Discursos 2004 184

184 Así, María, como "Madre peregrina de Dios", sigue acercándose a los hombres, para que experimenten su amor materno.

Nuestra Iglesia necesita una renovación de la vida de fe y de la actividad apostólica. En este compromiso se encuentran unidos todos los movimientos espirituales y las comunidades eclesiales que el Espíritu de Dios ha suscitado en el umbral del tercer milenio. Son una respuesta de la Providencia a los numerosos desafíos de nuestro tiempo.

3. Vuestro nuevo santuario romano está dedicado a María, Madre de la Iglesia. Que la Ancilla Domini os acompañe y guíe en vuestro servicio a la Iglesia, para que así se manifiesten cada vez con mayor claridad los rasgos de la Mater Ecclesiae en el Cuerpo de Cristo.

Con este fin, os imparto de corazón la bendición apostólica a vosotros y a los miembros de vuestra gran familia en todo el mundo.






AL DÉCIMO GRUPO DE OBISPO DE ESTADOS UNIDOS


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 11 de septiembre de 2004



Palabras de Su Santidad al inicio de la audiencia



Queridos hermanos en el episcopado:

Con gran afecto os saludo a vosotros, obispos de la región eclesiástica de Pensilvania y Nueva Jersey. El cardenal Rigali ha mencionado que hoy se cumple el tercer aniversario de los ataques terroristas contra Estados Unidos. Os aseguro mi cercanía al pueblo norteamericano y me uno a vosotros en la oración para pedir el fin del azote del terrorismo y el crecimiento de la civilización del amor.

Nuestras reflexiones se centran hoy en el ejercicio de la potestad sagrada del obispo, que debe estar siempre arraigada en la autoridad moral de una vida marcada por su participación en la consagración y la misión de Cristo. Esto nos exige un estilo pastoral inspirado en el ejemplo de Cristo, el buen Pastor, con el fin de fomentar la santidad, la comunión y la misión en la comunidad eclesial.

Queridos hermanos, ojalá que, por intercesión de María inmaculada, patrona de vuestro país, obtengáis sabiduría y fuerza para guiar a las Iglesias encomendadas a vuestro cuidado pastoral. A todos os imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.



Discurso de Su Santidad


Queridos hermanos en el episcopado:

1. Con afecto fraterno os doy la bienvenida a vosotros, obispos de la región eclesiástica de Pensilvania y Nueva Jersey, con ocasión de vuestra visita quinquenal a las tumbas de san Pedro y san Pablo. Durante nuestros encuentros ad limina de este año os he invitado a vosotros y a vuestros hermanos en el episcopado de Estados Unidos a reflexionar conmigo sobre el significado del ministerio que se nos ha encomendado como "verdaderos y auténticos maestros de la fe, pontífices y pastores" (Christus Dominus CD 2). Hoy nuestras consideraciones se centran en el munus regendi, la potestad de gobierno por la cual los sucesores de los Apóstoles han sido elegidos por el Espíritu Santo como custodios de la grey y pastores de la Iglesia de Dios (cf. Hch Ac 20,28). Como atestigua la tradición constante de la Iglesia, esta autoridad apostólica es una forma de servicio al Cuerpo de Cristo. En cuanto tal, sólo puede estar inspirada y modelada por el amor abnegado del Señor, que vino a nosotros como un servidor (cf. Mc Mc 10,45) y, después de humillarse hasta lavar los pies de sus discípulos, les ordenó que hicieran lo mismo que él había hecho (cf. Jn Jn 13,15).

185 La existencia de un derecho y de un deber inequívocos de gobierno confiados a los sucesores de los Apóstoles es parte esencial de la constitución de la Iglesia querida por Dios (cf. Lumen gentium LG 18). Como potestad ministerial, otorgada para la edificación del Cuerpo (cf. 2Co 10,8), esta sacra potestas debe considerarse como uno de los dones jerárquicos (cf. Lumen gentium LG 4) concedidos a la Iglesia por su divino Fundador, y, por tanto, como elemento constitutivo de la sagrada Tradición, que comprende todo lo transmitido desde los Apóstoles como medio para preservar y fomentar la santidad y la fe del pueblo de Dios (cf. Dei Verbum DV 8). La historia demuestra ampliamente que el ejercicio firme y sabio de esta autoridad apostólica, de modo especial en los momentos de crisis, ha permitido a la Iglesia conservar su integridad, su independencia y su fidelidad al Evangelio frente a las amenazas internas y externas.

