Discursos 2003 210

210 Con estos sentimientos y deseos, le aseguro mi afectuoso recuerdo en la celebración eucarística, a la vez que, en prenda de fraterna comunión, le imparto una especial bendición apostólica, extendiéndola a todos sus seres queridos en el Señor.

Vaticano, 19 de junio de 2003







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


EN LA ENTREGA DEL "PREMIO INTERNACIONAL PABLO VI"


Sábado 5 de julio de 2003

. Señoras y señores:

1. Me alegra encontrarme con vosotros, con ocasión de la entrega del premio conferido en memoria de mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI.

Doy mi sincera bienvenida a todos los presentes. Saludo con afecto a los señores cardenales Giovanni Battista Re y Paul Poupard, al obispo de Brescia, monseñor Giulio Sanguineti, y a los demás prelados aquí reunidos. Extiendo mi cordial saludo a las autoridades civiles que representan a las instituciones públicas brescianas, así como a los responsables del Instituto Pablo VI, comenzando por su presidente, el doctor Giuseppe Camadini, al que agradezco las palabras con las que ha interpretado los sentimientos de todos. Renuevo mi aprecio por las iniciativas promovidas por esta benemérita institución, que contribuye a mantener viva en la Iglesia y en el corazón de los hombres de buena voluntad la gratitud hacia ese gran Papa.

2. Este encuentro se inserta entre dos importantes celebraciones: el cuadragésimo aniversario de la elección al pontificado del siervo de Dios Pablo VI y el vigésimo quinto aniversario de su muerte.
Su recuerdo está más vivo y arraigado que nunca en el corazón de la gente. Pablo VI sintió profundamente las inquietudes y las esperanzas de su tiempo, y se esforzó por comprender las experiencias de sus contemporáneos, iluminándolas con la luz del mensaje cristiano. Les señaló el manantial de la verdad en Cristo, el único Redentor, fuente de la verdadera alegría y de la auténtica paz.

Que el ejemplo de este celoso pastor de la Iglesia universal anime y estimule cada vez más a los creyentes a ser testigos de esperanza en el alba del tercer milenio.

3. El prestigioso premio, que precisamente en su nombre se concede cada cinco años a una personalidad o institución que se haya distinguido de modo significativo en el ámbito de la cultura de inspiración religiosa, representa un indudable reconocimiento al perenne interés que suscita la personalidad del Papa Montini. Hasta ahora había sido otorgado a estudiosos de los campos de la teología, la música, el ecumenismo y la promoción de los derechos humanos. Este año se adjudica al profesor Paul Ricoeur, conocido investigador francés, a quien dirijo un saludo cordial y respetuoso, agradeciéndole las amables y profundas palabras que acaba de dirigirme. Se le conoce también por su aportación generosa al diálogo ecuménico entre católicos y reformados. Su investigación muestra cuán fecunda es la relación entre la filosofía y la teología, entre la fe y la cultura; relación que, como recordé en la encíclica Fides et ratio, debe instaurarse y "estar marcada por la circularidad. Para la teología, el punto de partida y la fuente original debe ser siempre la palabra de Dios. (...) Ya que la palabra de Dios es verdad, favorecerá su mejor comprensión la búsqueda humana de la verdad, o sea el filosofar" (n. 73).

4. Por tanto, resulta muy oportuna la decisión del Instituto Pablo VI de rendir homenaje a un filósofo, que es al mismo tiempo un hombre de fe, comprometido en la defensa de los valores humanos y cristianos.

211 A la vez que felicito vivamente al profesor Paul Ricoeur, aseguro a cada uno de los presentes mi oración, para que correspondáis al proyecto que Dios tiene para vosotros y para el Instituto Pablo VI.

5. Dirijo un saludo deferente también a los miembros de la fundación "Centesimus annus, pro Pontifice", reunidos con ocasión de su encuentro anual, bajo la presidencia del conde Lorenzo Rossi de Montelera, al que saludo cordialmente. Extiendo mi saludo a los prelados, a los miembros del consejo de administración y a los participantes en el congreso.

