Discursos 2004 151


A LOS PARTICIPANTES EN EL SEGUNDO SIMPOSIO EUROPEO


DE PROFESORES UNIVERSITARIOS


Viernes 25 de junio de 2004




Ilustres señores;
amables señoras:

152 1. Me alegra encontrarme con vosotros, con ocasión del Simposio europeo de profesores universitarios, en el que reflexionáis y debatís sobre fundamentos, experiencias y perspectivas de la familia en Europa, en el marco del Año internacional de la familia. A cada uno de vosotros dirijo mi cordial saludo. En particular, saludo al cardenal Camillo Ruini, y le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en vuestro nombre.

Expreso profundo aprecio por la elección del tema: en efecto, con la familia está en juego el futuro de Europa. Se puede decir que la familia es el espejo de la sociedad y, por tanto, también de la Europa que se está construyendo. La evolución de la familia es y será el signo más importante del desarrollo cultural e institucional del continente. Por consiguiente, es muy oportuno que las universidades, y especialmente los profesores cristianos, sigan con atención las dinámicas familiares, promoviendo en las nuevas generaciones una reflexión responsable y consciente.

2. En el primer milenio, el encuentro entre el derecho romano y el mensaje cristiano dio origen a lo que podríamos llamar el modelo europeo de familia, difundido después a gran escala en América y en Oceanía. Las vicisitudes de este modelo coinciden con las de la civilización llamada occidental. En efecto, a mitad del siglo pasado, en las comunidades social y económicamente más desarrolladas surgieron con fuerza fenómenos que constituían síntomas de una profunda crisis, con las consecuencias que hoy están ante los ojos de todos (cf. Ecclesia in Europa, 90). Ante esa crisis, la familia ha sido siempre un elemento de cohesión y de fuerza e, incluso cuando ha sido aguerridamente combatida, ha seguido siendo objeto de aspiraciones, deseos, proyectos y nostalgias. En realidad, el origen de la crisis es de tipo cultural, hasta tal punto que hoy las nuevas generaciones parecen sentirse fuertemente atraídas por el ideal de la familia tradicional, pero son prácticamente incapaces de asumir su responsabilidad de modo adecuado.

3. Se comprende, entonces, la importancia de un simposio como el vuestro, que analiza la institución familiar precisamente en el nivel de los fundamentos -filosóficos, jurídicos y teológicos-, para interpretar a fondo las experiencias actuales, a menudo problemáticas y a veces dramáticas, y captar las múltiples perspectivas que se abren en torno a un renovado modelo familiar.
Pero la cuestión central es precisamente esta: ¿se puede hablar también hoy de un modelo de familia? La Iglesia está convencida de que, en el contexto actual, es más necesario que nunca reafirmar las instituciones del matrimonio y la familia como realidades que derivan de la sabia voluntad de Dios y revelan plenamente su significado y valor dentro de su designio creativo y salvífico (cf. ib.; Gaudium et spes
GS 48 Familiaris consortio FC 11-16). Con este fin, además de las iniciativas propiamente pastorales, resulta muy significativo el papel de los que actúan en el ámbito de la cultura y de la investigación científica, donde se usa el método del diálogo y la confrontación entre diversas disciplinas interesadas en las temáticas familiares.

4. En este método os estáis inspirando durante el actual simposio con referencia al contexto europeo. Deseo que esta oportuna iniciativa contribuya a hacer que en la Europa de hoy y del futuro la familia desempeñe adecuadamente el papel que le corresponde por su altísima dignidad. Con este fin, os aseguro un especial recuerdo en la oración e invoco la intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, modelo de toda familia.

A cada uno de vosotros, queridos hermanos, os deseo un buen trabajo y una serena estancia en Roma. Acompaño este deseo con mi bendición, que extiendo a vuestros seres queridos.





ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE MALTA


EDWARD FENECH ADAMI


Viernes 25 de junio de 2004



Señor presidente:

Me complace darle la bienvenida al Vaticano al comienzo de su mandato, y a través de usted envío mi cordial saludo al pueblo de Malta. Su visita de hoy tiene lugar en un momento importante de la historia de su país. Al ocupar Malta el lugar que le corresponde en la Unión europea, desempeña un papel vital para mantener la identidad profundamente cristiana de este continente. A este respecto, quiero expresarle el sincero aprecio de la Santa Sede por el apoyo que dieron su excelencia y el Gobierno de Malta para la inclusión de una referencia a las raíces cristianas de Europa en el preámbulo del tratado constitucional de la Unión europea.

Desde el tiempo de san Pablo, Malta ha sido famosa por su firme adhesión a la fe. Ruego para que persevere en esta fe, y confío en que el pueblo maltés, bien conocido por su amor a la Iglesia y, en particular, por su gran respeto a la vida familiar, llevará a otros a un aprecio más profundo del mensaje liberador del Evangelio.

153 Sobre usted y sobre todo el amado pueblo de Malta invoco cordialmente las abundantes bendiciones divinas de prosperidad, alegría y paz.






A LOS MIEMBROS DEL CENTRO DEPORTIVO ITALIANO


EN EL 60 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN


Sábado 26 de junio de 2004



Queridos amigos del Centro deportivo italiano:

1. Bienvenidos a este encuentro, que recuerda el 60° aniversario de vuestra benemérita institución, fundada para evangelizar el mundo del deporte en Italia. Os acojo y saludo a todos con afecto.
Saludo a los prelados presentes y, en primer lugar, al cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia episcopal italiana. Le expreso mi agradecimiento, en particular, porque acaba de ilustrarme los programas y los proyectos de vuestra asociación. Saludo a los dirigentes, a los entrenadores, a los árbitros, a los animadores y a los consiliarios. Dirijo un saludo cordial a monseñor Vittorio Peri, consiliario nacional, y al presidente nacional, señor Edio Costantini. Os saludo sobre todo a vosotros, queridos jóvenes atletas, y os agradezco vuestra afectuosa acogida.

2. "Levántate" (Lc 7,14). Quisiera renovar en esta circunstancia la invitación del Señor al joven de Naím, que fue el tema de mi reciente peregrinación apostólica a Suiza, para reflexionar también con vosotros sobre el sentido de vuestra misión en la Iglesia y en la sociedad.

"Levántate", "escucha", "ponte en camino". Dirigí estas palabras a los jóvenes reunidos en el Palacio de hielo de Berna el pasado día 5 de junio. Os repito esa misma invitación a vosotros, queridos amigos del Centro deportivo italiano. Cada uno de vosotros está llamado a seguir a Cristo y a ser su testigo en el ámbito deportivo.

Sois bien conscientes de esta singular vocación, y, en el proyecto cultural y deportivo de la asociación, afirmáis que no pretendéis que vuestra presencia en la sociedad italiana tenga como objetivo sólo la promoción del deporte, sino que queréis contribuir a responder a los profundos interrogantes que se plantean las nuevas generaciones sobre el sentido de la vida, su orientación y su meta. Así, deseáis fomentar una mentalidad y una cultura deportiva que "haciendo deporte" y no sólo "hablando de deporte" ayude a redescubrir la verdad plena sobre la persona.

3. El Centro deportivo italiano nació hace sesenta años con el fin de proponer a los jóvenes, marcados entonces por las funestas consecuencias de la segunda guerra mundial, la práctica del deporte no sólo como fuente de bienestar físico, sino también como ideal de vida valiente, positivo y optimista, como medio de renovación integral de la persona y de la sociedad. Mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pío XII, pidió entonces a vuestra asociación que fuera levadura de cristianismo en los estadios, en los caminos, en los montes, en el mar, dondequiera que se enarbole con honor vuestro estandarte (cf. Discurso al Centro deportivo italiano, 1955).

A lo largo de los años, queridos amigos, habéis tratado de manteneros fieles a esta consigna, presentando el Centro deportivo italiano como escuela de auténtica formación humana. Habéis trabajado para que niños, jóvenes y adultos conocieran, a través de las diversas disciplinas deportivas, la riqueza y la belleza del Evangelio. Les habéis ayudado a encontrar a Jesús y a elegirlo como razón última de su existencia.

