CARTAS – Teresa del Niño Jesús 125

Cta 125 A la señora de Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 17 de noviembre de 1890 Querida tía: ¡Con cuánta ilusión vengo a felicitarle su santo! Hace ya mucho tiempo que pienso en este hermoso día, y me alegro de poder acercarme a mi tiíta querida para decirle cuánto la quiere la última y la más pequeña de sus hijas. Ella quiere ser en todo la última y la más pequeña, pero en el afecto y en la ternura nunca se (1vº) dejará ganar por sus hermanas mayores... Además, ¿no tiene derecho el benjamín a amar más que los otros...? ¡Cuántos recuerdos me trae esa fecha del 19! Mucho tiempo antes de que llegara, ya me llenaba yo de alegría: primero, porque ese día era la fiesta de mi tía querida; y luego también por las ricas golosinas de que ese día me llenaban. Ahora aquellos años ya han pasado, los pajarillos han crecido, después abrieron sus alas y volaron de aquel nido tan dulce de su niñez. Pero, querida tiíta, al crecer, el corazón de su hijita ha crecido también en cariño hacia usted, y ahora sobre todo es (2rº) cuando comprende todo lo que le debe... Para pagar mi deuda, no tengo más que un medio: al ser muy pobre y al tener por esposo a un Rey poderoso y sumamente rico, le encargo a él que derrame profusamente los tesoros de su amor sobre mi tía querida y le devuelva así todas las delicadezas maternales de que supo rodear ni niñez. Querida tía, no le digo adiós, pues cuento con pasar todo el día a su lado y espero que usted sepa adivinar el corazón de su hijita, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

Cta 126 A Celina

J.M.J.T. Jesús + 3 de abril de 1891 Querida Celinita: Esta tarde hemos visto a Margarita M.1. No tengo tiempo para hablarte detalladamente de esta visita, pero no puedo decirte el bien que ha hecho a mi alma... ¡Felices nosotras que hemos sido escogidas por el esposo de las vírgenes...! Marg. nos ha confiado secretos íntimos que no cuenta a nadie. Tenemos que rezar (1vº) mucho por ella, pues se halla muy expuesta... Dice que ningún libro la ayuda.
He pensado que los «Misterios de la vida futura»1 podrían tal vez ayudarla y afianzar su fe que está en mucho peligro... Nos dijo que puede leer libros sin que lo sepa su marido. Sería bueno que le dieses ese libro, diciéndole que hemos pensado que podría interesarle; pero que lo comience por el capítulo tercero, donde hay una estampita, pues los tres primeros no creo que tengan interés para ella. Creo que sería mejor (2rº) que hicieses como si no conocieras este libro y que simplemente cumples nuestro encargo, pues se molestaría si supiese que hemos dicho una sola palabra de sus confidencias. Preferiríamos que ni la señora Maudelonde ni nuestra tía supiesen que prestamos este libro a Marg. En fin, hazlo lo mejor que puedas, y dile que lo tenga todo el tiempo que quiera... Si no puedes dárselo sin ser vista, tal vez sería mejor no hacer nada. En fin, procura al menos hablarle de él. Yo, por mi parte, tengo unos deseos (enormes) (2vº) de que lea algún libro en el que pueda encontrar respuesta a muchas de sus dudas... Creo que ésta podría ser una obra muy agradable a Dios. Él me ha dado a mí la idea, pero ya sabes que Teresa nada puede sin Celina, se necesitan las dos para hacer un trabajo completo. Por eso, ¡ahora le toca a Celina acabar lo que Teresa ha comenzado...! Celina, ¡si supieras cuánto te quiero, y cuán puro es el amor que te tengo...! Celina querida, tu Teresita está siempre contigo, porque tú estás en su corazón y eres la mitad de su corazón... Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 126 1 Margarita María Maudelonde, sobrina de la señora de Guérin, casada con René Tostain, un magistrado ateo, cf CA 2.9.7. 2 La obra de Arminjon.

