Discursos 2003 196


A LOS FRAILES MENORES CAPITULARES


Lunes 16 de junio de 2003





197 Amadísimos Frailes Menores:

1. Me alegra acogeros con ocasión de vuestro capítulo general ordinario, que se está celebrando en la "Porciúncula", en Asís. Dirijo mi saludo cordial al nuevo ministro general, padre José Rodríguez Carballo, y, a la vez que le agradezco las amables palabras con las que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos comunes, le expreso mis fervientes deseos de buen trabajo en la ardua tarea que se le ha confiado.

Extiendo mi saludo a su predecesor, padre Giacomo Bini, a los presentes, a todos vuestros hermanos y, en particular, a los enfermos, a los ancianos y a los jóvenes, que constituyen la esperanza de vuestra Orden para el bien de la Iglesia.

2. Según la antigua tradición, lo que estáis celebrando se llama "capítulo de Pentecostés", porque desde los inicios tiene lugar en la proximidad de esa solemnidad. Como escribí en el Mensaje que os dirigí, esta circunstancia pone de relieve "el papel fundamental que san Francisco reconoce al Espíritu Santo, a quien solía definir "Ministro general" de la Orden (cf. Celano, Vida segunda, CXLV, 193: FF 779). El Espíritu Santo purifica, ilumina e incendia los corazones con el fuego del amor, conduciéndolos al Padre tras las huellas del Señor Jesús (cf. Carta a todos los frailes, VI, 62-63: FF 233)" (10 de mayo de 2003, n. 1: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de junio de 2003, p. 4).

Todo capítulo general constituye un momento de gracia especial para la familia religiosa que lo celebra; una ocasión propicia para reflexionar en el camino recorrido y establecer opciones y líneas operativas para el futuro. El Espíritu Santo os conceda comprender mejor cuáles son las prioridades de la misión que Dios os confía para el bien de la Iglesia y del mundo.

3. En el alba del tercer milenio, los discípulos de Cristo sienten con mayor fuerza la urgencia de la nueva evangelización. También vuestras Fraternidades comparten este anhelo apostólico y, fieles a su vocación, están decididas a llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo la buena nueva de la salvación ofrecida por Cristo a la humanidad.

Este compromiso misionero dará fruto en la medida en que se cumpla en sintonía con los pastores legítimos, a los que el Señor ha encomendado la responsabilidad de su grey. A este respecto, noto con satisfacción los esfuerzos realizados para superar dificultades existentes desde hace tiempo en algunos territorios. Deseo de corazón que, gracias a la contribución de todos, se logre plenamente el entendimiento con la autoridad diocesana solicitado por mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, y que es indispensable para una obra eficaz de evangelización.

Queridos Frailes Menores, conservad vuestro estilo típico, basado en la pobreza y la vida fraterna, en la docilidad y la obediencia, teniendo fija vuestra mirada en Cristo, como hacía el "Poverello" de Asís, vuestro padre y maestro. Él enseña que "el predicador debe, ante todo, alcanzar en el secreto de la oración lo que después transmitirá en sus discursos. Primero debe calentarse interiormente, para no proferir exteriormente palabras frías" (cf. Celano, Vida segunda, CXXII, 163: FF 747).

4. Tended a la santidad. Se trata de una verdadera urgencia pastoral para nuestro tiempo. A este propósito, en la carta apostólica Novo millennio ineunte afirmé que "es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este "alto grado" de la vida cristiana ordinaria" (n. 31).
Amadísimos hermanos, para ayudar a los demás a buscar a Dios por encima de todas las cosas, es preciso que vosotros seáis los primeros en comprometeros en esta ardua pero exaltante ascesis personal y comunitaria, encontrando en vuestra Regla y en vuestras Constituciones "un itinerario de seguimiento, caracterizado por un carisma específico reconocido por la Iglesia" (Vita consecrata
VC 37).

Ojalá que los trabajos capitulares, sostenidos por la oración de toda la Orden, contribuyan a acrecentar el espíritu de humilde escucha de Dios y de adhesión filial a las directrices de los pastores de la Iglesia que debe caracterizar a los Frailes Menores. Os asistan san Francisco y los santos protectores de la Orden.

198 Os acompañe la Virgen María, a la que veneráis como patrona especial con el titulo de "Inmaculada". Ella, "Estrella de la nueva evangelización", haga que estéis siempre dispuestos a responder con generosidad a la llamada de su Hijo divino. El Papa está cerca de vosotros y os bendice de corazón a vosotros, a vuestras Fraternidades y a toda vuestra familia espiritual.






