Discursos 2004 50


AL SEÑOR MIROSLAV PALAMETA,


NUEVO EMBAJADOR DE BOSNIA Y HERZEGOVINA


Viernes 27 de febrero de 2004



Señor embajador:

1. Me alegra recibir las cartas credenciales con las que la Presidencia de Bosnia y Herzegovina lo acredita como embajador extraordinario y plenipotenciario ante la Santa Sede.

A la vez que le doy mi cordial bienvenida, le agradezco vivamente las amables palabras que ha querido dirigirme. Asimismo, deseo expresar mi deferente saludo a los tres miembros de dicha Presidencia. Saludo también a los pueblos que constituyen los demás habitantes de Bosnia y Herzegovina. A todos estoy cercano y les tengo presentes en mis oraciones.

2. El amor a esas queridas poblaciones me impulsó a dirigirme en peregrinación a Bosnia y Herzegovina en abril de 1997 y en junio de 2003. Doy gracias a Dios porque hizo posible esas dos inolvidables visitas, que me permitieron darme cuenta de las dificultades y los sufrimientos causados por los recientes conflictos bélicos, y testimoniar mi cercanía solidaria a todos los que hoy siguen pagando sus consecuencias.

He sentido esos viajes como una exigencia de mi misión pastoral para llevar a cada persona el mensaje de amor, de reconciliación, de perdón y de paz. He querido confirmar a mis hermanos católicos en la fidelidad al Evangelio, para que sigan siendo «constructores de esperanza», junto con los demás que consideran a Bosnia y Herzegovina como su patria. Sólo la paz en la justicia y en el respeto recíproco, sólo la promoción del bien común en un clima de auténtica libertad, son condiciones eficaces para construir un futuro mejor para todos.

Por lo demás, desde que estallaron las hostilidades, al inicio de la década de 1990, la Sede apostólica se ha esforzado por instaurar condiciones de legalidad y de paz en la región. Señor embajador, «las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias» (cf. Gaudium et spes GS 1) de los habitantes de esa parte de Europa siempre han encontrado eco en el corazón del Papa.

3. Siguen siendo numerosos los problemas y los desafíos planteados en los ámbitos económico, social y político. Pienso, en primer lugar, en la cuestión, aún sin resolver, de los prófugos y los desplazados de la región de Banja Luka, de Bosanska Posavina y de otras zonas de Bosnia y Herzegovina, que esperan volver a sus tierras con plena seguridad para llevar en ellas una vida digna. A estos hermanos y hermanas nuestros no se les puede dejar solos, y no hay que defraudar sus esperanzas. Cuanto más tiempo pasa, tanto más urgente resulta el deber de dar una respuesta a sus legítimas expectativas: su sufrimiento interpela nuestra solidaridad.

Es preciso afrontar y resolver las posibles situaciones de injusticia y marginación, garantizando a cada pueblo de Bosnia y Herzegovina sus respectivos derechos y deberes, asegurándoles iguales oportunidades en todos los ámbitos de la vida social a través de estructuras democráticas que les permitan vencer la tentación de prevaricar unos contra otros. Eso exige un compromiso constante y sincero en favor de la democracia y de su desarrollo armónico, sabiendo que la democracia sólo se promueve a través de una labor constante de educación y exige la adhesión a un patrimonio común de valores éticos y morales, y una atención constante a las necesidades y a las aspiraciones legítimas de las personas, de las familias y de los grupos sociales. La democracia se ha de construir con paciente tenacidad, día tras día, usando instrumentos y métodos siempre dignos y respetuosos de una sociedad civil.

51 4. Exhorto a Bosnia y Herzegovina a recorrer sin vacilaciones el camino de la paz y la justicia. Al mismo tiempo, quisiera recordar que, para garantizar los derechos de las personas y de los grupos, es indispensable una igualdad efectiva de todos ante las leyes y un respeto concreto del prójimo. A este propósito, conviene crear las condiciones para un perdón sincero y para una reconciliación auténtica, borrando de la memoria los rencores y los odios surgidos de las injusticias sufridas y de los prejuicios construidos artificialmente.

