CARTAS – Teresa del Niño Jesús 145

Cta 145 A Celina

J.M.J.T.
Jesús + El Carmelo, 2 de agosto de 1893
Querida Celinita: Tu carta me ha llenado de alegría. El camino que sigues es un camino real. No es un camino trillado, sino un sendero que ha sido trazado por el mismo Jesús. La esposa de los Cantares dice que, al no encontrar a su Amado en el lecho, se levantó para buscarle por la ciudad, pero en vano; y que en cuanto salió de la ciudad, encontró al que amaba su alma...
Jesús no quiere que encontremos en el reposo su presencia adorable; él se esconde, se rodea de tinieblas. No se comportaba así con la muchedumbre de los judíos, pues vemos en el Evangelio que «el pueblo estaba PENDIENTE de sus labios».
Jesús cautivaba a las almas débiles con sus divinas palabras y trataba de hacerlas fuertes para el día de la prueba... ¡Pero qué pequeño fue el número de los amigos de Nuestro Señor cuando SE CALLABA delante de sus jueces...! ¡Y qué melodía es para mi corazón ese silencio de Jesús...! El se hace pobre para que nosotras podamos darle limosna, nos tiende la mano como un mendigo, para que cuando aparezca en su gloria el día del juicio, pueda hacernos oír aquellas dulces palabras: «Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve enfermo y en la cárcel y me socorristeis».
El mismo Jesús que pronunció estas palabras es quien busca nuestro amor, quien lo mendiga... Se pone, por así decirlo, a nuestra merced. No quiere tomar nada sin que se lo demos, y hasta la cosa más insignificante es preciosa a sus ojos divinos...
(vº) Celina querida, alegrémonos de la porción que nos ha tocado, ¡es tan hermosa! ¡Demos, demos a Jesús, seamos avaras con los otros, pero pródigas con él! Jesús es un tesoro escondido, un bien inestimable que pocas almas saben encontrar porque está escondido y el mundo ama lo que brilla. ¡Ah!, si Jesús hubiera querido mostrarse a todas las almas con sus dones inefables, ciertamente ni una sola lo hubiera desdeñado. Pero él no quiere que le amemos por sus dones: él mismo quiere ser nuestra recompensa1. Para encontrar una cosa escondida, hay que esconderse también uno mismo2. Nuestra vida ha de ser, pues, un misterio.
Tenemos que parecernos a Jesús, al Jesús cuyo rostro estaba escondido... «¿Queréis aprender algo que os sea útil? -dice la Imitación-. Gustad de ser ignorados y tenidos en nada»3. Y en otra parte: «Después de haberlo dejado todo, es necesario dejarse, sobre todo, a sí mismo»4. «Que éste se gloríe de una cosa, aquél de otra. En cuanto a vosotros, no pongáis vuestro gozo sino en el desprecio de vosotros mismos»5.
¡Qué paz dan al alma estas palabras, Celina! Tú las conoces, ¿pero no sabes ya todo lo que quisiera decirte...? Jesús te ama con un amor tan grande, que, si lo vieras, caerías en un éxtasis de felicidad que te causaría la muerte. Pero no lo ves y sufres...
¡Pronto Jesús «se levantará para salvar a todos los mansos y humildes de la tierra»...!

NOTAS Cta 145
1 Cf Cta 182, n. 15.
2 SAN JUAN DE LA CRUZ, CE 1,9.
3 Im I,2,3,.
4 Im II,11,4.
5 Im III,49,7; cf Cta 176 y Ms A 71rº.

