Discursos 2003 226

226 2. En la primera mitad del siglo XVII, vuestra fundadora inició en Piacenza un instituto para el servicio al prójimo necesitado. Manteniendo intacto su carisma, esforzaos por mejorar cada vez más el apostolado de vuestra congregación, para que responda plenamente a las exigencias de nuestro tiempo. Estáis llamadas a ser "contemplativas en la acción", es decir, a responder a las necesidades de las personas, especialmente de los jóvenes, testimoniando, al mismo tiempo, la urgencia de una espiritualidad profunda, renovada en los métodos y en las formas, pero fiel al espíritu de los orígenes.

Imitad la fe inquebrantable de la beata Brígida Morello, a quien tuve la alegría de elevar a la gloria de los altares hace cinco años. Como recordé en aquella feliz ocasión, en su ejemplo y en sus enseñanzas "se refleja una constante invitación a la confianza en Dios. Solía repetir: "¡Confianza, confianza, gran corazón! ¡Dios es nuestro Padre y jamás nos abandonará"" (Homilía durante la ceremonia de beatificación, 15 de marzo de 1998, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 20 de marzo de 1998, p. 6). El secreto del apostolado consiste precisamente en saber que "no hemos sido nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados" (
1Jn 4,10).

3. Contemplando a Cristo crucificado y resucitado -corazón de la espiritualidad de la beata Brígida Morello-, se ensancharán los horizontes de vuestra entrega a los pobres, a los enfermos y a cuantos se encuentran en las más urgentes necesidades materiales y espirituales, con particular atención a las mujeres y a la juventud. Así, conservaréis fielmente la herencia que la beata fundadora os legó a vosotras, sus hijas espirituales, y seréis capaces de actualizar su inspiración carismática en nuestro tiempo, dando importancia a lo que "sois", antes que a lo que "hacéis".

Con estos sentimientos y deseos, a la vez que os aseguro un constante recuerdo en la oración, os imparto de corazón a cada una de vosotras, y a todas vuestras comunidades esparcidas por el mundo, una especial bendición apostólica, que de buen grado extiendo a vuestros seres queridos y a cuantos son objeto de vuestra labor pastoral.

Castelgandolfo, 27 de agosto de 2003





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CARDENAL CRESCENZIO SEPE,


CON MOTIVO DE SU VIAJE A MONGOLIA


Al señor cardenal CRESCENZIO SEPE
Prefecto de la Congregación
para la evangelización de los pueblos

1. Con gran alegría le escribo, venerable hermano, que se prepara para visitar una vez más la joven comunidad cristiana que vive en Mongolia, vasto país asiático, rico en historia y tradiciones culturales.

En julio del año pasado usted visitó Ulan Bator, capital de la nación mongola, para celebrar el décimo aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre Mongolia y la Santa Sede y destacar la presencia viva en la región de una comunidad cristiana de fundación relativamente reciente. Aunque la primera evangelización de Mongolia se debió a la llegada de cristianos desde Persia en el siglo VII, sólo en la primera mitad del siglo XX la misión en aquella lejana región fue confiada a la Congregación del Inmaculado Corazón de María. El régimen filocomunista de aquel tiempo impidió al inicio a los misioneros entrar en la región. Finalmente las puertas se abrieron al Evangelio y, desde 1991, comenzaron a llegar los primeros evangelizadores: sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos activamente en la "viña del Señor".

Para subrayar el provechoso y fecundo camino realizado en esta década, el año pasado tuvieron lugar dos acontecimientos fundamentales para la vida de la Iglesia: la elevación de la misión sui iuris de Urga, Ulan Bator, al rango de prefectura apostólica con el nuevo nombre de Ulan Bator, y el consiguiente nombramiento del primer prefecto apostólico en la persona del reverendo padre Wenceslao Padilla, c.i.c.m., así como la primera ordenación de tres sacerdotes y un diácono, los cuales, aunque no son originarios de ese país, consideran a Mongolia como su patria adoptiva. Constituyen un prometedor signo de esperanza para el futuro de la comunidad eclesial local.

