Discursos 2003 238


VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA


VISITA A LA CATEDRAL DE TRNAVA






Amadísimos hermanos y hermanas:

1. He venido con alegría a visitar esta hermosa catedral de la archidiócesis de Bratislava-Trnava, dedicada al precursor del Señor, san Juan Bautista.

239 Saludo cordialmente a vuestro arzobispo Ján Sokol, a los obispos auxiliares y a todos vosotros. Desde esta iglesia, la madre de todas las iglesias de la diócesis, extiendo mi saludo afectuoso a todos los habitantes de este territorio, y sobre todos invoco la gracia y la bendición del Señor.

2. San Juan Bautista es el hombre que vive en una soledad llena de la presencia de Dios y se convierte en la voz que anuncia la venida del Cordero salvador (cf. Lc
Lc 3,1-18).

Queridos hermanos y hermanas, os deseo que cultivéis en vosotros mismos el sentido de la presencia de Dios mediante la escucha de su Palabra, la oración, la celebración de los sacramentos y el servicio a los hermanos. Así, en la vida diaria, seréis como san Juan Bautista los heraldos y testigos de la presencia amorosa y salvífica de Dios en el mundo de hoy.

A todos imparto con afecto mi bendición.









VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESLOVACA


Banská Bystrica – Seminario Diocesano

Viernes 12 de septiembre de 2003



A los venerados pastores
de la Iglesia que está en Eslovaquia

1. Con íntima alegría me encuentro hoy con vosotros, queridos hermanos en el episcopado, para un momento de comunión fraterna, que nos hace remontarnos con el pensamiento a los Apóstoles reunidos en torno a Jesús para recuperar fuerzas en una pausa saludable en medio de los trabajos de la predicación y del apostolado (cf. Mc Mc 6,30-32).

"Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum!" (Ps 133,1). Os saludo y os abrazo a todos en el Señor, y os renuevo el aprecio y la gratitud de la Iglesia por el celo que mostráis al apacentar a los fieles que os han sido confiados (cf. 1P 5,2-3).

Me uno cordialmente a vuestra acción de gracias al Señor en la celebración del décimo aniversario de la constitución de vuestra Conferencia episcopal.

240 2. La Iglesia de Dios que está en Eslovaquia, salida de los tiempos oscuros de la persecución y del silencio, en los que dio una prueba luminosa de fidelidad al Evangelio, en estos últimos años ha podido reanudar sus actividades, creando también las estructuras necesarias para el libre ejercicio de su misión.

Me complace recordar, entre otras cosas, el Acuerdo general de base firmado con la República eslovaca en el año 2000, el trabajo de las comisiones mixtas para preparar otros Acuerdos parciales, la erección del ordinariato militar, la apertura de la Universidad católica en Ruzomberok y la potenciación de las transmisiones de Radio Lumen.

3. Además de estas realizaciones, estáis promoviendo, más en general, la reactivación de la vida cristiana en diversos niveles. Los resultados que se están obteniendo son consoladores. Muchas personas han recuperado la valentía evangélica de declarar abiertamente su fe católica, como lo demuestra el censo de 2001. El trabajo apostólico -realizado con celo, bajo vuestra guía, por numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos- está dando sus frutos.
¡Alabado sea el nombre del Señor!

Os exhorto a proseguir con valentía por el camino emprendido: la formación humana y espiritual, junto con una adecuada preparación cultural, ha de ser objeto de un compromiso especial en los seminarios y en las casas religiosas, para dar a la Iglesia y al mundo sacerdotes y personas consagradas que sepan ser apóstoles humildes y celosos del Evangelio. Con la oración al "Dueño de la mies", con la sensibilización de las conciencias y con una sabia acción pastoral, es urgente impulsar un nuevo florecimiento de vocaciones sacerdotales y religiosas, pues de esto depende el futuro de la Iglesia en Eslovaquia.

