Discursos 2004 9

AUDIENCIA DE JUAN PABLO II


AL SECRETARIO DE LA CONGREGACIÓN


PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA,


MONS. MICHAEL MILLER


Martes 13 de enero de 2004



Excelencia;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

Me alegra saludar al arzobispo Miller, juntamente con sus hermanos basilianos, los miembros de su familia y otros amigos, que lo han acompañado en esta alegre ocasión. Extiendo mi cordial saludo a todos vosotros.

El lema episcopal del arzobispo Miller: "Veritati servire", "Servir a la verdad", resume de modo elocuente el compromiso que ha caracterizado su vida sacerdotal, tanto en la Universidad de Santo Tomás en Houston, Texas, como durante sus cinco años de servicio en el Vaticano. Estoy seguro de que esta misma entrega seguirá impulsándolo y fortaleciéndolo ahora que ha vuelto a Roma para cumplir su misión como secretario de la Congregación para la educación católica.

Con mi oración y mis mejores deseos para su nuevo ministerio, le imparto cordialmente mi bendición apostólica a él y a todos los aquí presentes.







ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


AL 31° ESCUADRÓN DE LA AERONÁUTICA MILITAR ITALIANA


Martes 13 de enero de 2004



Queridos miembros del 31° escuadrón de la Aeronáutica militar italiana:

10 Me alegra encontrarme con vosotros al inicio del nuevo año, y os expreso mi más cordial felicitación. Os saludo con afecto y aprovecho esta oportuna circunstancia para daros las gracias por la entrega y el empeño con que desde hace años facilitáis al Sucesor de Pedro el cumplimiento de su ministerio pastoral.

Saludo en particular al jefe de estado mayor de la Aeronáutica, que ha querido honrarnos con su presencia. Agradezco, asimismo, a vuestro comandante las palabras con que ha interpretado los sentimientos de todos.

En los días pasados la liturgia nos ha invitado a contemplar a Jesús, que se hizo hombre y vino a habitar entre nosotros. Él es la luz que ilumina y da sentido a nuestra vida; es el Redentor que trae al mundo la paz. Acojámoslo con confianza y alegría. Nos lo presenta la Virgen santísima, la cual, como Madre solícita, vela también sobre nosotros. Os invito a recurrir a ella en todo momento y a encomendarle el año 2004, recién comenzado.

Con estos sentimientos, invoco sobre vosotros y sobre vuestras familias la asistencia divina, mientras de corazón imparto a todos una especial bendición apostólica.










A LOS ADMINISTRADORES DE LA REGIÓN DEL LACIO,


DEL AYUNTAMIENTO Y DE LA PROVINCIA DE ROMA


Jueves 15 de enero\i de 2004





Ilustres señores y amables señoras:

1. Bienvenidos a este encuentro que, al inicio del nuevo año, nos brinda la oportunidad de un cordial intercambio de felicitaciones. Gracias por vuestra grata visita. Dirijo un deferente saludo al presidente de la junta regional, honorable Francesco Storace, al alcalde de Roma, honorable Walter Veltroni, y al presidente de la Provincia, honorable Enrico Gasbarra. Deseo expresarles mi profundo agradecimiento por las amables palabras con las que han querido hacerse intérpretes de los sentimientos de todos los presentes. Saludo a los presidentes y a los miembros de las tres asambleas, así como a sus colaboradores. Aprovecho la ocasión para enviar un afectuoso saludo a todos los habitantes de la ciudad, de la provincia de Roma y de la región del Lacio.
I 2. Las dificultades que marcan la actual situación del mundo se perciben también en nuestra región. Pero precisamente en los momentos difíciles pueden y deben manifestarse más claramente las energías positivas de una población y de sus representantes. Por tanto, me complace renovaros la cordial invitación a la confianza y a la cohesión solidaria que en repetidas ocasiones he dirigido al pueblo italiano.

Es indispensable la aportación de cada uno para construir una sociedad más justa y fraterna. Es preciso superar juntos las tensiones y los conflictos; es necesario luchar unidos contra el terrorismo que, por desgracia, también ha afectado a nuestra amada ciudad.

El camino para derrotar y prevenir cualquier forma de violencia consiste en esforzarse por construir la "civilización del amor". En efecto, como subrayé en el mensaje para la reciente Jornada mundial de la paz, el amor es "la forma más alta y más noble de relación de los seres humanos entre sí" (n. 10).

3. No podemos menos de pensar en la familia como lugar prioritario para realizar la "civilización del amor". La familia constituye el espacio humano en el que la persona, desde el inicio de su existencia, puede experimentar el calor del afecto y crecer de modo armonioso. Precisamente por eso, se aceptan de buen grado opciones políticas y administrativas idóneas para sostener a la familia, considerada como "sociedad natural fundada en el matrimonio", como dice la Constitución italiana (art. 29). En este contexto se insertan las medidas que las administraciones guiadas por vosotros han tomado para apoyar a las familias con hijos durante los primeros años de vida, o para confirmar el papel primario de la institución familiar en la educación de los hijos. Para ello, la escuela reviste siempre una importancia fundamental. La Iglesia se alegra de contribuir a ello con sus centros escolares, que desempeñan una apreciada función social y que, por este motivo, tienen derecho a ser sostenidas.

