Audiencias 2004 12

12 Ciertamente, al que sufre nunca hay que dejarlo solo. A este respecto, deseo dirigir unas palabras de profundo aprecio a los que, con sencillez y espíritu de servicio, acompañan a los enfermos, tratando de aliviar sus sufrimientos y, en la medida de sus posibilidades, de curarlos de las enfermedades gracias a los progresos de la medicina. Pienso, de modo especial, en los profesionales de la salud, en los médicos, en los enfermeros, en los científicos y en los investigadores, así como en los capellanes de hospitales y en los voluntarios. Es un gran acto de amor cuidar de los que sufren.

4. "Sub tuum praesidium...", así hemos rezado al inicio de este encuentro. "Bajo tu amparo nos acogemos", Virgen Inmaculada de Lourdes, que te nos presentas como el modelo perfecto de la creación según el plan originario de Dios. A ti te encomendamos a los enfermos, a los ancianos y a las personas solas: alivia su dolor, enjuga sus lágrimas y obtén para cada uno la fuerza necesaria para cumplir la voluntad de Dios.

Sé tú el apoyo de todos los que cada día alivian las penas de sus hermanos. Y ayúdanos a todos a crecer en el conocimiento de Cristo, que con su muerte y resurrección destruyó el poder del mal y de la muerte.

¡Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros!

Saludos

(En francés)
Saludo cordialmente a todos los fieles reunidos en Lourdes en torno al cardenal Lozano Barragán con ocasión de la Jornada mundial del enfermo, y ruego de forma especial por aquellos de entre vosotros que están enfermos. En este año, en el que celebramos el 150° aniversario del dogma de la Inmaculada Concepción, pido a la Virgen María que os proteja. Queridos enfermos, y queridos hermanos y hermanas que los asistís, os encomiendo a todos a Nuestra Señora de Lourdes, a la que soléis invocar en ese santuario. A todos imparto de buen grado una afectuosa bendición apostólica.
. (En español)
Saludo a los peregrinos de lengua española, y exhorto a todos a valorar con espíritu cristiano el mundo del dolor y la enfermedad, así como a fomentar la cercanía y solidaridad con quienes más lo necesitan.

(En portugués)
Con ocasión de la Jornada mundial del enfermo, celebrada este año en el santuario mariano de Lourdes, dirijo mi pensamiento a todos aquellos que llevan en el cuerpo o en el espíritu el peso del sufrimiento; a cada uno renuevo mi expresión de estima y cercanía espiritual, de modo especial a los peregrinos portugueses asistidos por los Hermanos de San Juan de Dios. ¡Que Dios os bendiga!.

(En polaco)
13 Me dirijo de modo especial a todos los enfermos y a los que sufren. Os aseguro que os recuerdo en mi oración diaria. Que la Inmaculada Madre de Dios os conceda la gracia de unir vuestro sufrimiento al de Cristo agonizante. Que ella sostenga también a los que cuidan de los enfermos, a fin de que su noble amor les lleve alivio y esperanza. ¡Que Dios os bendiga!.

(En italiano)
Hoy es el 75° aniversario de la firma del Tratado y del Concordato entre la Santa Sede y el Estado italiano. Los Pactos Lateranenses marcaron un cambio positivo, de alcance histórico, en las relaciones entre Iglesia y Estado en Italia, abriendo el camino a una fecunda colaboración al servicio y en beneficio de toda la población.

Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular, saludo a los religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que con la profesión perpetua consagran su vida a Cristo y a la Iglesia. Saludo también a los estudiosos de la diócesis de Bolzano-Bressanone, que participan en un curso de historia de la Iglesia. Saludo asimismo a los representantes del Consejo nacional de peritos industriales, que han venido con ocasión del 75° aniversario de fundación de su asociación.

Por último, os saludo a vosotros, queridos jóvenes, queridos enfermos y queridos recién casados. ¡Que la santísima Virgen María de Lourdes os proteja siempre! Invocadla con confianza y hallaréis en ella consuelo y esperanza.