Además, venerados hermanos, aprovechad, con confianza y sabiduría, la colaboración de laicos comprometidos en la animación cristiana de las realidades temporales. Seguid con atención a la familia, templo del amor y de la vida, proclamando y defendiendo la unidad y la indisolubilidad del matrimonio. Mirad con amor a los jóvenes, que son el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Cultivad un diálogo abierto con el mundo de la cultura, sostenidos por la convicción de que "fe y razón se ayudan mutuamente, ejerciendo recíprocamente una función tanto de examen crítico y purificador, como de estímulo para progresar en la búsqueda y en la profundización" (Fides et ratio
FR 100).

4. Prestad atención especial a los débiles y los pobres, en los que Cristo pide ser reconocido (cf. Mt Mt 25,40). Estad cerca, con solicitud pastoral, de los desocupados, haciéndoos cargo de su difícil situación y estimulando a todas las fuerzas sociales a hacer lo posible para crear nuevos puestos de trabajo, en los que sobre todo los jóvenes puedan encontrar salidas oportunas para sus capacidades, a menudo perfeccionadas en años de preparación teórica y práctica.

Sabéis bien que la promoción humana favorece también en gran medida la evangelización, que sigue siendo el compromiso primario de la Iglesia. A este propósito, me complace subrayar que la celebración de los sínodos diocesanos, ya convocados en las diócesis de Banská Bystrica y Kosice, será un instrumento útil para renovar e incrementar la acción pastoral y el anuncio de la buena nueva a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

5. Venerados hermanos, el Papa sabe que el ministerio episcopal conlleva espinas y cruces, que a menudo permanecen escondidas en el secreto del corazón. Pero sabe igualmente, como por lo demás también sabéis vosotros, que en el plan misterioso de la Providencia estos sufrimientos son la garantía de la fecundidad de un apostolado que, con la ayuda de Dios, producirá frutos abundantes.

No os desaniméis y no os dejéis vencer por las dificultades y el cansancio. Contáis siempre con el apoyo de la gracia del Señor, que obra maravillas también a través de nuestra debilidad (cf. 2 Co 12, 9).

Como coronamiento de nuestro encuentro, queridos hermanos, me complace releer con vosotros lo que afirma en su parte conclusiva el Directorio para el ministerio pastoral de los obispos: "Precisamente por ser el centro unitivo-dinámico de la diócesis, el obispo es constituido, antes que todos los demás, servidor de Dios y de su pueblo santo. Toda su autoridad, todos sus oficios -si se conciben y ejercen de acuerdo con el Evangelio- son un servicio excelente y continuo, porque exigen de él la caridad perfecta, que lo dispone a dar incluso la vida por sus hermanos. Sobre todo para el obispo, mandar es ayudar, presidir es servir, y gobernar es amar; el honor se transforma en responsabilidad".

241 La Virgen María, a la que en este país veneráis como Madre dolorosa del Señor, os guarde a todos en su corazón materno y a todos obtenga la abundancia de las gracias divinas.
A vosotros y a vuestras comunidades imparto mi afectuosa bendición.







VIAJE APOSTÓLICO

DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

A ESLOVAQUIA



SALUDO DE JUAN PABLO II


A LOS REPRESENTANTES DE LAS OTRAS IGLESIAS Y CONFESIONES CRISTIANAS DE LA REPÚBLICA ESLOVACA


Viernes 12 de septiembre de 2003



Amadísimos hermanos:

Os saludo con afecto en el nombre del Señor. Os agradezco que hayáis venido a Banská Bystrica para encontraros con el Papa. Vuestra presencia manifiesta de modo elocuente la colaboración y el entendimiento cordiales que caracterizan la vida de los discípulos de Cristo en Eslovaquia.
Este encuentro familiar reviste una importancia y un significado particulares. En efecto, se trata de una ocasión para dejar que resuene en lo más profundo de nuestro corazón la apremiante oración del divino Maestro: "Que sean uno (...), para que el mundo crea que tú me has enviado" (Jn 17,21).

Juntamente con vosotros, pido al Señor omnipotente que nos confirme en la tarea común de anunciar y testimoniar el Evangelio a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Que él apresure el día en que podamos alabar juntos su nombre en la plena comunión de la fe y de la caridad.

