Discursos 2004 98

98 5. En los seminarios mayores y menores se siembran las semillas de una espiritualidad de comunión y de misión, y de un sacerdocio sólido. Os animo a visitar con frecuencia el seminario, para conocer personalmente a aquellos que un día pueden ser sacerdotes en vuestras Iglesias locales. Estos contactos directos ayudarán también a "que en los seminarios se forme una personalidad madura y equilibrada, capaz de establecer relaciones humanas y pastorales sólidas, teológicamente competente, con honda vida espiritual y amante de la Iglesia" (Pastores gregis ). Los desafíos de la vida eclesial exigen cada vez más que el sacerdote sea, en todos los sentidos, "hombre de comunión" (Pastores dabo vobis PDV 43), comprometido en una cooperación efectiva con los demás al servicio de la comunidad eclesial.

La adecuada educación en la castidad y en el celibato sigue siendo un componente esencial de la formación en el seminario, junto con la presentación de una sólida y correcta comprensión teológica de la Iglesia y del sacerdocio, incluyendo una clara y precisa identificación de las posiciones incompatibles con la autocomprensión autorizada de la Iglesia expresada por el Concilio y en los documentos de la renovación posconciliar. Esta es una responsabilidad personal que os compete a vosotros como pastores preocupados por el futuro de vuestras Iglesias locales, y no puede delegarse. Dado que la formación sacerdotal no termina con la ordenación, vuestro ministerio de santificación debe incluir también la solicitud por la vida espiritual continua de vuestros sacerdotes y la eficacia de su ministerio. Esto requiere una formación personal permanente, orientada a profundizar y armonizar los aspectos humano, espiritual, intelectual y pastoral de su vida sacerdotal (cf. Directorio para la vida y el ministerio de los presbíteros, n. 70). De este modo, serán cada vez más plenamente "hombres de Iglesia", impregnados de un espíritu verdaderamente católico y de auténtico celo misionero.

Estoy convencido personalmente de que la oración es la fuerza principal que inspira y forma las vocaciones sacerdotales. Como escribí en mi exhortación apostólica postsinodal Pastores gregis, "las vocaciones necesitan una amplia red de intercesores ante el "Dueño de la mies". Cuanto más se afronte el problema de la vocación en el contexto de la oración, tanto más la oración ayudará al elegido a escuchar la voz de aquel que lo llama" (n. 48).

6. Queridos hermanos, hoy nuestras reflexiones han ilustrado el nexo entre el munus sanctificandi y la espiritualidad de comunión y de misión. Quiera Dios que en el ejercicio diario de vuestro ministerio episcopal seáis constructores de comunión en el diálogo personal y en el encuentro personal con vuestros sacerdotes, con los diáconos, con los religiosos y las religiosas, y con los fieles laicos de vuestras Iglesias locales. Este es el camino seguro que les permitirá crecer en la santidad, que es "el secreto manantial y la medida infalible de la laboriosidad apostólica y del ímpetu misionero" de la Iglesia (Christifideles laici CL 17).

Con gratitud por el extraordinario don y misterio que nos ha sido confiado en el sagrado ministerio, expreso mi firme solidaridad con vosotros y con vuestros hermanos en el sacerdocio. A vosotros y a todos los fieles laicos encomendados a vuestra solicitud pastoral imparto cordialmente mi bendición apostólica como prenda de alegría y paz en el Salvador resucitado.







ALOCUCIÓN DEL PAPA JUAN PABLO II


A LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA


EN LA CELEBRACIÓN DE SU FIESTA


Jueves 6 de mayo de 2004

. Estimado señor coronel;
reverendo capellán;
queridos guardias;
queridos familiares y amigos de la Guardia suiza:

1. Una vez más, el juramento de los reclutas de la Guardia suiza constituye para mí una grata ocasión para daros a todos la bienvenida al palacio apostólico. En particular, saludo a los nuevos guardias, así como a sus padres, familiares y amigos, que quieren compartir este momento significativo en la vida de los jóvenes. Queridos guardias, vuestra disponibilidad al servicio y vuestro compromiso testimonian de modo elocuente vuestra fidelidad al Sucesor de Pedro, vuestra profunda fe y también las nobles virtudes que están vivas en vuestra amada patria suiza. Estad seguros de que estimo mucho el servicio, a veces muy exigente, que prestáis aquí, en el Vaticano, con vuestro esfuerzo intenso y valioso. También a las numerosas personas que cada año visitan la basílica de San Pedro y la Ciudad del Vaticano les impresiona vuestro servicio desinteresado. Por esas razones, este encuentro con vosotros y con vuestros queridos familiares me llena de sincera alegría.