227 2. Su vuelta, señor cardenal, a aquella amada tierra después de algo más de un año está motivada por otros dos acontecimientos no menos importantes y felices: la ordenación episcopal del prefecto apostólico y la bendición de la iglesia catedral dedicada a los apóstoles san Pedro y san Pablo. Esos acontecimientos consolidan el edificio espiritual constituido por la "pequeña grey" de una Iglesia misionera joven, que crece confiada, sostenida por la fuerza renovadora del Espíritu Santo.

Me habría gustado mucho estar presente personalmente en esas celebraciones litúrgicas tan significativas, pero, dado que mi presencia no entra en el plan de Dios, le confío a usted ahora el encargo de llevar mi paternal y afectuoso saludo al nuevo obispo de esa porción elegida del pueblo de Dios, a los demás obispos y, de modo especial, al arzobispo Giovanni Battista Morandini, nuncio apostólico en Mongolia. Mi saludo se dirige también a los sacerdotes, a las religiosas, a los demás agentes pastorales y a todos los que colaboran en las diferentes actividades caritativas y humanitarias. Envío también un saludo cordial a todos los miembros de la comunidad católica, a los bautizados, a los catecúmenos y a los "simpatizantes", especialmente a los niños, a los adolescentes y a los jóvenes, que son el futuro y la esperanza de la Iglesia y de la sociedad de ese noble país.
Por último, le pido que transmita mi respetuoso saludo al presidente de la República, a las autoridades civiles y a todo el pueblo mongol, al que tanto amo, así como a los representantes de las diferentes religiones, con las que la Iglesia católica espera proseguir la cooperación al servicio del bien común. Aseguro a cada uno un recuerdo especial en mis oraciones, y pido a Dios todopoderoso que bendiga los esfuerzos que se están realizando para extender su reino.

3. A María, Madre y Reina de Mongolia, encomiendo las expectativas y las esperanzas de la Iglesia y de la nación mongola, para que, tras salir de un largo período de pruebas, mire ahora al futuro con renovada confianza.

Que la luz de Cristo ilumine a todos a lo largo del camino. Avalo de buen grado estos deseos con una bendición apostólica especial, que ahora le encomiendo a usted, venerable hermano, como mi representante especial.

Castelgandolfo, 22 de agosto de 2003






A LOS OBISPOS DEL SÍNODO PATRIARCAL COPTO CATÓLICO


DE EGIPTO EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 30 de agosto de 2003



Beatitud;
queridos hermanos en el episcopado:

1. Os acojo con gran alegría a vosotros, que venís a realizar vuestra visita ad limina, yendo a rezar ante las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo, testigos unidos por la fidelidad a Cristo hasta el derramamiento de su sangre, y viniendo a manifestar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro. Agradezco a vuestro patriarca, Su Beatitud el cardenal Stéphanos II Ghattas, sus amables palabras, que me permiten compartir vuestras alegrías, vuestras dificultades y vuestras esperanzas de pastores. Me alegra saludar en particular a aquellos de entre vosotros que participan por primera vez en esta rica experiencia de comunión en la fe y en el servicio al Señor. Junto con vosotros, doy gracias a Dios por todas las comunidades cristianas de Egipto, herederas del primer anuncio del Evangelio realizado por san Marcos, y recuerdo con alegría y emoción mi peregrinación jubilar a El Cairo y al monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí. Allí se comprende mejor el arraigo singular de la revelación cristiana en aquella región del mundo y su vínculo intrínseco con el primer Testamento.