"Que el Dios de la paz os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo" (1Th 5,23). Es mi deseo y mi oración por vosotros y por todos los que han sido encomendados a vuestra solicitud pastoral.








A UN CONGRESO DE OBISPOS ORGANIZADO


POR LA CONGREGACIÓN PARA LOS OBISPOS


Jueves 18 de septiembre de 2003



Amadísimos hermanos en el episcopado:

1. Con alegría os saludo a cada uno de vosotros, nuevos obispos, que habéis acudido desde diversos países para el tradicional congreso de estudio organizado por la Congregación para los obispos. Os agradezco de corazón esta visita, y expreso mi gratitud al cardenal Giovanni Battista Re, que se ha hecho intérprete de los sentimientos comunes.

242 Al inicio de vuestro ministerio episcopal, habéis querido realizar una peregrinación a la tumba del apóstol san Pedro, para renovar vuestra profesión de fe y consolidar vuestra comunión con el Sucesor de Pedro.

En un clima de fraternidad y oración, habéis querido reflexionar en los desafíos que han de afrontar hoy los pastores de la Iglesia, para realizar un anuncio más eficaz del evangelio de Cristo a los hombres de nuestro tiempo.

Por mi parte, deseo aseguraros mi cercanía y mi estímulo a proseguir con generosidad y grandeza de ánimo vuestra misión específica de pastores.

2. Queridos hermanos, sois muy conscientes de que el ministerio del obispo es de suma importancia para la vida de la Iglesia.

En efecto, la Iglesia, según la expresión de san Pablo, fue edificada sobre el fundamento de los Apóstoles (cf. Ef
Ep 2,20). Y los obispos son, por voluntad divina, los sucesores de los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que "el que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió" (Lumen gentium LG 20).

La misión pastoral que se os ha confiado es entusiasmante, pero hoy es también particularmente ardua y pesada. En efecto, nuestro tiempo, con sus problemas específicos, se caracteriza por extravíos e incertidumbres. Muchos, incluso entre los cristianos, parecen desorientados y sin esperanza. En este marco, los pastores estamos llamados a anunciar el Evangelio y a ser testigos de la esperanza, con nuestra mirada puesta en la cruz, en el misterio del triunfo y de la fecundidad de Cristo crucificado. Él, el Viviente, nos acompaña por los caminos de la historia con la fuerza de su Espíritu. Esta iluminadora certeza debe inspirar profundamente nuestra mentalidad pastoral, corroborando nuestra confianza en Dios y en los hombres y aumentando nuestra audacia apostólica.

El ministerio episcopal, a la luz de la esperanza teologal, fue el tema de la última Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos. Después de reflexionar sobre las conclusiones del Sínodo y de orar, he preparado la tradicional exhortación apostólica postsinodal, que entregaré a la Iglesia el próximo día 16 de octubre, en la significativa fecha del XXV aniversario de mi pontificado.

3. Sigue vivo en vosotros el recuerdo de vuestra ordenación episcopal. En ese día, mediante el gesto sacramental de la imposición de las manos y la invocación del Espíritu Santo, se os confirió la plenitud del sacerdocio ministerial. La vida del obispo es una entrega de sí a Cristo y a la Iglesia. Nuestro ministerio nos llama a llevar una vida santa. Sed imagen viva y visible del buen Pastor. Velad sobre vuestra grey "como quienes sirven". Amad a la Iglesia más que a vosotros mismos. Vivid en ella y para ella, consumándoos en el servicio pastoral.

Nuestro apostolado debe ser siempre el desbordamiento de nuestra vida interior. Ciertamente, deberá ser también una actividad intensa y eficaz, pero ha de manifestar la caridad pastoral. Y la fuente de la caridad pastoral es la contemplación del rostro de Cristo, buen Pastor. Sed hombres de oración. Mostrad con vuestro ejemplo el primado de la vida espiritual, es decir, el primado de la gracia, que es el alma de todo apostolado. Cada obispo debe poder decir con san Pablo: "Para mí la vida es Cristo" (Ph 1,21).

