Audiencias 2004 43


Miércoles 23 de junio de 2004

Himno de adoración y alabanza

44 1. La Liturgia de las Vísperas incluye, además de los salmos, una serie de cánticos tomados del Nuevo Testamento. Algunos, como el que acabamos de escuchar, están compuestos de pasajes del Apocalipsis, libro con el que se concluye toda la Biblia, marcado a menudo por cantos y coros, por voces solistas e himnos de la asamblea de los elegidos, por sonidos de trompetas, de arpas y de cítaras.

Nuestro cántico, muy breve, se encuentra en el capítulo 15 de ese libro. Está a punto de comenzar una escena nueva y grandiosa: tras las siete trompetas que introdujeron las plagas divinas vienen ahora siete copas también llenas de plagas, en griego pleghè, un término que de por sí indica un golpe violento capaz de provocar heridas y, a veces, incluso la muerte. Es evidente que aquí se hace referencia a la narración de las plagas de Egipto (cf.
Ex 7, 1411, 10).

En el Apocalipsis la "plaga" es símbolo de un juicio sobre el mal, sobre la opresión y sobre la violencia del mundo. Por eso, también es signo de esperanza para los justos. Las siete plagas -como es sabido, en la Biblia el número siete es símbolo de plenitud- se definen como "las últimas" (cf. Ap 15,1), porque en ellas culmina la intervención divina que detiene el mal.

2. El himno es entonado por los salvados, los justos de la tierra, que están "de pie", con la misma actitud del Cordero resucitado (cf. Ap 15,2). Del mismo modo que los judíos en el Éxodo, después de atravesar el mar, cantaban el himno de Moisés (cf. Ex 15,1-18), así los elegidos elevan a Dios el "cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero" (Ap 15,3), después de vencer a la Bestia, enemiga de Dios (cf. Ap 15,2).

Este himno refleja la liturgia de las Iglesias joánicas y está constituido por un florilegio de citas del Antiguo Testamento, especialmente de los Salmos. La comunidad cristiana primitiva consideraba la Biblia no sólo como alma de su fe y de su vida, sino también de su oración y de su liturgia, precisamente como sucede en las Vísperas que estamos comentando.

Asimismo, es significativo que el cántico vaya acompañado de instrumentos musicales: los justos llevan en sus manos las cítaras (cf. Ap 15,2), testimonio de una liturgia embellecida con el esplendor de la música sacra.

3. Con su himno, los salvados, más que celebrar su constancia y su sacrificio, exaltan las "grandes y maravillosas obras" del "Señor Dios omnipotente", es decir, sus gestos salvíficos en el gobierno del mundo y en la historia. En efecto, la verdadera oración, además de petición, es también alabanza, acción de gracias, bendición, celebración y profesión de fe en el Señor que salva.

En este himno es también significativa la dimensión universalista, que se expresa con las palabras del salmo 85: "Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor" (Ps 85,9). La mirada se ensancha así hacia todo el horizonte y se vislumbran multitudes de pueblos que se dirigen hacia el Señor para reconocer que son "justos y verdaderos sus caminos" (cf. Ap 15,4), es decir, sus intervenciones en la historia para detener el mal y elogiar el bien. La esperanza de justicia presente en todas las culturas, la necesidad de verdad y de amor que sienten todas las espiritualidades, indican nuestra tendencia hacia el Señor, la cual sólo se satisface cuando llegamos a él.

Es hermoso pensar en esta dimensión universal de religiosidad y esperanza, asumida e interpretada por las palabras de los profetas: "Desde la salida del sol hasta su ocaso es grande mi nombre entre las naciones, y en todo lugar ha de ofrecerse a mi nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura, pues grande es mi nombre entre las naciones, dice el Señor de los ejércitos" (Ml 1,11).

