CARTAS – Teresa del Niño Jesús 83

Cta 83 A Celina

5 de marzo de 1889
J.M.J.T Jesús + Querida Celina: ¡Imposible decirte cuánto bien me han hecho tus letras...! Ahora sí que eres de verdad el Lirio-siempreviva de Jesús. ¡Y qué contento está él de su lirio! ¡Con qué amor mira a esa su flor querida que no ama a nadie más que a él, que no tiene otro deseo que el de consolarlo...! Cada nuevo sufrimiento, cada angustia del corazón es como un ligero céfiro que lleva hasta Jesús el perfume de su lirio. Entonces él sonríe con amor y prepara enseguida una nueva amargura y llena el cáliz hasta los bordes, pensando que cuanto más crezca su lirio en el amor tanto más debe crecer también en el sufrimiento... ¡Qué privilegio nos concede Jesús enviándonos un dolor tan grande! ¡No bastará toda una ETERNIDAD para agradecérselo! Nos colma de sus favores como colmó a los más (vº) grandes santos, ¿Por qué tan gran predilección...? Es un secreto que Jesús nos revelará en nuestra patria el día en que «enjugue todas las lágrimas de nuestros ojos»... Tiene que ser a mi alma1 a quien hablo así, pues de otro modo no sería comprendida; pero es a ella a quien me dirijo, y ella adivina todos mis pensamientos. Sin embargo, lo que tal vez ella ignora es el amor que Jesús le tiene, un amor que lo pide TODO. Nada hay imposible para él, y no quiere poner límite alguno a la SANTIDAD de su lirio... ¡Su límite es no tenerlos...! ¿Y por qué los habría de tener...? Nosotros somos más grandes que todo el universo, y un día tendremos incluso una existencia divina...
¡Y cómo agradezco a Jesús que haya plantado un lirio al lado de nuestro padre querido! Un lirio que no tiene miedo a nada, un lirio que prefiere morir antes que abandonar el campo glorioso donde el amor de Jesús le ha colocado...
Ya no tenemos nada que esperar sobre la tierra, nada más que el sufrimiento y siempre el sufrimiento. Y cuando hayamos terminado, el sufrimiento seguirá aún allí tendiéndonos los brazos. ¡Qué suerte tan envidiable...! Los querubines en el cielo envidian nuestra dicha.
(vºtv) Pero no era para esto para lo que yo quería escribir a mi Celina querida, sino para decirle que comunique a la señorita Paulina2 la desgracia que nos ha golpeado con la enfermedad de papá. ¡Ríete ahora de tu pobre Teresa que aborda el tema al final de la carta!
¡Pobre Leonia! También a ella la quiero mucho, y sufre mucho más que nosotras, pues Jesús le ha dado menos. Pero a quienes ha dado mucho, mucho les pedirá.
Tu hermanita, Teresa del Niño Jesús
post. carm. ind.3.

NOTAS Cta 83
1 Celina.
2 Paulina Romet.
3 Ha de leerse: «novicia», en vez de «postulante».

Cta 84 A la señora de Guérin

J.M.J.T. El Carmelo, 12 de marzo de 1889 Jesús +... Querida tiíta: Me veo en la imposibilidad de obedecerla, pues me sería demasiado difícil no decirle: gracias... ¡Cuán poca cosa son esas siete letras para expresarle mi gratitud! Pero ojalá que mi tía sepa comprender todo lo que su hijita no acierta a decirle. ¡Qué buena es usted, querida tía...! ¡Cuánto voy a rezar (1vº) por usted! ¡Qué verdad es que soy incapaz de hacer cosa buena! En vez de ganar dinero, no hago más que perderlo; por eso la delicadeza de mi tiíta querida me ha llegado tan a lo hondo1. No salía de mi asombro al verme de golpe tan rica, sin haber hecho nada para ganar tanto dinero... No puedo menos de sonreír al pensar que, gracias a mis generosos parientes, soy yo quien va a suministrar el pescado a toda la comunidad... Por favor, querida tía, (2rº) dé las gracias a mi querido tío de mi parte y exprésele todo mi agradecimiento.
Querida tía, mucho tiene que amarla Dios para hacerla sufrir tanto. Sin embargo, si él me escuchase, usted ya no estaría nunca enferma, pues yo sería feliz de que me enviase a mí todos los sufrimientos que le reserva a usted. Querida tía, ¡qué poco y qué mal va traducirle mi carta los sentimientos de mi corazón...! ¡Quisiera poder demostrarle toda mi gratitud, que es enorme...! (2vº) ¡Qué bueno es Jesús al dejarnos, en la prueba cruel que nos envía, el consuelo de ver que nuestros parientes comparten y comprenden nuestro dolor! Un abrazo con todo el corazón para mi Juanita y para mi amita de casa2. Adiós, querida tía. Gracias de nuevo, a usted y a mi querido tío. Un abrazo muy tierno para los dos. Su hijita muy agradecida, Sor Teresa del Niño Jesús nov. carm. ind.