4. Quisiera exhortaros, asimismo, a tener una solicitud particular por vuestros primeros colaboradores, los presbíteros. Los obispos -recomienda el Concilio- deben tratar con amor especial a los sacerdotes; han de interesarse por sus condiciones espirituales, intelectuales y materiales (cf. Christus Dominus CD 28). Ciertamente, es una bendición para una diócesis cuando cada miembro de su presbiterio puede alegrarse por haber encontrado en el obispo a su mejor amigo y padre.

Al inicio del tercer milenio, se siente más que nunca la urgencia de una adecuada pastoral vocacional.

243 Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son un don de Dios que es necesario pedir con insistencia en la oración (cf. Mt Mt 9,38). Pero son también fruto de familias fuertes y sanas, y de comunidades eclesiales donde la figura del sacerdote es bien considerada y valorada. La elección de los formadores en los seminarios ha de hacerse con el mayor esmero, porque sólo el testimonio personal de una vida generosa y gozosa es capaz de atraer el corazón de los jóvenes de hoy. En esos ámbitos, los jóvenes podrán escuchar y seguir la voz del Maestro que los invita a caminar con él (cf. Mt Mt 19,21) y los lleva a una entrega generosa al servicio de los hermanos.

5. Queridos hermanos en el episcopado, al volver a vuestras diócesis después de estos días de estudio y de intensa comunión, os conforte la certeza de que el Papa comparte vuestras alegrías, vuestras dificultades y vuestras esperanzas.

Encomiendo a María, Madre de la Iglesia, los propósitos hechos durante estos días, para que haga fecundos todos vuestros esfuerzos pastorales.

Sobre cada uno de vosotros invoco de corazón una especial bendición del Señor, que extiendo de buen grado a las comunidades encomendadas a vuestra solicitud pastoral.








A UN GRUPO DE OBISPOS DE LENGUA INGLESA


DE PAÍSES DE MISIÓN


Viernes 19 de septiembre de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Me alegra encontrarme con vosotros con ocasión de este curso de formación organizado por la Congregación para la evangelización de los pueblos. Os agradezco vuestra visita. Os saludo a cada uno y, a través de vosotros, deseo abrazar a todo el pueblo cristiano encomendado a vuestro cuidado por la divina Providencia, especialmente a los sacerdotes, a los religiosos y religiosas, a los catequistas y a los laicos comprometidos activamente en la difusión del Evangelio. Dirijo un saludo especial al cardenal Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos. Le agradezco las palabras que me ha dirigido y el celo con que él, juntamente con todos sus colaboradores, se dedica a la causa de la missio ad gentes.

2. Queridos y venerados hermanos en el episcopado, mediante vuestra generosa entrega hacéis que la presencia de Cristo en el mundo dé fruto y enriquecéis las diversas actividades de su Iglesia. Vuestra participación en esta fase única de formación, organizada por el dicasterio de Propaganda Fide, constituye un signo ulterior de cuánto deseáis fomentar la actividad misionera en todo el mundo. La misión sigue siendo una tarea apostólica urgente también en nuestros días, y vosotros estáis llamados a ser sus intrépidos e incansables promotores en medio de las dificultades y las pruebas diarias. Como afirmé en mi carta encíclica Redemptoris missio, los obispos, en su ministerio, son responsables de la evangelización del mundo, como miembros del Colegio episcopal y como pastores de las Iglesias particulares (cf. n. 63). El anuncio del Evangelio en todas las partes de la tierra corresponde a los pastores, que no han sido consagrados para una diócesis, sino para la salvación de todo el mundo (cf. ib.). "Ha llegado el momento -escribí en esa encíclica- de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la misión ad gentes. Ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos" (ib., 3). Por eso, toda la Iglesia, en sus diferentes componentes, está llamada a difundir el Evangelio en las regiones más distantes de los diversos continentes.

3. También para vosotros, queridos y venerables hermanos, resuena con fuerza la llamada de Jesús: "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Mc 16,15).
Entre vuestros deberes está el de transmitir el don de la fe y estimular a vuestras comunidades a ser evangelizadoras. Hay lugar para todos en la viña del Señor. Nadie es tan pobre que no tenga nada que dar; nadie es tan rico que no tenga nada que recibir.