4. Concluimos uniendo nuestra voz al coro universal. Lo hacemos con las palabras de un canto de san Gregorio Nacianceno, gran Padre de la Iglesia, del siglo IV: "Gloria al Padre y al Hijo, rey del universo; gloria al Espíritu Santísimo, al que sea dada toda gloria. La Trinidad es un solo Dios. Él ha creado todas las cosas; y las ha colmado: colmó el cielo de seres celestiales, y la tierra de terrestres. Llenó de seres acuáticos el mar, los ríos y las fuentes, vivificándolo todo con su Espíritu, para que toda la creación elevara himnos al sabio Creador. La vida y la permanencia en la vida lo tienen a él como única causa. Corresponde sobre todo a la criatura racional cantar para siempre su alabanza como Rey poderoso y Padre bueno. Haz, oh Padre, que yo también con pureza te glorifique en espíritu, con el corazón, con la lengua y con el pensamiento" (Poesie, 1, Colección de textos patrísticos 115, Roma 1994, pp. 66-67).

Saludos

45 Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En particular a los cadetes y oficiales del buque escuela Juan Sebastián Elcano, acompañados del arzobispo castrense de España, así como a los otros grupos de España y Puerto Rico. A todos deseo acierto en el rumbo de la vida que conduce a Dios. Muchas gracias por vuestra visita.

(En portugués)
Que Nuestra Señora guarde y ampare a todos en el camino de la vida y en el crecimiento cristiano, conservando en la amistad de Dios a vuestros seres queridos. .

(A la peregrinación de minusválidos de Praga)
Mañana celebraremos la fiesta de san Juan Bautista. Queridos hermanos, este gran profeta tuvo como vocación preparar el camino a nuestro Señor. También nosotros debemos llevar a Cristo al mundo de hoy, cada uno según sus fuerzas y su vocación. ¡Sed fuertes en el Señor!".

(A los fieles de la República Eslovaca les recordó que en este tiempo se celebran allí las ordenaciones sacerdotales)
Damos gracias a Cristo, sumo sacerdote, por los ciento diez nuevos sacerdotes y oramos a fin de que anuncien fielmente el Evangelio y celebren los misterios divinos.

(En polaco)
Os doy las gracias por vuestra presencia, vuestras oraciones y todos los signos de benevolencia. Habéis venido aquí en peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo. Que vuestra presencia en la ciudad eterna, en el contexto de la próxima solemnidad litúrgica de estos Apóstoles, confirme vuestra fe en Cristo y el vínculo con la Iglesia, que nace de su testimonio de vida y de su martirio.

(En italiano)
Mi pensamiento va también, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

46 Mientras numerosos muchachos están haciendo los exámenes, para mucha gente comienza el período veraniego, tiempo de turismo y peregrinaciones, de vacaciones y descanso. Queridos jóvenes, al mismo tiempo que pienso en vuestros coetáneos todavía dedicados a los exámenes, os deseo a vosotros, que estáis ya de vacaciones, que aprovechéis el verano para realizar experiencias humanas y espirituales formativas. Ojalá que a vosotros, queridos enfermos, no os falten el consuelo y el alivio de vuestros familiares. A vosotros, queridos recién casados, os animo a profundizar en estos meses de verano vuestra misión en la Iglesia y en la sociedad.








Miércoles 30 de junio de 2004

El palio, signo de comunión

Venerados hermanos en el episcopado;
amadísimos hermanos y hermanas:

1. Ayer celebramos la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo, venerados de modo especial aquí en Roma, donde ambos sellaron con la sangre su admirable testimonio de amor al Señor. La solemne liturgia eucarística se vio enriquecida este año con la participación fraterna de Su Santidad el Patriarca ecuménico Bartolomé I, para conmemorar el cuadragésimo aniversario del histórico encuentro y abrazo, en Jerusalén, entre mi venerado predecesor el siervo de Dios Pablo VI y el Patriarca ecuménico Atenágoras I.

Además, fue significativa vuestra presencia, amadísimos arzobispos metropolitanos, elegidos durante el último año. Tuve la alegría de imponeros el sagrado palio, y hoy me encuentro de nuevo con vosotros. Os saludo con gran afecto, juntamente con vuestros familiares y amigos, y extiendo mi saludo a las comunidades encomendadas a vuestra solicitud pastoral.

2. Vuestra grata presencia me brinda la ocasión de reflexionar sobre el significado de la antigua tradición de la imposición de los palios.