Cta 127 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 26 de abril de 1891 Querida Celina: Por cuarta vez tu Teresa te felicita el cumpleaños desde la soledad del Carmelo... ¡Y qué poco se parecen estas felicitaciones a las del mundo...! Lo que Teresa le desea a su Celina no es la salud, la felicidad, la fortuna, la gloria, etc. ¡No, no es nada de eso...! Nuestro pensamiento no está puesto en la tierra del destierro, nuestro corazón está donde está nuestro tesoro, y nuestro tesoro está allá arriba, en la patria, donde Jesús nos prepara un sitio junto a él. Y digo un sitio, y no unos sitios, porque no me cabe la menor duda de que, a quienes en la tierra no han sido más que un alma, les está reservado un mismo trono en el cielo... Juntas crecimos, juntas nos instruyó Jesús en sus secretos, en esos secretos sublimes que oculta a los poderosos y revela a los humildes, juntas también sufrimos en Roma; nuestros corazones estaban entonces estrechamente unidos, y la vida hubiera sido en la tierra el ideal de la felicidad si Jesús no hubiera venido de nuevo a estrechar más aún nuestros lazos. Sí, al separarnos, él nos unió de una manera que hasta entonces mi alma no conocía, pues desde aquel momento no puedo desear nada para mí sola sino todo para las dos... ¡Ay, Celina...!, hace tres años nuestras almas no habían sido rotas todavía, aún era posible para nosotras la felicidad en la tierra. Pero Jesús nos dirigió una mirada (vº) de amor, una mirada velada por las lágrimas, y esa mirada se convirtió para nosotras en un océano de sufrimiento, pero también en un océano de gracias y de amor. Nos arrebató a aquel a quien amábamos con tanta ternura, de una manera aún más dolorosa que cuando nos llevó a nuestra madre querida en la primavera de nuestra vida. ¿Pero no fue para que pudiéramos decir con verdad: «Padre nuestro, que estás en el cielo»? ¡Qué consoladoras son estas palabras! ¡Y qué horizontes infinitos abren ante nuestros ojos...! Celina, la tierra extranjera no tiene para nosotras más que plantas silvestres y espinas, ¿pero no es eso mismo lo que ofreció a nuestro divino Esposo? Por eso, ¡qué hermosa es también para nosotras la parte que nos ha tocado! ¿Y quién podrá decirnos lo nos reserva la eternidad...? Celina querida, tú que me hacías tantas preguntas cuando éramos pequeñas, me pregunto cómo es posible que nunca me hayas hecho ésta: «¿Y por qué Dios no me ha creado ángel?» Celina, voy a decirte lo que pienso: si Jesús no te ha creado ángel del cielo, es que quiere que seas un ángel en la tierra. ¡Sí, Jesús quiere tener su corte celestial aquí en la tierra, como la tiene allá en el cielo! Quiere tener ángeles-mártires, quiere tener ángeles-apóstoles, y con esa misma intención ha creado también una florecita que se llama Celina. Quiere que su florecita le salve almas, y para eso no quiere más que una cosa: que su flor le mire mientras sufre su martirio... Y ese misterioso intercambio de miradas entre Jesús y su florecita hará maravillas y dará a Jesús una multitud de otras flores (sobre todo un cierto Lirio marchito y ajado1, que habrá que cambiar en rosa de amor y de arrepentimiento...) (rºtv) Celina querida, no te enfades porque te haya dicho que allá arriba en el cielo ocuparemos un mismo sitio las dos, pues, ¿sabes una cosa?, pienso que una pobre margarita puede brotar en la misma tierra que un lirio resplandeciente de blancura, y que una perlecita puede ser engastada al lado de un diamante y pedirle prestado su brillo... ¡Celina, amemos a Jesús hasta el infinito, y de nuestros dos corazones hagamos uno solo para que sea más grande en amor...! Celina, contigo no terminaría nunca. ¡Ojalá comprendas todo lo que quisiera decirte para tus 22 años...! Tu hermanita, que no es más que una sola cosa contigo... (¿Sabes que, entre las dos, tenemos ahora 40 años? No es extraño que tengamos ya experiencia de tantas cosas, ¿no te parece?) Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz nov. carm. ind.2

NOTAS Cta 127
1 El P. Jacinto Loyson. Cf Cta 129.
2 Teresa firma, por distracción, «novicia» en vez de religiosa.

Cta 128 A sor María del Sdo. Corazón1

5 de julio de 1891 Recuerdo ofrecido a mi hermana querida en la fiesta de la Preciosísima Sangre, para su salida del noviciado. Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 128 1 Dedicatoria al dorso de una estampa. María deja a Teresa, con la que acaba de pasar más de tres años en el noviciado.