2. Al comienzo de nuestro encuentro, quiero animaros en vuestra misión específica de pastores. Por la ordenación sacramental, sois obispos, sucesores de los Apóstoles y primeros responsables, juntamente con el Sucesor de Pedro, del anuncio de la buena nueva al mundo entero. Conozco el gran interés que tenéis por hacer de las comunidades cristianas confiadas a vosotros comunidades vivas, que sean verdaderos testigos del Evangelio "con obras y según la verdad", como nos invita a hacer el apóstol san Juan (1Jn 3,18). En el seno de la sociedad egipcia, tan rica en historia y cultura, y fuertemente marcada por la presencia del islam, sabéis que el testimonio más importante es el de la vida diaria, centrada en el doble mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo.
228 Juntamente con los sacerdotes, los religiosos y las religiosas, y con todos los laicos que viven en medio del mundo, queréis testimoniar ante todos la grandeza y la belleza de la vida humana, llamada a servir a la gloria de su Creador y a compartirla un día en la alegría del mundo futuro. Al inicio del tercer milenio, el campo de la misión está ampliamente abierto para la Iglesia, que quiere ser la voz de los pequeños y los pobres, que quiere oír la llamada de todos los que aspiran a la paz, que quiere acoger a los refugiados que no tienen país ni hogar, y ponerse así al servicio de la verdadera dignidad de todo hombre.

Deseáis legítimamente que la Iglesia en Egipto se abra a la universalidad, unida a la comunión eclesial, anhelando dar y recibir, en un intercambio permanente, el tesoro común de la fe. Os aliento vivamente a proseguir el trabajo fraterno que se lleva a cabo en el seno de la asamblea de los obispos católicos de Egipto, cuando os reunís obispos de ritos diferentes para ayudaros mutuamente en el cumplimiento de vuestras responsabilidades de pastores y para fortalecer juntos los vínculos de la auténtica unidad católica. Sabed que el Papa os acompaña en esta noble tarea de colaboración fraterna, que sirve al bien de todos vuestros fieles, y que expresa y construye la comunión eclesial.

3. Los sacerdotes son vuestros primeros colaboradores en el ministerio, y sé que apreciáis su trabajo pastoral y su disponibilidad al servicio de sus hermanos. A menudo están muy dedicados a una pastoral de cercanía a los fieles, que los convierte en padres de sus comunidades, al preocuparse de visitar a las familias, compartir sus dificultades y esperanzas, y sostenerlas en su vida diaria. Aseguradles la viva gratitud del Papa por el hermoso testimonio de su caridad pastoral. Impulsadlos a seguir formándose mediante el estudio de la palabra de Dios y la contemplación de los misterios de la fe, sabiendo utilizar los medios que el magisterio de la Iglesia universal ha puesto a disposición de todos, en especial el Catecismo de la Iglesia católica. Con cursos de formación permanente adaptados, ayudadles a conocer mejor el mundo contemporáneo, que se caracteriza por intercambios cada vez más numerosos e incesantes, para que comprendan mejor sus dificultades y sus expectativas, y encuentren medios nuevos para anunciarle a Cristo. Mediante su ministerio sacramental, centrado en la Eucaristía, que da vida a la Iglesia (cf. Ecclesia de Eucharistia
EE 21), pero también mediante una vida de oración personal, marcada por el Oficio divino, que es la oración de la Iglesia, y alimentada con los encuentros que suscita el ministerio pastoral, han de ser, a ejemplo de Cristo, los intercesores de toda la comunidad ante Dios. Junto con vosotros, deseo que todos los sacerdotes tengan condiciones de vida dignas y sobrias, y gocen, en la medida de lo posible, de la misma protección y asistencia en el campo social, a pesar de las diferencias de bienes económicos que pueden existir entre vuestras diócesis y que os exhorto a compensar por medio de la comunión fraterna.