2. Partiendo de la rica reflexión sobre el munus regendi episcopal llevada a cabo por el Concilio, y a la luz de los desafíos de la nueva evangelización, el último Sínodo de los obispos insistió en la urgente necesidad de volver a una comprensión más plena y más auténticamente "apostólica" del oficio episcopal. El obispo es sobre todo un testigo, un maestro y un modelo de santidad, así como un administrador prudente de los bienes de la Iglesia. La potestad sagrada que ejerce legítimamente debería estar arraigada en la autoridad moral de una vida completamente marcada por su participación sacramental en la consagración y la misión de Cristo.

En efecto, "todo lo que dice y hace el obispo ha de revelar la autoridad de la palabra y los gestos de Cristo" (Pastores gregis ). En consecuencia, "el valor de la autoridad del obispo no se manifiesta en las apariencias, sino profundizando en el sentido teológico, espiritual y moral de su ministerio, fundado en el carisma de la apostolicidad" (ib.). Es necesario estimar a los obispos, como sucesores de los Apóstoles, no sólo por su autoridad y su potestad sagrada, sino sobre todo por su vida y su testimonio apostólico.

Durante nuestros encuentros, muchos habéis expresado vuestra preocupación por la crisis de confianza en los responsables de la Iglesia, provocada por los recientes escándalos relacionados con abusos sexuales, por la exigencia generalizada de fiabilidad en el gobierno de la Iglesia en todos los niveles, y por las relaciones entre los obispos, el clero y los fieles laicos. Estoy convencido de que hoy, como en cualquier otro momento crítico de su historia, la Iglesia encontrará los recursos para una auténtica renovación de sí misma en la sabiduría, el discernimiento y el celo de obispos excepcionales por su santidad. Reformadores santos como Gregorio Magno, Carlos Borromeo y Pío X comprendieron que la Iglesia sólo se "re-forma" auténticamente cuando vuelve a sus orígenes con una asimilación consciente de la Tradición apostólica y una revaloración purificadora de sus instituciones a la luz del Evangelio. En las actuales circunstancias de la Iglesia en Estados Unidos, esto supondrá un discernimiento espiritual y una crítica de ciertos estilos de gobierno que, aun con una legítima preocupación por una buena "administración" y una supervisión responsable, pueden correr el riesgo de alejar al pastor de los miembros de su grey y ofuscar su imagen como su padre y hermano en Cristo.

3. A este respecto, el Sínodo de los obispos reconoció la necesidad que tiene actualmente todo obispo de cultivar "un estilo pastoral cada vez más abierto a la colaboración de todos" (Pastores gregis ), fundado en una clara comprensión de la relación entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los bautizados (cf. Lumen gentium LG 10). Aunque el obispo mismo sigue siendo responsable de las decisiones autorizadas que está llamado a tomar en el ejercicio de su gobierno pastoral, la comunión eclesial "supone también la participación de todas las categorías de fieles, en cuanto corresponsables del bien de la Iglesia particular, de la cual ellos mismos forman parte" (Pastores gregis ). Dentro de una correcta eclesiología de comunión, el esfuerzo por crear mejores estructuras de participación, consulta y responsabilidad común no debe ser mal entendido como una concesión a un modelo secular y "democrático" de gobierno, sino como un requisito intrínseco del ejercicio de la autoridad episcopal y un instrumento necesario para fortalecer esta autoridad.

4. El ejercicio del munus regendi tiene como finalidad tanto congregar la grey en la unidad visible de una única profesión de fe vivida en la comunión sacramental de la Iglesia, como guiar esa grey, en la diversidad de sus dones y vocaciones, hacia un objetivo común: el anuncio del Evangelio hasta los confines de la tierra. En consecuencia, todo acto de gobierno eclesial debe estar encaminado a fomentar la comunión y la misión. Así, por su fin y su objetivo comunes, los tres munera de enseñar, santificar y gobernar son claramente inseparables e interdependientes: "El obispo, cuando enseña, al mismo tiempo santifica y gobierna al pueblo de Dios; mientras santifica, también enseña y gobierna; cuando gobierna, enseña y santifica" (Pastores gregis cf. Lumen gentium LG 20 y 27).