NOTAS Cta 84 1 «Mi tía había pagado una obra hecha por Teresa», indica sor Genoveva. 2 María Guérin, encargada de vigilar los Buissonnets en ausencia de Celina y de Leonia, que se habían instalado en Caen.

Cta 85 A Celina

J.M.J.T. El Carmelo, 12 de marzo de 1889 «¡Viva Jesús...! ¡Qué bueno es entregarse a él y sacrificarse por su amor1...!». ¡Celina...! Este nombre querido resuena dulcemente en el fondo de mi corazón... ¿No sintonizan a la perfección nuestros dos corazones...? Esta noche necesito ir a hundirme con mi Celina en el infinito... Necesito olvidar la tierra... Todo me cansa aquí abajo, todo me pesa... Sólo encuentro una alegría: la de sufrir por Jesús. Pero esta alegría no gustada supera a toda alegría... La vida pasa... La eternidad se acerca a grandes pasos... Pronto viviremos de la vida misma de Jesús... Después de haber sido abrevadas en la fuente de todas las amarguras, seremos deificadas en la fuente misma de todas las alegrías y de todas las delicias... Pronto, hermanita, con una sola mirada podremos comprender lo que pasa en lo más íntimo de nuestro ser... La representación de este mundo PASA... Pronto veremos unos cielos nuevos, y un sol más radiante iluminará con sus esplendores mares celestiales y horizontes infinitos2... La inmensidad será nuestra heredad..., ya no estaremos prisioneros en esta tierra de destierro... ¡todo habrá PASADO...! Bogaremos con nuestro esposo celestial sobre lagos sin riberas... ¡El infinito no tiene límites, ni fondo, ni orillas3...! «Animo, Jesús escucha hasta el último eco de nuestro dolor»4. Nuestras arpas, en este momento, están colgadas en los sauces que bordean el río de Babilonia..., pero (vº) el día de nuestra liberación ¡qué armonías haremos escuchar..., con qué gozo haremos vibrar todas las cuerdas de nuestros instrumentos...!
El amor de Jesús a Celina sólo Jesús puede comprenderlo... Jesús ha hecho locuras por Celina... Que Celina haga locuras por Jesús... El amor sólo con amor se paga y las heridas de amor sólo con amor se curan5.
Ofrezcamos nuestros sufrimientos a Jesús para salvar almas. ¡Pobres almas...! Ellas tienen menos gracias que nosotras, y sin embargo toda la sangre de un Dios se derramó por salvarlas... Y Jesús quiere hace depender su salvación de un suspiro de nuestro corazón... ¡Qué gran misterio...! Si un solo suspiro puede salvar un alma, ¿qué no podrán hacer sufrimientos como los nuestros...? ¡No rehusemos nada a Jesús...!
La campana está tocando y todavía no he escrito a mi pobre Leonia. Dale mis recuerdos y un abrazo y dile que la quiero... Que sea muy fiel a la gracia, y Jesús la bendecirá. Que pregunte a Jesús lo que quiero decirle, le doy a él mis encargos...
¡Hasta pronto...! ¡El cielo, el cielo! ¿Cuándo estaremos ya en él? El granito de arena de Jesús

NOTAS Cta 85
1 De una carta del P. Pichon a Teresa.
2 Lamennais, Une voix de prison.
3 Arminjon, op. cit., p. 300.
4 De una carta del P. Pichon a sor María del Sagrado Corazón.
5 SAN JUAN DE LA CRUZ, CE 9,7; 11,11.

Cta 86 A Celina

J.M.J.T.
15 de marzo de 1889
Jesús +
Gracias por tu carta. Al granito de arena le ha gustado mucho... En una de tus cartas me decías últimamente que eras mi sombra. ¡Huy, qué triste sería si fuese verdad! Pues ¿qué puede ser la sombra de un pobre granito de arena...?
Yo pienso en algo mejor para mi Celina querida. Esa idea de la sombra me ha gustado, y me he dicho a mí misma que, en efecto, Celina debería ser la sombra de algo, ¿pero de qué...? No he podido encontrar nada en toda la creación que pueda reflejar la idea que me he formado de esa realidad de la que mi Celina deba ser sombra fiel: ¡Jesús mismo ha de ser esa divina realidad...!
Sí, Celina debe ser la humilde sombra de Jesús... ¡Qué título tan humilde (vº), y, sin embargo, tan glorioso...! Porque ¿qué es una sombra...? Pero ¡qué gloria ser la sombra de Jesús...!
¡Cuántas cosas tendría para decir sobre este tema a la humilde sombra de Jesús!
Pero tengo muy poco tiempo, y me es imposible...
El sueño de mi Celina es muy bonito, quizás un día se haga realidad1... Pero, mientras tanto, comencemos nuestro martirio, dejemos que Jesús nos arranque
todo lo que nos es más querido, y no le neguemos nada... Antes de morir a espada, muramos a alfilerazos... ¿Comprende Celina...?
El granito de arena se une en el sufrimiento a la humilde sombra de Jesús.
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm. ind.