99 2. Vuestra misión de servicio al Papa y a la Iglesia, queridos nuevos reclutas de la Guardia suiza, se inserta en el compromiso de vuestro bautismo. En vuestro puesto tenéis que testimoniar vuestra fe en Cristo, muerto y resucitado; cada momento importante de nuestra existencia -y para vosotros lo es este día- constituye una ocasión para descubrir más profundamente la verdad de Cristo, para creer en él y para vivir el amor fraterno que nos ha revelado y enseñado. Que los rostros de todos los que encontréis en vuestro humilde servicio, los miembros de la Curia y los peregrinos de cada día, representen para vosotros llamadas a acoger el sentido auténtico de nuestra vida: descubrir y dar a conocer el amor de Dios a cada uno. Doy las gracias en especial a vuestras familias, que han venido para acompañaros. Han aceptado que vengáis a Roma para vivir este servicio, y os sostienen con su afecto y sus oraciones. Que el juramento que vais a pronunciar, queridos jóvenes, prolongue y honre la memoria de vuestros predecesores, que dieron su vida, el 6 de mayo de 1527, para proteger al Papa Clemente VII. El Papa lo sabe bien y os asegura hoy su profunda gratitud.

3. Amadísimos Guardias suizos pontificios, gracias por el servicio que prestáis al Sucesor de Pedro y a sus colaboradores en el Vaticano. Se trata de un compromiso exigente y, quizá, a veces arduo, pero por el cual Dios os recompensará. Sed siempre fieles a vuestra misión, cultivando con esmero el ideal de amor a Cristo y a la Iglesia que vuestras familias y las comunidades cristianas de Suiza se esfuerzan constantemente por alimentar. Como sabéis, si Dios quiere, los días 5 y 6 del próximo mes de junio participaré, en Berna, en el encuentro de los jóvenes católicos de Suiza, y me reuniré también con los miembros de la asociación de ex Guardias suizos. Cuento también con la oración y el apoyo espiritual de todos vosotros.

Os renuevo con afecto mis deseos más cordiales para esta fiesta y os aseguro que os tendré siempre presentes en mis oraciones.

4. Por intercesión de la santísima Virgen María, Madre de Dios, y de vuestros patronos, san Martín y san Sebastián, así como del santo protector de vuestra patria, hermano Nicolás de Flüe, de corazón os imparto la bendición apostólica a vosotros, a vuestras familias y vuestros amigos, así como a todos los que han venido a Roma con ocasión del juramento.








AL SEÑOR GRYGORII FOKOVYCH KHORUZHY


NUEVO EMBAJADOR DE UCRANIA ANTE LA SANTA SEDE


Viernes 7 de mayo de 2004



Señor embajador:

1. Acojo de buen grado las cartas que le acreditan como nuevo representante de Ucrania ante la Santa Sede. En esta feliz circunstancia me complace expresarle mi saludo y darle mi más cordial bienvenida.

He apreciado las amables palabras que me acaba de dirigir y le ruego que transmita al señor Leonid Danilovic Kucma, presidente de Ucrania, mi gratitud por el saludo especial que me ha enviado a través de usted. Por mi parte, quiero corresponder a esos sentimientos con mis mejores deseos para su elevada misión de primer ciudadano de la amada nación ucraniana, a la que envío un afectuoso y cordial saludo.

2. Con razón, el pueblo ucraniano, por las tradiciones y la cultura que lo caracterizan, se siente parte de Europa y desea entablar una relación más intensa con las demás naciones del continente, conservando las características políticas y culturales que lo distinguen.

La Santa Sede cree que esas legítimas aspiraciones merecen una atenta consideración, porque son útiles para el proyecto de la colaboración europea. Ucrania, situada como encrucijada de Oriente y Occidente, podrá cumplir mejor su misión de encuentro entre pueblos y culturas diferentes si mantiene intacta su fisonomía peculiar. Si sigue progresando con diligencia en los campos espiritual y social, político y económico, podrá convertirse en un significativo laboratorio de diálogo, desarrollo y cooperación con todos y en favor de todos.