Desde el siglo noveno, los arzobispos nombrados en las sedes metropolitanas reciben del Papa una particular insignia litúrgica, es decir, el "palio", como signo de comunión con el Obispo de Roma. Esta insignia, que el Sumo Pontífice viste en todas las celebraciones solemnes y los metropolitanos en circunstancias particulares, consiste en una estrecha estola de lana blanca que se lleva ceñida al cuello. Cada año se confeccionan tantos palios cuantos son los nuevos metropolitanos. Bendecidos por el Papa en las primeras Vísperas de la solemnidad de San Pedro y San Pablo, se guardan en un cofre situado en la "Confesión" de la basílica vaticana, junto a la tumba del Apóstol, para ser impuestos al día siguiente a los arzobispos.

3. El signo del palio conserva también hoy una elocuencia singular. Expresa el principio fundamental de comunión, que da forma a la vida eclesial en todos sus aspectos; recuerda que esta comunión es orgánica y jerárquica; manifiesta que la Iglesia, para ser una, necesita el servicio peculiar de la Iglesia de Roma y de su Obispo, Cabeza del Colegio episcopal (cf . Pastores gregis ).

El otro aspecto complementario, que el rito del palio pone muy bien de relieve, es el de la catolicidad de la Iglesia. En efecto, la Iglesia ha sido enviada por Cristo para anunciar el Evangelio a todas las naciones y para servir a la humanidad entera.

47 4. Amadísimos hermanos y hermanas, muchos de vosotros habéis querido acompañar a estos prelados en una ocasión tan significativa. Son vuestros pastores. Os invito a permanecer unidos a ellos y a orar por la misión pastoral que están llamados a cumplir. Mi saludo se dirige también a los ocho metropolitanos que no están aquí presentes, los cuales recibirán el palio en sus sedes.

A todos Cristo nos repite lo que dijo un día a Pedro: Duc in altum! Nos invita a remar mar adentro y a aventurarnos con confianza por el mar de la vida, confiando en la ayuda constante de María, Madre de Dios, y en la intercesión de los apóstoles san Pedro y san Pablo, que con su sangre fecundaron los inicios de la Iglesia.

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial, a los arzobispos de Santiago de los Caballeros, Antequera, Cuzco y Arequipa, con sus familiares y fieles diocesanos. También a los grupos parroquiales aquí presentes. A todos os deseo una fructuosa peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo.

. (En polaco)
Saludo a los agricultores polacos, hombres dedicados a un trabajo duro, a menudo subestimado, sin el cual no es posible vivir. Siguiendo el ejemplo de vuestros antepasados, respetad el don de Dios: la tierra confiada a vosotros. Ojalá que produzca abundantes cosechas, que se conviertan en alimento y sean fuente de prosperidad para todos los polacos.

(En italiano)
Mi pensamiento va también, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. A la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo sigue hoy la memoria litúrgica de los Santos Protomártires de la santa Iglesia Romana. Queridos hermanos, imitad su testimonio evangélico y sed fieles a Cristo en todas las situaciones de la vida.







Julio de 2004


Miércoles 21 de julio de 2004

Promesa de cumplir los mandamientos de Dios

48

1. Después de la pausa con ocasión de mi estancia en el Valle de Aosta, reanudamos ahora, en esta audiencia general, nuestro itinerario a lo largo de los salmos que nos propone la liturgia de las Vísperas. Hoy reflexionamos sobre la decimocuarta de las veintidós estrofas que componen el salmo 118, grandioso himno a la ley de Dios, expresión de su voluntad. El número de las estrofas corresponde a las letras del alfabeto hebreo e indica plenitud; cada una de ellas se compone de ocho versículos y de palabras que comienzan con la correspondiente letra del alfabeto en sucesión.
En la estrofa que hemos escuchado, las palabras iniciales de los versículos comienzan con la letra hebrea nun.Esta estrofa se encuentra iluminada por la brillante imagen de su primer versículo: "Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero" (v. 105). El hombre se adentra en el itinerario a menudo oscuro de la vida, pero repentinamente el esplendor de la palabra de Dios disipa las tinieblas.

