Audiencias 2004 22

Abril de 2004


Miércoles 7 de abril de 2004

El Triduo pascual

1. "Cristo Jesús (...) se rebajó hasta someterse incluso a la muerte (...) de cruz. (...) Por eso, Dios lo exaltó" (Ph 2,8-9). Acabamos de escuchar estas palabras del himno contenido en la carta a los Filipenses. Nos presentan, de modo esencial y eficaz, el misterio de la pasión y muerte de Jesús; al mismo tiempo, nos permiten vislumbrar la gloria de la Pascua de resurrección. Por tanto, constituyen una meditación que nos introduce en las celebraciones del Triduo pascual, que comienza mañana.

2. Amadísimos hermanos y hermanas, nos disponemos a revivir en los próximos días el gran misterio de nuestra salvación. Mañana, Jueves santo, por la mañana, en todas las comunidades diocesanas el obispo celebra, juntamente con sus presbíteros, la misa Crismal, en la que se bendicen los óleos: el óleo de los catecúmenos, el de los enfermos y el santo crisma. Por la tarde se hace memoria de la última Cena con la institución de la Eucaristía y del sacerdocio. El lavatorio de los pies recuerda que, con este gesto realizado por Jesús en el Cenáculo, él anticipó el sacrificio supremo del Calvario, y nos dejó como nueva ley -"mandatum novum"- su amor. De acuerdo con una piadosa tradición, después de los ritos de la misa in cena Domini, los fieles permanecen en adoración ante la Eucaristía hasta bien entrada la noche. Es una vigilia de oración singular, que se vincula a la agonía de Cristo en Getsemaní.

3. En el Viernes santo, la Iglesia hace memoria de la pasión y muerte del Señor. La asamblea cristiana es invitada a meditar sobre el mal y el pecado que oprimen a la humanidad y sobre la salvación llevada a cabo por el sacrificio redentor de Cristo. La palabra de Dios y algunos ritos litúrgicos sugestivos, como la adoración de la cruz, ayudan a recorrer las diversas etapas de la Pasión. Además, la tradición cristiana ha dado vida, en este día, a varias manifestaciones de piedad popular. Entre ellas destacan las procesiones penitenciales del Viernes santo y el ejercicio piadoso del vía crucis, que ayudan a interiorizar mejor el misterio de la cruz.

Un gran silencio caracteriza el Sábado santo. En efecto, no están previstas liturgias particulares en este día de espera y de oración. En las iglesias reina un silencio total, mientras los fieles, imitando a María, se preparan para el gran acontecimiento de la Resurrección.

4. Al anochecer del Sábado santo comienza la solemne Vigilia pascual, la "madre de todas las vigilias". Después de bendecir el fuego nuevo, se enciende el cirio pascual, símbolo de Cristo que ilumina a todo hombre, y resuena jubiloso el gran anuncio del Exsultet.La comunidad eclesial, poniéndose a la escucha de la palabra de Dios, medita la gran promesa de la liberación definitiva de la esclavitud del pecado y de la muerte. Siguen los ritos del bautismo y la confirmación para los catecúmenos, que han recorrido un largo itinerario de preparación.

El anuncio de la Resurrección irrumpe en la oscuridad de la noche y toda la creación se despierta del sueño de la muerte, para reconocer el señorío de Cristo, como subraya el himno paulino que hemos tomado como punto de partida para estas reflexiones: "Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclame "¡Jesucristo es el Señor!"" (Ph 2,10-11).

5. Amados hermanos y hermanas, estos días son muy oportunos para hacer más viva la conversión de nuestro corazón a Aquel que por amor murió por nosotros.
Dejemos que sea María, la Virgen fiel, quien nos acompañe; con ella vayamos al Cenáculo y permanezcamos junto a Jesús en el Calvario, para por último encontrarnos con él resucitado el día de Pascua.

23 Con estos sentimientos, os expreso mis mejores deseos de una gozosa y santa Pascua a vosotros, aquí presentes, a vuestras comunidades y a todos vuestros seres queridos.

Saludos

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular al grupo del colegio Pureza de María, de Barcelona. Invito a todos a vivir intensamente estos días santos, junto con la santísima Virgen, para encontrar a Jesús resucitado el día de Pascua. ¡Feliz y santa Pascua para vosotros, vuestras familias y comunidades!

