Discursos 2003 275

275 A la vez que renuevo mi deseo de que las celebraciones por el centenario contribuyan a dar a conocer mejor al "santo de los vuelos", invoco sobre los organizadores y participantes la protección celestial de la Virgen María.

Con estos sentimientos y deseos, os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros, aquí presentes, a vuestras comunidades y a los numerosos devotos del santo de Cupertino de Italia y del mundo.









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


CON OCASIÓN DEL XIV CENTENARIO


DE LA MUERTE DEL PAPA SAN GREGORIO MAGNO




Monseñor

WALTER BRANDMÜLLER

Presidente del Comité pontificio de ciencias históricas

1. Con vistas al XIV centenario de la muerte de mi predecesor san Gregorio Magno, la Academia nacional de los Linceos y el Comité pontificio de ciencias históricas quieren recordar juntos a esta inminente figura de Sucesor de Pedro, al que justamente se ha reservado el apelativo de "Magno".
Al recordar personajes y acontecimientos del pasado que dejaron una huella significativa en su tiempo, la historiografía presta un valioso servicio a las generaciones futuras, porque pone de relieve modelos humanos portadores de valores universales, válidos, como tales, para toda época. Es el caso de san Gregorio Magno, de cuya personalidad quiero destacar aquí al menos algunos aspectos que considero particularmente relevantes.

2. Gregorio, hijo de una antigua familia romana, que era cristiana desde hacía mucho tiempo, gracias al clima de su casa paterna y a la formación escolar que recibió, pudo familiarizarse con el patrimonio de las ciencias y de la literatura antigua.

Atento buscador de la verdad, intuyó que el patrimonio de la antigüedad clásica, además de la cristiana, constituía una valiosa base para cualquier desarrollo científico y humano sucesivo. Esta intuición conserva también hoy todo su valor con miras al futuro de la humanidad y, sobre todo, de Europa. En efecto, no se puede construir el futuro prescindiendo del pasado. Por eso, en diversas ocasiones he exhortado a las autoridades competentes a valorar plenamente las ricas "raíces" clásicas y cristianas de la civilización europea, para transmitir su savia a las nuevas generaciones.
Otra característica significativa de san Gregorio Magno fue el empeño con que puso de relieve el primado de la persona humana, no sólo considerada en su dimensión física, psicológica y social, sino también en la referencia constante a su destino eterno. El mundo de hoy debe volver a prestar mayor atención a esta verdad, si quiere construir un mundo más respetuoso de las múltiples exigencias de todo ser humano.

3. En ocasiones, a san Gregorio Magno se le llama "el último de los romanos", porque estaba profundamente arraigado en la Urbe, en su pueblo y en sus tradiciones. Como Sumo Pontífice, dirigió siempre su mirada a todo el orbis romanus. No sólo se interesó por la parte oriental del Imperio romano, Bizancio, que conocía bien dada su larga estancia en Constantinopla, sino que también extendió su solicitud pastoral a la Hispania, a la Gallia, a la Germania y a la Britannia, que por entonces formaban parte del Imperio romano.

Impulsado por un celo ejemplar por el anuncio del Evangelio, promovió una intensa actividad misionera, en la que se expresaba una romanidad purificada e inspirada en el Evangelio; una romanidad cristiana, ya no inclinada a la afirmación de un poder político, sino deseosa de difundir el mensaje salvífico de Cristo a todos los pueblos.

276 Esta actitud interior del gran Pontífice se manifiesta en las directrices que impartió al abad Agustín, enviado a Gran Bretaña: le pidió explícitamente que respetara las costumbres de aquellos pueblos, con tal que no estuvieran en contraste con la fe cristiana. De ese modo, san Gregorio Magno, además de cultivar el celo misionero inherente a su ministerio, dio una contribución decisiva a una armoniosa integración de los diversos pueblos de la cristiandad occidental.