Pero para alcanzar ese objetivo, es preciso que todos los hijos de Ucrania, cada uno según su propia responsabilidad y competencia, se dediquen con clarividente generosidad a buscar el bien común. Eso exige que los representantes del pueblo, los responsables de la administración pública, los hombres de cultura y los agentes económicos pongan desinteresadamente al servicio del auténtico progreso de la patria sus capacidades, prestando atención especial a los pobres, a los jóvenes que buscan trabajo, a los niños, incluidos los que se encuentran aún en el seno materno.

100 La Iglesia católica, en la medida de sus posibilidades y dentro del pleno respeto de la legítima esfera de acción de las autoridades civiles, contribuirá a la construcción de una nación próspera y pacífica.

3. Señor embajador, al darle hoy la bienvenida, me viene a la mente la visita que la Providencia me concedió realizar hace tres años a Ucrania, tierra de encuentro entre pueblos diversos por culturas y tradiciones. No puedo olvidar Kiev, sus cúpulas de oro, sus espléndidos jardines, su pueblo emprendedor y abierto, y Lvov, ciudad de insignes monumentos, llenos de recuerdos cristianos, y caracterizada por una genuina y cordial hospitalidad.

Desde que, hace más de mil años, en las riberas del Dniéper las aguas del bautismo injertaron a los pueblos de Ucrania en la gran familia de los discípulos de Cristo, esa tierra ha alcanzado un gran desarrollo de su identidad cultural y espiritual. El Evangelio ha modelado su vida, su cultura y sus instituciones; por eso, hoy Ucrania tiene la gran responsabilidad de apreciar, defender y promover su herencia cristiana, rasgo distintivo de la nación, que no logró deteriorar profundamente ni siquiera la funesta dictadura del comunismo.

La Iglesia de buen grado quiere sostener esa identidad. Como usted ha recordado oportunamente, el Gobierno quiere aplicar una política de libertad religiosa, permitiendo a las comunidades eclesiales el cumplimiento de su misión. En ese contexto de buena voluntad, es de desear que se llegue pronto a una definición jurídica de las Iglesias, en una situación de igualdad efectiva entre todas, y que al mismo tiempo se logren acuerdos dignos sobre la enseñanza religiosa y sobre el reconocimiento estatal de la teología como disciplina universitaria. Asimismo, es de desear que se estipulen acuerdos satisfactorios en el ámbito, más delicado, de la restitución de los bienes eclesiásticos confiscados durante la dictadura comunista.

4. Cuando pienso en la situación religiosa del amado pueblo ucraniano, no puedo por menos de considerar que los discípulos de Cristo por desgracia se presentan aún divididos y el conjunto de la comunidad ucraniana ve esa situación con cierta tristeza. Sin embargo, se está desarrollando el diálogo ecuménico, que lleva a entenderse cada vez mejor en el respeto recíproco y en la búsqueda constante de la unidad querida por Cristo. Ojalá que prosiga este diálogo sincero y clarividente; más aún, que se intensifique gracias a la contribución de todos.

Por lo que atañe a la Iglesia católica en Ucrania, desde la independencia del país hasta hoy, ha vivido una prometedora primavera de esperanza y todos sus componentes se sienten impulsados por el deseo de llegar a la unidad plena con todos los cristianos.

Señor embajador, en el momento en que se dispone a asumir su elevada misión, me complace confirmarle que aquí, en el Vaticano, en mis colaboradores podrá encontrar siempre mentes y corazones dispuestos a prestarle todo tipo de asistencia y apoyo, para que pueda desempeñar de la mejor manera posible la misión que le ha sido encomendada. Por mi parte, a la vez que le deseo de corazón que se afiancen cada vez más, también gracias a su contribución personal, los vínculos ya firmes que unen al país que usted representa con la Santa Sede, invoco abundantes bendiciones divinas sobre usted, sobre los miembros del Gobierno y sobre todo el pueblo ucraniano, por el que siento un afecto especial.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN PAPAL


Viernes 7 de mayo de 2004



Eminencias;
excelencias;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

101 Me complace saludaros a vosotros, miembros de la Fundación papal, durante vuestra visita anual a Roma, y os doy la bienvenida con las palabras que nuestro Salvador dijo a sus discípulos después de su resurrección de entre los muertos: "La paz con vosotros" (Jn 20,19).

Os estoy muy agradecido a todos por vuestro continuo apoyo a mi ministerio pastoral en favor de la Iglesia universal. En efecto, vuestra dedicación a la Fundación papal a través del generoso don de vuestro tiempo, de vuestros talentos y de vuestros bienes, es un ejemplo concreto de vuestro amor y de vuestro compromiso con la Iglesia y con el Sucesor de Pedro.