(A los peregrinos lituanos)
Que la pasión de Cristo, que meditamos durante esta semana, os ayude a comprender cada vez más el infinito amor de Dios a la humanidad. Os bendigo a todos de corazón.

(A los peregrinos croatas)
Amadísimos hermanos, en los próximos días volveremos a vivir el misterio pascual del Señor. La santísima Virgen os acompañe en la oración, en la meditación y en la participación en la liturgia de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y os obtenga la abundancia de su gracia y misericordia. Os imparto la bendición apostólica a vosotros y a vuestras familias.

(En italiano)
A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que no tengáis miedo de seguir a Cristo, incluso cuando os pida abrazar la cruz. A vosotros, queridos enfermos, os sirva de consuelo la meditación de la pasión de Jesús, misterio de sufrimiento transfigurado por el amor. Y en vosotros, queridos recién casados, la muerte y la resurrección del Señor renueven la alegría y el compromiso de la alianza matrimonial.






Miércoles 14 de abril de 2004

El tiempo de Pascua

24 1. La Secuencia pascual recoge y repite el anuncio de esperanza que resonó en la solemne Vigilia pascual: "Muerto el que es la Vida, triunfante se levanta". Estas palabras guían nuestra reflexión en este encuentro, que se sitúa en el clima luminoso de la octava de Pascua.

Cristo triunfa sobre el mal y sobre la muerte. Este es el grito de alegría que, en estos días, brota del corazón de la Iglesia. Jesús, vencedor de la muerte, dona la vida que ya no tiene fin a todos los que lo acogen y creen en él. Por consiguiente, su muerte y su resurrección constituyen el fundamento de la fe de la Iglesia.

2. Los relatos evangélicos refieren, a veces con gran riqueza de detalles, los encuentros del Señor resucitado con las mujeres que acudieron al sepulcro y, a continuación, con los Apóstoles. Como testigos oculares, serán precisamente ellos quienes proclamarán primero el Evangelio de su muerte y su resurrección. Después de Pentecostés, sin miedo, afirmarán que en Jesús de Nazaret se cumplieron las Escrituras relativas al Mesías prometido.

La Iglesia, depositaria de este misterio universal de salvación, lo transmite de generación en generación a los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares. También en nuestra época es necesario que, gracias al compromiso de los creyentes, resuene con vigor el anuncio de Cristo muerto que, por la fuerza de su Espíritu, ahora está vivo y triunfa.

3. Para que los cristianos puedan cumplir plenamente este mandato que les ha sido dado, es indispensable que se encuentren personalmente con el Crucificado resucitado, y se dejen transformar por la fuerza de su amor. Cuando esto sucede, la tristeza se convierte en gozo y el miedo cede el lugar al celo misionero.

El evangelista san Juan nos relata, por ejemplo, el conmovedor encuentro del Resucitado con María Magdalena, la cual, yendo muy de mañana al sepulcro, lo encuentra abierto y vacío. Teme que hayan robado el cuerpo del Señor y por eso llora desconsolada. Pero, repentinamente, alguien, que ella al inicio confunde con el "jardinero", la llama por su nombre: "María". Entonces lo reconoce como el Maestro -Rabboni- y, superando pronto el desconsuelo y la desorientación, corre inmediatamente a llevar con entusiasmo este anuncio a los Once: "He visto al Señor" (cf.
Jn 20,11-18).

4. "Resucitó de veras mi esperanza". Con estas palabras, la Secuencia pone de relieve un aspecto del misterio pascual, que la humanidad actual necesita comprender más a fondo. Los hombres, sobre los que se ciernen amenazas de violencia y de muerte, buscan a alguien que les infunda serenidad y seguridad. Pero, ¿dónde encontrar paz si no es en Cristo, el inocente, que reconcilió a los pecadores con el Padre?

En el Calvario la misericordia divina manifestó su rostro de amor y de perdón para todos. En el Cenáculo, después de su resurrección, Jesús encomendó a los Apóstoles la misión de ser ministros de esta misericordia, fuente de reconciliación entre los hombres.

Santa Faustina Kowalska, en su humildad, fue elegida para anunciar este mensaje de luz particularmente adecuado al mundo actual. Es un mensaje de esperanza que invita a abandonarse en las manos del Señor. "Jesús, confío en ti", solía repetir esa santa.

Que María, mujer de esperanza y Madre de misericordia, nos obtenga encontrarnos personalmente con su Hijo muerto y resucitado. Que ella nos ayude a ser agentes incansables de su misericordia y su paz.