4. Vuestra Iglesia tiene la suerte de contar con un número suficiente de sacerdotes y de poder ordenar otros cada año, gracias a las vocaciones aún numerosas y al trabajo realizado por el seminario mayor de Maadi. Quiero dar las gracias al equipo de formadores, al que invito a proseguir con celo y devoción su trabajo de discernimiento y preparación de los futuros pastores, para el bien de todas las Iglesias católicas de Egipto, puesto que el seminario es interdiocesano e interritual. Sé que también os esforzáis por poner en práctica, en todas vuestras eparquías, una verdadera pastoral de las vocaciones, que asegurará en el futuro la permanencia de la llamada del Señor y de la Iglesia en medio de los jóvenes, no sólo por lo que concierne a las vocaciones de los sacerdotes diocesanos, pastores indispensables del pueblo cristiano, sino también por lo que respecta a las vocaciones a la vida consagrada, tanto masculina como femenina. En la Iglesia universal, muchos países sufren actualmente una crisis duradera de vocaciones y la falta de sacerdotes. Por eso, los que, gracias a Dios, no sufren esa crisis deben cultivar con esmero este bien precioso del Señor para su Iglesia y, quizá también, prepararse para compartirlo, participando en la misión en otras Iglesias de otras tierras.

5. Como me gusta afirmar a menudo, los jóvenes son el futuro de la Iglesia, y esto es especialmente verdad en vuestro país, rico ante todo por su juventud. Por tanto, se les debe ayudar a prepararse para sus responsabilidades futuras mediante una educación adecuada. La escuela católica, con su gran experiencia, se dedica a ello de una manera muy particular, proporcionando a las jóvenes generaciones una formación humana equilibrada y sana, capaz de darles puntos de referencia duraderos, sobre todo en el campo moral. Debe asegurarles también una formación cristiana sólida, fiel al espíritu y a las normas de la enseñanza catequística preparada por los obispos, que son los primeros responsables de ella, como lo son igualmente de la escuela católica misma. También las parroquias y las diócesis, en su ámbito, pueden proponer a los jóvenes cristianos programas de formación catequística, moral y espiritual, que les permitan profundizar de modo adecuado en su fe personal y los impulsen a ir más lejos en sus compromisos.

6. La importancia de las religiosas y los religiosos en vuestras diócesis es considerable, ante todo por el testimonio específico que dan de la prioridad del amor de Dios en toda vida cristiana, a través de la profesión de los consejos evangélicos, que los consagran totalmente al Señor. Su participación activa en la pastoral de vuestras diócesis no es menos valiosa, sobre todo en las escuelas católicas, en las parroquias, en el campo de la salud y de las obras caritativas y sociales, pero también en los campos más específicos de la investigación teológica, la pastoral de la cultura y el diálogo interreligioso. Les doy vivamente las gracias por ello, y me complace la excelente colaboración que caracteriza las relaciones entre vuestras diócesis y las congregaciones y los institutos religiosos que son acogidos en ellas para el bien de todos. Saludo, en particular, a las comunidades de religiosas, a menudo pequeñas y esparcidas en vastos territorios, dado que quieren asegurar al pueblo cristiano el apoyo de su oración y la asistencia de su trabajo apostólico, en las escuelas o en los dispensarios que ponen a disposición de la población, sin ninguna distinción de raza o religión, manifestando así el carácter universal del amor de Cristo. Necesitan también todo vuestro apoyo para continuar creciendo espiritualmente en el amor al Señor, mediante la oración, la escucha de la palabra de Dios y el servicio humilde y atento a sus hermanos.

7. La Iglesia católica que está en Egipto no reivindica para sí misma ninguna ventaja particular, sino sólo el derecho de poder vivir, en el seno de la nación, de la gracia que el Señor le ha hecho al llamarla a su servicio. Me complace el importante trabajo que la Iglesia católica realiza dentro de la sociedad egipcia en el campo socio-educativo, al servicio de la promoción de la mujer, de la asistencia a la maternidad y a la infancia, y de la lucha contra el analfabetismo, contribuyendo así al desarrollo del país.

