Discursos 2004 136


VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II A BERNA

CON MOTIVO DEL ENCUENTRO NACIONAL

DE LOS JÓVENES CATÓLICOS DE SUIZA


EN LA CEREMONIA DE BIENVENIDA


EN EL AEROPUERTO DE PAYERNE


137

Sábado 5 de junio de 2004



Señor presidente;
venerados hermanos;
ilustres señores y señoras:

1. Por tercera vez la divina Providencia me trae a este noble país, Suiza, encrucijada de idiomas y culturas, para encontrarme con un pueblo que conserva antiguas tradiciones y está abierto a la modernidad.

Dirijo mi cordial y deferente saludo al señor presidente de la Confederación Helvética y le agradezco sus palabras de bienvenida. Saludo a las demás autoridades y les doy las gracias por la acogida, así como por todo lo que han hecho con el fin de facilitar, también esta vez, mi estancia en Suiza.

Saludo fraternalmente al presidente de la Conferencia episcopal, a los demás obispos presentes y, a través de ellos, saludo a las comunidades eclesiales de todos los cantones de vuestro país. Mi saludo se dirige también con afecto a los cristianos de las demás confesiones y a todas las personas de buena voluntad que habitan en el país.

2. La finalidad de mi peregrinación apostólica es encontrarme con los jóvenes católicos de Suiza con ocasión de su asamblea nacional. Me reuniré con ellos esta tarde en el palacio de deportes "Bern Expo" y será una fiesta para ellos y también para mí.

Lo que me impulsa a recorrer los senderos del mundo es el deber de anunciar el Evangelio de Cristo, para volverlo a proponer a los hombres y mujeres del tercer milenio, especialmente a las nuevas generaciones. Cristo es el Redentor del hombre. Quien cree en él y lo sigue se convierte en constructor de la civilización del amor y de la paz.

3. Queridos habitantes de Suiza, me permito llamar idealmente al corazón de cada uno de vosotros, entrando en vuestras casas y en los diversos lugares donde vivís y realizáis vuestras actividades diarias. Quisiera volver a proponer a todos el gozoso anuncio evangélico de Cristo salvador, expresando a cada uno el deseo de su paz.

Con estos sentimientos, pido al Señor que derrame la abundancia de sus dones sobre todo el país.
138 ¡Dios bendiga a Suiza!





VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II A BERNA

CON MOTIVO DEL ENCUENTRO NACIONAL

DE LOS JÓVENES CATÓLICOS DE SUIZA


DURANTE EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES


EN EL PALACIO DE DEPORTES DE BERNA


Sábado 5 de junio de 2004



Queridos jóvenes suizos:

Me siento feliz de estar con vosotros hoy. Vuestro entusiasmo ha rejuvenecido mi corazón. ¡Gracias! ¡Gracias por vuestra cordialidad! Sois el buen futuro de Suiza.

1. "¡Levántate!" (Lc 7,14).

Esta palabra del Señor al joven de Naím resuena hoy con fuerza en nuestra asamblea, y se dirige a vosotros, queridos jóvenes amigos, muchachos y muchachas católicos de Suiza.

El Papa ha venido de Roma para volverla a escuchar, juntamente con vosotros, de labios de Cristo y para hacerse eco de ella. Os saludo a todos con afecto, queridos amigos, y os agradezco vuestra cordial acogida. Saludo también a vuestros obispos, a los sacerdotes, a los religiosos y a los animadores que os acompañan en vuestro camino.

Dirijo con afecto un saludo particular al señor Joseph Deiss, presidente de la Confederación Helvética; al pastor Samuel Lutz, presidente del Consejo sinodal de las Iglesias Reformadas de Berna-Jura-Soleure, y a vuestros amigos de otras Confesiones que han querido participar en este encuentro.