Miércoles 18 de febrero de 2004

El plan divino de la salvación

1. El espléndido himno de "bendición", con el que inicia la carta a los Efesios y que se proclama todos los lunes en la liturgia de Vísperas, será objeto de una serie de meditaciones a lo largo de nuestro itinerario. Por ahora nos limitarnos a una mirada de conjunto a este texto solemne y bien estructurado, casi como una majestuosa construcción, destinada a exaltar la admirable obra de Dios, realizada a nuestro favor en Cristo.

Se comienza con un "antes" que precede al tiempo y a la creación: es la eternidad divina, en la que ya se pone en marcha un proyecto que nos supera, una "pre-destinación", es decir, el plan amoroso y gratuito de un destino de salvación y de gloria.

2. En este proyecto trascendente, que abarca la creación y la redención, el cosmos y la historia humana, Dios se propuso de antemano, "según el beneplácito de su voluntad", "recapitular en Cristo todas las cosas", es decir, restablecer en él el orden y el sentido profundo de todas las realidades, tanto las del cielo como las de la tierra (cf. Ep 1,10). Ciertamente, él es "cabeza de la Iglesia, que es su cuerpo" (Ep 1,22-23), pero también es el principio vital de referencia del universo.

Por tanto, el señorío de Cristo se extiende tanto al cosmos como al horizonte más específico que es la Iglesia. Cristo desempeña una función de "plenitud", de forma que en él se revela el "misterio" (Ep 1,9) oculto desde los siglos y toda la realidad realiza -en su orden específico y en su grado- el plan concebido por el Padre desde toda la eternidad.

14 3. Como veremos más tarde, esta especie de salmo neotestamentario centra su atención sobre todo en la historia de la salvación, que es expresión y signo vivo de la "benevolencia" (Ep 1,9), del "beneplácito" (Ep 1,6) y del amor divino.

He aquí, entonces, la exaltación de la "redención por su sangre" derramada en la cruz, "el perdón de los pecados", la abundante efusión "de la riqueza de su gracia" (Ep 1,7). He aquí la filiación divina del cristiano (cf. Ep 1,5) y el "conocimiento del misterio de la voluntad" de Dios (Ep 1,9), mediante la cual se entra en lo íntimo de la misma vida trinitaria.

4. Después de esta mirada de conjunto al himno con el que comienza la carta a los Efesios, escuchemos ahora a san Juan Crisóstomo, maestro y orador extraordinario, fino intérprete de la sagrada Escritura, que vivió en el siglo IV y fue también obispo de Constantinopla, en medio de dificultades de todo tipo, y sometido incluso a la experiencia de un doble destierro.

En su Primera homilía sobre la carta a los Efesios, comentando este cántico, reflexiona con gratitud en la "bendición" con que hemos sido bendecidos "en Cristo": "¿Qué te falta? Eres inmortal, eres libre, eres hijo, eres justo, eres hermano, eres coheredero, con él reinas, con él eres glorificado. Te ha sido dado todo y, como está escrito, "¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (Rm 8,32). Tu primicia (cf. 1Co 15,20 1Co 15,23) es adorada por los ángeles, por los querubines y por los serafines. Entonces, ¿qué te falta?" (PG 62,11).

Dios hizo todo esto por nosotros -prosigue el Crisóstomo- "según el beneplácito de su voluntad". ¿Qué significa esto? Significa que Dios desea apasionadamente y anhela ardientemente nuestra salvación. "Y ¿por qué nos ama de este modo? ¿Por qué motivo nos quiere tanto? Únicamente por bondad, pues la "gracia" es propia de la bondad" (ib., 13).

Precisamente por esto -concluye el antiguo Padre de la Iglesia-, san Pablo afirma que todo se realizó "para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido hijo, redunde en alabanza suya". En efecto, Dios "no sólo nos ha liberado de nuestros pecados, sino que también nos ha hecho amables...: ha adornado nuestra alma y la ha vuelto bella, deseable y amable". Y cuando san Pablo declara que Dios lo ha hecho por la sangre de su Hijo, san Juan Crisóstomo exclama: "No hay nada más grande que todo esto: que la sangre de Dios haya sido derramada por nosotros. Más grande que la filiación adoptiva y que los demás dones es que no haya perdonado ni a su propio Hijo (cf. Rm 8,32). En efecto, es grande que nos hayan sido perdonados nuestros pecados, pero más grande aún es que eso se haya realizado por la sangre del Señor" (ib., 14).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial a los miembros de la Asociación de Feriantes de España y a los alumnos del colegio seminario de Barbastro, así como al grupo de peregrinos chilenos; a los mexicanos, venezolanos y peruanos. Que vuestra visita a la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo os reafirme en vuestra fe. Muchas gracias por vuestra atención. ¡Feliz año nuevo!

