de la comunión con el cuerpo y la sangre de Cristo la Iglesia recibe la fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión" (Ecclesia de Eucharistia ).
185 Queridos hermanos en el Señor, espero que cuando, llenos de "fuerza espiritual", volváis a vuestras Iglesias locales, después de esta visita a las tumbas de los santos Apóstoles, hayáis renovado vuestro deseo de participar cada vez más plenamente en la misión de la Iglesia, que "es continuación de la de Cristo" (cf. ib.).

En este Año del Rosario ruego para que, por intercesión de la santísima Virgen, el Espíritu Santo os confirme a vosotros, al clero, a los religiosos y a los laicos de vuestras diócesis en el "carisma de Dios que está en vosotros" (
2Tm 1,6), y os imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.





MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL MINISTRO GENERAL DE LA ORDEN


DE FRAILES MENORES






Al reverendo padre

GIACOMO BINI

Ministro general de la Orden de Frailes Menores

1. Me alegra dirigirle a usted, reverendo padre, y a toda la Orden de Frailes Menores mi saludo cordial y mis mejores deseos con ocasión del capítulo general ordinario, convocado en la ciudad de san Francisco y santa Clara. Se celebra en la Porciúncula, y esto reaviva la feliz memoria de los orígenes de la Orden, que nació bajo la mirada de santa María de los Ángeles, a la que veneráis como patrona especial con el título de "Inmaculada".

La asamblea capitular "de Pentecostés", prescrita por la Regla (cf. n. VIII: FF 26), pone de relieve el papel fundamental que san Francisco reconoce al Espíritu Santo, a quien solía definir "Ministro general" de la Orden (cf. Celano, Vida segunda, CXLV, 193: FF 779). El Espíritu Santo purifica, ilumina e incendia los corazones con el fuego del amor, conduciéndolos al Padre tras las huellas del Señor Jesús (cf. Carta a todos los frailes, VI, 62-63: FF 233).

En esta significativa circunstancia, me complace renovar mis sentimientos de gratitud a esa familia religiosa por el servicio que presta a la Iglesia desde hace ya muchos siglos, prosiguiendo la obra iniciada por san Francisco de Asís y su discípula santa Clara. Además, deseo aprovechar esta oportunidad para ofrecer a los miembros del capítulo general y, a través de ellos, a todos los Frailes Menores, algunos elementos útiles para una revisión comunitaria del camino recorrido hasta ahora y para una acción apostólica más eficaz en el mundo de hoy.

2. Al final del gran jubileo del año 2000, con la carta apostólica Novo millennio ineunte, quise recordar a todo el pueblo cristiano las prioridades espirituales del tercer milenio, y no dudé en afirmar que todo el camino pastoral debe situarse en la perspectiva de la santidad (cf. n. 30). Subrayé que en todo programa de evangelización debe resaltar la "primacía de la gracia (...), la primacía de Cristo y, en relación con él, la primacía de la vida interior y de la santidad" (n. 38).
Además, los institutos de vida consagrada están llamados a desempeñar un papel singular, pues tienen como misión específica el testimonio profético del reino de los cielos. Esto implica una tensión constante a la santidad. Así, se comprende mejor lo que se lee en la exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata, es decir, que "hoy es más necesario que nunca un renovado compromiso de santidad por parte de las personas consagradas para favorecer y sostener el esfuerzo de todo cristiano por la perfección" (n. 39).

Si es verdad que "los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno" (Novo millennio ineunte NM 31), en la Regla y en las Constituciones de vuestra Orden "se contiene un itinerario de seguimiento, caracterizado por un carisma específico reconocido por la Iglesia" (Vita consecrata VC 37). Este es el itinerario recorrido por numerosos hermanos vuestros, santos y beatos franciscanos, que han cumplido con heroica fidelidad hasta la muerte los compromisos asumidos libremente el día de su profesión religiosa. Os será de gran ayuda hacer constante referencia a ellos, maestros y modelos de santidad, inspirándoos en su ejemplo, profundizando en su conocimiento, invocándolos devotamente y conmemorándolos en sus fiestas litúrgicas.