Cta 146 A la señora de Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 10 de agosto de 1893 Querida tía: He visto gustosa cómo usted supo leer en el corazón de su hijita. No quiero, sin embargo, que mi hermosa letra pierda el honor de ser admirada en el castillo de La Musse... Por eso me he sentido muy feliz cuando nuestra Madrecita me confió la dulce misión de contestar a su carta. Querida tía, todas y cada una de las líneas que nos ha escrito me revelan su corazón, que es el (1vº) de la más tierna de las madres. Pero también el de su Teresita es un corazón de hija, lleno de amor y de gratitud... Pido a Dios que cure a mi querido tío1. Y la verdad es que me parece que esta súplica no puede dejar de ser escuchada, puesto que Nuestro Señor mismo está interesado en esa curación. ¿No trabaja, acaso, el brazo de mi tío, escribiendo incansablemente páginas admirables, destinadas a salvar almas y a hacer temblar a los demonios2?
Creo que Dios nos está escuchando ya, y espero que disfruten en paz de los últimos días que les (2rº) quedan por pasar en su hermoso castillo3. ¡Qué feliz debe de sentirse Juana al poder gozar a sus anchas de la presencia de Francis, al que tiene tan poco a su lado en Caen4! He rezado mucho para que desaparezca por completo ese dichoso esguince, pues tiene que ser un negro nubarrón en el azul del cielo de mi Juana.
Me acuerdo también de mi hermanita María. Me parece que desde que plantó su morada en las copas de los árboles5, yo le debo de parecer muy pequeña y despreciable. Cuando uno se acerca al cielo, descubre maravillas que no existen en (2vº) los humildes valles. Me llamará mala, pero eso no me impedirá ofrecer la sagrada comunión por Su Alteza el día de su santo...
No acierto a expresarle, querida tía, lo feliz que me siento cuando pienso que mi querido papaíto está con ustedes, rodeado de cariño y de cuidados. Dios ha hecho con él lo mismo que con su servidor Job: después de haberlo humillado lo colma de favores, y todos esos bienes y ese cariño le llegan por medio de ustedes.
Querida tiíta, tengo todavía muchas cosas que decirle, pero no me queda espacio, y no es respetuoso terminar así (2vºtv) una carta escribiendo de través. Perdóneme, querida tía, y ojalá sepa intuir todo lo que quisiera escribirle, lo mismo que al resto de la familia.
La madre María de Gonzaga y nuestra Madre les mandan muchos y muy cariñosos saludos. Se sienten encantadas de saber que os va a ser presentada la señora de Virville6.
Un abrazo con todo el corazón, querida tía, y siempre seré Su respetuosa hijita, Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 146
1 El señor Guérin sufría de reumatismo en un brazo.
2 Desde octubre de 1891, el señor Guérin sostenía con su pluma y con su fortuna el periódico conservador Le Normand.
3 El regreso de La Musse a Lisieux estaba fijado para el 18 de agosto.
4 El ejercicio de su profesión obligaba al Dr. La Néele a frecuentes ausencias.
5 María Guérin le había tomado un cariño especial a uno de los robles del parque.
6 Cuñada de la madre María de Gonzaga.

Cta 147 A Celina

J.M.J.T.
Jesús + El Carmelo, 13 de agosto de 1893
Querida Celinita: Sentimos mucho todos esos problemas que tienes con la sirvienta1.