También el salmo 18 compara la ley de Dios con el sol, cuando afirma que "la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos" (v. 9). En el libro de los Proverbios se reafirma que "el mandato es una lámpara y la lección una luz" (
Pr 6,23). Precisamente con esa imagen Cristo mismo presentará su persona como revelación definitiva: "Yo soy la luz del mundo. El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8,12).

2. El salmista continúa su oración evocando los sufrimientos y los peligros de la vida que debe llevar y que necesita ser iluminada y sostenida: "¡Estoy tan afligido, Señor! Dame vida según tu promesa. (...) Mi vida está en peligro; pero no olvido tu voluntad" (Ps 118,107 Ps 118,109).

Toda la estrofa está marcada por un sentimiento de angustia: "Los malvados me tendieron un lazo" (v. 110), confiesa el orante, recurriendo a una imagen del ámbito de la caza, frecuente en el Salterio. El fiel sabe que avanza por las sendas del mundo en medio de peligros, afanes y persecuciones. Sabe que las pruebas siempre están al acecho. El cristiano, por su parte, sabe que cada día debe llevar la cruz a lo largo de la subida a su Calvario (cf. Lc 9,23).

3. A pesar de todo, el justo conserva intacta su fidelidad: "Lo juro y lo cumpliré: guardaré tus justos mandamientos (...). No olvido tu voluntad (...). No me desvié de tus decretos" (Ps 118,106 Ps 118,109 Ps 118,110). La paz de la conciencia es la fuerza del creyente; su constancia en cumplir los mandamientos divinos es la fuente de la serenidad.

Por tanto, es coherente la declaración final: "Tus preceptos son mi herencia perpetua, la alegría de mi corazón" (v. 111). Esta es la realidad más valiosa, la "herencia", la "recompensa" (v. 112), que el salmista conserva con gran esmero y amor ardiente: las enseñanzas y los mandamientos del Señor. Quiere ser totalmente fiel a la voluntad de su Dios. Por esta senda encontrará la paz del alma y logrará atravesar el túnel oscuro de las pruebas, llegando a la alegría verdadera.

4. A este respecto, son muy iluminadoras las palabras de san Agustín, el cual, comentando precisamente el salmo 118, desarrolla al comienzo el tema de la alegría que brota del cumplimiento de la ley del Señor. "Este larguísimo salmo, desde el inicio, nos invita a la felicidad, la cual, como es sabido, constituye la esperanza de todo hombre. En efecto, ¿puede haber alguien que no desee ser feliz? ¿ha habido o habrá alguien que no lo desee? Pero si esto es verdad, ¿qué necesidad hay de invitaciones para alcanzar una meta a la que el corazón humano tiende espontáneamente? (...) ¿No será tal vez porque, aunque todos aspiramos a la felicidad, la mayoría ignora el modo como se consigue? Sí, precisamente esta es la lección de aquel que dice: "Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor".

"Al parecer, quiere decir: Sé lo que quieres; sé que buscas la felicidad. Pues bien, si quieres ser feliz, lleva una vida intachable. Lo primero lo buscan todos; pero son pocos los que se preocupan de lo segundo, sin lo cual no se puede conseguir aquello que es la aspiración común. ¿Cómo llevar una vida intachable si no es caminando en la voluntad del Señor? Por tanto, dichosos los que con vida intachable caminan en la voluntad del Señor. Esta exhortación no es superflua, sino necesaria para nuestro espíritu" (Esposizioni sui Salmi, III, Roma 1976, p. 1113).

Hagamos nuestra la conclusión del gran obispo de Hipona, que reafirma la permanente actualidad de la felicidad prometida a quienes se esfuerzan por cumplir fielmente la voluntad de Dios.

Saludos

49 Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española: ¡México, siempre fiel! A las quinceañeras y demás grupos mexicanos, al coro de la Universidad católica de Encarnación de Paraguay y a los peregrinos chilenos. A todos deseo un verano sereno, siguiendo las sendas del Señor. Muchas gracias por vuestra visita.