Esta gran tarea exige la colaboración efectiva y el compromiso serio de todos los componentes de la sociedad, incluidos los responsables políticos. La Iglesia, consciente de su misión en el mundo, ya ha hecho mucho en esa dirección y seguirá colaborando con plena disponibilidad.

Ciertamente, no se deben ignorar las diferencias que existen; al contrario, es preciso respetarlas y tenerlas debidamente en cuenta, haciendo que no se transformen en pretextos para contiendas o, peor aún, para conflictos, sino que se consideren como un enriquecimiento común. Todos los que tienen responsabilidad, en diversos niveles, están llamados a poner mayor empeño a fin de resolver los problemas que afligen a las poblaciones locales, con soluciones provechosas para todos, situando en el centro de la atención al hombre, su dignidad y sus legítimas exigencias. Este es el desafío de una sociedad multiétnica, multirreligiosa y multicultural, como es precisamente Bosnia y Herzegovina.

5. A pesar de que persisten no pocas dificultades, las poblaciones de Bosnia y Herzegovina siguen albergando la viva esperanza de poder resolver los problemas actuales, también gracias a la ayuda de la comunidad internacional, la cual hasta ahora ha desempeñado un papel muy notable. Bosnia y Herzegovina desea unirse a los demás países europeos para construir una casa común. Ojalá que esta expectativa se realice cuanto antes. Ojalá que esta parte de Europa, que durante varios siglos ha sufrido tanto, dé su peculiar contribución al proceso actual de integración europea con iguales derechos y deberes.

La Santa Sede apoya este camino de unificación y desea que, con la aportación de todos, se construya en Europa una gran familia de pueblos y culturas. En efecto, la unidad europea no es sólo una ampliación de fronteras, sino un crecimiento solidario en el respeto de todas las tradiciones culturales, con el compromiso en favor de la justicia y la paz en el continente y en el mundo.

6. Señor embajador, he querido compartir con usted estos pensamientos, que llevo muy dentro de mi corazón, en el momento en que asume el alto cargo de representante de Bosnia y Herzegovina ante la Santa Sede. Deseo asegurarle que mis colaboradores están dispuestos a proporcionarle toda la ayuda necesaria para el cumplimiento de su noble misión.

Le ruego transmita a los miembros de la Presidencia, a las demás autoridades y a los pueblos de Bosnia y Herzegovina mi ferviente deseo de un constante progreso en la paz y en la justicia, acompañado de la seguridad de una oración diaria para que Dios los bendiga a todos por intercesión de la santísima Virgen María.










A SU EXCELENCIA CARLOS LUIS CUSTER,


EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE LA ARGENTINA


ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 28 de febrero de 2004



Señor Embajador:

1. Me es grato recibirle al hacerme entrega de las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de la Argentina ante la Santa Sede, en este acto que me ofrece también la oportunidad de expresarle mi cordial bienvenida y, a la vez, los mejores deseos para el desempeño de la alta responsabilidad que su Gobierno le ha encomendado.

Agradezco las amables palabras que me ha dirigido, en las cuales se hace portavoz del propósito del Presidente de la Nación, Doctor Néstor Kirchner, y de su Gobierno, de promover las relaciones tanto con esta Sede Apostólica como con la Iglesia local, en la perspectiva de tantos objetivos comunes y de largo alcance.

52 Le ruego que transmita al Señor Presidente mi cordial saludo y le haga presente mi aprecio y cercanía al pueblo argentino, que ha dado y sigue dando tantas muestras de afecto y adhesión al Sucesor de Pedro.

2. Me satisface constatar las buenas relaciones diplomáticas entre la Nación Argentina y la Santa Sede, basadas en el respeto y estima mutuos, la voluntad de cooperación leal desde la autonomía de las propias competencias y la búsqueda del bien común integral de las personas y los pueblos. Además de un cauce institucional privilegiado, son como un reflejo de los lazos históricos y espirituales que unen al pueblo argentino, de hondas raíces católicas, con la Cátedra de Pedro.