2. El Evangelio de san Lucas narra un encuentro: por una parte, está el triste cortejo que acompaña al cementerio al joven hijo de una madre viuda; por otra, el grupo festivo de los discípulos que siguen a Jesús y lo escuchan. También hoy, jóvenes amigos, podríais formar parte de aquel triste cortejo que avanza por el camino de la aldea de Naím. Eso sucedería si os dejáis llevar de la desesperación, si los espejismos de la sociedad de consumo os seducen y os alejan de la verdadera alegría enredándoos en placeres pasajeros, si la indiferencia y la superficialidad os envuelven, si ante el mal y el sufrimiento dudáis de la presencia de Dios y de su amor a toda persona, si buscáis saciar vuestra sed interior de amor verdadero y puro en el mar de una afectividad desordenada.

Precisamente en esos momentos, Cristo se acerca a cada uno de vosotros y, como hizo al muchacho de Naím, os dirige la palabra que sacude y despierta: "¡Levántate!". "Acoge la invitación que te hará ponerte de pie".

No se trata de simples palabras: es Jesús mismo, el Verbo de Dios encarnado, quien está delante de vosotros. Él es "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), la verdad que nos hace libres (cf. Jn Jn 14,6), la vida que el Padre nos da en abundancia (cf. Jn Jn 10,10). El cristianismo no es un simple libro de cultura o una ideología; y ni siquiera es sólo un sistema de valores o de principios, por más elevados que sean. El cristianismo es una persona, una presencia, un rostro: Jesús, el que da sentido y plenitud a la vida del hombre.

139 3. Pues bien, yo os digo a vosotros, queridos jóvenes: No tengáis miedo de encontraros con Jesús. Más aún, buscadlo en la lectura atenta y disponible de la sagrada Escritura y en la oración personal y comunitaria; buscadlo participando de forma activa en la Eucaristía; buscadlo acudiendo a un sacerdote para el sacramento de la reconciliación; buscadlo en la Iglesia, que se manifiesta a vosotros en los grupos parroquiales, en los movimientos y en las asociaciones; buscadlo en el rostro del hermano que sufre, del necesitado, del extranjero.

Esta búsqueda caracteriza la existencia de muchos jóvenes coetáneos vuestros que se han puesto en camino hacia la Jornada mundial de la juventud, que se celebrará en Colonia en el verano del año próximo. Ya desde ahora os invito cordialmente también a vosotros a esa gran cita de fe y de testimonio.

También yo, como vosotros, tuve veinte años. Me gustaba hacer deporte, esquiar, declamar. Estudiaba y trabajaba. Tenía deseos e inquietudes. En aquellos años, ya lejanos, en tiempos en que mi patria se hallaba herida por la guerra y luego por el régimen totalitario, buscaba dar un sentido a mi vida. Lo encontré siguiendo al Señor Jesús.

4. La juventud es el momento en que también tú, querido muchacho, querida muchacha, te preguntas qué vas a hacer con tu existencia, cómo puedes contribuir a hacer que el mundo sea un poco mejor, cómo puedes promover la justicia y construir la paz.

Esta es la segunda invitación que te dirijo: "¡Escucha!". No te canses de entrenarte en la difícil disciplina de la escucha. Escucha la voz del Señor, que te habla a través de los acontecimientos de la vida diaria, a través de las alegrías y los sufrimientos que la acompañan, a través de las personas que se encuentran a tu lado, a través de la voz de tu conciencia, sedienta de verdad, de felicidad, de bondad y de belleza.

Si abres tu corazón y tu mente con disponibilidad, descubrirás "tu vocación", es decir, el proyecto que Dios, en su amor, desde siempre tiene preparado para ti.

5. Y podrás formar una familia, fundada en el matrimonio como pacto de amor entre un hombre y una mujer que se comprometen a una comunión de vida estable y fiel. Podrás afirmar con tu testimonio personal que, a pesar de las dificultades y los obstáculos, se puede vivir en plenitud el matrimonio cristiano como experiencia llena de sentido y como "buena nueva" para todas las familias.

Y si Dios te llama, podrás ser sacerdote, religioso o religiosa, entregando con corazón indiviso tu vida a Cristo y a la Iglesia, transformándote así en signo de la presencia amorosa de Dios en el mundo de hoy. Podrás ser, como muchos otros antes que tú, apóstol intrépido e incansable, vigilante en la oración, alegre y acogedor en el servicio a la comunidad.