Al volver a vuestro país, os encomiendo a todos a la protección de la santísima Virgen María, Madre de la Iglesia, y os imparto cordialmente mi bendición apostólica a vosotros y a vuestras familias, como prenda de alegría y de paz en el Señor resucitado.







ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS EMBAJADORES ANTE LA UNESCO



Sábado 8 de mayo de 2004




Señor presidente;
excelencias:

1. Con afecto os saludo, embajadores de la Organización de las Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, al venir al Vaticano; y le agradezco a usted, embajador Omolewa, los amables sentimientos que me ha expresado. Espero que vuestra visita a la ciudad eterna os enriquezca y os renueve en vuestros esfuerzos por proteger y promover un auténtico progreso educativo, científico y cultural.

El avance de la sociedad humana está directamente relacionado con el progreso de la cultura. En realidad, la cultura es un modo específico de "vivir" y de "ser" para la humanidad y, al mismo tiempo, forma un vínculo que determina el carácter único de la existencia social del hombre. En efecto, los hombres viven una vida verdaderamente humana gracias a la cultura, que encuentra una importante expresión en las artes y en las ciencias.

2. La Iglesia ha sido siempre amiga de las artes y de las ciencias. En verdad, el patrimonio artístico mundial es un tesoro de creatividad humana; da un testimonio elocuente de la inteligencia de la humanidad, que participa en el trabajo del Creador divino. La Iglesia siempre ha recurrido a las bellas artes para que le ayudaran a celebrar el don de la vida y, muy particularmente, sus ritos sagrados de una manera verdaderamente digna, adecuada y hermosa.

Al obrar así, ha ayudado a desarrollar un patrimonio incomparable de música, arte y literatura, que representa una contribución significativa al progreso de la cultura. Además, la Iglesia ha estimulado el desarrollo de las ciencias, especialmente en su promoción de la dignidad y el valor de la vida humana.

3. Este compromiso se ha expresado concretamente a través de la creación de numerosas instituciones, como la Academia pontificia de ciencias, que celebró recientemente su cuarto centenario, la Academia pontificia de ciencias sociales y la Academia pontificia para la vida.

Por desgracia, en estos tiempos difíciles, frecuentemente nuestro progreso se ve amenazado por los males de la guerra, la pobreza, el racismo y la explotación de los demás. Estas influencias nefastas no sólo pesan sobre nuestra existencia humana, sino que también dificultan nuestra capacidad de construir un mundo mejor.

102 4. Pido en mi oración para que organizaciones como la Unesco sigan siendo un elemento fundamental en la construcción de una verdadera cultura fundada en la paz, la justicia y la igualdad.
Expresándoos mis mejores deseos para la prosecución de vuestra misión, invoco sobre vosotros y sobre todos vuestros colegas la abundancia de las bendiciones divinas.








A LOS PARTICIPANTES EN LA ASAMBLEA GENERAL ANUAL


DE LAS OBRAS MISIONALES PONTIFICIAS


Martes 11 de mayo de 2004



Señor cardenal;
amados hermanos en el episcopado;
queridos directores nacionales de las Obras misionales pontificias:

1. Me complace particularmente daros a todos la "bienvenida" a la casa de Pedro en el Vaticano, después de otro año de servicio misionero prestado en vuestras Iglesias esparcidas por todo el mundo. Me alegra mucho encontrarme con vosotros, porque sois, de un modo especial, los "agentes incansables de la misericordia de Dios y de su paz" (Catequesis del miércoles 14 de abril de 2004: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de abril de 2004, p. 16).
Saludo cordialmente y doy las gracias al cardenal Crescenzio Sepe, prefecto de la Congregación para la evangelización de los pueblos, por las palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.

2. Queridos hermanos, en los agitados tiempos que está viviendo la humanidad, las Obras misionales pontificias, que están al servicio de las Iglesias en el mundo, constituyen una referencia segura para todos los que buscan la verdad que salva. En efecto, vosotros, al anunciarles a Cristo, les señaláis el camino por el que se llega a la salvación.

Difundís un mensaje de amor y esperanza. Con la animación misionera que realizáis en cumplimiento del mandato de Cristo, Salvador de todos los hombres, colaboráis para llevar la "buena nueva" hasta los confines del mundo. En efecto, Cristo, el Viviente, sigue ofreciendo a todos, sin distinción, su mensaje de salvación.