Precisamente este año se conmemora una de las manifestaciones más significativas del espíritu cristiano de los argentinos, como fue la inauguración del monumento a Cristo Redentor entre las cumbres andinas que colindan con Chile. Si entonces fue expresión de la confianza en la ayuda divina para solucionar graves escollos para la vida patria, la solemnidad con la cual hoy se celebra el centenario es un grato motivo de esperanza, pues hace revivir aquella gozosa fe y proyecta hacia el futuro el compromiso de seguir favoreciendo los valores inspirados en el Evangelio y que contribuyen decididamente a construir una sociedad más pacífica, solidaria y reconciliada, en la cual se intente siempre mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos sin excepción.

3. En el marco de estas relaciones, que se proponen el bien integral de un mismo pueblo, la Iglesia aporta lo que es propio de su misión, contribuyendo así también al bienestar de las naciones. Alienta el amor al prójimo, que a su vez es fuente segura de auténtico desarrollo, promueve actitudes fraternas, que son fundamento sólido de toda convivencia pacífica, o inculca en las conciencias el riguroso respeto de la dignidad innata de la persona y de los derechos humanos, base de un orden social verdaderamente justo.

Argentina es testigo singular de los frutos que conllevan unas relaciones cordiales en los diversos ámbitos y un espíritu de colaboración entre la Iglesia y las naciones. En unas ocasiones para llevar a buen término, por el camino del diálogo y el entendimiento, espinosas cuestiones que ponen en peligro el inestimable valor de la paz. En otras, para aminorar los factores externos que influyen en graves coyunturas económicas, sin por ello dejar de alentar a quienes las padecen a que desarrollen su gran capacidad de trabajo e imaginación para superarlas, sin eludir responsabilidades ni escatimar esfuerzos.

En este contexto, no se puede olvidar la ingente labor de tantas personas e instituciones católicas que han servido y sirven a la sociedad argentina en los más diversos campos, como la cultura y la educación, la promoción y cuidado de los más necesitados o, incluso, del trabajo y las diversas formas de participación al bien común de la Nación.

Muchas de estas formas de cooperación al bien común del país adquieren especial relieve precisamente en los momentos difíciles, cuando por diversos motivos aumenta la incertidumbre, crece la necesidad o escasea la esperanza. Por eso, proteger y ayudar a las instituciones que llevan a cabo tareas humanitarias o de promoción humana y social son medidas propias de un poder público clarividente y comprometido con el bien de todos los ciudadanos.

4. En cumplimiento de su misión, la Iglesia no cesa en su esfuerzo por invitar a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a construir una sociedad basada en valores fundamentales e irrenunciables para un orden nacional e internacional digno del ser humano.

Uno es ciertamente el valor de la vida humana misma, sin el cual no sólo se quebranta el derecho de cada ser humano desde el momento de su concepción hasta su término natural, y que nadie puede arrogarse la facultad de violar, sino que se cercena también el fundamento mismo de toda convivencia humana. En efecto, cabe preguntarse qué sentido tiene el esfuerzo por mejorar las formas de convivir, si no se garantiza el vivir mismo. Es preciso, pues, que este valor sea custodiado con esmero, atajando prontamente los múltiples intentos de degradar, más o menos veladamente, el bien primordial de la vida convirtiéndolo en mero instrumento para otros fines.

Otro pilar de la sociedad es el matrimonio, unión de hombre y mujer, abierto a la vida, que da lugar a la institución natural de la familia. Ésta no sólo es anterior a cualquier otro orden más amplio de convivencia humana sino que lo sustenta, al ser en sí misma un tejido primigenio de relaciones íntimas guiadas por el amor, el apoyo mutuo y la solidaridad. Por eso la familia tiene derechos y deberes propios que ha de ejercer en el ámbito de su propia autonomía. Atañe a las legislaciones y a las medidas políticas de sociedades más amplias, según el principio de subsidiaridad, la tarea de garantizar escrupulosamente estos derechos y de ayudar a la familia en sus deberes cuando éstos sobrepasan su capacidad de cumplirlos sólo con sus medios.

Sobre estos aspectos, me parece oportuno recordar que el legislador, y el legislador católico en particular, no puede contribuir a formular o aprobar leyes contrarias a "las normas primeras y esenciales que regulan la vida moral", expresión de los más elevados valores de la persona humana y procedentes en última instancia de Dios, supremo legislador (cf. A los gobernantes, parlamentarios y políticos, 4 noviembre 2000, n. 4).