La experiencia enseña que cuando se da prioridad sobre todo a la estabilidad exterior, pueden perderse el impulso a la conversión personal, la renovación eclesial y el celo misionero, y puede surgir un falso sentido de seguridad. El período doloroso de autoexamen provocado por los acontecimientos de los dos últimos años sólo dará fruto espiritual si lleva a toda la comunidad católica que está en Estados Unidos a una comprensión más profunda de la naturaleza y la misión auténticas de la Iglesia, y a un compromiso más intenso para hacer que la Iglesia en vuestro país refleje, en todos los aspectos de su vida, la luz de la gracia y la verdad de Cristo. Aquí sólo puedo manifestar una vez más mi profunda convicción de que todos los fieles deben conocer los documentos del concilio Vaticano II, estudiándolos con esmero, puesto que estos textos normativos del Magisterio ofrecen la base para una auténtica renovación eclesial en obediencia a la voluntad de Cristo y en conformidad con la Tradición apostólica de la Iglesia (cf. Novo millennio ineunte NM 57).

5. Queridos hermanos, quiera Dios que al guiar a las Iglesias encomendadas a vuestro cuidado pastoral encontréis diariamente consuelo, apoyo y fuerza en los sacerdotes, los religiosos y los fieles laicos a los que servís. El ministerio al que habéis sido llamados es exigente e incluso gravoso, pero también es fuente de inmensa alegría espiritual y constituye un servicio indispensable para el crecimiento de los discípulos de Cristo en la fe, la esperanza y el amor. Con gran afecto os encomiendo a todos a las oraciones de María, Madre de la Iglesia, y de corazón os imparto mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Señor.












A LOS OBISPOS DE NUEVA ZELANDA


EN VISITA "AD LIMINA"


Lunes 13 de septiembre de 2004




Eminencia;
queridos hermanos en el episcopado:

186 1. "No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como servidores vuestros" (2Co 4,5). Con estas significativas palabras de san Pablo os doy cordialmente la bienvenida a vosotros, obispos de Nueva Zelanda, y agradezco a monseñor Browne los cordiales sentimientos que ha manifestado en vuestro nombre. Correspondo a ellos con afecto y os aseguro mis oraciones por vosotros y por los fieles confiados a vuestro cuidado pastoral. Vuestra primera visita ad limina Apostolorum en este nuevo milenio constituye una ocasión para dar gracias a Dios por el inmenso don de la fe en Jesucristo, tan apreciado por los pueblos de vuestro país (cf. Ecclesia in Oceania, 1). Esa misma fe, por la que san Pedro y san Pablo derramaron su sangre, vio desde los primeros siglos a la Iglesia de Roma como "la referencia última de la comunión" (Pastores gregis ). Al venir a ver a Pedro (cf. Ga Ga 1,18) desde una nación insular tan distante, testimoniáis la fuerza de esta comunión que "tutela las legítimas diversidades y, al mismo tiempo, vigila para que la particularidad no sólo no dañe a la unidad, sino que la sirva" (Pastores gregis ).

2. Nueva Zelanda posee una gloriosa herencia, impregnada de una rica diversidad cultural, pero, como muchos otros países, hoy sufre los efectos de un secularismo desenfrenado. Esta radical "ruptura entre Evangelio y cultura" (Evangelii nuntiandi EN 20) se manifiesta como "crisis de sentido" (cf. Fides et ratio ): la distorsión de la razón por grupos con intereses particulares y el individualismo exagerado son ejemplos de esta perspectiva de vida que descuida la búsqueda del fin último y el significado de la existencia humana. En efecto, vuestros informes indican claramente la necesidad urgente del mensaje liberador de Cristo en una sociedad que experimenta las trágicas consecuencias del eclipse del sentido de Dios: el alejamiento de la Iglesia; el debilitamiento de la vida familiar; la facilitación del aborto y de la prostitución; una visión errónea de la vida, que busca el placer y el "éxito" más bien que la bondad y la sabiduría.

Ante esta inquietante situación, los neozelandeses esperan que seáis hombres de esperanza, que anuncien y enseñen con celo el esplendor de la verdad de Cristo que disipa las tinieblas e ilumina el verdadero camino de vida. Sabed que el Señor mismo está cerca de vosotros.
Escuchad su voz: "¡Ánimo!, soy yo, no temáis" (Mc 6,50). Confío en que, con vuestro corazón y vuestra mente firmemente fijos en Cristo, conduciréis a los demás de las limitaciones del pensamiento superficial a la luminosidad del amor de Dios. En efecto, sólo mediante la contemplación de la belleza insondable del destino final de la humanidad -la vida eterna en el cielo- pueden explicarse adecuadamente las numerosas alegrías y tristezas diarias, permitiendo a las personas afrontar los desafíos de la vida con la confianza que brota de la fe y de la esperanza.