Sí, también tú podrías ser uno de ellos. Sé muy bien que ante esta propuesta titubeas. Pero te digo. ¡No tengas miedo! Dios no se deja vencer en generosidad. Después de casi sesenta años de sacerdocio, me alegra dar aquí, ante todos vosotros, mi testimonio: ¡es muy hermoso poder consumirse hasta el final por la causa del reino de Dios!

6. Os quiero hacer una tercera invitación: joven de Suiza, "¡Ponte en camino!". No te limites a discutir; no esperes para hacer el bien las ocasiones que tal vez no se presenten nunca. ¡Ha llegado el tiempo de la acción!

En los albores de este tercer milenio, también vosotros, jóvenes, estáis llamados a proclamar el mensaje del Evangelio con el testimonio de vuestra vida. La Iglesia necesita vuestras energías, vuestro entusiasmo, vuestros ideales juveniles, para hacer que el Evangelio impregne el entramado de la sociedad y suscite una civilización de auténtica justicia y de amor sin discriminaciones.

140 Hoy, más que nunca, en un mundo a menudo sin luz y sin la valentía de ideales nobles, no es tiempo para avergonzarse del Evangelio (cf. Rm Rm 1,16). Más bien, es tiempo de proclamarlo desde las terrazas (cf. Mt Mt 10,27).

El Papa, vuestros obispos, toda la comunidad cristiana cuentan con vuestro compromiso, con vuestra generosidad y os siguen con confianza y esperanza: jóvenes de Suiza, ¡poneos en camino! El Señor camina con vosotros.

Llevad en vuestras manos la cruz de Cristo; en vuestros labios, las palabras de vida; y en vuestro corazón, la gracia salvadora del Señor resucitado.
¡Levántate! Es Cristo quien te habla. ¡Escúchalo!





VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II A BERNA

CON MOTIVO DEL ENCUENTRO NACIONAL

DE LOS JÓVENES CATÓLICOS DE SUIZA


A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN DE EX GUARDIAS SUIZOS


Domingo 6 de junio de 2004



Amadísimos hermanos:

1. Al concluir esta peregrinación apostólica a Suiza, me alegra encontrarme con vosotros, miembros de la Asociación de ex Guardias suizos, y con vuestros familiares. Saludo cordialmente a cada uno. En estos más de veinticinco años de pontificado, he tenido ocasión de conoceros a muchos de vosotros en el Vaticano y es un placer volveros a ver ahora juntamente con vuestras familias. Gracias por vuestra grata presencia. Expreso mi agradecimiento en particular al presidente de vuestra asociación, señor Jacques Babey, por las amables palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.

2. El Sucesor de Pedro tiene una deuda especial de gratitud hacia la comunidad católica de este país, porque de ella provienen los Guardias suizos, que, desde hace cinco siglos, desempeñan un papel peculiar para mantener el orden y la seguridad en el Vaticano, en Castelgandolfo y en todos los lugares a donde el Papa se dirige para cumplir su ministerio. Dice el Evangelio que el árbol bueno se conoce por sus frutos (cf. Mt Mt 7,17-18). Yo puedo asegurar que los jóvenes que de aquí van a Roma para prestar ese singular servicio al Sumo Pontífice son muchachos que honran a sus familias y a las parroquias de Suiza.

3. También honran a esta benemérita asociación, que se esfuerza por mantener siempre vivo, aquí en la patria, el interés por ese servicio a la Iglesia, a fin de que el cuerpo de la Guardia suiza pontificia cuente con un constante y válido relevo. Os agradezco vivamente todo lo que habéis hecho y seguís haciendo, y os exhorto a perseverar en vuestro compromiso de testimonio de Cristo y fidelidad a la Iglesia en medio de un mundo que cambia.

La Virgen María vele siempre sobre vosotros y sobre vuestras familias. De corazón os bendigo a todos.