Por tanto, el testimonio de este ilustre Pontífice sigue siendo un ejemplo también para nosotros, cristianos de hoy, que acabamos de cruzar el umbral del tercer milenio, y miramos con confianza al futuro. Para construir un futuro sereno y solidario, convendrá dirigir la mirada a este auténtico discípulo de Cristo y seguir su enseñanza, volviendo a proponer con valentía al mundo contemporáneo el mensaje salvífico del Evangelio. En efecto, en Cristo, y sólo en él, el hombre de cada época puede encontrar el secreto de la realización plena de sus aspiraciones más esenciales.
Deseo de corazón que también vosotros, ilustres profesores, gracias a una fructuosa colaboración entre el Comité pontificio de ciencias históricas y la Academia de los Linceos, profundizando en el pensamiento y en la obra de este gran Pontífice, aportéis vuestra significativa contribución a la construcción de una nueva civilización, verdaderamente digna del hombre.

Con estos sentimientos, a la vez que os aseguro un recuerdo en la oración, os bendigo de corazón a todos.

Vaticano, 22 de octubre de 2003








A DOS ASOCIACIONES CARITATIVAS


Lunes 27 de octubre de 2003



Queridos amigos:

Me alegra saludaros, miembros de la asociación Pro Petri Sede y de la asociación Étrennes pontificales, que habéis venido juntos a Roma para manifestar los nuevos vínculos que unen vuestras dos organizaciones y, sobre todo, para expresar vuestra adhesión común a la Sede de Pedro.

Desde hace muchos años, estáis comprometidos en mantener vivo en vuestras diócesis y en vuestras parroquias el espíritu de comunión que caracteriza a la Iglesia católica y que se expresa en la apertura de cada Iglesia a las demás Iglesias, en torno a la Sede de Pedro, garante de la unidad y de la comunión entre todas. Este sentido de la comunión eclesial se expresa de una manera particular mediante la práctica de la caridad y la solicitud por la comunión fraterna, de modo que quienes más tienen ayuden a los más necesitados (cf. 2Co 8,13-15) y la Iglesia sea verdaderamente el Cuerpo de Cristo, en el que cada miembro se siente solidario con todos los demás (cf. 1Co 12,25-26).

El Papa os agradece la ayuda generosa y fiel que vuestras asociaciones aportan así a la Iglesia, para que prosiga, en sus comunidades y en el mundo, su acción espiritual y material en favor de todos, principalmente en favor de los más pobres de nuestros hermanos, para que su dignidad se respete cada vez más y por doquier. Por tanto, os pido que manifestéis a todos los miembros de vuestras asociaciones mi viva gratitud por sus donativos y por su compromiso. Que en su vida diaria se muestren siempre atentos a los más pequeños, para expresarles así el amor de Dios, "que no hace acepción de personas" (Ac 10,34).

Queridos peregrinos, a la vez que os encomiendo a vosotros y a vuestras familias a la intercesión materna de la Virgen María, a la que veneramos de modo especial en este mes como Nuestra Señora del Rosario, os imparto de todo corazón una particular bendición apostólica, que extiendo a todos los miembros de vuestras dos asociaciones y a sus seres queridos









MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A UN CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE SOLOVIEV

CELEBRADO EN LVOV (UCRANIA)




Al señor cardenal

LUBOMYR HUSAR

277 Arzobispo mayor de Lvov de los ucranios

1. He tenido noticia, con profunda alegría, de la celebración de un congreso internacional que la Universidad católica ucraniana, en colaboración con la Sociedad Soloviev de Ginebra y otras instituciones culturales de Ucrania, ha organizado con ocasión del 150° aniversario del nacimiento de Vladimir Sergevitch Soloviev.

En esta feliz circunstancia deseo enviar, por medio de usted, venerado hermano, a los organizadores de ese congreso, a los relatores y a los participantes, mi saludo cordial y mi aliento para esa iniciativa, destinada a profundizar el pensamiento de uno de los más grandes filósofos rusos cristianos de los siglos XIX y XX.