3. Todos los fieles de Aotearoa, por su vocación bautismal, están llamados a compartir vuestro testimonio de la esperanza que tiene la Iglesia (cf. 1P 3,15). No existe mejor modo de hacerlo que la participación alegre en el culto. La misa dominical, más que cumplimiento de una solemne obligación, es una epifanía gloriosa de la Iglesia en la que el pueblo santo de Dios, participando activa y plenamente en la misma celebración litúrgica (cf. Dies Domini, 34), testimonia "el día de la fe por excelencia", "un día indispensable", "el día de la esperanza cristiana".

El debilitamiento de la observancia de la misa dominical, del que cada uno de vosotros ha hablado con profunda preocupación, disminuye la luz del testimonio de la presencia de Cristo en vuestro país. Cuando el domingo se subordina al concepto popular de "fin de semana" y queda indebidamente dominado por la diversión y el deporte, las personas, en vez de ser verdaderamente santificadas y revitalizadas, quedan atrapadas en una búsqueda incesante, y a menudo sin sentido, de novedad, y no experimentan la frescura del "agua viva" de Cristo (Jn 4,11). A este respecto, citando las palabras de la carta a los Hebreos, me uno a vosotros para exhortar a los laicos de Nueva Zelanda, y de modo especial a los jóvenes, a que permanezcan fieles a la celebración de la misa dominical: "Mantengamos firme la confesión de la esperanza, (...) sin abandonar vuestra propia asamblea, antes bien, animándonos" (He 10,23-25).

4. En su sagrada liturgia la Iglesia encuentra fuerza e inspiración para su misión evangelizadora. Esto se expresó con gran claridad durante el Sínodo para Oceanía: "La finalidad por la que se está con Jesús es partir desde Jesús, contando siempre con su fuerza y su gracia" (Ecclesia in Oceania, 3). Esta dinámica, articulada durante la oración después de la comunión y el rito de conclusión de toda misa (cf. Dies Domini, 45), lleva a todo cristiano a la tarea de la evangelización de la cultura. Es un deber que ningún creyente puede descuidar. Los discípulos de Cristo, enviados por el Señor mismo a la viña, es decir, a los hogares, las escuelas, los lugares de trabajo y las organizaciones civiles, no tienen tiempo para "estar en la plaza ociosos" (Mt 20,3), ni pueden estar tan absorbidos por los aspectos internos de la vida parroquial, que descuiden el mandato de evangelizar activamente a los demás (cf. Christifideles laici CL 2). Estimulados por la palabra y fortalecidos por los sacramentos, los seguidores de Jesús deben volver a su "viña" con el deseo de "hablar" de Cristo y "mostrarlo" al mundo (cf. Novo millennio ineunte NM 16).

Queridos hermanos, vuestras cartas pastorales son un excelente testimonio de que buscáis presentar seriamente la verdad de Cristo en el ámbito público. Las relaciones cordiales que habéis entablado diligentemente con las autoridades gubernamentales os permiten permanecer firmes, cuando es necesario, en vuestra valoración de sus deliberaciones. A este respecto, os animo a seguir asegurando que vuestras declaraciones transmitan con claridad toda la enseñanza del magisterio de la Iglesia. Entre los numerosos desafíos que debéis afrontar en la actualidad a este respecto está la necesidad de defender la santidad y unicidad del matrimonio. La institución del matrimonio, establecido por el Creador con una naturaleza y una finalidad propias, preservado por la ley moral natural, y presente en todas las culturas, implica necesariamente la complementariedad del marido y de la mujer, que participan en la actividad creadora de Dios procreando y educando a sus hijos. Los esposos merecen justamente un reconocimiento legal específico y categórico por parte del Estado, mientras que cualquier intento de equiparar con el matrimonio otras formas de cohabitación viola su papel único en el plan de Dios para la humanidad.