NOTAS Cta 86
1 Este fue el sueño de Celina: «¡Si supieras lo que he soñado la otra noche! Tú
acababas de morir mártir. Un hombre te había llevado a un bosque para matarte.
Yo te había visto con envidia partir para el martirio... Estaba esperando lo que iba a
ocurrir, cuando de pronto vimos que una humareda se elevaba hacia el cielo. Luego
cantó un pájaro y nos dijimos: ¡El sacrificio ha terminado! Teresa es mártir... Ante
esta noticia, mi corazón se estremeció de alegría. ¿Y yo? ¿Voy a quedar separada
de mi Teresa querida? ¡No!, eso no podía ser. Algo había que me hacía esperar la misma dicha. Y en efecto, mientras yo erraba por el campo, un muchachito aprendiz de zapatero se echa sobre mí y me hunde varias veces su lezna en el cuello. Yo me sentía tan feliz, que no pensaba en huir; pero como el muchacho estaba sin duda demasiado débil, no me moría. Sin embargo, su rabia aumentaba más y más, y acabó arrancándome los ojos (...) Me desperté con gran pesar de que el sueño no hubiese sido realidad» (A Teresa, LC 110, 13/3/1889).

Cta 87 A Celina

J.M.J.T.
El Carmelo, 4 de abril de 1889
¡Jesús...!
Celinita querida: Tu carta me ha dejado una gran tristeza en el alma... ¡Pobre papaíto! No, los pensamientos de Jesús no son nuestros pensamientos, ni sus caminos son nuestros caminos...
El Señor nos presenta un cáliz tan amargo como nuestra débil naturaleza puede soportar. No retiremos los labios de ese cáliz preparado por la mano de Jesús...
Veamos la vida bajo su verdadera luz... Es sólo un instante entre dos eternidades1...
Suframos en paz2.
Confieso que esta palabra «paz» me parecía un poco fuerte; pero el otro día, reflexionando sobre ello, encontré el secreto para sufrir en paz... Quien dice paz no
dice alegría, o al menos alegría sensible... Para sufrir en paz, basta con querer todo lo que Jesús quiere... Para ser la esposa de Jesús, es necesario parecerse a Jesús. ¡Y Jesús está todo él sangrante3, está coronado de espinas...!
¡Mil años en tu presencia, Señor, son un ayer que PASÓ...!
Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión... En los sauces de sus orillas colgábamos nuestras cítaras... Allí los que nos deportaron nos invitaban a cantar: «Cantadnos un cantar de Sión...» ¿Cómo cantar un (vº)
cántico del Señor en tierra extranjera...? (Salmo de David).
No, no cantemos a las criaturas los cánticos del cielo..., sino, como Cecilia, cantemos en nuestro corazón un canto melodioso para nuestro amado4...
El canto del sufrimiento unido a sus sufrimientos es lo que más cautiva su corazón...
Jesús arde de amor por nosotras... ¡Mira su Faz adorable...! ¡Mira esos ojos apagados y bajos...! Mira esas llagas... Mira a Jesús en su Faz5... Allí verás cómo nos ama.
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm. ind.

NOTAS Cta 87
1 Cf P. d'Argentan, Conférences sur les grandeurs de Dieu, t. II, cap. XI.
2 Cf Im III, 47, Réflexions de Lamennais.
3 Ese jueves 4 de abril se celebraban las primeras Vísperas de la fiesta de la Preciosísima Sangre de Jesús, que en aquella época estaba fijada para viernes de la cuarta semana de cuaresma.
84 Cf Cta 54, n. 2.
5 Son muchas las cartas de este período en que Teresa evoca la Faz de Cristo (en 1889: Cta 87, 95, 98; en 1890: 102, 105, 108, 110, 117), las más de las veces con
referencia a la imagen de la Santa Faz difundida por el Oratorio de Tours; cf Ms A
71rº y CG p. 488s. Para la devoción de Teresa en el último tramo de su vida, cf Or
12 (Consagración a la Santa Faz) y Prières, pp. 118s.