A la vez que agradezco el apoyo concreto ofrecido a la Santa Sede, pido al Señor por cada uno de ellos, por su actividad y por todos sus seres queridos.

6. Con estos sentimientos, a la vez que expreso a cada uno de los presentes en esta audiencia mi deseo de un fecundo compromiso en su campo de trabajo, a todos imparto con afecto mi bendición.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN VATICANA


"CENTESIMUS ANNUS, PRO PONTIFICE"


EN SU DÉCIMO ANIVERSARIO




Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Este encuentro tiene lugar en el décimo aniversario de la institución de la fundación vaticana "Centesimus annus, pro Pontifice", que representa una respuesta singular a la invitación que dirigí, en la encíclica en la cual se inspira, para promover y difundir el conocimiento y la práctica de la doctrina social de la Iglesia.

La generosa disponibilidad de fieles laicos cualificados y de organismos que expresan de diversos modos la gran tradición del movimiento católico en Italia se encontró con la ferviente iniciativa del cardenal Rosalio Castillo Lara, entonces presidente de la Administración del patrimonio de la Sede apostólica. Así surgió vuestra institución, que quiere conjugar el compromiso en favor de la difusión de la enseñanza de la Iglesia en materia social, especialmente en el mundo de las profesiones y del empresariado, con la ayuda concreta ofrecida al Papa para las intervenciones caritativas que le solicitan continuamente de todas las partes del mundo y para el apoyo a los instrumentos de los que se sirve para su ministerio universal.

En los diez años transcurridos se ha producido la consolidación de la Fundación, el desarrollo de iniciativas de estudio y formación -entre las cuales cabe destacar el máster en doctrina social, organizado en colaboración con la Pontificia Universidad Lateranense-, la formación de grupos de miembros en el territorio italiano y la presencia de la Fundación, con buenas perspectivas, también en otros países.

No puedo por menos de alegrarme vivamente por todo esto, a la vez que siento el deber de expresar un agradecimiento especial a cuantos han contribuido a poner cada año a mi disposición valiosos recursos para el ejercicio de mi solicitud evangélica con respecto al mundo entero.

2. Os animo a continuar en vuestro compromiso, teniendo siempre presentes tres grandes convicciones:

a) La actualidad permanente de la doctrina social de la Iglesia. Los dramáticos acontecimientos que afligen al mundo contemporáneo y las deplorables condiciones de subdesarrollo en las que se encuentran aún demasiados países, con terribles consecuencia para sus habitantes, para sus frágiles instituciones e incluso para el medio ambiente, muestran que realmente hace falta recomenzar desde una perspectiva adecuada: la verdad del hombre, tal como es descubierta por la razón y confirmada por el Evangelio de Jesucristo, que proclama y promueve la verdadera dignidad y la vocación social originaria de la persona.

212 La doctrina social de la Iglesia profundiza progresivamente los diversos aspectos de esa verdad, también con respecto a los desafíos de los tiempos y a la transformación de los escenarios culturales y sociales; y ofrece orientaciones estimulantes para la promoción de los derechos humanos, para la tutela de la familia, para el desarrollo de instituciones políticas verdaderamente democráticas y participativas, para una economía al servicio del hombre, para un nuevo orden internacional que garantice al mismo tiempo la justicia y la paz entre los pueblos, y para una actitud cada vez más responsable ante la creación, también al servicio de las generaciones futuras.

b) La responsabilidad propia de los cristianos laicos. Esta responsabilidad, que el concilio Vaticano II volvió a proponer con gran claridad y que yo he destacado muchas veces con convicción en intervenciones de mi magisterio, tiene precisamente en la doctrina social de la Iglesia un punto de referencia necesario, fecundo y exaltante. El Concilio habla de "tareas, luz y fuerzas que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad de los hombres según la ley divina" (Gaudium et spes
GS 42). Estas tareas son propias y peculiares de los fieles laicos, llamados a irradiar la luz que viene del Evangelio sobre las múltiples realidades sociales y, con la fuerza infundida por Cristo, a trabajar para "humanizar" el mundo. En verdad, es una gran responsabilidad, que los cristianos laicos deberían vivir, no como un deber que limita, sino como una pasión generosa y creativa.

c) La convicción de que solamente hombres nuevos pueden renovar todas las cosas. No se puede pedir a la economía, a la política y a las instituciones sociales lo que no pueden dar. Toda novedad auténtica nace del corazón, de una conciencia rescatada, iluminada y habilitada para la verdadera libertad por el encuentro vivo con aquel que dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6) y "Sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5).