53 5. Es preciso recordar esto en un momento en que no faltan intentos de reducir el matrimonio a mero contrato individual, de características muy diversas a las que son propias del matrimonio y de la familia, y que terminan por degradarla, como si fuera una forma de asociación accesoria dentro del cuerpo social. Por eso, tal vez más que nunca, las autoridades públicas han de proteger y favorecer la familia, núcleo fundamental de la sociedad, en todos sus aspectos, sabiendo que así promueven un desarrollo social justo, estable y prometedor.

Argentina ha sido y es particularmente sensible a estos aspectos, sabiendo que se trata de cuestiones en las que se decide el futuro de toda la humanidad. Por eso deseo expresar agradecimiento por los esfuerzos realizados en favor del matrimonio y la familia en ocasión de algunos foros internacionales, invitando al mismo tiempo a proseguir en esta trayectoria.

6. Le reitero, Señor Embajador, mis mejores deseos al frente de la Embajada de su País ante la Santa Sede, y ruego a Nuestra Señora de Luján, tan cercana a los argentinos, que le ilumine en su trabajo como cauce de la cordialidad entre el Papa y esa noble Nación. A Ella le pido también que aliente el esfuerzo de las Autoridades y de los ciudadanos por construir una sociedad más próspera, ecuánime y abierta a los valores del espíritu, contribuyendo así no sólo al bien de la propia patria, sino también al de los pueblos hermanos del cono sur americano y de toda la comunidad internacional.

Con estos deseos, a la vez que le deseo una feliz estancia en Roma, le imparto la Bendición Apostólica, que extiendo a su distinguida familia y a sus colaboradores.











Marzo de 2004



MENSAJE DEL PAPA JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA SOBRE


"EL EMPRESARIO: RESPONSABILIDAD SOCIAL


Y GLOBALIZACIÓN"




A mi venerable hermano
Cardenal RENATO R. MARTINO
Presidente del
Consejo pontificio Justicia y paz

Me ha alegrado la noticia de la conferencia sobre "El empresario: responsabilidad social y globalización", que se está celebrando durante estos días bajo el patrocinio del Consejo pontificio Justicia y paz y de la Unión internacional de empresarios cristianos. Le pido que tenga la amabilidad de transmitir a todos los presentes mi afectuoso saludo y mis mejores deseos.

Espero que la Conferencia sea una fuente de inspiración y de compromiso renovado para los empresarios cristianos en su esfuerzo por dar testimonio de los valores del reino de Dios en el mundo del comercio. En efecto, su trabajo está arraigado en el dominio y en la administración de la tierra, que Dios ha encomendado al hombre (cf. Gn Gn 1,27), y se expresa de modo particular en la promoción de iniciativas económicas creativas que pueden beneficiar mucho a las demás personas y aumentar su nivel material de vida. Dado que "ninguna actividad humana, ni siquiera en los asuntos temporales, puede sustraerse a la soberanía de Dios" (Lumen gentium LG 36), los cristianos que ocupan cargos de responsabilidad en el mundo de los negocios afrontan el desafío de conjugar la búsqueda legítima de ganancias con una solicitud más profunda para difundir la solidaridad y eliminar la plaga de la pobreza, que sigue afligiendo a tantos miembros de la familia humana.

54 Esta conferencia se celebra en un momento en que el sector financiero y comercial está tomando cada vez más conciencia de la necesidad de sanas prácticas éticas que aseguren que la actividad comercial siga siendo sensible a sus dimensiones fundamentales: humana y social. Dado que la búsqueda de ganancias no es el único fin de esa actividad, el Evangelio desafía a los empresarios a respetar tanto la dignidad y la creatividad de sus empleados y clientes como las exigencias del bien común. A nivel personal, están llamados a desarrollar importantes virtudes, como "la diligencia, la laboriosidad, la prudencia en asumir los riesgos razonables, la fiabilidad y la lealtad en las relaciones interpersonales, la resolución de ánimo en la ejecución de decisiones difíciles y dolorosas" (Centesimus annus CA 32). En un mundo tentado por el consumismo y el materialismo, los empresarios cristianos están llamados a afirmar la prioridad del "ser" sobre el "tener".