A LOS OBISPOS DE BURKINA FASO Y NÍGER


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 17 de junio de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Os acojo con gran alegría a vosotros, que tenéis la responsabilidad pastoral de la Iglesia católica en Burkina Faso y en Níger, mientras vivís este tiempo fuerte de vuestro ministerio episcopal que es la visita ad limina. Habéis venido a orar ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, para incrementar en vosotros el impulso apostólico que los animaba y los trajo aquí para ser testigos del evangelio de Cristo hasta la entrega total de su vida. Habéis venido a encontraros con el Sucesor de Pedro y con sus colaboradores, para hallar en ellos el apoyo necesario para vuestra misión pastoral.

Agradezco a monseñor Philippe Ouédraogo, obispo de Uahiguya y presidente de vuestra Conferencia episcopal, las amables palabras que acaba de dirigirme. Saludo particularmente a aquellos de entre vosotros que han recibido su nombramiento episcopal después de la última visita ad limina. Mi afecto va también a vuestras comunidades diocesanas, cuya generosidad y dinamismo evangélico conozco. Pido al Espíritu Santo, derramado sobre los Apóstoles, que os conceda remar mar adentro y os ayude en el servicio al pueblo que se os ha encomendado, para que la Iglesia-familia en Burkina Faso y en Níger sea cada vez más el fermento del mundo nuevo que Cristo vino a instaurar para toda la humanidad.

Preocupándome del desarrollo duradero e integral de las poblaciones de vuestros países, tan queridas para mí, no olvido la lucha diaria que tienen que librar para sobrevivir. Las difíciles condiciones climáticas de la región del Sahel y la desertización creciente de la región mantienen a las poblaciones en una pobreza endémica, que engendra precariedad y desesperación, acentuando en ellas el sentimiento de estar marginadas de la escena internacional. Quiero hacer solemnemente un nuevo llamamiento a la comunidad internacional, para que preste una ayuda concreta y duradera a las poblaciones probadas del Sahel, deseando que la solidaridad, en la justicia y en la caridad, no conozca fronteras ni límites, y que la generosidad permita mirar al futuro con mayor serenidad.

2. A pesar de las dificultades relacionadas con la precariedad de la vida de las poblaciones locales, la vitalidad misionera de vuestras Iglesias diocesanas ha podido expresarse de múltiples maneras.
Doy gracias con vosotros por las celebraciones que marcaron el centenario de la evangelización de Burkina Faso. En esa feliz ocasión, pudisteis experimentar la presencia del Espíritu que actúa en el corazón de los creyentes desde el inicio de la evangelización. Sé con qué celo implicasteis a las comunidades locales, sobre todo por medio de sínodos diocesanos, en la preparación y en la celebración de ese tiempo eclesial fuerte, que coincidió con el gran jubileo de la Encarnación, un acontecimiento de alcance universal. Las orientaciones pastorales del primer sínodo nacional de Burkina Faso invitaron también claramente a las comunidades cristianas a no escatimar esfuerzos para edificar la Iglesia, familia de Dios, llamada a caminar hacia la santidad, a fin de "permitir que el anuncio de Cristo llegue a las personas, modele las comunidades e incida profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura" (Novo millennio ineunte NM 29). Al dar gracias con vosotros por el trabajo paciente y audaz de los primeros misioneros, ayudados por valientes catequistas, animo a los pastores y a los fieles a mostrarse dignos sucesores suyos, dando vida a comunidades cristianas cada vez más gozosas y atrayentes, signos de comunión y fraternidad. Dondequiera que se encuentren los discípulos de Cristo, han de ser visibles los signos del amor de Dios a los hombres.

3. Evangelizar es una misión esencial para la Iglesia. El anuncio del Evangelio no puede realizarse plenamente sin la contribución de todos los creyentes, en todos los niveles de la Iglesia particular. En vuestras relaciones quinquenales destaca muchas veces vuestra solicitud pastoral por lograr que los cristianos, en virtud de su bautismo, sean cada vez más protagonistas en la obra de evangelización. En efecto, "la acción evangelizadora de la comunidad cristiana, primero en su propio territorio y luego en otras partes, como participación en la misión universal, es el signo más claro de madurez en la fe" (Redemptoris missio RMi 49). Desarrollar esta conciencia misionera en el corazón de cada creyente sigue siendo un verdadero desafío, de cuya importancia sois muy conscientes.

Para que la Iglesia encarne el Evangelio en las diversas culturas, tomando lo que hay de bueno en ellas y renovándolas desde dentro, en la exhortación apostólica Ecclesia in Africa recordé que la inculturación es una prioridad y una urgencia en la vida de las Iglesias particulares, un camino hacia una plena evangelización, para que todo hombre "acoja a Jesucristo en la integridad de su propio ser personal, cultural, económico y político, para la plena adhesión a Dios Padre y para llevar una vida santa mediante la acción del Espíritu Santo" (n. 62). La pastoral de la inculturación que habéis desarrollado en vuestras diócesis da fruto particularmente en la vida y en el testimonio de las comunidades cristianas de base, fermentos de vida cristiana y signos concretos de la comunión misionera, que la Iglesia-familia está llamada a ser.

