Discursos 1981 90


VIAJE APOSTÓLICO A EXTREMO ORIENTE

MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO

AL PRESIDENTE DE PAKISTÁN


Lunes 16 de febrero de 1981



Señor Presidente:

1. Al llegar a Pakistán le saludo con sentimientos de amistad, y a través de usted extiendo mis saludos a todos los habitantes de su país: a los miembros de la Iglesia católica y de las demás Iglesias cristianas, a los musulmanes a quienes nosotros, discípulos de Jesucristo, tenemos en alta consideración, y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad y de cualquier credo.

Mi visita a su país y todo el viaje que hoy comienzo es, ante todo, de carácter religioso. Vengo como el Pastor universal de la Iglesia católica, y deseo confirmar en la fe a todos mis hermanos y hermanas de la religión católica. Por ello será para mí motivo de especial alegría el unirme al cardenal Cordeiro y a mis hermanos obispos en Pakistán, y a los sacerdotes, religiosos y laicos en nuestro más sagrado acto de culto, la celebración de la Sagrada Eucaristía.

2. La Iglesia, sin olvidar que su misión primordial es de carácter espiritual, trata siempre de colaborar con las distintas naciones y con los hombres de buena voluntad en la promoción de la dignidad y el progreso de la persona humana. Ella lleva a cabo este proyecto de diversos modos, tales como escuelas y programas educativos, así como a través de instituciones caritativas y sociales. A este respecto es grato ver cómo la Iglesia católica y el Gobierno de Pakistán han colaborado aquí en armonía para beneficio de tantas personas. Hago votos por el continuo éxito de estas iniciativas.

Una especial preocupación de la Iglesia en el presente es el sufrimiento de los refugiados, un problema al que se enfrenta su nación y también otras muchas naciones. Quiero aprovechar esta ocasión para expresar mi admiración por los esfuerzos que Pakistán ha hecho, y sigue haciendo, en favor de estas personas desplazadas. Y quiero asegurarle que, al igual que la Iglesia ha tomado ya parte en estos esfuerzos, así quiere continuar haciéndolo, dentro de los escasos medios que están a su alcance.

91 3. Una de las características más notables de Abraham —a cuya fe ligan la suya tanto cristianos como musulmanes y judíos— fue su gran espíritu de hospitalidad, tal como lo mostró de un modo particular al recibir a los tres huéspedes en el encinar de Mambré (cf. Gén Gn 18,1 ss.) El caluroso recibimiento que usted y el querido pueblo de Pakistán me han brindado en esta feliz ocasión es expresión de este mismo espíritu de hospitalidad. Por ello estoy profundamente agradecido y quisiera corresponder a vuestra amabilidad asegurándoos mis plegarias.










A LOS MIEMBROS DEL CÍRCULO DE ROMA


Sábado 7 de febrero de 1981



Queridos e ilustres señores del Círculo de Roma:

Con palabras amables vuestro presidente, el abogado Vittorino Veronese, ha querido presentarme a vosotros y vuestro Círculo con su estructura, ideas basilares y objetivos. Se lo agradezco de corazón y os agradezco a todos vuestra presencia cualificada que me brinda la ocasión de encontrarme hoy con personalidades de la cultura y la diplomacia aunadas por unos mismos ideales humanos, espirituales y religiosos que impulsan el ánimo a la búsqueda de la verdad, el bien, la belleza, la justicia, la paz y la solidaridad.

1. Ya desde el nacimiento, vuestra Asociación quiso tomar el nombre de "Roma" y ello no sólo porque tiene la sede social en la Urbe, sino porque quería recalcar que por su historia y riquezas artísticas y, sobre todo, por su herencia cristiana, Roma ha constituido durante siglos y sigue ofreciendo hoy estímulo potente y punto seguro de referencia y orientación para el hombre contemporáneo, que se siente en su casa en esta ciudad maravillosa y extraordinaria, pues nadie es extranjero en Roma; no lo era en la antigüedad clásica quien llegaba de confines lejanos y admiraba sus monumentos y su sabia legislación jurídica fundamentalmente respetuosa de las diferentes diversidades étnicas; ni lo es el turista de hoy, que respira en ella una atmósfera de apertura y universalidad que son como la característica específica de la Urbe.