5. Dentro del contexto de la evangelización de la cultura, deseo destacar la notable contribución de vuestras escuelas católicas. Su crecimiento ha enriquecido la fe de la comunidad cristiana y ha contribuido a la promoción de la excelencia de la nación. Sin embargo, la calidad de nuestras escuelas no se puede medir sólo en cifras. Las escuelas católicas hoy deben ser agentes activos de evangelización en el centro de la vida parroquial. Con este fin, me dirijo en particular a los generosos y sinceros fieles jóvenes de Nueva Zelanda: Afrontad vuestra educación religiosa con entusiasmo. Escuchad la voz de Jesús, que os llama a participar en la vida de su familia, la Iglesia. Ocupad el lugar que os corresponde en la vida parroquial.

La catequesis y la educación religiosa hoy es un apostolado arduo. Doy las gracias y animo a los numerosos laicos, hombres y mujeres que, junto con los religiosos, se esfuerzan con entrega incondicional por asegurar que "los bautizados (...) sean cada vez más conscientes del don recibido de la fe" (Gravissimum educationis GE 2). Como obispos, tenéis la grave obligación de ayudar a los profesores a profundizar en su testimonio personal de Jesucristo entre los jóvenes y a aumentar su disponibilidad a enseñar a los alumnos a orar, haciendo así aún mayor su contribución a la naturaleza y a la misión específicas de la educación católica. Eso exige, sobre todo en los profesores especializados, una sólida formación teológica y espiritual que esté en armonía con la de vuestros sacerdotes; eso pone también de manifiesto la necesidad de asegurar que vuestras capellanías de educación superior sean fuentes vibrantes de catequesis eficaz. En esta ocasión deseo, asimismo, hacer un llamamiento en particular a los religiosos de vida apostólica: fortaleced vuestro compromiso en favor del apostolado educativo y escolar. En los lugares donde los jóvenes se alejan fácilmente del camino de la verdad y de la libertad auténtica, el testimonio que dan las personas consagradas de los consejos evangélicos es un don maravilloso e insustituible.

6. Queridos hermanos, habéis promovido asiduamente la colaboración en vuestra guía de la Iglesia en Nueva Zelanda, haciendo lo posible por "recorrer juntos el camino común de fe y misión" (Pastores gregis ). La colaboración auténtica no debilita nunca el derecho y el deber claros e inequívocos de gobierno que pertenecen al "munus" episcopal; al contrario, es uno de los frutos de su plenitud. Sé que contáis con la ayuda desinteresada de vuestros sacerdotes y, juntamente con vosotros, doy gracias a Dios por su generosidad y su compromiso pastoral. Aseguradles que los fieles cristianos dependen de ellos y los aprecian mucho. Del mismo modo, es preciso animar a los sacerdotes religiosos, a los hermanos y las hermanas, en su esfuerzo por fomentar la comunión eclesial con su presencia, su servicio y su apostolado en vuestras diócesis. La vida consagrada, un don concedido a la Iglesia, está en su mismo corazón y manifiesta la profunda belleza de la vocación cristiana al amor desinteresado y abnegado. En sintonía con vuestros esfuerzos encaminados a promover una "cultura de la vocación", exhorto a los religiosos a proponer de nuevo a los jóvenes el ideal de consagración y misión que se encuentra en los diversos estados de vida eclesial, que existen "para que el mundo crea" (Jn 17,21).

187 7. Con afecto y gratitud fraterna os ofrezco estas reflexiones y os animo a compartir los frutos del carisma de la verdad que el Espíritu os ha concedido. Unidos en el anuncio de la buena nueva de Jesucristo y guiados por el ejemplo de los santos, proseguid con esperanza. Invocando sobre vosotros la intercesión de María, "Estrella de la nueva evangelización", os imparto cordialmente mi bendición apostólica a vosotros y a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles laicos de vuestras diócesis.










A LOS OBISPOS QUE PARTICIPABAN


EN UN ENCUENTRO DE FORMACIÓN


Jueves 16 de septiembre de 2004




Señor cardenal;
queridos hermanos en el episcopado:

1. Os saludo a vosotros, que participáis en el encuentro de formación organizado por la Congregación para la evangelización de los pueblos, con el fin de ayudaros en la tarea que habéis recibido para el servicio de las Iglesias de los países de misión. Agradezco al cardenal Crescenzio Sepe, prefecto del dicasterio, las amables palabras que acaba de dirigirme en vuestro nombre, y doy las gracias a todos los que han preparado y animan esta sesión.