AL CONSEJO POSTSINODAL DE LA ASAMBLEA ESPECIAL


PARA ÁFRICA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS


Martes 15 de junio de 2004



141 Venerados hermanos en el episcopado:

1. Os dirijo a cada uno un saludo cordial en este tiempo bendito que sigue a la solemnidad del Corpus Christi, mientras estáis reunidos con ocasión del duodécimo encuentro del Consejo postsinodal de la Secretaría general del Sínodo de los obispos para la Asamblea especial para África.

Este Consejo postsinodal, elegido por los padres sinodales al final de la Asamblea especial para África hace ya diez años, ha estimulado en diversas ocasiones a los obispos de África a esforzarse por llevar a la práctica las conclusiones del Sínodo, contenidas en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa. En efecto, al reuniros regularmente, podéis verificar las realizaciones, los proyectos y los progresos de las Iglesias locales africanas. Estas últimas resultan muy meritorias y dignas de admiración por el hecho de que las situaciones políticas y socioeconómicas son, en la mayor parte, trágicamente desfavorables, aunque existen algunos signos confortadores.

Por esto, os renuevo una vez más la expresión de mi gratitud por la importante labor que realizáis al servicio de la colegialidad episcopal. En efecto, dais constantemente al Sucesor de Pedro válidos consejos, fundados en vuestra experiencia pastoral de la situación de la Iglesia y de la sociedad civil en el continente africano.

2. Definí la primera Asamblea especial como el "Sínodo de la resurrección y de la esperanza" (Ecclesia in Africa ), y así fue verdaderamente, puesto que ya se vislumbran, en diversas partes, los primeros signos de este nuevo florecimiento.

Sin embargo, por desgracia, parece que este continente no encuentra tregua ni paz duraderas. A los conflictos internacionales se suman los focos endémicos de lucha que siembran terror y devastación entre las poblaciones, deseosas sólo de vivir en un clima de serenidad finalmente recuperado.

A esto se suman los demás flagelos que azotan a África y a los africanos: la pobreza, que deriva tanto de una situación económica comprometida como de las difíciles condiciones en que se encuentran los sectores de la educación y la salud. A este propósito, no podemos por menos de evocar el drama social del sida; la inseguridad debida a los conflictos actuales o latentes y, por último, la corrupción presente aún en numerosos niveles de la sociedad civil. De este modo, se cierra el círculo vicioso que produce gangrena a este cuerpo joven, lleno de vigor.

Para romper estas nuevas cadenas es necesario el esfuerzo conjunto de todas las fuerzas vivas de la sociedad, en particular de las de la Iglesia, que ya están actuando e intervienen en todos los niveles con entrega abnegada. Por su parte, la Iglesia universal, fiel a su papel profético con respecto a África, ya ha recordado a los grandes del mundo cinco prioridades para devolver a los africanos lo que se les ha sustraído, a menudo con la violencia: el respeto de la vida y de las diversidades religiosas, la erradicación de la pobreza, el fin del tráfico de armas, la solución de los conflictos y la acción con vistas a un desarrollo motivado por la solidaridad.

3. Ciertamente, nuestra esperanza es fuerte, puesto que está arraigada en Cristo y de él recibe vigor e inspiración. La Asamblea especial para África destacó la dimensión familiar de la Iglesia, insistiendo en la noción de Iglesia-familia de Dios, y en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa recogí esta hermosa expresión tan significativa de la paternidad divina. En este marco "familiar", me parece importante recordar la necesidad de una auténtica reconciliación fraterna, después de las heridas provocadas por los conflictos que aún envenenan las relaciones interpersonales, inter-étnicas e internacionales en las diversas regiones de África.

¿No ha llegado el momento, como solicitan numerosos pastores de África, de profundizar en esta experiencia sinodal africana? El crecimiento excepcional de la Iglesia en África, el rápido relevo de los pastores y los nuevos desafíos que debe afrontar el continente exigen respuestas que sólo podría ofrecer la prosecución del esfuerzo requerido por la aplicación de la Ecclesia in Africa, dando así renovado vigor y reforzada esperanza a este continente en dificultades.