Por tanto, el compromiso social de los cristianos laicos sólo puede alimentarse y llegar a ser coherente, tenaz y valiente gracias a una profunda espiritualidad, es decir, gracias a una vida de íntima unión con Jesús, que los capacita para expresar las grandes virtudes teologales -fe, esperanza y caridad- mediante el ejercicio de la difícil responsabilidad de construir una sociedad menos lejana del gran designio providente de Dios.

3. Al ofreceros con estima, con esperanza y con afecto, estas orientaciones para vuestro creciente compromiso, deseo renovar mi vivo agradecimiento al presidente, conde Lorenzo Rossi de Montelera, a los miembros del consejo de administración, a los fundadores, a todos los socios y a los eclesiásticos que acompañan vuestro camino.

Con estos sentimientos, invoco de corazón sobre cada uno de vosotros y sobre vuestros seres queridos abundantes dones celestiales, en prenda de los cuales imparto a todos mi bendición.

Vaticano, 5 de julio de 2003







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA XVII ASAMBLEA GENERAL


DE CÁRITAS INTERNACIONAL




A monseñor Fouad EL-HAGE
Presidente de Cáritas internacional

1. En el momento en que se reúne en Roma la XVII asamblea general de Cáritas internacional, saludo cordialmente a los participantes, que representan a todas las organizaciones miembros de Cáritas esparcidas por el mundo. En esta ocasión, quiero manifestar una vez más mi gratitud a vuestra organización por poner en práctica, de forma activa y competente, el precepto de la caridad y por su trabajo generoso en el mundo entero, sobre todo al servicio de los más necesitados.

2. El tema que habéis elegido para profundizar durante esta asamblea, "Globalizar la solidaridad", es una respuesta directa a la llamada que hice en la carta apostólica Novo millennio ineunte, invitando a "la práctica de un amor activo y concreto con cada ser humano" (n. 49) y evocando "la hora de una nueva "creatividad de la caridad" que promueva no tanto y no sólo la eficacia de las ayudas prestadas, sino la capacidad de mostrarse cercanos y solidarios con quien sufre, para que el gesto de ayuda no sea percibido como limosna humillante, sino como un compartir fraterno" (n. 50). Ojalá que, gracias a vuestros intercambios y a vuestros trabajos, encontréis caminos concretos para realizar este objetivo, tan querido para mí.

213 3. El proyecto es ambicioso, pues tiene en cuenta los desafíos urgentes que plantea el mundo actual, marcado por un elevado número de intercambios que crean cada vez más vínculos de interdependencia entre los sistemas, las naciones y las personas, pero también amenazado por la fragmentación, el aislamiento y las oposiciones violentas, como lo ha mostrado el recrudecimiento del terrorismo. Ante esta situación, ciertamente no hay tiempo que perder; resulta evidente que ya no es posible concebir políticas o programas que se limiten a un aspecto parcial de los problemas, ignorando lo que viven los demás. La globalización se ha convertido en el horizonte obligado de toda política, y esto vale especialmente por lo que concierne al mundo de la economía, así como a los campos de la asistencia y la ayuda internacionales.

4. Para que la solidaridad sea global, es necesario que tenga efectivamente en cuenta a todos los pueblos de las diversas regiones del mundo. Esto exige aún muchos esfuerzos y, sobre todo, sólidas garantías internacionales con respecto a las organizaciones humanitarias, frecuentemente alejadas, a pesar suyo, de las zonas de conflicto, puesto que ya no se les garantiza la seguridad y no se les asegura el derecho de prestar asistencia a las personas.