Cta 129 A Celina

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 23 de julio de 1891 Querida Celina: Tus letras dijeron muchas cosas a mi alma; fueron para mí como un eco fiel que repitiera todos mis pensamientos... Nuestra querida Madre está todavía sufriendo mucho. Es muy triste ver sufrir así a los que se ama. Sin embargo, no te preocupes demasiado, que aunque Jesús tenga muchas ganas de gozar en el cielo de la presencia de nuestra Madre querida, no podrá negarse a dejarnos aún en la tierra a aquella cuya mano maternal sabe guiarnos tan bien y consolarnos en el destierro de la vida... ¡Y qué triste destierro es el destierro de este mundo, sobre todo en esas horas en que todo parece faltarnos...! Pero entonces precisamente es cuando ese destierro es precioso, entonces es cuando brillan los días de la salvación. Sí, Celina querida, sólo el sufrimiento puede engendrar almas para Jesús... ¿Qué tiene de extraño que nademos en sufrimientos, nosotras, cuyo único deseo es salvar un alma que parece perdida para siempre1...? Los detalles me interesaron mucho, aunque hicieron latir muy fuertemente mi corazón... Pero voy a darte yo también algunos otros que no son más consoladores. El desdichado pródigo ha ido a Coutances, donde (vº) ha repetido las conferencias de Caen. Parece que tiene idea de recorrer así toda Francia... Celina... Además dicen también que es fácil observar que los remordimientos lo roen por dentro:
recorre las iglesias con un gran crucifijo y parece hacer grandes gestos de adoración... Su mujer le sigue a todas partes.
Celina querida, él es muy culpable, más culpable tal vez de lo que lo ha sido nunca un pecador que se haya convertido; ¿pero no puede hacer Jesús lo que todavía no ha hecho nunca? Y si no desease hacerlo, ¿habría puesto en el corazón de sus pobres esposas un deseo que no pudiese convertir en realidad...? No, una cosa es cierta: que él desea todavía más que nosotras volver al redil a esta pobre oveja descarriada. Llegará un día en que Jesús le abrirá los ojos, y entonces ¡quién sabe si no recorrerá toda Francia con un fin completamente distinto del que hoy se propone! No nos cansemos de orar. La confianza hace milagros, y Jesús dijo a la beata Margarita María: «Un alma justa tiene tanto poder sobre mi corazón, que puede alcanzar de él el perdón para miles de criminales»2. Nadie sabe si es justo o pecador. Pero, Celina, a nosotras Jesús nos concede la gracia de sentir en lo hondo del corazón que preferiríamos morir antes que ofenderle. Y además, no son nuestros méritos, sino los de nuestro esposo, que son nuestros, los que ofrecemos a nuestro Padre del cielo, para que nuestro hermano, un hijo de la Santísima Virgen, vuelva, vencido, a arrojarse bajo el manto de la más misericordiosa de todas las madres...
(vºtv) Celina querida, tengo que terminar, adivina tú el resto, ¡hay volúmenes enteros para adivinar...!
Salúdalos a todos en mi nombre, y todo lo que quieras decirles de mi parte yo lo hago mío.
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 129
1 El P. Jacinto Loyson, ex-carmelita; cf CG p. 641s.
2 Vie et Oeuvres de la Bienheureuse Marguerite-Marie Alacoque, t. I., p. 159.