El africano San Agustín, obispo de Hipona, vibraba de entusiasmo por Roma "caput gentium"; y cuando los soldados de Alarico la invadieron y saquearon en el 410, meditando él sobre el plan providencial de Dios, afirmaba que estaba a punto de desaparecer la Roma pagana para dar lugar a la Roma cristiana; y lleno de admiración por las viejas virtudes éticas de los romanos que habían conseguido crear un imperio glorioso, invitaba a los cristianos a seguir su ejemplo: "...non solum ut talis merces talibus hominibus redderetur, Romanorum imperium ad humanam gloriam dilatatum est; verum etiam ut cives aeternae iliius civitatis, quamdiu hic peregrinantur, diligenter et sobrie illa intueantur exempla, et videant quanta dilectio debeatur supernae patriae propter vitam aeternam, si tantum a suis civibus terrena dilecta est propter hominum gloriam" (De Civitate Dei. V, 16: PL 41, 160).

Este sentido de la "romanidad", vuestro Circulo quiere mantenerlo y potenciarlo por medio de iniciativas encaminadas sobre todo al acercamiento entre los cristianos con espíritu ecuménico.

Deseo deciros mi complacencia por este objetivo explícito "ecuménico" de la Asociación, que ha sentido desde los primerísimos años de su fundación la exigencia de trabajar intensamente por el restablecimiento de la unidad de los cristianos siguiendo las orientaciones del Concilio Vaticano II, el cual ha afirmado que las iniciativas ecuménicas contribuyen a promover la igualdad y la verdad, la concordia y la colaboración, la caridad fraterna y la unión; y ha augurado que todos los cristianos se vuelvan a unir en la unidad de la Iglesia una y única que Cristo donó a su Iglesia ya desde el origen (cf. Unitatis redintegratio UR 4).

2. Vuestra Asociación nació también para favorecer el conocimiento mutuo y para acordar mejor los propósitos de personas que desempeñan actividades cualificadas en la vida y la cultura internacional encauzándolas al testimonio católico abierto.

Los varios encuentros, conferencias y debates que habéis organizado sobre temas y argumentos de viva actualidad, han dado al Círculo una fisonomía de gran seriedad por el intento de apertura, encuentro y acercamiento a la cultura y la realidad contemporáneas. Os deseo que vuestra Asociación ponga en acto plenamente las orientaciones dadas por el Concilio Vaticano II en este campo: "Vivan los fieles en unión muy estrecha con los demás hombres dé su tiempo y esfuércense por comprender su manera de pensar y sentir, cuya expresión es la cultura. Compaginen los conocimientos de las nuevas ciencias y doctrinas y de los descubrimientos más recientes con la moral cristiana y con la enseñanza de la doctrina cristiana, para que la cultura religiosa y la rectitud de espíritu vayan en ellos al mismo paso que el conocimiento de las ciencias y de los progresos diarios de la técnica; así se capacitarán para estudiar e interpretar todas las cosas con íntegro sentido cristiano (Gaudium et spes GS 62).

Este sentido, que lleva a juzgar e interpretar toda la realidad —científica, humana, histórica, artística, social política— no debe quedarse sin embargo en el mero nivel teórico, porque en el cristiano no se puede dar separación entre teoría y práctica. El "testimonio católico abierto" que debe mover vuestro diálogo con la cultura contemporánea implica sobre todo, testimonio concreto y activo de una vida tal que impulse a los hombres a alabar al Padre celestial (cf. Mt Mt 5,16).

92 A principios del siglo II San Ignacio, obispo de Antioquía y mártir, escribía a los Efesios: "Como el árbol se conoce por sus frutos, así también quienes se profesan discípulos de Cristo se conocerán por sus obras. De modo que no es cuestión de profesar la fe con palabras, sino que se necesita la fuerza de la fe para que nos encuentren fieles hasta el fin" (Carta a los Ep 14,2). Estas palabras conservan una actualidad extraordinaria.

Os auguro, pues, que vuestro Círculo prosiga su camino con dinamismo siempre juvenil según el espíritu de sus altos objetivos; y a la vez pido abundancia de gracias divinas para vosotros, vuestras familias y vuestros seres queridos, y en prenda de ellas os imparto de corazón la bendición apostólica.