Ojalá que cada día escuchéis en vuestra alma el eco de la exhortación del Redentor: "Duc in altum!". Es una invitación a echar "redes espirituales" en el mar del mundo. Por otra parte, los que confían en el divino Maestro experimentan la maravilla de la pesca milagrosa. Es la promesa de Jesús, que no defrauda a quienes se fían de él, como san Pablo y muchos otros santos que en estos milenios han hecho gloriosa a la Iglesia.

244 Sí, es verdad. "Dios está preparando una gran primavera cristiana, cuyo comienzo ya se vislumbra" (Redemptoris missio RMi 86). Por eso, tened confianza y mirad con optimismo al futuro en toda circunstancia. El Señor, como él mismo nos aseguró, está siempre con nosotros.

4. Sed santos. En varias ocasiones he afirmado que la santidad es la necesidad pastoral más urgente de nuestro tiempo. Es un requisito apremiante, en primer lugar, para los que han sido llamados por Dios a servirlo más de cerca. En efecto, para ser celosos guardianes de la grey del Señor, para protegerla de cualquier peligro y para alimentarla con la palabra y la Eucaristía, los pastores mismos deben alimentarse con una oración intensa y constante, cultivando una profunda intimidad con Cristo. Sólo de este modo llegarán a ser, para los sacerdotes y para los fieles, modelos de fidelidad y testigos de un celo apostólico iluminado por el Espíritu Santo.

El apoyo y el desarrollo de toda empresa apostólica se funda en la comunión con Dios. Por eso, vosotros, queridos y venerados hermanos, debéis ser los primeros en fortalecer vuestra vida interior acudiendo a la fuente de la gracia divina, recordando siempre la imagen bíblica de Moisés que implora en la montaña: "Mientras Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel" (Ex 17,11).
Dar testimonio coherente y gozoso del Evangelio

5. Ninguna actividad, por más importante que sea, debe distraeros de esta prioridad espiritual que caracteriza el mandato apostólico recibido con la ordenación episcopal. Jesús, el buen Pastor, os ha asociado a él para servir al pueblo cristiano como padres, maestros y pastores. Acompañad el anuncio incesante de la fe con un testimonio coherente y gozoso del Evangelio, porque "es sobre todo mediante su conducta, mediante su vida, como la Iglesia evangelizará al mundo, es decir, mediante un testimonio vivido de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desprendimiento de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo, en una palabra: de santidad" (Evangelii nuntiandi EN 41).

En vuestras comunidades se recuerda a los santos, los mártires y los confesores de la fe, valientes predicadores del mensaje de la salvación, personas que, con su vida más que con sus palabras, hicieron visible el amor de Cristo y, podríamos incluso decir, casi físicamente tangible. Seguid sus pasos. Sed pastores que, con su ejemplo más que con sus palabras, honran el Evangelio e inspiran en quienes los rodean el deseo de conocerlo mejor y de ponerlo en práctica.

Que la santísima Virgen María, Reina de las misiones, os proteja. Os aseguro un recuerdo diario en mis oraciones y os bendigo de corazón a vosotros y a vuestras comunidades.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UN GRUPO DE SACERDOTES


DE LA IGLESIA ORTODOXA DE GRECIA


Viernes 19 de septiembre de 2003



Queridos hermanos sacerdotes de la Iglesia ortodoxa de Grecia:

Me alegra encontrarme con vosotros durante vuestra visita a la Santa Sede y a la histórica ciudad de Roma, que tiene el honor de conservar las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo. Me alegro de este nuevo contacto que se entabla entre nosotros.

Vuestra presencia me trae a la memoria la gracia tan especial que el Señor me concedió, permitiéndome visitar a Su Beatitud Cristódulos, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, y a la Iglesia ortodoxa de Grecia durante el año del gran jubileo, en el marco de mi peregrinación "tras las huellas de san Pablo". Debemos seguir construyendo sobre cimientos sólidos los vínculos fraternos y evangélicos que experimentamos en aquella circunstancia. También vuestra visita a Roma constituye una valiosa iniciativa en este sentido, para conocernos y apreciarnos mejor y para experimentar modalidades de relación que faciliten la comunión.