(A un grupo de niños polacos y lituanos, huéspedes de casas de acogida en Italia)
Que vuestra estancia en Roma, junto a la tumba de san Pedro, os ayude a comprender que sólo con Jesucristo cada uno puede ser verdaderamente feliz, y con él puede formar parte de la gran familia de los hijos de Dios. También recuerdo en mi oración a vuestros educadores y a cuantos se esfuerzan por brindaros el calor de un hogar y una familia, en la que cada uno pueda encontrar todo lo que necesita para crecer en edad y desarrollarse en la plenitud del amor.

Por último, saludo, como de costumbre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Os deseo que empleéis este tiempo de verano para intensificar vuestro contacto con Dios en la oración, a través de una escucha prolongada de su palabra.





Miércoles 28 de julio de 2004

El Señor es el lote de mi heredad

1. Tenemos la oportunidad de meditar en un salmo de intensa fuerza espiritual, después de escucharlo y transformarlo en oración. A pesar de las dificultades del texto, que el original hebreo pone de manifiesto sobre todo en los primeros versículos, el salmo 15 es un cántico luminoso, con espíritu místico, como sugiere ya la profesión de fe puesta al inicio: "Mi Señor eres tú; no hay dicha para mí fuera de ti" (v. 2). Así pues, Dios es considerado como el único bien. Por ello, el orante opta por situarse en el ámbito de la comunidad de todos los que son fieles al Señor: "Cuanto a los santos que están en la tierra, son mis príncipes, en los que tengo mi complacencia" (v. 3). Por eso, el salmista rechaza radicalmente la tentación de la idolatría, con sus ritos sanguinarios y sus invocaciones blasfemas (cf. v. 4).

Es una opción neta y decisiva, que parece un eco de la del salmo 72, otro canto de confianza en Dios, conquistada a través de una fuerte y sufrida opción moral: "¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo, ¿qué me importa la tierra? (...) Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio" (Ps 72,25 Ps 72,28).

2. El salmo 15 desarrolla dos temas, expresados mediante tres símbolos. Ante todo, el símbolo de la "heredad", término que domina los versículos 5-6. En efecto, se habla de "lote de mi heredad, copa, suerte". Estas palabras se usaban para describir el don de la tierra prometida al pueblo de Israel. Ahora bien, sabemos que la única tribu que no había recibido un lote de tierra era la de los levitas, porque el Señor mismo constituía su heredad. El salmista declara precisamente: "El señor es el lote de mi heredad. (...) Me encanta mi heredad" (Ps 15,5-6). Así pues, da la impresión de que es un sacerdote que proclama la alegría de estar totalmente consagrado al servicio de Dios.
San Agustín comenta: "El salmista no dice: "oh Dios, dame una heredad. ¿Qué me darás como heredad?", sino que dice: "todo lo que tú puedes darme fuera de ti, carece de valor. Sé tú mismo mi heredad. A ti es a quien amo". (...) Esperar a Dios de Dios, ser colmado de Dios por Dios. Él te basta, fuera de él nada te puede bastar" (Sermón 334, 3: PL 38, 1469).

3. El segundo tema es el de la comunión perfecta y continua con el Señor. El salmista manifiesta su firme esperanza de ser preservado de la muerte, para permanecer en la intimidad de Dios, la cual ya no es posible en la muerte (cf. Ps 6,6 Ps 87,6). Con todo, sus expresiones no ponen ningún límite a esta preservación; más aún, pueden entenderse en la línea de una victoria sobre la muerte que asegura la intimidad eterna con Dios.

50 Son dos los símbolos que usa el orante. Ante todo, se evoca el cuerpo: los exégetas nos dicen que en el original hebreo (cf. Ps 15,7-10) se habla de "riñones", símbolo de las pasiones y de la interioridad más profunda; de "diestra", signo de fuerza; de "corazón", sede de la conciencia; incluso, de "hígado", que expresa la emotividad; de "carne", que indica la existencia frágil del hombre; y, por último, de "soplo de vida".

Por consiguiente, se trata de la representación de "todo el ser" de la persona, que no es absorbido y aniquilado en la corrupción del sepulcro (cf. v. 10), sino que se mantiene en la vida plena y feliz con Dios.