Como signo de comunión colegial y de gratitud por vuestra incansable disponibilidad y vuestro inestimable servicio, os imparto a vosotros, en calidad de miembros del Consejo postsinodal de la Secretaría general del Sínodo de los obispos para la Asamblea especial para África, mi afectuosa bendición.





MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II


A LOS PARTICIPANTES EN EL 95° "KATHOLIKENTAG",


ASAMBLEA DE LOS CATÓLICOS ALEMANES






142 A mi venerado hermano
Monseñor GEBHARD FÜRST
Obispo de Rottenburg-Stuttgart

Venerado hermano en el episcopado;
queridos hermanos y hermanas en Cristo:

1. "Vivir con la fuerza de Dios": con este lema muchos cristianos católicos e innumerables huéspedes de otras confesiones y del mundo político y social se han reunido en Ulm, con ocasión del 95° "Katholikentag" alemán. Desde Roma saludo a los que han participado en el acto de apertura en la plaza situada ante la catedral de Ulm. La catedral, con su alta torre, es como un dedo que apunta al cielo, indicándonos a Dios, Creador de toda vida. Él es la fuente de nuestra esperanza y de nuestra fuerza. La alegría del Señor es nuestra fuerza (cf. Ne
Ne 8,10). Saludo también a todos los que siguen esta manifestación a través de la radio y la televisión. La paz de nuestro Señor Jesucristo, crucificado y resucitado, que permanece siempre cerca de su Iglesia, esté con vosotros. Dirijo un saludo particular al obispo de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart y al comité central de los católicos alemanes, que juntos han organizado esta manifestación. Saludo, asimismo, a los obispos de Alemania, de los demás países europeos y de todo el mundo, cuya presencia pone de manifiesto la comunión que viven los católicos de las diócesis de Alemania con los hermanos y hermanas de la misma confesión en la gran Iglesia universal.

2. "Vivir con la fuerza de Dios". En este lema, tomado de la segunda carta a los Corintios, se inspira el programa del "Katholikentag" de Ulm. Este lema impulsa a reavivar, con la fuerza de Dios, todas las celebraciones litúrgicas, los debates y las oraciones. Es exhorto a pasar juntos estos días, con los ojos y el corazón abiertos, para que seáis de nuevo conscientes de cómo actúa con vigor en vosotros la fuerza de Dios, que a través de vuestro testimonio de fe puede vivirse también en la sociedad.

Durante las manifestaciones de este gran encuentro de católicos, en el que participan también muchos otros cristianos, estáis llamados, en cuanto cristianos creyentes, a alzar valientemente vuestra voz cuando se ponen en tela de juicio los fundamentos de la fe cristiana y de la convivencia humana, cuando se marginan los elevados valores del matrimonio cristiano y de la familia, y cuando está en juego el carácter único de la vida como don de Dios. Estimulaos recíprocamente a un nuevo compromiso en favor de los pobres y los marginados, de la paz y la justicia en toda la tierra. Sed para todos testigos de vuestra esperanza (cf. 1P 3,15).

3. El lugar de vuestro encuentro, la ciudad de Ulm, surge a orillas del Danubio, el gran río que une el este y el oeste de Europa. Durante los últimos decenios se ha incrementado cada vez más en el continente la conciencia de una identidad europea y del sentido de pertenencia de los pueblos europeos. Precisamente hace algunas semanas, otros diez Estados, entre ellos ocho de Europa central y oriental, han entrado a formar parte de la Unión europea. Esta ampliación puede representar un gran beneficio para la comunidad. Europa no es una unión casual de Estados unidos geográficamente unos con otros. A pesar de su multiplicidad cultural, Europa debe llegar a ser cada vez más, sobre la base de los valores humanos y cristianos, una unidad espiritual, que inspire las acciones de los hombres. Por tanto, aprovechemos las posibilidades que la Europa unida nos ofrece para una mejor difusión del Evangelio de Cristo, de modo que nadie quede excluido del excepcional don salvador de Dios. Los cristianos han trabajado por la unidad europea y siguen comprometiéndose en favor de este objetivo. Europa necesita, también hoy, la contribución de los cristianos y del cristianismo para un buen desarrollo de sus pueblos. Como afirmé en mi exhortación postsinodal Ecclesia in Europa, este continente necesita "un salto cualitativo en la toma de conciencia de su herencia espiritual. Este impulso sólo puede darlo desde una nueva escucha del Evangelio de Cristo" (n. 120). Quien vive con la fuerza de Dios y con ella quiere edificar la sociedad, debe cumplir esta tarea en todo lugar y en todo tiempo.