11 4. Muchos otros sectores de la vida social requieren intervenciones concretas. Pienso en quienes se encuentran en situación de mayor necesidad, en los ancianos que viven solos, en los menores abandonados, y en los sectores sociales más débiles, como los de numerosos inmigrantes. Pienso en la juventud, que mira con confianza al futuro y espera ser educada en la justicia, en la solidaridad y en la paz. Las parroquias, las comunidades religiosas, las instituciones católicas y el voluntariado seguirán ofreciendo en Roma, en la Provincia y en todo el territorio regional su contribución capilar, explotando todos sus recursos humanos y espirituales.

5. Honorables representantes de las administraciones regional, provincial y municipal, ¡gracias por todo lo que estáis haciendo con empeño! Os agradezco, en particular, la atención que prestáis a la acción pastoral y social de la Iglesia, preocupada siempre y únicamente por servir al hombre y testimoniar el Evangelio de la esperanza.

Os encomiendo a vosotros y todos vuestros proyectos a la Virgen María, invocada en la ciudad, en la provincia y en el Lacio con muchos títulos sugestivos, que testimonian una intensa y arraigada devoción entre la gente. Os aseguro un recuerdo en la oración e invoco la bendición de Dios sobre vosotros, sobre vuestros colaboradores, sobre vuestras familias y sobre las poblaciones que representáis. ¡Feliz año nuevo a todos!








A LOS MIEMBROS DEL CENTRO ITALIANO FEMENINO


CON OCASIÓN DE SU XXVI ASAMBLEA NACIONAL


Viernes 16 de enero de 2004

Amadísimas hermanas:

1. De buen grado os acojo con ocasión de la asamblea nacional del Centro italiano femenino, que se celebra durante estos días en Roma. Saludo a la presidenta nacional y le agradezco las amables palabras con las que ha manifestado la cercanía espiritual de toda la asociación a mi ministerio pastoral. Os saludo a cada una de vosotras, queridas delegadas, provenientes de diversas provincias de Italia. Vuestra presencia me brinda la grata oportunidad de extender mi saludo a las mujeres comprometidas de diversos modos en vuestra asociación, así como a aquellas con las que tenéis contacto diariamente en vuestras actividades.

2. El Centro italiano femenino, inspirándose en los principios cristianos, se esfuerza por ayudar a las mujeres a desempeñar cada vez más responsablemente su papel en la sociedad. La humanidad siente con creciente intensidad la necesidad de dar un sentido y un objetivo a un mundo en el que se presentan cada día nuevos problemas que crean inseguridad y confusión. Por tanto, es acertado el propósito de vuestro congreso de reflexionar sobre "Las mujeres ante las expectativas del mundo". En la época actual, marcada por la rápida sucesión de los acontecimientos, ha aumentado la participación femenina en todos los ámbitos de la vida civil, económica y religiosa, comenzando por la familia, célula primera y vital de la sociedad humana. Esto exige de vuestra parte constante atención a los problemas que van surgiendo y generosa clarividencia al afrontarlos.

3. En la carta apostólica Mulieris dignitatem puse de relieve que "la dignidad de la mujer se relaciona íntimamente con el amor que recibe por su femineidad y también con el amor que, a su vez, ella da" (n. 30). Es importante que la mujer mantenga viva la conciencia de su vocación fundamental: sólo se realiza a sí misma dando amor, con su singular "genio" que asegura "en toda circunstancia la sensibilidad por el hombre, por el hecho de que es ser humano" (Mulieris dignitatem MD 30).

El paradigma bíblico de la mujer, "puesta" por el Creador junto al hombre como "una ayuda adecuada" (Gn 2,18), revela también cuál es el verdadero sentido de su vocación. Su fuerza moral y espiritual brota de la conciencia de que "Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano" (ib.).

4. Queridas hermanas, es esta ante todo la misión de cada mujer también en el tercer milenio. Vividla plenamente y no os desalentéis ante las dificultades y los obstáculos que podáis encontrar durante el camino. Al contrario, confiando siempre en la ayuda divina, cumplidla con alegría, expresando el "genio" femenino que os distingue.

Dios os concederá la luz y la guía de su Espíritu Santo, si recurrís con confianza a él en la oración. La Virgen de Nazaret, sublime ejemplo de femineidad realizada, será vuestro apoyo seguro.

12 El Papa os anima a testimoniar en todo lugar el Evangelio de la vida y de la esperanza, y os acompaña con un recuerdo diario ante el Señor. Con estos sentimientos, de buen grado os bendigo a vosotras, a vuestras familias y a todos los miembros del Centro italiano femenino.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS RABINOS JEFES DE ISRAEL


Viernes 16 de enero de 2004

Distinguidos señores:

Me complace que hayáis venido a Roma para asistir al Concierto de la reconciliación en el Vaticano, y me alegra dirigiros hoy mi cordial y afectuoso saludo. Durante los veinticinco años de mi pontificado, me he esforzado por promover el diálogo entre judíos y católicos, fomentando una comprensión, un respeto y una cooperación cada vez mayores entre nosotros. En efecto, uno de los actos más destacados de mi pontificado seguirá siendo siempre mi peregrinación jubilar a Tierra Santa, que incluyó momentos de recuerdo, reflexión y oración en el mausoleo de Yad Vashem y ante el Muro occidental.