4. Esta sigue siendo vuestra misión, y la sociedad continúa necesitándola. El esfuerzo de vuestras sociedades deportivas por promover el deporte como experiencia formativa en las parroquias, en la escuela y en el territorio ayudará a las nuevas generaciones a elegir y cultivar los valores auténticos de la vida: el amor a la verdad y la justicia, el gusto por la belleza y la bondad, la búsqueda de la auténtica libertad y de la paz.

154 En nuestro tiempo, el sistema del deporte parece a veces condicionado por las lógicas del lucro, del espectáculo, del dopaje, de la combatividad exasperada, y por episodios de violencia. También tenéis la misión de anunciar y testimoniar la fuerza humanizadora del Evangelio con respecto a la práctica del deporte que, si se vive según la visión cristiana, se convierte en "principio generativo" de relaciones humanas profundas y favorece la construcción de un mundo más sereno y solidario.

Especialmente a vosotros, queridos jóvenes atletas, os deseo que practiquéis el deporte con lealtad y sano espíritu agonístico. Así, os ayudará a afrontar la ardua carrera de la vida con valentía y honradez, con alegría y confianza serena en el futuro.

Encomiendo al Señor, por intercesión de María, a toda la familia del Centro deportivo italiano y todos sus proyectos, a la vez que con afecto os bendigo a todos.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

A ALGUNOS MIEMBROS DEL MOVIMIENTO INTERNACIONAL

DE LAS "BRUDERHOF COMMUNITIES"


Sábado 26 de junio de 2004



Queridos amigos:

Me complace dar la bienvenida al Vaticano a los representantes del movimiento internacional de las Bruderhof Communities. Compartís una tradición en la que la llamada de Cristo a su seguimiento se expresa con la vida común en el Espíritu y con el testimonio diario de la ley evangélica del amor.
Los cristianos deben escuchar siempre de nuevo la llamada radical a la santidad, que es el centro del mensaje de nuestro Salvador. El testimonio que dais de este mensaje se refleja especialmente en vuestro respeto a la creación de Dios y en vuestro profundo compromiso de defender la santidad de toda vida humana.

Os saludo con afecto en el Señor, y oro para que los crecientes contactos con la Iglesia católica, que estáis fomentando, den como fruto una comprensión mutua, un respeto y una cooperación cada vez mayores. Dios, nuestro Padre misericordioso, derrame sobre vosotros y sobre vuestras comunidades sus abundantes bendiciones de sabiduría, alegría y paz.










A LOS PRÍNCIPES DE ASTURIAS


Lunes 28 de junio de 2004

Altezas:

Me es grato recibirles en esta audiencia, poco tiempo después haber celebrado el Sacramento del Matrimonio, y les agradezco la deferencia de haber querido visitarme en los comienzos de su vida conyugal. El nacimiento de una nueva familia es siempre un gran acontecimiento. Lo es para los esposos, cuyo amor mutuo se enriquece y afianza con la gracia divina. Lo es también para las respectivas familias y para la sociedad, pues una convivencia fiel que no caduca, conlleva nuevas esperanzas y promesas de vida.

155 Renuevo, pues, los votos que ya les envié para el día de la boda, y pido a Dios que les ayude en este nuevo estado de vida, para que formen un hogar feliz, el cual, por el relieve que tiene en la sociedad española, sea también punto de referencia ejemplar para tantas familias de esa querida Nación.

Les ruego que lleven mi saludo a sus Majestades los Reyes, así como a todos los españoles que en este tiempo les han dado expresivas muestras de afecto. Reitero mi saludo y mis mejores deseos, a la vez que les bendigo de corazón.








AL PATRIARCA ECUMÉNICO DE CONSTANTINOPLA


BARTOLOMÉ I


Martes 29 de junio de 2004



Santidad;
venerados y amados hermanos del Patriarcado ecuménico:

1. ¡Bienvenidos en nombre del Señor! A él se dirige nuestra acción de gracias, porque nos concede encontrarnos hoy, en la fiesta de San Pedro y San Pablo, venerados también por la liturgia ortodoxa como Protóthronoi, es decir, los que se sientan en los primeros tronos.