2. Me alegro de la vitalidad de vuestras Iglesias. En todas las culturas, están llamadas a manifestar la comunión de la única Iglesia de Cristo, con fidelidad al Magisterio. Vuestra primera preocupación consiste en ser guardianes celosos de la integridad de la fe y de la unidad de la Iglesia. Llamados a seguir a Cristo, esforzaos por acrecentar siempre la comunión con el Romano Pontífice y con los demás obispos, especialmente en el seno de la misma Conferencia episcopal y de la misma provincia eclesiástica (cf. Pastores gregis ).

3. Sed modelos para el pueblo cristiano, sacando de un itinerario espiritual, de una intensa vida sacramental y de la formación permanente la fuerza para ser servidores del Evangelio. En la exhortación apostólica postsinodal Pastores gregis señalé que el ministerio de santificación de los obispos está ordenado a la santidad del pueblo de Dios, y añadí: "En su ministerio, (el obispo) debe promover incansablemente una auténtica pastoral y pedagogía de la santidad" (n. 41).
Para guiar al pueblo de los creyentes hacia la verdadera santidad y manifestar la esperanza cristiana, cada uno de vosotros ha de hacer suya la perspectiva de san Pablo: "Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es, más bien, un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1Co 9,16).

4. Queridos hermanos en el episcopado, dentro de algunos días volveréis a vuestras comunidades, con mucha frecuencia probadas. Aseguradles la oración del Papa por sus intenciones y su cercanía afectuosa. Decid a los sacerdotes que la Iglesia cuenta con ellos para que sean testigos con la palabra y con toda su vida. La Virgen María, Reina de las misiones, os ayude en el servicio que se os ha confiado. A todos vosotros, a vuestras diócesis así como a los organizadores de esta sesión de formación, imparto de buen grado una particular bendición apostólica.










A LOS DIRIGENTES DEL GRUPO BANCARIO ITALIANO "CAPITALIA"


Viernes 17 de septiembre de2004



Ilustres señores,
amables señoras:

188 1. En el segundo aniversario de la constitución de vuestro Grupo bancario, habéis querido manifestarme vuestra cercanía y renovarme la expresión de vuestros sentimientos de deferencia. Os lo agradezco y os doy mi bienvenida. En particular, doy las gracias a vuestro presidente por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos.

El complejo mundo del crédito estimula la reflexión de la Iglesia por las numerosas implicaciones éticas que lo conciernen. En efecto, sería decididamente insuficiente limitarse a la búsqueda del máximo lucro; al contrario, es preciso referirse siempre a los valores superiores de la vida humana, si se quiere ayudar al crecimiento verdadero y al pleno desarrollo de la comunidad. A este propósito, el gran economista católico Giuseppe Toniolo afirmó que la moral cristiana debe considerarse "el factor más potente para suscitar en los pueblos las energías económicas y para garantizar sus relaciones más regulares y eficaces" (Trattato di economia sociale, I, 94).

2. Desde esta perspectiva, vuestra presencia en la sociedad puede contribuir al verdadero progreso, apoyando todas las iniciativas válidas de personas y grupos que recurren a vosotros para sus legítimas necesidades de servicios financieros y económicos.

Ojalá que vuestro trabajo esté siempre sostenido por esta visión superior, de modo que contribuya al bien de cuantos se benefician de vuestra actividad y, más en general, de toda la comunidad en la que trabajáis.

Con estos sentimientos, a la vez que invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la abundancia de los favores celestiales, os imparto de corazón mi bendición.








A LOS OBISPOS NOMBRADOS EN EL ÚLTIMO AÑO


QUE PARTICIPABAN EN UN CURSO DE ACTUALIZACIÓN


Viernes 17 de septiembre de 2004



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado:

1. Con gran afecto os acojo y os saludo a todos vosotros, que participáis en el encuentro de actualización organizado por las Congregaciones para los obispos y para las Iglesias orientales.
Saludo a los prefectos de ambos dicasterios, los señores cardenales Giovanni Battista Re y Moussa Daoud, que han reunido oportunamente a pastores de las dos grandes tradiciones de la Iglesia universal, la occidental y la oriental.

A la vez que agradezco al cardenal Re las cordiales expresiones con las que ha interpretado los sentimientos comunes, deseo congratularme con vosotros, queridos y venerados hermanos, que habéis aceptado la invitación a vivir estos días de intensa fraternidad episcopal. Este tipo de iniciativas favorecen la comunicación y la comunión entre las Iglesias y la solicitud concorde del cuerpo episcopal con respecto a la grey del Señor, a cuyo servicio está todo obispo.