4. Queridos hermanos y hermanas, durante estos días dejaos impulsar por el dinamismo de Dios, que ilumina y libera. Poned todos los sufrimientos humanos, vuestra falta de fuerzas y vuestras limitaciones en la grandeza de Dios, cuyo amor es más grande que nuestro corazón. Él desea hacernos partícipes de su vida divina y darnos el amor y la fuerza que necesitamos para ponernos al servicio de nuestro prójimo y dar testimonio de nuestra fe común en el tiempo y en la sociedad.
Para que viváis con la fuerza de Dios, os encomiendo a todos los que estáis reunidos en Ulm con ocasión del "Katholikentag" a la intercesión de María, la santísima Virgen y Madre de Dios, y a san Bonifacio, cuyo martirio, ocurrido hace 1250 años, recuerda la Iglesia en estos días, y de corazón os imparto mi bendición apostólica.

143 Vaticano, 10 de junio de 2004, solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.






A LOS OBISPOS DE COLOMBIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Jueves 17 de junio de 2004



Queridos hermanos en el Episcopado:

1. Me complace saludaros cordialmente a vosotros, Obispos de las Provincias eclesiásticas de Medellín, Barranquilla, Cali, Cartagena, Manizales, Popayán y Santa Fe de Antioquia, que formáis el primer grupo que viene en visita ad limina desde la amada Colombia. En la peregrinación a las tumbas de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y en los encuentros con el Obispo de Roma y sus colaboradores, encontraréis un nuevo dinamismo para proseguir vuestra misión episcopal, conscientes de que Cristo está presente en su Iglesia (cf. Mt Mt 28,28) y la guía con la fuerza de su Espíritu, para que sea en medio del mundo signo de la salvación. Que Él, Maestro de pastores, os colme de esperanza y os lleve a ser sus testigos en vuestra vida (cf. 1Pe 1P 3,15), edificando así a todos los fieles confiados a vuestra atención pastoral.

Agradezco a Mons. Alberto Giraldo Jaramillo, Arzobispo de Medellín, sus amables palabras renovándome la adhesión de cada uno de vosotros y de las comunidades eclesiales que presidís en nombre del Señor, presentándome al mismo tiempo las orientaciones pastorales que guían vuestro ministerio para que los hombres y mujeres de Colombia caminen hacia la comunión íntima con Dios, Uno y Trino, y vivan en paz como miembros de una gran familia unida.

2. Vuestra presencia me hace renovar la cercanía y el afecto que siento por vuestro País. Recuerdo aquella visita que pude realizar en 1986, teniendo como lema: "Con la paz de Cristo por los caminos de Colombia". Fueron unos días entrañables y llenos de actividad, en los que pude ver directamente los rostros esperanzados de los colombianos, apreciar la acción que la Iglesia lleva a cabo con tanto entusiasmo, dirigir a todos una palabra de aliento y recordarles el inefable amor de Dios por cada uno.

La Iglesia en esa Nación ha ido dando frutos de santidad. En estos últimos años he tenido la dicha de elevar a los altares a dos nuevos beatos, originarios precisamente de vuestras zonas: el generoso sacerdote Mariano Euse, en el año 2000, y, más recientemente la Madre Laura Montoya, venerada como madre de los indígenas. Con anterioridad, un grupo de jóvenes estudiantes colombianos de la Orden Hospitalaria alcanzaron la palma del martirio y fueron beatificados en 1992. Estos ejemplos de santidad son perlas preciosas que se engarzan en la historia eclesial de vuestro País, en el que la fe cristiana forma parte de su rico patrimonio espiritual.