245 Oro constantemente al Señor para que nos disponga a todos a abrir nuestro corazón a su súplica: "Que todos sean uno" (Jn 17,11 Jn 17,21), y nos capacite para una genuina obediencia a su voluntad, de modo que busquemos juntos los caminos de una colaboración más estrecha y de una comunión cada vez más profunda.

Os deseo de corazón que vuestra visita a los santos lugares de Roma, con los encuentros, las conversaciones y las ocasiones de confrontación, constituya una experiencia positiva y útil para vuestra vida sacerdotal. Que el Espíritu Santo acompañe siempre vuestro ministerio y refuerce el testimonio que cada uno de vosotros da del Evangelio de nuestro Señor común.

Os pido que transmitáis a Su Beatitud Cristódulos, y al Santo Sínodo que lo rodea, mi saludo más cordial y mis más sinceros deseos de todo bien y prosperidad en el Señor.

¡La gracia y la paz del Señor estén con vosotros!








A LA CONFERENCIA EPISCOPAL DE UGANDA


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 20 de septiembre de 2003



Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:

1. "¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación" (2Co 1,3-4). Con estas palabras de san Pablo os saludo a vosotros, obispos de Uganda, que estáis realizando vuestra peregrinación a las tumbas de los Apóstoles. Vuestra presencia aquí hoy me llena de alegría y me trae a la memoria mi visita a Uganda, hace diez años. Han quedado muy grabados en mi memoria los diversos encuentros con vosotros y con los fieles de vuestras comunidades locales, especialmente nuestra reunión en el santuario de los mártires de Uganda para celebrar los santos misterios de nuestra fe en "la tierra que consagraron con su muerte" (Encuentro con los obispos de Uganda, Kampala, 7 de febrero de 1993, n. 9: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de febrero de 1993, p. 13).

Nuestros encuentros durante estos días son momentos de gracia para todos nosotros, mientras nos alegramos y fortalecemos los vínculos de comunión fraterna que nos unen en la tarea de dar testimonio del Señor y difundir la buena nueva de la salvación. A aquellos de entre vosotros que están realizando su primera visita ad limina a Roma les dirijo un saludo especial. La última vez que los obispos ugandeses estuvieron aquí como cuerpo, en vuestro país sólo existía una provincia eclesiástica; ahora hay cuatro sedes metropolitanas, que cuentan con un total de diecinueve diócesis. Se trata de un signo muy positivo de la obra que se está realizando por Cristo, la construcción de su Iglesia en vuestro país, y es un motivo más para alabar el santo nombre de Jesús (cf. Flp Ph 2,10-11).

2. Lamentablemente, algunas zonas de vuestro país se encuentran actualmente involucradas en situaciones de conflicto armado y anarquía. Sobre todo en el norte, el azote de la guerra está produciendo una miseria indecible, sufrimientos y muerte, golpeando incluso a la Iglesia y eligiendo como blanco a sus ministros y a sus hijos. En el oeste y nordeste, episodios de violencia y hostilidad también afligen al país, agotando la vida y las energías de vuestro pueblo. Al aseguraros a vosotros y a vuestro pueblo mi cercanía espiritual en estas terribles circunstancias, me uno a vosotros en la condena de todo acto de derramamiento de sangre y de destrucción. Hago un apremiante llamamiento a todas las partes implicadas para que renuncien a la agresión y se comprometan a trabajar con sus compatriotas, con valentía y verdad, en la construcción de un futuro de esperanza, justicia y paz para todos los ugandeses.

El actual clima político y social es una llamada clara y fuerte a expresiones concretas y de amplio alcance de la responsabilidad colegial y de la comunión que os unen en el servicio a la única "familia de Dios" (cf. Ef Ep 2,19). Os animo a hacer todo lo que podáis para fomentar entre vosotros un auténtico espíritu de solidaridad y de solicitud fraterna, especialmente compartiendo los recursos, tanto materiales como espirituales, con otras Iglesias locales necesitadas.