Cta 88 A María Guérin

24 de abril de 1889
J.M.J.T. Miércoles, abril de 1889 Jesús + Querida hermanita: Voy a pedirte un favor, y me dirijo a ti porque sé que los Buissonnets, que ahora, ¡ay!, están desiertos, eran en otro tiempo tus dominios. ¿Te acuerdas de un libro que la señora Tifenne me regaló para mi primera comunión? Se titulaba. «El ramillete de la joven». Ese libro debe de estar en uno de los cajones de la cómoda de mi pobre papaíto. Me alegraría mucho poderlo tener lo antes posible (1vº), así como otro más pequeño que me regalaron las señoritas Primois1. Es un libro marrón, orlado con una viñeta dorada; creo que son meditaciones sobre la Eucaristía. Este libro está en uno de los estantes del armario de la habitación de Celina (el de junto a la puerta). Querida hermanita, perdona que te pida este favor... Si fuera posible, podrías quizás explicarle a la sirvienta lo que quieres, sin ir tú misma a los Buissonnets.
Es increíble cómo se han estrechado ahora nuestros lazos. Me parece que, tras nuestra terrible prueba, somos más hermanas aún que antes.
(2rº) ¡Si supieras cómo te quiero y cuánto pienso en todos vosotros...! ¡Cuánto bien hace, cuando se sufre, el tener corazones amigos cuyo eco responde a nuestro dolor...! ¡Cómo agradezco a Jesús que nos haya dado unos parientes tan buenos..., unas hermanitas tan cariñosas! Nuestras pobres hermanitas de allá lejos2 no se cansaban el otro día de contarnos todas las atenciones que les prodigáis. Me di cuenta de que el corazón de mi Mariíta había conmovido el corazón de mi Celina, y esto trajo una gran alegría a mi pobre corazón, ¡pues quiero tanto a mi María...!
Todos los elogios que se hicieran de ella (2vº) serían muy poco comparados con lo que yo pienso de ella en mi interior.
Escribo a toda prisa, como una locuela, sin pensar que mi pobre pluma no es capaz, ni mucho menos, de seguir a mi corazón y que, a no dudarlo, voy sufrir el bochorno de que no se me pueda leer.
Hermanita querida, da un abrazo de mi parte a todos los que quiero tanto, y dales las gracias por habernos mimado por Pascua con rico chocolate y buen pescado... ¡Dios mío, no puedo pensar en el pescado3..., mi tío tenía aquel día un algo tan PATERNAL, un algo tan fuera de lo común..., que nunca olvidaré aquella visita!
Tu hermanita que te quiere, Sor Teresa del Niño Jesús

NOTAS Cta 88
1 María y Juana Primois, amigas de la familia Martin.
2 Celina y Leonia, las «desterradas de Caen» (Ms A 73vº), que se hospedaban en una pensión cerca del Bon Sauveur.
3 Ese regalo emocionó a Teresa al recordarle a su padre, que antaño era tan feliz
cuando regalaba el pescado a las carmelitas.

Cta 89 A Celina

J.M.J.T. El Carmelo, 26 de abril de 1889 ¡Jesús...! + Jesús mismo se va a encargar de decir FELIZ CUMPLEAÑOS a su prometida al cumplir los 20 años1. ¡Qué vigésimo año tan fecundo en sufrimientos, en gracias de elección...! Veinte años, edad llena de ilusión, dime: ¿qué ilusión dejas en el corazón de mi Celina...? ¡Cuántos recuerdos entre nosotras...! ¡Todo un mundo de ellos...! Sí, Jesús tiene sus preferencias; en su jardín hay frutos que el Sol de su amor hace madurar casi casi en un abrir y cerrar de ojos... ¿Por qué somos nosotras de ese número...? Pregunta llena de misterios... ¿Qué razón puede darnos Jesús? (1vº) ¡Su razón es que no hay ninguna...! ¡Celina...!, aprovechémonos de esa predilección de Jesús que en tan pocos años nos ha enseñado tantas cosas, no descuidemos nada que pueda agradarle... Dejémonos dorar por el sol de su amor..., ese sol abrasador..., ¡consumámonos de amor...!
Dice san Francisco de Sales: «Cuando el fuego del amor anida en un corazón, todos los muebles vuelan por las ventanas»2. ¡No, no dejemos nada..., nada en nuestro corazón, más que a Jesús...!
Y no pensemos que podremos amar sin sufrir, sin sufrir mucho... Nuestra pobre naturaleza está ahí, ¡y está para algo...! Ella es nuestra riqueza, nuestro medio de ganarnos la vida... Y es tan preciosa, que Jesús vino a la tierra expresamente para poseerla.
(2rº) ¡Suframos con amargura, sin ánimos...! «Jesús sufrió con tristeza. Sin tristeza, ¿cómo iba a sufrir el alma?»3 ¡Y nosotras quisiéramos sufrir generosamente, grandiosamente...! ¡Celina, qué ilusión...! ¿Quisiéramos no caer nunca...? ¡Qué importa, Jesús mío, que yo caiga a cada instante! En ello veo mi debilidad, y eso
constituye para mí una gran ganancia... Tú ves ahí lo que yo soy capaz de hacer, y por eso te vas a sentir más inclinado a llevarme en tus brazos... Si no lo haces, señal de que te gusta verme por el suelo..., y entonces no tengo por qué inquietarme sino que tenderé siempre hacia ti mis brazos suplicantes y llenos de amor... ¡No puedo creer que me abandones...!
(2vº) «Los santos encontraban la cruz precisamente cuando estaban a los pies de Nuestro Señor»4.
¡Celina querida, dulce eco de mi alma...! ¡Si conocieras mi miseria...! ¡Si supieras...! La santidad no consiste en decir cosas hermosas, ni consiste siquiera en pensarlas o en sentirlas... Consiste en sufrir, y en sufrir toda clase de sufrimientos.
«¡La santidad hay que conquistarla a punta de espada! ¡Hay que sufrir..., hay que agonizar...!»5.
Vendrá un día en que las sombras desaparecerán, y entonces no quedará ya nada más que la alegría, la embriaguez...
¡Aprovechémonos de nuestro único momento de sufrir...! No miremos más que al instante presente... Un instante es un tesoro... Un solo acto de amor nos hará conocer mejor a Jesús..., nos acercará a él por toda la eternidad...
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm. ind.