En vuestras relaciones quinquenales dais gracias por la vitalidad y el testimonio de esas pequeñas comunidades locales. Sin embargo, sois conscientes del largo camino que queda por recorrer para que el Evangelio transforme desde dentro el espíritu y el corazón de los creyentes, a fin de que se reconozcan como hermanos y hermanas en Cristo. La vuelta a prácticas antiguas que aún no han sido purificadas por el Espíritu de Cristo, las dificultades para considerarse miembros de una misma familia salvada por la sangre de Cristo, y los peligros de una civilización moderna, llamada sociedad del progreso, que debilita los vínculos en las familias y entre los grupos humanos: todo esto es para vosotros una invitación a no escatimar esfuerzos para que los discípulos de Cristo asimilen plenamente el mensaje evangélico y conformen su vida a él, sin renunciar por ello a los valores africanos auténticos.

199 Los cristianos necesitan encontrar fuerzas nuevas para superar los obstáculos al anuncio del Evangelio y para trabajar eficazmente con vistas a su inculturación: es esencial que su fe se funde y se eduque cada vez más sólidamente. Tenéis una viva conciencia de esta responsabilidad que os compete, y la compartís en el seno de la Conferencia episcopal mediante un intercambio de experiencias y una profundización teológica y pastoral. Se trata de permitir que los pastores y los fieles se dejen conquistar por Cristo, acepten depender radicalmente de él, quieran vivir de su vida y aprendan a cumplir su voluntad, para seguirlo en la santidad verdadera (cf. 1 Ts 4, 3). Por eso, os aliento a ayudar sin cesar a los fieles laicos de vuestras diócesis a tomar cada vez mayor conciencia de su papel en la Iglesia y a cumplir así su misión de bautizados y confirmados. La pastoral sacramental, la liturgia, la formación bíblica y teológica, pero también las diversas expresiones artísticas y musicales, así como los medios de comunicación social, deben permitir a los cristianos descubrir las riquezas de la fe cristiana con los medios a su alcance y arraigarse en Cristo, para participar cada vez más activamente en la vida de las comunidades locales, pero sin apartarlos del ejercicio de su vocación bautismal en la vida social, económica y política de la nación.

4. En la exhortación apostólica Ecclesia in Africa subrayé que, "como Iglesia doméstica, construida sobre sólidas bases culturales y sobre los ricos valores de la tradición familiar africana, la familia cristiana está llamada a ser una célula válida de testimonio cristiano en la sociedad marcada por rápidos y profundos cambios" (n. 92). Vuestras relaciones quinquenales recuerdan el testimonio dado por numerosas familias, que viven de manera heroica la fidelidad al sacramento del matrimonio cristiano, en el contexto de una legislación civil o de costumbres tradicionales poco favorables al matrimonio monogámico. Ante las amenazas que se ciernen hoy sobre la familia africana y sobre sus cimientos, os exhorto a promover la dignidad del matrimonio cristiano, reflejo del amor de Cristo a su Iglesia, recordando sobre todo que el amor mutuo de los esposos es único e indisoluble; que el matrimonio, gracias a su estabilidad, contribuye a la plena realización de su vocación humana y cristiana; y que una familia así es el lugar donde se desarrollan plenamente los hijos y se transmiten los valores. Las comunidades cristianas, unidas a sus pastores, han de esforzarse también por acompañar a las familias en la educación de los jóvenes. Del mismo modo, deben ayudar a los novios en su camino hacia el sacramento del matrimonio y, después, en su vida conyugal y familiar, para que también ellos se pongan al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

5. Os ruego que transmitáis el saludo afectuoso del Papa a los sacerdotes de vuestras diócesis. Conozco las difíciles condiciones en las que, con frecuencia, están llamados a ejercer su ministerio. La distancia entre las parroquias, las vías de comunicación poco desarrolladas y el escaso número de obreros apostólicos dificultan a menudo el seguimiento y la formación de las comunidades cristianas. Les agradezco su generosidad al servir a Cristo y a su Iglesia. Sé cuánto os esforzáis, con los medios de que disponéis, por procurarles todo lo que precisan para su salud espiritual y para sus necesidades materiales. En comunión profunda con sus obispos, han de vivir una vida cada vez más digna y santa, conforme a su vocación y al testimonio que tienen que dar como hombres de Dios elegidos para el servicio del Evangelio. Dispuestos a conformarse a Cristo servidor, podrán llegar a ser modelos para el pueblo que se les ha encomendado, en particular para los más jóvenes, a quienes deben invitar a seguir de modo gozoso y radical a Cristo como sacerdotes o como consagrados. Doy gracias en esta ocasión por el desarrollo de la vida religiosa en vuestros países, y os animo a sostenerlo y promoverlo, recordando que, sin el signo concreto de la vida consagrada, "la caridad que anima a la Iglesia correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder en penetración, la "sal" de la fe de disolverse en un mundo de secularización" (Vita consecrata
VC 105).

