Discursos 2004 174

174 Madre del pueblo ortodoxo, la presencia en Roma de tu santa imagen de Kazan nos habla de una unidad profunda entre Oriente y Occidente, que perdura en el tiempo a pesar de las divisiones históricas y de los errores de los hombres. Con especial intensidad elevamos ahora nuestra plegaria a ti, ¡oh Virgen!, al mismo tiempo que nos despedimos de esta conmovedora imagen tuya. Te acompañaremos con el corazón a lo largo del camino que te conducirá de nuevo a la santa Rusia. Acoge la alabanza y el honor que te tributa el pueblo de Dios que está en Roma.

¡Oh bendita entre todas las mujeres!, al venerar tu icono en esta ciudad sellada con la sangre de los Apóstoles san Pedro y san Pablo, el Obispo de Roma se une espiritualmente a su hermano en el ministerio episcopal, que preside como Patriarca la Iglesia ortodoxa rusa. Y te ruega, Madre Santa, que intercedas a fin de que se apresure el tiempo de la plena unidad entre Oriente y Occidente, de la plena comunión entre todos los cristianos.

¡Oh Virgen gloriosa y bendita, Señora, Abogada y Consoladora nuestra, reconcílianos con tu Hijo, encomiéndanos a tu Hijo, preséntanos a tu Hijo!

Amén.
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Palabras del Santo Padre al cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos y jefe de la delegación de la Santa Sede que entregará el icono al Patriarca Alexis II

Queridísimo hermano:

Te encomiendo el santo icono de la Madre de Dios de Kazan. Entrégalo en las manos de nuestro hermano el Patriarca Alexis II y a través de él a la santa Iglesia ortodoxa rusa y a todo el pueblo ruso. ¡Oh ferviente Abogada, Madre de Dios de Kazan, regresa a los hermanos y hermanas de la santa Rusia, mensajera de comunión y de paz, de bendiciones celestes y de prosperidad! Amén





                                                                          Septiembre de 2004




A SU EXCELENCIA JUAN GAVARRETE SOBERÓN,


EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE GUATEMALA


ANTE LA SANTA SEDE


Jueves 2 de septiembre de 2004

Señor Embajador:

175 1. Me complace recibirle en este acto en el que me presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Guatemala ante la Santa Sede. Al darle mi cordial bienvenida le agradezco las amables palabras que me ha dirigido, así como el saludo del que es portador de parte del Señor Presidente, Lic. Oscar Berger Perdomo, a lo cual correspondo rogándole que le transmita mis mejores votos de paz y bienestar para todo el pueblo guatemalteco.

2. Su País, Señor Embajador, es conocido como la tierra de la eterna primavera. La Providencia me ha concedido poder visitarlo en tres ocasiones desde mi elección como Sucesor de san Pedro. Pude así entrar en contacto con ese noble pueblo, de ascendencia milenaria, en el que el anuncio del Evangelio ha dado forma a manifestaciones profundas de fe tan enraizadas en la cultura guatemalteca. Recuerdo la belleza de sus paisajes, el carácter acoger de su pueblo y, particularmente, la fe acendrada de la comunidad eclesial que allá vive. La vivencia, alegre y devota, de la fe en Jesucristo encuentra manifestaciones muy solemnes en los cultos de la Semana Santa, desbordando amor al Redentor de los hombres, muerto y resucitado.

Mis dos primeras visitas a Guatemala tuvieron lugar en 1983 y 1996, cuando aún persistía un doloroso conflicto armado interno, que provocó tantas muertes.

Mi tercera visita, en julio del año 2002, firmado ya el Acuerdo de paz, me permitió encontrarme con un pueblo alegre y esperanzado ante los resultados obtenidos. Canonicé entonces al Hermano Pedro de San José de Betancurt, en una multitudinaria celebración que congregó a fieles de Guatemala y de toda América Central, los cuales daban gracias a Dios por el regalo de este humilde Santo que, aunque de origen canario, eligió ese País para santificarse por la vía de la caridad, la oración y la penitencia, así como en el servicio a los pobres y enfermos. Su recuerdo permanece vivo y su carisma perdura en la Orden Bethlemita, la cual, inspirada en sus enseñan­zas ha dado abundantes frutos de santidad, como la Madre Encarnación Rosal, primera Beata guatemalteca.