Además, damos gracias a Dios conmemorando juntos el bendito encuentro que tuvo lugar hace cuarenta años entre mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, y el venerado Patriarca Atenágoras I. Ocurrió en Jerusalén, donde Jesús fue elevado sobre la cruz para redimir a la humanidad y congregarla en la unidad. ¡Cuán providencial ha sido para la vida de la Iglesia aquel encuentro, valiente y gozoso al mismo tiempo! Impulsados por la confianza y el amor a Dios, nuestros iluminados predecesores fueron capaces de superar prejuicios e incomprensiones seculares, y dieron un ejemplo admirable de pastores y guías del pueblo de Dios. Al redescubrirse hermanos, les embargó un sentimiento de profunda alegría, que los impulsó a reanudar con confianza las relaciones entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla. ¡Dios los recompense en su reino!

2. Santidad, lo acojo con gran afecto, verdaderamente feliz de poder hospedarlo en esta casa, en la que sigue viva la memoria de los santos Apóstoles. Saludo, asimismo, a quienes lo acompañan y, en particular, a los metropolitas y a la delegación del Patriarcado; saludo también al grupo de fieles de la archidiócesis greco-ortodoxa de América, y al grupo de profesores y alumnos del Instituto de teología ortodoxa de estudios superiores de Chambésy, encabezados por el obispo Makarios. A todos agradezco su cordial presencia.

Durante estos cuarenta años, nuestras Iglesias, en sus relaciones, han vivido ocasiones importantes de contacto, que han favorecido el espíritu de reconciliación recíproca. Por ejemplo, no podemos olvidar el intercambio de visitas entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I en 1967. Conservo un vivo recuerdo de mi visita a El Fanar en 1979 y del anuncio, con el Patriarca Dimitrios I, del inicio del diálogo teológico. Recuerdo, asimismo, la visita a Roma del Patriarca Dimitrios I, en 1987, y la de Vuestra Santidad, en 1995, a las que siguieron otras significativas ocasiones de encuentro. Se trata de numerosos signos del compromiso común de seguir recorriendo el camino emprendido, para que se realice cuanto antes la voluntad de Cristo: ut unum sint!

3. Ciertamente, a lo largo de este camino han pesado los recuerdos de dolorosos episodios de la historia pasada. En particular, en esta circunstancia no podemos olvidar lo que sucedió en el mes de abril del año 1204. Un ejército que partió para devolver la Tierra Santa a la cristiandad se dirigió hacia Constantinopla para tomarla y saquearla, derramando la sangre de hermanos en la fe. ¿Cómo no compartir también nosotros, a distancia de ocho siglos, la indignación y el dolor que, ante la noticia de cuanto había sucedido, manifestó enseguida el Papa Inocencio III? Después de tanto tiempo podemos analizar los acontecimientos de entonces con mayor objetividad, aunque conscientes de cuán difícil es investigar la plena verdad histórica.

A este propósito, nos ayuda la exhortación del apóstol san Pablo: "Así pues, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor. Él iluminará los secretos de las tinieblas y pondrá de manifiesto los designios de los corazones" (1 Co 4, 5). Por tanto, oremos juntos para que el Señor de la historia purifique nuestra memoria de todo prejuicio y resentimiento, y nos conceda avanzar libremente por el camino de la unidad.

156 4. A esto nos invita también el ejemplo que nos dieron el Patriarca Atenágoras I y el Papa Pablo VI, a quienes hoy conmemoramos. Ojalá que el recuerdo de aquel encuentro lleve a dar un paso adelante en el diálogo y en el fortalecimiento de las mutuas relaciones fraternas. Con este fin, el diálogo teológico, a través de la "Comisión mixta", sigue siendo un instrumento importante. Por eso deseo que se reanude cuanto antes. En efecto, estoy convencido de esta urgencia, y es voluntad mía y de mis colaboradores utilizar todos los medios para fomentar el espíritu de acogida y comprensión recíproca, en la fidelidad al Evangelio y a la común Tradición apostólica. Nos impulsa por este camino el mandamiento antiguo y siempre nuevo del amor, del que el apóstol san Pablo se hacía eco con estas conocidas palabras: "Amaos fraternalmente los unos a los otros, estimando en más cada uno a los otros" (Rm 12,10).