A imagen de vuestros predecesores en la fe, os aliento igualmente a manifestar cada vez con mayor generosidad, como hacéis ya, la solidaridad de vuestras Iglesias locales con los países vecinos, que con frecuencia carecen de pastores, enviándoles sacerdotes y laicos misioneros, recordando que "todos los obispos, como miembros del Cuerpo episcopal, sucesor del Colegio de los Apóstoles, han sido consagrados no sólo para una diócesis determinada, sino para la salvación de todo el mundo" (Ad gentes AGD 38). Deseo que el espíritu de comunión así creado, por el cual cada Iglesia se muestra solícita por todas las demás, dé un nuevo impulso misionero a vuestras comunidades diocesanas y las mantenga en su deseo audaz de hacer germinar el reino de Dios.

6. La formación de los candidatos al sacerdocio es una grave responsabilidad para el obispo. Algunos de vosotros habéis hecho de ella una prioridad pastoral. Es esencial prestar una atención particular a la organización de esta formación y procurar elegir con cuidado formadores idóneos. Es necesario también sensibilizar a las comunidades diocesanas para que tomen mayor conciencia de su responsabilidad en la formación de los futuros sacerdotes. "La Iglesia como tal es el sujeto comunitario que tiene la gracia y la responsabilidad de acompañar a cuantos el Señor llama a ser sus ministros en el sacerdocio" (Pastores dabo vobis PDV 65). Además, una seria formación espiritual, intelectual y pastoral, indispensable para el ejercicio del ministerio sacerdotal, deberá ir acompañada por una sólida formación humana y cultural. Será particularmente importante insistir en la maduración afectiva de los candidatos, necesaria para quienes están llamados al celibato; consiste en "ofrecer, con la gracia del Espíritu y con la respuesta libre de la propia voluntad, la totalidad de su amor y de su solicitud a Jesucristo y a la Iglesia" (ib., 44).

7. En vuestros países, las comunidades cristianas viven en medio de sociedades marcadas por el predominio del islam y de sus valores. Me alegra que, como me habéis dicho, las relaciones de los católicos con los creyentes del islam se basen generalmente en el respeto, la estima y la convivencia. En efecto, cristianos y musulmanes "están llamados a comprometerse en la promoción de un diálogo inmune de los riesgos derivados de un irenismo de mala ley o de un fundamentalismo militante, y levantar su voz contra políticas y prácticas desleales, así como contra toda falta de reciprocidad en relación con la libertad religiosa" (Ecclesia in Africa ). Os animo a cultivar este diálogo, dotándoos de estructuras y medios que lo garanticen, para que desaparezca el miedo al otro, que nace frecuentemente del desconocimiento profundo de los valores religiosos que lo animan, sin renunciar jamás a dar razón, con toda claridad, de la esperanza que hay en vosotros.
Ojalá que del patrimonio auténtico de sus tradiciones religiosas, cristianos y musulmanes saquen las fuerzas necesarias para colaborar en el desarrollo solidario de su país.

8. Queridos hermanos en el episcopado, os pido que, al volver a vuestros países, llevéis a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos, a las religiosas, a los catequistas y a los laicos de vuestras comunidades el saludo afectuoso del Papa, que encomienda al Señor su vida cristiana y su compromiso apostólico. En efecto, "la estructura de la comunidad apostólica descansa en unos y otros" (Constituciones apostólicas, III). Transmitid también a todos vuestros compatriotas mis deseos cordiales de paz y prosperidad. Ante el escándalo de la pobreza y la injusticia, deseo en particular que la Iglesia siga desempeñando su misión profética y sea la voz de los que no tienen voz, para que se reconozca por doquier la dignidad humana a toda persona y se promuevan todas las iniciativas encaminadas a desarrollar y ennoblecer al hombre en su existencia espiritual y material (cf. Ecclesia in Africa ). Que el Espíritu de Pentecostés os ayude a crecer cada vez más en la esperanza y a guiar la Iglesia-familia en Burkina Faso y en Níger hacia "la verdad completa" (Jn 16,13), para que mantenga viva la presencia de Cristo Salvador en medio de su pueblo, a través de un ardiente testimonio de vida evangélica. Encomiendo a la intercesión de la Virgen María el futuro de vuestras diócesis, así como el de las naciones en las que vivís. Le pido particularmente que os ayude en vuestro ministerio episcopal. Os imparto de todo corazón la bendición apostólica, que extiendo a todos los fieles de vuestras diócesis.