Globalizar la solidaridad requiere también trabajar en relación estrecha y constante con las organizaciones internacionales, garantes del derecho, para equilibrar de un modo nuevo las relaciones entre los países ricos y los países pobres, a fin de que se terminen las relaciones de asistencia en sentido único, que a menudo contribuyen a acentuar más el desequilibrio por un mecanismo de deuda permanente. Convendría, más bien, realizar una verdadera colaboración, fundada en relaciones recíprocas de igualdad, reconociendo el derecho de cada uno a gestionar efectivamente las opciones que atañen a su futuro.

5. Es importante añadir que querer la globalización de la solidaridad no sólo requiere adaptarse a las nuevas exigencias de la situación internacional o a las modificaciones de la aplicación de las leyes del mercado, sino que constituye ante todo una respuesta a los apremiantes llamamientos del Evangelio de Cristo. Para nosotros, los cristianos, pero también para todos los hombres, esto exige un verdadero camino espiritual, la conversión de las mentalidades y de las personas. Para que la ayuda ofrecida al otro no sea ya la limosna del rico al pobre, humillante para este último y tal vez motivo de orgullo para el primero, para que se transforme en una comunión fraterna, es decir, en el reconocimiento de una verdadera igualdad entre nosotros, debemos "recomenzar desde Cristo" (Novo millennio ineunte
NM 29), arraigar nuestra vida en el amor de Cristo, que nos ha hecho hermanos suyos. Como el apóstol san Pedro, comprendemos que "Dios no hace acepción de personas" (Ac 10,34) y que, por eso, el servicio de la caridad debe ser universal.

La acogida de todos los que se encuentran en dificultades es desde hace mucho tiempo la regla de vuestra acción en todos los lugares y en todos los países donde se ejerce, directa o indirectamente, la actividad de Cáritas. Es importante trabajar ahora para sensibilizar a todos los hombres sobre esta tarea, a fin de que cada persona, dado que tiene la misma dignidad y los mismos derechos de sus semejantes, pueda esperar las mismas ayudas.

6. A la vez que os invito a dirigiros a Cristo, buen samaritano de nuestra humanidad herida (cf. Lc Lc 10,30-36), sin el cual no podemos hacer nada (cf. Jn Jn 15,5), os encomiendo a la intercesión de la Virgen María, atenta, ya en Caná, a discernir las expectativas de los hombres, para que acompañe con su oración vuestros trabajos. Os imparto de todo corazón una particular bendición apostólica.

Vaticano, 4 de julio de 2003








A LOS MIEMBROS DEL INSTITUTO SECULAR


MISIONEROS DE LA REALEZA DE CRISTO


EN SU 50° ANIVERSARIO


Martes 8 de julio de 2003




Amadísimos Misioneros de la Realeza de Cristo:

1. Me alegra acogeros, en esta audiencia especial, con ocasión del quincuagésimo aniversario de la fundación de vuestro instituto secular. Dirijo mi cordial saludo a vuestro presidente, y le agradezco las amables palabras con que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes. Mi saludo se extiende a los presentes y a todos los miembros del instituto esparcidos por varias naciones de Europa, África y América Latina, con un pensamiento afectuoso para los enfermos, para los ancianos y, en particular, para los jóvenes, que, en número creciente, se sienten atraídos por el carisma misionero de vuestra familia espiritual.

Vuestra fundación tuvo lugar el 4 de octubre de 1953 en la iglesia de San Damián, en Asís. Esta es una feliz ocasión para dar gracias al Señor por los numerosos frutos producidos hasta hoy, y para recomenzar con renovado impulso misionero, anunciando el Evangelio a los hombres y mujeres del tercer milenio.