Nuestra Madre no pensaba escribirte antes de que volvieras, pero es tan buena y quiere tanto a su Celinito, que, al saber que estaba triste, ha querido darle un pequeño consuelo permitiendo a tu Teresa escribirte unas letras. No sabemos lo que debes hacer con la casa2. Deberías preguntarle a nuestro tío, nosotras daremos por bueno lo que él decida; de todas formas, ya hablaremos de ello de viva voz. Tu pobre sirvienta es bien desgraciada con tener ese vicio tan feo, y sobre todo de ser mentirosa; ¿no podrías convertirla, como a su marido3? No hay pecado sin perdón, y Dios es (1vº) poderoso para dar conciencia aun a las personas que no la tienen. Voy a rezar mucho por ella. Tal vez, en su lugar, yo fuese todavía peor que ella, y tal vez también ella sería ya una gran santa si hubiese recibido la mitad de las gracias de que Dios me ha colmado a mí. Creo que Jesús es muy bueno al permitir que mis pobres cartitas te sirvan de ayuda. Pero te aseguro que no caigo en el error de pensar que tengo en ello el menor mérito. «Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles». Los más bellos discursos de los más grandes santos no lograrían hacer brotar un solo acto de amor de un corazón si Jesús no estuviese adueñado de él. Sólo él sabe servirse de su lira, nadie más puede hacer vibrar sus notas armoniosas. Pero Jesús se sirve de todos los medios, todas las criaturas (2rº) están a su servicio y a él le gusta utilizarlas durante la noche de la vida para ocultar su presencia adorable. Mas no se oculta tanto que no se deje adivinar. En efecto, veo que muchas veces me da luces, no para mí, sino para su Palomita desterrada, para su esposa querida. Esto es muy cierto, y en la misma naturaleza encuentro un ejemplo de ello. Imagínate un hermoso melocotón4 rosado y tan dulce, que todos los confiteros juntos no lograrían imaginar un sabor tan dulce como el suyo. Dime, Celina, ¿acaso creó Dios para el melocotón ese precioso color rosa tan aterciopelado y tan agradable a la vista y al tacto? ¿Gastó por él tanto azúcar...? La verdad que no. Fue para nosotras y no para él. Pero lo más propio suyo, lo que forma la esencia de su vida es el hueso; podemos quitarle toda su belleza, sin (2vº) quitarle su ser. De la misma manera, Jesús se complace en prodigar sus dones a algunas de sus criaturas, pero muchas veces es para atraer hacia sí a otros corazones; y luego, cuando ha logrado su objetivo, hace desaparecer esos dones exteriores y despoja completamente a las almas que le son más queridas. Al verse en tan gran pobreza, esas pobres almas tienen miedo, les parece que no sirven para nada, puesto que lo reciben todo de los demás y ellas no pueden dar nada. Pero no es así: la esencia de su ser trabaja en secreto. Jesús va formando en ellas ese germen que ha de desarrollarse allá arriba en los jardines del cielo. Se complace en hacerles ver su nada y su propio poder. Para llegar a ellas, se sirve de los instrumentos más viles, demostrándoles así que es él solo quien trabaja. Se da prisa en perfeccionar su obra para el día en que, desvanecidas las sombras, no se comunicará ya a través de intermediarios, sino en un cara a cara eterno... (Nuestra Madre agradece a María5 su cartita, lo mismo que la madre María de Gonzaga; les ha encantado.)
Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 147
1 María, la esposa de Désiré, se daba a veces a la bebida.
2 La casa de la calle Labbey, alquilada por Celina en 1892, tras el regreso del señor
Martin a Lisieux.
3 Désiré había vuelto a la práctica religiosa después de una novena de Celina a San
José, en marzo de 1893.
4 Una de las frutas preferidas de Teresa; cf CA 24.7.1.
5 María Guérin, que deseaba entrar en el Carmelo.