Os exhorto a mantener buenas relaciones con los hermanos cristianos de otras confesiones, en especial con la Iglesia copta ortodoxa, y a promover, por lo que os concierne, el espíritu de un auténtico diálogo ecuménico. No os desaniméis ante las dificultades presentes o futuras; al contrario, mantened firme el deseo de ser fieles al mandato del Señor: "Como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a los otros" (Jn 13,34), conscientes de que los vínculos de la caridad fraterna no impiden actuar en conformidad con la verdad y la justicia, sino que, al contrario, lo exigen.

El diálogo con el islam es especialmente importante en vuestro país, donde es la religión de la mayoría de los habitantes, pero reviste también un carácter ejemplar para el diálogo entre las grandes religiones del mundo, particularmente necesario después de los trágicos hechos vinculados al terrorismo, que han marcado el comienzo del tercer milenio y que la opinión pública puede sentir la tentación de achacar a causas de origen religioso. Quiero recordar cuán esencial es que las religiones del mundo aúnen sus esfuerzos para denunciar el terrorismo y para trabajar juntas al servicio de la justicia, de la paz y de la fraternidad entre los hombres.

8. Por intercesión del evangelista san Marcos, invoco sobre vosotros la protección materna de la Virgen María, tan venerada entre los cristianos de Egipto, y pido al Señor que os colme de los dones de su Espíritu. "Apacentad la grey de Dios que os está encomendada, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón; no tiranizando a los que os ha tocado cuidar, sino siendo modelos de la grey" (1P 5,2-3). Queridos hermanos en el episcopado, llevad a todos vuestros fieles el cordial saludo y el aliento paterno del Sucesor de Pedro. A todos imparto una afectuosa bendición apostólica.





                                                                         Septiembre de 2003



MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


AL CARDENAL WALTER KASPER


CON OCASIÓN DE UN ENCUENTRO ECUMÉNICO




229 Al venerado hermano
Cardenal WALTER KASPER
Presidente del Consejo pontificio
para la promoción de la unidad de los cristianos

He sabido con satisfacción que la laudable iniciativa de convocar simposios intercristianos, iniciada en 1992 por el Instituto franciscano de espiritualidad, en el Ateneo pontificio Antonianum de Roma, y por la facultad de teología de la Universidad Aristotile de Tesalónica, de la Iglesia ortodoxa de Grecia, sigue brindando ocasiones de encuentro e intercambio. En efecto, en Janina, en Epiro, se celebrará, del 3 al 7 de septiembre de este año, otro congreso sobre el tema: "La relación entre la espiritualidad y el dogma cristiano en Oriente y en Occidente". En él la reflexión versará sobre un aspecto que alimenta el diálogo teológico entre los católicos y los ortodoxos. Le encomiendo a usted, señor cardenal, el encargo de transmitir mi saludo cordial a los organizadores y a los participantes.

Después de afrontar temas importantes como la oración y la contemplación, la espiritualidad del monacato, la dimensión eclesial de la espiritualidad, y otros más, este nuevo simposio tratará, como ya indica el tema, sobre la contribución que la espiritualidad aporta a la doctrina, alimentando su desarrollo y profundización. En efecto, la espiritualidad, al influir en las disposiciones del alma y del corazón, crea el marco psicológico adecuado en el que se puede entablar el diálogo de modo abierto y confiado. Esto resulta particularmente importante cuando los católicos y los ortodoxos afrontan cuestiones y problemáticas que aún los dividen.

Renuevo de buen grado mi estímulo a los esfuerzos comunes del Ateneo Antonianum de Roma y de la Facultad de teología de Tesalónica, encaminados a mostrar la convergencia de los cristianos ortodoxos y católicos en la adhesión a la verdad revelada. Me complace el apoyo que ha dado a la iniciativa el Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos. En efecto, la búsqueda de una comunión más profunda entre el Oriente y el Occidente cristianos no debe limitarse a los contactos oficiales y a las iniciativas tomadas al más alto nivel. El conocimiento y la comprensión recíprocos se ven favorecidos por acontecimientos como el programado, en el que están implicados los diversos ámbitos de la vida eclesial y, en particular, los académicos y formativos. Así, se promueve de manera concreta el espíritu de apertura y escucha que tanto favorece el progreso a lo largo del camino que esperamos conduzca pronto a la comunión plena.