Entre las cuestiones éticas más importantes que afronta en la actualidad la comunidad empresarial están las relacionadas con el impacto de la mercadotecnia y la publicidad globales sobre las culturas y los valores de diversos países y pueblos. Una sana globalización, llevada a cabo respetando los valores de las diferentes naciones y grupos étnicos, puede contribuir de modo significativo a la unidad de la familia humana y permitir formas de cooperación que no sean sólo económicas, sino también sociales y culturales. La globalización no debe ser simplemente otro nombre de la relativización absoluta de los valores y la homogeneización de los estilos de vida y de las culturas. Para que esto suceda, los líderes cristianos, también en el ámbito comercial, están llamados a dar testimonio de la fuerza liberadora y transformadora de la verdad cristiana, que nos impulsa a poner todos nuestros talentos, nuestros recursos intelectuales, nuestra capacidad de persuasión, nuestra experiencia y nuestra habilidad al servicio de Dios, de nuestro prójimo y del bien común de la familia humana.

Con estos sentimientos, expreso mis mejores deseos para las deliberaciones de la Conferencia y de buen grado invoco sobre todos los participantes las bendiciones divinas de sabiduría, alegría y paz.

Vaticano, 3 de marzo de 2004







DISCURSO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


AL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA, JOHANNES RAU


Sábado 6 de marzo de 2004



Distinguido señor presidente:

1. Me complace darle la bienvenida al Vaticano a usted, a su esposa y a su séquito. Ha venido a visitarme para manifestar las cordiales relaciones que existen entre la República federal de Alemania y la Santa Sede. Por ello, señor presidente, le ruego que acepte mi sincera gratitud.

2. Alemania se presenta a Europa y al mundo con la riqueza de sus länder. La estructura federal de la República, en la que la multiplicidad de la tradición cultural de sus regiones constituye un conjunto tan armonioso como estimulante, puede considerarse, por algunos de sus rasgos fundamentales, como un modelo para los pueblos unidos de Europa. Indudablemente, también el cristianismo forma parte de la herencia espiritual y cultural común del continente. Los länder alemanes son ricos en extraordinarias manifestaciones de fe cristiana, que también hoy ofrece una orientación y una dimensión a la vida de muchas personas, modelando así su convivencia. Precisamente los cristianos comprometidos en la política comparten la responsabilidad de hacer que esta valiosa herencia cristiana siga fecundando abundantemente la sociedad en Alemania y en toda Europa.

3. Alemania goza hoy de una buena reputación en todo el mundo. Esto depende en gran parte de que los alemanes están dispuestos a compartir su bienestar con las personas de los países económicamente más pobres. Por eso, desde el principio, la República federal ha contribuido al desarrollo con medios notables. A esto se suma el generoso apoyo que el Estado alemán brinda, también a través de las organizaciones de ayuda eclesiales, a innumerables proyectos que merecen ser promovidos y, por consiguiente, también a las personas necesitadas, en los países menos favorecidos.

Son muchos los que han podido experimentar con gratitud que los alemanes no piensan sólo en sí mismos y en sus problemas, sino que también dan mucha importancia a la justicia, a la solidaridad y a la educación, tanto en su país como en el resto del mundo.

4. Distinguido señor presidente, con ocasión de su visita le quiero expresar el deseo y la confianza en que sigan profundizándose tanto la cooperación experimentada entre el Estado y la Iglesia en Alemania, como las buenas relaciones entre la República federal, los länder y la Santa Sede. Imploro de corazón para usted personalmente, para sus colaboradores, para todos los habitantes de la República federal de Alemania, así como para su familia, la abundante bendición de Dios.








AL CONCLUIR SUS EJERCICIOS ESPIRITUALES


55

Sábado 6 de marzo de 2004



Querido profesor, me alegra expresarle, también en nombre de todos los participantes, la más cordial gratitud al final de los ejercicios espirituales, durante los cuales nos ha guiado en la contemplación del misterio de Cristo, proponiéndonos profundas meditaciones sobre el tema: «Siguiéndote a ti, luz de la vida».