Cta 148 A Leonia

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 13 de agosto de 1893 Querida Leonia: ¿Piensas, tal vez, que tu Teresa te tiene olvidada? ¡En absoluto! Tú conoces demasiado bien su corazón para pensar eso. Me habría gustado escribirte al mismo tiempo que nuestra Madre y que sor María del Sagrado Corazón, pero hubo un malentendido y su carta salió antes de lo que yo pensaba. Hoy voy a desquitarme pasando un rato contigo. ¡Si supieras, querida hermanita, las acciones de gracias que elevo al cielo por el don que Dios te ha concedido! (1vº) Por fin tus deseos se han realizado. Como la paloma que salió del arca, tampoco tú podías hallar sobre la tierra del mundo un lugar donde posar el pie, y volaste durante mucho tiempo tratando de entrar en la mansión bendita donde tu corazón había fijado para siempre su morada. Jesús se hizo esperar, pero al fin los gemidos de su paloma lo conmovieron, extendió su mano divina y, tomando a su prometida, la colocó sobre su corazón, en el tabernáculo de su amor. Se ha realizado así ya la predicción de nuestra santa tía1. La hija de la beata Margarita María2 está en la Visitación y será ya para siempre la esposa de Nuestro Señor. Claro, que mi alegría es completamente espiritual, pues ya no volveré a ver aquí en la tierra a mi querida Leonia, ya no volveré a escuchar su voz ni a desahogar mi corazón en el suyo... Pero sé que la tierra es el (2rº) lugar de nuestro destierro, somos viajeras que caminamos hacia la patria. ¿Qué importa la ruta que seguimos no sea la misma, si nuestra meta común es el cielo? Allí nos reuniremos para no separarnos jamás. Allí saborearemos eternamente las alegrías de la familia, volveremos a encontrar a nuestro padre querido, aureolado de gloria y honor por su fidelidad a toda prueba y sobre todo por las humillaciones en las que fue abrevado; veremos a nuestra madre, que se alegrará de las tribulaciones que fueron nuestra heredad durante del destierro de la vida, gozaremos de su dicha al contemplar a sus cinco hijas religiosas, y con los cuatro angelitos que nos esperan allá arriba formaremos una corona que ceñirá para siempre la frente de nuestros padres queridos. Querida hermanita, ya ves que también yo participo de tu alegría, que sé (2vº) que es muy grande, pero que sé también que los sacrificios no dejan de acompañarla. ¿Sería meritoria, sin ellos, la vida religiosa? No, ¿verdad que no? Por el contrario, las pequeñas cruces son las que constituyen toda nuestra alegría. Esas pequeñas cruces no son más corrientes que las grandes, y preparan nuestro corazón para recibir éstas cuando así lo quiera nuestro Maestro. Te ruego, querida Leonia, que des mis respetuosos saludos a tu Reverenda Madre, hacia la que conservo un afecto muy filial desde el día que tuve el honor de conocerla3. ¿No pertenezco yo ya también un poco a su familia, al ser tú su hija y yo tu indigna hermanita...? Nuestra Madre, la madre María de Gonzaga y sor María del Sagrado Corazón presentan también sus respetuosos saludos a la Madre superiora, y envían a su querida Leonia sus mejores deseos de felicidad. No olvides en tus oraciones, querida hermana, a la más pequeña de las carmelitas, que tan unida está contigo en el corazón de la Santísima Virgen. Sor Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 148 1 Sor María Dositea Guérin, salesa en Le Mans, escribía el 28 de abril de 1869: «En cuanto a la pequeña Leonia, no puedo menos de pensar que será salesa». 2 Alusión a la curación de Leonia, cuando era niña, después de una novena que sor María Dositea hizo a la beata Margarita María, en marzo de 1865. 3 La madre María de Sales Lefrançois, a quien Celina y Teresa habían conocido con ocasión de una visita que hicieron a Leonia durante su primera estancia en la Visitación (julio de 1887-enero de 1888).