Deseando que tenga éxito el simposio de Janina, saludo fraternalmente al metropolita de esa ciudad, su excelencia Teóclitos, que lo acoge. La bondad del Señor nos ha permitido entablar en estos últimos tiempos relaciones más intensas y provechosas. A la vez que elevo una ferviente acción de gracias al Señor por este renovado signo de diálogo, invoco las abundantes bendiciones de Dios sobre cuantos han favorecido el encuentro y sobre los presentes en los trabajos.

Castelgandolfo, 28 de agosto de 2003, memoria de san Agustín de Hipona.






AL QUINTO GRUPO DE OBISPOS DE LA INDIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 6 de septiembre de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

230 1. Con alegría doy la bienvenida a los obispos de las provincias eclesiásticas de Agra, Delhi y Bhopal. Os expreso una vez más a vosotros y al amado pueblo de vuestro país mi profundo afecto: "Dios, a quien venero en mi espíritu predicando el Evangelio de su Hijo, me es testigo de cuán incesantemente me acuerdo de vosotros, rogándole siempre en mis oraciones" (Rm 1,9). Me complace especialmente saludar al arzobispo Concessao, y le agradezco los sentimientos que me ha manifestado en nombre de los obispos, del clero y de los fieles de vuestras diócesis.
Entre los numerosos e importantes acontecimientos que han ocurrido en la vida de la Iglesia en la India desde vuestra última visita ad limina está la creación de la nueva diócesis de Jhabua. Al reuniros ante las tumbas de los Apóstoles para expresar la solidaridad entre Pedro y vuestras Iglesias locales, la presencia del pastor de una nueva grey es un signo estimulante de la vitalidad y el crecimiento de la fe en vuestro país.

2. El apóstol santo Tomás, san Francisco Javier y la madre Teresa de Calcuta son sólo algunos de los notables ejemplos de celo misionero que ha estado siempre presente en la India. Este mismo espíritu de evangelización sigue suscitando en los fieles de vuestro país el deseo de proclamar a Jesucristo, a pesar de las grandes dificultades que deben afrontar. Como obispos, sois muy conscientes de que, junto con el clero y los religiosos, los fieles laicos son fundamentales para la misión de la Iglesia, especialmente en las regiones donde la población cristiana vive dispersa. "En las comunidades eclesiales, su acción es tan necesaria que, sin ella, el apostolado de los pastores no puede obtener en la mayoría de las veces su plena eficacia" (Catecismo de la Iglesia católica CEC 900). Habéis tomado muy en serio las palabras del Señor pidiendo a vuestra grey: "Id también vosotros a la viña" (Mt 20,7). Lo demuestra claramente la seriedad con que preparáis a los laicos para colaborar con los obispos y los sacerdotes en la difusión del Evangelio. Al mismo tiempo, la voluntad de los fieles de trabajar junto con sus sacerdotes se manifiesta concretamente en su notable participación en la catequesis, en los consejos pastorales, en las pequeñas comunidades cristianas, en los grupos de oración y en numerosos programas de impulso social y desarrollo humano.