Saludos

25 Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial a los sacerdotes de Valencia que celebran sus bodas de oro, a los seminaristas de Barcelona, Getafe y Valencia, a los miembros del "Grupo de amistad judeocristiana", así como a los fieles de Sueca, de Tijuana, de Cuautitlán, y a todos los alumnos de diversos colegios aquí presentes. A todos os invito a ser constructores incansables de la paz que nos trae el Resucitado. ¡Feliz Pascua!

(A nueve diáconos jesuitas del colegio internacional del "Gesù")
Sed siempre testigos gozosos del Señor resucitado y servidores humildes del pueblo de Dios.

(En polaco)
El domingo y la octava de Pascua es un tiempo de particular alegría cristiana. Esta alegría, que brota de la fe en la Resurrección, os acompañe siempre. El próximo domingo celebraremos la solemnidad de la Divina Misericordia. Juntamente con los peregrinos que acudan al santuario de Lagiewniki y con todos los devotos de la Divina Misericordia, repito la jaculatoria de santa Faustina: "Jesús, en ti confío". Encomiendo, sin cesar, a Jesús misericordioso a Polonia y al mundo entero. Que Dios os bendiga.

(En italiano)
Os invito, queridos jóvenes, especialmente a vosotros, tan numerosos, procedentes de diversas parroquias de la archidiócesis de Milán y que este año hacéis vuestra "profesión de fe", a renovar vuestra fe en el Salvador resucitado. Sed sus testigos entusiastas en la Iglesia y en la sociedad.
Queridos enfermos, la luz de la Resurrección, que es consuelo y apoyo para quien cree, ilumine y haga fecunda vuestra vida diaria. Y vosotros, queridos recién casados, sacad diariamente del Misterio pascual la fuerza espiritual para alimentar y hacer crecer espiritualmente a vuestra familia.






Miércoles 21 de abril de 2004

Confianza en Dios ante el peligro

1. Nuestro itinerario a lo largo de las Vísperas se reanuda hoy con el salmo 26, que la liturgia distribuye en dos pasajes. Seguiremos ahora la primera parte de este díptico poético y espiritual (cf. vv. 1-6), que tiene como fondo el templo de Sión, sede del culto de Israel. En efecto, el salmista habla explícitamente de "casa del Señor", de "santuario" (v. 4), de "refugio, morada, casa" (cf. vv. 5-6). Más aún, en el original hebreo, estos términos indican más precisamente el "tabernáculo" y la "tienda", es decir, el corazón mismo del templo, donde el Señor se revela con su presencia y su palabra. Se evoca también la "roca" de Sión (cf. v. 5), lugar de seguridad y refugio, y se alude a la celebración de los sacrificios de acción de gracias (cf. v. 6).

26 Así pues, si la liturgia es el clima espiritual en el que se encuentra inmerso el salmo, el hilo conductor de la oración es la confianza en Dios, tanto en el día de la alegría como en el tiempo del miedo.

2. La primera parte del salmo que estamos meditando se encuentra marcada por una gran serenidad, fundada en la confianza en Dios en el día tenebroso del asalto de los malvados. Las imágenes usadas para describir a esos adversarios, los cuales constituyen el signo del mal que contamina la historia, son de dos tipos. Por un lado, parece que hay una imagen de caza feroz: los malvados son como fieras que avanzan para atrapar a su presa y desgarrar su carne, pero tropiezan y caen (cf. v. 2). Por otro, está el símbolo militar de un asalto, realizado por un ejército entero: es una batalla que se libra con gran ímpetu, sembrando terror y muerte (cf. v. 3).

La vida del creyente con frecuencia se encuentra sometida a tensiones y contestaciones; a veces también a un rechazo e incluso a la persecución. El comportamiento del justo molesta, porque los prepotentes y los perversos lo sienten como un reproche. Lo reconocen claramente los malvados descritos en el libro de la Sabiduría: el justo "es un reproche de nuestros criterios; su sola presencia nos es insufrible; lleva una vida distinta de todos y sus caminos son extraños" (
Sg 2,14-15).

3. El fiel es consciente de que la coherencia crea aislamiento y provoca incluso desprecio y hostilidad en una sociedad que a menudo busca a toda costa el beneficio personal, el éxito exterior, la riqueza o el goce desenfrenado. Sin embargo, no está solo y su corazón conserva una sorprendente paz interior, porque, como dice la espléndida "antífona" inicial del salmo, "el Señor es mi luz y mi salvación (...); es la defensa de mi vida" (Ps 26,1). Continuamente repite: "¿A quién temeré? (...) ¿Quién me hará temblar? (...) Mi corazón no tiembla. (...) Me siento tranquilo" (vv. 1-3).