VIAJE APOSTÓLICO A BOSNIA Y HERZEGOVINA


CEREMONIA DE BIENVENIDA



Banja Luka, domingo 22 de junio de 2003



Ilustres miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina;
venerados hermanos en el episcopado;
200 distinguidas autoridades;
queridos hermanos y hermanas:


1. Con corazón agradecido por la invitación recibida, vuelvo después de seis años a Bosnia y Herzegovina, y doy gracias a Dios por haberme concedido encontrarme nuevamente con poblaciones desde siempre tan queridas para mí.

Agradezco a los señores miembros de la Presidencia de Bosnia y Herzegovina el cordial saludo que me han dirigido y cuanto han realizado, juntamente con las demás autoridades, para hacer posible mi visita.

Saludo al querido hermano monseñor Franjo Komarica, obispo de Banja Luka, a los demás miembros de este Episcopado y a todos los fieles de la Iglesia católica. Saludo también a los hermanos y hermanas de la Iglesia ortodoxa serbia y de las demás comunidades eclesiales, así como a los fieles del judaísmo y del islam.

2. Sabiendo que, mediante la radio y la televisión, puedo entrar en vuestros hogares, os saludo y abrazo a todos vosotros, queridos habitantes de las diversas partes de Bosnia y Herzegovina.
Conozco la larga prueba que habéis vivido, el peso de sufrimiento que acompaña diariamente vuestra vida, y la tentación del desaliento y de la resignación que os acecha. Me uno a vosotros para pedir a la comunidad internacional, la cual ya ha hecho mucho, que siga ayudándoos, para permitiros llegar pronto a una situación de plena seguridad, en un clima de justicia y concordia.

Sed vosotros mismos los primeros constructores de vuestro futuro. La tenacidad de vuestro carácter y las ricas tradiciones humanas, culturales y religiosas que os distinguen son vuestra verdadera riqueza. No os resignéis. Ciertamente, la recuperación no es fácil. Requiere sacrificio y constancia; exige el arte de sembrar y la paciencia de esperar. Pero, como sabéis, de todos modos, la recuperación es posible. Confiad en la ayuda de Dios y confiad también en el espíritu emprendedor del hombre.

3. Para que la sociedad asuma un rostro verdaderamente humano y todos puedan afrontar el futuro con confianza, es necesario rehacer al hombre desde dentro, curando las heridas y realizando una auténtica purificación de la memoria mediante el perdón recíproco. En lo profundo del corazón está la raíz de todo bien y, por desgracia, de todo mal (cf. Mc
Mc 7,21-23). Allí es donde debe tener lugar el cambio, gracias al cual será posible renovar el entramado social y entablar relaciones humanas abiertas a la colaboración entre las fuerzas vivas del país.

A este respecto, tienen una grave responsabilidad los que, por voluntad de los electores, ejercen democráticamente el gobierno: ante las dificultades del momento actual no deben desistir de una obra tan indispensable ni dejarse arrastrar por intereses partidistas.

A esta empresa común la Iglesia católica quiere aportar su contribución mediante el compromiso concreto de sus hijos, sobre todo mediante las diversas iniciativas de educación, asistencia y promoción humana que le son propias, en el libre ejercicio de su misión específica.

201 4. Dentro de poco, durante la celebración de la santa misa, tendré la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos al joven Iván Merz, que nació precisamente aquí, en Banja Luka, ejemplo luminoso de vida cristiana y de compromiso apostólico.

Que con su intercesión avale el deseo del Papa para Bosnia y Herzegovina; que los problemas existentes encuentren una feliz solución; y que se acoja positivamente la aspiración del país a formar parte de la Europa unida, en un clima de prosperidad, de libertad y de paz.







VIAJE APOSTÓLICO A BOSNIA Y HERZEGOVINA

PALABRAS DE JUAN PABLO II

AL FINAL DE LA MISA DE BEATIFICACIÓN


Banja Luka, domingo 22 de junio de 2003

Antes de despedirme, amadísimos hermanos y hermanas, deseo manifestaros una vez más mi alegría por haber podido compartir con vosotros este intenso momento de oración. Expreso mi gratitud a mis hermanos en el episcopado de Bosnia y Herzegovina, y al presidente de su Conferencia, monseñor Franjo Komarica, obispo de esta Iglesia. Asimismo, doy las gracias a los colaboradores, tanto eclesiásticos como laicos, que con su intenso trabajo durante varios meses han organizado esta jornada.

Deseo renovar mi vivo agradecimiento también a la Presidencia de Bosnia y Herzegovina, y a las demás autoridades civiles y militares. Aprecio mucho todo lo que se ha hecho, en diversos niveles, para que mi visita pudiera llevarse a cabo.