214 2. Según la intuición original de vuestro fundador, el padre Agostino Gemelli, vuestro instituto secular se caracteriza por ser una fraternidad sacerdotal, en la que cada uno, fiel al designio de Dios, vive su consagración al servicio de la Iglesia, germen e inicio en la tierra del reino de Cristo (cf. Lumen gentium LG 5). Inspirándoos en san Francisco de Asís, vivís "el ministerio presbiteral según el modelo de vida que Cristo señaló a sus primeros discípulos, invitándolos a dejarlo todo por él y por el Evangelio" (Constituciones, n. 3; cf. Perfectae caritatis PC 3).

Proseguid en este arduo, pero liberador, itinerario ascético y apostólico, dando gracias al Señor cada día por el ministerio presbiteral, don y misterio de amor divino.

3. Conservad vivo el carisma de vuestro fundador, adaptándolo a las situaciones sociales y culturales de nuestra época. Vuestro servicio eclesial será fecundo si os mantenéis en contacto constante con Cristo en la oración, y si cultiváis cada vez más la comunión con el obispo y con el colegio de los presbíteros de las diócesis a las que pertenecéis.

Sed misioneros llenos de celo y entrega generosa a los hermanos. Que el anhelo de evangelizar os impulse a un apostolado que no conozca fronteras. Como escribí en la exhortación apostólica Pastores dabo vobis, el don espiritual que los presbíteros han recibido en la ordenación "no los prepara a una misión limitada y restringida, sino a la misión universal y amplísima de salvación "hasta los confines de la tierra" (Ac 1,8). (...) Se sigue de esto que la vida espiritual de los sacerdotes debe estar profundamente marcada por el anhelo y el dinamismo misionero" (n. 32).

4. Queridos hermanos, a la vez que os agradezco esta visita, que tiene lugar en el marco festivo de las celebraciones jubilares de vuestro instituto, os exhorto ante todo a tender a la santidad como prioridad de vuestra existencia, de modo que también vosotros seáis testigos y maestros de perfección evangélica. La espiritualidad propia de los Misioneros de la Realeza de Cristo, que es secular y presbiteral, representa un patrimonio significativo que hay que aprovechar para el bien de la Iglesia.

Encomiendo vuestra Fraternidad sacerdotal a la Virgen Inmaculada. Ella, Reina y protectora especial de vuestro instituto, os ayude a cumplir la misión que se os ha confiado para vuestra santificación y para la salvación de las almas.

A la vez que os aseguro mi constante recuerdo en la oración, os bendigo con afecto a vosotros, a vuestros hermanos esparcidos por el mundo y a todas las personas con quienes entráis en contacto en vuestro trabajo pastoral diario.







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


EN EL 60° ANIVERSARIO DE LOS TRÁGICOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE UCRANIOS Y POLACOS EN VOLINIA





A los señores cardenales

JÓZEF GLEMP

Arzobispo de Varsovia, Primado de Polonia

MARIAN JAWORSKI

Arzobispo de Lvov de los latinos

LUBOMYR HUSAR

Arzobispo mayor de Lvov de los ucranios

215 Amadísimos ciudadanos pertenecientes a los pueblos hermanos de Ucrania y Polonia:

1. He sabido que el próximo 11 de julio, 60° aniversario de los trágicos acontecimientos de Volinia, cuyo recuerdo sigue vivo entre vosotros, hijos de dos naciones tan queridas para mí, se realizará una conmemoración oficial de reconciliación ucranio-polaca.

En el torbellino de la segunda guerra mundial, cuando era más urgente la exigencia de solidaridad y ayuda recíproca, la oscura acción del mal envenenó los corazones, y las armas hicieron correr sangre inocente. Ahora, sesenta años después de aquellos tristes acontecimientos, se ha ido acentuando en el corazón de la mayoría de los polacos y de los ucranios la necesidad de un profundo examen de conciencia. Se siente la necesidad de una reconciliación que permita mirar al presente y al futuro con ojos nuevos. Esta próvida disposición interior me impulsa a elevar al Señor sentimientos de gratitud, a la vez que me uno espiritualmente a cuantos recuerdan en la oración a todas las víctimas de aquellos hechos violentos.