Cta 149 A Celina

20 (?) de octubre de 1893
J.M.J.T. Jesús + Celina querida: He encargado a Jesús que felicite en mi nombre a mi hermanita sor María de la Santa Faz1... Sólo Jesús debe ser el vínculo divino que nos una. Sólo él tiene derecho a penetrar en el santuario de su esposa... Sí, él, y sólo él, escucha cuando nada nos responde2... Sólo él dispone los acontecimientos de nuestra vida de dertierro. Él es quien a veces nos ofrece el cáliz amargo. Pero nosotras no le vemos, él se esconde, oculta su mano divina, y no logramos ver más que a las criaturas. Entonces sufrimos, porque la voz de nuestro Amado no se deja oír y la de las criaturas parece despreciarnos... Sí, el sufrimiento más amargo es el de no ser comprendidas... Pero nunca será ése el sufrimiento de Celina y de Teresa. Nunca, pues sus miradas están puestas más allá de la tierra y se elevan por encima de lo creado. Cuanto más se esconde Jesús, tanto más sienten ellas que Jesús está cerca. En su delicadeza exquisita, él marcha por delante, apartando las piedras del camino y alejando a los reptiles. Pero no es nada todavía: él hace resonar en nuestros oídos voces amigas, y esas voces nos advierten que no caminemos demasiado seguras... ¿Y por qué? ¿No es acaso el mismo Jesús quien ha trazado nuestra ruta? ¿No es él quien nos alumbra y se revela a nuestras almas...? Todo nos lleva a él, las flores que crecen al borde del camino no cautivan (1vº) nuestros corazones3. Las miramos, las amamos, porque nos hablan de Jesús, de su poder, de su amor, pero nuestras almas permanecen libres. ¿Por qué turbar, pues, nuestra dulce paz? ¿Por qué temer la tormenta cuando el cielo está sereno...? ¡Celina, querida Celina...! No son los precipicios lo que hay que evitar. Estamos en brazos de Jesús; y si voces amigas nos aconsejan temer, es nuestro Amado en persona quien así lo quiere. ¿Y por qué...? Porque, en su amor, ha escogido para sus esposas el mismo camino que escogió para sí. Quiere que las alegrías más puras se cambien en sufrimientos, a fin de que nuestro corazón, no teniendo, por así decirlo, ni siquiera tiempo para respirar a gusto, se vuelva hacia él, que es nuestro único sol y nuestra única alegría... Las flores del camino son los placeres puros de la vida. No hay mal alguno en disfrutar de ellos. Pero Jesús está celoso de nuestras almas, y desea que para nosotras todos los placeres estén mezclados con amargura... Y aunque las flores del camino conducen al Amado, son, sin embargo, un camino indirecto; son la placa o el espejo que reflejan al sol, pero no son el sol... No estoy diciendo a mi Celina querida lo que quisiera decirle, me explico tan mal... Tal vez ella me entienda con medias palabras, ¡se las arregla tan bien Jesús para cumplir los encargos de su pobre Teresa...! Hay en el Cantar de los Cantares un pasaje que le cuadra a la perfección a la pobre Celinita desterrada. Es éste: «¿Qué veis en la esposa sino coros musicales en un campo de batalla?» ¡Sí, la vida de mi Celina es realmente un campo de batalla...! Como pobre palomita, gime junto a los canales de Babilonia, ¿y cómo podrá cantar los cánticos del Señor (2rº) en tierra extranjera...? Y sin embargo, tiene que cantar, su vida tiene que ser una melodía (un coro musical). Es Jesús quien la retiene cautiva, pero él está a su lado... Celina es la humilde lira de Jesús4... ¿Es completo un concierto cuando nadie canta...? Si Jesús toca, ¿no tiene Celina que cantar...? Cuando el aire sea triste, ella cantará el cántico del destierro, y cuando el aire sea jubiloso, su voz dejará oír los acentos de la patria... Todo lo que pueda suceder, todos los acontecimientos de la vida no serán más que ruidos lejanos que no harán vibrar a la pequeña lira, sólo Jesús tiene derecho a posar en ellas sus dedos divinos. Las criaturas son peldaños, instrumentos, pero es la mano de Jesús la que lo dirige todo. En todo hay que verlo sólo a él...
No puedo pensar sin extasiarme en mi querida santa Cecilia. ¡Qué modelo para la humilde lira de Jesús...! En medio del mundo, metida entre toda clase de peligros, en el momento de unirse a un joven pagano que no respira más que amor profano, me parece que Cecilia hubiese debido temblar y llorar... Pero no: al oír el sonido de los instrumentos que festejaban sus bodas, Cecilia cantaba en su corazón5... ¡Qué abandono...! Escuchaba, sin duda, unas melodías que no eran de la tierra; su esposo divino cantaba también; los ángeles hacían resonar en el corazón de Cecilia el sonido de sus conciertos celestiales... Cantaban como (2vº) en otro tiempo junto al pesebre de Jesús: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama».
¡La gloria de Dios! Cecilia adivinaba que su esposo divino tenía sed de almas y anhelaba ya la del joven romano que sólo soñaba en la gloria de la tierra; pronto hará de él un mártir, y las multitudes marcharán en pos de sus huellas... Cecilia no teme, porque los ángeles cantaron: «Paz a las almas que el Señor ama»; ella sabe que Jesús está obligado a guardarla, a proteger su virginidad. Por eso, ¡qué recompensa...!
Sí, es preciosa la casta generación de las almas vírgenes, canta frecuentemente la Iglesia, y esta palabra sigue siendo hoy tan verdadera como en los tiempos de la virgen Cecilia...
Celina querida, ¡qué contento está Jesús con su pequeña lira! ¡Tiene tan pocas en el mundo! Déjale descansar a tu lado, no te canses de cantar, pues Jesús no se cansa nunca de tocar... Un día, allá arriba en la patria, verás los frutos de tus trabajos...
Después de haber sonreído a Jesús en medio de las lágrimas, gozarás de los rayos de su Faz divina y él seguirá tocando en su pequeña lira. ¡Tocará durante toda la eternidad aires nuevos que nadie, excepto Celina, podrá cantar...!

NOTAS Cta 149
1 A propósito de este nombre, cf Cta 98, n. 1.
2 San Agustín.
3 Cf CE 3,5.
4 Teresa se siente a gusto con este instrumento «melodioso», cuyo simbolismo le es familiar: cf Cta 102, 140, 142, 147, 161; PN 3(3f); PN 5,14; PN 17,14; PN 18,40; PN 20,4; PN 47,1; PN 48,5; RP 1,19vº; RP 2(4 f.); RP 3,13rº; RP 5, estr. 5; RP 7,5vº; Or 4.
5 Oficio litúrgico de santa Cecilia; cf Cta 54, n. 2.