Cta 130 A Celina

J.M.J.T. Jesús + 23 de julio de 1891 Querida Celina: Una vez más soy yo la encargada de contestarte... A la madre Genoveva le emocionó mucho tu carta y ha pedido mucho por su Celinita. ¡Qué gracia tan grande contar con las oraciones de un alma tan santa y ser amada por ella...! La fiesta de ayer1 fue preciosa, fue realmente un preludio del cielo... Todos los regalos nos gustaron mucho: el pescado, las cerezas, los pasteles. Dale muchas gracias a nuestra tía y dile todo lo mejor que se te ocurra... Celina querida, tus dos cartas han hablado (1vº) muy hondo a mi alma y me han hecho derramar lágrimas... Lo de la declaración2 me hizo reír mucho; hay que reconocer que no se quedó corto (el galán) al ir a buscar a la prometida del rey del cielo. Sin duda que el pobre no vio «la señal que el Esposo ha puesto sobre tu frente»3, esa señal misteriosa que sólo Jesús puede contemplar y con él los ángeles que forman su corte real...
Celina, ¿por qué este privilegio extraordinario? ¿Por qué...? ¡Qué gracia más grande ser virgen, ser la esposa de Jesús! Tiene que ser algo muy bello, muy sublime, cuando la más pura y la más inteligente de todas las criaturas prefería permanecer virgen a ser Madre de todo un Dios... Y ésta es precisamente la gracia que Jesús nos otorga a nosotras; (2r) quiere que seamos sus esposas, y luego nos promete también que seremos su madre y sus hermanos. Así lo dice en su Evangelio: «El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo ése es mi madre y mi hermano y mi hermana». Sí, quien ama a Jesús es toda su familia y encuentra en ese corazón único, que no tiene IGUAL, todo lo que desea. ¡Encuentra allí su cielo...!
Celina querida, seamos siempre los lirios de Jesús. La gracia que yo le pido es que los saque de este mundo antes que el viento pernicioso de la tierra haga desprenderse uno solo de los polvillos de sus estambres, polvillo que podría amarillear un poco el brillo y la blancura del lirio. Jesús tiene que poder encontrar en sus lirios todo lo que (2vº) desea encontrar en ellos, la pureza que no busca nada fuera de él y que no descansa más que en él...
¡Ay, nada más fácil de manchar que un lirio...! Pues bien, yo digo que si Jesús dijo a la Magdalena que a quien más se le perdona más ama, esto puede decirse con mucha más razón cuando Jesús ha perdonado de antemano los pecados4...
¿Comprendes, Celina...? Y además, cuando las lágrimas de Jesús son la sonrisa de un alma, ¿qué puede temer? Pienso que esas perlas misteriosas tienen el poder de blanquear los lirios y de hacer que su brillo se conserve. Celina querida, la apariencia de este mundo pasa, las sombras declinan, pronto estaremos en nuestra tierra natal, pronto las alegrías de nuestra infancia, las veladas del domingo, las charlas íntimas..., pronto todo eso nos será devuelto para siempre y con creces.
Jesús nos devolverá las alegrías de las que (2vºtv) nos privó por un instante... ¡y entonces, de la cabeza radiante de nuestro padre querido veremos salir oleadas de luz, y cada uno de sus blancos cabellos será como un sol que nos colmará de alegría y de felicidad...!
¿Es, pues, un sueño la vida5...? ¡Y pensar que con este sueño podemos salvar a las almas...! Sí, Celina, no olvidemos a las almas, sino olvidémonos de nosotras por ellas, y un día Jesús, mirándonos, nos dirá: «¡Qué hermosa es la casta generación de las almas vírgenes!»
(1rºtv) Un abrazo muy fuerte a mi Mariíta, a Leonia y a todos. En cuanto a ti, Celina, ¡ya sabes el lugar que ocupas en mi corazón...!
Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 130
1 Los sesenta años de profesión religiosa de la madre Genoveva.
2 La de Enrique Maudelonde.
3 Oficio litúrgico de santa Inés, antífona 3ª de Maitines. Cf PN 26, 7.
4 Cf Ms A 38vº.
5 SANTA TERESA DE JESÚS, Exclamaciones, 13,2.
6 Texto de oficio de Vírgenes.

Cta 131 A la señora de La Néele (Juana Guérin)

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 17 de octubre de 1891 Querida Juanita: No sé cómo agradecerte tu delicadeza. Me ha emocionado mucho el ver que el nombre de Francis acompañaba al de Juana para felicitarme; por eso, os envío a los dos mi agradecimiento. Y le encargo a mi divino Esposo que pague él mi deuda. Puesto que (1vº) yo soy pobre por su causa, es muy justo que él no me niegue lo que le pido para los que amo. Te aseguro, mi querida Juana, que si tú no olvidas a la más pequeña de tus hermanas, ella también se acuerda mucho de ti, y tú sabes bien que para una carmelita acordarse, y sobre todo amar, es rezar. Mis pobres oraciones no valen, ciertamente, gran cosa; espero, sin embargo, que Jesús las escuche, y que en vez de mirar a quien se las dirige, pose su mirada sobre quienes son objeto de las mismas. De esta manera, (2rº) se verá obligado a acceder a todas mis peticiones. Espero que Dios os mande pronto un Isidorito tan perfecto como su papá, o una Juanita que se parezca en todo a su mamá... También pido que pueda venderse, por fin, la farmacia1. Quisiera que no faltase nada a la plena felicidad de mi querida hermanita y a la de mi primo. Pero en la tierra siempre habrá alguna nubecilla, ya que la vida no puede transcurrir sin algo de eso y solamente en el cielo será perfecta la alegría. Sin embargo, deseo que, en cuanto sea posible, Dios ahorre (2vº) a los que amo los sufrimientos inevitables de la vida, aun a costa de tomar sobre mí, si fuere necesario, las pruebas que a ellos les tiene reservadas. Sor María del Sagrado Corazón me encarga que te dé muchas gracias por lo que has enviado para el joyero. Ha sido muy amable de tu parte, tanto más cuanto que nuestra Madre tenía ilusión de regalarte ese trabajito. No me queda espacio más que para decirte una vez más gracias en mi nombre y en el de mis hermanas, y enviarte, lo mismo que a nuestro querido primo, la seguridad del cariño de la última de tus hermanas, que no es la más pequeña en la ternura que siente por ti... Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 131 1 La farmacia del Dr. Le Néele, en Caen.