3. En los mensajes que dejé en dichas visitas quise expresar mi afecto hacia el querido pueblo guatemalteco, pero también mis preocupaciones ante los problemas humanos y sociales que se vivían. Me complace constatar que la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su ocaso natural, está constitucionalmente reconocida en su Nación, y eso es un timbre de honor para Guatemala. En éste, como en otros campos, cuando la legislación civil asume los principios del derecho natural se camina hacia la paz y el progreso de los pueblos.

4. En sus palabras se ha referido Usted, Señor Embajador, al deseo de su Gobierno por combatir la corrupción en todas sus formas, por reducir la desigualdad entre quienes lo tienen todo y aquéllos que carecen de lo necesario, así como por aunar esfuerzos para seguir construyendo una nación mejor. La transparencia y honradez en la gestión pública favorecen un clima de credibilidad y confianza de los ciudadanos en sus autoridades y sientan las bases para un desarrollo conveniente y justo. En esta tarea, los responsables públicos encontrarán en la Iglesia, desde la sencillez de sus recursos pero con la fuerza de sus firmes convicciones, la colaboración adecuada para la búsqueda de soluciones, reconociendo los esfuerzos para hacer crecer la conciencia y responsabilidad de los ciudadanos y fomentando la participación de todos.

Por desgracia, aunque terminó el conflicto interno armado, Guatemala no puede ignorar la violencia que ha acosado a muchas personas. Quiero recordar que entre tantas víctimas no han faltado ministros de la Iglesia y servidores del Evangelio, como Mons. Juan Gerardi, Obispo asesinado en 1998, cuyo caso no ha sido aún completamente esclarecido, así como el de varios sacerdotes y catequistas. No se han de ahorrar esfuerzos para alcanzar la paz social en el País y la reconciliación entre todos los ciudadanos.

5. Otro problema es el de la pobreza, que incide en la existencia de muchos de sus conciudadanos. El esfuerzo por atender las necesidades de los más desheredados debe considerarse una prioridad fundamental. Me complace que su Gobierno lo tenga como un objetivo al que dedicar esfuerzos y recursos. Entre los que sufren esa lacra social muchos pertenecen a las poblaciones indígenas.

Aunque es verdad que entre ellas están quienes han logrado acceder a una vida más digna, con mayores oportunidades educativas y con mayor presencia en el escenario nacional, otros están sumidos en la pobreza y la marginación. Las aceleradas transformaciones de la economía internacional y los descensos en el precio de los productos agrícolas han colocado a muchos de ellos en una situación difícil. La Iglesia, madre y maestra fiel a su misión, acompaña de cerca a tantas familias campesinas que viven hoy las consecuencias de esta crisis. Éste es otro de los campos donde la colaboración entre las diversas instancias públicas y la comunidad eclesial encuentra un terreno fértil para atender y promover a los pobres.

Antes de concluir este encuentro quisiera dirigir también una palabra de cercanía y aliento a la numerosa comunidad guatemalteca que vive como emigrante en otros países, principalmente en Norteamérica. La lejanía de la patria se debe al deseo de encontrar mejores condiciones de vida. Sin embargo no han de olvidar que es menester conservar y acrecentar los ricos valores culturales y religiosos que forman parte del bagaje con el que un día partieron, y desde su situación actual han de sentirse comprometidos a aportar soluciones para el País que les vio nacer y que hoy les sigue considerando sus hijos a pesar de la distancia y del tiempo.

6. Señor Embajador, quiero formularle ahora mis mejores votos por el desempeño de su misión ante esta Sede Apostólica. Le ruego que transmita al Señor Presidente de la República mi saludo y a todo el pueblo guatemalteco la seguridad de mi oración por su conveniente progreso integral. Pido a Dios que le asista en la misión que hoy comienza e invoco toda clase de bendiciones celestes sobre Usted, su distinguida familia, sus colaboradores, así como sobre los gobernantes y ciudadanos de Guatemala.