3. La esperanza, de la que sois heraldos, nace de la muerte y resurrección de Cristo. Por eso, debéis tener una consideración especial por aquellos pueblos del mundo donde es mayor el dolor y la necesidad más apremiante: las poblaciones del -así llamado- tercer mundo. Colaboráis con los misioneros del Evangelio, que predican la solidaridad y el amor, y se sacrifican por la paz, llegando a veces incluso hasta el don de la vida "por el amor de Cristo que los apremia" (2Co 5,14).

103 Así pues, vosotros sois los cirineos que ayudan al Salvador a llevar su cruz en toda persona que sufre y muere. Vosotros sois, a todos los efectos, auténticos misioneros en un mundo ya globalizado, en el que el sufrimiento por la verdad y la justicia supera todos los confines nacionales.
Cuando os angustiáis por los sufrimientos de otros pueblos y procuráis aliviar su gran necesidad de asistencia, estáis también trabajando para ayudar a vuestros mismos pueblos a salir de la estrechez del egoísmo, de la asfixia de la abundancia y de la vaciedad, y de comportamientos a veces indignos de seres humanos. Como escribió mi predecesor el Papa Pío XII, no se trata simplemente de dar limosna, sino de cumplir un deber inherente a nuestra identidad cristiana, el de ayudar a los que padecen necesidad.

Sois, por tanto, heraldos de la Resurrección y de la vida, como lo fueron vuestros fundadores y fundadoras. A vosotros, juntamente con toda la Iglesia, os corresponde anunciar a Cristo resucitado. Como el apóstol san Juan, también vosotros podéis decir: "Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida" (
1Jn 1,1) es lo que os anunciamos. En efecto, cuando con fe sincera meditáis en las palabras de Cristo y actuáis con su espíritu, sabéis que se aplican a vosotros sus palabras: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25,40).

4. Me consuela saber que estáis llevando a cabo la actualización de vuestros estatutos. Esto manifiesta la voluntad de seguir cumpliendo vuestra misión de "misericordia y paz" cada vez más y mejor. Que el Espíritu del Señor resucitado os muestre, como a los Apóstoles, su voluntad en la elección de nuevos caminos de cooperación en la misión para llevar la verdad, la justicia y la paz, según el Evangelio, a todos los hombres de nuestro tiempo.

El objetivo de la asamblea general de vuestro consejo superior es la búsqueda de los caminos del Señor para una renovada misión en un mundo que cambia continuamente. Os impulsa el anhelo de llevar amor y misericordia a todas las personas, que son nuestros hermanos y hermanas en la única familia humana. Por ello, os exhorto a colaborar, como ya estáis haciendo, con la Congregación para la evangelización de los pueblos, con miras a una continua búsqueda de "nuevos caminos" para el Evangelio. La animación y la cooperación misionera son, en definitiva, la razón de ser de vuestra existencia y la única finalidad de vuestra incansable "solicitud por todas las Iglesias" (2Co 11,28), con vistas a la salvación del mundo.

5. Con esta convicción, os expreso mi más cordial deseo de un compromiso siempre generoso, a pesar de las dificultades de todo tipo. Estoy seguro de que "las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres y de todos los que sufren" (Gaudium et ) son también vuestras. En efecto, eso es consecuencia de vivir en el amor "del Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra" (2Co 1,3-4).

Como prenda de esta consolación divina os imparto de corazón la bendición apostólica.








AL CAPÍTULO GENERAL DE LA SOCIEDAD DE SAN PABLO


Jueves 13 de mayo de 2004




Amadísimos hermanos:

1. Ya ha pasado un año desde la gran fiesta de beatificación de vuestro fundador, don Santiago Alberione. Con alegría os acojo hoy a vosotros, sus hijos espirituales, reunidos para el capítulo general de la Sociedad de San Pablo. Os saludo y os agradezco los cordiales sentimientos, de los que se ha hecho amable intérprete vuestro nuevo superior general, don Silvio Sassi, a quien expreso mis mejores deseos de buen trabajo. A través de vosotros, quisiera enviar mi saludo a todos vuestros hermanos esparcidos en numerosas naciones del mundo.