(En polaco)
Saludo a las autoridades de la universidad de Opole y al arzobispo Alfons Nossol, gran canciller de la facultad de teología. Saludo a la delegación de la ciudad de Olsztyn, encabezada por el presidente y el obispo metropolitano Edmund Piszcz. Dentro de poco bendeciré para vuestra ciudad el mosaico que representa a la Virgen de Stoczek Warminski. Que María, Reina de la paz, custodie las puertas de Olsztyn y a sus habitantes. Saludo cordialmente a los participantes en los ejercicios espirituales de Podhale, y a los representantes de los emigrantes polacos. Que vuestra adhesión a la fe y vuestro amor a la Iglesia y a las montañas sea vuestro signo y fuente de fuerza del espíritu. Bendigo de corazón a todos los presentes. Alabado sea Jesucristo.


(En italiano)
15 A los universitarios de Roma
Que la visita de la imagen de la Virgen de Loreto sea para todos vosotros una invitación a ser discípulos cada vez más fieles de Cristo. Os acompaño espiritualmente con la oración.

Dirigiéndose a los representantes de la Unión católica de Artistas, les presentó como modelo al beato Angélico, su patrono, cuya memoria se celebraba precisamente ese día.
Luego, prosiguió:

Que el ejemplo y la intercesión de este humilde discípulo de santo Domingo os sirvan de aliento a vosotros, queridos jóvenes, para vivir fielmente vuestra vocación cristiana. Que el beato Angélico os ayude, queridos enfermos, a ofrecer vuestros sufrimientos, en unión con los de Cristo, para la salvación de la humanidad; y a vosotros, queridos recién casados, os sostenga en el compromiso diario de fidelidad recíproca.





Marzo de 2004


Miércoles 10 de marzo de 2004

Oración por la victoria del Rey-Mesías

1. La invocación final: «Señor, da la victoria al rey y escúchanos cuando te invocamos» (Ps 19,10), nos revela el origen del salmo 19, que acabamos de escuchar y que meditaremos ahora. Por consiguiente, nos encontramos ante un salmo real del antiguo Israel, proclamado en el templo de Sión durante un rito solemne. En él se invoca la bendición divina sobre el rey principalmente «en el día del peligro» (v. 2), es decir, en el tiempo en que toda la nación es presa de una angustia profunda a causa de la pesadilla de una guerra. En efecto, se evocan los carros y la caballería (cf. v. 8), que parecen avanzar en el horizonte; a ellos el rey y el pueblo contraponen su confianza en el Señor, que defiende a los débiles, a los oprimidos, a las víctimas de la arrogancia de los conquistadores.

Es fácil comprender por qué la tradición cristiana transformó este salmo en un himno a Cristo rey, el «consagrado» por excelencia, «el Mesías» (cf. v. 7). Entra en el mundo sin ejércitos, pero con la fuerza del Espíritu, y lanza el ataque definitivo contra el mal y la prevaricación, contra la prepotencia y el orgullo, contra la mentira y el egoísmo. Resuenan en nuestros oídos, como fondo, las palabras que Cristo pronuncia dirigiéndose a Pilato, emblema del poder imperial terreno: «Sí (...), soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn 18,37).

2. Examinando la trama de este salmo, nos percatamos de que revela en filigrana una liturgia celebrada en el templo de Jerusalén. Se encuentra congregada la asamblea de los hijos de Israel, que oran por el rey, jefe de la nación. Más aún, al inicio se vislumbra un rito sacrificial, según el modelo de los diversos sacrificios y holocaustos ofrecidos por el rey al «Dios de Jacob» (Ps 19,2), que no abandona a «su ungido» (v. 7), sino que lo protege y sostiene.