Ese acontecimiento, que reúne en Lvov a personas de cultura oriental y occidental, les permitirá confrontar sus reflexiones sobre la verdad del único Evangelio de Cristo y constatar la posible fecundidad recíproca, confirmando que la Iglesia necesita respirar con sus dos pulmones: las tradiciones oriental y occidental. Por tanto, a la dimensión propiamente cultural se une un innegable aspecto ecuménico, muy importante en el contexto eclesial contemporáneo.

2. Una de las principales aspiraciones de Vladimir Soloviev, que conocía bien la oración que Cristo dirigió a su Padre durante la última Cena (cf. Jn
Jn 17,20-23), era la unidad de la Iglesia. Formado desde su más tierna infancia en la profunda espiritualidad ortodoxa, vivió diferentes períodos culturales, durante los cuales pudo familiarizarse con el pensamiento filosófico occidental. Pero, defraudado por las respuestas incompletas que la reflexión humana daba a los interrogantes que atormentaban su corazón, en 1872 volvió a la fe cristiana de su infancia.

Su pensamiento, apoyado en la sabiduría de Dios y en los fundamentos espirituales de la vida, así como sus intuiciones concernientes a la filosofía moral y al sentido de la historia humana, han influido en el rico florecimiento del pensamiento ruso contemporáneo, y han repercutido igualmente en la cultura europea, favoreciendo un diálogo fecundo y enriquecedor sobre algunas cuestiones fundamentales de la teología y la espiritualidad.

Soloviev cultivó, sobre todo a partir de los años de su madurez, el ardiente deseo de que las Iglesias entraran igualmente en una perspectiva de encuentro y comunión, aportando cada una los tesoros de su tradición, pero sintiéndose mutuamente responsables de la unidad sustancial de la fe y de la disciplina eclesial. Para alcanzar ese objetivo, tan deseado por el gran pensador ruso, la Iglesia católica se ha comprometido, de manera irreversible, en todos los niveles.

3. El tema del congreso, "Vladimir Soloviev, Rusia y la Iglesia universal", refleja bien la preocupación de fondo de este gran autor. El estudio de su pensamiento sobre la naturaleza universal de la Iglesia de Cristo pondrá una vez más de relieve el deber de las comunidades cristianas de Oriente y de Occidente: ponerse a la escucha de la voluntad de Cristo sobre la unidad de sus discípulos. Soloviev estaba convencido de que únicamente en la Iglesia de Cristo la humanidad podría llegar a una convivencia plenamente solidaria.

Ojalá que el redescubrimiento de los tesoros de su pensamiento favorezca una mejor comprensión entre Oriente y Occidente y, en especial, apresure el paso de todos los cristianos hacia la unidad plena en la única grey de Cristo (cf. Jn Jn 10,16).

A la vez que expreso mis mejores deseos de éxito para ese congreso internacional, invoco la intercesión de la santísima Madre del Salvador y envío una afectuosa bendición apostólica, fuente de abundantes dones celestiales, a usted, a los demás cardenales, a los diferentes relatores y a todas las personas que, de diversos modos, participen en ese encuentro.

Vaticano, 28 de octubre de 2003, fiesta de los Apóstoles San Simón y San Judas







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS FRAILES MENORES CAPUCHINOS DE ITALIA




278 Amadísimos hermanos capuchinos italianos:

1. Me dirijo con afecto a vosotros y os saludo cordialmente con ocasión del Capítulo de las Esteras de los capuchinos italianos. Extiendo mi saludo a toda vuestra benemérita Orden, guiada por el ministro general padre John Corriveau, a quien envío un saludo y mis mejores deseos.

