Discursos 2003 231


AL SEÑOR VALENTÍN ABECIA BALDIVIESO,


NUEVO EMBAJADOR DE BOLIVIA


Lunes 8 de septiembre de 2003



Señor Embajador:

1. Con sumo gusto le recibo en esta audiencia en la que me presenta las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Bolivia ante la Santa Sede y le agradezco sinceramente las amables palabras que ha tenido a bien dirigirme en este solemne acto con el que inicia la misión que su Gobierno le ha confiado.

Le ruego que haga llegar mi saludo al Señor Presidente de la República, Lic. Gonzalo Sánchez de Lozada, así como a todos los hombres y mujeres que viven en el gran territorio que constituye su solar patrio, formado por una riquísima geografía de hermosos paisajes, majestuosas montañas, tierras bajas, valles, lagos y altiplano. En aquellas latitudes se ha ido forjando la fisonomía de los bolivianos mediante el encuentro entre las antiguas culturas autóctonas y las que fueron llegando en el transcurso de los siglos, ofreciendo hoy una variada realidad cultural y étnica llamada a ser vivida desde el mutuo respeto y la convivencia integradora.

2. Bolivia tiene una fuerte impronta religiosa, que pone de manifiesto la fe de su pueblo después de más de cinco siglos del inicio de la evangelización. En este sentido, la Iglesia católica, fiel a su cometido de llevar el mensaje de salvación a todas las gentes, pone también todo su empeño en favorecer el desarrollo integral del ser humano y la defensa de su dignidad, colaborando en la consolidación de los valores y bases fundamentales para que la sociedad pueda gozar de estabilidad y armonía.

Las diversas comunidades eclesiales, movidas igualmente por su deseo de mantener vivos los contenidos del mensaje evangélico, continúan prestando su valiosa colaboración en campos tan importantes como la enseñanza, la asistencia a los más desfavorecidos, los servicios sanitarios, así como la promoción de la persona como ciudadano e hijo de Dios. Por ello, los Pastores de Bolivia, en comunión con el Sucesor de Pedro y como punto de referencia para todos, no dejan de ofrecer su palabra, sabia y prudente, la cual brota de un profundo conocimiento de la realidad humana boliviana leída a la luz de la Buena Nueva.

A este respecto, el Episcopado boliviano en los momentos difíciles que ha vivido el País, a causa de su delicada y conflictiva situación social, ha ofrecido su colaboración para fomentar iniciativas pacificadoras que favorecieran el entendimiento y la conciliación. Este modo de obrar, como ya indiqué a los Obispos durante su última visita ad Limina, "es sólo una forma temporal de ejercer una labor más amplia, que integra la acción evangelizadora y lleva a la promoción de la justicia y la solidaridad fraterna entre todos los ciudadanos" (Discurso, 13 abril 2002, 8). Pues la misión de orden religioso, propia de la Iglesia, no impide que ésta se preste a fomentar un diálogo nacional entre los responsables de la vida social, a fin de que todos puedan cooperar activamente para la superación de las crisis que se presenten.

Por otra parte, y cómo Su Excelencia ha puesto de relieve, dicho diálogo debe excluir toda forma de violencia en sus diversas expresiones y ayudar a construir un futuro más humano con la colaboración de todos, evitando el empobrecimiento de la sociedad. A este respecto, es oportuno recordar que las mejoras sociales no alcanzan aplicando sólo las medidas técnicas necesarias, sino promoviendo también reformas con una base humana y moral que tengan presente una consideración ética de la persona, de la familia y de la sociedad.

Por ello, la propuesta constante de los valores morales fundamentales, como son la honestidad, la austeridad, la responsabilidad por el bien común, la solidaridad, el espíritu de sacrificio y la cultura del trabajo, puede asegurar un mejor desarrollo para todos los miembros de la comunidad nacional, pues la violencia, el egoísmo personal y colectivo y la corrupción a cualquier nivel nunca han sido fuentes de progreso ni de bienestar.