16 La oración está fuertemente marcada por la convicción de que el Señor es la fuente de la seguridad: realiza el deseo expresado con confianza por el rey y toda la comunidad, a la que el rey está unido por el vínculo de la alianza. Ciertamente, se percibe un clima de guerra, con todos los temores y peligros que suscita. La palabra de Dios no se presenta entonces como un mensaje abstracto, sino como una voz que se adapta a las pequeñas y grandes miserias de la humanidad. Por eso, el salmo refleja el lenguaje militar y el clima que reina en Israel en tiempo de guerra (cf. v. 6), adaptándose así a los sentimientos del hombre que atraviesa dificultades.

3. En el texto de este salmo, el versículo 7 marca un cambio. Mientras los versículos anteriores expresan implícitamente peticiones dirigidas a Dios (cf. vv. 2-5), el versículo 7 afirma la certeza de que el Señor ha escuchado las oraciones: «Ahora reconozco que el Señor da la victoria a su ungido, que lo ha escuchado desde su santo cielo». El salmo no precisa en qué signo se basa para llegar a esa conclusión.

En cualquier caso, expresa netamente un contraste entre la posición de los enemigos, que cuentan con la fuerza material de sus carros y su caballería, y la posición de los israelitas, que ponen su confianza en Dios y, por eso, salen victoriosos. Se piensa espontáneamente en la célebre escena de David y Goliat: frente a las armas y a la prepotencia del guerrero filisteo, el joven hebreo opone la invocación del nombre del Señor, que protege a los débiles e inermes. En efecto, David dice a Goliat: «Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy contra ti en nombre del Señor de los ejércitos. (...) El Señor no salva por la espada ni por la lanza, porque del Señor es el combate» (
1S 17,45-47).

4. El salmo, a pesar de aludir a una circunstancia histórica concreta, vinculada a la lógica de la guerra, puede convertirse en una invitación a no dejarse arrastrar nunca por la violencia. También Isaías exclamaba: «¡Ay de los que se apoyan en la caballería, y confían en los carros porque abundan y en los jinetes porque son muchos; mas no han puesto su mirada en el Santo de Israel, ni han buscado al Señor» (Is 31,1).

A toda forma de maldad el justo opone la fe, la benevolencia, el perdón, el ofrecimiento de paz. El apóstol san Pablo exhortará a los cristianos: «No devolváis a nadie mal por mal; procurad hacer el bien ante todos los hombres» (Rm 12,17). Y san Eusebio de Cesarea (siglos III-IV), historiador de la Iglesia de los primeros siglos, comentando este salmo, ensanchará su mirada también al mal de la muerte, que el cristiano sabe que puede vencer por obra de Cristo: «Todas las potencias adversas y los enemigos de Dios ocultos e invisibles, puestos en fuga por el mismo Salvador, caerán derrotados. En cambio, todos los que hayan recibido la salvación, resucitarán de su antigua caída. Por eso, Simeón decía: “Este está puesto para caída y resurrección de muchos”, es decir, para la derrota de sus adversarios y enemigos, y para la resurrección de los que habían caído pero ahora han sido resucitados por él» (PG 23,197).

Saludos


Saludo a los peregrinos de lengua española; invito a todos a que, confiando plenamente en Cristo, único Salvador del género humano, cultiven sentimientos de reconciliación y de paz, que impregnen también las relaciones entre los grupos y pueblos del mundo entero.

(En italiano)
Mi pensamiento va, por último, a los jóvenes, enfermos y recién casados. El camino cuaresmal que estamos recorriendo os lleve, queridos jóvenes, a una fe en Cristo cada vez más consciente; aumente en vosotros, queridos enfermos, la esperanza en Cristo crucificado, que os sostiene en la prueba; y a vosotros, queridos recién casados, os ayude a hacer de vuestra vida familiar una misión de amor fiel y generoso.






Miércoles 17 de marzo de 2004

Acción de gracias por la victoria del Rey-Mesías

17
1. En el salmo 20 la liturgia de las Vísperas ha suprimido la parte que hemos escuchado ahora, omitiendo otra de carácter imprecatorio (cf. vv. 9-13). La parte conservada habla en pasado y en presente de los favores concedidos por Dios al rey, mientras que la parte omitida habla en futuro de la victoria del rey sobre sus enemigos.