A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN DE LA PRENSA EXTRANJERA


Jueves 5 de febrero de 1981



Ilustres miembros de la Asociación de la Prensa Extranjera de Italia:

1. Me produce especial alegría acoger en vosotros a los representantes cualificados de la prensa extranjera que trabajan en Roma. Os doy las gracias por este encuentro familiar y expreso mi aprecio en particular a vuestro presidente por haber sido el intermediario de esta audiencia y haberla iniciado con sus corteses palabras. Aprovecho esta ocasión para manifestar una vez más mi complacencia a todos los miembros de la Asociación que tanto por el carácter internacional de sus componentes, como por el espíritu de colaboración que la distingue —y esto es lo que más cuenta—, constituye un ejemplo de trabajo bien organizado en vuestra actividad de informadores y formadores de la opinión pública.

2. A vosotros, agentes de la comunicación social procedentes de tantos países y culturas diferentes, deseo proponeros estas palabras de la Sagrada Escritura: "Agua fresca en la boca del sediento es la buena nueva que viene de lejanas tierras" (Pr 25,25). En estas palabras inspiradas, la "buena información tiene para el hombre en camino la misma importancia que una vena de agua que sacia en tierra árida. Siendo éste el peso especifico de vuestra aportación, es fácil imaginar que su realización es compleja y ardua, especialmente cuando se trata de hacer comprender mejor a los lectores la vida, la vocación, el testimonio y la obra de la Iglesia de Roma y de su Obispo, Sucesor de Pedro y Pastor de la Iglesia universal. Comprendo la dificultad que encontráis al dar a conocer y explicar en vuestros órganos de información la actividad y realidad de la Iglesia, que es ante todo misterio de fe (cf. Lumen gentium LG 1).

3. Precisamente para ayudaros en este esfuerzo, la próxima Jornada mundial de las Comunicaciones Sociales se propone proclamar el valor insustituible de la "libertad responsable" en el ejercicio de esta actividad vuestra tan sumamente delicada; el tema de dicha Jornada mundial es, pues, el siguiente: "Las comunicaciones sociales al servicio de la libertad responsable de la humanidad". Pues solamente en la libertad y por medio de la libertad responsable, podréis cumplir vuestra misión de observadores e informadores, y desempeñarla bajo forma de "buena noticia para países lejanos". Sea, pues, vuestro "leit-motiv" "informar mejor para ser más responsables y más libres". La información es medio por el que toda persona asume libremente mayor responsabilidad respecto de los destinos de la humanidad. Sin una "buena información" no hay ejercicio de la responsabilidad, pues la libertad responsable de la humanidad depende de la comprensión exacta y de la coordinación nueva de la información en el mundo entero. La aspiración que brota de estas consideraciones es que las "buenas noticias" lleguen a circular por todos los "países lejanos" sin excepción ni limitaciones de ningún género y sin interpretaciones unilaterales.

4. No siendo posible aquí entrar a fondo en el tema ni tratarlo de forma exhaustiva, me limito a recordar una expresión de mi venerado predecesor Pío XII a los editores y escritores: "No hay duda de que el primer postulado de tal libertad es tener acceso a la verdad" (Discursos y Radiomensajes de Su Santidad Pío XII, vol. VIII, pág. 171). Libertad para la verdad, libertad en la unidad y libertad en la caridad: éstos son los móviles más dinámicos e intensos de esta libertad. Pero como ya he dicho en otras ocasiones, deseo invitaros a no ver en esta libertad un sinónimo de licencia hasta el extremo de reivindicar "el derecho al mal moral" (cf. AAS 72, 1980, págs. 81-82); sino que os exhorto, por el contrario, a haceros abogados y defensores a nivel internacional de esta libertad que necesitamos los hombres de hoy y que la Iglesia tanto necesita para ser ella misma. Lo que os dijo el Papa Pablo VI en la audiencia ahora mencionada por vuestro presidente, os lo repito yo con fuerza: "Procurad defender siempre y en todas partes los derechos justos y la libertad verdadera de las personas, sin hacer discriminaciones parciales, como desgraciadamente ocurre a propósito de los regímenes políticos en cuestión o de las opciones personales que nos hacen sensibles únicamente para con las víctimas cuyas ideas o convicciones compartimos... No permanezcáis mudos cuando la dignidad y el honor de la persona humana se vean amenazados por la violencia, por la explotación económica, por la relajación de costumbres, de la que nuestra sociedad permisiva con tanta frecuencia ofrece un triste espectáculo" (Enseñanzas de Pablo VI al Pueblo de Dios, 1976, página 194).

5. Ilustres señores: Sed siempre dignos de esta misión que acredita tan noblemente el servicio que prestáis. Vuestros lectores tienen derecho a fiarse de vosotros, de vuestro sentido de responsabilidad, de la fidelidad plena a cuanto honra vuestra profesión: objetividad, lealtad y ponderación inteligente al presentar las noticias, sin perder nunca de vista las posibles repercusiones en vuestros destinatarios y las exigencias del auténtico bien de la sociedad.