Por último, saludo cordialmente a todas las poblaciones de este amado país, sin distinción de etnia, cultura o religión. Al recibir esta tarde la visita de cortesía de los presidentes de la República Serbia y de la Federación de Bosnia y Herzegovina, y luego la de los miembros del Consejo interreligioso, tendré presentes a todos los habitantes de este país.

Sobre todos invoco las abundantes bendiciones del Altísimo, al cual pido que suscite en el corazón de cada uno sentimientos de perdón, reconciliación y fraternidad. Estas son las bases sólidas de una sociedad digna del hombre y agradable a Dios.

¡Tierra de Bosnia y Herzegovina, el Papa te lleva en el corazón y te desea días de prosperidad y paz!





ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN LA BENDICIÓN DE UN BUSTO DE PABLO VI


Martes 24 de junio de 2003



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
202 amadísimos hermanos y hermanas:

1. Nos reúne hoy el recuerdo del siervo de Dios Pablo VI, en el día de la fiesta de su protector celestial, san Juan Bautista. Han pasado cuarenta años desde su elección a la Cátedra de Pedro, que tuvo lugar el 21 de junio de 1963, y veinticinco desde su muerte, que acaeció en Castelgandolfo, en la solemnidad de la Transfiguración del Señor, el 6 de agosto de 1978.

Hoy se inaugura y bendice un busto suyo de mármol, colocado en el atrio de esta Sala que lleva su nombre y que él quiso como cátedra de la catequesis del Papa. Saludo a los cardenales, obispos, prelados, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos que se han dado cita aquí para rendir homenaje a la memoria de este venerado predecesor mío.

En particular, saludo y doy las gracias al escultor Floriano Bodini, que ya ha dedicado otras obras a este dignísimo servidor de la Iglesia. Saludo y doy las gracias, además, a cuantos han ideado y se han encargado de la realización del proyecto, comenzando por el querido arzobispo monseñor Pasquale Macchi, su devoto y solícito secretario. Mi saludo se dirige también a los familiares del Papa Montini, en particular a sus sobrinos con sus respectivas familias, así como a los responsables del benemérito "Instituto Pablo VI" de Brescia, que cultiva con amor la memoria de este insigne hijo de la tierra bresciana.

2. El 29 de junio de 1978, en la última celebración pública con ocasión del decimoquinto aniversario de su elección al sumo pontificado, pronunció un discurso que tenía el tono solemne y conmovedor de un testamento. Me complace releer un pasaje significativo: "Queremos echar una mirada de conjunto -dijo- a lo que ha sido el período durante el cual hemos tenido confiada por el Señor su Iglesia; y, considerándonos el último e indigno sucesor de Pedro, nos sentimos en este umbral supremo consolado y animado por la conciencia de haber repetido incansablemente ante la Iglesia y el mundo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (
Mt 16,16); y como Pablo, creemos que podemos decir: "He combatido el buen combate, he terminado mi carrera, he guardado la fe" (2Tm 4,7)" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 9 de julio de 1978, p. 1).

Roguemos al Señor que conceda a su siervo fiel la merecida recompensa. Oremos, además, para que también nosotros trabajemos incansablemente, como él, por el reino de Dios. Nos ayude María, a la que, al final del concilio Vaticano II, Pablo VI proclamó "Madre de la Iglesia".

Con estos sentimientos, os bendigo a todos. ¡Gracias a todos los presentes!





DISCORSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL TERCER GRUPO DE OBISPOS


DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL


DE LA INDIA EN VISITA "AD LIMINA"


Jueves 26 de junio de 2003

. Queridos hermanos en el episcopado:

1. Me complace daros la bienvenida a vosotros, obispos de las provincias eclesiásticas de Cuttack-Bhubaneswar, Patna y Ranchi. Habéis venido a Roma con ocasión de vuestra visita ad limina: un momento privilegiado en vuestra vida de pastores, cuando hacéis vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles para manifestar y fortalecer vuestros vínculos de comunión con el Sucesor de Pedro. Le agradezco a usted, arzobispo Toppo, las amables palabras que me ha dirigido en nombre de sus hermanos en el episcopado. Vuestra presencia aquí, hoy, me acerca aún más a vuestro amado país y al clero, a los religiosos, a las religiosas y a los fieles laicos de vuestras diócesis. Durante mis encuentros con los primeros dos grupos de obispos de rito latino de vuestra nación, recordé los logros y los desafíos que afrontan quienes proclaman el Evangelio en la India.
Aunque he observado la abundante cosecha de gracia que habéis seguido recogiendo como resultado del gran jubileo del año 2000, he notado también las dificultades que persisten. El jubileo proporcionó a la Iglesia en la India, en comunión con la Iglesia universal, la ocasión de ponderar la necesidad de renovación de la vida cristiana. Recordáis el pasado con gratitud; vivís el presente con entusiasmo y miráis al futuro con confianza (cf. Novo millennio ineunte NM 1).