El nuevo milenio, recién iniciado, exige que ucranios y polacos no se queden encerrados en sus tristes recuerdos, sino que, considerando con un espíritu nuevo los acontecimientos pasados, se miren unos a otros con ojos reconciliados, comprometiéndose a construir un futuro mejor para todos.

Del mismo modo que Dios nos ha perdonado en Cristo, es preciso que los creyentes perdonen recíprocamente las ofensas recibidas y pidan perdón por sus respectivas faltas, para contribuir a preparar un mundo respetuoso de la vida y de la justicia, en la concordia y en la paz. Además, los cristianos, sabiendo que "a quien no conoció pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros" (
2Co 5,21), están llamados a reconocer las desviaciones del pasado, para despertar su conciencia ante los compromisos actuales, abriendo su corazón a una conversión auténtica y duradera.

2. Durante el gran jubileo del año 2000, la Iglesia, en un marco solemne, con clara conciencia de cuanto había sucedido en tiempos pasados, pidió perdón ante el mundo por las culpas de sus hijos, perdonando al mismo tiempo a cuantos la habían ofendido de diferentes modos. Así, quiso purificar la memoria de esos tristes acontecimientos liberándola de todo sentimiento de rencor y venganza, para recomenzar, fortalecida y confiada, la obra de edificación de la civilización del amor.

Propone esta misma actitud a la sociedad civil, exhortando a todos a una reconciliación sincera, con la certeza de que no existe justicia sin perdón y de que sería frágil la colaboración sin una apertura recíproca. Esto es mucho más urgente aún si se considera la necesidad de educar a las generaciones jóvenes para afrontar el futuro, no con los condicionamientos de una historia de desconfianzas, de prejuicios y de violencias, sino con el espíritu de una memoria reconciliada.
Polonia y Ucrania, tierras que desde hace siglos han conocido el anuncio del Evangelio y han ofrecido innumerables testimonios de santidad en muchos hijos suyos, desean afianzar en el inicio de este nuevo milenio sus vínculos de amistad, liberándose de las amarguras del pasado y abriéndose a relaciones fraternas, iluminadas por el amor de Cristo.

3. Me complace que las comunidades cristianas de Ucrania y Polonia hayan promovido esta conmemoración, para contribuir a cicatrizar y sanar las heridas del pasado. Animo a los dos pueblos hermanos a perseverar con constancia en la búsqueda de la colaboración y la paz.

A la vez que envío un saludo cordial a todo el Episcopado, al clero y a los fieles de esas naciones, dirijo un saludo deferente a los presidentes y a las respectivas autoridades civiles y, por medio de ellas, a los pueblos polaco y ucranio, siempre presentes en mi corazón y en mis oraciones, con el deseo de un constante progreso en la concordia y en la paz.

Acompaño estos sentimientos con una especial bendición apostólica, que imparto de buen grado a cuantos se unan a las celebraciones previstas.

216 Vaticano, 7 de julio de 2003








A LOS PARTICIPANTES EN EL SIMPOSIO


SOBRE "UNIVERSIDAD E IGLESIA EN EUROPA"


Castelgandolfo

Sábado 19 de julio de 2003



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
ilustres señores rectores y profesores;
amadísimos jóvenes universitarios:

1. Me alegra mucho acogeros con ocasión del simposio "Universidad e Iglesia en Europa", organizado por el Consejo de las Conferencias episcopales de Europa y por la Comisión episcopal italiana para la Universidad, en colaboración con el Ministerio para la Universidad. Agradezco cordialmente a monseñor Amédée Grab las palabras con que ha introducido este encuentro, y a las autoridades civiles y académicas su grata presencia. A todos, profesores, capellanes y alumnos, doy mi cordial bienvenida.

Os habéis dado cita en Roma con ocasión del VII centenario de la universidad más antigua de la ciudad, "La Sapienza". Desde Roma vuestro horizonte se ensancha en estos días a toda Europa, para reflexionar sobre la relación entre Universidad e Iglesia, al inicio del tercer milenio.