NOTAS Cta 89
1 Celina iba a cumplir 20 años el 28 de abril.
2 Cf CAMUS, Esprit de saint François de Sales, II, 27: sentencia citada por el P. Pichon en su plática del 13 de octubre de 1887.
3 P. Pichon, charla de los ejercicios espirituales de octubre de 1887.
4 Ibid., mayo de 1888.
5 Ibid., mayo de 1888.

Cta 90 A Celina

17 (?) de abril de 1889
J.M.J.T. Para el 28 de abril Quiero desear una vez más un feliz cumpleaños a mi querida Celina. Y le mando un pequeño ramillete de parte del Niño Jesús1, que le agradece todas las preciosas flores que ella le ha regalado. Cierto que esas flores no son esplendorosas: el Niño Jesús del Carmelo es pobre, pero en el cielo (1vº) nos mostrará sus riquezas, y yo sé bien a quién colmará de ellas... Mañana recibiré a Jesús2. ¡Y cuánto le hablaré de mi Celina, de ese otro yo! Tendré muchas cosas que decirle, pero no me resultará difícil, un solo suspiro se lo dirá todo. ¡Menudo desorden! Pero voy tan de prisa, que tendrás que perdonarme. Quisiera que conocieses mi corazón y todo lo que en él se encierra para ti; pero hay cosas que no pueden escribirse y que sólo comprende el corazón. (2rº) (El ramillete de Jesús ha pasado varias horas delante de él ¡en un vaso aún más pobre que él...!) Celina querida, un día iremos al cielo para siempre. Y allí ya no habrá ni día ni noche como en la tierra... ¡Qué alegría! Caminemos en paz mirando al cielo, UNICA meta de nuestros trabajos. La hora del descanso está ya cerca3. Dale un fuerte abrazo de mi parte a Leonia, a quien quiero tanto. No me olvido de la fecha de sus 25 años4; (2vº) desde que estoy en el Carmelo tengo mucha memoria para las fechas. Hasta pronto, Celina, siempreviva de Jesús... Te quiero mucho más de lo que sé decirte. Tu hermanita, Teresa del Niño Jesús

NOTAS Cta 90
1 Una estatua del Niño Jesús que había en el claustro.
2 La comunión del domingo. En aquella época, la comunión diaria no se estilaba en el Carmelo.
3 Cf Im III, 47, Reflexiones; y Cta 173.
4 Teresa comete una equivocación: Leonia cumplirá 26 años el 3 de junio.

Cta 91 A sor María del Sgdo. Corazón

Finales de mayo de 1889
J.M.J.T.
Jesús +
León querido, ¡gracias, gracias...! ¿Qué quieres que te diga el pobre corderito1...?
¿No fuiste tú quien lo educó...? Recuerda aquellos tiempos en los que, sentada en la silla alta y teniéndome tú en tu regazo, me hablabas del cielo2... Todavía te oigo decir: «Mira cuánto trabajan los comerciantes para ganar dinero. Y nosotras podemos amontonar tesoros para el cielo a cada instante sin tantos trabajos; lo único que tenemos que hacer es recoger diamantes con un RASTRILLO». (vº) Y yo me iba con el corazón desbordante de alegría y de buenos propósitos... ¡Sin ti, tal vez yo no estaría en el Carmelo...! Mucho tiempo ha pasado desde aquellas horas felices que vivimos en nuestro dulce nido... Jesús ha venido a visitarnos... Y nos ha hallado dignas de pasar por el crisol del sufrimiento... Antes de mi entrada en el Carmelo, nuestro incomparable decía al entregarme a Dios: «Quisiera tener algo mejor que ofrecer a Dios». Jesús ha escuchado su oración: ese algo mejor era ¡él mismo...! ¡Qué alegría por un instante de sufrimientos...! Es el Señor quien lo ha hecho..., y el Señor ama a papá incomparablemente más de lo que le amamos nosotras: Papá es el hijito de Dios; (vºtv) y Dios, para ahorrarle grandes sufrimientos, ¡quiere que suframos nosotras por él...! ¡A nosotras nos toca darle las gracias...! León querido, la vida pasará muy pronto. En el cielo nos dará completamente igual ver que todas las reliquias de los Buissonnets hayan sido desparramadas3. ¿Qué importa la tierra...? Tu hijita, a quien tú educaste..., Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm. ind.