5. Encomiendo estos propósitos de reconciliación y de plena comunión a los santos Apóstoles, que hoy recordamos. Los invocamos con confianza, para que su intercesión celestial nos fortalezca en la fe y nos haga perseverantes al tratar de cumplir cuanto antes la voluntad de Cristo. Nos obtenga este don María, la Madre de Aquel que nos llama a todos a la unidad plena en su amor.

Con estos sentimientos, le renuevo a usted, Santidad, y a todos vosotros, mis gratos huéspedes, la más cordial bienvenida.








AL OBISPO MAKARIOS


Y A UN GRUPO DE PROFESORES Y ALUMNOS


DEL INSTITUTO DE TEOLOGÍA ORTODOXA DE CHAMBÉSY


Martes 29 de junio de 2004


. Excelencia;
señor rector;
queridos estudiantes:

Me alegra vuestra visita de estudio y de información a Roma, en el marco de los contactos continuos que se han entablado desde hace varios años entre el Centro ortodoxo del Patriarcado ecuménico, en el que tiene su sede el Instituto de teología ortodoxa de estudios superiores, y el Comité católico para la colaboración cultural en el seno del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos. Recuerdo con gratitud mi visita al Centro y la larga y eficaz colaboración con su primer director, el metropolita Damaskinos. Os acojo con alegría en esta ciudad de Roma, y deseo que la dimensión espiritual de vuestra visita y vuestro encuentro con la gran tradición de fe alimentada por la Iglesia de los apóstoles san Pedro y san Pablo os permitan descubrir todo lo que compartimos en nuestro esfuerzo milenario por proclamar el Evangelio de Cristo.

Vuestra visita os brindará también la ocasión de encontraros con los responsables del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, así como con otros dicasterios de la Santa Sede y universidades pontificias. Estas diversas entrevistas favorecen el conocimiento mutuo. Así, se vislumbra cada vez mejor "la hora del encuentro y del intercambio de dones, sobre la base de un conocimiento mutuo objetivo y profundo" (Audiencia a los miembros del "Consejo de gestión" del Comité católico para la colaboración cultural, 18 de enero de 2003, n. 2: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 24 de enero de 2003, p. 5).

Esta primera "visita de estudio y de información" de vuestro instituto a Roma coincide con el cuadragésimo aniversario del histórico encuentro entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I en Jerusalén. Doy gracias al Señor, que donó a su Iglesia este admirable testimonio de fraternidad, y os aliento a trabajar para que el compromiso asumido en la tierra del Señor siga siendo un firme deber para todos. Con este mismo espíritu, me alegra la visita a Roma de Su Santidad el Patriarca Bartolomé. Constituye una nueva etapa del diálogo de la caridad, cuya aurora se perfiló tan luminosamente en Jerusalén. Tened la seguridad de que el Obispo de Roma os acoge con sentimientos de amistad y pide a Dios que derrame sobre vosotros la abundancia de sus bendiciones.









                                                                              julio de 2004



DECLARACIÓN COMÚN


DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


Y EL PATRIARCA ECUMÉNICO BARTOLOMÉ I


157

Jueves 1 de julio de 2004



"Velad, manteneos firmes en la fe, sed hombres, sed fuertes. Haced todo con caridad" (1Co 16,13-14).

1. Con el espíritu de fe en Cristo y de caridad recíproca que nos une, damos gracias a Dios por el don de este nuevo encuentro nuestro, que tiene lugar en la fiesta de los apóstoles San Pedro y San Pablo, testimoniando la firme voluntad de continuar el camino hacia la plena comunión entre nosotros en Cristo.

2. Muchos han sido los pasos positivos que han marcado este camino en común, sobre todo a partir del histórico acontecimiento que hoy recordamos: el abrazo entre el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras I en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, el 5 y 6 de enero de 1964. Hoy, nosotros, sus sucesores, nos volvemos a encontrar para conmemorar dignamente ante Dios, en la fidelidad al recuerdo y a las intenciones originarias, aquel encuentro bendito, que ya forma parte de la historia de la Iglesia.