Pienso con profundo aprecio en el esfuerzo de preparación, remota y próxima, que esto ha supuesto para usted. Junto con los colaboradores de la Curia romana hemos aprovechado las reflexiones que usted ha ido presentando progresivamente con originalidad de intuiciones y amplitud de conocimientos teológicos, bíblicos y espirituales. Nos ha impresionado, también, la pasión con que usted ha expuesto esos contenidos, haciendo referencia muchas veces a las experiencias ministeriales de la vida de todos los días. Gracias porque, con el estilo que caracteriza su investigación teológica y su actividad pastoral, ha ofrecido valiosos estímulos a nuestra mente y a nuestro corazón para un seguimiento cada vez más exigente de Aquel que es la luz del mundo.

Deseo manifestarle también especial consideración por el tono coloquial y orante que ha impreso a nuestro itinerario, ayudándonos a elevar el espíritu a Dios con la actitud contemplativa, impregnada de fe y amor, a la que invito sin cesar al pueblo de Dios, exhortando a las comunidades cristianas a resplandecer en medio del mundo ante todo por el «arte de la oración» (cf. Novo millennio ineunte NM 32).

Por todo esto lo recompensará el Señor, a quien le encomiendo a usted y el servicio eclesial que presta con celo y fidelidad. Que la Virgen santísima, a la que usted nos ha ayudado a contemplar en el marco de nuestra peregrinación terrena hacia la patria celestial, vele sobre usted y sobre todas sus actividades apostólicas.

Por último, os dirijo un saludo afectuoso a todos vosotros, que habéis participado en estos ejercicios, con mi agradecimiento también para quienes han colaborado en su desarrollo, encargándose de la liturgia y los cantos.

Encomendando a cada uno a la protección celestial de la Virgen santísima, imparto a todos mi bendición.









ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II

AL CONSEJO PONTIFICIO PARA LAS COMUNICACIONES SOCIALES

Martes 9 de marzo de 2004



Eminencias;
excelencias;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

56 Me complace saludaros una vez más a vosotros, miembros del Consejo pontificio para las comunicaciones sociales, con ocasión de vuestra asamblea plenaria, y agradezco a vuestro presidente, el arzobispo John Foley, sus amables palabras.

Dado que vuestra asamblea conmemora este año el cuadragésimo aniversario del decreto del concilio Vaticano II sobre los instrumentos de comunicación social y también el cuadragésimo aniversario de la fundación de vuestro dicasterio, os animo a inspiraros en ese documento conciliar para proseguir vuestra misión de ayudar a quienes trabajan en este vasto campo a vivificarlo «con espíritu humano y cristiano» (Inter mirifica ). De este modo, los medios de comunicación podrán aprovechar mejor su «inmenso potencial positivo para promover sanos valores humanos y familiares, contribuyendo así a la renovación de la sociedad» (Mensaje para la Jornada mundial de las comunicaciones sociales de 2004, n. 6: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 6 de febrero de 2004, p. 6).

Invoco la luz del Espíritu Santo sobre vosotros y sobre vuestro trabajo, y de corazón os imparto a todos mi bendición apostólica.








A SU EXCELENCIA ARMANDO LUNA SILVA,


EMBAJADOR DE LA REPÚBLICA DE NICARAGUA


ANTE LA SANTA SEDE


Sábado 13 de marzo de 2004

: Señor Embajador:

1. Con sumo gusto le recibo en este solemne acto en el que me presenta las Cartas Credenciales que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario de la República de Nicaragua ante la Santa Sede, a la vez que le doy mi cordial bienvenida al iniciar la importante misión que su Gobierno le ha confiado. Le agradezco sus atentas palabras, así como el saludo que me ha transmitido de parte del Señor Presidente de la República, Ingeniero Enrique Bolaños, a lo cual correspondo renovándole mi mejores deseos para su persona y su alta responsabilidad.

Le ruego, Señor Embajador, que se haga portavoz de mi afecto y cercanía hacia el querido pueblo de Nicaragua, que he tenido la dicha de visitar en dos ocasiones. Recuerdo especialmente la memorable jornada del 7 de febrero de 1996, en la cual los nicaragüenses pudieron encontrarse realmente con el Sucesor del apóstol Pedro y manifestarle libremente su adhesión y afecto.