NOTAS Cta 91 1 Sor María del Sagrado Corazón le había escrito: «Unas palabritas para tu pobre hermana mayor. Sor María de los Angeles me ha dado permiso. Consuélame un poco. A pesar de todo, mi corazón está muy triste cuando pienso en nuestro querido papaíto» (LC 112). 2 Cf Ms A 33rº. 3 Estaban comenzando a dispersar el mobiliario de los Buissonnets, ya inútil. Ver CG p. 484+d.

Cta 92 A María Guérin

J.M.J.T. Jueves 30 de mayo de 1889 Jesús + Querida hermanita: Has hecho bien en escribirme. Lo he comprendido todo... todo, todo, todo1... No has cometido ni sombra de pecado. Conozco tan bien lo que son esa clase de tentaciones, que puedo asegurártelo sin temor a equivocarme. Además, Jesús me lo dice en el fondo del corazón... Hay que despreciar todas esas tentaciones y no hacerles ningún caso.
¿Quieres que te diga una cosa que me ha dado mucha pena...? Que mi Mariíta dejara de comulgar... el día de la Ascensión2 y el último día del mes de María... ¡Qué pena tan grande le habrá dado eso a Jesús...! Muy astuto tiene que ser el demonio para engañar así a un alma3... ¿Pero no ves, cariño, que ésa es la meta que persigue? Sabe muy bien el pérfido que no puede hacer pecar a un alma que quiere ser toda de Jesús, (1vº), y por eso sólo intenta hacérselo creer. Ya es mucho para él llevar la turbación a esa alma; pero su rabia necesita algo más: quiere privar a Jesús de un tabernáculo amado; y al no poder entrar él en ese santuario, quiere al menos que se quede vacío y sin dueño... ¿Y qué será de ese pobre corazón...? Cuando el diablo consigue alejar a un alma de la sagrada comunión, lo ha ganado todo... ¡Y Jesús llora...! ¡Cariño!, piensa, pues, que Jesús está allí en el sagrario expresamente para ti, para ti sola, y que arde en deseos de entrar en tu corazón... ¡Anda, no escuches al demonio, búrlate de él y vete a recibir sin miedo al Jesús de la paz y del amor...! Pero ya te estoy oyendo decir: «Teresa dice esto porque no sabe..., no sabe que lo hago muy adrede..., que eso me divierte..., y además no puedo comulgar porque creo que cometo un sacrilegio, etc. etc. etc.». Sí, tu pobre Teresita lo sabe muy bien, (2rº) te digo que lo adivina todo, y te asegura que puedes ir sin temor a recibir a tu único amigo verdadero... También ella ha pasado por el martirio de los escrúpulos4, pero Jesús le concedió la gracia de comulgar incluso cuando ella creía haber cometido grandes pecados... Pues bien, te aseguro que ella se convenció de que ése era el único medio para desembarazarse del demonio, pues cuando él ve que está perdiendo el tiempo nos deja tranquilos... No, es IMPOSIBLE que un corazón «que sólo encuentra descanso mirando a un sagrario» ofenda a Jesús hasta el punto de no poderle recibir. Lo que ofende a Jesús, lo que hiere su corazón ¡es la falta de confianza...! Hermanita, ya antes de recibir tu carta presentía tus angustias. Mi corazón estaba unido a tu corazón. Anoche, en sueños, intentaba consolarte, pero no podía conseguirlo..., y no seré hoy más afortunada a no ser que Jesús y la Virgen Santísima vengan a ayudarme. Espero que mi (2vº) deseo se convierta en realidad y que la Santísima Virgen, el último día de su mes, cure a mi hermanita querida. Pero para eso, es necesario orar, orar mucho. Si pudieras ponerle una vela a Nuestra Señora de las Victorias..., ¡tengo tanta confianza en ella...! Tu corazón está hecho para amar a Jesús, para amarlo apasionadamente. Pídele que los años más hermosos de tu vida no transcurran entre miedos quiméricos. No tenemos más que los breves instantes de nuestra vida para amar a Jesús. El diablo lo sabe muy bien, y por eso procura consumirla en trabajos inútiles... Hermanita querida, comulga con frecuencia, con mucha frecuencia... Este es el único remedio si quieres curarte. No en vano ha puesto Jesús esos deseos en tu alma. (Yo creo que a él le gustaría que pudieses recuperar las dos comuniones que dejaste, pues así la victoria del demonio sería menor al no haber logrado alejar a Jesús de tu corazón). No temas amar demasiado a la Santísima Virgen, nunca la amarás lo suficiente, y Jesús estará muy contento pues la Virgen es su Madre.
Adiós, hermanita, y perdona este rompecabezas que es mi carta; no puedo volverla a leer por falta de tiempo. Da un abrazo de mi parte a todos los míos, (vºtv) Sor Teresa del Niño Jesús nov. carm. ind.