3. El abrazo de nuestros respectivos predecesores de venerada memoria en Jerusalén expresaba visiblemente una esperanza presente en el corazón de todos, como refería el comunicado: "Los dos peregrinos, con los ojos puestos en Jesucristo, ejemplar y autor, con el Padre, de la unidad y de la paz, piden a Dios que este encuentro sea el signo y el anuncio de acontecimientos futuros para gloria de Dios e iluminación de su pueblo fiel. Después de tantos siglos de silencio, se han encontrado ahora, con el deseo de cumplir la voluntad del Señor y de proclamar la antigua verdad de su Evangelio, confiada a la Iglesia" (Comunicado común del Papa Pablo VI y del Patriarca Atenágoras I, Tomos Agapis, Vaticano-Fanar, 1971, n. 50, p. 120).

4. ¡Unidad y paz! La esperanza suscitada por aquel encuentro histórico ha iluminado el camino de estos últimos decenios. Conscientes de que el mundo cristiano sufre desde hace siglos el drama de la separación, nuestros predecesores y nosotros mismos hemos continuado con perseverancia el "diálogo de la caridad", con la mirada dirigida a aquel día luminoso y bendito en el que será posible comulgar en el mismo cáliz el santo Cuerpo y la preciosa Sangre del Señor (cf. Discurso del Patriarca Atenágoras I al Papa Pablo VI, 5 de enero de 1964: ib., n. 48, p. 109). Los numerosos acontecimientos eclesiales que han caracterizado estos últimos cuarenta años han dado fundamento y consistencia al compromiso de la caridad fraterna: una caridad que, teniendo en cuenta las lecciones del pasado, esté dispuesta a perdonar, inclinada a creer más en el bien que en el mal, y decidida ante todo a configurarse con el divino Redentor y a dejarse atraer y transformar por él (cf. Discurso del Papa Pablo VI al Patriarca Atenágoras I, 6 de enero de 1964: ib., n. 49, p. 117).

5. Damos gracias al Señor por los gestos ejemplares de caridad recíproca, de participación y comunión que nos ha permitido realizar, entre los cuales debemos recordar la visita del Papa al Patriarca ecuménico Dimitrios en 1979, cuando, en la sede de El Fanar, se anunció la creación de la "Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto", un nuevo paso para cultivar el "diálogo de la verdad" además del "diálogo de la caridad"; la visita del Patriarca Dimitrios a Roma en 1987; nuestro encuentro en Roma, en la fiesta de San Pedro y San Pablo en 1995, cuando oramos en San Pedro, aun separándonos dolorosamente durante la celebración de la liturgia eucarística, puesto que aún no nos es posible beber del mismo cáliz del Señor. Luego, más recientemente, el encuentro de Asís para la "Jornada de oración por la paz en el mundo" y la Declaración común para la salvaguardia de la creación, firmada en 2002.

6. A pesar de nuestra firme voluntad de proseguir por el camino hacia la comunión plena, no hubiera sido realista pensar que no encontraríamos obstáculos de diversa índole: ante todo doctrinales, pero también derivados de condicionamientos de una historia difícil. Además, algunos nuevos problemas, que han surgido por los profundos cambios que se han producido en el ámbito político y social europeo, han tenido consecuencias en las relaciones entre las Iglesias cristianas. Con la vuelta a la libertad de los cristianos en Europa central y oriental, se han despertado también antiguos temores, que dificultan el diálogo. Sin embargo, la exhortación de san Pablo a los Corintios: "Hacedlo todo con caridad", debe resonar siempre dentro de nosotros y entre nosotros.

7. La "Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa en su conjunto", que comenzó con tanta esperanza, ha marcado el ritmo en los últimos años. Con todo, puede seguir siendo un instrumento adecuado para estudiar los problemas eclesiológicos e históricos, que están en la raíz de nuestras dificultades, y buscar hipótesis de solución. Debemos continuar en el firme compromiso de reanudar sus trabajos cuanto antes. Reconociendo las iniciativas recíprocas, en este sentido, de las sedes de Roma y de Constantinopla, nos dirigimos al Señor para que sostenga nuestra voluntad y convenza a todos de cuán indispensable es proseguir el "diálogo de la verdad".