Vuestra asamblea en la seráfica ciudad de Asís, junto a la tumba de san Francisco, manantial vivo del carisma franciscano, reviste una importancia significativa tanto por el número de participantes -en efecto, sois 500, en representación de casi 2500 hermanos de Italia-, como por el perfil del encuentro, que hace revivir aquella primera y singular asamblea querida por san Francisco y conocida como "Capítulo de las Esteras" (Leyenda perusina, n. 114: FF 1673). Las temáticas que queréis profundizar se inspiran en el famoso "Pequeño Testamento" de Siena (FF 132-135), que muestra bien la solicitud de vuestro fundador por la Orden y su última voluntad: el amor recíproco entre los frailes, el amor a la pobreza evangélica y el amor a la Iglesia. Queréis enmarcar vuestras reflexiones en el contexto eminentemente existencial y dinámico de las cambiantes condiciones del tiempo presente, en continua evolución, a la luz de los designios providenciales de Dios, que acompaña con su amor la "historia sagrada" de nuestra época.
2. "Como signo de recuerdo de la bendición y del testamento" (FF 133) de san Francisco, vuestra primera preocupación será destacar el sentido y las consecuencias del nombre que vuestro fundador os dio: quiso que os llamarais "frailes", es decir, "hermanos". Los términos fraternidad y hermano expresan significativamente para vosotros la novedad evangélica del "mandamiento nuevo". El hecho de ser hermanos debe caracterizar vuestras actitudes con respecto a Dios, a vosotros mismos, a los demás y a todas las criaturas. Por tanto, en función del fundamental valor evangélico de la fraternidad vivida, asumen para vosotros connotaciones propias la espiritualidad, el modo de vivir, las opciones operativas, los criterios pedagógicos, los sistemas de gobierno y de convivencia, las actividades y los métodos apostólicos; en una palabra, vuestra misma identidad carismática de grupo bien definido en el seno de la Iglesia.

Esta forma de vida en fraternidad constituye un desafío y una propuesta en el mundo actual, a menudo "desgarrado por el odio étnico o las locuras homicidas", lacerado por pasiones e intereses contrapuestos, deseoso de unidad pero indeciso "sobre los caminos que conviene seguir" (cf. Vita consecrata
VC 51). Vivir la fraternidad como auténticos discípulos de Jesús puede constituir una singular "bendición" para la Iglesia y una "terapia espiritual" para la humanidad (cf. ib., 87). En efecto, la fraternidad evangélica, poniéndose "casi como modelo y fermento de vida social, invita a los hombres a promover entre ellos relaciones fraternas y a unir las fuerzas con vistas al desarrollo y a la liberación de toda la persona, así como con vistas al auténtico progreso social" (Constituciones de los Frailes Menores Capuchinos, 11, 4).

Como hermanos y miembros de una fraternidad, constituís una "Orden de hermanos". Este peculiar estilo fraterno debe reflejar y favorecer el sentido de pertenencia de cada uno a una gran familia sin fronteras. Una conversión continua y total a la "fraternidad" por parte de las personas, de las fraternidades locales y de las provincias, podrá llevaros a una especie de globalización de la caridad vivida como hermanos a nivel de Orden, con la posibilidad real y plenamente normal de disponer de los recursos individuales y comunitarios para el servicio fraterno y minorita de las exigencias prioritarias y generales de toda la fraternidad capuchina.

3. Otro tema en el que queréis reflexionar es el del amor a la pobreza, a la luz de la "minoridad". Este término caracteriza vuestra denominación completa ("Frailes Menores"), y abarca, además de otros aspectos significativos del carisma capuchino, la misma pobreza. En la dimensión de la "minoridad", que debe caracterizar vuestro ser y vuestro obrar, se concentra en este momento la atención de toda la Orden con vistas al próximo Consejo plenario. Estoy seguro de que las reflexiones que surjan en este "Capítulo de las Esteras" contribuirán a comprender y actuar cada vez más concretamente este valor, que os identifica específicamente en la Iglesia. Como os dije en otra ocasión, ese valor os hace "cercanos y solidarios con la gente humilde y sencilla", y hace de vuestras fraternidadades minoritas "un punto de referencia cordial y accesible para los pobres y para cuantos buscan sinceramente a Dios" (Mensaje del 18 de septiembre de 1996, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 11 de octubre de 1996, p. 12).