AL NOVENO GRUPO DE OBISPOS DE ESTADOS UNIDOS


EN VISITA "AD LIMINA"


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Jueves 2 de septiembre de 2004



Queridos hermanos en el episcopado:

1. Por don de Dios hemos llegado a ser "ministros del Evangelio" y hemos recibido la gracia de "anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo". Haciéndome eco de estas palabras del apóstol san Pablo (cf. Ef Ep 3,7-8), y con espíritu de gratitud por nuestra vocación común, os doy cordialmente la bienvenida a vosotros, hermanos míos en el episcopado de las provincias eclesiáticas de Boston y Hartford, con ocasión de vuestra visita quinquenal a las tumbas de los Apóstoles y a la Sede de Pedro. Al reanudar mi serie de reflexiones sobre el oficio de enseñar confiado a los obispos dentro de la comunión del pueblo de Dios, deseo considerar algunas preocupaciones que afronta la Iglesia en Estados Unidos mientras cumple su deber de anunciar el Evangelio y de guiar a todo el pueblo hacia la plenitud de la fe, la libertad y la salvación en Cristo.
Encuentro del Evangelio y la nueva cultura

2. En estas reflexiones sobre el ejercicio del munus episcopale propheticum, en varias ocasiones he ponderado la importancia de la evangelización de la cultura. Un desafío fundamental en esta área consiste seguramente en realizar un fructuoso encuentro entre el Evangelio y la nueva cultura global, que está tomando forma rápidamente como resultado del crecimiento sin precedentes en las comunicaciones y la expansión de una economía mundial. Estoy convencido de que la Iglesia en Estados Unidos puede desempeñar un papel importante al afrontar este desafío, puesto que esta realidad emergente es, en muchos casos, fruto de experiencias, actitudes e ideas occidentales contemporáneas y, en particular, norteamericanas. La nueva evangelización exige un claro discernimiento de las profundas exigencias y aspiraciones espirituales de una cultura que, a pesar de todos sus aspectos de materialismo y relativismo, se siente profundamente atraída hacia la dimensión primordialmente religiosa de la experiencia humana y lucha por redescubrir sus raíces espirituales.

Por tanto, para la Iglesia en Estados Unidos, la evangelización de la cultura puede dar una contribución única a la misión "ad gentes" de la Iglesia en nuestros días. Con la predicación, la catequesis y el testimonio público, la Iglesia en vuestro país debe desarrollar un nuevo estilo kerigmático, que responda a las necesidades espirituales de los hombres y mujeres contemporáneos, y les brinde una respuesta clara y convincente, basada en la verdad del Evangelio. Es preciso ayudar a los católicos de todas las edades a apreciar más plenamente la peculiaridad del mensaje cristiano, su capacidad de responder a las aspiraciones más profundas del corazón humano en todas las edades y la belleza de su llamada a una vida completamente centrada en la fe en Dios uno y trino, en la obediencia a su palabra revelada y en la configuración amorosa con el misterio pascual de Cristo, en el que vemos revelada la medida plena de nuestra humanidad y nuestra vocación sobrenatural a la plenitud en el amor (cf. Gaudium et spes GS 22).

3. Desde hace tiempo la Iglesia en Estados Unidos se está esforzando por hacer que se escuche su voz en el debate público, en defensa de los derechos humanos fundamentales, la dignidad de la persona y las exigencias éticas de una sociedad justa y bien ordenada. En una nación pluralista como la vuestra, esto ha implicado necesariamente una cooperación práctica con hombres y mujeres de diversas creencias religiosas, y con todas las personas de buena voluntad, al servicio del bien común. Aprecio profundamente vuestros continuos esfuerzos por promover el diálogo ecuménico e interreligioso en todos los niveles de la vida de la Iglesia, no sólo como medio para superar las incomprensiones entre los creyentes, sino también para fomentar un sentido de responsabilidad común en la construcción de un futuro de paz. Como han mostrado los trágicos hechos del 11 de septiembre de 2001, la construcción de una cultura global de solidaridad y respeto de la dignidad humana es una de las grandes tareas morales que afronta la humanidad hoy. En definitiva, es en la conversión de los corazones y en la renovación espiritual de la humanidad donde reside la esperanza de un futuro mejor, y aquí el testimonio, el ejemplo y la cooperación de los creyentes religiosos desempeñan un papel fundamental.