232 3. La situación que atraviesa Bolivia no ha de ser causa de división ni ha de fomentar odios o rencores entre quienes están llamados a ser los constructores del País. Es bien sabido que el futuro de una Nación se ha de basar en la paz social, que es fruto de la justicia (cf. St Jc 3,18), edificando un tipo de sociedad que, empezando por los responsables de la vida política, parlamentaria, administrativa y judicial, favorezca la concordia, la armonía y el respeto de la persona, así como la defensa de sus derechos fundamentales.

Los bolivianos, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los principales protagonistas y artífices del progreso del País, cooperando a una estabilidad política que permita que todos puedan participar en la vida pública. Los ciudadanos bolivianos se caracterizan por su coraje para dominar una naturaleza áspera y rígida, son fuertes ante las dificultades, animados por un profundo humanismo y el sentido de la solidaridad. Por eso, deseo animarlos a no perder el ánimo para conseguir mejores metas de progreso. Cada uno, según sus cualidades y posibilidades, está llamado a dar su propia contribución al bien de la Patria. A este respecto, me complace saber que es firme propósito de las Autoridades instaurar un orden social más justo y participativo. Por ello hago mis mejores votos para que la acción del Gobierno logre superar la grave y prolongada crisis financiera, que afecta principalmente a las capas más débiles de la sociedad.

Para construir una sociedad más justa y fraterna, las enseñanzas morales de la Iglesia ofrecen unos valores y orientaciones que, tomados en consideración por quienes trabajan al servicio de la Nación, son útiles para afrontar adecuadamente las necesidades y aspiraciones de los bolivianos.

El doloroso y vasto problema de la pobreza, con graves consecuencias en el campo de la educación, de la salud y de la vivienda, es un apremiante desafío para los gobernantes y responsables de la cosa pública de cara al futuro de la Nación. Ello requiere una seria toma de conciencia para acometer con decisión la situación presente a todos los niveles, cooperando así a un verdadero empeño por el bien común.

Al igual que en otras partes, los pobres carecen de bienes primarios y no encuentran los medios indispensables que permitan su promoción y desarrollo integral. Pienso en los campesinos, en los mineros, en los habitantes de barrios marginales de las ciudades, en quienes son víctimas de un materialismo que excluye al hombre y que se mueve sólo por intereses de enriquecimiento o poder.

Ante ello, la Iglesia, con la aportación de su doctrina social, trata de impulsar y favorecer convenientes iniciativas encaminadas a superar situaciones de marginación que afectan a tantos hermanos necesitados, para eliminar las causas de la pobreza, cumpliendo así su misión, pues la preocupación por lo social forma parte de la acción evangelizadora (cf. Sollicitudo rei socialis SRS 41).

4. Señor Embajador, antes de concluir este encuentro deseo expresarle mis mejores deseos para que la misión que hoy inicia sea fecunda en frutos y éxitos. Le ruego, de nuevo, que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Excelentísimo Señor Presidente de la República y demás Autoridades de su País, a la vez que invoco la bendición de Dios y la protección de Nuestra Señora de Copacabana sobre Usted, sobre su distinguida familia y colaboradores, y sobre todos los amadísimos hijos e hijas de la noble Nación boliviana, que siempre recuerdo con vivo aprecio.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA EXTRAORDINARIA


DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA




Amadísimos participantes
en la asamblea extraordinaria
de la Acción católica italiana

1. Os saludo con alegría y afecto a todos vosotros, queridos hermanos y hermanas, reunidos en Roma para vuestra asamblea extraordinaria sobre el tema: "La historia se hace profecía". Dirijo un cordial saludo, en particular, al consiliario general, monseñor Francesco Lambiasi, y a la presidenta nacional, doctora Paola Bignardi.

233 El objetivo específico de los trabajos que os esperan en los próximos días es muy importante: revisar el Estatuto de la siempre querida Acción católica, para actualizarlo de acuerdo con las nuevas exigencias de los tiempos y con las perspectivas apostólicas del nuevo milenio. Vuestra asociación ha seguido en estos años las normas y las indicaciones contenidas en el Estatuto de 1969, que acogió el espíritu y las directrices del concilio Vaticano II, y os ha ayudado a descubrir cada vez más, viviéndola "como laicos", la grandeza de la vocación cristiana y del compromiso apostólico, en un marco eclesial y cultural muy cambiado con respecto a los años precedentes.