La "minoridad" supone un corazón libre, desprendido, humilde, manso y sencillo, como Jesús nos propuso y san Francisco vivió; requiere una renuncia total a sí mismos y una plena disponibilidad a Dios y a los hermanos. La "minoridad" vivida expresa la fuerza desarmada y desarmante de la dimensión espiritual en la Iglesia y en el mundo. Y no sólo eso. La verdadera minoridad libera el corazón y lo hace disponible a un amor fraterno cada vez más auténtico, que se dilata en una amplia gama de comportamientos típicos. Por ejemplo, favorece un estilo caracterizado por actitudes de sencillez y sinceridad, espontaneidad y concreción, humildad y alegría, abnegación y disponibilidad, cercanía y servicio, particularmente en relación con el pueblo y con las personas más humildes y necesitadas.

4. Además del amor fraterno y del amor a la pobreza, meditaréis también sobre el amor fiel a la Iglesia; un amor que exige de vosotros, a imitación de vuestro padre y hermano san Francisco, una actitud de fe y obediencia, y se traduce en un servicio humilde y creativo, capaz de hacer de la vida un "signo" estimulante y convincente de fidelidad eclesial y de apertura a los hermanos. San Francisco se hizo promotor y portavoz de un mensaje humilde pero incisivo de renovación evangélica, porque logró proponer el Evangelio en su integridad y pureza mediante una vida marcada por el amor, la cercanía, el diálogo y la tolerancia cristiana. Testimoniad, queridos hermanos, vuestra obediencia a la Iglesia con el corazón y con el estilo de vuestro fundador. Se trata de un compromiso constante, que os hará felices y conscientes de entregar vuestra existencia por el reino de Dios en el nombre de Jesús.

5. Os deseo de corazón que el "Capítulo de las Esteras" produzca los frutos espirituales esperados, ayudándoos a descubrir la dirección correcta para avanzar, fieles a vuestro carisma, en un mundo que cambia. Es bueno que os reunáis para reforzar vuestra vocación fraterna, minorita y eclesial. En un clima de oración, reflexión y diálogo podréis apreciar mejor la gracia de ser hijos y hermanos de san Francisco, y os será posible poner de relieve vuestra misión en este inicio del tercer milenio. Al discernir y escrutar el pasado, os abriréis a las exigencias del presente para construir juntos el futuro de vuestra Orden.

Os deseo, asimismo, que este importante encuentro os ayude a comprender aún más la urgente necesidad de avanzar por el "camino estrecho" del Evangelio: el camino de la conversión permanente a Cristo, que es el camino de la santidad. Según la enseñanza evangélica, es preciso cambiar el corazón si se quiere sinceramente que cambie la vida. De lo contrario, se puede correr el riesgo de sufrir desencanto y frustración, mientras que resultarían inútiles las palabras y las propuestas, por más hermosas que fueran, los encuentros y las reuniones, y quedarían desaprovechadas las numerosas energías gastadas para elaborar programas espirituales y apostólicos.

279 Que en este esfuerzo hacia la perfección cristiana os asista la "Virgen hecha Iglesia" (FF 259), santa María de los Ángeles, Reina de la Orden minorita. Os sostenga y os anime la intercesión constante de san Francisco y de los numerosos santos y beatos capuchinos, para que viváis la fidelidad en el cambio mediante la conversión permanente del corazón.

Con este deseo, os imparto a vosotros y a los demás hermanos de Italia y del mundo entero una especial bendición apostólica.