Casi nos parece estar escuchando la voz de san Pablo, el cual proclama: "Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?" (Rm 8,31). Pero la serenidad interior, la fortaleza de espíritu y la paz son un don que se obtiene refugiándose en el templo, es decir, recurriendo a la oración personal y comunitaria.

4. En efecto, el orante se encomienda a Dios, y su sueño se halla expresado también en otro salmo: "Habitar en la casa del Señor por años sin término" (cf. Ps 22,6). Allí podrá "gozar de la dulzura del Señor" (Ps 26,4), contemplar y admirar el misterio divino, participar en la liturgia del sacrificio y elevar su alabanza al Dios liberador (cf. v. 6). El Señor crea en torno a sus fieles un horizonte de paz, que deja fuera el estrépito del mal. La comunión con Dios es manantial de serenidad, de alegría, de tranquilidad; es como entrar en un oasis de luz y amor.

5. Escuchemos ahora, para concluir nuestra reflexión, las palabras del monje Isaías, originario de Siria, que vivió en el desierto egipcio y murió en Gaza alrededor del año 491. En su Asceticon aplica este salmo a la oración durante la tentación: "Si vemos que los enemigos nos rodean con su astucia, es decir, con la acidia, sea debilitando nuestra alma con los placeres, sea haciendo que no reprimamos nuestra cólera contra el prójimo cuando no obra como debiera; si agravan nuestros ojos para que busquemos la concupiscencia; si quieren inducirnos a gustar los placeres de la gula; si hacen que la palabra del prójimo sea para nosotros como un veneno; si nos impulsan a devaluar la palabra de los demás; si nos inducen a establecer diferencias entre nuestros hermanos, diciendo: "Este es bueno; ese es malo"; por tanto, si todas estas cosas nos rodean, no nos desanimemos; al contrario, gritemos como David, con corazón firme, clamando: "Señor, defensa de mi vida" (Ps 26,1)" (Recueil ascétique, Bellefontaine 1976, p. 211).

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de España y de América Latina, especialmente a los sacerdotes españoles que realizan un curso de actualización; a las jóvenes colaboradoras del "Regnum Christi"; a los feligreses de San Frutos y a los miembros de la asociación cultural de Segovia; también al colegio Albert Camus de Guadalajara, México. Os invito a confiar en Dios, refugio de paz.
. (A los fieles checos)
Ruego a Dios que os infunda la alegría de la Resurrección y os acompañe siempre con sus numerosos dones.

27 (A los peregrinos eslovacos)
Que vuestra visita a Roma en el tiempo pascual sea para cada uno ocasión de auténtica renovación religiosa. Que el Señor resucitado os acompañe con su paz. De buen grado os bendigo a vosotros y a vuestras familias.

(A los fieles croatas)
Queridísimos hermanos y hermanas, la liturgia de las Horas marca el ritmo de la jornada de la Iglesia, transformándola en alabanza constante y en manifestación orante de su fe y de su confianza en Dios. Al mismo tiempo que anuncia la fuerza vital de Cristo resucitado, la Iglesia contempla y admira en cada una de las horas el misterio de Dios, reflexionando sobre su palabra y sobre sus obras. Saludo cordialmente a los peregrinos croatas aquí presentes y les imparto a ellos y a sus respectivas familias la bendición apostólica.

(En italiano)
Seguid fielmente el ejemplo de la Virgen María, que es modelo de toda perfección cristiana.

Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Que el Espíritu de Cristo resucitado os impulse, queridos jóvenes, a ser apóstoles valientes de su Evangelio; a vosotros, queridos enfermos, os anime a una aceptación serena de los divinos designios de la salvación; y a vosotros, queridos recién casados, os haga cada vez más fieles a la misión que se os ha encomendado en la Iglesia y en la sociedad.