Cta 132 A Celina

J.M.J:T. Jesús + El Carmelo, 20 de octubre de 1891 Querida Celina: Es la cuarta vez que te felicito tu santo desde que estoy en el Carmelo... Me parece que estos cuatro años han apretado más aún los lazos que nos unían ya tan estrechamente. Cuanto más avanzamos en la vida, más amamos a Jesús. Y como nos amamos en él, nuestro afecto se hace tan fuerte, que es más unidad que unión lo que existe entre nuestras dos almas... Celina, ¿qué puedo decirte, no lo sabes ya todo...? Sí, pero quiero decirte por qué las Celinas han florecido antes este año. Jesús me lo hizo comprender esta mañana con ocasión de tu santo. Sin duda te habrás dado cuenta de que el invierno nunca había sido tan riguroso como este año pasado; por consiguiente, todas las flores han tardado en abrirse. Era algo completamente natural, y nadie se extrañó de ello. Pero hay una florecita misteriosa que Jesús se ha reservado para instruir nuestras almas. Esa flor es la flor-Celina... A diferencia de las demás, se abrió un mes antes de la época de su floración... ¡¡¡¿Comprendes, Celina, el lenguaje de mi florecita querida..., la flor de mi infancia..., la flor de los recuerdos...?!!! Las escarchas y el rigor del invierno, en vez de (vº) retrasarla, la hicieron brotar y florecer... Nadie se fijó en ello, ¡es tan pequeña esta flor, tan poco brillante...! Tan sólo las abejas conocen los tesoros que encierra su cáliz misterioso, compuesto de una multitud de pequeños cálices, a cuál más rico... Al igual que las abejas, Teresa ha comprendido este misterio: el invierno es el sufrimiento, el sufrimiento incomprendido, desconocido, tenido como inútil a los ojos de los profanos, pero fecundo y poderoso a las miradas de Jesús y de los ángeles que, cual abejas vigilantes, saben recoger la miel contenida en los misteriosos y múltiples cálices que simbolizan a las almas, o, mejor, a los hijos de la florecilla virginal... Celina, necesitaría volúmenes enteros para escribir todo lo que pienso acerca de esta florecita. Para mí ¡es una imagen tan perfecta de tu alma! Sí, Jesús ha hecho caer sobre ella las escarchas, en lugar del cálido sol de sus consuelos, pero el efecto que él esperaba se ha producido: la humilde plantita ha crecido y florecido casi de golpe... Celina, cuando una flor se abre, no hay más que cortarla, ¿pero cuándo y cómo cortará Jesús su florecilla...? ¡Tal vez el color rosado de su corola esté indicando que lo hará por el martirio...! Sí, siento renacer mis deseos1. Quizás Jesús quiera, después de habernos pedido, por así decirlo, amor por amor, pedirnos también sangre por sangre y vida por vida... Mientras tanto, tenemos que dejar que las abejas liben toda la miel de los pequeños cálices, no guardarnos nada para nosotras, dárselo todo a Jesús, y luego decir, como la flor, en la tarde de nuestra vida: «¡La tarde, ha llegado la tarde!»2. Entonces, todo habrá terminado..., y a las escarchas les sucederán los dulces (vºtv) rayos del sol, y a las lágrimas de Jesús las sonrisas eternas... ¡No, no nos neguemos a llorar con él durante un día, pues gozaremos de su gloria durante una eternidad...!
Querida florecita, ¿entiendes a tu Teresa...?