Vaticano, 22 de octubre de 2003








AL TERCER GRUPO DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL


DE FILIPINAS EN VISITA "AD LIMINA"


Jueves 30 de octubre de 2003



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Con gran alegría os doy la bienvenida a vosotros, tercer grupo de obispos de Filipinas, al concluir esta serie de visitas ad limina.Saludo en particular al arzobispo Diosdado Talamayan, y le agradezco los buenos deseos que me ha expresado en nombre de las provincias eclesiásticas de Manila, Lingayen-Dagupan, Nueva Segovia, San Fernando, Tuguegarao y el Ordinariato militar. Doy gracias a Dios todopoderoso porque durante los últimos meses he tenido la alegría de encontrarme con casi todos los obispos de vuestro país, que es la tierra de mayor presencia católica en Asia y una de las comunidades católicas más vibrantes del mundo. Estas visitas no sólo han reforzado el vínculo existente entre nosotros, sino que también nos han brindado una oportunidad única para considerar más detenidamente los logros alcanzados y los desafíos que aún afronta la Iglesia en Filipinas. A este respecto, deseo elogiaros a todos por vuestro eficaz trabajo en la Consulta pastoral nacional. Sois bien conscientes de que realizar un plan de tal amplitud no es tarea fácil, pero también sabéis que no estáis solos en esta empresa, pues como "pastores de la grey del Señor", podéis contar con una especial gracia divina al desempeñar vuestro ministerio episcopal (cf. Pastores gregis ).

Habiendo tratado ya sobre los temas relacionados con la Iglesia de los pobres y la comunidad de discípulos del Señor, deseo reflexionar ahora sobre el compromiso de una "nueva evangelización integral".

2. Cristo, al despedirse de los que amaba, les mandó anunciar el Evangelio a todas las gentes y en todos los lugares (cf. Mc Mc 16,15). El compromiso de la Iglesia en Filipinas de dedicarse a una nueva evangelización integral demuestra su deseo de asegurar que la fe y los valores cristianos impregnen todos los aspectos de la sociedad. Vuestra Declaración sobre la visión y misión describe así la evangelización: "Emprenderemos una nueva evangelización integral y testimoniaremos el evangelio de salvación y liberación de Jesucristo con nuestras palabras, nuestras obras y nuestra vida". Esta descripción de la "nueva evangelización" reconoce claramente que el testimonio es un elemento esencial de este proceso. El mundo actual se ve constantemente bombardeado con palabras e informaciones. Por esta razón, y tal vez más que en cualquier otro período de la historia reciente, lo que los cristianos hacen habla con más elocuencia que lo que dicen. Quizá por esta razón la vida de la madre Teresa de Calcuta habla a tantos corazones. Ella puso en práctica lo que oyó, comunicando el amor de Cristo a todos los que encontraba, reconociendo siempre que lo que importa "no es cuánto hacemos, sino cuánto amor ponemos en lo que hacemos". En efecto, "el hombre contemporáneo cree más a los testigos que a los maestros; cree más en la experiencia que en la doctrina, en la vida y los hechos que en las teorías". Por tanto, el testimonio amoroso de vida cristiana será siempre "la primera e insustituible forma de la misión" (Redemptoris missio RMi 42).

3. Los hombres y las mujeres de hoy desean tener modelos de auténtico testimonio del Evangelio. Anhelan asemejarse más a Cristo, y esto resulta evidente en los numerosos modos como los católicos filipinos expresan su fe. Un ejemplo del compromiso de llevar a Cristo a los demás se encuentra en el desarrollo de los programas de asistencia social de la Iglesia destinados a los pobres y a los marginados, tanto a nivel nacional como local. Esta dedicación a la proclamación de la buena nueva es evidente también en el uso eficaz que hacéis de los medios de comunicación social para aumentar la sensibilidad moral y suscitar un mayor interés por las cuestiones sociales. A pesar de estos notables logros, persisten aún varios obstáculos, como la participación de algunos católicos en sectas que fomentan sólo supersticiones; la falta de familiaridad con las enseñanzas de la Iglesia; la aprobación, por parte de algunos, de actitudes contrarias a la vida, que incluyen la promoción activa del control de la natalidad, el aborto y la pena de muerte; y, como ya dije en mi último discurso a los obispos filipinos, la persistente dicotomía entre fe y vida (cf. Actas y discursos de la Consulta pastoral nacional para la renovación de la Iglesia NPCCR, enero de 2001, p. 146).