Por mi parte ruego al Señor que os ayude a proseguir perfectamente, con valentía y sentido de responsabilidad, vuestro trabajo que deseo confortar ahora con una bendición especial en señal y augurio de afecto y de comprensión y apoyo espirituales.








A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO NACIONAL ITALIANO


SOBRE EL TEMA «MISIONES AL PUEBLO PARA LOS AÑOS 80»


Viernes 6 de febrero de 1981

93 Queridísimos hermanos:

1. Ciertamente no podíais proporcionarme una alegría mayor que la de celebrar este I congreso nacional vuestro sobre las "Misiones al pueblo para los años 80". Es un verdadero consuelo el que me traéis hoy y por este motivo os recibo muy gustosamente en esta audiencia particular, os saludo con afecto y os manifiesto mi complacencia y aprecio por vuestra magnífica iniciativa: en efecto, el congreso se ha convocado muy oportunamente para recordar el V aniversario de la Carta Apostólica "Evangelii nuntiandi" de Pablo VI, de venerada memoria, documento de importancia excepcional, síntesis doctrinal y disciplinar de extraordinario valor, que ilumina y da orientaciones en el campo delicado y esencial de la evangelización, mensaje fundamental al que será necesario siempre hacer referencia.

Saludo a los organizadores y a las varias comunidades tradicionalmente comprometidas en este apostolado típico de la predicación al pueblo: a los padres lazaristas, pasionistas, redentoristas, franciscanos de las tres familias, misioneros de la Preciosísima Sangre, jesuitas, dominicos, oblatos de María Inmaculada, oblatos misioneros de Rho y otros más, entre los cuales quiero recordar a los sacerdotes seculares que se dedican a esta obra en las propias diócesis, igual que a las religiosas y a los laicos que ayudan en ella. Si en el corazón del Vicario de Cristo están presentes todos los hombres con sus ansias y sus ideales, mucho más presentes estáis vosotros, que tenéis la alta y tremenda misión de anunciar el Evangelio en la sociedad moderna, de predicar la "Palabra de Dios" a la humanidad, señalando la verdadera finalidad de la existencia, el significado auténtico del viaje terreno, tan difícil y lleno de insidias, y sin embargo, tan extremadamente importante.

Os manifiesto, además, mi gratitud y la de toda la Iglesia por el interés y la buena voluntad en mantener y actualizar la piadosa y eficaz práctica de las misiones populares. Recordando lo que mandó el Divino Maestro: "Id y enseñad a todas las gentes..., enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado" (
Mt 28,19-20), no podemos menos de obedecer con valentía y con gozo, anunciando a todos los hombres que Jesucristo "ha venido a seros, de parte de Dios, sabiduría, justicia, santificación y redención" (1Co 1,30).

Al escribir a los Romanos, San Pablo subraya: "La fe es por la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo" (Rm 10,17). Por lo tanto, es necesario ir, hablar, predicar, enseñar, anunciar, a fin de que los hombres puedan creer e invocar (cf. Rom Rm 10,14-15); y San Pablo también se advierte a sí mismo: "¡Ay de mí si no evangelizara!" (1Co 9,16), y escribe a su discípulo Timoteo: "Predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, enseña, exhorta con toda longanimidad y doctrina" (2Tm 4,2).

El mandato de Cristo y la severa advertencia del Apóstol son válidos todavía. Han sido el estímulo que hizo intrépidos e infatigables a los grandes Padres, a los grandes Santos, a los cuales es necesario hacer referencia constantemente si queremos, realmente, iluminar y salvar a los hermanos: Ignacio de Loyola, Felipe Neri, Vicente de Paúl, Alfonso María de Ligorio, San Pablo de la Cruz, Luis Griñón de Montfort, Gaspar del Búfalo, Francisco de Sales, Juan Bautista Vianney, Maximiliano Kolbe: hombres geniales y concretos, que consideraron de máximo valor precisamente las "Misiones populares".

Por esto, con mayor fuerza y convicción repito hoy lo que ya escribí en la Carta Apostólica Catechesi Tradendae: "Las misiones tradicionales son insustituibles para una renovación periódica y vigorosa de la vida cristiana" (Nb 47), y os exhorto a todos a reanudarlas, a revalorizarlas, a proponerlas de nuevo con métodos y criterios actualizados y adaptados en las diócesis y en las parroquias, de acuerdo con las Iglesias locales.