2. En las dos visitas a su País pude comprobar que los nicaragüenses son un pueblo alegre, dinámico, con profundas raíces cristianas y deseosos de un porvenir sereno, en el que todos puedan ser beneficiarios de un constante desarrollo. Sin embargo, a lo largo de la historia han pasado muchas pruebas. A los desastres naturales, como terremotos y huracanes, se han añadido años de enfrentamiento social y problemas internos que han llevado a muchos de sus habitantes a vivir en situaciones de dificultad y pobreza, con las lacras que ello genera en todos los órdenes: desintegración familiar, falta de acceso a la educación, problemas de vivienda y de atención sanitaria entre otros.

Sin embargo, Señor Embajador, hay motivos para abrirse a la esperanza en un futuro mejor. Se detecta una mayor solidaridad, no sólo por parte de las naciones amigas sino, ante todo, por parte de los mismos ciudadanos, conscientes de la necesidad de participación. Son ellos quienes han de trabajar con denuedo y tesón para mejorar la propia Patria. Son bien conocidas la laboriosidad, la fuerza moral y el espíritu de sacrificio de los nicaragüenses ante las adversidades. Lo han demostrado tantas veces. Si bien es cierto que las ayudas externas son necesarias en ocasiones, se ha de tener presente que los mismos nicaragüenses, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los protagonistas y artífices principales de la construcción cotidiana del País, comprometiéndose con esfuerzo y tesón a superar las situaciones difíciles, tantas veces agravadas por la pobreza extrema de muchos, el desempleo o la falta de vivienda digna.

En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1998 decía: "Las situaciones de extrema pobreza, en cualquier lugar que se manifiesten, son la primera injusticia. Su eliminación debe representar para todos una prioridad tanto en el ámbito nacional como en el internacional" (n. 5). A este respecto, deseo animar los esfuerzos emprendidos por su Gobierno para hacer frente a ese mal que no puede considerarse endémico, sino resultado de una serie de factores que hay que afrontar con decisión y entusiasmo, de modo que se pueda mejorar verdaderamente la calidad de vida de los nicaragüenses. Dichos esfuerzos unidos a los de la comunidad internacional, cuya ayuda debe ser bien administrada con una gestión transparente, honesta y eficaz, son presupuestos imprescindibles para construir una sociedad pacífica, justa y solidaria, que responda verdaderamente a los anhelos de los nicaragüenses y esté en consonancia con sus tradiciones.

En esta lucha contra la pobreza es también un factor importarte la erradicación de la corrupción, que socava el justo desarrollo social y político de tantos pueblos.

57 3. Me complace saber que las Autoridades de su País tienen el firme propósito de establecer sólidos fundamentos que permitan la instauración de un orden social más justo y participativo, reforzando la democracia y las estructuras públicas, así como promoviendo un sistema educativo que favorezca el sentido cívico de los ciudadanos y el respeto de la legalidad. Para construir una sociedad más justa y fraterna serán de gran ayuda las orientaciones de la doctrina social católica y las enseñanzas morales de la Iglesia, valores dignos de ser tomados en consideración por las personas que trabajan al servicio de la Nación. No se puede caminar hacia una verdadera paz social sin un orden donde las libertades de los individuos sean cada vez más sólidas y a la vez, se estimule también la confianza de los ciudadanos en las instituciones públicas para una más activa colaboración y una participación responsable de todos al bien común.

4. Los Obispos, junto con su presbiterio y las diferentes comunidades religiosas presentes en Nicaragua, desempeñan su misión de evangelización y santificación, propia de su ministerio. En este sentido, las Autoridades de su País pueden seguir contando con la colaboración leal de los Pastores de la Iglesia y de los fieles católicos, desde los campos específicos de su actividad, para que sea más viva en cada uno la responsabilidad de cara a hacer más favorables las condiciones de vida para todos (cf. Gaudium et spes
GS 57), pues el servicio integral al hombre forma también parte de la misión eclesial. La Iglesia local trata de fomentar la reconciliación y favorecer el desarrollo de una sociedad más democrática, ofreciendo su colaboración para que los valores como la justicia y la solidaridad, el respeto del Derecho y el amor por la verdad estén siempre presentes en la vida de los nicaragüenses.