Actualizar el Estatuto significa deciros hoy a vosotros mismos, a la comunidad cristiana y a la sociedad civil qué fisonomía asume una asociación como la vuestra cuando se confronta con las exigencias de la misión de la Iglesia y de la evangelización del mundo. El nuevo Estatuto expresará vuestra alma, las metas elevadas que os proponéis y las orientaciones que distinguen vuestra experiencia eclesial madura y le dan un aspecto inconfundible, así como una singular ubicación en el panorama de las asociaciones laicas.

2. Vuestra larga historia tuvo origen en un carisma, es decir, en un don particular del Espíritu del Resucitado, el cual jamás permite que falten en su Iglesia los talentos y los recursos de gracia que necesitan los fieles para servir a la causa del Evangelio. Queridos hermanos, con santo orgullo e íntima alegría reflexionad sobre el carisma de la Acción católica.

En él se inspiraron los jóvenes Mario Fani y Giovanni Acquaderni, que la fundaron hace más de 130 años. Este carisma ha guiado y acompañado el camino de santidad de Pier Giorgio Frassati, Gianna Beretta-Molla, Luis y María Beltrame-Quattrocchi y de tantos otros laicos que han vivido con extraordinaria normalidad una fidelidad heroica a las promesas bautismales. Han reconocido en vosotros este carisma los Pontífices y los pastores que, durante decenios, han bendecido y sostenido vuestra asociación, hasta acogerla -como hizo la Conferencia episcopal italiana- como asociación elegida de modo particular y promovida por la autoridad eclesiástica para estar más estrechamente unida a su misión apostólica (cf. Nota pastoral de la Conferencia episcopal italiana, 22 de mayo de 1981, n. 25).

3. Se trata de un carisma cuya descripción más completa se encuentra en el decreto conciliar Apostolicam actuositatem sobre el apostolado de los laicos (cf. n. 20): vosotros sois laicos cristianos expertos en la espléndida aventura de hacer que el Evangelio se encuentre con la vida y de mostrar cómo la "buena nueva" corresponde a los interrogantes más profundos del corazón de cada persona y es la luz más elevada y más verdadera que puede orientar a la sociedad en la construcción de la "civilización del amor".

Como laicos, habéis elegido vivir para la Iglesia y para la totalidad de su misión, "dedicados -como os escribieron vuestros obispos- con un vínculo directo y orgánico a la comunidad diocesana", para hacer que todos redescubran el valor de una fe que se vive en comunión, y para hacer de cada comunidad cristiana una familia solícita con todos sus hijos (cf. Carta del Consejo episcopal permanente de la Conferencia episcopal italiana, 12 de marzo de 2002, n. 4).

Como laicos, habéis elegido seguir de forma asociada el ideal evangélico de la santidad en la Iglesia particular, para colaborar unitariamente, "como cuerpo orgánico", en la misión evangelizadora de cada comunidad eclesial.

Como laicos, habéis elegido organizaros en una asociación en la que el vínculo peculiar con los pastores respeta y promueve el carácter laico propio de los miembros. El espíritu de la "sintaxis de comunión" que caracteriza la eclesiología del concilio Vaticano II y las reglas de la participación democrática en la vida asociativa os ayudan a expresar plenamente la unidad de todo el cuerpo eclesial de Cristo y, al mismo tiempo, la variedad de los carismas y de las vocaciones, en el pleno respeto de la dignidad y la responsabilidad de cada miembro del pueblo de Dios.

La síntesis orgánica de estas notas -espíritu misionero, carácter diocesano, unidad y dimensión laica- constituye la forma más madura y eclesialmente integrada del apostolado de los laicos. Al renovar el Estatuto, queréis reafirmar el valor que tienen hoy estas características, y explicar cómo hay que interpretarlas para seguir hablando al corazón de tantas comunidades y de tantos laicos que en este ideal podrían encontrar la forma de su vida.

4. "La Iglesia no puede prescindir de la Acción católica", os dije el año pasado, durante vuestra undécima asamblea. Os lo repito al final de un año particularmente intenso, dedicado al camino de renovación de la Acción católica italiana.