2. Hoy, para un trabajo eficaz en el campo de la predicación, es necesario ante todo conocer bien la realidad espiritual y sicológica de los cristianos que viven en la sociedad, moderna. Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos e incluso desilusionados; se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre; se han propalado verdaderas y propias herejías, en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones, se ha manipulado incluso la liturgia; inmersos en el "relativismo" intelectual y moral, y por esto, en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva. Es necesario conocer al hombre de hoy, para poderlo entender, escuchar, amar, tal como es, no para excusar el mal, sino para descubrir sus raíces, bien convencidos de que para todos hay salvación y misericordia, con tal que no se rechacen consciente y obstinadamente. Hoy resultan particularmente actuales las figuras evangélicas del buen samaritano, del padre del hijo pródigo, del Buen Pastor. Es necesario tomar constantemente el pulso de esta época nuestra, para poder conocer al hombre actual.

3. Para una "misión" auténtica y eficaz, es necesario iluminar las mentes de modo total y seguro.

Hoy ya no basta afirmar; es necesario escuchar antes, para darse cuenta dónde se encuentra el otro en su camino de búsqueda o en su drama de derrota o de huida, es necesario explicar las cosas y estar atentos a las exigencias del otro. Hoy es necesario tener paciencia, y comenzar de nuevo todo desde el principio, desde los "preámbulos de la fe" hasta los "novísimos", con exposición clara, documentada, satisfactoria. Es necesario formar las inteligencias con iluminadas y firmes convicciones, porque sólo así se pueden formar las conciencias. Hoy, sobre todo, es necesario hacer captar e inculcar el "sentido del misterio", la necesidad de la humildad de la razón frente al Infinito y al Absoluto, la lógica de la confidencia y de la confianza en Cristo y en la Iglesia, expresamente querida y fundada por El para dar siempre a los hombres la paz de la verdad y la alegría de la gracia. Se trata de una tarea muy delicada e incluso fatigosa, que exige preparación esmerada y sensibilidad sicológica; sin embargo, es absolutamente necesaria.

4. Es necesario animar paternalmente, con el mismo amor de Cristo. La "Misión popular" es eficaz cuando, corroborada por la oración y la penitencia, impulsa a la conversión, esto es, al retorno a la verdad y a la amistad de Dios a aquellos que habían perdido la fe y la gracia con el pecado, llama a una vida más perfecta a los cristianos rutinarios, enfervoriza a las almas, convence para vivir las bienaventuranzas, suscita vocaciones sacerdotales y religiosas. ¡Para conseguir estos efectos se requiere firmeza de doctrina, pero sobre todo bondad de corazón! Por tanto, revestíos de los mismos sentimientos de Jesús y anunciad a todos lo que escribía el autor de la Carta a los Hebreos: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia a fin de recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno auxilio" (He 4,16).

94 5. Queridísimos: He aquí lo que deseaba deciros, exhortándoos a perseverar en esta magnífica tarea, tan necesaria y tan actual. ¡Dichosos vosotros que anunciáis la verdad que salva, la esperanza que consuela, la certeza que da alegría ahora y para la eternidad!

Os confío con particular solicitud a María Santísima, a fin de que os asista siempre, os ilumine y os conforte, y haga particularmente fecundo vuestro apostolado en favor de los hombres redimidos con la Sangre de su Hijo.

Mientras tanto, os acompañe mi afectuosa, propiciadora bendición.








A LOS OFICIALES Y ALUMNOS


DE LA ESCUELA MATÍAS DE IRIGOYEN


DE LA PREFECTURA NAVAL ARGENTINA




6 de febrero de 1981


Señor Director,
Capellán Mayor,
oficiales y alumnos de la escuela Matías de Irigoyen
de la Prefectura Naval Argentina:

Os agradezco profundamente el filial homenaje que –como acaba de expresar vuestro Director– habéis querido tributar al Sucesor de Pedro, cuando os disponéis a emprender una nueva etapa de servicio a la Patria, apenas finalizados vuestros estudios.

Me alegra especialmente que esta visita se realice tras haberse establecido, con la aprobación de la Santa Sede, el servicio religioso, que ha de atender y promover vuestra formación moral. En efecto, la importante y delicada misión que asumís ha de estar guiada por un profundo sentido ético de la vida, tanto individual como profesional y social. Así seréis capaces de comprender y servir los valores fundamentales de la persona y su primacía sobre todo lo demás.