2. El tema de vuestra asamblea capitular es significativo: "Ser san Pablo vivo hoy. Una congregación que mira adelante". En estas palabras está todo el espíritu de don Alberione: su veneración por el apóstol san Pablo, su optimismo evangélico y su "mística del apostolado", inspirada totalmente en la meditación de los escritos paulinos. Hace cincuenta años escribió: "La familia paulina debe ser san Pablo vivo hoy, según la mente del divino Maestro, actuando bajo la mirada y con la gracia de María, Regina Apostolorum" (Boletín "San Pablo", julio-agosto de 1954). De aquí la exigencia de imitarlo, como escribía a los cristianos de Corinto: "Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo" (1Co 11,1). Por tanto, el tema que habéis elegido os invita a recomenzar desde Cristo y desde san Pablo.

104 3. Pero ¿cómo puede realizarse esto? El mismo beato Alberione os lo indica: se trata de conocer mejor al Apóstol, imitar mejor sus virtudes, invocarlo y amarlo. Cada nueva generación de paulinos debe redescubrir, en cierto sentido, a san Pablo: "Conocer al Apostolus Christi, al Magister gentium, al Minister Ecclesiae, al Vas electionis, al Predicator evangelii, al Martyr Christi". Es preciso esforzarse por imitar a san Pablo con amor filial, para ser "formados" por él: "Ut nosmetipsos formam daremus vobis" (2 Ts 3, 9), como recordaba el Apóstol a los Tesalonicenses. Vuestro fundador observa con razón que es necesario fomentar hacia él una confianza especial en la oración, basada en la conciencia de ser sus hijos: "Los hijos reciben la vida del padre; por eso, vivir en él, de él y por él, para vivir a Jesucristo" (Boletín "San Pablo", octubre de 1954).

4. De esta fidelidad al carisma depende el futuro de vuestra congregación. Esforzaos para que la necesaria competencia profesional vaya unida siempre a la constante búsqueda de la santidad. Ante todo, sed hombres de oración y testigos gozosos de una indefectible fidelidad a Cristo. Que en la cima de todo proyecto esté él, el divino Maestro, en quien debe converger toda acción apostólica y misionera en un campo, el de las comunicaciones sociales, muy importante para la nueva evangelización. Con esta orientación interior, en plena fidelidad a la Iglesia y a sus pastores, podréis llevar a cabo un profundo trabajo de actualización de la valiosa herencia espiritual, doctrinal y apostólica que os dejó vuestro fundador.

5. Estimulados por su ejemplo, preguntaos siempre: ¿qué haría san Pablo si viviera en nuestro tiempo? El mismo don Alberione os responde: "Si san Pablo viviera, seguiría ardiendo con esa doble llama...: el celo por Dios y su Cristo, y por los hombres de cada país. Y para hacerse oír subiría a los púlpitos más elevados y multiplicaría su palabra con los medios del progreso actual: prensa, cine, radio y televisión" (Boletín "San Pablo", octubre de 1954).

Queridos hermanos, este es vuestro arduo programa apostólico. Si lo realizáis con constante fidelidad al espíritu originario de vuestro instituto, daréis una valiosa contribución a la misión de la Iglesia en el tercer milenio.

Os guíe y acompañe María santísima, Reina de los Apóstoles. Os aseguro un recuerdo particular en la oración, y de corazón os bendigo a vosotros y a todos vuestros hermanos.







AUDIENCIA DEL PAPA JUAN PABLO II


AL SEÑOR ABDOULAYE WADE


PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE SENEGAL


Jueves 13 de mayo de 2004


Señor presidente:

Me alegra acoger a su excelencia y darle una cordial bienvenida, así como a toda la delegación que lo acompaña. Expreso mis mejores deseos para su persona y para el cumplimiento de su elevada misión, conservando en mi memoria el feliz recuerdo de mi visita apostólica a Senegal. Pido al Altísimo que sostenga los esfuerzos de todos los que están comprometidos en la construcción de una sociedad erigida sobre la justicia y la paz, en el respeto de los valores y de las tradiciones religiosas propias de cada uno, respeto que contribuye a la unidad nacional, así como al mantenimiento de la concordia y a la promoción de la fraternidad entre todos los miembros de la sociedad.

Sobre su excelencia, sobre su familia, sobre el pueblo de Senegal y sobre sus dirigentes, imploro la abundancia de las bendiciones de Dios todopoderoso.