189 2. En efecto, con la consagración, el obispo se convierte de modo pleno en maestro, sacerdote y guía de la comunidad cristiana. Por tanto, en el centro de su ministerio debe estar siempre Cristo, el divino Maestro, presente tanto mediante la palabra de la Escritura como mediante el sacramento de la Eucaristía.

En la exhortación apostólica Pastores gregis recordé que la Eucaristía ocupa el centro del "munus sanctificandi" del obispo (cf. n. 37). Deseo vivamente que el Año de la Eucaristía, que se iniciará el próximo 17 de octubre con la clausura del Congreso eucarístico internacional, constituya una ocasión providencial para profundizar más en la importancia central del sacramento eucarístico en la vida y en la actividad de las Iglesias particulares. En torno al altar se fortalecen los vínculos de la caridad fraterna y se reaviva en todos los creyentes su conciencia de que pertenecen al único pueblo de Dios, cuyos pastores son los obispos.

3. Como obispos tenéis la misión de velar por la celebración de los sacramentos y por el culto en general. Tutelad las expectativas de los fieles de tener una celebración digna, en la que nada se deje a la improvisación o al azar. En efecto, la liturgia es la gran escuela de la vida cristiana, donde se adora, se ama, se conoce al Señor y se fortalece la voluntad de seguir al Maestro y el propósito de dar un testimonio coherente.

Por otra parte, sois conscientes de que el ministerio de santificación requiere el testimonio de una vida santa. El Espíritu de Dios, que os ha santificado por la consagración episcopal, espera vuestra generosa respuesta diaria. Vuestra santidad no es sólo un hecho personal, sino que redunda siempre en beneficio de los fieles (cf. Pastores gregis ), confiriendo la autoridad moral que da eficacia al ejercicio del ministerio. El testimonio de nuestra vida debe ser la confirmación de lo que enseñamos.

4. Amadísimos hermanos en el episcopado, os exhorto a alimentar en el altar la llama del amor a Cristo, corroborando cada día, al calor de ella, vuestra voluntad de entregaros a Dios y a la Iglesia.
María, "Mujer eucarística", y la multitud de los apóstoles y de los obispos santos sostengan vuestros pasos y vuestro ministerio con su intercesión.

Con estos sentimientos, os imparto mi bendición, que extiendo de buen grado a las comunidades confiadas a vuestra solicitud pastoral.








A LA SEÑORA NEVINE SIMAIKA HALIM ABDALA


NUEVA EMBAJADORA DE EGIPTO ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 18 de septiembre de 2004



Señora embajadora:

1. Me alegra darle la bienvenida a su excelencia con ocasión de la presentación de las cartas que la acreditan como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la República árabe de Egipto ante la Santa Sede.

Le doy vivamente las gracias por haberme transmitido las cordiales palabras que ha querido dirigirme su excelencia el señor Mohamed Hosni Mubarak, presidente de la República. Le ruego tenga la bondad de expresarle, de mi parte, los mejores deseos para su persona y para la prosperidad del pueblo egipcio.

190 2. Usted ha recordado, señora embajadora, la necesidad de construir una cultura de la paz, a fin de permitir una solidaridad real entre los hombres y favorecer de verdad un futuro de concordia entre las naciones. Como la Santa Sede no cesa de recordar en estos tiempos turbulentos, sólo podrá haber tranquilidad duradera en las relaciones internacionales, si la voluntad de diálogo prevalece sobre la lógica del enfrentamiento. En Irak, donde la vuelta a la paz civil parece tan difícil de realizar; en Tierra Santa, lamentablemente desfigurada por un conflicto sin fin que se alimenta de odios y recíprocos deseos de venganza; o en otros países desgarrados por el terrorismo que afecta tan cruelmente a los inocentes, dondequiera la violencia manifiesta su horror y su incapacidad de resolver los conflictos. La violencia no produce nada bueno; sólo odio, destrucción y muerte. Una vez más apelo a la comunidad internacional recordándole su deber de favorecer la vuelta a la razón y a las negociaciones, único camino posible de salida para los conflictos entre los hombres, pues todos los pueblos tienen derecho a vivir en la serenidad y la paz.

Usted, señora embajadora, ha destacado cómo la voluntad de servir a la paz es una de las principales preocupaciones de la Santa Sede. Por mi parte, me complace recordar la cultura de su país y su tradicional política, que le han otorgado, a través de las vicisitudes de la historia, y le otorgan un puesto particular en las relaciones entre las naciones, en los confines de los continentes africano y asiático, para promover la paz y la reconciliación entre los hombres y entre los pueblos.