Os animo por ello a ejercer vuestra función de servicio con verdadera conciencia cristiana, en actitud de constante respeto a la verdad y a la libertad de las personas y de amor a vuestro País, haciéndoos siempre propagadores y constructores de concordia y de paz. Con el Apóstol Pablo os deseo: “ Que el mismo Señor de la paz os dé paz, siempre y de todas maneras ”.

95 A vosotros, y a vuestros capellanes y compañeros imparto, en prenda de la constante asistencia divina, la Bendición Apostólica, que de corazón extiendo a todos vuestros seres queridos.







                                                                                       Marzo de 1981


DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II

AL «GRUPO DE ESPIRITUALIDAD»

DE LAS ASAMBLEAS PARLAMENTARIAS FRANCESAS


Martes 3 de marzo de 1981



Señor Presidente, señoras, señores:

Permitidme antes de nada que os agradezca los sentimientos de deferencia y confianza que con tanta delicadeza acabáis de expresarme en nombre de todos los participantes, y también la presentación sucinta que habéis hecho de vuestro distinguido grupo. Aprecio de veras el espíritu de peregrinos que os ha traído a Roma junto al Papa en tan considerable número.

1. Vuestra asamblea ofrece una particularidad poco común. Asumís o habéis asumido elevadas funciones, graves responsabilidades —sobre todo de orden legislativo—, al servicio de vuestro país, en el seno de la Cámara de Diputados, del Senado, del Consejo económico y social y de otras instancias. Compartiendo la misma fe católica, os reunís en este "grupo de espiritualidad" para profundizar en esta fe y para inspirar mejor en ella vuestra vida de hombres políticos.

Me complace conocer los tiempos fuertes que marcan la vida de vuestro grupo: las veladas de meditación y de estudio en común en tornó a la Palabra de Dios o a los documentos más importantes del Magisterio, o en torno a los testimonios de los problemas que se plantean con más fuerza a la Iglesia; las celebraciones eucarísticas y, entre otras, la Misa más solemne de apertura de sesiones con el arzobispo de París; las peregrinaciones en las que tomáis parte; vuestro retiro anual: esos momentos más prolongados de contemplación os son muy necesarios para volver a encontrar en profundidad vuestra identidad cristiana y situaros dentro del designio de Dios, muy desdibujado en la sociedad secularizada. Deseo que vuestros colegas católicos de las asambleas parlamentarias, sobre todo los jóvenes, tengan acceso fácilmente, como vosotros mismos, a estas actividades, y se sientan a gusto en ellas; ni que decir tiene que tanto más fecundas serán cuanto más perseverantes seáis en el compromiso. Felicito también a los sacerdotes que os ayudan.

Vuestras múltiples responsabilidades os imponen ciertamente un ritmo de trabajo muy intenso y, en el plano eclesial, habéis de mantener además vuestro puesto en vuestras comunidades cristianas habituales, parroquias u otras asociaciones. Pero es normal que, teniendo un campo de acción específico, tengáis también un lugar específico de reflexión cristiana. Quiero referirme ahora a vuestro carácter propio.

2. Como sabéis, recibo aquí a los grupos más variados. Aquí encuentran su puesto las entrevistas con hombres políticos de todas las tendencias. Teniendo en cuenta sus arduas responsabilidades, creo que tienen derecho, en efecto, a un diálogo especial con la Iglesia, que, tratándose de personas que se presentan como creyentes, como es vuestro caso, servirá para atender a su vida de fe; y en todo caso podrá resultar fecundo para la calidad de su servicio en la sociedad, nacional e internacional. Los Pastores tienen que escucharlos para comprender mejor la complejidad de sus problemas y, a la vez, han de testimoniar ante ellos la luz y la fuerza del Evangelio.