Miércoles 28 de abril de 2004

Oración del inocente perseguido

1. La liturgia de las Vísperas ha subdividido en dos partes el salmo 26, siguiendo la estructura misma del texto, que se asemeja a un díptico. Acabamos de proclamar la segunda parte de este canto de confianza que se eleva al Señor en el día tenebroso del asalto del mal. Son los versículos 7-14 del salmo, que comienzan con un grito dirigido al Señor: "Escúchame, Señor, que te llamo" (v. 7); luego expresan una intensa búsqueda del Señor, con el temor doloroso a ser abandonado por él (cf. vv. 8-9); y, por último, trazan ante nuestros ojos un horizonte dramático donde fallan incluso los afectos familiares (cf. v. 10), mientras actúan "enemigos" (v. 11), "adversarios" y "testigos falsos" (v. 12).

Pero también ahora, como en la primera parte del salmo, el elemento decisivo es la confianza del orante en el Señor, que salva en la prueba y sostiene durante la tempestad. Es muy bella, al respecto, la invitación que el salmista se dirige a sí mismo al final: "Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor" (v. 14; cf. Ps 41,6 Ps 41,12 Ps 42,5).

28 También en otros salmos era viva la certeza de que el Señor da fortaleza y esperanza: "El Señor guarda a sus leales y paga con creces a los soberbios. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor" (Ps 30,24-25). Y ya el profeta Oseas exhorta así a Israel: "Observa el amor y el derecho, y espera en tu Dios siempre" (Os 12,7).

2. Ahora nos limitamos a poner de relieve tres elementos simbólicos de gran intensidad espiritual. El primero es negativo: la pesadilla de los enemigos (cf. Ps 26,12). Son descritos como una fiera que "cerca" a su presa y luego, de modo más directo, como "testigos falsos" que parecen respirar violencia, precisamente como las fieras ante sus víctimas.

Así pues, en el mundo hay un mal agresivo, que tiene a Satanás por guía e inspirador, como recuerda san Pedro: "Vuestro adversario, el diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar" (1P 5,8).

3. La segunda imagen ilustra claramente la confianza serena del fiel, a pesar de verse abandonado hasta por sus padres: "Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me recogerá" (Ps 26,10).
Incluso en la soledad y en la pérdida de los afectos más entrañables, el orante nunca está totalmente solo, porque sobre él se inclina Dios misericordioso. El pensamiento va a un célebre pasaje del profeta Isaías, que atribuye a Dios sentimientos de mayor compasión y ternura que los de una madre: "¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is 49,15).

A todas las personas ancianas, enfermas, olvidadas por todos, a las que nadie hará nunca una caricia, recordémosles estas palabras del salmista y del profeta, para que sientan cómo la mano paterna y materna del Señor toca silenciosamente y con amor su rostro sufriente y tal vez bañado en lágrimas.

4. Así llegamos al tercer símbolo -y último-, reiterado varias veces por el salmo: "Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro" (vv. 8-9). Por tanto, el rostro de Dios es la meta de la búsqueda espiritual del orante. Al final emerge una certeza indiscutible: la de poder "gozar de la dicha del Señor" (v. 13).

En el lenguaje de los salmos, a menudo "buscar el rostro del Señor" es sinónimo de entrar en el templo para celebrar y experimentar la comunión con el Dios de Sión. Pero la expresión incluye también la exigencia mística de la intimidad divina mediante la oración. Por consiguiente, en la liturgia y en la oración personal se nos concede la gracia de intuir ese rostro, que nunca podremos ver directamente durante nuestra existencia terrena (cf. Ex 33,20). Pero Cristo nos ha revelado, de una forma accesible, el rostro divino y ha prometido que en el encuentro definitivo de la eternidad -como nos recuerda san Juan- "lo veremos tal cual es" (1Jn 3,2). Y san Pablo añade: "Entonces lo veremos cara a cara" (1Co 13,12).

5. Comentando este salmo, Orígenes, el gran escritor cristiano del siglo III, escribe: "Si un hombre busca el rostro del Señor, verá sin velos la gloria del Señor y, hecho igual a los ángeles, verá siempre el rostro del Padre que está en los cielos" (PG 12,1281). Y san Agustín, en su comentario a los salmos, continúa así la oración del salmista: "No he buscado de ti ningún premio que esté fuera de ti, sino tu rostro. "Tu rostro buscaré, Señor". Con perseverancia insistiré en esta búsqueda; en efecto, no buscaré algo de poco valor, sino tu rostro, Señor, para amarte gratuitamente, dado que no encuentro nada más valioso. (...) "No rechaces con ira a tu siervo", para que, al buscarte, no encuentre otra cosa. ¿Puede haber una tristeza más grande que esta para quien ama y busca la verdad de tu rostro?" (Esposizioni sui Salmi, 26, 1, 8-9, Roma 1967, pp. 355. 357).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial al grupo de fieles de Granada (España), y al de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, de Salta (Argentina). A todos os animo a encontrar la fortaleza y la serenidad en la contemplación del rostro misericordioso de Cristo. Gracias por vuestra atención.