203 2. "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Mc 16,15). Las palabras de despedida de Cristo a sus discípulos no sólo son una invitación, sino también un desafío a ir y proclamar la buena nueva. La evangelización, entendida de este modo, es una tarea en la que todos los miembros de la Iglesia participan en virtud de su bautismo. Por tanto, todos los bautizados "deben dar testimonio de Cristo en todas partes y han de dar razón de su esperanza de la vida eterna a quienes se la pidan" (Lumen gentium LG 10). Así pues, es lamentable que, incluso hoy, existan en muchos lugares de la India obstáculos innecesarios que impidan aún la predicación del Evangelio. Los ciudadanos de una democracia moderna no deberían sufrir a causa de sus convicciones religiosas, y nadie debería sentirse obligado a ocultar su religión para gozar de derechos humanos fundamentales, como la educación y el empleo.

A pesar de estas dificultades, la Iglesia en la India predica con valentía el mensaje de salvación de Cristo al pueblo de ese subcontinente. Ruego para que vosotros, queridos hermanos en el episcopado, sigáis siendo faros de valentía y esperanza, animando al clero, a los religiosos y a los fieles laicos a ser valientes y seguir predicando a Cristo, que nos ama hasta la muerte, y muerte de cruz (cf. Flp Ph 2,8). Como nos recuerda san Pablo, el poder extraordinario de Dios es siempre nuestra fuerza: podemos estar "perplejos, mas no desesperados; perseguidos, mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestro cuerpo por todas partes la muerte de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo" (2Co 4,8-10).

3. Las pruebas y tribulaciones que implica la vida en Cristo requieren de la Iglesia un compromiso especial en el ministerio de la "primera evangelización". El contacto inicial de quienes aún no han oído la buena nueva con el mensaje salvífico de Cristo nos exige a todos manifestar de forma inteligente y creíble nuestra fe. La misión de enseñar a los fieles a respetar y proclamar el Evangelio corresponde a los padres, a los maestros y a los catequistas de hoy. Por esta razón, una tarea fundamental de todo obispo es esforzarse por contar con laicos bien formados, preparados y dispuestos a ser maestros de la fe. Es preciso animar a los católicos a participar en el apostolado fundamental de la palabra, que "adquiere una nota específica y una eficacia particular por el hecho de que se realiza en las condiciones generales de nuestro mundo" (Lumen gentium LG 35).

Cumplir la misión de catequistas requiere una relación de confianza y cooperación entre el clero y los fieles laicos. Por consiguiente, los obispos deben esforzarse constantemente por asegurar que nada desgaste esa relación. Deben reconocer siempre que "todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero" (Código de derecho canónico, c. 211). Al mismo tiempo, no se debe permitir nunca que los puntos de vista personales, originados de la afinidad de casta o tribu, ofusquen la enseñanza auténtica de la Iglesia.

4. Íntimamente relacionado con los esfuerzos de la Iglesia por evangelizar está el auténtico y profundo respeto por la cultura. La cultura es el espacio "dentro del cual se realiza el encuentro de la persona humana con el Evangelio" (cf. Ecclesia in Asia ). La Iglesia, siempre respetuosa de las diferentes culturas, procura comprometer a sus hermanos y hermanas de otras religiones para fomentar "una relación de apertura y diálogo" (Novo millennio ineunte ). Considerado así, el diálogo interreligioso no sólo aumentará la comprensión mutua y el respeto recíproco, sino que también ayudará a desarrollar la sociedad en armonía con los derechos y la dignidad de todos.

La Iglesia en la India ha demostrado constantemente su compromiso con el principio de la dignidad inalienable de la persona humana a través de sus numerosas instituciones sociales, ofreciendo un amor incondicional tanto a los cristianos como a los no cristianos. Sus escuelas, dispensarios, hospitales e instituciones orientadas al desarrollo integral de la persona humana brindan una inestimable asistencia a los miembros más pobres de la sociedad, independientemente de su fe. Por desgracia, a veces la falta de cooperación del Gobierno y el hostigamiento de ciertos grupos fundamentalistas han obstaculizado los esfuerzos honrados realizados por la Iglesia para promover el diálogo interreligioso en su nivel más elemental. La India tiene una gran tradición de respeto de las diferencias religiosas. Espero, por el bien de la nación, que no se permita el desarrollo de tendencias contrarias (cf. Discurso al nuevo embajador de la India, 13 de diciembre de 2002).
Como obispos, tenéis el deber de asegurar que prosiga el diálogo interreligioso. Con todo, al comprometeros en este intercambio mutuo, jamás debéis permitir que se vea condicionado por el indiferentismo religioso. Es vital que todos los cristianos prediquen y vivan con convicción la llamada de Cristo a seguirle.