Por lo que se refiere a vosotros, la función de parlamentario en las instituciones de un régimen democrático es una función clave para asegurar la buena marcha de la vida social y el desarrollo de los intereses nacionales en un clima leal de debates libres que permite a los que han sido elegidos para esta importante tarea aportar su colaboración, sus opiniones y sus decisiones con un gran sentido de responsabilidad. Me doy cuenta de que muchas veces tenéis que atender también a otras tareas locales, pero me parece que a ésta, de alcance nacional, habéis de consagrar prioritariamente vuestros estudios, vuestra competencia. vuestra presencia. Cualquier texto legal, por pequeño que sea, merece el máximo de vigilancia, prudencia y equidad, y esto en cada etapa de su elaboración: preparación en comisiones, proposición, introducción de enmiendas, discusión y voto. Está en juego el bien común de toda la nación, y las repercusiones, inmediatas o a largo plazo, serán siempre importantes, ya se trate de una justa distribución de beneficios o de obligaciones, de proyectos educativos, o de las mismas costumbres en lo que se refiere a la conducta moral: vosotros mismos constatáis que cuando se permite legalmente algo que es malo moralmente so produce en seguida una confusión en las conciencias y una degradación en las costumbres. Os deseo que sepáis merecer siempre la estima y el agradecimiento de vuestros compatriotas por el cumplimiento de este servicio cualificado, cuya importancia tenía yo interés en señalar, y pido a Dios que os ayude en vuestra tarea.

3. Y cuando os reunís en este grupo de espiritualidad, con un animador, ¿qué es lo que buscáis? Generalmente, no pretendéis encontrar una respuesta precisa a las cuestiones concretas que se os plantean en vuestros debates políticos, sobre todo perteneciendo a formaciones políticas diferentes, dentro de un pluralismo legítimo en democracia. Pretendéis, antes de nada, fortificar vuestro ser cristiano que os permitirá luego actuar como cristianos; y el hecho de tener un cierto grado de ayuda mutua espiritual en estas condiciones constituye ya un testimonio importante en una sociedad en la que las oposiciones tienden a endurecerse y a proyectarse a todos los demás aspectos de la vida. Así manifestáis que vuestras opiniones políticas personales, o las de vuestro partido —pues la disciplina de partido no puede dispensar jamás de actuar personalmente en conciencia— no son un valor absoluto en vuestra vida, no son la última palabra; que más allá de estas opciones parciales, está vuestra vida de fe propiamente dicha, vuestra común pertenencia a la Iglesia. Está Cristo, al que todos vosotros acudís para recibir de El la vida de Dios; está su Palabra y los sacramentos de los que todos os alimentáis; está la oración en la que se expresa vuestra común filiación divina y vuestra profunda fraternidad; está la misma doctrina de la Iglesia que estructura vuestra fe; está la afectuosa y cordial relación entre hermanos y el testimonio que dais todos juntos de la primacía de los valores espirituales y de la caridad. Semejante experiencia eclesial no puede por menos de unir en lo que es fundamental, lo mismo que ocurre por otra parte en tantos otros movimientos y espacios de la Iglesia donde se respetan, se acercan y fraternizan personas de mentalidades diferentes.

96 4. Pero pienso que más allá de esta comunión espiritual, podéis también vosotros reafirmar vuestras convicciones sobre puntos esenciales de la ética, que os permitirán discernir y orientar vuestra acción de acuerdo con una recta conciencia bien formada. Este es además el problema de todo hombre y de todo cristiano, cualquiera que sea el campo de su actividad.

Fuera de puntos clara y directamente exigidos por el orden moral (cf. Gaudium et spes
GS 74, pár. 4), es cierto que la fe no determina, de forma apodíctica, la actitud concreta que conviene adoptar en función de cada una de las situaciones o de los proyectos políticos, pues entran en juego muchos elementos que pertenecen a un orden diverso del de la fe y requieren prudencia, hasta el punto de que se puede hablar de una legítima autonomía de lo político.

Pero, para sopesar sus decisiones políticas, debe cada cristiano tomar en consideración, no sólo los imperativos inviolables de la moral fundamental, que todo hombre o toda autoridad pública debe tener en cuenta, sino también un cierto número de objetivos que son parte integrante del Evangelio o que están en coherencia con él. Pues, si el Evangelio no tiene el monopolio de estas actitudes comunes a los creyentes y a los hombres de buena voluntad, lo que sí hace el Evangelio es afinar las exigencias y darles una significación más profunda y renovada. ¿No es ése el sentido de la constitución conciliar sobre la Iglesia en el mundo de hoy, y de los documentos que han prolongado su doctrina?

5. Permitidme citar algunos ejemplos.

El cristiano enfoca su función política sobre todo como un servicio a los hombres y una rigurosa búsqueda de las condiciones sociales que hagan posible el desarrollo humano en todos sus aspectos: servicio éste que tiene resonancias muy evangélicas de generosidad, lealtad, justicia, lucidez, amorosa atención a las personas y a las situaciones.