3. Garantizar la paz, el bienestar y la seguridad de los ciudadanos es uno de los principales deberes del Estado. Implica garantizar la igualdad de todos ante la ley, como usted, excelencia, ha recordado a propósito del lugar de la mujer en la sociedad egipcia, y favorecer el respeto mutuo y el buen entendimiento entre los distintos componentes de la nación. Sé que se puede contar con la vigilancia de las autoridades egipcias para garantizar a todos los ciudadanos en particular el principio de la libertad de culto y de religión, que es una forma eminente de la libertad de las personas y, por tanto, forma parte de los derechos humanos fundamentales. Apelo a todos los responsables de la sociedad civil para que se respeten efectivamente estos derechos de las personas dondequiera que vivan comunidades de cristianos, sin que tengan que temer ninguna forma de discriminación o de violencia. Los católicos de Egipto, por su parte, se sienten felices de participar activamente en el desarrollo de su país, esforzándose siempre por mantener relaciones cordiales con sus compatriotas.

4. Para realizar bien la construcción de la paz, misión esencial con vistas al futuro de la humanidad, las religiones desempeñan un papel importante. Todas tienen una palabra sobre el hombre, acerca de sus deberes con respecto al Creador, a sí mismo y a sus semejantes. Difunden una enseñanza que honra la vida como un don sagrado de Dios que el hombre debe respetar y amar. Por eso mismo, como he repetido en diversas ocasiones, las religiones están llamadas a comprometerse decididamente a denunciar y a rechazar cualquier recurso a la violencia como contraria a su finalidad propia, que es precisamente reconciliar a los hombres entre sí y con Dios. Al desempeñar tareas específicamente educativas en favor de los niños y los jóvenes, las religiones tienen a este respecto una responsabilidad importante en lo que atañe a los contenidos de su enseñanza, para que se combata y rechace cualquier enfoque sectario, y, por el contrario, para que se desarrolle y favorezca todo lo que permita un conocimiento más profundo y el respeto del otro. Puede tener la seguridad de que la Iglesia católica, por lo que a ella concierne, vela con determinación por el cumplimiento de esta misión.

La presencia en Egipto de la prestigiosa universidad Al-Azhar, que tuve la ocasión de visitar y que desempeña un papel fundamental en el mundo musulmán, brinda la oportunidad de proseguir e intensificar el diálogo interreligioso, particularmente entre cristianos y musulmanes. Es preciso lograr un mejor conocimiento mutuo de las tradiciones y de las mentalidades de las dos religiones, de su papel en la historia, así como de sus deberes en el mundo contemporáneo, a través de encuentros entre los responsables religiosos; pero también conviene suscitar el respeto y el deseo de conocimiento mutuo a nivel de las personas y de las comunidades de creyentes, en las ciudades y en las aldeas. Así, estimándose mutuamente, los cristianos y los musulmanes podrán colaborar mejor al servicio de la causa de la paz y de un futuro mejor para la humanidad.

5. Su presencia aquí, excelencia, me permite saludar cordialmente, a través de usted, a los pastores y a los fieles de los diferentes ritos que componen la comunidad católica de Egipto. Deseo que los fieles se esfuercen siempre por mantener entre sí relaciones fraternas y constructivas, poniendo en común sus riquezas específicas y rindiendo así homenaje a la unidad católica. Deben velar especialmente por la calidad del testimonio evangélico que dan a la población entera en las escuelas que dirigen y en las obras de caridad que ponen al servicio del país. Los invito a proseguir también el diálogo con sus hermanos cristianos, en particular de la Iglesia copta ortodoxa y de la Iglesia greco-ortodoxa, actualmente probada por la muerte de su pastor, Su Beatitud Petros VII, Patriarca de Alejandría y de toda África. Ojalá que se empeñen en colaborar, siempre que les sea posible, en las actividades comunes al servicio del hombre.

6. En este momento, en que inicia su noble misión de representación ante la Santa Sede, le expreso mis mejores deseos para su feliz cumplimiento. Señora embajadora, tenga la seguridad de que en mis colaboradores siempre encontrará acogida y comprensión.

Sobre su excelencia, sobre su familia, así como sobre todo el pueblo egipcio y sus dirigentes, invoco de corazón la abundancia de las bendiciones del Todopoderoso.










Discursos 2004 184