NOTAS Cta 132
1 Cf Or 2, n. 5.
2 Cita de una poesía de Celina, «La Rosée».

Cta 133 A la señora de Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 16 de noviembre de 1891 Querida tía: Es un placer para la más pequeña de sus hijas ir con sus hermanas mayores a felicitarle su santo. Todos los años veo con alegría la llegada de esa fecha del 19 de noviembre, que, si está llena para mí de dulces recuerdos, es también rica en esperanzas para el futuro... Cuanto más avanzo en la vida, más saboreo lo dulce que es la fiesta de una madre. ¡Desde mi infancia, Dios parecía haberme arrebatado para siempre una alegría que nunca había gustado! (1vº) Pero desde lo alto del cielo, la madre que no podía ya prodigarme sus caricias inspiró a un corazón maternal, al que tanto quería, la ternura de una madre hacia su pobre hijita; y desde entonces yo también he podido saborear las dulces alegrías que se experimentan al felicitar a una madre querida... Querida tiíta, desde que está en la montaña del Carmelo, su Teresita es todavía, si cabe, más consciente del cariño que le profesa; cuanto más aprende a amar a Jesús, más crece también su amor hacia sus familiares queridos. El regalito1 que nuestra Madre ha tenido el gusto de hacer confeccionar para su santo le dirá mejor que yo, querida tiíta, lo que yo no acierto a (2rº) decirle. Mi corazón se llena de emoción al contemplar esos pobres cabellos, que indudablemente no tienen otro valor que el delicado trabajo y la gracia con que han sido colocados, pero que le eran tan queridos a aquel que Dios nos ha arrebatado2... Querida tiíta, ¿verdad que me comprende...? Me siento feliz al ver que esos cabellos le han sido obsequiados a la persona a quien más quiero en esta vida después de mi padre querido, ¡esos cabellos que a él tanto le hubiera gustado recibir! Querida tiíta, esta carta no se parece en nada a una carta de felicitación, en la que sólo se debe hablar de alegría y de felicidad. Pero yo no sé hablar más que con el corazón, sólo él guía mi pluma y estoy completamente segura de que el (2vº) corazón maternal al que mi dirijo sabrá entenderme e incluso adivinar lo que yo no acierto a expresar... Querida tía, tengo que poner punto final a esta carta, pero antes quiero enviarle todos mis besos y le pido que diga a sus hijitas que a ellas les encargo que se los den por mí; estoy segura de que estarán encantadas de la misión que les confío y de que la van a cumplir a la perfección...
Su hijita le envía de nuevo todas sus felicitaciones y le pide, querida tiíta que cuente con toda la ternura de su corazón de hija...
Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 133
1 Un cuadro que contenía parte de los cabellos de Teresa, cortados tras su toma de hábito.
2 El señor Martín estaba orgulloso de la cabellera de su «pequeño abejorro rubio»; cf Cta 77.