Servir al hombre es tener presente toda "la dignidad del ser humano, considerado en su integridad, y no reducido a una única dimensión"; es, por tanto, considerar el conjunto de sus derechos inalienables, que yo evocaba ante la Asamblea de las Naciones Unidas (2 de octubre de 1979, Nb 13). El respeto de la vida humana, en todos los estadios de su desarrollo, es el primero de estos derechos, y por tanto el primero de los deberes del conjunto de los ciudadanos, y especialmente de quienes tienen las responsabilidades legislativas.

Servir a la sociedad, es promover sin descanso el sentido del bien común, el bien de toda la nación, de todo el pueblo; es hacer que se superen los egoísmos de los individuos y de los grupos particulares que perjudican los intereses de los demás. Pero es evitar al mismo tiempo que se ahogue la justa libertad, es evitar que se sacrifique la transcendencia de la persona, la cual, para la fe cristiana, jamás es un medio, sino un fin.

Como una vez más ha señalado el reciente Sínodo, el cristiano concede una atención privilegiada a la familia, que es la célula primera y fundamental de la sociedad y que ha de encontrar en las leyes la máxima protección y ayuda; cuenta también el Sínodo con el apoyo de los cuerpos intermediarios.

El cristiano considera como deber primordial el de salvaguardar y promover las condiciones de una educación moral y espiritual: ¿cómo no recordar esto cuando se acentúa una visión puramente materialista y hedonista de la vida, cuando se oscurecen las razones de vivir? Al cristiano le preocupan de forma especial las desigualdades sociales y, sobre todo, la suerte de aquellos que, por las condiciones de vivienda, de salario, de trabajo, o, por desgracia, de desempleo, no pueden llevar una vida decente, y sufren graves daños en su vida familiar; le preocupa igualmente la situación precaria de los minusválidos, de los emigrantes.

El cristiano, por otra parte, no quiere dejarse encerrar en los problemas, aun siendo agudos, de su ambiente o de su país, pues se siente solidario con los países mucho menos favorecidos, con las masas ingentes que carecen del mínimo vital de alimentos, de atenciones, de libertad. Rechazará todo lo que, directa o indirectamente, pueda mantener o alimentar las oposiciones o las guerras, incluso si éstas le reportan beneficios.

Considera con la máxima gravedad las amenazas de destrucción de las que he hablado hace unos días en Hiroshima. Positivamente, procura orientar los recursos inmensos de la ciencia y de la técnica hacia el desarrollo, hacia la solución del problema del hambre, hacia el progreso de la salud.

97 Más allá de las divergencias legítimas en los medios políticos, el cristiano conserva la preocupación por la verdad y por el respeto a las personas. La apuesta del cristiano es por el poder de la reconciliación y por el progreso de la unidad. Sabe que, sin amor, una civilización va a su ruina.

Supongo, señoras y señores, que estos principios cristianas, muy generales por lo demás, os son familiares. Por lo menos, confirman, como recordaba el Concilio Vaticano II, que "la fe todo lo ilumina con una nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la integral vocación del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas" (Gaudium et spes
GS 11). Deseo que vuestro grupo de espiritualidad os permita profundizar estos principios, desarrollarlos, para que os podáis inspirar cada vez más en ellos a la hora de asumir vuestras importantes responsabilidades, especialmente a la hora de elaborar o votar las leyes en vuestras asambleas. El testimonio y la acción de los cristianos deben manifestarse efectivamente con toda claridad y en coherencia con el Evangelio. Mi propósito era animaros a ello, aun dándome cuenta de la complejidad de vuestra tarea.

6. Me estoy dirigiendo a cristianos y a familias cristianas en el momento en que toda la Iglesia va a iniciar la Cuaresma: os invito a todos a volveros a Dios, a dejaros interpelar por su Palabra —"convertíos, dirá mañana la liturgia, y creed en el Evangelio"—, para purificar todo lo que, en vuestras opciones personales, familiares, políticas, no corresponda a la verdad y a la caridad de Cristo. Y sobre todo que mantengáis la esperanza de un mundo renovado por el Espíritu de Cristo.

Os agradezco vuestra visita y de todo corazón os bendigo a vosotros, a vuestras familias y a todos los vuestros. Pido a Dios que bendiga también a vuestro país; me resulta aún más cercano desde que el año pasado visité París y Lisieux; contribuid vosotros a su progreso y a su honor.






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