NOTAS Cta 92 1 He aquí un extracto de la carta de María, que por esas fechas se encontraba en la Exposición de París: «Vengo a molestarte una vez más, y sé de antemano que no vas a estar contenta de mí. Pero ¿qué quieres?, sufro tanto que me hace bien volcar todas mis penas en tu corazón. París no está hecho para curar los escrúpulos, ya no sé adónde volver la mirada: si huyo de una desnudez, me encuentro con otra, y así de continuo todo el día. Es para morirse de pena. Me parece que lo hago por curiosidad, tengo que mirarlo todo, me parece que es por ver el mal. No sé si me vas a entender: tengo tal lío en la cabeza, que no acierto a desenredarlo. El demonio no cesa tampoco de recordarme todas esas cosas feas que he visto durante el día, y ése es otro motivo de tormento. ¿Cómo quieres que comulgue mañana y el viernes? Me veo obligada a abstenerme, y ésta es la prueba más dura, nunca había sentido tanto amor a la comunión; pienso que estaría inundada de consuelos, que me sentiría fortalecida si pudiese tener a Dios dentro de mi corazón; de otro modo, está tan vacío mi pobre corazón, está lleno de tristeza, nada puede distraerme. ¡Qué ciudad, París! ¡Cuánto más feliz es uno en nuestra casita de la calle Condorcet! ¿Sabes cuándo me siento más feliz? Cuando estoy en la iglesia. Al menos allí puedo posar mis ojos en el sagrario, y entonces siento que estoy en mi centro, todo lo demás no está hecho para mí. Yo no sé cómo la gente puede vivir aquí; para mí esto es un verdadero infierno» (A Teresa, LC 113, 29 de mayo de 1889). 2 Ese mismo día, 30 de mayo. 3 Cf la documentación sobre el demonio; TrH, pp. 128ss. 4 Cf Ms A 39rº y 44rº.

Cta 93 A María Guérin

J.M.J.T.
Domingo 14 de julio de 1889
Jesús +
Querida hermanita: Ya que tienes la humildad de pedir consejos a tu Teresita, ésta no te los puede 1 negar . Pero como es una pobre novicia sin experiencia, tiene miedo de equivocarse, y tú misma podrías tener también dudas acerca de lo que ella te dice. Pero hoy no tengas miedo: la que te envío es la respuesta misma de Jesús. ¡Y qué feliz me siento al transmitírtela...! Esta mañana pregunté a nuestra Madre qué debía contestarte acerca de lo que le dijiste a Celina. Si haces lo que nuestra querida Madre me ha dicho para ti, no tienes por qué tener miedo a equivocarte, pues Dios ha puesto en su corazón un profundo conocimiento de las almas y de todas sus miserias. Ella lo sabe todo, nada se le oculta, conoce perfectamente tu alma.
Y esto es lo que me ha dicho que te diga de parte de Jesús: «Hiciste muy bien en contárselo todo a Celina; sin embargo, es mejor no hablar de esas cosas, es preferible no hacerles ningún caso, porque nuestra Madre está segura de que no pecas».
Bueno, ¿estás ya tranquila...? Me parece que yo, en tu lugar, si me hubiesen dicho eso, me habría curado del todo y me habría dejado conducir (vº) a ciegas, pues ése es el único camino para tener paz y sobre todo para agradar a Jesús.
Aun cuando estuvieses segura de haber pecado, no hay peligro alguno de ello, pues nuestra Madre, que tiene (¡digo yo!) más experiencia que tú, te dice que no pecas... ¡Qué afortunada eres, María, de tener un corazón que sabe amar de esa manera...!
Da gracias a Jesús por haberte dado un don tan precioso y entrégale todo entero tu corazón. Las criaturas son demasiado pequeñas para llenar el vacío inmenso que Jesús ha abierto en ti, no les des cabida en tu alma... Dios no te cogerá en sus lazos, pues estás ya bien aprisionada en ellos... Sí, es una gran verdad que nuestro afecto no es de la tierra. Es demasiado fuerte como para eso, y ni la misma muerte será capaz de romperlo...
No te aflijas por no sentir ningún consuelo en tus comuniones. Es una prueba que hay que soportar con amor. No pierdas ni una sola de las espinas que encuentres a diario: ¡con una sola de ellas puedes salvar un alma...!
¡Ay, si supieras cuánto se ofende a Dios! ¡Tu alma está tan bien hecha para consolarle...! ¡Ámale hasta la locura por todos los que no le aman...!
Hermanita, mi pluma, después de su loca carrera, tiene que detenerse. Tengo que escribir hoy cinco cartas, pero he empezado por mi Mariíta..., ¡la quiero tanto, y tan poco naturalmente...!
Da un abrazo de mi parte a mis tíos y a mi querida Juana, y diles que les quiero.
Y tú, pequeña preferida de Jesús, ruega para que tu indigna hermanita pueda amar, si es posible, tanto como tú...
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm.ind.