El texto que es objeto de nuestra meditación (cf. vv. 2-8. 14) pertenece al género de los salmos reales. Por tanto, en el centro se encuentra la obra de Dios en favor del soberano del pueblo judío representado quizá en el día solemne de su entronización. Al inicio (cf. v. 2) y al final (cf. v. 14) casi parece resonar una aclamación de toda la asamblea, mientras la parte central del himno tiene la tonalidad de un canto de acción de gracias, que el salmista dirige a Dios por los favores concedidos al rey: "Te adelantaste a bendecirlo con el éxito" (v. 4), "años que se prolongan sin término" (v. 5), "fama" (v. 6) y "gozo" (v. 7).

Es fácil intuir que a este canto -como ya había sucedido con los demás salmos reales del Salterio- se le atribuyó una nueva interpretación cuando desapareció la monarquía en Israel. Ya en el judaísmo se convirtió en un himno en honor del Rey-Mesías: así, se allanaba el camino a la interpretación cristológica, que es, precisamente, la que adopta la liturgia.

2. Pero demos primero una mirada al texto en su sentido original. Se respira una atmósfera gozosa y resuenan cantos, teniendo en cuenta la solemnidad del acontecimiento: "Señor, el rey se alegra por tu fuerza, ¡y cuánto goza con tu victoria! (...) Al son de instrumentos cantaremos tu poder" (vv. 2. 14). A continuación, se refieren los dones de Dios al soberano: Dios le ha concedido el deseo de su corazón (cf. v. 3) y ha puesto en su cabeza una corona de oro (cf. v. 4). El esplendor del rey está vinculado a la luz divina que lo envuelve como un manto protector: "Lo has vestido de honor y majestad" (v. 6).

En el antiguo Oriente Próximo se consideraba que el rey estaba rodeado por un halo luminoso, que atestiguaba su participación en la esencia misma de la divinidad. Ciertamente, para la Biblia el soberano es considerado "hijo" de Dios (cf.
Ps 2,7), pero sólo en sentido metafórico y adoptivo. Él, pues, debe ser el lugarteniente del Señor al tutelar la justicia. Precisamente con vistas a esta misión, Dios lo rodea de su luz benéfica y de su bendición.

3. La bendición es un tema relevante en este breve himno: "Te adelantaste a bendecirlo con el éxito... Le concedes bendiciones incesantes" (Ps 20,4 Ps 20,7). La bendición es signo de la presencia divina que obra en el rey, el cual se transforma así en un reflejo de la luz de Dios en medio de la humanidad.

La bendición, en la tradición bíblica, comprende también el don de la vida, que se derrama precisamente sobre el consagrado: "Te pidió vida, y se la has concedido, años que se prolongan sin término" (v. 5). También el profeta Natán había asegurado a David esta bendición, fuente de estabilidad, subsistencia y seguridad, y David había rezado así: "Dígnate, pues, bendecir la casa de tu siervo para que permanezca por siempre en tu presencia, pues tú, mi Señor, has hablado y con tu bendición la casa de tu siervo será eternamente bendita" (2S 7,29).

4. Al rezar este salmo, vemos perfilarse detrás del retrato del rey judío el rostro de Cristo, rey mesiánico. Él es "resplandor de la gloria" del Padre (He 1,3). Él es el Hijo en sentido pleno y, por tanto, la presencia perfecta de Dios en medio de la humanidad. Él es luz y vida, como proclama san Juan en el prólogo de su evangelio: "En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres" (Jn 1,4).

En esta línea, san Ireneo, obispo de Lyon, comentando el salmo, aplicará el tema de la vida (cf. Ps 20,5) a la resurrección de Cristo: "¿Por qué motivo el salmista dice: "Te pidió vida", desde el momento en que Cristo estaba a punto de morir? El salmista anuncia, pues, su resurrección de entre los muertos y que él, resucitado de entre los muertos, es inmortal. En efecto, ha asumido la vida para resurgir, y largo espacio de tiempo en la eternidad para ser incorruptible" (Esposizione della predicazione apostolica, 72, Milán 1979, p. 519).

Basándose en esta certeza, también el cristiano cultiva dentro de sí la esperanza en el don de la vida eterna.