Un modo adecuado de afrontar esas cuestiones es vuestro compromiso de animar y desarrollar la misión ad gentes.Jesús, el "principal evangelizador", invitó a los Apóstoles a seguir sus pasos, convirtiéndose en sus "enviados" personales. Como sus sucesores, tenéis el deber sagrado de asegurar que quienes os asisten en vuestro ministerio pastoral estén preparados para llevar el mensaje de Cristo al mundo (cf. Catecismo de la Iglesia católica CEC 858-859). Podéis certificar esta preparación garantizando que se brinden a los filipinos suficientes oportunidades de escuchar la palabra de Dios, de orar y contemplar, de celebrar el misterio de Jesús en los sacramentos, especialmente la Eucaristía, y de ver ejemplos de "verdadera comunión de vida e integridad del amor" (Ecclesia in Asia ). Reafirmo, una vez más, que "cuanto más fundada esté la comunidad cristiana en la experiencia de Dios que brota de una fe vivida, tanto más capaz será de anunciar de modo creíble a los demás la realización del reino de Dios en Jesucristo" (ib.).

4. Los acontecimientos de los últimos años en Filipinas han puesto de manifiesto la necesidad urgente de una evangelización integral en todos los sectores de la sociedad, especialmente en las esferas de gobierno y política pública. Como cristianos y ciudadanos del mundo preocupados, no podemos ignorar "el vicio de la corrupción, que socava el desarrollo social y político de tantos pueblos" (Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1998, n. 5: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de diciembre de 1997, p. 7). A este respecto, debe quedar claro que ninguna función de servicio público puede tomarse como propiedad privada o como un privilegio personal. Considerar un cargo público como un beneficio lleva necesariamente al favoritismo, el cual, a su vez, conduce al abuso y a la malversación de fondos públicos, al soborno, al cohecho, a la venta de favores y a la corrupción (cf. Actas y discursos de la NPCCR, enero de 2001, p. 120).

280 La gente en Filipinas es consciente de que denunciar públicamente la corrupción requiere gran valentía. Eliminar la corrupción exige el apoyo decidido de todos los ciudadanos, la firme determinación de las autoridades y una fuerte conciencia moral. En este ámbito, la Iglesia desempeña un papel muy importante, ya que es el agente principal para formar adecuadamente la conciencia de las personas. Su función, por lo general, no debería ser la de intervenir de forma directa en cuestiones estrictamente políticas, sino, más bien, convertir a las personas y evangelizar la cultura, para que la sociedad misma asuma la tarea de promover la transformación social y desarrollar un profundo sentido de transparencia en el gobierno y de rechazo de la corrupción (cf. Apostolicam actuositatem AA 7, y el Mensaje para la Jornada mundial de la paz de 1998, 5).

5. Un modo de asegurar que una sociedad se comprometa activa y fielmente en la evangelización integral es dar cuanto antes a los jóvenes una formación adecuada en su camino de fe y de vida. Mi presencia en la Jornada mundial de la juventud de 1995, en Manila, me permitió ser testigo directo del entusiasmo que los jóvenes pueden sentir por Cristo y por su Iglesia. El número de jóvenes que están implicados en la vida parroquial pone de manifiesto este deseo que tienen de conocer mejor su fe. Felicito a la Iglesia en Filipinas por todo lo que ha hecho para ofrecer una adecuada asistencia pastoral a la juventud. Muchas de vuestras diócesis ofrecen campamentos de verano, retiros, misas frecuentes para la juventud y centros para la formación de los jóvenes. Es impresionante el modo como vuestras comunidades locales escuchan las preocupaciones y las sugerencias de los jóvenes, permitiéndoles desempeñar un papel activo en la Iglesia (cf. Ecclesia in Asia ).