3. Lleváis a cabo la visita ad limina después de la celebración del Gran Jubileo del 2000, el cual, como indiqué, ha sido "un río de agua viva, aquel que brota del trono de Dios y del Cordero (cf. Ap Ap 22,1), que se ha derramado sobre la Iglesia" (Novo millennio ineunte NM 1). Venís, pues, a Roma con el equipaje de un raudal de gracia que ha revitalizado vuestras Iglesias particulares. Por ello hay motivos para la esperanza ante el futuro, trabajando al servicio del Reino de Dios, animados por la palabra de Jesucristo: "Duc in altum" (Lc 5,4).

Con estas palabras de Jesús que he propuesto como lema para el Tercer milenio cristiano, deseo animaros a proseguir, sin desánimos y con plena confianza en el Señor, en las tareas de la evangelización, misión primordial de la Iglesia. En efecto, ésta es la tarea que Jesús confió a sus apóstoles antes de ascender a los cielos para sentarse a la derecha del Padre, como hemos celebrado litúrgicamente hace poco. En aquella ocasión Jesús les dijo: "Id por todo el mundo..." (Mc 16,15), asegurando a la vez su presencia cercana y misteriosa.

4. La Iglesia, fiel al mandato de Jesús sigue haciendo de la evangelización su acción principal. Ésta comprende muchos aspectos, todos ellos importantes, aunque las circunstancias concretas, según los tiempos y lugares, aconsejan primar unos sobre los otros, sin descuidar ninguno. En el caso particular de vuestro País, donde desde hace años se vive un conflicto interno que causa tantas víctimas inocentes, tanto dolor a las familias y a la sociedad; que genera pobreza, inseguridad y merma las capacidades de desarrollo integral, vosotros sois conscientes de que en las opciones pastorales hay que dar prioridad a la paz y la reconciliación, contribuyendo así a edificar la sociedad sobre los sólidos principios cristianos de la verdad, la justicia, el amor y la libertad y fomentando también el perdón que nace del sincero deseo de reconciliación con Dios y con los hermanos.

Hace dos años, con ocasión del Centenario de la Consagración de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús, piadosa práctica que en estos días se ha renovado en tantas comunidades de vuestro País, os escribí: "La sociedad que escucha y sigue el mensaje de Cristo camina hacia la auténtica paz, rechaza cualquier forma de violencia y genera nuevas formas de convivencia por el camino seguro y firme de la justicia, de la reconciliación y del perdón, fomentando lazos de unidad, fraternidad y respeto de cada uno" (n. 4).

144 No dudéis nunca en poner todo el celo y empeño pastorales en promover la reconciliación, que se deriva de la evangelización, con la íntima convicción de que iluminará la acción de los laicos cristianos y podrá ser remedio eficaz y permanente para los duros y graves males que actualmente padecen muchos ciudadanos de vuestra Nación, a causa del conflicto civil interno, que ha causado tantos muertos, incluso entre los servidores del Evangelio. Entre ellos quiero recordar a Mons. Isaías Duarte, Arzobispo de Cali, así como a los sacerdotes y religiosos asesinados en los últimos años. Esta penosa situación ha llevado a tantos colombianos a vivir en la pobreza y que corre el peligro de fomentar una cultura de muerte y violencia en lugar de una cultura de la vida y la solidaridad, tan propia de vuestras raíces católicas.

5. Otro campo de la acción pastoral que requiere especial atención es el de la promoción y defensa de la institución familiar, hoy tan atacada desde diversos frentes con múltiples y sutiles argumentos. Asistimos a una corriente, muy difundida en algunas partes, que tiende a debilitar su verdadera naturaleza.

Conozco el empeño que ponéis en defender y promover esta institución, que tiene su origen en Dios y en su plan de salvación (cf. Familiaris consortio
FC 49). Por eso, es necesario seguir proclamando con firmeza, como un auténtico servicio a la sociedad, la verdad sobre el matrimonio y la familia establecida por Dios. Dejar de hacerlo sería una grave omisión pastoral que induciría a los creyentes al error, así como también a quienes tienen la grave responsabilidad de tomar las decisiones sobre el bien común de la Nación. Esta verdad es válida no sólo para los católicos, sino para todos los hombres y mujeres sin distinción, pues el matrimonio y la familia constituyen un bien insustituible de la sociedad, la cual no puede permanecer indiferente ante su degradación o la pérdida de su identidad.