29 (A los peregrinos de la República Checa)
Pido a Dios que infunda en vosotros la alegría de la Resurrección y os enriquezca con sus numerosos dones.

(En eslovaco)
Saludo cordialmente a los peregrinos procedentes de Komárno. Hermanos y hermanas, el domingo próximo se celebrará la Jornada de oración por las vocaciones sacerdotales. Pidamos al Señor que mande siempre nuevos obreros a su mies. De buen grado os bendigo a vosotros y a vuestras familias.

(En italiano)
Mañana celebraremos la fiesta de santa Catalina de Siena, patrona de Italia y de Europa. Que el ejemplo de esta gran santa os ayude a cada uno a perseverar en la fe y a dar generoso testimonio de Cristo y de su Evangelio en toda circunstancia.





Mayo de 2004


Miércoles 5 de mayo de 2004

Cristo, primogénito de toda criatura y primer resucitado de entre los muertos

1. Hemos escuchado el admirable himno cristológico de la carta a los Colosenses. La liturgia de las Vísperas lo propone en las cuatro semanas -en las que dicha Carta se va desarrollando- y lo ofrece a los fieles como cántico, reproduciéndolo en la forma que tenía probablemente el texto desde sus orígenes. En efecto, muchos estudiosos están convencidos de que ese himno podría ser la cita de un canto de las Iglesias de Asia menor, insertado por san Pablo en la carta dirigida a la comunidad cristiana de Colosas, una ciudad entonces floreciente y populosa.

30 Con todo, el Apóstol no se dirigió nunca a esa localidad de la Frigia, una región de la actual Turquía. La Iglesia local había sido fundada por Epafras, un discípulo suyo, originario de esas tierras. Al final de la carta a los Colosenses, se le nombra, juntamente con el evangelista Lucas, "el médico amado", como lo llama san Pablo (Col 4,14), y con otro personaje, Marcos, "primo de Bernabé" (Col 4,10), tal vez el homónimo compañero de Bernabé y Pablo (cf. Ac 12,25 Ac 13,5 Ac 13,13), que luego escribiría uno de los Evangelios.

2. Dado que más adelante tendremos ocasión de volver a reflexionar sobre este cántico, ahora nos limitaremos a ofrecer una mirada de conjunto y a evocar un comentario espiritual, elaborado por un famoso Padre de la Iglesia, san Juan Crisóstomo (siglo IV), célebre orador y obispo de Constantinopla. En ese himno destaca la grandiosa figura de Cristo, Señor del cosmos. Como la Sabiduría divina creadora exaltada en el Antiguo Testamento (cf., por ejemplo, Pr 8,22-31), "él es anterior a todo y todo se mantiene en él". Más aún, "todo fue creado por él y para él" (Col 1,16-17).

Así pues, en el universo se va cumpliendo un designio trascendente que Dios realiza a través de la obra de su Hijo. Lo proclama también el prólogo del evangelio de san Juan, cuando afirma que "todo se hizo por el Verbo y sin él no se hizo nada de cuanto existe" (Jn 1,3). También la materia, con su energía, la vida y la luz llevan la huella del Verbo de Dios, "su Hijo querido" (Col 1,13). La revelación del Nuevo Testamento arroja nueva luz sobre las palabras del sabio del Antiguo Testamento, el cual declaraba que "de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por analogía, a contemplar a su autor" (Sg 13,5).

3. El cántico de la carta a los Colosenses presenta otra función de Cristo: él es también el Señor de la historia de la salvación, que se manifiesta en la Iglesia (cf. Col Col 1,18) y se realiza "por la sangre de su cruz" (v. 20), fuente de paz y armonía para la humanidad entera.

Por consiguiente, no sólo el horizonte externo a nosotros está marcado por la presencia eficaz de Cristo, sino también la realidad más específica de la criatura humana, es decir, la historia. La historia no está a merced de fuerzas ciegas e irracionales; a pesar del pecado y del mal, está sostenida y orientada, por obra de Cristo, hacia la plenitud. De este modo, por medio de la cruz de Cristo, toda la realidad es "reconciliada" con el Padre (cf. v. 20).