4. También deseo expresar mi gratitud personal por la tradicional generosidad de los fieles de Estados Unidos con la misión ad gentes de la Iglesia, a través de la formación y el envío de generaciones de misioneros y mediante las contribuciones de innumerables católicos a las misiones extranjeras. Os animo a realizar todos los esfuerzos posibles para reavivar esta fuerte manifestación de solidaridad con la Iglesia universal. La historia testimonia que un compromiso continuo en favor de la misión ad gentes renueva a toda la Iglesia, fortalece la fe de las personas y de las comunidades, consolida su identidad cristiana y suscita nuevo entusiasmo para superar los desafíos y las dificultades del momento (cf. Redemptoris missio RMi 2). Ojalá que la Iglesia en vuestro país descubra las fuentes para una profunda renovación interior a través de una revitalización del celo misionero, sobre todo promoviendo vocaciones para los institutos misioneros y proponiendo, especialmente a los jóvenes, el noble ideal de una vida completamente consagrada al Evangelio.

5. En diversas ocasiones, durante estos encuentros, os he expresado mi admiración por la notable contribución que la comunidad católica de Estados Unidos ha dado a la difusión del Evangelio, a la solicitud por los pobres, los enfermos y las personas necesitadas, y a la defensa de los valores humanos y cristianos fundamentales. Hoy deseo alentaros a vosotros y, a través de vosotros, a todos los católicos de Estados Unidos a seguir dando testimonio fiel de la verdad de Cristo y de la fuerza de su gracia para inspirar sabiduría, reconciliar las diferencias, sanar las heridas y abrir un futuro de esperanza. La Iglesia en vuestro país se ha visto probada por los acontecimientos de los dos últimos años, y con razón se han realizado muchos esfuerzos para comprender y afrontar las cuestiones del abuso sexual que han ensombrecido su vida y su ministerio. Mientras seguís afrontando los importantes desafíos espirituales y materiales que vuestras Iglesias locales están experimentando a este respecto, os pido que animéis a todos los fieles -sacerdotes, religiosos y laicos- a perseverar en su testimonio público de fe y esperanza, para que la luz de Cristo, que jamás puede extinguirse (cf. Jn Jn 1,5), siga brillando en la vida y en el ministerio de la Iglesia, y a través de ellos.

De modo particular, os pido que apoyéis firmemente a vuestros hermanos sacerdotes, muchos de los cuales han sufrido profundamente a causa de las debilidades, a las que se ha dado mucha publicidad, de algunos ministros de la Iglesia. También quisiera pediros que transmitáis mi gratitud personal por el servicio generoso y desinteresado que caracteriza la vida de tantos sacerdotes norteamericanos, así como mi profundo aprecio por sus esfuerzos diarios para ser modelos de santidad y de caridad pastoral en las comunidades cristianas confiadas a su cuidado.
En verdad, la renovación de la Iglesia está relacionada con la renovación del sacerdocio (cf. Optatam totius OT 1). Por esta razón, os pido que hagáis todo lo posible por estar presentes como padres y hermanos entre vuestros sacerdotes, por mostrar sincera gratitud por su ministerio, por uniros frecuentemente a ellos en la oración y por estimularlos en la fidelidad a su noble vocación de hombres consagrados totalmente al servicio del Señor y de su Iglesia. En una palabra, ¡decidles a vuestros sacerdotes que yo los llevo en mi corazón!

177 6. Al concluir estas reflexiones sobre nuestra responsabilidad del testimonio profético de la Iglesia ante el mundo, expreso una vez más mi convicción, nacida de la fe, de que Dios está preparando en este momento una gran primavera para el Evangelio (cf. Redemptoris missio RMi 86), y que nos llama a todos a "abrir las puertas a Cristo" en todos los aspectos de nuestra vida y de nuestra actividad. Como indiqué en la carta apostólica Novo millennio ineunte, tenemos una maravillosa pero exigente responsabilidad de reflejar a Cristo, luz del mundo. En efecto, "esta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una tarea posible si, expuestos a la luz de Cristo, sabemos abrirnos a la gracia que nos hace hombres nuevos" (ib., 54).