Saludos

18 Saludo cordialmente a los peregrinos de España y de América Latina, especialmente a las Hermanas Teatinas de la Inmaculada Concepción, a los miembros de la Cofradía de la Vera Cruz de Caravaca, acompañados por mons. Manuel Ureña, obispo de Cartagena, así como a los alumnos del colegio Sagrado Corazón de Logroño. Cristo es la luz y la vida. Cultivad en vosotros la esperanza en el don de la vida eterna.

(En italiano)
El ejemplo de san José, que recordaremos pasado mañana, os ayude a vosotros, queridos jóvenes, a corresponder cada día a los deseos del Señor; sea para vosotros, queridos enfermos, apoyo en el sufrimiento; y os impulse a vosotros, queridos recién casados, a ser siempre dóciles a los designios divinos.






Miércoles 24 de marzo de 2004

El "sí" de la Virgen abrió las puertas a la realización del plan de la Redención

1. Mañana celebraremos la solemnidad de la Anunciación, que nos hace contemplar la encarnación del Verbo eterno, hecho hombre en el seno de María. El "sí" de la Virgen abrió las puertas a la realización del plan salvífico del Padre celestial, plan de redención para todos los hombres.

Esta fiesta, que este año cae en el centro de la Cuaresma, por una parte, nos hace remontarnos a los inicios de la salvación y, por otra, nos invita a dirigir nuestra mirada al Misterio pascual. Contemplamos a Cristo crucificado, que redimió a la humanidad cumpliendo plenamente la voluntad del Padre. En el Calvario, durante los últimos instantes de su vida, Jesús nos dejó a María como madre, y a ella nos encomendó como hijos.

La Virgen, asociada al misterio de la Encarnación, participó también en el misterio de la Redención. Su "fiat", que recordaremos mañana, es un eco del que pronunció el Verbo encarnado. En íntima sintonía con el "fiat" de Cristo y de la Virgen, cada uno de nosotros está llamado a unir su propio "sí" a los misteriosos designios de la Providencia. En efecto, sólo de una plena adhesión a la voluntad de Dios brotan la alegría y la paz verdadera que todos anhelamos ardientemente también para nuestro tiempo.

2. En la víspera de esta fiesta, a la vez cristológica y mariana, mi pensamiento va a algunos momentos significativos del inicio de mi pontificado: al 8 de diciembre de 1978, cuando, en Santa María la Mayor, consagré la Iglesia y el mundo a la Virgen; al 4 de junio del año siguiente, cuando renové esa consagración en el santuario de Jasna Góra. En particular, pienso en el 25 de marzo de 1984, Año santo de la Redención. Han transcurrido veinte años desde ese día, cuando, en la plaza de San Pedro, en unión espiritual con todos los obispos del mundo, "convocados" con anterioridad, quise consagrar la humanidad entera al Corazón inmaculado de María, respondiendo a lo que Nuestra Señora había pedido en Fátima.

3. La humanidad vivía entonces momentos difíciles, de gran preocupación e incertidumbre. A veinte años de distancia, el mundo sigue aún terriblemente marcado por el odio, la violencia, el terrorismo y la guerra. Entre las numerosas víctimas que registra la crónica de cada día, se encuentran muchas personas inermes, heridas mientras cumplen su deber. En esta Jornada dedicada al recuerdo y a la oración por los "misioneros mártires", no podemos menos de acordarnos de los sacerdotes, de las personas consagradas y de los fieles laicos que han muerto en tierras de misión a lo largo del año 2003.

Mucha sangre se sigue derramando en numerosas regiones del mundo. Sigue habiendo urgente necesidad de que los hombres abran su corazón a un esfuerzo valiente de comprensión recíproca. Cada vez resulta más grande el anhelo de justicia y paz en todas las partes de la tierra. ¿Cómo responder a esta sed de esperanza y de amor? Recurriendo a Cristo, por medio de María. A la Virgen santísima repito también hoy la súplica que le dirigí entonces.