Cta 150 A la señora de la Néele

J.M.J.T.
Jesús + El Carmelo, 22 de octubre de 1893
Querida Juana:
Ahora me toca a mí pedirte disculpas, pues he tardado mucho en agradecerte todas esas golosinas1. Pero tenía una cierta esperanza de expresarte mi gratitud de palabra, y por esta razón he tardado en escribirte.
No, no he tenido el mal pensamiento de que mi hermanita me tuviese olvidada, sino que me parecía de lo más natural que se contentase con rezar una oración por su Teresita. (1vº) Por eso, me emocioné mucho más de lo que sé decirte al recibir tu amorosa carta. También la felicitación de mi querido primo me emocionó mucho. Y por último, los tarros de mermelada vinieron a colmar todas tus delicadezas para conmigo...
Nuestra Madre santa Teresa era tan agradecida, que decía graciosamente «que le ganaban el corazón con una sardina»2. ¿Qué habría dicho si hubiese conocido a Francis y a Juana...? Pero el cielo no está tan lejos de la tierra que ella no pueda verlos y bendecirlos. Tengo incluso la seguridad de que le tiene un cariño espe(2rº)cial a mi querida Juana. Nuestra santa Madre tenía también una hermana que se llamaba Juana, y, al leer su vida, me conmovió mucho ver con qué ternura velaba por sus sobrinitos. Por eso, sin dejar a un lado a santa Ana3, me dirijo a santa Teresa para alcanzar por su intercesión la gracia de ser tía también yo4. No dudo de que me escuchará enviando a mi querida Juana una familia bendita, que dará a la Iglesia grandes santos y grandes santas5.
El retraso no me desanima, pues sé que en la curia de Roma se necesita mucho (2vº) tiempo para hacer santos, y no puedo enfadarme con Dios porque ponga todo su cuidado y todo su amor en la preparación de esas almas infantiles que un día confiará a mi Juana.
Te pido, hermanita, que invoques a santa Teresa; estoy segura de que santa Ana estará contenta de que lo hagas. La unión hace la fuerza, y las dos, juntas, nos alcanzarán la gracia que pedimos.
Querida Juana, te ruego que seas mi intérprete ante Francis, dándole las gracias por su felicitación. Un abrazo cordial, con todo el cariño de esta hermanita, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. (2vºtv) Nuestra Madre y sor María del Sagrado Corazón te envían todo su cariño y no cesan de rezar para que los deseos de su querida Juanita se vean plenamente escuchados.

NOTAS Cta 150
1 Con ocasión del santo de Teresa, el 15 de octubre.
2 Carta a María de San José, septiembre de 1578.
3 Cf Cta 136, n. 3.
4 Tía al estilo de la Bretaña...
5 Cf Cta 152, n. 2.

Cta 151 A Leonia

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 5 de noviembre de 1893 Querida Leonia: Me siento enormemente feliz con tu felicidad. Tus cartas son para mí una verdadera alegría. Veo, sin ningún género de duda, que estás verdaderamente donde te quiere el Señor. ¡Qué bueno ha sido el Señor con nuestra familia! No ha permitido que ningún mortal se convirtiera en esposo de ninguna de nosotras. Acabamos de hacer unos hermosos ejercicios espirituales como preparación para la (1vº) fiesta de nuestra Santa Madre. El Padre1 nos ha hablado, sobre todo, de la unión con Jesús y de la belleza de nuestra vocación. Nos ha hecho ver todas las ventajas de la vida religiosa, y en especial de la vida contemplativa. Nos ha puesto una comparación que me ha encantado. «Mirad -nos decía- los robles de nuestros campos, cómo crecen a lo ancho: echan ramas a derecha e izquierda, nada los contiene, por eso no alcanzan nunca gran altura. Por el contrario, mirad los robles de los bosques que están presionados por todos los lados: no reciben luz más que desde arriba, por eso su tronco está desprovisto de todas esas ramas disformes (2rº) que les roban la savia que necesitan para elevarse hasta lo alto. No ven más que el cielo, y, así, toda su fuerza se dirige hacia allá y pronto alcanzan una altura asombrosa. En la vida religiosa, el alma, al igual que el joven roble, se encuentra presionada por todos los lados por la regla, y todos sus movimientos se ven cohibidos, obstaculizados por los árboles del bosque...; pero ve luz cuando mira al CIELO, sólo allí puede descansar su mirada, nunca debe tener miedo de elevarse demasiado hacia allá». Querida hermanita, creo que te gustará que te hable de estas cosas. Nuestra felicidad está en hablar de los asuntos del alma, en sumergir nuestros (2vº) corazones en el infinito... Te pido perdón por enviarte unas cartas tan mal escritas; pero, hermanita querida, prefiero dejar correr la pluma a impulsos del corazón a redondear las frases y escribirte una página literaria. Te ruego que saludes respetuosamente de mi parte a la Madre superiora. No me olvides en tus oraciones, acuérdate de mí junto a Jesús tanto como yo me acuerdo de ti. Te dejo, querida Leonia, quedando muy unida a ti en el corazón de nuestro divino Esposo. Tu indigna hermanita, Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz rel. carm. ind.