Queridos hermanos en el episcopado, al lanzaros este reto, os aseguro una vez más mi confianza y mi afecto fraterno. Encomendándoos a vosotros, a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos de vuestras Iglesias particulares a la intercesión amorosa de María, Madre de la Iglesia, os imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de fortaleza y de paz en el Señor.





ENTREGA AL SANTO PADRE DE LA

LA "CARTA DE LOS JÓVENES CRISTIANOS DE EUROPA"

Jueves 2 de septiembre de 2004



3. Carta de los jóvenes cristianos de Europa





Queridos jóvenes amigos:

1. Os acojo con gusto y os saludo con gran afecto. Os agradezco de corazón vuestra presencia y este importante signo de comunión. En particular, doy las gracias a la muchacha que ha hablado en nombre de todos.

La "Carta de los jóvenes cristianos de Europa" que habéis venido a entregarme es fruto de la reciente peregrinación juvenil europea a la tumba del apóstol Santiago, en Santiago de Compostela, un significativo punto de convergencia, gracias al cual los pueblos del continente, a lo largo de los siglos, han aprendido a conocerse y aceptarse recíprocamente, contribuyendo así a la formación de Europa.

2. Ser testigos de Cristo para construir una Europa de la esperanza.Este es el mensaje que os urge comunicar a vuestros coetáneos y a toda la comunidad europea de hoy. En el corazón lleváis el sueño de una Europa orgullosa de su rico patrimonio cultural y religioso y, al mismo tiempo, atenta a los valores del hombre y de la vida, de la solidaridad y la acogida, de la justicia y la paz.

Vosotros no os avergonzáis del Evangelio, y sois conscientes de que la civilización del amor no se construye separando Evangelio y cultura, sino buscando entre ellos síntesis siempre nuevas.

Queréis recorrer este camino para dar vida a un continente rico sobre todo en valores, con buena memoria, para no olvidar los errores del pasado y, más aún, para fortalecer sus raíces espirituales.

3. Para cumplir vuestra misión, se necesitan fidelidad a Cristo y a su Iglesia, coherencia y valentía hasta el heroísmo de la santidad. Es el itinerario que recorrieron los santos y las santas de Europa durante los siglos pasados. Ojalá que su testimonio sea estímulo para cada uno de vosotros, amadísimos jóvenes que me seguís a través de la radio y la televisión.

178 Vele sobre vosotros la Virgen María, que en la humilde casa de Loreto ha acogido, a lo largo de los siglos, a innumerables peregrinos de todas partes de Europa.

El Papa se une a vuestra oración; y, a la vez que os alienta a dar con franqueza vuestro testimonio de Cristo, os bendice a todos de corazón.
Carta de los jóvenes cristianos de Europa


"Europa, vuelve a encontrarte a ti misma. Sé tú misma"
(Juan Pablo II, Compostela, 1982).

"Jóvenes, construid con valentía la Europa de la esperanza, fiel a sus propias raíces, tierra de acogida, solidaridad y paz para todos"
(Juan Pablo II, explanada de Montorso, Loreto 1995).

Nuestro camino

Hemos venido como peregrinos a Santiago de Compostela desde diversos países de Europa. Hemos reflexionado juntos sobre nuestro compromiso de ser testigos de Cristo para una Europa de la esperanza. Lo hemos hecho en un lugar que está en las raíces de la identidad europea: junto a la tumba del apóstol Santiago los pueblos se han encontrado y han aprendido a conocerse y a convivir.

Inmediatamente después de la segunda guerra mundial, en 1948, miles de jóvenes de toda Europa se reunieron aquí para soñar juntos en un futuro de paz, unidos por la misma fe. Muchos de sus sueños se han hecho realidad, otros están aún por realizar. Queremos recoger esta herencia, para dar un alma cristiana al proceso de integración europea. Por eso, estamos convencidos de que se debe dar crédito a los jóvenes y permitirles que sean protagonistas del desarrollo del continente, abriéndoles espacios de responsabilidad en la vida política, social, económica y eclesial.