NOTAS Cta 93
1 María acababa de escribirle: «Hermanita querida, voy a decirte una cosa que va a gustarte mucho: ya soy mucho menos escrupulosa. Sin embargo, hay un punto en el que he sido muy atormentada. Fue la víspera de una de mis comuniones. Tenía miedo, o, mejor, estaba segura de haber cometido mi pecado (me comprendes, ¿no?). Me parecía que no era digna de acercarme a recibir a Dios, y no había podido encontrar a mamá para comentar con ella mis inquietudes, y entonces se lo conté todo a Celina. ¿He hecho bien? No lo sé. Siempre he pensado mucho sobre este tema, temía que ello trajese malos pensamientos a Celina, creía que quizás no hubiese que contar los propios pecados a todo el mundo, y además, como el Sr. abate Domin me había prohibido hablar de mis escrúpulos a Juana, ¿no valdría también esa prohibición para Celina? En fin, Teresa de mi vida, si quieres darme alguna luz sobre este punto, será un gran peso menos sobre mi conciencia» (LC 114, 10/7/1889).

Cta 94 A Celina

J.M.J.T. El Carmelo, 14 de julio de 1889 Jesús + Querida Celina: Mi alma no te abandona..., ¡sufre el destierro1 contigo...! ¡Ay, cómo cuesta vivir, seguir en esta tierra de amarguras y de angustias...! Pero mañana..., dentro de nada, estaremos en el puerto, ¡qué felicidad! ¡Qué maravilloso será contemplar a Jesús cara a cara por toda la eternidad! ¡Siempre, siempre más amor, siempre alegrías cada vez más más embriagadoras..., una felicidad sin nubes...! ¿Cómo se las habrá arreglado Jesús para desligar así nuestras almas de todo lo creado? Sí, nos ha infligido un golpe muy duro, pero es un golpe de amor. Dios es digno de admiración, pero sobre todo es digno de amor. Amémosle, pues..., amémoslo lo bastante como para sufrir por él todo lo que él quiera, incluso los dolores del alma, las arideces, las angustias, las frialdades aparentes... ¡Es gran amor amar a Jesús sin sentir la dulzura de este amor...! ¡Es un verdadero martirio...! Pues bien, ¡muramos mártires! Celina, Celina mía, dulce eco de mi alma, ¿entiendes? Es el martirio ignorado, sólo conocido por Dios, que el ojo de la criatura no puede descubrir, martirio sin honor, sin (vº) triunfos... He ahí el amor llevado hasta el heroísmo... Pero un día Dios, agradecido, exclamará: «Ahora me toca a mí»2 ¿Y qué veremos entonces...? ¿Qué será esa vida que nunca tendrá fin...? Dios será el alma de nuestra alma..., ¡misterio insondable...! El ojo del hombre no ha visto la luz increada, su oído no ha escuchado las incomparables armonías, y su corazón no puede soñar lo que Dios tiene reservado a los que ama. Y todo esto llegará pronto, sí, pronto. Démonos prisa en tejer nuestra corona, tendamos la mano para recoger la palma, y si amamos mucho, si amamos a Jesús con pasión, no será lo bastante cruel como para dejarnos mucho tiempo en esta tierra de destierro... Celina, durante los CORTOS INSTANTES QUE nos quedan, no perdamos el tiempo..., salvemos almas... Las almas se pierden como copos de nieve3, y Jesús llora, y nosotras pensamos en nuestro dolor sin consolar a nuestro prometido... Sí, Celina, vivamos para las almas..., seamos apóstoles..., salvemos sobre todo las almas de los sacerdotes4. Esas almas debieran ser más transparentes que el cristal... Pero, ¡ay!, ¡cuántos malos sacerdotes, cuántos sacerdotes que no son lo bastante santos...! Oremos y suframos por ellos, y en el último día Jesús estará agradecido. ¡Nosotras le daremos almas...! ¿Comprendes, Celina, el grito de mi corazón...? Juntas..., siempre juntas. Celina y Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz, nov. carm. ind.
(vºtv) Sor María del Sagrado Corazón no te puede escribir porque la carta pesaría demasiado.

NOTAS Cta 94
1 Celina y Leonia se encuentran en La Musse.
2 Cf Cta 57, n. 5.
3 Cf P. d'Argentan, op. cit., t. II, p. 83-84; y CG p. 495+e.
4 Cf Ms A 56rº y 69vº. Es la primera vez que aparece en los escritos de Teresa la preocupación por los sacerdotes; en la correspondencia de 1889-1890 con Celina
vuelve a aparecer el «leitmotiv»: «Oremos por los sacerdotes» (Cta 94, 96, 101, 108, 122). Cf CG p. 496+g.


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 83