El diálogo oficial entablado entre la Iglesia católica y los rabinos jefes de Israel es un signo de gran esperanza. No debemos escatimar ningún esfuerzo para trabajar juntos con el fin de construir un mundo de justicia, de paz y de reconciliación para todos los pueblos. Que la divina Providencia bendiga nuestro trabajo y lo corone con éxito.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A SU BEATITUD MICHEL SABBAH,


PATRIARCA DE JERUSALÉN DE LOS LATINOS




A Su Beatitud
Monseñor MICHEL SABBAH
Patriarca de Jerusalén de los latinos

He sabido con alegría que el domingo 11 de enero de 2004, fiesta del Bautismo del Señor, usted presidirá el rito de dedicación de la capilla de la Domus Galilaeae, situada en el Monte de las Bienaventuranzas, Corozaín. Recuerdo con emoción la peregrinación apostólica del 24 de marzo de 2000, cuando precisamente en el Monte de las Bienaventuranzas, no muy lejos de donde Jesús realizó la primera multiplicación de los panes, celebré la Eucaristía ante muchos fieles de Tierra Santa y numerosísimos jóvenes del Camino Neocatecumenal. En aquella misma circunstancia visité y bendije el Santuario de la Palabra, lugar acogedor para quien desea escrutar las sagradas Escrituras en un clima de oración y contemplación.

La capilla, dedicada ahora solemnemente, brinda la posibilidad de contemplar el supremo misterio de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, y el fresco del Juicio universal, que enriquece el ábside, invita a dirigir la mirada a las realidades últimas de la fe que iluminan nuestra peregrinación diaria en la tierra.

Me uno de buen grado al intenso momento espiritual que esa comunidad cristiana se dispone a vivir y le envío mi afectuoso saludo. Saludo en particular a los prelados, a los representantes de las comunidades religiosas, del clero y de los movimientos eclesiales, así como a las autoridades civiles presentes. Saludo a los iniciadores del Camino Neocatecumenal, que guían la convivencia programada en la Domus Galilaeae del 7 al 16 de enero, así como a los hermanos y hermanas que participan en ella.

13 Le pido, venerado hermano, que se haga intérprete ante todos los presentes de mis sentimientos cordiales, mientras deseo que ese importante acontecimiento estimule a todos a renovar su adhesión a Cristo, Redentor del mundo. Que la Virgen de Nazaret, Madre de la Iglesia y Estrella de la nueva evangelización, guíe el camino de los creyentes en Tierra Santa y les obtenga el don de una fidelidad al Evangelio cada vez más valiente.

Con estos sentimientos le envío a usted, a los promotores del encuentro, a cuantos forman la familia espiritual de la Domus Galilaeae y a los participantes en el sagrado rito, una especial bendición apostólica.

Vaticano, 6 de enero de 2004








AL FINAL DEL "CONCIERTO DE LA RECONCILIACIÓN"


OFRECIDO EN LA SALA PABLO VI


Sábado 17 de enero de 2004



1. Con viva emoción he asistido al concierto de esta tarde dedicado al tema de la reconciliación entre judíos, cristianos y musulmanes. He escuchado con participación interior la espléndida ejecución musical, que ha sido para todos nosotros ocasión de reflexión y oración. Saludo y doy las gracias de corazón a los promotores de la iniciativa y a cuantos han contribuido a su realización concreta.

Saludo a los presidentes y a los miembros de los Consejos pontificios que han organizado este acontecimiento tan significativo. Saludo a las personalidades y a los representantes de las diversas organizaciones judías internacionales, de las Iglesias y comunidades eclesiales y del islam, que con su participación hacen aún más sugestivo este encuentro. Expreso mi gratitud en particular a los Caballeros de Colón, que han dado su apoyo concreto al concierto, así como a la RAI, aquí representada por sus dirigentes, que ha asegurado su adecuada difusión.

Dirijo también mi saludo al ilustre maestro Gilbert Levine y a los miembros de la orquesta sinfónica de Pittsburgh y de los coros de Ankara, Cracovia, Londres y Pittsburgh. La elección de las piezas de esta tarde tenían como finalidad atraer nuestra atención hacia dos puntos importantes que, en cierto sentido, unen a los seguidores del judaísmo, del islam y del cristianismo, aunque los respectivos textos sagrados los tratan de modo diferente. Esos dos puntos son: la veneración al patriarca Abraham y la resurrección de los muertos. Hemos escuchado un magistral comentario de esos puntos en el motete sacro "Abraham", de John Harbison, y en la sinfonía número 2 de Gustav Malher, inspirada en el poema dramático "Dziady", del ilustre dramaturgo polaco Adam Mickiewicz.

2. La historia de las relaciones entre judíos, cristianos y musulmanes está marcada por luces y sombras y, por desgracia, ha conocido momentos dolorosos. Hoy, se siente la necesidad urgente de una sincera reconciliación entre los creyentes en el único Dios.

Esta tarde nos hallamos reunidos aquí para expresar concretamente este compromiso de reconciliación a través del mensaje universal de la música. Se nos ha recordado la exhortación: "Yo soy el Dios omnipotente. Camina en mi presencia y sé perfecto" (Gn 17,1). Todo ser humano siente resonar en su interior esas palabras; sabe que un día deberá dar cuenta a Dios, que desde lo alto observa su camino en la tierra.

Juntos expresamos el deseo de que los hombres sean purificados del odio y del mal que amenazan continuamente la paz, y se tiendan recíprocamente manos que no conozcan violencia, sino que estén dispuestas a ofrecer ayuda y consuelo a las personas necesitadas.