Queremos una Europa acogedora, solidaria, que sea respetuosa, comprensiva y capaz de integración, que trabaje por la paz y la libertad, y sea consciente de su pasado. Pensamos en una Europa fundada en los valores de la generosidad y la entrega, la interioridad y la búsqueda sincera de la verdad.

179 Creemos en el carácter central de la dignidad de la persona, pedimos que se respete el derecho a la vida, pensamos que el desarrollo de cada persona debe realizarse en el seno de una auténtica familia. Consideramos que esos valores han de ser protegidos de la amenaza del individualismo, del consumismo, del relativismo ético, de la superficialidad...

Los pasos que se deben dar

La Europa del mañana deberá afrontar numerosos desafíos. Como jóvenes cristianos, nos sentimos interpelados en particular por algunos de ellos.

Movilidad y diálogo intercultural

Vivimos en un mundo cada vez más pequeño, en el que nos desplazamos velozmente, intercambiándonos cultura y formación con lenguajes nuevos y originales. Muchos jóvenes se desplazan por motivos de estudio o trabajo; otros, por turismo; otros porque buscan una "tierra prometida". Queremos que eso no sea ocasión de desorientación o conflicto, sino que les dé la posibilidad de volverse a encontrar a sí mismos en la confrontación con los demás.

Creemos que es necesario construir una cultura "europea", para poder colaborar entre las naciones del continente y dialogar con las culturas del este y del sur del mundo.

Nos comprometemos a acoger a toda persona, a valorar las ocasiones de contacto entre los pueblos que ya tenemos, y a crear nuevas redes de relaciones que ayuden a superar las barreras culturales, desarrollando la comprensión mutua a través de los lenguajes del arte, la música, el deporte, la religión...

Educación, formación y ocupación

Existen experiencias consolidadas y positivas de intercambio entre estudiantes, que permiten vislumbrar un futuro sistema de formación continental. Reconocemos también la tendencia a una mayor movilidad de los jóvenes trabajadores a escala europea. Deseamos un mercado común de ideas libres y accesibles, en un sistema educativo escolar capaz de ayudar a la persona a crecer integralmente, en las dimensiones humana, cultural, social y espiritual, y capaz de acompañar a los jóvenes en las nuevas modalidades de acceso al trabajo.

Nos comprometemos a promover una cultura de los valores humanos y cristianos, a aumentar la conciencia europea en los ambientes formativos, y a ser educadores para las futuras generaciones.
Familia

180 En la experiencia de muchos jóvenes, la familia desempeña un papel fundamental como núcleo de estabilidad y escuela de valores para el crecimiento de la persona. En cambio, otros viven -a menudo con sufrimiento- la inestabilidad de los vínculos afectivos. Deseamos una Europa en la que los hijos puedan crecer en un ambiente sereno, seguro y promovido por adecuadas políticas familiares, particularmente atentas a las parejas de matrimonios jóvenes.

Como ciudadanos, nos comprometemos a defender a la familia fundada en el matrimonio; como hijos, nos comprometemos a vivirla como lugar de convivencia respetuosa entre las generaciones; como jóvenes, nos comprometemos a educarnos para la entrega mutua y para construir vínculos fundados en la responsabilidad con respecto a los demás y a la comunidad en que vivimos.

Ciudadanía y participación

La Unión europea ha sido fruto de un fecundo trabajo político, que ha permitido la armonización de sistemas jurídico-económicos entre países muy diversos. Deseamos que se promueva cada vez más la participación efectiva de todos los ciudadanos europeos y, en particular, de los jóvenes.
Nos comprometemos a superar un planteamiento individualista en lo que atañe a los derechos del hombre, a reconocer, desarrollar y valorar la presencia de las personas dentro de las realidades intermedias de participación social (familias, asociaciones, comunidades religiosas, organizaciones...), que son lugares en los que la democracia se experimenta y madura.

Paz y desarrollo

La voluntad de paz, que ha hecho surgir la Unión europea, sigue siendo su vocación. Los jóvenes europeos sabemos que nuestras opciones influyen en el presente y en el futuro del resto de los habitantes del mundo. Queremos que la persona y su dignidad estén siempre en el centro de los procesos de desarrollo social, económico, cultural y ambiental, en una Europa que promueva la paz y la justicia en el escenario mundial.