AL CUARTO GRUPO DE OBISPOS DE ESTADOS UNIDOS


EN VISITA "AD LIMINA"


Viernes 14 de mayo de 2004



Queridos hermanos en el episcopado:

105 1. "Dios, rico en misericordia, por su gran amor..., nos vivificó juntamente con Cristo" (Ep 2,4-5). Con estas palabras de san Pablo os doy una cordial bienvenida a vosotros, obispos de la Iglesia en California, Nevada y Hawai, con ocasión de vuestra visita ad limina Apostolorum.Continuando mi reflexión sobre el munus sanctificandi de los obispos, deseo hablar de la llamada a una profunda conversión del corazón y de la mente, esencial para el nuevo impulso a la vida cristiana al que he invitado a toda la Iglesia. Espero que un compromiso de purificación permanente y de profunda renovación suscite un mayor aprecio por la misión de santificación de la Iglesia y estimule su testimonio profético en la sociedad norteamericana y en el mundo.

2. Todo miembro de la Iglesia es un peregrino a lo largo del camino de la santificación personal. Por medio del bautismo, el creyente entra en la santidad de Dios mismo, al ser incorporado a Cristo y convertido en morada de su Espíritu. Pero la santidad no es sólo un don. Es también una tarea, intrínseca y esencial para el seguimiento de Cristo, que plasma toda la vida cristiana (cf. Novo millennio ineunte NM 30). Impulsada por la enseñanza explícita del Señor -"esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación" (1Th 4,3)-, la comunidad de creyentes ciertamente es cada vez más consciente de que la santidad es lo que expresa mejor el misterio de la Iglesia (cf. Novo millennio ineunte NM 7) y suscita el deseo de dar un "testimonio espléndido" (Lumen gentium LG 39).

Como obispos, debéis estar en la primera fila del camino espiritual de santificación. Vuestro ministerio episcopal de servicio eclesial, caracterizado por vuestra búsqueda personal de la santidad y por vuestra llamada a santificar a los demás, es una participación en el ministerio de Jesús y está ordenado a la construcción de su Iglesia. Exige un estilo de vida que rechace claramente toda tentación de ostentación y arribismo, o el recurso a modelos seculares de liderazgo; al contrario, requiere que deis testimonio de la "kénosis" de Cristo, con la caridad pastoral, la humildad y la sencillez de vida (cf. Código de derecho canónico, c. 387; Ecclesia in America ). Caminando en presencia del Señor, creceréis en una santidad vivida con y para vuestros sacerdotes y vuestro pueblo, suscitando en ellos el deseo de abrazar los elevados valores de la vida cristiana y guiándolos tras las huellas de Cristo.

3. La credibilidad de la proclamación de la buena nueva por parte de la Iglesia está íntimamente relacionada con el compromiso de sus miembros en la santificación personal. La Iglesia tiene siempre necesidad de purificación; por eso, debe seguir constantemente el camino de la penitencia y de la renovación (cf. Lumen gentium LG 8). La voluntad del Padre de que todos los creyentes se santifiquen es confirmada por la exhortación fundamental del Hijo: "Convertíos y creed en la buena nueva" (Mc 1,15). Así como Pedro se hizo eco audazmente de este imperativo en Pentecostés (cf. Hch Ac 2,38), también vosotros habéis recibido la tarea de anunciar una llamada kerigmática a la conversión y a la penitencia, proclamando la misericordia infinita de Dios e invitando a todos a experimentar la llamada a la reconciliación y a la esperanza, que ocupa un lugar central en el Evangelio (cf. Pastores gregis ).

Hoy urge, más que nunca, tener la valentía de afrontar la crisis de la pérdida del sentido del pecado, sobre la que alerté a toda la Iglesia al comienzo de mi pontificado (cf. Reconciliatio et paenitentia RP 18). Mientras abundan los efectos del pecado -codicia, falta de honradez y corrupción, ruptura de las relaciones y explotación de las personas, pornografía y violencia-, ha disminuido el reconocimiento de la malicia individual. En su lugar ha surgido una inquietante cultura de culpas y litigios, que habla más de venganza que de justicia y no reconoce que en toda persona hay una herida que, a la luz de la fe, llamamos pecado original (cf. ib., 2).

San Juan nos dice: "Si decimos: "No tenemos pecado", nos engañamos" (1Jn 1,8). El pecado forma parte de la verdad sobre la persona humana. Reconocerse a sí mismo como pecador es el paso primero y esencial para volver al amor salvador de Dios. Teniendo en cuenta esta realidad, el deber del obispo de indicar la presencia lamentable y destructora del pecado, tanto en las personas como en las comunidades, es efectivamente un servicio de esperanza.
Lejos de ser algo negativo, fortalece a los creyentes para que abandonen el mal y abracen la perfección del amor y la plenitud de la vida cristiana. Anunciemos con valentía que en verdad no somos la suma total de nuestras debilidades y fracasos. Somos la suma del amor del Padre a nosotros, y tenemos la capacidad de llegar a ser la imagen de su Hijo.