Cta 134 A Celina

J.M.J.T. Jesús + 26 de abril de 1892 Celina querida: Este año la pradera del Carmelo me ofrece un presente simbólico que me siento feliz regalándote para tus 23 años... Un día, entre la hierba, que blanqueaba toda ella de sencillas margaritas, me pareció ver una de tallo más esbelto y que excedía en belleza a todas las demás. Acercándome, vi sorprendida que, en vez de una margarita, había dos bien distintas. Dos tallos tan estrechamente unidos, que me hicieron pensar enseguida en los misterios de nuestras almas... Y comprendí que si, en el orden de la naturaleza, Jesús se complace en sembrar a nuestros pies maravillas tan encantadoras, no es sino para ayudarnos a adivinar los misterios, más ocultos y de un orden superior, que él opera a veces en las almas... Celina, creo que ya has comprendido a tu Teresa, creo que ya tu corazón ha adivinado lo que pasa en este otro corazón al que el tuyo está tan estrechamente unido, ¡que una misma savia es que los nutre...! Sin embargo, quiero hablarte de algunos de esos misterios escondidos en mi florecita. Jesús, para alegrar nuestra vista e instruir nuestras almas, ha creado una gran multitud de pequeñas margaritas. Y veo con asombro cómo, al amanecer, sus corolas rosadas están vueltas hacia la aurora: esperan la salida del sol. Tan pronto como este astro radiante envía sobre ellas uno de sus cálidos rayos, las tímidas florecillas entreabren sus cálices y sus lindas hojas forman una especie de corona que, dejando al descubierto sus corazoncitos amarillos, dan de pronto a estas flores un gran parecido con el sol que las hiere con su luz. Durante todo el día las margaritas no cesan de mirar fijamente al sol, y van girando como él hasta la tarde; luego, cuando (vº) él desaparece, ellas cierran enseguida sus corolas, que, de blancas, se tornan de nuevo rosadas... Jesús es el sol divino, y las margaritas son sus esposas, las vírgenes. Cuando Jesús mira a un alma, le da inmediatamente su parecido divino, pero es preciso que esa alma no deje de fijar en él solo su mirada.
Para explicar los misterios de las margaritas, tendría que escribir todo un volumen, pero mi Celina lo comprende todo. Pero eso, quiero hablarle ahora de los caprichos de Jesús... Jesús, en su pradera, tiene muchas margaritas, pero están separadas, y cada una recibe independientemente de las otras los rayos del sol. Un día, el esposo de las vírgenes se asomó a la tierra y unió estrechamente dos pequeños capullos apenas abiertos; sus tallos se fundieron en uno solo, y una sola mirada los hizo crecer. Esas dos florecitas, hechas una sola flor, se abrieron juntas, y ahora la doble margarita, con la mirada fija en su sol divino, cumple su misión, que es única... Celina, sólo tú puedes comprender mi lenguaje. A los ojos de las criaturas, nuestra vida parece muy diferente, muy distanciada; pero yo sé que Jesús ha unido nuestros corazones de una manera tan maravillosa, que lo que hace latir a uno hace también estremecerse al otro... «Donde está vuestro tesoro allí está vuestro corazón». Nuestro tesoro es Jesús, y nuestros corazones no forman más que una sola cosa en él. La misma mirada ha cautivado nuestras almas, una mirada velada de lágrimas que la doble margarita ha decidido enjugar. Su humilde y blanca corola será el cáliz que recogerá los diamantes preciosos, para luego verterlos sobre otras flores que, menos privilegiadas, no habrán fijado en Jesús las primeras miradas de sus corazones... Tal vez, al atardecer de su vida, la margarita presente al esposo divino su corola teñida de rosa1... Adiós, Celina querida. La florecita que te envío es una reliquia, pues reposó entre las manos de nuestra santa madre Genoveva2, que bendijo a Celina y a Teresa... Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 134 1 Alusión a la posibilidad del martirio, cf Cta 132. 2 La madre Genoveva falleció el 5 de diciembre de 1891. El hallazgo de la margarita data, pues, de la primavera de 1891.

Cta 135 A Celina

J.M.J.T. Jesús + 15 de agosto de 1892 Celina querida: No puedo dejar salir la carta1 sin añadirle unas letras. Para ello, tengo que robar unos instantes a Jesús. Pero él no se enfada por eso, pues es de él de quien hablamos juntas y sin él ninguna conversación puede el menor atractivo para
2
nuestros corazones... Celina, las vastas soledades y los horizontes maravillosos que se abren ante ti3 deben de hablar mucho a tu alma. Yo no contemplo todo eso, pero digo con san Juan de la Cruz: «Mi Amado las montañas, los valles solitarios, nemorosos, etc»...4. Y este Amado instruye a mi alma, le habla en el silencio, en las tinieblas... Ultimamente me ha venido (1vº) un pensamiento que necesito transmitirle a mi Celina. Un día, mientras pensaba qué podría hacer para salvar almas, unas palabras del Evangelio me llenaron de luz. Una vez, Jesús decía a sus discípulos, mostrándoles los campos de mieses maduras: «Levantad los ojos y contemplad los campos, que están ya blancos para la siega». Y un poco más tarde: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores». ¡Qué gran misterio...! ¿No es Jesús todopoderoso? ¿No son las criaturas de quien las ha hecho? Entonces, ¿por qué dice Jesús: «Rogad al Señor de la mies que envíe trabajadores»? ¿Por qué...? ¡Ah!, es que Jesús siente por nosotras un amor tan incomprensible, que quiere que tengamos (2rº) parte con él en la salvación de las almas. El no quiere hacer nada sin nosotras. El creador del universo espera la oración de una pobre alma para salvar a las demás almas, rescatadas como ella al precio de toda su sangre. Nuestra vocación no consiste en ir a segar en los campos de mieses maduras. Jesús no nos dice: «Bajad los ojos, mirad los campos e id a segar». Nuestra misión es más sublime todavía. He aquí las palabras de nuestro Jesús: «Levantad los ojos y mirad». Mirad cómo en mi cielo hay sitios vacíos, a vosotras os toca llenarlos, vosotras sois mis Moisés orando en la montaña, pedidme trabajadores y yo los enviaré, ¡no espero más que una oración, un suspiro de vuestro corazón...! El apostolado de la oración ¿no es, (2vº) por así decirlo, más elevado que el de la palabra? Nuestra misión, como carmelitas, es la de formar trabajadores evangélicos que salven millares de almas, cuyas madres seremos nosotras... Celina, si no fueran éstas las palabras mismas de nuestro Jesús, ¿quién se atrevería a creerlas...? ¡Me parece tan hermoso nuestro destino!, ¿qué tenemos que envidiar a los sacerdotes...? ¡Cómo me gustaría poder decirte todo lo que pienso! Pero no tengo tiempo, ¡comprende tú todo lo que no puedo decirte por escrito...!
El día del santo de Juana5 felicítala de nuestra parte con un ramito de flores; la Regla no nos permite a nosotras hacerlo, pero dile que, precisamente por eso, pensaremos aún más en ella. Da a todos un abrazo de mi parte y diles todo lo mejor
que se te ocurra. Si encuentras brezo, me encantaría.
Tu Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 135
1 Una carta de sor Inés de Jesús.
2 Cf Im II, 8, 1 y III, 34, 1.
3 Celina está de vacaciones en la Musse con los Guérin.
4 CE, canción 14. Cf PN 18, 22+.
5 La señora de Néele, cuyo santo se celebraba el 21 de agosto.