Nos comprometemos a asumir estilos de vida sostenibles, y a aprender a gestionar sin violencia los conflictos. Nos comprometemos a valorar las experiencias de voluntariado y cooperación internacional que pueden contribuir a la formación de los nuevos ciudadanos europeos.
Información

Los jóvenes europeos contamos cada vez con más posibilidades y con numerosos instrumentos de acceso a la información. Sin embargo, existen algunos problemas, desde la falta de una información europea, hasta la escasa tutela de la libertad y de la verdad, en nombre de intereses económicos, políticos o nacionalistas. Deseamos una información transparente en los medios de comunicación social y en las relaciones entre instituciones públicas y ciudadanos, que nos ayude a sentirnos europeos.

Nos comprometemos a educarnos en el uso de los medios de comunicación, a crear los espacios necesarios para el análisis crítico de las informaciones que recibimos y favorecer el acceso a todo lo que permita un mayor conocimiento de la realidad de los demás países del continente.

181 Los compañeros de viaje

Ante la grandeza de estas perspectivas, sentimos la necesidad de solicitar la compañía de nuestros coetáneos y de las personas de buena voluntad, a las que hacemos una propuesta.

A los demás jóvenes cristianos

¡Sentíos felices de ser cristianos! Como el apóstol Santiago, sed testigos de Cristo con obras y palabras, viviendo con alegría en la Iglesia, y ayudándole a caminar al paso de los tiempos.
Preparaos seriamente, con la oración, el estudio y el compromiso personal a ser una presencia significativa en el barrio, en la parroquia, en las asociaciones, en el mundo del trabajo... Sin miedos ni complejos, sed "jóvenes en la Iglesia, cristianos en el mundo".

A todos los demás jóvenes

Juntos, sin prejuicios, podemos realizar una "revolución pacífica" para construir una Europa más democrática, más justa y que sea expresión de la sociedad civil.

Os proponemos poner a la persona en el centro de todos vuestros proyectos, apostando y creyendo en su pleno desarrollo.

Os ofrecemos a Cristo como referencia y modelo de vida, capaz de dar sentido a la existencia y saciar la sed de felicidad.

A los adultos

¡No tengáis miedo de ser adultos! Necesitamos personas que nos acompañen y sean modelos de vida.

182 Queremos entablar un diálogo para compartir experiencias y deseos, para colaborar juntos, conscientes de que seremos nosotros quienes llevaremos adelante la construcción de Europa.

Os pedimos que confiéis en los jóvenes y nos sostengáis, dejándoos estimular por nuestra juventud.

Sabemos que los demás continentes miran a Europa y a sus jóvenes, esperando una respuesta valiente a los desafíos que plantea el tercer milenio a la humanidad. Sentimos que, con la ayuda de Dios, lograremos construir la Europa de la esperanza, respondiendo a la llamada de Cristo con el mismo entusiasmo del apóstol Santiago: "¡Podemos!".

Monte del Gozo, 7 de agosto de 2004








A LA ASOCIACIÓN "SANTA CECILIA" Y A LOS "PUERI CANTORES"


Sábado 4 de septiembre de 2004



1. Me dirijo ahora a vosotros, amadísimos responsables y socios de la asociación italiana "Santa Cecilia", reunidos en Roma para un congreso sobre el canto gregoriano en la liturgia, con ocasión del XIV centenario de la muerte de san Gregorio Magno. Os dirijo mi cordial saludo y expreso mi gratitud y mi aprecio por el empeño que ponéis en el campo de la música sagrada, siempre atentos a las enseñanzas del Magisterio. De este modo, dais una valiosa contribución a la puesta en práctica de la reforma litúrgica del concilio Vaticano II. A la vez que os renuevo mi apoyo, os bendigo de corazón a todos vosotros y a toda la asociación, así como a los numerosos cantores que hoy y mañana animarán las celebraciones en el Vaticano.

2. Señoras y señores, me alegra acogeros y saludaros a vosotros, que representáis a la Federación internacional Pueri cantores y estáis reunidos en asamblea general en Roma.