4. El segundo símbolo del salmo 15 es el del "camino": "Me enseñarás el sendero de la vida" (v. 11). Es el camino que lleva al "gozo pleno en la presencia" divina, a "la alegría perpetua a la derecha" del Señor. Estas palabras se adaptan perfectamente a una interpretación que ensancha la perspectiva a la esperanza de la comunión con Dios, más allá de la muerte, en la vida eterna.
En este punto, es fácil intuir por qué el Nuevo Testamento asumió el salmo 15 refiriéndolo a la resurrección de Cristo. San Pedro, en su discurso de Pentecostés, cita precisamente la segunda parte de este himno con una luminosa aplicación pascual y cristológica: "Dios resucitó a Jesús de Nazaret, librándole de los dolores de la muerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio" (Ac 2,24).

San Pablo, durante su discurso en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, se refiere al salmo 15 en el anuncio de la Pascua de Cristo. Desde esta perspectiva, también nosotros lo proclamamos: "No permitirás que tu santo experimente la corrupción. Ahora bien, David, después de haber servido en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó la corrupción. En cambio, aquel a quien Dios resucitó -o sea, Jesucristo-, no experimentó la corrupción" (Ac 13,35-37).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. En especial, al grupo de jóvenes de Madrid y al de quinceañeras de México. Os deseo a todos una feliz estancia en Roma, aprovechando estos días para crecer en la fe que testimoniaron los Apóstoles.

(En italiano)
Por último, saludo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos hermanos, que vuestra visita a las tumbas de los Apóstoles sea para vosotros aliento y estímulo a vivir de manera cada vez más consciente vuestra fe.
La audiencia terminó con el canto del paternóster y la bendición apostólica, impartida colegialmente por el Santo Padre y los obispos presentes.





Agosto de 2004


51

Miércoles 4 de agosto de 2004

Cristo, siervo de Dios

1. En nuestro itinerario a través de los salmos y cánticos que constituyen la liturgia de las Horas nos encontramos con el cántico del capítulo segundo de la carta a los Filipenses, versículos 6-11, que se reza en las primeras Vísperas de los cuatro domingos en que se articula la liturgia.

Lo meditamos por segunda vez, para seguir penetrando en su riqueza teológica. En estos versículos brilla la fe cristiana de los orígenes, centrada en la figura de Jesús, reconocido y proclamado hermano nuestro en la humanidad, pero también Señor del universo. Por consiguiente, es una auténtica profesión de fe cristológica, que refleja muy bien el pensamiento de san Pablo, pero que también puede ser un eco de la voz de la comunidad judeocristiana anterior al Apóstol. \

2. El cántico comienza hablando de la divinidad, propia de Jesucristo. En efecto, a él le corresponde la "naturaleza" y la condición divina, la morphè -como se dice en griego-, o sea, la misma realidad íntima y trascendente de Dios (cf. v. 6). Sin embargo, él no considera su identidad suprema y gloriosa como un privilegio del cual hacer alarde, un signo de poder y de mera supremacía.
El movimiento del himno avanza claramente hacia abajo, es decir, hacia la humanidad. "Al despojarse" y casi "vaciarse" de aquella gloria, para asumir la morphè, o sea, la realidad y la condición de esclavo, el Verbo entra por esta senda en el horizonte de la historia humana. Más aún, se hace semejante a los seres humanos (cf. v. 7) y se rebaja hasta someterse incluso a la muerte, signo del límite y de la finitud. Esta es la humillación extrema, porque acepta la muerte de cruz, que la sociedad de entonces consideraba la más infame (cf. v. 8).

3. Cristo elige rebajarse desde la gloria hasta la muerte de cruz: este es el primer movimiento del cántico, sobre el que volveremos a reflexionar para ponderar otros aspectos.

El segundo movimiento avanza en sentido inverso: desde abajo se eleva hacia lo alto, desde la humillación se asciende hacia la exaltación. Ahora es el Padre quien glorifica al Hijo, arrancándolo de la muerte y entronizándolo como Señor del universo (cf. v. 9). También san Pedro, en el discurso de Pentecostés, declara que "al mismo Jesús que vosotros crucificasteis Dios lo ha constituido Señor y Mesías" (Ac 2,36). Así pues, la Pascua es la epifanía solemne de la divinidad de Cristo, antes velada por su condición de siervo y de hombre mortal.