5. Antes de concluir este acto deseo formularle, Señor Embajador, mis mejores votos para que la misión que hoy inicia sea muy fecunda. Le ruego que se haga intérprete de mis sentimientos y esperanzas ante el Señor Presidente y demás Autoridades de la República, mientras invoco abundantes bendiciones del Altísimo sobre Usted, su distinguida familia y colaboradores, así como sobre todos los hijos de la noble Nación nicaragüense, a los que encomiendo bajo la constante y maternal intercesión de la Virgen María, tan venerada en su advocación de la Purísima Concepción.










AL CONSEJO PONTIFICIO PARA LA CULTURA



Sábado 13 de marzo de 2004




Señores cardenales;
queridos hermanos en el episcopado
y queridos miembros del Consejo pontificio para la cultura:

1. Al final de vuestra asamblea plenaria dedicada a la reflexión sobre la fe cristiana en el alba del nuevo milenio y el desafío de la no creencia y de la indiferencia religiosa, os acojo con alegría. Agradezco al cardenal Poupard sus palabras. El desafío que ha sido objeto de vuestros trabajos constituye una preocupación fundamental de la Iglesia en todos los continentes.

2. En relación con las Iglesias locales, trazáis una nueva geografía de la no creencia y de la indiferencia religiosa a lo largo del mundo, constatando una ruptura del proceso de transmisión de la fe y de los valores cristianos. Al mismo tiempo, se nota la búsqueda de sentido de nuestros contemporáneos, que atestiguan los fenómenos culturales, sobre todo en los nuevos movimientos religiosos muy presentes en América del Sur, África y Asia: deseo de todo hombre de percibir el sentido profundo de su existencia, de responder a los interrogantes fundamentales sobre el origen y el fin de la vida, y de caminar hacia la felicidad a la que aspira. Más allá de las crisis de civilizaciones, de los relativismos filosóficos y morales, corresponde a los pastores y a los fieles descubrir y tener en cuenta los interrogantes y las aspiraciones esenciales de los hombres de nuestro tiempo, para entrar en diálogo con las personas y los pueblos, y para proponer, de manera original e inculturada, el mensaje evangélico y la persona de Cristo Redentor. Las expresiones culturales y artísticas poseen riquezas y recursos para transmitir el mensaje cristiano. Sin embargo, requieren conocimientos para ser sus vectores y poder leerlos y comprenderlos.

En este momento, en que la gran Europa recobra fuertes vínculos, es preciso sostener al mundo de la cultura, de las artes y de las letras, para que contribuya a la edificación de una sociedad ya no fundada en el materialismo, sino en los valores morales y espirituales.

3. La difusión de las ideologías en los diferentes campos de la sociedad llama a los cristianos a un nuevo impulso en el ámbito intelectual, a fin de proponer reflexiones vigorosas que muestren a las generaciones jóvenes la verdad sobre el hombre y sobre Dios, invitándolas a entrar en una inteligencia de la fe cada vez más profunda. Mediante la formación filosófica y catequética los jóvenes sabrán discernir la verdad. Un itinerario racional serio constituye un dique contra todo lo que concierne a las ideologías; da el gusto de profundizar cada vez más, para que la filosofía y la razón se abran a Cristo; esto ha sucedido en todos los períodos de la historia de la Iglesia, principalmente durante el período patrístico, en el que la cultura cristiana naciente supo entrar en diálogo con las demás culturas, en particular con las culturas griega y latina. Esta reflexión será también una invitación a pasar de un itinerario racional a uno espiritual, para llegar a un encuentro personal con Cristo y edificar el ser interior.

4. A vosotros corresponde discernir las grandes transformaciones culturales y sus aspectos positivos, para ayudar a los pastores a darles respuestas adecuadas, a fin de abrir al hombre a la novedad de la palabra de Cristo. Al final de nuestro encuentro, os expreso mi gratitud por vuestra colaboración y, encomendándoos a la Virgen María, os imparto una afectuosa bendición apostólica.







MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PRESIDENTES DE LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES


DE ARGENTINA Y DE CHILE





Discursos 2004 50