La Iglesia os necesita; necesita laicos que en la Acción católica hayan encontrado una escuela de santidad, en la que hayan aprendido a vivir el radicalismo del Evangelio en la normalidad diaria. Los beatos que han salido de vuestros grupos, y los venerables como Alberto Marvelli, Pina Suriano y don Antonio Seghezzi os estimulan a seguir haciendo de vuestra asociación un lugar donde se crece como discípulos del Señor, en la escuela de la Palabra y en la mesa de la Eucaristía; un gimnasio donde se entrena en el ejercicio del amor y del perdón, para aprender a vencer el mal con el bien, para tejer con paciencia y tenacidad una red de fraternidad que abarque a todos, sobre todo a los más pobres.

234 Queridos jóvenes y adultos de la Acción católica, vuestra asociación se renovará si cada uno de sus miembros redescubre las promesas del bautismo, eligiendo con plena conciencia y disponibilidad la santidad cristiana como "alto grado de la vida cristiana ordinaria", en las condiciones diarias de la vida (Novo millennio ineunte NM 31). Para ello, es preciso dejarse modelar por la liturgia de la Iglesia, cultivar el arte de la meditación y de la vida interior, y hacer todos los años los ejercicios espirituales. Queridos hermanos, haced que cada uno de vuestros grupos sea una auténtica escuela de oración y que cada miembro cuente con la ayuda necesaria para el discernimiento y la fidelidad a su vocación.

5. La Iglesia os necesita, porque habéis elegido el servicio a la Iglesia particular y a su misión como orientación de vuestro compromiso apostólico; porque habéis hecho de la parroquia el lugar en el que cada día vivís una entrega fiel y apasionada. De este modo seguís manteniendo vivo el espíritu misionero de las mujeres y los hombres de la Acción católica que, con humildad, de forma oculta, han contribuido a hacer más vivas las comunidades cristianas en las diversas partes del país.

Os exhorto a poner todas vuestras energías al servicio de la comunión, en estrecha unión con el obispo, colaborando con él y con el presbiterio en el "ministerio de la síntesis", para estrechar cada vez más los vínculos de la comunión cordial, que es intensamente humana precisamente porque es auténticamente cristiana. Ayudad a vuestra parroquia a redescubrir la pasión por el anuncio del Evangelio y a cultivar la solicitud pastoral, que va en busca de todos para ayudar a cada uno a experimentar la alegría del encuentro con el Señor. Que cada comunidad, también gracias a vuestra presencia, brille en los barrios de vuestras ciudades y en vuestras aldeas como signo vivo de la presencia de Jesús, Hijo de Dios que vino a vivir en medio de nosotros.

6. La Iglesia os necesita, porque la Acción católica es ambiente abierto y acogedor, donde todos pueden expresar su disponibilidad al servicio y encontrar ocasiones útiles de diálogo formativo, en un clima adecuado para favorecer opciones generosas. En vuestra asociación hay testigos y maestros dispuestos a acompañar el camino de los hermanos hacia una fe convencida, madura y capaz de dar testimonio en el mundo.

Os recomiendo que promováis una formación sólida, adecuada a la urgencia de la nueva evangelización. Preocupaos siempre por cada persona y ayudad a todos a defender el tesoro de la fe, difundiéndolo en todos los ambientes de vida. Ojalá que la Acción católica vuelva a ser, para un número cada vez mayor de personas y de comunidades, la gran escuela de la espiritualidad seglar y del apostolado asociado.

7. La Iglesia os necesita, porque no dejáis de mirar al mundo con los ojos de Dios, y así lográis escrutar nuestro tiempo para descubrir en él los signos de la presencia del Espíritu. Tenéis en vuestra tradición grandes testimonios de laicos que han dado una contribución determinante al crecimiento de la ciudad del hombre.

Seguid poniendo a disposición de las ciudades y de las aldeas, de los lugares de trabajo y de la escuela, de la salud y del tiempo libre, de la cultura, de la economía y de la política, presencias competentes y creíbles, capaces de contribuir a promover en el mundo de hoy la civilización del amor. Que la Acción católica ayude a la comunidad eclesial a evitar la tentación de desentenderse de los problemas de la vida y de la familia, de la paz y de la justicia, y testimonie la confianza en la fuerza renovadora y transformadora del cristianismo. De este modo, podrá influir eficazmente en la sociedad civil con vistas a la construcción de la casa común, bajo el signo de la dignidad y de la vocación del hombre, según las líneas del "Proyecto cultural" de la Iglesia italiana.