NOTAS Cta 151
1 El P. Armando Lemonnier, de los Misioneros de la Liberación (Calvados). Volverá a predicar en 1894 y 1895, y revisará el Acto de Ofrenda (Or 6).

Cta 152 A la señora de Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 17 de noviembre de 1893 Querida tía: ¡Qué delicia para su Teresita, poder felicitarla cada año en el día de su santo! Sin embargo, no tengo nada nuevo que decirle, pues hace ya mucho tiempo que sabe cuánto la quiero. Querida tiíta, no tengo miedo de aburrirla repitiéndoselo una vez más, y ésta es la razón que me hace pensar así: cuando estoy junto al sagrario, yo no sé decirle a Nuestro Señor más que una cosa: «Dios mío, tú (1vº) sabes que te quiero». Y siento que mi oración no le cansa a Jesús. Como conoce la impotencia de su pobre esposa, se conforma con su buena voluntad. Yo sé también que Dios ha derramado en el corazón de las madres algo del amor del que desborda su propio corazón... Y la madre a quien me dirijo ha recibido el amor maternal en tan larga medida, que no puedo tener miedo a verme incomprendida... Por lo demás, mi impotencia no durará eternamente: en la patria celestial podré decirle a mi querida tiíta muchas cosas que no pueden expresarse con palabras humanas. Mientras tanto, pido a Nuestro Señor que deje mucho mucho tiempo en la tierra a quien (2rº) sabe trabajar tan bien por su gloria, y le deseo que pueda ver «a los hijos de sus nietos»1. Tal vez mi hermanita Juana sonreiría si leyese estas líneas, pero yo tengo mucha más confianza que ella y sigo esperando «al gran santo y al gran pontífice»2, seguido de un gran número de otros angelitos. Querida tía, mañana ofreceré la sagrada comunión por usted y por la señora Fournet; me acuerdo mucho de ella y pido a Nuestro Señor que se la conserve todavía mucho tiempo3. Le ruego, querida tía, que dé un abrazo de mi parte a mi tío, y a él y a mis hermanitas les encargo que la colmen a usted de mi parte de las más tiernas caricias. Su benjamín, que está orgullosa de su título, Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 152 1 Salmo incorporado, en aquella época, a la liturgia del matrimonio. 2 Alusión a un sueño que había tenido Juana, poco después de su peregrinación a Auray. Soñó que sus oraciones eran escuchadas y que una voz misteriosa le hacía escuchar estas palabras: «Será un gran santo y un gran pontífice». Cf PN 38, 6. 3 La señora Fournet se estaba reponiendo de una crisis cardíaca.

Cta 153 Al señor Guérin

Diciembre (?) de 1893
J.M.J.T.
Querido tío: Nuestra Madre está mucho mejor1, pero se encuentra muy débil, aunque ella diga lo contrario.
Gracias, gracias por todos los cuidados que usted le dispensa. Espero que sea muy obediente, pues estaría muy mal no obedecer a un tío tan paternal...
A la madre María de Gonzaga le han conmovido mucho sus atenciones; le da las gracias prodigando toda serie de atenciones a su querida priora.
(vº) Perdóneme, querido tío, voy tan de prisa que no sé lo que le digo, pero espero que usted sabrá adivinar nuestro agradecimiento. Rezamos mucho por la señora Fournet.
Un abrazo a usted y a mi tía en nombre de sus tres carmelitas, Sor Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind.

NOTAS Cta 153 1 La madre Inés de Jesús.