Formar a las personas para que puedan afrontar las exigencias de ser católicos responsables requiere que se configuren cada vez más con Cristo mediante la participación en los tres munera de sacerdote, profeta y rey. Esto no ha de entenderse como una extensión de la función del clero, sino como una realidad compartida por cada cristiano en la gracia recibida en el bautismo y en la confirmación. Estos deberes cristianos llegan a ser cada vez más urgentes en regiones como las vuestras, que no son tan afortunadas como para tener un sacerdote residente en cada comunidad.
A los fieles laicos que no tienen un ministro ordenado en su aldea o ciudad se les plantea el desafío aún mayor de promover la fe de modos diversos: guiando las oraciones tradicionales de la mañana y de la tarde, como hacen muchas de vuestras familias; sirviendo como catequistas o contribuyendo al desarrollo de un programa o plan pastoral. Todas estas responsabilidades, tanto las pequeñas como las grandes, son formas de entregarse como testigos e instrumentos de la "misión de la Iglesia misma "según la medida del don de Cristo" (Ep 4,7)" (Lumen gentium LG 33).

3. Desde los primeros días de su presencia en la India, la Iglesia católica ha demostrado un profundo compromiso social en los campos de la asistencia sanitaria, el desarrollo, el bienestar y, en especial, la educación. El concilio Vaticano II nos recuerda que la educación católica es un factor fundamental para ayudar a los jóvenes católicos a llegar a ser adultos. "Esta educación no persigue sólo la madurez antes descrita de la persona humana, sino que busca que los bautizados, mientras se inician gradualmente en el conocimiento del misterio de la salvación, sean cada vez más conscientes del don recibido de la fe" (Gravissimum educationis GE 2). En muchas de vuestras escuelas un amplio porcentaje de maestros y alumnos no son católicos. Su presencia en nuestras instituciones podría contribuir a aumentar la comprensión mutua entre los católicos y los miembros de otras religiones, en un tiempo en el que los malentendidos pueden ser causa de sufrimiento para muchos. Podría ser también una oportunidad para que los alumnos no católicos se eduquen en un sistema que ha demostrado su capacidad de convertir a los jóvenes en ciudadanos responsables y productivos.

Una de las mayores contribuciones que nuestros centros educativos, y todas las instituciones católicas, pueden aportar hoy a la sociedad es su catolicidad sin componendas. Las escuelas católicas deben aspirar "a crear un ámbito de comunidad escolar animado por el espíritu evangélico de libertad y amor, (...) tratando de ordenar toda la cultura humana al anuncio de la salvación, de modo que el conocimiento que gradualmente van adquiriendo los alumnos sobre el mundo, la vida y el hombre sea iluminado por la fe" (ib., 8). Por esta razón, es esencial que vuestros centros educativos mantengan una fuerte identidad católica. Esto exige un programa de estudios caracterizado por la participación en la oración y en la celebración de la Eucaristía, y requiere que todos los profesores no sólo estén bien formados en sus campos de estudio, sino también en la fe católica. Es alentador notar que muchas de vuestras diócesis están tratando de aplicar las recomendaciones de la exhortación postsinodal Ecclesia in Asia, poniendo, cuando es posible, sacerdotes, religiosos y consejeros formados en todas las escuelas. Esto ayudará a garantizar que cada departamento y cada actividad esté gozosamente impregnado del espíritu de la Iglesia de Cristo (cf. Ecclesia in Asia ).

4. La presencia y la influencia del sacerdote en las instituciones católicas es un modo probado de promover las vocaciones. Para los jóvenes que están pensando en una vida de servicio sacerdotal o religioso hay pocas cosas más atractivas que el ejemplo de un sacerdote celoso que no sólo ama el sacerdocio sino que también ejerce su ministerio con alegría y entrega. A través de la paternidad espiritual del sacerdote, el Espíritu Santo invita a muchos a seguir más de cerca los pasos de Cristo: "Venid conmigo, y os haré pescadores de hombres" (Mt 4,19). A este respecto, me complace constatar vuestro esfuerzo continuo por promover más vocaciones locales. Son admirables vuestros numerosos programas para los jóvenes. Los grupos de servicio juvenil y los campamentos que se especializan en catequesis, desarrollo de la personalidad, formación de líderes y discernimiento vocacional son terreno fértil para ayudar a los chicos y chicas a reconocer la llamada de Dios en su vida (cf. Pastores dabo vobis PDV 9).