246 3. Como obispos, tenéis el serio deber de afrontar cuestiones de particular importancia para la vida social, económica, política y cultural de vuestro país, a fin de que la Iglesia esté cada vez más eficazmente presente en esos ámbitos. Descubrir las implicaciones del Evangelio para la vida cristiana en el mundo y aplicarlas a las nuevas situaciones es fundamental para vuestro liderazgo eclesial: ha llegado el tiempo en que los católicos, junto con los demás cristianos, deben infundir la novedad del Evangelio en la lucha por defender y promover los valores fundamentales sobre los que se construye una sociedad verdaderamente digna del hombre.

A este respecto, deseo alentar los esfuerzos de vuestra Conferencia en las esferas de la asistencia sanitaria, la educación y el desarrollo; sirven para demostrar claramente el compromiso de la Iglesia en favor del bienestar integral de sus hijos e hijas, y de todos los ugandeses, independientemente de la religión que profesan. Merecen particular mención las diversas iniciativas con respecto al VIH/SIDA, que, en perfecta armonía con la enseñanza de la Iglesia, procuran asistir a las personas afectadas por esta enfermedad y mantener al público debidamente informado sobre ella.

4. Si la Iglesia quiere asumir el lugar que le corresponde en la sociedad ugandesa, la adecuada formación de los laicos debe ser una prioridad en vuestra misión de predicadores y maestros. Esta formación espiritual y doctrinal debe tender a ayudar a los laicos, hombres y mujeres, a desempeñar su papel profético en una sociedad que no siempre reconoce o acepta la verdad y los valores del Evangelio. Asimismo, también es necesario implicar eficazmente a los laicos en la vida de la parroquia y de la diócesis, en las estructuras pastorales y administrativas (cf. Ecclesia in Africa ). Vuestros sacerdotes, en particular, deben estar preparados para aceptar de buen grado este papel más activo de los laicos y para asistirlos al desempeñarlo. Los esfuerzos encaminados a superar los conflictos tribales y las tensiones étnicas son especialmente importantes en este contexto, pues estas rivalidades no tienen cabida en la Iglesia de Cristo y sólo sirven para debilitar todo el entramado de la sociedad.

De hecho, hay Iglesias locales que "inciden profundamente mediante el testimonio de los valores evangélicos en la sociedad y en la cultura". Es la "renovación pastoral" sobre la que escribí en mi carta apostólica Novo millennio ineunte (cf. n. 29), y entraña una renovación de la comunidad cristiana y de la sociedad, que pasa por la familia. El fortalecimiento de la comunión de las personas en la familia es el gran antídoto contra el egoísmo y el aislamiento, tan generalizados hoy. Por eso, con mayor razón es preciso acoger la apremiante invitación que mi predecesor el Papa Pablo VI dirigió a todos los obispos: "Trabajad (...) con celo y sin descanso por la salvaguardia y la santidad del matrimonio, para que se viva en toda su plenitud humana y cristiana" (Humanae vitae
HV 30).

5. Al tratar de afrontar los desafíos del futuro, la atención a los jóvenes sigue siendo de importancia fundamental. "El futuro del mundo y de la Iglesia pertenece a las jóvenes generaciones. (...) Cristo espera grandes cosas de los jóvenes" (Tertio millennio adveniente TMA 58). Como confirman claramente las celebraciones de la Jornada mundial de la juventud, los jóvenes tienen una gran capacidad para comprometer sus energías y su celo en las exigencias de la solidaridad con los demás y para buscar la santidad cristiana. Toda la comunidad católica debe esforzarse por lograr que las generaciones jóvenes estén bien formadas y adecuadamente preparadas para cumplir con las responsabilidades que les correspondan y que, en cierto modo, ya les competen.