El himno dibuja, así, un estupendo cuadro del universo y de la historia, invitándonos a la confianza. No somos una mota de polvo insignificante, perdida en un espacio y en un tiempo sin sentido, sino que formamos parte de un proyecto sabio que brota del amor del Padre.

4. Como hemos anticipado, damos ahora la palabra a san Juan Crisóstomo, para que sea él quien cierre con broche de oro esta reflexión. En su Comentario a la carta a los Colosenses glosa ampliamente este cántico. Al inicio, subraya la gratuidad del don de Dios "que nos ha hecho capaces de compartir la suerte del pueblo santo en la luz" (v. 12). "¿Por qué la llama "suerte"?", se pregunta el Crisóstomo, y responde: "Para mostrar que nadie puede conseguir el Reino con sus propias obras. También aquí, como la mayoría de las veces, la "suerte" tiene el sentido de "fortuna".
Nadie realiza obras que merezcan el Reino, sino que todo es don del Señor. Por eso, dice: "Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer"" (PG 62,312).

Esta benévola y poderosa gratuidad vuelve a aparecer más adelante, cuando leemos que por medio de Cristo fueron creadas todas las cosas (cf. Col Col 1,16). "De él depende la sustancia de todas las cosas -explica el Obispo-. No sólo hizo que pasaran del no ser al ser, sino que es también él quien las sostiene, de forma que, si quedaran fuera de su providencia, perecerían y se disolverían... Dependen de él. En efecto, incluso la inclinación hacia él basta para sostenerlas y afianzarlas" (PG 62,319).

Con mayor razón es signo de amor gratuito lo que Cristo realiza en favor de la Iglesia, de la que es Cabeza. En este punto (cf. v. 18), explica el Crisóstomo, "después de hablar de la dignidad de Cristo, el Apóstol habla también de su amor a los hombres: "Él es también la cabeza de su cuerpo, que es la Iglesia"; así quiere mostrar su íntima comunión con nosotros. Efectivamente, Cristo, que está tan elevado y es superior a todos, se unió a los que están abajo" (PG 62,320).

Saludos

31 Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española, en especial a los grupos de fieles de San Roque, de Sevilla, y de Nuestra Señora del Rosario, de Santomera, Murcia. Os animo a contemplar el rostro de Cristo, Señor del cosmos y de la historia. Gracias a todos por vuestra atención.

(A un grupo de fieles húngaros de Nagykároly)
El mes de mayo está dedicado a la Virgen María. Encomendaos en vuestras oraciones a nuestra Madre celestial.


Con afecto dio la bienvenida en lengua checa a un grupo de peregrinos de la Academia de ciencias de Praga y añadió:
Mañana celebraremos la fiesta de san Juan Sarkander. Este sacerdote supo vivir del misterio pascual: el Salvador fue su fuerza incluso en el martirio. Ojalá que también vosotros saquéis fuerza de la cruz de Cristo y de su resurrección. A todos os bendigo de corazón.

Saludando a un grupo de peregrinos de Zagreb y de otras localidades de Croacia, dijo:
Queridos hermanos, la liturgia de las Horas es el júbilo constante por la alegría pascual de los redimidos, que proclaman la gloria de Dios y le dan gracias por haber quitado el pecado del mundo por medio del Cordero.

(En polaco)
El sábado próximo la Iglesia en Polonia celebrará la solemnidad de san Estanislao, obispo y mártir. Ya desde hoy me dirijo espiritualmente en peregrinación a Wawel y a Skalka, y encomiendo a la protección de este patrono nuestra patria y el destino de todos los polacos, tanto en el país como en el extranjero. Que el martirio de san Estanislao fortalezca la fe de todos y sea el baluarte del orden moral en la vida personal y social. ¡San Estanislao, patrono nuestro, ruega por nosotros!.

(En italiano)
Saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, y los invito a renovar, en este mes de mayo recién iniciado, la devoción a la santísima Virgen.

32 A vosotros, queridos jóvenes, os deseo que conozcáis más profundamente a María, para que la acojáis como madre espiritual y modelo de fidelidad a Cristo. A vosotros, queridos enfermos, os encomiendo a la "Salus infirmorum": que su cercanía os ayude a vivir con amor paciente también los momentos difíciles de la prueba. Y vosotros, queridos recién casados, aprended de la Virgen de Nazaret el estilo evangélico de la familia, impregnado de amor fiel y sincero.