Cta 154 A Leonia

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 27 de diciembre de 1893 Querida Leonia: Me alegro mucho de poder enviarte mi felicitación para el año 94. La súplica que hago junto a la cuna de Jesús es la de verte pronto revestida con la santa librea de la Visitación. Digo verte, pero sé que sólo tendré esta dicha en el cielo. ¡Qué alegría entonces de volvernos a encontrar tras el exilio de la vida...! ¡Cuántas cosas tendremos para decirnos! Aquí abajo la palabra es impotente, pero allá arriba bastará una sola mirada para entendernos, y creo que nuestra felicidad será todavía mayor que si no nos hubiéramos separado. Tu cartita me ha gustado mucho, veo que eres realmente (vº) feliz y no dudo de que Dios te concederá la gracia de quedarte para siempre en el arca santa. Estamos leyendo en el refectorio la vida de santa Chantal; para mí es un verdadero placer escucharla, pues eso me acerca todavía más a la Visitación, a la que quiero tanto. Además, veo la íntima unión que siempre existió entre ella y el Carmelo, y eso me hace bendecir a Dios por haber escogido a estas dos Ordenes para nuestra familia. La Santísima Virgen es verdaderamente nuestra Madre, ya que nuestros monasterios están especialmente dedicados a ella. Querida hermanita, no dejes de rezar por mí durante el mes del Niño Jesús. Pídele que yo sea siempre pequeña, ¡muy pequeña...! Yo le haré para ti la misma súplica, pues conozco tus deseos y sé que tu virtud preferida es la humildad.
Querida Leonia, no olvides presentar mis respetuosos saludos a la venerada Madre, y recibe el sincero cariño de la última y más pequeña de tus hermanas, Teresa del Niño Jesús de la Santa Faz. rel. carm. ind.

Cta 155 A los señores Guérin

J.M.J.T. Jesús + El Carmelo, 29 de diciembre de 1893 Queridos tíos: Sólo tengo unos minutos para enviarles mi felicitación de Año Nuevo. Nuestra Madre acaba de decirme que su carta la van a llevar mañana por la mañana. Pero no necesito mucho tiempo para expresar a mis queridos parientes los votos que formula mi corazón por su felicidad. Quisiera, si fuese posible, que el nuevo año no les reservase más que alegrías. Pero a Dios, que sabe (1vº) la recompensa que tiene reservada para sus amigos, suele gustarle hacerles ganar sus tesoros a través de sacrificios. Nuestra santa Madre Teresa decía, bromeando, estas palabras tan verdaderas a Nuestro Señor: «Dios mío, no me extraña que tengas tan pocos amigos, ¡los tratas tan mal...!»1. Sin embargo, aun en medio de las pruebas que envía, Dios está lleno de delicadezas. La enfermedad de mi querido papaíto es para mí una prueba evidente de ello. Esta cruz es la más grande que yo hubiera podido imaginar; pero después de habernos hecho probar su amargura, Nuestro Señor quiso endulzar, por la mano de nuestros queridos (2rº) parientes, el cáliz de dolor que nos había presentado y que yo esperaba beber hasta las heces... ¡Si supiesen, queridos tíos, qué amoroso y agradecido es el corazón de su Teresita...! No acierto a decirles todo lo que querría, y es ya hora de Maitines. Perdonen lo deslavazado de mi carta y mi letra de gato1..., miren sólo el corazón de su hija, Teresa del Niño Jesús rel. carm. ind. Les ruego que den a la señora Fournet la más sincera felicitación de parte de su hijita.

NOTAS Cta 155 1 Cf Histoire de sainte Thérèse par les Carmélites de Caen, d'après les Bollandistes, t. II, p. 366. Cf Cta 178. (Santa Teresa, en carta del 10/11 de marzo de 1578 al P. Gracián, escribía, hablando de san Juan de la Cruz: «De fray Juan tengo harta pena no lleven alguna culpa más contra él. Terriblemente trata Dios a sus amigos; a la verdad no les hace agravio, pues se hubo así con su Hijo» (SANTA TERESA, Cartas, 3ª ed., Burgos, Monte Carmelo, 1983, p. 304) . Es también conocida la leyenda popular que resume así el P. Otilio: «Dícese que en cierta ocasión en que la Santa se quejaba a Dios nuestro Señor porque deseando ella servirle, todo fuesen contradicciones y dificultades, nuestro Señor se le apareció y le dijo: -¡Hija, así trato yo a mis amigos! -¡Por eso tenéis tan pocos!, dicen que le respondió la Santa» (OTILIO RODRIGUEZ, Leyenda áurea teresiana, Madrid, Espiritualidad, 1970, p. 39ss, donde habla también de las diversas versiones de dicha leyenda). N. del T.) 2 Ultima carta que escribe Teresa con la letra ladeada. La madre Inés de Jesús le permitió, por fin, la escritura derecha.


CARTAS – Teresa del Niño Jesús 145