8. Queridos miembros de la Acción católica, a la vez que os animo a conocer cada vez más a fondo la riqueza de vuestro carisma, exhorto a las comunidades diocesanas y parroquiales a considerar con nueva atención vuestra asociación como lugar de crecimiento de la vocación laical y como ambiente donde se aprende a expresarla cada vez con mayor madurez.

"La historia se hace profecía", reza el título que habéis elegido para vuestra asamblea. Os deseo que releáis con sabio discernimiento la gran historia de la que venís, distinguiendo lo que es fruto del tiempo de lo que es don del Espíritu y lleva los gérmenes de un futuro nuevo, que ya ha comenzado. Estoy seguro de que esta asamblea extraordinaria mostrará el rostro maduro y sereno del laicado asociado, y albergo viva confianza en que sabréis adoptar opciones claras y fuertes para hacer que la Acción católica sea una asociación a la medida de la misión que se le ha confiado.

María, Madre de la Iglesia, os sostenga en este compromiso. A ella, venerada en la Santa Casa de Loreto, a donde queréis acudir en peregrinación el año próximo, le encomiendo a cada uno de vosotros, a vuestras familias y todos vuestros proyectos.

Con estos sentimientos, os imparto de corazón a todos la bendición apostólica.

235 Castelgandolfo, 8 de septiembre de 2003








A LOS MISIONEROS HIJOS DEL INMACULADO


CORAZÓN DE MARÍA (CLARETIANOS)


Lunes 8 de septiembre de 1979



1. Me complace saludar y felicitar cordialmente al P. Josep Maria Abella Batlle, recién elegido Superior General, así como a todos vosotros reunidos para celebrar el XXIII Capítulo General, el cual os ofrece una ocasión particular para expresar vuestra comunión y adhesión al Sucesor de Pedro. En este Capítulo, el séptimo después del Concilio Vaticano II y al comienzo del Tercer Milenio, os habéis propuesto "discernir a la luz del Espíritu el modo adecuado de mantener y actualizar el propio carisma y el propio patrimonio espiritual en las diversas situaciones históricas y culturales" (Vita Consacrata, 42), con el impulso renovador que la Iglesia ha irradiado a todas las formas de vida consagrada frente a los nuevos retos de la misión.

2. Para una adecuada comprensión de los signos de los tiempos y de la tarea evangelizadora que a los Misioneros Claretianos os toca promover y desarrollar en las más variadas regiones de la tierra, os serán de gran utilidad las orientaciones ofrecidas en las Exhortaciones Postsinodales dirigidas a los diversos continentes. Asimismo, para esta época de cambios, la Carta apostólica Novo millennio ineunte os brindará también el marco apropiado para una espiritualidad apostólica centrada fundamentalmente en la persona de Jesús.

El servicio misionero, dondequiera que debáis realizarlo, ha de brotar de la íntima unión con el Señor que os envía y ser vivido en el camino de la entrega hasta la cruz que Él mismo ha recorrido y ha dejado trazado para sus seguidores. Se trata de una íntima comunión que debéis aprender del Corazón de María, fuente de la mejor respuesta y de la más auténtica adhesión al mensaje del Evangelio. Se trata de un camino en el que os sostendrá, como a vuestro Fundador, la escucha cotidiana de la Palabra y la participación en la Eucaristía, "corazón de la vida eclesial y también de la vida consagrada" (Ibíd., 95).

3. Cuando en el vasto horizonte de la sociedad se vislumbran no pocos signos de una difundida cultura de muerte, al reflexionar vosotros sobre el lema del Capítulo "Para que tengan vida", os sentís enviados por el Señor Jesús a proclamar al Dios de la vida. Son momentos en que la vida, inmenso don del Padre, ha de ser defendida, cultivada y dignificada, sobre todo entre los más desamparados, a través de una palabra de esperanza y de abnegados gestos de acogida y solidaridad. Es, pues, tarea apremiante de todo consagrado "anunciar con firmeza y amor a los hombres de nuestro tiempo el Evangelio de la vida" (Evangelium vitae EV 105). Éste es fundamental para la identidad y armonía de las personas y de la familia humana en su consunto.