Me complace que, gracias a vuestra asociación, miles de niños y jóvenes en el mundo participan de la belleza de la liturgia, contribuyendo así a "expresar adecuadamente el Misterio, captado en la plenitud de la fe de la Iglesia y según las indicaciones pastorales oportunamente expresadas por la autoridad competente" (Ecclesia de Eucharistia EE 50). Os animo vivamente a cuidar la formación de estos jóvenes, para que con su canto sean miembros activos de la Iglesia y auténticos testigos del Evangelio de Cristo.

Os imparto de todo corazón la bendición apostólica.








A LOS PEREGRINOS QUE HABÍAN PARTICIPADO


EN LA BEATIFICACIÓN DE PERE TARRÉS I CLARET


Martes 7 de septiembre de 2004



Saludo con afecto al Señor Cardenal Ricardo María Carles, a los Arzobispos y Obispos de Cataluña que, acompañados de tantos peregrinos, han participado en la beatificación del médico y sacerdote Pere Tarrés i Claret, dos vocaciones inseparables en él.

[en catalán]

183 La vida del nou Beat, plena d’una profunda devoció a la Mare de Déu, estava centrada en Jesús, al qual es va entregar totalment com apòstol de la joventut, especialment en la Federació de Joves Cristians de Catalunya i en l’Acció Catòlica.

[La vida del nuevo Beato, llena de una profunda devoción a la Madre de Dios, estaba centrada en Jesús, al cual se entregó totalmente como apóstol de la juventud, especialmente en la Federació de Joves Cristians de Catalunya y en la Acción Católica.]

Pere Tarrés sigue siendo ejemplo para los médicos, porque amaba al enfermo como persona, ayudándolo a curar o soportar el dolor. Asimismo, como hombre de corazón indiviso y por su entrega incansable a los fieles y a los diversos apostolados que le fueron confiados, es también modelo para los sacerdotes de hoy.

El Beato Tarrés nunca perdió el amor al sacrificio, siendo por ello un luminoso ejemplo para cuantos, aun en medio de muchas dificultades, consagran su vida a la causa del Reino de Dios a través de un servicio generoso a los hermanos más necesitados.

Al encomendaros a todos a la intercesión del nuevo Beato, os imparto de corazón la Bendición Apostólica.








AL MOVIMIENTO DE SCHÖNSTATT


EN EL 90° ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN


Jueves 9 de septiembre de 2004



Queridos hermanos y hermanas del movimiento internacional de Schönstatt:

1. Con alegría os doy la bienvenida aquí, en Castelgandolfo. En estos días, en la ciudad eterna habéis participado en la inauguración del santuario Matri Ecclesiae. La construcción de un centro internacional de Schönstatt en Roma pone de manifiesto y profundiza el vínculo de vuestro movimiento con el Sucesor de Pedro y con la madre Iglesia.

Agradezco de corazón al presidente de la presidencia general sus amables palabras, que muestran cómo las diferentes ramas de vuestro movimiento se inspiran en su amor a la Iglesia con vistas al apostolado en el mundo de hoy y en su ideal de santidad cristiana.

2. En vuestro movimiento crece la responsabilidad por la sociedad y por la penetración del espíritu del cristianismo en las relaciones sociales. Siempre he tratado de suscitar en nuestra Iglesia este espíritu de responsabilidad con respecto al mundo. Por eso, deseo animaros en este compromiso, que puede asumir formas diferentes. De él forma parte también la defensa concreta de la vida precisamente frente al peligro y la amenaza de una cultura de muerte cada vez más generalizada, como lo demuestra de modo terrible la práctica del aborto. A todos los fieles se les exhorta a dar las "señales luminosas" que el mundo necesita siempre.

El compromiso de Schönstatt se dirige especialmente a la familia como célula fundamental de la Iglesia, de la cultura y de la sociedad. Siguiendo el consejo de vuestro fundador, dad a la cruz y a la imagen de María un sitio de honor en vuestros hogares, para que lleguen a ser "santuarios domésticos de la Iglesia" (cf. Familiaris consortio FC 55), donde actúe María como Madre y educadora.


Discursos 2004 174