Miércoles 12 de mayo de 2004

Acción de gracias por la curación de un enfermo en peligro de muerte

1. El orante eleva a Dios, desde lo más profundo de su corazón, una intensa y ferviente acción de gracias porque lo ha librado del abismo de la muerte. Ese sentimiento resalta con fuerza en el salmo 29, que acaba de resonar no sólo en nuestros oídos, sino también, sin duda, en nuestro corazón.
Este himno de gratitud revela una notable finura literaria y se caracteriza por una serie de contrastes que expresan de modo simbólico la liberación alcanzada gracias al Señor. Así, "sacar la vida del abismo" se opone a "bajar a la fosa" (cf.v. 4); la "bondad de Dios de por vida" sustituye su "cólera de un instante" (cf. v. 6); el "júbilo de la mañana" sucede al "llanto del atardecer" (ib.); el "luto" se convierte en "danza" y el triste "sayal" se transforma en "vestido de fiesta" (v. 12).

Así pues, una vez que ha pasado la noche de la muerte, clarea el alba del nuevo día. Por eso, la tradición cristiana ha leído este salmo como canto pascual. Lo atestigua la cita inicial, que la edición del texto litúrgico de las Vísperas toma de un gran escritor monástico del siglo IV, Juan Casiano: "Cristo, después de su gloriosa resurrección, da gracias al Padre".

2. El orante se dirige repetidamente al "Señor" -por lo menos ocho veces- para anunciar que lo ensalzará (cf. vv. 2 y 13), para recordar el grito que ha elevado hacia él en el tiempo de la prueba (cf. vv. 3 y 9) y su intervención liberadora (cf. vv. 2, 3, 4, 8 y 12), y para invocar de nuevo su misericordia (cf. v. 11). En otro lugar, el orante invita a los fieles a cantar himnos al Señor para darle gracias (cf. v. 5).

Las sensaciones oscilan constantemente entre el recuerdo terrible de la pesadilla vivida y la alegría de la liberación. Ciertamente, el peligro pasado es grave y todavía causa escalofrío; el recuerdo del sufrimiento vivido es aún nítido e intenso; hace muy poco que el llanto se ha enjugado. Pero ya ha despuntado el alba de un nuevo día; en vez de la muerte se ha abierto la perspectiva de la vida que continúa.

3. De este modo, el Salmo demuestra que nunca debemos dejarnos arrastrar por la oscura tentación de la desesperación, aunque parezca que todo está perdido. Ciertamente, tampoco hemos de caer en la falsa esperanza de salvarnos por nosotros mismos, con nuestros propios recursos. En efecto, al salmista le asalta la tentación de la soberbia y la autosuficiencia: "Yo pensaba muy seguro: "No vacilaré jamás"" (v. 7).

Los Padres de la Iglesia comentaron también esta tentación que asalta en los tiempos de bienestar y vieron en la prueba una invitación de Dios a la humildad. Por ejemplo, san Fulgencio, obispo de Ruspe (467-532), en su Carta 3, dirigida a la religiosa Proba, comenta el pasaje del Salmo con estas palabras: "El salmista confesaba que a veces se enorgullecía de estar sano, como si fuese una virtud suya, y que en ello había descubierto el peligro de una gravísima enfermedad. En efecto, dice: "Yo pensaba muy seguro: No vacilaré jamás". Y dado que al decir eso había perdido el apoyo de la gracia divina, y, desconcertado, había caído en la enfermedad, prosigue diciendo: "Tu bondad, Señor, me aseguraba el honor y la fuerza; pero escondiste tu rostro, y quedé desconcertado". Asimismo, para mostrar que se debe pedir sin cesar, con humildad, la ayuda de la gracia divina, aunque ya se cuente con ella, añade: "A ti, Señor, llamé; supliqué a mi Dios". Por lo demás, nadie eleva oraciones y hace peticiones sin reconocer que tiene necesidades, y sabe que no puede conservar lo que posee confiando sólo en su propia virtud" (Lettere di San Fulgenzio di Ruspe, Roma 1999, p. 113).

4. Después de confesar la tentación de soberbia que le asaltó en el tiempo de prosperidad, el salmista recuerda la prueba que sufrió a continuación, diciendo al Señor: "Escondiste tu rostro, y quedé desconcertado" (v. 8).


Audiencias 2004 22