Al mismo tiempo, existen aún obstáculos para la evangelización entre los jóvenes. En algunas familias los padres no animan a sus hijos a participar en las actividades organizadas por la Iglesia. El potencial de los jóvenes está amenazado por el analfabetismo, el deseo de bienes materiales, una actitud superficial con respecto a la sexualidad humana y la tentación del abuso de drogas y alcohol. Habéis expresado vuestra preocupación por los numerosos jóvenes que han abandonado la Iglesia católica y se han pasado a sectas fundamentalistas, muchas de las cuales dan mayor importancia a las riquezas materiales que a las espirituales. Pido a Dios que, en respuesta a estas preocupaciones, sigáis comprometiéndoos en favor de los jóvenes, especialmente de los que corren mayor peligro, facilitándoles el acceso a la educación católica y a las actividades juveniles organizadas por la Iglesia, y ayudándoles a comprender mejor que sólo Cristo tiene palabras de vida eterna (cf. Jn Jn 6,63).

6. Por último, queridos hermanos en el episcopado, os pido que sigáis estimulando al clero y a los religiosos que dedican mucho tiempo y energías a desarrollar modos creativos y eficaces de anunciar el mensaje salvífico de Cristo. Aseguradles que su papel único de heraldos del Evangelio es esencial para el éxito de la evangelización integral. A este respecto, deseo expresar mi gratitud a los misioneros y a los religiosos del pasado, que llevaron a Jesús al pueblo filipino, así como a los que siguen dando a conocer su presencia hoy. Damos gracias a Dios porque, como afirmó el concilio Vaticano II, "el Señor llama siempre de entre sus discípulos a los que quiere (...) para enviarlos a predicar a las gentes" (Ad gentes AGD 23). Espero que todos los fieles de la Iglesia sigan impulsando a los muchachos y muchachas a responder a la llamada a esta "vocación especial", según el modelo de los Apóstoles (cf. Redemptoris missio RMi 65).

7. Queridos hermanos en el episcopado, pido a Dios que, al volver a vuestras Iglesias locales, os fortalezca en vuestro compromiso de una nueva evangelización integral, en vuestros esfuerzos por "presentar a Aquel que inaugura una nueva era de la historia y proclamar al mundo la buena noticia de una salvación integral y universal, que contiene en sí la prenda de un mundo nuevo, donde el dolor y la injusticia dará paso a la alegría y a la belleza" (Pastores gregis ). Encomendándoos a vosotros, al clero, a los religiosos y a los fieles laicos de Filipinas a la protección de María, Madre de la Iglesia, os imparto cordialmente mi bendición apostólica.










A UNA DELEGACIÓN DEL CUERPO DIPLOMÁTICO


ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE


QUE ACUDIÓ AL VATICANO PARA FELICITAR A SU SANTIDAD


Viernes 31 de octubre de 2003



Señores embajadores:

Agradezco de corazón las cordiales expresiones de felicitación que vuestro decano me ha dirigido en vuestro nombre y en el de todo el Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, recordando el XXV aniversario de mi pontificado. Agradezco también el significativo regalo que me habéis hecho en esta circunstancia.

En vuestra delegación, en la que se hallan representadas las diversas áreas geográficas del mundo, me alegra saludar a todos los países con los que la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas. Aprovecho de buen grado esta oportunidad para manifestar mi viva gratitud por las numerosas muestras de cercanía que durante estos días me han llegado de cada uno de ellos.

A vosotros, ilustres señores, os renuevo mi deseo de un sereno y provechoso cumplimiento de vuestra elevada misión al servicio de la concordia y de la paz. Con estos sentimientos, invoco sobre vosotros, sobre vuestros seres queridos y sobre vuestro trabajo, la abundancia de las bendiciones de Dios omnipotente.










A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA


DE LOS MINISTROS DEL INTERIOR DE LA UNIÓN EUROPEA


Viernes 31 de octubre\i de 2003




Discursos 2003 275