3. El capítulo general se celebra en la ciudad de Asís, donde resuena perennemente la voz que Francisco oyó bajar tres veces desde la cruz hacia él: "¡Ve a reparar mi casa que, como ves, está completamente destruida!" (San Buenaventura, Leyenda mayor, II, 1: FF 1033).
186 También en estos últimos años, caracterizados por notables transformaciones sociales, la Orden se ha sentido estimulada a actualizar esa singular llamada, profundizando en su significado para vivir coherentemente su carisma. Esta reflexión ha impulsado a vuestra familia religiosa a poner más de relieve el servicio misionero y eclesial que Cristo confió al joven Francisco y que, sucesivamente, confirmó el Papa Inocencio III con las palabras: "Id con Dios, hermanos, y como él se digne inspiraros, predicad a todos la penitencia" (Celano, Vida primera, XIII, 33: FF 375).

Es importante que la Orden conserve su estilo misionero propio, centrado en la pobreza y en la vida fraterna, y animado por el espíritu de contemplación y por la búsqueda sincera de la justicia, de la paz y del respeto a la creación. Además, es indispensable que todos sus miembros y todas las fraternidades colaboren en la edificación de la única Iglesia de Cristo, de acuerdo y en plena comunión con los pastores de las comunidades cristianas locales.

Así vuestra Orden, de acuerdo con los Ordinarios diocesanos, contribuirá a "consolidar y difundir el reino de Cristo, llevando el anuncio del Evangelio a todas partes, hasta las regiones más lejanas" (Vita consecrata ), gracias a un renovado espíritu de colaboración y a un deseo sincero de comunión eclesial.

4. Vuestro único objetivo, en toda opción y decisión apostólica, ha de ser la salus animarum, como lo fue para el Poverello de Asís, al que siempre y únicamente impulsó el celo por la salvación de los hermanos. Considerando "que el Unigénito de Dios se dignó ser clavado en la cruz por las almas", "no se consideraba amigo de Cristo, si no amaba las almas que él amó" (Celano, Vida segunda, CXXXI, 172: FF 758), y "eligió vivir para Aquel que murió por todos, consciente de haber sido enviado por Dios a conquistar las almas que el diablo trataba de sustraer" (Celano, Vida primera, XIV, 35: FF 381).

La salus animarum lo impulsó también a promover la dignidad y los derechos de la persona, creada y formada "a imagen del Hijo amado según el cuerpo y a semejanza de él según el espíritu" (Francisco, Admonición V: FF 153), así como a defender la salvaguardia de la creación, puesto que todas las cosas fueron creadas por Cristo y para Cristo, y todas tienen en él su consistencia (cf. Col
Col 1,16-17). La vida de Francisco se distingue, sobre todo, por una constante tensión espiritual, que lo llevaba a ver y comprender todo a la luz de la "felicidad definitiva que está en Dios" (Vita consecrata, 33). De ese amor suyo a Dios brotaba el ardiente anhelo de predicar "a los fieles los vicios y las virtudes, la pena y la gloria" (Regla, IX: FF 99). Queridos Frailes Menores, ojalá que este siga siendo vuestro "estilo" apostólico en la Iglesia. Deseo que los trabajos capitulares den indicaciones oportunas para que sea cada vez más adecuado a los desafíos de la época moderna.

5. "La mies es mucha y los obreros pocos" (Mt 9,37). Vienen a la memoria estas palabras de Cristo ante la amplitud del campo de acción y el escaso número de brazos disponibles. Hablar de impulso misionero parece poco realista también para vuestra Orden, teniendo en cuenta la reducción del número de sus miembros y el aumento de la edad media que se ha verificado durante estos años. Pero esto, en vez de inducir al desaliento, debe impulsar a intensificar, por una parte, la oración, para que el Dueño de la mies "envíe obreros a su mies" (Mt 9,38), y, por otra, a buscar nuevas estrategias pastorales y vocacionales.