Cta 136 A María Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 16 de octubre de 1892 Mi querida Mariíta: Ya que has sido tú la encargada de felicitarme para mi santo de parte de toda la familia, creo que a ti es a quien debo confiar la misión de dar las gracias, y ante todo a mi querida tía. En primer lugar, por su cartita y por el gran paquete de chocolate, que ha alegrado mucho a nuestra procuradora1; después, (1vº) por la deliciosa crema de café; y luego, y sobre todo, por la querida y cariñosa cartita de su enfermera, que no dudo que va a devolver rápidamente la salud a mi tiíta querida. Le pido también al doctorcito2 de la calle del Oratorio que haga presente mi agradecimiento al gran doctor y a su querida Juanita, que, a pesar de su convalecencia, ha pensado en mi santo, lo cual me ha llegado al alma... La leve recaída que, gracias a Dios, no ha tenido consecuencias para la salud de Juana, me ha sugerido un pensamiento que quiero confiar a mi querido doctorcito. Creo que (2rº) a la buena santa Ana le parecía que la tenían ahora un poco olvidada3, y por eso se apresuró a atraer sobre sí la atención... Te aseguro que desde entonces me acompaña constantemente su recuerdo. Cuando estoy con el pensamiento al lado de mi querida hermanita de Caen, me viene automáticamente santa Ana a la memoria y le encomiendo a la que amo. Veo con agrado, mi querida Mariíta, que el aire de la ciudad de Caen no te lleva a la melancolía. No dudo que tu alegre talante (mucho más que tu ciencia de doctor) va a hacer que nuestras dos queridas enfermas se restablezcan muy pronto. (2vº) Los bocados de reina, hechos por un pastelero tan distinguido como tú, me parecen un plato muy delicado para unas carmelitas, ¿no podrías mostrar tu talento haciendo pastas tan ligeras, que Juana pudiese, no sólo devorarlas con los ojos, sino también comerlas sin que le hagan daño...? Termino, querido doctorcito, pidiéndote que perdones mi mala letra. Da un abrazo muy fuerte de mi parte a toda la familia y dales las gracias por todas las golosinas que me han enviado en tan gran abundancia que temo haberme olvidado de alguna. Dile a mi querida tía que le ruego deposite de mi parte un fuerte beso en tu mejilla, y recibe el cariño de tu hermanita, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 136
1 Sor Inés de Jesús. La procuradora era la encargada de las compras.
2 María Guérin. El gran doctor es Francis La Néele.
3 El Dr. y la señora La Néele habían hecho en mayo una peregrinación a Santa Ana
de Auray, para alcanzar la gracia de tener un hijo.


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 125