19 "Madre de Cristo, aparezca, una vez más, en la historia del mundo el infinito poder salvador de la Redención: poder del Amor misericordioso. Que este detenga el mal. Que transforme las conciencias. Que en tu Corazón inmaculado se abra a todos la luz de la esperanza" (Acto de consagración a la Virgen, 25 de marzo de 1984, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de abril de 1984, p. 24).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial a los fieles de San Jerónimo de Valencia y de La Merced de Morón (Sevilla), así como a los alumnos de los colegios de Carcagente y de Madrid, y a los demás grupos de México, Ecuador y otros países latinoamericanos. Que vuestra visita a la memoria de los Apóstoles Pedro y Pablo os reafirme en vuestra fe. Muchas gracias por vuestra atención.

(En polaco, a los miembros del Instituto secular de las Auxiliares de María Madre de la Iglesia)
Siempre habéis acompañado al Primado del milenio para hacer crecer en los corazones de los polacos el deseo personal de consagrarse a la santísima Virgen y, a través de ella, a Cristo. No ceséis en este esfuerzo apostólico. Que la Inmaculada Madre de Dios os sostenga y guíe.
. (A los fieles lituanos)
En la penitencia cuaresmal podéis descubrir el reino de Dios, que se hace presente en el corazón purificado. Invoco sobre todos la bendición del Señor. Alabado sea Jesucristo.


(A los peregrinos húngaros)
Pidiendo la intercesión del beato László Batthyány-Strattmann, os imparto de corazón la bendición apostólica.

(En italiano)
Por último, os dirijo un cordial saludo a vosotros, queridos jóvenes, a vosotros, queridos enfermos, y a vosotros, queridos recién casados.

20 Que la Jornada de hoy, dedicada al recuerdo de los misioneros mártires, sea para cada uno de vosotros ocasión propicia para redescubrir la fe en Cristo, único Salvador, y alimentar la esperanza en un mundo más justo y fraterno.






Miércoles 31 de marzo de 2004

Himno de los redimidos

1. El cántico que acabamos de escuchar, y que meditaremos ahora, forma parte de la liturgia de Vísperas, cuyos salmos estamos comentando progresivamente en nuestras catequesis semanales. Como sucede con frecuencia en la praxis litúrgica, algunas composiciones orantes nacen de la fusión de fragmentos bíblicos pertenecientes a páginas más amplias.

En nuestro caso se han tomado algunos versículos de los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis, en los que se representa una gloriosa y grandiosa escena celestial. En su centro se eleva un trono sobre el que está sentado Dios mismo, cuyo nombre por veneración no se pronuncia (cf. Ap 4,2). Sucesivamente, sobre ese trono se sienta un Cordero, símbolo de Cristo resucitado. En efecto, se habla de un "Cordero degollado" pero "de pie", vivo y glorioso (Ap 5,6).

En torno a estas dos figuras divinas se encuentra el coro de la corte celestial, representada por cuatro "vivientes" (Ap 4,6), que tal vez evocan a los ángeles de la presencia divina en los puntos cardinales del universo, y por "veinticuatro ancianos" (Ap 4,4), en griego presbyteroi, o sea, los jefes de la comunidad cristiana, cuyo número alude tanto a las doce tribus de Israel como a los doce Apóstoles, es decir, la síntesis de las dos alianzas: la primera y la nueva.

2. Esta asamblea del pueblo de Dios entona un himno al Señor exaltando su "gloria, honor y poder", que se han manifestado en el acto de la creación del universo (cf. Ap 4,11). En este momento se introduce un símbolo de gran importancia, en griego un biblíon, es decir, un "libro", pero que es totalmente inaccesible, pues siete sellos impiden su lectura (cf. Ap 5,1).

Así pues, se trata de una profecía oculta. Ese libro contiene toda la serie de los decretos divinos que se deben cumplir en la historia humana para hacer que reine en ella la justicia perfecta. Si el libro permanece sellado, esos decretos no pueden conocerse ni cumplirse, y la maldad seguirá propagándose y oprimiendo a los creyentes. Entonces resulta necesaria una intervención autorizada: la realizará precisamente el Cordero degollado y resucitado. Él podrá "tomar el libro y abrir sus sellos" (Ap 5,9).

Cristo es el gran intérprete y señor de la historia, el revelador del hilo secreto de la acción divina que guía su desarrollo.