4. Ante la grandiosa figura de Cristo glorificado y entronizado todos se postran en adoración. No sólo en el horizonte de la historia humana, sino también en los cielos y en los abismos (cf. Flp Ph 2,10) se eleva una intensa profesión de fe: "Jesucristo es Señor" (v. 11). "Al que Dios había hecho un poco inferior a los ángeles, a Jesús, lo vemos ahora coronado de gloria y honor por su pasión y muerte. Así, por la gracia de Dios, ha padecido la muerte para bien de todos" (He 2,9).

Concluyamos este breve análisis del cántico de la carta a los Filipenses, sobre el que hemos de volver, dando la palabra a san Agustín, el cual, en su Comentario al evangelio de san Juan, remite al himno paulino para celebrar el poder vivificador de Cristo que realiza nuestra resurrección, arrancándonos de nuestro límite mortal.

5. He aquí las palabras del gran Padre de la Iglesia: "Cristo, "a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios". ¿Qué hubiera sido de nosotros, aquí en el abismo, débiles y apegados a la tierra, y por ello imposibilitados de llegar a Dios? ¿Podíamos ser abandonados a nosotros mismos? De ninguna manera. Él "se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo", pero sin abandonar la forma de Dios. Por tanto, el que era Dios se hizo hombre, asumiendo lo que no era sin perder lo que era; así, Dios se hizo hombre. Por una parte, aquí encuentras la ayuda a tu debilidad; y, por otra, todo lo que necesitas para alcanzar la perfección. Que Cristo te eleve en virtud de su humanidad, te guíe en virtud de su humana divinidad y te conduzca a su divinidad. Queridos hermanos, toda la predicación cristiana y la economía de la salvación, centrada en Cristo, se resumen en esto y en nada más: en la resurrección de las almas y en la resurrección de los cuerpos. Ambos estaban muertos: el cuerpo, a causa de la debilidad; y el alma, a causa de la iniquidad; ambos estaban muertos y era necesario que ambos, el alma y el cuerpo, resucitaran. ¿En virtud de quién resucita el alma sino en virtud de Cristo Dios? ¿En virtud de quién resucita el cuerpo sino en virtud de Cristo hombre? (...) Que resucite tu alma de la iniquidad en virtud de su divinidad y resucite tu cuerpo de la corrupción en virtud de su humanidad" (Commento al Vangelo di san Giovanni, 23, 6, Roma 1968, p. 541).

Saludos

52 Saludo con afecto a los peregrinos y familias de lengua española. Muchas gracias por vuestra visita. Buena continuación del verano.

Desde aquí quiero enviar un saludo a los jóvenes de España y de toda Europa reunidos estos días en Compostela, junto a la tumba del apóstol Santiago, donde encuentran la meta de su peregrinación. Allí pensáis en Europa, la misma Europa a la que en ese lugar, durante mi primera visita como Sucesor de san Pedro, invité a ser ella misma y a encontrarse con sus raíces cristianas.
Queridos jóvenes, centinelas del futuro, comprometeos a que la luz de Cristo, con vuestros ideales, trabajo y oración, alumbre el camino de Europa en un nuevo amanecer de fe y esperanza. Os abrazo con afecto y os bendigo de corazón.

(En polaco)
Viajando por los itinerarios de las vacaciones, abrís vuestros ojos a la belleza del mundo que nos rodea y del prójimo. Enriquecidos con estas experiencias, seguid con perseverancia a Cristo, defendiendo siempre los valores que dan sentido a la vida humana. Os bendigo a todos de corazón.

(En italiano)
Queridos hermanos, la liturgia nos recuerda hoy a un sacerdotes muy amado por sus contemporáneos: san Juan María Vianney, el santo cura de Ars.

Que su ejemplo y su intercesión os estimulen a vosotros, queridos jóvenes, a corresponder con generosidad a las invitaciones de la gracia; os ayuden a vosotros, queridos enfermos, a comprender cada vez mejor el valor del sufrimiento aceptado por amor al Señor; y a vosotros, queridos recién casados, os hagan apreciar la virtud de la humildad, que es el fundamento de la armonía familiar.