Ofrezco oraciones especiales por los jóvenes que ya han tomado la decisión de iniciar la formación sacerdotal. Es fundamental que a esos futuros ministros de la Iglesia se les imparta una formación filosófica, teológica y espiritual adecuada para que comprendan de un modo realista el valor de una vida de pobreza, castidad y obediencia. Hoy, más que nunca, los sacerdotes están llamados a ser signos de contradicción en sociedades cada día más secularizadas y materialistas. "Los jóvenes sienten más que nunca el atractivo de la llamada "sociedad de consumo", que los hace dependientes y prisioneros de una interpretación individualista, materialista y hedonista de la existencia humana" (ib., 8). Esta actitud puede introducirse a veces en la vida de nuestros seminaristas y sacerdotes, tentándolos a no vivir "según la lógica del don y de la gratuidad" (ib.). El obispo tiene la tarea especial de garantizar que los seminarios y las casas de formación cuenten con sacerdotes que sean ejemplos de virtud y maestros destacados de la fe. Como puso de relieve el Sínodo para Asia, "es difícil y delicada la tarea que les espera en la formación de los futuros sacerdotes. Se trata de un apostolado prioritario para el bien y la vitalidad de la Iglesia" (Ecclesia in Asia ).

5. Preparar a los sacerdotes de hoy requiere que los seminaristas se eduquen en las numerosas y diversas tradiciones de nuestra fe católica. Esto vale en especial para la India, que tiene la suerte de contar con católicos orientales y latinos que viven tan cerca unos de otros. El número de católicos siro-malabares y siro-malankares presentes en vuestra región impulsa a todos los fieles a respetar las exigencias y los deseos de quienes celebran la misma fe de diferentes modos (cf. Discurso a los obispos siro-malabares de la India, 13 de mayo de 2003). "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios" (1P 4,10). Esta comunión puede realizarse mediante el diálogo interritual, la educación, los proyectos comunes y una experiencia de las diferentes tradiciones litúrgicas del catolicismo. Espero que los obispos latinos y orientales sigan trabajando juntos en armonía, con el mismo espíritu de amor a Cristo y a su mensaje universal de salvación. "Como hijos de la única Iglesia, renacidos a una nueva vida en Cristo, los creyentes están llamados a afrontar cualquier dificultad con espíritu de comunión de mente, confianza e inquebrantable caridad" (Ecclesia in Asia ).

Esta misma comunión de mente es importante para el diálogo ecuménico que se está llevando a cabo con nuestros hermanos separados. Todos los católicos tienen la responsabilidad de fomentar la obra de la unidad cristiana. Aunque las Iglesias orientales están "implicadas directamente en el diálogo ecuménico con las Iglesias ortodoxas hermanas" (ib.), también los católicos de rito latino deben desempeñar un papel activo en este intercambio, mediante la participación en debates y actividades ecuménicas. En todo tiempo debemos recordar que "el diálogo no es sólo un intercambio de ideas. Siempre es, de todos modos, un "intercambio de dones"" (Ut unum sint UUS 28).

231 6. Queridos hermanos en el episcopado, espero que, al volver a vuestra amada tierra, llevéis mi cordial saludo a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos de vuestras diócesis. El año pasado fue un año de incertidumbre, conflictos y sufrimientos para muchos en la India. Recordando el mandato de nuestro Señor a sus discípulos, ruego para que, cuando dejéis esta ciudad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, seáis colmados del Espíritu Santo y estéis preparados para actuar como instrumentos de reconciliación, suscitando en el corazón del pueblo de Dios un firme deseo de trabajar por la paz duradera y la justicia en vuestro país (cf. Jn Jn 20,21-22).

Con estos sentimientos, encomiendo a la Iglesia que está en la India a la amorosa intercesión de la santísima Virgen, Reina del rosario, e imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y esperanza en el Señor.






Discursos 2003 226