8. Nuestro encuentro de hoy en Roma nos permite también afrontar fraternalmente algunos problemas y malentendidos que han surgido recientemente. La larga práctica del "diálogo de la caridad" viene en nuestra ayuda precisamente en estas circunstancias, para que las dificultades se afronten con serenidad y no retrasen u oscurezcan el camino emprendido hacia la plena comunión en Cristo.

9. Ante un mundo que sufre todo tipo de divisiones y desequilibrios, nuestro encuentro de hoy quiere recordar de manera concreta y con fuerza la importancia de que los cristianos y las Iglesias vivan entre sí en paz y armonía, para testimoniar unánimemente el mensaje del Evangelio de un modo más creíble y convincente.

158 10. En el contexto particular de Europa, en camino hacia formas más elevadas de integración y de ampliación hacia el este del continente, damos gracias al Señor por este desarrollo positivo y expresamos la esperanza de que en esta nueva situación aumente la colaboración entre católicos y ortodoxos. Son muchos los desafíos que debemos afrontar juntos para contribuir al bien de la sociedad: curar con el amor la llaga del terrorismo; infundir la esperanza de paz; ayudar a resolver tantos conflictos dolorosos; devolver al continente europeo la conciencia de sus raíces cristianas; entablar un verdadero diálogo con el islam, puesto que de la indiferencia y de la ignorancia recíproca sólo puede brotar desconfianza e incluso odio; alimentar la convicción del carácter sagrado de la vida humana; trabajar para que la ciencia no niegue la chispa divina que todo hombre recibe con el don de la vida; cooperar para que no se desfigure nuestra tierra y la creación conserve la belleza que Dios le ha dado; y, sobre todo, anunciar con renovado vigor el mensaje evangélico, mostrando al hombre contemporáneo cuánto le ayuda el Evangelio a reencontrarse consigo mismo y a construir un mundo más humano.

11. Pidamos al Señor que dé paz a la Iglesia y al mundo, y que vivifique con la sabiduría de su Espíritu nuestro camino hacia la comunión plena, "ut unum in Christo simus".

Vaticano, 29 de junio de 2004


ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

EN LA DESPEDIDA DEL PATRIARCA ECUMÉNICO BARTOLOMÉ I

Jueves 1 de julio de 2004

Santidad:

Al concluir su grata visita a Roma, con ocasión de la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, deseo renovarle la expresión de mi más cordial gratitud. Durante tres días, acompañado por un séquito muy cualificado, compuesto, entre otras personas, por algunos eminentes metropolitas, a quienes saludo una vez más, usted ha dejado la sede patriarcal de El Fanar para estar cerca del Sucesor de Pedro. Juntos damos gracias a Dios porque de este modo nos ha permitido mostrar a los fieles un signo vivo de fraternidad y confirmar el propósito de avanzar con decisión hacia la meta de la unidad plena entre católicos y ortodoxos. Son muy necesarios estos signos de comunión, al igual que las palabras que los acompañan y los explican, como quieren ser las que hemos suscrito en una Declaración común.

Otro importante acontecimiento de estos días es para mí motivo de especial alegría: haber tenido la oportunidad de conceder al Patriarcado ecuménico el uso de la iglesia de San Teodoro en el Palatino, en el corazón de la Roma antigua. Esto permitirá a los fieles de la archidiócesis greco-ortodoxa en Italia tener una presencia significativa y continua cerca de la tumba del apóstol san Pedro.

Sabemos que todo esto es don de Dios. Y es hermoso que los hermanos vivan juntos en esta común acción de gracias al "Padre de las luces", de quien desciende "toda dádiva buena y todo don perfecto" (Jc 1,17).