Miércoles 11 de agosto de 2004



Amadísimos hermanos y hermanas:

1. El sábado y el domingo próximos realizaré una peregrinación apostólica al santuario mariano de Lourdes. En ese lugar bendito tendré la alegría de celebrar la solemnidad de la Asunción de María santísima al cielo.

53 El motivo de la peregrinación es el 150° aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción de María, proclamada por el beato Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Cuatro años después, la Virgen se apareció a santa Bernardita, en la gruta de Massabielle, presentándose precisamente como "la Inmaculada Concepción". Por tanto, considero un don especial de la Providencia la posibilidad de volver a Lourdes bajo el signo de esta luminosa verdad de fe.

En un único acto de alabanza a Dios y a la Virgen, abrazaré los dos grandes misterios marianos: la Inmaculada Concepción y la Asunción al cielo en cuerpo y alma. En efecto, esos dos misterios constituyen el inicio y la conclusión de la vida terrena de María, unidos en el eterno presente de Dios, que la llamó a participar de modo singularísimo en el acontecimiento salvífico de la Redención llevada a cabo por nuestro Señor Jesucristo.

2. Los momentos públicos de la peregrinación serán tres: la tarde del sábado, el rezo del santo rosario; al anochecer, la tradicional procesión de antorchas; y, por último, el domingo por la mañana, la solemne celebración eucarística. Además, al llegar al santuario y antes de volver a Roma, acudiré a rezar en silencio ante la Gruta. En todas las circunstancias llevaré en mi corazón la acción de gracias y las súplicas de toda la Iglesia y, podría decir, del mundo entero, que sólo en Dios puede encontrar la paz y la salvación.

En efecto, ¿cuál es el mensaje que el Señor quiso dirigir a la humanidad mediante la Virgen de Lourdes? En síntesis, se puede resumir en una célebre expresión de la sagrada Escritura: Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf.
Ez 33,11). Dirigiéndose a la joven Bernardita, la Virgen María quiso recordar este mensaje evangélico fundamental: la oración y la penitencia son el camino por el que la victoria de Cristo puede consolidarse en cada persona y en la sociedad.

3. Pero para cambiar de conducta, es preciso escuchar la voz de la conciencia, en la que Dios ha puesto el sentido del bien y del mal. El hombre moderno, por desgracia, a veces muestra que ha perdido el sentido del pecado.Es necesario implorar para él un despertar interior, que le permita volver a descubrir plenamente la santidad de la ley de Dios y los deberes morales que de ella derivan.

Con estas intenciones en mi espíritu, me dispongo a partir hacia el santuario de la Virgen María en Lourdes. Pido a todos que me acompañen espiritualmente, a fin de que la peregrinación del Sucesor de Pedro produzca abundantes frutos para todo el pueblo de Dios.

Saludos

Saludo con afecto a los visitantes venidos de España, especialmente a los fieles de Tortosa, Gandía, Rafelguaraf, Mataró, Yecla y Aldaia. Al saludar a los peregrinos de América Latina, recuerdo hoy particularmente a Venezuela, pidiendo al Señor que bendiga e ilumine a todos sus ciudadanos, concediéndoles un futuro abierto al progreso y la esperanza. Invoco también un clima sereno de paz y reconciliación sobre esa querida nación, que encomendaré a la Virgen María en mi próximo viaje a Lourdes. Muchas gracias por vuestra atención.

(En italiano)
Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana. En particular os saludo a vosotros, queridos fieles de Bérgamo, que habéis venido, con vuestro obispo, con ocasión del centenario de la ordenación sacerdotal del beato Juan XXIII. Al recordar una vez más el fecundo ministerio de este venerado predecesor mío, ilustre hijo de la tierra bergamasca, deseo que sus enseñanzas sigan suscitando, especialmente entre sus paisanos, propósitos renovados de testimonio evangélico.

Saludo cordialmente a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Celebramos hoy la memoria de santa Clara de Asís, modelo luminoso de joven que supo vivir con valentía su entrega total a Cristo. Amadísimos hermanos, imitad su ejemplo, a fin de que, como ella, estéis dispuestos a responder fielmente a la llamada del Señor.





Audiencias 2004 43