3. El judío honra al Omnipotente como protector de la persona humana, y Dios de las promesas de vida. El cristiano sabe que el amor es el motivo por el que Dios entra en relación con el hombre, y que el amor es la respuesta que él espera del hombre. Para el musulmán, Dios es bueno y sabe colmar al creyente de sus misericordias. Judíos, cristianos y musulmanes, alimentados con estas convicciones, no pueden aceptar que el odio aflija a la tierra y que guerras sin fin trastornen a la humanidad.

14 ¡Sí! Debemos encontrar en nosotros la valentía de la paz. Debemos implorar de Dios el don de la paz. Y esta paz se derramará como aceite que alivia, si recorremos sin cesar el camino de la reconciliación. Entonces el desierto se convertirá en un jardín donde reinará la justicia, y el efecto de la justicia será la paz (cf. Is Is 32,15-16).

Omnia vincit amor!







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A MONS. JULIÁN BARRIO BARRIO


CON OCASIÓN DE LA APERTURA DE LA PUERTA SANTA


DE SANTIAGO DE COMPOSTELA


A Mons. JULIÁN BARRIO BARRIO
Arzobispo de Santiago de Compostela

1. Con motivo de la apertura de la Puerta Santa, que señala el comienzo del Año Jubilar Compostelano 2004, primero del tercer milenio del cristianismo, envío un cordial saludo a los pastores y fieles de esa Archidiócesis de Santiago de Compostela y a los queridos hijos de Galicia. Asimismo, me uno espiritualmente, ya desde ahora, a los peregrinos que desde el resto de España, Europa y los más recónditos lugares de la tierra, se encaminarán de muy diversas maneras hacia la tumba del Apóstol Santiago, movidos por el deseo sincero de conversión.

A lo largo de la historia han sido innumerables los hombres y mujeres que se han dirigido hacia el llamado "Finis terrae" con espíritu de oración y de sacrificio. Sus huellas anónimas, siguiendo la dirección de la Vía Láctea, fueron conformando el Camino. La peregrinación jacobea nos habla de los orígenes espirituales y culturales del viejo Continente, pues la Iglesia y Europa son dos realidades íntimamente unidas en su ser y en su destino (cf. Ecclesia in Europa, 108). Por ello, a pesar de la actual crisis cultural que, en ciertos aspectos, repercute en la vida de algunos cristianos, debemos reafirmar que el Evangelio sigue siendo una referencia fundamental para el Continente. Yo mismo he peregrinado en dos ocasiones a esa Ciudad, llamada con razón "capital espiritual de la unidad europea". De ello conservo un recuerdo imborrable.

2. La Iglesia compostelana, que desde tiempo inmemorial ha recibido el privilegio de custodiar el Sepulcro del Amigo del Señor, se siente llamada a acoger generosamente y transmitir el sentido profundo de la vida, inspirado en la fe que Santiago, el Boanerges (cf. Mc Mc 3,17), proclamó.

Por ello, el Camino de Santiago, a través del cual tantos peregrinos han purificado y acrecentado su fe a lo largo de la historia y que ha dejado su impronta netamente cristiana en la cultura humana, no puede olvidar su dimensión espiritual. El fenómeno jacobeo, que hace únicamente referencia al secular itinerario a Compostela, no puede desfigurar su identidad a causa de los factores culturales, económicos y políticos que conlleva. Cualquier iniciativa que intentara desvirtuar o adulterar su carácter específicamente religioso sería una tergiversación de sus auténticos orígenes. A este respecto, el peregrino no es, pues, sólo un caminante: es, ante todo, un creyente que, a través de esa experiencia de vida y con la mirada fija en la intrepidez del Apóstol, quiere seguir fielmente a Cristo.

"Peregrinos por Gracia. ¿Qué conversación es la que lleváis por el camino?". Este lema del presente Año Santo hace referencia al relato evangélico de los discípulos de Emaús y es una imagen del peregrinar cristiano, muy adecuada para los peregrinos del nuevo milenio.

3. A través de los siglos, la esencia de la peregrinación a Santiago de Compostela ha sido la conversión al Dios vivo a través del encuentro con Jesucristo. La celebración de este Jubileo se propone también como camino de conversión. En efecto, gentes de todos los Continentes se darán cita en Compostela para confesar su fe cristiana e implorar y acoger el perdón de Dios misericordioso, cuya plenitud se manifiesta en la gracia de la indulgencia jubilar que conlleva la remisión total de la pena temporal debida por los pecados. El peregrino, abandonando progresivamente su comportamiento anterior, está llamado a revestirse del "hombre nuevo", asumiendo la nueva mentalidad propuesta por el Evangelio. El rito del Botafumeiro es, por otra parte, signo de su purificación, de su nuevo ser ofrecido como incienso que sube a la presencia del Señor.

La peregrinación a la Basílica Compostelana durante el Año Jubilar ha de suponer, pues, un renovado impulso para la comunidad cristiana en el empeño de revitalizar la fe. Para ello son esenciales los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía.

15 El gesto tradicional del abrazo al Apóstol, testigo y mártir de Jesucristo, simboliza la acogida gozosa de la fe que Santiago el Mayor predicó sin desmayo hasta dar su vida. Por eso, la Ruta jacobea no es solamente una meta. Cruzando el umbral del majestuoso Pórtico de la Gloria, los peregrinos, orientando su vida a la luz de las Escrituras, retornan a sus lugares de origen para ser allí testimonios vivos y creíbles del Señor.