2. Esta relación nos conduce directamente al corazón de Europa, allí donde su civilización ha llegado a expresarse en una de sus instituciones más emblemáticas. Nos hallamos en los siglos XIII y XIV: la época en la que toma forma el "humanismo", como acertada síntesis entre el saber teológico, el filosófico y las demás ciencias. Síntesis inimaginable sin el cristianismo y, por tanto, sin la obra secular de evangelización realizada por la Iglesia en el encuentro con las múltiples realidades étnicas y culturales del continente (cf. Discurso al V Simposio de los obispos de Europa, 19 de diciembre de 1978, n. 3).

Esta memoria histórica es indispensable para fundar la perspectiva cultural de la Europa de hoy y de mañana, en cuya construcción la Universidad está llamada a desempeñar una función insustituible.

Como la nueva Europa no puede proyectarse sin tomar de sus raíces, lo mismo puede decirse de la Universidad, pues es el lugar, por excelencia, de la búsqueda de la verdad, del análisis esmerado de los fenómenos en la constante aspiración a síntesis cada vez más perfectas y fecundas. Y, como Europa no puede reducirse a un mercado, del mismo modo la Universidad, aun debiendo insertarse bien en el entramado social y económico, no puede subordinarse a sus exigencias, so pena de perder su naturaleza, que sigue siendo principalmente cultural.

217 3. Así, la Iglesia en Europa mira a la Universidad con la estima y la confianza de siempre, comprometiéndose a dar su multiforme contribución. Ante todo, con la presencia de profesores y alumnos que sepan conjugar la competencia y el rigor científico con una intensa vida espiritual, de modo que animen con espíritu evangélico el ambiente universitario. En segundo lugar, mediante las universidades católicas, en las que se actualiza la herencia de las antiguas universidades, nacidas ex corde Ecclesiae.Además, deseo reafirmar la importancia de los llamados "laboratorios culturales", que oportunamente constituyen una opción prioritaria de la pastoral universitaria a nivel europeo. En ellos se mantiene un diálogo constructivo entre fe y cultura, entre ciencia, filosofía y teología, y la ética se considera exigencia intrínseca de la investigación con vistas a un auténtico servicio al hombre (cf. Discurso a los participantes en el encuentro mundial de profesores universitarios, 9 de septiembre de 2000, n. 5).

A vosotros, profesores, os aliento; a vosotros, alumnos, os exhorto a aprovechar con empeño vuestros talentos; a todos os deseo que colaboréis siempre en la promoción de la vida y la dignidad del hombre.

Dentro de poco encenderé la antorcha que con relevos será llevada a la iglesia de San Ivo en la Sapienza, pasando por las diversas sedes universitarias de Roma: es un modo de destacar el significado y el valor del VII centenario de la universidad "La Sapienza".

María santísima, Sede de la sabiduría, vele siempre sobre vosotros. Os acompaño con mi oración y mi bendición.

Saludo a los profesores y a los alumnos de lengua francesa, expresándoles mis mejores deseos para sus investigaciones y para su participación en la animación cristiana del mundo universitario.

Saludo cordialmente a los participantes de lengua inglesa, y los animo a promover en sus universidades el estudio de las raíces cristianas de Europa.

Saludo a todos los participantes de lengua alemana. Que la comunión y el trabajo en común a la luz de Cristo realicen la nueva evangelización en el ámbito de las universidades.

A los profesores y estudiantes de lengua española les dirijo un cordial saludo, animándolos a trabajar siempre por la promoción integral de la persona humana.

Saludo cordialmente a los profesores y alumnos procedentes de Polonia, Ucrania, Rusia y Bielorrusia. Sed, en vuestras universidades, portadores del mensaje cristiano, que orienta al hombre en el camino de la auténtica libertad.