4. La paz y la armonía duraderas, tan anheladas por las personas, las familias y la sociedad, sólo pueden conseguirse a través de la conversión, que es fruto de la misericordia y parte constitutiva de la auténtica reconciliación. Como obispos, tenéis el deber, difícil pero satisfactorio, de promover el verdadero sentido cristiano de la reconciliación. Quizá ninguna historia ilustre mejor el profundo drama de la metanoia que la parábola del hijo pródigo, que comenté detenidamente en otra parte (cf. Dives in misericordia DM 5-6). Toda persona es, en cierto sentido, un hijo pródigo. Todos podemos caer en la tentación de separarnos del Padre y sufrir así la pérdida de la dignidad, la humillación y la vergüenza, pero también podemos tener la valentía de volver al Padre, que nos abraza con un amor que, trascendiendo incluso la justicia, se manifiesta como misericordia.

Cristo, que revela la abundante misericordia de Dios, nos pide que hagamos eso mismo, incluso ante un pecado grave. En efecto, la misericordia "constituye el contenido fundamental del mensaje mesiánico de Cristo y la fuerza constitutiva de su misión" (ib., 6), y por eso jamás puede dejarse a un lado en nombre del pragmatismo. Precisamente la fidelidad del Padre al amor misericordioso, propio de él como padre, es lo que le impulsa a restablecer la relación filial con su hijo, que "estaba perdido y ha sido hallado" (Lc 15,32). También vosotros, como pastores de vuestra grey, con este amor misericordioso -nunca un mero sentido de favor- debéis "inclinaros hacia todo hijo pródigo, hacia toda miseria humana y singularmente hacia toda miseria moral o pecado" (Dives in misericordia DM 6). De este modo, sacaréis bien del mal y convertiréis la muerte en vida, revelando de nuevo el rostro auténtico de la misericordia del Padre, tan necesaria en nuestro tiempo.

5. Queridos hermanos, deseo animaros de modo especial en vuestra promoción del sacramento de la penitencia. Como medio instituido divinamente, con el cual la Iglesia realiza la actividad pastoral de reconciliación, es "el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia" (Catecismo de la Iglesia católica CEC 1484). Aunque no puede negarse que la gran fuerza de este sacramento se ve hoy a menudo con indiferencia, también es verdad que en particular los jóvenes de buen grado dan testimonio de las gracias y los beneficios transformadores que concede. Fortalecidos por este mensaje alentador, os exhorto una vez más directamente a vosotros y a vuestros sacerdotes: tened más confianza, creatividad y perseverancia al presentarlo y al llevar a las personas a apreciarlo (cf. Novo millennio ineunte NM 37). El tiempo gastado en el confesonario es tiempo gastado al servicio del patrimonio espiritual de la Iglesia y de la salvación de las almas (cf. Reconciliatio et paenitentia RP 29).

Como obispos, es muy importante para vosotros recurrir frecuentemente al sacramento de la reconciliación, a fin de obtener el don de la misericordia, de la que vosotros mismos habéis sido instituidos ministros (cf. Pastores gregis ). Dado que estáis llamados a mostrar el rostro del buen Pastor y, por tanto, a tener el corazón de Cristo, vosotros, más que los demás, debéis hacer vuestro el apremiante grito del salmista: "Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme" (Ps 51,12). Santificados por las gracias obtenidas al recibir regularmente el sacramento, confío en que animaréis a vuestros hermanos en el sacerdocio y a todos los fieles a redescubrir la plena belleza de este sacramento.

106 6. Con afecto fraterno comparto estas reflexiones con vosotros y os aseguro mis oraciones mientras os esforzáis para que la misión de santificación y de reconciliación de la Iglesia sea cada vez más apreciada y vivida en vuestras comunidades eclesiales y civiles. El mensaje de esperanza que anunciáis a un mundo a menudo lleno de maldad y división suscitará nuevo fervor y un renovado celo por la vida cristiana. Con estos sentimientos, os encomiendo a María, la Madre de Jesús, en el que se ha realizado la reconciliación de Dios con la humanidad. Os imparto de buen grado a vosotros y a vuestros sacerdotes, diáconos, religiosos y fieles laicos de vuestras diócesis mi bendición apostólica.








Discursos 2004 98