Un fuerte compromiso en favor de las escuelas católicas es un modo particularmente eficaz de garantizar una adecuada formación a la juventud ugandesa. Esas escuelas deben tratar de proporcionar un tipo de ambiente educativo donde los niños y los adolescentes puedan madurar impregnados del amor de Cristo y de la Iglesia. La identidad específica de las escuelas católicas debe reflejarse en todo el programa de estudios y en todas las áreas de la vida escolar, para que sean comunidades en las que se alimente la fe y los alumnos se preparen para su misión en la Iglesia y en la sociedad. Es importante, asimismo, seguir buscando la manera de impartir una sólida enseñanza moral y religiosa también en las escuelas públicas, y promover en la opinión pública un consenso con respecto a la importancia de dicha formación. Este servicio, que puede ser fruto de una cooperación más estrecha con el Gobierno, es una forma importante de participación católica activa en la vida social de vuestro país, especialmente al realizarse sin discriminación religiosa o étnica y respetando los derechos de todos.

6. Mientras vuestras Iglesias locales tratan de cumplir el mandato misionero recibido del Señor (cf. Mt Mt 28,19), no podemos por menos de dar gracias a Dios por las vocaciones con las que os ha bendecido. Os exhorto a asegurar que vuestros programas vocacionales fomenten y protejan celosamente este don de Dios. Los jóvenes candidatos deben recibir una formación pastoral y teológica adecuada, que los arraigue firmemente en una sólida tradición espiritual y los prepare para afrontar los complejos problemas que plantea la modernización de la sociedad. Os exhorto a continuar vuestros esfuerzos para proporcionar personal cualificado a vuestros centros de formación, especialmente a vuestros cinco seminarios mayores.

Pensando en vuestros colaboradores más estrechos en la viña del Señor, os recuerdo que debéis ayudar a vuestros sacerdotes a valorar cada vez más el privilegio único de actuar in persona Christi. Cuanto más completamente se dediquen a su misión en castidad y sencillez de vida, tanto más su obra se convertirá en una fuente de alegría y paz inconmensurables. Con respecto a la soledad que a veces puede acompañar al ministerio pastoral, debéis estimular a vuestros sacerdotes, en la medida que lo permita la situación local, a vivir en común y a orientar totalmente sus esfuerzos al ministerio sagrado. Deben reunirse lo más a menudo posible, tanto entre sí como con vosotros, sus padres espirituales, para un intercambio fraterno de ideas, consejos y amistad (cf. Pastores dabo vobis PDV 74).

Las comunidades de religiosos y religiosas en Uganda necesitan igualmente vuestro apoyo y vuestra guía: también ellas deben ser objeto de vuestra atención y vuestra solicitud pastoral como pastores de la grey que Cristo os ha encomendado (cf. Lumen gentium LG 45 Christus Dominus CD 15 y CD 35). Asimismo, no podemos dejar de mencionar a los catequistas, que desempeñan un papel esencial al afrontar las necesidades espirituales de vuestras comunidades, especialmente en las regiones donde no hay suficientes sacerdotes para anunciar el Evangelio y ejercer el ministerio pastoral. Por consiguiente, deben tener una profunda conciencia de su papel, y es preciso ayudarles, de todas las maneras posibles, a cumplir sus responsabilidades y obligaciones con respecto a sus familias.

7. Amados hermanos en el episcopado, ruego para que el tiempo que hemos compartido os confirme en la fe y os aliente a perseverar en la obra de Cristo, pastor y guardián de nuestras almas (cf. 1P 2,25). Caminad siempre con aquellos que han sido encomendados a vuestro cuidado pastoral, mostrándoles un amor de padre, especialmente a los que sufren el azote de la violencia, la enfermedad del sida o la aflicción por cualquiera de las numerosas situaciones que producen sufrimientos y dificultades. Proponeos como objetivo llevar a vuestro pueblo hacia un conocimiento cada vez más profundo de su fe y de su identidad cristiana, pues así la Iglesia estará cada vez mejor preparada para hacer presente de modo eficaz la verdad salvífica del Evangelio en la sociedad ugandesa.

Nuestra esperanza y nuestra confianza, como la de los santos mártires que, tanto en el sur como en el norte del país, han dado el último testimonio de Cristo, se fundan en la fuerza del Señor resucitado, cuya gracia salvífica "no defrauda" (Rm 5,5). Invocando sobre vosotros y sobre los fieles de vuestras comunidades locales la asistencia celestial de los mártires ugandeses, y encomendándoos a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, os imparto cordialmente mi bendición apostólica.








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