De este modo, los dinteles de esta Puerta de gracia, evocadora imagen de la Jerusalén celeste, serán testigos de la audacia de quienes no temen el futuro ni los obstáculos que aún quedan por superar para que se manifieste la humanidad nueva, y nos recordarán que la vida misma es un camino por Cristo hacia Dios Padre en el Espíritu.

4. La peregrinación, pues, a pesar de su dureza y fatiga, es un anuncio gozoso de la fe. Un camino personal en el que los peregrinos, siguiendo el ejemplo del "Hijo del Trueno", se convierten en intrépidos y celosos apóstoles. Con su caminar reflexivo, entregados a la intimidad con el Señor en la oración y el silencio, apoyados en el bordón de su Palabra, contemplando las maravillas que el Creador plasmó en la naturaleza, con su ascesis personal, ligeros de equipaje y provisiones, evitando los peligros de la experiencia gnóstica de preocupantes movimientos pseudorreligiosos y culturales, son invitados a anunciar el Reino de Dios.

El Camino es, además, un espacio y tiempo para el diálogo, la reconciliación y la paz; un itinerario de fraternidad espiritual y un impulso del compromiso ecuménico de acuerdo con la vocación universal de la Iglesia. La hospitalidad, característica inherente a la peregrinación, supone también una importante aportación a la actual sociedad europea, donde el fenómeno de la migración requiere una particular atención.

5. Este Año Santo nos ofrece una ocasión propicia para impulsar, con renovado vigor, el compromiso con los valores de la Buena Nueva, proponiéndolos persuasivamente a las nuevas generaciones e impregnando con ellos la vida personal, familiar y social.

A ello se orientan las diversas actividades pastorales programadas para el Jubileo, particularmente la reunión de la Comisión del Episcopado de la Comunidad Europea (COM.E.CE) y el Encuentro Europeo de Jóvenes. Son acontecimientos que manifiestan la vitalidad de la fe de la Iglesia fundada en la predicación apostólica y que deben proyectarse fraternalmente hacia América y los demás Continentes. Compostela debe seguir siendo voz profética, faro luminoso de vida cristiana y de esperanza para las nuevas vías de la evangelización (cf. Discurso en la plaza del Obradoiro, 19 de agosto de 1989, 2).

6. A Santa María del Camino, Virgen Peregrina, icono de la Iglesia en marcha por el desierto de la historia, que acompañará a los peregrinos en su itinerario penitencial, y a la protección del Señor Santiago, que les acogerá sonriente a su llegada al Pórtico de la Gloria, encomiendo este Año Jacobeo con la confianza de que los frutos abundantes de esta celebración jubilar ayuden a revitalizar la vida cristiana, manteniéndonos firmes en la fe, seguros en la esperanza y constantes en la caridad.

Con tales deseos, y en señal de benevolencia, les imparto complacido la Bendición Apostólica.

Vaticano, 30 de noviembre de 2003, I Domingo de Adviento.

JUAN PABLO II






ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE MALTA


Jueves 22 de enero de 2004

: Señor presidente:

16 Me complace darle la bienvenida a usted y a su familia en el Vaticano. Su visita me trae gratos recuerdos de mi viaje a Malta, hace tres años, y de la cordial bienvenida que recibí. Mi peregrinación jubilar tras las huellas de san Pablo me brindó la ocasión de apreciar una vez más la antigua herencia cristiana de su país, y de animar a sus compatriotas en sus esfuerzos por construir una sociedad digna de su noble tradición cultural. La fuerza de Malta han sido siempre sus familias, que no sólo han enriquecido el entramado social, sino que también han contribuido significativamente a la misión universal de la Iglesia, principalmente a través de su abundante cosecha de vocaciones sacerdotales y religiosas. Ojalá que las familias encuentren siempre aliento y apoyo en su tarea de educar a los jóvenes, que son el futuro de Malta. Sobre usted y sobre todo el querido pueblo maltés invoco de corazón las abundantes bendiciones divinas de prosperidad, alegría y paz.








AL PRESIDENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL


JOSÉ MARÍA AZNAR


Viernes 23 de enero de 2004

Señor Presidente,

Me complace recibirle, junto con su distinguida familia, en esta visita que ha querido hacerme cuando está por concluir su encargo de Presidente del Gobierno Español, que ha desempeñado por casi ocho años. En este periodo hemos tenido oportunidad de encontrarnos en diversas ocasiones, la ultima de las cuales durante mi Quinto Viaje Apostólico a España el pasado mes de mayo.

En esa memorable ocasión pude constatar, una vez más, las profundas raíces cristianas del pueblo español y el dinamismo de la Iglesia en su noble País. Esas dos cualidades han marcado los momentos mas brillantes de su historia, y con ellas las nuevas generaciones podrán encaminarse hacia un futuro cada vez más prometedor.

Mientras me complazco por la colaboración sincera y leal entre la Iglesia y las Autoridades al servicio de los españoles, desde el respeto y la independencia, le agradezco su visita y renuevo mis votos por el progreso espiritual y material de los españoles, por su convivencia pacifica en concordia y libertad, a la vez que invoco del Altísimo toda clase de bendiciones sobre los amadísimos hijos e hijas de España.