                                                                       Agosto de 2003





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LA ASOCIACIÓN DE SCOUTS Y GUÍAS CATÓLICOS DE ITALIA (AGESCI)




Amadísimos scouts y guías de la AGESCI:

218 1. Sigue aún vivo en mí el recuerdo de la visita que tuve la alegría de realizar, en las llanuras de Pezza, en los Abruzos, durante el verano de 1986, a los participantes en vuestra Ruta nacional. Este año habéis querido proponer una nueva y gran experiencia comunitaria, el campo nacional, que tendrá lugar simultáneamente en cuatro localidades, en las provincias de Avellino, Cagliari, Perusa y Turín. Esta vez, lamentablemente, no puedo aceptar vuestra gratísima invitación a visitaros. Sin embargo, deseo aseguraros que os recuerdo con afecto y estoy cerca de vosotros con la oración, para que cada uno, joven o adulto, viva plenamente las jornadas del "campo".

Hace cerca de tres meses recibí en audiencia a un numeroso grupo de dirigentes y responsables de vuestra asociación, y les reafirmé la confianza y la estima de la Iglesia por los contenidos y el método de la propuesta educativa de la asociación. Ahora, mientras pienso en los miles de miembros que en esos espléndidos paisajes instalaréis las tiendas de campaña, quisiera recordar uno de los temas formativos que más os interesan, es decir, la importancia que debe revestir la profundización continua de la fe, valorizando el amor y el respeto a la naturaleza; se trata de una tarea que hoy se impone con urgencia a todos, pero que los scouts viven desde siempre, impulsados no por un vago "ecologismo", sino por el sentido de responsabilidad que deriva de la fe. En efecto, la salvaguardia de la creación es un aspecto fundamental del compromiso de los cristianos en el mundo.

2. Donde todo habla del Creador y de su sabiduría, desde las majestuosas montañas hasta los encantadores valles llenos de flores, aprendéis a contemplar la belleza de Dios, y vuestra alma, por decirlo así, "respira", abriéndose a la alabanza, al silencio y a la contemplación del misterio divino.
De este modo, el "campo" en el que estáis participando, además de constituir unas vacaciones llenas de aventuras, se convierte en un encuentro con Dios, consigo mismo y con los demás; un encuentro favorecido por una profunda revisión de vida a la luz de la palabra de Dios y de los principios de vuestro proyecto formativo.

Cuando Jesús llevó consigo a Pedro, Santiago y Juan al monte Tabor, ciertamente pudo admirar con ellos el panorama de Galilea que se disfruta desde allí. Pero, obviamente, no era ese su objetivo principal. Quería hacer partícipes a sus discípulos de su oración y mostrarles su rostro glorioso, para prepararlos a afrontar la dura prueba de la pasión. Con las debidas proporciones, ¿no es este también el sentido de los "campos" que la AGESCI propone a sus miembros? Se trata de momentos fuertes, en los que, con la ayuda del ambiente natural, haréis una significativa experiencia de Dios, de Jesús y de la comunión fraterna. Todo ello os prepara para la vida, para fundar vuestros proyectos más importantes en la fe y para superar las crisis con la luz y la fuerza que vienen de lo alto.

3. Queridos scouts, el camino del escultismo de la AGESCI pretende formar la personalidad de los muchachos, de los jóvenes y de los adultos según el modelo evangélico. Es una escuela de vida, en la que se aprende un "estilo" que, si se asimila bien, se conserva durante toda la vida. Este estilo se resume en la palabra "servicio". Y si esto vale para todo joven que participa en la experiencia escultista, independientemente de su fe, con mayor razón vale para vosotros, que os llamáis y queréis ser realmente "católicos". Vuestro servicio deberá ser aún más generoso y desinteresado, conforme al modelo del de Jesús, que dijo: "Mayor felicidad hay en dar que en recibir" (
Ac 20,35).

Amadísimos scouts y guías, os aseguro mi presencia espiritual, avalada por la oración, para que María, Virgen fiel, os proteja y acompañe.

Con estos pensamientos y sentimientos, os bendigo de corazón a vosotros, a vuestros responsables y a toda la familia de la AGESCI.

Castelgandolfo, 28 de julio de 2003









Discursos 2003 210