3. El himno prosigue indicando cuál es la base del poder de Cristo sobre la historia. Esta base no es más que su misterio pascual (cf. Ap 5,9-10). Cristo fue "degollado" y con su sangre "rescató" a toda la humanidad del poder del mal. El verbo "rescatar" remite al Éxodo, a la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Para la antigua legislación, el deber de rescatar correspondía al pariente más cercano. En el caso del pueblo, este era Dios mismo, que llamaba a Israel su "primogénito" (Ex 4,22).

Cristo es quien realiza esta obra en beneficio de toda la humanidad. La redención llevada a cabo por él no sólo tiene la función de rescatarnos de nuestro pasado de pecado, de curar nuestras heridas y sacarnos de nuestras miserias. Cristo nos da un nuevo ser interior, nos hace sacerdotes y reyes, partícipes de su misma dignidad.

21 Aludiendo a las palabras que Dios había proclamado en el Sinaí (cf. Ex 19,6 Ap 1,6), el himno reafirma que el pueblo de Dios redimido está constituido por reyes y sacerdotes que deben guiar y santificar toda la creación. Es una consagración que tiene su raíz en la Pascua de Cristo y se realiza en el bautismo (cf. 1P 2,9). De allí brota una llamada a la Iglesia para que tome conciencia de su dignidad y de su misión.

4. La tradición cristiana ha aplicado constantemente a Cristo la imagen del Cordero pascual. Escuchemos las palabras de un obispo del siglo II, Melitón de Sardes, una ciudad de Asia menor, el cual dice así en su Homilía pascual: "Cristo bajó del cielo a la tierra por amor a la humanidad sufriente, se revistió de nuestra humanidad en el seno de la Virgen y nació como hombre... Como cordero fue llevado y como cordero fue degollado, y así nos rescató de la esclavitud del mundo... Él nos llevó de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la opresión a una realeza eterna; e hizo de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido para siempre... Él es el cordero mudo, el cordero degollado, el hijo de María, cordera sin mancha. Él fue tomado de la grey, llevado a la muerte, inmolado al atardecer, sepultado al anochecer" (nn. 66-71: SC 123, pp. 96-100).

Al final, el mismo Cristo, el Cordero inmolado, dirige su llamamiento a todos los pueblos: "Venid, pues, todos vosotros, linajes de hombres que estáis sumergidos en pecados, y recibid el perdón de los pecados. En efecto, yo soy vuestro perdón, yo soy la Pascua de salvación, yo soy el cordero inmolado por vosotros, yo soy vuestro rescate, yo soy vuestra vida, yo soy vuestra resurrección, yo soy vuestra luz, yo soy vuestra salvación, yo soy vuestro rey. Yo soy quien os llevo a la altura de los cielos, yo soy quien os mostraré al Padre, el cual vive desde toda la eternidad; yo soy quien os resucitaré con mi diestra" (n. 103: ib., p. 122).

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos venidos de América Latina y de España, en especial al colegio de los padres maristas de Navalmoral de la Mata, y al colegio franciscano de Santaló, de Barcelona. Ya cercanos a la Semana santa, invito a todos a contemplar y acompañar a Cristo en el misterio de la cruz, para resucitar con él a una vida nueva. Muchas gracias.

(A los peregrinos de la archidiócesis checa de Olomouc)
En este tiempo de Cuaresma pidamos al Señor una auténtica y profunda conversión. Con estos deseos os bendigo de corazón a vosotros y a vuestros seres queridos.

(A los peregrinos croata)
Deseo que este tiempo de Cuaresma os ayude a cada uno de vosotros a vivir día tras día con mayor intensidad la fe que habéis recibido en el bautismo, redescubriendo cada vez más la libertad y la esperanza que tenemos en Cristo.

(En italiano)
Os dirijo un cordial saludo a vosotros, jóvenes, enfermos y recién casados. En este último tramo de la Cuaresma, os pido, queridos jóvenes, que intensifiquéis vuestro testimonio de amor a la cruz de Cristo; a vosotros, queridos enfermos, especialmente a los numerosos enfermos esclerodérmicos aquí presentes, os exhorto a vivir la prueba del dolor como acto de amor a Jesús crucificado y resucitado; y a vosotros, queridos recién casados, os pido que imitéis, en vuestro matrimonio, la perenne fidelidad del Señor a la Iglesia, su esposa.



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Abril de 2004


Audiencias 2004 12