¡Gracias de corazón, Santidad, a usted y a cada uno de los miembros de su venerable séquito! Recordando estas jornadas de gracia, y también este encuentro convival, permanecemos en comunión de oración y caridad fraterna.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE LA CIUDAD DE ANCONA (ITALIA)


Sábado 3 de julio de 2004



Venerado hermano en el episcopado;
159 amadísimos hermanos y hermanas:

Me alegra saludaros cordialmente con ocasión de esta visita que habéis querido hacerme. Vuestra grata presencia me trae a la memoria las dos veces que he visitado vuestra hermosa ciudad. ¡Bienvenidos!

Correspondo de buen grado a vuestros sentimientos saludándolo a usted, monseñor Edoardo Menichelli, nuevo arzobispo de Ancona-Ósimo, que acaba de recibir de mis manos el palio de metropolitano. Lo saludo a usted, señor alcalde, que representa aquí a los habitantes de la capital picena, tan queridos por mí. Saludo a todos los presentes. Al dirigirme a vosotros, deseo enviar mi saludo a vuestros conciudadanos, a quienes deseo de corazón que sean fieles a sus antiguas y nobles tradiciones morales, espirituales y civiles.

Habéis venido algo más de un año después de que, con la iniciativa "Canto de paz", recordasteis el drama vivido por vuestra ciudad durante la última guerra mundial y la tenacidad de vuestra gente en la obra de reconstrucción. Habéis querido conmemorar la tragedia de la guerra con la oración que pronuncié en Asís en enero de 2002, cuando, junto con los representantes de las religiones, celebramos la Jornada de oración por la paz en el mundo.

A la vez que deseo que cada uno colabore en la promoción del bien fundamental de la paz, os encomiendo a la protección de la santísima Virgen María, de san Ciríaco y san Leopoldo, vuestros patronos, y de corazón os imparto mi bendición.








A LOS PARTICIPANTES EN UN SIMPOSIO EUROPEO


SOBRE EL TEMA "LOS DESAFÍOS DE LA EDUCACIÓN"


Sábado 3 de julio de 2004




Monseñor;
queridos amigos:

1. Saludo cordialmente a los profesores, a los educadores y a los padres, que representan aquí a las universidades y a las asociaciones pedagógicas, así como a los responsables de la pastoral escolar y universitaria de las Conferencias episcopales de Europa. Agradezco a monseñor Cesare Nosiglia, presidente de la Comisión de la Conferencia episcopal italiana para la educación católica, la escuela y la universidad, sus palabras y su compromiso en la realización del simposio titulado: "Los desafíos de la educación".

2. Me agrada la atención que prestáis a las cuestiones que conciernen a la educación, particularmente importantes hoy en Europa, donde numerosos jóvenes están desorientados. Las políticas educativas de los Estados no logran encontrar nuevas perspectivas para afrontar las dificultades de los adolescentes, en su vida personal o en el marco social. Las necesidades económicas impulsan a menudo a privilegiar la enseñanza escolar, en detrimento de la educación integral de los jóvenes. Para dar un futuro a la juventud, es importante que la educación se entienda como la búsqueda del desarrollo integral y armonioso de la persona, de la maduración de la conciencia moral para discernir el bien y obrar en consecuencia, y como una atención a la dimensión espiritual del joven en crecimiento. El continente europeo tiene una gran tradición humanista que, a lo largo de los siglos, ha transmitido los valores espirituales y morales que encuentran en las raíces cristianas su referencia fundamental y su sentido pleno.

3. En todos los lugares donde viven los estudiantes, la educación debe permitirles convertirse cada día más en hombres y mujeres, "ser" cada vez más y no sólo "tener" cada vez más. La formación escolar es uno de los aspectos de la educación, pero no puede reducirse a ella. Debe reforzarse sin cesar el nexo esencial entre todos los aspectos de la educación. La unidad de la actividad educativa llevará a una unidad cada vez mayor de la personalidad y de la vida de los adolescentes. Conviene que todos -padres, profesores, educadores y equipos de capellanía- se movilicen y trabajen juntos en favor de los jóvenes. También han de recordar que deben sostener lo que enseñan con el testimonio de su vida. En efecto, los jóvenes son sensibles al testimonio de los adultos, que para ellos son modelos. La familia sigue siendo el lugar primordial de la educación.


Discursos 2004 151