¿Por qué perder la confianza, si Jesús mismo aseguró a Francisco que precisamente él era "el responsable principal" de la Orden? ¿Acaso no le prometió: "Yo he llamado, yo conservaré y apacentaré y, en lugar de los que se pierdan, haré crecer otros. Y si no nacen, yo los haré nacer"? (Buenaventura, Leyenda mayor, VIII, 3: FF 1140). Con esta certeza, promoved y acompañad las vocaciones con la oración y el testimonio de vida, confiando en "Dios, que puede hacer surgir de las piedras hijos de Abrahán (cf. Mt Mt 3,9) y hacer fecundos los senos estériles" (Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica, Caminar desde Cristo, 16). La Orden ha hecho bien en dedicar muchas energías a la pastoral vocacional y a la formación de los aspirantes a la vida consagrada, en colaboración con otros institutos de inspiración franciscana y con las diócesis.

El atractivo de san Francisco y santa Clara de Asís es muy grande para los jóvenes, y hay que utilizarlo para proponer también a las generaciones del tercer milenio "una reflexión atenta sobre los valores esenciales de la vida, los cuales se resumen claramente en la respuesta que cada uno está invitado a dar a la llamada de Dios, especialmente cuando pide la entrega total de sí y de las propias fuerzas para la causa del Reino" (Novo millennio ineunte NM 46).

A este respecto, las celebraciones organizadas por los cuatro ministros generales de las familias franciscanas con ocasión del 750° aniversario de la muerte de santa Clara pueden constituir una ocasión muy oportuna para hacer que se reconozcan mejor las vocaciones a la vida contemplativa, apostólica, eremítica y secular de franciscanos y clarisas.

6. Sed vosotros mismos hombres apasionados de Cristo y del Evangelio, hombres de oración incesante y testigos gozosos de una opción radical por el reino de los cielos. Vuestro compromiso será tanto más eficaz cuanto más os esforcéis por ofrecer los signos elocuentes de "la primacía que Dios y los valores evangélicos tienen en la vida cristiana" (Vita consecrata VC 84).

El sayo tradicional, que vestís habitualmente, recuerda ya al primer impacto el estilo de penitencia y pobreza, de mansedumbre y acogida, de sencillez y entrega total a Dios que debe distinguiros. Manteneos fieles a vuestro carisma típico, abriéndoos al mismo tiempo con sabiduría y prudencia a las exigencias del apostolado de nuestra época.

187 El Espíritu Santo, con su luz y su fuerza, os capacite para llevar a Cristo "en el corazón y en el cuerpo con amor y con conciencia pura y sincera", y para engendrarlo "a través de la obras santas, que deben resplandecer ante los demás como ejemplo" (Francisco, Carta a todos los fieles, X, 53: FF 200).

San Francisco, santa Clara y todos vuestros santos patronos acompañen los trabajos capitulares y los hagan fecundos para el bien de la Orden y de la Iglesia. La Virgen María, "Estrella de la nueva evangelización", os ayude a permanecer fieles al compromiso misionero al que san Francisco sigue exhortándoos con la hermosa expresión: "Confía en el Señor y él te cuidará" (Celano, Vida primera, XII, 29: FF 367).

A la "Virgen hecha Iglesia" (Francisco, Saludo a la Bienaventurada Virgen María: FF 259), a la Reina de los Apóstoles, a la "Abogada de la Orden" (Celano, Vida segunda , CL,
CL 198, FF 786), dirigíos todos los días con el rezo del rosario, oración eminentemente evangélica y franciscana.

Con estos sentimientos, a la vez que aseguro a cada uno un constante recuerdo ante el Señor, le imparto de corazón a usted, reverendo padre, a los capitulares y a todos los hermanos esparcidos por el mundo, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 10 de mayo de 2003





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