AL CUARTO GRUPO DE OBISPOS DE FRANCIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Sábado 24 de enero de 2004



Queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

1. Me alegra reanudar las audiencias con los obispos de Francia durante sus visitas ad limina. Os acojo con alegría, obispos de las provincias de Toulouse y Montpellier. Agradezco a monseñor Émile Marcus, arzobispo de Toulouse, sus amables palabras; me alegra el espíritu de colaboración que existe entre vuestras dos provincias, colaboración ampliamente facilitada por los vínculos históricos y por la presencia del Instituto católico y del seminario diocesano de Toulouse, que acogen sobre todo a seminaristas de toda la región. Monseñor Marcus, como responsable de la comisión episcopal para los ministerios ordenados, acaba de hacerme partícipe de vuestros interrogantes y de vuestras inquietudes con respecto al futuro del clero, recordando la situación particularmente alarmante que atraviesa vuestro país, la cual por desgracia queda reflejada en las relaciones quinquenales de las diócesis de Francia. Elevo al Señor una oración incesante para que los jóvenes acepten oír la llamada al sacerdocio, de modo especial al sacerdocio diocesano, y se comprometan en el seguimiento de Cristo, abandonándolo todo del mismo modo que los Apóstoles, como nos lo recordó oportunamente el texto del evangelio de la misa que abrió este año el tiempo ordinario (cf. lunes de la primera semana: Mc Mc 1,14-20).

2. Por tanto, sobre esta cuestión del sacerdocio diocesano, fundamental para las Iglesias locales, deseo hablaros hoy. Comprendo fácilmente que, como los sacerdotes, a veces podéis sentiros desmoralizados ante la situación y las perspectivas futuras, pero quisiera invitaros a la esperanza y a un compromiso cada vez más decidido en favor del sacerdocio. Aunque es preciso ser realistas frente a las dificultades, no hay que ceder al desaliento, ni limitarse a constatar las cifras y la disminución del número de sacerdotes, de lo cual, por lo demás, no podemos sentirnos totalmente responsables. En efecto, como destacaba con razón la Carta a los católicos de Francia publicada por vuestra Conferencia episcopal en 1996, que sigue siendo actual, la crisis que atraviesa la Iglesia se debe, en gran parte, a la repercusión, tanto en el seno de la institución eclesial como en la vida de sus miembros, de los cambios sociales, de las nuevas formas de comportamiento, de la pérdida de valores morales y religiosos, y de una actitud consumista muy generalizada. Sin embargo, en la adversidad, con la ayuda de Cristo y conscientes de nuestra herencia, debemos proponer sin cesar la vida sacerdotal a los jóvenes como un compromiso generoso y una fuente de felicidad, procurando renovar y reforzar la pastoral vocacional.

Lo que puede alejar a los jóvenes, a menudo marcados por la vida fácil y superficial, es ante todo la imagen del sacerdote, cuya identidad, en la sociedad moderna, está poco definida y es cada vez menos clara, y cuya tarea es cada vez más pesada. Es fundamental reafirmar esa identidad, mostrando de manera más nítida el perfil de la figura del sacerdote diocesano. En efecto, ¿cómo podrían sentirse atraídos los jóvenes por un estilo de vida, si no captan su grandeza y su belleza, y si los sacerdotes mismos no se preocupan por expresar su entusiasmo por la misión de la Iglesia? El sacerdote, hombre en medio de sus hermanos, escogido para servirles mejor, encuentra su alegría y el equilibrio de su vida en su relación con Cristo y en su ministerio. Es el pastor de la grey, que guía al pueblo de Dios, que celebra los sacramentos, que enseña y anuncia el Evangelio, asegurando así una paternidad espiritual mediante el acompañamiento de sus fieles. En todo esto, es a la vez el testigo y el apóstol que, a través de las diferentes actividades de su ministerio, manifiesta su amor a Cristo, a la Iglesia y a los hombres.

17 La importancia, la diversidad y el peso de la misión que los sacerdotes de la generación actual tienen que cumplir dan la impresión de un ministerio fragmentado, y ciertamente no siempre invitan a los jóvenes a seguir a los que les preceden. A este propósito, quiero expresar mi aprecio por la valentía, el celo y la tenacidad de los sacerdotes que desempeñan su ministerio en condiciones a menudo muy difíciles, en el seno de una sociedad en la que no son suficientemente estimados. En vez de desanimarse, deben encontrar en Cristo la audacia para cumplir la misión que se les ha confiado. Con ellos, doy gracias por su fidelidad, signo de su amor profundo a Cristo y a la Iglesia. No deben olvidar jamás que, mediante las actividades de su ministerio, hacen presente la ternura de Dios y comunican a los hombres la gracia que necesitan. Llevadles el afecto del Sucesor de Pedro, que los acompaña diariamente con su oración. Invitadlos a que, en los encuentros con los jóvenes y en sus homilías, manifiesten la felicidad que se experimenta al seguir a Cristo en el sacerdocio diocesano. Mi oración afectuosa se dirige especialmente a los sacerdotes ancianos o enfermos, los cuales, con su vida de intercesión y un ministerio adecuado a sus fuerzas, siguen sirviendo a la Iglesia de otra manera.