A este respecto, la pastoral familiar -llevada a cabo sobre todo por parejas que pertenecen a movimientos o asociaciones de espiritualidad matrimonial, y que son ejemplo en la educación de sus hijos-, debe acompañar a las parejas jóvenes y a las familias en dificultad, así como también a quienes se preparan para casarse, a descubrir los valores del matrimonio cristiano y a ser fieles al compromiso adquirido al recibir el sacramento. Así mismo, es importante enseñarles que al engendrar los hijos han de guiarse por el criterio de una paternidad responsable, ayudándoles además a su formación humana y religiosa, aprendida en el propio hogar en un ambiente de serena convivencia y ternura, como expresión del amor de Dios a cada uno de sus hijos.

6. Un signo de esperanza para la Iglesia en Colombia es el florecimiento vocacional que distingue a vuestras comunidades eclesiales y es expresión de su vitalidad. La región de donde provenís es rica en vocaciones sacerdotales y religiosas, siendo vuestros seminarios una especial bendición para la Iglesia, pues los sacerdotes que salen de los mismos no sólo sirven en vuestras Iglesias particulares sino que, además, algunos de ellos no dudan en ir a colaborar en otras zonas más necesitadas.

Os animo, pues, a continuar en ese camino, sin descuidar para el futuro una asidua pastoral vocacional, conscientes del papel insustituible de cada comunidad eclesial en esta tarea, basada ante todo en una incesante oración al Dueño de la mies para que mande operarios a la mies y, además. en el educar a los niños y a los jóvenes para afrontar los retos de la vida cristiana, les presente también las condiciones para oír la llamada divina a seguir a Cristo en el camino de la vida sacerdotal o consagrada mediante los consejos evangélicos.

7. Queridos Hermanos: con estas reflexiones quiero alentaros en vuestro servicio a la Iglesia de Dios que peregrina en Colombia. Al regresar a vuestras diócesis animad a los sacerdotes, consagrados y fieles a vivir su fe en Cristo. Llevad mi saludo a los jóvenes, llamados a ser "centinelas de la aurora" de este nuevo milenio, esperanza de la Iglesia y de la Nación; en particular tengo presentes a los jóvenes colombianos que en los Seminarios y casas de formación se preparan al sacerdocio o a la vida religiosa, a las familias, escuelas de rica humanidad y de virtudes cristianas, y muy especialmente a aquéllas que sufren por el secuestro de algunos de sus miembros; a los pobres y necesitados, que han de ser siempre objeto de vuestros desvelos y atenciones; a los profesionales de los diversos campos de la actividad humana, para que sean los constructores de la sociedad renovada en estos momentos tan particulares de vuestra historia; a los enfermos y a los ancianos.

Que sobre vosotros y vuestras comunidades cristianas desciendan las bendiciones del Señor, por intercesión de la Virgen de Chiquinquirá, Madre de todos los colombianos, cuyas manos sostienen el rosario, "oración por la paz ... vínculo de comunión y fraternidad que nos une a todos en Cristo". Como confirmación de estos deseos, os acompañe la Bendición Apostólica que complacido os imparto y extiendo a vuestras diócesis.






AL SEÑOR JORGE DEZCALLAR DE MAZARREDO


NUEVO EMBAJADOR DE ESPAÑA ANTE LA SANTA SEDE


Viernes 18 de junio de 2004

Señor Embajador:

1. Me es grato recibirle al hacerme entrega de las Cartas Credenciales que le acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario del Reino de España ante la Santa Sede, en este acto que me ofrece también la oportunidad de expresarle mi cordial bienvenida y, a la vez, los mejores deseos para el desempeño de la alta responsabilidad que su Gobierno le ha encomendado.


Discursos 2004 136