5. Queridos hermanos en el episcopado, perseverad en vuestros esfuerzos para garantizar una sólida formación teológica en vuestros seminarios y una completa formación permanente para vuestros sacerdotes, rechazando así "la tentación actual de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana, casi como una ciencia del vivir bien" (Redemptoris missio RMi 11). Una preparación teológica adecuada requiere una instrucción que, respetando la parte de verdad que se encuentra en otras tradiciones religiosas, proclame sin cesar que Jesucristo es "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6 cf. Ecclesia in Asia ). Con este fin, las instituciones educativas católicas deben ofrecer una sólida formación filosófica, necesaria para el estudio de la teología. La verdad trasciende los límites del pensamiento tanto de Oriente como de Occidente, y une todas las culturas y todas las sociedades (cf. Fides et ratio FR 76-77). Al participar en la misión profética de Cristo, tenemos la solemne responsabilidad de acercar cada vez más esa verdad a nosotros y a los demás. Este sagrado deber corresponde en especial a los encargados de la formación de los sacerdotes y los religiosos. Los formadores y los profesores están obligados a enseñar el mensaje de Cristo en su integridad como el único camino, no como un camino entre muchos otros. Al hacerlo, "los teólogos, como servidores de la verdad divina, dedican sus estudios y trabajos a una comprensión cada vez más penetrante de la misma, y no pueden perder nunca de vista el significado de su servicio en la Iglesia" (cf. Redemptor hominis RH 19).

6. Al considerar las numerosas responsabilidades que implica vuestra solicitud por el pueblo de Dios, soy muy consciente de las pruebas que afrontáis cuando os esforzáis por desarrollar una vida eclesial viable en vuestras diócesis. Es desalentador ver que el trabajo de la Iglesia puede quedar infructuoso a causa de un tribalismo persistente en ciertas partes de la India. A veces este tribalismo ha sido tan fuerte, que algunos grupos se han negado incluso a recibir a obispos y sacerdotes que no eran de su clan, impidiendo así el funcionamiento correcto de las estructuras de la Iglesia y ofuscando la naturaleza esencial de la Iglesia como comunión. Las diferencias tribales o étnicas no deben esgrimirse jamás como una razón para rechazar al portador de la palabra de Dios. Todos los cristianos deben hacer un examen de conciencia, para estar seguros de que siempre y en cualquier lugar aman a todos los hijos de Dios, incluyendo a los que son diferentes: "En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13,35).

Doy gracias a Dios por los numerosos sacerdotes y religiosos de vuestro país que viven una vida ejemplar de pobreza, caridad y santidad. Ante tantas adversidades, podrían sentir la tentación de perder el celo y la creatividad indispensables para un ministerio eficaz. Oro con fervor para que el Señor siga fortaleciéndolos en su trabajo. Con este fin, invito a toda la Iglesia en la India a renovar su compromiso misionero (cf. Redemptoris missio RMi 2).

Los hombres y mujeres consagrados dan una contribución particularmente valiosa a vuestras Iglesias locales. Espero que todos vosotros sigáis colaborando estrechamente. En las circunstancias actuales, son más necesarias las buenas relaciones mutuas. Han surgido en vuestra región algunos conflictos difíciles y dolorosos concernientes a la gestión y a la propiedad de algunas instituciones. Sin embargo, estas cuestiones no son insuperables para quienes viven el Evangelio con espíritu de amor fraterno y servicio. La planificación pastoral y los acuerdos claros entre los obispos y los superiores religiosos pueden brindar a menudo soluciones para este tipo de problemas. Confío en que "las personas consagradas, por su parte, no dejarán de ofrecer su generosa colaboración a la Iglesia particular según las propias fuerzas y respetando el propio carisma, actuando en plena comunión con el obispo en el ámbito de la evangelización, de la catequesis y de la vida de las parroquias" (Vita consecrata VC 49).

204 7. Queridos hermanos, espero fervientemente que vuestra peregrinación a Roma os haya brindado la oportunidad de reflexionar una vez más en la gracia del Espíritu Santo que habéis recibido con la imposición de las manos. Uno de los signos distintivos del servicio apostólico a la Iglesia es la proclamación audaz del Evangelio (cf. Hch Ac 2,28 Hch Ac 2,30-31). Os apoyo con mi oración a vosotros y a todos los que en la India siguen proclamando con su testimonio a Cristo ayer, hoy y siempre (cf. Hb He 13,8). Orando para que este tiempo haya confirmado vuestra fe en Cristo, fuente de nuestro celo misionero y apostólico, os encomiendo a vosotros y a todos aquellos a quienes servís a la intercesión amorosa de María, Reina del rosario, y con afecto os imparto mi bendición apostólica.






Discursos 2003 196