4. Con vosotros doy gracias a Dios por los dones con que sigue bendiciendo a vuestra Congregación, disponiéndola cada vez mejor para el servicio de la misión. El don precioso de nuevas vocaciones, sobre todo en Asia y África, que el Instituto debe acoger dedicándose seriamente a su formación integral. El don de las nuevas presencias y realizaciones misioneras en diversas áreas necesitadas. El don de la sangre martirial que ha sido derramada dando testimonio de Jesús en esta época.

5. Por medio del Corazón Inmaculado de María, pido al Espíritu Santo que os ilumine en los trabajos de este Capítulo para que pueda transmitir, con palabras y gestos evangélicos, orientación y aliento a todos los miembros del Instituto, especialmente a los ancianos y enfermos, a los jóvenes en formación y a aquéllos que en su servicio misionero puedan encontrar mayores dificultades. Que en todo momento esté presente el espíritu de la vida fraterna, compartida en el amor y el diálogo, como signo elocuente de la comunión eclesial (cf. Vita Consacrata, 42).

Que el Señor bendiga también a todos aquéllos que forman con vosotros la Familia Misionera, iniciada por San Antonio María Claret, lo mismo que a quienes comparten con vosotros la misión en múltiples obras o frentes apostólicos. Con estos deseos y sentimientos, os imparto con todo afecto mi Bendición.







MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


AL XVII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE ORACIÓN POR LA PAZ,


CELEBRADO EN AQUISGRÁN (ALEMANIA)




Al venerado hermano
Cardenal ROGER ETCHEGARAY
236 Presidente emérito
del Consejo pontificio Justicia y paz

1. Me alegra particularmente enviar a través de usted, señor cardenal, mi saludo personal a los ilustres representantes de las Iglesias y comunidades cristianas y de las grandes religiones mundiales, los cuales se reúnen para el XVII Encuentro internacional de oración por la paz, que tiene por tema: "Entre guerra y paz, las religiones y las culturas se encuentran". Deseo saludar en especial al obispo de Aquisgrán, monseñor Heinrich Mussinghoff, y a los fieles de la diócesis, que han colaborado en la realización de ese encuentro.

Cuando, en 1986, quise iniciar en Asís el camino del que el encuentro de Aquisgrán es una etapa ulterior, el mundo todavía estaba dividido en dos bloques y oprimido por el miedo a una guerra nuclear. Al ver la urgente necesidad que tenían los pueblos de volver a soñar con un futuro de paz y prosperidad para todos, invité a los creyentes de las diversas religiones del mundo a reunirse para orar por la paz. Tenía ante mis ojos la gran visión del profeta Isaías: todos los pueblos del mundo en camino desde los diversos puntos de la tierra para congregarse en torno a Dios como una familia única, grande y multiforme. Esta era la visión que tenía en su corazón el beato Juan XXIII y que lo impulsó a escribir la encíclica Pacem in terris, cuyo cuadragésimo aniversario conmemoramos este año.

2. Aquel sueño tomó en Asís una forma concreta y visible, suscitando en los corazones muchas esperanzas de paz. Todos nos alegramos. Por desgracia, ese deseo no fue acogido con la prontitud y la solicitud necesarias. Durante estos años no se han realizado suficientes esfuerzos por defender la paz y sostener el sueño de un mundo sin guerras. Al contrario, se ha preferido el camino de la búsqueda de intereses particulares, derrochando ingentes riquezas para otros fines, sobre todo para gastos militares.

Todos hemos asistido al desarrollo del celo egoísta por los propios confines, por la propia etnia y por la propia nación. A veces incluso la religión se ha doblegado a la violencia. Dentro de pocos días recordaremos el trágico atentado contra las "Torres gemelas" de Nueva York.
Lamentablemente, además de las Torres, parecen haberse derrumbado también muchas esperanzas de paz. Guerras y conflictos siguen prevaleciendo y envenenando la vida de numerosos pueblos, sobre todo de los países más pobres de África, de Asia y de América Latina. Pienso en las decenas de guerras que aún se libran y en esa "guerra" generalizada que es el terrorismo.