3. Las urgencias de la misión y las múltiples exigencias de los hombres hacen que los sacerdotes, demasiado poco numerosos, corran el riesgo de descuidar o dejar que su vida espiritual se debilite. Asimismo, deben compaginar las exigencias de la existencia diaria, del ministerio, de la formación permanente y de su tiempo de descanso, para recuperar sus fuerzas, a fin de no poner en peligro el equilibrio de su vida humana y afectiva. Lo que cuenta, ante todo, para el sacerdote es la edificación y el crecimiento de su vida espiritual, fundada en una relación diaria con Cristo, caracterizada por la celebración eucarística, la Liturgia de las Horas, la lectio divina y la oración. Esta relación constituye la unidad del ser sacerdotal y del ministerio. Cuanto más pesada es la tarea, tanto más importante es estar cerca del Señor, a fin de encontrar en él las gracias necesarias para el servicio pastoral y la acogida de los fieles. En efecto, la experiencia espiritual personal permite vivir en la fidelidad y reavivar sin cesar el don recibido por la imposición de las manos (cf.
2Tm 1,6).
Asimismo, como recordé en la exhortación apostólica postsinodal Pastores dabo vobis, las respuestas a la crisis del ministerio que experimentan muchos países consisten en un acto de fe total en el Espíritu Santo (cf. n. 1), en una estructuración cada vez más fuerte de la vida espiritual de los sacerdotes mismos, que los mantengan en una marcha exigente a lo largo del camino de la santidad (cf. nn. 19-20), y en una formación permanente, que es como el alma de la caridad pastoral (cf. nn. 70-81). Os corresponde a vosotros procurar que los miembros del presbiterio arraiguen su misión en una vida de oración regular y fiel, y en la práctica del sacramento de la penitencia.

4. Algunos sacerdotes, sobre todo los más jóvenes, sienten la necesidad de una experiencia sacerdotal fraterna, o sea, de un camino comunitario, para sostenerse y atenuar las dificultades que algunos pueden experimentar ante la inevitable soledad vinculada al ministerio, aunque, a veces de manera paradójica, viven su ministerio de modo demasiado individual. Los exhorto a desarrollar su deseo de vida fraterna y colaboración mutua, que no puede por menos de fortalecer la comunión en el seno del presbiterio diocesano, en torno al obispo. Os compete a vosotros, juntamente con los miembros de vuestro consejo episcopal, tener en cuenta ese deseo, proponiendo a los sacerdotes actividades ministeriales donde, si es posible, puedan establecer vínculos fuertes con sus hermanos sacerdotes. Os invito también a vosotros a estar cada vez más cerca de vuestros sacerdotes, que son vuestros primeros colaboradores. Con ellos, ante todo, debéis mantener sin cesar una fuerte relación pastoral y fraterna, caracterizada por la confianza recíproca y la cercanía afectuosa.
Conviene que, periódicamente, como hacen ya algunos, vayáis a visitar a los sacerdotes, constatando así mucho mejor sus condiciones de vida y de ministerio, y manifestando vuestra atención a la realidad diaria de su existencia.

Del mismo modo, aliento a los sacerdotes de todas las generaciones a estar cada vez más cercanos unos de otros y a desarrollar su fraternidad sacerdotal y la colaboración pastoral, sin miedo a las diferencias ni a las sensibilidades específicas, que pueden ser beneficiosas para el dinamismo de la Iglesia local. Con este espíritu, la participación en una asociación sacerdotal constituye una ayuda valiosa. Cuanto más fuertes sean los vínculos de comunión y de unidad entre el obispo y sus sacerdotes, y de los sacerdotes entre sí, tanto mayor será la cohesión diocesana, tanto más fuerte será el sentido de la misión común y tanto más los jóvenes se sentirán atraídos a unirse al presbiterio. La vida fraterna de los ministros de la Iglesia es, sin duda, un modo concreto de proponer la fe e impulsar a los fieles a desarrollar relaciones renovadas, a vivir cada vez más en el amor que nos viene del Señor. En efecto, como dice el Apóstol, por ese amor nos reconocerán como discípulos y podremos anunciar la buena nueva del Evangelio. Más aún, en esta semana de oración por la unidad de los cristianos, no podemos por menos de sentirnos responsables de la unidad en el seno mismo del presbiterio, a la que exhortaba san Ignacio de Antioquía: "Vuestro presbiterio, digno del nombre que lleva, y digno también de Dios, está armoniosamente concertado con su obispo como las cuerdas con la lira; así, con vuestros sentimientos concordes y la armonía de vuestra caridad, cantáis a Jesucristo (...). Por tanto, es provechoso que os mantengáis en unidad irreprochable, a fin de que también, en todo momento, os hagáis partícipes de Dios" (Carta a los efesios, IV, 1-2).

La disparidad del número de sacerdotes en las diócesis no cesa de aumentar. La nueva organización de la Iglesia en Francia, ya dividida en provincias, puede permitir, en ese ámbito, colaboraciones interesantes para una mejor distribución de los sacerdotes en función de las necesidades y para una cooperación en el campo de los servicios diocesanos y en las diferentes instancias administrativas. A este propósito, quiero felicitar a las diócesis que ya viven esa comunión fraterna, dando las gracias a los sacerdotes que aceptan, al menos por un tiempo, dejar su diócesis, a la que permanecen legítimamente vinculados, para servir a la Iglesia en zonas donde hay menos ministros, esforzándose por constituir verdaderas comunidades sacerdotales, con una disponibilidad particularmente elocuente.