3. ¿Cuándo cesarán todos los conflictos? ¿Cuándo verán finalmente los pueblos un mundo pacificado? Ciertamente, si se permite que reinen, con inconsciencia culpable, injusticias y disparidades en nuestro planeta, no se facilita el proceso de paz. A menudo, los países pobres se han convertido en lugares de desesperación y focos de violencia. No queremos aceptar que la guerra domine la vida del mundo y de los pueblos. No queremos aceptar que la pobreza sea la compañera constante de la existencia de naciones enteras.

Por eso, nos preguntamos: ¿qué hemos de hacer? Y, sobre todo, ¿qué pueden hacer los creyentes? ¿Cómo promover la paz en este tiempo plagado de guerras? Pues bien, creo que estos "Encuentros internacionales de oración por la paz", organizados por la Comunidad de San Egidio, ya son una respuesta concreta a esas preguntas. Se realizan ya desde hace diecisiete años y son evidentes también sus frutos de paz. Cada año, personas de religiones diversas se encuentran, se conocen, alivian las tensiones y aprenden a convivir y a tener una responsabilidad común ante la paz.

4. Volverse a encontrar al inicio de este nuevo milenio en Aquisgrán es, una vez más, significativo. Esa ciudad, situada en el corazón del continente europeo, habla claramente de la antigua tradición de Europa: habla de sus antiguas raíces, comenzando por las cristianas, que han armonizado y consolidado también las demás. Las raíces cristianas no son una memoria de exclusivismo religioso, sino un fundamento de libertad, porque hacen de Europa un crisol de culturas y experiencias diferentes. De esas antiguas raíces los pueblos europeos han tomado el impulso que los ha llevado a tocar los confines de la tierra y alcanzar las profundidades del hombre, de su dignidad inviolable, de la igualdad fundamental de todos y del derecho universal a la justicia y a la paz.

Hoy Europa, al ampliar su proceso de unión, está llamada a recobrar esta energía, recuperando la certeza de sus raíces más profundas. Olvidarlas, no es beneficioso. Presuponerlas simplemente, no basta para estimular el espíritu. Silenciarlas, agosta los corazones. Europa será tanto más fuerte para el presente y para el futuro del mundo cuanto más acuda a las fuentes de sus tradiciones religiosas y culturales. La sabiduría religiosa y humana que Europa ha acumulado a lo largo de los siglos, a pesar de todas las tensiones y las contradicciones que la han acompañado, es un patrimonio que, una vez más, se puede emplear para el crecimiento de toda la humanidad. Estoy convencido de que Europa, arraigada sólidamente en sus raíces, acelerará el proceso de unión interna y dará su contribución indispensable para el progreso y la paz entre todos los pueblos de la tierra.

237 5. En un mundo dividido, que impulsa cada vez más a separaciones y particularismos, hay urgente necesidad de unidad. Las personas de religión y cultura diversas están llamadas a descubrir el camino del encuentro y del diálogo. Unidad no significa uniformidad. Pero la paz no se construye en la ignorancia mutua, sino con el diálogo y el encuentro. Este es el secreto del Encuentro de Aquisgrán. Al veros, todos pueden decir que por este camino la paz entre los pueblos no es una utopía lejana.

"El nombre del único Dios tiene que ser cada vez más, como ya es de por sí, un nombre de paz y un imperativo de paz" (Novo millennio ineunte
NM 55). Por eso, debemos intensificar nuestro encuentro y poner cimientos de paz sólidos y comunes. Estos cimientos desarman a los violentos, los llaman a la razón y al respeto, y cubren el mundo con una red de sentimientos pacíficos.
Con vosotros, amadísimos hermanos y hermanas cristianos, "continuamos con determinación el diálogo" (Ecclesia in Europa, 31): que este tercer milenio sea el tiempo de la unión en torno al único Señor. No se puede soportar más el escándalo de la división: es un "no" repetido a Dios y a la paz.

Junto con vosotros, ilustres representantes de las grandes religiones mundiales, queremos intensificar un diálogo de paz: elevando la mirada al Padre de todos los hombres, reconoceremos que las diferencias no nos llevan al enfrentamiento, sino al respeto, a la colaboración leal y a la construcción de la paz.

Con vosotros, hombres y mujeres de tradición laica, sentimos el deber de continuar en el diálogo y en el amor como únicos caminos para respetar los derechos de cada uno y afrontar los grandes desafíos del nuevo milenio. El mundo necesita paz, mucha paz. La senda que, como creyentes, conocemos para alcanzarla es la oración a Aquel que puede conceder la paz. El camino que todos podemos recorrer es el del diálogo en el amor.

Así pues, con las armas de la oración y del diálogo, caminemos por la senda del futuro.

Castelgandolfo, 5 de septiembre de 2003







VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA

DURANTE LA CEREMONIA DE BIENVENIDA


Aeropuerto de Bratislava

Jueves 11 de septiembre de 2003





Señor presidente de la República;
distinguidas autoridades;
238 venerados hermanos en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas:

1. Doy gracias al Señor, que me concede pisar por tercera vez el suelo de la amada tierra eslovaca. Vengo como peregrino del Evangelio, para traer a todos un saludo de paz y de esperanza. Saludo cordialmente al señor presidente de la República, al que agradezco las nobles palabras con las que me ha acogido en nombre de todos los habitantes del país. Saludo, asimismo, a las autoridades civiles y militares, agradeciéndoles el empeño puesto en la organización de este viaje apostólico.

Abrazo con afecto a mis hermanos en el episcopado, y en particular al presidente de la Conferencia episcopal, monseñor Frantisek Tondra, obispo de Spis, y al venerado cardenal Ján Chryzostom Korec, obispo de Nitra. Por último, dirijo un cordial saludo en el Señor a todos los hombres y mujeres que viven, trabajan, sufren y esperan en esta tierra eslovaca, e invoco sobre cada uno abundantes bendiciones del Altísimo.

2. La historia civil y religiosa de Eslovaquia se ha escrito también con la contribución de heroicos y dinámicos testigos del Evangelio. Deseo rendir aquí un homenaje agradecido a todos ellos. Pienso, obviamente, en los gloriosos hermanos de Tesalónica, san Cirilo y san Metodio, apóstoles de los pueblos eslavos, pero también en los demás servidores generosos de Dios y de los hombres, que han iluminado con sus virtudes estas regiones. A ellos se suman ahora el obispo Basilio Hopko y sor Zdenka Schelingová, a quienes el próximo domingo tendré la alegría de inscribir en el catálogo de los beatos. Todos han dejado huellas fecundas en la civilización eslovaca. Así, la historia de esta tierra se presenta como historia de fidelidad a Cristo y a la Iglesia.

3. Próximamente, vuestro país entrará con pleno derecho a formar parte de la comunidad de los pueblos europeos. Queridos hermanos, aportad a la construcción de la identidad de la nueva Europa la contribución de vuestra rica tradición cristiana. No os contentéis únicamente con la búsqueda de beneficios económicos, pues una gran riqueza puede crear también una gran pobreza. Sólo edificando, aun con sacrificios y dificultades, una sociedad que respete la vida humana en todas sus expresiones, que promueva la familia como lugar del amor recíproco y del crecimiento de la persona, que busque el bien común y esté atenta a las exigencias de los más débiles, se tendrá la garantía de un futuro fundado en sólidas bases y rico en bien para todos.

4. Mi peregrinación me llevará durante estos días a las diócesis de Bratislava-Trnava, Banská Bystrica y Roznava. Pero en este momento deseo abrazar, al menos espiritualmente, a todos los hijos de Eslovaquia, así como a los representantes de las minorías nacionales y de otras religiones.
Me gustaría poder encontrarme y hablar con todos y cada uno, visitar a cada familia, recorrer vuestro hermoso territorio, e ir a todas las comunidades eclesiales de esta amada nación. Queridos hermanos, sabed que el Papa piensa en cada uno de vosotros y ora por todos.

Dios bendiga a Eslovaquia y os conceda a todos paz, prosperidad y serena concordia, en la fraternidad y en la comprensión recíproca.







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