5. En el mundo actual, tanto para los jóvenes como para los demás fieles, la cuestión del celibato eclesiástico y de la castidad vinculada a él sigue siendo a menudo un escollo, sujeta a numerosas incomprensiones por parte de la opinión pública. Ante todo, quiero expresar mi aprecio por la fidelidad de los sacerdotes, que se dedican a vivir plenamente esta dimensión fundamental de su vida sacerdotal, mostrando así al mundo que Cristo y la misión pueden colmar una existencia y que la consagración al Señor, en la entrega total de sus potencialidades de vida, constituye un testimonio del absoluto de Dios y una participación particularmente fecunda en la construcción de la Iglesia.
Invito a los sacerdotes a permanecer vigilantes ante las seducciones del mundo y a hacer regularmente un examen de conciencia para vivir cada vez más a fondo la fidelidad a su compromiso, que los conforma a Cristo, casto y totalmente entregado al Padre, y que es una contribución importante al anuncio del Evangelio. Cualquier actitud que vaya en contra de este compromiso constituye para la comunidad cristiana y para todos los hombres un antitestimonio. Os corresponde a vosotros estar atentos a las condiciones afectivas de la vida de los sacerdotes y a sus posibles dificultades. Sabéis por experiencia que los sacerdotes jóvenes, como todos sus contemporáneos, están marcados a la vez por un extraordinario entusiasmo y por las fragilidades de su época, que conocéis bien. Es preciso acompañarlos con gran esmero, quizá designando un sacerdote de gran prudencia para sostenerlos durante los primeros años de su ministerio. Una ayuda psicológica y espiritual apropiada también puede ser necesaria para que no perduren situaciones que, a largo plazo, podrían resultar peligrosas. Del mismo modo, en los casos en que los sacerdotes tengan un estilo de vida que no sea conforme a su estado, es importante invitarlos expresamente a la conversión. La castidad en el celibato tiene un valor inestimable. Constituye una clave importante para la vida espiritual de los sacerdotes, para su compromiso en la misión y para su correcta relación pastoral con los fieles, que no debe basarse ante todo en aspectos afectivos, sino en la responsabilidad que les incumbe en el ministerio. Así identificados con Cristo, se hacen cada vez más disponibles al Padre y a las inspiraciones del Espíritu Santo.

6. Ante las tareas cada vez más pesadas que deben afrontar los sacerdotes, es importante ayudarles a discernir las prioridades y a fomentar la colaboración confiada con los laicos, respetando las responsabilidades que competen a cada uno. Conozco la alegría y la felicidad que experimentan en su ministerio, en el anuncio de la palabra de Dios, en los contactos directos con hombres, mujeres y niños, y al compartir responsabilidades con los laicos. ¿Hay algo más hermoso para un pastor que ver a los fieles crecer en humanidad y en la fe, y ocupar su lugar en la Iglesia y en la sociedad?

En la actualidad, la creciente descristianización es el mayor desafío; os exhorto a afrontarlo, movilizando a tal efecto a todos los sacerdotes de vuestras diócesis. Lo más urgente es la misión, en la que deben participar todos los discípulos del Señor, y la evangelización del mundo, que, no sólo ya no conoce los aspectos fundamentales del dogma cristiano, necesarios para una existencia cristiana y una participación fructuosa en la vida sacramental, sino que, en gran parte, ha perdido también la memoria de los elementos culturales del cristianismo.

18 7. Los diáconos permanentes, en su mayor parte casados, cuyo número no cesa de crecer en vuestras diócesis, desempeñan un papel importante en las Iglesias diocesanas. Los saludo afectuosamente a ellos, así como a sus esposas e hijos, los cuales, con su cercanía y su apoyo, les ayudan en su ministerio. Vuestras relaciones testimonian la estima que sentís por ellos y la confianza que ponéis en ellos. Aprecio la misión que realizan, puesto que a veces están en contacto con ambientes muy alejados de la Iglesia; sus hermanos los estiman por su competencia profesional y por su cercanía fraterna a las personas y a la cultura en la que están inmersos. Presentan un rostro característico de la Iglesia, que quiere estar cerca de las personas y de su realidad diaria, para enraizar en su vida el anuncio del mensaje de Cristo, a la manera de san Pablo en Atenas, tal como lo refiere el episodio del areópago (cf. Hch Ac 17,16-32). Agradezco a todos la misión de Iglesia que cumplen como servidores del Evangelio, acompañando, a menudo en el ámbito profesional, que es el primer contexto de su ministerio, al pueblo cristiano, dando un testimonio primordial de la atención de la Iglesia a todos los sectores de la sociedad y dedicándose, con la palabra y con su vida personal, conyugal y familiar exigente, a dar a conocer el mensaje cristiano y a hacer que los hombres y las mujeres reflexionen sobre las grandes cuestiones de la sociedad, para que resplandezcan los valores evangélicos.

Al concluir nuestro encuentro, os pido que llevéis mi saludo afectuoso a todos los fieles de vuestras diócesis y transmitáis de manera muy particular mi cercanía espiritual a las familias damnificadas por las diversas inundaciones que han afectado a los habitantes de la región y por el trágico accidente de la fábrica AZF, recordando a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad la necesidad de una atención y una solidaridad cada vez mayores con nuestros hermanos más probados.

Encomendándoos a vosotros, así como a los sacerdotes, a los diáconos y a todo el pueblo cristiano confiado a vuestra solicitud, al afecto materno de la Virgen María, Madre de la Iglesia, os imparto de todo corazón la bendición apostólica a vosotros, y a todos vuestros diocesanos








Discursos 2004 9